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ELECCIONES POSGUERRA Y EL PROBLEMA DE LA
COMPATIBILIDAD DE SUS OBJETIVOS
Cláudia Almeida
Resumen
La realización de elecciones posguerra, como ingrediente necesario al
peacebuilding y a la democratización, alimenta un importante debate
académico con respecto a su papel crítico. Si las elecciones son medios
esenciales para la gestión del conflicto político en democracias
consolidadas, las mismas pueden exacerbar tensiones en sociedades
devastadas por la guerra civil. Son identificadas situaciones
dilemáticas en el proceso de celebración de dichas elecciones. Se
propone evidenciar el problema de la compatibilidad de sus objetivos
como objeto de investigación futura. Se considera que dicho problema
tiene implicaciones en lo que respecta al avanzo sincronizado de las
acciones de peacebuilding y de democratización.
Palabras clave: elecciones posguerra; peacebuilding pos-conflicto;
democratizació; transiciones guerra-democracia; objetivos de las
elecciones posguerra.
Es tan tarde que podemos decir que es temprano
William Shakespeare1
Introducción
No se tratando de una “invención moderna”, la paz es, sin duda, un asunto mucho
más complejo que la propia guerra. A esta afirmación de Howard (2001: 1-2),
podemos añadir que el asunto se puede tornar aún más complejo cuando la gran
expectativa es que la paz se traduzca en democracia y la democracia en paz.
De hecho, esta propuesta de investigación resulta del creciente interés académico y
de la comunidad internacional por el tema de la implementación de una paz sostenible
tras una guerra civil prolongada. Es más, se considera la guerra civil un gran desafío y
una amenaza a la seguridad global. Se puede incluso afirmar que la violencia interna y
el colapso de los Estados se han tornado un aspecto familiar del paisaje político posGuerra Fría (Paris, 2004).
Hay en ese desafío un problema de reanudación de las hostilidades, ya que, según
Bigombe et al. (2000), las guerras civiles siempre terminan pero, por lo general,
tienden a reempezar. Más difícil que lograr la paz es mantener la misma. El fin de la
1
Romeo and Juliet, acto 3, escena 4.
guerra ni siempre significa el fin de la violencia (Jarstad, 2008). Por consiguiente, no
existe un modo sencillo y fácil de lograr simultáneamente la paz y la democracia tras
una guerra civil. No solo las condiciones con las que se inicia el proceso de
democratización son desfavorables, sino que además la abertura del espacio político
puede agravar las mismas.
La apuesta de la comunidad internacional va en el sentido de crear regímenes políticos
democráticos en contextos pos-bélicos. Sin embargo, el modelo prevaleciente de
reconstrucción democrática defendido por los países occidentales para sociedades
posguerra no sólo no se ha implementado con éxito (Ottaway, 2003), sino que se ha
revelado problemático (Call y Cook, 2003). Subyacente a este modelo encontramos la
idea de que todas las cosas buenas vienen juntas, lo que significa que la paz y la
democracia son percibidas como dos objetivos deseables y que se refuerzan
mutuamente.
La introducción de la democracia tras una guerra civil plantea, de acuerdo con Jarstad
y Sisk (2008), una cuestión verdaderamente espinosa, o sea, ¿cómo pueden las
sociedades devastadas por la guerra, caracterizadas por una enemistad social de
veras profunda, sufrimiento personal, devastación económica, dar inicio al movimiento
en dirección a la paz y a la democracia, cuándo políticas competitivas, entre las cuales
la realización de elecciones, pueden exacerbar el conflicto social y político?
De hecho, las elecciones surgen entre los pasos más críticos durante el período que va
desde el cese del fuego hasta la inauguración de un gobierno posguerra (Lyons,
2005). Para Bermeo (2003), las elecciones son fácilmente idealizadas como arenas
donde los conflictos son gestionados pero que pueden también exacerbar conflictos.
Todas las elecciones tienen necesariamente elementos de incertidumbre.
Por otra parte, las elecciones, según Paris (2004), pueden servir de catalizadores o de
focos de competición destructiva entre facciones y grupos de países que atraviesan
una transición democrática. Las elecciones democráticas pueden igualmente polarizar
el electorado, exacerbar los conflictos sociales ya existentes, incluso precipitar la
violencia en gran escala, y, de ese modo, enflaquecer la posibilidad de la
democratización. Así que las elecciones, como ingrediente crítico, hacen aflorar varios
dilemas con respecto a la democratización en sociedades posguerra (Reilly, 2008).
Las elecciones posguerra presentan una naturaleza única. Son elecciones de transición
de la guerra hacia la democracia, tratándose de un proceso político con una fuerte
presencia de la comunidad internacional (López-Pintor, 2005). De hecho, los acuerdos
de paz rutinariamente incluyen disposiciones para la realización de elecciones, muchas
veces con la asistencia, supervisión y, en algunas otras, con el controlo directo por
parte de la comunidad internacional.
Además del significado y efectividad de estas elecciones para el éxito de los procesos
de paz y de democratización, hay un otro aspecto problemático y este con respecto a
sus objetivos. Las elecciones posguerra sirven múltiplos objetivos, o sea, son
diseñadas para avanzar con objetivos muchas veces contradictorios y relacionados con
el fin de la guerra, la democratización, la intervención internacional y la legitimidad
(Lyons, 2005).
De hecho, Lyons (2002) considera que las elecciones pos-acuerdo de paz desempeñan
múltiplos objetivos en un contexto de implementación de la paz. Los éxitos parciales
han sido por variadísimas veces criticados y caracterizados de fracaso, pues el proceso
de democratización no ha avanzado significativamente, incluso, ha sufrido un revés.
Aunque certeras estas criticas, se le pasan una importante dimensión de las
transiciones posguerra. Como lo sugieren recientes estudios, es necesario un numero
significativo de factores para que una elección posguerra avance hacia el fin de la
guerra y a la democratización, siendo que el tradicional criterio sobre elecciones- si
libres y justas – debe de dar lugar a una interpretación más contextual (Lyons, 2002).
Sobre los objetivos de las elecciones posguerra, los mismos son múltiplos y,
muy importante, ni siempre mutuamente compatibles (Kumar, en López-Pintor,
2005). No obstante, lo que sigue sin respuesta o, por lo menos, poco
conclusivo es precisamente el problema de la compatibilidad de los objetivos. A
pesar de identificados (legitimidad, democratización y reconciliación), Kumar
termina por no explorar cómo, cuándo o por qué surgen situaciones de
contradicción entre objetivos, refiriendo únicamente que estas ocurren fruto de
la difícil realidad de las sociedades posguerra, en particular, las divisiones
políticas profundas, seguridad débil, instituciones políticas frágiles, pobre
capacidad institucional y técnica, escasez de recursos económicos y humanos
(Kumar, 1998).
