ELECCIONES POSGUERRA Y EL PROBLEMA DE LA COMPATIBILIDAD DE SUS OBJETIVOS Cláudia Almeida Resumen La realización de elecciones posguerra, como ingrediente necesario al peacebuilding y a la democratización, alimenta un importante debate académico con respecto a su papel crítico. Si las elecciones son medios esenciales para la gestión del conflicto político en democracias consolidadas, las mismas pueden exacerbar tensiones en sociedades devastadas por la guerra civil. Son identificadas situaciones dilemáticas en el proceso de celebración de dichas elecciones. Se propone evidenciar el problema de la compatibilidad de sus objetivos como objeto de investigación futura. Se considera que dicho problema tiene implicaciones en lo que respecta al avanzo sincronizado de las acciones de peacebuilding y de democratización. Palabras clave: elecciones posguerra; peacebuilding pos-conflicto; democratizació; transiciones guerra-democracia; objetivos de las elecciones posguerra. Es tan tarde que podemos decir que es temprano William Shakespeare1 Introducción No se tratando de una “invención moderna”, la paz es, sin duda, un asunto mucho más complejo que la propia guerra. A esta afirmación de Howard (2001: 1-2), podemos añadir que el asunto se puede tornar aún más complejo cuando la gran expectativa es que la paz se traduzca en democracia y la democracia en paz. De hecho, esta propuesta de investigación resulta del creciente interés académico y de la comunidad internacional por el tema de la implementación de una paz sostenible tras una guerra civil prolongada. Es más, se considera la guerra civil un gran desafío y una amenaza a la seguridad global. Se puede incluso afirmar que la violencia interna y el colapso de los Estados se han tornado un aspecto familiar del paisaje político posGuerra Fría (Paris, 2004). Hay en ese desafío un problema de reanudación de las hostilidades, ya que, según Bigombe et al. (2000), las guerras civiles siempre terminan pero, por lo general, tienden a reempezar. Más difícil que lograr la paz es mantener la misma. El fin de la 1 Romeo and Juliet, acto 3, escena 4. guerra ni siempre significa el fin de la violencia (Jarstad, 2008). Por consiguiente, no existe un modo sencillo y fácil de lograr simultáneamente la paz y la democracia tras una guerra civil. No solo las condiciones con las que se inicia el proceso de democratización son desfavorables, sino que además la abertura del espacio político puede agravar las mismas. La apuesta de la comunidad internacional va en el sentido de crear regímenes políticos democráticos en contextos pos-bélicos. Sin embargo, el modelo prevaleciente de reconstrucción democrática defendido por los países occidentales para sociedades posguerra no sólo no se ha implementado con éxito (Ottaway, 2003), sino que se ha revelado problemático (Call y Cook, 2003). Subyacente a este modelo encontramos la idea de que todas las cosas buenas vienen juntas, lo que significa que la paz y la democracia son percibidas como dos objetivos deseables y que se refuerzan mutuamente. La introducción de la democracia tras una guerra civil plantea, de acuerdo con Jarstad y Sisk (2008), una cuestión verdaderamente espinosa, o sea, ¿cómo pueden las sociedades devastadas por la guerra, caracterizadas por una enemistad social de veras profunda, sufrimiento personal, devastación económica, dar inicio al movimiento en dirección a la paz y a la democracia, cuándo políticas competitivas, entre las cuales la realización de elecciones, pueden exacerbar el conflicto social y político? De hecho, las elecciones surgen entre los pasos más críticos durante el período que va desde el cese del fuego hasta la inauguración de un gobierno posguerra (Lyons, 2005). Para Bermeo (2003), las elecciones son fácilmente idealizadas como arenas donde los conflictos son gestionados pero que pueden también exacerbar conflictos. Todas las elecciones tienen necesariamente elementos de incertidumbre. Por otra parte, las elecciones, según Paris (2004), pueden servir de catalizadores o de focos de competición destructiva entre facciones y grupos de países que atraviesan una transición democrática. Las elecciones democráticas pueden igualmente polarizar el electorado, exacerbar los conflictos sociales ya existentes, incluso precipitar la violencia en gran escala, y, de ese modo, enflaquecer la posibilidad de la democratización. Así que las elecciones, como ingrediente crítico, hacen aflorar varios dilemas con respecto a la democratización en sociedades posguerra (Reilly, 2008). Las elecciones posguerra presentan una naturaleza única. Son elecciones de transición de la guerra hacia la democracia, tratándose de un proceso político con una fuerte presencia de la comunidad internacional (López-Pintor, 2005). De hecho, los acuerdos de paz rutinariamente incluyen disposiciones para