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Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas. Iº Encuentro Internacional.
ISBN: 978-987-1632-07-7
Editor: Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
Coordinadores: Fernando Tula Molina (Doctor en Filosofía, UNLP) y Gustavo Giuliano
(Doctor en Epistemología, UNTREF - Ingeniero en Electrónica, UNLP)
Esta publicación compila las ponencias del Iº Encuentro Internacional de Culturas
Científicas y Alternativas Tecnológicas, organizado por el Observatorio de Nuevas
Prácticas y Alternativas Tecnológicas (ONPAT) y el Programa Consejo de la
Demanda de Actores Sociales (PROCODAS) del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva, el 8 y 9 de Octubre 2009.
Organizadores:
Auspiciantes
4 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Índice
Prólogo
Introducción
7
9
Presentación de Trabajos - Primer Día
Fernando Tula Molina y Gustavo Giuliano (Coordinadores)
11
Presentación de Trabajos - Segundo Día
Fernando Tula Molina y Gustavo Giuliano (Coordinadores)
17
Primer día
Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales:
PROCODAS
Oscar Galante
23
25
Comentarios realizados por Federico Vasen
33
El pluriculturalismo tecnológico: cuarta generación
de los derechos y el movimiento por la tecnología social
en América Latina
Ricardo Neder
39
Comentarios realizados por Ailin Reising
61
Sistemas Tecnológicos Sociales y Ciudadanía
Socio-Técnica. Innovación, Desarrollo, Democracia.
Hernán Thomas
65
Sobre el carácter cuantitativo de la evaluación
neoliberal de la Universidad
Marcos Barbosa de Oliveira
87
Comentarios realizados por Adriana De Simone
119
Las diversas culturas y las prácticas de la ciencia
Hugh Lacey
133
Comentarios realizados por Antonio A. P. Videira
171
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 5
Segundo Día
La reunificación de las “dos culturas” a través de la vía tecnológica
Ailin María Reising
179
Comentarios realizados por Martín Parselis
197
181
Los Observatorios de Sustentabilidad como centros guías
para la implementación de estrategias de sustentabilidad local-regional,
y potenciadores de sinergias entre actores sociales.
Josep Antequera
205
Parte 1 - Una visión en seis bloques de la sostenibilidad local y regional.
Parte 2 - Los Observatorios de Sustentabilidad
223
Comentarios realizados por André Luis de Oliveira Mendonça
237
Actuar y reaccionar: valores y culturas en la construcción
de la relación tecnología-democracia
Fernando Tula Molina
245
Comentarios realizados por Hernán Miguel
269
Ciencia, Tecnología y Democracia: distinciones y conexiones
Andrew Feenberg
279
Comentarios realizados por Gustavo Giuliano
297
APÉNDICE I
Jugando en el patio trasero
Eder L. Romero
305
APÉNDICE II
La contribución de Feenberg y Lacey para el análisis
de la política de C&T latinoamericana
Renato Dagnino
313
6 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Prólogo
Promediaba el año 1959 cuando Charles Percy Snow, químico, novelista y
varias veces funcionario del gobierno inglés, pronunciaba su célebre conferencia
“Las dos culturas”. En ella hacía pública su desazón por los caminos de mutuo
desdén transitados por los partidarios de la “cultura científica”, que se arrogaba
para sí la representación de la modernidad, y la “cultura literaria”, que se negaba a
aceptar un mundo nuevo aferrándose a la tradición humanista. Desde entonces, el
desencuentro no ha cesado de expandirse, adquiriendo nuevos y complejos
significados en la especialización siempre creciente y perdiéndose en los vericuetos
epistemológicos que pretenden distinguir entre lo científico y lo social. Sin embargo,
hay indicios firmes de que algo ha empezado a cambiar. La realidad de un mundo
que nos avasalla con sus injusticias, y una ciencia y tecnología que nos deslumbran
con sus logros, comienzan a reconocerse en los albores de un diálogo posible.
La urgencia de este diálogo se hace cada vez más visible a partir del carácter
limitado de un abordaje exclusivamente naturalista de los problemas
medioambientales. Ante la enorme capacidad tecnológica que dispone la sociedad
en nuestros días, se ha visto la necesidad de discutir cómo alcanzar grados de
conciencia y responsabilidad acordes; en definitiva, el reconocimiento del carácter
ético y político del sentido de nuestras prácticas de innovación, producción,
distribución y consumo. Un modelo de país requiere una clara definición de aquello
que considera valioso y lo que debe defenderse para afianzar un sistema
tecnológico eficiente, legítimo y democrático.
Desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva hemos
sabido reconocer esta necesidad urgente de época y la creación del Programa
Consejo de la Demanda de Actores Sociales (PROCODAS) abreva en estas
nuevas aguas, promoviendo la vinculación de las potencialidades del conocimiento
científico-tecnológico con las necesidades propias del desarrollo humano. Es bajo
esta intención que ha puesto empeño en la búsqueda de elementos que permitan
encontrar respuestas al desafío presente.
Al cumplirse cincuenta años de la conferencia de Snow, el “Iº Encuentro
Internacional de Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas”, cuyas memorias
de dos jornadas intensas me es grato prologar, es una muestra cabal de que tal
camino no sólo es posible sino que se ha transformado en imprescindible para la
profundización y buen nombre de nuestras democracias.
Dr. Lino Barañao
Ministro de Ciencia Tecnología e Innovación Productiva
Introducción
El nuevo enfoque en la planificación y gestión de la política en ciencia,
tecnología e innovación adoptado desde el año 2003, se ha orientado a crear
un nuevo perfil tecno-productivo de desarrollo para nuestro país. En el marco
de estos lineamientos, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva ha identificado a las Tecnologías Sociales como una de las áreas
estratégicas prioritarias. Las acciones y herramientas impulsadas por esta
Administración para promover la innovación repercuten favorablemente en
diversos ámbitos. La implementación de nuevas tecnologías en sectores
sociales marginados es uno de ellos. Esta incorporación aporta soluciones y
mejoras en las problemáticas que padecen estas comunidades. Así, las
políticas que hacen foco en el incremento de nuevos conocimientos, tanto
para la mejora de los procedimientos productivos, como para el desarrollo
humanitario y social, dan como resultado un acceso más equitativo a las
nuevas tecnologías y por ende, una sociedad más justa y ecuánime.
Las Tecnologías Sociales son aquéllas que llegan a los sectores más
excluidos para resolver problemas de primera necesidad, como son la
alimentación, la salud, el acceso a servicios públicos e infraestructura básica.
El mayor desafío a la hora de aplicar soluciones tecnológicas a realidades
sociales sensibles es abordar la problemática de forma participativa, con la
inclusión de todos los actores involucrados.
Por ello, el Programa “Consejo de la Demanda de Actores Sociales”
promueve la transversalidad de las políticas públicas para el desarrollo social,
mediante la articulación de acciones que vinculan a los ciudadanos y a los
técnico-científicos, como por ejemplo, las llamadas “mesas de gestión
asociadas”. Un aspecto fundamental para alcanzar el propósito de las
Tecnologías Sociales está en facilitar las nuevas tecnologías de forma
inmediata y directa con los actores que las necesitan. Un claro ejemplo es el
“Yogurt Probiótico para Escuela” (Yogurito)1, un alimento funcional de alta
tecnología, que ingresa sin intermediarios en los comedores escolares para
llegar a los niños y mejorar su dieta y salud. Este proyecto se inició en la
provincia de Tucumán, y posteriormente se transfirió a Entre Ríos y San Juan.
Actualmente, se gestiona su implementación/alcance a las provincias de
Misiones, Chaco y Santiago del Estero.
1
Para más información, ver ganadores de Innovar 2009 (www.mincyt.gob.ar)
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 9
La presente publicación es fruto del primer encuentro internacional sobre
esta temática, donde científicos, economistas y pensadores de varios países
se reunieron para debatir y expresar nuevas propuestas sobre la transformación del desarrollo tecno-científico, orientado hacia la responsabilidad
social.
Las nuevas tecnologías y el crecimiento exponencial del conocimiento
generan grandes oportunidades para aumentar la competitividad, y también
son recursos invaluables para recuperar el equilibrio/la equidad (o la movilidad
social ascendente) y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Esto supone
un cambio de paradigma en los procesos productivos aplicados hasta la fecha
y una ocasión para articular el diálogo entre las “dos culturas”. Por ello, el
aporte teórico y académico de los ponentes crea una base esencial para
pensar, diseñar y planificar estrategias que favorezcan una sociedad más
equitativa y democrática.
Dra. Ruth Ladenheim
Secretaria de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva
10 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Presentación de los Trabajos
Primer Día
A modo de apertura, el trabajo de Oscar Galante presenta los desafíos
asumidos por el PROCODAS en la tarea de replantear las instituciones con
políticas integrales que fomenten el trabajo asociativo, la complementaridad
entre información y conocimiento, la competitividad de las estructuras
productivas y la mejora de la calidad de vida de la población. Estos problemas,
entendidos como prioridades estratégicas, exigen la gestión transversal y un
marco coordinado de políticas públicas. En tal sentido, el Plan Estratégico
Nacional de Ciencia, Tecnología, e Innovación “Bicentenario”, aspira al
incremento de la productividad en un marco de sustentabilidad, con énfasis en
las estrategias locales, pero sin perder de vista el marco nacional.
El comentarista de este trabajo, Federico Vasen, destaca cómo esta
propuesta supone un cambio de orientación de la política tecnológica nacional
basada en los Sistemas Nacionales de Innovación (surgida de la economía
evolucionista, y dominante en la década de los noventa en sintonía con la ola
de políticas neoliberales), marcada más por el pedido de los demandantes
que en políticas de prospectiva global. Este rumbo, se funda en la idea de
investigación-acción participativa, con el fin de promover procesos de
transformación social. Como señala Galante, tal transformación busca
recuperar el crecimiento con relación a la movilidad social ascendente, la cual
fue una característica del Estado Argentino.
Luego, adoptando una posición crítica frente al supuesto de neutralidad
tecnológica (y a la adopción por parte de tecnólogos e ingenieros de la visión
instrumentalista que ello conlleva), Ricardo Neder señala los riesgos que
supone la lógica de la apropiación privada del conocimiento por el sistema de
patentamiento con fines comerciales. Frente a tales riesgos, defiende la
necesidad de nuevos modos de organización institucional con prácticas
deliberativas a nivel local (vecinal, comunitario). Desde un punto de vista
teórico, observa que no es necesario reveer la tecnología, sino la construcción
social de la tecnología. Esta revisión es crucial para reconducirla en la
dirección de la satisfacción de las demandas sociales de base popular; dicho
de otra manera, para transitar hacia una tecnología para todos. Es claro que
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 11
no se trata de una reforma menor, nuevas formas legales e institucionales son
necesarias para desligar el progreso tecnológico del consumo tecnológico
(generado por el mercado con el propósito primordial de optimizar el lucro).
Este tránsito, de pasar de prácticas y desarrollos tecnológicos asociados
a la concentración del rédito, a prácticas de desarrollo social efectivo,
constituye el telón de fondo de la discusión política en torno a las tecnologías
sociales. Como fundamento de la necesidad de avanzar por este camino,
Neder apela a una cuarta generación de derechos humanos. Estos giran en
torno al control tecnológico en procesos cruciales para los diferentes
escenarios sobre los que pueden proyectarse las sociedades contemporáneas
(p.e. manipulación genética de humanos, animales, vegetales, bacterias y
organismos celulares).
En el nivel académico, esta discusión se traduce en los diferentes modelos
que pueden dar cuenta de las relaciones, tensiones y asimetrías que se dan
entre ciencia, tecnología y sociedad o, para decirlo con una expresión única,
de nuestras prácticas sociotécnicas. Neder defiende la importancia del modelo
de Renato Dagnino respecto a asumir el desafío de fomentar mecanismos
institucionales de participación, que nos conduzcan al pluralismo tecnológico,
en lugar de profundizar los modelos de gerenciamiento coorporativo y
empresarial, asociados a prácticas de consumo para pocos. No escapa a
Neder que esta tarea supone, además, elaborar una pedagogía económica y
cultural adecuada para la tecnología social y su ambiente innovador. A pesar
de ser una tendencia contra-hegemónica, Neder pone el ejemplo de las
prácticas asociadas a la economía solidaria que ya integra a 1,2 millones de
personas en Brasil.
Como observa la comentarista a este trabajo, Ailin Reising, ante los nuevos
desarrollos y sistemas tecnológicos, se abren o cierran diversas posibilidades
y por ello surgen preguntas fundamentales: ¿Qué seríamos, cómo seríamos,
cómo podríamos llegar a ser en otros mundos tecnológicos?
El modelo de Dagnino, al que Neder se refiere, es el de la adecuación
socio-técnica. Este modelo es desarrollado por Hernán Thomas a partir de
problematizar la finalidad de las tecnologías sociales, ¿Qué es lo que se
busca? ¿Solución a problemas de exclusión social de los pobres? ¿O la clave
de inclusión social de todos? Thomas coincide con Galante en la
responsabilidad del Estado en la resolución de los problemas de exclusión
social, y concibe las tecnologías sociales como un componente clave en las
estrategias de desarrollo económico y democratización política. En este
sentido, no se trata de paliar la situación de los grupos desfavorecidos, sino
12 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
del papel anticíclico que pueden jugar las tecnologías sociales, frente a las
crisis recurrentes ocasionadas por las tecnologías “rent seeking”.
Uno de los principales señalamientos de Thomas es que los problemas en
cuestión no se solucionan con un aumento de presupuesto para el sector C&T,
sino que requiere de un viraje estratégico para aumentar las unidades públicas
de I+D en dinámicas sociotécnicas a nivel local, con nuevas formas de
organización de la producción y nuevas oportunidades de acumulación. Tales
dinámicas permiten profundizar las relaciones democráticas, incluyendo por
vía participativa a los usuarios-beneficiarios en las decisiones tecnológicas.
Esta nueva dimensión de las sociedades democráticas es conceptualizada
como ciudadanía socio-técnica. Por su intermedio, Thomas propone la
ampliación de la esfera pública, buscando contrarrestar los procesos de
apropiación privada de bienes, conocimientos y espacios (con la consiguiente
regulación y control social de conductas de la población).
También preocupado por el sentido y dirección de las dinámicas de
innovación, Marcos Barbosa de Oliveira explora el origen, ascenso y vigencia
del sistema cuantitativo de evaluación de la productividad científica. Partiendo
del carácter contraintuitivo de la propia idea de evaluar numéricamente
creaciones de la mente humana, muestra que ello responde a la transición de
los sistemas de innovación a su fase neoliberal. A partir de aquí, la impronta
productivista y taylorista que asume la empresa científica, obliga a una
administración eficiente, y ésta a indicadores cuantitativos que permitan medir
la tasa entre recursos asignados y objetivos cumplidos.
Pero es aquí donde volvemos a la pregunta por la finalidad y los objetivos
de la actividad científica y los desarrollos tecnológicos. Es sólo cuando se
vincula la administración de los recursos con la lógica empresarial que los
productos simbólicos del sistema C&T se transforman en una mercancía, y su
cuantificación se vuelve imprescindible para calcular el lucro asociado. Sin
embargo, de la mano de Christopher Freeman, Oliveira muestra las dificultades
para medir el impacto de la I+D con relación a las ganancias de una empresa
o el grado en que se avanza en el cumplimiento en los objetivos de un país
(como puede ser el aumento del PBI, o el bienestar general de la población).
A pesar de ello, se mantienen en la actualidad los indicadores absolutos de
desempeño basados en la cantidad (de artículos publicados, recursos
formados y patentes obtenidas, etc.). En última instancia, observa, esta
dirección conduce a que la subida en el ranking de los países con relación a
la producción de artículos y patentes se convierta en el objetivo último de las
políticas de C&T.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 13
El punto crucial reside, entonces, en la propia lógica implícita, de carácter
empresarial, con la que se aborda la tarea de evaluar la actividad científica y
tecnológica. Como fue señalado en trabajos anteriores, esta lógica no sólo no
es única, sino que es posible y deseable transitar hacia una fase social, no
neoliberal, del desarrollo tecnocientífico. Este punto no es menor dado que,
como bien observa Oliveira, allí se juega la posibilidad de una actividad
científica con responsabilidad social, que recobre su autonomía frente a los
imperativos del mercado. El significado social de la investigación en ciencia y
tecnología, a cuya consciencia insta Oliveira tanto a científicos, como a
tecnólogos y administradores, resulta incompatible con la idea de optimización
puesta en la productividad en términos cuantitativos. Para quienes pertenecen
al sistema científico-tecnológico, cumplir con su trabajo, debería consistir más
en cumplir con la misión social de su tarea, que la de rendir cuentas con
parámetros productivistas.
Al comentar su trabajo, Adriana De Simone va más allá de las causas
sociohistóricas responsables del ascenso de la noción de innovación y de la
evaluación cuantitativa, colocando en el centro de la discusión la idea de
hombre, de persona y de sociedad a la que la actividad científica y tecnológica
debería servir. Si valoramos la creatividad como característica humana
fundamental –y específica de las tareas de I+D –, y si deseamos una sociedad
basada en el respeto a la alteridad y a los derechos humanos, vemos la
necesidad de modificar el rumbo actual (signado por la cuantificación, la
homogenización y el consumo) que nos conduce al individualismo y a la propia
alienación del yo. De modo general, alienta hacia un horizonte de desarrollo
orientado más por el ser que por el tener, y hacia la participación cívica en
temas de C&T. Coincide con Edgar Morin en que “la ciencia es un proceso
demasiado serio para ser dejado en manos de los científicos” y que “se tornó
demasiado peligrosa para ser dejada en manos de los políticos”.
En la última presentación del primer día, Hugh Lacey presenta los
resultados recientes de su modelo para la integración de valores epistémicos
y sociales en las prácticas científicas. Este modelo parte justamente de una
noción de hombre y del actuar humano. La capacidad de actuar libremente es
concebida como una dimensión integral del bienestar humano, y el hombre
como un ser social que, al interactuar con la naturaleza, los artefactos y otros
hombres, refleja sus deseos, valores y creencias sobre lo que es posible y
deseable. En relación con el tema específico del encuentro, Lacey observa
cómo son las diferentes culturas existentes las que modelan la interacción
social, la relación con el medio ambiente y, en algunas culturas, además con
otros seres de naturaleza espiritual (espíritus, dioses, Dios).
14 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Frente a este panorama, la cultura científica, nacida en la modernidad, es
vista como una cultura particular con características que le son propias, entre
las que se destacan la objetividad (basada en criterios cognitivos sin contenido
ético ni valorativo) y la inclusividad (que permite que el conocimiento sea
usado por todos, y concebido como patrimonio común de la humanidad). La
crítica de Lacey apunta a mostrar que no es un hecho que todos los resultados
aceptados por la comunidad científica estén de acuerdo con la objetividad, y
claramente no lo están con relación a la inclusividad (p.e. es un punto de crítica
que el conocimiento científico sirve más a los intereses de los ricos que de los
pobres, como puede verse en la Argentina con relación al mal de Chagas o,
de modo general, con relación a todas las “enfermedades huérfanas” –ver
Apéndice I–).
Otro punto destacado de su trabajo, es la distinción entre diversas
estrategias de investigación, responsables de delimitar el campo y las teorías
a considerar, así como la selección de los datos relevantes. En el caso
dominante, las teorías a investigar son las que tienden a mostrar los
mecanismos subyacentes a diferentes niveles (p.e. molecular, psicoquímico,
estructuras matemáticas y propiedades cuantificables), y utilizan los resultados
de mediciones efectivas con el fin de examinarlas. El punto aquí, para Lacey,
es que los fenómenos que no puedan ser descriptos por estos medios quedan
fuera de lo comprensible y de lo investigable. Por otra parte, este abordaje
disocia los fenómenos de sus cualidades sensoriales, ecológicas, y de sus
contextos culturales, humanos y sociales. A tal concepción denomina abordaje
descontextualizado. En su opinión, por este camino no puede alcanzarse una
comprensión satisfactoria de diversos fenómenos asociados a los riesgos
indirectos, o a las prácticas alternativas (como la agricultura biodinámica). Es
decir, el abordaje descontextualizado invisibiliza ciertos fenómenos, para los
cuales se requiere estrategias alternativas. En tal sentido, al igual que Neder,
Lacey defiende la necesidad de transitar hacia el pluralismo metodológico con
el fin, no sólo de aumentar la objetividad y la inclusividad, sino como camino
para aumentar la capacidad de agencia humana.
¿Por qué la principal tendencia de la investigación actual se relaciona con
la innovación tecnocientífica? ¿Por qué no se enfoca en reparar los daños
sociales, culturales y ecológicos a los que tal innovación ha conducido, a partir
de las condiciones socioeconómicas de la modernidad? ¿Por qué no volver
central la cuestión de la distribución equitativa de los beneficios del avance del
conocimiento como capital simbólico de todos? Para dar cuenta de estas
preguntas Lacey distingue dos principios axiológicos, el de la legitimidad de
la innovación tecnocientífica, y el de la responsabilidad de la conducta
científica. Mientras el primero sólo admite la existencia de riesgos cuando
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 15
existen pruebas fehacientes –validadas por los criterios del abordaje
descontextualizado–, el segundo pone en primer plano las consideraciones
que emanan del principio de precaución. De todos modos, aclara, la diferencia
fundamental entre ambos no es de tipo conceptual, sino de las características
de nuestras sociedades de base capitalista, donde una parte significativa del
ideario de progreso en las instituciones científicas, se encuentra en relación de
refuerzo mutuo con los valores del mercado.
Ante esta situación, el trabajo de Lacey finaliza alentando hacia un proceso
de reinstitucionalización de la ciencia, a la luz de los ideales de objetividad e
inclusividad. Este proceso enfrenta dificultades que no deben ser
subestimadas (como el alto prestigio del abordaje descontextualizado a partir
de los resultados objetenidos, o la insuficiencia de las currículas académicas
para cultivar una visión crítica general en los jóvenes científicos), pero tampoco
deben ser exageradas (dado que ya existen indicadores concretos para un
rumbo diferentes (p.e. las organizaciones científicas contrahegemónicas en
Brasil, la iniciativa PROCODAS del Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación Productiva en Argentina, o la creación de la sección “Ciencia y
Derechos Humanos” en la American Association for the Advancement of
Science). En todos estos casos una mayor participación democrática se torna
crucial en la definición de prioridades y en el llamado de atencion sobre áreas
marginalizadas.
En cualquier caso, queda claro que no se trata de negar espacio a la
innovación tecnocientífica, sino de crear formas insitucionales que permitan la
deliberación cívica entre todos los que experimentan su impacto. Pero, como
bien señala el comentarista del trabajo, Antonio A. P. Videira, este proyecto
involucra repensar varias cuestiones de envergadura; entre ellas, el análisis de
la sociedad desde la propia filosofía de la ciencia y desde la política en C&T,
así como la relación entre el aumento del conocimiento y el aumento de la
felicidad.
16 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Presentación de los Trabajos
Segundo Día
Como ya se señaló, una preocupación en común que une a los textos que
ocupan este volumen se relaciona con la identificación de herramientas
concretas que faciliten el diálogo entre las diferentes culturas científicas. Ailin
Reising sostiene en su trabajo que las nuevas tecnologías de visualización
cumplen con ese fin, permitiendo la interacción entre el arte digital y la
comprensión científica de fenómenos complejos.
La autora considera que este nuevo ámbito resulta, no sólo positivo para el
arte y para la ciencia –al potenciar las posibilidades de ambos–, sino también
propicio para contribuir a la divulgación científica. Las tecnologías de
visualización de alta precisión, aparecen como el vínculo que permite la
emergencia de nuevos recursos y configuran un espacio de interacción
novedoso. Este espacio posibilita la conversión de la estética fría de la
visualización de meros datos, en estéticas reflexivas más aptas para su
comunicación social. Este puente entre ciencia y arte resulta una contribución
a la tercera cultura; aquella que enfatiza el pluralismo axiológico (que
trasciende la demarcación entre lo epistémico y lo social) y la necesidad de
participación ciudadana en el análisis de las consecuencias eventuales de la
innovación tecnológica.
Complementando y tensionado esta posición, su comentarista, Martín
Parselis, sugiere analizar hasta qué punto el sci-art estimularía miradas
antirrealistas de la ciencia, y se pregunta qué riesgos existen de asemejar sus
productos a la tecnología, tal vez hasta su confusión, haciendo imposible
diferenciar entre los objetos sci-art y los artefactos.
Con el mismo interés, aunque en otro plano pragmático, Josep Antequera
muestra cómo los observatorios de ciencia y tecnología se han reconocido
como una herramienta eficaz para pensar y guiar la actividad tecnocientífica.
En este sentido, y ante la heterogeneidad de criterios y formas organizativas
posibles, propone partir de una definición que entienda que un modelo de
desarrollo debe tener como horizonte, no sólo mantener la calidad de los
ecosistemas y su biodiversidad, sino alcanzar un bienestar social generalizado.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 17
Desde una mirada amplia, sostiene que lograr el objetivo de la sostenibilidad
no es meramente una cuestión de definir los mejores indicadores, sino que
requiere de un modelo cultural nuevo en el cual se incremente el valor moral,
social y económico de los sistemas naturales y de los seres humanos,
transitando hacia “un nuevo eco-humanismo”. Con su trabajo, y en base a su
vasta experiencia en el tema, fundamenta y expone un modelo sistémico de
alcance regional. Este modelo se basa en una matriz que tiene en
consideración una variedad de aspectos que se suman a los ecológicos
clásicos, aportando datos desde lo territorial-urbanístico, la esfera económica
y del empleo, la gestión pública y los aspectos que hacen a una gestión
institucional adecuada a la consecución de los fines deseados.
No escapa a la mirada de Antequera la necesidad de criticar el sistema
mercantilista actual y, en armonía con su ideal de “más sociedad y menos
mercado”, considera que un observatorio debe traer a la luz el valor del tiempo
dedicado a las relaciones sociales, a la formación personal, al disfrute de la
vida familiar y la educación de los hijos. Los observatorios regionales deben
contribuir a generar la conciencia necesaria para movilizar las voluntades, para
desarrollar un nuevo modelo de transformación social acorde con los nuevos
tiempos. Las transformaciones locales son las esperanzas para transformar el
mundo.
André Luis de Oliverira Mendonça, quien comenta su trabajo, señala
algunas inquietudes y preocupaciones sobre la propuesta; entre ellas, que
resulta difícil entrever cómo un observatorio tendría la capacidad de influir en
la subjetividad individual de las personas, de modo que pueda incentivar el
tránsito hacia una sociedad menos consumista, más participativa y sustentable.
En línea con esta incisiva inquietud, y conciente de que todo cambio
requiere de actores que actúen proactivamente, Fernando Tula Molina propone
la necesidad de seguir un comportamiento que respete simultáneamente
nuestro conocimiento y nuestra ignorancia. El conocimiento valida y estimula
la necesidad de educar y educarse, la ignorancia plantea la necesidad de tejer
acuerdos colectivos y democráticos, que legitimen la acción aún en los casos
en que se desconozcan sus consecuencias.
Tales acuerdos en sociedades democráticas en las que “prima la diferencia
más que la igualdad”, requiere de marcos que trasciendan los valores
meramente técnicos e incluyan los aspectos subjetivos de la riqueza social.
Esto necesita de una crítica a las referencias simbólicas hoy hegemónicas,
que dan primacía a la optimización de la eficiencia como valor supremo. En tal
sentido es claro en señalar que, mientras no se pueda trascender el imaginario
18 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
social que asocia acríticamente tecnociencia con progreso social, no será
posible alcanzar una sociedad más plena en el sentido humano amplio del
desarrollo social, según lo entiende el Premio Nobel de Economía Amartya
Sen.
Para Tula Molina, la educación y la acción participativa conforman así los
dos ejes (en analogía con el espacio cartesiano, uno temporal y otro espacial),
en los que se mueve su propuesta de “implicación ciudadana”, con la cual
inaugura un plano de reflexión colectiva desde donde poder re-pensar la
relación entre bienestar y bien colectivo, bien público y desarrollo social. Su
propuesta consiste en incentivar la ampliación de este espacio en las
instituciones democráticas, con el fin de legitimar colectivamente una identidad
y un proyecto de país desde la acción ciudadana. La gran capacidad de
transformar el mundo inaugurada por la tecnociencia, lejos de ahuyentar al
ciudadano y replegarse en la autoridad de los expertos, debe llamarlo a
aumentar su grado de responsabilidad en la conformación de su entorno de
vida, revalorizando el sentido de sus ideales y los objetivos a futuro.
Al comentar su trabajo, Hernán Miguel muestra que la distinción inicial entre
hechos previsibles y explicables no es excluyente, ampliándola a la distinción
entre hechos explicables e inexplicables, por un lado, y hechos previsibles e
imprevisibles, por el otro. Con ello mostrará que la responsabilidad en el actuar
se liga con la posibilidad de prever antes que con la de explicar (siendo que
hay hechos imprevisibles que luego son explicables). A partir de allí, analiza el
principio de precaución y señala que debemos ser precavidos tanto para
actuar como para no hacerlo, siendo que ambas conductas involucran riesgos;
así, toda evaluación debe hacerse sopesando los riesgos previsibles y no
mediante una ecuación riesgo-beneficio.
En el último trabajo del cuerpo principal Andrew Feenberg vuelve sobre la
relación entre sujeto técnico e identidad, observando que el propio actor está
en juego en su acción: al serruchar y martillar, convirtiendo una pila de maderas
en una mesa, no se trata sólo del objeto producido, sino de que nos tornamos
carpinteros. Y es por estar en juego nuestra identidad, y por el hecho de que
las tecnologías proporcionan los entornos en los cuales la gente ordinaria vive,
por lo que se vuelve necesaria la intervención democrática; no sólo los
expertos, sino también los legos, son alcanzados por la implantación de nuevas
prácticas tecnológicas. De todos modos, más allá de señalar y defender la
relevancia de los criterios sociales y económicos en las elecciones
tecnológicas, Feenberg defiende no abandonar la vieja distinción entre ciencia
y tecnología: la democratización tiene un significado normativo en la tecnología
que no lo tiene para la ciencia. En tal sentido, mantiene que verdad y utilidad
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 19
todavía pertenece a mundos distinguibles, aún cuando en muchos casos se
intersecten en las “tecnociencias”.
Es por la utilidad, más que por la verdad, que surgen los conflictos de
intereses en las políticas de regulación (como en los estudios sobre cáncer de
pulmón financiados por las tabacaleras) y, a diferencia de las controversias
científicas, es deseable que sean procesos democráticos los que decidan el
resultado, en lugar de que lo hagan unos pocos actores específicos (como
pueden serlo las corporaciones y las agencias involucradas). En este sentido,
según su mirada, la tecnología responde a una dinámica de “jerarquía
entramada” que imposibilita diferenciar un adentro y un afuera. Los grupos
sociales se forman en derredor de la tecnología que al mismo tiempo moldea
sus experiencias y posibilita su identidad común. Comprender el mundo va de
la mano con la propia formación de los grupos sociales y su identidad. Todo
está entrelazado con tecnología de un modo fluido en las sociedades
modernas.
En consecuencia, concluye, las políticas de ciencia y las de tecnología
deben diferir, en tanto que la contribución de los grupos sociales al cambio
científico es mucho menos directa que en el caso del cambio tecnológico.
Mantener esta distinción es importante, tanto para lograr equidad a la hora de
distribuir los fondos destinados a la investigación, como para no confundir las
cuestiones cognitivas con las regulatorias.
Su comentarista, Gustavo Giuliano, pone de manifiesto su preocupación
acerca de que tal posicionamiento demarcatorio y estratégico sea,
paradójicamente, poco eficaz a la hora de avanzar hacia la reforma tecnológica
por él mismo propugnada. Al asentarse en una fuerte confianza en la
autorregulación de los sistemas políticos, trae nuevamente a escena un tema
que cruzó horizontalmente las jornadas: las condiciones de posibilidad para
escapar del discurso hegemónico mercantilista, de los fuertes intereses
corporativos y del poder de la propaganda, posibilitando que afloren otras
culturas científicas y alternativas tecnológicas.
El volumen se cierra con dos trabajos de especial significación para los
objetivos del Encuentro.
En el primero, Eder Romero, nos invita a pasar a su “patio trasero”, al
exponer sus experiencias personales como responsable del Programa de
Nanomedicinas de la Universidad Nacional de Quilmes. Los nano-objetos
aplicados a la medicina con los que trabaja, son ejemplares paradigmáticos de
una tecnología de vanguardia en desarrollo que trae consigo una miríada de
20 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
promesas terapéuticas, entre ellas la posible curación del Mal de Chagas. A
pesar de ello, Romero se pregunta por qué motivo no ha logrado despertar el
interés sobre ellos para estas aplicaciones. La dificultad de conseguir recursos
para investigaciones sobre enfermedades huérfanas (problema al que se
refirieron tanto Lacey como Feenberg), la hace reflexionar sobre el circuito del
dinero en la ciencia, sobre los valores subyacentes en la promoción de
investigaciones y sobre la libertad de la ciencia “auto-gestionada”.
En el segundo, Renato Dagnino, a través de un análisis contextualmente
situado en la periferia, destaca la importancia que, para el desarrollo inclusivo
de la región, tienen los aportes teóricos desarrollados por dos de los invitados
especiales al Encuentro, H. Lacey y A. Feenberg. En sus obras ve el camino
para renovar el argumento central del Pensamiento Latinoamericano en
Ciencia, Tecnología y Sociedad (PLACTS): un “Proyecto Nacional” que
radicalice el componente democrático-popular del desarrollismo nacional, y
que, por este motivo, involucre un desafío cíentífico-tecnológico original. En tal
sentido, y contra la orientación neoliberal, defiende la posibilidad de
conceptualizar la relación CTS vinculada a un Estado protagonista, que
dignifique –en lugar de precarizar– las relaciones laborales, y se guíe
fundamentalmente por políticas públicas, más allá de los intereses
corporativos.
Como observa Dagnino, el punto crucial para tales autores es prestar
atención a los valores puestos en juego en cada decisión de desarrollo
tecnológico, a partir de una crítica del supuesto de “neutralidad valorativa” y
de un llamado a la democratización del sentido general de la política en C&T.
Como bien observa, de hecho, la idea del sentido común de que los avances
tecnológicos siempre contribuyen a aumentar la eficiencia, produciendo más,
mejor y más barato, y beneficiando a la sociedad, al no especificar el actor
que introduce la tecnología en el proceso de trabajo, no es conveniente para
tal proyecto.
Como coordinadores de este volumen, queremos agradecer a todos los
participantes por su aporte, al programa PROCODAS como óptimo anfitrión
del Encuentro, y a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
que financia el Proyecto “Nuevas tecnologías: condiciones para la evaluación
de sus riesgos y posibilidades” en el cual se gestó el Observatorio de Nuevas
Prácticas y Alternativas Tecnológicas (ONPAT: www.redonpat.ning.com).
Fernando Tula Molina – Gustavo Giuliano
Buenos Aires, marzo de 2010
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 21
Primer día
Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales:
PROCODAS
Oscar Galante
Dirección Nacional de Desarrollo Tecnológico e Innovación
Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva
El Estado Argentino está recuperando su fortaleza para producir los
cambios que le permitan abordar la compleja realidad social, orientándose en
el crecimiento y reinstalando la movilidad social ascendente que, otrora,
caracterizara a la Argentina.
Lo hace desde una presencia activa, al protagonizar y promover el
desarrollo humano por encima de los intereses sectoriales, pensando que las
instituciones que lo componen deben servir no sólo para resolver problemas
coyunturales, sino para ayudar a construir una ciudadanía comprometida con
un Estado presente. En este marco, el desafío es replantear las instituciones
desde una innovación creativa, con políticas integrales y trabajo asociativo,
las cuales movilicen y orienten nuestro recurso más valioso: el conocimiento.
La estrategia debe ser, entonces, la de subordinar el conocimiento y la
innovación en función de la resolución de problemas, enraizados tanto en la
falta de competitividad de las estructuras productivas, como en la mejora de
la calidad de vida de la población.
En este contexto se debe construir un marco de eficiencia y
complementariedad de información y conocimientos, de capacidades y
experiencias, de recursos materiales, humanos y financieros, que difícilmente
sean sólo patrimonio de un único sector o de una sola institución.
Se trata de desarrollar un sistema, que articule la promoción tradicional de
la investigación por disciplinas con el desarrollo de actividades científicas y
tecnológicas orientadas a la solución de problemas estratégicos o prioritarios
atendiendo además de la calidad, criterios de pertinencia y relevancia para su
financiamiento.1
1
Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación “Bicentenario” (2006/2010).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 25
Esto exige una gestión transversal e integral que cruce fronteras
organizacionales y trascienda el campo de las incumbencias y responsabilidades individuales de ámbitos gubernamentales, e implica también
establecer un marco coordinado de políticas públicas, consensuadas entre
los distintos sectores.
A fin de operativizar los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las
Naciones Unidas2, y en concordancia con los mismos, el Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva creó el Programa Consejo de la Demanda
de Actores Sociales (PROCODAS) como “vinculador” entre los actores del
Sistema Científico-Tecnológico Nacional y el sector Público y Privado con el
fin de implementar políticas de desarrollo sostenible que promuevan la
equidad, a través de los recursos tecnológicos y de conocimiento.
A nivel de Programación de políticas públicas3 sostenemos la visión integral
y sistémica de las necesidades sociales y su interdependencia, como un
elemento sustantivo en todos los campos de actuación ya que la focalización
fue una estrategia selectiva en el diseño e implementación de las Políticas
Sociales de la década de los noventa que produjo fragmentación y
superposición de Planes y Programas Sociales.
En este sentido entre los principales obstáculos que se detectaron a partir
de la experiencia de trabajo, se cuentan entre otros: la escasa vinculación entre
el sector científico-tecnológico y el sector empresarial; la baja capacidad para
la identificación de demandas y la formulación de proyectos, y la excesiva
dependencia de los recursos públicos para la innovación. El conjunto de las
limitantes confluye para crear una concentración de la mayoría de los Programas,
Convocatorias, Fondos y Proyectos de Promoción en un corredor educativocientífico-tecnológico-productivo que abarca desde la ciudad de La Plata
(capital de la provincia de Buenos Aires), el conurbano bonaerense, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe hasta Córdoba y Mendoza.
Para enfrentar esta problemática y mejorar el impacto, sustentabilidad y
viabilidad de las políticas, se incorporó el enfoque integral en aras de superar
la segmentación entre esas necesidades, los campos de conocimiento y las
distintas áreas del Estado.
De lo que se trata, entonces, es de aplicar una política de ciencia y
tecnología a nivel territorial con la finalidad de promover la integración social,
garantizar la inclusión, la participación y el protagonismo responsable de todos
2
3
Informe Objetivos de Desarrollo del Milenio para la Argentina, 2007. PNUD.
Metodología de Gestión Asociada. FLACSO.
26 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
los actores sociales en la búsqueda de alternativas que mejoren las
condiciones de vida, incluyendo mecanismos como la gestión asociada (Ruiz,
V., 2004) para generar redes cuya potencialidad resida en lograr mayor
equidad y desarrollo humano.
El PROCODAS se enmarca en una estrategia de abordaje integral que se
propone alcanzar los Objetivos del Desarrollo del Plan Estratégico Nacional de
Ciencia, Tecnología e Innovación “Bicentenario” (2006/2010):
• Satisfacción de las necesidades básicas e incremento de la productividad
económica, pero a partir del uso sustentable de los recursos.
• Énfasis en las estrategias locales, sin perder de vista la estrategia
nacional, con un marcado fortalecimiento de las capacidades de gestión
local, la promoción de mecanismos participativos y el desarrollo
institucional.
Lo hace desarrollando una dinámica eficaz que coordine las capacidades
del sector Científico y Tecnológico hacia la resolución de los problemas en las
áreas prioritarias, identificadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación Productiva.
A nivel territorial, el PROCODAS se suma como una herramienta de CyT a
los espacios de encuentro locales y regionales –Consejos Locales, Centros
de Referencia; Centros Integradores Comunitarios (CIC)– para colaborar
desde el sector del conocimiento a consolidar la implementación de las
políticas sociales con lo cual se propicia la creación de redes de conocimiento,
desde un enfoque asociativo e interdisciplinario, priorizando criterios de
pertinencia, relevancia y sustentabilidad de las acciones a emprender.
Posibilita la transversalidad de las políticas públicas para el desarrollo social
a través de acciones conjuntas, vinculadas a espacios Institucionales:
• Vehiculizando los proyectos, que den respuesta a las necesidades,
demandas y carencias en determinadas áreas estratégicas y canalizarlos
a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
(FONTAR, FONCYT y FONSOFT), del COFECyT (PFIP), Fondos
Sectoriales y otras fuentes de financiamiento Nacionales e
Internacionales.
• Con la promoción de los procesos de investigación acción participativa
(PI-AP) entendiendo a los mismos
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 27
Como un enfoque de la Investigación Social que procura incrementar
la participación real de la población involucrada en el proceso de
objetivación de la realidad en estudio, con el doble objetivo de
generar conocimiento colectivo sobre dicha realidad y promover la
modificación de las condiciones que afectan a la vida cotidiana de los
sectores populares. Este conocimiento es generado a partir de
instancias colectivas que confrontan el conocimiento de sentido
común con el de tipo científico. Se busca generar un conocimiento
colectivo holístico, que colabore como instrumento cognitivo para la
transformación de la realidad, tomando en cuenta la naturaleza
contradictoria de la realidad y la relación dialéctica entre teoría y
práctica (Sirvent, M. T., 1999, cap. 3).
• Coordinando Gestiones Asociadas, mediante la articulación con los
cuerpos colegiados de participación social a fin de contribuir a una eficaz
relación entre las demandas socio-productivas y la capacidad de
resolución del sector científico y tecnológico.
Definimos a la Gestión Asociada como planeamiento participativo, como
proceso político-técnico y como escenario de concertación entre actores
diversos, que implica incluir en la negociación a los sectores con menores
recursos de poder.
De acuerdo a Hector Poggiesi, la Gestión Asociada es:
Un escenario formalizado de planificación: gestión continua,
secuencial, acorde a los recursos humanos, institucionales,
temporales y económicos con que se cuenta. Se trata de un sistema
de trabajo planificado que va construyendo una relación articulada
de colectivos en torno a proyectos elaborados y gestionados cogestivamente. Los colectivos que se crean, las redes mixtas
socio-gubernamentales van deviniendo en una trama social
reconfigurada y activa. Representa un tipo de construcción políticotécnico-comunitaria con un sentido de poder compartido que se
contrapone al habitual juego de suma cero de nuestra tradición
política (Poggiessi, H., 1999).
La estrategia operativa multiactoral utilizada incluye a todos los actores
pertinentes directa e indirectamente afectados por el/los problemas
identificados; se convoca a aquellos de nivel técnico y político que tengan
recursos de poder para viabilizar su resolución (representantes del gobierno
28 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
local; especialistas en los temas pertinentes; representantes de organizaciones
comunitarias; empresas; etc.).
Los pasos a tener en cuenta en esta metodología son:
• Exploración de las prioridades de las instancias socio-políticas pertinentes
en relación a la temática. Es la construcción del espacio de articulación y
asociatividad de los distintos actores que participan para acordar criterios
mínimos. Conformación de un Equipo Nuclear de articulación,
representativo de los sectores como “Comité de Gestión del Proyecto”.
• Viabilización del proyecto y constitución del espacio de planeamiento
integral.
• Diagnóstico de la situación e identificación de la problemática: Búsqueda
de antecedentes de otros proyectos, efectos, causas, insumos,
resultados, etc.
• Construcción de un modelo teórico integrado de la realidad particular que
se desea modificar:
• Integración de conocimientos científicos y conocimientos no formales.
• Definición de causas y efectos del problema.
• Análisis de sus relaciones.
• Análisis de los actores involucrados y formulación de estrategias a partir
de los diversos intereses; recursos; actitudes y ejercicios de poder;
eventuales alianzas y/o conflictos potenciales.
• Asistencia en la programación de actividades y en la elaboración del
proyecto.
• Ejecución del proyecto.
• Evaluación de resultados y procesos.
Esta forma de gestión intenta alejarse del modelo lineal de innovación, el
cuál postula la dependencia unidireccional de las distintas instancias de
producción, transformación y aplicación de conocimientos científicos. Tal como
afirma, Leonardo Vaccarezza.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 29
Eso creó lo que se denominó política «ofertista», basada en producir
conocimientos que, en última instancia, se extenderían a la sociedad
a través de la investigación aplicada, el desarrollo tecnológico y la
innovación. En tal sentido, el desarrollo científico era entendido como
una condición necesaria y suficiente del desarrollo social
(Vaccarezza, 1998).
Desde este nuevo modelo, descreemos de la posibilidad de que la
investigación científica y el desarrollo tecnológico de modo autónomo, pueda
generar un ‘derrame’ en forma espontánea beneficiando a la sociedad. Frente
a este paradigma se postula, bajo los presupuestos del Triángulo de Sábato,
la necesaria interacción entre el Estado, las universidades, las empresas y
otros actores involucrados, como camino para el logro de un desarrollo
tecnológico autónomo que beneficie a toda la sociedad de manera equitativa,
inclusiva y sustentable.
En conclusión, el PROCODAS, funciona como un grupo coordinador
cuyas funciones son la vinculación, articulación y apoyo de las gestiones
asociadas.
Dicha función, la “gestión de la gestión” es definida por el Equipo de
Formación que dirige Hector Poggiesi (FLACSO) como:
Un sistema definido de responsabilidades técnicas y de toma de
decisiones, estructurado para coordinar la complejidad de actores y
de acciones. Se necesita mantener la efervescencia creativa de los
actores del plan, a través de reiterar la dinámica del sistema de
planificación programando la secuencia continua y permanente de
escenarios de planificación y gestión. Este grupo sostiene al sistema
y se repite en los nodos microregionales como producto de sus
propios ciclos de planificación (Redín, M. E. / Morronni, W. F., 2002).
A través de esta forma de gestión, pretendemos alejarnos del modelo lineal
de innovación, el cuál postula la dependencia unidireccional de las distintas
instancias de producción, transformación y aplicación de conocimientos
científicos.
30 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Referencias Bibliográficas
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ampliación democrática de la toma de decisiones y la participación social en
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Sirvent, M. T. (1999), Cultura popular y participación social, Ed. Miño y Dávila,
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cuestión en América Latina”, Revista Iberoamericana de Educación, 18,
Ciencia, Tecnología y Sociedad ante la Educación, pp. 13-40.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 31
Comentarios sobre el texto
de Oscar Galante
Federico Vasen
Universidad Nacional de Quilmes - CONICET
El trabajo de Oscar Galante tiene la virtud de ubicarse en la intersección de
dos formas diferentes de relacionar ciencia y política. Por una parte, se trata
visiblemente de un trabajo de política científica, es decir, es el trabajo de alguien
que piensa desde el Estado cómo impulsar la investigación científica y el
desarrollo tecnológico, con qué criterios y objetivos, a través de qué
instrumentos. Pero por otra parte, el trabajo de Galante vincula ciencia y política
de un modo más sutil, en tanto incorpora a su propia reflexión de política
científica, los conceptos de la ciencia social, que dan forma a la discusión sobre
la política que propone para la ciencia. Con esto quiero decir que es usual,
principalmente en los países del norte, que los distintos ámbitos de las
administraciones gubernamentales se valgan del testimonio experto de diversos
investigadores para fundamentar mejor sus decisiones. Esto se da
fundamentalmente en casos de regulación de nuevas sustancias y análisis de
riesgo ¿Cómo debe reaccionar el estado ante la posible amenaza carcinogénica
de un plaguicida? ¿Debe prohibir o limitar su uso? Allí surge para las burocracias
estatales la necesidad de contar con testimonios y juicios expertos,
fundamentalmente de científicos naturales1. Claramente lo que presenciamos
en el trabajo de Galante no es este tipo de vinculación. Se trata, en cambio, de
la forma en la que las ciencias sociales –y no las naturales– influyen en las
decisiones políticas, no ya restringidas a los casos regulatorios sino de forma
más amplia en el aporte de conceptos para pensar las políticas públicas. La
economía y la ciencia política de modo más directo y la sociología, la psicología,
la historia y la filosofía luego, son la fuente de las concepciones teóricas y
metodológicas que fundamentan las diversas políticas públicas, y en este marco
la política para la ciencia y la tecnología no es una excepción2. En el artículo de
Galante se propone entonces una operación en el campo de los marcos teóricos
que guían las políticas científicas argentinas. Veamos en qué consiste.
1
Jasanoff (1994) o Douglas (2009, cap.2) narran en detalle el surgimiento y la importancia de la figura del “asesor
científico” en los EE. UU.
2
A modo de ejemplo, Carden (2009) presenta un análisis comparado de más de veinte estudios de caso en
distintas partes del mundo sobre la difícil relación entre investigación social y políticas públicas en países en
desarrollo, desde la perspectiva de un organismo internacional que se propone fortalecer estos lazos. A nivel
local, el caso más estudiado de aplicación de conocimiento experto en las políticas públicas la encontramos en la
economía. Véase al respecto Neiburg y Plotkin (2004, pp. 231-263) y Camou (1999, 2006).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 33
Desde mediados de la década del noventa, en sintonía con la ola de
políticas neoliberales, el paradigma que dominó la política científico-tecnológica
nacional fue el de los Sistemas Nacionales de Innovación, un marco teórico
que proviene de la economía evolucionista. En la versión que fue implementada
localmente, esto supuso la aplicación de políticas de tipo horizontal que
fomentaban la innovación tecnológica sin establecer mayores prioridades
sectoriales o jerarquías para el desarrollo. En este sentido, el Estado operaba
a pedido de los demandantes de conocimiento, facilitando su interacción con
las instituciones del sistema científico, pero sin ejecutar acciones de
planificación y prospectiva en un nivel más global. Recientemente, el Estado
ha buscado recuperar estas funciones estratégicas que permitirían el desarrollo
de un sistema nacional de ciencia y tecnología que tome como pilares áreas
que se consideren prioritarias dadas las características naturales y culturales de
nuestro país y permitan una mejor inserción en el contexto internacional3. Este
progresivo abandono de las políticas horizontales no ha ido sin embargo, de la
mano de un cambio radical en los marcos analíticos utilizados en la gestión de
las políticas científicas y tecnológicas: la economía de la innovación retiene
todavía un poder hegemónico tanto en lo teórico como en lo metodológico.
El presente trabajo permite en este contexto reconocer, frente a lo que
hemos descrito, un interesante cambio de orientación en los conceptos que
guían una iniciativa concreta en política científica y tecnológica: el Programa
Consejo para la Demanda de Actores Sociales en Ciencia, Tecnología e
Innovación (PROCODAS). En términos generales, la diferencia más relevante
con las políticas preexistentes se expresa en las características de los
destinatarios. Usualmente los posibles beneficiarios de los programas se
encontraban restringidos a dos grupos –los científicos y tecnólogos
académicos y las empresas innovadoras–, a los que se intentaba fortalecer y
vincular. Sin perjuicio de ello, el PROCODAS se propone avanzar hacia la
inclusión de actores sociales que anteriormente no estaban considerados en
el marco de las políticas en ciencia y tecnología, como organizaciones
comunitarias de base y otras organizaciones de la sociedad civil. Allí no son las
herramientas de la economía de la innovación las que permitirán construir, en
conjunto con estos grupos, conocimientos científicos y artefactos tecnológicos
que les permitan cubrir sus necesidades. El PROCODAS propone en cambio,
un enfoque metodológico completamente diverso: el de la Investigación
Acción Participativa inspirado originalmente en la obra de Orlando Falls Borda.
En este marco la realización de una investigación no se propone meramente
como objetivo la búsqueda desinteresada de nuevos conocimientos por parte
3
Un claro ejemplo de ello puede verse en la creación del Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC), siguiendo la
experiencia brasileña.
34 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
de una élite experta sino que se piensa como un proceso colectivo y
participativo que tiene como objetivo final promover procesos de
transformación social. Cabe aclarar que en estos procesos el aporte que se
puede hacer desde el conocimiento científico-tecnológico al bienestar de los
que menos tienen no es sino una pequeña parte. Es por ello que es de gran
importancia que el PROCODAS no piense su acción de modo autárquico,
sino que busque integrarse en un abordaje integral de las políticas públicas y
concierte sus acciones en el marco del Consejo Nacional de Coordinación de
Políticas Sociales. Este abordaje integral permite a su vez que no se pierda de
vista la importancia del nivel territorial para las políticas, así como también la
necesidad de hacer un uso sustentable de los recursos humanos y naturales4.
Finalmente, no debe olvidarse que el objetivo final irrenunciable de todas estas
políticas es promover la integración e inclusión social para todos los
ciudadanos.
La organización de este evento muestra desde el inicio una gran apertura
por parte de la gestión del Ministerio a los distintos investigadores sobre
temas de ciencia, tecnología y sociedad tanto dentro del país como del
exterior. Esto es, una vez más, una prueba de la vocación participativa del
PROCODAS, orientada ahora hacia el interior de la comunidad académica.
Por otra parte la presencia de numerosos estudiosos del campo CTS
provenientes de la filosofía, la historia y la sociología, la economía y las
ciencias políticas, da cuenta de un interés de parte de los académicos en
contribuir a la construcción de mejores políticas públicas. En este sentido, el
campo CTS latinoamericano no surge de una mera reflexión intelectual. En
sus orígenes, pensadores como Jorge Sabato, Amílcar Herrera y Oscar
Varsavsky, no se representaban como intelectuales en una torre de marfil,
sino como hombres de pensamiento y acción. Si, como dicen Martínez Vidal
y Marí, sus ideas surgieron desde una práctica, también puede decirse que
fueron ideadas para una práctica. Una breve ojeada a sus biografías permitirá
comprobar esta vocación política5. Luego, tras una fase en la que los estudios
CTS en la región se han abocado a la consolidación del campo disciplinar en
los espacios académicos, hoy vuelve a estar en la agenda la posibilidad de
producir un conocimiento ligado más de cerca a la práctica política y el
compromiso social6.
4
Para una discusión amplia del concepto de sustentabilidad, véase Komiyama y Takeuchi (2006).
Véase Dagnino, Thomas y Davyt (1996) y Marí y Martínez Vidal (2002) para un detalle de las ideas centrales de
estos autores.
6
Dagnino (2006) es uno de los más enérgicos defensores de esta propuesta. A nivel internacional, también existen
llamados a la adopción de un programa “comprometido”. Véase Sismondo (2008) para una muy interesante
discusión sobre el compromiso político en las distintas vertientes de los estudios sobre ciencia, tecnología y
sociedad.
5
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 35
Para concluir, me restan sólo dos sugerencias, que tienden a buscar la
profundización del proyecto del PROCODAS. En primer término, sería de
importancia poder dar mayor institucionalidad a las redes que nuclean a los
productores y usuarios de conocimientos sobre temas de agenda pública con
alto contenido científico. De este modo los científicos podrían interactuar por
fuera de los canales usuales disciplinares, en conjunto con los posibles
beneficiarios del conocimiento. Esto podría permitir un mayor ajuste entre las
necesidades de los usuarios finales y las propuestas de los investigadores,
bajo la supervisión del Ministerio. En segundo término, para darle mayor
solidez a la propuesta del Programa, sería útil que contara con un instrumento
propio de gestión, a través del cual puedan financiarse las actividades de
gestión asociada. Hoy los instrumentos que ofrecen los organismos públicos
de promoción científica y tecnológica –como por ejemplo la Agencia
Nacional– han sido creados pensando en la empresa innovadora como
principal demandante y destinataria de conocimiento científico. En tanto el
PROCODAS pretende la inclusión de nuevos actores sociales en la trama
de producción y uso del conocimiento científico, resulta necesario crear un
nuevo tipo de instrumento que contemple las particularidades organizativas y
económicas de las organizaciones comunitarias o las cooperativas a las que
el Programa apunta.
36 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Referencias Bibliográficas
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los orígenes del menemismo”, Cuadernos del CISH Nº5, Centro de Investigaciones Socio-Históricas, La Plata, pp. 75-98.
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reorientação dos Estudos sobre Ciência, Tecnologia e Sociedade em Ibero-américa”, Revista CTS+I (OEI), 7, (http://www.oei.es/revistactsi/numero7/articulo02.htm).
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investigación”, Revista CTS+I (OEI), 4.
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Technology Studies, Third Edition, MIT Press, Cambridge.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 37
El pluriculturalismo tecnológico: cuarta generación
de los derechos y el movimiento por la tecnología
social en América Latina
Ricardo Neder
Observatorio del Movimiento por la Tecnología Social en América Latina
Universidad de Brasilia
Introducción
Las personas comunes (no especialistas) ven a la tecnología como un
instrumento para alcanzar valores y satisfacer deseos que dependen del poder
y el dinero para ser realizados. En sí mismo, el sistema técnico es visto como
algo neutro, instrumento de lo político y del poder económico. Tal perspectiva
convalida el comportamiento de los tecnólogos e ingenieros que adoptan el
instrumentalismo. Éste puede ser definido como permeabilizado por el velo de
la neutralidad, asociado al derecho comercial de la propiedad intelectual como
algo natural. Un circuito, una combinatoria, el diseño de un proceso técnico,
de un objeto o dispositivo tecnológico se ven coartados por el derecho de
patente. Este conocimiento patentado convierte a la transformación técnica
en resorte propulsor de las tecno-estructuras. América Latina ya vive por lo
menos, desde las oleadas autoritarias y dictatoriales de los años 1970, la
mundialización de las tecno-estructuras. Éstas se tornan parte del régimen
cognitivo, social y político de penetración de las relaciones mercantiles y
económicas en otras esferas de la subjetividad humana en la sociedad.
Aquí se recurre al argumento determinista ante el fenómeno tecnológico:
estamos ante la mejor o más avanzada de las tecnologías, y el mejor modelo
de tecnología es decidido en el juego de las patentes. Diariamente, disputas
jurídicas en los tribunales reclaman registros de patentes. Acciones de este
tipo se acumulan en los tribunales de las ciudades del mundo.
Saberes comunes y apropiación privada
El sistema de innovación y la política de patentes más que impedir el
dominio público del conocimiento, alimentan el régimen cognitivo de las tecnoestructuras en su tránsito por la sociedad civil. Todas las otras formas de
conocimiento desaparecen del discurso del derecho de propiedad intelectual.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 39
Por lo anterior, estos saberes comunes y públicos, son pasibles de
apropiación privada – vale decir, “cercamiento”. Esto presenta evidentes
riesgos para los derechos humanos, pues puede crear derechos de propiedad
intelectual patentando componentes de la cultura local (tecnologías tácitas o
informales) bacterias, vegetales, semillas de dominio público1.
La tecno-estructura tiene una poderosa arma para controlar el día a día de
las personas por medio de ambientes de aculturación, proyectos y procesos
racionalizadores socio-culturales y político-institucionales, guiados por
gestores y cuadros ejecutivos cuya concepción de mundo sistémico se
manifiesta en el funcionamiento de las organizaciones de mercado y gobiernos
bajo un Estado de Derecho de la democracia representativa. De allí surge el
siguiente cuestionamiento: ¿cómo regular este tránsito si la democracia
representativa no ha sido suficiente?; ¿por qué preocuparse por la correlación
positiva o negativa entre el funcionamiento de la cultura política que orienta a
la democracia y la gestión tecnológica?
Tal preocupación es tributaria de las corrientes de los Estudios Sociales de
Ciencia y Tecnología (ESCT) que proliferaron a partir de los años 1980, para
captar dónde y cómo se origina en la sociedad la política socio-cognitiva de
la tecnología. Respecto a la racionalidad instrumental que en su tránsito en el
mundo del poder, del mercado y la democracia, la tecnología carga en sí
misma con valores éticos que se han tornado demasiado evidentes, desde la
explosión de la primera bomba atómica en 1946. Las investigaciones en este
campo estudian la complejidad bajo cuatro perspectivas distintas.
Este artículo trata estas cuatro perspectivas. Las dos primeras son más
antiguas – la visión instrumentalista; y su gemela, la perspectiva determinista
del progreso técnico. La tercera perspectiva sobre tecnología, la sustantivista,
emergió desde los años 1920. La cuarta surgió hacia fines del siglo XX, como
una teoría crítica de la tecnología que contrasta con las demás, proponiendo
en su lugar una nueva síntesis.
Veremos en qué medida esta cuarta perspectiva podrá ayudar ampliamente
en los esfuerzos de fundamentación ahora en curso para la cuarta generación
de derechos que implica el control de las tecnologías sobre la segunda
naturaleza humana (que son nuestra sociedad en estrecha dependencia de la
primer natura, primordial) o la relación entre los ambientes construidos, y las
tecnologías que alteran esta dependencia.
1
Ver Alan Herscovici, (2007) Capital intangível e direitos de propriedade intelectual: uma análise institucionalista,
e Jorge Alberto Quillfeldt, NBIC: Paradigma ou propaganda? A ascensão das patentes e o fim do proce(gre)sso
científico (2006)
40 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Democracia y Gestión Tecnológica
Hacia el final de la gran crisis de 1929 a 1945, los Estados-Nación
aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A partir de
1946 fue implementado el Plan Marshall, que recuperó la economía de Europa
y sentó las bases para el desarrollo de los países semi-periféricos y de la
periferia más remota. El movimiento histórico de la generación de derechos, en
el cual se inscriben los derechos humanos, tuvo sus inicios en el siglo XVIII. La
primera generación de derechos fue llamada individuales negativos marcados
por la prohibición al Estado de abuso de poder, en defensa de la propiedad
privada, de la igualdad ante la ley, libertad de creencias y asociación, y derecho
a la vida.
Los derechos de segunda generación se vinculan a las conquistas
sociales, económicas, culturales como derechos positivos que adoptaron la
mística de la igualdad y la libertad como inseparables de las condiciones
materiales para ejercerla. El resultado fue la expansión de los servicios
públicos para el acceso de la sociedad a la educación y la salud, planes
sociales, tiempo de ocio, seguridad pública, vivienda y derecho al trabajo
(Estado de Bienestar). En América Latina, esta fase fue marcada por el
desarrollo e industrialización asociados en algunos países a la creación de
los sistemas de planes sociales. Y, al mismo tiempo, se produjo un desarrollo
único de las formas sociopolíticas y culturales de aglomeración de las
tecnologías y sistemas técnicos.
Tal complejidad –ya anunciada en la descripción de la gran industria
capitalista hecha por Karl Marx, en El Capital– se convirtió en tecno-estructura.
Sin ella, tal vez no hubiese sido posible la atención a la demanda colectiva de
las grandes masas por la libertad en los derechos de segunda generación. No
obstante, las tecno-estructuras generaron el aislamiento de las personas por
la extrema impersonalidad de sus racionalidades. La tercera generación de
derechos buscó corregir esto sin éxito. Son los llamados derechos difusos y
colectivos, asumen el carácter de garantías transindividuales en cuanto a
derechos de colectividades se refiere (derecho a un medio ambiente
ecológicamente equilibrado, derecho a la paz y al desarrollo sustentable).
¿Estos derechos son suficientes? Tal cuestionamiento es hecho por los
movimientos sociales contemporáneos. Según ambientalistas, feministas,
grupos étnicos, de género y política del cuerpo-consumo, parte del movimiento
sindical y de los trabajadores, precisamos ir más allá, con derechos de cuarta
generación, de control de la manipulación del dominio tecnológico sobre
procesos biológicos y vitales para el futuro de la sociedad, abarcando
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 41
diferentes clases de organismos, desde las bacterias hasta las plantas y los
animales genéticamente modificados2.
Si las personas del común ven a la tecnología como un instrumento para
alcanzar valores y deseos, significa que éstas toman al sistema técnico como
algo neutro: instrumento de lo político y del poder económico. Tal perspectiva
convalida el comportamiento de los tecnólogos e ingenieros que adoptan el
instrumentalismo (P1). P1 es esta neutralidad asociada al derecho comercial
de propiedad intelectual como algo natural.
Un circuito, una combinatoria, el diseño de un proceso técnico, de un
objeto o dispositivo tecnológico se ven coartados por el derecho de patente.
Este conocimiento patentado convierte a la transformación técnica en resorte
propulsor de las tecno-estructuras. Desde los años 1970 particularmente en
América Latina, vivimos las tecno-estructuras como parte del régimen
cognitivo social y político de penetración de las relaciones mercantiles en otras
esferas de la subjetividad humana en la sociedad3.
Aquí se recurre al argumento determinista (P2) de que estamos ante la
mejor o más avanzada de las tecnologías, y el mejor modelo de tecnología es
decidido en el juego de las disputas por las patentes. Acciones de este tipo
se acumulan en los tribunales de las ciudades del mundo. El sistema de
innovación y la política de patentes más que impedir el dominio público del
conocimiento, con todo, alimenta el régimen cognitivo de las tecno-estructuras
en su tránsito por la sociedad civil.
Todas las otras formas de conocimiento se tornan pasibles de apropiación
privada. Esto presenta evidentes riesgos para los derechos civiles –los
humanos incluidos–, pues genera apropiación intelectual con reglas
comerciales de patentado de los componentes de la cultura local que son
antiguas o tradicionales, tecnologías tácitas o informales. La tecno-estructura
tiene una poderosa arma para controlar estos conocimientos y saberes tácitos
en el día a día de las personas, por medio de ambientes de transculturación
(concreción) capaz de generar un mundo o mundos sistémicos4.
Es necesario que los derechos de cuarta generación puedan ser orientados
por otros regímenes cognitivos o, fundamentalmente, para proteger otros
2
Cfr. Norberto Bobbio (1992) - A era dos direitos.
Sobre régimen cognitivo de mercado ver Alberto Guerreiro Ramlos (1981) Política cognitiva – a psicologia da
sociedade centrada no mercado, en A nova ciência das organizações.; y Hugh Lacey (2006) A controvérsia dos
transgênicos. Questões científicas e éticas.
4
Cfr. G. Simondon (2007) e (2009) .
3
42 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
regímenes cognitivos de desaparición o muerte cultural. Una de las propuestas
mejor calificadas en las últimas décadas ha sido debatida en América Latina
dadas las contribuciones de la teoría del actuar comunicativo, del filósofo Jurgen
Habermas (1929). El actuar comunicativo está relacionado a la articulación de
la democracia representativa con la deliberativa. Formas de consejo, asambleas,
organizaciones y movimientos civiles pueden ampliar y socializar las decisiones
en base a los conocimientos compartidos. ¿Cómo? Por medio de nuevos
acuerdos institucionales y deliberativos en bases locales y vecinales, comunales
o socializados (por ejemplo, por los medios de comunicación). Esto podría darse
en una base ampliada de racionalidades en la cual hubiera otras racionalidades
presentes, además del régimen cognitivo de mercado. Esta influencia de la teoría
habermasiana del actuar comunicativo en América Latina aún es un capítulo a
ser analizado con cuidado. Creo que ésta es insuficiente por varias razones. Las
formas de conocimiento y experiencia se sitúan más allá del actuar comunicativo:
para esto se hacen necesarias decisiones que están no sólo por sobre la
decisión de grandes tecnologías en abstracto; de allí la necesidad de revisar no
la tecnología en sí, sino la construcción social de la tecnología.
Existen numerosos ejemplos concretos en América Latina, de que la
ampliación de la base comunicativa no será suficiente para alterar decisiones
que involucran operaciones en sistemas técnicos complejos, dominados por
las estructuras corporativas. Ciertamente es importante esta base comunicativa sin distorsiones y depurada de la propaganda y del marketing. Estos
fueron, por ejemplo, fundamentales para la diseminación de la entonces
Revolución Verde en América Latina, en medio del caos comercial de
productos y servicios que estas compañías promueven para la aplicación de
productos petroquímicos a la agricultura industrial que a pesar de las
reglamentaciones, se torna fuente irremediable de muertes de productores en
todo el continente latinoamericano y en el mundo5. El campo de la energía
nuclear en América Latina es otro ejemplo de que se volvieron enteramente
fluidas las fronteras entre las aplicaciones militares y las civiles.
Ante estas situaciones, el sistema legislativo o democrático presenta
grandes limitaciones o bloqueos imposibles de ser catalogados. Esto es
porque son restricciones dictadas por límites claros: los gobiernos pueden
avanzar hasta cierto punto –por ejemplo, imponiendo dictados por las normas
técnicas, cuyos responsables en general no están preparados para lidiar con
la complejidad de los procesos económicos en la actualidad.
Se trata en este caso de reorientar y reconducir a la tecnología en dirección
a la satisfacción de las demandas de base social o popular. En América Latina
5
Cfr. ver investigación brasileña de C. K. Grisolia (2005).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 43
debemos preguntarnos en qué sentido existe una demanda de ciencia y
tecnología en vivienda rural y urbana, transportes de masa, recursos hídricos,
salud pública, bio-sistemas y biodiversidad con mejores técnicas en el
complejo social de la producción agro-familiar, o en la agricultura urbana,
además de la coordinación económica y financiera viables para la
democratización del crédito o finanzas y economía solidarias.
Hay, por lo tanto, en estas áreas, demandas sociales reprimidas por la
política de ciencia, tecnología e innovación tecno-científica convencionales.
¿Podrían estar siendo enfrentadas si existiesen estos canales de
representación y de deliberación en lo cotidiano para demandas sociales y
soluciones adecuadas en tecnología? Para encontrar la respuesta a este
interrogante vamos a retomar las otras perspectivas sobre la tecnología en lo
cotidiano.
Existen otras dos perspectivas sobre la tecnología, como fuera mencionado
en la introducción. La tercera levantó su mirada esencialista (o P3). Su tesis
es radical: toda tecnología es una manipulación de las personas. Ella aniquila
nuestro potencial de crear y elaborar libremente, y nos tornamos apéndices de
las máquinas. Medios y fines son determinados por el sistema. Esta crítica
esencialista proviene de Martin Heidegger (1889-1976) y Jacques Ellul (19121994). Ellos buscaron comprobar que toda tecnología carga una cesta de
valores en sí misma. La tecnología incorpora valor sustantivo a su
funcionamiento como si algo en ella incluyese una parte de la vida cotidiana de
las personas. Alienándolas.
Con esto retomamos nuestro punto de partida: ¿cómo entender, así, que
las personas comunes toman a la tecnología como neutra y no advierten que
ésta está dotada de una cesta de valores embutida? La impregnación de
valores a la tecnología opera por medio de una calidad que nada tiene de
extraordinario, justamente por medio de la ilusión de neutralidad de la acción
del sujeto creada por el instrumento técnico6.
Cuanto más compleja es la tecnología, mayor es la ilusión de neutralidad,
porque nos distanciamos de los efectos causados por la tecnología en el
ambiente humano y natural. Ésta es la visión de la cuarta corriente o teoría
crítica de la tecnología (P4). Ella reconoce críticamente los ejes P1 y P2, pero
rechaza el pesimismo de P3 (sustantivismo) y realiza una síntesis. La vertiente
P4 tiene hoy, como su intérprete más destacado, al filósofo de la tecnología
6
Esto ha sido constatado empíricamente de muchas formas. Al conducir mi automóvil en una gran ciudad pierdo
mi co-responsabilidad por el daño ambiental y urbano causado por la máquina. No soy culpable por el embotellamiento... cfr. R. Neder (2008) Crítica à cultura do automóvel ou teoria crítica da tecnologia?
44 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Andrew Feenberg, que propone una teoría de la instrumentalización primaria
y secundaria7. Feenberg dialoga con las corrientes socio-constructivistas de
la tecnología que se abrieron paso a lo largo de los últimos treinta años8.
Vale observar que la valorización de derechos de cuarta generación se ha
revelado como una promesa, aunque frágil, rica en efectividad. Sin embargo,
esto demanda una nueva generación de formas legales, económicas e
institucionales apropiadas. Feenberg es optimista en cuanto al desarrollo de
estas formas de control, porque ve en ellas grados de libertad. El desafío es
crear medios en las instituciones para el control; no restringirse al acto de
derribar puertas abiertas, que es decidir sobre lo superfluo de la reforma de la
tecnología, porque siempre habrá alguna instrumentalización secundaria. Pero
el mercado capitalista realiza esta operación de forma de utilizar la práctica
del sujeto social como consumidor para realizar mejoras o avances en la
tecnología (esto es bien conocido por los servicios de mantenimiento y arreglos y asistencia técnica para los reclamos de los consumidores; aprovechar
estos servicios no siempre redunda en mejoras para el proyecto original9.
Feenberg propone este foco en la instrumentalización primaria vinculada a
la secundaria. Dialoga con las corrientes socio-constructivistas de la tecnología que se abrieron paso a lo largo de los últimos treinta años. Vale observar
que la conceptuación de derechos de cuarta generación se ha revelado como
una promesa en construcción; si fue positiva en la modernidad, la asociación
entre régimen democrático y fomento tecnológico, en la era contemporánea se
tornó negativa. Es el caso de situaciones concretas involucradas con la política
nuclear, armamentos, industria automovilística ante el diseño del transporte de
masa en las ciudades; industrialización de la agricultura con tecnologías
químicas; las OGMs ante las tecnologías sociales de semillas criollas. O aún,
la profunda degradación ambiental y depredación ecológica de ambientes
naturales, los medicamentos alopáticos y alimentos artificiales.
7
La primaria es el momento de creación de la tecnología en los laboratorios, fuera de la sociedad. La racionalización secundaria está asociada a la primaria y corresponde a su divulgación en la sociedad y genera el choque
de los valores embutidos en la tecnología con los valores de la sociedad. Las obras de Feenberg principales en
esta perspectiva (P4) son: Alternative modernity: the technical turn in phillosophy and social theory (1995); Questioning technology (1999); Transforming technology. (2002). En esta óptica de P4 existe como foco la elección de
los valores que presiden la construcción interna de los sistemas tecnológicos. O su construcción social de tal
forma que la instrumentalización primaria y la secundaria no puedan ser disociadas.
8
Estas corrientes corresponden a los trabajos de la sociología, economía, ingeniería y psicología de estudios sociales de la tecnología y de la ciencia después de 1980. Entre los autores más representativos están: B. Latour
(2000) y (2001). D. Noble America by design. Science, technology and the rise of corporate capitalism (1977). R.
Dagnino (2008), B. Coriat (1976).
9
Ver Dagnino (2009) y Tyler Veak (2006).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 45
La propuesta jurídica de la cuarta generación de derechos humanos que
tuvo origen en la obra de Norberto Bobbio (1909-2004) presenta un marco
embrionario o insuficiente porque intenta reglamentar y controlar las
aplicaciones de la tecnología genómica (en breve, también las
nanotecnologías) como derecho individual negativo (ante la amenaza de la
tecnología que ya se materializó, es la lucha de la ley del más fuerte).
Este control es necesario, aunque evidentemente insuficiente. La razón es
simple: se trata de una reacción defensiva. De allí la propuesta de la corriente
P4: una teoría crítica de la tecnología que busca crear las condiciones para
una democratización del diseño y del proyecto tecnológico por los propios
actores. Feenberg critica la teoría del actuar comunicativo de Habermas, porque
ésta considera a la tecnología una extensión del poder político y empresarial, y
no considera teóricamente en el actuar comunicativo que la tecnología no es,
en sí misma, neutra. El actuar comunicativo, en estos casos, afirma Feenberg,
debe estar ligado a los resultados prácticos de la tecnología. En América Latina,
un ejemplo de esto es el extensionismo tecnológico y educacional, universitario
y rural para formar parte de este proceso de democratización. Sin su integración
a las redes socio-técnicas, no hay como asegurar escalas (números) de
integración entre el conocimiento científico y las prácticas de tecnologías
sociales de las comunidades10 en una amplia política de fomento a prácticas de
las redes sociales, bajo la forma de residencia de extensión, pasantía
universitaria de inmersión del alumno en la comunidad, en la sociedad local
organizada. De allí la importancia de la organización de las comunidades por
una cultura democrática deliberativa para influir en las elecciones tecnológicas.
Aún no tenemos efectivamente esta realidad, pero está siendo construida. Los
datos que siguen exploran esta construcción.
El pluriculturalismo de la tecnología social: problemas.
Se encuentra en curso en Brasil un amplio movimiento por la redefinición
de las relaciones entre universidad y política científica y tecnológica, para
alcanzar la base de la pirámide social. Esta redefinición se justifica porque la
reglamentación de la ley de innovación brasileña (10.973/2004) dispone sobre
incentivos a las empresas para desarrollar investigación y desarrollo solamente
en los ambientes de innovación, lo que legalmente abarca empresas del
mercado formal. Esto deja afuera a cerca del 60% en promedio de los
emprendimientos económicos informales en el país. En el resto de América
Latina la situación no es diferente.
10
Ver R. T. Neder (2009) y R. Dagnino et. al (2009).
46 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Además de esto ha habido, en los últimos años, movilización de la opinión
pública por la divulgación sistemática de acciones, experiencias, políticas,
investigaciones y conceptos en torno a la tecnología social como el modelo
social de mejoras socio-técnicas en la base de la sociedad. Integran estas
acciones una Red de Tecnología Social (RTS) con 660 entidades; los premios
anuales de tecnología social de la Fundación Banco do Brasil y, sobre todo,
las acciones de fomento de la Financiera de Estudios y Proyectos
(FINEP/MCT) a los ambientes de innovación social de 88 Incubadoras de
Cooperativas Populares en las universidades públicas del país, además de las
redes de emprendimientos económicos solidarios y el programa brasileño de
Economía Solidaria (MTE).
Complementando este cuadro, por primera vez en el país, fue creada una
Secretaría de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo y la Inclusión Social
(SECIS/MCT). El Ministerio de Desarrollo Agrario, MDA, el Ministerio de
Desarrollo Social, MDS, la Secretaría Nacional de Economía Solidaria –
SENAES, el Sebrae nacional. Todos son agentes de fomento que han
difundido edictos para la financiación de proyectos sobre tecnologías sociales
de la comunidad de investigación en el país.
De esta forma, no se puede argumentar desconocimiento de lo qué es
tecnología social. Aún es poco, pero este inicio tiene una sólida construcción,
más recientemente fortalecida por la instalación en el país de 44 bancos
comunitarios de desarrollo que hacen de las micro-finanzas, un arma contra el
aislamiento de las experiencias comunitarias de incubación. En torno al
movimiento por la tecnología social, fue invertido cerca de R$ 1 billón (si fueren
considerados los 500 millones en los últimos cuatro años, según datos de la
RTS, FBB, MCT y universidades, e igual monto de las enmiendas parlamentarias en los programas Acuerdos Productivos Locales, de la SECIS/MCT).
El acervo de experiencias y conocimientos es significativo en materia de
proyectos, actores y, sobre todo, aprendizaje acumulado en escala real. Entre
ellos, los de la Economía Solidaria y formas de encadenamiento de la
producción y acción social, el modelo PAIS de horticultura familiar para la
seguridad alimenticia y nutricional, el programa de cisternas de placa de la
Articulación del Semiárido (ASA). Hay tesis y disertaciones ya defendidas
sobre Tecnologías Sociales y habrá muchas otras, pues son como mínimo
conocidos mil casos disponibles (involucrando 500 casos de los Premios FBB
y el resto del Banco de Experiencias de la RTS).
El movimiento en torno a la tecnología social (TS) en Brasil presenta de
forma ejemplar, un caso concreto de contra-tendencia o de situaciones
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 47
pragmáticas que exigen un pensamiento científico societal en oposición a un
pensamiento técnico-científico gerencial o corporativo oriundo de una vertiente
de reforma gerencialista del Estado brasileño11. La tecnología social de la agroecología en el interior del primer campo, es una comparación útil para ilustrar
no sólo la dimensión cognitiva de los conflictos entre pluralismo y monismo
tecnológico, sino también para revelar que hay profundizaciones fundamentales para que el movimiento por la Tecnología Social (TS) gane mayor
legitimidad académica y en los movimientos sociales.
La base para que la universidad integre ciencia y tecnología con sabiduría
popular, es el abordaje latinoamericano de la adecuación socio-técnica que
significa conocimiento científico y popular en diálogo (Dagnino 2001, 2008,
2009). La importancia en el cuadro contemporáneo del movimiento en torno
a la tecnología social –en cuanto a la contribución que es hoy latinoamericana–
reside en que seamos capaces de fomentar institucionalmente, incentivar
financieramente y apoyar programas concretos que elaboren científicamente
las prácticas de pluralismo tecnológico. El pluralismo se define por ser opuesto
a las tecno-ciencias dominantes en los sistemas de innovación empresariales
de las grandes corporaciones, gobiernos y mercados.
La TS posee una definición positiva de un conjunto de prácticas y
conocimientos que opera con principios que abren las barreras
socioeconómicas, culturales y busca aumentar la inclusión de los saberes y
conocimientos entre grupos sociales, empresas y países. Un buen ejemplo es
la agro-ecología que tuvo crecimiento exponencial en Brasil, Colombia,
Venezuela, Bolivia y Chile. Ésta representa gran potencial para la producción
agroalimentaria y se suma a la conservación de la biodiversidad.
Se trata de una innovación basada en la práctica, sistematización y teorías
que usan el principio de enriquecimiento del saber sumado a los
conocimientos científicos. Este pluralismo tecnológico no existe en la
agricultura basada en organismos genéticamente modificados (OGMs).
11
Esta posición es tributaria de lo siguiente. La comunidad científica y tecnológica en América Latina tiene como
principio de realidad fenómenos más amplios relacionados con su papel en el interior de la transición de la reforma
del Estado brasileño de un modelo burocrático para otro tipo gerencialista; en verdad dos vertientes fueron
claramente establecidas en la reforma del Estado, en los años 1995 en adelante: esta gerencialista, y otra societal.
Sin embargo, es apenas debido a un fuerte revés que se debilita o apaga las referencias al hecho de que “no había
en el escenario político una visión unívoca de reforma, pues también estaba en curso un nuevo paradigma
reformista: el Estado nuevísimo, movimiento social (...) que rearticula el Estado y la sociedad, combinando
democracia representativa y participativa. (...) En realidad la vertiente societal (de la reforma del Estado, RTN) no
es monopolio de un partido o fuerza política y ni siquiera presenta la misma claridad y consenso de la vertiente
gerencial en relación a los objetivos y características de su proyecto político”. (PAES, 2005)
48 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Las investigaciones socio-técnicas ponen en práctica el pluralismo
tecnológico en dos sentidos. Todas las innovaciones sociales y técnicas
basadas en el saber popular pueden ser mezcladas con conocimientos
científicos (los ejemplos van desde los medicamentos fito-terapéuticos
hasta los productos alimenticios ya incorporados a las prácticas
populares). Estas tecnologías sociales son construcciones de múltiples
sujetos, por lo tanto, plurales. Este hecho es poco notado por la comunidad
científica latinoamericana, aunque intuitivamente practicado por los
investigadores cuando van a campo y extraen el saber centenario o
milenario, registrado por los pueblos de los Andes, de los pampas
argentinos y brasileños, en los Grotões da Caatinga (charcos del desierto),
en la inmensidad de la Selva Amazónica, en los “pícaros” (riachos) de la
“Serra dos Gerais” y en las montañas de la Mata Atlántica y “Manguezais”
(plantaciones de árboles de mango).
Los proyectos socio-técnicos plurales en regiones latinoamericanas
demandan políticas de personal para la extensión con conocimientos sociotécnicos de los mercados sociales y culturales. Los mercados son instituciones
sociales, no siendo fácil ni mágico resolver el aumento de la productividad a
costa del agotamiento de los suelos o la exclusión de millones de productores
o productoras. Originalmente la tecnología social es un intento de internalizar
en las comunidades soluciones prácticas para las personas en el día a día.