Es precisamente en este punto donde se engancha el problema de la presente
propuesta de investigación, o sea, en dirección a un análisis más profundizado de las
situaciones de contradicción entre los objetivos de las elecciones posguerra. Saber
cuándo, cómo y por qué los objetivos de las elecciones posguerra ni siempre son
mutuamente
compatibles
permite
introducir
en
el
debate
sobre
transiciones
democráticas y peacebuilding pos-conflicto nuevos elementos de discusión, sobretodo
en lo que respecta a la secuencia guerra-democracia-paz, y, en la práctica,
proporcionar una posible herramienta para el avanzo sincronizado de las actividades
de asistencia de la comunidad internacional a sociedades posguerra.
De este modo, saber en qué consiste el problema de la compatibilidad de los
objetivos de las elecciones posguerra e insertar el mismo en la agenda de
investigación sobre peacebuilding pos-conflicto y democratización son dos
objetivos nucleares. Estos dos objetivos implican primeramente contestar a la
cuestión - ¿Qué paz se quiere construir? - por medio de una identificación de
los principios y asunciones subyacentes a las acciones de peacebuilding posconflicto y de democratización. En segundo lugar y con respecto al objeto de
estudio, es decir, elecciones posguerra, es necesario percibir qué significado
tienen para los procesos de peacebuilding pos-conflicto y de democratización,
con lo que se tratará de conocer las implicaciones del significado de dichas
elecciones al debate sobre su valor y papel crítico, buscando presentar
igualmente el problema de la evaluación del éxito y del fracaso de las
elecciones posguerra.
Espacio teórico
El espacio teórico presenta dos enfoques fundamentales, uno con respecto a
las transiciones democráticas y otro al peacebuilding pos-conflicto. Sobre
transiciones democráticas, el debate actual se caracteriza por una contrareacción al entusiasmo por la democratización y promoción de la democracia y
la cual ha emergido en la segunda mitad de la década de los noventa del siglo
pasado.
Con el boom de la investigación sobre transiciones democráticas en la década
de los ochenta y noventa, en el virar del siglo esta investigación ha alcanzado
el status de un campo establecido y justificado en una sólida base normativa y
analítica (Munck, 2004). Pero si el significado empírico de las transiciones
democráticas es innegable, por lo que académicos prominentes de la
actualidad como Larry Diamond y Marc Plattner editaron el libro sobre el
Resurgimiento Global de la Democracia (1993), años más tarde los mismos nos
hablan de la Divergencia Global de Democracias (2001), o sea, no solo la
democracia ya no se encuentra en una fase de escalada global, sino que, y tal
como O’Donnell (2007) lo perspectiva, estamos viviendo un periodo de
desencanto, pues se ha tornado claro que casi en todo el sitio hemos
alcanzado democracias imperfectas y así un mundo que presenta una variedad
de democracias y no únicamente el “mejor modelo” a lograr.
En este sentido de un cierto desencanto, Carothers (2002) nos presenta el
argumento defensor del fin del paradigma de transición. Considera el autor que
es el momento de la comunidad internacional desechar el paradigma de la
transición y concentrar su atención en los modelos políticos clave de cada país
en que intervienen y menos en intentar hacer poco aplicando solamente un
template ideal de formas institucionales.
La contra-reacción al entusiasmo por la democratización ha dado lugar a una
visión, por así decir, de cautela. Zakaria (1997), por ejemplo, nos presenta una
alarma a lo que considera ser el peligro de los recién lideres elegidos que
restringen derechos y abusan del poder, advirtiendo para la idea de que la
rápida democratización está produciendo una plaga de “democracias iliberales”.
Por otro lado, Mansfield y Snyder (1995) concluyen que los Estados que están
experimentando un proceso de democratización son más propensos al conflicto
que autocracias estables. Chua (1998), a su vez, inquietado con el espectro del
conflicto étnico en diferentes partes en Asia, sostiene que la búsqueda
simultanea por la democracia y la reforma de mercado en países con minorías
dominantes puede conducir al conflicto étnico y a reacciones violentas antimercado.
Con respecto a las sociedades que emergen de conflictos violentos, Carothers
(2007) nos habla del importante debate sobre los peligros de “elecciones
prematuras” que ha surgido entre promotores de la democracia en los años
recientes. Los que defienden un movimiento más gradual en dirección a las
elecciones en tales contextos no están argumentando a favor de un retraso
indefinido pendiente de la creación de condiciones estructurales profundas,
sino que la idea es dejar de lado las elecciones por varios años de modo a
permitir negociaciones de fondo entre grupos políticos en competición, para
que las fuerzas políticas fundamentales pueden ser utilizadas para tratar de
uno u otro pacíficamente y estar de acuerdo con las reglas del juego antes que
sean realizadas elecciones potencialmente divisorias.
Sobre el inicio de la transición democrática, Linz y Stepan (1996) afirman que
las elecciones son cruciales, pues sin ellas no existe un modo fácil para evaluar
si el gobierno interino en realidad representa o no la mayoría. Sin elecciones,
los actores que han tenido un papel central en la eliminación del régimen
anterior tendrán mas dificultades en emerger y afirmar que tienen un mandato
democrático. Sin elecciones, una selección completa de instituciones que
constituyen la nueva sociedad política democrática – como legislaturas,
asambleas constituyentes y partidos políticos competitivos – simplemente no
se puede desarrollar con las suficientes autonomía, legalidad y legitimidad.
Pero bueno, también es verdad que la conceptualización de transiciones en
términos de límites marcados por la introducción de elecciones competitivas
excluye un gran numero de dimensiones que conciernen a la teoría
democrática. Sin embargo, a pesar de la revisión crítica al tema, el desafío de
la transición democrática sigue siendo de una importancia vital para un grande
numero de países y, por otro, los países que han pasado el umbral democrático
enfrentan siempre la posibilidad de una ruptura democrática.
Así que, podemos afirmar que - ¿por qué razón unos países tuvieron
transiciones democráticas y otros no? (Munck, 2004) - sigue produciendo
importantes conclusiones. Pero los desafíos de la democratización y promoción
de la democracia, sobretodo en sociedades posguerra, hicieron recuperar, por
así decir, la cuestión planteada por Rustow (1970), ¿qué condiciones tornan la
democracia posible y qué condiciones la hacen prosperar?, siendo que para
Rustow el supuesto fundamental es que los factores que mantienen la
democracia estable pueden no ser los mismos que la hicieron emerger.