la realización de elecciones, muchas veces con la asistencia, supervisión y, en algunas otras, con el controlo directo por parte de la comunidad internacional. Además del significado y efectividad de estas elecciones para el éxito de los procesos de paz y de democratización, hay un otro aspecto problemático y este con respecto a sus objetivos. Las elecciones posguerra sirven múltiplos objetivos, o sea, son diseñadas para avanzar con objetivos muchas veces contradictorios y relacionados con el fin de la guerra, la democratización, la intervención internacional y la legitimidad (Lyons, 2005). De hecho, Lyons (2002) considera que las elecciones pos-acuerdo de paz desempeñan múltiplos objetivos en un contexto de implementación de la paz. Los éxitos parciales han sido por variadísimas veces criticados y caracterizados de fracaso, pues el proceso de democratización no ha avanzado significativamente, incluso, ha sufrido un revés. Aunque certeras estas criticas, se le pasan una importante dimensión de las transiciones posguerra. Como lo sugieren recientes estudios, es necesario un numero significativo de factores para que una elección posguerra avance hacia el fin de la guerra y a la democratización, siendo que el tradicional criterio sobre elecciones- si libres y justas – debe de dar lugar a una interpretación más contextual (Lyons, 2002). Sobre los objetivos de las elecciones posguerra, los mismos son múltiplos y, muy importante, ni siempre mutuamente compatibles (Kumar, en López-Pintor, 2005). No obstante, lo que sigue sin respuesta o, por lo menos, poco conclusivo es precisamente el problema de la compatibilidad de los objetivos. A pesar de identificados (legitimidad, democratización y reconciliación), Kumar termina por no explorar cómo, cuándo o por qué surgen situaciones de contradicción entre objetivos, refiriendo únicamente que estas ocurren fruto de la difícil realidad de las sociedades posguerra, en particular, las divisiones políticas profundas, seguridad débil, instituciones políticas frágiles, pobre capacidad institucional y técnica, escasez de recursos económicos y humanos (Kumar, 1998). Es precisamente en este punto donde se engancha el problema de la presente propuesta de investigación, o sea, en dirección a un análisis más profundizado de las situaciones de contradicción entre los objetivos de las elecciones posguerra. Saber cuándo, cómo y por qué los objetivos de las elecciones posguerra ni siempre son mutuamente compatibles permite introducir en el debate sobre transiciones democráticas y peacebuilding pos-conflicto nuevos elementos de discusión, sobretodo en lo que respecta a la secuencia guerra-democracia-paz, y, en la práctica, proporcionar una posible herramienta para el avanzo sincronizado de las actividades de asistencia de la comunidad internacional a sociedades posguerra. De este modo, saber en qué consiste el problema de la compatibilidad de los objetivos de las elecciones posguerra e insertar el mismo en la agenda de investigación sobre peacebuilding pos-conflicto y democratización son dos objetivos nucleares. Estos dos objetivos implican primeramente contestar a la cuestión - ¿Qué paz se quiere construir? - por medio de una identificación de los principios y asunciones subyacentes a las acciones de peacebuilding posconflicto y de democratización. En segundo lugar y con respecto al objeto de estudio, es decir, elecciones posguerra, es necesario percibir qué significado tienen para los procesos de peacebuilding pos-conflicto y de democratización, con lo que se tratará de conocer las implicaciones del significado de dichas elecciones al debate sobre su valor y papel crítico, buscando presentar igualmente el problema de la evaluación del éxito y del fracaso de las elecciones posguerra. Espacio teórico El espacio teórico presenta dos enfoques fundamentales, uno con respecto a las transiciones democráticas y otro al peacebuilding pos-conflicto. Sobre transiciones democráticas, el debate actual se caracteriza por una contrareacción al entusiasmo por la democratización y promoción de la democracia y la cual ha emergido en la segunda mitad de la década de los noventa del siglo pasado. Con el boom de la investigación sobre transiciones democráticas en la década de los ochenta y noventa, en el virar del siglo esta investigación ha alcanzado el status de un campo establecido y justificado en una sólida base normativa y analítica (Munck, 2004). Pero si el significado empírico de las transiciones democráticas es innegable, por lo que académicos prominentes de la actualidad como Larry Diamond y Marc Plattner editaron el libro sobre el Resurgimiento Global de la Democracia (1993), años más tarde los mismos nos hablan de la Divergencia Global de Democracias (2001), o sea, no solo la democracia ya no se encuentra en una fase de escalada global, sino