Este sentido de una tecnología con los pies en la tierra es característico de
las acciones de intervención de otros movimientos socioeconómicos entre
otros, de la economía solidaria, emprendimientos autogestionados y la
autogestión de asociaciones y cooperativas. Dos vertientes que son altamente
convergentes y trabajan bajo la inspiración de la tecnología como innovación
socio-técnica generada por los sujetos sociales específicos en su territorio
socio-cultural. Una vertiente privilegia el intercambio del saber y el
conocimiento.
La TS necesita, como sabemos, los conocimientos científicos y
tecnológicos de las universidades y escuelas técnicas. La cuestión, por lo
tanto, es: ¿cómo se procesa la interacción del saber-hacer popular con lo
técnico-científico? El movimiento por la TS tiene otro modelo, distinto del
tradicional (“difusión tecnológica”), que opera como si la tecnología fuese una
solución-sin-sujeto social que puede servir para cualquier situación.
Esto genera la aplicación de tecnologías a un proyecto práctico, que acaba
por diseminar resultados que son manipulados por otros proyectos políticos,
y hacen de los sujetos sociales náufragos a la deriva de proyectos que nada
tienen de comunitarios o de práctica social en su futuro.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 49
El filósofo de la tecnología contemporánea Andrew Feenberg llama a esto
desvíos de implementación. Grandes minerías a cielo abierto, fuentes
hidroeléctricas, autopistas y complejos industriales presentan este tipo de
comportamiento en sus autores. Podemos notar a partir de las situaciones
mencionadas, que ambas vertientes del sujeto-que-innova, y de la tecnologíasin-sujeto se confunden en las palabras, en los actos y las prácticas de la
Tecnología Social y la Economía Solidaria en Brasil. De allí la importancia de
que las redes sociales produzcan una interacción o construcción con las redes
técnicas apropiada. ¿Cuál es el modelo apropiado de redes socio-técnicas?
Ciertamente el movimiento por la TS está buscando superar el modelo
gerencial en el cual los cuadros gestores de los emprendimientos se ubican
en una situación de neutralidad tecnológica.
El abordaje gerencial en la administración de las innovaciones sociotécnicas actúa como un agente exterminador de las iniciativas y formas de
asociación y cooperación del saber y el conocimiento entre base social y
personal de nivel medio y técnico, agentes multiplicadores, profesores,
liderazgos políticos. Lo importante, por todo esto, profundizar la interacción
en la pedagogía de las redes socio-técnicas.
Esta parece ser la base de la investigación y extensión para una pedagogía
tecnológica del movimiento de TS en la universidad. Esta es una tarea actual,
elaborar una pedagogía económica y cultural adecuada a la tecnología social
en su ambiente innovador, que son los mercados identificados con las
incubadoras tecnológicas de cooperativas populares. Hoy la economía
solidaria reúne en un vasto movimiento 1,2 millones de integrantes en el país.
Las condiciones de reaplicación
No basta, como ha sido visto, que el nuevo movimiento sobre TS se
contraponga a la tecnociencia (caso de las tecnologías producidas para
generar patentes y ligadas a tecnologías ya comercializadas, ejemplo de los
transgénicos en la agricultura comercial). La AP (apropiación) y REP
(reaplicación) necesitan sumarse en un binomio vital (indispensable para los
métodos de inmersión y apropiación del fenómeno tecnológico por el sujeto
social, por ejemplo, en el campo de la agro-ecología que se contrapone a los
sistemas técnicos necesarios para la instrumentación social de la ingeniería
genómica). La noción de pluriculturalismo tecnológico aquí propuesta está
anclada en este binomio AP >< REP.
50 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Éste genera, así, una tensión específica, tanto de la cultura democrática
deliberativa como representativa que orienta los valores de decisión de los
actores convencionales en el circuito de C&TI al ampliar la percepción de la
cultura tecnológica. Este binomio presenta, aún, nuevos desafíos pragmáticos
que no pueden ser respondidos por los grupos de investigación, policymakers, empresarios, gestores, situados exclusivamente en el circuito oficial
definido por la “triple hélice” (Empresas-Estado-Universidad). Como
problemas prácticos con los cuales se enfrenta el movimiento por la TS,
podemos situar la cuestión de la inmersión de los nuevos sujetos identificados
directamente con organizaciones de auto-gestión (que es inherente al esfuerzo
de reaplicación): cooperativas, asociaciones de productores y redes de
economía solidaria. Es necesario que el movimiento desarrolle formas factibles
de apropiación (AP) y reaplicación (REP) socio-técnicas, técnicas y científicas
a escala institucional, territorial y de recursos.
Conclusiones
La universalización de los derechos sociales pasó entre los años
1990/2000, en América Latina, por momentos críticos en los cuales las
prácticas económicas fueron marcadas por la apología de la exclusión social,
como hecho natural del funcionamiento de los mercados.
Aparentemente, se ha vuelto un elemento distintivo del orden neoliberal
(económico y social) el hecho de rivalizar con la ampliación efectiva de los
derechos de los trabajadores, por medio de políticas de fragmentación de los
mercados de trabajo.
A la fragmentación se ha sumado la reducción de los contingentes
empleados en el mercado formal, y aumento de las formas de precariedad de
los empleos con aumento de los contingentes de trabajadores sin trabajo. Se
han adoptado políticas gubernamentales que conviven con la existencia de
millones de personas bajo la línea de pobreza.
Se ha dinamizado el juego de entrada y salida de millones de
desempleados en los programas de renta mínima brasileña (similares en varios
aspectos al cuadro adoptado en los años 1930-1940 por los Estados Unidos
con cobertura sistemática de un contingente en torno a 20 millones de
familias). Del conjunto de población debajo de la línea de pobreza en Brasil y
en la Argentina, Perú y Venezuela, Colombia y Ecuador, hay un contingente
que se encuentra entre el 10 a 20 % de las personas económicamente activas
que reciben alguna forma de transferencia directa individualizada. Al producirse
la involución del modelo clásico de Estado de bienestar en la concertación
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 51
capitalista globalizada, es difícil que el mantenimiento de este cuadro de
transferencias se instaure como un objetivo unívoco capaz de unir a todos los
actores involucrados (en el mercado, en el Estado, y en la comunidad).
En este caso, se asocia a la crisis del estado de bienestar, con las
tendencias de reducción líquida del empleo y de transformación del perfil de
ocupación en los segmentos productivos (proceso que fue profundizado en la
sociedad norteamericana primeramente, como una superación del llamado
modelo fordista de mercado laboral y de generación de empleo y conformación
de las reglas de trabajo).
Está claramente colocada en las agendas políticas brasileña y
latinoamericana, la cuestión de la reconstrucción de un nuevo modo de
regulación Sociedad Civil-Estado por medio de la reestructuración histórica
entre esfera pública y privada para la cuestión de las transferencias sociales
por medio del mercado de trabajo. Reestructuración ésta que parece acentuar
las líneas de distinción entre las actividades y funciones de las organizaciones
capitalistas en el mercado, profundizadas y delimitadas con tintas fuertes, y
las intervenciones públicas y gubernamentales como instancia de regulación
de rentas y salarios, de bienestar y ciudadanía social para un conjunto de
instituciones y movimientos de la sociedad civil. Las esferas civil y
gubernamental operan hoy redefiniendo los recortes de lo estatal.
Realizan una clara marcación del límite de transferencia de recursos para
políticas sociales. Estos límites, aunque se piensen de tendencia reciente, aún
persisten en una dirección opuesta al modelo de universalización de las
políticas sociales por las reglamentaciones del trabajo.
Ante este panorama, ¿cómo esperar que movimientos en torno a la
tecnología social puedan tener alguna eficacia? La diferencia de la
preocupación en ámbitos empresariales y de gestión típicamente gerencial,
en ámbitos de la adecuación socio-técnica, la esfera del proceso del cómo
hacer, a partir de tecnologías tácitas y conocimientos implícitos, se vuelve
prioritariamente hacia tres dimensiones interconectadas:
• La educación y formación de la personalidad no-autoritaria es un esfuerzo
de emancipación de los actores involucrados.
• Esfuerzo al cual se asocia la construcción de prácticas de auto-gestión
teniendo en el centro a los propios productores y usuarios.
52 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
• Y relacionada a las demás, una tercera dimensión que son las tecnologías
tácitas o implícitas –aquí llamadas tecnologías sociales– que pueden ser
desarrolladas por los grupos sociales.
El movimiento preconiza que la tecnología social exige la construcción de
soluciones colectivas por los que se beneficiarán con esas soluciones y que
actúan con autonomía. O sea, no son sólo usuarios de soluciones importadas
o producidas por equipos especialistas, ejemplo de muchas propuestas de
diferentes corrientes de la tecnología apropiada. Las dificultades para la
creación de estos procesos de articulación entre la generación y difusión de
experiencias realizadas a partir de demandas sociales, han sido uno de los
mayores desafíos para la realización del movimiento en torno a la TS.
Para finalizar debo señalar que hay por lo menos cuatro grupos de acciones
y movimientos de naturaleza diversa que amplían la polisemia del término
“tecnología social”:
• Núcleo politécnico. Puede ser encontrado y fomentado en las
Universidades y centros de investigación, escuelas técnicas y de
enseñanza profesional. La tecnología social es tomada como resultado
de políticas de C&T tradicionales adaptadas y convertidas inicialmente
en tecnología social. No obstante, todas las unidades de investigación
del Sistema Nacional de C&T tienen alguna dimensión pasible de
construcción bajo una ciencia pública para generar tecnología social bajo
la demanda de la sociedad.
• Núcleo de la tecnología social administrado por las entidades civiles y
empresas públicas. Fomentado por fundaciones e instituciones
paraestatales (caso en Brasil de la Fundação Banco do Brasil). Su unión
es fundamental (por ejemplo, una red nacional del tipo de la brasileña Red
de Tecnología Social). Por medio de los premios a las mejores prácticas
busca aproximarse a los gobiernos regionales y entidades civiles en torno
a proyectos que lo demuestran. Este núcleo tiene gran interés en la
comercialización reglamentada de productos y servicios generados por
los agentes productores, pero, sobre todo en el sentido del rótulo, marca
de origen, conformidad sanitaria e industrial.
• Núcleo de entidades de base social actuantes con las comunidades y
territorios en el medio urbano, regional y sujetos del campo. Se trata de
la red de organizaciones civiles que pueden asumir diferentes identidades
(locales, comunitarias, regionales, territoriales-regionales, étnicas, de
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 53
género, ambientalistas, sindicales) y se define a partir de los movimientos
de base social, los cuales son los responsables en la definición de las
metodologías de proceso.
• Núcleo de entidades ligadas a las experiencias y proyectos de
interacción, auto-gestión y tecnología social del movimiento por la
economía solidaria. Se trata de la red de entidades civiles y
gubernamentales entrelazadas en la construcción del movimiento por la
economía solidaria (en varios países de América Latina son una realidad
en los años 2000). Este núcleo ejercita hoy en Brasil, tanto la dimensión
interaccionista como la de autogestión articuladamente. Falta, sin
embargo, su integración a las redes de tecnología social. Estos esfuerzos
generan así, innumerables tecnologías tácitas o implícitas como es el caso
del sistema de crédito propio, con impacto en las prácticas entre las
cooperativas populares en las regiones rurales, periurbanas y urbanas.
Con este componente las experiencias y proyectos de TS podrán tener
reaplicación a gran escala.
54 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
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Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 59
Comentarios sobre el texto de Ricardo Neder
Ailin Reising
CONICET - Fundación Bariloche - UNRN.
El texto de Neder comienza preguntándose por el vínculo que podría
establecerse entre la cultura política democrática y la gestión tecnológica.
Desde esta perspectiva analiza las concepciones clásicas y contemporáneas
de la tecnología, con el propósito de desarrollar una visión de los artefactos
consistente con una “cuarta generación de derechos humanos”.
Esta “cuarta generación de derechos” supone, al igual que las tres
anteriores, un orden político, si bien éste prescinde de lo que el autor define
como sistemas técnicos o “tecnoestructuras” y, en este sentido, presenta
sustantivas diferencias con las precedentes.
La primera generación de derechos tuvo por objeto prohibir el abuso de
poder en defensa de la propiedad privada, de la igualdad ante la ley, de la
libertad de creencia y de asociación, y de la vida, la segunda resultó de
conquistas sociales (el derecho a la salud, a la educación, al seguro social,
los derechos de los trabajadores, etc.) e implicó la expansión de los servicios
públicos y el desenvolvimiento de las “tecnoestructuras”. Por su parte, la
tercera se refirió a la consolidación de garantías transindividuales, a los
derechos de los colectivos sociales, como el derecho a un medio ambiente
ecológicamente equilibrado, el derecho a la paz y al desarrollo sustentable.
Frente a ello, “la cuarta generación de derechos” gira en torno al control de
la tecnología sobre procesos considerados vitales para el futuro de las
sociedades: la manipulación genética de humanos, animales, vegetales,
bacterias y organismos celulares. Desde esta perspectiva procura regular la
proliferación de lo que autores, como Bruno Latour, han definido como
“híbridos” o “mixturas sociales y naturales”.
Neder halla aquí la condición de posibilidad de una gestión tecnológica
consistente con la democratización. Ahora ¿qué características ha de tener la
tecnología en este contexto? Neder responde el interrogante planteando,
inicialmente, qué rasgos no ha de tener: ni aquellos atribuidos por las visiones
instrumentalistas, ni aquellos atribuidos por las visiones deterministas. La
objeción del autor a estas visiones se vincula con la asociación de la tecnología
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 61
al derecho comercial, la propiedad intelectual y el patentamiento así como con
una concepción acumulativa que estipula las condiciones de posibilidad de
las futuras tecnologías.
En virtud de ello, Neder enfatiza que, tanto el instrumentalismo como el
determinismo promueven un sistema de patentes que, más que regular el
dominio público del conocimiento, resulta funcional al régimen de apropiación
privada del conocimiento difundido por las tecnoestructuras. Lejos de dar lugar
a una cultura política democrática que dé cobijo a conocimientos tácitos o
informales de relevancia tecnológica generados por “culturas locales”, este
último refuerza, mediante procesos racionalizadores y pragmáticos válidos en
todo tiempo y lugar, el carácter universal y las relaciones de poder inherentes
a los “sistemas técnicos”. Atendiendo a ello, los derechos de propiedad
intelectual y las prácticas de patentamiento operan como elementos que
inhiben la conformación de un colectivo social heterogéneo o multisectorial.
Por esta razón, observa Neder, es necesario hacer converger una cuarta
generación de derechos con un nuevo tipo de gestión tecnológica que, a
diferencia de las “tecnoestructuras” orientadas según la racionalidad del
mercado, conforme una “base extendida de racionalidades” en el contexto de
una cultura científico-tecnológica genuinamente democrática. Si bien la vía de
conformación de dicha base no aparece acabadamente especificada, el autor
analiza críticamente el alcance de mecanismos como la representación, la
deliberación y el consenso para aunar racionalidades, experiencias y
conocimientos heterogéneos, pues de ello depende el rasgo primordial que ha
de tener una gestión tecnológica alternativa a los sistemas técnicos: el
pluralismo.
Desde esta perspectiva Neder considera a las tecnologías sociales, pues
avizora en ellas la posibilidad de un “pluriculturalismo tecnológico”.
Focalizándose en el caso brasilero identifica en las tecnologías sociales no
sólo la convergencia de un pluralismo axiológico, sino también la
materialización de un diálogo entre actores sociales heterogéneos, tales como
entidades civiles, empresas públicas, organismos gubernamentales y
movimientos sociales.
Si bien de este modo Neder invita a una discusión en distintos frentes, por
ejemplo, con relación a los aspectos conceptuales del “pluriculturalismo
tecnológico”, a las fortalezas y debilidades de las tecnologías sociales en
Latinoamérica, o a los mecanismos participativos que efectivamente darían
lugar a la “base de racionalidad extendida” que él menciona, es en torno a las
condiciones de posibilidad de la cuarta generación de derechos donde creo
62 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
que radica un debate imprescindible. Pues allí instala, a mi juicio, una cuestión
que usualmente queda eclipsada, ante la reflexión en torno a los objetos
tecnológicos, ligada a la reflexión sobre la condición subjetiva en regímenes
alternativos a las “tecnoestructuras”: qué seríamos, cómo seríamos, cómo
podríamos llegar a ser en estos otros mundos posibles.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 63
Sistemas Tecnológicos Sociales y Ciudadanía
Socio-Técnica. Innovación, Desarrollo, Democracia1
Hernán Thomas
Intituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología
Universidad Nacional de Quilmes
La tecnología es una dimensión fundamental para la comprensión de
las dinámicas de inclusión y exclusión social
La tecnología es un tema poco considerado en las ciencias sociales, en
general, y en los estudios sobre pobreza y marginalidad, en particular.
Tradicionalmente cuando las ciencias sociales piensan la relación
tecnología-sociedad lo hacen en el marco de abordajes deterministas lineales:
o consideran que la tecnología determina el cambio social (determinismo
tecnológico), o consideran que la sociedad determina la tecnología
(determinismo social). En la práctica estos abordajes teóricos construyen una
separación tajante entre problemas sociales y problemas tecnológicos.
Constituyen dos lenguajes diferentes que difícilmente se comunican.
Tanto a nivel internacional como nacional, las producciones sobre la
cuestión socio-técnica son relativamente escasas, y fragmentarias. ¿Cuál es
la perspectiva socio-técnica? Aquélla que intentando superar las limitaciones
de los determinismos lineales, considera que las sociedades son
tecnológicamente construidas al mismo tiempo que las tecnologías son
socialmente configuradas. Lamentablemente, hasta hoy estos estudios
tampoco ocupan un espacio relevante en la formación curricular de científicos
e intelectuales. ¿Tienen los ingenieros o sociólogos formación escolar o
universitaria en alguna materia titulada “tecnología y sociedad”? o ¿“sistemas
sociales y sistemas tecnológicos”? o ¿”tecnología y civilización”? o
¿”tecnología y cultura”? Seguramente no, si han cursado programas de
formación en ciencias sociales. Pero probablemente tampoco, si tienen
estudios universitarios en ingeniería o ciencias exactas.
1
El contenido de este artículo constituye un resultado parcial de un programa de investigación sobre Tecnologías
para la Inclusión Social, financiado por IDRC, CONICET, UNQ y ANPCyT.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 65
Sin embargo, si uno parte desde una posición relativista constructivista, es
posible comprender que las tecnologías desempeñan un papel central en los
procesos de cambio social. Demarcan posiciones y conductas de los actores;
condicionan estructuras de distribución social, costos de producción, acceso
a bienes y servicios; generan problemas sociales y ambientales; facilitan o
dificultan su resolución; generan condiciones de inclusión o exclusión social.
La resolución de las problemáticas de la pobreza, la exclusión y el
subdesarrollo –en particular– no puede ser analizada sin tener en cuenta la
dimensión tecnológica: producción de alimentos, vivienda, transporte, energía,
acceso a conocimientos y bienes culturales, ambiente, organización social.
Es imprescindible cubrir esta área de vacancia cognitiva. No sólo como
una cuestión académica, sino fundamentalmente como una dimensión clave
para el diseño de políticas públicas de Ciencia, Tecnología, Innovación y
Desarrollo.
Tecnología, Economía, Desarrollo: los riesgos de mezclar la teoría
neoclásica del derrame con la economía de la innovación
En América Latina hemos vivido (y sufrido), en los ’90, la vigencia de la
teoría del derrame. La acumulación económica inicial generaría “naturalmente”
la distribución de la renta, y con ella la inclusión de los excluidos, y el desarrollo
de los subdesarrollados. Una versión más neo-schumpeteriana de la teoría del
derrame incorporó, en los últimos años, la idea de la innovación como motor
de esa acumulación: las innovaciones generarían rentas extraordinarias,
mediante la inserción de nuestra producción en fluidos mercados globalizados.
Complementariamente, los esfuerzos locales en ciencia y tecnología, en
investigación y desarrollo generarían nuevos productos y procesos que
alcanzarían con sus beneficios –en términos de mejores prestaciones,
generación de empleos “de calidad” y menores costos– al conjunto de la
población.
Lamentablemente, semejantes postulados optimistas no se verificaron en
la práctica. Ni en términos amplios de derrame de la riqueza, ni en términos
restringidos de distribución de los beneficios por innovación. Para colmo de
males, las inversiones públicas locales en I+D tampoco se tradujeron en
innovación tecnológica, ni alcanzaron a beneficiar a los usuarios potenciales
calculados. Las escasas excepciones a esta afirmación no son suficientes para
mantener el irracional optimismo neoclásico.
66 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
La asociación entre producción de conocimiento, innovación y desarrollo
social es peligrosa si se la aplica de manera determinista lineal. Por ejemplo,
la tendencia a vincular la universidad con la empresa puede ser beneficiosa si
eso implica mayor financiamiento de la investigación, construcción conjunta
de problemas, desarrollo de conocimientos y capacidades locales científicas
y tecnológicas locales, desarticulación de la lógica de funcionamiento
puramente académica de las universidades, etc.
Pero eso no puede significar que las universidades públicas determinen
sus prioridades y agendas excluyentemente de acuerdo a intereses de
acumulación ampliada de los empresarios. La lógica de mercado capitalista
no va a resolver por sí misma los problemas sociales crónicos de America
Latina como alimentación, salud, educación, problemas ambientales, asimetrías
en el acceso a información y bienes culturales, etc. Esta lógica de acción
universidad-empresa puede incluso empeorar las condiciones sociales,
profundizar las condiciones de exclusión y crear nuevas asimetrías.
Esto no debe significar arrojar al bebé con el agua. Existen múltiples
estrategias posibles, que vinculen producción conocimiento, innovación y
desarrollo social. Si bien algunas pasan por las relaciones universidadempresa, otras pasan por la relación problema-solución de necesidades
sociales, cuestiones ambientales, acceso abierto al conocimiento. Los estudios
sobre sistemas de innovación muestran, sin excepciones, que las empresas
capitalistas “flotan” en océanos amigables de procesos sociales de
aprendizaje, relaciones usuario-productor, dinámicas locales de innovación y
producción, sistemas educativos, y satisfacción y creación de necesidades
locales. Sin sociedades locales no hay innovación. Sin procesos sociales de
aprendizaje no hay empresas innovadoras.
Por otro lado, las empresas “flotan” en océanos de espacio público. Si ese
espacio público no se co-construye con la evolución de esas firmas, la
innovación empresarial resulta, una vez más, inviable. Gran parte de lo que
ocurre en una empresa capitalista guarda directa relación con su entorno. Pero
gran parte de lo que ocurre en ese entorno es mucho más que microeconomía
y mercado. Sólo pensar en la estructura de servicios públicos (electricidad,
agua, combustible, comunicaciones, transportes, salud, seguridad, administración pública) revela la importancia del espacio público para la comprensión
de las dinámicas de desarrollo. Claro que, para eso, es necesario revisar las
propias nociones de “desarrollo”, observando que, en el mejor de los casos,
las relaciones tecno-productivas empresariales son sólo un aspecto de la
construcción de una dinámica social.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 67
Y parte del problema es que esta “miopía neoclásica”, que prioriza las
relaciones empresariales sobre el resto de las relaciones económicas y
sociales tiende a desatender los procesos de constitución y evolución de ese
espacio público, y de las relaciones socio-técnicas que ésta implica. En este
plano, la generación de Tecnologías Sociales constituye una cuestión clave a
explorar y profundizar.
La problemática relación entre la producción de conocimiento
científico y tecnológico local y las necesidades de la población local
La producción académica responde a señales “de escenario”. Las formas
de legitimación académica, los mecanismos de evaluación, las formas de
financiación, los hábitos institucionalizados, los mecanismos de formación
explican la tendencia endógena, autocentrada, internacionalmente integrada y
localmente aislada de las comunidades científicas latinoamericanas.
¡Pero, cuidado con las condenas apresuradas! No se trata de un
comportamiento irracional. Por el contrario, un investigador necesita una
estructura operativa, un equipo relativamente estable, un espacio
institucionalizado que sólo le garantizan, por el momento, su currículum, sus
publicaciones internacionales, el reconocimiento de sus pares, su formación
académica (si es posible, con notas internacionales en su formación de
posgrado). Para poder realizar estas acumulaciones necesita realizar I+D en los
campos en los que esta producción es aceptada y visibilizada: las revistas
internacionales. Sólo que estas publicaciones son construidas normalmente por
comunidades científicas, también locales, pero de países desarrollados. Estas
comunidades, a su vez, responden normalmente a señales locales (de su entorno
de radicación y pertenencia), y conforman sus agendas de investigación, sus
formaciones académicas y sus criterios de calidad y relevancia en relación con
esas señales (de sus instituciones, empresas, y, en términos más abarcativos, de
sus sistemas nacionales o regionales de innovación)
Los investigadores latinoamericanos se alinean y coordinan así, en agendas
científicas y tecnológicas generadas fuera de la región. Internalizan estos
criterios de calidad y relevancia, y desarrollan sus carreras respondiendo a
esas temáticas, procedimientos, criterios y financiaciones.
¿Y qué señales locales recibe? Hasta el momento, los sistemas de Ciencia
y Tecnología de la región también se han alineado en el mismo sentido, y por
la misma racionalidad. Y cada uno de los componentes de esos sistemas se
ha ido generando, alineando y coordinando reproduciendo de manera
ampliada –a escala institucional nacional– esta misma lógica. Además,
68 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
observamos –en trabajos conjuntos con Renato Dagnino (Dagnino y Thomas,
1998; Thomas et alli., 2000; Dagnino et alli., 2003)– que a partir de los años
`90, estos sistemas han tendido a incorporar criterios vinculados a la economía
de la innovación, por lo que esta dinámica responde también a la lógica del
derrame: la buena ciencia se convertirá en innovación, que traerá el desarrollo
y en beneficio social correspondiente. Esta última lógica refuerza a la anterior
en, al menos, dos sentidos: a) reafirma las percepciones deslocalizadas de la
producción de conocimientos y b) legitima en términos económicos lo que
antes sólo respondía a una ingenua visión académica.
Por eso se produce conocimiento caracterizado como “aplicable” que en
la práctica no es “aplicado”: porque su producción no responde a ninguna
necesidad local. Una oferta sin demanda, una producción sin interacción.
Porque para colmo de males, las empresas locales innovan poco. Y las
contadas veces en que lo hacen, resuelven sus necesidades cognitivas con
recursos intramuros. Así que otra de las posibles señales para las
comunidades científicas locales: la demanda empresarial, no funciona en el
caso latinoamericano.
Y ¡cuidado, una vez más! No se trata de un problema “cultural”, ni de las
empresas ni de las instituciones públicas de I+D. Es una cuestión estructural,
tecno-económica, que excede tanto a las comunidades científicas locales
como al propio estado. Nuestros actuales modelos de acumulación no
“necesitan” del conocimiento localmente generado. Tanto desde la teoría
económica neoclásica (que considera al conocimiento científico y tecnológico
como “de libre disponibilidad”), como desde el pragmatismo cortoplacista de
nuestras políticas públicas, importar tecnologías tiene más sentido que
desarrollarlas localmente.
La necesidad de generar un nuevo escenario
Así las cosas, parece obvio que es necesario construir un nuevo
“escenario”. Los actores sociales y el estado pueden jugar un papel activo en
la reorientación de las agendas de investigación y desarrollo. En particular,
sobre la I+D financiada con fondos públicos (casi el 80% de la financiación
promedio de la I+D en los países de la región). No se puede ser ingenuo: el
dinero es un buen inductor de cambios en las prácticas científicas y
tecnológicas. El estado puede establecer prioridades, grandes objetivos (si
se hizo con la energía nuclear o el genoma humano, por qué no hacerlo con la
cura de las enfermedades endémicas locales, o la producción de alimentos, o
la resolución del déficit habitacional, o del déficit energético, o la ampliación
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 69
masiva del acceso a servicios públicos y a bienes culturales). El estado puede
establecer líneas de investigación estratégicas claras, por objetivos y
orientadas a la resolución específica de problemas sociales locales. Y tiene
herramientas para hacerlo, en principio, las mismas que utiliza hasta ahora:
financiación, evaluación, establecimiento de criterios de calidad y relevancia,
formación académica, creación y desarrollo de instituciones (carreras,
laboratorios, universidades, institutos de I+D).
Sólo que no basta con hacer “más de lo mismo”. Por ejemplo, hace tiempo
que el “Mal de Chagas” es una prioridad para las disciplinas biomédicas. Hasta
hoy se ha producido más “conocimiento aplicable no aplicado” (Thomas y
Kreimer, 2002; Kreimer y Thomas 2003 y 2004) que soluciones al problema
endémico. Además, es necesario cambiar el proceso decisorio, ampliando los
espacios políticos a nuevos actores; integrando instituciones, fracciones del
estado, generando nuevos arreglos público-privados.
La sociedad puede transformarse en un actor relevante en la construcción
de problemas científico-tecnológicos. Los movimientos sociales y políticos,
las ONGs, las cooperativas de base y los gobiernos locales pueden cuestionar
y criticar, pero también pueden participar activamente en la elaboración de
políticas de Ciencia y Tecnología, y, mejor aún, en el diseño e implementación
de soluciones tecnológicas concretas.
O, en otros términos, es necesario profundizar nuestras democracias para
mejorar nuestras políticas de ciencia y tecnología, innovación y desarrollo. Y,
paralelamente, es necesario reorientar crecientemente nuestra producción de
conocimientos científicos y tecnológicos hacia las necesidades locales y la
resolución de los problemas regionales para mejorar nuestras democracias.
Esto tendría un doble efecto: legitimaría nuestras instituciones de CyT,
justificando un aumento de recursos direccionados hacia esas instituciones, al
tiempo que posibilitaría realizar investigaciones de mayor incidencia social y,
aún, su potencial de publicación en revistas internacionales (porque la
relevancia social no es inversamente proporcional a la calidad de la
investigación). Nuevos actores, nuevo escenario, nuevas señales, nuevas
agendas. Difícil, no imposible. Imposible, es nuestro fracasado modelo lineal de
I+D pública, innovación empresarial, acumulación capitalista, derrame social.
Y, además, creo es posible porque a muchos investigadores y tecnólogos
locales les encantaría una transformación del modelo vigente en nuestros
sistemas de CyT. Sólo es necesario cambiar el “escenario” para poder creer
que no es un salto al vacío, sin paracaídas académico ni base material de largo
plazo, dando señales estratégicas claras y consistentes.
70 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
El problema del funcionamiento de las Tecnologías Sociales
Pero, ¡cuidado otra vez! Más allá de las buenas intenciones, y de la
pertinencia de las propuestas, no es fácil desarrollar e implementar Tecnologías
Sociales. Muchas fueron discontinuadas, o generaron significativos efectos
no deseados.
A lo largo de la historia de más de medio siglo de concepción y uso de
tecnologías orientadas a la resolución de problemas de pobreza y exclusión
social es posible registrar una significativa cantidad de experiencias
consideradas como fracasos.
Así, es necesario responder cuatro preguntas básicas: ¿Por qué
“funcionan” algunas tecnologías sociales? ¿Por qué “no funcionan” algunas
tecnologías sociales? ¿Para quién “funcionan”? ¿Para quién “NO”?
Lo que llamamos “éxito” o “fracaso” de una tecnología no es un resultado
ex post, ni, mucho menos, es inmanente a la propia tecnología. El
funcionamiento de una tecnología es una construcción socio-técnica más, en
la que ejercen su agencia tanto los diferentes grupos sociales involucrados
como los propios artefactos materiales que la integran.
Tal vez un ejemplo permita explicar con mayor claridad los problemas y
limitaciones de estas tecnologías: el Sistema de colectores de humedad
ambiente en Chungungo, Chile. El proyecto de colectores de niebla es una
experiencia orientada a la provisión de agua potable, desarrollada en la
localidad de Chungungo (norte de Chile), a finales de la década del ‘80. El
objetivo originario del proyecto era la obtención de agua para forestación
mediante la captura de la humedad ambiente. Este proyecto recibió
financiamiento del IDRC (Canadá) y fue desarrollado por investigadores de la
Universidad Católica de Chile y la Corporación Nacional Forestal (CONAF).
El sistema consistía en un conjunto de colectores de agua (estructuras
rectangulares con mallas dobles de nylon de cuatro metros de altura y doce
de largo sumado a un sistema de almacenamiento y distribución). Era
administrado conjuntamente por la CONAF y un comité de aguas local. Los
diseñadores consideraron que el sistema era sencillo de construir y operar,
requería bajo know how y era fácilmente comprensible por usuarios con
escasa formación tecnológica.
En las experiencias piloto, estos atrapanieblas lograban recolectar 237
litros de agua por día a un promedio de 5 litros por metro cuadrado. Al
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 71
observar los resultados obtenidos y el volumen de agua que se logró recolectar
con este sistema, los distintos actores involucrados consideraron que podía
servir para abastecer de agua potable a una población aislada.
Con un fuerte apoyo institucional y financiero, desde finales de los ’80 hasta
1996 se instalaron 92 colectores. Sin embargo, hacia 2001 sólo funcionaban
12, como complemento de la provisión de agua potable obtenida a través de
camiones cisterna (Anton, 1998; De la Lastra, 2002). Discontinuado el apoyo
inicial, diversas dificultades se conjugaron en el abandono del proyecto.
En la explicación de su “no funcionamiento”, es necesario incorporar tanto
aspectos político-institucionales: la privatización de la empresa (comunitaria)
de servicios sanitarios, que deslocalizó la administración del emprendimiento,
aspectos socio-institucionales: la inexistencia de una estructura local
permanente de toma de decisiones y administración y la dificultad del
mantenimiento por falta de técnicos capacitados (porque el sistema no era tan
sencillo como lo habían planteado sus diseñadores) y aspectos socioculturales: fundamentalmente, la creciente desconfianza de los pobladores ante
una tecnología que comenzaron a percibir como inestable, y poco confiable
El no-funcionamiento de esta tecnología refleja serios problemas de
concepción de los artefactos y sistemas. Estas disfunciones no se explican,
simplemente, por motivos sociales de “no-adopción” de un artefacto
“técnicamente bien diseñado”. El diseño completo de los atrapanieblas
suponía una cierta organización social, unas capacidades cognitivas por parte
de los usuarios, una administración local. En la base de lo que normalmente se
diagnosticaría como “problemas de implementación” de esta tecnología es
posible registrar problemas de concepción de diseño, derivados a su vez de
problemas de conceptualización de la tecnología.
Gran parte de estos “efectos no deseados” eran previsibles. O, en otros
términos, estas disfunciones se vinculan directamente con el diseño de la
tecnología, y deberían formar parte del “tablero de variables clave” a considerar
por los desarrolladores de Tecnología Social. Son un problema socio-técnico
de ingeniería. Por esto, es necesario realizar una revisión crítica de las
conceptualizaciones normalmente utilizadas por los diseñadores, policy
makers, científicos y tecnólogos, agentes públicos, activistas sociales,
miembros de ONGs, entre otros, a la hora de concebir, implementar, gestionar
y evaluar Tecnologías Sociales. Y por eso es necesario generar nuevas
capacidades de diseño, implementación, gestión y evaluación. Porque no
podemos darnos el lujo de que las tecnologías sociales no funcionen.
72 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Hacia los Sistemas Tecnológicos Sociales
Desde esta perspectiva socio-técnica, las Tecnologías Sociales se vinculan
a la generación de capacidades de resolución de problemas sistémicos, antes
que a la resolución de déficits puntuales. Las Tecnologías Sociales apuntan a
la generación de dinámicas locales de producción, cambio tecnológico e
innovación socio-técnicamente adecuadas. Esto permite superar las
limitaciones de concepciones lineales en términos de “transferencia y difusión”,
mediante la percepción de dinámicas de integración en sistemas sociotécnicos y procesos de re-significación de tecnologías (Thomas, 2008).
Abordar la cuestión del desarrollo de Tecnologías Sociales de esta manera
implica constituir la resolución de los problemas vinculados a la pobreza y la
exclusión en un desafío científico-técnico. De hecho, el desarrollo local de
Tecnologías Sociales conocimiento-intensivas podría generar utilidad social
de los conocimientos científicos y tecnológicos localmente producidos, hasta
hoy sub-utilizados.
Obviamente, no se trata de acumular un stock de Tecnologías Sociales,
que aguarde a ser demandado por un usuario potencial. Los modelos S&T
Push, ofertistas, son tan poco eficientes en el campo de las Tecnologías
Sociales como en el de la innovación “neo-schumpeteriana” (Thomas, Davyt
y Dagnino, 2000).
Las concepciones actualmente en uso: “Tecnologías apropiadas”
(Schumacher, 1973; deMoll, 1977; Jecquier, 1976 y 1979; Kohr, 1981;
Bourrieres, 1983; Reedy, 1983; Robinson 1983; Ahmad, 1989), “Tecnologías
democráticas” (Mumford, 1964; Winner, 1988), “Tecnologías intermedias”
(Schumacher, 1973, Pack, 1983; Riskin, 1983), “Tecnologías alternativas”
(Dickson, 1980), “Grassroots” (Gupta et alli., 2003), “Social Innovations”
(Anderson, 2006; Martin y Osberg, 2007), “Base de la pirámide” (Prahalad,
2006), presentan, vistas desde la actualidad, limitaciones y restricciones,
divergencias e inconsistencias.
Por ejemplo, sólo por tomar la conceptualización más difundida, las
“tecnologías apropiadas” disponibles presentan una serie de problemas:
concebidas como intervenciones paliativas, destinadas a usuarios con escasos
niveles educativos, acaban generando dinámicas top-down (“paternalistas”).
Así, por un lado, privilegian el empleo de conocimiento experto, ajeno a los
usuarios-beneficiarios, y por otro sub-utilizan el conocimiento tecnológico local
(tácito y codificado) históricamente acumulado.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 73
Como fueron diseñadas para situaciones de extrema pobreza de núcleos
familiares o pequeñas comunidades, normalmente aplican conocimientos
tecnológicos simples y tecnologías maduras, dejando de lado el nuevo
conocimiento científico y tecnológico disponible.
Esto no tendría por qué ser así: La telefonía celular, por ejemplo, es
conocimiento intensivo, y es inteligentemente utilizada por sectores de bajos
ingresos que operan eficientemente esa dotación tecnológica (las redes de
recolectores de residuos de la ciudad de Buenos Aires se coordinan con
telefonía celular).
Por otro lado, concebidas como simples bienes de uso, las tecnologías
apropiadas normalmente pierden de vista que, al mismo tiempo, generan bienes
de cambio y dinámicas de mercado. De hecho, normalmente ignoran los
sistemas de acumulación y los mercados de bienes y servicios en los que se
insertan, y, por lo tanto, terminan resultando económicamente insustentables.
Así, no es extraño que, a mediano y largo plazo, las “tecnologías apropiadas”
hayan generado dinámicas económicas “de dos sectores”, cristalizando
involuntariamente situaciones de discriminación y marginalidad, y produciendo,
paradójicamente, nuevas formas de exclusión y desintegración social.
Por lo tanto, parece ineludible construir nuevo conocimiento, nuevas
conceptualizaciones, nuevos aparatos analíticos, orientados tanto a superar
estos problemas teóricos como a mejorar las políticas públicas vinculadas al
desarrollo socio-económico de los países de la región.
No sólo es necesario generar un nuevo escenario, sino también un nuevo
marco conceptual para analizar, diseñar, producir, implementar, re-aplicar,
gestionar y evaluar Tecnologías Sociales.
La Tecnología Social es un modo de desarrollar e implementar tecnologías
(de producto, proceso y organización), orientada a la generación de dinámicas
de inclusión social y económica y desarrollo sustentable. Focaliza las
relaciones problema/solución como un complejo proceso de co-construcción.
Esto configura, en la práctica, una visión sistémica, donde difícilmente exista
una solución puntual para un problema puntual. Por el contrario, esta visión
sistémica posibilita la aparición de una nueva forma de concebir soluciones
socio-técnicas (combinando, por ejemplo, la resolución de un déficit de
energía con la gestación de una cadena de frío, vinculada a su vez a un sistema
de conservación de alimentos y la potencial comercialización del excedente).
Ajustando el concepto, tal vez sería conveniente hablar de “Sistemas
Tecnológicos Sociales”, antes que de Tecnologías Sociales puntuales.
74 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
El problema de la generación de actores
No alcanza con tener buenas ideas… si no hay actores capaces de
desarrollarlas. Dado que la adecuación socio-técnica de las Tecnologías
Sociales constituye una relación problema-solución no lineal, será necesario
desarrollar nuevas capacidades estratégicas (de “diagnóstico”, planificación,
diseño, implementación, gestión y evaluación).
Uno de los principales desafíos de un proyecto de cambio social mediante
estrategias que hagan un uso intensivo de Tecnologías Sociales, es la
formación de actores con capacidad para diseñar, implementar, gestionar y
evaluar estas tecnologías en la región. En la práctica, esto implica la
articulación de acciones con al menos tres niveles de usuarios del
conocimiento generado: actores institucionales vinculados al proceso de
producción e implementación de Tecnologías Sociales, actores políticos
vinculados a los procesos de policy making y toma de decisiones, actores
comunitarios y usuarios finales de Tecnologías Sociales.
Obviamente, es necesaria la activa participación de investigadores y
desarrolladores de Tecnologías Sociales (de instituciones de I+D,
Universidades, ONGs, empresas, etc.). El enrolamiento de estos actores (tanto
en la investigación como en las diferentes instancias de formación de recursos
humanos) constituye una operación clave para alcanzar la gestación nuevas
tecnologías, así como de redes orientadas a viabilizar tanto la cooperación de
terceros actores como la visibilidad de las experiencias y la consolidación de
las acciones a desarrollar y expandir las operaciones actualmente en curso.
La incorporación de policy makers, tomadores de decisiones e
implementadores de políticas (de instituciones gubernamentales, agencias
internacionales de cooperación, agencias públicas y representaciones
sectoriales del empresariado) constituye una tercera condición de factibilidad,
posibilitando tanto la ampliación del espacio social y político para el desarrollo
de Tecnologías Sociales como la generación de capacidades de planificación,
gestión, seguimiento y evaluación (tanto en el nivel local como regional).
Finalmente, pero no por esto menos importante, incorporar activamente la
participación de los usuarios/beneficiarios finales en los procesos de diseño,
producción y puesta en práctica de Tecnologías Sociales, reforzando el papel
de las comunidades de base tanto en los procesos de policy making, toma de
decisiones y evaluación ex ante como de desarrollo, implementación, gestión
y evaluación ex post de Tecnologías Sociales.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 75
Una vez más, en el plano de los actores el escenario actual aparece como
un desafío. Existen en la región una diversidad de grupos e instituciones
vinculadas el desarrollo de tecnologías orientadas a la resolución de problemas
sociales y ambientales. En líneas generales, en cada país de la región hay
diferentes grados de desarrollo, diferentes cantidades de recursos destinados,
diferentes niveles de institucionalización. Pero, en líneas generales, es posible
discernir entre Brasil y el resto de los países de la región.
En general, las experiencias latinoamericanas se han desarrollado en
términos de “tecnologías apropiadas”. Existe una gran fragmentación, y una
débil integración inter-institucional. Los desarrollos más significativos se
localizan en los temas de vivienda, provisión y potabilización de agua,
producción de alimentos, energías alternativas.
Sólo Brasil cuenta, por el momento, con una Red de Tecnología Social
(RTS). ¡Qué caso tan interesante! La RTS ha conseguido, en relativamente
poco tiempo, instalar la cuestión a nivel decisorio nacional. Y eso no es poca
cosa. Pero además, parece haber logrado generar dinámicas colectivas
participativas, abiertas a múltiples temáticas, problemáticas, sectores
productivos y tecnológicos.
Y, tal vez lo más interesante de la RTS, ha generado un mecanismo de
reflexión sobre sus propias conceptualizaciones y prácticas. Obviamente
puede haber problemas de implementación, pero me parece que no hay
errores de concepción en este sentido. En particular, si se consigue mantener
la lógica vigente de reflexión crítica, aprendizaje institucional y acumulación
por integración (no por mera agregación).
Resta aún por definir hasta qué punto la RTS consigue escapar la las
trampas del voluntarismo asistencialista, la simplificación ofertista, o la lógica
de dos sectores. Pero, en todo caso, son ese tipo de discusiones que es
bueno tener en el campo de las Tecnologías Sociales (y parece contar con
los mecanismos socio-institucionales para resolverlas).
Así, el último aspecto estratégico de la condición de viabilidad de
semejante proyecto (en relación con la formación de actores) es la
conformación de redes nacionales y regionales de Tecnologías Sociales. La
interacción produce sinergias positivas, refuerza las trayectorias institucionales,
visibiliza iniciativas en curso y promueve el desarrollo de nuevas tecnologías y
nuevos grupos, al tiempo que amplía el espacio político de los movimientos
sociales vinculados a estas experiencias.
76 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Sistemas Tecnológicos Sociales como estrategias de desarrollo
sustentable
Los países de América Latina muestran alarmantes índices sociales y
económicos. Lejos de disminuir, la marginalidad, el desempleo, la pobreza y la
violencia social tienden a aumentar y profundizarse. Enormes proporciones de
la población (oscilando entre el 20 y el 50% según los diferentes países e
indicadores) viven en condiciones de exclusión, signadas por un conjunto de
déficits: habitacional, alimentario, educacional, de acceso a bienes y servicios.
La superación de estos problemas sociales es, probablemente, el mayor
desafío político y económico de los gobiernos locales. Es, al mismo tiempo, la
mayor deuda social existente en la región.
La escala del problema social supera las actuales capacidades de
respuesta gubernamental. La urgencia parece exceder los tiempos políticos y
los planes graduales. El alcance estructural parece mostrar la ineficacia de los
mecanismos de mercado para resolver el escenario socio-económico. La
dimensión tecnológica del problema constituye un desafío en sí misma.
Resolver estos déficits estructurales con las tecnologías convencionales
disponibles, demandaría la movilización de recursos equivalentes al 50 o 100%
del producto nacional de los países afectados. No parece posible responder
al desafío con el simple recurso de multiplicar acríticamente la dotación
tecnológica existente.
La inclusión de la población excluida y sub-integrada, en condiciones de
consumo compatibles con estándares de calidad de vida digna y trabajo
decente, así como la generación de viviendas y empleos necesarios,
implicarían una gigantesca demanda energética, de materiales, de recursos
naturales, con elevados riesgos de impacto ambiental y nuevos desfasajes
sociales.
Una acción orientada por la simple multiplicación del presupuesto en I+D
será insuficiente para generar un cambio significativo en la dinámica social. El
desarrollo de Sistemas Tecnológicos Sociales constituye un aspecto de la
respuesta viable.
El desarrollo de Sistemas Tecnológicos Sociales en red puede implicar
obvias ventajas económicas: inclusión, empleo, integración en sistemas de
servicios. De hecho, múltiples tecnologías “apropiadas” ya han producido
bienes de uso que resolvieron, con mayor o menor suerte, diferentes
problemas tecno-productivos puntuales.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 77
No es, en cambio, tan obvio que concebir Tecnologías Sociales
–incorporando la dimensión de bienes de cambio– supone nuevas posibilidades y oportunidades, tanto en términos económicos como productivos.
La diferenciación de productos, la adecuación y mejora de procesos
productivos, el desarrollo de nuevas formas de organización, la incorporación
de valor agregado, la intensificación del contenido cognitivo de productos y
procesos son cuestiones clave tanto para concebir un cambio del perfil
productivo de las economías en desarrollo como para generar una mejora
estructural de las condiciones de vida de la población (mejoras en productos
y servicios, calidad y cantidad de empleos, mejoras en el nivel de ingresos,
incorporación al mercado de trabajo e integración social de sectores
marginalizados, y aún, rescate de las culturas locales e identidades grupales
y étnicas).
Una diversidad de Sistemas Tecnológicos Sociales que posibiliten tanto
accesibilidad como ahorros sociales en sistemas de salud, alimentación,
transporte, vivienda, etc., pueden vincularse con la generación de precios de
referencia y reducción de costos de logística, infraestructura y servicios. La
adecuación de las Tecnologías Sociales localmente generadas a las
situaciones de uso y su compatibilidad con los sistemas preexistentes, implica
también un potencial de expansión en terceros mercados de países en vías de
desarrollo o, aún, desarrollados.
Lejos de la estática invención de una solución “apropiada”, el desarrollo
de Sistemas Tecnológicos Sociales puede implicar la gestación de dinámicas
locales de innovación, la apertura de nuevas líneas de productos, de nuevas
empresas productivas, de nuevas formas de organización de la producción y
de nuevas oportunidades de acumulación (tanto en el mercado interno como
en el exterior), así como la generación de nuevos sectores económicos, redes
de usuarios intermedios y proveedores.
Sistemas Tecnológicos Sociales como estrategias de construcción
de un futuro viable
La crisis global ha mostrado tanto la fragilidad estructural del modelo de
acumulación económica como la arbitrariedad de su arquitectura conceptual e
institucional. Pero, fundamentalmente, ha desnudado su incapacidad de
contrarrestar los efectos negativos de su dinámica. En meses se ha multiplicado
exponencialmente la cantidad de desocupados, pobres e indigentes, en el
corazón mismo de las economías más identificadas con el modelo.
78 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
No sólo en los países subdesarrollados hay exclusión social. Sólo se nota
más, se ve más, parece más cruel. Pero basta con observar los problemas de
los sistemas de salud, de integración social, de riesgo ambiental de los países
denominados desarrollados, de restricción al acceso a bienes y servicios para
percibir la evidencia de la incapacidad de la economía de mercado para
resolver cuestiones sociales clave.
Las Tecnologías Sociales no son –no tienen por qué restringirse a– una
respuesta paliativa, una forma de minimizar los efectos de la exclusión de los
pobres. Es mucho más interesante y útil concebirlas como una forma de
viabilizar la inclusión de todos en un futuro posible.
En el plano económico, los Sistemas Tecnológicos Sociales constituyen
una forma legítima de habilitación del acceso público a bienes y servicios, a
partir de la producción de bienes comunes. En este nivel, los Sistemas
Tecnológicos Sociales pueden desempeñar tres papeles fundamentales:
generación de relaciones económico-productivas inclusivas, más allá de las
restricciones (coyunturales y estructurales) de la economía de mercado,
acceso a bienes, más allá de las restricciones del salario de bolsillo,
generación de empleo, más allá de las restricciones de la demanda laboral
empresarial local
Los Sistemas Tecnológicos Sociales suponen así diversas vías de
generación y dinamización de sistemas productivos locales: nuevos productos
y procesos, ampliaciones de escala, diversificación de la producción,
complementación en redes tecno-productivas, integración de la producción
(en diferentes escalas y territorios: local, regional, provincial, nacional).
Tres errores son comunes en la concepción de Tecnologías Sociales en
contextos capitalistas:
1) Concebirlas fuera de las relaciones de mercado, como si no se
insertaran en relaciones de intercambio, como si no fueran afectadas
por procesos de formación de precios, como si formaran parte de una
economía solidaria paralela, aislada del resto de las relaciones
económico productivas.
2) Entenderlas al estilo de “la base de la pirámide” o algunas “social
innovations” como procesos convencionales de búsqueda de
formación de renta, vía innovación tecnológica, como negocio para
transnacionales o salvación para entrepreneurs locales
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 79
3) Pensarlas como mecanismos destinados a salvar las fallas del sistema
de distribución de renta, como parches tecnológicos a problemas
sociales: servicios y alimentos baratos para población en situación de
extrema pobreza.
Ahora bien, es posible concebir procesos de cambio social donde las
Tecnologías Sociales ocupan un espacio estratégico, tanto en términos de dar
sustento a transiciones de puesta en producción, de cambio de hábitos de
consumo, de integración paulatina, como en términos de generación de
dinámicas endógenas de innovación y cambio tecnológico.
Esto no significa que las Tecnologías Sociales tiendan a reproducir
–inexorablemente– las relaciones sociales capitalistas existentes. Un diseño
estratégico de Sistemas Tecnológicos Sociales permitiría dar soporte material
a procesos de cambio social, relaciones económicas solidarias, ampliación del
carácter público y de libre disponibilidad de bienes y servicios, abaratamiento
de costos, control de daños ambientales y disminución de riesgos
tecnológicos, al tiempo que sancionaría relativamente (cuanto menos por su
presencia como alternativa tecno-productiva) a procesos de discriminación y
desintegración, acumulación excesiva, productos suntuarios, producciones
ambientalmente no sustentables.
En otros términos, la generación de nuevos Sistemas Tecnológicos
Sociales permitiría promover ciclos de inclusión social, precisamente donde las
relaciones capitalistas de mercado impiden la gestación de procesos de
integración, y consolidan dinámicas de exclusión social. Porque, precisamente
por su carácter “misión orientado” (de reconfiguración de estructuras de
costos, racionalización de la producción, promoción de usos solidarios,
distribución del control social de los sistemas productivos, resolución sistémica
de problemas tecno-productivos), las Tecnologías Sociales pueden
desempeñar un papel anticíclico en economías signadas por la crisis.
Y, obviamente, Tecnologías Sociales orientadas por criterios de inclusión
social y funcionamiento en red posibilitarían la construcción de sistemas socioeconómicos más justos en términos de distribución de renta, y más
participativos en términos de toma de decisiones colectivas. Lejos de una mera
reproducción ampliada, la proliferación y articulación de Sistemas
Tecnológicos Sociales permitiría dar sustentabilidad material a nuevos órdenes
socio-económicos.
Es posible, y económicamente viable, generar un complejo sistema de
relaciones de mercado y de no-mercado, que se integre en una dinámica de
80 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
distribución equitativa de la renta, acceso igualitario a bienes y servicios e
inclusión social.
Las Tecnologías Sociales no deberían ser concebidas como parches de
las “fallas de mercado”, o de morigeración de los “efectos no deseados” de las
economías de mercado. Tampoco como paliativo sintomático para los dolores
sociales que genera el desarrollo capitalista. Ni como un gasto social orientado
a direccionar “solidariamente”, el derrame de los beneficios económicos
acumulados por los sectores más dinámicos de las economías nacionales. Ni
como una forma de acción social destinada a mantener –en mínimas
condiciones de subsistencia– a la masa de excluidos del mercado laboral.
Los Sistemas Tecnológicos Sociales son –deberían ser– un componente
clave en estrategias de desarrollo socio-económico y democratización política.
Tecnologías Sociales y Democracia: la Ciudadanía Socio-Técnica
Parece evidente que nuestros sistemas democráticos presentan graves
restricciones, flagrantes contradicciones entre el plano nominal y la
participación real de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones.
Las Tecnologías Sociales parecen, en este sentido, una pieza clave de una
estrategia de democratización (Thomas, 2009).
Es imprescindible, en este sentido, considerar las estrategias de desarrollo
basadas en Sistemas Tecnológicos Sociales como una política activa orientada
a superar los problemas sociales y ambientales del conjunto de la población, de
distribución más racional de los recursos, de producción de mejores bienes y
servicios, de mejora de las condiciones de vida de todos ciudadanos.
Queda clara entonces la importancia de incluir las “tecnologías de
organización” en el campo de desarrollo de las Tecnologías Sociales. Desde
la optimización de las políticas públicas hasta la profundización y coordinación
de las acciones de organizaciones gubernamentales y no-gubernamentales,
requiere una mejora en las tecnologías de organización utilizadas. Esto
posibilitaría tanto la optimización del gasto público como la aceleración de los
procesos de cambio social.
Una de las tendencias más evidentes de las dinámicas socio-técnicas
vinculadas con el desarrollo capitalista es la reducción del espacio público y
la profundización de los procesos de apropiación privada de bienes,
conocimientos y espacios. Esta apropiación es acompañada de nuevas
tecnologías de control social y regulación de conductas de la población.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 81
Las Tecnologías Sociales suponen –por el contrario– la posibilidad de una
ampliación radical del espacio público. No se trata simplemente del espacio
público entendido como plazas y parques, calles y ciudades, museos y
reparticiones del estado, sino del acceso irrestricto a bienes y servicios, a
medios de producción, a redes de comunicación, a nuevas formas de
interrelación.
Porque la aplicación sistémica de Tecnologías Sociales posibilitaría
transformar en espacios públicos –en bienes comunes– amplios sectores de
la economía, que en este momento se encuentran ya privatizados o en proceso
de privatización: desde la circulación y disponibilización de información hasta
el sistema de transportes, desde la producción de alimentos básicos hasta la
distribución de medicamentos, desde la construcción de viviendas hasta la
organización de sistemas educativos.
¿Y por qué es conveniente ampliar el espacio de lo público y la producción
de bienes comunes? Porque es una de las formas más directas y eficientes de
redistribuir la renta, de garantizar una ampliación de los derechos, de viabilizar
el acceso a bienes y servicios, y, por lo tanto, de resolver situaciones de
exclusión y democratizar una sociedad.
Hasta hoy, la tecnología ha sido manejada como una caja negra, como una
esfera autónoma y neutral que determina su propio camino de desarrollo,
generando a su paso efectos inexorables, constructivos o destructivos. Esta
visión lineal, determinista e ingenua de la tecnología permanece aún vigente en
la visión ideológica de muchos actores clave: tomadores de decisión,
tecnólogos, científicos e ingenieros. Lejos de un sendero único de progreso,
existen diferentes vías de desarrollo tecnológico, diversas alternativas
tecnológicas, distintas maneras de caracterizar un problema y de resolverlo.
Las Tecnologías Sociales proponen la generación de nuevas vías de
construcción y de resolución de problemas socio-técnicos. Pero,
fundamentalmente, suponen una visión no ingenua de la tecnología y de su
participación en procesos de construcción y configuración de sociedades.
También implican la posibilidad de elección de nuevos senderos, y de
participación en esas decisiones tanto de los productores como de los
usuarios de esas tecnologías.
Así, las Tecnologías Sociales no sólo son inclusivas porque están
orientadas a viabilizar el acceso igualitario a bienes y servicios del conjunto de
la población, sino porque explícitamente abren la posibilidad de la participación
de los usuarios, beneficiarios (y también de potenciales perjudicados) en el
82 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
proceso de diseño y toma de decisiones para su implementación. Y no lo
hacen como si esta participación fuese un aspecto complementario, “al final
del proceso productivo”, sino porque requieren, estructuralmente, de la
participación de estos diversos actores sociales en los procesos de diseño e
implementación.
Si las tecnologías no son neutrales, si existen alternativas tecnológicas y es
posible elegir entre ellas, si los actores sociales pueden participar de estos
procesos, y si las tecnologías constituyen la base material de un sistema de
afirmaciones y sanciones que determina la viabilidad de ciertos modelos socioeconómicos, de ciertos regímenes políticos, así como la inviabilidad de otros,
parece obvio que es imprescindible incorporar la tecnología como un aspecto
fundamental de nuestros sistemas de convivencia democrática.
Resulta tan ingenuo pensar que semejante nivel de decisiones pueda
quedar exclusivamente en manos de “expertos”, como concebir que la
participación no informada puede mejorar las decisiones. Parece insostenible
continuar pensando que la tecnología no es un tema central de nuestras
democracias.
Son nuestras capacidades de diseño de viviendas, de regímenes de uso de
los recursos naturales, de construcción de infraestructura, de producción y
distribución de alimentos, de comunicación y acceso a bienes culturales, de
generación de empleos dignos, las que determinan qué vidas son posibles y
qué vidas no son viables en nuestras sociedades, las que designan quiénes
son los incluidos y quiénes los excluidos.
Por eso, la ciudadanía socio-técnica constituye un aspecto central de
nuestra vida democrática. Los Sistemas Tecnológicos Sociales son, en este
sentido, una de las expresiones más claras de este derecho ciudadano. Son,
al mismo tiempo, la mejor vía para el ejercicio de ese derecho: la forma más
democrática de diseñar, desarrollar, producir, implementar, gestionar y evaluar
la matriz material de nuestro futuro.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 83
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86 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Sobre el carácter cuantitativo de la evaluación
neoliberal de la Universidad
Marcos Barbosa de Oliveira
Universidad de San Pablo
Introducción
Este análisis incorpora ideas de dos trabajos, a saber: “La evaluación
neoliberal en la Universidad y la responsabilidad social de los investigadores”;
comunicación presentada en el VI Encuentro de la AFHIC (Montevideo, mayo
de 2008), y después publicada en la revista Scientiae Studia (Oliveira, 2008;
de aquí en adelante, AN), y un artículo mucho más largo, aún en elaboración,
que lleva por título “Un esquema teórico para el estudio de la mercantilización
de la ciencia” (de aquí en adelante, ET), del cual un fragmento fue presentado
y discutido en el I Encuentro Internacional “Culturas Científicas y Alternativas
Tecnológicas” (Buenos Aires, octubre de 2009). Nuestro objetivo ahora es
proponer una respuesta más elaborada para la pregunta puesta en AN,
recurriendo a concepciones desarrolladas en ET.
Tal pregunta emerge de las siguientes consideraciones:
1.En el camino ascendente del neoliberalismo, viene ocurriendo en los
centros productores de conocimiento científico –universidades e
institutos de investigación– una ofensiva a la evaluación: un movimiento
en el que las prácticas de evaluación formal se multiplican, adquiriendo un
peso mucho mayor en la vida de las instituciones.
2.Un aspecto muy marcado –y muy controvertido– de esas prácticas es su
carácter fundamentalmente cuantitativo, el hecho de que éstas se basen
en la cantidad de artículos publicados en revistas especializadas, cantidad
de maestros y doctores graduados, índices de impacto de las revistas,
etc.
3.Hay algo profundamente contra-intuitivo en la idea de evaluar
cuantitativamente creaciones de la mente humana, sean obras de arte,
invenciones, o contribuciones al avance del conocimiento científico.
De allí surge la pregunta: ¿cuáles son las fuerzas que animan ese proceso
en que, contrariando a nuestras intuiciones más profundas, se acentúa la
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 87
tendencia cuantitativa en las prácticas de evaluación aplicadas a los
investigadores, e investigadores-docentes de la Universidad?
El esquema teórico propuesto en ET parte del principio, presentado
muchas veces como uno de los fundamentos de la economía, según el cual,
para organizar su vida económica, cualquier sociedad debe tener instituciones
capaces de dar respuesta a tres cuestiones: ¿qué producir, cómo producir y
cómo distribuir los bienes producidos?1 El corazón del esquema es la tesis de
que a cada una de las tres cuestiones corresponde una dimensión de la vida
económica, de manera tal que una categoría de bienes puede o no ser
mercantilizada –o ser parcialmente mercantilizada– en cada una de las
dimensiones, de manera relativamente independiente.
En relación a la ciencia, la pregunta ¿qué producir? asume la forma ¿qué
investigar?, o, en otras palabras, “entre los posibles proyectos de investigación,
¿cuáles deben ser llevados a cabo? ¿cuáles deben ser descartados?”. Se
trata por lo tanto de una pregunta sobre los rumbos de la investigación
científica. En la 1ª dimensión, los procesos de mercantilización de la ciencia
son los que tienen el sentido de aumentar el peso del mercado entre los
hechos que determinan los rumbos de la investigación científica.
La pregunta ¿cómo producir? remite a la forma en que es administrada la
producción del conocimiento científico, en un sentido amplio, que incluye
como elemento especialmente importante el régimen de trabajo de los
productores directos, los investigadores. La ciencia es mercantilizada cuando
esa forma es la empresarial, caracterizada como la que opera con parámetros
cuantitativos –en último análisis, monetarios– y se orienta por el objetivo de
maximizar uno de ellos –en el caso paradigmático, las ganancias.
Una categoría de bienes es mercantilizada en la 3ª dimensión cuando su
distribución se da por medio de la venta. En el caso del conocimiento científico
y tecnológico, los Derechos de Propiedad Intelectual (DPI, que incluyen los
derechos de autor y las patentes) constituyen el dispositivo legal que torna
posible su compra y venta. Cuanto más cercado por los DPI, más
mercantilizado estará el conocimiento científico y tecnológico.
El objetivo central de ET es demostrar –adaptando la metáfora de Platón–
que ese análisis efectivamente “trincha por las juntas” o corta por las uniones
1
Cualquier sociedad humana –sea un país industrial avanzado, una economía de planeamiento central o una
sociedad tribal aislada– tiene que afrontar y resolver tres problemas económicos fundamentales. Cualquier
sociedad necesita tener un modo para determinar qué bienes son producidos, cómo son producidos esos bienes
y para quién son producidos.” (Samuelson y Nordhaus, 1999, p. 8.)
88 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
el proceso de mercantilización de la ciencia como un todo. Esto se hace por
medio de un estudio sobre el desarrollo histórico de ese proceso,
considerando, en orden secuencial, cada una de sus dimensiones. En este
trabajo, trataremos sólo, parcialmente, la 1ª dimensión, como una introducción
al estudio de la segunda, que es de donde emerge la respuesta a la pregunta
recopilada en AN, relativa al carácter cuantitativo de la evaluación neoliberal.
El estudio de la 3ª dimensión contribuye mucho menos a la respuesta; ésta
será mencionada sólo ocasionalmente a lo largo de la exposición.
Terminando con esta introducción, presentamos un rápido esbozo del
contexto histórico relevante para los procesos de mercantilización de la ciencia
en las tres dimensiones. La época crucial en la historia de la ciencia desde el
punto de vista de la mercantilización es la que va desde el fin de la Segunda
Guerra hasta la actualidad. En la literatura respectiva, hay una concordancia
generalizada respecto de una visión que identifica en el desarrollo de la ciencia
en esa época dos fases principales, con una fase crítica de transición entre
ellas, situada en la década del 70. Dos libros importantes en que tal
periodicidad figura con claridad, como elemento estructurante de las ideas
expuestas, son Prometheus bound: science in a dynamic steady state, de
John Ziman (1994) y Pasteur’s quadrant: basic science and technological
innovation, de Donald Stokes (1997). Cada uno de ellos, sin embargo, usa un
término bien definido sólo para una de las fases: Stokes se refiere a la primera
como la fase del paradigma de la posguerra; Ziman a la segunda como la fase
de la ciencia de estado estacionario (steady state science)2. En términos
históricos más generales, la primera fase coincide con el período de los
llamados años de oro en el desarrollo del capitalismo, la segunda con el
período neoliberal. Con esta justificación, en lugar de las expresiones de
Stokes y Ziman usaremos respectivamente ciencia de los años de oro (CAO)
y ciencia neoliberal.
La ciencia de los años de oro y su autonomía
Para simplificar la tarea de caracterizar la CAO, tomaremos como referencia
principal el documento reconocido como el más emblemático de la ciencia de
ese período, a saber, el informe elaborado por Vannevar Bush a pedido del
presidente Roosevelt, entregado a su sucesor, Truman, en julio de 1945, y
publicado bajo el título Science, the endless frontier (Bush, 1990). Atendiendo
2
Comentando la transición hacia la fase de la ciencia del estado estacionario, dice Ziman: “En menos de una
generación fuimos testigos de una transformación radical, irreversible y de alcance mundial en la manera en que
la ciencia es organizada y practicada.” (Ziman, 1994, p. 7) En Real science: what it is, and what it means Ziman
(2000) cambia la designación por “ciencia pos-académica”.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 89
a la solicitud de Roosevelt, el informe delineaba las políticas científicas y
tecnológicas (PCTs) a ser adoptadas en el país una vez terminada la guerra3.
Desde la visión defendida en el informe, cabe al Estado la financiación de
la investigación científica. Esta es realizada por científicos motivados sólo por
la pura curiosidad, por el conocimiento como un fin en sí mismo o, en otras
palabras, por el valor intrínseco de la ciencia. El conocimiento generado por
la investigación científica proporciona aplicaciones tecnológicas, siendo la
investigación tecnológica responsable del desarrollo de esas aplicaciones. En
los términos del informe (“investigación básica” e “investigación aplicada” en
lugar, respectivamente, de “investigación científica” e “investigación
tecnológica”):
La investigación básica es realizada sin tomar en cuenta los fines
prácticos. Ella redunda en conocimiento general y entendimiento de
la naturaleza y sus leyes. Ese conocimiento general provee los
medios para responder a un gran número de problemas prácticos
importantes, aunque pueda no dar una respuesta completa y
específica a cualquiera de ellos. La función de la investigación
aplicada es proveer tales respuestas completas. (Bush, 1990, p. 18)
La justificación para la asignación de recursos públicos para la
investigación científica, consiste en que las aplicaciones tecnológicas a las
que ella da origen, constituyen beneficios para toda la sociedad; el informe
menciona explícitamente los beneficios para la salud de la población, para la
seguridad nacional (aplicaciones bélicas) y para el desarrollo económico. El
Estado, que financia la investigación, a diferencia de los científicos, es
motivado por el valor instrumental de la ciencia, es decir, por su capacidad de
generar aplicaciones tecnológicas4.
Siendo el Estado el que financia, es natural pensar que cabría a éste dar
las cartas, es decir, determinar los rumbos de la investigación, destinando
recursos en función de los intereses de la sociedad como un todo. Pero no fue
ése el acuerdo propuesto por el informe, y que de hecho y en gran medida,
prevaleció en la CAO. De acuerdo con el informe, el papel del Estado debe
limitarse a proveer un volumen global de recursos para la investigación,
3
Vannevar Bush (1890-1974) se graduó en Ingeniería Eléctrica y se dedicó a investigaciones en esta área,
habiendo hecho una significativa contribución al desarrollo de la computación analógica. Mucho más importante
no obstante, fue su actuación en el terreno de la política y la administración, de la investigación científica y
tecnológica. Desempeñó un papel crucial en la concepción y conducción del Proyecto Manhattan (pero se opusoa la fabricación de la bomba de hidrógeno). Fue sin duda la figura más destacada en la configuración de la CAO,
directamente en los Estados Unidos, e indirectamente en todo el mundo. Según Daniel Greenberg, fue el propio
Bush quien escribió la carta de Roosevelt solicitándole el informe (Greenberg, 2001, p. 451).
90 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
quedando su distribución, a cargo de la propia comunidad científica, en función
del interés intelectual, de la pura curiosidad de sus miembros. O sea, la ciencia
debe gozar de autonomía en la distribución de recursos, y consecuentemente,
en la decisión de los rumbos de la investigación. El informe dice:
El progreso científico en un extenso campo resulta de la libre
actuación de intelectos libres, trabajando en temas de su propia
elección, dictados por su curiosidad, por la exploración de lo
desconocido. La libertad de investigación necesita ser preservada
en cualquier plan de apoyo gubernamental a la ciencia. (Ibid., p. 12)
El éxito de la comunidad científica en su reivindicación de autonomía debió
mucho, en el plano político, al prestigio conquistado por la ciencia dadas sus
contribuciones al esfuerzo de la guerra, en forma de avances en el tratamiento
y la prevención de los problemas de salud de los combatientes, en la invención
y perfeccionamiento de dispositivos bélicos, especialmente el radar y,
coronando el proceso, la bomba atómica (lanzada sobre Hiroshima un mes
después de la entrega a Truman de Science, the endless frontier).
En un plano teórico, la reivindicación de la autonomía se fundamentaba en
lo que se puede llamar Principio de la Serendipidad. Serendipidad
(serendipity: hallazgo valioso e imprevisto realizado por azar) que es la
capacidad de hacer descubrimientos interesantes casualmente, cuando se
está en busca de otra cosa5. En el caso de la investigación científica, la idea
es que el objetivo representa el avance del conocimiento como un fin en sí
mismo; lo que se descubre después, “serendípicamente”, son las aplicaciones
del conocimiento generado. Hay innumerables ejemplos de ese tipo de evento
en la historia de la ciencia, como el del estudio de los fenómenos eléctricos y
4
La carta de envío del informe hace referencia al “progreso cultural” (Bush, 1990, p. 2) y en el Apéndice 3 (Informe
del Comité de Ciencia y Bienestar Público) se dice que “es parte de nuestras convicciones democráticas la
afirmación del valor cultural y estético intrínseco al intento del hombre de hacer avanzar las fronteras del
conocimiento y el entendimiento” (ibid., p. 79). Sin embargo, lo que predomina ampliamente como justificación
para la asignación de recursos para la ciencia es el valor instrumental, resultante de las aplicaciones. Como dice
Stokes, “...Vannevar Bush juzgaba el recurso al conocimiento como un fin en si mismo tan insuficiente para la
tarea de sustentar el flujo de apoyo público para la ciencia básica en tiempos de paz que casi no lo mencionó en
su informe de cuarenta páginas, un documento muy afinado al oído de su audiencia en la posguerra. En vez de
eso, Bush centró su argumentación en lo que se volvió la razón primordial para el apoyo a la investigación pura
–la creencia de que los avances en el entendimiento obtenidos por la investigación pura irán después a
perfeccionar la condición humana.” (Stokes, 1997, p. 100) Cf. también Kitcher, 2001, p. 139.
5
La palabra serendipity fue acuñada por Horace Walpole; figura en una carta escrita por él en 1754, en que
menciona haber leído un cuento de hadas llamado Los tres príncipes de Serendip, cuyos héroes eran dotados de
esa facultad. Serendip es un antiguo nombre de Sri Lanka (ex-Ceilán). En 2006 fue publicado un libro póstumo
de Robert Merton (en colaboración con Elinor Barber) enteramente dedicado al término, The travels and adventures
of serendipity: a study in sociological semantics and the sociology of science.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 91
magnéticos, después unificados en la teoría electromagnética, con sus
incontables aplicaciones tecnológicas, ni remotamente previstas por los
pioneros; o de las investigaciones sobre la estructura atómica y nuclear de la
materia, que dieron origen a las bombas atómicas y de hidrógeno, al uso
pacífico de la energía nuclear, etc. El informe Bush eleva tales ejemplos a la
regla general, obteniendo como consecuencia el Principio de la Serendipidad:
la proposición según la cual, entre las investigaciones científicas, no se puede
prever cuales vienen de hecho a proporcionar aplicaciones, ni el tipo de
problema práctico que las aplicaciones contribuyen a resolver, cuando existen.
Citando una vez más el informe.
Una de las peculiaridades de la ciencia básica es la variedad de
caminos que llevan al avance productivo. Muchos de los
descubrimientos más importantes resultaron de experimentos
llevados a cabo en función de propósitos muy diferentes.
Estadísticamente, es cierto que de alguna fracción de los
emprendimientos en la ciencia básica resultarán descubrimientos
importantes y extremadamente útiles; pero los resultados de
cualquier investigación en particular no pueden ser exhaustivamente
previstos6.
Tal imprevisibilidad naturalmente bloquea la posibilidad de que el Estado
dirija la investigación teniendo en vista aplicaciones determinadas, y de esa
forma legitima la reivindicación de la autonomía de la ciencia.
No es fácil hacer una valoración con respecto al grado de autonomía de la
que efectivamente gozó la CAO. De manera general, se encuentra en la
literatura el reconocimiento de que, aunque los arreglos institucionales
propuestos en el informe Bush no hubiesen sido implementados, la visión de
la ciencia, en sus relaciones con la tecnología, que el informe presuponía se
volvió hegemónica, teniendo un papel determinante en la conformación de las
PCTs, no sólo en los Estados Unidos, sino en muchos otros países, centrales
y periféricos.7 En relación específicamente a la autonomía, Kevles (en el
prefacio escrito para la edición de 1990 de Science: the endless frontier)
afirma que en los Estados Unidos, en el período en discusión:
6
Bush, 1990, p. 18-9. En otro pasaje, se encuentra la aplicación del Principio al campo de la medicina:
“Descubrimientos relevantes para el progreso de la medicina vinieron frecuentemente de fuentes remotas e
inesperadas, y es cierto que eso continuará siendo así en el futuro. Es enteramente probable que el progreso en
el tratamiento de molestias cardiovasculares y renales, de cáncer y molestias refractarias semejantes, venga a
obtenerse como resultado de descubrimientos fundamentales en temas no relacionados a tales molestias, y tal
vez totalmente inesperado por el investigador.” (Ibid., p. 14)
92 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Tanto el sector civil como el militar de la ciencia federal parecen de
manera general haber operado en armonía con las ideas de autodecisión
intelectual de Bush. Científicos académicos de esos años la recuerdan
como una época de oro, un tiempo en que no sólo había dinero
libremente disponible, sino que éste podía ser utilizado libremente de
acuerdo con el propio juicio profesional. (Bush, 1990, p. xix)
Otros autores advierten sobre los peligros de la idealización nostálgica,
resaltando las limitaciones de la autonomía de la ciencia en el período en
discusión (cf. por ejemplo, Greenberg, 2001, cap. 3, y Cole, 2010, p. 4). Sin
embargo, si existen divergencias con respecto al grado de autonomía de la
CAO en términos absolutos, lo mismo no ocurre en comparación con el de la
ciencia neoliberal, indiscutiblemente menor.
Como fue dicho, la ciencia es mercantilizada en la 1ª dimensión, referente
a los rumbos de la investigación cuando éstos son determinados por el
mercado. En vista de lo expuesto, es evidente que ese no era el caso de la
CAO. En una primera aproximación, se puede concluir, por lo tanto, que la
CAO no era mercantilizada en la 1ª dimensión.
Acompañando el desarrollo histórico del proceso de mercantilización en
discusión, lo natural en este punto sería hacer el estudio de la ciencia en su
fase de transición entre la CAO y la ciencia neoliberal. En ET, éste es el camino
que recorremos. Para nuestros propósitos actuales, tal estudio es dispensable,
y así pasamos directamente a la fase de la ciencia neoliberal.
Ciencia neoliberal: la ofensiva de la innovación
Es impresionante en nuestros días la presencia del concepto de innovación
en un amplio dominio del discurso, y especialmente en el de las PCTs y la
economía. La palabra “innovación” (y sus equivalentes en otras lenguas) ocurre
en nombres de órganos públicos, nacionales (ministerios, secretarías, agencias
de varios tipos) e internacionales, de asociaciones, ONGs y semejantes; en
7
Véase por ejemplo lo que dice Stokes: “La recepción de Science, the endless frontier tuvo mucho de irónico,
pues el plan organizacional de Bush fue derrotado, mientras que su ideología triunfó.” (Stokes, 1997, p. 50). “Media
década después [a partir de la publicación del informe], la concepción de ciencia básica y su relación con la
innovación tecnológica presentadas en el informe Bush se convirtió en el fundamento de la política científica del
país en las décadas de la posguerra.” (Ibid., p. 2) “Los cánones de Bush dejaron una impresión profunda y brindaron
el paradigma dominante para el entendimiento de la ciencia y su relación con la tecnología en la segunda mitad
del siglo XX. Esas ideas aún puede ser oídas en comunidades de ciencia y política científica, en los medios de
comunicación, y en el público informado. Y el liderazgo de los Estados Unidos en la ciencia de la posguerra les
dió amplia circulación en la comunidad internacional.” (Ibid, p. 4)
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 93
títulos de libros, revistas, especializadas y de interés general, trabajos
académicos, portales de Internet, congresos, simposios y seminarios, etc. La
literatura sobre el tema es enorme, y en ella se encuentran frecuentemente
referencias a la línea de los teóricos de la innovación.8 Se lanzan
frecuentemente campañas, promoviendo concursos; se relevan datos
estadísticos referentes a la producción de innovaciones y los mismos son
usados como parámetros para las PCTs para establecer rankings de países y
universidades. Se trata finalmente de un gran movimiento histórico teniendo a
la innovación como el Santo Grial, y, para cualquier persona que acompañe
mínimamente el desarrollo en ese campo, sería redundante continuar con la
lista de evidencias de este fenómeno.9
Recordando que no hace más de dos décadas la situación ni remotamente
era así, se presenta la pregunta: ¿A qué se debe ese increíble ascenso?,
¿Cuándo y de qué forma se inició? ¿Cuál es su significado en lo que se refiere
a la mercantilización de la ciencia?. Responder a tales preguntas equivale a
identificar uno de los trazos fundamentales de la ciencia neoliberal.
El marco más importante en la historia del concepto de innovación es el
libro de Christopher Freeman, The economics of industrial innovation (de aquí
en adelante, EII), publicado en 197410. Por ése, y otros motivos que quedarán
claros más abajo, vamos a considerar EII como texto emblemático de la ciencia
neoliberal –papel análogo al del informe Bush en relación a la CAO11– Aunque
8
V. Fagerberg “Innovation: a guide to the literature”, en The Oxford handbook of innovation (Fagerberg, 2005).
En el momento en que escribo estas líneas se prepara en Brasil la 4ª Conferencia Nacional de Ciencia,
Tecnología e Innovación (a ser realizada en Brasilia, en mayo de 2010). Iniciando el mes de enero 15/1/2010 el
“Diário Oficial da União” (Diario Oficial de la Unión) publicó el acto del presidente Lula sancionando la Ley nº
12.193, que designa el día 19 de octubre como Día Nacional de la Innovación.
10
Hay una segunda edición del libro (Freeman, 1982), extensamente revisada. Debido al cuño histórico de esta
exposición, adoptamos la primera edición como referencia.
11
Freeman es un economista inglés que desempeñó un papel importantísimo en el proceso de transición de la
CAO hacia la ciencia neoliberal (aunque no siendo estrictamente un neoliberal; volvemos a esta cuestión más
tarde). A lo largo de su carrera, se dedicó centralmente al tema del desarrollo, formando parte de la línea
desarrollista que se formó después de la Segunda Guerra. Muy influenciado por Schumpeter, atribuye un papel
crucial a los avances tecnológicos como motor del desarrollo. Ejerció un fuerte liderazgo tanto por su trabajo
teórico como por su actuación institucional. En 1965 fundó, y dirigió por mucho tiempo, la Science Policy Research
Unit (SPRU), de la Universidad de Sussex, uno de los más destacados centros de estudio sobre PCTs en todo el
mundo. Fue consultor OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) (la agencia internacional
más influyente en el terreno de las PCTs) y de la UNESCO, habiendo sido responsable en la escritura de
importantes documentos publicados por esas instituciones (algunos de los cuales reproducidos parcialmente en
el apéndice de EII).
Vale la pena observar –como una faceta sociológica bastante significativa del pasaje de la CAO hacia la ciencia
neoliberal– la diferencia de formación: Bush era científico, Freeman, economista; y no sólo ellos, sino de manera
general también los liderazgos, los agentes que contribuyeron para la conformación de las prácticas científicas en
cada fase.
9
94 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
con el significado que tiene hoy el concepto no fuese una novedad en aquella
época (Freeman acredita a Schumpeter, como veremos), fue a partir de EII
que este comenzó efectivamente a ser difundido. Al principio lentamente, pero
cerca de diez años después el proceso se acelera, con la introducción del
concepto de Sistemas Nacionales de Innovación, para el cual Freeman
también hizo una contribución fundamental.12 Pero es sólo a partir de la
segunda mitad de la década del 90 cuando la innovación se establece como
concepto-clave en las PCTs, grosso modo primero en los países centrales,
después en los periféricos (en Brasil, a partir del año 200013).