Dicho de otro modo, se plantea la gran cuestión - ¿qué conduce a las
transiciones democráticas y qué lleva las democracias, una vez instituidas, a
triunfar o a fracasar? (Shapiro, 2005). Significa que el debate se centra
también en saber qué condiciones tornan una democracia viable.
Sobre el peacebuilding pos-conflicto, la literatura tiende a convergir en el
impacto del fin de la Guerra Fría, por un lado, en la concepción y práctica del
peacebuilding y, por otro, en lo respecta a la percepción de que el mismo
presenta múltiplas dimensiones y diversas funciones (Bertram, 1995; David,
1999; Harto de Vera, 2004; Jeong, 2005; Krause y Jütersonke, 2005).
Ahora bien, es posible identificar tres grandes problemáticas, una relativa a la
concepción y conceptualización del peacebuilding pos-conflicto, otra que
concierne a su teoría y práctica, y la ultima con respecto a la evaluación de su
éxito y fracaso.
Sobre la primera, es decir, ¿Qué es el peacebuilding?, hay todo un problema de
concepción y conceptualización. De hecho, el peacebuilding es un concepto
elástico (David, 1999), con parámetros que siguen vagos y mal definidos
(Bertram, 1995), presentando un desacuerdo en su definición (Cockell, 2000),
por lo que resulta un debate entre exclusivistas, “inclusivistas”, gradualistas y
“sinergistas” con respecto a saber cuándo, quién y con o sin el consentimiento
previo de las partes a las misiones de peacebuilding (David, 1999).
Con respecto al problema de la teoría y práctica, o sea, ¿existe una tensión
entre lo que son los principios y las experiencias prácticas del peacebuilding
pos-conflicto?,
dicha
investigación
la
encontramos
más
reflejada
en
experiencias prácticas que en debates puramente teóricos (Jeong, 2005),
existiendo una tensión entre objetivos inmediatos y objetivos a largo plazo. El
doble objetivo de asegurar la paz y promover la democracia, en la práctica, ha
producido la tensión entre los objetivos inmediatos de los peacemakers y los
objetivos a largo plazo de los peacebuilders (David, 1999), conllevando a
dilemas generados por tensiones profundas entre las prácticas y principios de
larga duración (Bertram, 1995).
Por fin, ¿Qué mejor institucionaliza la paz tras la guerra? ha subrayado un
problema de evaluación del éxito y del fracaso del peacebuilding (Barnett et
al., 2007). Problema que, en parte, resulta de la falta de definición de éxito y
de fracaso y también de la inexistencia de un time-frame apropiado para medir
el éxito (Krause y Jütersonke, 2005).
El éxito también se puede evaluar a partir de la sucesión de tres objetivos
críticos - transición de seguridad, democrática y socio-económica (David 1999)
– y el fracaso por medio de la ausencia de clareza en la determinación de
objetivos y coordinación de estrategias (Jeong, 2005). Así que se puede hablar
de dos abordajes a la hora de evaluar el éxito o el fracaso de las acciones de
peacebuilding pos-conflicto (Jeong, 2005), un minimalista (mantenimiento de
la ley y del orden) versus un maximalista (dignidad humana, desarrollo y
derechos humanos), existiendo también un abordaje crítico, sosteniendo la
incorporación del concepto de seguridad humana y consecuente ampliación de
la categoría de actores (Krause y Jütersonke, 2005).
1. La paz liberal
Con el supuesto fundamental de que, inalienable a la cuestión de saber cómo
lograr una paz perdurable en un contexto marcado por la violencia o incluso de
evaluar las acciones desencadenadas en el terreno, resulta antes necesario
percibir qué tipo de paz se busca construir y mantener. El tema de la paz
liberal es esencial para comprender la receta utilizada por la asistencia
internacional a los países arrasados por la guerra, ya que es el principio
orientador por detrás de las acciones de peacebuilding y de democratización.
De acuerdo con Richmond (2005), el fin de la Guerra Fría marca el triunfalismo
de la versión de la paz democrática liberal, neoliberal y cosmopolita. De hecho,
cómo también lo señala el mismo autor, los estudios de Clark (2001), de
Duffield (2001), Held (1995) y de Kaldor (2007) hacen de la paz liberal el
punto de partida para intentar percibir el nuevo orden y la creación de la paz
en el sistema internacional del pos-Guerra Fría.
Quizás el aspecto más característico de las operaciones de peacebuilding en la
década de los noventa es que todas perseguían la misma estrategia general
para promover una paz estable y duradera en Estados arrasados por la guerra,
es decir, democratización y mercantilización (Paris, 2004). Se revela la
expectativa de que la democratización movería las conflictos sociales del
campo de guerra hacia la arena pacífica de las políticas electorales, siendo que
la mercantilización promovería un crecimiento económico sostenible, lo cual, a
su vez, ayudaría igualmente a reducir tensiones.
Pero mucha de la discusión termina por omitir el análisis de una dinámica
fundacional clave - ¿qué paz liberal está siendo exactamente construida por el
peacebuilding? - siendo que durante la segunda mitad del siglo XX se han
tornado más las diferentes líneas del discurso sobre la paz liberal. La paz
liberal es un hibrido de abordajes (Richmond, 2005).
Se ha desarrollado una cierta visión de paz – la paz liberal - como siendo
universal y alcanzable. Sin embargo, hay “gradaciones de la paz liberal”, las
cuales han sido construidas por diferentes tipos de análisis intelectual y política
y por los varios actores, con el fin de evaluar la eficacia y sustentabilidad de
los abordajes de peacebuilding (Richmond, 2005). Tal es representado por la
configuración de cuatro discursos principales de la paz liberal - híper
conservador, conservador, ortodoxo y emancipador (Richmond, 2005).
La paz liberal y el peacebuilding liberal, no obstante, presentan limitaciones y
pueden estar haciendo más daño que bien, ya que contienen elementos
desestabilizadores. Es más, los objetivos de los regímenes liberales que
prescriben la soberanía del Estado, derechos humanos individuales, autodeterminación, y la democracia con un mercado libre y sistema globalizado
pueden ser inherentemente contradictorios.
2. Elecciones posguerra
Se entiende por elecciones posguerra las primeras elecciones nacionales o
regionales realizadas tras una guerra civil y, normalmente, con la asistencia de
la comunidad internacional (Kumar, 1998).
Como fenómeno relativamente nuevo en las actividades de promoción de la
democracia, las elecciones tienen el objetivo doble de instalar un gobierno
democrático legítimo y consolidar el acuerdo de paz (Kumar, 1998). De hecho,
en casi todos los acuerdos negociados con el fin de poner término a la guerra
civil, las elecciones han sido designadas como el mecanismo que marca el fin
de la transición de la guerra hacia la paz (Lyons, 2002).