que, y tal como O’Donnell (2007) lo perspectiva, estamos viviendo un periodo de desencanto, pues se ha tornado claro que casi en todo el sitio hemos alcanzado democracias imperfectas y así un mundo que presenta una variedad de democracias y no únicamente el “mejor modelo” a lograr. En este sentido de un cierto desencanto, Carothers (2002) nos presenta el argumento defensor del fin del paradigma de transición. Considera el autor que es el momento de la comunidad internacional desechar el paradigma de la transición y concentrar su atención en los modelos políticos clave de cada país en que intervienen y menos en intentar hacer poco aplicando solamente un template ideal de formas institucionales. La contra-reacción al entusiasmo por la democratización ha dado lugar a una visión, por así decir, de cautela. Zakaria (1997), por ejemplo, nos presenta una alarma a lo que considera ser el peligro de los recién lideres elegidos que restringen derechos y abusan del poder, advirtiendo para la idea de que la rápida democratización está produciendo una plaga de “democracias iliberales”. Por otro lado, Mansfield y Snyder (1995) concluyen que los Estados que están experimentando un proceso de democratización son más propensos al conflicto que autocracias estables. Chua (1998), a su vez, inquietado con el espectro del conflicto étnico en diferentes partes en Asia, sostiene que la búsqueda simultanea por la democracia y la reforma de mercado en países con minorías dominantes puede conducir al conflicto étnico y a reacciones violentas antimercado. Con respecto a las sociedades que emergen de conflictos violentos, Carothers (2007) nos habla del importante debate sobre los peligros de “elecciones prematuras” que ha surgido entre promotores de la democracia en los años recientes. Los que defienden un movimiento más gradual en dirección a las elecciones en tales contextos no están argumentando a favor de un retraso indefinido pendiente de la creación de condiciones estructurales profundas, sino que la idea es dejar de lado las elecciones por varios años de modo a permitir negociaciones de fondo entre grupos políticos en competición, para que las fuerzas políticas fundamentales pueden ser utilizadas para tratar de uno u otro pacíficamente y estar de acuerdo con las reglas del juego antes que sean realizadas elecciones potencialmente divisorias. Sobre el inicio de la transición democrática, Linz y Stepan (1996) afirman que las elecciones son cruciales, pues sin ellas no existe un modo fácil para evaluar si el gobierno interino en realidad representa o no la mayoría. Sin elecciones, los actores que han tenido un papel central en la eliminación del régimen anterior tendrán mas dificultades en emerger y afirmar que tienen un mandato democrático. Sin elecciones, una selección completa de instituciones que constituyen la nueva sociedad política democrática – como legislaturas, asambleas constituyentes y partidos políticos competitivos – simplemente no se puede desarrollar con las suficientes autonomía, legalidad y legitimidad. Pero bueno, también es verdad que la conceptualización de transiciones en términos de límites marcados por la introducción de elecciones competitivas excluye un gran numero de dimensiones que conciernen a la teoría democrática. Sin embargo, a pesar de la revisión crítica al tema, el desafío de la transición democrática sigue siendo de una importancia vital para un grande numero de países y, por otro, los países que han pasado el umbral democrático enfrentan siempre la posibilidad de una ruptura democrática. Así que, podemos afirmar que - ¿por qué razón unos países tuvieron transiciones democráticas y otros no? (Munck, 2004) - sigue produciendo importantes conclusiones. Pero los desafíos de la democratización y promoción de la democracia, sobretodo en sociedades posguerra, hicieron recuperar, por así decir, la cuestión planteada por Rustow (1970), ¿qué condiciones tornan la democracia posible y qué condiciones la hacen prosperar?, siendo que para Rustow el supuesto fundamental es que los factores que mantienen la democracia estable pueden no ser los mismos que la hicieron emerger. Dicho de otro modo, se plantea la gran cuestión - ¿qué conduce a las transiciones democráticas y qué lleva las democracias, una vez instituidas, a triunfar o a fracasar? (Shapiro, 2005). Significa que el debate se centra también en saber qué condiciones tornan una democracia viable. Sobre el peacebuilding pos-conflicto, la literatura tiende a convergir en el impacto del fin de la Guerra Fría, por un lado, en la concepción y práctica del peacebuilding y, por otro, en lo respecta a la percepción de que el mismo presenta múltiplas dimensiones y diversas funciones (Bertram, 1995; David, 1999; Harto de Vera, 2004; Jeong, 2005; Krause y Jütersonke, 2005). Ahora bien, es posible identificar