Freeman es un entusiasta de la innovación, que él mismo ve como “una
condición esencial para el progreso económico y un elemento crítico en la
lucha competitiva entre empresas y estados-nación” (EII, p. 15). “[La
innovación] es crítica para la conservación a largo plazo de los recursos y
mejoramiento del medio ambiente. La prevención de la mayoría de las formas
de polución y el reciclaje económico de los residuos son igualmente
dependientes del avance tecnológico.”14 “En el sentido más fundamental, la
adquisición de nuevo conocimiento es la base de la civilización humana” (EII,
p. 21). Curiosamente, Freeman parece valorar la innovación también como un
fin en sí mismo, independientemente de que el nuevo sea bueno o malo:
La innovación es importante no sólo por incrementar la riqueza de
las naciones en el sentido estricto del aumento de la prosperidad,
sino también en el sentido fundamental de permitir a los hombres
hacer cosas nunca hechas antes. Ésta permite que toda la calidad de
vida cambie, para bien o para mal. Ésta puede significar no sólo más
de los mismos bienes, sino un patrón de bienes y servicios que no
existía previamente, a no ser en la imaginación. (EII, pp. 15-6)
Pero, ¿en qué consiste, finalmente, la innovación? He aquí la definición
propuesta por Freeman:
Debemos a Schumpeter la distinción extremadamente importante
entre invenciones e innovaciones, que fue, desde entonces, en general
incorporada a la teoría económica. Una invención es una idea, un
esbozo o un modelo para un nuevo o perfeccionado dispositivo,
12
Cf. Sharif, “Emergence and development of the National Innovation Systems concept”. En lo que se refiere a la
autoría, Sharif relata la existencia de una “rivalidad cortés” entre C. Freeman y B. Lundvall, cada uno apuntando al
otro como autor del concepto. (Sharif, 2006, pp. 750).
13
Cf. Carlotto, 2008, sección 2.2 “A emergência da inovação como foco da política de ciência e tecnologia no
Brasil” (pp. 98-112).
14
EII, p. 16. Freeman no obstante no comenta el origen de los problemas ambientales en las innovaciones
industriales del pasado.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 95
producto, proceso o sistema. Tales invenciones pueden
frecuentemente (no siempre) ser patentadas pero no conducen
necesariamente a innovaciones técnicas. En verdad la mayoría no hace
eso. Una innovación en el sentido económico es conseguida sólo con
la primera transacción comercial involucrando al nuevo producto,
proceso, sistema o dispositivo, aunque la palabra sea usada también
para describir todo el proceso. (EII, p. 22)
La idea de innovación contrastada con la de invención, y con énfasis en el
carácter comercial de las aplicaciones, traspasa toda la literatura sobre el tema,
figurando a veces explícita, a veces implícitamente (cf. Fagerberg, 2005). Una
evidencia de eso se encuentra en el concepto de modelo lineal de innovación,
que merece un comentario. Dadas las diferencias entre la ciencia dirigida a la
obtención de innovaciones y la CAO, no es de sorprender que, en el discurso
de los teóricos de la innovación, haya críticas, a veces implícitas, a veces
explícitas, a la manera en cómo se practicaba la ciencia en el período de los
años de oro, y a los principios que la orientaban, tales como fueron expresados
en el informe Bush. Una de las críticas más frecuentes es la que caracteriza
anacrónicamente a la CAO como teniendo en su seno al llamado modelo lineal
de innovación (anacrónicamente, como apunta M. Carlotto (2009, p. 51), ya
que el concepto de innovación no formaba parte del universo del discurso
relevante en aquella época.) Una caracterización de ese modelo adecuada a
nuestros propósitos es la que figura en el box 1.3 (“Lo que la innovación no es:
el modelo lineal”) de la contribución de Fagerberg para The Oxford handbook
of innovation.
A veces es más fácil caracterizar a un fenómeno complejo indicando lo que
éste NO es. Stephen Kline y Nathan Rosenberg hicieron precisamente eso
cuando, en su importante artículo de 1986, usaron el concepto de modelo
lineal para caracterizar una interpretación de la innovación muy difundida, pero
en la opinión de ellos errónea.
Fundamentalmente, “el modelo lineal” se basa en la premisa de que la
innovación es ciencia aplicada. Es “lineal” porque hay un conjunto
predeterminado de estadios por los cuales se presume que las innovaciones
pasen. La investigación (ciencia) viene primero, después el desarrollo, y
finalmente la producción y el marketing. Ya que la investigación viene primero,
es fácil considerarla el elemento crítico. Por lo tanto, tal perspectiva,
frecuentemente asociada a las formulaciones programáticas de Vannevar Bush
con respecto a la organización de los sistemas de investigación de los Estados
Unidos [...], está bien adaptada a la defensa de los intereses de los científicos
y las instituciones en que trabajan.
96 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
El problema con este modelo, según Kline y Rosenberg, es doble.
Primero, él generaliza una cadena causal que es válida solamente
para una minoría de las innovaciones. Aunque algunas innovaciones
importantes deriven de avances científicos, esto no es verdadero en
la mayoría de los casos. [...] Segundo, “el modelo lineal” ignora las
innumerables retroalimentaciones (feedbacks) y ciclos (loops) que
ocurren entre los diferentes “estadios” del proceso”. (Fagerberg,
2005, pp. 8-9)
Hecho este comentario, el paso final de nuestro recorrido puede ser dado
muy rápidamente. Para hacerse efectiva como aplicación comercial, una
invención necesita ser rentable, precisa ser capaz de contribuir a la
maximización de las ganancias de la empresa que la lanza. Pero quien
determina que es rentable es el mercado. Y siendo así, en la medida en que
la obtención de innovaciones se torna el objetivo primordial de la investigación
científica, sus rumbos pasan a ser dictados por el mercado, y la ciencia queda
mercantilizada en esa dimensión, perdiendo con eso su autonomía.
Pero, ¿en qué medida la obtención de innovaciones se ha vuelto
efectivamente el objetivo primordial de la investigación? El estudio empírico
necesario para responder a esa pregunta constituye un emprendimiento de
grandes proporciones, situado mucho más allá de los límites de este trabajo.
Para nuestros propósitos, no obstante, importa poco identificar el estado –en
permanente cambio– de las prácticas científicas; lo que nos interesa es la
dinámica del proceso de transformación, las fuerzas que lo impulsan, su
dirección y sentido.
Dicho esto, podemos pasar al estudio de los procesos de mercantilización
de la ciencia propios de la 2ª dimensión.
La ofensiva empresarial
En la historia de los procesos ahora en discusión, la publicación de EII
también constituye un marco fundamental. La contribución de Freeman en el
campo de las PCTs, como vimos, ha sido de gran importancia, tanto en la
teoría como en la práctica, es decir, tanto por su trabajo teórico como por su
actuación institucional. Él transita sin problema entre los dos papeles y, en sus
escritos, del registro descriptivo al prescriptivo. A medida que se difunden,
siendo incorporadas por otros actores en el proceso, sus contribuciones
teóricas pasan a existir como fuerza material, afectando a las políticas
adoptadas y, a través de éstas, a las propias prácticas científicas. Tratando las
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 97
diferencias entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, Charles Taylor
introduce el concepto de teoría transformadora: una teoría es transformadora
cuando transforma su propio objeto –algo que ocurre en el dominio de las
ciencias sociales, pero no en el de las naturales.15 En este sentido, está
aceptado que la contribución teórica de Freeman tiene el carácter de una
teoría transformadora (a diferencia de las teorías políticas criticadas por
Freeman, que no se reconocen como tal).
Freeman parte de una crítica a toda la tradición del pensamiento
económico, por no haber dado la debida atención teórica a las innovaciones,
a pesar de reconocer su importancia para la vida económica. Como ejemplos
de pensadores importantes a los cuales la crítica se aplica, Freeman menciona,
entre otros, Adam Smith, Marx y Marshall. Esa falta de atención teórica se
manifiesta en el tratar “el flujo de conocimiento nuevo, de invenciones e
innovaciones, como exterior al ámbito de los modelos económicos o, más
estrictamente, como variables exógenas.” (EII, p. 17)
Para Freeman, las innovaciones tienen no sólo gran importancia, sino
creciente. Como evidencia, éste menciona una investigación realizada por Fritz
Machlup (1962) con respecto a las industrias del conocimiento –un término
bastante sugerente de las características que la ciencia comenzaría a tomar.
Pero para sus propósitos, el concepto tal como fuera definido por Machlup, es
demasiado amplio. Freeman concentra su atención en el sistema de
Investigación y Desarrollo (I&D), que “constituye sólo un pequeño sector del
amplio complejo de las industrias del conocimiento [...], aunque esté en su
corazón, pues en la sociedad contemporánea él da origen a una gran variedad
de materiales, productos, procesos y sistemas nuevos y perfeccionados, que
constituyen la fuente primordial del avance económico” (EII, p. 20).
Restringiendo un poco más, se puede decir que, implícito en el pensamiento
de Freeman existe un concepto de industria científica, a la par de la industria
cultural de Adorno y Horkheimer.
El aumento de la importancia de las innovaciones se acelera en el siglo
pasado, con el desarrollo de sistemas de I&D profesionalizados, cuyo
crecimiento “tal vez sea la más importante transformación económica y social
de la industria del siglo XX”; Freeman se refiere a ella como la “revolución de
la investigación” (EII p. 20 e 26). Siendo así, se puede decir que la crítica en
discusión se aplica con más fuerza a los economistas de ese siglo, que a los
de otras épocas –a Adam Smith, por ejemplo. Y se aplica también a
Schumpeter, que tanto influenció a nuestro autor:
15
Cf. “Social theory as practice” (Taylor, 1985, especialmente p. 101 ss).
98 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Aún los economistas, como Schumpeter, que dieron a la innovación
un lugar de honra en sus modelos, consideraban la fuente de las
innovaciones como exógena a la economía. [Schumpeter] no trataba
la generación y difusión de las invenciones e innovaciones como, en
si mismas, objeto de estudio económico, o en cualquier sentido un
output del trabajo de ‘Investigación y Desarrollo Experimental’. Y
menos aún tenía algún concepto de ‘política científica’ relacionada a
la política económica.
No obstante, en la época en que Schumpeter escribió ya existía una red
organizada de laboratorios de investigación e instituciones similares en el
gobierno, en universidades y en la industria, empleando equipos profesionales
en tiempo integral. (EII, p. 22)
Pasando de una constatación empírica y de una crítica para un registro
prescriptivo, en la continuación del pasaje citado, Freeman dice:
Esa “industria de investigación y desarrollo” puede ser sujeta al
análisis económico como cualquier otra. Su output es un flujo de
nueva información, tanto de carácter general (resultante de
investigación “fundamental” o “básica”) como relacionada a
aplicaciones específicas (investigación “aplicada”). Es también un
flujo de modelos, esbozos, designs, manuales y prototipos de nuevos
productos, o fábricas-piloto y equipamientos experimentales para
nuevos procesos (“desarrollo experimental”). (EII, p. 22)
Nótese ya en este pasaje, otra faceta de la pérdida de autonomía de la
ciencia en la transición hacia su fase neoliberal. La ciencia deja de constituir
una esfera de la vida social, en el mismo plano que el arte o la religión, siendo
completamente instrumentalizada, reducida a una pieza de un dispositivo
productor de innovaciones.
La prescripción de Freeman, por lo tanto, es la de que la innovación –“el
flujo de conocimiento nuevo, de invenciones e innovaciones”– debe ser tratada
como variable endógena. Las ventajas prácticas de esa operación teórica son
explicadas así:
El tratamiento de la I&D como una fuerza exógena y en gran medida
incontrolable, operando independientemente de cualquier política,
fue divulgada en el pasado tanto por economistas como por
científicos, aunque por motivos diferentes. En los dos casos él
arriesgó el abordaje “caja negra” o varita mágica para la ciencia y la
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 99
tecnología, que no sólo desalentó intentos de entender el proceso
social de innovación, sino que puso en peligro toda la futura relación
entre la ciencia, la tecnología, y la sociedad. (EII, p. 27)
El ideario neoliberal tiene en su seno la creencia en las virtudes del
mercado como forma de organización de la vida social, de la cual resulta la
doctrina del Estado mínimo. Aplicada al dominio que nos interesa, la doctrina
implica que la producción de innovaciones debe ser dejada a cargo del
mercado, no debiendo el Estado intervenir en el proceso. Tal principio
neoliberal anti-intervencionista gozó de considerable prestigio en la década
del 80, asociado, en el plano de la teoría económica, a la vertiente neoclásica
hegemónica, que no contemplaba la innovación en sus modelos. Freeman se
opuso vigorosamente a la tendencia que unía esos dos elementos, lo que no
es de sorprender, dada su creencia en la necesidad de la actuación del Estado
en la economía de un modo general, característica del desarrollismo de la
posguerra, y su filiación a la vertiente heterodoxa institucionalista en la teoría
económica.
Siendo así, Freeman no puede ser considerado simplemente un neoliberal,
y en verdad se muestra explícitamente como opositor del neoliberalismo. Como
Sharif muestra en su histórico, el concepto de Sistema Nacional de Innovación
fue concientemente desarrollado como un arma contra esa tendencia
neoliberal anti-intervencionista16. El concepto de Sistema Nacional de
Información, en teoría, y los Sistemas Nacionales de Innovación, en la práctica,
constituyen las estructuras en que se inscribe la intervención del Estado en la
producción de innovaciones.
Freeman es, sin duda, defensor de una firme intervención del Estado en el
sentido de promover la producción de innovaciones. Tal intervención con todo
–es lo que se percibe al analizar las políticas por éste defendidas–, se da
fundamentalmente a través del mercado. Es como si el mercado, expulsado por
la puerta del frente, entrara por la puerta de atrás. O, dicho de otra forma: las
políticas defendidas por Freeman constituyen, no una alternativa al mercado,
sino una manera de compensar las fallas del mercado.
16
François Chesnais, que también fue consultor de la OCDE, y estaba del lado de Freeman, refiriéndose a aquella
época, dice lo siguiente (en una entrevista concedida al autor del artículo): “Estábamos combatiendo el
neoliberalismo. Estábamos haciendo eso en el inicio de la Rueda del Uruguay [de negociaciones comerciales].
Estábamos haciendo eso a pesar de Margareth Thatcher y Ronald Reagan, y así decíamos ‘nacional’ cuando la
tendencia ya era la de decir que los gobiernos deben salir de escena. ... la importancia era, en verdad, política, y
se volvió una de las banderas para quien continuaba diciendo que los sistemas económicos nacionales no son
apenas mercados, hay instituciones, hay relaciones sistémicas, hay conexiones.” (Sharif, 2006, p. 753).
100 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Según varios analistas, el ideario neoliberal está lejos de ser monolítico, y
una de sus principales tensiones internas, es la que existe entre, por un lado,
la doctrina del Estado mínimo y, por el otro, la necesidad de un estado fuerte,
mucho más fuerte que cualquier Estado que se pueda considerar mínimo, para
mantener el sistema de mercado en funcionamiento. En las palabras de David
Harvey:
Existen en la posición neoliberal contradicciones suficientes para
convertir las prácticas neoliberales en desarrollo (referentes a
cuestiones tales como el poder de los monopolios y las fallas del
mercado) irreconocibles en relación a la aparente pureza de la
doctrina neoliberal. Debemos por lo tanto prestar cuidadosa atención
a la tensión entre la teoría del neoliberalismo y la pragmática real de
la neoliberalización. (Harvey, 2007, p. 21)
En una interpretación posible, ese pasaje implica que políticas y prácticas
en contradicción con principios neoliberales pueden ser consideradas fruto
de la posición neoliberal. Y en base a esas observaciones, tiene sentido decir
que, a pesar de su auto-imagen de opositor del neoliberalismo, Freeman puede
ser clasificado como un neoliberal estatista: un oxímoron que refleja las
contradicciones del neoliberalismo. Esta interpretación merece, naturalmente,
un estudio más profundo, aún más porque, igual a varios pensadores de peso,
su obra es muy rica, pero no exenta de inconsistencias, lo que torna las
clasificaciones problemáticas. Sin embargo, dados nuestros objetivos, tal
estudio es dispensable: más importante que la presencia de la intervención
del Estado, es la forma en que es administrada.
Para Freeman, las proposiciones en que la producción y difusión de
innovaciones debe ser tratada como variable endógena, y sujeta al análisis
económico como cualquier otra industria, no tienen un significado sólo teórico.
Éstas implican que esas actividades sean administradas en los moldes de las
empresas capitalistas, o sea, en términos de inputs/outputs, o costo/beneficio,
o inversión/retorno, siendo esas relaciones expresadas cuantitativamente, y
siendo el objetivo su maximización. Recordando la manera en que fue
caracterizada la mercantilización en la 2ª dimensión, se puede decir que para
Freeman la operación teórica en discusión implica la necesidad de
mercantilizar la ciencia en esa dimensión.
Para que sean expresados en términos cuantitativos, el input y el output
de cada emprendimiento, o de la intervención del Estado como un todo, deben
ser medidos. Y tal medición está lejos de ser una tarea simple. De manera
general, la medición del input es menos problemática, ya que este consiste
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 101
primordialmente en fondos, ya expresados en términos monetarios. Sin
embargo también allí hay dificultades, relacionadas a la demarcación de los
límites, entre las actividades que deben y las que no deben ser consideradas
actividades de I&D. En el caso del output, no obstante, las dificultades son
mucho más serias. Para explicar por qué, conviene que recurramos a un pasaje
de EII, aunque éste no tenga como referencia la intervención del Estado, sino
una empresa privada, la IG Farben (una industria alemana en el área de los
productos químicos).
La medición de la eficiencia en I&D es uno de los problemas más
complejos de la economía gerencial (managenent economics), y no
hay una respuesta simple para esa cuestión. “Inputs” en I&D pueden
ser medidos y reducidos a un denominador común, pero también
aquí hay complicaciones serias, tales como la contabilización de
inputs de información provenientes de fuera de la estructura formal
de la I&D. Pero cuando se trata de la medición del “output” las
dificultades son avasallantes. Éstas son discutidas en algún detalle
en la sección 3 del Apéndice17. Aquí únicamente es posible indicar
dos maneras complementarias de abordar la medición de la
“efectividad” de la I&D realizada en la IG Farben –en términos del
número de patentes, y del número de innovaciones. No se sugiere
que cualquiera de ellos sea satisfactorio, o que sería utilizado si se
dispusiera de mejor información. Sin embargo tomadas
conjuntamente, ellas nos permiten dar algún tipo respuesta en
términos de “costo-efectividad”, pero no de las ganancias de las
innovaciones. Para evaluar la “rentabilidad” de la I&D de la IG Farben,
precisaríamos información sobre los costos y márgenes de ganancia
de sus nuevos productos mucho más detallada de lo que es probable
que sea en algún momento publicada. [...] (EII, p. 53-4)
Tratándose de una empresa, y dado el objetivo primordial de toda empresa,
lo necesario, para una administración eficiente, sería la medición de cuanto las
actividades de I&D contribuyen a las ganancias. En el caso de la intervención
estatal, no importando la forma que tome, sólo como fuerza de expresión se
podría decir que el objetivo son las ganancias. Es un objetivo socialmente
establecido, por ejemplo, en el caso de la intervención del Estado en la
producción del conocimiento científico y tecnológico como un todo, el
crecimiento del PIB, o, en un nivel más abstracto, el bienestar de la población.
Para la administración eficiente de la intervención estatal, sería necesario
entonces medir el impacto en el PIB de los productos resultantes de las
17
Esa sección del Apéndice consiste en fragmentos del documento Measurenent of output of research and
experimental development, publicado por la UNESCO en 1970.
102 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
investigaciones con apoyo del estado, para saber si la inversión –la cantidad
de recursos empleados– tuvo un retorno compensador. Ahora, si, como dice
Freeman, ya es prácticamente imposible medir el impacto de la I&D en las
ganancias de una sola firma, imagínense las dificultades en todo un país; basta
considerar la abundancia de hechos que afectan al PIB, de los cuales la
contribución de la I&D precisaría ser separada.
Ante el problema, la salida propuesta por Freeman es del tipo, “a falta de
pan buenas son tortas” (ante la falta de elementos adecuados, se encuentran
otros para alcanzar el objetivo). Si la contribución de la I&D para las ganancias
no es medible, se adoptan en su lugar categorías que se pueden medir (en
todo caso, contar): número de patentes y de innovaciones. Con referencia a
la intervención del Estado, también son dos las medidas empleadas: el número
de patentes, como en el caso de la empresa, y el número de artículos
científicos publicados en revistas especializadas. En verdad, como se sabe, los
datos más utilizados como indicadores del desempeño de un país en ciencia
y tecnología no son los números absolutos, sino los relativos: es decir, los
porcentajes en relación a la producción global de artículos y patentes (lo que
se explica por la concepción esencialmente competitiva de las relaciones entre
los países, que constituye un dogma de las PCTs neoliberales).
Una evidencia tanto de la importancia atribuida a la medición de las
actividades de I&D, como de su dificultad, es el volumen de la literatura sobre
el tema. En 1963 especialistas de la OCDE se reunieron con el grupo NESTI
(National Experts on Science and Technology Indicators) en la ciudad italiana
de Frascati, y elaboraron lo que fue conocido como el Manual de Frascati,
teniendo por título The proposed standard practice for surveys of research
and experimental development. Esta fue la 1ª edición, en los años siguientes
salieron varias ediciones extensamente revisadas, siendo la 6ª y última
publicada en 200218. En cierto momento, entró en uso la expresión “Familia
Frascati de Manuales”, que además del Frascati propiamente dicho incluye
también el Manual de Oslo, intitulado Proposed guidelines for collecting and
interpreting technological and innovation data (1ª edición en 1992, 3ª y última
2005); el Manual de Canberra (Manual on the Measurement of Human
Resources devoted to S&T, 1995); el Manual de Bogotá (Standardisation of
Indicators of Technological Innovation in Latin American and Caribbean
Countries, 2001) y otros. La UNESCO también interviene en el proceso, con
documentos tales como aquellos de donde provienen los fragmentos
transcriptos en EII, The measurement of scientific and technological activities,
de 1969, y Measurement of output of research and experimental development,
18
Existe traducción portuguesa de esta 6ª edición (OCDE, 2007).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 103
de 1970. En el mismo nivel de las comunidades de países, una de las
iniciativas más importantes es el European Innovation Scoreboard, de la
Comunidad Europea (que M. Carlotto analiza en su trabajo como un ejemplo
paradigmático de los “informes creados para medir, evaluar e incentivar la
gestión de la innovación” (Carlotto, 2009, p. 86 y ss.). Y también en los países
en que la producción del conocimiento científico es significativa son
innumerables los emprendimientos del mismo tipo, involucrando no sólo
publicaciones, sino grupos de investigación, seminarios, conferencias,
campañas, etc.
Todas estas actividades se dan en conjunto con la propia ofensiva a la
innovación. Aunque puedan teóricamente ser separadas –y es importante que
lo sean– en la práctica los procesos de mercantilización de la ciencia situados
en la 1ª y la 2ª dimensión se interpenetran y refuerzan mutuamente.
Con esto es evidente el vigor con que se realiza el movimiento de
cuantificación de la ciencia, motivado por la estrategia de administrar sus
actividades de acuerdo a la lógica empresarial. El uso, en la formulación y
evaluación de las PCTs, de aquello que se puede medir en lugar de aquello
que sería necesario medir, da origen a una serie de distorsiones,
principalmente cuando se ignora la complejidad de las relaciones entre una
cosa y otra, o sea, la precariedad de los números, absolutos o relativos, como
indicadores de lo que realmente importa, tanto desde el punto de vista de los
propios que formulan de las PCTs –esencialmente, la contribución para el
crecimiento del PIB–, como de un punto de vista más general –la contribución
para el bienestar de la población. Freeman no incurre en esa falla: con loable
honestidad intelectual, a pesar de que, como vimos, sea un firme partidario de
la cuantificación de la ciencia, no busca minimizar las dificultades de la tarea,
al mismo tiempo en que insiste en su necesidad19. En el mundo neoliberal de
hoy no es eso lo que ocurre y –de manera muy evidente en Brasil– la subida
en el ranking de los países en cuanto a productores de artículos y patentes se
vuelve el objetivo último de las PCTs –sin que se refleje con respecto a lo que
eso significa realmente para el bienestar de la población. En países periféricos
como el nuestro, algunas de las distorsiones resultantes del uso de medidas
no adecuadas se manifiestan de formas especialmente agudas.20 Exponer tales
distorsiones no obstante ya sería hacer una crítica de las PCTs neoliberales,
lo que no es nuestro objetivo en el presente trabajo.
19
Los pasajes en que Freeman trata la mensurabilidad de la I&D, sirven en verdad como evidencia del carácter
artificial, forzado, de la cuantificación en este dominio. La cuantificación es el lecho de Procosto en el cual la
ciencia es metida para que pueda ser mercantilizada.
20
Cf. “O campeonato mundial da ciência” –El campeonato mundial de la ciencia (Dagnino, 2009).
104 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Concluimos esta sección con algunas observaciones respecto de la
naturaleza de los artículos científicos, desde el punto de vista de la mercadería.
En AN propusimos tres explicaciones para el fenómeno de la cuantificación
de la ciencia. La primera asociaba de manera más directa el fenómeno a la
mercantilización, y así, al neoliberalismo, interpretándolo como un reflejo de la
naturaleza cuantitativa de la mercadería. A la luz de lo que vimos, se percibe
que, aunque no completamente falsa, esa explicación es excesivamente
simplificada. Es simplista, se puede decir, por dar a entender que, en la ciencia
neoliberal, cada quantum de conocimiento científico –cada artículo publicado
en revista especializada– es una mercadería. Pero eso claramente no se
corresponde con la realidad: los investigadores no salen vendiendo sus
artículos así como un cestero vende sus cestos, recibiendo una cantidad de
dinero a cambio por cada uno (al menos por ahora). Aquello que hay de
verdadero en la explicación, por otro lado, permite decir que en la ciencia
neoliberal los artículos son simulacros de mercancía –representaciones de
avances en el conocimiento científico–, cuantificados para permitir que su
producción sea administrada en los moldes capitalistas. Simulacros no
obstante, tan parecidos al original, que tienen implicaciones mercantilizadoras
para muchos otros aspectos de las prácticas de producción del conocimiento
científico, por ejemplo, las actividades de los investigadores. Como se lee en
un artículo que trata centralmente del tópico ahora en discusión,
A su vez, los líderes de los grupos de investigación, más allá de su
“expertise” técnico-científica, actúan cada vez más como hombres de
negocios al gerenciar insumos, productos, personal, recursos humanos,
equipamientos, pero, sobre todo, deben mantener activas las fuentes de
financiamiento para dar continuidad a la supervivencia de su grupo, que
es una forma de mantener su propia supervivencia en el campo.21
Para marcar el contraste entre el carácter mercantil de los artículos en la
ciencia neoliberal, y el que tenían en la CAO, vale la pena recordar el pasaje
de The scientific community en que Hagstrom defiende una concepción de
artículo científico como donación (siendo la donación, una dádiva o presente,
el “otro”, o mejor, uno de los “otros” de la mercancía).
Los manuscritos sometidos a revistas científicas son frecuentemente
llamados “contribuciones”, y son, en verdad, obsequios. Los autores
usualmente no reciben royalties o pagos de ninguna otra naturaleza,
y sus instituciones pueden inclusive tener que colaborar en la
21
“Entre fetichismo e sobrevivência: o artigo científico é uma mercadoria académica?” – “Entre fetichismo y
supervivencia: ¿es el artículo científico una mercadería académica ?” (Castiel y Sanz-Valero, 2007), p. 3046.).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 105
financiación de la publicación [...] En general, la aceptación de un
obsequio por un individuo o una comunidad implica el
reconocimiento del status del donante y la existencia de cierto tipo
de derechos recíprocos. Tales derechos pueden ser el de recibir a
cambio un obsequio del mismo tipo y valor, como en muchos
sistemas económicos primitivos, o el de reconocer ciertos
sentimientos apropiados de gratitud y respeto. En la ciencia, la
aceptación de manuscritos por parte de las revistas establece el
status de científico del donante –en verdad, es sólo por medio de
tales donaciones de obsequios que este status puede ser obtenido–
y a su vez le garantiza prestigio dentro de la comunidad científica.
[...] La organización de la ciencia consiste en el cambio de
reconocimiento social por información. (Hagstrom, 1965, pp. 12-13)
Sobre el carácter de la cuantificación cienciométrica
La segunda explicación ofrecida en AN para la cuantificación de la ciencia
sitúa su origen en el carácter matemático de la propia ciencia. Partiendo de la
premisa de que la ciencia moderna es la única forma genuina de conocimiento
objetivo de la realidad, se concluye que sólo podemos efectivamente conocer
aquello que podemos medir. Para ilustrar ese principio, se cita el famoso
pasaje de Lord Kelvin:
Cuando podemos medir aquello de lo que hablamos, y expresarlo en
números, se sabe algo al respecto; cuando no podemos expresarlo
en números, nuestro conocimiento es pobre e insatisfactorio; puede
ser el comienzo del conocimiento, pero en nuestro pensamiento,
apenas avanzamos en dirección al estadio de la ciencia, sea cual
fuere la cuestión. (Thomson, 1891, p. 73)
De la manera en que las explicaciones son presentadas en AN, se tiene la
impresión de que los hacedores movilizados por ellas actúan de forma
conjunta, simultáneamente. En cierta medida, eso es verdad, pero sólo en lo
que se refiere al régimen de trabajo de los investigadores, como veremos a
continuación. Desde un punto de vista más general la impresión no se
corresponde con la realidad. El impulso cuantificador de la ciencia proveniente
de la propia ciencia, constituye el principio instaurador de la cienciometría,
como observamos en AN22. Lo que faltó tener en cuenta, como procuraremos
22
En portugués se utiliza también el término “cientometría” en lugar de “cienciometría”. Las dos alternativas nos
parecen igualmente satisfactorias; adoptamos “cienciometría” por ser la más utilizada: una consulta al Google
registró 30.800 resultados para “cienciometría”, 8.860 para “cientometría” (acceso en 11/1/2010).
106 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
mostrar en esta sección, fue que la cienciometría surge aún en el período de
la CAO, nada tiene que ver con la mercantilización, pero es después
incorporada por el proceso de cuantificación mercantilizadora que analizamos,
pasando por una metamorfosis que altera su razón de ser.
La fecha de nacimiento de la cienciometría puede ser establecida con
relativa precisión, identificándola con la de la publicación de Little science, big
science (de aquí en adelante, LSBS) de Derek de Solla Price, a saber, 1963.
Aunque algunos autores atribuyan a la cienciometría una doble paternidad, con
Derek Price y Eugene Garfield en el papel de padres23, el propio Garfield –en
el prefacio escrito en colaboración con Robert Merton para la nueva edición,
póstuma, de LSBS– es enfático al conceder enteramente a Price la paternidad:
Aunque la genealogía de la ciencia y el saber se haya superpoblado
un tanto por supuestos fundadores de esta o aquella disciplina, de
esta o aquella especialidad, difícilmente pueda dudarse que con este
libro, y los artículos que vinieron en su camino –nueve de los cuales
han sido incluidos en esta nueva edición– Derek John de Solla Price
asuma su lugar como padre de la cienciometría. (Price, 1986, p.vii)
El impulso de dirigir la visión cuantificadora del mundo de la ciencia a la
propia ciencia, de tornar científico el auto-entendimiento de la ciencia, figura
con gran nitidez en la obra de Price. En el prefacio de LSBS él pregunta: “¿Por
qué no aplicar las herramientas de la ciencia a la propia ciencia?, ¿Por qué no
medir y generalizar, formular hipótesis, y derivar conclusiones?” (p. v); y el
primer capítulo tiene por título “Prólogo a una ciencia de la ciencia”. Y en
Science since Babylon, en el capítulo 8 (donde las ideas clave de LSBS
fueron presentadas de forma preliminar), se lee:
Tal vez sea especialmente perversa la actitud del historiador de la
ciencia al permanecer puramente como historiador, no aplicando los
poderes de la ciencia a los problemas de su propia estructura. Habría
mucho alcance para un ataque científico a los problemas internos de
la propia ciencia, y no obstante, curiosamente, cualquier ataque de
esa naturaleza es visto con mucho escepticismo, y los hombres de
ciencia prefieren, de manera general, hablar como legos sobre los
problemas generales de organización de los cuales la ciencia
actualmente se ve rodeada.24
23
Cf., por ejemplo, Shinn y Ragouet, 2008, p. 44.
Price, 1975, p. 162. Science since Babylon fue publicado por primera vez en 1961. La 2ª edición, que usamos
como referencia, fue ampliada con la inclusión de 3 nuevos capítulos. La cita proviene de uno de los capítulos que
ya constaban en la 1ª edición, reproducido sin alteraciones en la 2ª.
24
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 107
También en ese capítulo –así como en varios otros fragmentos– es exaltado
el impulso cuantificador de la ciencia; por ejemplo, cuando el autor se refiere
al “retorno precioso que se tuvo todas las veces en que los métodos de
medición y tratamiento matemático fueron usados, ya sea en ciencias como la
biología, sea en los dominios de lo humano, como en la economía y en otros
segmentos de lo que ya fue llamado aritmética política.” (Price, 1975, p. 161)
El resultado más importante de las investigaciones estadísticas de Price, lo
que llamó más la atención, fue su tesis sobre el crecimiento exponencial de la
ciencia, no importando la variable tomada como indicador de las dimensiones
de la ciencia es el número de revistas o artículos científicos publicados, el
número de científicos en actividad, etc.25 Price estuvo conciente, desde el
inicio, de la implicación práctica de ese patrón de crecimiento, a saber, el
hecho ineludible de que no puede ser mantenido indefinidamente. En algún
momento el ritmo de crecimiento debe disminuir, y como se puede imaginar,
tal ajuste no se hace sin dificultades. Price no escatima la prescripción de
medidas en el campo de las PCTs en el sentido de administrar, de la mejor
forma posible, el ajuste que se hace necesario.26
Tales medidas, sin embargo, nada tenían de mercantilizadoras, y en verdad,
a los ojos de los liderazgos que promovieron la transformación de la CAO en
ciencia neoliberal, las posiciones defendidas por Price aparecen como
bastante conservadoras. Véase por ejemplo el siguiente pasaje, que, aunque
un tanto largo, optamos por transcribir íntegramente, pues expresa una defensa
muy enfática de las principales concepciones en que se basa el informe Bush.
Aunque no se pueda probar en conclusión que la ciencia sea
directamente aplicada en cualquier momento para generar
tecnología, se debe, a mi modo de ver, confiar en que sin una
tradición viva en la ciencia, no puede haber crecimiento tecnológico.
¿Tenemos realmente que llegar tan bajo, al punto de mentir de nuevo,
sosteniendo que el último, y mayor acelerador, nos ayudará a hacer
cosas útiles? ¿Precisamos apoyar la matemática por su utilidad
directa? No, de forma alguna. Podemos adoptar una política de
ciencia por la ciencia (science-for-science’s-sake), siempre que
25
Price era un maestro en el arte de expresar características cuantitativas de los fenómenos en fórmulas de gran
impacto. Llamando la atención hacia la rapidez del crecimiento de la ciencia, él afirma: “usando cualquier definición
razonable de científico, podemos decir que del 80 al 90 por ciento de todos los científicos que ya vivieron están
vivos hoy”. (LSBS, p.1; cf. también Science since Babylon, p. 176) Lo que llamamos “tesis sobre el crecimiento
exponencial de la ciencia” es presentado por el autor como una “ley empírica del crecimiento de la ciencia”, que
él considera “la ley fundamental de cualquier análisis de la ciencia”. (LSBS, p. 5)
26
Cf. el capítulo final de LSBS, “Political strategy for big scientists”. Ese es también el objetivo principal del libro
de Ziman ya mencionado, Prometheus bound: science in a dynamic steady state (Ziman, 1994).
108 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
tengamos certeza que ésta puede ser justificada por un débil
eslabón, no obstante vital, con la tecnología. Necesitamos la ciencia
para que los tecnólogos puedan desarrollarse inmersos en ella. No
evito el argumento intelectual de que nosotros nos dedicamos a ella
por ser la cosa más difícil y elegante que podemos hacer. Como el
Everest, ella está allí. La cuestión de la justificación sólo se vuelve
importante porque pedimos que la sociedad pague la cuenta,
debiendo por lo tanto haber alguna forma de contrato social. Alguna
razón debe existir para que la sociedad pague; en nuestros templos,
se gasta en eso, se debe descartar aquello. La tradición de la libertas
phillosophandi, la libertad de buscar el saber donde quiera que se
encuentre, está ahora siendo cuestionada de la misma forma en que
fue por los romanos de la Antigüedad, por los revolucionarios
franceses, y más recientemente por la Hungría comunista. Todos
ellos pensaron que podrían tirar a la basura las ciencias inútiles y
pagar sólo por las útiles. Sus civilizaciones y Estados fueron
visiblemente arruinados por esa trágica política. (Price, 1975, p. 131-2)
Freeman dedica varias páginas de EII a la contribución de Price para la
cienciometría. Él expresa cierta reserva en relación a la idea de una ciencia de
la ciencia (p. 350) y, examinándolas con los ojos exigentes de un especialista
en el estudio de las estadísticas económicas, critica con firmeza algunas de las
tesis y correlaciones hechas por Price. Pero finaliza sus comentarios críticos
con la observación:
Tales críticas no son hechas en el sentido de depreciar la importante
contribución hecha por Price a los estudios sociales de la ciencia,
pero a fin de exponer la necesidad de estudios relacionando las
mediciones de “input” y “output”, y refinando sus primeras
generalizaciones heroicas a respecto del output de artículos
científicos (p. 350).
Lo que se observa en los comentarios de Freeman es un movimiento de
incorporación de las contribuciones de la cienciometría, que altera su
naturaleza, reduciéndola de una ciencia de la ciencia, a un instrumento,
teniendo por objetivo permitir que la producción del conocimiento científico
sea administrada en moldes empresariales.
La ofensiva de la evaluación27
La administración de las actividades productivas incluye, naturalmente, la
administración del trabajo en éstas involucrado. Sin embargo, esta faceta es
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 109
suficientemente importante para recibir un tratamiento especial, tanto en
general, como en el caso de la ciencia. Prueba de eso es la existencia de una
línea, el área del conocimiento (de naturaleza esencialmente práctica), que la
tiene como objeto. El objetivo último de la empresa capitalista es la
maximización de la ganancia. Como uno de los hacedores de los que depende
la ganancia es la productividad del trabajo, su maximización se coloca como
objetivo intermedio para la empresa, y objetivo último para la administración del
trabajo. En lo que se refiere a los emprendimientos del Estado, como vimos, el
objetivo no es literalmente la ganancia sino, en el caso que nos interesa, el
crecimiento del PIB, o del bienestar de la población. Por otro lado, de manera
general, sin importar como es precisamente definido, es difícil negar que cuanto
mayor sea la productividad, mayores serán las oportunidades de que el objetivo
sea alcanzado. Y así, todas las estrategias de administración del trabajo –como
las del taylorismo–, usadas en las empresas contemplando la maximización del
lucro, pueden en principio, ser aplicadas también al servicio público, y de hecho
lo son, cada vez más, mientras el neoliberalismo mantenga su hegemonía28.
Ya discutimos la primera explicación para el fenómeno en la tendencia
cuantitativa de la evaluación neoliberal propuesta en AN (la que remite a la
naturaleza cuantitativa de la mercancía), y también la segunda (que remite a la
tendencia cuantificadora de la ciencia moderna). De acuerdo a la tercera y
última, el fenómeno constituye un aspecto de la introducción del taylorismo en
la administración del trabajo de producción del conocimiento científico, o sea,
en las universidades e institutos de investigación no universitarios. Se afirma
que esta tercera explicación, de cierta forma, incorpora las otras dos. Incorpora
la primera porque el taylorismo es parte de la administración, en sentido amplio,
de las actividades productivas, la cual precisa cuantificar para poder
27
Esta secuencia de ofensivas se completa, en ET, con la ofensiva de los DPI (DPI = Derechos de Propiedad
Intelectual, que incluyen las patentes y los derechos de autor). Las cuatro ofensivas constituyen los vectores del
movimiento rumbo a la ciencia neoliberal; son aspectos del proceso de mercantilización de la ciencia promovido
por el neoliberalismo.
28
Esa es también parte de la explicación para el hecho de que Lenin haya sido un entusiasta del taylorismo, que
de hecho fue esencialmente incorporado en las prácticas de administración del trabajo en el socialismo real (cf.
Braverman, 1987, p. 12). En el socialismo real, como se sabe, las unidades productoras no tenían la maximización
de la ganancia como objetivo, pero si el cumplimiento de las metas establecidas por el sistema de planeamiento
central. No por eso el taylorismo deja de ser una manifestación del espíritu del capitalismo. Expresando la visión
de muchos comentaristas (p. exp., Singer, 1998, p. 10ss) en términos de nuestro esquema teórico, puede decirse
que el socialismo real desmercantilizó la economía en la 1ª dimensión (pues la pregunta ¿qué producir? era
respondida no por el mercado, sino por el sistema de planeamiento central); en la 3ª dimensión (pues la distribución
no era hecha por la venta en un mercado capitalista, sujeto a las leyes de la oferta y la demanda); sino en la 2ª
dimensión (pues el trabajo no sólo era formalmente asalariado, sino también administrado al modo capitalista –
sin embargo, por otro lado, no habría un mercado de trabajo, lo que tampoco se puede dejar de tomar en cuenta).
El taylorismo en el socialismo real representó por lo tanto un resquicio de capitalismo y, se puede argumentar, uno
de los actores responsables de su colapso.
110 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
mercantilizar. E incorpora la segunda explicación porque el taylorismo se
presenta como la Administración Científica del trabajo (cf. Taylor, 2006), con
énfasis en el calificativo “científica”, y aunque no en todos los aspectos, pero
en muchos, el sistema realmente involucra principios de la ciencia moderna –
en particular el de la cuantificación. Uno de los aspectos más destacados, y
más conocidos del taylorismo, es en verdad la importancia del papel atribuido
a las mediciones, como en los famosos estudios de tiempo y movimiento (cf.
Taylor, 2006, cap. 46).
La interpretación de los cambios en el régimen de trabajo de los
investigadores, característica de la ciencia neoliberal como introducción del
taylorismo, puede ser denegada por el argumento que el taylorismo ya fue
superado hace mucho tiempo por nuevos sistemas, como el toyotismo, e
innumerables otros. La respuesta consiste en decir que el concepto de
taylorismo presupuesto es el de Braverman, en su clásico Labor and monopoly
capital: the degradation of work in the twentieth century (Braverman, 197429),
a saber, un concepto amplio, que considera el surgimiento del taylorismo como
el episodio más importante en el desarrollo de las formas de administración del
trabajo, a lo largo de la historia del capitalismo, de manera que los nuevos
sistemas son vistos sólo como variantes del taylorismo. En sus palabras:
Es imposible sobrestimar la importancia del movimiento de
administración científica en la conformación de la gran empresa
moderna, y en verdad, en todas las instituciones de la sociedad
capitalista en las que se realizan procesos de trabajo. La popular
concepción de que el taylorismo fue “superado” por las escuelas
posteriores de psicología industrial o “relaciones humanas”, de que
este “fracasó” [...], representa una lamentable lectura equivocada de
la verdadera dinámica del desarrollo de la administración.
El taylorismo domina el mundo de la producción... Si el taylorismo no
existe como una escuela distinta es porque, además del mal olor del
nombre, no es más propiedad de una fracción, ya que sus
enseñanzas fundamentales se han vuelto estructura de toda la
organización del trabajo (Braverman, 1974, pp. 86-87).
Tomando en cuenta las innumerables semejanzas entre la administración
neoliberal del trabajo de investigación y el taylorismo, aún en su forma original,
se puede considerar en un mínimo razonable la interpretación propuesta.
29
La traducción brasileña, “Trabalho e capital monopolista”: a degradação do trabalho no século XX (Braverman,
1987), deja mucho que desear, por eso la referencia es a la edición original en inglés, fuente de la cita a seguir
(entre otras perlas, la versión brasileña traduce “exchange relations” por “intercâmbio de relações”; cf. p. 54).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 111
El proceso de cuantificación de la ciencia resultante de la ofensiva
empresarial, y el resultado de la ofensiva de la evaluación, tienen algo más en
común además del hecho de decir respecto a la administración de la
investigación: ellos comparten esencialmente los mismos datos empíricos, sólo
agregados en niveles diversos. Para simplificar la exposición, vamos a
considerar sólo lo que aún es estimado como el principal producto de la
investigación: el artículo científico, dejando de lado las patentes y otros tipos
de productos cuantificados, como el número de maestros y doctores
graduados. Tenemos entonces en un extremo la cantidad de artículos que cada
investigador publica; en el otro, la cantidad de artículos publicados por todos
los investigadores de cada país, o aún, un escalón arriba, la cantidad referente
a la producción total del mundo. En cada país, la cantidad de artículos es un
parámetro fundamental en la definición, y evaluación, de las directrices más
generales de las PCTs; en el otro extremo, es el principal ítem tenido en cuenta
en la evaluación de la productividad de cada investigador. Entre los dos
extremos, hay toda una serie de niveles: los departamentos, grupos de
investigación, programas de pos-grado, facultades, institutos de investigación,
universidades, regiones y estados, etc. Todo el sistema es asumido como
productivista. Existe así una cadena de transmisión de presiones
productivistas, moviéndose primordialmente de arriba hacia abajo,
comenzando por los organismos internacionales, pero conquistando
progresivamente la adhesión de los actores a los otros niveles, desde rectores
de universidades hasta cada investigador, especialmente los más jóvenes, que,
ingresando ahora en la carrera, nunca vivieron un régimen diferente, y tienden
a ver el productivismo neoliberal como una ley de la naturaleza.
Este trabajo trata fundamentalmente sobre ciencia pero, en lo que se refiere
al taylorismo, no se puede dejar de mencionar el hecho de que la gran mayoría
de los investigadores (de manera general en todo el mundo, en grados
diversos), trabaja en la Universidad, y ejerce la función de profesor, o sea, son
investigadores-docentes. Siendo así, el taylorismo en la academia afecta
también a la educación superior.30
Por otro lado, sistemas de evaluación análogos, e igualmente cuantitativos,
son utilizados también en otros niveles de la educación. Un análisis más
detallado de la evaluación neoliberal en los dominios de la ciencia y la
educación, se desarrolla mejor cuando es hecha en conjunto, y queda para
otra oportunidad.31
30
Una de las críticas que se escucha con frecuencia en los medios académicos de Brasil a los sistemas de
evaluación vigentes es la de que, sobrevalorando la publicación de artículos, se desvalorizan las actividades
docentes, con las previsibles consecuencias nefastas, inclusive para la formación de nuevos investigadores.
112 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Legitimando la evaluación
En una sociedad democrática, todas las prácticas sociales regidas por el
Estado precisan ser legitimadas, o sea, es necesario demostrar que tienen por
objetivo el bien de todos. Eso vale, naturalmente, para las prácticas de
evaluación, todavía más por el impacto que tienen en la vida de los
investigadores, y en las instituciones dedicadas a la investigación. En el
discurso de los defensores de la evaluación neoliberal, se encuentran dos
estrategias principales de legitimación.
La primera, y en cierto sentido la más honesta, es más fiel a los orígenes
históricos de la ofensiva de la evaluación. Esa estrategia reconoce que el
carácter cuantitativo de la evaluación resulta de ésta ser parte de un sistema
cuyo objetivo es hacer que la producción del conocimiento científico sea
organizada en los mismos moldes de las empresas, o sea, insertada en la
economía de mercado. Y ese objetivo, a su vez, se justifica por el principio de
que no hay forma mejor de organizar la vida económica de la sociedad que la del
mercado. Se puede admitir –como hacen hasta sus más fervientes defensores–
que el mercado no es un sistema perfecto. Pero que tales fallas pueden ser
superadas a través de reglamentaciones y otros medios de que el Estado
dispone y, de cualquier manera, fuera del mercado no hay salvación. En lo que
se refiere a los investigadores se suele escuchar también la objeción donde,
estando la producción del conocimiento científico dentro de la economía de
mercado, ellos pasan a ser trabajadores asalariados como cualquier otro, sin
privilegios: si los que trabajan en empresas son sometidos a regímenes
tayloristas, ¿por qué los investigadores merecerían un trato diferente?
No obstante esto, y aún teniendo en cuenta la hegemonía del ideario
neoliberal (ahora un tanto inestable debido a la crisis iniciada a fines de 2008),
tal vez no sea difícil percibir que el poder de convencimiento de esta estrategia
no es de los mayores. Sea como fuere, el hecho es que la estrategia de
legitimación que se encuentra con mucha más frecuencia en el discurso de los
defensores de la evaluación neoliberal, es otra, bien distinta.
Esta segunda estrategia, se asienta en el respetable principio republicano
en el que cualquier individuo, o entidad, pública o privada –en fin, cualquier
persona, física o jurídica– que recibe recursos del Estado debe ser capaz de
dar explicación respecto del uso que de ellos hace. Recursos públicos son
concedidos con objetivos determinados; se trata de mostrar, en función de
31
La traducción brasileña, “Trabalho e capital monopolista”: a degradação do trabalho no século XX (Braverman,
1987), deja mucho que desear, por eso la referencia es a la edición original en inglés, fuente de la cita a seguir
(entre otras perlas, la versión brasileña traduce “exchange relations” por “intercâmbio de relações”; cf. p. 54).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 113
éstos, que los recursos fueron utilizados de manera honesta, eficiente, etc.
Para el investigador, mostrar que hace justicia al salario que recibe, significa
entonces someterse a evaluación.
El poder de convencimiento de esta estrategia es mucho mayor que el de
la primera. Una evidencia de ello es el hecho de que su argumento clave se
encuentra con una frecuencia enorme aún en el discurso de los críticos –más,
o menos radicales– de las formas que asume la evaluación neoliberal. Parece
ser necesario, antes de cualquier crítica, hacer una profesión de fe
reconociendo la validez del argumento, sin el que –éste parece ser el recelo–
el crítico sería visto como un extremista, indigno de ser tomado en serio como
interlocutor.
Lo que esa posición no deja claro es que el dar explicaciones puede asumir
diferentes formas. Hay una forma capitalista: la que transforma el imperativo de
dar explicaciones en el de rendir cuentas –con todo lo que hay de cuantitativo
en el concepto de cuenta (y que está subyacente aún cuando la expresión es
usada en sentido metafórico). Y es en ese pasaje del dar explicaciones al
rendir cuentas, que la estrategia desciende de la ética a la ideología, en el mal
sentido de la palabra. El imperativo del dar explicaciones puede justificar la
evaluación en una forma genérica, no en la forma cuantitativa de la evaluación
neoliberal.
Un signo del carácter ideológico del argumento es el hecho de que,
teniendo como premisa un principio relativamente abstracto, éste torna difícil
explicar por qué la ofensiva de la evaluación ocurrió en un determinado
momento histórico, ni antes ni después. En la primera estrategia, esa
deficiencia no ocurre, ya que la ofensiva de la evaluación es reconocida como
parte del movimiento de ascensión del neoliberalismo.
Para designar la forma capitalista del imperativo de dar explicaciones, se
usa en inglés “accountability”. Se trata de una palabra de difícil traducción
para el español. La idea de cuenta está obviamente contenida en
“accountability”; “accountant” significa “contador”. Así, tal vez una traducción
satisfactoria sea “responsabilidad contable”.
En AN, además de proponer explicaciones para la tendencia cuantitativa de
la evaluación neoliberal, presentamos una crítica al productivismo taylorista de
la cual ella resulta. La crítica se fundamenta en el principio de la
responsabilidad social de la ciencia, la idea de que los científicos, como
individuos y como comunidad, precisan tener claridad sobre el significado
114 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
social de su trabajo, precisan verse también como responsables en común
por las aplicaciones de los resultados de sus investigaciones. El ejercicio de
la responsabilidad social implica una reflexión seria sobre las prácticas
científicas, que sólo puede realizarse cuando hay condiciones institucionales,
y disponibilidad de tiempo y energía para cada científico, individualmente –lo
que no ocurre en el régimen neoliberal de administración–, en que todo el
tiempo y energía es concentrado, directa o indirectamente, en la producción
de artículos. Hay por lo tanto, una incompatibilidad esencial entre el taylorismo
en la academia y la responsabilidad social en la ciencia.
Esas consideraciones sugieren una dirección hacia el objetivo de
caracterizar una forma de evaluación que contemple el imperativo de dar
explicaciones, sin transformarlo en el de rendir cuentas. Es la forma de
evaluación en que la responsabilidad social toma el lugar de la responsabilidad
contable como principio legitimador, o sea, en que se exige del investigador no
que publique “x” o “y” artículos por año, sino que sepa explicar de qué forma
su trabajo contribuye al bien de todos.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 115
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118 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Comentarios sobre el texto de
Marcos Barbosa de Oliveira
Adriana De Simone
Universidad de San Pablo
Resumen
El trabajo tiene por objetivo presentar el proceso de mercantilización de la
ciencia según dos períodos críticos en la historia de la producción científica.
Desarrolla una crítica de las prácticas evaluadoras pautadas en el aspecto
cuantitativo de la producción de los investigadores. Oliveira propone tres
dimensiones económicas del análisis socio-histórico del modelo de
producción científica, como: (1a) “qué producir”, (2a) “cómo producir”, (3a)
“cómo distribuir los bienes producidos”. El período analizado va desde el final
de la Segunda Guerra hasta la actualidad.
Inicialmente, y según dos autores referenciales, la primera fase de este
período fue denominada “fase del paradigma de la posguerra” (Stokes), y la
segunda “fase de la ciencia del estado estacionario” (Ziman), mediadas por
una fase intermedia, considerada crítica, de transición, en los años 70. Oliveira
redefine estas dos fases considerando su intrínseca relación con el desarrollo
del capitalismo, según la denominación de “ciencia de los años de oro” (CAO),
pues depende del desarrollo de los “años de oro” del capitalismo y la “ciencia
neoliberal”, para la segunda fase de la producción científica, coincidente con
la ascensión del neoliberalismo.
En términos generales, en la primera fase, dictada por el “informe
Roosevelt” que determinó la política científica y tecnológica de la época, el
Estado tenía un papel financiador de las investigaciones motivado por su valor
instrumental, o sea, por la posibilidad de su aplicación tecnológica. El informe
caracteriza a la “investigación básica”, o “investigación pura” como aquella
que “resulta en conocimiento general y entendimiento de la naturaleza y sus
leyes”. Ese conocimiento provee los medios para responder a problemas
prácticos, respuesta dada por la “investigación aplicada”. La creencia
subyacente a este período, que, desde mi punto de vista se extiende hasta la
actualidad, es que los avances de la investigación permiten el perfeccionamiento de la condición humana. Sin embargo, los rumbos de la investigación
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 119
concordaban con la comunidad científica, según el interés particular de sus
miembros. Los actores se limitaban a la comunidad seleccionada de
investigadores y al poder de lo casual.
La idea de poder hacer descubrimientos interesantes casualmente y no
poder prever el rumbo y la consecuencia de descubrimientos científicos
(“Principio de la Serendipidad”), fue uno de los argumentos en pos de la
defensa de la autonomía de la comunidad científica. Según Oliveira, tampoco
las aplicaciones tecnológicas dependen necesariamente de los rumbos
dictados por los investigadores originales. Este argumento teórico asociado a
elementos políticos como los “esfuerzos de guerra”, volvió a la ciencia
hegemónica, con un papel determinante en las políticas de investigación en
ciencia y tecnología a escala global, y permitió el triunfo de la ideología
subyacente al informe. El autor concluye este tópico afirmando que la CAO no
es mercantilizada en la primera dimensión, pues a pesar de la divergencia de
posiciones en cuanto a considerarla autónoma, cuando es comparada con la
investigación neoliberal, sus rumbos no eran determinados por el mercado.
La ciencia neoliberal, por otro lado, privilegia a las innovaciones y depende
del mercado. Oliveira considera que la innovación se establece como un
concepto clave en investigaciones de ciencia y tecnología a partir de la
segunda mitad de la década del 90. “Es impresionante en los días de hoy la
presencia del concepto de innovación en un amplio dominio del discurso, y
especialmente en el de las PCTs y la economía”. Su principal autor (Freeman)
defiende los beneficios proporcionados por la innovación, que se diferencia de
la mera “invención”, pues enfatiza explícita o implícitamente la transacción
comercial presente en sus aplicaciones. Fácilmente definida por lo que no es
al revés de lo que sería, la innovación técnica se presenta como aplicaciones
de la ciencia pasibles de ser absorbidas por el mercado, producidas en un
modelo no lineal –el concepto está vinculado a su valor de transacción
comercial y se diferencia de la producción científica de la CAO.
El autor entonces considera que la ciencia neoliberal está mercantilizada en
la primera dimensión, o sea, en cuanto al rumbo de la investigación científica,
y pierde su autonomía en pos de las elecciones dictadas por el mercado. Existe
en el pensamiento de Freeman, un concepto de industria del conocimiento
relacionado con la idea de “industria cultural” (Adorno y Horkheimer), puesto
que da origen a una gran variedad de productos que son la “fuente primordial
de avance económico”. Pero la doctrina del Estado mínimo, subyacente al
ideario neoliberal, que defiende la supremacía del mercado en establecer los
rumbos del desarrollo, no fue aceptada por Freeman. Considerado un crítico
de tal tendencia, pues “(...) los sistemas económicos no son sólo mercados
120 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
(...)” defiende la participación del Estado en la producción de innovaciones. Sin
embargo, según Oliveira, Freeman no resuelve la tensión propia del
neoliberalismo, entre la necesidad de un Estado fuerte y la doctrina del Estado
mínimo y, por el contrario, su doctrina con énfasis en el papel del Estado sólo
compensa las fallas del mercado de promover las innovaciones. Para Oliveira,
Freeman puede ser clasificado como un “neoliberal estadista”, término que el
autor, considera, merece ser profundizado.
La ciencia neoliberal propicia la mercantilización también en la segunda
dimensión (cómo producir), pues sigue el modelo empresarial de medición
cuantitativa de la eficiencia de las actividades de investigación y tecnología. El
objetivo de la investigación es la ganancia, no obstante se considera imposible
medir el impacto de la investigación y tecnología en las ganancias, se crean
medidas que se pueden contar, como innovaciones, artículos científicos
publicados en revistas especializadas y patentes. Lo que es propuesto como
medida por los que formulan las investigaciones en ciencia y tecnología, o sea,
el crecimiento del PBI y lo que debería de hecho ser medido como el bienestar
de la población, es substituido por aquello que se puede medir.
En conclusión, los artículos científicos son clasificados como simulacros de
mercancía, pues representan los avances en la ciencia cuantificados en los
moldes capitalistas y, de hecho, uno de los argumentos que legitima esta
práctica de evaluación es el supuesto beneficio de insertar el conocimiento
científico producido en los moldes empresariales de la economía de mercado.
El modelo taylorista de régimen de trabajo de los investigadores y de
producción de artículos científicos, afecta la producción académica y perjudica
el “ejercicio de la responsabilidad social”, que es substituido por la
“responsabilidad contable”. La publicación sistemática de artículos es exigida,
pues esta cantidad es el número que sirve como parámetro fundamental en la
definición y evaluación de las directrices de la investigación en ciencia y
tecnología.
Oliveira indica el rumbo de su trabajo con la afirmación: “una categoría de
bienes es mercantilizada en la 3ª dimensión cuando su distribución se da por
medio de la venta. En el caso del conocimiento científico y tecnológico, los
Derechos de Propiedad Intelectual (DPI, que incluyen los derechos de autor
y las patentes) constituyen el dispositivo legal que torna posible su compra y
venta. Cuanto más cercado por los DPI, más mercantilizado estará el
conocimiento científico y tecnológico”.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 121
Comentarios
El trabajo de Oliveira tiene relevancia, por aclarar la actual forma de
legitimación de las prácticas de evaluación de la investigación en ciencia y
tecnología, en especial en la universidad. Desde mi punto de vista, el presente
trabajo se muestra también como una crítica a la falta de libertad de los
investigadores, cuando son subyugados por un modelo de conocimiento
hegemónico y por una lógica disciplinaria coercitiva. De hecho, podemos
constatar que hay instaurada una especie de pragmatismo (en el sentido del
énfasis en la utilidad práctica) en la producción y evaluación de la ciencia, pero
también se observa la pérdida de la posibilidad del libre pensar, en diversos
otros campos de la sociedad moderna. Considero que esta progresiva
“idiotización” está relacionada con el “espectáculo” humano mediatizado, con
el cumplimiento robotizado de funciones y con la ideología cientificista,
mentalidad que defiende la eficacia por la eficacia, a cualquier precio. Se
constata entonces, un debilitamiento de la reflexión y los lazos,
proporcionalmente a la masificación de las opiniones.
Sugiero, por lo tanto, que la pérdida de fuerza y la mecanización de
nuestras funciones vitales, con el progresivo empobrecimiento de la propia
sensibilidad y posibilidad de vinculación, está en el proyecto (implícito) de la
ciencia moderna. Ciertamente este proyecto conlleva daños para el hombre y
la naturaleza, o perjuicios para las fuentes de agua potable, energía, oxígeno,
que vuelven a la realidad y nos persiguen en la fantasía. Barasab Nicolescu,
físico rumano, se pregunta: “¿Cómo se explica que cuanto más conocemos de
qué estamos hechos, menos comprendemos quiénes somos? (…); ¿Cómo
se explica que cuanto más sabemos sobre el universo exterior, el sentido de
nuestra vida y nuestra muerte sea dejado de lado, considerado insignificante
y hasta absurdo? (…). La felicidad individual y social, que el cientificismo
prometía, se aleja indefinidamente, como un espejismo.” (Nicolescu, 2000b,
p.01)
El movimiento intelectual de la posguerra, pasando por la experiencia de
mayo del 68 en París, el nacimiento de la contracultura, ya realizaban intentos
por reformular el rumbo al que el hombre estaba sometiéndose. La ciencia en
su valor universal se tornó hegemónica ciertamente con el apoyo de la
mentalidad de una cierta fracción de la sociedad y de fuerzas económicas,
pero ha generado menos satisfacción de lo que se esperaba. En ese sentido,
otro tema importante, relacionado al primero, es la fuerza motriz de la historia.
En el marxismo, el proletariado era el motor de la esperanza de nueva utopía.
En la década del 70, de los intelectuales se esperaba una respuesta al poder
económico y el retomar valores humanistas y existenciales. Horkheimer
122 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
(1936/1983), por ejemplo, afirma que en la filosofía idealista (Fichte) la historia
es la auto-revelación de un ser espiritual; en Hegel, es impulsada por las fases
de un espíritu universal; y, para Dilthey, la historia es impulsada por la naturaleza
universal del hombre.
Se observa, en la actual filosofía de la ciencia, un consenso en presentar
“actores” que accionan en posiciones de decisión y definen qué y cómo se
produce ciencia. Qué ciencia es valorada y producida. Bajo qué fuerzas o
tendencias. La ideología cientificista se oculta como un ideario (colección de
ideas) de soluciones en diversos sectores, con gran poder de seducción y
diversos “actores” a su disposición.
Me remito al artículo en discusión. Según Oliveira, la CAO se mantiene no
mercantilizada en la primera dimensión (qué producir), pues el rumbo de la
investigación no estaba determinado por el mercado. Considero ésta una
cuestión fundamental, pues presupone que en esa época la tecnología era
producida como un proceso neutro, independiente de situaciones concretas
y determinadas. Sin embargo, el propio Principio de la Serendipidad, descrito
por el autor, cuestiona cualquier vaga idea de neutralidad. Aunque sin definir
cuáles son los actores que dictan el rumbo de la investigación, su inserción en
una sociedad capitalista no permite sólo la aplicación no dirigida al mercado.
Además de eso, el modelo empírico-racional-lógico (Morin, 1982/1999) de
investigación de la ciencia, siempre mantuvo relación con diversas formas de
transacción comercial. Así, sugerimos que el actual estado de cosas, o sea, la
mercantilización y tecnologización de la ciencia, se debe a hacedores más
determinantes que la elaboración del concepto de “innovación”. Aún sobre
Freeman, la idea “innovadora” de “industria del conocimiento”, en caso de ser
emparentada al concepto elaborado por la escuela de Frankfurt, de “industria
cultural” (Adorno y Horkheimer, 1944), merece las consideraciones tejidas
desde la década del 30 por la teoría crítica o desde el ascenso en el nacionalsocialismo.
La pregunta que nos cabe, en cuanto psicoanalistas, filósofos, científicos,
es, finalmente, ¿de qué modo podemos vivir psíquicamente y no
mecánicamente, de qué forma encontrar un mundo acogedor, que no se
establezca por relaciones de dominio, o en la objetivación del otro, a ser
manipulado?
Este tema está directamente relacionado con el combate a la hegemonía
del modelo neoliberal de la ciencia, y, por lo tanto, con las fuerzas motrices
actuales de la historia, de las cuales creo, podemos apropiarnos. Para eso,
considero que la primera actitud a tomar, es adoptar la transdisciplinariedad,
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 123
y la crítica a la especialización disciplinaria (“ignorantismo generalizado”, Morin,
1982/1999), que impide la percepción de lo esencial y lo global (fragmentado
en parcelas). El rumbo sería promover un conocimiento que parta de una
noción de hombre interconectado al todo, o sea, de un lugar más rico de
reflexión y concreción. Barasab Nicolescu partiendo de la física cuántica,
justifica la transdisciplinariedad como un nuevo marco conceptual a partir de
tres referencias: los niveles de realidad, la lógica del tercer término incluido y
la complejidad. Afirma que los niveles de realidad en su estructura discontinua
determinan la estructura discontinua del espacio transdisciplinario. Los niveles
de realidad no se excluyen, pero el mayor problema del cientificismo fue
considerar sólo un nivel de realidad, la realidad objetiva. El conocimiento
unitarista producido instituyó la objetividad como criterio supremo de verdad
y tuvo, como consecuencia inevitable, la “objetificación” del sujeto. Éste afirma:
“la muerte del hombre, que anuncia tantas otras muertes, es el precio a pagar
por un conocimiento objetivo. El ser humano se vuelve objeto: objeto de
explotación del hombre por el hombre, objeto de experiencias de ideologías
que se dicen científicas, objeto de estudios científicos para ser disecado,
formalizado y manipulado. El hombre-Dios es un hombre objeto cuya única
salida es autodestruirse. Las dos masacres mundiales de este siglo, sin tomar
en cuenta las innumerables guerras locales que también dejaron incontables
cadáveres, no pasan del preludio de una autodestrucción en escala planetaria.
O, tal vez, de un auto-nacimiento.” (Nicolescu, 2000b, p. 04).
Estamos de acuerdo con Morin (1982/1999) que subraya, en cuanto a la
especificidad de los días de hoy, que entonces existe un conflicto entre lo
“imperativo del conocimiento por el conocimiento, que es el de la ciencia, y el
imperativo de salvaguardar a la humanidad y la dignidad del hombre” (p.132).
Éste sigue afirmando que podría haber un consenso provisorio: “finalmente y
por otro lado, considero que actualmente, estamos condenados a buscar una
moral provisoria. No creo absolutamente en una nueva ética (...) estamos
condenados a compromisos arbitrarios y provisorios.” (Morin, 1982/1999,
p.132) Por otro lado, Morin resalta nuestra responsabilidad por los derechos
del hombre así como por los derechos de la vida, y los derechos de la
naturaleza. “Creo que sólo podemos respetar verdaderamente la vida humana
si respetamos, al máximo, la vida en general (...)” (ídem p. 133).
También, según la premisa de que hay una apertura de calidad afectiva
hacia el mundo, parece ser fundamental que se piense en cómo reavivarla o
desarrollarla. Esta sensibilidad o percepción sensible se relaciona con un
sentido del propio ser y se contrapone claramente al funcionamiento de la
mente orientada por una elección narcisista de objeto. Esta sensibilidad o
capacidad de ser afectado por el ‘Otro’, también difiere de la mente que
124 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
automáticamente detecta relaciones de causa-efecto. Esta forma de raciocinio
analítico, que pronostica determinado fin, es valorada en el siglo XXI y subyace
a la objetificación mecánica del mundo y el hombre individualista, además de
fomentar la competencia “ciega”1 Uno de los problemas actuales, asociado a
la psicología del desarrollo y a la ciencia es la creciente sustitución de una
experiencia real y afectiva de descubrimiento del mundo, por una experiencia
pautada por los medios de comunicación visuales, cada vez más sofisticados,
como el nuevo aparato televisivo 3D. Estos aparatos interfieren en el desarrollo
sensorial basado en la luz natural, el toque, la audición de la naturaleza y de
ambientes abiertos, o sea, perjudica lo sensorial refinado que podría
desarrollarse por si mismo. Además de eso, se debe analizar el contenido de
los juegos electrónicos, como los de guerra y lucha, que sirven como una
catarsis de la agresividad, y no permiten su elaboración. Nueva utopía, o
reapropiación de lo que nos es propio.
En la teoría crítica, el desarrollo de la cultura, como un conjunto de fuerzas
(que incluye campos como hábitos, costumbres, arte, religión y filosofía) es
fundamental en el mantenimiento y disolución de las formas sociales existentes.
El modo de actuar de los hombres no puede ser explicado en base a procesos
meramente económicos, y Horkheimer resalta la importancia de la estructura
psíquica. No obstante, entiendo que su abordaje de lo “psíquico” se refiere a
una lectura limitada de Freud, que considera que la sociedad se constituye
por la interiorización de actos de coacción2 , pero excluye otros elementos
fundamentales, como los lazos emocionales que impregnan la esencia de un
grupo. Su énfasis recae en el carácter, que liga de forma específica las
instancias culturales y educacionales al individuo, y en la mimesis.
Las raíces de la mercantilización pueden ser encontradas en términos
psíquicos en la progresiva “cosificación” del hombre y en términos políticos en
el servilismo de la comunidad científica a la tecnología y su consumo, basado
en la ganancia. Así, tiene hacedor decisivo la mentalidad de la elite formadora
de opinión.
1
Uno de los problemas actuales, asociado a la psicología del desarrollo y a la ciencia es la creciente sustitución
de una experiencia real y afectiva de descubrimiento del mundo, por una experiencia pautada por los medios de
comunicación visuales, cada vez más sofisticados, como el nuevo aparato televisivo 3D. Estos aparatos interfieren
en el desarrollo sensorial basado en la luz natural, el toque, la audición de la naturaleza y de ambientes abiertos,
o sea, perjudica lo sensorial refinado que podría desarrollarse por si mismo. Además de eso, se debe analizar el
contenido de los juegos electrónicos, como los de guerra y lucha, que sirven como una catarsis de la agresividad,
y no permiten su elaboración.
2
En este trabajo (1936) Horkheimer enfatiza la punición de los que violan la orden establecida como predecesora
del miedo, que a su vez cedió lugar al recelo, y éste a la precaución. En los breves períodos de progreso económico,
parte de las funciones que decían respecto a las puniciones se convirtieron en recompensas.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 125
Además de eso, la entificación del ser, en discusión desde los griegos,
puede ser sólo propiedad secundaria de la ciencia moderna, como Heidegger
(2002) apuntó (también a mediados del siglo XX). Éste entiende el proyecto
científico como una voluntad de poder con efecto de dominio de la naturaleza,
por la cual la esencia de la técnica o dimensión técnica de la inserción humana
en la naturaleza, han sido usurpadas y las cosas reducidas a entes ofrecidos
a la dominación del ver. El problema es nuestra familiarización con la
representación de las ciencias naturales y su “legalidad”, cálculo que considera
sólo aquello que es mensurable o cuantificable (Heidegger, 2001).
Adorno (1966) afirma que el historicismo fue la gran amenaza a la ontología
fenomenológica, que entonces insertó el tiempo como condición ontológica
del Dasein. Aún subraya que después del fracaso de los esfuerzos en pro de
una filosofía grande y total, y contra la tesis de la disolución de todas las
construcciones filosóficas en ciencias particulares, la actualidad de la filosofía
se desprende del entrelazamiento histórico de preguntas y respuestas. La
concepción de historia para Adorno en 1966, “no sería como la del lugar de
donde las ideas provienen, se levantan de manera autónoma y vuelven a
desaparecer, y sí que las imágenes históricas serían en sí mismas semejantes
a las ideas, cuya interrelación constituye verdad desprovista de
intencionalidad, en lugar de que la verdad sobrevenga como intención en la
historia” (http://adorno.planetaclix.pt/). A pesar de la importancia de estudios
socio-históricos en la filosofía de la ciencia, por remitirnos al momento
concreto y sus determinaciones económicas (o sea, pueden ser caracterizados
como deterministas), sugiero que el análisis de la investigación en ciencia
parta de una noción de mundo mental y de hombre, y para eso el psicoanálisis
nos parece un buen instrumento. O sea, considero que la ciencia está al
servicio de aquello que nos aproxime a nuestra propia humanidad, y por difícil
que sea definir el campo originario de lo humano, tenemos elementos
suficientes para afirmar, por una crítica histórica del desarrollo de la ciencia,
que el proyecto de la modernidad nos ha alejado de este campo.
Finalmente, cabe la pregunta: ¿la alienación, que en el psicoanálisis
depende de un mecanismo de génesis traumática, puede ser un mecanismo
de control presente en una sociedad que juzga constantemente el ser a partir
de criterios del tener, y el sí-mismo a partir de la diferencia que se establece
frente a otro a ser “perseguido”? Ciertamente, el sistema capitalista prevé el
surgimiento ininterrumpido de nuevas formas de seducción3 y consumo, que
3
En ITm, el texto muestra como percibir claramente cuando una doctrina es “enfermiza”: o deseo desenfrenado
de ganancia, el amor al dinero, raíz de todos los males. Cualquier doctrina que acepte esta práctica, recorre
inevitablemente el camino contrario al evangelio, a la fe y la salvación, pues se fundamenta en una idolatría, que
es generadora de envidia, peleas, blasfemias, corrupción y mentira. (Bíblia Sagrada, ITm, p.1463)
126 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
distancian al hombre de la posibilidad de un encuentro genuino con el otro,
alienan el sí-mismo, y promueven el individualismo. En ese sentido, ¿nos es
constitutiva la delincuencia, creciente en la sociedad actual, o ésta sólo resulta
del ciclo de ilusión-frustración, subyacente al sistema capitalista?
Además de la seducción propia del capitalismo, pienso que hubo, como
consecuencia de la segunda guerra mundial, un sentimiento nihilista y de
inseguridad en relación al propio poder destructivo del hombre, que aún está
presente. De hecho, una guerra incluye, además de pérdidas materiales,
pérdida de ideales y de la propia creencia del hombre en la posibilidad de vivir
en paz y alcanzar la felicidad. Morin afirma: “un estadista francés dijo durante
la primera guerra: “la guerra es un proceso demasiado serio para ser dejado
en manos de los militares” (Morin, 1982/1999, p. 133). Morin completa: “la
ciencia es un proceso demasiado serio para ser dejado sólo en manos de los
científicos” Y por fin, afirma que “la ciencia se tornó muy peligrosa para ser
dejada en manos de los hombres de Estado. Dicho de otra forma, la ciencia
pasó a ser un problema cívico, un problema de los ciudadanos (...) lo que
podemos hacer es una recopilación de los problemas, formular las
contradicciones, proponer una moral provisoria” (ídem, p. 133).
Tenemos posibilidad de desarrollar una sociedad en la cual prevalezca el
pensamiento que considera la alteridad y los derechos humanos que deberían
legitimarla. Sin embargo, es propio del humano el aniquilamiento y la sumisión
del otro, por los mecanismos que estén a su alcance. En caso de que ese
problema fuera considerado por la ciencia podríamos revertir el rumbo al cual
nos sometimos, o sea, podríamos tener de hecho una ciencia en pro del
bienestar y la vida, y no en pro de la alienación y la muerte. Pues vivimos un
descontento social en los países en desarrollo y en países ricos, y nuevas
formas de control como la xenofobia o el prejuicio y la intolerancia hacia lo
diferente, comparten una misma idea de manipulación.
En términos de lo colectivo, aceptamos la acepción de Emmanuel Levinas
(2008), filósofo fenomenólogo, según la cual hay una relación originaria de
responsabilidad entre los hombres, o entre Yo y el Otro, pautada en la
heterogeneidad radical del Otro. Para Levinas la relación basada en el poder
adviene de la identificación del Yo con un Otro que pierde su imagen propia.
El Yo imbuido de la meta del Mismo se apodera en un acto de poder de todo
lo que se encuentra a su alrededor, transforma lo diferente o extraño en lo
familiar, y la alteridad del Otro se descompone neutralizada (Levinas, 2008).
La libertad, para Espinosa (Chaui, 2003), alcanza su máximo esplendor en
el ejercicio pleno de la razón, diferente de una concepción de libre albedrío
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 127
donde prevalece la elección contingente entre alternativas posibles. Su
libertad está en el ejercicio pleno de la razón y el actuar según la necesidad
de su naturaleza. Según Espinosa, el estado de Naturaleza por ser física de los
cuerpos y lógica de los afectos es pura relación de fuerzas. La marca del
estado de Naturaleza es su imposibilidad de generar el esfuerzo de
conservación en el ser, en cuanto fuerza más potente y contraria al derecho
natural aislado, desencadenando la lógica de los afectos. En el estado de
Naturaleza no hay justicia, pues los más fuertes subyugan a los más débiles.
Es en medio de la propia acción, en base a la razón y por fortalecimiento
de aquello que los hombres comparten naturalmente, que reside el aumento
de la vida y la libertad de cada uno.
Consideramos aún que la idea de inconciente permite que se investigue y
se lidie con elementos influyentes en nuestras elecciones y, por lo tanto,
permite un control mayor de los rumbos de la investigación en la ciencia y de
sus riesgos. Mecanismos constitutivos del sujeto, basados en lo desconocido,
en los deseos inconcientes lo expulsan, por así decir, del centro de su vida.
Freud incluye la pulsión de muerte, entendida en psicoanálisis como
indiferencia, separación de los vínculos y agresividad como propia, intrínseca
a lo humano, pero no inmune al control. Es la fuente mayor del nihilismo, de la
alienación y se relaciona con la desapropiación del deseo propio. André Green
(1990) define la “pulsión de muerte” como resultado del fracaso en la
búsqueda del objeto de la pulsión, con la resultante tendencia a la descarga
y desobjetalización. Horkheimer y Adorno (cuando discuten el ascenso del
nacional-socialismo) proveen una lectura que también incluye el concepto de
pulsión de muerte. Afirman un impulso mimético en favor de la civilización en
una sociedad totalmente administrada, donde la razón perdió su potencial
crítico. No obstante, la mimesis no lleva a la realización plena de las
potencialidades humanas y permanece como fuerza destructiva, regresiva,
distorsionada, que en lenguaje freudiano puede ser entendida como pulsión de
muerte o la disolución/regresión del Yo en un estadio inferior. En lugar de
reconciliarse corporalmente con la naturaleza, el Yo, que de ella se había
alejado, sucumbe a la lógica del mismo, lo que significa la pérdida de la
individualidad y de la unidad del Yo (“Nicht-mehr-man-selbst-Sein”). No hay
más devenir, “venir a ser”, y el individuo diluido en el establishment formalizado
permanece como un sujeto escindido, incapaz de identificar la alteridad.
Sin embargo, son dos los principios que rigen el funcionamiento mental: la
llamada ‘pulsión de muerte’ versus la ‘pulsión de vida’. El amor actúa como
hacedor civilizador (Freud, 1921), en el sentido de transformar egoísmo en
altruismo, y constituye lazos emocionales entre los miembros de un grupo.
128 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Otro elemento importantes en defensa del “deseable común” y los rumbos de
la investigación en la universidad, es nuestro propio pensar creativo.
El interés de Freud (1921) es definir la naturaleza de los lazos del grupo,
que involucra distintos grados del estado de amar y ser amado, siendo que
este sentimiento se relaciona con la identificación. La identificación revela
aquel que nos gustaría ser –y difiere de la mimesis y de la elección objetal de
tipo sexual– o aquel que nos gustaría tener: “Podemos sólo ver que la
identificación se esfuerza por moldear al propio ego de la persona según el
aspecto de aquel que fue tomado como modelo.” (1921, p.134) “Ya
comenzamos a adivinar que el lazo mutuo existente entre los miembros de un
grupo es de naturaleza de una identificación de ese tipo, basada en una
importante calidad emocional común, y podemos sospechar que esa calidad
común reside en la naturaleza del lazo con el líder.” (ídem). Bion (1975)
profundiza el estudio de la mentalidad de grupo y sus premisas, además de
cuestiones pertinentes a la formación del líder, temas que desgraciadamente
no caben en esta breve discusión.
Considero que un buen investigador, al asumir un liderazgo en pos de la
ciencia, debe producir un conocimiento que parta de niveles diversos de la
realidad, siendo el primero de ellos una noción de hombre, que no puede ser
dejada de lado, por ejemplo por la sociología, la filosofía, o la ciencia empíricoracional. De esa forma el investigador podrá apropiarse de su investigación,
para desarrollar un trabajo útil para la sociedad, pues ésta responderá a la
necesidad del hombre. La ciencia, estaría entonces al servicio de aquello que
nos aproxima a nuestra propia humanidad. Compartir un “deseable” común en
cuanto al valor a ser alcanzado, permite que se constituya un grupo o sociedad
y que se dirija el rumbo de la investigación científica y sus aplicaciones. Antes
de eso, debemos considerarnos sometidos a nuestra propia pulsión, o a la voz
de una ideología científica ciega ante cuestiones humanas relevantes. Parcelas
sociales silenciosas, que no establecen una crítica, comparten un falso
sentimiento de libertad. En este sentido, el conocimiento se presenta a los
moldes del simulacro, o peor, según discursos negociados y vendidos como
verdad.
El deseable-común resulta del poder de la reflexión, del desarrollo de
liderazgos y, por lo tanto, de grupos pautados en el deseo de transformación
además de la creencia de que la historia está en constante cambio. Para esto
es necesario que se esclarezca cuáles son las necesidades materiales, pero,
también, cuáles las necesidades psíquicas humanas (que permanecen, a pesar
del ritmo del desarrollo tecnológico). Podemos identificar las causas de la
enfermedad social, y respetar este conocimiento, adquirido con el esfuerzo de
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 129
la reflexión. Finalmente, tal vez lo más importante, creo que debemos
desarrollar la compasión auténtica y la sensibilidad, necesarias para que esta
transformación tenga lugar.
De hecho, la evaluación de la investigación en ciencia basada en un análisis
meramente cuantitativo es un pensamiento simplificador, que se fundamenta
en el cientificismo y la objetificación del “conocimiento”. Desalienta la actividad
docente y la constitución de un conocimiento que incluya diversos niveles de
realidad, según un modelo transdisciplinario. En conclusión, propicia la
apropiación indebida y la competencia predatoria, desventajosa para todos
los involucrados, además de promover un exceso de información, que parte de
una noción (implícita) equivocada de hombre.
130 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Referencias Bibliográficas
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Adorno, T. W. e Horkheimer, M. (1944), A industria cultural: o esclarecimento
como mistificacão das perosas.
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Imago, Rio de Janeiro.
Chaui M. (2003), Política en Espinosa, Companhia das Letras, San Pablo.
Freud, S. (2004), Escritos sobre a psicologia do inconsciente, volumen I:
1911-1915, L. A. Hanns (coord. da trad.), Imago, Rio de Janeiro.
_______ (1911) “Formulações sobre dois principios do acontecer psíquico”,
op. cit, pp. 6377.
Freud S. (2007), Escritos sobre a psicologia do inconsciente, volumen III:
1923-1938, A. Hanns (coord. da trad.), Imago, Rio de Janeiro.