Así que muchos de los acuerdos de paz auspiciados internacionalmente
estipulan la celebración de elecciones libres y justas con dos propósitos: a)
establecer un gobierno legítimo y representativo y b) sellar el acuerdo y poner
un término decisivo a la guerra (Höglund, 2008). Por otra parte, la comunidad
internacional considera que una vez celebradas, es el momento oportuno para
reducir su presencia en el país (Lyons, 2002, 2004).
Pero mientras las elecciones se han tornado en un elemento integrante de los
acuerdos de paz contemporáneos, las mismas pueden ser un foco de creciente
tensión y de violencia renovada. O sea, por un lado, las elecciones y la
democracia son habitualmente vistas como medios básicos de la gestión de
conflictos, con teóricos argumentando a favor de los beneficios de la
competición democrática en la gestión de tensiones. Tensiones que, además,
son inherentes en todas las sociedades.
Existe un cuerpo de trabajo en creciente desarrollo que apunta hacia los
peligros de la realización de elecciones en sociedades proclives a conflictos.
Sociedades que se encuentran en la fase inicial de la democratización son
frecuentemente más propensas al conflicto (Reilly, 2008), por lo que el simples
hecho de tener una constitución y votación no significa necesariamente que las
instituciones
democráticas
están
totalmente
operativas.
Las
normas
institucionales de competición y de compromiso políticos necesitan de la
aceptación de todas las partes (Jeong, 2005).
Las elecciones posguerra no son suficientes para estructurar un orden
democrático viable y sostenible. Pero, cómo lo señala Lyons (2002), acarrean
un gran peso, ya que son llamadas a poner término a asuntos contenciosos de
legitimidad interior y exterior, y son organizadas en circunstancias difíciles de
desorden social, de inseguridad generalizada y ruptura institucional, las cuales
rara vez en favor de la transición democrática.
En este sentido, es posible decir que hay un importante debate con respecto al
papel de las elecciones en los procesos de construcción de la paz y de
democratización en países devastados por la guerra civil.
2.1 Inevitabilidad electoral versus falacia electoralista
De acuerdo con Karl (2005), aunque resulte difícil determinar exactamente
cuando una transición empieza, la realización de elecciones y, aún más
importante, la aceptación general de sus resultados muchas de las veces
marcan el fin de la misma. No obstante, equiparar la democracia con la mera
realización
de
elecciones
o
asumir
que
tales
elecciones
generarán
consecuentemente reformas democráticas más profundas, eso ya se trata de
una falacia, o sea, la falacia del electoralismo (Carothers 2002; Diamond 2002;
Karl 2005).
Cómo lo subraya Plattner (1998), la realización de elecciones es solamente un
paso en un proceso largo y arduo, lo cual, en lo mejor de los casos, culminará
en una democracia liberal consolidada. En el mismo sentido, Jeong (2005)
sostiene que son simplemente el primer paso en dirección al establecimiento
de un sistema político, ya que la estabilidad política no se logra de inmediato
con la realización de elecciones sin relaciones institucionales estables y sin un
consenso con respecto a los valores políticos.
Verdad que nuevas democracias enfrentan desafíos complicados, pero ningún
puede ser ultrapasado aboliendo las elecciones. Las elecciones posguerra no
solucionan todos, pero no olvidar que éstas son organizadas y realizadas bajo
circunstancias extraordinariamente difíciles.
De este modo, hay un reconocimiento creciente de que las elecciones libres y
justas, en que todas las partes aceptan el resultado, son únicamente un paso
hacia la rehabilitación democrática de las sociedades posguerra. De hecho, la
realización de elecciones no garantiza que la competición política democrática
va a ser institucionalizada en el país (Kumar, 1997).
Ahora bien, para Bermeo (2003), todas las elecciones tienen elementos de
incertidumbre. El problema de la incertidumbre genera uno otro, que es peligro
de la reanudación de la violencia. Para Gyimah-Boadi (1998), elecciones de
transición, aunque cruciales a la instalación y consolidación de la democracia,
son propensas a la competición, disputas interiores y otros desarrollos que
pueden conducir al conflicto violento. En este sentido, Glorr (2005) ha
observado los peligros, particularmente altos en sociedades posguerra, de
reanudación del conflicto relacionados con las elecciones, por el hecho de que
inmediatamente después de un conflicto aun se dispone de armas y la
capacidad de gestión de los conflictos es limitada.
Según Paris (2004), las elecciones democráticas pueden polarizar el electorado
exacerbando conflictos sociales ya existentes y debilitando las perspectivas
hacia una futura democratización e incluso precipitar la violencia a largaescala. Además, según Ottaway y Chung (1999) las elecciones posguerra, por
lo general, han costado caro y su realización está dependiente de actores
donantes.
Al parecer, existen peligros asociados a la celebración de elecciones posguerra.
Sin embargo, como lo señala Sisk (1998), sin elecciones, en algún punto y de
alguna manera, ni la transición hacia la democracia ni la transición de la guerra
hacia la paz son posibles. Significa que las mismas pueden desarrollarse en
formas menos negativas para el avanzo de la democracia (Spiro Clark, 2000).
De hecho, para Spiro Clark (2000) las elecciones son expresión del cambio
político, catalizador de la acción internacional y el encuadramiento para
desarrollar ideas sobre la naturaleza de la democracia. Por lo tanto, son un
indicador indispensable del progreso de la democracia, por lo que la creación
de condiciones electorales es un proceso en curso en todas las democracias.
Salvaguardando las debidas excepciones, las elecciones son el mecanismo
principal para crear esas mismas condiciones y no la piedra en la cumbre de la
pirámide.
Sisk y Reynolds (1998), los cuales parten de las experiencias electorales en
África entre 1992 y 1994, sostienen que en los países marcados por los
conflictos armados, las elecciones ocurrieran frecuentemente como corolario de
los esfuerzos para poner término a la guerra. Sin embargo, muchos de los
africanos y observadores exteriores han permanecido escépticos cuanto a la
utilidad ultima de las elecciones como instrumento de cambio político, una vez
que las elecciones pueden exacerbar tensiones sociales en sociedades
polarizadas y altamente conflictivas.
Es precisamente ahí donde encontramos el punto de inflexión, pues a pesar de
los ejemplos de fracaso de las elecciones, según Sisk y Reynolds (1998), otros
ven las elecciones en África como la única forma de crear gobiernos
verdaderamente
legítimos
que
protejan
los
derechos
humanos
y
que
genuinamente representen la populación. Lo que significa que para estos
autores las elecciones, aunque imperfectas en muchos aspectos, son el único
vehículo, a partir del cual la democracia y las políticas de paz pueden empezar
a crear raíces.