tres grandes problemáticas, una relativa a la concepción y conceptualización del peacebuilding pos-conflicto, otra que concierne a su teoría y práctica, y la ultima con respecto a la evaluación de su éxito y fracaso. Sobre la primera, es decir, ¿Qué es el peacebuilding?, hay todo un problema de concepción y conceptualización. De hecho, el peacebuilding es un concepto elástico (David, 1999), con parámetros que siguen vagos y mal definidos (Bertram, 1995), presentando un desacuerdo en su definición (Cockell, 2000), por lo que resulta un debate entre exclusivistas, “inclusivistas”, gradualistas y “sinergistas” con respecto a saber cuándo, quién y con o sin el consentimiento previo de las partes a las misiones de peacebuilding (David, 1999). Con respecto al problema de la teoría y práctica, o sea, ¿existe una tensión entre lo que son los principios y las experiencias prácticas del peacebuilding pos-conflicto?, dicha investigación la encontramos más reflejada en experiencias prácticas que en debates puramente teóricos (Jeong, 2005), existiendo una tensión entre objetivos inmediatos y objetivos a largo plazo. El doble objetivo de asegurar la paz y promover la democracia, en la práctica, ha producido la tensión entre los objetivos inmediatos de los peacemakers y los objetivos a largo plazo de los peacebuilders (David, 1999), conllevando a dilemas generados por tensiones profundas entre las prácticas y principios de larga duración (Bertram, 1995). Por fin, ¿Qué mejor institucionaliza la paz tras la guerra? ha subrayado un problema de evaluación del éxito y del fracaso del peacebuilding (Barnett et al., 2007). Problema que, en parte, resulta de la falta de definición de éxito y de fracaso y también de la inexistencia de un time-frame apropiado para medir el éxito (Krause y Jütersonke, 2005). El éxito también se puede evaluar a partir de la sucesión de tres objetivos críticos - transición de seguridad, democrática y socio-económica (David 1999) – y el fracaso por medio de la ausencia de clareza en la determinación de objetivos y coordinación de estrategias (Jeong, 2005). Así que se puede hablar de dos abordajes a la hora de evaluar el éxito o el fracaso de las acciones de peacebuilding pos-conflicto (Jeong, 2005), un minimalista (mantenimiento de la ley y del orden) versus un maximalista (dignidad humana, desarrollo y derechos humanos), existiendo también un abordaje crítico, sosteniendo la incorporación del concepto de seguridad humana y consecuente ampliación de la categoría de actores (Krause y Jütersonke, 2005). 1. La paz liberal Con el supuesto fundamental de que, inalienable a la cuestión de saber cómo lograr una paz perdurable en un contexto marcado por la violencia o incluso de evaluar las acciones desencadenadas en el terreno, resulta antes necesario percibir qué tipo de paz se busca construir y mantener. El tema de la paz liberal es esencial para comprender la receta utilizada por la asistencia internacional a los países arrasados por la guerra, ya que es el principio orientador por detrás de las acciones de peacebuilding y de democratización. De acuerdo con Richmond (2005), el fin de la Guerra Fría marca el triunfalismo de la versión de la paz democrática liberal, neoliberal y cosmopolita. De hecho, cómo también lo señala el mismo autor, los estudios de Clark (2001), de Duffield (2001), Held (1995) y de Kaldor (2007) hacen de la paz liberal el punto de partida para intentar percibir el nuevo orden y la creación de la paz en el sistema internacional del pos-Guerra Fría. Quizás el aspecto más característico de las operaciones de peacebuilding en la década de los noventa es que todas perseguían la misma estrategia general para promover una paz estable y duradera en Estados arrasados por la guerra, es decir, democratización y mercantilización (Paris, 2004). Se revela la expectativa de que la democratización movería las conflictos sociales del campo de guerra hacia la arena pacífica de las políticas electorales, siendo que la mercantilización promovería un crecimiento económico sostenible, lo cual, a su vez, ayudaría igualmente a reducir tensiones. Pero mucha de la discusión termina por omitir el análisis de una dinámica fundacional clave - ¿qué paz liberal está siendo exactamente construida por el peacebuilding? - siendo que durante la segunda mitad del siglo XX se han tornado más las diferentes líneas del discurso sobre la paz liberal. La paz liberal es un hibrido de abordajes (Richmond, 2005). Se ha desarrollado una cierta visión de paz – la paz liberal - como siendo universal y alcanzable. Sin embargo, hay “gradaciones de la paz liberal”, las cuales han sido construidas por diferentes tipos de análisis intelectual y política y por los varios actores, con el fin de evaluar la eficacia y sustentabilidad de los abordajes de peacebuilding (Richmond, 2005). Tal es representado por la configuración de cuatro discursos principales de la paz liberal - híper conservador, conservador, ortodoxo y emancipador (Richmond, 2005). La paz liberal y el peacebuilding liberal, no obstante, presentan limitaciones y pueden estar haciendo más daño que bien, ya que contienen elementos desestabilizadores. Es más, los objetivos de los regímenes liberales que prescriben la soberanía del Estado, derechos humanos individuales, autodeterminación, y la democracia con un mercado libre y sistema globalizado pueden ser inherentemente contradictorios. 