_______ (1921), “Psicologia das massas análise do Eu”, pp. 91-169.
Green, A. (1990), Conferências Brasileiras – metapsicologia dos limites,
Imago, Rio de Janeiro.
Heidegger, M. (2002), “A questão da técnica”, en: Ensaios e Conferências,
E. Carneiro Leão et. al. (trad.), Vozes, Petrópolis.
______ (2001), Seminário de Zollikon, M. Bloss (ed.), Vozes, Petrópolis.
Horkheimer, M. (1936/1983), Estudios sobre autoridade e família, Materiais
Críticlos, Lisboa.
Levinas, E. (2008), De Deus que vem à ideia, Vozes, Petrópolis.
Morin, E. (1999), Ciência com consciência. Bertrand Brasil, Rio de Janeiro.
Nicolescu, B. (2000a), Educação e transdisciplinaridade, UNESCO, Brasília.
___________ (2000b), O manifesto da Transdisciplinaridade, Hugin Edichores,
Portugal.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 131
Las diversas culturas y las prácticas de la ciencia
Hugh Lacey
Swarthmore College - Universidad de San Pablo
1. La cultura, la agencia humana y el bienestar humano1
Los seres humanos son agentes, seres corporales y sociales que se
relacionan con la naturaleza, los artefactos y otros seres humanos de maneras
que reflejan sus deseos, sus valores, sus creencias de lo que es posible y
deseable, sus capacidades corporales y sus posiciones histórico-sociales. La
agencia es correctamente ejercida cuando la persona asume la
responsabilidad por los valores que sostiene, las decisiones que toma en
función de las consideraciones que los informan, los juicios prácticos que
realizan, y las consecuencias de sus acciones. Cómo, y cuán bien sea ejercida,
las maneras específicas en que una persona se relaciona y puede relacionarse,
con la naturaleza, los artefactos y otras personas, se encuentran conectadas
dialécticamente con el entramado social de su vida, con los valores que
encarnan sus instituciones y sus prácticas, las posibilidades que ello permite
e impide y la visión del mundo que cultiva.
La agencia es una dimensión integral del bienestar humano. Como las
dimensiones corporales y sociales del bienestar, podría aumentarse o
disminuirse dependiendo de la presencia de diversas condiciones
–personales, materiales, psicológicas, espirituales, epistémicas, sociales,
económicas– que afectarían cómo uno puede actuar a la luz de sus propios
valores, que son establecidos por sus creencias sobre lo que es posible.
Ejercitada correctamente, la agencia cultivada se integra al bienestar humano
y al de uno mismo. Ésta es una consideración que apoya los propios valores.
Además, existe la cuestión de si es posible –y si tiene valor– ejercer la propia
agencia de una manera compatible con las de los demás sin debilitar su propio
bienestar. No hay una respuesta para esta pregunta sin que uno forme sus
propios valores y creencias dentro de un diálogo con otros individuos; es
probable que la respuesta dependa de si uno cree que su propio bienestar
está esencialmente entrecruzado con el de los demás. Incluso si uno apoyase
este punto de vista, podría ser que lo ideal quedase lejos del reino de lo que
es realmente posible, de modo que el conflicto –en el que las acciones de
1
En otro sitio he elaborado las perspectivas aquí resumidas de los valores, la agencia y el bienestar (Lacey, 1999,
cap. 2; 2008a, cap. 2; Lacey & Schwartz, 1996).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 133
algunos disminuyesen la agencia de los demás– sea inevitable. Sin embargo,
el apoyo a esta perspectiva significa que el lugar para el diálogo no estaría
cerrado ni prematura ni permanentemente, y que lo eficaz no estaría
racionalmente exento de considerar los impactos en el bienestar de otros por
actuar según los valores a los que adhiere.2
Las variaciones culturales del entramado social –históricas, geográficas,
de clase, etc.– parecen garantizar que sola raras veces las personas explicitan
que valoran el cultivo de la agencia de cada individuo y de un modo universal.3
Estas variaciones incluyen las de las diferentes perspectivas valorativas
mantenida a lo largo del tiempo y en las visiones del mundo que los acompaña.
Una visión del mundo expresa las presuposiciones de una perspectiva
valorativa; expresa opiniones sobre la naturaleza y sus posibilidades, los ideales
de la naturaleza humana, el bienestar y el progreso humano, y mantiene las
categorías que permitirían que una persona entienda los objetivos y límites de
una aspiración razonable (Lacey, 2009a). El modo en que se cultiva la agencia
varía con cada cultura, pudiendo decirse lo mismo de las concepciones sobre
la relación entre la agencia cultivada y el bienestar humano. Hay diversas
culturas4 que forman distintos estilos de vida –distintas maneras de interacción
entre la gente y los artefactos, los objetos naturales y el ambiente y (en ciertas
culturas) con otra clase de seres (los espíritus, los dioses, Dios)– en que
distintos atributos humanos son valorados, y cultivados por como están
considerados en la expresión de la naturaleza humana y la contribución al
bienestar humano.
2
Quien tiene la agencia bien cultivada manifiesta la individualidad, pero no deberían relacionarse con “los individuos”
de la “teoría de decisiones racionales,” quienes actúan según los cálculos que incluyen sus preferencias (utilidades)
y probabilidades de resultados, o con los consumidores contentos y saludables, los que las publicidades proponen
para que nosotros emulemos. “Los individuos” surgen de un tipo específico de entramado social, y es más evidente
hoy por estar estructurado por las instituciones y prácticas del neoliberalismo, lo cual notoriamente no provee las
condiciones para que todos puedan cultivar bien sus agencias.
3
Poca gente, aunque sus acciones no lo reflejen, niega el valor prima facie de contribuir al bienestar de cada
individuo universalmente, donde el bienestar se considera un bienestar corporal (y tal vez psicológico). El rol de la
agencia bien ejercitada para el bienestar incluye su vínculo con valores variables a los que se adhiere de modo
reflexivo; sin embargo, no se comprende bien ni considerablemente. Esto explica parcialmente por qué los objetivos
de los movimientos de emancipación popular (especialmente los movimientos “extranjeros”) se entienden muy
poco dentro de una cultura que cultiva el neoliberalismo, y por qué están ignorados o suprimidos dentro de estas
culturas. Nótese que el mantenimiento de un valor puede ser profundamente arraigado en una tradición cultural.
Pero que sea tan arraigado no es per se una razón convincente para mantenerlo. El mantenimiento de un valor
debe ser abierto a la crítica en el diálogo referido dentro de este texto, pero los decoros de la crítica (los cuales
pueden ser refutados) no niegan la importancia de la aprobación reflexiva de sus valores.
4
Esta conferencia conmemora el 50º aniversario de la publicación de The Two Cultures and the Scientific
Revolución por C.P. Snow (Snow, 1959). Mi uso de “cultura” es claramente muy distinto al modo en que lo utiliza
Snow. Quiero identificar las influencias culturales en la ciencia moderna –no si los científicos pueden constituir una
cultura– y qué posibilidades podrían ser abiertas a la ciencia si se refutan estas influencias.
134 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Sostengo que el propio horizonte, contra el que se deben evaluar todas
las prácticas humanas, incluyendo la ciencia, es el modo en que contribuyen
al bienestar de cada individuo universalmente, incluyendo las generaciones
del futuro (Lacey, 2008c). El bienestar de las personas no podría estar
separado de poder expresar en sus vidas los valores que han apoyado de
manera reflexiva en sus entornos culturales locales. Este ideal tiene que ser
interpretado de una manera en que sea sensible a la diversidad de los valores
culturales y la conciencia de quienes son las personas que sostienen los
diferentes valores. Las consecuencias sobre las actividades científicas son de
gran alcance.
2. La ciencia y la cultura
La tradición de la ciencia moderna (sus objetivos y sus ideales explicativos,
los tipos de fenómeno que considera significativos y la alta prioridad para
realizar investigaciones, los tipos de teorías y las hipótesis que propone para
ensayar, sus vínculos con la tecnología, sus metodologías privilegiadas, los
estándares epistémicos que destaca) refleja un fondo cultural particular. Sin
embargo, sus propios intérpretes (por ejemplo, C. P. Snow), tienden a
minimizar este hecho; ellos consideran que los resultados científicamente
establecidos racionalmente requieren que todos adhieran a ellos; como así
también un compromiso en las prácticas de adquirir conocimiento científico
necesario para el “desarrollo,” produciendo un estado general en que se
satisfagan las necesidades materiales básicas de todos los seres humanos. En
su opinión, la ciencia moderna –sin importar la especificidad de sus orígenes
culturales– representa un valor universal; la ciencia sirve (o podría servir) para
el bien de toda la especie humana. Por lo tanto, Snow habla de una “corriente
moral allí en el seno de la propia ciencia” (Snow, 1959, p. 13). Tiene que estar
encauzada apropiadamente, por supuesto, para que el potencial destructivo
que también está allí (su alianza con los desarrollos militares) no la aplaste.
Pero Snow tiene confianza en las virtudes morales básicas de los científicos.5
Ellos “tienen el futuro [¡un mejor futuro!] en sus huesos.” (Idem, p. 10); sus
prácticas los hacen sensibles para reclutar las necesidades de los
empobrecidos del mundo y actuar en contra de las fuerzas totalitarias.6
2.1 La objetividad y la inclusión
La idea de que la ciencia representa un valor universal se ha dicho de
5
Snow hace una lista de las virtudes de los científicos: curiosidad, atención a los detalles, perseverancia, veracidad,
escepticismo, humildad valiente, comunidad y también impaciencia optimista: “Están inclinados a ser impacientes
para ver si se puede hacer algo e inclinados a pensar que sí se puede hacer, hasta que se pruebe lo contrario”
(Snow, 1959, p. 7).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 135
muchas maneras diferentes, pero parece que hay dos componentes
principales (cada uno con varias formulaciones en competencia):7
1.La objetividad: El conocimiento científico bien establecido tiene algo para
decirnos: simplemente, quien actúa deliberadamente informado por las
creencias refutadas por los desarrollos científicos, puede considerarse
irracional. La base de la objetividad estriba en determinar las afirmaciones
cognitivas y las teorías en que se expresan, a la luz de la evidencia
empírica disponible, de modo que se cumplan estándares de adecuación
y criterios cognitivos (como la adecuación empírica y el poder explicativo)
más allá de cualquier contenido de valor ético o social. El criterio de la
evaluación está exento de factores culturalmente específicos y, por eso,
no hay ninguna razón sólida de que se encuentre basada en la cultura
para cuestionar el conocimiento científico establecido de manera objetiva.
2.La inclusión: (imparcialidad, no-favoritismo, neutralidad) El conocimiento
científico es uno de los “bienes” de la especie humana. En principio, se
podría usar (su aplicación) –de forma más o menos imparcial– para informar
los proyectos ligados a intereses que representan algún valor viable basado
en la cultura. Esto indica: (a) que cada artículo del conocimiento científico
establecido podría ser utilizado de cierta manera; (b) que de la reserva del
conocimiento establecido, cualquier interés puede elegir un elemento que
le sirva; (c) que la acumulación continua del conocimiento científico
permitiría a cada vez más intereses servirse de su aplicación.8
Para los intérpretes de la tradición científica, la objetividad y la inclusión
son valores o ideales de las prácticas científicas. Mientras no reconozcan que
es un hecho que todos los resultados científicos aprobados están de acuerdo
6
“El futuro en sus huesos” es una metáfora ambigua. Vincent Buckley (un poeta australiano y crítico literario) se
burló de esta metáfora: “[Esta declaración de Snow sobre los científicos] hace que las cosas sean más difíciles
para los demás; porque, en el mejor de los casos nosotros simplemente tenemos el futuro en nuestras mentes y
corazones” (Buckley, 1962, p. 107). Si está “en sus huesos,” los científicos no tienen que pensar ni sentir el futuro,
ni discutir sus planes y resultados para los que están construyendo un mejor futuro. La metáfora de los
“huesos”captura bien esa seguridad que expresa Snow –inflexible, no responsivo al diálogo con la consideración
de los valores culturales de la gente cuya vida va a ser “mejorada” por los resultados de la ciencia. Snow
aparentemente no necesitaba contacto directo con la gente pobre para saber qué deseaban y valoraban– por
cierto en su escritura, aunque describe los sufrimientos con mucho sentimiento de sus progenitores empobrecidos,
no muestra evidencia de una participación real con la gente en los países empobrecidos, y no parece estar de
acuerdo con que la ciencia y la tecnología han ayudado a los poderes imperiales y comerciales que suprimieron
a esta gente y diezmaron sus culturas. Snow se sintió muy cómodo recorriendo “los pasillos de poder” pero allí no
se encuentra la gente pobre.
7
Estas y otras ideas relacionadas, a veces con terminología distinta, se elaboran en los trabajos de Lacey (1999;
2005a; 2008a; 2010). Algunos de los detalles importantes no están incluidos en el resumen de caracterizaciones
que se introduce en este texto.
136 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
con la objetividad y ciertamente no con la inclusión, ellos van a mantener que
la trayectoria de la tradición está más cerca de la manifestación completa de
estos ideales en las prácticas e instituciones científicas; y, en la medida en
que la trayectoria real no siga esta dirección, podría ser justamente criticada.9
Tradicionalmente, este punto es la clave del argumento de la autonomía de
las prácticas científicas y de la idea de que la ciencia se desarrolla según su
propia dinámica sin responder, salvo eventual y temporalmente, a ningún valor
que no sea universal. Está sujeto a escrutinio empírico si la trayectoria de la
tradición científica se orienta en la dirección de estar más de acuerdo con estos
ideales y, si no, si es posible dirigir las prácticas científicas actuales hacia una
dirección nueva en que sean más coherentes con los ideales. Si no es posible,
la propuesta de que la ciencia representa un valor universal tendría que ser
8
La neutralidad es un término mucho más usado: la ciencia es neutral, es del interés de todos, no importa sus
perspectivas de valor, y –considerado en conjunto– no sirven los intereses de algunas perspectivas de valor a
expensas de los de otras perspectivas. Pero, por lo general, las adherencias de neutralidad de valor no están
acompañados por una reflexión adecuada de la naturaleza de los valores, y los críticos de la neutralidad
generalmente están contentos con señalar los hechos obvios de que claramente no todos los artículos del
conocimiento científico pueden ser utilizados para servir todas las perspectivas de valor viables, así que no se
puede sostener la interpretación (a). No creo que la neutralidad, (b) y (c), pueda o deba ser descartada tan
fácilmente. Con la inclusión, estoy tratando de conseguir una nueva versión de la neutralidad, que ha estado
presente durante la tradición científica moderna y creo que vale la pena defenderlo como un valor de las prácticas
científicas.
El valor que estoy expresando se puede denominar de la integración cultural. Quiero expresar que la neutralidad
trasciende los intereses que abarca un valor viable de base cultural. Esto puede ser contrastado con la integración
individual, lo cual se puede formular por reemplazar los “intereses” en (c) con “individuos.” La integración individual
tiende a ser prometida cuando se identifica la ciencia como tecnociencia al servicio del desarrollo económico
formado por las instituciones del capital y el mercado. Lo que esta promesa llega a ser merece más tiempo y
atención del que puedo ofrecer en este texto (véase Lacey 2005a: cap. 11; 2006a: cap. 6). Sin embargo, el servicio
a los individuos (véase Nota 2) no es lo mismo que fomentar el bienestar de agentes culturalmente ubicados,
para que la fortaleza de la integración individual pueda estar debilitando la integración cultural –ser considerado
como un “individuo” puede implicar dejar su propia identidad cultural, así favorece los intereses del capital y el
mercado a expensas de perspectivas de valor rivales. En este artículo, no se incluye la cuestión de si la ciencia
contemporánea está avanzando en la incorporación de la integración individual (como da por sentado Snow),
porque acá quiero explorar las maneras en que la integración cultural está abierta a más incorporación y por eso,
en este artículo, interpreto la integración en ese sentido. Obviamente, esta no es la última palabra en el asunto.
9
Esto se mantiene aunque uno interprete la inclusión en términos de la inclusión individual (Nota 8). Sería un
asunto para criticar, ej., que la ciencia provee mejor los intereses para los ricos que para los pobres (en, por ejemplo,
la investigación médica). Pero si uno no interpreta la inclusión de esta manera, el vínculo estrecho de la ciencia
con los valores del capital y el mercado no tendría la misma notabilidad crítica – si, en alianza con estos (valores
culturalmente específicos) la integración individual se hace más abarcativa, eso no debería ser una objeción (para
los que aceptan esta interpretación) de la consiguiente debilitación de la integración cultural. Seguramente no
debería ser una objeción si la integración cultural es incapaz de ser más abarcativa. Si todavía es un asunto para
la investigación empírica, creo que hay evidencia prometedora que es capaz de ser más abarcativa (véase Lacey
2005a: cap. 11; 2006a: cap. 6), y en este artículo estoy investigando lo que esto puede significar para la conducta
de la ciencia. La evidencia de la posibilidad de ser más abarcativo sólo se puede obtener si se realiza la
investigación apropiada.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 137
revisada. Actualmente, puede ser que este repaso no sea muy polémico en
realidad –por lo menos con respecto a la inclusión, más allá de la objetividad–
porque actualmente es usual que el diseño de políticas científicas esté basado
en la presuposición de que el propósito de la investigación científica sea el de
obtener conocimiento fiable que pueda informar la innovación tecno-científica
para el desarrollo económico. Sólo en el caso de que el desarrollo económico,
basado en la innovación tecno-científica, fuese una condición para el bienestar
de cada individuo universalmente (un asunto abierto a la pregunta empírica),
podría aceptarse que tal investigación, bajo este supuesto, sea acorde al ideal
de la inclusión (véase Notas 8 y 9).
A través de la tradición, ambos ideales, en general, parecen atractivos tanto
para los intérpretes empiristas como para los racionalistas. Asimismo, se
supone que los científicos, en general, han apoyado y cultivado las virtudes
necesarias para actuar acorde con ellos. El ideal de la objetividad llegó a ser
visto como expresando aquello que podemos esperar del conocimiento más
fiable, personificando de modo general los estándares epistémicos más altos.
Además, la tradición ha mantenido que el conocimiento objetivo, cuando se
utiliza para informar la acción humana, mejora su eficacia o su utilidad;
específicamente, mejora nuestra capacidad de “controlar” los objetos naturales
y el fenómeno, creando las posibilidades para mejorar la vida de todos (por
ejemplo, controlando las causas de las enfermedades) utilizando fuentes de
energía para reducir la carga de trabajo e innovando en la esfera de la
comunicación y el entretenimiento. Por supuesto, mejorar nuestra capacidad
de controlar también creó el potencial para producir armas destructivas (ésto
es el aspecto negativo de la inclusión). Sin embargo, la tradición mantuvo que
la acumulación progresiva del conocimiento científico produciría un
conocimiento al servicio de todos (véase Notas 8 y 9); “la corriente moral allí
en el seno de la misma ciencia” (Snow) podría ser encauzada temporalmente
en la dirección equivocada, pero no puesta al lado. Las fronteras de la
investigación científica siempre están ampliándose –en principio, según la
tradición mantenida, todo el fenómeno puede ser entendido en el curso de la
investigación sistemática (véase Lacey, 2009a)– esto justifica la promesa de
aumentar progresivamente el reino de la intervención humana eficaz en la
naturaleza en más y más dominios de la vida humana, y proveer conocimiento
fiable para tratar con más y más recursos los males humanos.
2.2 Propuestas rivales –S y S1– para caracterizar las prácticas científicas
La historia recientemente relatada es derribada con ambigüedad, cuando
intentamos caracterizar lo que son las prácticas científicas. Las explicaciones
arriba indicadas sugieren una descripción (S), como la siguiente:
138 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
S: Las prácticas científicas involucran, en primera instancia, a las
investigaciones empíricas sistemáticas llevadas a cabo para generar y
consolidar el conocimiento y aprendizaje de los fenómenos
(i) que están empíricamente basados y representados en teorías
confirmadas y
(ii) que permiten el descubrimiento de fenómenos nuevos y nuevas formas
de generarlos y eliminarlos; como así también la anticipación de las
consecuencias causales, incluyendo aquellas provocadas por la
intervención del ser humano y las posibilidades que puedan producir.
La comprensión que se está buscando:
(i) es la de los dominios de fenómenos que no dejan de expandirse, incluyendo
fenómenos producidos o propuestos en el curso de la experimentación y
medición (que son frecuentemente elaboradas con el objetivo de probar
teorías o informar innovaciones tecno-científicas) – entonces:
(ii) ningún fenómeno de importancia en la vida humana o en la práctica
social, y generalmente ninguna afirmación, es, en principio, excluido del
campo de las investigaciones científicas.
Incluye, en segundo lugar, los esfuerzos para usar el conocimiento científico
con el fin de informar las actividades prácticas (tecnológicas), p.ze., para
aplicar el conocimiento científico, y en ocasiones, directamente para producir
la aplicación tecnológica –u otro tipo de descubrimiento o conocimiento–, o
para anticipar los efectos posibles de las aplicaciones, incluyendo sus efectos
secundarios.
La corriente en la tradición dominante, sin embargo, complementa a S con
un ideal de comprensión particular. Se necesita la investigación científica para
incorporar una metodología particular, que envuelva la utilización de
estrategias10 que (1) obligue a las teorías investigadas –los candidatos bajo
investigación para ser confirmados o no– a representar las estructuras de los
fenómenos subyacentes, los procesos e interacciones en que sus
componentes están involucrados, y las leyes (típicamente en forma
matemática) que las gobiernan; se busca con ello poder representar la
estructura molecular subyacente, los mecanismos fisicoquímicos, y las formas
matemáticas y propiedades cuantificables–; y (2) seleccione los datos
cuantitativos, más datos generalmente obtenidos en el curso de la observación
de operaciones experimentales y de medición, como el tipo de datos
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 139
relevantes que hay que buscar y anotar, con el objetivo de testear
interactivamente las teorías en cuestión. Los fenómenos se consideran
entendidos cuando, bajo una descripción apropiada, están representados en
teorías confirmadas que consideren los límites. Este tipo de representación
involucra la disociación del fenómeno de sus cualidades sensoriales, de sus
contextos ecológicos, humanos y sociales y cualquier posibilidad que podrían
tener en virtud de estar en estos contextos, así como de los vínculos que los
fenómenos tienen con la experiencia, la vida, y los valores humanos: la
comprensión “científica” involucra entender las posibilidades de los fenómenos
sólo en el grado en que están representados como generados, o generables,
a partir de la estructura, los procesos, la interacción y la ley subyacente. Las
metodologías que incorporan estas estrategias descontextualizan los
fenómenos por ignorar sus contextos ecológicos, humanos y sociales y, en el
caso del fenómeno biológico y humano, los reduce a mecanismos
fisicoquímicos y neurales. Las denomino metodologías de enfoque
descontextualizado-reduccionista (el enfoque D-R).
La tradición científica moderna, entonces, tiende a caracterizarse por S1:
además de S, incorpora las estrategias D-R como componentes esenciales de
la metodología “científica” –mientras que, sin este componente adicional, S
caracterizaría a la ciencia para que consista de prácticas de investigación
empírica sistemática que busquen lograr la comprensión del fenómeno, lo cual
podría aportar aplicaciones útiles, donde las estrategias adoptadas fuesen lo
más apropiado dadas las características del objeto que se investiga.
¿Qué estrategia caracteriza mejor a la ciencia, S1 o la más inclusiva S? La
respuesta no se resuelve por lo que parecen ser hechos de la ciencia
establecida: que sus profesionales opten por S1 de manera abrumadora y que
sus instituciones educativas y de investigación estén estructuradas de una
manera que refleja S1. No se resuelve porque la ciencia no sólo es el modo en
cómo se lleva produce y mantiene la ciencia establecida en la actualidad;
también, es el resultado de la tradición que ha suscripto ambos ideales, la
objetividad y la inclusión. Estos valres constituyen la base de la ciencia, como
autoridad social en asuntos epistémicos, una autoridad que los portavoces
científicos continúan reclamando ¿Cuán de acuerdo está la ciencia con tales
ideales, si la consideramos según S1? ¿podría alcanzarse una mayor
concordancia? (No olvidar Notas 8 y 9). Si hay poco acuerdo y si las
10
He discutido en otro sitio (Lacey, 1999; 2005; 2008a; 2010a) que la investigación científica siempre se realiza
bajo una estrategia, y las funciones principales de la estrategia son limitar la clase de teorías aceptables y
seleccionar el tipo de datos empíricos que son pertinentes para considerar las teorías evaluadas cognitivamente.
En estos trabajos he elaborado, a veces usando terminología distinta, el enfoque metodológico D-R (véase también
Lacey 2009b).
140 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
trayectorias actuales no prometen una mejor concordancia, ¿debemos quedarnos
con S1 y obviar uno o ambos ideales? o ¿debemos mantener tales ideales y ver
cómo reinstitucionalizar la ciencia, de acuerdo con S, acercarnos más a ellos?
2.3 La ontología y la metodología
No hay duda de que el enfoque D-R ha sido productivo. Dentro de este
enfoque, muchas teorías de muchos dominios se confirmaron y avanzaron –sin
que hoy pueda percibirse un punto final–, continúan avanzando hacia el
descubrimiento de innumerables posibilidades para el control tecnológico, y
son evaluadas positivamente por la mayoría.11
Además, sin el uso de algunas de las metodologías D-R, ningún fenómeno
puede ser entendido enteramente.
Sin embargo, si sólo se utiliza el enfoque D-R, algunos fenómenos no
podrían ser entendidos adecuadamente, incluyendo:
• Los riesgos: los que denomino riesgos indirectos, por ejemplo, los riesgos
ecológicos y sociales a largo plazo de las innovaciones tecno-científicas;
y no sólo los riesgos, los efectos perjudiciales que se han producidos (por
ejemplo) relacionados con la diversidad cultural y ecológica, p.e., el
deterioro medioambiental, el calentamiento global y el debilitamiento de
la seguridad alimentaria para muchas personas.
• Las redes causales en donde se encuentran los problemas de pobreza, y
en donde los proyectos de aplicación y aumento del conocimiento
científico se llevan a cabo.12
11
No hay razones “de base cultural” para cuestionar la confirmación de muchas teorías que han sido investigadas
dentro del enfoque D-R. Lo que está confirmado, sin embargo, es que la teoría provee un entendimiento de un
dominio particular de fenómenos, o de fenómenos bajo una descripción “descontextualizada.” Aunque muchos de
sus artículos de conocimiento, ej., las causas virales y bacterianas de las enfermedades y sus tratamientos,
representadas en estas teorías, son valoradas positivamente por la mayoría. El hecho de que una teoría se confirme
de esta manera no implica que sea importante, de valor ético o social, o para todas las culturas. Además, la
expansión continua de los dominios de cuyos entendimientos D-R están y estarán disponibles no constituye una
buena razón para mantener que todo los fenómenos puedan ser bien entendidos dentro del enfoque D-R. ¡Quizás,
en los casos importantes, las descripciones culturalmente significativas sean un requisito esencial para obtener
una comprensión adecuada! El éxito del enfoque D-R no implica nada de su éxito potencial de investigaciones
realizadas bajo las estrategias que no se pueden reducir a las que caen dentro de este enfoque. (Véase Lacey,
2005a, parte 1; 2007b; 2009a; 2009b; 2010, parte 1).
12
La tradición científica moderna ve la base de la inclusión en la expansión de la agencia humana de controlar los
objetos naturales y los procesos que se pueden usar para afrontar los problemas de la humanidad, (ej., los
problemas de salud). Pero expandir esta agencia depende de las redes causales, de los problemas y los agentes
que controlan el ejercicio de la agencia. Es un tema empírico si la inclusión puede ser realizada de una manera
más completa, y requiere la investigación de estas redes, investigación que no se puede realizar dentro del enfoque
D-R (Véase Notas 8 y 9).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 141
• Las prácticas alternativas (p.e., en la agricultura, la agro-ecología) que no
se basan fundamentalmente en el uso de las innovaciones tecnocientíficas (como, por ejemplo, la agricultura basada en transgénicos).
• Los fenómenos que no pueden ser reducidos a sus mecanismos
fisicoquímicos subyacentes, p.e., los organismos biológicos, los sistemas
ecológicos, la acción intencional humana y las estructuras sociales.13
Para investigar estos fenómenos –dado el tipo de fenómenos– se deberían
utilizar estrategias metodológicas, marginadas en la ciencia dominante, que
no descontextualicen o compriman.
Dado S1, esta investigación no sería catalogada como “científica”. Para S,
sin embargo, las credenciales “científicas” provienen de la investigación
empírica y llevada a cabo teniendo a la vista el horizonte de la objetividad;
adoptar las estrategias D-R no entra dentro de esta caracterización de la
ciencia. Permite la adopción de otras estrategias; permite el pluralismo
metodológico y la posibilidad de que diferentes tipos de objetos requieran
diferentes estrategias (que utilicen diferentes tipos de categorías), para
obtener un entendimiento adecuado de su naturaleza. S permite la adaptación
de una metodología a las características del objeto de la investigación y no
subordina ontología a metodología. Sin embargo, S no garantiza que la
adopción de otra estrategia particular, no D-R, vaya a ser fructífera, pe., permitir
que teorías confirmadas de dominios específicos de fenómenos sean
obtenidas. Sólo una investigación empírica exitosa podría mostrar esto. Este
fracaso prolongado de la investigación en demostrar la productividad de
algunas estrategias no contempladas por D-R constituiría, sin duda, una razón
para considerar a S como un equivalente de S1 en efectividad. Pero, existen
muchas evidencias de que hay estrategias no contempladas por D-R que son
fructíferas (referencias en Nota 13). Muchas veces, utilizo el caso de la agroecología para ilustrar esto (Lacey 2005a, cap. 5; 10; 2006a, cap. 5; 2010,
cap. 8); se pueden encontrar otros ejemplos en los estudios referidos al medio
ambiente y la ciencia del clima (Lacey & Lacey, 2010) y en los estudios de las
estructuras sociales y la acción intencional humana.
13
Los argumentos detallados para apoyar estas afirmaciones se pueden encontrar en otros sitios: sobre los riesgos:
incluyendo la distinción entre los riesgos directos e indirectos (Lacey, 2005a, cap. 9; 2006a, cap. 4; 2008b; 2010,
cap.10); sobre las alternativas (Lacey, 1999, cap. 8, 9; 2005, cap. 5, 10; 2006a, cap. 5; 2010, cap. 2, 7-9; Lacey &
Lacey, 2010); sobre el contexto causal de las aplicaciones (Lacey 2005a, cap. 5, 8, 11; 2006a, cap. 3, 6); sobre
la acción humana (Lacey, 1999, cap. 2, 9; 2005a, cap. 11; 2008a, cap. 8; 2009a; 2009b; Lacey & Schwartz, 1996);
sobre las estructuras sociales (Lacey, 2005a, cap. 11; 2006a, cap. 6; 2008a, cap. 7, 8).
142 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
2.4 Los aspectos culturales de los fenómenos no pueden ser entendidos
adecuadamente dentro del enfoque D-R
Las estrategias no contempladas por D-R son utilizadas cuando el objeto
de la investigación requiere, para ser descripto y explicado adecuadamente,
categorías que no tienen lugar en las teorías que cumplen con las limitaciones
del enfoque D-R, p.e., cuando se ocupa de los fenómenos que –cuando los
encontramos en la experiencia y la práctica (Lacey, 2009b)– no pueden ser
caracterizados adecuadamente utilizando las categorías D-R. Algunos
ejemplos incluyen la seguridad alimentaria, los agro-ecosistemas sostenibles,
los ambientes deteriorados, la contaminación, el mantenimiento de ciertos
valores éticos y sociales, los riesgos producidos por las innovaciones tecnocientíficas (como commodities o los defensores de los derechos de propiedad
intelectual) incluyendo aquellos que pudieran disminuir la agencia de grupos
relevantes.
Claramente, la importancia de estos fenómenos como objetos para la
investigación es influenciada por valores y se relaciona con factores en la vida
social práctica, con la cultura. Además, las categorías utilizadas para
describirlos tienen connotaciones de valor, y las declamaciones sostenidas
empíricamente respecto de ellos, provocan la toma de decisiones de valor
(ceteris paribus), por ejemplo: la seguridad alimentaria y las condiciones para
generarla y mantenerla son éticamente significativas, y las causas de la
inseguridad alimentaria, que podrían ser conocidas objetivamente como una
consecuencia de la investigación empírica son (ceteris paribus) apropiadas a
enfoques de juicios de valor negativos (Lacey, 2007a, 2008a, cap. 8; Lacey &
Lacey, 2010). Estos resultados, claramente, no son neutrales ni –considerados
aisladamente–, están de acuerdo con la inclusión.
No obstante, en ocasiones, la objetividad puede ser percibida en las
investigaciones que usan estrategias no contempladas por D-R, frecuentemente las exigencias pragmáticas no permiten el tiempo necesario para
producir resultados acordes con la objetividad. Tenemos que tomar una
decisión ahora –p.e., si hay que usar, o no, transgénicos a gran escala–
aunque no dispongamos por el momento de la evidencia para apoyar, de
acuerdo con la objetividad, las principales afirmaciones que legitiman el uso de
transgénicos (p.e., la ausencia de riesgos graves y la ausencia de alternativas
menos riesgosas), ni tampoco para refutarlas (referencias en Nota 13).
Entonces, la pregunta pertinente es: ¿apoya la evidencia disponible el que sea
problablemente cierto –de acuerdo con la objetividad–, que posteriores
estudios empíricos muestren que existían serios riesgos imposibles de
manejar? Si es así, entonces sería (ceteris paribus) incorrecto empezar a
utilizar transgénicos a gran escala. Las respuestas a esta pregunta no podrían
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 143
ser aceptadas sólo de acuerdo con la objetividad; pero cualquier acción o
política ulterior dependera del modo como respondamos esta pregunta (para
aprobar una proposición, P, habría que juzgar si es apropiado –legítimo– actuar
como si P fuera verdadero, al menos por ahora y hasta el momento en que
haya más evidencia disponible: Lacey, 2005b).
Los valores afectan la respuesta que uno elija. El principio de precaución,
que incorpora una serie de valores específicos (véase Nota 18), propone
demorar este uso, a la espera de mayores investigaciones en la determinación
de los riesgos y alternativas. Los agronegocios a gran escala, portadores de
valores diferentes, desean seguir adelante; se orientan principalmente por el
riesgo de no obtener los beneficios esperados de sus inversiones. Sin
embargo, los agronegocios –y sus portavoces científicos–, tienden a afirmar
que no hay evidencia científica sobre riesgos graves. Han realizado un análisis
de riesgos (riesgos directos) usando las metodologías de S1 (véase Nota 13),
y sólo introdujeron al mercado los productos que fueron aprobados; para ellos,
ya se han realizado suficientes investigaciones científicas. En este sentido, su
responsabilidad y compromiso hacia S1 cumple la función de disimular el
hecho de que los valores tienen influencias en la aprobación de que “no hay
riesgos graves”14 para ellos, la evidencia que citan sus adversarios no es
evidencia “científica,” porque la mayor parte de la información se obtiene
usando estrategias que no están de acuerdo con el enfoque D-R, pero que son
“sólo un reflejo de su propia ideología”.
Los agro-ecosistemas sustentables son el objeto principal de la
investigación en la agro-ecología, lo cual representa la manera de cultivar
preferida por muchos movimientos de agricultores pequeños y trabajadores
rurales en los sectores empobrecidos del mundo.15
La cultura apoya la consideración de que los agro-ecosistemas
sustentables tengan tanta importancia. En la investigación agro-ecológica, las
semillas son consideradas como componentes de los agro-ecosistemas que
(siguiendo a Altieri, 1995) son investigados en términos de su rendimiento a
la luz del desideratum: la productividad, la sustentabilidad (la integridad
ecológica y la preservación de la biodiversidad), la salud social, y la fortaleza
de la agencia de la gente local, con la visión de descubrir las condiciones bajo
las cuales podrían o no ser actualizadas en un correcto balance. El contexto,
incluyendo el contexto cultural, es esencial. El rol y el potencial de la semilla en
un agro-ecosistema no pueden ser reducidos a lo que puede entenderse
enfocando en sus estructuras y mecanismos subyacentes –genómicos y
moleculares–, y sus interacciones fisicoquímicas con otros componentes
(descontextualizados) del agro-ecosistema. Los resultados de la biología
molecular podrían aportar a la agro-ecología de diversas maneras, pero la
144 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
biología molecular carece de los recursos conceptuales para tratar con el agroecosistema de un modo integral.
Las investigaciones en la agro-ecología son esencialmente inter y
multidisciplinarias, utilizando no sólo las ciencias biológicas dominantes y
establecidas, sino también en menor medida la ecología, la sociología, la
antropología, la económica, la historia y la ciencia política. Asimismo, utiliza el
conocimiento indígena local y las prácticas tradicionales, con el que
frecuentemente manifiesta continuidad. Requiere utilizar las habilidades de
observación y el conocimiento de los mismos agricultores, quienes típicamente
tienen un conocimiento más completo de los ecosistemas en que trabajan que
los científicos formalmente titulados, y también de sus historias y de sus
prácticas que pueden ser sustentables, además de mantener la biodiversidad.
Por otro lado, son sus valores y sus culturas las que quedan fortalecidas por
las prácticas agro-ecológicas; las investigaciones agro-ecológicas no pueden
ser realizadas sin su participación comprometida. En las investigaciones agroecológicas, no hay una clara división entre el investigador y el agricultor, ni
entre los científicos formalmente titulados y los portadores del conocimiento
tradicional. Esto añade credibilidad a las credenciales científicas de las
investigaciones agro-ecológicas: un argumento que parecerá raro sólo donde
las metodologías de la ciencia han sido identificadas con aquellos que exploran
los mecanismos subyacentes y las leyes del fenómeno en disociación de su
lugar en los agro-ecosistemas. El reconocimiento del rol epistémico de los
agricultores es valorado, no solo porque es necesario para obtener ese tipo de
conocimiento que se busca, sino porque también fortalece sus agencias,
permitiendo que ellos tengan un rol más importante en las prácticas que
forman los contornos de sus vidas.
14
Véase Lacey (2008c) para un resumen de varias maneras en que los valores pueden influenciar las adhesiones
a una hipótesis sobre riesgos. Aquí voy a anotar sólo una de ellas: cuando uno adhiere a que “no hay riesgos”,
también adhiere que “la evidencia que lo confirma es suficientemente fuerte para que no haya que tomar en cuenta
las consecuencias que se podrían producir si en realidad fuera falso”. Esta concesión supone la seriedad ética
sobre las consecuencias potenciales –por ejemplo, si debilitar la seguridad alimentaria a millones de personas
pobres sería una consecuencia– (la evidencia apoyando “no hay riesgo” tiene que ser muy fuerte para justificar
tal aceptación, en comparación, por ejemplo, con una consecuencia como que el color del grano producido sería
diferente). Entonces, el punto no es sólo que, en la ausencia de evidencia clara, uno puede permitir que sus propios
valores resuelven el asunto (por lo que respecta a la acción inmediata). Se defendió este punto hace años por
Rudner (1953); también véase Lacey (2005b), en el cual introduje el término “adherir”, y –para una cuenta
actualizada– Douglas (2009). También es una preocupación central de la ciencia “post-normal” (Funtowicz &
Ravetz, 1992). (S necesita ser parcialmente modificado a la luz de estas consideraciones ¡Pero eso es otra tarea!).
15
La agro-ecología está considerada por estos movimientos como una mejor opción de cultivo de base transgénica.
Con el propósito de ilustrar, uso el caso transgénico/agroecológico, el caso que he considerado más detalladamente
(Lacey, 2005a, parte 2; 2006a). La mayor parte de mi argumento puede ser relacionado con la innovación
tecnocientífica/prácticas alternativas que no se basan en la innovación tecnocientífica (Lacey, 2008b; 2009d).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 145
3. Investigando según la objetividad y la inclusión
Expuse que la investigación, apropiada a los cuatro tipos de fenómeno
catalogados, requiere usar estrategias no-D-R y muestran las siguientes
características:
(i) Los factores culturales influencian lo que se considera importante para
la investigación.
(ii) Los juicios de valor, ocasionalmente, pueden ser obtenidos (ceteris
paribus) de conclusiones empíricamente confirmadas.
(iii) Frecuentemente, no se puede llegar a conclusiones de acuerdo con la
objetividad antes de su pertinencia para decisiones prácticas.
(iv) Los factores culturales están involucrados en los juicios de quienes son los
agentes que tienen que participar en la toma de decisiones epistémicas
sólidas, una de las implicaciones de ello es que una clara línea divisoria
entre la ciencia y el conocimiento indígena estaría siendo arrasada.
Estas características, según los defensores de S1, harían que la ciencia
fuese indistinguible de la simple opinión. Dicen que introduciría a la ciencia en
el mismo tipo de impugnación y relativismo que marca un discurso valorativo,
a diferencia de la situación que prevalecería dentro de “la ciencia real”; pe., en
las investigaciones realizadas dentro del enfoque D-R, donde se logra la
objetividad cuando la investigación es realizada de una manera apropiada y
adecuada; además, las características 1-4, pondrían a la ciencia necesariamente en conflicto con la inclusión. Luego, con la objetividad raras veces
lograda y la inclusión irrealizable, no habría ningún lugar para la autonomía de
la ciencia o para sostener la autoridad general de acuerdo con sus resultados.
La investigación llevada a cabo dentro del enfoque D-R representa el caso
ejemplar para aceptar teorías y hacer juicios de carácter científico que estén
de acuerdo con la objetividad. Esto sugiere que tiene sentido intentar extender
su alcance lo más lejos posible y no descartar a priori que eventualmente
podría ser que abarque todos los fenómenos. Pero no provee una razón para
suponer que, en principio, el enfoque D-R pudiese abarcar todos los
fenómenos, o rechazar completamente las credenciales científicas de intentos
(usando otras estrategias) para entender los fenómenos que actualmente no
puede abordar (Lacey, 2009a, 2009b). De todas formas, los fenómenos
listados (sec. 2.3) no se pueden investigar adecuadamente dentro del enfoque
D-R. Dado esto, ¿existe una buena razón para interpretar la ciencia en términos
de S1, en lugar del más abarcativo S?
146 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
3.1 El enfoque D-R: ¿cuánto está en concordancia con la objetividad y la
inclusión?
Aunque la investigación marcada por S1 ha producido resultados que han
derivado en aplicaciones justamente valoradas de modo positivo por casi todo
el mundo, interpretar la ciencia en términos de S1 no garantiza que la ciencia
responda adecuadamente a los ideales de la objetividad y la inclusión. Para
aclarar este punto, haré algunos comentarios sobre la ciencia contemporánea
y la tecnociencia.16
En primer término, actualmente las tendencias principales de las
investigaciones científicas están estrechamente ligadas con la innovación
tecno-científica, al desarrollo económico y a intereses comerciales. En
segundo lugar, la aplicación del conocimiento científico, en las condiciones
socioeconómicas características de la modernidad, ha contribuido a la crisis
medio-ambiental actual, muchas veces acompañada por la devastación
medioambiental y social; una crisis que amenaza con provocar daños
irreversibles. En tercer lugar, no ha sido una prioridad para la investigación
científica producir el conocimiento que sería adecuado para afrontar esta crisis,
o para anticipar más riesgos que la aplicación del conocimiento científico
podría producir; y, por otra parte, los beneficios del progreso tecno-científico
no han sido distribuidos uniformemente entre los ricos y los pobres (Lacey
2008b; 2008c; 2009c).
Sugiero que parte de la explicación de estos tres fenómenos se debe a
que una gran parte de la ciencia contemporánea, de facto, es guiada por un
principio ético que llamo el Principio de la Legitimidad de la Innovación Tecnocientífico (PLIT): “A pesar de que exista evidencia científica, obtenida en las
investigaciones realizadas bajo las estrategias D-R, de que hay riesgos graves,
es legítimo implementar sin demora aplicaciones eficaces de conocimiento
científico objetivamente confirmado” (Lacey, 2008c; 2009d). Asimismo, PLIT
puede ser relacionado con un imperativo ético: priorizar las “soluciones” tecnocientíficas para los grandes problemas del mundo (por ejemplo, la desnutrición
en los sectores empobrecidos), y considerar como una falta ética cuestionar
el potencial o la legitimidad (y ciertamente la prioridad) de la investigación que
dice que puede encontrar las soluciones17.
Seguir el PLIT no es coherente con la inclusión porque muchas
innovaciones –legitimada por tal principio– han sido cuestionadas por quientes
defienden el principio de precaución (PP): “es obligatorio ser precavidos al
16
Para leer mi caracterización resumida de la técnociencia, véase Lacey (2008c).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 147
introducir innovaciones tecno-científicas por sus riesgos potenciales y, antes
de su real implementación, permitir un período razonable para evaluar otras
investigaciones, ecológicas y sociales y relacionadas con otro tipo de riesgos,
buscar alternativas, y analizar el contexto causal de las aplicaciones
propuestas.18 Teniendo en mente los tres fenómenos mencionados
anteriormente, creo que el PP debería ser reformulado en lo que denomino el
Principio de Responsabilidad en la Conducta Científica (PRCC): “es
irresponsable participar en una investigación (p.e., en la biotecnología o
nanotecnología) que conduzca a innovación, sin que se realice una
investigación rigurosa y sistemática, apropiada y suficiente, para identificar y
valorar los riesgos ecológicos, humanos y sociales a largo plazo, en un marco
de tiempo razonable; y a menos que haya una investigación adecuada sobre
el valor (beneficio) social de implementar tales innovaciones, tomando en
cuenta los beneficios posibles de alternativas y de los factores culturales que
influyen en su apreciación”.
Quienes interpretan la ciencia en términos de S1, sostienen que rechazan
el PP puesto que, al incluir las consideraciones éticas, se entromete con la
autonomía de la ciencia (Lacey, 2006b); otros porque el PP crea obstáculos
para el desarrollo económico. Creo que la segunda es una mejor explicación:
se rechaza el PP ya que choca con el PLIT. Sin embargo, ésta no es una buena
razón para rechazar el PP; la legitimidad de una innovación no se sigue de
confirmada eficacia, incluso valorando a partir de PLIT. La legitimidad depende
de que se haya adherido también a los siguientes afirmaciones: no existe
ningún riesgo grave, no hay ninguna alternativa genuina y (donde la innovación
es ofrecida como una “solución” de algún problema) las condiciones
socioeconómicas de implementarlo son adecuadas para la “solución” efectiva.
Pero la investigación tecno-científica dominante atiende los riesgos indirectos
(véase Nota 13) sólo cuándo no puede evitarlos, y sólo de modo fragmentario;
raramente atiende a las alternativas no informadas por las innovaciones tecnocientíficas; tampoco considera el contexto socioeconómico local de los
problemas y las “soluciones” ofrecidas, excepto las que se relacionan con el
desarrollo económico y otros objetivos comerciales. Esto equivale a dar el PLIT
por sentado; haciendo que esto corresponda fácilmente con la interpretación
17
Nunca he visto este principio y sus actitudes asociadas expuestas explícitamente, pero creo que ellos toman en
cuenta que, en las deliberaciones de política pública, la carga de la prueba siempre se pone en quienes desafían
la legitimidad de la innovación (aunque los recursos financieros raramente se proveen para que esta carga pueda
ser supuesta adecuadamente). Parecen dominar la “cultura científica” de Snow; ¡quizás expresan la perspectiva de
los que “tienen el futuro en sus huesos”! (Véase Nota 21).
18
PP no tiene una formulación definitiva. No voy a defender mi versión aquí (véase Lacey, 2006b). En todas sus
formulaciones, se incorpora un compromiso a los varios valores éticos acerca de los derechos humanos (en el
sentido general de la Declaración Universal de Derechos Humanos), equidad intra e intergeneracional,
responsabilidad medioambiental, desarrollo sustentable y la democracia deliberativa.
148 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
de la ciencia en términos de S1, no reclama la realización de otra investigación
fuera del enfoque D-R.
3.2 El enfoque D-R y los valores del progreso tecnológico19
Dar el PLIT por sentado también es parte de la “corriente moral en el seno
de la misma ciencia” de la que habla Snow. Lo explicaré brevemente.
El conocimiento científico obtenido dentro del enfoque D-R tiende a servir
especialmente a los intereses prácticos que reflejan un punto de vista de valor,
el cual incorpora lo que denomino valores del progreso tecnológico (VPT).
Dentro de estas perspectivas, el alto valor ético y social estaría en expandir el
alcance de la capacidad humana de ejercer control sobre los objetos naturales;
expresado especialmente en las innovaciones tecno-científicas, con
innovaciones que aumentan cada vez más la penetración de tecnologías
(objetos, sistemas, soluciones de problemas), y sobre cada vez más dominios de
la vida moderna (diaria y doméstica), en las experiencias e instituciones, y en la
definición de problemas en términos que permitan soluciones tecno-científicas.
Los VPT también suponen no subordinar el valor de control de los objetos
naturales sistemáticamente a cualquier otro valor ético y social, sino que, al
contrario, suponen la legitimidad prima facie de la implementación de
innovaciones tecno-científicas, incluso admitiendo la necesidad de hacerlo con
un alto costo de disrupción social y medioambiental. Los VPT incorporan el PLIT.
S1 ha sido la interpretación dominante en la tradición establecida a partir
de la científica moderna, en lugar de la más inclusiva S, porque existen
relaciones de refuerzo mútuo entre adoptar las estrategias del enfoque D-R y
mantener los VPT; y es un hecho que los VPT son mantenidos por muchas
personas en sociedades contemporáneas y se encuentran altamente
encarnados en las instituciones económicas y políticas dominantes; son
esenciales para la auto comprensión de nuestra época, y sus supuestos
–véase más abajo– se consideran verdades. Asimismo, su alta representación
en las instituciones dominantes se fortalece hoy por tales relaciones de mutuo
refuerzo que existen entre mantenerlos y sostener los valores del capital y el
mercado (siendo, actualmente las instituciones que personifican estos últimos
los portadores principales de los VPT).
Esto es una explicación para la adopción virtualmente exclusiva de
estrategias D-R en la investigación científica. Subrayaría una justificación por
ello, si hubiese razones convincentes para mantener los VPT. Sostener los
19
Introduzco terminología y supuestas conclusiones que he elaborado en otra oportunidad (Lacey, 1999; 2005a;
2008a; 2010); véase Introducciones a Lacey (2005a) y Lacey (2010) para resúmenes.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 149
VPT, como sostener cualquier conjunto de valores, se vuelve coherente y está
justificado racionalmente apelando a ciertas presuposiciones (Lacey, 1999,
cap. 2; 2008a, cap. 2), las cuales –sugiero– deberían incluir propuestas como
las siguientes (Lacey, 2005a, cap. 1; 2010, cap. 1)20: (a) La constante
innovación tecno-científica expande el potencial humano y provee beneficios
que están disponibles para el conjunto de la gente (vinculada, en las versiones
actuales, a su contribución al desarrollo económico); (b) Se pueden descubrir
soluciones tecno-científicas para la mayoría de los problemas prácticos, en la
medicina, la agricultura, la comunicación, el transporte, la provisión de energía,
etc., incluyendo aquellos producidos por “los efectos secundarios” de las
mismas implementaciones tecno-científicas; (c) Para la mayoría de estos
problemas sólo existen soluciones tecno-científicas; (d) Los valores del progreso
tecnológico representan un conjunto de valores universales; y en la actualidad,
están sostenidos por la mayoría de los habitantes del planeta, al menos por las
personas que han considerado reflexivamente sus valores personales mediante
la participación en el diálogo crítico-informado,21 y deberían ser parte de una
perspectiva valorativa viable hoy en día (no existe hoy otra alternativa viable). La
“corriente moral en el seno de la misma ciencia” parece ser su conexión
dialéctica entre la ciencia y los VPT (lo cual incluye el adherir al PLIT).
Identifico (a) – (d) como los presupuestos de los VPT, porque sería una
contradicción sostener en la práctica los valores de VPT y negar la mayoría de
estas propuestas. Todos están abiertos a la investigación empírica (no dentro
del enfoque D-R, pero en las ciencias histórico-sociales). No obstante, quienes
los mantienen, tienden a no hacerlo en base a la investigación, sino a causa de
que están considerados claramente justificados por el registro histórico. En
realidad, una certeza remarcable se expresa en los supuestos de los VPT,
incluso por quienes insisten que la investigación científica no podría producir
certeza [¡tienen “el futuro en sus huesos”!], tanto como aquellos que
cuestionan tienden a ser rechazados como “anti-ciencia”, “anti-progreso”, o
portadores de alguna agenda éticamente sospechosa. Sin embargo, puesto
20
Las variaciones de estas propuestas son esenciales para la retórica de defender que el apoyo público esté
disponible para los avances tecno-científicos. Los encontramos en las publicidades, los noticieros, los comentarios
editoriales, la retórica de una campaña política, y en las declaraciones de los portavoces de las instituciones
científicas cuando buscan fondos financieros para sus proyectos, ej., investigaciones de células madre, el proyecto
del genoma humano, nanotecnología, y la investigación y desarrollo de los transgénicos. véase Lacey (2005a,
parte 2; 2006a) para la documentación de la retórica en el caso de transgénicos.
21
Snow (1959, p. 7) habla de los científicos “determinados a luchar al lado de sus hombres hermanos,” eficazmente
por mantener estas presuposiciones, y expresa desprecio para ‘los intelectuales literarios’ (la otra –no científica–
“cultura”), quien, según él, rechazan las suposiciones y VPT. Cf. “Los intelectuales, en particular, los intelectuales
literarios son Luddites naturales” (p. 21); “La industrialización es la única esperanza para los pobres, … [y] con
unanimidad singular, en cualquier país en que han tenido la opción, los pobres se han ido de la tierra y han entrado
en las fábricas tan pronto como las fábricas los aceptaron” (pp. 24-25).
150 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
que casi no están sujetos a la investigación, se sostienen dogmáticamente (y
ciertamente no están de acuerdo con los estándares de la objetividad).
3.3 ¿Existe una base no dogmática, culturalmente neutral para privilegiar
al enfoque D-R?
¿Sostener S1 provee una manera de escapar de la crítica que poseen las
cuatro características resumidas al comienzo? Sí, pero sólo si se aceptan
acríticamente los supuestos de los VPT (y el PLIT), y eso sería a costa de
ambas, la objetividad y la inclusión. Al mismo tiempo, si se acepta que estos
presupuestos deberían estar sujetos a investigación, la ciencia podría
articularse de un modo diferente a S1. Entonces, la investigación que podría
confirmarlos –como máximo– podría justificar el privilegio del enfoque D-R
para investigar sobre ciertos fenómenos.22
Sin embargo, tal investigación aún no se ha llevado a cabo, y de hecho hay
evidencia disponible que –por lo menos– hace surgir cuestionamientos sobre
la posibilidad de que tales ideales puedan cumplirse.23
S1 representa una manera de pensar y de practicar la ciencia que refleja
valores culturales específicos; seguirlo presenta amenazas para la objetividad
y ofrece pocas posibilidades de obtener una manifestación plena de la
inclusión. Así, mantener S1 vuelve necesario abandonar los valores de la
tradición científica moderna, y hace que la ciencia sea cada vez más servicial
a los VPT, y a los valores relacionados con priorizar el desarrollo económico.
Las quejas de S1 contra el uso de estrategias múltiples no-D-R, permitidas por
S, es que va en contra de la objetividad y la inclusión.
3.4 El pluralismo metodológico, las diversas culturas, y el mantenimiento
de la objetividad y la inclusión
Sin embargo, puede defenderse la objetividad y la inclusión como ideales de
las prácticas científicas. Seguir el enfoque D-R exclusivamente o adoptar un
sólo tipo de estrategia (por ejemplo, las estrategias agro-ecológicas), no
permitiría la inclusión y provocaría fallas en la objetividad; por las relaciones de
mutuo refuerzo que tienen con perspectivas valorativas particulares. Considero
22
Uno puede restringir el uso del término “ciencia” para la investigación realizada dentro del enfoque D-R –pero
no implicaría que las credenciales epistemológicas eran generalmente superiores a las de la investigación que
justificó su privilegio.
23
Con referencia a (d), ej., los partidarios de PP y los movimientos sociales que favorecen la agro-ecología no
mantienen VPT; el valor del progreso tecnológico es subordinado al valor de mejorar la agencia humana en sus
expresiones culturales diversas (véase Lacey, 2005a, cap. 11; 2006a, cap. 6).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 151
que la mejor manera de interpretar la inclusión es que los intereses formados
por una perspectiva valorativa viable puedan beneficiarse con ciertos
elementos de todo el conjunto del conocimiento científico establecido. Esto es
posible solamente si se acepta el pluralismo de las estrategias, y si los
fenómenos de especial importancia para cada perspectiva valorativa se
investigan adecuadamente (por ejemplo, la innovación tecno-científica si uno
mantiene los VPT; los riesgos ecológicos y sociales prolongados si uno adhiere
al PP; los agro-ecosistemas sustentables si uno mantuviese las perspectivas
de valor de los movimientos sociales populares rurales). Dado que la ciencia
establecida se encuentra dominada e institucionalizada a la luz de S1, en un
contexto en que los VPT se manifiestan cada vez más en conjunto con los
valores conectados al desarrollo económico, con adoptar el PP o las
perspectivas de valor de los movimientos populares y continuar investigando
bajo estrategias adecuadas para los fenómenos de especial importancia para
ellos –también deberían ser investigados por tratar las cuestiones de la
legitimidad de las innovaciones tecno-científicas particulares–. En realidad
sirven también para avanzar hacia una mayor realización de los ideales
tradicionales de la ciencia moderna. Sirven como correctivos o antídotos a la
desviación de estos ideales que marca la ciencia contemporánea.
Este argumento está dirigido a quienes toman en cuenta seriamente los
ideales tradicionales, la objetividad y la inclusión. No tendrá interés para
quienes los rechazan: (a) los que fácilmente aceptan que la ciencia existe con
el fin de fortalecer los VPT o de generar la innovación tecno-científica que
beneficia los intereses del desarrollo económico, o (b) los que, influenciados
por las corrientes de pensamiento posmodernas, ven los ideales simplemente
como reflejo de una ideología. El argumento no presupone que quienes
adopten las estrategias alternativas, concientes de sus vínculos con ciertos
valores culturales, lo hagan para desarrollar ambos ideales. Mi posición es que,
en el contexto actual de la ciencia, afirmar tales ideales no genera una cuestión
contra la búsqueda de estrategias alternativas; al contrario, buscarlas puede
permitir también –de hecho–su completa realización. Me inclino por adherir a
tales ideales, ciertamente la objetividad y también la inclusión; pero aquí no
ofrezco un argumento general para adherir a la inclusión, sino para aumentar
ahora el espacio en que se pueda continuar con las investigaciones científicas,
con fondos adecuados, y bajo una variedad de estrategias. Las investigaciones
realizadas en ese espacio proveerían una amplia gama de perspectivas
valorativas importantes y manifestarían los ideales tradicionales de la ciencia;
actualmente esta gama incluiría los VPT e incluso los valores neoliberales; pero
no en la medida en que estas perspectivas reclaman exclusividad para sí
mismas, sin el genuino consentimiento democrático. Así, las diversas culturas
pueden tener roles que sirven para poner las actividades científicas más en
concordancia con los valores propios de la tradición científica.
152 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
4. Re-instituyendo la ciencia
Con el fin de que la ciencia prosiga según S, a la luz de su compromiso
tanto con la objetividad como con la inclusividad –y en tensión con S1, la
ciencia debería ser reinstitucionalizada (Lacey, 2009ª; 2009b; 2009c). No
tengo una propuesta en blanco y negro para ofrecer, sólo ideas exploratorias
iniciales, y la esperanza que ellas puedan estimular imaginaciones y alentar a
actividades de colaboración –en el curso de las cuales ellas puedan ser
clarificadas, criticadas, superadas, y transformadas– en gran medida como
consecuencia de un diálogo amplio que involucre científicos profesionales,
educadores en ciencia, administradores de las instituciones científicas y
organizaciones, grupos cívicos y políticos, organizaciones populares –
incluyuendo representantes de un amplio rango de perspectivas culturales. En
definitiva, cualquier propuesta aceptable para reinstitucionalizar la ciencia debe
ser vista, por una parte importante de la comunidad científica, como un modo
de abrir nuevas prácticas científicas deseables; debe expandir el espacio en
el cual los científicos pueden comprometerse en actividades en las cuales
puedan expresar sus propias reflexiones y adherir a valores (ver la primera
sección).
4.1 Dificultades frente a la reinstitucionalización de la ciencia: la
importancia de no subestimarlas
No deberían subestimarse las dificultades genuinas que enfrentan los
esfuerzos para incorporar a los científicos en el diálogo que requiere la
adhesión crítica a los aclamados valores guía, la objetividad y la inclusión. El
prestigio de la ciencia, tal como se la lleva a cabo en la actualidad y con apoyo
social, está estrechamente vinculado con interpretar los fenómenos en
términos de S1, en relación dialéctica con los VPT, y el énfasis en que el
objetivo de la investigación debe ser contribuir al desarrollo económico.
En el corto plazo no pueden alcanzarse cambios fundamentales en las
instituciones de la ciencia: quienes controlan los fondos financieros no están
interesados en este tipo de cambio. Tomaría mucho tiempo generar nuevos
tipos de instituciones científicas que pudiesen incorporar adecuadamente a
todos los científicos profesionales titulados. De todas formas, la mayoría de
los científicos se mostrarían reacios a trabajar bajo estrategias no-D-R, cuyas
credenciales “científicas” son cuestionadas por la mayoría de la comunidad, y
para las cuales no han sido bien entrenados; hay poco empleo disponible y
pocos sitios para la publicación y la diseminación de sus resultados; tampoco
hay mucho conocimiento accesible acumulado que actúa como un punto de
partida, las metas de la investigación tienden a ser locales (contextualizadas)
y no universales; además, estas estrategias alternativas competirían por
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 153
recursos de los proyectos a base de D-R, mientras que la acumulación y la
expansión (y el empleo) dentro de estos proyectos se encuentra practicamente
asegurado24. Asimismo, existe una resistencia considerable incluso a realizar
investigaciones bajo estrategias D-R que incorporen el PP (Lacey, 2006b);
pero no es una resistencia total y, en la actualidad es de menor magnitud por
las urgencias vinculadas con el calentamiento global. La currícula vigente ha
sido planeada para que la educación científica prepare a los científicos para
cumplir roles en las instituciones actuales, sin prestar demasiada atención a
cultivar la conciencia crítica de los jóvenes científicos (Lacey, 2009a). Por otra
parte, existen pocos diarios científicos abiertos a publicar el material que esté
fuera de lo establecido.
4.2 Dificultades frente a la reinstitucionalización de la ciencia: la
importancia de no exagerarlas
No deberían exagerarse las dificultades en incorporar a los científicos en el
diálogo necesario. Las instituciones científicas no son monolíticas, hay
numerosos científicos que se muestran abiertos a un diálogo sobre
implicancias axiológicas de largo alcance, y que están incómodos con la
ciencia institucionalizada para que sea subordinada al gobierno u otras
agendas empresariales. Este hecho es ilustrado por el fenómeno, como el
siguiente ejemplo – y hay muchos más. Ha existido una larga tradición de
resistencia, entre los científicos distinguidos, a desafiar a las instituciones
científicas cuando se encuentran subordinadas por las fuerzas armadas o por
una agenda empresarial, y en insistir en que la agenda de la ciencia debería
estar formada por los intereses que sirvan al bien común de toda la especie
humana. Los científicos se han colocado en el centro de la oposición a la
proliferación de armas nucleares (la revista The Bulletin of the Atomic
Scientists se estableció para este propósito). Investigadores médicos
destacados han señalado los conflictos de interés y las amenazas a la
objetividad producidas por las alianzas medico-empresariales. En Brasil,
científicos de renombre y organizaciones científicas se opusieron a la visión de
la ciencia que intentó imponer la dictadura durante los años 1970 y 1980.
Temían que esta visión hubiese arrinconado el desarrollo de la investigación en
Brasil. En Argentina, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva activamente apoya la investigación de tecnologías alternativas que
se pueden desarrollar con la participación local en las comunidades
24
Cf.: “No es solo que los científicos jóvenes sienten que son una parte de una cultura en aumento mientras que
la otra está retirada. También es que, siendo brutal, los científicos jóvenes saben bien que con una licenciatura
indiferente, pueden conseguir un trabajo cómodo, mientras que sus contemporáneos que estudian Historia o
Inglés [y los que participan en la investigación bajo estrategias no DA, o que incorporan PP en sus investigaciones
realizadas bajo las estrategias D-R] van a tener suerte en ganar como mucho el 60%” (Snow, 1959, p. 17).
154 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
empobrecidas. La American Association for the Advancement of Science ha
creado recientemente un sector denominado “La ciencia y los derechos
humanos,” el cual defiende que es un derecho humano disfrutar de los
beneficios del progreso científico (Wyndham, 2009). Hay organizaciones de
científicos comprometidos a practicar la ciencia en función del interés
público.25 En varios países, los científicos han encontrado lugar en las
universidades y en las instituciones de investigación para realizar
investigaciones de alta calidad en áreas como agro-ecología, la cual
explícitamente utiliza estrategias no contempladas por D-R. Y quizás lo más
destacado, organizaciones científicas importantes subrayan casi unánimemente la necesidad urgente de realizar más investigaciones sobre el
calentamiento global, los cambios climáticos que lo acompañan, como así
también sobre las prácticas necesarias para repararlo, a pesar de que no toda
esta investigación se ajuste fácilmente al enfoque D-R. Cuestionar los diseños
institucionales dominantes de la ciencia contemporánea, y buscar maneras o
agendas alternativas para realizar actividades científicas, no carece de aliados
en algunas importantes corrientes de la ciencia establecida.
Sin embargo, las dificultades mencionadas anteriormente, aunque
atenuadas por estas corrientes críticas, continúan existiendo, y la urgencia no
disminuye por el hecho de que se hayan dado algunos pasos para delinear lo
que serían las instituciones científicas trasformadas, y darles vida. Es de la
mayor importancia definir qué tipo de transformación es deseada, y también
especificar quien debería participar en el desarrollo de tal definición –y esto es
un asunto para la deliberación democrática. Los científicos evidentemente
necesitan ser el centro; podemos considerar especialmente a quienes
pertenece a corrientes críticas y a quienes tiende a afirmar los valores
tradicionales de la ciencia. Al mismo tiempo, y en el diálogo con los científicos,
la participación democrática amplia y el margen de error son cruciales: para
que los usos del conocimiento científico y las prioridades de la investigación
sean redireccionados, y que el espacio esté disponible para usar las
estrategias metodológicas que en la actualidad se encuentran marginadas26
De igual manera, para expandir y crear nuevos espacios donde los
investigadores puedan –entre otras cosas– ser receptivos al PP, y donde
algunos puedan comenzar con las aspiraciones, la evaluación de necesidades
y las prácticas de los movimientos sociales e involucrar su participación de
25
Ej., entre muchas otras organizaciones de muchos temas en muchos países, en los EE.UU., The Union of
Concerned Scientists <http://www.ucsusa.org/>, ha sido la fuente de información más fidedigna sobre los riesgos
de usar transgénicos a gran escala; en Inglaterra, Scientists for Global Responsibility,
<http://www.sgr.org.uk/index.html>, ha cuestionado el rol actual de las corporaciones en conexión a la ciencia; y
en India, la All India Peoples Science Network, <http://aipsn.org/>, subvenciona muchos proyectos que quieren
hacer que la ciencia sea relevante a mejorar las vidas de las comunidades pobres.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 155
una manera integral para tomar decisiones sobre los usos del conocimiento
científico y las prioridades de la investigación.27 Las maneras en que se realizan
las investigaciones –los tipos de cuestionamientos que se tratan, el fenómeno
que va a tener prioridad para la investigación y por eso, las estrategias que
van a ser adoptadas en la investigación–, podrían ser determinadas por los
científicos en colaboración con –entre otros– los movimientos sociales,
reflejando de este modo sus valores y experiencias.
Esta propuesta no tiene como objeto negar el espacio para la investigación
que espera conseguir la innovación tecno-científica, o negar que sea
indispensable. El propósito es crear formas institucionales en las que pueda
haber deliberación democrática –involucrando la participación de los
representantes de todos los que experimentan el impacto de la innovación
tecno-científica, como así también quienes tienen propuestas para tratar los
problemas más graves del mundo– sobre órdenes de prioridad apropiados
para la investigación y la distribución de recursos, en respuesta al principio
ético PRCC (ver sec. 3.1) y no limitar las prioridades que se deliberan sobre
los que usan las estrategias D-R.28 Principalmente, esta propuesta busca
permitir la disponibilidad de más recursos que podrían ser utilizados para
examinar el potencial de las alternativas y orientar sus conductas; por ejemplo,
en relación al calentamiento global. También incorpora el PP, el cual sostiene
que los cuestionamientos con respecto a los riesgos, incluyendo los riesgos
provenientes del contexto socioeconómico de las implementaciones y las
alternativas, deberían ser investigados rigurosamente antes de que se
introduzcan socialmente las innovaciones tecno-científicas. Esto pondría de
manifiesto el problema: ¿cómo continuar la investigación científica de una
manera en que la naturaleza sea respetada, sus poderes regenerativos no sean
debilitados, sino restaurados donde fuese posible, y en la que se mejore el
bienestar de cada individuo universalmente? Esta cuestión resonaría bien entre
muchos de los científicos que son parte de las corrientes alternativas
mencionadas anteriormente.
26
A corto plazo, no tiene sentido esperar que se abra alguna plaza en las instituciones científicas para la
investigación sistemática que utiliza estrategias no-D-R. La productividad de estrategias tiene que ser establecida
para que sean dignos de apoyo extensivo. Creo que esto ha sido establecido en los casos de la agro-ecología, la
ciencia climática, y en algunos estudios de riesgo. En general, el caso para la expansión se tiene que basar en el
éxito establecido en las teorías fructíferas que están aceptadas de acuerdo con la objetividad –y es importante
dar pasos rápidos para que se pueda seguir rutinariamente el principio ético PRCC. Además, hay que recordar que
lo que se rechaza es el rol de las estrategias D-R bajo S1 y no su uso en sí mismo.
27
En otro lado, usé un ejemplo de Via Campesina que enfatiza el derecho a la seguridad alimentaria para la gente
pobre, y su argumento de que la soberanía alimentaria –no la dominación corporativa de la agricultura– es la mejor
manera de asegurar y proteger la seguridad alimentaria (Lacey, 2009c).
156 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
4.3 Imaginar la ciencia reinstitucionalizada
Reinstitucionalizar la ciencia requiere tanto del amplio uso de nuestra
imaginación, fertilizada por el diálogo argumentativo de amplio espectro, y
prácticas de colaboración creativa. En esta sección ofrezco algunas ideas iniciales
para imaginar cómo sería una ciencia reinstitucionalizada, especialmente una que
encarne la postura ética, PRCC, que relacioné con la aprobación del PP.29
¿Por qué es tan difícil para los científicos aprobar el PRCC, o al menos
considerarlo? Una razón es que no tenemos un cúmulo de conocimiento
sistemático y en expansión acerca de (1) los riesgos, especialmente los
riesgos indirectos, (2) las alternativas para las prácticas con base en la
innovación tecno-científica, y (3) el contexto causal completo (incluyendo el
contexto socioeconómico) de la innovación tecno-científica y cuando es
implementado para tratar los problemas, el contexto causal socioeconómico
del problema. Se puede explicar esta falta en términos del rol de covertura del
PLIT en la investigación tecno-científica establecida, el cual niega la necesidad
de realizar la investigación necesarias con relación a las responsabilidades
señaladas en PRCC. En la ausencia de tal cúmulo de conocimiento
sistemático, frecuentemente sólo se encuentran disponibles afirmaciones
débiles sobre los riesgos y las alternativas (cf. sec. 2.4), ofreciendo una
resistencia sin fuerza para el juego del PLIT. Luego, cuando son desafiados, los
partidarios de las innovaciones, tales como los transgénicos, pueden afirmar
que “no hay evidencia científica de que existan riesgos graves o alternativas
viables.”30 Puede ser que haya poca evidencia –pero esto depende de que no
han sido realizadas suficientes investigaciones adecuadas sobre este asunto,
al no atenderse a los riesgos indirectos, ni intentar preverlos o de reconocer
sus posibilidades. Éste es un factor importante en la explicación de cómo, pe.
el calentamiento global, el deterioro de la tierra y la disrupción social producida
28
La mayor parte de la discusión que sigue es de las formas de investigación alternativas que no están limitadas
a usar las estrategias D-R. Esto es sólo porque, en contraste a la investigación D-R, lo que implican no es bien
entendido (cf. Nota 26).
Yo sugiero que las instituciones científicas autónomas, que participan en el diálogo democrático, constituyen un
lugar apropiado para tomar decisiones de cómo los fondos financieros deberían ser distribuidos entre las varias
formas de investigación. Esto no significa necesariamente que la investigación que quiere lograr innovación
tecnocientífica vaya a ser reducida; pero sí quiere decir que sería guiada por PP.
29
Mantener PRCC no requiere que los científicos participen en todas las investigaciones relevantes a la legitimidad
de aplicar innovaciones que su investigación pueda informar; obligaría a ellos a ser parte de instituciones y
organizaciones que colectivamente asuman las responsabilidades, o –si las instituciones existentes no las asumen–
participar para transformar las instituciones y lograr que las asuman. Esto es algo que los científicos tienen que
comprender por ellos mismos en el curso de las deliberaciones y discusiones con un público apropiado. Estoy
explorando cómo sería mantener PRCC y cuales condiciones tendrían que ser a punto para hacerlo, y si de ese
modo ofrecerían aporte para las deliberaciones de los científicos.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 157
por las tecnologías de “la revolución verde” podrían ocurrir, aparentemente,
sin haber sido ampliamente previstos. Este hecho da un fuerte impulso para la
adopción del PP –y sugiero también del PRCC–, y hacer los cambios
consecuentes en las prioridades de investigación. Sabemos que con el tiempo
pueden surgir efectos graves e irreversibles que amenazan la vida y la
civilización, como resultado de la implementación de las innovaciones
tecnológicas, bajo las actuales condiciones socioeconómicas. Pero, en
realidad, sabemos muy poco sobre los detalles y los mecanismos.
Un objetivo principal de la investigación de la ciencia reinstitucionalizada
sería obtener este cúmulo de conocimiento sistemático; conseguirlo requeriría
la utilización de diferentes estrategias metodológicas, según los objetos que
sean investigados. Se reconocería que no debería ser una cultura específica
la que domine la ciencia, entendiendo al mismo tiempo que esto no significa
“desculturizar” la ciencia –si esto fuese posible–; por el contrario, se incluirían
roles constructivos para diversas culturas. Habría que tener en cuenta, al
menos, los siguientes puntos principales:
• Seguir la pista de los problemas medioambientales y de salud a largo plazo del
impacto de la innovación tecnológica en los seres humanos, la sociedad, la
cultura, el medio ambiente, a partir de la acumulación de innovaciones
pensadas a corto plazo. Realizar esta evaluación con relación a todas las
dimensiones que se consideren importantes –desde el punto de vista del
conjunto de las perspectivas de valor actualmente mantenidas– para que, entre
otras cosas, el análisis de riesgo disponga de una gran reserva de ejemplos; lo
mismo con las propuestas para resolver los dificultades sociales (por ejemplo,
las enfermedades, podrían tomar en cuenta la gama completa de factores
causales que han provocado y mantenido el problema, para que podamos
evaluar si la solución propuesta trata, o no, con las causas del problema).
• Lo que denomino la cuestión de alternativas. Antes de implementar una
innovación tecno-científica, es necesario realizar investigaciones que se
concentren en las siguientes preguntas: a la luz de los beneficios propuestos
por la innovación, ¿cuál es la gama de alternativas que podría ofrecer beneficios
comparables o “mejores,” no reducidas a priori a las alternativas principalmente
involucradas en la innovación tecno-científica? ¿Cuál de ellas, bajo una visión
de conjunto, representa la mejor alternativa? La investigación relevante tiene
que tomar en cuenta que “la mejor alternativa” podría cambiar dependiendo
del lugar, las culturas y las perspectivas valorativas que se consideren (Lacey,
30
Frecuentemente cuentan con su público para inferir en: “Existe evidencia científica de que no hay ningún riesgo
grave ni alternativas viables”.
158 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
2008b, 2009d). Aplicado al caso de los transgénicos, he considerado la gama
de preguntas de alternativas en estos términos: ¿Qué métodos agrarios –
”convencionales,” transgénicos, u otras alternativas como los métodos
orgánicos, de subsistencia, biodinámicas, agro-ecológicos, sustentables
ecológicamente, de permacultura, el sistema de la intensificación de arroz y
otros adaptados al entorno urbano–, en qué combinaciones y con que
variaciones localmente específicas podrían ser sustentables, relativamente
libres de riesgos graves (incluyendo los riesgos relacionados con las emisión
de gases de efecto invernadero), y suficientemente productivos? ¿Cuándo
están acompañados por métodos de distribución viables, para satisfacer las
necesidades de comida y nutrición del conjunto de los habitantes del planeta
en el futuro inmediato (Lacey 2008b)? La gama de la cuestión de alternativas
debería ser tratada en tantos lugares como fuese posible para poder evaluar los
prospectos de una investigación fructífera que se realice bajo las estrategias no
contempladas por D-R. Ésta es una condición necesaria para que continúen
las prácticas exitosas bajo una gama variada de valores culturales – proveyendo
evidencia (si se pudiese obtener) de que sí existen alternativas para quienes
encarnan los VPT, y en contraste con la presuposición (d) de mantener los VPT,
“no hay alternativas.”31
• Tener en cuenta que hay fenómenos poco tratados en la ciencia
establecida, que son de gran importancia para otras perspectivas
valorativas (por ejemplo, fenómenos relacionados con el fortalecimiento
de la soberanía alimentaria –nota 32–); los programas de salud pública
orientados a enfermedades que afectan principalmente a los pobres, las
causas sociales de la enfermedad (y no únicamente las curas médicas
tecno-científicas para ellas), el mantenimiento y la regeneración
medioambiental, y el fenómeno pertinente a evaluar las presupuestos de
los VPT. Muchos de estos serían fenómenos que no se entenderían
correctamente sin utilizar los métodos desarrollados por (y en continuidad
con) varias formas del conocimiento indígena. Atenderlas se tornará más
urgente frente a la necesidad de combatir el calentamiento global.32
Me imagino que debería haber proyectos de investigación de gran escala
en marcha en éstas y, sin duda, otras áreas. Esto permitiría la acumulación de
conocimiento pertinente para evaluar la legitimidad de implementar las
innovaciones tecno-científicas, y para informar las prácticas alternativas que
son especialmente valoradas entre grupos –culturas– que no adhieren a los
valores del desarrollo económico desenfrenado. Esto sería una suerte de
31
Con respecto a los asuntos metodológicos que surgen en conexión con proporcionar evidencia de que hay
alternativas, véase Lacey 2005a, cap. 11; 2006a, cap. 6).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 159
complemento de la “investigación básica” realizada dentro del enfoque D-R,
no motivada por las metas utilitarias inmediatas. Mucho de esto trataría con
asuntos de amplio interés, a los cuales vale la pena estar atento.33 Estaría
regulado por la referencia a la objetividad y –dado su carácter sistemático,
acumulativo y de largo plazo– se podría esperar tener mucho más
conocimiento disponible que cumpla con los requisitos de la objetividad34
sobre los riesgos (sec. 2.4), las alternativas, y el daño real que tiene que ser
reparado ahora, así como también las generalizaciones que señalan lo que
debería ser evitado en el futuro. El tipo de investigación que se está realizando
actualmente sobre el calentamiento global y los cambios climáticos es quizás
un modelo parcial de lo que sería típico en la ciencia reinstitucionalizada. Sin
embargo, a diferencia de las investigaciones científicas básicas que se realizan
dentro del enfoque D-R, fenómenos sobre los seres humanos y sus acciones,
caracterizados mediante la categoría intencional común de “agencia”, se
encuentran en el centro de atención. Esto no los hace menos interesantes, ni
los exime del escrutinio empírico ¿Por qué no debería ser una prioridad social
obtener las condiciones necesarias para realizar este tipo de investigación
–a una escala, y con niveles apropiados de financiación, comparable con el del
proyecto del genoma humano, o al menos comparable con lo que se requiere
para la investigación de células madre–?
32
Las actividades en muchos y varios dominios de la vida humana contribuyen al calentamiento global que proviene
de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera y los cambios climáticos que producen, pero
también sufren sus impactos perjudiciales. Combatir el calentamiento global, por lo tanto, requiere que en todos
estos dominios se esfuercen para eliminar sus causas e invertir sus impactos perjudiciales –la agricultura es uno de
estos dominios. En actualidad, las prácticas agrícolas predominantes son una fuente importante de la acumulación
de gases de efecto invernadero en la atmósfera; y el impacto perjudicial del calentamiento global en la agricultura
y las reservas de alimentos es significativo. Muchas características de la gran crisis alimentaria de 2008, y la
amenaza prolongada de inseguridad alimentaria para muchos millones de personas pobres a lo largo del mundo,
son inseparables del calentamiento global y los cambios climáticos relacionados. Combatir las causas agrícolas
del calentamiento global, entonces, debería ser acompañado por esfuerzos para eliminar la amenaza de inseguridad
alimentaria. Una propuesta (quizás la única propuesta seria) que se propone hoy en día para abordar
permanentemente las causas fundamentales de la inseguridad alimentaria –un sistema de producción agrícola
sostenible que se basa en trabajar en todos lados hacia “la soberanía alimentaria”– produciría grandes reducciones
en la emisión de gases de efecto invernadero si es implementado a gran escala. El calentamiento global y la
amenaza de la inseguridad alimentaria se pueden combatir juntos. Las políticas y prácticas agrícolas que
verosímilmente prometen eliminar las amenazas de las crisis alimentarias recurrentes –informadas por el tipo de
investigación científica apropiada– deberían ser componentes cruciales del paquete de propuestas necesarias
para abordar el calentamiento global (Lacey & Lacey, 2010).
33
Snow (1959; 1964) exagera “la curiosidad’ de los científicos”. Ellos (según él) tienen curiosidad de entender las
leyes de los fenómenos y la evolución de las especies, separándose de algo útil que proviene de sus
descubrimientos. La curiosidad será un factor motivante en la ciencia re-institucionalizada, incluyendo los focos
enfatizados por Snow, pero también (ej.) los principios utilizados en mantener la biodiversidad y en regenerar los
ecosistemas destruidos y contaminados. La curiosidad del fenómeno últimamente mencionado no tiene que ser
vinculado directamente con el inmediatez de acción –puede llevar a obtener el cuerpo de conocimiento objetivo
que se necesita para eventualmente tratar con asuntos prácticos.