De modo que Reynolds y Sisk (1998) sostienen la idea de que las elecciones
son importantes de comprender, ahí citando Rothchild (1995), ellas conducen
directamente nuestra atención hacia la transición para la democracia y hacia la
manutención
de
los
sistemas
democráticos
una
vez
establecidos.
Las
elecciones son competitivas, son e son para ser polarizantes, o sea, ellas
buscan poner de saliente opciones sociales. Por consiguiente, ¿existe alguna
tensión inherente entre la naturaleza competitiva y la busca de un consenso
para la gestión del conflicto? Depende de las opciones que las partes hacen a
lo largo de la democratización, en especial, en transiciones democráticas
(Reynolds y Sisk, 1998).
Pero bueno, estos dos autores están de acuerdo con los escépticos en lo que
respecta a la importancia de las elecciones como episodio breve en un proceso
político más amplio. No obstante, incluso como episodio breve, son un
acontecimiento eje, en el cual un progreso en dirección a la democracia puede
avanzar o sufrir un revés, particularmente en un proceso de paz que busca
poner término a una guerra civil y restablecer la legitimidad y autoridad del
Estado (Reynolds y Sisk, 1998).
En síntesis, no se trata de promover o no la celebración de elecciones, sino
cómo hacerlo mejor. Es decir, es necesario antes reflexionar seriamente sobre
las políticas de promoción de las elecciones en un contexto de posguerra.
2.3 Éxito y fracaso
En el inicio de la década de los noventa, fueron observadas y organizadas
varias elecciones competitivas tras un conflicto prolongado por la comunidad
internacional (López-Pintor, 1997). Experiencias electorales que nos dan una
nueva luz sobre la importancia de las elecciones como parte de un proceso
más amplio de reconciliación y de un movimiento en dirección a democracias
multipartidarias.
De hecho, López-Pintor (1997) distingue tres escenarios preelectorales de
conflicto. El primero y menos prometedor es ilustrado por Liberia, donde la
guerra civil inflamó en diciembre de 1989. Intentos repetidos de poner término
al conflicto a través de elecciones han fracasado, siendo que el proceso de
democratización se ha iniciado bajo la presión internacional, pero un mínimo
de condiciones ni siquiera ha existido (López-Pintor, 1997).
En el segundo escenario posible las partes entran en una estrategia electoral
bajo una presión fuerte por parte de la comunidad internacional, pero sin una
desmovilización y un desarmamiento completos de los antagonistas, como lo
ilustra los casos de Camboya y de Mozambique (López-Pintor, 1997).
Un tercer escenario preelectoral existe, en el que el proceso de desmovilización
y desarmamiento está completado antes de las elecciones. Los antiguos
antagonistas participan activamente en todas las fases de preparación de las
elecciones, las cuales, a su vez, son realizadas bajo observación de la
comunidad internacional y, muy importante, los resultados son aceptados por
el perdedor, pudiendo el mismo ser el partido del gobierno, como lo ejemplifica
el caso de Nicaragua, o una oposición excombatiente, como lo ilustra el caso
de El Salvador (López-Pintor, 1997).
Lyons (2005), a su vez, presenta una ordenación con respecto al objetivo de
una paz y democratización sostenibles. En ese sentido, las elecciones de
Mozambique (1994), El Salvador (1994) y Camboya (1993) sugestionan que,
aunque
cada
país
sigue
enfrentando
serios
problemas
relativos
a
la
consolidación democrática y violencia, ha ocurrido un progreso significativo en
dirección a la paz y a la democracia. Los procesos de paz terminaron con
períodos prolongados de guerra civil y, por lo menos, abrieron puertas a la
democratización. En todos estos casos, las instituciones que se hicieron
poderosas en la guerra – ARENA y FMNL (El Salvador), FRELIMO y RENAMO
(Mozambique) y CPP y Funcinpec (Camboya) encontraron medios para
transformarse y seguir influyentes en el juego político.
Los casos de Bosnia-Herzegovina (1996) y Tajiquistán (1999/2000) son
ejemplos en que la guerra ha terminado pero sin una democracia sostenible, o
sea, las elecciones, a lo mejor, han avanzado con el objetivo de poner término
a
la
guerra
pero
con
implicaciones
posiblemente
negativas
en
la
democratización a largo plazo. Las nuevas autoridades con poder salidas de las
elecciones posguerra han gestionado la violencia en el sentido de prevenir la
renovación del conflicto. Estas autoridades, sin embargo, siguieron siendo
esencialmente partidos de guerra no reconstruidos en el momento de las
primeras
elecciones.
La
desmilitarización
fue
limitada
y
el
poder
de
organizaciones, las cuales se tornaron poderosas por la guerra civil, sigue
obedeciendo a viejos incentivos de violencia y de polarización y menos a
incentivos democráticos de una competición política pacifica.
Los casos Angola (1992) y Liberia (1997) son ejemplos de fracaso, en los que
hubo un retorno a la guerra. En los dos, el fracaso del proceso de paz fue
claro, o sea, el objetivo mínimo de fin de la guerra ni siquiera fue logrado. En
todo caso, tanto en Angola, El Salvador, Mozambique, Nicaragua como en
Camboya hubo una respuesta popular a las primeras elecciones realizadas tras
el cese de hostilidades. De hecho, el alto índice de participación en estos
países demuestra el grado de expectativa elevado por la paz y por una vida
mejor (López-Pintor, 1997; Jeong, 2005). Aun así, los esfuerzos fracasados de
poner
término
a
la
guerra
civil
impulsaron
la
transformación
de
las
organizaciones involucradas en las luchas y proporcionaron una línea de fondo
– para lo mejor o peor – para esfuerzos posteriores de construcción de la paz.
Para el éxito son necesarias varias precondiciones (Jeong, 2005). Tenemos
prerrequisitos políticos que incluyen la existencia de autoridades electorales
creíbles, partidos políticos y una administración interina de calidad. Otro punto
tiene que ver con el sistema electoral y otra precondición es la seguridad, pues
para garantizar elecciones libres, la violencia tiene que estar controlada,
removiendo o minimizando el clima de intimidación mientras asegurando la
desmovilización ininterrumpida del antiguo personal militar. Así que una
desmovilización
y
un
desarmamiento
efectivos
son
considerados
precondiciones cruciales al éxito de las elecciones (Jeong, 2005; Lyons, 2005;
Reynolds y Sisk, 1998).
Tenemos igualmente los prerrequisitos logísticos para las elecciones (Jeong,
2005). La conducción de elecciones requiere capacidad institucional y técnica
que ayude a la capacitación electoral y al acceso equitativo a los media y
cuenta de las votaciones así como al registro de votantes.