2. Elecciones posguerra Se entiende por elecciones posguerra las primeras elecciones nacionales o regionales realizadas tras una guerra civil y, normalmente, con la asistencia de la comunidad internacional (Kumar, 1998). Como fenómeno relativamente nuevo en las actividades de promoción de la democracia, las elecciones tienen el objetivo doble de instalar un gobierno democrático legítimo y consolidar el acuerdo de paz (Kumar, 1998). De hecho, en casi todos los acuerdos negociados con el fin de poner término a la guerra civil, las elecciones han sido designadas como el mecanismo que marca el fin de la transición de la guerra hacia la paz (Lyons, 2002). Así que muchos de los acuerdos de paz auspiciados internacionalmente estipulan la celebración de elecciones libres y justas con dos propósitos: a) establecer un gobierno legítimo y representativo y b) sellar el acuerdo y poner un término decisivo a la guerra (Höglund, 2008). Por otra parte, la comunidad internacional considera que una vez celebradas, es el momento oportuno para reducir su presencia en el país (Lyons, 2002, 2004). Pero mientras las elecciones se han tornado en un elemento integrante de los acuerdos de paz contemporáneos, las mismas pueden ser un foco de creciente tensión y de violencia renovada. O sea, por un lado, las elecciones y la democracia son habitualmente vistas como medios básicos de la gestión de conflictos, con teóricos argumentando a favor de los beneficios de la competición democrática en la gestión de tensiones. Tensiones que, además, son inherentes en todas las sociedades. Existe un cuerpo de trabajo en creciente desarrollo que apunta hacia los peligros de la realización de elecciones en sociedades proclives a conflictos. Sociedades que se encuentran en la fase inicial de la democratización son frecuentemente más propensas al conflicto (Reilly, 2008), por lo que el simples hecho de tener una constitución y votación no significa necesariamente que las instituciones democráticas están totalmente operativas. Las normas institucionales de competición y de compromiso políticos necesitan de la aceptación de todas las partes (Jeong, 2005). Las elecciones posguerra no son suficientes para estructurar un orden democrático viable y sostenible. Pero, cómo lo señala Lyons (2002), acarrean un gran peso, ya que son llamadas a poner término a asuntos contenciosos de legitimidad interior y exterior, y son organizadas en circunstancias difíciles de desorden social, de inseguridad generalizada y ruptura institucional, las cuales rara vez en favor de la transición democrática. En este sentido, es posible decir que hay un importante debate con respecto al papel de las elecciones en los procesos de construcción de la paz y de democratización en países devastados por la guerra civil. 2.1 Inevitabilidad electoral versus falacia electoralista De acuerdo con Karl (2005), aunque resulte difícil determinar exactamente cuando una transición empieza, la realización de elecciones y, aún más importante, la aceptación general de sus resultados muchas de las veces marcan el fin de la misma. No obstante, equiparar la democracia con la mera realización de elecciones o asumir que tales elecciones generarán consecuentemente reformas democráticas más profundas, eso ya se trata de una falacia, o sea, la falacia del electoralismo (Carothers 2002; Diamond 2002; Karl 2005). Cómo lo subraya Plattner (1998), la realización de elecciones es solamente un paso en un proceso largo y arduo, lo cual, en lo mejor de los casos, culminará en una democracia liberal consolidada. En el mismo sentido, Jeong (2005) sostiene que son simplemente el primer paso en dirección al establecimiento de un sistema político, ya que la estabilidad política no se logra de inmediato con la realización de elecciones sin relaciones institucionales estables y sin un consenso con respecto a los valores políticos. Verdad que nuevas democracias enfrentan desafíos complicados, pero ningún puede ser ultrapasado aboliendo las elecciones. Las elecciones posguerra no solucionan todos, pero no olvidar que éstas son organizadas y realizadas bajo circunstancias extraordinariamente difíciles. De este modo, hay un reconocimiento creciente de que las elecciones libres y justas, en que todas las