160 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
4.4 Actuar con el propósito de dar lugar a la ciencia reinstitucionalizada
Imaginar la ciencia reinstitucionalizada es una tarea indispensable, en la
cual, como filósofo de la ciencia, me siento cómodo. Sin embargo, también es
esencial considerar –políticamente y de manera práctica y organizada–, cómo
se va a desarrollar. Asimismo, el modo en que es imaginada será
necesariamente transformado a partir de los sucesivos intentos de reforma
institucional. He sugerido que la necesidad de desarrollar una ciencia
reinstitucionalizada surge de dos fuentes entrecruzadas: (1) el interés en poner
las prácticas científicas más de acuerdo con los valores tradicionales de la
objetividad y la inclusión; y (2) el interés en desarrollar prácticas científicas
que respondan a la pregunta: ¿Cómo sería posible continuar con la
investigación científica de una manera en que la naturaleza sea respetada, en
que sus poderes regenerativos no sean debilitados –y que sean restaurados
donde fuese posible–, y en que el bienestar de cada individuo sea
universalmente promovido? Como he indicado además (sec. 4), una propuesta
seria debería ser vista por una parte significativa de la comunidad científica
como abriendo nuevas y deseables prácticas posibles, aumentando el espacio
en que los científicos pueden comprometerse en sus actividades que expresen
los valores a los que adhieren.
La tarea práctica tiene que nutrirse del aporte de muchos grupos distintos,
cada uno haciendo esfuerzos en sus propios espacios y prácticas. Sus
perspectivas de éxito dependerán de tener éxito –al principio en pequeña
escala– en cada uno de estos espacios y prácticas que creen posibilidades
para la expansión, a partir de la interacción dialéctica con los demás. Requiere
el desglose de una dialéctica muy compleja, lo cual implicaría –cooperativamente, simultáneamente y en interacción– expandir los logros exitosos de
cada uno de los siguientes temas –y sin duda otros–:
(i)
Ganar espacio en las instituciones actuales, en especial, en las
universidades dado que (¡Todavía! véase nota 37) no están totalmente
dominadas por los intereses mercantiles, para realizar con éxito
investigaciones en que estos dos intereses puedan desarrollarse –
aunque sólo en una pequeña escala por el momento, pero en tantas
áreas como sea posible. Con ello se procuraría apoyo para los
34
Teniendo en mente el ideal de la objetividad, la ciencia re-institucionalizada querría que las corporaciones que
introduzcan innovaciones tecnocientíficas sean obligadas a hacer disponible (al escrutinio crítica por científicos
calificados que no tienen conflictos de interés) todos los estudios sobre riesgos que se mantienen “confidenciales”
hoy en día –para que todos los datos relevantes y disponibles puedan ser considerados de manera pública. En otras
formas, para el bien de la objetividad, los usos actuales de los derechos de propiedad intelectual que impiden la
investigación tendrían que ser modificados de manera significativa; y más generalmente, “la ciencia es el interés
privado” (Krimsky, 2003) sería cuestionado (Lacey, 2008c).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 161
proyectos de investigación a gran escala de los tipos ya descriptos
(Sec. 4.3).35 La agro-ecología es un ejemplo de las prácticas
alternativas que necesitan ser orientadas por la investigación científica,
también las tecnologías para la inclusión social (Dagnino, 2009;
Thomas, 2009). Otros ejemplos tienen que ser identificados para la
investigación en la medicina, la energía, las computadoras y la
informática, la comunicación, la biotecnología, etc. Las investigaciones
a largo plazo –por ejemplo, la salud pública, problemas medioambientales y el calentamiento global– tienen un pie sólido en las
instituciones científicas que tienen que expandirse y ser una prioridad
a la luz del PRCC. Asimismo, las posibilidades de publicar y diseminar
los resultados de la investigación que utilizan las estrategias no
contempladas por D-R necesitan ser identificadas y desarrolladas, bajo
condiciones donde sus credenciales epistemológicas se encuentre bien
testeadas, quizás utilizando la publicación de Internet gratuita.
(ii) Pasos para fortalecer la autonomía de las instituciones de investigación,
donde la autonomía es un ideal de prácticas e instituciones científicas
que se reclama para avanzar en la objetividad y la inclusión. Las
prácticas e instituciones científicas son –deberían ser– libres de
interferencia externa y de la influencia desproporcionada de cualquier
perspectiva valorativa –ética, política, ideológica, religiosa, económica,
metafísica, etc.– (Mariconda & Lacey, 2001; Lacey, 2008c; 2010, cap.
12). Reforzar su autonomía implica liberar a las instituciones científicas
de (1) la influencia desproporcionada de los valores del capital y del
mercado, tanto en el establecimiento de las prioridades de la
investigación científica, como en la decisión de las metodologías
apropiadas, (2) la interferencia que surge de mantener estos valores en
el modo en que se practica la ciencia (por ejemplo, a través de la
imposición legal del régimen de los derechos de propiedad intelectual),
y (3) imposiciones que se hacen en el carácter del trabajo científico y
sus regimenes de operación.36 Con respecto al punto (3), Oliveira
(2009) muestra cómo las formas de organización impuestas a
35
El proyecto del genoma humano se convirtió en un símbolo de la “ciencia grande” y de qué se puede lograr con
muchas inversiones de fondos financieros y pericia científica, y se convirtió en un punto de reunión para pedir
fondos para la investigación científica. Sería muy útil tener un símbolo comparable de la ciencia re-institucionalizada,
para poder estimular la imaginación, adquirir apoyo, servir como un punto de reunión y para proporcionar un
contexto para usar la pericia de muchos científicos en colaboración con organizaciones civiles y populares. Creo
que, si se exponen claramente los dos intereses mencionados anteriormente en el texto, los proyectos de gran
escala descriptos se podrían convertir en este tipo de símbolo. La necesidad de combatir el calentamiento global
proporciona un contexto oportuno para hacer el caso éticamente y culturalmente inclusivo para un gama amplia
de alternativas.
162 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
investigación científica universitaria, a partir del apoyo por parte de
gobiernos neoliberales y corporaciones –y, hablando más generalmente, la ciencia del interés privado (Krimsky, 2003)– están
produciendo la “Taylorization” de las actividades científicas. Al proceder
de ese modo, se está disminuyendo el espacio de participación de los
científicos para expresar los valores a los que adhieren reflexivamente.37
Los pasos hacia el fortalecimiento de la autonomía se proponen para
que las investigaciones se realicen no sólo rigurosamente a la luz del
ideal de la objetividad, sino también para fortalecer la inclusión,
favoreciendo la integración de los investigadores –y financiamiento para
su trabajo– cuyo horizonte no sea la innovación tecno-científica
vinculada con el avance del desarrollo económico, y quienes continúen
proyectos que podrían orientar los intereses cultivados por los valores
que compitan con los de capital y de mercado (p.e., la sustentabilidad
medioambiental y mejor agencia para todos). Avanzar en esto contribuiría a hacer que los resultados de las investigaciones científicas se
encuentren disponibles para un vasto arco de intereses; y para
aproximarse a la inclusión, daría prioridad a los intereses de la gente
pobre y marginal –y otros que conciernen a la viabilidad futura de la
vida humana, como volver a discutir el calentamiento global.
(iii) Mayor adopción del PP en las instituciones de investigación, así como
también su incorporación las políticas de la ciencia pública, para que la
innovación tecno-científica se subordine en mayor medida a los valores
expresados aquí; y los tipos de investigación de los riesgos y
alternativas, lo cual es necesario, se realicen más extensivamente.
(iv) El crecimiento de los movimientos que aspiran a los valores
democráticos y la colaboración activa entre ellos –incluyendo la pro-
36
Mi uso de autonomía, el cual está de acuerdo con la manera en que se ha pensado durante la mayor parte de
la tradición científica moderna, no se entiende bien hoy en día, mientras que mantener la autonomía individualista
moderna se ha incorporado profundamente. Por ejemplo, valorar la ausencia de los límites externos en las opciones
de los científicos para hacer cualquier tipo de investigación (dentro del enfoque D-R) que quieran hacer, bajo
cualquiera de los auspicios que elijan y bajo cualquier condición que acepten. Este tipo de “autonomía” legitima
las elecciones individuales (o de un grupo científico) para participar en las investigaciones bajo los auspicios
corporativos, aunque esto involucre prioridades de investigación corporativamente determinadas y otras
restricciones (ej., acuerdos sobre la “confidencialidad” de los datos empíricos), ej., interferencia extra-científica
con la investigación. Esta autonomía, entonces, no es para el bien de la inclusión, sino para el interés personal de
los científicos (lo cual puede ser bien servido por la “Taylorizacion” del lugar de trabajo científico), aliado con los
intereses que dan prioridad al desarrollo económico. Las complejidades de la autonomía se discuten en más detalle
en Lacey (2008c).
37
Los científicos que se opongan a esta Taylorization del trabajo científico van a estar preparados para las
actividades para la transformación institucional de la ciencia.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 163
tección de los derechos humanos, la gama entera de derechos
económicos/sociales/culturales además de los derechos civiles/políticos reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos–, y el fortalecimiento de la agencia de las personas a nivel
local, permitiéndoles participar exitosamente –a partir de sus prácticas
y saberes mediante los que expresan estos valores de manera integral
en sus localidades. Existe una literatura creciente que demuestra la
riqueza, variabilidad, versatilidad y sensibilidad hacia los asuntos de
sostenibilidad y estabilidad empírica de gran parte del conocimiento
tradicional e indígena; este conocimiento no puede subestimarse por
reflejar intereses y valores de grupos culturales particulares (por
ejemplo, Pimbert, 2009; Santos, 2004; 2007). La ciencia, bajo la
interpretación S, podría incorporar todas estas formas de conocimiento,
mientras retuviese sus características específicas, y no obligase a actuar
de determinada de una forma supuestamente adecuada para toda
investigación científica; de este modo se tornaría un recurso
indispensable para tratar –científicamente– con los problemas a partir
de una gama mayor de alternativas.38
(v) La expansión y la mejora de las prácticas orientadas por el conocimiento
obtenido en las investigaciones (elementos 1–4) para que los intereses
de las perspectivas valorativas viables de las sociedades contemporáneas puedan beneficiarse del conocimiento científico.
(vi) El crecimiento de movimientos, instituciones y programas en los cuales
investigadores, profesionales y ciudadanos colaboren; incluyendo
programas dirigidos a educar a los ciudadanos para que sean
participantes inteligentes en las deliberaciones de cuestiones referidas
a política científica, para que los científicos aprendan de los ciudadanos
lo que consideran los problemas principales, los intereses que
necesitan ser atendidos, cómo se experimentan los problemas y son
percibidas las redes causales que los producen y mantienen. Se
38
Los autores citados en este texto prefieren hablar de estas formas de conocimiento, no como “científicas,” pero
como “otros conocimientos” (“conocimientos descolonizados”). Si estas otras formas de conocimiento se van a
denominar “científicas” no es muy importante; lo importante son las credenciales empíricas de estabilidad, y que
el disponer de estas credenciales no dependa de usar las metodologías D-R. Lo que está presente aquí no es el
conocimiento relativo a las culturas particulares, sino los enfoques de la investigación que son apropiadamente
reflexivos del carácter o aspectos del objeto que se investiga, aspectos que se pueden considerar importantes por
la vigencia de valores culturales específicos. Esto no conduce a que el conocimiento, diferente de su significado,
sea relativo a estos valores culturales. De todas formas, no importa cómo se llame, la recuperación y el desarrollo
de este tipo de conocimiento tiene un lugar importante en la ciencia re-institucionalizada, como por ejemplo, para
tratar con los asuntos de seguridad y soberanía alimentaria (Nota 32; Lacey, 2009c; Lacey & Lacey, 2010).
164 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
necesita la participación de los científicos, la industria y el público para
configurar cómo la ciencia reinstitucionalizada funcionaría, creando
ejemplos que muestren cómo la participación democrática y
multicultural podría mejorar la ciencia.39
(vii) Universidades –y otras instituciones educativas– desarrollando formas
apropiadas de educación científica, diseñando e implementando
programas y condiciones de trabajo para su personal (profesores,
investigadores, estudiantes), que van a tono con los científicos que
siguen los dos intereses ya mencionados, en lugar de estar vinculados
con la carrera hacia más especializaciones precipitadas (Oliveira,
2009).
(viii) El desarrollo y la promulgación de políticas públicas apropiadas que reflejen
los valores democráticos; p.e., vinculados con la soberanía (nota 32).
Hasta cierto punto, cada uno de estos asuntos podría comenzar a ser
tratado de forma relativa, independientemente de los demás, pero un desarrollo
más completo dependería de la interacción entre ellos a largo plazo; a pesar
de que todos se desarrollen, cada uno de ellos será acotado. Las condiciones
de los científicos para responder a los dos intereses no puede llevarse a cabo
sin una amplia lucha. Estos intereses son: llevar a las prácticas científicas a
adecuarse mejor a sus valores tradicionales de objetividad e inclusividad, y
desarrollar prácticas científicas que respondan a la pregunta: ¿cómo sería
posible desarrollar la actividad científica de manera que la naturaleza sea
respetada y sus poderes regenerativos no debilitados –y restaurados donde
fuese posible–, y en que el bienestar de cada individuo sea universalmente
promovido? Tomo estas ocho cuestiones para definir los puntos de entrada a
esta lucha que se podría proseguir inmediatamente. Si los mismos no son
perseguidos, la ciencia reinstitucionalizada permanecerá como un producto
de la imaginación.
* Traducción revisada por Fernando Tula Molina
39
“La conducta exitosa de la investigación bajo las estrategias agroecológicas, la expansión y la mejora del cultivo
agroecológico, y las actividades y el crecimiento de movimientos que encarnan los valores de participación popular,
son vinculados de manera inseparable” (Lacey, 2005a, p 241). También reflejan: “la democracia y la ciencia se han
disminuido por ser subordinados a los valores de capital y el mercado; y la emancipación de democracia y ciencia
–las búsquedas para otro mundo y otra manera de realizar la ciencia– tienen que ir de la mano” (Lacey, 2009c).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 165
Lista de menciones:
Este artículo se basa en un ensayo que he presentado en el I Encuentro
Internacional de Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas en Buenos
Aires, el 8 y 9 de octubre de 2009. Mientras lo preparaba, me he beneficiado
de las críticas y comentarios que se realizaron, y en seminarios que he llevado
a cabo en USP, desde el 3 de abril al 15 de junio de 2009, por miembros del
Proyecto Temático USP/FAPESP: “Gênese e significado da tecnociência: Das
relações entre ciência, tecnologia e sociedade.” También agradezco mucho
los comentarios útiles hechos por Antonio Augusto Passos Videira (UERJ), mi
comentarista en las conferencias, cuyas observaciones han producido mejoras
significativas; Fernando Tula Molina, cuya lectura cuidadosa del texto y
comentarios críticos provocaron varias aclaraciones importantes; y Janine
Guispin.
166 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
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Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 169
Comentarios sobre el texto de Hugh Lacey
Antonio A. P. Videira
Departamento de Filosofía de la Universidad del Estado de
Río de Janeiro e Investigador del CNPq
Introducción
El texto se inicia con algunas breves consideraciones de naturaleza
antropológica sobre el ser humano. Este último no puede ser separado de la
fábrica social en la cual está inserto, como encapsulado, sin disponer de rutas
de fuga. Los seres humanos son agentes, que interactúan con otros seres
humanos, con el ambiente y los objetos. Esas interacciones reflejan, o al mismo
tiempo son co-determinadas, por valores. La acción puede ser cultivada, es
decir, modificada. Ese cultivo y el ejercicio de la acción poseen bases
materiales, aunque, como fuera afirmado antes, reflejen valores. Por bases
materiales, Lacey entiende alimentación adecuada, vivienda, protección, entre
otros elementos. No obstante, esos elementos materiales no son los únicos
presentes en las acciones humanas. Además de esa base material, la acción
humana también exige que el ser humano, valga la redundancia, pueda actuar
según sus valores, creencias y cultura. Hasta aquí, la descripción de Lacey
está centrada, en el sentido de atenerse a la observación de la acción humana
realizada por un individuo y cuyo resultado interesa, o se referirá, en un primer
momento, a ese mismo individuo. Aunque no lo diga claramente, eso no es
suficiente para Lacey.
Las prácticas sociales deben ser evaluadas en función a su capacidad de
contribuir con el bienestar de otros seres humanos y los miembros de futuras
generaciones. El entramado social en que las personas se encuentran varía
culturalmente, expresando diferentes visiones de la naturaleza, así como
posibilidades e ideales de y para la naturaleza humana. En palabras de Lacey,
“la manera por medio de la cual la acción humana es cultivada, varía con la
cultura”. De este modo, la acción humana, practicada colectivamente, sufre
los efectos de la cultura a la que pertenece, sus costumbres y geografía,
generando consecuencias diversas sobre las concepciones que se desarrollan
sobre el bienestar de la humanidad.
Luego de esta breve caracterización de la relación intrínseca e inevitable entre
las acciones humanas y la cultura que las determina, Lacey afirma que “la tradición
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 171
de la ciencia moderna refleja un background cultural específico”. Refiriéndose a
Snow, para criticarlo, Lacey cuestiona la tesis defendida por el autor de Las dos
culturas de que la ciencia moderna posee, o representa, un valor universal. Más
difícil de ser aceptada por Lacey, es la confianza de Snow en la existencia de
virtudes morales básicas en los científicos. En virtud de la presencia de esa moral,
como en las entrañas de sus propios cuerpos, mentes y corazones, Snow creía
que las prácticas científicas eran sensibles a las necesidades del mundo, lo que
las llevaría, espontáneamente, a contribuir a la superación de las dificultades que
afligen a los seres humanos. No me parece equivocado afirmar que el texto de
Lacey, que ahora comento, constituya una refutación a esa creencia de Snow en
la existencia de una moral espontánea y benéfica de los científicos.
Los valores de la ciencia moderna
Según Lacey, la ciencia posee varias características que la vuelven
poseedora, digamos, de identidad propia. La tesis que afirma que la ciencia es
universal –en tanto posee dos componentes muy importantes: objetividad e
inclusividad– puede formularse del siguiente modo: “el conocimiento científico
pertenece al patrimonio compartido por la humanidad.” La objetividad, cuando
es empleada para configurar la acción humana, da lugar a la eficacia, o utilidad,
ya que se amplía nuestra capacidad de controlar los fenómenos y objetos
naturales. También aquí, afirma Lacey, podemos encontrar la tesis según la
que ese mayor control sobre la naturaleza generará la progresiva acumulación
del conocimiento científico, y producirá conocimiento al servicio de todo y
cualquier ser humano.
Caracterizando las prácticas científicas: ¿investigación empírica
sistemática o investigación empírica sistemática que usa estrategias
del abordaje metodológico descontextualizado y reduccionista?
¿Qué es la práctica científica? Lacey discurre sobre algunos tipos de
práctica científica. El primero de ellos es S, que puede ser aproximado al ideal
baconiano de ciencia:
“S: Las prácticas científicas involucran, en primera medida, a las
investigaciones sistemáticas empíricas conducidas para generar y
consolidar el conocimiento y la comprensión de los fenómenos
(i) que está basado empíricamente y representado en teorías bien
confirmadas y
(ii) que permite el descubrimiento de nuevos fenómenos y nuevas
172 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
formas de generarlos y eliminarlos así como la anticipación de sus
consecuencias causales incluyendo aquellas provocadas por la
intervención del ser humano y las posibilidades que puedan generar.
La comprensión que se está buscando
(iii) es la de dominios de fenómenos que no dejan de expandirse,
incluyendo fenómenos producidos o propuestos en el curso de las
operaciones de experimentación y medición (que son
frecuentemente elaboradas con el objetivo de probar teorías o dar
forma a innovaciones tecno-científicas) –de modo tal que:
(iv) ningún fenómeno de importancia en la vida humana o en la
práctica social, y generalmente ninguna afirmación sobre un
fenómeno sea, en principio, excluida del campo de las
investigaciones científicas.
Incluye, en segundo lugar, los esfuerzos para usar el conocimiento
científico para dar forma a las actividades prácticas –tecnológicas–
(p.e., para aplicar –y frecuentemente también para producir– el
conocimiento científico teniendo en cuenta su aplicación tecnológica
–o práctica–, o para informar anticipaciones de las posibilidades
producidas por las aplicaciones, incluyendo sus efectos
secundarios).
La segunda caracterización de práctica científica enfatiza el uso de
estrategias que (1) restringen las teorías y (2) seleccionan datos cuantitativos:
“la comprensión ‘científica’ involucra entender las posibilidades de los
fenómenos sólo en el grado en que están representados como generados, o
generables, a partir de la estructura, los procesos, la interacción y la ley
subyacente”.
Estas metodologías descontextualizan los fenómenos, ya que los contextos
ecológico, humano y social no son considerados. Las mismas constituyen,
según Lacey, (S1) las metodologías de abordaje reduccionistadescontextualizante (D-R approach).
Aunque sea un hecho, tal como él mismo afirma que la mayoría de los
científicos adopte S1 como la metodología que emplean, Lacey cree que existe
una ambigüedad en torno a esa opción. En este momento, formula las
preguntas que lo guían a lo largo de su texto: “¿Puede la ciencia, considerada
según S1, generar una mejor concordancia con los ideales de objetividad e
inclusión? Si no puede, ¿deberíamos quedarnos con S1 y obviar estos
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 173
ideales? o ¿deberíamos mantener los ideales y pensar cómo reinstitucionalizar
la ciencia, de acuerdo con S para que estos conceptos pudiesen acercarse
más?”.
Aún reconociendo que el abordaje D-R es fecundo, Lacey piensa que
existen muchas evidencias en favor de estrategias diferentes de D-R. Las
características de esos abordajes son las siguientes:
(i) Los factores culturales influyen en lo que se consideran objetos
importantes para la investigación.
(ii) Los juicios de valor, ocasionalmente, pueden ser obtenidos
(ceteris paribus) de las conclusiones empíricamente confirmadas.
(iii) Frecuentemente, no se puede llegar a conclusiones de acuerdo
con la objetividad con anterioridad a su pertinencia para decisiones
prácticas.
(iv) Los factores culturales están involucrados en el juicio acerca de
quiénes son los agentes que tienen que participar en la toma de
decisiones epistémicas sólidas. Una consecuencia de esto es que
desdibuja la línea divisoria entre la ciencia y el conocimiento indígena.
La pregunta central de Lacey en su texto, la cual será respondida
favorablemente, es la siguiente: “Dado esto, ¿existe una buena razón para
interpretar la ciencia en términos de S1, en lugar del más abarcativo S?”. Lacey
defiende la posibilidad de que formulemos una nueva noción de práctica
científica capaz de incorporar elementos culturales y valores, sin que con eso
la objetividad y la inclusividad sean cuestionadas o amenazadas.
El abordaje D-R y su acuerdo con la objetividad y la inclusividad
El principio de legitimación de la innovación técnico-científica afirma que:
“sugiero, que una gran sección de la conducta de la ciencia
contemporánea –de hecho– está informada por un principio ético al
cual denomino el Principio de la Legitimidad de la Innovación
Tecnocientífica (PLIT): a menos que exista evidencia científica,
obtenida en las investigaciones realizadas bajo las estrategias D-R, de
que hay riesgos graves, es legítimo implementar aplicaciones eficaces
de conocimiento científico objetivamente confirmado sin demora.”
174 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
PLIT es, normalmente, asociado a un imperativo ético. Así, si la
investigación es conducida por el PLIT, entonces ésta no está de acuerdo con
el Principio de Precaución (PP):
“es necesario actuar con precaución respecto a las nuevas
innovaciones tecnocientíficas por sus riesgos potenciales y, antes
de su real implementación social, de modo de permitir un período
razonable para realizar y evaluar investigaciones ecológicas y sociales
y de otro tipo acerca de los riesgos, las alternativas posibles y el
contexto causal de las aplicaciones propuestas.”
El imperativo ético correspondiente al PP afirma que es una
irresponsabilidad participar de una investigación que conduzca a la innovación
técnico-científica, sin que haya habido –¿previamente?– una investigación
rigurosa y sistemática para la determinación de los posibles riesgos para la
especie humana, y sin una evaluación de los valores sociales presentes en la
implementación de alternativas.
Desde la perspectiva de S1, es normal rehusar PP, pues, al introducir
elementos éticos en la ciencia, este acabaría por provocar interferencias en la
autonomía de la ciencia.
Valores del progreso tecnológico (VPT) y sus consecuencias para
la práctica de la ciencia
Los VPT incorpora, o aún engloba, el PLIT. Además de eso, los valores del
progreso representan un conjunto de valores universales, que, necesariamente,
deben ser parte integrante desde cualquier perspectiva en nuestros días: ¡al
VPT no existe alternativa!
S1 representa un modo de pensar y practicar la ciencia que refleja valores
culturales específicos. Respetarlos implica colocar en riesgo la objetividad,
además de ofrecer pocas oportunidades para que la inclusividad suceda
realmente. Lacey cree que, hoy en día, no debemos renunciar a la objetividad
y la inclusividad como ideales de la práctica científica.
Lacey cree que la práctica de la ciencia de nuestro tiempo es determinada
por la presencia de S1 y de un modo tal que VPT son cada vez más determinante
junto con los valores económicos. Sería importante adoptar PP. Eso solamente
será posible si la ciencia se re-institucionaliza. Una ciencia re-institucionalizada
tendría la amplia participación democrática de diferentes grupos sociales.
Lacey formula aún otra cuestión referente a la deliberación democrática:
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 175
”¿de qué modo es eso posible?”. O sea, Lacey, muy apropiadamente, se
pregunta sobre la posibilidad de hacer que la ciencia pueda ser sometida al
cuestionamiento de los ciudadanos. Este es un punto crucial para la resolución
completa y plena de los objetivos propuestos por nuestro autor. Sin embargo,
en su texto, no han sido encontrados indicaciones o criterios relativos al modo
en que tal deliberación democrática puede transformarse en efectiva y real.
Una cuestión formulada por Lacey: “¿cómo sería posible continuar la
investigación científica de una manera en que la naturaleza sea respetada, en
que sus poderes regenerativos no sean debilitados y que sean restaurados
donde fuese posible, y en la que el bienestar de cada individuo sea
universalmente promovido?”. Sería necesario, incluso fundamental, reinstitucionalizar la ciencia, de modo de hacer que ella, al desarrollar un
pluralismo metodológico, pudiese ser capaz de analizar los riesgos,
especialmente los indirectos, existentes en ciertas actividades tecnocientíficas.
La re-institucionalización de la ciencia no significaría una disminución de
presencia de objetividad e inclusividad. Al contrario. La última característica,
por ejemplo, sería reforzada, en la medida en que grupos sociales, los cuales
no participan de la universidad o de la tecnociencia, pudieran participar de las
decisiones relativas a la práctica de la ciencia.
La propuesta expuesta y defendida por Lacey me parece razonable,
interesante e importante. En general, me muevo en la misma dirección éticocognitiva. No obstante, esta propuesta, pienso, se encuentra descripta en el
trabajo que ahora comento, de forma incompleta, pues no existen, hasta donde
fui capaz de percibir, indicaciones de cómo implementarla, tornándola real. Me
explico. Siento la falta de una propuesta concreta. Por no comprender
perfectamente lo que Lacey pretende decir cuando se refiere a la reinstitucionalización de la ciencia –¿qué es exactamente eso?– no consigo
vislumbrar, o imaginar, qué institución podría albergar una práctica de la ciencia
correspondiente a la descripción defendida por Lacey.
En relación a una práctica de la ciencia que incluya el análisis de los riesgos
negativos causados, eventualmente, por sus resultados, me pregunto si eso ya
no forma parte de la rutina de un científico. ¿La evaluación de los errores no
contribuiría con la decisión de los riesgos? Además de ese punto oscuro,
siento la necesidad de un análisis relativo a los actuales organismos de
fiscalización existentes en muchos países del mundo, en los cuales existe hoy
en día un conjunto de entes reguladores, los que, al menos en principio, deben
ser responsables de las consecuencias negativas y perjudiciales para la
población, causadas por productos puestos a la venta.
176 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Me pregunto, finalmente, si, para que la noción de práctica defendida por
Lacey pudiese funcionar, no sería imprescindible comprender por qué la actual
configuración de la sociedad no puede contribuir para que propuestas, tales
como las formuladas en el texto de Lacey, se tornen efectivas. ¿No sería
necesario, entonces, incluir la filosofía de la ciencia, entre sus tareas, el análisis
de la sociedad o aún del “tejido social” al que pertenecemos? ¿No habría
también necesidad de preguntarse si las tesis de Lacey no implican la
redefinición de la noción de progreso científico, ya que este último,
normalmente entendido como algo que se encuentra en expansión, en
crecimiento o en acumulación, exige que se dé al científico completa libertad
de acción a fin de que el trabajo de este último pueda ser efectivo? En otras
palabras, Lacey parece defender la posibilidad de que el bienestar de los seres
humanos solamente podría ser alcanzado a través de una noción de progreso,
que incluyera la vía del no crecimiento, caso que debería ser explícitamente
determinado por la comunidad científica. En suma, ¿estaría Lacey defendiendo
la tesis donde conocer no siempre conduce a la felicidad?
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 177
Segundo día
La reunificación de las “dos culturas” a través
de la vía tecnológica1
Ailin María Reising
CONICET - Fundación Bariloche - UNRN
Introducción
Hace 50 años, el 7 de Mayo de 1959, Charles Percy Snow pronunció la
conferencia The Two Cultures and The Scientific Revolution, donde subrayó
una brecha aparentemente irresoluble entre la ciencia y el arte. Desde
entonces, esta visión ha primado al momento de comprender el vínculo entre
ambos dominios, a pesar de que fuera el propio Snow uno de los primeros en
esbozar una perspectiva alternativa. En The Two Cultures and a Second Look:
An Expanded Version of the Two Cultures and the Scientific Revolution
(1964), sugirió la posibilidad de una cultura conciliadora que salvara las
diferencias no sólo entre el arte y la ciencia sino también entre estratos
sociales.
Como veremos, en lo concerniente al vínculo ciencia-arte la cultura
alternativa idealizada por Snow parece haber tomado forma, de manera muy
reciente, en torno a las herramientas informáticas y al equipamiento de
visualización científica de muy alta resolución. En tal sentido, lejos de
constituirse como un elemento enajenante, la tecnología ha operado como una
vía para el diálogo entre las “dos culturas”. Al ofrecer nuevos recursos para
establecer coherencia y significado, ha configurado un espacio de interacción
en virtud del cual, veremos, buena parte de los recursos representacionales de
la ciencia contemporánea da lugar a:
a) la conversión de la “estética fría” de la visualización científica en “estéticas
reflexivas” (Ede, 2002; 2005), y
b) el desarrollo de técnicas de visualización que contribuyen con el estudio
científico de problemas complejos
1
Este trabajo no hubiera sido posible sin el aporte del Dr. Raúl Barrachina, una persona excepcional que ha
despertado mi interés por los aspectos de la práctica científica y artística que aquí se desarrollan. Asimismo, deseo
agradecer los aportes y sugerencias de los asistentes al I Encuentro de Culturas Científicas y Alternativas
Tecnológicas, en particular a Adriana De Simone y muy especialmente a Martín Parselis.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 181
Atendiendo a ello el trabajo tiene por objeto analizar la mutua implicación
del arte y la ciencia contemporáneos en el desarrollo de objetos visuales que
al promover la apertura social de la ciencia no sólo suturan la brecha entre las
“dos culturas” de Snow, sino también el abra entre otros dos dominios: el de
la ciencia y el de la sociedad civil.
La tesis de las “dos culturas”
Si bien adquirió notoriedad gracias a su célebre conferencia The Two
Cultures and The Scientific Revolution, Snow, especialista en física y química
formado en Cambridge, ya era en Gran Bretaña un personaje público2. En
dicha conferencia Snow subrayó que las políticas universitarias de la época
tendían, como señalara Ortega y Gasset, al “barbarismo de la especialización”
y que, en virtud de ello, se establecía un abismo entre la formación científica y
la literatura y las artes en general (Gregorian, 1994)3.
Esta lectura del impacto de la especialización de la formación científica no
ha sido, sin embargo, una innovación de Snow. A fines de los años ´40 Roy
Lewis y Angus Maude fue desarrollada en The English Middle Classes (1949)
y un poco más tarde expuesta por Jacob Bronowski en la conferencia Science
and Human Values, brindada en el MIT a mediados de la década de 1950.
Asimismo, algo similar ocurre con la distinción nietzcheana entre la ciencia y
el arte remarcada por Snow, la cual encuentra, entre otros posibles
antecedentes históricos, un anclaje en el debate que establecieran Thomas
Huxley y Mattew Arnold sobre el lugar que habrían de tener la ciencia y las
humanidades en las universidades británicas, en un contexto donde el
científico había dejado de ser definido en términos de artista4-5.
Considerando estos antecedentes, el planteo de Snow no sugirió sino que
reforzó una concepción de la ciencia ya instalada en la comunidad británica,
según la cual ésta constituía un espacio ligado a la validación consensuada y
pública antitético al del arte, ligado a la ambigüedad, la intuición y la privacidad.
2
Una elocuente muestra de la notoriedad que adquirió Snow tras la pronunciación de esta conferencia lo ofrecen
las más de veinte menciones honorarias que obtuvo en distintas universidades, así como los cargos públicos que
ocupó en el Ministerio de Tecnología británico y en la Casa de los Lords.
3
Snow mostró que la música constituía una excepción en este sentido. Pues una amplia mayoría del centenar de
científicos que encuestó manifestaba interés y conocimiento al respecto.
4
Esta concepción del científico operó hasta mediados del siglo XIX, tal como puede observarse en textos como
Philosophy of the Inductive Sciences (1840) de William Whewell.
5
La descontextualización del planteo de Snow frente a este tipo de antecedentes sugiere cierta torpeza
historiográfica, un hecho curioso si se tiene en cuenta que originalmente la conferencia de Snow fue publicada
con una introducción de Stefan Collini, un historiador de Cambridge.
182 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
La visión del arte implícita en esta concepción explica, en gran medida, que la
tesis de las “dos culturas” haya impactado más en la comunidad científica que
en la comunidad artística británicas de la década de 1960. Mientras que para
esta última el planteo de Snow no dio lugar a acciones significativas, en el
campo científico motivó, entre otras, el reporte de Lionel Robbins sobre la
expansión de la educación universitaria en Inglaterra (1963), la reforma de la
política científica británica, la creación del Ministerio de Tecnología en 1964,
y el reporte de John Fulton sobre el Servicio Civil (1968).
Atendiendo a lo expuesto no es de extrañar entonces que el planteo de
Snow haya contribuido a problematizar el vínculo entre la ciencia y el arte bajo
el supuesto de una incidencia unilateral de una cultura sobre la otra. Desde
esta perspectiva se ha tendido a presentar al arte como precursor de las
versiones científicas de la realidad o a la ciencia como la antesala de la
creatividad artística (Shlain, 1991). En esta clave se ha considerado, por
ejemplo, el trabajo de Kasmir Malevitch Blanco sobre Blanco (1918) y su idea
de “no arte” en relación con el principio de incertidumbre formulado por
Werner Heisenberg en 1925 (Levrier, 2000). Asimismo, desde una clave
interpretativa inversa se han considerado los debates científicos y artísticos,
enfatizándose la distancia de los segundos respecto de los primeros
(Gombrich y Eribon, 1992)6.
Si bien ha sido esta óptica la que ha primado en el estudio del vínculo
ciencia-arte, fue el propio Snow uno de los primeros en posicionarse
críticamente frente a ella. Cinco años más tarde de su célebre conferencia
esbozó una perspectiva alternativa en A Second Look at the Two Cultures
Problem (1964). Allí sugirió la posibilidad de una “tercer cultura”7 que no sólo
salvara las diferencias entre el arte y la ciencia sino también entre sectores
sociales de distinto nivel socioeconómico8.
Esta revisión de los criterios de demarcación del arte y la ciencia fue
desarrollada también en aquel entonces por científicos como Werner
Heisenberg (1971), quien, al igual que Snow, sostenía que la educación
6
Desde esta óptica Ernst Gombrich y Didier Eribon (1992) han señalado una suerte de “desacople” entre el
“progreso” científico y el artístico, enfatizando que mientras las discusiones científicas han dado lugar a la
elucidación del código genético, los debates de historiadores y críticos de arte aún continúan refiriéndose al hecho
de que Marcel Duchamp haya colocado un mingitorio en una exhibición.
7
La ambigüedad con la cual Snow se refirió al carácter conciliador de esta “tercera cultura” generó una serie de
discusiones en torno al formato que ésta debía tener. Para unos, debía erigirse sobre una élite científica sensible
a las humanidades. Para otros, debía resultar de una triangulación entre las artes, las ciencias y las humanidades
(Brockman, 1995).
8
Estas implicancias políticas de la tercera cultura se perciben ya en el subtítulo que Snow pensara originalmente
para la conferencia donde revisó la tesis de las “dos culturas”: The Rich and the Poor.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 183
constituía el ámbito propicio para una integración de las ciencias, las
humanidades y las técnicas. A su juicio, el proceso de creatividad aunaba a la
ciencia y al arte, pues en ambos casos implicaba cambios en la percepción
que se traducían en un enriquecimiento de la experiencia perceptual, en el
caso de los artistas, y en un incremento del control sobre el medioambiente
social, natural y artificial, en el caso de los científicos.
En esta misma línea se ha señalado que tanto científicos como artistas
pueden ser categorizados como “clásicos o apolíneos” y “románticos o
dionisíacos” según el tipo de razonamiento preeminente: el sistemático y
consciente en el caso de los primeros, el intuitivo e inconsciente en el caso de
los segundos (Copley y Silberberg, 1993). Considerando elementos como
estos, autores como Siún Hanrahan (2000) han señalado que aspectos como
la objetividad no constituyen un patrimonio exclusivo de la ciencia sino que
operan también en el razonamiento visual y kinestésico del arte9.
Si bien estas posiciones conciliadoras han contribuido a salvar
intelectualmente la brecha entre las “dos culturas”, no ha sido sino muy
recientemente el que esta “tercer cultura” parece haber tomado forma. Desde
hace poco más de diez años, un conjunto de instituciones públicas y privadas,
entre ellas Wellcome Trust Foundation, Calouste Gulbenkian Foundation, Arts
Catalyst, Leonardo, YLEM, Foro Dialogue Science and Art, Edge Foundation
y Art and Science Collaborations, impulsan acciones de vinculación entre la
ciencia y el arte. Éstas han contribuido a institucionalizar un espacio de
interacción entre el arte digital y la investigación científica primordial –aunque
no exclusivamente–, hecho experimental novedoso en cuanto a sus
implicancias sociológicas para las “dos culturas”.
Este espacio de interacción supone a la tecnología como condición de
posibilidad. Aquí las herramientas informáticas y los microscopios y telescopios de
alta resolución, aparecen como una vía para la reunificación de las “dos culturas”.
Lejos de la incidencia unilateral de uno sobre otro dominio, el arte y la ciencia
experimentan en este contexto una sinergia positiva, que redunda tanto en la
exploración del lugar del ser humano en el universo mediante formas estéticas que
trascienden otras vertientes del arte contemporáneo, como en el desarrollo de
técnicas de visualización imprescindibles para el estudio de fenómenos complejos.
9
Hanrahan (2000) señala que una vez que un conjunto de ideas es integrado a un conjunto de relaciones físicas,
el artista puede asignar prioridad a la forma potencial de los materiales, proceso en el cual pueden aparecer
dificultades de orden lógico o visual. Las dificultades lógicas son aquellas referidas a fallas en la interacción del
material con la idea que opera tras él. Las dificultades visuales son aquellas referidas a fallas en la interacción del
material con patrones visuales aceptables o satisfactorios. Frecuentemente hay una simbiosis entre las dificultades
lógicas y las visuales, posibilitada, según Hanrahan, por nociones como objetividad.
184 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Las actuales tecnologías de visualización científica como condición
de posibilidad para un diálogo entre las “dos culturas”
Si bien no exclusivamente, esta “tercer cultura” se ha constituido en torno
a los recursos representacionales de la ciencia contemporánea. Al igual que
los recursos representacionales de la ciencia clásica, éstos pueden
caracterizarse según rasgos como: su inmutabilidad –ofrecen la impresión de
que el resultado de la investigación es durable en el tiempo–, su escala
–permiten observar fenómenos que no serían visibles en otras circunstancias
debido a su tamaño, grado de abstracción o duración–, su combinabilidad
–permiten combinar resultados diversos para revelar nuevas conexiones entre
fenómenos o piezas de información–, su transportabilidad -pueden ser
incorporados a distintos circuitos de difusión de conocimiento-, y su poder de
persuasión -constituyen un recurso activo en la negociación del conocimiento(Latour, 1990).
No obstante, a diferencia de los recursos representacionales clásicos, la
mayoría de los actuales recursos representacionales no pueden existir como
tales sin la mediación tecnológica. Este hecho fue advertido quizás por vez
primera en un informe de la National Science Foundation de Estados Unidos,
titulado Visualization in Scientific Computing (Mc Cormick, DeFanti y Brown,
1987), donde se promovía el uso y desarrollo de: los gráficos computacionales, el procesamiento de imágenes, la visión artificial, el diseño asistido
por computadora, la interacción humano-computadora, y el procesamiento de
señales.
En virtud de este hecho, los recursos representacionales actualmente
utilizados en la investigación científica pueden referirse tanto a sistemas físicos
reales como a procesos informáticos que no encuentran correlato directo en
éstos. Y he aquí su aspecto más novedoso. Tal referencia se corporiza en un
objeto que, independientemente de que el fenómeno estudiado tenga
características visuales o no, lo representa como si las tuviera. Por tal razón, a
diferencia de otros formatos representacionales, los recursos
representacionales a los que dan lugar las herramientas informáticas son
dinámicos y autónomos. Por un lado, están sujetos a la manipulación del
científico, quien puede rotarlos, modificar su escala, deformarlos, eliminar
información espuria o innecesaria e incorporarles nuevos datos con el objeto
de visibilizar con mayor precisión el fenómeno estudiado. Por el otro, devienen
en materia prima para el análisis científico adquiriendo un estatus de realidad
propio (Danston y Galison, 2007).
Esta versatilidad y autonomía de la visualización científica computacional
pone de manifiesto que la misma es una “ilusión de realidad”, independiente
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 185
del tiempo y el espacio. Un rasgo que, veremos, permite conciliar las “dos
culturas” al posibilitar que a partir de este tipo de recurso representacional, se
generen objetos visuales susceptibles de ser reconocidos como productos
del arte digital (Rand, 2008)10.
Algo similar ocurre con aquellos recursos representacionales generados
mediante tecnologías de visualización de alta resolución, como los
microscopios y los telescopios, caso en el cual la versatilidad y la autonomía de
la visualización científica está dada por las técnicas de composición aplicadas
al equipamiento, las condiciones de luminosidad, los ángulos de cámara y los
tiempos de exposición. Lejos de la reproducción fotomecánica y del naturalismo
objetivista (Nickel, 2001), estas representaciones resultan de una cuidadosa
elección estética que tiene por objeto no sólo “crear orden a través de la
visualización”, sino también atraer al observador (Malin, 1999; Frankel, 2002).
En sintonía con lo ocurrido en la fotografía artística, la generación de estas
representaciones supone una labor sobre la codificación e interpretación de
la imagen bidimensional. Al igual que lo ocurrido en la generación de
visualizaciones computacionales, ello supone decisiones arbitrarias por parte
del científico en torno a la determinación de la escala, la perspectiva, el
contraste, las sombras y la intensidad del color. Sin embargo, en el caso de las
representaciones generadas mediante tecnologías como los microscopios y
telescopios estas decisiones pueden llegar a contradecir principios básicos de
la ciencia, algo que claramente no ocurre con las visualizaciones
computacionales.
Frecuentemente ello no ocurre, tal como lo ejemplifica la técnica de
“sintetización” de colores desarrollada por David Malin –químico experimentado en la generación de imágenes mediante microscopios electrónicos y
ópticos y técnicas de difracción de rayos X– para distinguir planos y distancias
en la representación de objetos cosmológicos distantes (Malin, 1999). Pero
excepcionalmente sí, tal como ocurre con las técnicas de “visibilización” de
Felice Frankel (2002) –una científica del Massachusetts Institute of
Technology, quien sugiere cultivar dos cepas de hongos en un mismo plato a
fin de aumentar visualmente el contraste entre su morfología. Aún en estos
10
Cabe mencionar en este sentido que escapa al propósito e interés de este trabajo discutir los criterios de
demarcación del arte o el estatus de arte de los objetos visuales generados a partir de las visualizaciones
científicas. Del mismo modo, escapa también al trabajo discutir los criterios de demarcación de la ciencia. El
carácter científico o artístico de los objetos visuales considerados se ha estipulado teniendo en cuenta el hecho
de que la comunidad científica o la comunidad artística lo reconozca como tal. En tal sentido, el trabajo suscribe
las visiones praxiológicas de autores como Tomás Kuhn (1962) y Arthur Danto (2003) para establecer el dominio
de la ciencia y el arte respectivamente.
186 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
casos se reconoce la relevancia cognitiva de la manipulación del objeto y las
circunstancias de la visualización. Pues, análogamente a la “ilusión de realidad”
de la visualización computacional, los recursos representacionales generados
mediante microscopios y telescopios no suponen una correspondencia
necesaria con los objetos “retratados”. Éstos no existen tal como muestran las
fotografías digitales, del mismo modo que no existen los fenómenos físicos o
informáticos tal como son mostrados por las visualizaciones computacionales.
Bien sea generado mediante herramientas informáticas, bien sea generado
mediante tecnologías de visualización de alta resolución, el objeto visual sobre
el cual trabaja actualmente el científico resulta de un proceso compositivo que
responde tanto al imperativo científico de identificar patrones y agrupamientos
de patrones como al imperativo artístico de instituir al observador como
protagonista en la atribución de significado de lo que es observado. Visualizar
científicamente los fenómenos implica “componer”, es decir, volver visible lo
que necesariamente no lo es mediante nuevas formas de mirar el mundo.
La exploración de estas “nuevas formas de mirar el mundo”, supone una
concepción de la representación de la realidad que ciertamente concilia las
divergencias otrora asociadas a la concepción del mundo de las “dos
culturas”: un mundo externo a la espera de ser descubierto por el científico, un
mundo construido fenomenológica y simbólicamente por el artista. Es esta
concepción de la representación lo que contribuye a explicar no sólo el hecho
de que los científicos contemporáneos hablen más de belleza y de elegancia
que los propios artistas (Ede, 2005), sino también el que, proceso mediante,
los objetos visuales generados a partir de la visualización científica encuentren
similares posibilidades que los objetos de arte convencionales de ser
reconocidos como legítimas expresiones artísticas.
La materialización del diálogo entre las “dos culturas”: la generación
de objetos de arte a partir de las visualizaciones científicas.
La posibilidad de generar objetos visuales artísticos a partir de las
visualizaciones científicas no responde tan sólo al hecho de que éstas posean
una estética basada en la belleza, sino también a que su función cognitiva
pueda ser reemplazada o complementada en otros contextos interpretativos
(Reising y Barrachina, 2009). En tal sentido supone la resignificación de las
imágenes científicas en un contexto simbólico que sustituye su
“referencialidad” (Danto, 2003) por medio de elementos pragmáticos –caso
en el cual su función cognitiva es reemplazada–, o bien que incorpora a su
“referencialidad” elementos pragmáticos con el propósito de generar en los
espectadores un impacto mucho mayor al que sentirían sin la acción de
“agentes embellecedores” (Danto, 2003) –caso en el cual su función cognitiva
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 187
es complementada–. En varios aspectos tal resignificación presenta notables
paralelismos con el proceso que convirtió el mingitorio de Mott Iron Works en
la obra Fuente (1917) de Marcel Duchamp o a las cajas brillo de James Harvey
en la Caja Brillo (1964) de Andy Warhol.
Estos objetos de arte se constituyeron como tales en torno a un conjunto
de significados –la expresión de una estética sin belleza, por ejemplo– que
los diferenció de sus correlatos en la vida cotidiana. Arthur Danto (2003) ha
señalado que este proceso de diferenciación requiere la alteración simbólica
de la “referencialidad” de los objetos ordinarios, así como un cambio en el
contexto espacio-temporal en el cual son apreciadas estas obras de arte. Del
mismo modo, sean generadas mediante procesos informáticos o tecnologías
de visualización de alta resolución, las imágenes científicas requieren ser
alteradas para dar lugar a objetos visuales con valor artístico.
No se trata solamente de incorporarles rasgos pragmáticos mediante otros
criterios compositivos que afecten, por ejemplo, su coloración, su sombreado
o su escala, sino de alterar función cognitiva por medio de dos operaciones: la
sustitución o la complementación. Como veremos seguidamente, la primera de
ellas dará lugar a un objeto visual que mantendrá un “aire de familia” con el arte
abstracto, mientras que la segunda de estas operaciones dará lugar a un objeto
visual que potenciará el carácter crítico y la comunicabilidad del arte digital.
Si la intervención del artista sobre la representación científica redunda en
el reemplazo de su función cognitiva, el objeto visual resultante no tendrá con
ésta el vínculo de “equivalencia material” que a pesar de sus diferencias
simbólicas puede establecerse entre la caja Brillo de Harvey y el objeto Caja
Brillo de Warhol o entre el mingitorio de Mott Iron Works y el objeto Fuente de
Duchamp. Lejos de limitar el horizonte artístico, esta situación propicia la
exploración de nuevos materiales y formatos estéticos.
Consideremos a título de ejemplo de esta situación el trabajo de Andy
Wuensche, un científico-artista del Discrete Dynamics Lab, School of Science
and Technology, University of Sussex, especializado en autómatas celulares.
Valiéndose de programas computacionales de simulación, redes aleatorias,
sistemas caóticos y topologías multidimensionales elabora objetos de arte
digital a partir de las imágenes generadas en el laboratorio para investigar
redes dinámicas discretas. Expuestos en la galería de imágenes de laboratorio,
estos objetos se diferencian de las visualizaciones científicas porque han sido
despojados de los marcadores semánticos característicos de estas últimas:
coordenadas espacio-temporales, redes aleatorias, etc. Tal despojo inhibe la
función cognitiva de la visualización científica equiparando al objeto visual
resultante con los productos del arte abstracto. Al igual que éstos, su valor y
188 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
fuerza expresiva depende de un lenguaje visual autónomo, dotado de
significaciones propias e independientes de toda representación figurativa
(Blok, 1999)11.
Por su parte, si la intervención del artista sobre la visualización científica
complementa su función cognitiva, el objeto visual resultante tendrá por
propósito adentrar al observador tanto en una “nueva forma de ver” como en
un “mundo nuevo”, promoviendo la comprensión pública de la ciencia, así
como de sus eventuales implicancias éticas y políticas. En este contexto, el
vínculo de “equivalencia material” que, a pesar de sus diferencias simbólicas,
puede establecerse entre la caja Brillo de Harvey y el objeto Caja Brillo de
Warhol o entre el mingitorio de Mott Iron Works y el objeto Fuente de
Duchamp, también se mantiene entre la visualización científica y la imagen
artística. En virtud de ello, la función cognitiva de la primera es complementada
en la segunda bien con una función pedagógica-comunicativa, bien con una
función crítico-reflexiva, habilitando un nuevo horizonte de desarrollo para el
arte digital en torno al compromiso social.
La obra Magic Forest (2002) de Andrew Carnie ofrece un ejemplo de la
complementariedad de la función cognitiva con una función pedagógicacomunicativa. La misma fue desarrollada a partir de las imágenes generadas
por el neurobiólogo Richard Wingate en el Medical Research Council Centre
for Developmental Neurology del Kings College para analizar la anatomía
neuronal y las relaciones entre la migración neuronal y el patrón genético.
Magic Forest posee una estructura cícilica. Comienza con imágenes referidas
a la localización y al crecimiento de las neuronas, luego sumerge al público en
un “bosque denso”, formado por “árboles” o representaciones de neuronas
cuyas “ramificaciones” o dendritas establecen conexiones conocidas como
sinapsis y finaliza situando al observador en un “bosque invernal” que
representa un nivel bajo de actividad cerebral o sinapsis. Sin perder el valor
cognitivo de la visualización científica original, Magic Forest incorpora a esta
última, un lenguaje artístico que, mediante técnicas de coloración, contraste,
fluorescencia y procesamiento digital, torna accesible la comprensión del
funcionamiento cerebral y del deterioro de la memoria para un público no
experto.
Por su parte, las obras Nebula (1996) y Monstrance (1996) de la fotógrafa
británica Helen Chadwick, ofrecen un ejemplo de la complementariedad de la
función cognitiva de la visualización científica mediante una función crítico-
11
En esta misma clave podrían considerarse los trabajos que Felice Frankel y David Malin expuestos en sitios
como Haverford’s Cantor Fitzgerald Gallery, Musseum of Modern Art y Karsten Greve Gallery.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 189
reflexiva. Realizados luego de una estadía de dos años en la Assisted
Conception Unit del King´s College Hospital, ambos objetos muestran
embriones de diferentes estadios de división celular que han sido descartados
para la implantación uterina, dispuestos como si fuesen joyas victorianas.
Al igual que las imágenes científicas generadas en la mencionada
institución, éstos resultan de un proceso compositivo que no tiene por objeto
atraer la atención de los médicos hacia los óvulos fecundados que
presentaban la mejor morfología –y que de acuerdo con ello resultan
apropiados para el implante–, sino atraer la atención del público hacia un
problema ético: la selección científica de lo viviente. En este caso, la
preservación de la “referencialidad” de la visualización científica y la
disposición de los embriones como piezas inanimadas de gargantillas o
colgantes, genera en el observador una confusión que potencia el carácter
crítico del arte e insta a reflexionar sobre los límites éticos de la ciencia y la
tecnología.
Así, si bien son generados a partir de las visualizaciones científicas, no
todos los objetos artísticos las trascienden del mismo modo. Unos, lo hacen
sustituyendo su función cognitiva por la exploración estética, mientras que
otros lo hacen complementándola con funciones crítico-reflexivas o
pedagógico-comunicativas. De una u otra forma materializan un diálogo entre
las “dos culturas” que si bien en primera instancia parecería enriquecer más
al dominio del arte que al de la ciencia resulta, como veremos a continuación,
simétrico en cuanto a los horizontes que también abre para el estudio científico
de problemas complejos.
La materialización del diálogo entre las “dos culturas”: aportes del
arte para el estudio científico de problemas complejos
Atendiendo a lo anteriormente mencionado, la conciliación de la
investigación experimental y el arte digital asume a la ciencia como un espacio
que, a instancias del proceso compositivo de las visualizaciones científicas,
propicia la exploración artística de nuevas técnicas y materiales, el desarrollo
estético de conceptos y teorías y la potenciación del carácter crítico y la
comunicabilidad del lenguaje artístico. En tal sentido, parecería que el diálogo
entre las “dos culturas” fuese asimétrico en cuanto a las posibilidades que
ofrece. Sin embargo, se trata de una impresión sólo aparente, pues la “tercer
cultura” ha dado lugar también al desarrollo de herramientas por parte de
artistas significativas para el procesamiento visual de la información científica.
190 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Posiblemente uno de los primeros y más impresionantes antecedentes de
ello sea el Interactive Computer-Aided Red Green Blue Editor (ICARE)
desarrollado por la artista Donna Cox (1987) en el transcurso de una estadía
en el National Center for Supercomputing Applications. Junto a matemáticos,
astrofísicos y entomólogos, Cox trabajó allí en el desarrollo de recursos para
la visualización computacional de fenómenos multidimensionales. Ya en aquel
entonces, ello presentaba un desafío no sólo para los artistas, seducidos
desde hace tiempo por conceptos como “cuarta dimensión” y “curvatura del
espacio” (Henderson, 1986), sino también para los científicos, quienes
reconocían la limitación de las representaciones parciales para analizar
fenómenos complejos.
En este contexto ICARE permitió representar un mayor número de
variables independizando la asignación de color del valor del píxel, lo cual
supuso una gran ventaja cognitiva pues permitía realizar cambios en la
visualización de las variables sin necesidad de hacer correr nuevamente los
cálculos de una simulación (Cox, 1988). A diferencia de los programas
comerciales de dibujo y edición de la época, ICARE dio al usuario el control
sobre la asignación de colores, al tiempo que subrayó el poder de los mismos
en la percepción y el análisis fenómenos multidimensionales. Unos de los
primeros en experimentar el potencial cognitivo de esta herramienta fueron los
astrofísicos Charles Ross Evans, Michael Norman, Philip Hardee y David
Clarke, quienes la aplicaron para discriminar variables en la simulación de un
chorro cósmico.
En este sentido ICARE constituye un antecedente, tal vez el primero, del
carácter compositivo de la visualización científica, pues introdujo el mapeo de
color con el propósito de alterar la percepción de lo observado y dirigir la
atención del observador hacia un aspecto particular de la representación: los
patrones en los cambios de color y las consecuentes discrepancias entre
variables.
Actualmente las ventajas de visualización que ofreció ICARE a fines de los
años ´80 son moneda corriente en los programas comerciales que utilizan los
científicos. Al igual que él Matlab, por ejemplo, permite especificar colores
para un conjunto de datos, modificarlos deliberadamente, manipular
intensidades y contrastes y realizar ajustes de luminosidad, sin necesidad de
realizar nuevamente los cálculos de la simulación. La versatilidad del programa
para modificar estos aspectos de la visualización permite al científico “traducir
visualmente al fenómeno en distintas imágenes” promoviendo, a través del
análisis comparativo de las mismas, la identificación de relaciones entre
variables que de otro modo serían inaccesibles para él.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 191
El desarrollo de esta posibilidad por parte de una artista como Cox, pone
elocuentemente de manifiesto que la “tercer cultura” no se limita al hecho de
que en el seno de la ciencia contemporánea haya surgido un nuevo tipo de
objeto artístico, sino también al hecho de que el arte digital ha contribuido y
puede contribuir con el desarrollo de herramientas que resultan fundamentales
para el entendimiento.
A modo de cierre: el diálogo entre las “dos culturas” como una
oportunidad para la apertura social de la ciencia
Como hemos podido advertir, los recursos informáticos y las tecnologías
visuales de alta resolución, han conformado un espacio conciliatorio y de
mutua implicación para buena parte de la investigación científica y el arte
digital. En este contexto, resulta posible identificar las implicancias de la “tercer
cultura” idealizada por Snow sobre el quehacer artístico y el científico, lo cual
no constituye un dato menor, pues subraya que la posibilidad dialógica entre
las “dos culturas” no diluye la especificidad de las mismas.
Lejos de ello, la generación de objetos visuales de valor artístico a partir de
las visualizaciones científicas potencia la naturaleza tanto del arte como de la
ciencia. En el caso del arte, ello se traduce en la configuración de un horizonte
de desarrollo propicio para la exploración de nuevos conceptos y materiales
–constituido en virtud de aquellos objetos que sustituyen la función cognitiva
de las imágenes científicas mediante una función estética–, o para el compromiso socia, constituido en virtud de aquellos objetos que complementan la
función cognitiva de las imágenes científicas con funciones pedagógicocomunicativas o crítico-reflexivas. En el caso de la ciencia, por su parte, ello se
traduce en la configuración de un nuevo horizonte cognitivo para el
procesamiento visual de la información, constituido en virtud de técnicas
representacionales desarrolladas originalmente por artistas.
Tanto en uno como en otro caso, estos horizontes operan como una vía
alternativa de desarrollo que podría contribuir con la consolidación de otra
“tercer cultura”: aquella referida a la implicación de la sociedad civil en el
proceso de toma de decisiones concernientes al desarrollo científicotecnológico. Ello sería viable dado que el espacio dialógico que hemos
considerado se superpone en gran medida con el que habilita esta otra “tercer
cultura”.
Inspirada en la misma posibilidad conciliatoria que orientó a Snow,
Heinsenberg, Copley, Silberberg y Hanrahan en la búsqueda de un punto de
192 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
encuentro entre la ciencia y el arte, esta “tercer cultura” tomó forma cuando,
a instancia de autores, entre ellos, Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz (1993),
Alan Irwin (2001) y Sheila Jasanoff (2005), se impugnó la “metáfora de la
brecha” para abordar la relación ciencia-tecnología-sociedad. Desde esta
perspectiva, se ha objetado la prescindencia de la ciudadanía en el análisis
de las eventuales consecuencias de la labor científica y en la consecuente
definición de las agendas de investigación, enfatizándose que en ambos casos
interviene un pluralismo axiológico que trasciende la demarcación entre “lo
epistemológico” y “lo social”. Ello ha dado lugar a una serie de acciones entre
la comunidad científica y la sociedad civil, tendientes a vincular valores
cognitivos como la precisión, la eficacia y la objetividad con otros como la
equidad, la dignidad y la libertad. En este contexto, los objetos generados a
partir de las imágenes científicas podrían incorporar al discurso político y
multisectorial de los foros, las audiencias públicas y las encuestas de opinión,
entre otros, el potencial crítico y comunicativo del lenguaje visual del arte.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 193
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196 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Comentarios sobre el texto de Ailin Reising
Martín Parselis
Universidad Católica Argentina
“La belleza del arte se presenta a sí misma a la sensación,
el sentimiento, la intuición, la imaginación; su esfera es distinta a la del
pensamiento, y la aprehensión de su actividad y de sus productos,
requiere de un órgano distinto al del pensamiento científico”
Georg Hegel
El trabajo de Ailin Reising propone un espacio común entre científicos y
artistas. En este espacio propone la existencia de los siguientes fenómenos:
• recursos científicos que devienen en expresiones artísticas;
• la intervención artística como vehículo de abordaje de problemas
científicos;
• la interacción entre estos actores a través de ejemplos de co-producción.
En épocas de resignificación y remezcla no es extraño encontrar
interrelaciones que no resultaban aparentes hace apenas un siglo. Conceptos
aparentemente “duros” y “precisos” como “ciencia” y “tecnología” han sufrido
tremendos cambios, al punto en que la demarcación y la definición precisa de
los términos resultan, a primera vista, prácticamente imposibles.
Imposible como cualquier definición y posición férrea sobre cuestiones de
conocimiento. Imposible como todo lo que se encuentra en estado de
problema. Y esta es la época de la problematización. El revisionismo histórico
de cada una de las disciplinas puede servir como ejemplo.
Abordaje del sci-art
La relación entre ciencia y arte no es nueva, y ha sufrido grandes cambios
en las formas de entenderla a lo largo del tiempo. En este momento propuesto
como de “post-aislamiento” entre ciencia y arte, y más allá de los relatos
disciplinares sobre esta relación (desde la comunicación, desde la sociología,
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 197
desde la historia), Reising advierte que hay un factor determinante en esta
relación: la aparición de determinados artefactos como herramientas
informáticas y equipos científicos de alta resolución, principalmente en la
visualización.
Se inicia el planteo del sci-art como tercera cultura, discutiendo la
posibilidad de que en la relación entre ciencia y arte una sea precursora de la
otra (arte precursor de la ciencia según Shlain), además de otras ideas
relacionadas con una cultura conciliadora (en educación según Irving, la
creatividad como lo que aúna ciencia y arte según Heisenberg); e inscribiendo
el punto de vista sociológico en tiempos más recientes.
Sobre las tecnologías de visualización como condición de posibilidad
para la interacción entre científicos y artistas
Reising caracteriza a los recursos de visualización en forma “universal” (es
decir, vale tanto para las nuevas formas como para las formas clásicas):
• inmutabilidad (el resultado es durable);
• escala (se observan fenómenos que de otro modo no se podrían observar
- por tamaño, abstracción, duración);
• combinabilidad (combinar resultados para revelar nuevas relaciones);
• transportabilidad (vehiculización en distintos circuitos de divulgación);
• persuasión (recurso para la negociación del conocimiento).
Y menciona recursos representacionales esencialmente nuevos:
• gráficos computacionales;
• image processing;
• visión artificial;
• CAD (diseño asistido por computadora);
• IHC (interacción hombre-computadora);
• signal processing.
Plantea que estos recursos pueden referirse a sistemas físicos (utilizando
la palabra “real”), o a procesos que no tienen correlato físico. Asegura que el
resultado son objetos visuales (sin importar si el fenómeno los incluye) con
forma, color, textura y movimiento utilizando una frase impactante como:
“volviendo visible lo que no necesariamente lo es”.
198 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Estos objetos, continúa, “constituyen productos sujetos a la manipulación
del científico”. Son una “ilusión de realidad independiente del tiempo y del
espacio” que permite una “transportación del ámbito científico al ámbito
artístico”. Estos objetos “retienen mucho del carácter de los objetos ideales”.
Paréntesis sonoro
Poco antes de escribir estos comentarios me reencontré en Buenos Aires
con Ricardo Dal Farra que es un pionero de la música electroacústica en
América Latina, y una referencia en el mundo, que volcó su vida al ámbito
académico hace ya muchos años. Pude ver un par de libros que trajo a otro
colega –es uno de los objetos que más frecuentemente viajan con él– sobre
música electroacústica editados por la Universidad de la Sorbonne y constaté
que en la discusión acerca de la música basada en notación vs. la música
basada en sonidos muchas de las herramientas de análisis y de trabajo
concreto eran visualizaciones sobre el sonido.
Un sonograma es una visualización de un fenómeno acústico, que pone al
sonido en un plano distinto del de la notación, y que permite su manipulación.
A su vez las representaciones gráficas de cualquier tipo pueden bajo algún
criterio convertirse en sonido. Experimenté este tipo de procesos participando
de una obra multimedia en coautoría con María Verónica Parselis (Espiral,
movimiento continuo), la música recurría a lo largo del tiempo a la generación
de sonido a partir de una representación gráfica de un espiral.
Quiero cerrar este paréntesis subrayando que existen diversas
representaciones, además de las visuales, que podrían brindar experiencias
distintas sobre los fenómenos.
En el ámbito musical se discute también en términos de determinismo vs.
sistemas dinámicos complejos: una obra electroacústica puede entenderse
como el resultado sonoro de un sistema complejo. Y si ese sistema complejo
fuera una representación de un fenómeno, ese resultado sonoro se convertiría
también en una representación transportada del ámbito científico al ámbito
artístico.
Cuestiones de comunicación
No sólo se trata de conocimiento o belleza, realzar aspectos estéticos para
captar atención es parte de las prácticas. Extendiendo esto a lo social, esta
relación se sumerge también en las áreas de la comunicación.
Pero un aspecto realmente saliente de la ocupación por la atención del
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 199
otro, es la idea, tal como lo menciona Reising, de “componer”, es decir “ver las
cosas y desarrollar una perspectiva, un modo de ver”, que puede verificarse
operativamente en criterios de escala, perspectiva, sombras, etc. Esto nos
enfrenta nuevamente con la cuestión epistemológica del diseño del
experimento, y de la relativización de las observaciones.
Vuelve a una cuestión epocal: el rol del observador. Tal vez desde la
desestimación de la inducción, las ciencias dieron cuenta de que quien
observa interviene de algún modo. El arte del siglo XX profundizó esta
cuestión, en la atribución de significados tal como se presenta en el trabajo,
pero también en la necesidad de acción concreta del observador para la
constitución de una obra. Según Danto (2005), no se trata de abandonar al
espectador sino de intentar que capte la belleza interna al significado de la
obra –distinta de la externa, la renacentista y clásica–: el sentimiento que se
conecta con el pensamiento y que anima a la obra de arte. Pero la atribución
de significados como la presenta Reising, en el caso de estos objetos visuales,
debiera transformarse para dejar de centrarse en una función congnitiva. El
abandono de la función cognitiva necesita de otro conjunto de significados
que define a las cosas como una obra de arte.
Coproducción entre artistas y científicos
En la coproducción, un punto saliente es que se preserva la función
cognitiva y a su vez se abre la “caja negra” al público en general. La
intervención estética permite mejorar la observación de fenómenos (a partir
de la discriminación de variables por color, por ejemplo).
Reising propone que el sci-art es una expresión conciliadora de las dos
culturas, es decir: una expresión de una tercera cultura. Se convierte en “una
instancia dialógica propicia para una epistemología cívica (Jasanoff) que
integre ciencia y sociedad”.
Comentarios finales
“La naturaleza es bella porque se parece al arte“
Immanuel Kant
En algunas charlas con expertos en estética, se planteó una sistematización
extrema con respecto a las actividades científica y artística que intento resumir
de este modo:
Durante el período clásico la ciencia interpreta a la naturaleza (el
observador está fuera) y el arte manipula y transforma a la naturaleza. En
cambio hoy la ciencia es capaz de transformar y manipular, y el arte es capaz
200 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
de interpretar. Es decir que hoy tanto ciencia como arte son capaces de
interpretar y manipular a la naturaleza. Esto inicia un enorme problema
espistemológico acerca de cuánto conocemos de las cosas, o los fenómenos,
y a través de qué acercamientos.
Si la ciencia es capaz de manipular la naturaleza, habría que pensar, por
ejemplo, la idea de “tecnociencia” (en el sentido que expone tanto Echeverría
(2005) como cosa nueva y otros autores como dos ámbitos indisolubles), y si
el arte es capaz de interpretar a la naturaleza, un movimiento como el del sciart podría encontrar espacios más amplios de desarollo en los ámbitos
científicos. ¿Cuáles son los desafíos epistemológicos de la ciencia atendiendo
a los casos de co-producción?, ¿estimularía el antirrealismo?, ¿no se trata de
“embellecimiento” (en el sentido de la belleza artificial: que lo peor parezca
mejor)?
En términos estéticos, también podemos dar cuenta de la transversalización
de la belleza, tanto como de la fealdad o del terror. En este sentido, Danto
(2005) los propone como moduladores entre pensamiento y sentimiento. Es
decir que la categoría de modulador coloca a todo aquello que podemos
considerar bello, feo u horroroso en un contacto profundo con los mundos
que juzgamos durante años exclusivos de la ciencia o del arte.
Así como advertimos una transversalización de la tecnología en todos los
órdenes de la vida, Vattimo lo advierte en la estética anunciando que vivimos
una “estetización general de la existencia”. Ambas “transversalidades” se han
“naturalizado” y se han vuelto “invisibles”, al punto en el que mayormente no
tenemos conciencia de ambas cosas. Tal vez se trate del atrofio de la
experiencia estética que plantea Benjamin por causa de crear otro “aquí y
ahora” masivo de las obras (entre otras cosas sintetizadas en el “aura”). El sciart, si bien podría considerarse un aporte a la Tercer Cultura, involucraría
también a este “atrofio” de la experiencia estética, pero también profundiza el
anonimato de la experiencia tecnológica (en los términos de la diferenciación
de Dufrenne (1964) sobre los objetos estéticos y técnicos y su no-anonimato
y anonimato respectivamente): contribuye el sci-art desde este punto de vista
a asemejar el arte también a la tecnología tal vez hasta su confusión, ¿es
posible diferenciar entre los objetos sci-art y los artefactos?
Por último, ¿cuál es el riesgo de que el sci-art se diluya entre formas de
representación?, ¿cómo podría diferenciarse claramente de las interfaces
como espacios de operación de procesos, o de representación del
conocimiento? Estas preguntas cobran sentido en un contexto en el que se
trabaja sobre visualizaciones de cualquier hecho o fenómeno aún sin interesar
a la comunidad científica.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 201
Como ejemplo vale esta visualización de mis propias conversaciones a
través de Twitter:
conceptlens.com
O la distancia al McDonald´s más próximo en Estados Unidos:
weathersealed.com
202 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
O la representación sobre la actividad del browser de un usuario:
eyebrowse.csail.mit.edu
O la representación de una identidad en la Web:
personas.media.mit.edu
Por último, ¿qué planteos de nueva frontera para la artificialidad podrían
trazarse a partir del sci-art? –como en el caso de la presentación de embriones
en la muestra “La vida que no ha sido elegida” de Chadwick–, y ¿cómo se
podría caracterizar la idea de tech-art diferenciada del sci-art?
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 203
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204 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Los Observatorios de Sustentabilidad como centros-guía para
la implementación de estrategias de sustentabilidad local y
regional, y potenciadores de sinergias entre actores sociales
Josep Antequera
Observatorio de Sostenibilidad de las Comarcas de Girona
Parte 1
Una visión en seis bloques de la sostenibilidad local y regional.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 205
Estructuras naturales, sociales y sostenibilidad
Cuando hablamos de sostenibilidad1 nos referimos al mantenimiento de un
sistema en el tiempo y en el espacio. Los seres vivos mediante procesos de
captación y apropiación energética y material del entorno perviven en el tiempo
y se reproducen, desde los orígenes de la vida. Para ello provocan una
disipación permanente de energía y materia a través de su metabolismo, y
evolucionan a partir de la modificación de sus sistemas de reproducción celular
condicionando su supervivencia a los efectos que la selección natural del
entorno ejerce sobre ellos. A través de dichos procesos de disipación de
energía, teniendo como origen la energía solar, se organizan en ecosistemas
estructurados por las relaciones entre las especies (cadenas tróficas)
extendiéndose en el marco planetario. La organización del ecosistema requiere
la desorganización de sus partes en un proceso permanente de sucesión
natural, en la que unas especies son devoradas (transferencias energéticas) o
substituidas por otras en el tiempo; o mediante procesos de reestructuración
general del ecosistema como respuesta a los impactos del entorno, como la
regeneración de un bosque después de un incendio.
Los sistemas sociales producto de las relaciones entre seres humanos
(organismos generados por procesos de selección natural) también requieren
para su sostenibilidad de procesos disipativos de energía y materia, y para
ello, durante toda su historia, han recurrido a la explotación de los ecosistemas
circundantes para la creación de su hábitat social y de los artefactos
tecnológicos propios para la satisfacción de sus necesidades. Una vez
extendidos por todo el planeta, los seres humanos han escapado del control
energético del ecosistema circundante y mediante la disponibilidad de fuentes
de energía fósil y la red global de comunicaciones, han expandido las áreas de
apropiación de recursos a todo el entorno planetario.
La sostenibilidad y la necesidad de un modelo de desarrollo más sostenible,
surgen cuando el grado de explotación de los ecosistemas y los impactos de
los sistemas sociales sobre ellos, hacen que se modifiquen las condiciones
vitales de éstos. Los efectos de la civilización producen alteraciones de
carácter local y planetario, y generan un impacto en los sistemas naturales y
en los mecanismos de regulación planetaria, los cuales comportan una pérdida
gradual de especies y una transformación de las condiciones climáticas
globales. Por ello el factor ambiental o de conservación de recursos, especies,
ecosistemas y equilibrios planetarios, es el primer elemento que la
sostenibilidad incorpora.
1
En este artículo usaremos el término “sostenibilidad” y “sustentabilidad” con la misma acepción, ya que como otros
autores, creemos que son términos sinónimos.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 207
Paralelamente a este proceso de apropiación de recursos, durante la
historia humana se han producido procesos de dominación social de unas
comunidades humanas sobre otras, mediatizados muchas veces por conflictos
bélicos. Estos procesos históricos han culminado en el tiempo en la
estructuración mundial actual del Sistema de Naciones, en las que unos países
presentan grados de bienestar mucho más generalizados entre su población
que otros.
Esta supremacía espacial del ser humano se ha producido por el desarrollo
cultural, que ha culminado en el desarrollo tecnológico, factor diferencial entre
la categoría de países. Los países industrializados han conseguido un grado
mayor de redistribución de la riqueza y del bienestar que el resto por la
polarización global en la obtención de recursos. Modelos de desarrollo social
y económico mediatizados por valores culturales, son los fundamentos que
estructuran el tipo de relaciones sociales que se generan en el sistema
mundial. El modelo cultural globalizado actual, da como resultado una
estructuración de la sociedad en la que hay una apropiación de mucha riqueza
por unos pocos, una clase media más o menos amplia según el tipo de países,
y una clase social pobre en la que la satisfacción de necesidades básicas no
está satisfecha.
La globalización y la preponderancia del modelo capitalista extienden estas
tendencias a nivel mundial, presentando un panorama global en el que los
países distribuyen esta tasa de reparto social de la riqueza en distintas
proporciones, según el modelo de país. Las naciones en desarrollo en que la
clase social más baja está muy extendida y los países llamados desarrollados
en los que la clase media es la mayoritaria.
Los factores antes mencionados obligan a introducir la equidad como
segundo elemento en el nuevo modelo de desarrollo más sostenible, que
juntamente con la apropiación de recursos, hace que la condición de equidad
se traslade incluso hasta las generaciones venideras; las cuales pueden sufrir
una mengua de oportunidades de desarrollo, por el agotamiento de los recursos
por parte de las generaciones actuales. Sobre todo cuando alimentamos el
sistema productivo con recursos no renovables, como el petróleo.
El tercer elemento es la transformación de los medios de producción y de
los sistemas productivos para que se generen procesos económicos más
eficientes y limpios, ya que muchos de los impactos sobre los ecosistemas
provienen de las formas en que transformamos los recursos naturales para
producir bienes y servicios a la sociedad. La economía es necesaria para
mantener el sistema, pero requiere de sistemas de regulación globales de los
flujos de capitales que atiendan las desigualdades mundiales, la promoción
208 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
de los derechos de los trabajadores, las mujeres y los niños, la eficiencia en el
uso de los recursos y la minimización del impacto ambiental de las actividades
productivas y de los servicios, como el turismo o la construcción.
Podríamos considerar un cuarto elemento de la sostenibilidad, aunque
también podría situarse en el ámbito social, que es el del papel de las
instituciones en promover el desarrollo sostenible. El modelo de gestión
pública actual incorpora elementos de sostenibilidad social y ambiental en
alguna medida, pero lo que prima en los estados es el desarrollo económico
con una voluntad de crecimiento del producto interior bruto nacional. A partir
de este incremento productivo, que supone a la vez un incremento en el
consumo de recursos y del impacto sobre los sistemas naturales, se distribuye
la riqueza en función de los criterios más o menos sociales de los gobiernos,
mediante los impuestos y los servicios públicos generalizados. El tema
ambiental se incorpora en muchos aspectos, pero ante la conservación de los
espacios naturales prima el desarrollo económico y las infraestructuras. Las
agendas 21 y otras estrategias de sostenibilidad nacionales o locales, aún no
ejercen un peso prioritario en las políticas de las diversas instituciones, y
muchas veces se convierten en políticas de maquillaje ambiental que encubren
el modelo de desarrollo tradicional.
La sostenibilidad para implantarse socialmente requiere un cambio cultural
tanto en las motivaciones individuales como en las sociales. Este cambio pasa
por contener las ansias de “tener” y centrarse más en el desarrollo personal.
La cultura del consumo, propagada mayoritariamente por los medios de
comunicación, anima a la consecución del bienestar mediante la adquisición
de objetos y servicios variados. En las políticas empresariales prima el
crecimiento de las estructuras económicas además de la apropiación de la
riqueza, muchas veces propiciada por la creación de dinero financiero
(acciones). Hoy en día la crisis actual, producto del ansia de riqueza y del
engaño de grupos económicos mediante la creación de dicho dinero financiero
y sus productos, ha desacelerado la economía mundial y es el factor más
potente que frena al desarrollo con un coste importante sobre el bienestar
individual mediante la pérdida de empleos, que deja a una parte de la
población dependiente de las ayudas sociales. ¿Podemos concebir que a
partir de esta pérdida de ritmo de la economía, puedan surgir planteamientos
más sostenibles?
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 209
Una visión integrada de la sostenibilidad.
Analizando las diversas perspectivas de la sostenibilidad podemos partir de
una definición de síntesis, entendiendo que un modelo de desarrollo tiende hacia
la sostenibilidad cuando pretende alcanzar un bienestar social generalizado, con
la estructura tecno-económica adecuada para este fin, minimizando el consumo
de recursos y el impacto sobre el entorno (huella ecológica), y manteniendo la
calidad de los ecosistemas del territorio y su biodiversidad.
CALIDAD DE LOS ECOSISTEMAS
BIODIVERSIDAD
Minimización de Impactos
SOCIEDAD
Minimización de Impactos
MODELO
CULTURAL
MODELO ECONÓMICO
Satisfacción de necesidades sociales
Sistemas productivos
MODELO
TECNOLÓGICO
Como hemos dicho anteriormente, la sostenibilidad requiere de un modelo
cultural nuevo, en el cual se incremente el “valor moral, social y económico” de
los sistemas naturales, del resto de las especies y de los seres humanos. Un
nuevo eco-humanismo, ya presente en algunas culturas y grupos sociales,
pero ausente, al menos de hecho (aunque se escriba en documentos y se
promulgue grandilocuentemente en la cumbres mundiales), de los grandes
centros de decisión política y económica.
El marco de análisis de la sostenibilidad: la región y sus límites.
En este artículo queremos proponer un modelo sistémico para analizar el
modelo de desarrollo de una región, bajo los criterios de sostenibilidad que han
sido definidos en el apartado anterior. Entendiendo a la región como un
sistema complejo que está formado por las interrelaciones entre los diversos
subsistemas que la componen: la matriz ecológica, los sistemas sociales y
económicos, los artefactos tecnológicos y la gestión institucional.
Para desarrollar el análisis de una región debemos primero definir los límites
de ésta en función del objeto de estudio. Dichos límites en algunos casos
pueden coincidir con criterios administrativos, en otros casos pueden
superarlos, como es el caso de los sistemas naturales.
210 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Los límites administrativos son importantes, ya que en función de éstos se
hallan organizados los datos de la zona. Éstos nos permiten estructurar los
fenómenos sociales, políticos y económicos a estudiar.
Los límites de los ecosistemas son más difíciles de establecer. En el caso
de los continuos ecosistémicos, como las cuencas, las cordilleras, o las zonas
boscosas, una parte de los cuales se hallan ubicados en el interior de los
límites regionales, pero otra parte de ellos se halla en el exterior. En este caso
se considerará el estado de dichos continuos como una unidad interior y
exterior al sistema, y se analizarán los efectos o impactos que el sistema social
de estudio ejerce sobre ellos.
Una vez establecidos estos límites, el territorio adyacente será considerado
como el entorno del sistema. El cual incorpora al sistema flujos de energía,
materia e información que modifican o determinan las dinámicas internas del
sistema de estudio. Y a la vez el sistema de estudio genera flujos que van hacia
el entorno del sistema, como las emisiones de CO2 que se generan en la zona
y se diluyen en la atmósfera junto al resto de las emisiones planetarias.
ENTORNO
Fenómenos del entorno
que afectan al desarrollo regional
REGIÓN
En un mundo globalizado, este entorno se halla jerarquizado en escalas
diversas en función de los subsistemas superiores en los que la región se halla
inmersa. Esta jerarquía de escalas incide en la región, en el caso de las
políticas o las inversiones, su procedencia irá desde ámbitos globales o de
ámbitos nacionales más cercanos al sistema de estudio.
Los fenómenos que se generan en la región pueden ser producidos por
dinámicas sociales internas o externas al sistema de estudio, o sea dentro o
fuera de los límites del sistema. En dicho marco globalizado las
transformaciones que se producen en un sistema regional pueden provenir de
situaciones externas alejadas en el espacio. Como ejemplo, tenemos el
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 211
fenómeno de los desplazamientos migratorios desde los países con un bajo
nivel de desarrollo hacia los países desarrollados. Esta inserción social de
personas con elementos culturales distintos a los locales, afectan a las
relaciones sociales de la región, pero las causas de su llegada se generan en
lugares que están alejados de la misma. Entenderemos estos procesos
externos como procesos de un nivel superior, que se desarrollan en el entorno
del sistema e influyen en sus procesos internos.
Por ello es interesante cuando analicemos el sistema de estudio, ver de
dónde provienen los flujos que afectan al sistema, si su origen es interior o
proceden de flujos exteriores más difíciles de controlar.
La estructura del sistema y la relación entre sus partes.
Una vez definidos los límites del sistema de estudio, deberemos analizar su
estructura interior, la cual viene dada por la relación entre las partes del mismo
o sea sus elementos constituyentes.