Según Lyons (2002) una elección pos-acuerdo de paz tiene éxito o fracasa si
contribuye para el fin del conflicto armado. Algunas elecciones han tenido éxito
con respecto a este objetivo, destacadamente, Zimbabue, Mozambique, El
Salvador, Namibia y Nicaragua. Otras han contribuido para el fin de la guerra a
corto plazo pero con resultados menos evidentes con respecto a una seguridad
a largo plazo, como los casos de Liberia, Camboya, Líbano, BosniaHerzegovina. En Angola, las elecciones de 1992 hicieron estallar la violencia y
fracasaron incluso con relación al objetivo de fin de la guerra. La reanudación
de la guerra tras las elecciones ocurrió igualmente en la Sierra Leona.
De acuerdo con López-Pintor (1997), el criterio de evaluación entre los
observadores internacionales es si las elecciones son libres y justas, lo que, sin
embargo, presenta una contradicción inherente, pues se trata de una elección
que
no
es
rutina
y,
por
naturaleza,
está
llena
de
incertidumbre
e
irregularidades y, por esa razón, no puede ser evaluada por principios de
práctica de rutina. Así que el mismo autor propone una evaluación en términos
de aceptabilidad (acceptability) (López-Pintor, 1997).
Para Reilly (2008) la gran cuestión que enfrentan todas las elecciones
posguerra es saber ¿en qué circunstancias ellas pueden ayudar a la
construcción de un nuevo y pacifico orden democrático? y ¿en qué otras
terminan por minar la posibilidad de una democracia estable y, así, preparando
el terreno hacia un retorno al conflicto violento?
En este sentido, es necesaria una evaluación menos ideológica y más realista
de las elecciones que reconozca que las mismas pueden ser potencialmente
benéficas o, al revés, perjudicar la democratización. El éxito de las elecciones
depende de un análisis cuidadoso con respecto a cuestiones de timing,
secuencia, mecanismos y de administración. Además, los políticos necesitan de
prestar más atención a todas estas cuestiones y a la conexión entre opciones
institucionales y objetivos más amplios de políticas posguerra para una
reconstrucción estable y democrática (Reilly, 2008)
2.4 Objetivos múltiplos: el problema de la compatibilidad
Dicho anteriormente, la gran cuestión que todas las elecciones posguerra
enfrentan es saber ¿en qué circunstancias las mismas ayudan a construir un
nuevo orden democrático pacífico y en qué circunstancias socavan las
posibilidades de una democracia estable, preparando el terreno hacia una
vuelta al conflicto violento?
Para Reilly (2008) la prosecución de los objetivos de las elecciones posguerra
hace surgir dilemas, los cuales tienen que ver con el problema de la
incertidumbre. Por otro, Reynolds y Sisk (1998) consideran que las elecciones
hay que verlas dentro de un contexto, o sea, no son ni los medios ni el fin
exclusivo de la democracia, lo que significa igualmente que si las elecciones
fomentan el objetivo doble de la democratización y gestión del conflicto, eso ya
depende de las varias variables que hacen parte de los esfuerzos y no están
directamente relacionados con la votación por sí misma.
Desde ya es posible identificar tres problemáticas que activan dilemas y
opciones críticas con respecto a la celebración de elecciones posguerra:
1. El timing, o sea, la fecha de su realización y que, según Jarstad (2006),
activa un dilema temporal. Elecciones hechas antes de tiempo,
especialmente
en
sociedades
profundamente
divididas
y
con
instituciones débiles, acarrean el riesgo de un retorno a la guerra, al
mismo tiempo que tornan difícil la consolidación democrática (Mansfield
y Synder, 2005/2006). Existe, sin embargo, la dificultad añadida de
conseguir identificar de modo preciso cuándo el mejor momento a su
celebración y en simultáneo gestionar los recursos disponibles.
Las misiones de peacebuilding buscan aplazar la realización de las elecciones
hasta el cese del fuego y desarmamiento de todas las partes. No obstante, los
grupos armados pueden no estar dispuestos a desmovilizar hasta convencerse
de las ventajas en su participación en las elecciones. Posponer por demasiado
tiempo o por varias veces consecutivas puede permitir al partido más
intransigente liderar el propio proceso democrático o construir una ventaja a
través de un controlo del dicho timing electoral.
Por otro lado, la desconfianza en el proceso político puede conducir a rechazos
declarados o a retrasos indefinidos en el proceso de desmovilización, dejando
los peacebuilders ante dos opciones difíciles: realizar las elecciones lo más
rápido posible y de acuerdo con la fecha propuesta y, desde modo, con el alto
riesgo de una vuelta al conflicto, o, al revés, postergar hasta que las
condiciones sean las más favorables pero con el riesgo de conducir a una
pierda de la confianza de la populación en el proceso político (Bertram, 1995).
2. La competición electoral, en particular, la formación de los partidos
políticos y el problema de la polarización violenta, e cuales, a su vez,
pueden
traducirse
en
la
aceptación
o
no
de
los
resultados
y,
consecuentemente, en un riesgo de reanudación del conflicto bélico.
Todo esto proceso puede alimentar el dilema horizontal, o sea, de la
inclusión o exclusión de partidos.
Para Atwood (en Kumar, 1998), en sociedades fustigadas por la guerra, las
elecciones pueden ser particularmente conflictivas, sobretodo, si los partidos
políticos se organizan alredor de orientaciones étnicas, regionales o religiosas,
siendo que las mismas pueden representar un coste demasiado alto y
perjudicar la sostenibilidad de las nuevas instituciones y estructuras.
3. La presencia internacional, no solo en la conducción sino también la
credibilidad de las propias elecciones. Esta presencia puede tener
efectos contradictorios, es decir, si, por un lado, puede ayudar a poner
término a una pugna y empujar el país hacia la transición democrática,
por otro, puede retardar el proceso por lo cual las facciones por sí
mismas buscan la paz.
Partiendo del análisis de Walter (1999), tenemos también un importante
aspecto con respecto a las primeras elecciones tras la guerra, pues si es fácil
imaginar por qué los partidos están dispuestos por voluntad propia a
someterse a las elecciones, o sea, en situaciones de las cuales puedan
beneficiar con la victoria en el futuro o en las que no serán maltratados si salen
perdedores, o donde es costoso subvertir el sistema, entonces qué pasa si las
elecciones y las instituciones no garantizan nada de aquello?, y ¿sí los
perdedores de la primera elección posguerra consideran no tener otra
oportunidad para llegar al poder? o, muy importante, y ¿si la derrota en la
primera elección es algo permanente?