partes aceptan el resultado, son únicamente un paso hacia la rehabilitación democrática de las sociedades posguerra. De hecho, la realización de elecciones no garantiza que la competición política democrática va a ser institucionalizada en el país (Kumar, 1997). Ahora bien, para Bermeo (2003), todas las elecciones tienen elementos de incertidumbre. El problema de la incertidumbre genera uno otro, que es peligro de la reanudación de la violencia. Para Gyimah-Boadi (1998), elecciones de transición, aunque cruciales a la instalación y consolidación de la democracia, son propensas a la competición, disputas interiores y otros desarrollos que pueden conducir al conflicto violento. En este sentido, Glorr (2005) ha observado los peligros, particularmente altos en sociedades posguerra, de reanudación del conflicto relacionados con las elecciones, por el hecho de que inmediatamente después de un conflicto aun se dispone de armas y la capacidad de gestión de los conflictos es limitada. Según Paris (2004), las elecciones democráticas pueden polarizar el electorado exacerbando conflictos sociales ya existentes y debilitando las perspectivas hacia una futura democratización e incluso precipitar la violencia a largaescala. Además, según Ottaway y Chung (1999) las elecciones posguerra, por lo general, han costado caro y su realización está dependiente de actores donantes. Al parecer, existen peligros asociados a la celebración de elecciones posguerra. Sin embargo, como lo señala Sisk (1998), sin elecciones, en algún punto y de alguna manera, ni la transición hacia la democracia ni la transición de la guerra hacia la paz son posibles. Significa que las mismas pueden desarrollarse en formas menos negativas para el avanzo de la democracia (Spiro Clark, 2000). De hecho, para Spiro Clark (2000) las elecciones son expresión del cambio político, catalizador de la acción internacional y el encuadramiento para desarrollar ideas sobre la naturaleza de la democracia. Por lo tanto, son un indicador indispensable del progreso de la democracia, por lo que la creación de condiciones electorales es un proceso en curso en todas las democracias. Salvaguardando las debidas excepciones, las elecciones son el mecanismo principal para crear esas mismas condiciones y no la piedra en la cumbre de la pirámide. Sisk y Reynolds (1998), los cuales parten de las experiencias electorales en África entre 1992 y 1994, sostienen que en los países marcados por los conflictos armados, las elecciones ocurrieran frecuentemente como corolario de los esfuerzos para poner término a la guerra. Sin embargo, muchos de los africanos y observadores exteriores han permanecido escépticos cuanto a la utilidad ultima de las elecciones como instrumento de cambio político, una vez que las elecciones pueden exacerbar tensiones sociales en sociedades polarizadas y altamente conflictivas. Es precisamente ahí donde encontramos el punto de inflexión, pues a pesar de los ejemplos de fracaso de las elecciones, según Sisk y Reynolds (1998), otros ven las elecciones en África como la única forma de crear gobiernos verdaderamente legítimos que protejan los derechos humanos y que genuinamente representen la populación. Lo que significa que para estos autores las elecciones, aunque imperfectas en muchos aspectos, son el único vehículo, a partir del cual la democracia y las políticas de paz pueden empezar a crear raíces. De modo que Reynolds y Sisk (1998) sostienen la idea de que las elecciones son importantes de comprender, ahí citando Rothchild (1995), ellas conducen directamente nuestra atención hacia la transición para la democracia y hacia la manutención de los sistemas democráticos una vez establecidos. Las elecciones son competitivas, son e son para ser polarizantes, o sea, ellas buscan poner de saliente opciones sociales. Por consiguiente, ¿existe alguna tensión inherente entre la naturaleza competitiva y la busca de un consenso para la gestión del conflicto? Depende de las opciones que las partes hacen a lo largo de la democratización, en especial, en transiciones democráticas (Reynolds y Sisk, 1998). Pero bueno, estos dos autores están de acuerdo con los escépticos en lo que respecta a la importancia de las elecciones como episodio breve en un proceso político más amplio. No obstante, incluso como episodio breve, son un acontecimiento eje, en el cual un progreso en dirección a la democracia puede avanzar o sufrir un revés, particularmente en un proceso de paz que busca poner término a una guerra civil y restablecer la legitimidad y autoridad del Estado (Reynolds y Sisk, 1998). En síntesis, no se trata de promover o no la celebración de elecciones, sino cómo hacerlo mejor. Es decir, es necesario antes reflexionar seriamente sobre las políticas de promoción de las elecciones en un contexto de posguerra. 