“Un gran número de propiedades de un sistema quedan
determinadas por su estructura y no por sus elementos. Claro está
que las propiedades de los elementos determinan las relaciones
entre ellos y, por consiguiente, la estructura. Pero las propiedades
de los elementos y las propiedades de la estructura corresponden a
dos niveles de análisis distintos. En efecto son las propiedades
estructurales del sistema quienes determinan su estabilidad o
inestabilidad con respecto a cierto tipo de perturbaciones. La
inestabilidad está, a su vez asociada a los procesos de
desestructuración y reestructuración del sistema. Son estos
procesos y no la estructura en sí misma, quienes constituyen el
objetivo fundamental del análisis. Se trata, pues, de un estudio de la
dinámica del sistema y no del estudio de un estado en un momento
dado” (García, 2007, p. 52).
Entendemos a partir de estas afirmaciones de Rolando García, que la
relación entre los elementos del sistema genera la estructura, cuya formación
depende de las características de estos elementos. No es lo mismo una región
metropolitana estructurada en torno a un centro principal urbano o gran ciudad,
que una región polinucleada cuya dinámica depende de la malla de relaciones
entre núcleos poblacionales de actividad propia.
212 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
C2
C3
C1
R
R
R
C4
C1
R
R
R
R
C4
CIUDAD
CENTRAL
R
C2
R
R
R
C6
C3
C5
La red de relaciones que se genera en estos casos es distinta. En el primer
caso, el de la gran ciudad, las relaciones convergen hacia ese centro
organizado que configura cinturones metropolitanos a su alrededor, pero la
malla es más bien centralista, o sea un punto grande acumula la mayor parte
de interacciones de la red, un núcleo muy conectado alrededor de núcleos
con menores conexiones. En el segundo caso, el número de conexiones entre
los núcleos de la malla es más homogéneo y no presenta tantos desequilibrios
en las interacciones.
En el ámbito de la sostenibilidad regional, el grado de consumo de recursos
y la generación de impactos también comparten los desequilibrios de los
modelos de organización territorial. Los flujos de recursos totales de la región
son devorados en gran medida por la gran ciudad, y la producción de los
residuos concentra en gran medida la capacidad del centro urbano para
gestionarlos. Lo mismo diríamos en relación a las infraestructuras de transporte
centralizadas hacia el núcleo urbano, cuyas dinámicas diarias de acumulación
de entradas y salidas de vehículos en las horas punta, son uno de los
fenómenos de mayor insostenibilidad de este tipo de regiones.
La sostenibilidad social también presenta estos desequilibrios de escala.
En las grandes ciudades se generan núcleos de pobreza mucho más difíciles
de gestionar que en las poblaciones menores. Las favelas latinoamericanas
serían un ejemplo de acumulación de pobreza en las ciudades, que estructuran
el sistema urbano y presentan unas dinámicas de crecimiento propias y unas
culturas de relación distintas a las de la propia urbe. Igualmente ocurre con los
flujos económicos y la gobernabilidad.
Por ello la matriz regional formada por el sistema de asentamientos
humanos, sus relaciones, desequilibrios y sus diversos grados de
concentración sería el factor principal condicionante de las dinámicas de la
región. Y el sistema se estructuraría en torno a dichas relaciones.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 213
La matriz de sostenibilidad regional
Una vez determinada la estructura regional y sus partes, estamos en
condiciones de definir la matriz de sostenibilidad mediante una serie de
macrofunciones que pueden ser estudiadas a una escala general, o a escalas
menores en función de la estructura de la región.
Estas macrofunciones serían las siguientes:
• La ordenación del territorio, el urbanismo y la previsión de crecimiento
urbano.
• El modelo de movilidad y las infraestructuras.
• La población y sus características.
• La funcionalidad económica, su sostenibilidad y el empleo generado.
• La huella ecológica: los consumos de recursos y la generación de
residuos.
• La sostenibilidad en la gestión pública o institucional.
Población
Economía
y empleo
Ordenación del
territorio
PIB
Huella
Ecológica
Consumo
recursos
y
producción
de
residuos
Tasa de Crecimiento
Planificación
Urbanística
ESTRUCTURA
REGIONAL
Infraestructura
de transporte
Modelo
de Movilidad
Gestión
institucional
Sostenibilidad
Institucional
El desarrollo de estas macrofunciones caracterizaría la actividad de la
estructura regional y su sostenibilidad.
Por ello la matriz de la sostenibilidad antes descrita vendrá determinada
por la dinámica que generan estas macrofunciones.
Matriz de sostenibilidad = F (Ot, Mov, Pob, Econ, HE, SI)
214 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
El desarrollo de la matriz de sostenibilidad regional
En este apartado queremos descomponer las macrofunciones regionales
que generarían la matriz de sostenibilidad regional, en una serie de indicadores
que nos proporcionarían información sobre las dinámicas que cada
macrofunción adopta en relación a los criterios de sostenibilidad que se han
ido exponiendo.
La ordenación del territorio
La estructura territorial sujeta a planificación determina la disposición de los
sistemas urbanos en el territorio.
Los sistemas urbanos en el territorio deberían estructurarse de manera
compacta y con un crecimiento adecuado en función de la evolución de la
población. Estos sistemas urbanos están sujetos a ritmos constructivos, que
determinan su crecimiento y el consumo de suelo de los mismos.
Dichos sistema urbanos junto con la planificación de las infraestructuras,
determinan un balance regional entre suelo artificializado y los espacios
naturales de la región. Esta relación nos generará una calidad de los espacios
naturales que estará sujeta a unos niveles de protección por parte de los
procesos de planificación del territorio, a su vez que dichos espacios sufren un
proceso de fragmentación producido principalmente por los efectos de las
infraestructuras.
Dichos espacios naturales deberían mantener los servicios naturales de
los ecosistemas, la biodiversidad y compensar las emisiones de CO2
generadas por las actividades humanas mediante la capacidad de absorción
de CO2 de sus sistemas ecológicos.
Balance
de Carbono
Fragmentación
Territorial
Relación suelo rústico
artificialización
Absorción
de CO2
Protección
y gestión
Modelo
urbanístico
Infraestructuras
Crecimiento
urbanístico
Ritmo constructivo
Sistemas urbanos
Estructura
urbana
Compacidad
urbana
Planificación
Calidad de los ecosistemas
Servicios ambientales
ORDENACIÓN
TERRITORIAL
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 215
La movilidad
La sostenibilidad en la movilidad se refleja en los modos de desplazamiento
de las personas.
Estos modos de desplazamiento vendrán determinados por la capacidad
de la región en generar puestos de trabajo suficientes para que la población
activa no se vea obligada a desplazarse, esto se conoce como la
autocontención regional.
La oferta de transporte público es importante para que los desplazamientos
no requieran el uso del vehículo privado para ello.
• La flota de turismos de la zona nos dará una idea de esta necesidad de
usar el vehículo privado como modo de transporte.
• La accidentalidad es una consecuencia del modo de transporte que se
utiliza mayoritariamente.
Flota de transporte privado
Autocontención
regional
MOVILIDAD
Modos de
desplazamiento
Disponibilidad
transporte público
Accidentalidad
La calidad social
Una sociedad equilibrada vendrá determinada por el equilibrio demográfico
de la población y su crecimiento.
Éste crecimiento se genera a partir de la capacidad reproductiva de la
población y de los flujos migratorios de la zona y sus dinámicas. El factor de
envejecimiento poblacional debe ser compensado con un índice de natalidad
similar para que la pirámide de población se mantenga en equilibrio. Hay que
analizar el papel de los flujos migratorios en este proceso de crecimiento, la
velocidad de dichos flujos determinará el grado de integración de la población
es equilibrado.
216 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Crecimiento
Inmigración
Integración
Flujos
Envejecimiento
Mortalidad
Natalidad
POBLACIÓN
Población <3 años
Capital social
Empleo
Bienestar
Derecho a
la vivienda
Redes sociales
Pobreza
Salud
Educación
Seguridad
El bienestar es el segundo factor a analizar, éste fenómeno se puede
descomponer en diferentes factores que garantizan la calidad de vida.
Entre estos factores podemos considerar:
• El empleo, como sistema para adquirir capacidad adquisitiva de la
población.
• La pobreza como consecuencia de la falta de oportunidades de un sector
determinado de la población para adquirir los bienes y servicios que la
sociedad genera.
• La educación como herramienta social para que la población adquiera el
conocimiento suficiente para garantizar el acceso a la cultura y a las
oportunidades sociales.
• La seguridad que garantiza que la población puede convivir en
condiciones sociales estables.
• La salud como elemento clave del bienestar y la accesibilidad a
equipamientos y servicios sanitarios.
• El derecho a tener una vivienda digna, y que su adquisición no suponga
unos dispendios económicos que incrementen la carga económica de las
familias impidiéndoles el acceso a otros bienes sociales.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 217
Otro elemento importante es el de la capacidad de la sociedad de crear
redes sociales que faciliten el mantenimiento de la cultura local, que creen
sistemas sociales de protección y le permitan defenderse ante agresiones del
poder político o de las fuerzas económicas.
El potencial económico
La economía local debe ser objeto de estudio de la sostenibilidad regional
ya que ella determina muchas veces las dinámicas territoriales que se generan.
• Esta economía se estructurará en sectores: primario, industrial,
construcción y servicios.
• Esta actividad por sectores vendrá determinada por el número de
empresas por sector y por la capacidad de dichas empresas de generar
empleo.
• Estas empresas pueden ser grandes empresas o multinacionales o
pequeñas empresas que generen un tejido productivo y de servicios más
local.
Trabajadores por sectores
Ocupación
Tipología de
las empresas
Estructura
empresarial
Sectores
económicos
Responsabilidad
social corporativa
Sostenibilidad
productiva y de
servicios
PIB
ECONOMIA
REGIONAL
Un elemento importante de la sostenibilidad en la economía que habrá que
considerar será la capacidad del tejido empresarial de adoptar medidas de
responsabilidad social y de criterios de sostenibilidad en la gestión de los
sistemas productivos.
218 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
La huella ecológica
La huella ecológica la entendemos como el consumo de recursos
territoriales, energéticos, de agua, de suelo y la producción de residuos de la
población y del sistema económico.
Los niveles de consumo de la población vendrán determinados por los
niveles de consumo por habitante de agua, energía, suelo y la producción de
residuos.
La manera de analizar los consumos y los residuos del sistema productivo
es analizar su consumo por unidad de PIB. Entendiendo el Producto Interior
Bruto regional como la traducción monetaria de la producción y los servicios
dispensados en la región. La relación entre consumos y PIB se conoce como
la intensidad energética, material y productora de residuos de la economía
regional.
Ocupación de suelo
Orientación territorial
Consumo
energético
Energías
Renovables
HUELLA ECOLÓGICA
REGIONAL
Consumo
per cápita
Reciclaje
Producción de
residuos
POBLACIÓN
Minimización
Reutilización
Consumo
de agua
Gestión
ambiental
ACTIVIDADES
ECONÓMICAS
Estos niveles de consumo y producción de residuos atenuarán su impacto
en función de la capacidad de producción energética mediante sistemas de
energías renovables, los sistemas de minimización y reutilización de agua
potable y la capacidad de reciclaje de los residuos.
La sostenibilidad institucional
La estructura institucional de la región debe garantizar la gobernabilidad,
determinada por su capacidad de acción o los presupuestos que gestiona.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 219
Por otro lado debe garantizar su representatividad social implicando a la
ciudadanía tanto en la elección de los gobiernos locales como en los procesos
importantes de toma de decisiones que sean clave para el futuro regional.
Implicación social
Gestión sostenible
Participación
ciudadana
Estrategias de
sostenibilidad Ag21
SOSTENIBILIDAD
INSTITUCIONAL
Presupuestos
Gobernabilidad
La institución local y regional debe promover la sostenibilidad para ello
requiere de una estrategia de sostenibilidad que juntamente con los agentes
sociales y económicos promueva un desarrollo regional sostenible. Los
procesos de agenda 21 local son herramientas útiles para generar dichas
estrategias participativas en las cuales se diseñen acciones y proyectos de
sostenibilidad que impliquen no solo a los proyectos públicos de desarrollo,
sino que además integren acciones hacia la sostenibilidad de los sectores
económicos y de la ciudadanía.
¿Podemos imaginar una sociedad sostenible viable en el mundo
actual globalizado?2
Una de las primeras premisas que debería contener dicho modelo es “más
sociedad y menos mercado” ¿Por qué? Pues porque en la actualidad la
prevalencia del mercantilismo nos conduce al individualismo, ya que, ahogadas
por los compromisos económicos (hipotecas y otros créditos al consumo) las
familias gastan su existencia en pagar a fin de mes, y no disponen de tiempo
para las relaciones sociales, para la formación personal o para el disfrute de
la vida familiar y educación casera de los hijos, ni tampoco para cuestionar el
modelo de sociedad en el que vivimos.
2
Extraído del artículo de Josep Antequera ¿SEGUIREMOS CON LAS AGENDAS 21 O HABRÁ QUE INVENTAR
LAS AGENDAS 22? En: http://www.eumed.net/rev/delos/01/ja
220 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
La primera tarea a desarrollar para la sostenibilidad personal es
deshacernos de las cargas económicas que suponen la vivienda, la
manutención, el transporte, la educación, el ocio. Eso nos permitirá ser
selectivos a la hora de escoger una ocupación, dedicar el tiempo a actividades
que nos realicen, o a trabajar para desarrollar nuevos modelos de sociedad. El
problema es el “¿cómo?”.
Más local y menos global
En la proximidad las personas se reconocen y mediante el diálogo hacen
sociedad. Y en ese reconocimiento mutuo pueden plantearse afrontar
problemas de manera colectiva y por ello menos costosa.
En esta dirección las políticas públicas locales pueden tener un papel
ejemplificador en el desarrollo de estas acciones. La participación en la gestión
local, se ha puesto de moda hoy en día (también un elemento clave de los
procesos de agendas 21 locales que en muy pocos lugares se ha
transformado en procesos de toma de decisiones compartidas), pero son
pocas las administraciones capaces de motivar a su ciudadanía para dicha
labor. Esta falta de implicación social se subsanaría si la gente percibiera que
están participando en un proyecto común que les “facilita la vida”. Lo que
significa tener que compartir la toma de decisiones y eso genera costes en el
orgullo personal de los que gobiernan.
¿Podemos imaginar un municipio con este tipo de políticas?
Sin visiones de futuro no hay proyectos, y actualmente la globalización
impide el desarrollo de nuevos modelos ya que el ciudadano se siente incapaz
de transformar la sociedad. ¿Se puede acceder a productos alimentarios sin
pasar por el gran supermercado? ¿Se puede disponer de una vivienda sin
contar con una hipoteca en una gran y rica entidad bancaria? ¿Podemos
acceder a un automóvil sin tener que recurrir a un gran concesionario? ¿Se
puede disponer de capacidad de comunicación sin darse de alta en una gran
compañía? ¿Se puede disponer de servicios energéticos sin acudir a una gran
empresa energética? ¿Se pueden realizar viajes sin recurrir a grandes
compañías de transporte o a grandes cadenas de hoteles?
El libre mercado acaba generando grandes monopolios, una contradicción
del sistema o una consecuencia de la regla de que quien más tiene, más
posibilidades tiene de obtener más. El gran ecólogo catalán, Ramón Margalef,
decía que en los ecosistemas el incremento de información siempre se
producía en las especies que disponían de mayor cantidad de ésta.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 221
La mayoría de “servicios sociales” son gestionados por grandes empresas
multinacionales, para las cuales el cliente es un número en una cuenta de
resultados o un nombre y una cuenta bancaria en una base de datos de
clientes ¿Y ante esa evidencia lo público sea estatal, regional o local hace
alguna cosa? Parece que es un axioma plenamente asumido, que desde lo
privado se gestiona mejor que desde lo público, y las empresas sociales no
funcionan, porque a la gente lo que la motiva es el lucro personal y no el
bienestar general. El tener, según los defensores del mercantilismo, prevalece
en las motivaciones personales por encima del ser, en toda la condición
humana.
La caída del muro del Berlín acabó con las utopías igualitarias y ahora hay
que desarrollar un nuevo modelo de transformación social acorde con los
nuevos tiempos. Y eso lo podemos diseñar desde el marco local. Las
transformaciones locales son las esperanzas para transformar el mundo. Como
nos demuestra la historia de la vida, las mutaciones y los nuevos seres
requieren de procesos de ensayos y error para generar un sistema vivo y
adaptativo más viable que el antiguo, o sea más sostenible. Y en ese proceso
hay éxitos y fracasos, hasta llegar a las soluciones viables y diversas. Las
identidades locales del mundo y sus regiones son la nueva sopa primigenia
para generar los experimentos y las tentativas de sistemas sociales más viables
(sostenibles), antes de que nos uniformice y clonifique a todos la marea global.
O antes de que el sistema social sea devorado por crisis promovidas por la
escasez de recursos o por conflictos sociales de alcance mundial.
222 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Los Observatorios de Sustentabilidad como centros-guía para
la implementación de estrategias de sustentabilidad local y
regional, y potenciadores de sinergias entre actores sociales
Josep Antequera
Observatorio de Sostenibilidad de las Comarcas de Girona
Parte 2
Los Observatorios de Sustentabilidad1
1
Para el desarrollo de esta parte se han usado los materiales elaborados por el Observatorio
de Sostenibildad de las Comarcas de Girona del que el autor es fundador y miembro.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 223
Estructuras naturales, sociales y sostenibilidad
En estos últimos años una proporción importante de los municipios ha
asumido las declaraciones y los principios del desarrollo sustentable, poniendo
énfasis en que la gestión local debe basarse en metas u objetivos,
estructurados sobre la base de un plan de acción, que apunten hacia el logro
de comunidades social, económica y ambientalmente saludables.
En el caso latinoamericano, un referente importante lo encontramos en la
Carta de Ñuñoa (Chile, 2002), que reconoce explícitamente la necesidad de
incorporar el concepto de desarrollo sustentable en las agendas y políticas
locales. Con este objeto, se establecen una serie de compromisos orientados
al fortalecimiento de los gobiernos locales como catalizadores de procesos y
estrategias hacia la sustentabilidad. Estos compromisos giran en torno a las
siguientes líneas de acción:
• Implementación de procesos de agendas 21, en un contexto de
participación ciudadana.
• Reestructuración de la administración local para la promoción del
desarrollo sustentable.
• Inversión en el fortalecimiento de los líderes locales.
• Fortalecimiento de la participación ciudadana.
• Utilización de instrumentos y herramientas eficaces que faciliten el
proceso de toma de decisiones.
• Promoción de la cooperación entre las diferentes esferas de gobierno.
• Promoción de la agenda 21 a escala nacional, estableciendo los vínculos
de cooperación correspondientes.
• Evaluación de los impactos de los compromisos adoptados.
• Reducción del metabolismo material de los municipios y ciudades.
Todo lo anterior, si bien ha significado un avance importante en cuanto
reconocer el desarrollo sustentable como hilo rector del proceso de gestión
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 225
local, no ha sabido concretarse en términos de compromiso de los agentes
sociales con sus respectivas comunas, ni en el establecimiento de planes de
acción basados en principios de sustentabilidad, un elemento base para el
establecimiento de la Agendas 21.
La idea de los Observatorios nace de la necesidad de contar con una
instancia organizacional que tome la tarea de sistematización de la información,
estableciéndose además como un elemento de vinculación de los diversos
agentes locales mediante esquemas de participación ciudadana.
La medida de los progresos municipales hacia la sustentabilidad requiere
de una información ambiental, social y económica integrada y actualizada, que
permita a las autoridades locales analizar los resultados de las políticas y
planes de acción elaborados en esta dirección y a sus ciudadanos seguirla y
exigir el cumplimiento de los objetivos propuestos.
Sin embargo, se hace necesario también que los planes y políticas, a través
del uso adecuado de la información disponible, sean validados en un ámbito
de participación ciudadana con el objetivo de que el desarrollo comunal sea
entendido como un proceso de co-responsabilidad, en el que la ciudadanía
entienda las potencialidades del municipio pero también las restricciones a las
que todo gobierno local se ve enfrentado a la hora de asumir la gestión urbana.
Esta es justamente la idea impulsada por la carta de Ñuñoa cuando
sostiene que “Los gobiernos locales de América Latina y el Caribe, debemos
promover el desarrollo sustentable con equidad y democracia participativa.
Esta práctica es coherente con el principio de que los beneficios de la
sustentabilidad de nuestro desarrollo son un derecho común, pero al mismo
tiempo una tarea de todos”
Observatorio – Definición y Objetivos
Los observatorios corresponden a espacios en los que se visualiza y
analiza, de una manera integral, la dinámica local a través del tiempo.
Dicha evaluación se efectúa sobre la base de un sistema de indicadores,
que en conjunto intentan dar cuenta de la realidad integral del municipio, esto
es, de sus aspectos sociales, económicos y ambientales.
A partir de los resultados de indicadores económicos, sociales y
ambientales, los ciudadanos podrán evaluar de forma permanente el
desempeño de programas y proyectos del Plan de Desarrollo Municipal y
226 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
participar en su seguimiento y realización. Por otra parte, los observatorios
sirven como herramienta de vinculación transversal entre los diferentes
departamentos que conforman un municipio.
• Apoyar el proceso de planificación y gestión urbana local con énfasis en
el carácter participativo, integral y permanente del suministro de
información sobre el Desarrollo Sostenible del Municipio.
• Realizar el monitoreo del Plan de Desarrollo Municipal para que tanto el
gobierno local como los ciudadanos puedan tener acceso a la información
sobre el desempeño de la gestión local.
• Socializar la información entre todos los sectores comunitarios a través de
indicadores integrales que permitan conocer el estado del Desarrollo
Sostenible del Municipio para promover el Plan.
• Vincular a la comunidad de forma permanente en el desarrollo de distintos
programas y proyectos de Desarrollo Sostenible del Municipio.
Metodología de estudio – El Sistema de Indicadores
Los indicadores corresponden a la herramienta básica sobre la que se
sustentan los observatorios. Estos son señales que nos informan tanto del
estado como de las trayectorias que está siguiendo el municipio,
constituyéndose de esta manera en facilitadores de la toma de decisiones a
escala institucional, y como articuladores de procesos participativos en los
que es necesario el intercambio de información y la socialización de los planes
de acción del municipio.
El punto de partida de los indicadores viene dado por la concepción de la
realidad local como una matriz de subsistemas que interactúan entre si, como
son el social, el económico y el ambiental2, enmarcados estos dentro de una
dimensión de gestión por parte de la institución o gobierno local, el cual se
constituye en definitiva en líder natural y promotor de un proyecto que logre
comprometer a los agentes locales.
Para cada uno de estos elementos o subsistemas se definen una serie de
fenómenos de relevancia, los cuales, a su vez, son retratados mediante el uso
2
Normalmente se consideran estos tres subsistemas, más el institucional. La matriz anteriormente propuesta por
el autor considera seis subsistemas (ver Parte 1 del artículo).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 227
de indicadores. Globalmente, lo que se obtiene es un cuadro de mandos o
señales, que nos da una visión integral del municipio y que permite la
monitorización permanente por parte de los agentes interesados. Así mismo,
permite detectar puntos críticos que deben ser objeto de políticas de
desarrollo, dando así la posibilidad de priorización de las diferentes agendas
que componen el proceso de gestión.
Para los indicadores desarrollados se definen valores umbrales o de
referencia, que son los que nos permiten, mediante la comparación con los
datos reales, evaluar cuán lejos o cuan cerca se está de los objetivos
propuestos en los planes de gestión local. Cuando es difícil establecer un valor
de referencia, se puede establecer una tendencia deseada, basada en los
objetivos que se quieren lograr para el municipio. Así mismo, cuando existen
restricciones que pueden condicionar los planes locales, los indicadores
pueden establecer plazos para el cumplimiento de metas.
La valorización de la información, dada por la comparación entre los dos
valores, se traduce posteriormente en una imagen que pueda ser fácilmente
interpretada, como por ejemplo un semáforo, cuya simbología es ampliamente
entendida.
La posesión de un cuadro de mandos con un conjunto de indicadores
fácilmente asimilables y comprensibles, nos puede permitir que tanto la
población como los agentes sociales y económicos del municipio, se
corresponsabilicen conjuntamente con el gobierno local, para generar una
estrategia que permita la mejora de la calidad de vida, el desarrollo económico
y la conservación de los ecosistemas naturales y de la calidad ambiental. Así
se garantiza que las generaciones futuras tengan las mismas oportunidades
que nosotros para satisfacer sus necesidades y aspiraciones.
Uno de los problemas aún poco resueltos en la gestión de un sistema de
indicadores, es la de establecer modelos que nos permitan relacionar los
diferentes indicadores entre sí y ver sus dependencias e influencias. Algunos
trabajos como el del Dr. Gilberto Gallopin y la CEPAL, respecto a la concreción
de síndromes de insostenibilidad, podrían haber sido un buen camino de
analizar las relaciones entre indicadores que provocan un fenómeno que hay
que reconducir para implementar la sustentabilidad. Lamentablemente este
trabajo no tuvo continuidad. No entraremos aquí a comentar los diferentes
sistemas de indicadores existentes, ya que existen muchos trabajos del propio
Dr. Gallopin que han profundizado en el tema.
228 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Ejemplo 1 Subsistema: Social
Línea Principal: El municipio debe constituirse en un espacio en el cual los
ciudadanos puedan desarrollarse en forma integral.
Fenómeno: Educación
Línea específica: El entorno local debe ofrecer las oportunidades para que
los ciudadanos puedan acceder a una educación adecuada.
Indicadores Propuestos:
INDICADOR
DATOS
OBSERVADOS
REFERÉNCIA
(DESEO)
ANALFABETISMO
DISMINUCIÓN
DISMINUCIÓN
DESERCIÓN
ESTUDIANTIL
SIN CAMBIO
DISMINUCIÓN
ESCOLARIDAD
AUMENTO
AUMENTO
VALORIZACIÓN
Ejemplo 2 Subsistema: Económico
Línea Principal: Logro de una dinámica económica basada en principios
de respeto por el medio ambiente y en la promoción local.
Fenómeno: Eficiencia energética
Línea específica: Las actividades económicas deben realizarse en un marco
de aprovechamiento eficiente de los recursos energéticos disponibles,
mediante el uso de tecnologías que no alteren el entorno.
Indicadores Propuestos:
INDICADOR
DATOS
OBSERVADOS
REFERÉNCIA
(DESEO)
% Industrias con implementación de
tecnologías limpias
AUMENTO
AUMENTO
% Industrias con utilización de
energías alternativas
SIN CAMBIO
AUMENTO
Intensidad Energética
(PIB / uso energía)
AUMENTO
DISMINUCIÓN
VALORIZACIÓN
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 229
La divulgación – Generación de Documentos y Herramientas
La Ficha Municipal
Un método rápido y de fácil comprensión para favorecer la divulgación de
los indicadores y otros aspectos que describen la situación del área de
estudio, así como para comprender la evolución de los parámetros
significativos en los campos sociales, económicos, y ambientales que
describen la sustentabilidad.
Ejemplo de ficha elaborador por el Observatorio de Sostenibilidad
de las Comarcas de Girona.
En esta ficha se estructura el municipio en los seis sistemas antes
mencionados; los indicadores se escogen en función de la disponibilidad de
los datos que puedan mostrar las variables de estado más importantes, mismas
que indican la evolución de éstos subsistemas locales.
230 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Visor de Sustentabilidad
Herramienta digital de acceso vía Internet, la cual expresa de forma gráfica
y accesible, la información generada por el observatorio. Incluye informaciones
resultantes de las organizaciones populares y de interés para los procesos de
sustentabilidad.
Ejemplo de visor elaborado por el Observatorio de Sostenibilidad de
las Comarcas de Girona (http:// visor.centresostenibilitat.cat)
La Matriz de Sustentabilidad
Balance de la información comparada con los umbrales deseados, y
expresada en un formato de rápida comprensión, siguiendo el modelo de
semáforo de sustentabilidad. Donde se muestran los indicadores y las
tendencias, positivas o negativas, en las que el conjunto de actores locales se
compromete a mejorar.
Ejemplo de matriz elaborada por el Observatorio de Sostenibilidad
de las Comarcas de Girona.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 231
El Informe de Sustentabilidad
Representa el producto final del observatorio donde se consignaran los
indicadores medidos para el año, basándose en la señalética sugerida
anteriormente. Se visualizaran los avances o retrocesos con respecto a los
periodos anteriores y se sugerirán pautas de acción futuras, tomando en
cuenta los análisis de los diferentes grupos participantes. Incluirá la ficha
municipal, la matriz de sustentabilidad, y las conclusiones.
Estructura del observatorio – El Método de Trabajo
El diseño y posterior uso de los sistemas de indicadores, requiere una
estructura organizacional que se encargue de las labores de recolección de
datos, consultas, análisis, elaboración de informes, etc. Esta estructura puede
ser adaptada a las posibilidades del municipio o región, según las restricciones
de presupuesto y disponibilidad de recursos humanos.
La estructura básica propuesta para el observatorio es la siguiente:
Coordinación técnica
Encargada de realizar el trabajo de estructuración de los indicadores, la
gestión de los datos, y la elaboración de los productos informativos que el
observatorio genere.
Entre sus funciones estarían las siguientes:
• Determinar la estructura de los indicadores de sostenibilidad.
• Establecer relaciones con los organismos participantes y con las diversas
fuentes de datos.
• Organización de las bases de datos.
• Cálculo y presentación de los indicadores.
• Redacción de los informes.
• Presentación pública de la información y de los trabajos realizados.
232 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Paneles de expertos y grupos de interés:
Uno de los requisitos fundamentales para el correcto funcionamiento del
observatorio es el que sea posible el análisis de la información con el concurso
de grupos externos, conformados por expertos y representantes de las
organizaciones civiles. Esto asegura mayor transparencia al proceso y genera
confianza en la ciudadanía con respecto a las autoridades.
Aquí las universidades pueden jugar un papel muy importante en estos
procesos, tanto sea a nivel del panel de expertos como en la propia
organización y gestión del Observatorio, ya que una gestión independiente y
rigurosa eleva su credibilidad.
Para todo ello se propondrá a los municipios o a los gobiernos regionales
el desarrollo y puesta en marcha de un proyecto, cuya finalidad sea tanto el
desarrollo de una estrategia de sustentabilidad regional, como la de la creación
de observatorios de la sustentabilidad local y regional.
Este proceso involucra los siguientes puntos básicos:
1.Identificación de los agentes sociales, instituciones y grupos de interés
del municipio.
2.Elaboración de un documento de pre-diagnosis del municipio.
3.Generación de un espacio de consulta con los grupos identificados en el
paso uno, tomando como punto de referencia el documento de prediagnosis.
4.Identificación de líneas básicas de actuación.
5.Diseño de un sistema de indicadores relevantes para el municipio.
6.Propuesta de metas para maximizar o minimizar y diseño de planes de
acción co-participados entre la institución y la sociedad civil.
7.Seguimiento y actualización.
3
La identificación de los síndromes de insostenibilidad más prioritarios y su seguimiento mediante indicadores y
las potencialidades locales de cambio, podría ser un marco óptimo para elaboración de las pre-diagnosis.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 233
Productos esperados del observatorio
• El informe de la sustentabilidad local y regional
En este se consignaran los indicadores medidos para el año, basándose en
la señaléctica sugerida anteriormente. Se visualizaran los avances o retrocesos
con respecto a los periodos anteriores y se sugerirán pautas de acción futuras,
tomando en cuenta los análisis de los diferentes grupos participantes. Incluirá
la ficha municipal, la matriz de sustentabilidad, y las conclusiones.
• Disposición de la información vía WEB
Distribución de la información en un link de la página web del municipio, de
tal manera que pueda ser consultada permanentemente por los ciudadanos.
Esta página puede además contener información referente a temas
específicos, como por ejemplo el manejo de residuos, uso del agua, cálculo de
la huella ecológica personal, etc.
Esta herramienta permitiría además crear un lazo de vinculación entre los
grupos de interés y el gobierno local.
• Informes sectoriales sobre temas de relevancia municipal y/o
regional
Dado que el observatorio se pretende constituir como un punto de
encuentro entre los diferentes grupos que conforman la comunidad, es posible
la elaboración de informes coyunturales sobre temas que dichos grupos
consideren de importancia, articulados en función de una diagnosis y la
elaboración de planes de acción tendientes a remediar dichas problemáticas.
• Agendas 21
El observatorio pretende establecerse como punto de partida y eje
articulador para el inicio de agendas 21, en el caso de que esta aún no se
haya implementado. De existir en el municipio una iniciativa en marcha, el
observatorio sirve como herramienta de evaluación y monitorización de los
avances del proceso.
• Otros
Existe la posibilidad de vinculación con empresas y estamentos
académicos con los cuales se puedan efectuar proyectos de aplicación local
234 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
orientados a la planificación estratégica, la capacitación, organización de
seminarios, campañas, etc.
Este punto se trata ampliamente en la carta de Ñuñoa, en la cual se expresa
la necesidad de enmarcar a las diferentes instituciones dentro de un marco de
gestión-investigación permanente.
Conclusiones – ¿Por qué un Observatorio de Sustentabilidad?
• Facilita a los municipios una tabla de comandos fácil de interpretar y
adecuada para la gestión local.
• Permite una actualización permanente de la información necesaria para la
gestión.
• Facilita la elaboración de programas de agendas 21 municipales,
estableciéndose como punto de partida para el debate y seguimiento de
las estrategias municipales.
• Propicia el desarrollo de procesos participativos mediante el análisis y
debate que surjan de la evaluación de las tendencias observadas para
cada tema concreto.
• Al estimular la participación y la responsabilidad compartida entre los
ciudadanos, posibilita una imagen institucional de transparencia y
compromiso con los principios que subyacen a la gestión local
sustentable.
• Estimula la vinculación entre los
empresariales, vecinales y académicos.
estamentos
institucionales,
Las transformaciones hacia dinámicas regionales o locales más
sostenibles, sólo se producirán si existen asociaciones entre agentes sociales
amplias y fuertes, las cuales persuadan a las administraciones públicas para
apoyar éste tipo de proyectos. Las universidades puede ser agentes
dinamizadores muy acordes para dicho cometido.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 235
Comentarios sobre el texto
de Josep Antequera
André Luis de Oliveira Mendonça
Universidad de Rio de Janeiro - IMS
La invitación para comentar el estimulante y audaz texto de Josep
Antequera (Los Observatorios de Sustentabilidad como centros-guía para la
implementación de estrategias de sustentabilidad local y regional y
potenciadores de sinergias entre actores sociales), presentado en el “Iº
Encuentro Internacional de Culturas Científicas y Tecnologías Alternativas”, en
octubre de este año en Buenos Aires, me honra inmensamente. Al mismo
tiempo, dado mi nivel de exigencia me preocupa lograr tejer ponderaciones
pertinentes, las cuales –si no están completamente a su altura– al menos
hagan justicia a la relevancia y actualidad de las cuestiones discutidas y
suscitadas en su trabajo. Aunque el horizonte de actuación en el cual
Antequera se encuentra inserto no forma parte directamente de mis proyectos
actuales (ciertamente, en el momento oportuno lo hará), los problemas hacia
los cuales apunta atañen a todos los seres humanos de este planeta
amenazado –tanto en su sustentabilidad ambiental y social, como económica–
y no sólo a supuestos grupos de interés específicos. Partiendo de esa premisa,
me siento en el deber de exponer algunas cuestiones provocadas por la lectura
de su instigador texto. Aunque tales preocupaciones no estén basadas en
investigaciones en el área del desarrollo sustentable, provienen de mi posición
como ciudadano con la pretensión de ejercer conciencia crítica sobre un
contexto más amplio, al cual pertenezco. Agréguese a eso el hecho de
desempeñarme activamente en el área de la salud colectiva, lo que me coloca
a la par –de forma más directa– de la temática referente a las políticas
públicas.
Sin embargo, antes de dirigir mis preguntas a Antequera, necesito estar
seguro que comprendí bien su propuesta. Mis comentarios, por lo tanto, están
divididos en dos partes: una descriptiva y otra, digamos, más “inquisitiva”. Es
importante que se esclarezca que, en virtud del tiempo dedicado a cada
presentación, mi reconstrucción será como una mera fotografía de su real y
bello paisaje.
Como el propio autor divide el texto en dos partes: una tratando las seis
macro-funciones de la “matriz de sustentabilidad regional”, y otra los
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 237
Observatorios de Sustentabilidad, seguiré su recorrido –aunque con pasos
largos– con el objetivo de revelar también un poco de la tradición del
referencial teórico en el que se basa.
De acuerdo con Antequera, la necesidad de agendas políticas sustentables
surge en la medida en que los habituales procesos de apropiación de recursos
naturales comienzan a poner en riesgo las condiciones de vida de las personas
en general. Está cada vez más difundida la “conciencia” –aunque no
necesariamente acompañada de medidas para cambiar la situación–, de que
vivimos en una era en la cual la degradación del medio ambiente causa de la
extinción de especies animales y vegetales. Esta degradación es también
causa del preocupante calentamiento global, que ya provoca efectos
catastróficos, y alcanzado índices alarmantes.
Sin embargo, el autor no se detiene allí: además del hecho ambiental, nos
invita a dirigir nuestra mirada hacia otro problema: los procesos de dominación
social responsables de las nefastas desigualdades. Para enunciar de forma
más precisa, son enumerados cuatro principios-guía de la propuesta que él
mismo denomina “nuevo eco-humanismo”: 1 - conservación ambiental
(sustentabilidad de origen propiamente ecológica); 2 - igualdad (nuevo sistema
de desarrollo económico y social), en el sentido de bienestar para todos; 3 transformación de los medios de producción y los sistemas productivos; 4 nueva gestión pública institucional de énfasis regional. Se constata así, que
este es un proyecto de amplio espectro, apuntando a la transformación de la
realidad ambiental, económica y social. Aunque la lucha no sea declarada, el
gran enemigo a ser combatido es el sistema de desarrollo capitalista, por lo
menos en su forma actual, materializada con el advenimiento y expansión de
la globalización neoliberal. En el siglo XX, la alternativa al capitalismo
acostumbraba ser el socialismo, una utopía hoy en día demodé. Obviamente,
el ideario que parece motivar o inspirar a Antequera es el del socialismo,
aunque lo sea sólo en lo que dice respecto a sus finalidades más generales.
Aún así, no obstante el apego a los valores defendidos por la tradición del
pensamiento socialista, tales como igualdad, justicia social y participación
popular o ciudadana, la gran diferencia reside en el énfasis dado a la actuación
en ámbito local, en lugar de un proyecto de alcance nacional o hasta inclusive
mundial. En rigor, su propuesta consiste en un abordaje global del lugar; y
quizá, resida allí la gran novedad: intentar potenciar sinergias entre los diversos
sectores de una determinada región, con el objeto de una implementación real
y efectiva de las agendas políticas pautadas por la sustentabilidad.
Antequera sostiene, en su texto, un nuevo modelo sistémico para el análisis
del desarrollo practicado por una determinada región, teniendo como
preceptos de evaluación los cuatro principios de sustentabilidad antes citados.
238 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Teniendo en vista este modelo, él propone, primeramente, criterios de
delimitación de la región a ser estudiada; luego describe la estructura del
sistema y la relación entre sus partes: Por último define lo más importante, la
matriz de sustentabilidad regional por intermedio de seis macro-funciones las
cuales a su vez, son concebidas a partir de una serie de indicadores: “señales
que nos informan tanto del estado como de las trayectorias que está siguiendo
el municipio, constituyéndose de esta manera en facilitadores de la toma de
decisiones a escala institucional y como articuladores de procesos
participativos en los que es necesario el intercambio de información y la
socialización de los planes de acción del municipio”.
Una vez que esas macro-funciones, con sus respectivos indicadores de
carácter normativo, son el punto culminante del referido modelo, cabe
enumerarlas, aunque en líneas generales. La primera macro-función es
denominada “ordenación del territorio”, teniendo como algunos de sus
indicadores sistemas urbanos compactos y con crecimiento adecuado,
planificación de las infraestructuras y espacios naturales de calidad. La
segunda, “movilidad”, presenta como uno de los indicadores principales, la
autocontención regional (capacidad de que la región evite la migración de las
personas mediante la generación de empleos); otros indicadores son: oferta
de transporte público y ocurrencia de accidentes. La “calidad social” es la
tercera macro-función, cuyos indicadores son: equilibrio demográfico y
capacidad de que la región cree redes sociales de protección a la cultura local
y, especialmente, el bienestar social (empleo, renta, educación, seguridad,
salud y vivienda). La cuarta macro-función de la matriz de sustentabilidad es
el “potencial económico”, en el cual el gran indicador consiste justamente en
las valoraciones de la economía local (sector primario, industrial, de
construcción y de servicios), como también de la responsabilidad social y la
sustentabilidad adoptadas por el sector empresarial. La penúltima macrofunción, llamada “huella ecológica”, consiste en el consumo de recursos
(territoriales, energéticos, de agua y suelo) y la producción de residuos, que
deberán ser analizados por la relación que mantienen con el PIB regional.
Apuntando a la disminución del impacto de los niveles de consumo y
producción de residuos, se propone la creación de sistemas de energías
renovables y de atenuación del uso y reutilización de agua potable, tanto como
el incentivo al reciclaje. Por fin, la “sustentabilidad institucional” tendrá la tarea
de garantizar la “gobernabilidad”, es decir, deberá promover la sustentabilidad,
además de estimular la participación ciudadana en las decisiones cruciales.
Para tanto, podrá (o deberá) valerse de las recomendaciones expuestas en
las Agendas 21.
Luego de esta breve descripción de los seis bloques de sustentabilidad
delineados por Antequera, comienza a ganar un sentido más claro la expresión
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 239
aparentemente contradictoria “abordaje global del lugar”. Podemos ahora
describir, rápidamente, los instrumentos capaces de proporcionar esa visión
integral sobre el desarrollo socioeconómico de una cierta región: los
Observatorios de Sustentabilidad.
La idea de implementación de los Observatorios de Sustentabilidad,
provino justamente, de la necesidad de tener a disposición un organismo
responsable, por un lado, de la sistematización de la información sobre el
funcionamiento de la matriz de sustentabilidad de un determinado municipio;
y por otro, de engendrar la posibilidad de vinculación de sus diversos agentes.
Al ser fundador e incluso miembro de uno de los observatorios existentes –el
Observatorio de Sustentabilidad de las Comarcas de Girona–, Antequera los
describe con conocimiento de causa. En su definición breve y precisa, “los
observatorios corresponden a espacios en los que se visualiza y analiza, de
forma integral, la dinámica local a través del tiempo”. La relevancia de esos
espacios residiría en el hecho de que éstos informen a los ciudadanos y
autoridades, si los planes de acción de los municipios que anhelan seguir las
agendas sustentables están siendo cumplidos, sirviendo como una
herramienta tanto de evaluación como de monitoreo. En el caso de municipios
que aún no se comprometieron con el desarrollo sustentable, los observatorios
podrían servir como estimuladores y también como articuladores en la
adopción de las referidas Agendas 21.
Los indicadores aludidos son instrumentos de análisis primordial de los
observatorios, al punto de que orienten la metodología de estudio por
intermedio de un Sistema de Indicadores, en el cual también sobresalga la
idea de “valores-umbral” o de referencia. Aprovechando uno de los propios
ejemplos utilizados por Antequera, de modo a ilustrar el punto, tendríamos el
caso del bloque o subsistema social a partir del fenómeno de la educación,
cuyo indicador podría ser la escolaridad; ahora, si la referencia (lo que es
deseado) es que haya aumento del nivel de escolaridad y los datos observados
demuestran que ocurrió, de hecho, una mejoría en este punto, inmediatamente
la valoración será buena. A fin de que todos los interesados –desde el
gobierno local hasta el ciudadano común– puedan tener acceso a ese tipo de
información, una de las tareas prioritarias de los observatorios sería justamente
la divulgación de los datos recopilados, mediante la producción de
documentos y herramientas (Ficha Municipal, Visor de Sustentabilidad, Matriz
de Sustentabilidad e Informe de Sustentabilidad) en forma de gráficos de fácil
asimilación. Para realizar estas actividades, los observatorios cuentan con una
estructura organizacional y división del trabajo en que hay una coordinación
técnica interna (sistematización de los indicadores, generación y divulgación
tanto de los datos como de los documentos), como también presupone
“paneles de expertos” y grupos de interés externos, lo que aseguraría mayor
240 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
transparencia y legitimidad al proceso y, sobre todo, incentivo a la participación
ciudadana. Antequera subraya el papel relevante que las ciencias y las
universidades podrían desempeñar en ese contexto.
En este punto, finalizo mi reconstrucción del texto de Antequera y paso a
transmitir –a él y a los demás participantes de este encuentro– algunas de las
varias inquietudes que se me fueron presentando.
Una de las prerrogativas para el éxito de la sustentabilidad local es la de
que haya cambios en la cultura consumista vigente. Para que ocurra tal
transformación, será preciso, primeramente, actuar en las motivaciones
individuales y sociales. Sin embargo, ¿cómo conseguir minimizar el ansia voraz
por el consumo, tan característica en nuestra era, interfiriendo en la
subjetividad de las personas en general? Si salimos de la esfera social más
amplia y pasamos a los sistemas políticos y económicos, la situación parece
ser igual o más dramática, pues, ¿cómo hacer que el propagado discurso del
“desarrollo sustentable” de los gobiernos y sectores productivos en general se
corresponda con actitudes y medidas concretas? Si no queremos tornarnos
futuros rehenes –del cambio de motivación de los ciudadanos o de la buena
voluntad del empresariado–, ¿deberíamos entonces apostar a la esfera
jurídica, creando leyes más rígidas de punición (o haciendo cumplir, de hecho,
las que ya existen) a los que no respeten los principios básicos de la
sustentabilidad?
Aún sobre la cuestión ambiental vinculada a la del consumo, surge otro
problema, del cual no hay mención explícita en el texto: dada la escasez o
finitud de los recursos naturales para la atención de necesidades y
satisfacciones humanas, se impone la exigencia de un uso más racional y
cuidadoso de esos recursos; visto que la igualdad en términos sociales es un
valor fundamental, ¿cómo queda la vieja y loable cuestión de la distribución
ideal de las riquezas? ¿Habría, en ese contexto, una sugerencia implícita en
que todos los ciudadanos deberían disponer solamente de lo indispensable
para la satisfacción de sus necesidades y deseos? O sea: ¿deberíamos ser
todos pobres, en el sentido de tener lo básico para nuestra subsistencia, o
será posible que todos pertenezcan, igualmente, a lo que se llama clase
media? Subyace aquí, obviamente, el clásico problema de cómo los criterios
de definición –en términos de ideales condiciones de vida digna para todos–
pueden ser puestos en práctica; sin citar el viejo debate sobre la legitimidad
de ese tipo de igualdad en sí.
Hay una gran apuesta por parte de Antequera a la formación de una
“sustentabilidad personal”, en el sentido tanto de las personas que comienzan
a preocuparse más por el “ser” que por el “tener”, como en el de que éstas no
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 241
serían más sobrecargadas por actividades de índole económica y podrían,
finalmente, disponer de tiempo para otros proyectos más ajustados a sus
reales intereses y deseos. Y consecuentemente, pasarían a actuar motivadas
más por el bienestar social, que sólo por las ventajas individuales. Repito la
pregunta anterior: ¿Cómo conseguir cambiar el comportamiento de las
personas? ¿Con “concientización”? ¿De qué modo? Hay también una gran
apuesta de participación y compromiso de los ciudadanos en la
sustentabilidad y, específicamente, en los Observatorios. Ahora, me parece
que, aún con toda la proliferación de movimientos sociales y consecuente
aumento de compromiso de las personas en las luchas sociales y la
participación política, la gran mayoría continúa prefiriendo mantenerse (o es
puesta), al margen de los procesos de la toma de decisiones de los grandes
temas de nuestro tiempo. ¿Cómo queda, entonces, la loable propuesta de
participación ciudadana? Mi recelo es que, al menos en el contexto de
municipios como en el que yo vivo (Río de Janeiro) –donde impera tanto la
ausencia de compromisos sustentables reales por parte de los gobernantes,
como la pequeña participación política de los ciudadanos–, lo que sería la
bienvenida a la implementación de un Observatorio de Sustentabilidad en los
moldes de Antequera, acabaría por tornarse un casi imposible instrumento de
construcción de ciudadanía. De hecho, la impresión que yo tengo es que éste
(el Observatorio) “observaría” casi todo y a todos y, a cambio, sería
“observado” por pocas personas. Aún si partimos de la idea según la cual hay
un deseo general (contenido) de participación popular, faltando sólo
“despertarlo” en las personas, ¿cómo eso se daría en el caso de Latinoamérica
que, para algunos, estaría atravesando un momento de atmósfera general
antidemocrática? Otro punto importante se refiere al grado de participación en
los Observatorios: podríamos contar como una actuación genuinamente
democrática la participación sólo en el producto final, y no también en el
proceso como un todo, ya que especialistas e interesados sólo entrarían en
escena en el análisis de la información ya divulgada.
En relación específicamente a la estructura del Observatorio, considerando
el papel relevante a ser desempeñado por los especialistas, yo aprovecharía
la ocasión para preguntar precisamente qué concepción de cultura científica
estaría detrás de este tipo de propuesta, y por qué aún habría una distinción
tan nítida sobre la contribución que los “paneles de expertos” y los grupos de
interés podrían dar. Aún en el contexto de la visión sobre ciencia y
especialistas, me gustaría saber cuál es el lugar de la tecnología. El autor hace
una rápida alusión al tema cuando sugiere la transformación de los sistemas
productivos en medios de producción más eficaces y limpios. También es
importante que se informe de qué modo concreto las universidades
participarían en los observatorios haciendo una contribución sustancial, ya que
242 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
éstas pasan por una crisis profunda, siendo cuestionadas en su legitimidad e
importancia para la actualidad y hasta en su falta de recursos humanos y
materiales suficientes y adecuados.
Para finalizar, me gustaría iniciar una discusión en torno del modelo
sistémico adoptado, pues, a mi modo de ver, éste apunta a un problema
crucial. Sin entrar en el mérito del clásico debate, entre las inevitables
idealizaciones de la supuesta realidad de la cual los modelos tratan, el hecho
es que, en una propuesta de abordaje local oportuna como ésta, se corre el
riesgo de perder la complejidad de los subsistemas, si sólo prestamos
atención a la colecta y divulgación de números fríos y rígidos. Permítanme
recurrir entonces a un ejemplo en el área de la salud, área que forma parte de
mi objeto de investigación actual. Si nuestro indicador y valor de referencia
fuere, por ejemplo, la ampliación del acceso a medicamentos para la mejora de
la salud de la población, especialmente de los más desfavorecidos, nos
sentiremos felices si los datos recopilados registran este aumento. He aquí
que surge una dificultad: vivimos hoy en día una situación que puede ser
descripta como la “medicación de la sociedad” (fenómeno fomentado
sobremanera por el complejo médico-industrial/financiero y por las propias
industrias farmacéuticas), en las que se redefinen enfermedades ya existentes
(por ejemplo, la presión arterial alta pasó de 16/10 para 14/9 y el nivel de
glucosa que determina si una persona es diabética pasó de 140 mg/dl para
126 mg/dl) y se “crean” nuevos problemas hasta entonces considerados nomédicos, que pasan a ser vistos como desórdenes tratables, tales como la
disfunción eréctil y la consecuente promoción de medicamentos como el
Viagra, o el Trastorno del Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Todo
eso con el objeto de ampliarse el mercado consumidor de remedios, en que
la lógica económica no considera los valores sociales en juego. Ante esa
problemática, ¿cómo festejamos el hecho que las personas estén teniendo
mayor acceso a los medicamentos? Pienso que la dificultad puede ser
extendida a los demás subsistemas. Yo concluyo, por lo tanto, con la
sugerencia que otorgue, incluso en un modelo sistémico, mayor relevancia a
investigaciones y datos cualitativos, a fin de que no perdamos de vista la
verdadera complejidad de los varios sectores que componen un lugar, en estos
términos, global.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 243
Actuar y reaccionar: valores y culturas en la
construcción de la relación tecnología-democracia1
Fernando Tula Molina
Universidad Nacional de Quilmes - CONICET
Actuar y reaccionar
Quisiera comenzar con una reflexión sobre la distinción entre actuar y
reaccionar: un hombre caminando por el bosque se golpea un ojo con una rama
y reacciona con dolor, y posiblemente profiriendo una expresión fuera del dominio
de la lógica; otro, además, corta la rama para que a nadie más le suceda lo mismo.
Las reacciones, tan propias de la química, la física y las ciencias naturales
claramente también están en el hombre, pero las acciones son específicamente
humanas, dotándolo de variadas habilidades sociales y políticas.
El ejemplo de los dos hombres caracteriza, además, algo típico de toda
acción: el orientarse hacia el futuro. Por esta característica el sentido de toda
práctica y de toda acción política proviene de nuestras representaciones sobre
lo por venir, o más coloquialmente, sobre el porvenir. Si fuésemos sistemas
lineales, tal vez hubiésemos tenido representaciones únicas del futuro a partir
de las experiencias pasadas sumadas a la sensibilidad y comprensión del
presente. Pero las características propias de la creatividad humana, sus
diversas fuentes y los diversos entornos a los que se encuentra adaptada, nos
enfrenta con un variado y variable cúmulo de representaciones, articuladas en
sus propios discursos, supuestos y posiciones.
La sociología, la semiótica, la antropología y la etnografía han dado diversas
explicaciones sobre el origen, condiciones y límites de estas representaciones
diversas. Por mi parte, sólo quiero detenerme en señalar una característica
común a todas ellas: todas consideran algo como valioso: aquello que le da
sentido a la acción, su razón de ser y objetivo. En algunos casos, el núcleo de
aquello que se valora afecta directamente el sentido del tiempo (y en general
de la vida) como en el éxtasis místico, la experiencia brahmánica o, más
cercano a la cultura de muchos barrios, la práctica del yoga. Pero en la mayoría
de los casos, no podemos sustraernos de la dinámica impuesta por el tiempo,
1
Este artículo se ha visto enriquecido con las conversaciones personales con Adriana De Simone, a quien le estoy
agradecido por haber permitido que el sentido de lo aquí escrito tenga un significado más profundo.
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sus ciclos, sus fases y su elemento de imprevisibilidad. De hecho, pienso que
el tiempo, en el sentido del futuro, debe pensarse en dos grandes dimensiones,
el de los ciclos y procesos previsibles y el de lo fortuito, inexplicable o
desconocido2. Planteado de esta manera, ambas dimensiones son
equivalentes, sin quedar la segunda reducida a un conjunto de excepciones,
salvedades o, en general, a ausencia de información. Dicho de otra manera, el
aumento en nuestro conocimiento conlleva una mayor conciencia de aquello
que ignoramos.
Ahora bien, toda acción política debe enfrentar el tiempo, responder al
futuro con el sentido constructivo de su acción. Para hacerlo, en mi opinión,
debe tener en cuenta ambos aspectos, lo previsible y lo inexplicable, como
elementos centrales de los escenarios que podemos plantearnos a futuro.
Desde esta óptica, la necesidad de seguir un comportamiento prudencial se
funda simultáneamente en nuestro conocimiento y en nuestra ignorancia; una
ignorancia que no es escepticismo y un conocimiento que no es sólo
información.
Sociedad informacional e identidad
Es necesario pensar, por un lado, en el desarrollo informacional de la sociedad
–que responde a la lógica interna de interconexión y retroalimentación– y, por el
otro, sobre el rumbo que puede imprimírsele a partir de los contextos
culturales/institucionales que canalizan la acción social intencionada.
Para pensar sobre tal rumbo no es menor la observación propuesta por el
texto “El ánfora y el ordenador”, con relación a la avidez con que acumulamos
información que consideramos útil para nuestra vida: “Pero, ¿nos hace eso
ser más sabios, más felices?” Podemos detenernos entonces a considerar la
tesis de los autores:
Para que conocer sea saber es preciso, pues, una estructura íntima,
un esquema teórico, una autonomía personal que construya con lo
que conoce, una manera de ser, una forma de actuar. Esta
2
En un sentido profundo –filosófico socrático– deberíamos reconocer fuertemente nuestra ignorancia. Así como
no encontramos remedio para muchas enfermedades, tampoco es tanto lo que sabemos sobre el cosmos. El
mayor proyecto argentino de ciencia básica en física tal vez sea el vinculado al Observatorio Auger dedicado a la
detección de rayos cósmicos (la mayoría de estas partículas son núcleos de átomos o electrones; algunas de ellas
son más energéticas que cualquier otra partícula observada en la naturaleza). Los rayos cósmicos ultra-energéticos
viajan a una velocidad cercana a la de la luz y tienen cientos de millones de veces más energía que las partículas
producidas por cualquier acelerador en el mundo. Como reconoció la responsable por parte de la Universidad
Tecnológica de Mendoza: “Algunas sabemos de dónde provienen, pero la mayoría no” (Emisión del Programa
“Territorios de Ciencia” conducido por Diego Hurtado Mendoza).
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construcción, que tiene que ver con nosotros mismos, y sobre todo,
con nuestra proyección hacia los otros, se llama sabiduría. (Caballero
Quemades, 2004, p. 31)
A esta sabiduría y autonomía personal es a lo que, de aquí en más, voy a
llamar identidad.
En la actualidad, cuando el acceso a la información es cada vez más amplio
y rápido, hablar de sabiduría parece casi un anacronismo, un término fuera de
su época. Quisiera hacer dos referencias para contribuir al marco de su
sentido actual. La primera tiene que ver con la lógica. Nuestro conocimiento
se expresa en general en proposiciones, y desde Parménides y Aristóteles, la
lógica proposicional nos viene exigiendo consistencia. Esta exigencia proviene
de una visión informacional de nuestro conocimiento, donde ninguna
información inteligible puede tener sentido positivo y negativo de modo
simultáneo. Sin embargo, el conocimiento es sólo una de las dimensiones de
nuestras vidas, de nuestras prácticas. Es por ello que considero relevante el
análisis de P. Bourdieu sobre la lógica práctica,
La de lo impreciso, la del más o menos, que define la relación habitual
con el mundo..., la lógica de la práctica es lógica hasta el punto donde
ser lógico dejaría de ser práctico (Bourdieu / Wacquant, 2005, p. 52)
Tomo de L. Wacquant la referencia a D. Levine al respecto:
El tolerar la ambigüedad puede ser productivo si no se lo toma como
justificación de un pensar chapucero, sino como invitación a tratar
responsablemente asuntos de gran complejidad (ídem, p. 103).
Frente a la ambigüedad y complejidad de la mayoría de los problemas
concretos hay dos caminos a seguir, ambos necesarios y complementarios. El
primero es individual, y lleva a la introspección, y el segundo es colectivo, y
conduce a instituir acuerdos a futuro. En la próxima sección voy a desarrollar
este último, y aquí voy a referirme al primero, como otra referencia para dar
marco a un sentido actual del término “sabiduría”.
El camino introspectivo como primera salida para enfrentar problemas
colectivos implica actualizar una vez más el ideal socrático: la práctica de la
educación reflexiva buscando las virtudes humanas que permitan mejorar la
convivencia en ese “espacio común” que era la polis. En este sentido, no es
un camino hacia el ensimismamiento individual o hacia el refugio en el ego,
sino uno donde la perfección (areté) del hombre y su bien, se buscan en el bien
común –fundamento último de las normas y leyes.
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Este camino ha sido revitalizado en nuestro tiempo por Michael Foucault
para quien la práctica crítica sobre nosotros mismos es el prerrequisito para
convertirnos en seres conscientes. Siguiendo la intuición nietzscheana –
“nosotros, los que conocemos, somos desconocidos para nosotros mismos”
–, Foucault se plantea la necesidad de una “crítica de los valores morales, de
las condiciones y circunstancias en las que aquellos surgieron, en las que se
desarrollaron y modificaron” con el fin de lograr “una autonomía moral que
obliga a su vez a rastrear las bases de la moral instituida”, i.e. debemos
conocer y revisar críticamente los modos en que la regulación de la conducta
se instituyó de modo sistemático.
El proceso de conocimiento de uno mismo conduce a la sabiduría
(dar con lo divino que existe en nuestro interior), a partir de la cual se
podrá distinguir lo verdadero y lo falso, y saber cómo comportarse
(Foucault, 1996, p. 33).
Esta crítica reflexiva tiene un sentido ontológico que excede el plano
teórico: debe incorporarse a nuestras vidas, generando una actitud frente a
nosotros mismos, a los otros y a nuestro medio. En un intento de
sistematización, Foucault distingue tres momentos:
1.El conocimiento de uno mismo que conduce a la filosofía: establecimiento
de los fines.
2.El conocimiento de uno mismo que conduce a la política: establecimiento
de fines comunes y prácticas de reciprocidad.
3.El conocimiento de uno mismo que conduce a la catarsis: implicación
profunda con uno mismo, en la relación entre lo que uno quisiera ser y lo
que uno es3.
Es aquí donde se relaciona la sabiduría con la autonomía, dando cuerpo al
concepto de “identidad” que he tratado de desarrollar en esta sección. Es aquí
también, donde la transformación individual se une con la colectiva, como
sintéticamente lo expresa el epígrafe de D. Oster elegido por Wacquant:
Si tuviese que “resumir” a Wittgenstein, diría: “hizo del cambio del yo
el prerrequisito de todos los cambios” (Daniel Oster, Dan l’intervalle)
(Bourdieu /Wacquat, 2005, p. 103).
3
Cfr. y ampliar con Tula Molina, F. (2008).
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Valores, identidades y acción colectiva
La libertad proporcionada por los sistemas democráticos permite el
desarrollo y convivencia de identidades múltiples. De aquí que el pluralismo
sea su nota característica, en oposición a las sociedades autoritarias o
carentes de autonomía. Y es justamente en este sentido por lo que podemos
considerar a la idea de que “todos somos diferentes”, como más
profundamente democrática respecto a la idea de que “todos somos iguales”.
De todos modos, lo interesante es notar que, a pesar de nuestras diferencias
(las que, en definitiva, nos encierran en nuestra individualidad), existe la
posibilidad de acuerdo o identificación con un núcleo de valores compartidos,
lo cual permite asociarse, agruparse y, en definitiva, llevar a cabo la acción
colectiva.
A mi juicio, C. Castoriadis ha tematizado acertadamente dos sentidos
diferentes en la crítica de las instituciones sociales: uno desde un punto de
vista teórico (hacia la filosofía), y otro desde un posicionamiento político (hacia
la democracia). Comparto también la idea de que sólo a partir de este
cuestionamiento y posicionamiento puede surgir un proyecto de autonomía
democrática, i.e. el que establece sus propias normas y leyes impulsado por
los ciudadanos.
Se hace aquí un supuesto que no se cumple siempre, y es que tales
ciudadanos han alcanzado el nivel de autonomía personal, e identidad –en el
sentido desarrollado en la sección anterior. Efectivamente, toda institución
social puede ser modificada (resignificada) por parte de los individuos, pero
no todo individuo tiene la capacidad de hacerlo. Es aquí donde la educación
se convierte en el vector más importante: el que permite superar la idea del
sujeto racional como algo dado naturalmente, y ver en la noción de “sujeto
educado”, un objetivo a alcanzar tanto individual como socialmente.
En tal sentido, la educación hacia la autonomía es al mismo tiempo un fin
político y un medio para disminuir la brecha entre lo que es y lo que “debería
ser o quisiéramos que fuese”:
En consecuencia, trabajar para preservar y ensanchar las posibilidades de la autonomía y de la acción autónoma, así como trabajar
para ayudar a la formación de individuos que aspiran a la autonomía,
e incrementar la cantidad de los mismos, constituye ya una obra
política cuyos efectos son más importantes y más duraderos que
algunas categorías de agitación superficial y estéril (Castoriadis,
2005, p. 126).
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Dado que la norma, a la vez rige el comportamiento social pero es instituida
por los hombres, la democracia consistirá en el régimen de autolimitación de
la libertad radical, i.e. en el dominio de los impulsos egoístas en función de
instituciones que hacen al hombre apto para la vida en sociedad. En este
sentido la norma funciona como un límite que provee a los individuos
socializados una determinada lógica y un sentido:
Instrumentándose en el seno de esta lógica y a través de ella, la
imaginación radical del ser humano singular puede convertirse en
fuente de creación en el nivel colectivo y real (ídem, p. 124).
Tales consideraciones, como la discusión de toda norma colectiva, de
tomar en cuenta “algo situado más allá de los individuos: un bien común
cualquiera”, y ello conduce a que la discusión de fondo sea sobre los valores
sustantivos de cada sociedad:
Realmente, ya que todo sistema de normas se inspira,
necesariamente en la promoción de valores sustantivos y conduce de
manera ineludible a ellas. Lógicamente, porque en el todos de la
norma se encuentra necesariamente implicado, algo que trasciende
al individuo. En el más simple de los casos, para preservar la
autonomía de cada uno, la norma debe interferir en la autonomía de
cada uno, lo que es decir de todos. Este todos anónimo e indefinido
no es ni un individuo determinado, ni una colección concreta de
individuos determinados, sino la posibilidad abstracta de continuar la
vida social como tal (ídem, p. 165).
Es desde esta perspectiva que estoy planteado la centralidad de la
reflexión, en nuestra sociedad contemporánea, sobre la finalidad del avance
tecnocientífico. En este sentido, Castoriadis destaca la importancia de
enfrentar el hecho de que
Mientras el desarrollo de la tecnología y la tecnociencia se acelera y
se convierte en autónomo… va a la par del triunfo, durante este
período, del imaginario capitalista y de un retroceso cada vez más
marcado del movimiento democrático, del movimiento hacia la
autonomía en el plano social y político (ídem, p. 103).
En tanto prácticas humanas, las prácticas científicas tienen múltiples
dimensiones, y por consiguiente, diversos niveles por donde se despliega lo
valioso. Cuando juzgamos enunciados descriptivos, teorías o modelos, los
valores son cognitivos, y cuando juzgamos las transformaciones introducidas
con base a nuestro conocimiento, lo valioso se asocia de modo diverso con
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nuestras múltiples ideas sobre el ideal de hombre y de sociedad4. Aquí la
exactitud y el rigor no quedan cuestionados, sino puestos en relación con
nuestra identidad y, en este sentido, limitado por ella. De modo general, este
límite tiene que ver con lo que consideramos legítimo, digno de ser mantenido,
y en ciertos casos promocionado5.
Cuando hablamos de comprender, lo valioso está relacionado con la
verdad, con lo que vamos a considerar verdadero y base de nuestra reflexión
a futuro; y esto más allá de que nuestro acceso a ello sea empírico-sistemático,
o creativo-intuitivo. Pero cuando hablamos de nuestras acciones con relación
a lo que comprendemos, también serán valorados otros aspectos, como no
mentir o no distorsionar frente a otros lo que consideramos íntimamente cierto.
Esta consideración se vuelve importante cuando transitamos del plano
estrictamente teórico y semántico al plano pragmático, donde diversos actores
pujan para alcanzar sus objetivos individuales y corporativos. Por este motivo,
una mirada crítica e integral sobre las relaciones CTS nos lleva a que las
prácticas tecnológicas no puedan ser evaluadas exclusivamente en términos
cognitivos, sino que sus condiciones de legitimidad dependen de atender a los
diversos modos en que podemos valorar sus propios procedimientos,
resultados y consecuencias6.
Creo entonces que, en definitiva, podemos decir que pensar el
conocimiento en sociedades democráticas es pensar la relación entre
identidades abiertas a la información (mediante la cual es posible aprender
sobre el otro, sobre el medio y sobre sí mismas), e informaciones que sólo
cobran sentido y relevancia, a partir de un núcleo de identidad.
El marco de legitimidad
Cuando hablamos de prácticas tecnológicas, los valores fundamentales
parecen ser los de eficacia y eficiencia. Estos valores tecnológicos han ido
sedimentándose con el paso del tiempo y naturalizándose como parte de
nuestra cultura material, a través de las prestaciones obtenidas de las
aplicaciones y sistemas tecnológicos.
Cada vez que alguien saca dinero del banco o hace un depósito,
enciende casualmente la luz, abre una canilla o llama por teléfono, está
4
Ampliar con Lacey, H. (2005), cap. 3 “The distinction between Cognitive and Social Values”.
Volver a la distinción entre conservar y preservar.
6
Este punto lo he desarrollado con más detalle en Tula Molina, F. (2006).
5
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implícitamente reconociendo las grandes áreas de acciones y eventos
seguros y coordinados que hacen posible la vida social moderna. Está
claro que, pueden surgir todo tipo de dificultades y problemas,
originando una actitud de escepticismo o antagonismo que haga que
los individuos se desvinculen de uno o más de tales sistemas. Pero la
mayor parte del tiempo, la manera segura con que las acciones
cotidianas son engranadas en sistemas abstractos presta testimonio
de la eficacia con que éstas operan (dentro del contexto de lo que se
espera de ellas, dado que también producen muchas clases de
consecuencias indeseables) (Giddens, 1991, p. 116).
Si embargo, como desarrollé en la sección anterior, hay una dimensión no
material de nuestra cultura que excede las consideraciones funcionales y
afecta los valores que consideramos como parte de nuestra identidad. Es con
relación a esta distinción, entre el aspecto material y el aspecto simbólico de
nuestra cultura, que quiero insistir en la distinción entre “conservar” y
“preservar” –a la que ya recurrí anteriormente (2008, pp. 395 y ss.)– y que
tomo de S. Bleichmar. Tratamos de conservar todo lo que tiene que ver con
nuestro aspecto material, nuestros bienes, nuestro cuerpo, nuestra salud y
nuestra vida; pero intentamos preservar, los que le da sentido a la vida que
llevamos y a la manera como nos representamos, nuestros valores y nuestra
identidad (Blichmar, 2002). En caso de conflicto, se abren dos caminos: o
aferrarse al aspecto material, resignando o marginando nuestros aspectos
identitarios; o preservar nuestra identidad, a pesar del costo y pérdida material.
Es en este punto donde se conecta la política interior (mediante la cual
intentamos disminuir la distancia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser)
con la política social, donde lo central es la creación de espacios de
participación y su ejercicio (en los cuales, de modo colectivo, buscamos
instituir mecanismos para avanzar en el cumplimiento de metas sociales).
Esto supone algo que no siempre sucede, y es haber conseguido salir tanto
de las representaciones desencantadas, meramente materialista, y de las
evaluaciones estrictamente personales, propias del individualismo. Cuando
esto sucede, se pierde el interés colectivo, y una parte significativa del mundo
exterior. En términos de Christopher Lasch:
En la medida en que el mundo va asumiendo un aspecto cada vez
más amenazador, la vida se torna una interminable búsqueda de
salud y bienestar a través de ejercicios, dietas, drogas, regímenes
espirituales de varios tipos, auto-ayuda psíquica y psiquiátrica. Para
aquellos que perdieron el interés por el mundo exterior, excepto en
la medida en que él permanece como una fuente de gratificación y
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frustración, el estado de su propia salud se torna una preocupación
totalmente absorbente (Lasch, 1977, Haven in a Hearless World,
Basic, Nueva York, p. 140; citado en Giddes, op. cit., p. 125).
Como bien observa A. Giddens al respecto, aquí reside gran parte del
problema actual. En sus términos, la relación entre lo individual y lo colectivo
reside en el siguiente dilema
¿Es la búsqueda de la auto-identidad una forma algo patética de
narcisismo, o es, al menos en parte, una fuerza subversiva de las
instituciones modernas? (ídem).
Ahora bien, si logramos pasar del plano individual al colectivo y si, atentos
a lo señalado en la sección anterior, consideramos que nuestro objetivo
principal es el desarrollo social efectivo, entonces podemos estar de acuerdo
con el economista bengalí Amayrta Sen (Premio Nobel, 1998), para quien la
economía del desarrollo y la ética deben discutirse de modo simultáneo. Sólo
por este camino alcanzaremos una concepción integral del florecimiento
humano y social (Putnam, 2004, p. 3 y ss.).
En gran medida este trabajo acepta como adecuado el diagnóstico de C.
Castoriadis con relación a las transformaciones que requieren las sociedades
neoliberales modernas (marcada por el acrecentamiento de las brechas
sociales, y la profundización de los patrones de consumo): principalmente, de
una nueva actitud de los individuos que nos permita salir
... del dominio del imaginario capitalista de expansión ilimitada del
consumo por el consumo, o sea por nada, y de la tecnociencia
autónoma en su curso, que forma parte, evidentemente, de la
dominación del imaginario capitalista.
Otro camino debería abrirse: no está trazado de ningún modo. Puede
abrirse únicamente a través de undespertar de social y político, un
renacimiento, un nuevo resurgir del proyecto de autonomía individual
y colectiva, es decir, de la voluntad de libertad. (Castoriadis, 2005,
p. 109).
Desde esta perspectiva estamos en posición de llevar adelante una
reflexión crítica sobre el valor simbólico de la optimización constante, el cual
en muchos casos ha estado guiado sólo por el aspecto material de las
aplicaciones y sistemas tecnológicos. Desde aquí puede decirse, además, que
el éxito alcanzado bajo los patrones de eficacia y eficiencia, ha contribuido en
un gran cantidad de casos, a la implantación acelerada de prácticas
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tecnológicas, antes de que se hayan generado las condiciones para su
discusión política en sentido democrático y, en tal sentido, antes de que
hayamos podido apropiárnoslas como “nuestras”.
Tal valor simbólico fue articulado en diversos discursos que conectan el
imaginario del desarrollo (individual y social), al imaginario del avance
tecnocientífico. En la medida en que no distingamos ambos discursos,
deberemos admitir que, gracias a que nos encontramos muy cercanos al
control efectivamente completo de la estructura de la materia (con la
nanotecnología incipiente, pero en franco desarrollo), nos encontramos
también muy cercanos a alcanzar nuestros fines. Por otro lado, ni el más
somero vistazo al estado de nuestras sociedades en un sentido general parece
resistir esta conclusión.
Por ello, en mi opinión, para llevar adelante el deslinde de ambos discursos
debemos percibir el engaño / confusión que se esconde tras tal idea de
control: el control tecnológico nada nos dice sobre cuáles son nuestros fines
como sociedad. Conceptualmente, en mi opinión, el nexo más importante es
la idea de control de la naturaleza: queremos el mayor control posible, para
tener los mayores beneficios con los menores riesgos. Pero debemos saber
distinguir los diferentes riesgos que corremos no sólo a nivel material, sino
también a nivel identitario y social.
Esto es lo que parece no haber sucedido cuando el discurso del desarrollo
tecnológico (“cuánto más eficiente mejor”) se ha puesto al servicio de las
cadenas de explotación, producción, distribución y consumo. Hay muchos
parámetros técnicos para demostrar que, gracias a nuevas tecnologías y
prácticas, son enormes las mejoras que han podido obtenerse a lo largo del
tiempo en cada uno de tales eslabones. Pero, dado que en tales innovaciones
siempre hubo y hay no sólo ganadores, sino también perdedores, es lícito
preguntarse ¿mejor para quiénes?
Es por ello que el aspecto democrático de la política tecnológica no debe
dejar de lado el ámbito de la evaluación participativa. Sólo en este marco, la
evaluación de nuevas tecnologías será dictada no sólo por los patrones de
eficiencia, sino por contribuir al rumbo colectivo que le proporciona legitimidad,
procurando no sólo la eficacia, sino también el avance en un mayor
cumplimiento de objetivos sociales.
El fundamento de esta afirmación coincide con el sentido de los trabajos
de Bourdieu sobre legitimidad y democracia “lo que legitima nuestras
decisiones no es el contenido, sino el haber sido tomadas de modo colectivo”.
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Riesgo material y riesgo social: parámetros de evaluación
Ya hay disponibles modelos CTS que reivindican el desarrollo social por
sobre la acumulación del capital, y que otorgan un papel decisivo a los valores
para alcanzar nuevas prácticas orientadas más por el bien común y el
desarrollo sustentable, que por el bienestar individual. Pero esto no es
suficiente, tales modelos requieren capacidades en los ciudadanos de
comprensión de los problemas, y participación en las soluciones poco
desarrolladas y a veces entorpecida por la cultura globalizada.
Si bien está claro cuáles son los parámetros de control para evitar el riesgo
material (ie. que algo falle), es mucho más discutible cuáles son los que deben
utilizarse para evitar el riesgo social (ie. que no aumente la inequidad). En el
caso de los sistemas materiales se han mantenido los parámetros de
Descartes, el control tanto en el espacio como en el tiempo. Este control es
importante y aquí el conocimiento experto se vuelve necesario, y la capacidad
de llevar tal control a la escala nanométrica no es indeseable. Pero, ¿cuáles
serían los ejes para evitar los riegos sociales a mediano y largo plazo
introducidos por nuestros propios sistemas de producción y consumo?
Sugiero que los ejes análogos a los cartesianos en esta discusión son los de:
tiempo de educación y espacios de participación.
Así, el “tiempo” de la soluciones depende también del tiempo que nos lleve
educar un ciudadano crítico. Y crítico no sólo en el sentido del cuestionamiento
constante, sino también el sentido de quien se posiciona frente a un problema
buscando mejorar la situación actual, más que encontrar culpables. Críticos no
sólo con relación a las transformaciones que pueden realizarse por medios
tecnológicos, sino también consciente sobre las consecuencias de tales
transformaciones sobre su vida futura.
La educación debe tender a la formación de individuos que puedan
ejercerla. Si tal es el objetivo, entonces serán necesarios los espacios
institucionales para su ejercicio, y las acciones gubernamentales para
coordinar sus interacciones y potenciar los beneficios del trabajo colaborativo
de actores diversos.
Los mencionados ejes de educación y participación, pueden funcionar
como los análogos cartesianos, permitiendo evaluar la medida en que nos
acercamos o nos alejamos de lo óptimo. En tal sentido estructuran un plano
de reflexión colectiva desde donde pensar y repensar la relación entre
“bienestar” y “bien colectivo”, “bien colectivo y bien público, “bien público” y
“desarrollo social” y, en su dimensión más general, entre “identidad” y
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“proyecto de país”. Todas estas relaciones comprometen lo que consideramos
“valioso”, lo que consideramos “mejor” y, por consiguiente, lo que deberíamos
estar dispuestos a defender.
Los dos pares de ejes resultan importantes y no rivalizan entre sí. Ambos
deben tenerse en cuenta una vez que abandonamos las racionalizaciones y la
retórica de cada disciplina, y afrontamos los riesgos de modo colectivo. Se
trata tanto de una evaluación en términos de las consecuencias estrictas de
nuestra acción social, como de su sentido y fundamento político. Este
fundamento se constituye en el rumbo o meta a alcanzar, la cual se ubica más
allá de las dificultades concretas en términos de problemas a superar.
En mi opinión, si la educación nos proporciona el rumbo y la política los
espacios, las transformaciones generadas a partir de la innovación social serán
no sólo beneficiosas, sino también sustentables, y en tal sentido perdurables.
Producción y consumo: co-construcción y nuevas prácticas
Ni el hombre ni la sociedad van a dejar de consumir, ni de producir, ni de
transformar su entorno, la pregunta es ¿cómo? Aquí se vuelven importantes los
modelos que guían nuestra acción. La idea de desarrollo sustentable como
objetivo sólo puede alcanzarse cuando abandonamos los modelos lineales
tanto de explotación, como de distribución y consumo. En mi opinión, tal idea
se alcanza sólo mediante categorías y modelos centrados en la idea de ciclos,
tanto los de la vida –que supone el medio y su conservación–, como los de las
instituciones democráticas que pautan su renovación periódica.
Si nuestro cuerpo, nuestro medio y nuestra sociedad tienen ciclos ¿Por
qué orientarnos por ideas lineales al gestar nuestras políticas? ¿Cómo no
entender que el problema de la producción tiene que lidiar con las
consecuencias de los desperdicios? ¿Por qué pensar que la jornada laboral
óptima debe ser la de mayor cantidad de horas y menor costo? ¿Qué sería
mejorar nuestra comprensión de las innovaciones en el área del trabajo, el
empleo y la organización social? ¿Por qué ver en las alternativas tecnológicas
sólo una oportunidad para una mayor productividad y lucro? ¿Cómo evaluar
las mejorías de las condiciones de vida de los ciudadanos?
Para analizar las respuestas posibles a tales interrogantes, la noción técnica
de “co-costrucción” es, en mi opinión, la que mejor rescata el componente
dinámico de la interacción entre los diversos actores que intervienen desde la
fase inicial del diseño tecnológico7, hasta la implementación y comercialización
7
Cfr. Bijker (1995) y Vercelli, A. / Thomas, H. (2007).
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de desarrollos concretos. Ahora bien, pasar de la idea “teórica” de coconstrucción a su realización efectiva, supone una agenda política que
contemple los desarrollos de sistemas tecnológicos de un modo integral; una
agenda preocupada tanto por evitar que el sistema falle, es decir lo que
podríamos llamar el “riesgo material”, como así también evitar las inequidades
en la relación entre riegos y beneficios, a lo que podríamos denominar “riesgo
social” (Tula Molina, 2006, 2008).
Dada la multiplicidad de criterios y lugares desde donde evaluar lo óptimo,
en las sociedades democráticas la definición de tales parámetros es una
cuestión no sólo teórica sino también política, es decir una cuestión de
nuestros acuerdos colectivos a futuro. Este trabajo sugiere y postula que lo
“mejor” para alcanzar un desarrollo sustentable y socialmente equitativo surgirá
de una evaluación integral y participativa.
Si tenemos en cuenta la urgencia de un cambio de actitud, vemos que la
discusión y las ideas en torno al concepto de “innovación social” son no sólo
relevantes, sino necesarias. Es aquí donde los procesos de re-aplicación son
un objetivo fundamental del desarrollo tecnológico con sentido social. Es aquí
donde tratamos de aprovechar nuestro conocimiento de los ciclos y procesos
buscando reemplazar las prácticas lineales que conducen al agotamiento.
Tal innovación debe conducirnos a nuevas prácticas de diseño, desarrollo
e implementación tecnológicas, basados en actitudes críticas sobre la saga
tecnológica de nuestras sociedades: sus aciertos, desvíos, frustraciones y
peligros. De modo general, en mi opinión, las nuevas prácticas son las que se
nutren de una mayor conciencia de los riesgos; prácticas que saben que si
las evaluaciones no son integrales, luego los efectos colaterales resultan
inesperados y fortuitos. Estas prácticas han perdido la ingenuidad del
determinismo y el triunfalismo del progreso a cualquier costo. Por el contrario,
se preguntan si siempre “más rápido”, “más barato” o “más cantidad” es mejor,
y se impone como mínimo el horizonte de mediano plazo en la evaluación para
evitar lo que, en el decir popular, se expresa como “pan para hoy y hambre
para mañana”.
A casi dos tercios de la población mundial ya le llegó ese mañana y
sobrevive al hambre y la pobreza. Las nuevas prácticas buscan revertir las
consecuencias de sistemas tecnológicos diseñados con un sentido de acceso
para pocos, y ampliar los beneficios de nuestras capacidades tecnológicas a
través de diseños con sentido de inclusión social. Por lo dicho en las secciones
anteriores, pienso que esto debe referirse no sólo a nuestro alimento y
conservación corporal, sino también a los bienes de conocimiento y simbólicos
que nutren la identidad que muchos aún intentan preservar. Es en este sentido
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 257
que se busca pensar y construir la relación tecnología-democracia, con todas
las potencialidades que permite su diversidad.