Con respecto a las elecciones en África, Sisk (1998) nos aclara sobre los
dilemas y opciones críticas a ellas asociadas, nombradamente:

dilema de la representación étnica: la gran cuestión es saber si ¿los
partidos políticos que representan de modo explicito intereses de
identidades como la etnicidad, religión, región o género, deben de ser
desalentados e incluso proscritos? Para la comunidad internacional el
dilema surge cuando se trata de decidir si trabajar con partidos étnicos
en un esfuerzo de inducir a la moderación o si tales partidos deben de
ser excluidos de los programas de asistencia internacional;

equilibrar múltiplos objetivos en la selección del sistema electoral: optar
por un sistema electoral tiene implicaciones importantes, o sea, del
mismo traducir la voluntad legítima del pueblo. Hay, por lo tanto, una
opción con respecto a la representación institucionalizada y, a su vez, en
lo que concierne a cualidad de la representación (representatividad),
responsabilidad (accountability), inclusión y accesibilidad, estabilidad del
gobierno, desarrollo del sistema partidario y la capacidad de engendrar
reconciliación. Dependiendo de uno de estos valores a maximizar, al
parecer la maximización ocurrirá a expensas de otros valores.

Inclusión para responsabilidad (accountability): si los partidos y la
comunidad internacional debe defender la adopción de instituciones
inclusivas especialmente mandatadas para compartir poder (power
sharing). Compartir el poder puede reducir los recelos asociados a la
exclusión e inducir la cooperación y la construcción de una coalición
entre antagonistas. No obstante, la inclusión puede perjudicar el valor de
la responsabilidad, lo que resulta en el dilema
¿deben los spoilers y
potenciales spoilers de ser incluidos o no en el proceso electoral?
Sobre los objetivos de las elecciones, López-Pintor (1997) distingue entre
objetivos de elecciones en democracias consolidadas y de elecciones llamadas
de transición, o sea, que marcan la transición de una guerra hacia una
democracia. Estas últimas tienen el objetivo principal de incorporar en el
sistema político democrático antagonistas políticos, cuya relación previa a la
elección se caracterizó por el uso total de la fuerza, por lo que la aceptación de
los resultados por todas las facciones es fundamental y una prueba necesaria
para la fundación de un sistema de gobierno democrático.
Reynolds y Sisk (1998) presentan dos tipologías separadas que reflecten las
varias funciones que las elecciones pueden desempeñar: la primera trata de las
múltiplas funciones de las elecciones en las democracias en general, ya la
segunda corresponde específicamente a potenciales funciones de las elecciones
en promover la gestión pacifica del conflicto. Dicha tipología puede ser
resumida en la siguiente tabla 2.1:
Tabla 2.1
Funciones las Elecciones
DEMOCRACIA
Legitimar el gobierno
GESTIÓN DEL CONFLICTO
Inaugurar un orden pos-conflicto
La voluntad del pueblo (o por lo menos una pluralidad
Las elecciones son percibidas como el mecanismo, por
o mayoría del pueblo), ejercida a partir del acto
lo cual una transición de un conflicto armado para un
electoral, es ampliamente vista como el vehiculo a
gobierno inclusivo es consumada. Son igualmente
través del cual la capacidad para gobernar está
vistas como el acontecimiento crucial en el que la
legitimada;
sociedad pasa de una violencia abierta para una nueva
Alternancia de coaliciones de gobierno y de elites
era basada en la negociación y reciprocidad
Las elecciones posibilitan el compromiso de las partes
Evitar el conflicto inminente
a las reglas del juego, institucionalizando, por otra
Las elecciones pueden tener una función preventiva
parte, la incertidumbre;
con respecto al conflicto violento, cuando existe la
Construcción de la confianza
expectativa de que sin la reconstitución del orden
Las elecciones, sí estructuradas de manera apropiada,
político, la violencia política es inminente.
dan incentivos a la minorías políticas para participar en
Ampliar la base de representación
la vida política, ejercer influencias y tener confianza en
Cuando la fuente del conflicto violento se encuentra en
las instrucciones;
la exclusión permanente de un partido o grupo del
Encorajar la estabilidad
Cuanto más
representativo,
inclusivo,
poder
y justo
político,
las
elecciones,
sí
estructuradas
el
adecuadamente, pueden servir para ampliar la base de
sistema político menos la probabilidad de un grupo de
la participación política y así permitir la expansión de la
ciudadanos se movilizar para cambiarlo de modo
representación.
violento, siendo que el valor clave es la legitimidad del
régimen;
Educación del público
Las elecciones tienen una función de educar el publico
al definir las materias, ideologías y posiciones políticas
públicas de los candidatos, pudiendo también servir de
agente de comunicación social.
Fuente: Elaborado a partir de Reynolds y Sisk (1998:16-18).
Sobre los objetivos de las elecciones posguerra, Kumar (en López-Pintor, 2005)
nos indica que los mismos son múltiplos y, muy importante, ni siempre
mutuamente compatibles:
a. Legitimidad: elegir un gobierno con apoyo popular domestico y
legitimidad internacional. Transferir el poder a un gobierno instalado
democráticamente que tenga legitimidad nacional e internacional y
que sea capaz de dar inicio a la reconstrucción del país;
b. Democratización: empezar con el proceso de democratización y
consolidarlo, aunque una sola elección no haga democracia;
c. Reconciliación:
promover
la
reconciliación,
envolviendo
partidos
opositores y grupos en el proceso político. Se espera que las mismas
transformen un conflicto violento en uno no violento.
El primer objetivo es de todo importante ya que la legitimidad tiene que ver
con la estabilidad de cualquiera democracia (Lipset, 1987). Existen, según
Suchman (1995), tres formas principales de legitimidad, una pragmática
basada en el interés del público, una moral basada en una aprobación
normativa y otra cognitiva basada en la comprensibilidad, o sea, la legitimidad
presenta un carácter diverso, lo que implica que la misma opera de modo
distinto en diferentes contextos y cómo la misma trabaja depende de la
naturaleza de los problemas.
El segundo objetivo es iniciar y consolidar el proceso de democratización en el
país, pero una sola elección no hace democracia. La naturaleza, dirección y
ritmo de la democratización están condicionados por varios factores y
circunstancias ambas internos y externos. El tercero tiene que ver con
promover la reconciliación entre las partes que antes estaban en guerra, o sea,
se espera que las elecciones transformen el conflicto violento en uno no
violento (sustituir balas por votos). Las elecciones contribuyen hacia la
institucionalización de un mecanismo de resolución del conflicto en el cuerpo
político. Ahora bien, surgen problemas ya que estos tres objetivos ni siempre
son mutuamente compatibles. Como refiere Kumar (1998), el caso de Angola
indica que elecciones prematuras pueden antes sufocar que facilitar la
democracia.