Acorde con lo ya dicho, en las dos secciones siguientes voy a ampliar esta
conclusión, tanto en lo referido a su aspecto material, lo que nos conduce a
prácticas prudenciales, como a su aspecto simbólico, lo que nos conduce a
reflexionar sobre la posibilidad de integrar valores de culturas diferentes.
El principio de precaución: el aspecto material
Por lo dicho, hay dos componentes que nos conducen a tender a prácticas
prudentes. Por un lado está el fondo de ignorancia e incertidumbre, el cual
subsiste a pesar de la información que hemos conseguido acumular y de
aquella que hemos conseguido comprender. La incapacidad colectiva de
prever desastres medioambientales como un tsunami, o económicos-sociales
como el reciente crack internacional, son muestras claras sobre las limitaciones
de nuestro poder anticipatorio. Por el otro, se encuentra que la mayor
consciencia de los riesgos colectivos también llama a la prudencia. Por
ejemplo, la rápida disminución de los bosques naturales, el avance de la
desertificación, la contaminación del aire y el agua, son ejemplos conocidos a
nivel natural; y el avance progresivo de la pobreza es un dato incuestionable a
nivel social global.
Ambas fundamentan la defensa de la utilización del principio de precaución
como un elemento guía de la política tecnocientífica. A pesar de las diversas
formulaciones de tal principio, parto del esquema general contenido en el
reporte número 22 de la Agencia Medioambiental Europea:
Albert Schweitzer (1875-1965) puede haber sido pesimista al decir
que “El hombre ha perdido la capacidad de prever y de anticiparse...
terminará por destruir la tierra”. Sin embargo, ser inteligente antes de
que sea demasiado tarde no es fácil. Especialmente cuando los
impactos ambientales y en la salud se continúan lejos en el futuro y
el costo, real o percibido de prevenirlos son grandes e inmediatos.
Prevenir desastres requiere usualmente actuar antes de que haya
pruebas fuertes del daño, particularmente si el daño puede ser
continuo e irreversible, un abordaje a la evidencia científica y la
política científica que es parte de lo que ahora llamamos principio de
precaución (EEA, Copenhagen, 2001).
El primer ejemplo jurídico de aplicación de esta principio “fue la orden local de
quitar la manija de la bomba de agua de la calle Broad (Saint James) en
258 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Londres, a recomendación del médico John Snow, quien había relacionado
(sin probar relación causal) el alto número de contagiados por el cólera (500
muertos en 10 días) con la calidad del agua potable de esa bomba. Snow hizo
presente que el costo potencial de estar equivocado al removerla era menor
que el de su no eliminación.
Esta idea de costo potencial progresivamente fue instalándose en diversos
documentos apoyada en el principio de precaución. Así la Declaración de
Estocolmo sobre Medio Humano (1972) en su punto 4, ya obligaba a tenerlo
en cuenta en toda planificación económica responsable: “responsabilidad
especial (del hombre) de preservar y administrar juiciosamente” la flora, fauna
y su hábitat, destacando que, “en consecuencia, al planificar el desarrollo
económico debe atribuirse especial importancia a la conservación de la
naturaleza”.
Y la Carta Mundial de la Naturaleza (1982) estipula que
Las actividades susceptibles de entrañar graves peligros para la
naturaleza deben ser precedidas por un examen a fondo, y quienes
promovieran esas actividades deben demostrar que los beneficios
previstos son mayores que los daños que puedan causar a la
naturaleza (AG NU Res. 37/7, 28 de octubre, 1982).
Tal idea, introducida con sentido económico y político, altera las relaciones
económicas y productivas asociadas a la estructura tradicional de costo de
producción y precio, caracterizada principalmente por la maximización del
lucro.
Es por ello que, G. Rosenberg, en su contribución sobre el Principio de
Precaución Ambiental en la Argentina, observa que
... el surgimiento del principio ha implicado una verdadera revolución
en las relaciones entre economía y medioambiente, como también, en
los aspectos administrativos de la gestión pública y privada y sus
responsabilidades, por lo que se lo ha calificado de “bomba jurídica”,
“revolución filosófica”, “nuevo estándar antijurídico”. (p. 13).
Efectivamente, su postulación permite apoyar ideas muy diferentes sobre
nuestra organización actual a nivel productivo y social. A modo de ejemplo,
puede mencionarse la relaciones entre “patrón oro” y “patrón natural” de la
economía viva de R. Steiner (2005, pp. 173 y ss.), o las ideas de C.
Castoriadis sobre cómo determinar a través de una política colectiva los costos
de producción, distribución y parámetros de crecimiento (Castoriadis, 2005,
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 259
pp. 174 y ss.). En cualquier caso, como el mismo Castoriadis insiste, el
problema político es un problema de doxa [opinión] y no de epistéme
[conocimiento justificado]; hace referencia a un
... tipo de saber en política que no es ciencia sino una cuestión de
juicio, de prudencia y de verosimilitud (Castoriadis, 2005, p. 155).
Como ya he defendido, tal juicio debe basarse en una evaluación integral,
que contemple los aspectos humanos y culturales, y no sólo los que se
traducen en costos y beneficios. Esto último es importante a la hora de
encontrar alternativas a la visión economicista de la sociedad y a su visión
antropológica asociada (teoría del homo economicus). En términos de P.
Bourdieu, se ha vuelto necesario
... romper con el economicismo para describir el universo de las
economías posibles, significa escapar a la alternativa del interés
puramente material, estrictamente económico, y el desinterés, y
proporcionarse el medio para satisfacer el principio de razón
suficiente que quiere que no haya acción sin razón de ser, es decir,
sin interés, o, si se prefiere, sin inversión-inmersión [investissment]
en un juego y en un conjunto de asuntos en juego [enjeu], illusio,
commitment (Bourdieu / Wacquant, 2005, p. 57).
Como vimos al inicio, lo que está en juego no es sólo el aspecto material
a conservar, sino el aspecto simbólico y cultural que hace a nuestra identidad.
Es importante recordar que no es imposible asociar el diseño de políticas a
procurar prácticas prudenciales, una vez que abandonamos la idea de que el
mundo social está determinado por leyes inmanentes reguladas por el
mercado o el consumo. Por el contrario
Las leyes sociales son regularidades temporal y espacialmente
delimitadas, que se mantienen por tanto tiempo como perduren las
condiciones institucionales que las hacen posibles (Ídem).
Integrando valores de diferentes culturas: valores para el milenio
Ahora bien, si dejamos de lado los criterios económicos cuantitativos
¿Cómo llevar adelante la reiterada evaluación integral? ¿Cómo hacerlo cuando
reconocemos la pluralidad de actores sociales y sus diversas consideraciones
sobre lo óptimo? ¿Cómo alcanzar acuerdos a futuro basados en fines
colectivos? ¿Cómo evaluar no sólo los riesgos materiales, sino también los
260 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
sociales, cuando el saber involucrado se refiere a prudencia y verosimilitud?
En esta penúltima sección quiero reivindicar la solidez de los fines y resaltar la
existencia de valores que atraviesan nuestras diferentes culturas, y cuya
preservación puede mantenerse como objetivo de largo alcance.
Para lo primero baste con volver sobre la distinción entre lo que somos, y
lo que quisiéremos ser, en los términos desarrollados en las secciones 1-4.
Puede ser que estemos contentos con lo que somos a nivel individual, pero no
es posible gestar una política conformista atentos al estado de nuestras
sociedades contemporáneas. Los objetivos se nos imponen en parte por la
conciencia de los riesgos que enfrentamos de modo colectivo, en las dos
dimensiones ya desarrolladas. Por otro lado, más allá de los riesgos, es allí
donde se juega nuestra identidad, lo que pretendemos preservar y estaríamos
dispuestos a defender. Tales objetivos son independientes tanto de la
velocidad que transitemos hacia ellos, y de las dificultades que encontremos
en el camino; se imponen como meta, y de allí su solidez.
Tal solidez permite plantearlos para todo un milenio. Un claro ejemplo son
los objetivos para el milenio de la ONU: erradicar la pobreza extrema y el
hambre, la educación universal, la igualdad de géneros, la reducción de la
mortalidad infantil, la mejora en la salud materna, combatir el Sida, la
sustentabilidad del medio ambiente y el fomento de una asociación mundial.
En su mayor parte, tales objetivos se relacionan con nuestro aspecto
material y su conservación. Ahora bien, ¿qué valores a preservar podrían
convertirse en metas a nivel simbólico y cultural? ¿existen valores que integren
nuestras diversas culturas científicas y que puedan proponerse para el próximo
milenio, como un análogo a los objetivos de la ONU?
En sus sorprendentemente lúcidas Lecciones Americanas de 1984, Italo
Calvino recomienda los 5 siguientes valores como candidatos para cumplir tal
función milenaria. Estos son: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y
multiplicidad. Quisiera explicar a continuación, la admirable tensión con la que
describe cada uno de ellos, convirtiéndolos en polos axiológicos que permiten,
en mi opinión, integrar las diversas culturas científicas en una verdadera cultura
humana.
La propuesta de cultivar la levedad se hace en nombre de las sandalias
voladoras de Mercurio y los pies alados de Perseo, que permiten evitar la
opacidad e inercia del mundo habitual y abrir nuevos espacios para la
indagación y la inquietud interior
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 261
Cada vez que el reino humano me parece condenado al peso, digo
para mí mismo que del mismo modo que Perseo, yo debería volar
para otro espacio. No se trata absolutamente de fuga para el sueño
o lo irracional. Quiero decir que preciso cambiar el punto de
observación, que necesito considerar el mundo bajo una óptica
diferente, otra lógica, otros medios de conocimiento y control. Las
imágenes de levedad que busco no deben, en contacto con la
realidad presente o futura, disolverse como sueños (Calvino, 2005,
p. 19).
Este valor exalta la imaginación como común a toda actividad creativa y
poética, y como el camino propiamente humano para enfrentar el peso de la
existencia hacia su comprensión y sentido. Efectivamente, no se trata tanto de
oponer lo imaginativo a lo físico, dado que tiene especial cuidado en recordar
que en el mundo físico “el vacío es tan concreto como los cuerpos sólidos”,
sino en dar especificidad humana al indagar diversos caminos para dar sentido
a lo visible.
El segundo valor que nos propone es la rapidez, y está propuesto con
relación a la metáfora del caballo que designa la velocidad de la mente, la cual
habría sido usada por primera vez por Galileo en Il Saggiatore.
“Discurrir”, “discurso” para Galileo quiere decir raciocinio, y casi
siempre raciocinio deductivo: “El discurrir es como correr”: esta
afirmación es como el programa estilístico de Galileo, la rapidez, la
agilidad del razonamiento, la economía de argumentos, pero también
la fantasía de los ejemplos son para Galileo cualidades decisivas del
buen pensar (ídem, p. 56).
Sólo esta rapidez que va más allá de toda mensura puede permitirnos
enfrentar una época en la que
Otros medios triunfan, dotados de una velocidad espantosa y de un
radio de acción extremadamente extenso, amenazando reducir toda
comunicación a una costra uniforme y homogénea)”... Serán
entonces, para no perder nuestra capacidades de expresión y
comunicación, que deberemos “concentrarnos al máximo en la
poesía y el pensamiento” (ídem, p. 64).
El siguiente valor propuesto con sentido integrador será el de la exactitud.
Lo interesante del modo en que Calvino da contenido a este ideal, es que lo
construye a partir de dos imágenes contrapuestas: la del cristal, que
representa la “invariancia y regularidad de las estructuras específicas”; y la de
262 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
la llama, como imagen de la constancia de una “forma global exterior, a pesar
de la incesante agitación interna”
Cristal y llama, dos formas de belleza perfecta de la cual el mirar no
consigue desprenderse, dos maneras de crecer en el tiempo, de
gastar la materia circunstante, dos símbolos morales, dos absolutos,
dos categorías para clasificar los hechos, ideas estilos y sentimientos
(ídem, p. 85).
La procura de la exactitud debe abarcar las dos grandes fuentes del
conocimiento:
... a que se mueve en el espacio mental de la racionalidad
descorporizada, en la que se pueden trazar líneas que conjugan
puntos, proyecciones, formas abstractas y vectores de fuerzas; y la
que se mueve en un espacio repleto de objetos y busca crear un
equivalente verbal... en un esfuerzo de adecuación minuciosa de lo
escrito con lo no escrito, de la totalidad de lo decible con lo no
decible (ídem, p. 88).
Del ideal de exactitud tanto en el pensamiento como en el lenguaje y la
comunicación, Calvino pasa a la visibilidad como cuarto valor. Esta visibilidad
no es la social y política, sino que continúa refiriéndose a las virtudes del
pensamiento, a la capacidad de pensar con imágenes, de imaginar. Reconoce
dos grandes tradiciones culturales asociadas al uso de la imaginación; una de
origen neoplatónico, místico –luego retomada por el Romanticismo–, donde la
imaginación es nuestra vía de “comunicación con el alma del mundo”; la otra
“como instrumento de saber”. Una vez más, lo interesante es ver que ambas
pueden integrarse en un proceso único –como aclara que siempre fue su
propio proceso creativo–, el cual
Procura unificar la generación espontánea de imágenes y la
intencionalidad del pensamiento discursivo. Incluso cuando el
impulso inicial viene de la imaginación visual que pone en
funcionamiento su lógica propia, tarde o temprano ella va a caer en
las mallas de otra lógica impuesta por el raciocinio y la expresión
verbal (ídem, p. 106).
Finalmente, Calvino postula el cultivo de la multiplicidad. Aquí la
multiplicidad ser refiere a la capacidad de abrevar en múltiples fuentes, de
bucear en diferentes niveles, de atravesar las divisiones disciplinares y
concebir al mundo como un “sistema de sistemas, en el que cada sistema
particular condiciona a los demás y es condicionado por ellos” (ídem, p. 121).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 263
Aquí toma como ejemplo la figura del escritor italiano Carlo Emilio Gadda;
ingeniero de formación, alimentado de cultura científica, de gran competencia
técnica y de una verdadera pasión filosófica, lo que lo llevó a bosquejar un
sistema filosófico inspirado en Spinoza y Leibniz. Y de aquí la idea de una
Enciclopedia abierta, adjetivo que ciertamente contradice el
sustantivo “enciclopedia”, etimológicamente nacido de la pretensión
de agotar el conocimiento del mundo, encerrándolo en un círculo.
Hoy no es pensable una totalidad que no sea potencial, conjetural,
múltiple (ídem, p. 131).
Epílogo: más capacidad, mayor responsabilidad
Ya para terminar quisiera recapitular los puntos desarrollados aquí, con la
intención de comenzar a bosquejar un argumento general. Si bien son muchas
las cosas que se han mencionado, el sentido general es de integración; y si he
planteado relaciones duales, fue sólo con la intención de ver que forman parte
de un cuerpo común. En tal sentido, creo que el abismo planteado por Snow
efectivamente fue y es real, pero también pienso que su origen se encuentra
más en el modo en que se instituyeron las disciplinas (comenzando ya desde
el trivium y el quadrivium), que en las características propias de la actividad
intelectual humana.
He intentado relacionar lo individual con lo colectivo, la introspección con
el conocimiento del mundo, las evaluaciones en términos materiales con las
simbólicas y culturales, la política interior con lo instituido socialmente, la
necesidad de conocer los riesgos que enfrentamos del modo más informado
posible, con el reconocimiento en muchos caso de nuestra ignorancia. El
sentido de tales relaciones –en definitiva– fue señalar que el diseño de la
política a futuro, nuestra intención desde el presente, debería contener tres
grandes características: ser integral, ser prudencial y ser legítima (para lo que
requiere ser inclusiva y participativa). He propuesto, además, que la evaluación
sobre lo óptimo puede ser realizada no sólo en sus aspectos materiales, a
través de los ejes cartesianos, sino también en sus aspectos sociales y
culturales, a través de los ejes de educación y participación.
Como sugerencia final, creo que esto mismo puede decirse simplemente
en que debemos buscar los medios para aumentar nuestros grados de
responsabilidad a medida que aumentan nuestra capacidad para transformar
lo existente, es decir, a medida que aumenta nuestra capacidad tecnológica.
Si bien esto pude sonar utópico, también he tratado de revalorizar el sentido
de los ideales y objetivos a futuro.
264 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
En tal sentido, he tratado también de dar algunas indicaciones para avanzar
en la comprensión de que esto último se puede hacer a pesar de nuestras
diferencias individuales y de formación disciplinar. Ello no sólo por la necesidad
de actuar de modo común frente a los riesgos colectivos, sino por la
posibilidad de fijarnos metas comunes, objetivos a alcanzar y valores a
preservar. Tales indicaciones tuvieron también la intención de mostrar que por
su intermedio podemos salir de lo contingente asì como de lo imprevisible de
los acontecimientos, a fin de tener un horizonte común para el próximo milenio.
En mi opinión, tales metas no son menores, ya que coincido con Séneca
en que “nunca soplan vientos favorables para quien no tiene rumbo”. Sin
rumbo, los cambios son mero viento en medio del mar. Ni nos alejan ni nos
acercan hacia donde queremos ir; de aquí la importancia de la política. Es aquí
donde coincido plenamente con Z. Bauman
Tendemos a enorgullecernos de cosas de las que quizá deberíamos
avergonzarnos, como de vivir en la época postideológica o
postutópica, de no preocuparnos por ninguna visión coherente de
una sociedad buena y de haber trocado el esfuerzo en pos del bien
público por la libertad de perseguir la satisfacción individual. Pero si
nos detenemos a pensar por qué esa persecución de la felicidad casi
nunca produce los resultados esperados, y por qué el gusto amargo
de la inseguridad hace la felicidad menos dulce de lo que habíamos
supuesto, advertimos que no llegaremos muy lejos sin hacer que
regresen del exilio ideas como el bien público, la sociedad buena, la
equidad, la justicia, esas ideas que no tienen sentido si no se las
cultiva colectivamente. Tampoco conseguiremos que las moscas de
la inseguridad se desprendan de la miel de la libertad individual si no
recurrimos a la política, si no empleamos el vehículo de la agencia
política y si no señalamos la dirección que ese vehículo debe seguir
(Bauman, 2009, p. 16).
Pero tan importante como las ideas y los objetivos comunes, son las
condiciones concretas en las que nos encontramos. Sin esta condición,
tampoco hay transformación. Por ello también coincido con U. Eco al decir que:
Creemos que si debemos trabajar en y por un mundo construido a
la medida humana, esta medida se encontrará, no adaptando al
hombre a estas condiciones de hecho, sino a partir de estas
condiciones de hecho. El universo de las comunicaciones de masa
–reconozcámoslo o no– es nuestro universo; y si queremos hablar de
valores, las condiciones objetivas de las comunicaciones son
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 265
aquellas aportadas por la existencia de los periódicos, de la radio,
de la televisión, de la música grabada y reproducible, de las nuevas
formas de comunicación visual y auditiva. Nadie escapa a estas
condiciones, ni siquiera el virtuoso que, indignado por la naturaleza
inhumana de este universo de la información, transmite su propia
protesta a través de los canales de la comunicación de masa, en las
columnas del periódico de gran tirada, o en las páginas del folleto
impreso en linotipia y distribuido en los kioscos de las estaciones
(Eco, 1965, p. 30).
266 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Referencias Bibliográficas
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Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 267
Comentarios sobre el texto
de Fernando Tula Molina
Hernán Miguel
Universidad de Buenos Aires – ANCyT
Introducción
Durante el encuentro que dio lugar a esta colección de trabajos, fui invitado
a comentar el trabajo de Fernando Tula Molina, invitación que acepté
gustosamente y que aprovecho a agradecer una vez más. A pesar de mi
entusiasmo enfrenté la difícil situación de buscar puntos polémicos para abrir
un debate sobre temas en los que coincido sustancialmente con el autor. Fue
así como mi búsqueda pasó al plano de las tensiones implícitas que podían
encontrarse en lo que ambos estábamos dispuestos a defender. El presente
comentario reseña algunos puntos que me parecen suficientemente
conflictivos, como para echar una mirada a las capas más profundas de los
acuerdos explícitos que sistemáticamente sostenemos.
Lo previsible y lo inexplicable
Al abordar el sentido temporal de las acciones, Tula Molina distingue
acertadamente entre las reacciones que adquieren sentido en función de
aquello que en el pasado próximo las ha desencadenado, y las acciones
humanas orientadas al porvenir, tendientes a constituir un mundo pensado
como deseable. Esta distinción que pone en primer plano las finalidades e
intenciones de los actores, debe compatibilizarse con la expectativa que los
propios actores tienen del futuro, de lo que puede ocurrir y de lo que es posible
modificar de aquello que, según nuestra mejor información, ocurrirá. Es así
que vuelve a distinguir, ahora sobre los hechos por ocurrir, aquellos previsibles
o asociables a ciclos de aquellos hechos fortuitos, inexplicables o
desconocidos.
Aquí surge un primer punto que vale la pena señalar. Dado que tenemos
cierta tendencia a comprender los discursos presuponiendo clausuras y
totalidades, un lector puede estar tentado a suponer que lo que ha distinguido
el autor constituye una partición, es decir que de todos los hechos acaecidos
y por acaecer, se pueden distinguir estas dos clases; que ninguno cae en
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 269
ambas clases y que no hay hechos que no pertenezcan a alguna de las dos.
Sin embargo es preciso advertir que la clasificación resulta aparentemente
exhaustiva debido a la asimilación de los términos explicar y predecir (o prever).
Esta asimilación no es arbitraria ni caprichosa. Más bien se han tomado por
asimilables habida cuenta de que en una formulación determinista, las
explicaciones se refieren a hechos ya ocurridos y conocidos; mientras que la
predicción se refiere a hechos por ocurrir pero cuya ocurrencia obedece a las
mismas leyes que posteriormente lo explican. Es decir, desde una perspectiva
tradicional, tanto la explicación como la predicción tienen un mismo esquema
y solo difieren en aspectos temporales y cognitivos. Finalmente, como los
aspectos temporales en las perspectivas deterministas pueden pensarse como
irrelevantes a la trama de episodios, y los aspectos cognitivos suelen dejarse
de lado por tener aquella tan mala reputación de ser puramente subjetivos, así
la asimilación de “explicación” y “predicción” parece inevitable.
Si, en cambio, mantenemos como conceptos diferenciados a la explicación
y la predicción, las distinciones que el autor señala deben desdoblarse en
hechos explicables e inexplicables por un lado, y hechos previsibles e
imprevisibles por el otro.
Esta distinción me parece muy importante en la esfera de las acciones
humanas.1 De hecho, el comportamiento de ciertos actores puede ser
explicable pero imprevisible, como es el caso del comportamiento heroico,
altruista o individualista.
Por otra parte, podemos concebir (no sin cierto esfuerzo) acciones que
caigan en la categoría de previsibles e inexplicables al imaginar el comportamiento de quienes se conducen fuera de las normas de su entorno “como
regla general”. El sutil límite entre que sean previsibles y que su conducta sea
anómala –y a la vez sea inexplicable– se afirma en que lo previsible es el tipo de
conducta, aun cuando lo inexplicable es lo elegido en ese caso particular.2
Debo mencionar por qué me interesan estas nuevas distinciones. En la
esfera pública estamos inmersos en una trama de acciones, muchas de las
cuales no pueden ser previstas, pero de las cuales tenemos que dar cuenta al
1
Aunque tiene poca importancia en el ámbito de los fenómenos naturales y por este motivo se ha dado
tradicionalmente la asimilación de ambos los conceptos. No obstante, los fenómenos de evolución biológica,
meteorología y geología suelen tener todos ellos explicaciones a pesar de que muchos de ellos son imprevisibles.
2
Se podría argumentar que en este sentido también es explicable su conducta en el sentido de que está fuera
de las normas. Acepto este punto. Sin embargo vale la pena señalar que el comportamiento de ciertos agentes
políticos es previsible en cuanto a su sistemática manera de realizar acciones inexplicables. Es decir que la
previsibilidad puede abarcar un campo más amplio que la explicabilidad en estos casos.
270 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
resto de los actores cuando los involucran. Es preciso entonces que la esfera
política albergue la categoría de acciones imprevisibles pero explicables.
Justamente podría señalarse como una deficiencia mayúscula que un actor no
pudiera explicar su comportamiento político. En este sentido, las decisiones
sobre los cursos de desarrollo tecnológico deben ser decisiones explicables
y, en este sentido, fundamentadas.
Retomando la preocupación del autor, los hechos del futuro pueden caer
en varias categorías según sean previsibles o explicables, y esto nos pone
justo en el lugar de tomar decisiones en ausencia de la totalidad de los datos
relevantes.3 Esta situación es precisamente la que requiere de seres con
intenciones, valores e inteligencia, de los cuales los humanos parecemos ser
el caso paradigmático. De otro modo, las acciones no serían decisiones, sino
meras reacciones al curso previsible y explicable de los acontecimientos. En
otras palabras, la ambición de adquirir un panorama completo del curso de
los acontecimientos o de una descripción completa de las probabilidades, nos
paralizaría por ser un objetivo inalcanzable.
Un aspecto colateral, pero de gran importancia para la vida política y social,
es que la asimilación de previsibilidad y explicación, nos hace pasar de la
comprensión de lo ocurrido a la rendición de cuentas por parte de los
responsables. Por ejemplo,4 si en cierta ocasión ocurre una explosión en una
estación de combustible, el primer paso es determinar las causas y condiciones
por las que dicho episodio tuvo lugar. Es decir, queremos explicar por qué ocurrió
la explosión y así comprender lo ocurrido. Si el peritaje indica que fue debido a
una falla en la instalación eléctrica, pasamos sin solución de continuidad a
preguntarnos si podía haberse evitado. Supongamos, por simplicidad, que el fallo
se debió a un tornillo que se desajustó y al caer hizo contacto entre los cables,
produciendo una chispa que inició el incendio y luego la explosión. Una serie de
preguntas se amontonan como avalancha: ¿Quién fue el responsable de ajustar
el tornillo? ¿Quién fue el fabricante de ese tornillo que se desajustó una vez que
fue colocado adecuadamente? ¿Quiénes eran los responsables de revisar que
el tornillo estuviera bien ajustado? ¿Cada cuántos meses se hace la inspección
del tornillo? ¿Hubo alguien que le pagó al inspector del tornillo para que no hiciera
la revisión? ¿Quién es el jefe máximo del inspector corrupto? ¿Qué hacer con
3
En otro pasaje de su capítulo el autor cita muy oportunamente el reporte de la Agencia Medioambiental Europea
–respecto a este mismo punto– pero enfocado a la prevención: “Prevenir desastres requiere usualmente actuar
antes de que haya pruebas fuertes del daño.”
4
El lector atento puede remplazar la catástrofe por alguna otra más cercana a su comunidad como lo fue el
incendio de un local bailable al impactar una bengala con el material inflamable del techo; o las muertes ocurridas
en un centro comercial, cuando los guardias de seguridad cerraron las puertas para evitar el saqueo durante un
incendio.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 271
quienes sospecharon que había habido un hecho de corrupción y que pudiendo
evitarlo si lo investigaban no lo hicieron? Ellos habrían podido evitar el hecho de
corrupción que evitó la inspección, que a su vez habría evitado la catástrofe.
También lo podrían haber evitado quienes están encargados de las normas de
seguridad, y no advirtieron que era necesario prohibir los tornillos conductores en
las cajas de electricidad de las estaciones de servicio.
Cada una de estas preguntas apunta a diferentes actores que, de haber
actuado diferente habrían evitado la catástrofe. Pero el solo hecho de que
pueda afirmarse que “si el agente A hubiera actuado diferente, entonces el
hecho B no habría ocurrido”5, no estamos habilitados de modo seguro a
afirmar que A es responsable del hecho B. Lo que genera la sensación de que
ese paso es válido es el paso inverso: es cierto que si A es responsable de la
ocurrencia del hecho B, lo es en virtud de que A tenía la posibilidad de actuar
diferente y, esos modos diferentes de actuar no habrían llevado a la ocurrencia
del hecho B. En resumidas cuentas, la atribución de responsabilidad sustenta
el condicional contrafáctico, pero la verdad del condicional no es suficiente
para la atribución de responsabilidad.6
En síntesis, las explicaciones no siempre avalan que era previsible lo
ocurrido. Y en este sentido esta dificultad tendrá fuertes repercusiones en la
asignación de responsabilidad a los funcionarios. La explicación por sí sola no
implica la previsibilidad que hace impacto sobre la responsabilidad.
El principio de precaución
Al tratar el problema del riesgo material el autor vuelve sobre el punto de
los límites en el conocimiento y los logros del conocimiento.
Lo imprevisible, lo fortuito y la incertidumbre sobre el futuro nos imponen
un límite a lo que somos capaces de tener en cuenta en el cálculo de ese
futuro. Por otra parte, nuestro conocimiento actual nos permite visualizar
5
Por ejemplo, el condicional verdadero “si se hubiera usado otro tipo de tornillo se habría evitado la chispa (usando
tornillos no conductores, por ejemplo)” no indica indefectiblemente que el ingeniero que diseñó el tablero eléctrico
es responsable de la explosión.
6
Un ejemplo cercano es el intento de enjuiciar a los fabricantes de armas por ser responsables de los hechos
delictivos, ya que de no haber fabricado esas armas, tales hechos no habrían ocurrido (al menos del modo en que
ocurrieron). Esto abre una discusión muy amplia sobre el tema que excede el marco del presente trabajo. Sin
embargo, se debe señalar que es un problema muy complejo el de relacionar este tipo de condicionales con la
atribución de responsabilidad. En ambos extremos están los casos claros como por ejemplo “si el asesino no
hubiera apretado el gatillo, la víctima no habría muerto” lo cual indica claramente la responsabilidad del asesino y
“si Kennedy no hubiera nacido, no habría sido asesinado” que de ningún modo implica a la madre de Kennedy como
cómplice del crimen. Pero en medio de estos casos transparentes hay mucho trabajo para realizar.
272 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
ciertos riesgos potenciales con una distribución de probabilidades sobre la
base de la experiencia pasada, o la asignación de propensiones sobre la base
de las teorías vigentes.7 Ignorancia y conocimiento se combinan entonces para
inclinarnos a una actitud de precaución.
Para ser más precisos, debemos entender que el mismo autor no toma la
ignorancia como fundamento de la precaución, sino la conciencia de la
ignorancia. El saber que hay cosas que no podemos prever es lo que nos
inclina a la prudencia.
En cuanto al conocimiento de los riesgos debemos tener en cuenta que tal
conocimiento es incompleto, y por lo tanto nos da un panorama de
probabilidad de cada uno de los riesgos previsibles. Esa probabilidad depende
de nuestro conocimiento. En una espiral sin fin conocimiento e ignorancia
danzan en el cálculo del futuro.
Ahora bien, es éste el momento en que la distinción anterior se torna
crucial. Cuando los agentes deben tomar decisiones sobre el curso de acción,
la información siempre será insuficiente. Para cuando es suficiente, ya es
tarde.8
Dado que esta situación es la regla y no la excepción, la parálisis que
proviene de esperar a que se acumule la totalidad de los datos no es una
opción. Por lo tanto, también habremos de ser precavidos en adherir al
principio de precaución. Debemos ser precavidos tanto para actuar como para
omitir actuar.
Lo que nos permite escapar a la parálisis es la idea de costo potencial que
indica cuál curso de acción tiene más riesgo, si el de realizar la acción X o el
de no realizarla. El autor muestra claramente esta situación con el ejemplo del
retiro de la manija en una bomba de agua. Cometer el error de asignarle
incidencia a un ítem que no lo tiene y estar equivocado al realizar la acción X
preventiva, era menos costoso que cometer el error de creer que dicho ítem no
tiene incidencia y por lo tanto no realizamos la acción preventiva X, permitiendo
que el ítem siga generando el efecto no deseado. Esta situación podría
denominarse respectivamente “error de tipo I” y “error de tipo II” en consonancia
con la nomenclatura de toma de decisiones sobre la base estadística.9
7
Asignamos propensiones o chances a los hechos que podrían ocurrir y sobre los cuales no tenemos acumulación
de datos estadísticos, pero tenemos teorías que nos permiten asignar una probabilidad aun sin contar con una
frecuencia de ocurrencia.
8
Es en este apartado dedicado al principio de precaución donde Tula Molina cita el reporte 22 de la Agencia
Medioambiental Europea aludida en nuestra nota.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 273
Ignorancia y conocimiento: intervenir o dejar que ocurra
Hasta aquí la exposición de Tula Molina exhibe un sano equilibrio entre la
precaución relativa a tomar cierto curso de acción y la relativa a omitir tomarlo.
Sin embargo este equilibrio se ve amenazado por la cita que elige de la Carta
Mundial de la Naturaleza (1982):
Las actividades susceptibles de entrañar graves peligros para la naturaleza
deben ser precedidas por un examen a fondo, y quienes promovieran esas
actividades deben demostrar que los beneficios previstos son mayores que
los daños que puedan causar a la naturaleza10
Esta cita nos propone evaluar los daños frente a los beneficios y no los
daños de tomar determinados cursos de acción frente a los daños de no
tomarlo. Por otra parte se refiere a “daños que puedan causar” lo cual indica
más bien un riesgo de daño que un daño efectivo.
Hay entonces dos comparaciones en juego. Por un lado comparar riesgos
asociados a una acción con los asociados a su omisión. Por otro lado,
comparar beneficios de una acción con sus riesgos. Esta diferencia puede no
ser importante en muchos ejemplos y sin embargo, producir un desvío en el
análisis de otros casos. Por ejemplo, para desarrollar un puerto deportivo en
cierta zona de la costa, deberán evaluarse los riesgos (daños posibles) de
realizarlo versus los beneficios de construirlo. En cambio, para la decisión de
combatir los incendios forestales en ciertas áreas, se debe evaluar el riesgo de
combatirlos contra el riesgo de no combatirlos. Ambas situaciones se han
mostrado riesgosas.11 De este modo es crucial comparar riesgos como lo
sugiere el autor y no como lo sugiere la carta citada.
Puede parecer un detalle menor según el caso de que se trate. Pero debe
advertirse que la forma de comparación citada entraña una polaridad de dos
culturas. Una que en su extremo entiende que toda intervención humana
produce alteraciones nocivas a la naturaleza, y otra que, también en su
9
Recordemos que se denominan así respectivamente al error de asumir que una muestra no proviene de cierta
población cuando en realidad la diferencia entre sus indicadores (media y desvío) es solo azarosa, o atribuirle
provenir de la población de referencia cuando en realidad no es así.
10
AG NU Res. 37/7, de 28 de octubre de 1982 en Actuar y reaccionar...
11
No combatir los incendios forestales parece un sinsentido frente al interés por preservar ese bosque, pero se ha
especulado acerca de que el evitar los incendios anuales lleva a la acumulación de hojas secas durante años, lo cual
permite que cada incendio potencial a enfrentar cuente con más combustible. Este ejemplo escapa a la complejidad
de comparar riesgos de diferente índole pero los hay complejos. Piénsese que al construir un embalse para regular
las crecidas en cierta zona y evitar anegamientos, debemos comparar los riesgos de alterar el curso del rio y modificar
el régimen de afluencia de agua a ciertas zonas con los riesgos que intentamos evitar. Quizás sean diferentes las
especies que se benefician y se damnifican con cada decisión (sin referirnos siquiera a los seres humanos).
274 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
extremo, defiende que si hay daños por las alteraciones realizadas en la
explotación del entorno, será la propia tecnología la que los reparará.
Podríamos pensar en otra formulación que sostuviera lo siguiente:
Las omisiones de intervención que puedan entrañar graves peligros
para la naturaleza deben ser precedidas por un examen a fondo, y
quienes promovieran esa no intervención deben demostrar que los
beneficios previstos al no actuar son mayores que los daños que
puedan ocasionarse a la naturaleza por no realizar tales acciones.
En este sentido, se pondría el acento en que los actores tienen una
responsabilidad que los hace evaluar si su inacción no es nociva para la
naturaleza al dejar que ciertos cursos de acción –ya desencadenados
previamente, naturales o no12–, sigan adelante y se produzcan los graves
daños que se pueden prever si no intervenimos.
Ignorancia y conocimiento en la prevención
Un caso de aplicación en el que evaluamos riesgos versus beneficios, es
el de la toma de decisiones sobre cuál es la cantidad de recursos adecuada
para una emergencia. Un ejemplo claro es la cantidad de ambulancias que
debe disponer una ciudad para el servicio público. Está claro que sea cual
fuere la cifra que estimemos adecuada siempre es posible imaginar una
catástrofe para la cual esa cantidad es exigua. El desafío es, en primer lugar,
asignarle una probabilidad a ese tipo de catástrofes y a su frecuencia y, por
otra parte, decidir si vamos a tener esos recursos disponibles para episodios
así de esporádicos. Sabemos que los recursos son finitos, y que lo que
decidamos asignar a una flota de ambulancias que solamente se utilizarían en
caso de catástrofes que solo han ocurrido una vez en la historia o su frecuencia
es una vez cada 30 años, debe tener un balance en comparación con los
beneficios que le provea a la comunidad tener una flota menor. Los extremos
son claros, pero habrá un límite en donde debemos tomar decisiones que sean
útiles a la sociedad, y no denostarlas cuando esas decisiones se mostraron
erróneas post factum de manera imprevisible. Toda decisión debe tomarse
sobre la base de esa combinación de conocimiento e ignorancia, y no sobre
la base de prever todo episodio, por más improbable que parezca.13
Una vez más, tomar la decisión incorrecta significa haber dejado sin cubrir
una gama de riesgos que, no solamente eran previsibles, sino que su
12
Esta distinción nuevamente puede ponerse en entredicho. Sin embargo quiero señalar que hay cursos de acción
que entendemos nocivos para con la naturaleza, como lo sería el impacto de un gran meteorito con la Tierra, y que
no obedecen a desastres ocasionados por la humanidad sino sufridos por ella y el resto de las especies. En este
tipo de casos la responsabilidad de intervención sigue el análisis de esta formulación.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 275
probabilidad de ocurrencia está por encima del límite que la sociedad está
dispuesta a tolerar. Como vemos, la sociedad debe decidir cuántos esfuerzos
puede dedicar y cuáles son los límites que acepta no poder prever.
Ignorancia y conocimiento: remedio y enfermedad
Un aspecto álgido y delicado en el que la combinación de conocimientos
e incertidumbre se pone en juego de manera peculiar, es en la introducción en
el mercado de nuevos medicamentos. Lo mismo ocurre con nuevos productos
y procesos tecnológicos, como lo fue el microondas en su momento, el puntero
laser, los celulares, la irradiación de alimentos, los alimentos transgénicos,
etcétera. Por brevedad tomaremos como ejemplo el problema de aceptar el
uso de un medicamento.
Sabemos que no sabemos. Y esto puede usarse adecuadamente para
adherir al principio de precaución o puede usarse mal para admitir un
medicamento sin las pruebas necesarias o no admitirlo por toda la eternidad.
Sí, aquí hay una asimetría.
Cuando se trata de saber si cierta droga D produce, digamos, el efecto
colateral Z, es bastante obvio que se necesita un estudio experimental para
obtener resultados. Al finalizar el estudio puede haber un grupo de sujetos de
entre los que tomaron la droga D que han desarrollado el efecto Z, y otro grupo
de sujetos que, aun no habiendo tomado la droga D, también muestran ese
mismo efecto. Supongamos además que el primer grupo es mayor que el
segundo. El paso siguiente es medir cuál es la probabilidad de que esa
diferencia sea significativa y no solamente debida al azar. Una vez más, los
errores de tipo I y tipo II amenazan las decisiones. La pregunta crucial es qué
probabilidad de equivocarnos toleraremos. No cabe la ilusión de hacer más
pruebas para tener certeza porque ese límite ideal es inalcanzable.
Nótese que hay dos probabilidades en juego. Una es la probabilidad de
que D produzca Z –cuestión de la que no hemos hablado–, pero se desprende
de que no todos los que toman D desarrollan Z, pero algunos sí lo hacen. Y
otra es la que nos dice cuán cerca estamos de no cometer un error al decir que
D no produce Z, o al decir lo contrario. Una probabilidad es sobre las variables
y la otra es sobre las hipótesis.
13
Si alguien todavía alberga la ilusión de utilizar el segundo criterio, y tomar las medidas preventivas para cualquier
tipo de dificultad, puede realizar el ejercicio de imaginar una y otra vez la catástrofe para la cual no estaría
preparado.
276 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
La ignorancia juega un papel doble aquí. Frente a esta sucesión de que
cada ensayo nos permite tener mayor grado de seguridad, pero la certeza es
inalcanzable, los defensores del medicamento podrían alentarnos a no realizar
todos esos ensayos, ya que de nada sirve aumentar la probabilidad de estar
en lo cierto, si todavía quedan chances de equivocarnos. Una variante extrema
del uso de la ignorancia a favor de lanzar el medicamento al mercado es
aquella según la cual se indica en el prospecto que “no se conoce que D
produzca Z”. Esta leyenda de ningún modo indica que se hayan hecho los
ensayos que mencionamos. Solo dice que no se sabe. Y esta leyenda es
comprendida bajo la autoridad de quienes han permitido su venta, como si
dijera “se conoce que D no produce Z”.
La segunda cara de la ignorancia es que ya que todavía queda, por ejemplo,
un 0,01 % de chances de que el medicamento produzca efectos no deseados,
no se lo debe admitir en la comunidad hasta tanto no tengamos certeza de
que esto no sea así. Aquí la ignorancia nos lleva a la imposibilidad de aceptar
un medicamento y a que el rechazo sea eterno.
Como podemos apreciar, es la ignorancia el arma con el que ambos
extremos están blandiendo sus argumentos. Pero debemos advertir que hay
tres niveles de ignorancia en juego, así como había dos probabilidades. Una
ignorancia es la que tiene que ver con que no todo sujeto que recibe D
desarrolla Z, aunque algunos sí lo hacen. Otra tiene que ver con que no
sabemos con certeza si la hipótesis es correcta (equivalente al conocimiento
de la probabilidad sobre la hipótesis). Finalmente, el tercer nivel de ignorancia
es el señalado al interpretar una frase por otra desplazando la partícula de la
negación. En este mismo nivel de ignorancia, se encuentra la creencia de que
se pueden tomar decisiones sin que exista ese margen de error del segundo
nivel de ignorancia.
Ignorancia y democracia
¿Qué hacer con estos problemas? Es aquí donde la propuesta del autor de
producir una nueva generación que conciba la tecnología de manera diferente,
apunta directamente a la educación. En los niveles educativos se hace
imprescindible eliminar al menos los dos últimos niveles de ignorancia. El primer
nivel de ignorancia –aquél involucrado en que algunos sujetos desarrollan Z y
otros no al ingerir D– no es crucial en la toma de decisiones, sino en el camino
a establecer la hipótesis en cuestión de si D produce Z o no lo produce.
Encontramos entonces que la educación tiene una deuda enorme para con
los ciudadanos, los ha dejado huérfanos de herramientas para defenderse de
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 277
los discursos falaces o de los deslizamientos de interpretación. Y mucho
menos para defenderse de una realidad probabilística que se les escondió
bajo una representación maniquea determinista en la que o bien sabemos que
D causa Z, o bien sabemos que no lo hace.
En este aspecto podemos incluir un punto más de tensión. Tula Molina
menciona, siguiendo a Castoriadis, que “el problema político es un problema de
doxa [opinión] y no de epistéme [conocimiento justificado]”. Sin embargo, dado
que las decisiones democráticas (ya sean por representantes o directas) deben
tomarse sobre la base de cierto conocimiento y que, en este caso analizado, tal
conocimiento involucra tres niveles, uno de los cuales es técnico y propio de la
investigación, pero los dos restantes corresponden al saber fundamentado y no
a la opinión, podemos decir que parte del problema consiste no haber atendido
a tales saberes. O bien las decisiones se toman sobre los modos populares de
interpretación en los que parecen válidos los desplazamientos de la negación
de fuera a dentro de la frase, o bien se toman sobre la base del conocimiento
probabilístico y la manera en que los resultados respaldan las decisiones,
además de excluir los desplazamientos inválidos mencionados.
La opinión no alcanza para una decisión responsable. El conocimiento
justificado se hace indispensable. Quizás esta omisión hacía parecer más
democrático el proceso por permitir que quien no comprenda cierta parte del
problema pueda ejercer igualmente su derecho, pero es dudoso que esto
último pueda sostenerse. ¿Puede afirmarse que un ciudadano que no
comprende la diferencia entre “no se sabe si Kennedy murió” y “se sabe que
Kennedy no murió” es libre para tomar decisiones respecto a ese tema? He
tratado de mostrar con el caso analizado que en realidad la libertad que puede
ejercer cada ciudadano depende fuertemente de un conocimiento que va más
allá de su opinión, más bien es previo a que pueda formar su opinión y sin
duda es condición necesaria para el ejercicio de su voto. Es aquí donde la
educación nos debe dar la plataforma para ser efectivamente actores
democráticos y no individuos que reaccionan a estímulos de manera acrítica.
La democracia en la ignorancia parece ser una contradicción. Y ya que hemos
equiparado acciones y omisiones para ser evaluadas en cuanto a los riesgos
que cada una conlleva, podemos sostener que toda omisión que se permita
acerca de la educación de los ciudadanos pone en riesgo el funcionamiento
democrático mismo, con lo cual es altamente probable que no haya ningún
nivel de beneficio que pueda compensar semejante daño a la sociedad.
278 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Ciencia, Tecnología y Democracia:
distinciones y conexiones
Andrew Feenberg
Simon Fraser University
Resumen
Este artículo argumenta que a pesar de una considerable superposición, la
ciencia y la tecnología deben ser distinguidas. La investigación que procura
comprender la naturaleza está controlada por la comunidad de investigadores.
Esto la distingue de actividades orientadas a la creación de productos bajo el
control de organizaciones tales como las corporaciones y las agencias
gubernamentales. Incluso donde una y la misma actividad se preocupa tanto
por la verdad y la utilidad, está controlada en los dos diferentes contextos. En
el artículo se sigue esta distinción a través de la historia de la ciencia y la
sociedad durante la posguerra en Estados Unidos, a través de una
comparación directa de varios casos y sus implicancias, y mediante la
discusión sobre la estructura paradójica de las relaciones entre tecnología y
sociedad. Estas relaciones constituyen una “jerarquía entramada” en la medida
en que los grupos sociales se forman alrededor de las mediaciones técnicas,
las cuales a su vez median y transforman. Las políticas de ciencia y tecnología
difieren en que la contribución de los grupos sociales al cambio científico es
mucho menos directa que en el caso del cambio tecnológico.
Prólogo: El fiasco de la fusión fría
El 23 de marzo de 1989 Martin Fleischman y Stanley Pons aparecieron en
una conferencia de prensa de la Universidad de Utah, anunciando el
descubrimiento de la fusión fría. El Presidente de la Universidad y varias otras
autoridades también estaban presentes y hablaron con la prensa. La
desacostumbrada participación de la prensa y de tales autoridades, indicaba
que la fusión fría era más que un avance científico. Pronto la Universidad
anunció la formación de un instituto de investigación con fondos del Estado.
Su objetivo no sólo era el conocimiento de los fenómenos sino también
preparar aplicaciones comerciales en gran escala. Al principio, pareció posible
que la fusión fría revolucionaría la generación de electricidad y que
transformaría la economía mundial.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 279
Conocemos ahora el fin de la historia. En poco tiempo la fusión fría fue
desacreditada y la mayoría de los investigadores perdieron el interés en ella.
El instituto de la Universidad de Utah cerró en 1991 y el apoyo para continuar
trabajando en este campo rápidamente se evaporó (Simon, 2002). Tales
eventos ilustran un modo particularmente claro la complejidad de la relación
entre ciencia y tecnología hoy.
El relato clásico, pero en general desacreditado, de tales relaciones
sostiene que la ciencia es un conjunto de verdades sobre la naturaleza y la
tecnología una aplicación de tales verdades en la producción de instrumentos
útiles. Verdad y utilidad pertenecen a mundos diferentes ligados sólo por la
subordinación de la última a la primera. Pero los historiadores han mostrado
que pocas tecnologías surgieron como aplicaciones de la ciencia hasta hace
poco tiempo. La mayoría se desarrolló de modo independiente de la ciencia y,
–en realidad– en casos como el de la óptica, la tecnología tuvo más impacto
en la ciencia que al contrario. La ciencia es incluso más dependiente de la
tecnología hoy que en el pasado. Es verdad que el siglo XX asistió a un
incremento dramático en las aplicaciones prácticas del conocimiento científico,
pero esta nueva situación no revela la esencia de la relación entre ciencia y
tecnología. Por el contrario, confunde la distinción del sentido común
estableciendo el carácter productivo como propio de la ciencia.
En cualquier caso, el modelo clásico no describe el caso la fusión fría.
Fleischman y Pons no aplicaron ninguna ciencia preexistente en su trabajo,
sino que hicieron un descubrimiento empírico del tipo que asociamos con la
invención. Ellos no estaban buscando confirmar o invalidar una teoría con
experimentos, como lo harían los abordajes filosóficos del método científico,
sino que, por el contrario, procuraron producir un efecto inexplicado –y
finalmente inexplicable. Su descubrimiento empleó un dispositivo tecnológico
que fue al mismo tiempo un aparato experimental y un prototipo comercial.
Consecuentemente, las dos puntas de su descubrimiento apuntan tanto a la
comunidad científica como a la de negocios.
Casos como este proliferan en las ciencias biológicas, donde las técnicas
científicas se despliegan en la búsqueda de resultados de interés no sólo para
investigadores, sino también para las compañías farmacológicas. Productos y
conocimiento emergen juntos del laboratorio. La búsqueda de conocimiento y
el hacer dinero se juntan en un único trabajo. La distinción entre ciencia y
tecnología parece quebrarse. De aquí el uso extendido del término
“tecnociencia”.
280 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Distinguiendo Ciencia y Tecnología
Los teóricos posmodernos y muchos investigadores en Estudios de
Ciencia y Tecnología ya no creen que haya una distinción de principio entre
ciencia y tecnología. Ciertamente los límites son mucho más vagos que en el
pasado. Pero si concluimos que no podemos distinguirlos de ningún modo,
¿en qué se convierten las distinciones asociadas entre teoría y práctica,
investigación y aplicación, trabajo académico y negocio, verdad y utilidad?
¿Debemos abandonarlas también?
La vieja distinción entre ciencia y tecnología y todas esas distinciones
asociadas implican una jerarquía de valores. Ciencia, teoría, investigación,
trabajo académico y verdad fueron consideradas más nobles que tecnología,
práctica, aplicación, negocio y utilidad, de acuerdo con la antigua preferencia
por la contemplación desinteresada sobre la actividad mundana. Esta jerarquía
fundamenta la demanda por la completa autonomía de la ciencia. En 1948 P.
W. Bridgman expresó esta indiferencia, desde una “torre de marfil”, cuando
afirmó que “el supuesto del derecho de la sociedad de imponer una
responsabilidad sobre el científico cuando él no lo desea obviamente implica
aceptar el derecho del estúpido de aprovecharse del inteligente” (Bridgman,
1948, p. 70)
En la medida en que la distinción entre ciencia y tecnología se vuelve difusa,
la jerarquía de valores que justificaba tal excesivo esnobismo pierde su fuerza
persuasiva. Un cambio básico ha ocurrido en la relación entre ciencia y
sociedad. Hay una apertura por parte de la ciencia a varias formas de control
político y económico y, en algunos casos, lo que yo llamaría “intervención
democrática” por miembros legos del público ¿Pero qué es lo que esto
significa exactamente?
Ciertamente no significa eliminar el laboratorio, obligando al científico a
trabajar con el público mirando por sobre sus hombros, ni que haya que
basarse en el gobierno para las decisiones epistémicas. La democratización y
la intervención política y económica en la ciencia es más modesta en sus
objetivos por muchas razones. Pero la lucha por el control social de la
tecnología difícilmente puede considerarse modesta. Se intensifica de modo
constante y frecuentemente conduce a la intervención directa de los
ciudadanos y los gobiernos en decisiones tecnológicas, e incluso en los
criterios para la toma de decisión utilizados para seleccionar tecnologías.
La vieja jerarquía de valores ciertamente ha sido embrollada en los últimos
años en la medida en que una mayor cantidad de trabajo científico se dirige
directamente a la producción de bienes comercializables. Vivimos en una tierra
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 281
chata de dos dimensiones y no en un universo de tres dimensiones con
coordenadas verticales. Pero más allá de los cambios, precisamos de las viejas
distinciones. Ellas corresponden a divisiones vitales estratégicas dentro del
mundo de la política. La cuestión es ¿Cómo podemos reconstruir la distinción
entre ciencia y tecnología sin caer en un esquema valorativo pasado de moda?
Esto es lo que voy a intentar aquí.
En lo que queda de esta presentación quisiera ofrecer un nuevo marco
para discutir la relación entre ciencia, tecnología y democracia. Discutiré cuatro
cuestiones en el tiempo permitido. Primero, quiero introducir algunos criterios
básicos para realizar la distinción que nos ocupa aquí. En segundo término
propondré un esquema histórico de la evolución de la relación cognitiva entre
ciencia y sociedad. En tercer lugar, argumentaré que la democratización tiene
un significado normativo específico para la tecnología que no lo tiene para la
ciencia. Y cuarto, presentaré algunas reflexiones filosóficas sobre la estructura
paradójica de la emergencia de la esfera técnica pública.
Dos Criterios
Incluso si a veces resulta difícil distinguir la búsqueda de la verdad de la
búsqueda de la utilidad, otros criterios nos permiten realizar una distinción que
podemos usar entre ciencia y tecnología. No me interesan aquí los casos
obvios como la diferencia entre la física teórica y los trabajos viales. Los casos
difíciles son más interesantes. Ellos surgen en las zonas en expansión de
actividades que parecen atravesar la línea entre ciencia y tecnología. En tal
zona los criterios pueden desarrollarse a partir del estudio de la práctica
científica y tecnológica, por ejemplo, las diferencias sutiles en los papeles que
juegan el conocimiento y el trabajo técnico en la experimentación y en la
tecnología de base científica (Radder, 2009). Aquí me concentraré en los
criterios que reflejan diferencias significativas en el gobierno y procedimientos
porque son directamente relevantes para la política científica y tecnológica.
La distinción ciencia/tecnología se solía asociar con la distinción entre la
investigación académica y la corporativa. Pero hay contraejemplos obvios tales
como Bell Labs, donde trabajo científico de alta calidad fue realizado bajo
auspicios corporativos. Sin embargo, hay una diferencia entre el tipo de
investigación realizada en las universidades y la realizada tanto en Bell Labs
como en la mayoría de los desarrollos de productos, incluyendo desarrollos
que emplean métodos de laboratorio pero que se realizan en secreto o son
usados para promover productos específicos. Esto sugiere un primer criterio
para distinguir ciencia de tecnología: la diferencia en los procedimientos de
decisión en ambos casos.
282 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Las controversias científicas son resueltas por la comunidad científica o,
más aún, por lo que los sociólogos de la ciencia designan como el “conjunto
específico” de investigadores involucrados en el debate de los aspectos
científicos relevantes. Las determinaciones sociales, culturales y económicas
juegan un papel sólo indirecto en tales debates, por ejemplo, dando poder a
algunos participantes para realizar experimentos costosos o influenciar la
primera reacción a los resultados anunciados. Pero en el análisis final, las
pruebas epistémicas llevadas a cabo por individuos o pequeños grupos en
congresos, artículos, y laboratorios son la medida principal de las ideas en
competencia.
No quiero decir con ello que los científicos lleguen a la verdad absoluta,
pero ellos consiguen un conocimiento confiable de la naturaleza y ese es su
objetivo primario, el factor decisivo en su trabajo, incluso si el trabajo también
los involucra en actividades comerciales. La tecnología también supone
conocimiento de la naturaleza, pero muchas de las decisiones más importantes
no son sobre conocimiento. Los criterios sociales y económicos son relevantes
para las elecciones tecnológicas, e intervienen a través de la mediación de
organizaciones tales como las corporaciones y las agencias gubernamentales
que emplean trabajadores técnicos. Tales empleados, quienes pueden ser
científicos, usualmente están situados en una cadena de autoridad
administrativa que incluye individuos en funciones no-técnicas y con grandes
responsabilidades, que nada tienen que ver con el conocimiento de la
naturaleza. En los casos donde tales individuos determinan los resultados,
podemos estar seguros de que se trata de una actividad técnica, incluso si en
última instancia se genera conocimiento científico como un resultado colateral.
La diferencia queda claramente ilustrada en el caso de la fusión fría. El
objetivo comercial de la fusión fría dependía de la voluntad del estado de Utah
en invertir en algo que generase dinero. La investigación tuvo que orientarse
hacia tal objetivo. Dentro del instituto la existencia de la fusión fría no estaba
en cuestión y los experimentos se realizaban en secreto. Pero exactamente el
mismo efecto que fue creado por la organización con fines de explotación,
también fue expuesto a evaluación científica y esto fue decisivo. Allí los
beneficios potenciales a partir de la producción comercial de electricidad
recibieron atención, pero de un modo menos significativo. Se utilizaron criterios
científicos con relación al efecto, en la medida en que el conocimiento para su
producción estaba disponible. Y fue rápidamente desacreditado,
principalmente por dos factores epistémicamente significativos: el fracaso en
la reproducción del efecto en el laboratorio, y falta de una conexión plausible
entre el efecto y la teoría existente. Claramente, verdad y utilidad todavía
pertenecen a mundos distinguibles, aún cuando se refieran a aspectos de un
mismo fenómeno y frecuentemente crucen los límites buscando sus diferentes
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 283
objetivos. El punto de intersección, donde los criterios científicos y
tecnológicos deben ambos coincidir, corresponde a la aplicación apropiada
del término “tecnociencia”.
La confusión de los límites ha tenido una influencia desafortunada en la
evolución de los fondos de investigación. En los últimos años los ideólogos
neoliberales han convencido a los gobiernos de que la respuesta de la ciencia
frente a la sociedad se mide por el éxito comercial de sus aplicaciones. Una
ligazón cada vez más estrecha entre los intereses comerciales y los programas
de financiamiento de la investigación aumenta el impacto dañino sobre la
comunidad de investigadores. El apoyo público a la investigación básica en
una amplia gama de campos, incluyendo muchos sin una perspectiva de rédito
comercial inmediato, es la base para el avance científico a largo plazo. También
es esencial que la ciencia tenga los medios para servir a los intereses públicos
incluso cuando las perspectivas de negocios sean bajas, como en el caso de
los remedios para enfermedades “huérfanas”. Este nuevo sistema reduce la
ciencia a servidora de la tecnología, con consecuencias desastrosas porque
no toda ciencia es “tecno-”.
El segundo criterio útil para distinguir ciencia y tecnología se refiere al papel
diferente que juega la subdeterminación en cada caso. El concepto de
subdeterminación fue introducido por el historiador francés Pierre Duhem para
explicar el hecho de que las teorías científicas no se encuentran determinadas
únicamente por observación y experimento. La interpretación de las
contrastaciones de la teoría siempre dependen de otras teorías y, por lo tanto,
el edificio completo del conocimiento está implicado en la evaluación de cada
una de sus ramas particulares. En la práctica, esto significa que ningún
experimento lógicamente concluyente puede liberar al investigador de la
necesidad de tomar decisiones personales sobre la verdad o la falsedad de la
teoría contrastada. Tales decisiones, Duhem sostuvo, se basan en el “buen
sentido”. Son racionales, pero no poseen la certeza frecuentemente
proclamada como propia de la ciencia.
La fusión fría ilustra esta conclusión, aunque no el punto específico de
Duhem, en tanto que los fracasos para reproducir el efecto fueron
interpretados por Pons y Fleischman como fallas técnicas, y por sus oponentes
como prueba de la inexistencia del efecto. La decisión entre tales
interpretaciones no podría hacerse sobre la base exclusiva de experimentos,
dado que la propia competencia de los experimentadores estaba cuestionada.
Variaciones sobre este tema han sido discutidas en la filosofía de la ciencia
durante un siglo. No hay dudas que algo ocurre allí. Pero Pons y Fleischman
descubrieron que las explicaciones ad hoc proporcionan una defensa débil
284 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
para los resultados experimentales anómalos y conflictivos, como los que
caracterizaron el caso de la fusión fría. El único movimiento efectivo, en tales
casos, es la producción de una nueva teoría que incluya tanto las
observaciones antiguas como las nuevas. Pero la producción de alternativas
plausibles es extraordinariamente difícil. Los defensores de la fusión fría no
consiguieron proporcionarla. Su fracaso no es inusual. A pesar de que Einstein
cuestionó la incerteza de la mecánica cuántica, le resultó imposible obtener
algo mejor. Crear una nueva teoría científica requiere de una rara originalidad
y una clase especial de comprensión crítica de la teoría existente.
El caso con la tecnología es bastante diferente una vez más, no sólo porque
las alternativas son usualmente fáciles de inventar. El concepto de
subdeterminación puede adaptarse para darle importancia a esta diferencia. A
los ingenieros y a otros trabajadores técnicos, les resulta obvio que no hay un
“determinismo tecnológico” o una “racionalidad tecnológica” que imponga un
único diseño para cada artefacto. El equivalente técnico de la
“subdeterminación” de la observación y el experimento propuesta por Duhem,
es la proliferación de diseños alternativos para artefactos de modo general
similares. De la misma manera que la observación y el experimento pueden
tener significados diferentes en contextos teóricos diferentes, también los
artefactos pueden diseñarse de modo diferente y tener significados diferentes
en el marco mayor de la tecnología existente.
Hay, por supuesto, problemas difíciles como el de la vacuna contra el SIDA.
Seremos afortunados si encontramos un único diseño exitoso, lejos estamos
de tener una variedad para elegir. Pero la mayoría de los problemas técnicos
no son tan difíciles y las alternativas están disponibles. La cuestión, entonces,
es cómo se llevan a cabo las decisiones entre ellas. La subdeterminación
técnica deja una amplio espacio para que los criterios económicos, culturales
y sociales pesen sobre la decisión final entre las alterantivas. El equivalente al
“buen sentido” de los científicos, en este caso, es proporcionado por órdenes
gerenciales enviadas a los trabajadores técnicos a través de la cadena de
mando cuyos consejos pueden ser tenidos en cuenta o no.
Democratizando la ciencia
Con estas distinciones en mente, quiero introducir algunas consideraciones
históricas sobre el concepto de democratización de la ciencia. La ciencia
siempre fue marginal para la política nacional hasta la Segunda Guerra Mundial.
El Proyecto Manhattan y la investigación sobre el radar cambiaron el curso de
la Guerra, y a partir de allí se da la unión de la ciencia con el gobierno unión a
la que se suman las empresas; por lo cual, la ciencia se convirtió en una de las
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 285
fuerzas rectoras del desarrollo económico y social. Como resultado de estas
alianzas, la ciencia fue expuesta a nuevas formas de intervención pública.
Bosquejaré esta historia muy brevemente en el contexto norteamericano.
El Proyecto Manhattan jugó un papel especial en la transformación de la
relación entre ciencia y sociedad. Los científicos involucrados debieron jurar
secreto durante la guerra. Actuaron como agentes del gobierno federal bajo
comando militar. Pero, cuando llegó el momento de decidir si usar o no la
bomba, se dieron cuenta que no eran simplemente empleados del gobierno.
Justamente por el carácter secreto del proyecto, ellos eran también los únicos
ciudadanos que podían entender la cuestión y expresar una opinión.
Bajo el liderazgo de Leo Szilard y James Frank, intentaron ejercer su papel
como ciudadanos mediante petitorios y reportes defendiendo el no uso. No
tuvieron éxito, pero después de la guerra, cuando ya no estuvieron más atados
por el secreto militar en el mismo grado, algunos de ellos se comprometieron
en informar a la opinión pública. El famoso Boletín de los Científicos Atómicos
fue el órgano semi-oficial de tal movimiento de “científicos”. Tuvo gran
influencia, pero llevó muchos años para que la lucha contra las pruebas
nucleares y los tratados sobre desarme tuvieran efecto en la política pública.
Hubo un fuerte elemento de paternalismo tecnocrático en aquel
movimiento. En el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra
Mundial, hasta mediados de 1960, se creía ampliamente que las nociones
tecnocráticas marcarían el curso futuro de las sociedades modernas. La
política fue orientada cada vez más por expertos de una clase u otra. Pero el
problema sobre qué hacer con la opinión pública persistió en la medida en
que su aporte fue devaluado con relación al consejo experto. Una solución
consistió en refinar las técnicas de persuasión. Los científicos eligieron una
alternativa más respetable e intentaron educar al público. Sus esfuerzos fueron
motivados por el sentido de que un público desinformado podría obstruir
decisiones gubernamentales decisivas, basadas en el conocimiento científico.
Esta experiencia influenció la actitud de los científicos entre 1960 y 1970,
mientras el movimiento ambientalista comenzó a cobrar forma. Los biólogos se
vieron a sí mismos ocupando el papel de los científicos atómicos durante el
período de posguerra, poseyendo conocimiento de gran importancia para el
público. También intentaron informar al público, defendiendo soluciones basadas
en la ciencia para problemas que la gente podía entender en términos generales.
Pero el paternalismo tecnocrático pronto dio lugar un nuevo patrón. Los
desacuerdos surgieron entre los ambientalistas desde inicios de 1970, y
debilitaron la autoridad de la ciencia. Es verdad, algunos físicos no estuvieron
286 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
de acuerdo sobre cuestiones tales como la defensa civil, pero la gran mayoría
de la comunidad científica articulada favoreció la política contenida en los
tratados que todavía de modo vacilante, regulan los asuntos nucleares. No
surgió tal consenso en el movimiento ambientalista. De hecho, existieron
conflictos abiertos sobre las causas de la polución, algunos acusaban a la
sobrepoblación, otros a las tecnologías defectuosas, algunos reclamaron el
control involuntario de la natalidad, otros reglamentaciones más rígidas de la
industria, e incluso otros un regreso a la naturaleza o, al menos, a la
“simplicidad voluntaria” (Feenberg, 1999).
El surgimiento de fisuras políticamente significativas en el movimiento
ambientalista significó que los científicos no pudieron continuar ocupando el
papel de educador de un público ignorante, sino que fueron obligados a jugar
un papel político en la búsqueda de apoyo público. Para una población que
hace poca distinción entre ciencia y tecnología, la pérdida de autoridad que
resultó de tales controversias fue aumentada por una serie de desastres
tecnológicos. El fracaso de Vietnam fue testigo de los límites de los tipos de
conocimiento y poder tecnocrático a los que podía recurrir el Estado. El
accidente nuclear en Three Mile Island en 1979, refutó las medidas habituales
de riesgo establecidas con excesiva confianza por parte de la comunidad de
ingenieros y científicos. El accidente del Challenger en 1986 reprobó la
arrogancia de una nación que estaba orgullosa de haber puesto un hombre en
la Luna. Muchos otros incidentes contribuyeron a un cambio gradual en la
sensibilidad, y al final del milenio pocos jóvenes estaban eligiendo carreras
científicas, y fuertes movimientos fundamentalistas estaban siendo cada vez
más efectivos en oponerse a la enseñanza de la ciencia en las escuelas.
Frente a estos antecedentes una nueva configuración emergió
gradualmente. En los años 70 estábamos comenzando a ver más
reconocimiento público de cuestiones ambientales y médicas que afectaban
directamente a los individuos en su experiencia cotidiana. Tales cuestiones no
estaban confinadas al dominio del discurso público como había sucedido con
los problemas nucleares del período anterior. Esta es la razón para que los
científicos además de hablar también escuchen, para aceptar el papel de
educandos al mismo tiempo que de educadores. En este contexto pequeños
grupos de científicos, tecnólogos y ciudadanos comenzaron a explorar una
relación entre ciencia y sociedad completamente nueva. Esta relación cobró
la forma no de una educación paternalista, sino de una verdadera colaboración
con activistas de la comunidad.
Una instancia notable fue el conflicto en Love Canal a fines de los 70.
Residentes de tal comunidad se organizaron para pedir ayuda del gobierno
con relación a la proximidad de un depósito de residuos tóxicos que les
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 287
estaban causando enfermedades a ellos y a sus hijos. Trabajaron junto a
científicos voluntarios para documentar la magnitud del problema y finalmente
obtuvieron compensaciones. En este caso, los informantes legos llevaron una
situación problemática al conocimiento de los científicos y recogieron datos
epidemiológicos útiles para que ellos los analicen.
Otro movimiento similar entre los activistas del SIDA en 1980, comenzó
con un conflicto considerable y falta de confianza entre los pacientes y la
comunidad científica de los médicos. Los pacientes objetaron las restricciones
en la distribución de remedios experimentales y el diseño de las pruebas
clínicas. Pero la lucha finalmente murió cuando los líderes de las
organizaciones de pacientes fueron invitados como consejeros de los
científicos y médicos, para una organización más humana de la investigación
(Epstein, 1996). Esta intervención lega agregó una nueva dimensión ética a las
prácticas científicas que no estaban bien concebidas desde el punto de vista
de los valores vigentes. El cambio también fue cognitivamente significativo,
dado que facilitó el reclutamiento de sujetos humanos y aseguraron su
cooperación en suministrar la información requerida por los investigadores.
Estos son ejemplos norteamericanos, pero otros casos y otros
procedimientos institucionales en otros países confirman el patrón general:
desde la indiferencia hacia el paternalismo, y hacia signos de participación
democrática entre ciencia y sociedad. Si esta tendencia se desarrolla
ampliamente, promete realizar una contribución perdurable a la democracia en
las sociedades tecnológicamente avanzadas.
Tecnología y sociedad
Dejé una ambigüedad en la historia anterior. Mis ejemplos incluyen un arma,
un depósito de residuos tóxicos y una enfermedad. Los científicos están
involucrados en todos ellos. Pero ¿es “ciencia” la palabra adecuada para
describir sus actividades en los tres casos? Claramente, la construcción de
una bomba involucra muchas habilidades industriales y se dirige directamente
a la producción de un arma, no a una mejor comprensión de la naturaleza. Los
otros casos son similares. Los químicos y microbiólogos estaban involucrados
(y todavía lo están en el caso del SIDA). Pero sus actividades estaban
organizadas por un aparato industrial elaborado para producir bienes, no para
contribuir a nuestra comprensión de la naturaleza, a pesar que ellos
efectivamente también lo hagan.
En mi opinión es un error concentrarse exclusivamente la relación entre
ciencia y sociedad al discutir casos como estos. Tal abordaje tiende a colocar
288 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
el énfasis en el aspecto cognitivo de la relación. Pero cuando la ciencia deja
el laboratorio y entra en la sociedad como tecnología, debe servir a muchos
otros intereses además del interés por el conocimiento. Como hemos visto, la
tecnología es un campo de actividad en sí mismo. La ecuación que la ve como
una mera aplicación de la ciencia no le hace justicia. Las organizaciones
industriales son mediadoras independientes entre los científicos y sus
productos tecnocientíficos. Tales organizaciones son mediadoras
independientes con sus propias lógicas y procesos. Por razones que exploraré
en esta sección, la creación técnica está mucho menos protegida de la
intervención no profesional, de lo que está la ciencia en su papel cognitivo.
Si tales campos se describen adecuadamente como tecnociencias la
situación se complica por la ambigüedad de varias actividades incluidas en la
investigación y la comercialización. Cuando los actores buscan más
autonomía, ellos afirman estar haciendo ciencia; cuando buscan apoyo
financiero afirman estar haciendo tecnología. Jessicka Kammen describe un
caso interesante, donde investigadores trabajando en una vacuna
anticonceptiva intentaron deslindar todas las dificultades en “tecnologías”
complementarias, reservándose el título de “ciencia” para su trabajo. Tal
distinción les permitió continuar procurando la vacuna sin preocuparse por los
obstáculos prácticos de su desarrollo concreto (Kammen, 2003). Aquí las
distinciones que estamos utilizando se tornan recursos políticos, pero esto no
debe impedirnos ver lo que realmente está en juego, es decir, el bienestar de
millones de mujeres y sus familias.
La razón del diferente papel que juega el público en la ciencia y en la
tecnología es simple. Mientras las teorías científicas son abstracciones y
experimentos confinados al laboratorio, las tecnologías proporcionan los
entornos en los cuales la gente ordinaria vive. La experiencia con tales entornos
es una fuente potencial de conocimiento –como hemos visto– y allí prevalecen
las actitudes cotidianas hacia el riesgo y los beneficios. Todo esto distingue a
los públicos legos de los científicos y tecnólogos cuyo conocimiento está
formalizado, y quienes evalúan riesgos y beneficios con herramientas
matemáticas.
Bridgman simplemente desacreditó al público como “estúpido”, pero esto
ya no es más posible. Muy frecuentemente los observadores no profesionales
se han convertido en “canarios en la mina”, alertando a los científicos de
peligros pasados por alto. Además, las disciplinas científicas y técnicas
contienen muchos elementos tradicionales durante un estado anterior de la
sociedad y su cultura. En el caso de la tecnología, la persistencia de tales
elementos, luego de pasado su momento, a veces causa daño y motiva
cambios desde abajo que actualizan la tradición.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 289
Consideren los grandes cambios en obstetricia de un tiempo a otro. Hasta
hace no mucho los maridos caminaban en círculos en las salas de espera
mientras sus esposas parían bajo anestesia. Hoy los maridos son invitados a
la sala de parto y se alienta a las mujeres a usar menos anestesia ¿Es resultado
de descubrimientos científicos? Difícilmente. Pero en ambos casos el sistema
está prescripto médicamente y el movimiento feminista y de parto natural de
los años 70, responsable del cambio, fue olvidado. Un inconciente tecnológico
se extiende sobre la interacción entre razón y experiencia.
Hay otra distinción sobre la relación entre la ciencia y la tecnología con la
sociedad. Incluso cuando emplean científicos y conocimiento científico, las
corporaciones y las agencias gubernamentales podrían no gustar de la relativa
autonomía de la ciencia. Sus productos hacen surgir controversias no sobre
ideas sino sobre daños potenciales. Aquellos ubicados en la mejor posición
para saber, habitualmente están asociados con las propias organizaciones
responsables de los problemas. Tampoco puede confiarse en que tales
organizaciones digan la verdad o guiarnos por lo que dicen. Por supuesto,
muchas corporaciones y agencia son honestas, tienen en el fondo el bienestar
público y actúan conforme a ello, pero sería imprudente generalizar a partir de
tales casos a la conclusión de que es innecesaria la reglamentación y la
vigilancia.
La característica dominante de esta relación es el potencial conflicto de
intereses. Ejemplos familiares son la manipulación de la información y la
construcción de una controversia artificial por parte de la industria del tabaco
con relación al cáncer de pulmón, o las compañías de energía con relación al
cambio climático (Michaels, 2008). Los conflictos de intereses en tales casos
surgen a partir de luchas políticas sobre regulación y –a diferencia de las
controversias científica– tenemos esperanzas que procedimientos
democráticos decidirán el resultado en lugar de un “conjunto específico” de
actores, es decir, las corporaciones y las agencias involucradas.
Hay una diferencia estratégica enorme entre la relación ciencia-sociedad
y la relación tecnología-sociedad. No importa cuán grande sean las
interdependencias de gran parte de la investigación científica y tecnológica, no
importa cuán difusos sean los límites entre ellas algunas veces, subsiste una
diferencia fundamental con consecuencias concretas. En el caso de la
investigación científica buscamos interacciones públicas y compromiso mutuo,
pero dejamos a los científicos sacar sus propias conclusiones. Podemos
sospechar sobre la incompetencia o la mala fe de algunos científicos en
particular y podemos pedir segundas opiniones, pero al final debemos
apoyarnos en la comunidad científica. No tenemos una confianza similar en las
corporaciones y los gobiernos. Cuando el fin es obtener “verdades” bajo
290 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
órdenes, los resultados son desastrosos. Nada cambió con relación a esto,
desde Lysenko hasta la negación del SIDA en Sudáfrica.
En tanto instituciones públicas, las corporaciones y las agencias de
gobierno, incluyendo aquellas que emplean científicos, deben someterse al
control democrático de sus actividades. Tal control es muchas veces extenso
y detallado, y necesita ser el lugar donde sus productos circulan ampliamente
con impacto público significativo. Así, no preferimos que sea una compañía
petrolera, antes que un científico, la que decida si el cambio climático es real,
pero no nos preocupamos cuando el gobierno ordena que un remedio salga
del mercado o prohíbe un pesticida. Tales decisiones son parte del ejercicio
normal de la autoridad gubernamental y fácilmente implementada mediante
empleados técnicos dado que, como observamos más arriba, en general hay
muchas alternativas viables posibles.
El peligro de confundir los casos, es que cuando pedimos intervención
democrático en las “tecnociencias”, seremos entendimos como si
estuviésemos desdibujando la línea entre las cuestiones cognitivas y las
regulatorias. A menos que mantengamos estas cuestiones claramente
separadas, pareceremos irracionalistas rechazando la ciencia, cuando de
hecho la necesitamos justamente con el fin de controlar las actividades de los
actores tecnológicos tales como las corporaciones.
La jerarquía entramada de tecnología y sociedad
Deseo concluir esta exposición considerando la estructura paradójica de
la relación entre ciencia y sociedad. La paradoja nos dice algo importante
sobre lo que implica ser un ser humano en una sociedad tecnológica.
Mientras las personas ordinarias frecuentemente juegan un papel importante
alertando a los científicos de los problemas, y a veces también recogiendo
información, para ellos la nueva relación no es en primer término sobre
conocimiento sino sobre la experiencia. Se refiere a cómo la gente entiende el
mundo en el cual vive, el mundo vivencial de la experiencia cotidiana.
Los habitantes de las inmediaciones de Love Canal reconocieron un nuevo
elemento en su mundo, un elemento tóxico surgiendo del depósito de residuos
cercano a sus casas. Experimentaron que el mundo era más complicado de lo
que ellos habían percibido. Este descubrimiento sobre el mundo también fue
un auto-descubrimiento: repentinamente se volvieron actores en nuevas
relaciones con los científicos, los médicos, el gobierno y el actor corporativo
de su desgracia. Comprender el mundo va de la mano de la formación del
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 291
grupo y su identidad. Todo es fluido en las sociedades modernas y todo está
entrelazado con tecnología.
Este es el resultado de un cambio histórico. En las sociedades tradicionales el
conocimiento especializado de los trabajadores manuales y de las enseñanzas de
la experiencia cotidiana, compartidas por todos los miembros de la sociedad, se
entremezclaban en una tradición que se transmitía a través de las generaciones.
Las identidades sociales también eran estables, dado que las rupturas introducidas
por el rápido cambio tecnológico eran escasas. Pero a medida que el capitalismo
se desarrolló, el control del diseño quedó restringido a una pequeña clase
dominante y sus sirvientes técnicos. Ellos no están restringidos por las lecciones
de la experiencia, y el cambio tecnológico se acelera hasta el punto en el cual la
sociedad se encuentra en una agitación constante.
Este cambio tiene consecuencias para la estructura del conocimiento. Las
disciplinas científicas y técnicas son liberadas de tener que convertirse en
sistemas formales especializados. Es en este contexto que surge la idea de una
racionalidad pura que sería independiente de la experiencia. A pesar de estar
expresado de un modo secular, la idea es esencialmente teológica. Uno
imagina un ser hipotéticamente infinito capaz de actuar sobre Sus objetos sin
ser afectado por ellos. Dios está en lo más alto de la jerarquía práctica última
de poder, en una relación unidireccional con Sus objetos, sin involucrarse con
las cosas ni expuesto a sus poderes interdependientes. El crea el mundo sin
sufrir ninguna reacción, efecto colateral o coletazo. No tiene nada semejante
a lo que llamamos experiencia.
El pensamiento moderno toma esta relación imaginaria como el modelo de
la racionalidad y la objetividad, el punto en el cual la humanidad se trasciende
a sí misma en la teoría pura. Pero en realidad no somos dioses. Los seres
humanos sólo podemos actuar en un sistema al que ellos mismos pertenecen.
Este es el significado práctico de la corporeidad e implica participar en un
mundo de significados y poderes causales que no controlamos. La finitud se
muestra como reciprocidad de la acción y la reacción. Cada una de nuestras
intervenciones nos vuelve de alguna manera como respuesta de nuestros
objetos. Esto es obvio en la comunicación cotidiana donde la ansiedad evoca
ansiedad, la gentileza evoca gentileza y así por delante.
El sujeto técnico también es finito, pero su reciprocidad de acción finita se
disipa o difiere del modo para crear la ilusión necesaria de trascendencia.
Llamamos a una acción “técnica” cuando el impacto del actor sobre el objeto
está fuera de toda proporción con la acción recíproca que afecta al actor.
Martillamos en clavos, transformamos una pila de madera en una mesa, pero
nosotros no nos transformamos. Todo lo que experimentamos es un poco de
292 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
cansancio. Esta instancia típica de la acción técnica se encuadra, de modo
preciso, para resaltar la aparente independencia del actor con relación al
objeto. En un esquema mayor, el actor de hecho está en juego en su acción,
aunque no del mismo modo que la pila de madera. Su acción tiene un impacto
en su identidad: se vuelve un carpintero o al menos una persona con un hobby.
Pero el impacto no es visible en la situación técnica inmediata donde grandes
cambios ocurren en el bosque, mientras parece que la persona que lleva el
hacha no se ve afectada.
Este ejemplo puede parecer trivial, pero desde el punto de vista de los
sistemas, no hay diferencia en principio entre hacer una mesa y hacer una
bomba atómica. Cuando J. Robert Oppenheimer detonó la primera bomba en
el sitio de experimentación de Trinity, un pasaje de Bhagavad-Gita pasó por su
mente: “me he convertido en la muerte, el aniquilador de mundos”. En este
caso la similitud entre el trabajo técnico y la acción divina está completamente
clara. La técnica parece representar un escape parcial de la condición humana.
Pero no le llevó mucho tiempo a Oppenheimer darse cuenta de que el
destructor también estaba expuesto a la destrucción, y pedir control
internacional para las armas nucleares. A diferencia de Oppenheimer, Shiva,
del dios de la Muerte, no tenía que preocuparse por los rusos.
Sin desear regresar a una organización tradicional, podemos apreciar sin
embargo su sabiduría, basada como estaba en una visión de largo plazo y en
un contexto más amplio de la tecnología de los que estamos acostumbrados
en la actualidad. La tradición fue derrocada en los tiempos modernos y la
sociedad expuesta a todas las consecuencias de un avance técnico rápido y
sin restricciones, con resultados tanto buenos como malos. Los buenos
resultados fueron festejados como progresos, mientras que las consecuencias
no intencionadas e indeseadas de la tecnología fueron ignoradas en la medida
en que fue posible aislar y suprimir a las víctimas y sus reclamos. La reacción
disipada y diferida de la actividad técnica, tal como los efectos colaterales
desafortunados, tales como la polución y las pérdidas ocasionadas por el
trabajo industrial, fueron desestimados como parte del precio que debemos
pagar por el progreso. La ilusión de la técnica se volvió la ideología dominante.
Los efectos colaterales y las consecuencias de la tecnología se encuentran
en gran medida desvinculados de la experiencia de quienes conviven con ella
y la usan. A medida que se vuelve más poderosa y generalizada, se torna cada
vez más difícil aislar la tecnología de la reacción de la población que la
sostiene. La experiencia de los usuarios y víctimas de la tecnología, finalmente
influencian los códigos técnicos que dominan el diseño. Ejemplos tempranos
surgen en el movimiento de trabajadores en relación a la salud y la seguridad
laboral. Luego, tales cuestiones como la seguridad alimentaria y la
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 293
contaminación ambiental, llaman la atención de un círculo cada vez mayor de
públicos afectados. Hoy –como hemos visto– tales interacciones se están
volviendo rutinarias, y frecuentemente surgen nuevos grupos como cambios de
“mundo”, en respuesta al cambio tecnológico.
En los estudios sobre tecnología, esto se llama la “co-construcción” de la
tecnología y la sociedad. Los ejemplos citados aquí muestran que esta “coconstrucción” resulta en bucles cada vez más ajustados, como en las “Manos
que se Dibujan”, en el famoso grabado de M. C. Escher del mismo nombre.
Quisiera utilizar esta imagen para discutir la estructura subyacente a la relación
tecnología-sociedad.
Las manos que se auto-dibujan de Escher son un emblema del concepto
de “bucle extraño” o “jerarquía entramada” introducido por Douglas Hofstadter
en su libro Gödel, Escher, Bach (1979). El singular bucle surge cuando nos
movemos hacia arriba o hacia abajo en la jerarquía lógica que conduce,
paradójicamente, de nuevo al punto de partida. Una jerarquía lógica en este
sentido puede incluir una relación entre actores y sus objetos, tal como ver y
ser visto o hablar y escuchar. El lado activo permanece en la parte superior y
el pasivo en la inferior de tales jerarquías.
Con esto en mente, puede analizarse la famosa paradoja del mentiroso
como un ejemplo de bucle extraño, en el cual arriba y abajo intercambian
lugares. Como todas las afirmaciones, la afirmación “esta afirmación es falsa”
se refiere a un objeto. El enunciado en sí misma es el actor en la parte superior
de la jerarquía. Pero el objeto al que se refiere es también él mismo, y al
describirse a sí mismo como falso revierte la dirección de la acción. Cuando
uno dice que algo es falso, esa afirmación es el actor y lo que describe como
falso es el objeto. Pero el objeto es él mismo. Ahora la oración sólo es
verdadera si es falsa y es falsa si es verdadera ¡Un bucle extraño realmente!
En el grabado de Escher, la paradoja se ilustra de un modo visible. La
jerarquía de “sujeto que dibuja” y “objeto dibujado”, está “entramada” por el
hecho de que cada mano juega ambas funciones con relación a la otra. Si
decimos que la mano a la derecha está en la parte superior de la jerarquía –
dibujando la mano de la izquierda– llegamos al hecho de que la mano de la
izquierda dibuja la mano de la derecha y, por lo tanto, también está en la parte
superior de la jerarquía. Así, ninguna de las manos está en la parte superior y
ambas lo está, lo cual es contradictorio.
En términos de Hofstadter, la relación entre tecnología y sociedad es una
jerarquía entramada. Los grupos sociales se forman en derredor de la
tecnología, que al mismo tiempo media sus relaciones, posibilita su identidad
294 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
común y moldea sus experiencias. Todos pertenecemos a muchos de tales
grupos. Algunos son categorías sociales definidas y la importancia de la
tecnología para su experiencia es obvia. Tal es el caso de las fábricas o de los
empleados de los hospitales, cuyas organizaciones y empleos depende del
uso de la tecnología. Otros grupos están latentes, inconscientes de sus puntos
en común hasta que sobreviene el desastre. Los habitantes de Love Canal
pueden haber sido vecinos indiferentes, pero cuando descubrieron los
residuos tóxicos en la tierra en que vivían fueron alertados sobre un peligro
común. Su mundo se transformó y, como un colectivo conciente, convocaron
a los científicos para ayudarlos a entenderlo y para realizar demandas al
gobierno. Tales encuentros entre los individuos y las tecnologías que los unen
en grupos proliferan con consecuencias de todas clases. Las identidades
sociales y los mundos emergen conjuntamente y forman la columna vertebral
de la sociedad moderna (Callon et al., 2001).
Una vez formados y concientes de su identidad, los grupos mediados
tecnológicamente influencian el diseño técnico a través de sus elecciones y
protestas. Esta retroalimentación entre sociedad y tecnología es paradójica. En
tanto que el grupo está constituido por nexos técnicos que agrupan a sus
miembros, su estado es el de objeto “dibujado” en el esquema de Escher.
Pero reacciona sobre tales relaciones en términos de su experiencia
“dibujando” lo que lo dibuja. Ni la sociedad ni la tecnología, ni la razón ni la
experiencia pueden entenderse separadamente entre sí, porque ninguna tiene
una forma o identidad estable. Esta paradoja es endémica a la democracia en
general. El auto-gobierno es una jerarquía entramada.
El esquema de Hofstadter tiene la limitación de que no se aplica al caso de
la tecnología. El extraño bucle nunca es más que un subsistema parcial en un
universo concebido de modo objetivo y consistente. Hofstadter evade la
paradoja última, colocando un “nivel inviolable” de relaciones estrictamente
jerárquicas sobre el bucle particular que lo posibilita. La persona que afirma
“esta afirmación es falsa”, no está comprometida en la paradoja que anuncia.
En el caso del dibujo de Escher, la paradoja sólo existe por la actividad no
paradójica de Escher como grabador concreto, que lo diseñó del modo
ordinario, sin quedar él mismo dibujado por nadie.
Pero no hay un equivalente de este “Escher” en el mundo concreto de la
co-construcción, ningún dios inviolable creando la tecnología y la sociedad
desde fuera. Toda la actividad creativa se lleva a cabo en un mundo que es él
mismo creado por tal actividad. Sólo en nuestras fantasías trascendemos el
particular bucle de tecnología y experiencia. En el mundo concreto no hay
escapatoria a la lógica de la finitud.
* Traducción: Fernando Tula Molina
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 295
Referencias Bibliográficas
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Atomic Scientists, 3, (4).
Callon, M., Lascoumbes, P., Barthe, Y. (2001), Agir dans un Monde Incertain,
Seuil, Paris.
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Feenberg, A. (1999), Questioning Technology, Routledge, Nueva York.
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Kammen, J. (2003), “Who Represents the Users? Critical Encounters
between Women’s Health Advocates and Scientists”, Contraceptive R&D.
Michaels, D. (2008), Doubt Is Their Product: How Industry’s Assault on
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Engineering Sciences, Elsevier, Amsterdam.
Simon, B. (2002), Undead Science: Science Studies and the Afterlife of Cold
Fusion, Rutgers University Press, New Brunswick.
296 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Comentarios sobre el texto de Andrew Feenberg
Gustavo Giuliano
Universidad Católica Argentina
Es para mi un gran privilegio comentar hoy aquí con ustedes –en este
encuentro en el que hemos cifrado grandes esperanzas y al que le hemos
dedicado especial atención y ocupación– el trabajo del profesor Feenberg.
Su título, “Ciencia, Tecnología y Democracia: distinciones y conexiones”,
generó en mi gran ansiedad en tanto imaginaba que su contenido podría
guardar relación con algunas inquietudes vinculadas con la pragmática de la
lucha política, que habían quedando rondando por mis pensamientos luego
de unos encuentros que, bajo el mismo título, habíamos organizado junto con
compañeras y compañeros de la Central de los Trabajadores Argentinos.
Se lee en su primera línea: “Este artículo argumenta que a pesar de una
considerable superposición, la ciencia y la tecnología deben ser distinguidas”
¿Por qué el profesor Feenberg deseaba adentrarse de lleno en el pantanoso
terreno de la demarcación? Más aún ¿por qué lo haría si era un tema que había
eludido, al menos frontalmente, en sus principales textos ocupados por pensar
y actuar sobre la tecnología?
En su línea de pensamiento la tecnología se presenta por vía no
demarcativa, a través de la selección de casos paradigmáticos
representativos como los medicamentos para el SIDA, la educación a
distancia o el famoso caso del Minitel francés. No se encuentra en su principal
obra Questioning Technology, definiciones instrumentales, antropológicas o
sistémicas de la tecnología, del tipo la tecnología es el conjunto de
herramientas construidas para satisfacer necesidades, o es un saber hacer
del hombre, o es un sistema de acciones intencionales, etc. Mucho menos
aún sobre la ciencia.
Recordaba sí haber marcado un pequeño párrafo en Transforming
Technology donde Feenberg señala que “distinguir la crítica a las ciencias
naturales de la crítica a la tecnología tiene consecuencias tácticas y
estratégicas” (Feenberg, 2002, p. 174) y, apenas un poco más adelante, que
“la crítica de la racionalidad tecnológica no necesita del holismo ontológico. Es
posible una formulación no ontológica de una teoría crítica de la tecnología en
términos que dejan fuera de escena a las ciencias naturales.” (ibid., p. 175).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 297
Es también en estas pocas páginas que Feenberg nombra el término
“tecnociencia”, muy poco común en él, al punto de que es una palabra que no
figura en el indexado de Questioning Technology, hecho que se entiende como
nada casual.
Lo que parece decirnos es que, sin que implique asumir ni su pureza ni su
neutralidad, no es necesario pensar las condiciones de posibilidad de una
“ciencia alternativa”, para actuar sobre una “tecnología alternativa”. Sobre la
condición de la validez de esta premisa, el profesor Feenberg desarrolla su “Teoría
de la Instrumentación”, uno de los puntos más originales de su pensamiento.
Según esta teoría es posible reconciliar en un solo marco teórico miradas
substantivistas, instrumentalistas y constructivistas considerando que la
tecnología no tiene uno sino dos aspectos. Un aspecto, al cual denomina
“instrumentalización primaria”, que explica la constitución de objetos y sujetos
técnicos, y otro aspecto, la “instrumentalización secundaria” que explica la
incorporación de los objetos y sujetos constituidos en redes técnicas reales
(Feenberg, 1999, p. 202). Substantivistas e instrumentalistas ofrecen sólo una
visión de la instrumentalización primaria de lo técnico, a través de la cual una
función es separada de la vida cotidiana. Pero si bien la instrumentalización
primaria caracteriza las posibilidades técnicas en cada sociedad y momento
histórico, la tecnología incluye también rasgos que evolucionan de acuerdo
con una segunda instrumentalización que incluye aspectos políticos, sociales
y culturales, como indican los estudios constructivistas.
En consecuencia, según la Teoría de la Instrumentalización, la tecnología
debe ser necesariamente analizada en dos niveles. En el primer nivel se buscan
“oportunidades de utilidad” arrancando elementos de su contexto original para
ser reducidos a sus propiedades utilizables y sometidos a análisis y
manipulación. En el segundo nivel se emplean estos elementos en diseños
nuevos o se los integra con otros ya existentes de acuerdo a diversas
constricciones sociales (p. e.: principios éticos y estéticos). El nivel primario
simplifica los objetos para su incorporación en un mecanismo, mientras que el
secundario integra los objetos simplificados en un entorno natural y social. Los
objetos son “desmundanizados” para ser vueltos a “mundanizar” en otra
configuración más compleja (Feenberg, 2002, p. 178).
El proceso dialéctico entre instrumentalización primaria y secundaria
culmina en un artefacto que, en las cuestiones prácticas cotidianas, se
presenta principalmente frente a nosotros a través de sus funciones. Las
restricciones sociales internalizadas durante el proceso de instrumentalización
secundaria son borradas del dispositivo que se presenta ahora como si fuera
su destino técnico inevitable. El proceso de “concretización” –concepto que
298 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
toma Feenberg de Simondon– es así un inconciente tecnológico, presente
sólo en la forma sedimentada de “códigos técnicos” que son interpretados
como puramente racionales y aislados de la sociedad.
Si el profesor Feenberg está en lo cierto, entonces es posible diseñar otros
tipos de tecnologías, o criticar algunas de las ya existentes, abriendo y
modificando el código técnico subyacente, en tanto que un código técnico no
es otra cosa que la realización de un interés bajo la forma de una solución
técnicamente coherente a un problema (Feenberg, 2005, p. 114).
De este modo, el producto de las elecciones técnicas respalda el modo de
vida de uno u otro grupo social influyente. En estos términos, las tendencias
tecnológicas de las sociedades modernas podrían ser interpretadas como una
consecuencia de limitar los grupos capaces de intervenir en la etapa de
diseño, a sólo una parte particular interesada (p.e. corporaciones y expertos
técnicos) la que vela por el cumplimiento de sus objetivos sectoriales sin existir
una participación democrática que legitime este proceso. Esta apreciación
conduce al último elemento de la tríada enunciada en el título del trabajo que
nos convoca, y que aún no había entrado en el análisis: la democracia.
Si es posible sostener que el desarrollo tecnológico no es esencialmente
unilineal, sino que se encuentra sobredeterminado por la conjunción de
factores técnicos y sociales, entonces se abre la posibilidad de ramificaciones
del diseño en variadas direcciones. El profesor Feenberg llama a esta
potencialidad la “ambivalencia de la tecnología”: los artefactos y sistemas
pueden ser diseñados tanto para sostener y reproducir el orden social
existente, como para subvertirlo y encaminarlo hacia otro rumbo (Feenberg,
1999, p. 76). Para marchar en esta última dirección, se requiere abrir a la
participación pública cuestiones hoy reservadas sólo a algunos sectores
corporativos, de modo de alcanzar una noción de racionalización fundada en
la responsabilidad de la acción técnica, y no sólo de sus productos, por los
contextos humanos y naturales a los que influenciará de uno u otro modo. Se
debe aspirar a alcanzar una “racionalización democrática”.
Ahora bien, cómo se marcha en esta dirección cuando el propio Feenberg
admite que la resistencia a la racionalidad dominante se encuentra actualmente
fragmentada en una miríada de variados intereses, desperdigados entre
movimientos ecologistas, trabajadores desempleados y grupos minoritarios, y
cuando los ciudadanos parecen más ansiosos por escapar a estas
responsabilidades que por asumirlas (Feenberg, 1992). Sucede que para
desarrollar las nuevas necesidades hay que empezar por suprimir los
mecanismos que reproducen las viejas necesidades. Pero, para suprimir los
mecanismos que reproducen las viejas necesidades, ha de existir antes la
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 299
necesidad o el deseo de suprimirlos. Es aquí donde el esfuerzo analítico de
integración de Feenberg parece quedarse sin aliento, atrapado en un círculo
vicioso tal como le sucediera a su precursor Marcuse, sólo que ahora con la
esperanza puesta en nuevos actores sociales –que suplantan a los ya
anacrónicos hippies y estudiantes parisinos de los sesenta–, y con el temor
desplazado desde la hecatombe atómica de una tercera guerra mundial, hacia
la hecatombe medioambiental generada por la industria.
¿Es el pensamiento del profesor Feenberg utópico? Posiblemente la
respuesta sea afirmativa, en la medida en que se deje librada la lucha por la
ambivalencia de la tecnología sólo a un esperanzado “emergente espontáneo”
de la sociedad. Sin desmerecer la importancia de este tipo de acciones no
coordinadas, es una vieja enseñanza política que la falta de organización es una
mala compañera de batalla, que agota fuerzas con escasos resultados,
actuando a favor de aquello que se desea combatir.
Sin embargo parecería que el trabajo que hoy nos ocupa –y esto lo
confirmará o desmentirá nuestro invitado– intenta cubrir este punto débil, en
tanto que si bien es posible pensar la realidad como una “tela sin costuras”,
es mucho más difícil actuar sobre ella –con alguna posibilidad de éxito– sin
contar con algún criterio de demarcación que permita articular discursos y
programas con capacidad de acción. La complejidad y el holismo son ideas
muy interesantes pero lamentablemente muy poco eficaces y en gran medida
funcionales a la preservación del orden establecido. Aún cuando sea deseable
seguir investigando en nuevas formas de acción basadas en modelos difusos,
es difícil negar que las sociedades modernas necesitan distinguir áreas de
gestión sujetas a normativas específicas, que permitan –entre otras cosas–
instrumentar una clara y eficiente administración de los recursos públicos.
Como sostiene Feenberg en el trabajo que nos ocupa “más allá de los
cambios, precisamos de las viejas distinciones. Ellas corresponden a divisiones
vitales estratégicas dentro del mundo de la política”.
Todos sabemos que no hay una solución única al problema de la
demarcación, que ella dependerá de lo que entendamos por cada uno de sus
conjuntos componentes. La tarea radica entonces no tanto en cuestionar una
definición en sí misma, de la que podrán encontrarse argumentos tanto a favor
como en contra, sino en analizar cuál es la potencialidad de una nueva
propuesta, si ésta es mayor o menor que otras igualmente posibles en función
de los objetivos buscados (Giuliano, 2008).
Siguiendo esta estrategia el profesor Feenberg propone una demarcación
basada en las diferentes dinámicas que existirían entre la relación ciencia-
300 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
sociedad y la relación tecnología-sociedad, por la cual no sería adecuado el
empleo del término –tan usado hoy en día– de “tecnociencia” (tenemos aquí
una explicación al hecho ya señalado de que no lo emplea en sus libros). En
el caso de la investigación científica, si bien se deben buscar interacciones
públicas y compromiso mutuo, se debe dejar a los científicos “sacar sus
propias conclusiones y resolver las posibles controversias dentro de la
comunidad científica”. En tecnología, en cambio, la dinámica tiene la forma de
una “jerarquía entramada” que imposibilitaría diferenciar un adentro y un afuera.
Los grupos sociales se forman en derredor de la tecnología, la cual al mismo
tiempo media sus relaciones, posibilita su identidad común y moldea sus
experiencias.
Para Feenberg, el objetivo primario de los científicos es –aún cuando estén
involucrados en actividades comerciales– “obtener un conocimiento confiable
de la naturaleza” y en este cometido los factores sociales externos juegan sólo
un papel indirecto. Por el contrario, estos mismos factores ocupan un lugar
relevante en las decisiones tecnológicas debido a la “subdeterminación
técnica” existente en todo diseño. Como sostiene en el artículo que nos ocupa
“verdad y utilidad claramente corresponden a mundos distinguibles”. En
consecuencia, las políticas de ciencia y tecnología deben diferir en tanto que
la contribución de los grupos sociales al cambio científico, es mucho menos
directa que en el caso del cambio tecnológico.
Bajo estas consideraciones, el término “tecnociencia” es peligroso, ya que
induce a que se mezclen las cuestiones cognitivas propias de la ciencia con
las regulatorias propias de la tecnología, con consecuencias que pueden llegar
a ser desastrosas para los sistemas de innovación en tanto la ciencia genera
controversias sobre ideas y la tecnología sobre hechos. En palabras del
profesor Feenberg, “a menos que mantengamos estas cuestiones claramente
separadas, pareceremos irracionalistas rechazando la ciencia, cuando de
hecho la necesitamos justamente con el fin de controlar las actividades de los
actores tecnológicos tales como las corporaciones”.
El profesor Feenberg propone que es necesario distinguir la ciencia de la
tecnología sobre la base de que ellas requieren de programas de
democratización diferentes: reformas “desde adentro” para la ciencia y
reformas “holísticas” para la tecnología. Incluir ambos conceptos en uno único
de “tecnociencia” representa un error estratégico grave ya que imposibilita
actuar adecuadamente en estos dos planos disímiles.
La ciencia debe abrirse a los reclamos sociales, escuchar las demandas de
los ciudadanos comunes y correr en su auxilio cuando éstos la requieran. Los
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 301
científicos deben trabajar en un cambio de actitud, no de su racionalidad ni de
sus programas y metodologías. No existe una “ciencia alternativa”, sí es posible
y deseable una ciencia que se vincule de manera diferente dentro del
entramado social.
Si bien el profesor Feenberg se preocupa en remarcar que este
razonamiento no implica neutralizar a la ciencia, resulta difícil entender cómo
no caer allí. Si se debe defender la autonomía de la ciencia ya que es “la única
garantía para su avance” ¿cómo lograr que los científicos cambien su actitud
de indiferencia cuando la cultura en la que se encuentran insertos se
autovalora internamente? El científico, en tanto trabajador asalariado, se
encuentra fuertemente condicionado por las exigencias de su entorno laboral.
Aún cuando existan demandas legítimas y buenas intenciones por parte de los
actores, éstas quedarán en segundo plano frente a las prioridades de mantener
la fuente de trabajo, conseguir recursos y progresar en la carrera. Luego,
parecería que no alcanza con propiciar un deseable cambio de actitud en los
investigadores, sino que deberían existir cambios externos en la política
científica que permitan y alienten tal tipo de acciones asignándoles valor
normativo y económico.
Por el contrario, el profesor Feenberg afirma que la tecnología sí necesita
de reformas amplias. A diferencia de las abstracciones y experimentos
científicos que se encuentran confinados en un laboratorio la tecnología
proporciona entornos de vida siguiendo una dinámica de “jerarquía
entramada”. Ahora bien, asumiendo que los emergentes de la ciencia –sin ser
los únicos– son vectores importantes para la innovación tecnológica, y ante la
urgencia de determinadas cuestiones sociales y medioambientales, ¿cómo es
posible sostener desde este lugar la autonomía de la ciencia? Nuevamente
parecería que deben existir criterios externos que marquen prioridades en la
agenda de investigación que permitan reconciliar las urgencias materiales del
mundo de hoy, con los intereses cognitivos y atemporales de la ciencia.
En el caso de la reforma tecnológica –como ocurría también para la
ciencia– también parecería estar presente una excesiva confianza en la
posibilidad de autorregulación de los sistemas democráticos, puesta de
manifiesto en esperar que los cambios ocurran impulsados por emergentes
espontáneos y autoorganizados de la sociedad que luchan por emplear la
“ambivalencia de la tecnología” a su favor. Nuevamente, y sin restar
importancia a este tipo de colectivos, parecería que en tanto no exista una
política científico y tecnológica adecuada, se corre el riesgo de que tales
emergentes sean fácilmente apagados por los fuertes intereses corporativos
y el poder de la propaganda.
302 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
En definitiva, y para culminar con el análisis, las preguntas centrales que
surgen del inspirador trabajo del profesor Feenberg se vinculan con la cuestión
pragmática de la acción política: ¿cómo se puede articular su
conceptualización de la ciencia y la tecnología con un mundo que requiere de
cambios urgentes? La defensa de la autonomía de la ciencia y la sola
esperanza de que surjan grupos sociales que pugnen por la reforma
tecnológica ¿No son condiciones que terminan siendo funcionales a la
preservación del orden establecido? ¿Cómo puede armonizarse su posición
teórica con una política científica y tecnológica organizada? ¿Es esto posible?
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 303
Referencias Bibliográficas
Feenberg, A. (1992), Racionalización democrática: tecnología, poder y
libertad, disponible en www.sfu.ca/~andrewf/demspainsh.htm.
__________ (1999), Questioning Technology, Routledge, Nueva York.
__________ (2002), Transforming Technology: A critical theory revisited,
Oxford University Press, Nueva York.
__________ (2005), “Teoría Crítica de la Tecnología”, Revista Iberoamericana
de Ciencia, Tecnología y Sociedad, 5, 2, pp. 109-123.
Giuliano, G. (2008), “Tecnología, desarrollo y democracia: hacia otra
artificialidad posible”, Scientiae Studia, 3, 6, pp. 371-377.
304 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Apéndice I
Jugando en el patio trasero
Eder L. Romero
Universidad Nacional de Quilmes
Nuestro Programa de Nanomedicinas esta abocado a la investigación
preclínica en el campo de la entrega dirigida de drogas (targeted delivery).
Básicamente, diseñamos y caracterizamos la estructura de nuevos nanoobjetos preparados en base a materiales biodegradables. Asimismo,
elaboramos protocolos de incorporación de drogas a esos nano-objetos, para
luego seguir su farmacocinética, biodistribución y rutas intracelulares; también
determinamos su citotoxicidad y eficacia terapéutica en modelos animales. Los
nano-objetos pueden atravesar barreras anatómicas y fenomenológicas, y son
capturados activamente por todo tipo de células. Una vez que una droga es
incorporada a nano-objetos, la estructura de los mismos será responsable de
la farmacocinética, biodistribucion y tráfico intracelular de dicha droga. Por
ello, controlar la estructura del nano-objeto significa controlar el efecto
terapéutico de la droga transportada.
Los proyectos que componen este Programa son los siguientes:
1.Nanoadyuvantes para vías de administración no parenterales.
2.Diseño de terapias dendriméricas y megaméricas.
3.Liposomas ultradeformables y nanopartículas biodegradables para
entrega de drogas y antioxidantes por vía tópica.
Mediante el desarrollo de estos proyectos, pretendemos avanzar en el
conocimiento de la relación entre estructura del nano-objeto y su a) capacidad
para atravesar barreras mucosas (oral y nasal) y de estrato córneo luego de la
aplicación tópica, sobre líneas celulares primarias y secundarias e in vivo; b)
tránsito intracelular (mecanismos de entrada, tránsito y mecanismos exocíticos,
tanto para nano-objeto nuevos como para aquellos cuyo estudio y desarrollo
se halla en curso).
El control de la relación entre la estructura del nano-objeto y de su impacto
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 305
sobre las estructuras tisulares y orgánicas (fundamentalmente los portales de
entrada al cuerpo como piel y mucosas), sobre el metabolismo celular en
general (principalmente sobre el tráfico vesicular y los mecanismos de éstres
oxidativo) y sobre el sistema inmunológico (con el objeto de evocar reacciones
inmunes protectoras en términos de polarización y memoria), nos proveerá de
herramientas fundamentales para diseñar estrategias terapéuticas racionales,
imprescindibles para obtener nanomedicinas.
Los cuatro puntos fundamentales que se estudian en este Programa son
a) capacidad para atravesar portales de entrada, b) tráfico intracelular c)
toxicidad/biocompatibilidad d) eficacia terapéutica.
Nano-objetos para acceder al citoplasma celular: Liposomas pHsensibles
Muchos agentes terapéuticos únicamente son efectivos si pueden acceder
al citoplasma para ejercer su acción. Esto puede remediarse mediante el
diseño de nano-objetos pH-sensibles, que luego de ser capturados por las
células, permitan que las drogas escapen del sistema endo-lisosomal, y
lleguen en forma masiva al citoplasma. Una de las líneas de investigación más
sensibles de nuestro laboratorio, ha sido el desarrollo de nano-objetos pHsensibles (sensibles a la la acidez), capaces de descargar drogas al citoplasma
de células infectadas, para eliminar los nidos de amastigotes de Trypanosoma
cruzi, causante del mal de Chagas. A tal fin, incorporamos etanidazol (ETZ), un
2-nitroimidazol hidrofílico que se utiliza como marcador de hipoxia y
306 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
radiosensibilizante en la terapia antitumoral, mucho menos tóxico que el
benznidazol (BNZ) –única droga aprobada en Argentina contra Mal de
Chagas) – en nano-objetos sensibles a la acidez. Demostramos que la
capacidad de los nano-objetos para liberar ETZ al citoplasma de células
infectadas como respuesta a la acidez intracelular, fue crucial para conseguir
actividad anti-tripanosoma in vitro y demostramos que, luego de la
administración endovenosa de dosis extremadamente pequeñas –dosis al
menos 200 veces inferior a los controles con BNZ– estos nano-objetos,
conteniendo ETZ, diminuyeron significativamente la parasitemia de ratones
infectados letalmente con la cepa RA de T. cruzi, sin causar efectos tóxicos
colaterales. La importancia de estos resultados radica en haber demostrado
que es posible eliminar protozoarios intracelulares de T. cruzi, con mínimas
cantidades de nano-objetos pH-sensibles. Profundizar el desarrollo de este
tipo de terapias, permitiria rápida y con muy pocas dosis eliminar los nidos de
amastigotes intracardiacos, causantes de la cardiomiopatía chagásica crónica.
Estos resultados auspiciosos –sin embargo– nunca despertaron el interés
de la comunidad científica local ¿Por qué?
Asimismo, como científicos que desarrollan estrategias innovadoras en el
campo del drug delivery, y a la vez comprometidos con la realidad social de
nuestro país, experimentamos una enorme dificultad para conseguir subsidios,
desde el clásico circuito estatal –operando en flujo cerrado de dinero entre
pares– ¿Por qué?
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 307
La dificultad para conseguir dinero para financiar proyectos innovadores –
experimentada por muchos hasta el hartazgo– hace perecer motivaciones,
emprendimientos e ideas tal vez valiosas. El desinterés o espanto de los pares
académicos por las novedades transdisciplinarias –más la indiferencia de la
sociedad– comienzan a hacernos dudar sobre si el aporte de la ciencia será
capaz de ofrecer una solución terapéutica al Mal de Chagas. Brevemente,
intentaremos ofrecer nuestra mirada de ciudadanos–investigadores, acerca de
la circunstancia de quedar atrapados en un circuito de dinero que les es esquivo.
No todo es dinero en la vida… ¿O si?
Trabajo a cambio de dinero es el marco donde funcionamos tanto
empleados del Estado como empresarios. Entregamos dinero a cambio de
comida, servicios y placeres, y el mismo ingresa a circuitos ajenos de
complejidad fractal. Finalmente, a través de alguna arteriola perdida, el dinero
vuelve a nosotros. La mayoría somos empleados y lo recibimos mes a mes.
Los desempleados recogen gotas magras de destilaciones eventuales, salidas
de un cuerpo al que no pueden ingresar.
Es en este circuito del dinero que se definen a las enfermedades huérfanas
como aquellas no redituables para las empresas farmacéuticas. Resulta
sencillo comprender que únicamente se elaboren medicamentos para
enfermos capaces de pagar por ellos. La venta de esos medicamentos, dada
su cantidad o calidad, se traducirán en ganancias empresariales. Dinero como
resultado de operaciones matemáticas –donde las variables son números–
conforman ecuaciones autosuficientes para explicar pérdidas y ganancias.
El dinero nos permite independizarnos de nuestros pares, porque nos
otorga autonomía en decisiones y acceso al poder de disfrutar de bienes y
obtención de servicios. La acumulación del mismo, su propio uso e incluso la
sensación de su posesión, genera mas independencia, o sensación de mayor
independencia. Muchas decisiones de nuestras vidas están regidas por la
cantidad de dinero que obtendremos a cambio de esa acción, a cualquier
escala. Sin embargo, esto no excluye que todas las personas –aun los
empresarios– tomen decisiones que no se basen en la independencia que
otorga el dinero. ¿Qué es lo que condiciona esas decisiones, que no está
relacionado con la independencia que otorga el dinero?
Los medios son casi toda nuestra ventana al mundo. A través de ellos
vemos –por ejemplo– accidentes o atentados a escala planetaria, que matan
a miles año a año. Algunos de esos hechos son rememorados y recreados
cíclicamente, y cíclicamente se estimula nuestra motivación y repudio por tales
308 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
perjuicios al bienestar de los otros. Pero, ¿es la compulsión interna –de
apiadarnos por el otro en desgracia– lo que nos haría contribuir con dinero, si
así se nos lo pidiera, para evitar ese daño? Habitar edificios que se derrumban
por intervención ajena, viajar en aviones que caen, caminar veredas de
manzanas próximas a implosionar o ser víctimas de pandemias que no conocen
barreras, son circunstancias violentas e impredecibles que nos podrían
golpear. Esa certeza nos conmueve, y hace que abramos el circuito del dinero
que culmina en independencia (de las víctimas respecto de su destino, o al
menos para evitar la ocurrencia de nuevas víctimas). En realidad, al enfrentarse
nuestro instinto de supervivencia con la vecindad de la desgracia, aparece la
motivación para nuestras acciones no impulsadas por el dinero. Pareciera que
fuera el temor a lo impredecible y no la piedad, el principal motor de las
acciones no impulsadas por dinero.
Mayor número, mayor invisibilidad y la ausencia de temor
Las enfermedades huérfanas son otro ejemplo de circunstancia violenta,
bastante relacionado con los atentados, los accidentes y pandemias. Las
mismas destrozan la piel (igual que las quemaduras), el hígado, el corazón, los
pulmones (igual que ocurriría por un trauma mecánico en un accidente de
avión o de tren, o por gripe A H1N1). Pero quienes las sufren en cambio, se
cuentan en numero mucho mayor. Por ejemplo, únicamente el Mal de Chagas
se lleva alrededor de 50.000 vidas por año, sólo entre los continentes Sud y
Centro americanos. Además, las víctimas suelen ser poco visibles.
Probablemente muchos sepan que el 11-S se llevo la vida de alrededor de
tres mil personas en un solo día, pero seguramente ignorarán que desde el
2001 hasta ahora han muerto más de 4 millones de personas en silencio,
víctimas del Mal de Chagas. La mayoría de nosotros además, nos
conmovemos profundamente frente a la circunstancia del chagásico. Y es
destacable además el hecho que la orfandad de las víctimas de Chagas sea
doble, porque en su mayoría las mismas están fuera del circuito del dinero. Y
porque además no generan temor a la desgracia impredecible, el motor de la
toma de decisiones no impulsadas por el dinero. Nadie en condiciones de abrir
y cerrar el circuito del dinero teme transformarse en chagásico, aunque se
sienta inerme frente a la pandemia de gripe –por ejemplo– ¿Acaso esta doble
orfandad seria una razón más para explicar la ausencia de interés, que
contribuye a la falta de rédito para las farmacéuticas?
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 309
El caso del permiso de la ciencia auto-sustentada aplicado al
Mal de Chagas
La orfandad de las víctimas del Chagas es tan profunda, que hasta la
ciencia se toma la licencia de jugar en el patio de atrás con ellos. En medio del
desinterés farmacéutico, e insuflados por costosos subsidios estatales de los
mismos países endémicos, han surgido en los últimos 20 años centenas de
investigaciones básicas, del tipo “auto-sustentada”. El fin principal de esta
seria ingresar y mantenerse en el circuito del dinero; esto es, producir artículos
con objeto de justificar el acceso a más subsidios. De la mira de estas
investigaciones, ajenos y alejados quedan los chagásicos, porque la oferta de
potenciales soluciones es, casi sin excepciones –cuando no inexistente–
estrafalaria o más destructiva que la misma enfermedad. Ejemplo de ello son
el uso de bisfosfonatos inyectables con proyección osteonecrótica, o de azoles
de producción discontinuada debido a su cardiotoxicidad. El caso de las
estériles investigaciones locales sobre nuevos tratamientos contra el Mal de
Chagas, es bien conocido en los circuitos científicos extranjeros. La falta de
temor y el acceso a fuentes ilimitadas de dinero surgido de la autosustentación, no son buenos timoneles de la investigación aplicada, contrario
de lo ocurrido a escala mundial con la leishmaniasis visceral o la malaria.
El empleo de nanotecnologia como herramienta para conseguir
tratamientos preclínicos exitosos sobre modelos agudos y crónicos de la
enfermedad, tampoco escapa a la orfandad del Chagas y al filtro de la ciencia
auto-sustentada. Ni siquiera el que ciertos nano-objetos sean capaces de
eliminar los nidos intracelulares de amastigotes (forma responsable de la
perpetuación de la enfermedad y la más refractaria a los tratamientos
convencionales) a gran velocidad –en mínimas cantidades y probablemente
con enorme eficiencia– es razón suficientemente poderosa como para justificar
interés en la profundización de su desarrollo. Los nano-objetos pueden ofrecer
sustantivas ventajas en términos de efectividad y ausencia de toxicidad
respecto de su contraparte clásica. Sin embargo, la implementación de todo
proyecto requiere el aporte de dinero, previa evaluación por sus pares. Y
cuando el proyecto es presentado por investigadores ajenos a la comunidad
científica, soberana en las varias disciplinas que cruza transversalmente un
desarrollo nanomédico –nanotecnologia + tecnología farmacéutica + clásica
búsqueda de drogas antichagasicas–, el resultado es catastrófico. Porque
estas tres comunidades, compuestas por grupos selectos de investigadores
que intentará mantener y si es posible incrementar sus propios pools de dinero,
evaluarán la excelencia de la propuesta de los recién llegados en función de
cuanto dinero (e independencia y poder) están dispuestos a compartir con los
outsiders. Esta cuestión será luego traducida como pertinencia, calidad
310 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
académica, grado de innovación, capacidades para llevar adelante un proyecto
y etcétera. Por su propia definición, los outsiders no pertenecen al circuito de
dinero –esto significa que no evalúan proyectos de ninguna de las áreas en
juego–, y su exclusión se auto-perpetua cada vez que sus proyectos son
evaluados por científicos que basan su soberanía intelectual en el manejo del
circuito del dinero.
Espero que este final abrupto y alejado de la corrección política, nos invite
a observar que en nuestra Argentina muchos científicos, ni exitosos ni bellos,
buceamos perdidos en el inframundo del esquivo circuito del dinero. En un
punto lejano y pidiendo respeto por la imagen, hasta sentimos compartir la
orfandad de los chagásicos: ellos viviendo con su carga letal a cuestas,
nosotros saludables pero outsiders, y ambos esperando que el juego en el
patio trasero termine de una buena vez...
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 311
Apéndice II
La contribución de Feenberg y Lacey para el análisis
de la Política de C&T latinoamericana
Renato Dagnino
Universidad de Campinas
Este trabajo fue elaborado luego de mi participación en el I Encuentro
Internacional de Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas. El hecho
que este evento –que indaga las implicaciones de las contribuciones recientes
de los Estudios Sociales en Ciencia y Tecnología (ESCT) para la orientación
de la política de C&T (PCT) latinoamericana– haya contado con la
participación de un filósofo de la tecnología marxista, Andrew Feenberg, y un
filósofo de la ciencia anti-neoliberal, Hugh Lacey, es el lema de este trabajo.
La oportunidad que tuvimos, los investigadores latinoamericanos de los
ESCT, de reunirnos con autores de proyección internacional del pensamiento
crítico, sobre la relación CTS para reflexionar sobre los posibles rumbos de
nuestra PCT, merece un esfuerzo por incorporar su contribución. Para hacerlo,
procuraré mostrar cómo ésta puede ser relacionada con otras contribuciones
críticas que se han hecho en la región –algunas ya “cincuentonas,” otras
recientes– con el propósito de influir, como es el objetivo del evento, en
nuestro desarrollo tecnocientífico.
No voy por eso a preocuparme por situar a estos autores en el contexto
internacional de los ESCT. El hecho de que en Dagnino (2008a) dedico dos
secciones del capítulo de Consideraciones Finales, al análisis de la obra de
cada uno de estos autores, amerita apartarme del objetivo para resumir aquí
su contribución. Aunque si lo hiciera, destacaría su carácter sincrético (en el
plan disciplinario, metodológico e ideológico) y su inquietud claramente policy
oriented, preocupada por la proposición de alternativas capaces de alterar
estas estructuras sociales vigentes en lo que concierne a los aspectos
relacionados con la C&T.
Sin embargo, enfatizaría, en el caso de Feenberg, el hecho de que sea tal
vez el único investigador marxista en el campo de los ESCT, que dialoga tanto
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 313
con los autores contemporáneos de la construcción social de la tecnología
como con aquellos que –a partir de la filosofía– retoman la reflexión teórica
sobre la C&T en una perspectiva crítica. Tanto con los bien intencionados, que
entienden la ética como capaz de evitar los daños del “progreso tecnológico”,
como con los marxistas ortodoxos que –enredados aún en la concepción del
determinismo tecnológico–, no han logrado una crítica consistente del
pensamiento conservador sobre C&T.
Y resaltaría, en el caso de Lacey, cómo su argumentación va contra la autoimagen predominante en la comunidad científica contemporánea, que tiende a
considerar los productos de la Tecnociencia como neutros, disponibles para
todos e independientes de valores, y cómo él defiende la necesidad de que la
investigación sea conducida según una multiplicidad de estrategias –
incluyendo, lógicamente, aquellas que tienen relaciones mutuamente
reforzantes con los valores de los proyectos y movimientos sociales alternativos.
Subrayaría, finalmente, la importancia del diálogo con contribuciones
contemporáneas que ambos autores mantienen que, desde una perspectiva
anticapitalista-marxista o anti-neoliberal, han focalizado la desigualdad y la
exclusión social. Este diálogo permite, en función de la crítica de la concepción
neutra y determinista, que estas últimas aún poseen esas contribuciones, un
nuevo abordaje de la relación entre C&T y exclusión e inclusión social. Y como
dicho diálogo faculta el reconocimiento de la determinación que ejerce, sobre
las características de la tecnociencia, el ambiente donde se da el proceso de
producción de mercancías en el que ésta se inserta; su contexto
socioeconómico, caracterizado por la propiedad privada de los medios de
producción y la venta de la fuerza de trabajo, y lo político, que engendra un
contrato social (o una relación Estado- Sociedad) que garantiza y naturaliza las
relaciones sociales y técnicas de producción capitalistas.
Mencionaría, por último, las contribuciones de Feenberg y Lacey que
incorporan a la agenda de los investigadores contemporáneos de los ESCT, la
discusión que se había mantenido estancada en la década de 1970, cuando
pensadores marxistas señalaban las implicaciones de la adopción de tecnología
capitalista por el estalinismo. Éstas permitirán que aquellos que –entendiendo las
limitaciones impuestas por el establishment internacional–, advierten la necesidad
de construir otro futuro, ofrecen una guía para los investigadores y hacedores de
políticas que, en el mundo entero, buscan –como nosotros los latinoamericanos–
, una visión crítica sobre la tecnociencia que contribuya a evitar las catástrofes
sociales, económicas y ambientales que afectan a nuestra civilización.
Pero mi enfoque es Latinoamérica y, por eso, mi atención está dirigida a
mostrar cómo la obra de Feenberg y Lacey contribuye al entendimiento de la
314 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
situación que desde hace más de 40 años, impide que la capacidad científica
y tecnológica latinoamericana impacte positivamente en el bienestar de las
mayorías, o –por lo menos– potencie el crecimiento capitalista de los países
de la región. Por posibilitar la caracterización del modelo cognitivo de la
comunidad de investigación latino-americana, actor hegemónico del proceso
decisorio de nuestra política de C&T, ésta permite trascender un impasse
teórico que hoy impide que los gobiernos de izquierda de la región, elaboren
una PCT adecuada al alcance y consecución de sus programas de
transformación socio-económica.
La contribución de estos autores se puede entender, y es esta la
percepción que orienta este texto, como un complemento que politiza el
Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad (PLACTS)
–que se origina aquí, en la década de 1960. No quiere decir que este
pensamiento –hoy marginalizado en los espacios donde se analiza teoriza y
elabora la PCT– no politice o haya perdido su vitalidad descriptiva y
prescriptiva. Por el contrario, su diagnóstico y contenido normativo están
siendo reforzados, en la medida en que la información empírica necesaria para
corroborarlos, va produciéndose por las investigaciones de innovación que
actualmente se llevan a cabo en la región.
Pretendo mostrar cómo el diagnóstico del PLACTS, inspirado en la crítica
al imperialismo –que la Teoría de la Dependencia proporcionaba para el
entendimiento de los aspectos científico y tecnológico de nuestra condición
periférica1–, es complementado por la explicitación que las obras de Feenberg
y Lacey posibilitan sobre cómo estos aspectos están implicados en la
formación económico-social capitalista.
Simplificando: la obra de estos autores permite a los latinoamericanos que
asimilaron y consideran pertinente la crítica anti-imperialista del PLACTS,
situarla dentro de un contexto más global de la crítica anti-neoliberal y anticapitalista2. Su obra renueva y fortalece el PLACTS, colocándolo como una
alternativa para las interpretaciones que –basadas en la Teoría de la Innovación
1
Adoptamos la expresión “situación periférica” creada por la Teoría de la Dependencia (Cardoso e Faletto, 1970),
para hacer referencia a un conjunto de determinaciones y mediaciones que caracterizan las relaciones entre países
centrales y periféricos, y también por las que se establecen en el interior de estos últimos, que tienden a determinar
su ambiente social, político, económico y cultural. Ella implica, por un lado, una relación de subordinación (lo que
no supone, necesariamente, explotación) de los países periféricos a los países centrales. Y, por otro, denota el
hecho de que el proceso de acumulación capitalista a escala mundial depende cada vez menos, sobre todo a
partir de las últimas décadas del siglo XX, de los países que históricamente se han situado (o han sido colocados)
en la periferia del sistema capitalista.
2
Entre los casi una docena de autores que pueden ser encuadrados como fundadores del PLACTS, el único que
debe ser recordado como una notable excepción a ese respecto es Óscar Varsavsky (1969).
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 315
e influenciadas por el neo-liberalismo– han echado raíces en nuestro medio.
Aún más significativa que su contribución descriptivo-explicativa es la
contribución que ofrece en el plano normativo. Al criticar las concepciones
apoyadas en la neutralidad y el determinismo de la tecnología, la misma abre
paso a la formulación de una PCT –diferente de la actualmente en curso– que
lleve a la reproyección de la tecnología de las empresas y el desarrollo de
tecnologías orientadas a la inclusión social.
De hecho, al brindar apoyo a propuestas como la de la Adecuación Sociotécnica (Dagnino, 2008) que formulé con ese objetivo, contribuye de modo
sustancial a la renovación del movimiento de la Tecnología Apropiada y al
fortalecimiento del marco analítico-conceptual del movimiento que hoy lo
sustituye, el de la Tecnología Social (Dagnino, Brandão y Novaes, 2004). Más
que eso, y este es el eje en torno al cual se desea enfatizar su contribución,
marca un nuevo horizonte para la elaboración de la PCT latinoamericana.
Este trabajo se divide en cuatro partes. La primera presenta el marco
analítico conceptual –de naturaleza crítica– con el cual se quiere hacer
dialogar la contribución de estos autores. Las dos que siguen abordan los dos
períodos históricos que anteceden al actual, en que la PCT latinoamericana
viene siendo orientada por el marco analítico-conceptual de la Teoría de la
Innovación. La cuarta y última, indica de qué modo su obra puede ayudarnos
a concebir una nueva PCT latinoamericana más cercana al escenario de
democratización en curso.
El Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad
López (2004:1) sintetiza la visión de los investigadores de los ESCTS de
los países de capitalismo avanzado al decir que el campo “se origina hace tres
décadas a partir de nuevas corrientes de investigación empírica en filosofía y
sociología y de un incremento en la sensibilidad social e institucional sobre la
necesidad de una regulación pública del campo científico-tecnológico” y que
habría sido a partir de esos dos movimientos que habrían surgido los primeros
programas de ECTS en los EE.UU. y posteriormente en Europa.
Es también López (2005: 976-7) quien, probablemente por ser español
esté más familiarizado con América Latina, ha contribuido con el título
“Perspectivas Iberoamericanas” de una importante enciclopedia, mencionando
la preocupación sobre la relación entre “ciencia, tecnología y desarrollo”, que
empezó a generarse en la Argentina en la segunda mitad de 1960. Sin incluirla
en el campo de los ESCT, menciona que estos estudios “están siendo
desarrollados en la Ibero-América, recibiendo la cultura CTS internacional y
316 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
adaptándola a la tradición del propio pensamiento crítico sobre ciencia y
política pública”.
Este breve resumen de la contribución de PLACTS se inicia reivindicando,
sino su procedencia, su independencia, en relación al surgimiento de los ESCT
en los países centrales (Dagnino, 2008). De hecho, Argentina y Brasil parecen
ser casos únicos de países que consiguieron generar, durante los años 1960
y 1970, críticas originales y análisis contextualmente pertinentes sobre la C&T,
a partir de la periferia del capitalismo (Dagnino, Thomas y Davyt, 1996).
La preocupación que funda los ECTS en América Latina, surgidos en un
clima de intensa discusión sobre “Ciencia y Técnica” en la Facultad de
Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, es diferente a la que se
verificó en Europa, donde las personas habían nacido en un ambiente
académico de humanidades que les ofrecía substrato cognitivo. Y también a
la que se produjo en los EE.UU., donde los ECTS derivaron de los movimientos
de fin de los años sesenta, en contra de la aplicación de los recursos públicos
a la I&D militar y sus implicaciones negativas, como la energía nuclear, sobre
la vida de las personas (CUTCLIFFE, 2003).
Después de la primera tentativa de emulación de la cadena lineal de
innovación en los países de Europa, cuya infraestructura económica productiva
estuvo mucho más afectada por la Segunda Guerra Mundial que su base
científico-tecnológica, el Modelo Institucional Ofertista Lineal (MIOL) se aplicó
en los demás países desarrollados y fue, en seguida, trasplantado a los países
periféricos3. La aceptación de este modelo fue de tal orden que, a comienzos
de la década de los 70, prácticamente todos los países latinoamericanos
contaban con organismos y políticas explícitas de C&T orientados a la
implementación del MIOL.
Fue la pujanza que había alcanzado la ciencia argentina4 –acontecimiento
inédito, sino único, teniendo en cuenta la condición periférica del país– lo que
catalizó el surgimiento de los ECTS en la década de 1960. Fue el contraste
con el escaso apoyo que la comunidad de Investigación recibía del gobierno
3
Una retrospectiva de cómo este modelo, cuyos primeros críticos fueron los fundadores de PLACTS que
demostraron que éste no era adecuado a su realidad, ha evolucionado en América Latina y se lo puede encontrar
en Dagnino, Davyt y Thomas (1996) y Dagnino y Thomas (2002). Entre los autores de países avanzados que más
recientemente han criticado este modelo a partir de una perspectiva CTS, uno de los más instigadores es Sarewitz
(Sarewitz, 1996 y Bozeman y Sarewitz, 2005) que destaca de manera incisiva los cinco "mitos" a éste asociados
que legitiman la actuación de la comunidad de investigación junto a la sociedad y la eximen de responsabilidad.
4
El primer Premio Nobel fue dado en 1947, a Bernardo Houssay. Después de él, otros dos científicos argentinos
obtuvieron el Premio Nobel: Luis Leloir y César Milstein en 1970 y en 1984 respectivamente.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 317
para la realización de sus actividades el que hizo emerger –en contexto
académico– un debate que se extendería por toda la región.
Se libraba batalla –en la arena económica– entre conservadores e
intervencionistas, replicando aquélla de los países centrales, entre liberales y
“keynesianos”. Aquí, en Latinoamérica, eran los partidarios del apoyo al modelo
primario-exportador, que había sido dominante hasta la década de 1930 bajo
la hegemonía de la oligarquía rural, que se oponía a los defensores de la
industrialización por sustitución de importaciones que transfería ingresos a la
burguesía industrial y las clases medias urbanas.
Lo que en los países centrales había originado el Estado de Bienestar que
duraría hasta 1970, aquí había dado lugar al nacional-desarrollismo. En un
momento en que mecanismos de protección a las élites locales –y al propio
capital extranjero que fuera atraído por ellos– aún no se habían consolidado,
agravando la pobreza –como ocurriría con las dictaduras militares–, el
nacional-desarrollismo se constituía en un pacto modernizante de amplio
espectro, que englobaba burguesía nacional5 y clase trabajadora sindicalizada.
En el ámbito académico, el nacional-desarrollismo tenía aceptación
prácticamente generalizada. El debate interno se concentraba en cómo el país
debería obtener el conocimiento necesario para industrializarse. Había dos
posiciones extremas: la de la independencia científica y tecnológica, y la de la
importación de tecnología que defendía el explotar las ventajas de los late
comers. La primera implicaba un apoyo a la C&T mayor y –dentro del MIOL por
entonces francamente dominante– un decidido apoyo a la investigación básica
y la formación de recursos humanos.
Fue en el interior de esta posición que profesores argentinos de las
ciencias exactas y naturales, que querían hacer investigaciones y no
encontraban las condiciones para ello, que nació PLACTS. El argumento
central en este debate era que el justo apoyo que demandaba la comunidad
de investigación, suponía un “Proyecto Nacional” que radicalizara el
componente democrático-popular del nacional-desarrollismo y contuviera –
por esto– un desafío científico-tecnológico original. De lo contrario, ya que la
condición periférica, con su inherente dependencia cultural implicaba una
pauta de consumo imitadora, que conformaba una estructura industrial en que
la importación de tecnología era la regla impuesta por la racionalidad
5
Como puede verse en la obra de los autores de la teoría de la dependencia (Cardoso y Faletto, Gunder Frank,
etc.) Y haciendo un juego de palabras, cabe mencionar que existe quien diga que ella no era ni burguesía, ya que
no se dedicó a explotar de forma capitalista a “su” clase trabajadora, ni nacional, dado que al contrario de promover
la revolución democrático-burguesa de carácter antiimperialista que barriese la basura "feudal" que "ensuciaba"
a Latinoamérica colonizada por los Ibéricos, prefirió transformarse en un "socio menor" del imperialismo.
318 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
económico-empresarial, la escasa demanda local por conocimiento científico
y tecnológico era una consecuencia lógica e inamovible (Herrera, 1971).
Al mismo tiempo en que señalaba la escasa demanda por el conocimiento
científico y tecnológico como la causa fundamental de la debilidad de nuestros
sistemas de C&T, el PLACTS destacaba que nuestro problema no era la falta
de capacidad para desarrollar “buena ciencia”, ni ninguna otra característica
relacionada a nuestra herencia ibérica o indígena. Tampoco era algo asociado
a un determinismo geográfico entonces de moda, del tipo “la ciencia no puede
prosperar en los trópicos”.
El argumento que nuestra capacitación científico-tecnológica tendería a
volverse redundante, económicamente prohibitiva y, hasta incluso, socialmente
inaceptable, formulada a finales de 1960, sigue siendo válido y se muestra
hoy, después de décadas de apoyo al MIOL y al vínculo universidad-empresa,
incuestionable (Dagnino, 2003).
Cabe destacar, inclusive, que argumentos como éstos –que fueron
minuciosamente analizados por los integrantes del PLACTS (Sábato, 1975) –
tardaron mucho en formar parte de la agenda de investigación de los ECTS de
los países avanzados (Dagnino, 1994).
El Nacional-desarrollismo y el pensamiento latinoamericano en
Ciencia, Tecnología y Sociedad como vectores de la PCT
Es a inicios de la década de 1970 que comienza a existir una preocupación
más generalizada en Latinoamérica acerca de la PCT. A partir de este período
hasta principios de 1990, el PLACTS proporcionó el sustrato analíticoconceptual para los argumentos de aquellos que defendían la necesidad de
fortalecer la estructura de I&D local. Argumentos, destáquese, contrarios a la
visión imitativa y simplista de la teoría “etapista” del desarrollo –divulgada por
el establishment académico-gubernamental norteamericano.
Éste es un período de difusión del PLACTS y su matriz analítica, que pasa
a ser utilizado por analistas de la PCT, por la comunidad de investigación y
por las élites tecnocráticas progresistas, ubicadas en el aparato de Estado
militar-autoritario argentino, brasilero y de otros países latinoamericanos.
Debido a las ventajas que la interpretación de aquellos primeros científicos
argentinos fundadores de los PLACTS presentaba, tanto en relación al
pensamiento convencional basado en la cadena lineal de innovación que
informa el MIOL, como a la visión “etapista” de la transferencia de tecnología,
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 319
se fue constituyendo en un movimiento que abarcó la totalidad de la región.
Este proceso se dio, en parte, a través de la divulgación de sus ideas. Pero,
también, por el esfuerzo y la contribución original de otros investigadores
latinoamericanos.
De hecho, la semejanza de la situación concreta que enfrentaban los países
de la región –la de una industrialización por sustitución de importaciones que
presentaba un creciente obstáculo de importación de tecnología— contribuyó
al fortalecimiento del PLACTS. Tuvo igualmente importancia en este proceso,
la pertinencia del marco de referencia de la Teoría de la Dependencia –como
fundamento teórico para el análisis de esa situación–, así como su significativa
aceptación en el medio académico latinoamericano.
Al mismo tiempo en que crecía la producción analítica de contenido más o
menos académico –de naturaleza claramente multidisciplinaria– fundamentada
en los PLACTS, se fue difundiendo en cada país, y principalmente en las
instituciones supranacionales que se dedicaban al tema de la C&T, una visión
de PCT inspirada en ésta. Frecuentemente, eran los propios analistas los que
representando en ésta aunque en general no oficialmente en ésta a sus países
en reuniones de esas instituciones, enunciaban esa visión de PCT6.
Dos características asociadas al discurso que expresaba esta visión
merecen ser destacadas. La primera es que ésta se diferencia de aquella
predominante en los países avanzados, en lo que respecta a cuestiones como
la transferencia de tecnología. La segunda es la que destacaba la oposición
del contenido que propugnaban en ésta –y que llegaba a contaminar la política
explícita de C&T– con aquel que orientaba la PCT efectivamente
implementada en sus países, resultado de otras políticas (industrial, agrícola,
de comercio exterior, etc.) denominadas por Herrera (1973), la política
implícita de C&T.
Cuestiones ligadas a lo que hoy conocemos como la perspectiva y los
principios de los ECTS: necesidades de aumentar la participación social en las
decisiones de la PCT; orientar la investigación para la atención de las
necesidades de la mayoría de la población, estaban presentes en las
declaraciones oficiales y en los sucesivos planes de desarrollo científico y
tecnológico elaborados en Argentina, Brasil y –en general– en toda
Latinoamérica.
6
La politización que daba al tema y el contenido muchas veces de reivindicación y denuncia en relación a los
países centrales originaron lo que llegó a ser caricaturizado, en la década de 1980, como la "mafia latinoamericana”
de la PCT.
320 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Esto no implica, sin embargo, suponer que la adopción del PLACTS como
marco analítico privilegiado, haya ocurrido debido a una convicción ideológica
sobre fundamentos relacionados a la Teoría de la Dependencia que lo
inspiraba. Lo que parece haber ocurrido fue, por un lado, una percepción de
superioridad interpretativa que éste proporcionaba y –en el plano político–, la
conveniencia de fortalecer una postura tercermundista en el ámbito de los
gobiernos de la región. En el caso de los analistas brasileños, el PLACTS era
además bastante coincidente con el papel de liderazgo que el país en éste
pretendía asumir.
Entonces, no fue la percepción de que existía un “exceso de oferta” de
capacidad científica –como algunos suponían existir en la Argentina de los años
`60– lo que parece haber llevado a los analistas brasileños a lo que podría ser
considerado como la explotación, a mediados de 1970, del campo de los ECTS.
En este período, la industria argentina, en gran medida aún de capital
nacional, protagonizaba un creativo proceso de aprendizaje tecnológico. Como
se ha visto exhaustivamente, este proceso no dependía de la investigación o
formación de recursos humanos de alto nivel de calificación que se formaban
en las universidades, y ni siquiera de la investigación que se realizaba en los
institutos públicos. Dependía, sí, de canales adecuados para traer la tecnología
del exterior, y de ingenieros y técnicos para operarla. El hecho que los
empresarios viesen esto claramente, hacía de la PCT una política-medio –de
naturaleza institucionalmente transversal e intrínsecamente difusa y
multipropósito– la cual no mereció mucha atención.
En Brasil –aunque el panorama fuese muy similar– se produjeron algunos
desdoblamientos particulares. Poseía un papel importante el hecho de que la
industria brasileña se encontrara en una posición de mayor debilidad tecnológica
frente a las empresas transnacionales que se expandían mundialmente. Se
sumaba a esto, la alianza que se estaba consolidando entre las élites militares y
gubernamentales, por un lado y de la comunidad de investigación, por otro,
alrededor de un abarcador proyecto de autonomía tecnológica. Adicionalmente,
ocurría el crecimiento de las empresas estatales que, al destinar recursos
crecientes para I&D en colaboración con las universidades públicas, generaban
la consistencia necesaria para aquella alianza.
De hecho, la C&T tuvo una importancia cualitativa y cuantitativa bien
diferente en la agenda de los gobiernos militares brasileños cuando fue
comparada con la de los demás gobernantes de otros países de
Latinoamérica. Sin embargo, en ambos la reflexión sobre CTS, en especial la
que tiene a la PCT como objeto, por diferentes razones y con distintos matices,
fue evidente.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 321
En el caso brasileño, en función del proyecto “Brasil-gran-potencia” de los
militares, que demandaba un elevado grado de autonomía tecnológica a ser
construida a largo plazo, hubo un considerable apoyo a la investigación
científica y al posgrado –principalmente en las ciencias duras–, lo cual suscitó
una reflexión sobre la forma en que se debían distribuir los recursos
gubernamentales (y sobre la PCT en general); una de las referencias en esta
reflexión fueron las ideas de la PLACTS. En el caso argentino, el
cercenamiento a la universidad –tal vez por la oposición que hacía el gobierno
militar–, fruto del grado de radicalización política que la trayectoria del
movimiento intelectual de izquierda implicó, fue mucho mayor que en el caso
brasileño. Y, a diferencia de lo que ocurrió en Brasil, penalizó la expresa
capacidad de investigación en ciencias duras preexistentes.
Uno de los elementos de la estrategia de supervivencia de la comunidad de
investigación sudamericana frente a los militares, fue convencer a las élites
que “la C&T es el motor del progreso”. Pero esta estrategia, a juzgar por la
trayectoria observada, sólo dio resultado significativo en el caso brasileño.
En síntesis, conviene destacar que hubo en Brasil, una convergencia poco
común entre la propuesta de desarrollo científico-tecnológico y productivo de
las élites tecno-burocráticas y económicas, y los intereses de la comunidad de
investigación. Esta conjunción conformó el escenario propicio para que fueran
incorporadas las ideas del PLACTS al marco analítico-conceptual de los
análisis del PCT, y a la propia formulación de la política explícita de C&T, lo que,
sin embargo, no fue suficiente para que se contrarrestara la política implícita
de C&T que, al contrario de lo que ocurría en los países avanzados, tendía a
oponerse a ella.
El Neo-liberalismo y la Teoría de la Innovación como vectores del PCT
El período que se inicia a principios de los años 80 puede ser caracterizado
por dos procesos más o menos simultáneos. El primero, de redemocratización,
está asociado a la pérdida de apoyo político interno y externo a las dictaduras
latinoamericanas, y al reconocimiento –por parte de las elites que de ella se
beneficiaron– de que el mantenimiento de sus privilegios suponía cooptar
sectores que se habían opuesto hacia un proyecto de conciliación.
A pesar de las conocidas condiciones restrictivas que el pacto político de
conciliación implicaba en relación a los objetivos más abarcables del PLACTS,
éste indicaba una posibilidad de cambio importante para el área de C&T. La
democratización económica que pudiera resultar de la redemocratización
política que se iniciaba, podría llevar a algo semejante al “Proyecto Nacional”
322 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
aludido por el PLACTS. La ampliación “por debajo” del mercado interno,
generaría una demanda de conocimiento –de naturaleza original y autóctona–
necesario para satisfacer necesidades sociales estancadas. También, la
adopción de una postura menos liberal con relación al capital extranjero, y de
mayor autonomía en el campo tecnológico y científico, podría crear
condiciones para un escenario de adaptación creativa de tecnología exógena
al ambiente productivo nacional en cambio.
Pero incluso ocurrieron los cambios en la PCT –que la redemocratización
hacía posible– que podrían, a través de una alteración en la agenda de
investigación, preparar el camino para una nueva relación de la C&T con la
sociedad. Demandaban planear algo cuyo actor hegemónico –la comunidad
de investigación– suponía como neutro, universal, de desarrollo lineal e
inexorable, y determinado de forma endógena.
Estos cambios tendrían que ser orientados por las demandas de políticasfin, de carácter social, económicas y productivas, pasando por la identificación
prospectiva de demandas tecnológicas y, de allí, hacia el establecimiento de
prioridades de investigación y formación de recursos humanos. Lo que se
confrontaba al MIOL, que se mantenía francamente dominante. Además, como
la PCT latinoamericana había sido siempre mucho más una política científica
que tecnológica –y aceptar la idea de que la ciencia, si fuera posible, no debía
ser planificada–, por lo que no se consideraba necesaria ninguna reorientación.
El segundo proceso que caracteriza el período que comienza a inicio de
1980 fue la expansión del neoliberalismo. El mismo fue marcado –en el plano
internacional– por la globalización económica, por la creciente subordinación
política de los Estados Nacionales a los centros internacionales de poder, por
el desmantelamiento del Estado de Bienestar y por el desempleo. Y, a nivel
regional, además, por la disminución de la capacidad del Estado para elaborar
políticas públicas, por la privatización, la tercerización, la desnacionalización y
desindustrialización de la economía (Katz, 1987) y por un brutal agravamiento
de la precarización del trabajo y la exclusión social.
Este proceso restringió todavía más la importancia de la generación de un
conocimiento autóctono para la dinámica económica y productiva de la región.
Lo que hizo que disminuyera la ya frágil relación de capacidad instalada de
investigación y de formación de recursos humanos en C&T con la actividad
económica-productiva.
A este contexto disfuncional creciente, se sumó la dinámica de la
globalización y de la apertura económica propugnada por la visión neoliberal
que potenció –en el plano de racionalización tecnológico-productivo– la
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 323
interpretación neo-schumpeteriana propuesta por la Teoría de la Innovación.
Esta interpretación se apoya en la Economía, y tiene como base la concepción
liberal de la separación entre el mundo público (Estado) y privado (la
“sociedad”). Por eso supone que el conocimiento producido en la “sociedad”
(inclusive por instituciones públicas o, cuando no, por investigadores allí
formados con recursos públicos), sólo puede llegar a proporcionar un
resultado positivo a esta misma “sociedad”, en el caso que sea utilizado por la
empresa en la producción de bienes y servicios. Entones, esto debe ocurrir a
través de la contratación de fuerza de trabajo, y la generación de plusvalía para
los propietarios de los medios de producción, los cuales deben ser adquiridos
vía mercado con precios por éste regulados.
Coherentemente, su foco sólo podría estar en el actor-empresa. Éste –
subsidiado por el Estado– usaría el “capital (conocimiento) social” y contrataría
mano de obra cada vez más eficiente, pagando salarios crecientes para
producir bienes y servicios cada vez mejores y más baratos. Además, pagaría
impuestos que serían revertidos –vía la función de bienestar social del Estado–
a los trabajadores, posibilitando buena salud, capacitación para el trabajo, etc.
Caso exitoso en su “primer frente de batalla” (Dagnino, 2009), en que sus
oponentes son los propios trabajadores –y su meta es la extracción de
plusvalía a través de la innovación–, la atención del empresario se dirige a su
segundo frente, en que la meta es la competitividad y sus oponentes son los
propios colegas no innovadores, a los que él intentará excluir del mercado. El
Estado, a través de su política de innovación, al estimular la I&D empresarial y
otras actividades innovadoras –como, principalmente la adquisición de
maquinaria de equipo–, fomentaría la innovación a nivel nacional. Y así, cada
empresario sometido a la competencia inter-capitalista y buscando incorporar
otras innovaciones –suponiendo siempre que la extracción de plusvalía relativa
sea posible– conduciría a una mayor competitividad en el plano internacional,
y propiciaría un aumento del bienestar de sus compatriotas.
Las instituciones y mecanismos estatales que promovían la interacción
entre los actores públicos y privados que participan de los procesos de I&D,
con el fin –declarado al menos– de atender a las necesidades del conjunto de
la sociedad, o a metas nacionales, fueron siendo sustituidos –cada vez más–
por los que derivan recursos a las empresas directa o indirectamente (vía
renuncia fiscal, por ejemplo). Sus propósitos pasaron a ser –cada vez más–
la atención a los objetivos que ponían como centrales los actores, hasta
entonces francamente dominante en este contexto, la comunidad de
investigación y la empresa privada. Esta reformulación del papel del Estado
resultó en una despolitización aún mayor de la PCT en la región (Versino,
2006). En el nuevo escenario cabe ahora al Estado y sus instituciones, entre
324 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
ellas las universidades públicas –directamente o a través de las incubadoras,
parques y polos tecnológicos–, proporcionar un ambiente favorable o de
espacios adecuados para que interactúen los actores que supuestamente
participarían del proceso de innovación (investigadores universitarios y
empresarios innovadores). De esta interacción, que supuestamente sería
catalizada por la apertura comercial en curso, surgiría la inserción competitiva
del país en el mercado internacional.
Las demandas por conocimiento científico y tecnológico asociadas a las
necesidades sociales, y el logro de los objetivos nacionales –cuya satisfacción
cabría al Estado promover– perdieron espacio. En su lugar –como vector de
la PCT– los intereses manifestados por el alto clero de la ciencia dura de la
universidad, como si fueran los de la empresa privada.
En medio de esta transformación, el grueso de la comunidad de
investigación que no pertenecía a aquel “alto clero” emprendedor, acentuó su
carácter corporativo. Pasó a defender con fervor renovado la ciencia básica,
levantando la bandera de la “calidad disciplinaria” y –con nostalgias del
pasado– empezó a abogar por el mantenimiento y hasta fortalecimiento del
MIOL, para enfrentar a aquellos a que acusaba de defensores de la
“privatización blanca” de la universidad, que la estaban subordinando a los
intereses del mercado.
En los institutos públicos de investigación –subyugados por la presión de
la autofinanciación– y en los organismos de fomento y planificación (que
tuvieron una disminución de su poder burocrático y recursos disponibles,
como los sometidos a la competencia inter-burocrática desatada por la
Reforma del Estado), el modelo gerencialista fue impuesto como tabla de
salvación. A la orden del dían entraron procesos de privatización, alienación de
activos adquiridos con recursos públicos para salvar a las corporaciones o
beneficiar intereses externos a éstas (en el caso de los institutos de
investigación), y procesos de evaluación y control, fomento a la publicidad,
etc. (en el caso de los organismos de fomento y planificación).
La promesa que esta racionalización hacía –de que, después del período
de “destrucción creadora”, las empresas sobrevivientes inducirían a un círculo
virtuoso de competitividad y desarrollo económico y social que beneficiaría a
todos, inclusive a los actores que tradicionalmente han participado con la
PCT– aún no se ha cumplido.
Sin embargo, ésta es la argumentación hasta hoy responsable, en los
ámbitos en que se toman las decisiones relativas a la política productiva y de
C&T, por una especie de resignación. Dejaba poco espacio para algo que no
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 325
fuera asociado a la búsqueda de la competitividad, mediante la internalización
de nuevas tecnologías. Como se señaló anteriormente, esta dinámica y esta
política llevaron a un intenso proceso de desnacionalización y desindustrialización de la economía, y a un aumento en la importación de tecnología.
Algo muy distinto a aquel círculo virtuoso que la racionalización de la Teoría de
la Innovación previa decía.
La PCT pasó a ser orientada por una mezcla de la vieja y mimética
concepción lineal ofertista, que sirve a los tradicionales sectores corporativos
de la comunidad de investigación, y una concepción eficiente, que sirve a otros
sectores de esa misma comunidad –autodenominados pragmáticos y
modernos– que intentan cada vez más orientar a la PCT a entender lo que
afirman ser el interés de las empresas.
La PCT latinoamericana –aún hoy menos influenciada por el modelo lineal
de innovación– sigue basada en la idea de que el conocimiento tiene que
“pasar” por la empresa privada (que debe utilizar siempre la tecnología más
moderna y ser cada vez mas competitiva) para beneficiar a la sociedad. Esto
hace que la PCT esté crecientemente orientada –por un lado– al desarrollo en
el ámbito público, de actividades de formación de personal y de I&D que
atienden al mercado. Y –por otro– a la promoción de empresas de “alta
tecnología” que, como se ha demostrado, poseen escasa relevancia para la
vida de la mayoría de la población de los países de la región.
La contribución de Feenberg y Lacey para unirse al PCT en América
Latina
Se espera que lo presentado sobre la PCT latinoamericana haya servido
para dialogar con los colegas que lo conocían, e inicie a los más nuevos. Se
indica a continuación, cómo la contribución de Feenberg y Lacey nos puede
ayudar a revisar su marco analítico conceptual y reorientarlo en el sentido que
–supongo– quieren los que me acompañaron hasta aquí.
Dado que la PCT elaborada en América Latina es, mucho más que en los
países centrales, controlada por la comunidad de investigación, la posibilidad
de alterarla pasa también mucho más que allí por la modificación de la visión
que ésta posee acerca de la C&T (Dagnino, 2007). No parece razonable
esperar a que de nuestra escasa e incompleta tela social de actores, incapaz
de emitir una señal de relevancia audible por la comunidad de investigación,
puedan destacarse actores competentes para incluirse en la agenda de
decisiones de los intereses de la mayoría de la población, como justamente lo
que se persigue hace tiempo en los países centrales (Dagnino, 2007a). Aquí
326 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
más que allí, es más sensato aunar esfuerzos para que ocurra un cambio de
esta visión basada en el mito de la Neutralidad de la Tecnociencia (Dagnino,
2008ª). Esta visión, que combina las concepciones Instrumental y Determinista
–en palabras de Feenberg–, que poseen respectivamente, los segmentos de
derecha e izquierda de esta comunidad, se encuentra profundamente arraigada
entre los actores involucrados con la PCT, y no puede ser subestimada.
El hecho que la enseñanza y la investigación universitarias incorporen esta
visión como matriz cognitiva, es que ésta conforme el ethos en el cual la
comunidad de investigación es socializada, la vuelve un poderoso elemento
unificador que explica el comportamiento indistinto de los segmentos de
derecha e izquierda de esta comunidad. De hecho, como se busca explicar en
Dagnino e Bragattolli (2009), estos dos segmentos –aunque estén apoyados
en el campo de politics y de otras policies por proyectos políticos antagónicos–
comparten, en función de la permanencia en el mito de la Neutralidad, el mismo
modelo cognitivo respecto de la PCT. Lo que explica, por otra parte, el bajo
grado de disenso y el blindaje ideológico que hace que la PCT parezca para la
sociedad una política sui generis; una policy que no posee en su seno un
enfrentamiento al nivel de la politics. Y, en un último análisis, la reiteración del
predominio de la comunidad de investigación en su elaboración.
La contribución de Feenberg y Lacey permite mostrar cómo la alteración de
esta situación –el modo en que se orienta hoy la PCT– es esencial para la
mejora de las condiciones de vida del conjunto de la sociedad. Y cómo esta
contribución se constituye en una más de las políticas que –engendrada en el
ámbito de un estado capitalista–, tiende a mantener a cualquier costo las
condiciones necesarias para la reproducción de las relaciones sociales de
producción que caracterizan a este sistema. Ella es igualmente esclarecedora
en el campo normativo, alineándose con otras reflexiones que –
lamentablemente– tienden a poner a los que critican la PCT en esa perspectiva
de oposición a sus aliados de izquierda.
Permite desentrañar el carácter simplista e ingenuo de aquellas posturas
que defienden que la exclusión social podría ser puesta en una ecuación
mediante la “difusión de los frutos del progreso científico y tecnológico para
la sociedad”, la “apropiación del progreso tecnológico por parte de la
población”, la “apropiación del conocimiento científico y tecnológico por los
ciudadanos”, un mayor “entendimiento público de la ciencia” y una mayor
“participación pública en la ciencia” (Dagnino, 2006). En el punto en que nos
encontramos preocupados por traer la crítica de la Neutralidad de la
Tecnociencia a la arena de la PCT y las políticas sociales, ésta es esencial
para viabilizar la transformación por la que luchan los pueblos y los gobiernos
de izquierda latinoamericanos.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 327
A partir de la discusión de la agenda de investigación con la comunidad
científica, aún francamente hegemónica en la elaboración de la PCT, ésta es
capaz de hacer emerger su segmento de izquierda, provocando en su interior la
desestabilización del contradictorio y frágil compromiso del Determinismo –que
Feenberg caracteriza como la combinación de neutralidad y autonomía–,
heredado de su afiliación al marxismo convencional (Dagnino y Novaes, 2007).
Lo que permitirá en el plano del proceso de la toma de decisiones, un
movimiento capaz de contaminar la agenda de investigación con nuevos valores.
En el plano de capacitación de personal, a partir de la constatación que el
código socio-técnico que entregamos a nuestros alumnos, la “planilla de
cálculo” con la cual proyectan y se relacionan con la Tecnociencia, no les
permite actuar en contra de la corriente de su condición periférica y de su
pertenencia al antagonismo inherente al capitalismo; su obra señala el camino
de la profunda revisión que deben sufrir nuestras actividades de enseñanza,
investigación y extensión.
En nuestros países, el mantenimiento de políticas sociales compensatorias
y la decisión de transformar la dinámica de la exclusión de la economía informal
en la de inclusión –a través de la generación de oportunidades de trabajo y
economía solidaria de ingresos– hace que sean indispensables y oportunas las
ideas de la Tecnología Social y la propuesta de Adecuación socio-técnica
(Dagnino, 2009).
La contribución de Feenberg y Lacey ayuda a comprender por qué el
conocimiento científico y tecnológico –tal como hoy existe– no es capaz de
promover un estilo de desarrollo que proporcione una mayor equidad
económica, justicia social y sustentabilidad ambiental; sobre todo en el
contexto latinoamericano como foco propuesto y de análisis. Y que, al
contrario, a menos que nuestro potencial de generación de conocimiento sea
orientado mediante un proceso movido por intereses y valores compatibles
con este estilo alternativo, no será posible materializar la propuesta –bien
intencionada, pero ingenua– de la “Ciencia y Tecnología para la ciudadanía”
que hoy orienta a la PCT de los gobiernos latinoamericanos de izquierda.
Su crítica conduce a la percepción de que –para usar nuestro potencial
científico y tecnológico como elemento en la lucha contra la desigualdad y por
la inclusión social– es necesario politizar la discusión de C&T y, por extensión,
de la PCT latinoamericana. De acuerdo con el abordaje que sugieren, la
ciencia no es la representación objetiva de la verdad, y la tecnología no es
únicamente la aplicación práctica del conocimiento científico. De hecho,
ambas son construcciones sociales y por lo tanto incorporan los valores del
contexto en el que se generan.
328 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
Coherentemente con este punto de vista, Lacey –preocupado por
demostrar la viabilidad de los abordajes alternativos– va más allá de la crítica
a la revolución verde (y a la biotecnología), y propone la agro-ecología, como
una tecnociencia que trata de responder a la pregunta de cómo producir
granos para que una comunidad pueda alimentarse adecuadamente –con
autonomía y el sustentabilidad ambiental– en lugar de la pregunta de cómo
maximizar la producción bajo determinadas condiciones dictadas por intereses
preexistentes.
Para engendrar una nueva trayectoria de desarrollo para América Latina es
necesario crear un escenario cognitivo diferente del actual, concebida de
acuerdo con una perspectiva diferente de desarrollo. Es en esta perspectiva,
que se sitúa la Tecnología Social (Dagnino, 2009). Ésta ha sido
conceptualizada de muchas formas, contemplando diferentes propósitos. En
el contexto de este trabajo, puede ser entendida como el intento por
materializar un conjunto de ideas y argumentos muy similares a los que se
desarrollaron aquí, y orientar la construcción de un marco analítico conceptual
para la elaboración de una política de conocimiento –o de C&T– capaz de
promover un escenario de desarrollo que, en múltiples aspectos, garantice
ciudadanía y sustentabilidad.
El concepto de tecnología que utilizamos no sirve a este propósito, por ser
éste mismo el resultado de un proceso de construcción social que tiene lugar
en una sociedad capitalista, y por traer eso inserto –“contaminándola”– los
valores e intereses allí hegemónicos, ligados a su reproducción. De hecho, la
idea de sentido común de tecnología como aplicación de la ciencia –“verdad
buena y que siempre avanza”– (para aumentar la eficiencia, produciendo más,
mejor, más barato y beneficiando a la sociedad), no es conveniente a este fin
por no precisar cuál es el actor que acciona sobre el proceso introduciendo
la tecnología (o el nuevo conocimiento tecno-científico que aumentará la
“eficiencia”), cómo él procede, por qué puede actuar como lo hace, y cómo se
apropia del resultado de su acción.
Para llegar a un nuevo concepto de tecnología que sirva al entendimiento
de la TS, se parte de la idealización de una situación primitiva, sin precedente
histórico, en que el capitalismo ya habría procesado la expropiación del saber
del productor directo, la segmentación y la jerarquía del proceso del trabajo,
la separación del trabajo manual del intelectual, y la naturalización de la idea
de ciencia y tecnología –o del conocimiento– como privilegio de los
propietarios de los medios de producción y como legitimadora de esta
propiedad.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 329
Es la observación de esta situación, según la perspectiva marxista, la que
permite entender la tecnología capitalista –en cualquier momento– como el
resultado de la acción del propietario de los medios de producción sobre un
proceso de trabajo que él controla y permite una modificación (en la cantidad,
asociable a la innovación del proceso, o en la calidad, asociables a la
innovación del producto) pasible de ser por él apropiada bajo la forma de
plusvalía relativa; y entender sus características –capitalistas– como
consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción, y del tipo
de control que de ella emana.
Es también esa observación, la que orienta el entendimiento de la
tecnología como el resultado de la acción de un actor social sobre un proceso
de trabajo que él controla y que –en función de las características del contexto
socioeconómico, del acuerdo social y del ambiente productivo en que él
actúa– permite una modificación en el producto generado, pasible de ser
apropiada según su interés.
Lo que transporta el diálogo del momento descriptivo al normativo,
avanzando en el terreno de la operatividad del marco analítico conceptual
propuesto, es la idea de TS. Entendida como un significante-síntesis de un
complejo significado ideológico y político que reúne valores e intereses, y
posturas, la TS encuentra su límite inferior –pero más robusto– de aglutinación
de adhesiones en su definición más simple: tecnología que promueve la
inclusión social.
Luego –particularizando el concepto genérico– entender TS como el
resultado de la acción de un colectivo de productores sobre un proceso de
trabajo que permite un modificación en el producto generado, pasible de ser
apropiada según la decisión del colectivo; en función de un contexto socioeconómico (que engendra la propiedad colectiva de los medios de
producción) y de un acuerdo social –que legitima el asociativismo– que
proporciona, en el ambiente productivo, un control –autogestionario– y una
cooperación voluntaria y participativa.
La inserción de la idea de TS en la agenda de la Política de C&T
latinoamericana compete a la comunidad científica de izquierda. Cabe a ella
enfrentar el desafío que coloca la concepción de un conjunto de indicaciones
de carácter socio-técnico –alternativo al existente en el ambiente en que ella
actúa–, que sea capaz de orientar las acciones de capacitación, I&D, fomento
y planificación de Tecnología Social. En particular aquellas que conciernen a los
involucrados con la Economía Solidaria: gestores de las políticas sociales y de
C&T, investigadores, profesores y alumnos participantes de las incubadoras de
cooperativas, técnicos de institutos de investigación, trabajadores, etc.
330 | Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas
En términos de desarrollo de TS, la adopción de la propuesta de la AST
para llevar a la práctica el reproyecto de la tecnología capitalista parece un
buen punto de partida por incorporar –como sugiere Feenberg– lo político y
lo ideológico a lo tecnológico. Mediante un movimiento contra-hegemónico al
de la construcción socio-técnica, pero fundado en éste, la AST propone la
deconstrucción de la tecnología capitalista (la “extirpación” de los intereses y
valores que llevaron a su construcción) y su reconstrucción (la “contaminación”
de los ambientes en que “los productores” y “usuarios” producen TS con los
intereses de los excluidos).
La propuesta de AST es tributaria de la contribución de Feenberg y Lacey.
En especial, las ideas de Feenberg sobre instrumentalización primaria,
secundaria y racionalización subversiva, se suman al abordaje socio-técnico.
Lo que dio lugar a esta concepción fue la combinación de esta contribución
con el rescate crítico del enfoque marxista convencional –el carácter
explotador y opresor de la tecnociencia–, y la experiencia latinoamericana de
adecuación técnico económica de la tecnología de las empresas de los países
de capitalismo avanzado al contexto económico y tecnológico periférico.
Estoy seguro de que, a medida que el movimiento de la TS vaya avanzando,
y se difunda que el concepto de que la PCT latinoamericana debe ser
reorientado, crecerá la importancia de la contribución de Feenberg y Lacey en
la región.
Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas | 331
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