Para Lyons (2002), las elecciones pos-acuerdo son concebidas para avanzar
con objetivos a veces contradictorios y relacionados con el cese de la guerra, la
democratización, la intervención y la legitimidad. El mismo autor sostiene que
estos múltiplos objetivos operan en diferentes líneas de tiempo y requieren
distintas precondiciones. Es más, un número significativo de factores son
necesarios para que una elección posguerra avance con los procesos de paz y
de democratización, nombradamente la desmovilización, imperio de la ley,
repatriación de refugiados, compromiso de las facciones a los acuerdos (Lyons,
2002).
Dicho esto, son varios los problemas relacionados con las elecciones
posguerra, desde el timing, la competición electoral, la presencia internacional,
la credibilidad del proceso electoral y la aceptación de los resultados a la
intensidad del conflicto. Son varios los objetivos asociados al objetivo doble de
las elecciones posguerra, o sea, la paz, en el sentido de la gestión del conflicto,
y la democracia, en el sentido de su instauración y consolidación. Los objetivos
ni siempre son mutuamente compatibles y generan situaciones dilemáticas.
Resulta de todo esto, un problema de compatibilidad con respecto a los
objetivos de las elecciones posguerra y que se puede traducir en la siguiente
cuestión: puede una simples elección servir múltiplos objetivos al mismo
tiempo y de modo sincronizado? El problema de la compatibilidad consiste
precisamente en saber cuándo, cómo y por qué surgen situaciones de
contradicción entre objetivos de elecciones posguerra, o sea, situaciones en el
que el avanzo de uno de ellos choca con el avanzo de otro.
3. Conclusiones generales: una propuesta de investigación futura
La construcción y consolidación de la paz por medio de la democracia es
compleja y multidimensional. En ella, la celebración de elecciones tras una
guerra civil proporciona un campo fértil a nuevas investigaciones y con
aportaciones a los temas
transiciones democráticas y peacebuilding pos-
conflicto.
Transcurridos los capítulos anteriores, es posible afirmar que la paz liberal es el
principio orientador de las acciones de peacebuilding pos-conflicto y de
democratización y que su aplicación presenta limitaciones. Muchos de los
procesos de democratización contemporáneos son desarrollados en sociedades
devastadas por la guerra. La gran expectativa es que las transiciones
posguerra resulten tanto en democracia como en paz. Sin embargo, la
incertidumbre es un elemento omnipresente en este tipo de transición, cuyo
riesgo es la reanudación de la violencia.
Las elecciones posguerra son un ingrediente necesario de las operaciones de
peacebuilding pos-conflicto y de promoción de la democracia. Existe un debate
sobre su valor y papel crítico, lo cual se caracteriza por autores que abogan por
el valor inherente de las elecciones, o sea, sin las cuales no es posible un
progreso en dirección a la democracia, siendo que todos los problemas
relacionados con la realización de las mismas requieren una evaluación sobre
cómo mejor preparar, organizar y celebrar el proceso electoral, mientras que
para otros autores son un simples indicador y no el único y suficiente para la
democracia, por lo que defienden la evaluación y el diseño de formas
alternativas de conducir la rehabilitación política de sociedades posguerra en
dirección a la democracia.
Los objetivos de las elecciones son múltiplos y su prosecución puede traducirse
en situaciones de contradicción y, consecuentemente, resultar en varios
dilemas.
De
hecho,
el
timing,
la
competición
electoral,
la
presencia
internacional, la credibilidad del proceso electoral, la aceptación de los
resultados o a la intensidad del conflicto son problemas asociados a las
elecciones posguerra.
Es precisamente de la observación de que las elecciones son un elemento clave
de las acciones de peacebuilding y de democratización, de que sus objetivos ni
siempre se refuerzan y son compatibles, pudiendo generar dilemas y opciones
críticas, que resulta el problema de la compatibilidad de sus objetivos. En
términos generales, el problema consiste en saber cómo, cuándo y por qué
razón(es) surgen situaciones de contradicción con el avanzo de los objetivos.
A partir de la revisión de la literatura no es posible saber cuándo, cómo y por
qué los objetivos múltiplos de las elecciones posguerra ni siempre se
refuerzan, creando situaciones en las que el avanzo de un objetivo no es
compatible con el avanzo de otro. Por otra parte, existen varios abordajes
sobre en qué consisten los objetivos de las elecciones posguerra, por lo que
hay que identificar claramente cuales son, así como la dinámica entre ellos.
Otro punto importante es no existe una evidencia clara sobre si situaciones de
compatibilidad/incompatibilidad pueden explicar el éxito o fracaso de las
elecciones. Así, sobre el tema de la reanudación de la violencia existe un
problema de asociar la misma al hecho de la realización de las elecciones. Una
investigación de interés seria la de estudiar los incentivos electorales a la
violencia en sociedades posguerra.
Dicho esto, a) saber en qué consiste el problema de la compatibilidad,
contestando a las cuestiones básicas: cómo, cuándo y por qué, b) saber si el
problema de la compatibilidad permite evaluar el éxito y fracaso de las
elecciones pos-conflicto, c) saber cuál el impacto de dicho éxito o fracaso en
los procesos de peacebuilding pos-conflicto y de democratización son posibles
objetivos de una investigación futura.
Sin embargo, dicha investigación tendrá que manejar con un gran cuerpo de
variables, lo cual puede constituir una limitación a la investigación y eso se
puede desde ya ilustrar a partir de la cuestión: ¿son las elecciones de por sí un
peligro o son las condiciones que las anteceden que determinan su éxito o
fracaso?
Significa, por consiguiente, que hay, en primer lugar, todo un proceso de
identificación y delimitación de variables y, en segundo lugar, un proceso que
identifique y establezca relaciones entre ellas. Desde pronto, es posible afirmar
que tenemos variables de contexto asociadas al escenario posguerra y otras
con respecto a los propios procesos de peacebuilding y de democratización,
dado que hay otros elementos que integran los mismos, no se limitando
solamente a las elecciones. Después las variables con respecto al propio
proceso electoral desarrollado.
Una investigación profundizada sobre cuándo, cómo y por qué los objetivos de
las elecciones ni siempre se refuerzan, posibilitará el diseño de un proceso
mejorado o de otras alternativas para que las elecciones posguerra puedan
influenciar
positivamente
la
construcción
y
manutención
de
la
paz
y
democracia.
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Datos biográficos
Cláudia Almeida es candidata a doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación
por la Universidad Complutense de Madrid y Becaria de Investigación en el Instituto
de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa. Su investigación es sobre Elecciones
Posguerra y Violencia. Sus principales líneas de investigación son Elecciones
posguerra,
transiciones
guerra-democracia,
peacebuilding
comparada, África.
[email protected] | [email protected]
pos-conflicto,
política
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