2.3 Éxito y fracaso En el inicio de la década de los noventa, fueron observadas y organizadas varias elecciones competitivas tras un conflicto prolongado por la comunidad internacional (López-Pintor, 1997). Experiencias electorales que nos dan una nueva luz sobre la importancia de las elecciones como parte de un proceso más amplio de reconciliación y de un movimiento en dirección a democracias multipartidarias. De hecho, López-Pintor (1997) distingue tres escenarios preelectorales de conflicto. El primero y menos prometedor es ilustrado por Liberia, donde la guerra civil inflamó en diciembre de 1989. Intentos repetidos de poner término al conflicto a través de elecciones han fracasado, siendo que el proceso de democratización se ha iniciado bajo la presión internacional, pero un mínimo de condiciones ni siquiera ha existido (López-Pintor, 1997). En el segundo escenario posible las partes entran en una estrategia electoral bajo una presión fuerte por parte de la comunidad internacional, pero sin una desmovilización y un desarmamiento completos de los antagonistas, como lo ilustra los casos de Camboya y de Mozambique (López-Pintor, 1997). Un tercer escenario preelectoral existe, en el que el proceso de desmovilización y desarmamiento está completado antes de las elecciones. Los antiguos antagonistas participan activamente en todas las fases de preparación de las elecciones, las cuales, a su vez, son realizadas bajo observación de la comunidad internacional y, muy importante, los resultados son aceptados por el perdedor, pudiendo el mismo ser el partido del gobierno, como lo ejemplifica el caso de Nicaragua, o una oposición excombatiente, como lo ilustra el caso de El Salvador (López-Pintor, 1997). Lyons (2005), a su vez, presenta una ordenación con respecto al objetivo de una paz y democratización sostenibles. En ese sentido, las elecciones de Mozambique (1994), El Salvador (1994) y Camboya (1993) sugestionan que, aunque cada país sigue enfrentando serios problemas relativos a la consolidación democrática y violencia, ha ocurrido un progreso significativo en dirección a la paz y a la democracia. Los procesos de paz terminaron con períodos prolongados de guerra civil y, por lo menos, abrieron puertas a la democratización. En todos estos casos, las instituciones que se hicieron poderosas en la guerra – ARENA y FMNL (El Salvador), FRELIMO y RENAMO (Mozambique) y CPP y Funcinpec (Camboya) encontraron medios para transformarse y seguir influyentes en el juego político. Los casos de Bosnia-Herzegovina (1996) y Tajiquistán (1999/2000) son ejemplos en que la guerra ha terminado pero sin una democracia sostenible, o sea, las elecciones, a lo mejor, han avanzado con el objetivo de poner término a la guerra pero con implicaciones posiblemente negativas en la democratización a largo plazo. Las nuevas autoridades con poder salidas de las elecciones posguerra han gestionado la violencia en el sentido de prevenir la renovación del conflicto. Estas autoridades, sin embargo, siguieron siendo esencialmente partidos de guerra no reconstruidos en el momento de las primeras elecciones. La desmilitarización fue limitada y el poder de organizaciones, las cuales se tornaron poderosas por la guerra civil, sigue obedeciendo a viejos incentivos de violencia y de polarización y menos a incentivos democráticos de una competición política pacifica. Los casos Angola (1992) y Liberia (1997) son ejemplos de fracaso, en los que hubo un retorno a la guerra. En los dos, el fracaso del proceso de paz fue claro, o sea, el objetivo mínimo de fin de la guerra ni siquiera fue logrado. En todo caso, tanto en Angola, El Salvador, Mozambique, Nicaragua como en Camboya hubo una respuesta popular a las primeras elecciones realizadas tras el cese de hostilidades. De hecho, el alto índice de participación en estos países demuestra el grado de expectativa elevado por la paz y por una vida mejor (López-Pintor, 1997; Jeong, 2005). Aun así, los esfuerzos fracasados de poner término a la guerra civil impulsaron la transformación de las organizaciones involucradas en las luchas y proporcionaron una línea de fondo – para lo mejor o peor – para esfuerzos posteriores de construcción de la paz. Para el éxito son necesarias varias precondiciones (Jeong, 2005). Tenemos prerrequisitos políticos que incluyen la existencia de autoridades electorales creíbles, partidos políticos y una administración interina de calidad. Otro punto tiene que ver con el sistema electoral y otra precondición es la seguridad, pues para garantizar elecciones libres, la violencia tiene que estar controlada, removiendo o minimizando el clima de intimidación mientras asegurando la desmovilización ininterrumpida del antiguo personal militar. Así que una desmovilización y un desarmamiento efectivos son considerados precondiciones cruciales al éxito de las elecciones (Jeong, 2005; Lyons, 2005; Reynolds y Sisk, 1998). Tenemos igualmente los prerrequisitos logísticos para las elecciones (Jeong, 2005). La conducción de elecciones requiere capacidad institucional y técnica que ayude a la capacitación electoral y al acceso equitativo a los media y cuenta de las votaciones así como al registro de votantes. Según Lyons (2002) una elección pos-acuerdo de paz tiene éxito o fracasa si contribuye para el fin del conflicto armado. Algunas elecciones han tenido éxito con respecto a este objetivo, destacadamente, Zimbabue, Mozambique, El Salvador, Namibia y Nicaragua. Otras han contribuido para el fin de la guerra a corto plazo pero con resultados menos evidentes con respecto a una seguridad a largo plazo, como los casos de Liberia, Camboya, Líbano, BosniaHerzegovina. En Angola, las elecciones de 1992 hicieron estallar la violencia y fracasaron incluso con relación al objetivo de fin de la guerra. La reanudación de la guerra tras las elecciones ocurrió igualmente en la Sierra Leona. De acuerdo con López-Pintor (1997), el criterio de evaluación entre los observadores internacionales es si las elecciones son libres y justas, lo que, sin embargo, presenta una contradicción inherente, pues se trata de una elección que no es rutina y, por naturaleza, está llena de incertidumbre e irregularidades y, por esa razón, no puede ser evaluada por principios de práctica de rutina. Así que el mismo autor propone una evaluación en términos de aceptabilidad (acceptability) (López-Pintor, 1997). Para Reilly (2008) la gran cuestión que enfrentan todas las elecciones posguerra es saber ¿en qué circunstancias ellas pueden ayudar a la construcción de un nuevo y pacifico orden democrático? y ¿en qué otras terminan por minar la posibilidad de una democracia estable y, así, preparando el terreno hacia un retorno al conflicto violento? En este sentido, es necesaria una evaluación menos ideológica y más realista de las elecciones que reconozca que las mismas pueden ser potencialmente benéficas o, al revés, perjudicar la democratización. El éxito de las elecciones depende de un análisis cuidadoso con respecto a cuestiones de timing, secuencia, mecanismos y de administración. Además, los políticos necesitan de prestar más atención a todas estas cuestiones y a la conexión entre opciones institucionales y objetivos más amplios de políticas posguerra para una reconstrucción estable y democrática (Reilly, 2008) 2.4 Objetivos múltiplos: el problema de la compatibilidad Dicho anteriormente, la gran cuestión que todas las elecciones posguerra enfrentan es saber ¿en qué circunstancias las mismas ayudan a construir un nuevo orden democrático pacífico y en qué circunstancias socavan las posibilidades de una democracia estable, preparando el terreno hacia una vuelta al conflicto violento? Para Reilly (2008) la prosecución de los objetivos de las elecciones posguerra hace surgir dilemas, los cuales tienen que ver con el problema de la incertidumbre. Por otro, Reynolds y Sisk (1998) consideran que las elecciones hay que verlas dentro de un contexto, o sea, no son ni los medios ni el fin exclusivo de la democracia, lo que significa igualmente que si las elecciones fomentan el objetivo doble de la democratización y gestión del conflicto, eso ya depende de las varias variables que hacen parte de los esfuerzos y no están directamente relacionados con la votación por sí misma. Desde ya es posible identificar tres problemáticas que activan dilemas y opciones críticas con respecto a la celebración de elecciones posguerra: 1. El timing, o sea, la fecha de su realización y que, según Jarstad (2006), activa un dilema temporal. Elecciones hechas antes de tiempo, especialmente en sociedades profundamente divididas y con instituciones débiles, acarrean el riesgo de un retorno a la guerra, al mismo tiempo que tornan difícil la consolidación democrática (Mansfield y Synder, 2005/2006). Existe, sin embargo, la dificultad añadida de conseguir identificar de modo preciso cuándo el mejor momento a su celebración y en simultáneo gestionar los recursos disponibles. Las misiones de peacebuilding buscan aplazar la realización de las elecciones hasta el cese del fuego y desarmamiento de todas las partes. No obstante, los grupos armados pueden no estar dispuestos a desmovilizar hasta convencerse de las ventajas en su participación en las elecciones. Posponer por demasiado tiempo o por varias veces consecutivas puede permitir al partido más intransigente liderar el propio proceso democrático o construir una ventaja a través de un controlo del dicho timing electoral. Por otro lado, la desconfianza en el proceso político puede conducir a rechazos declarados o a retrasos indefinidos en el proceso de desmovilización, dejando los peacebuilders ante dos opciones difíciles: realizar las elecciones lo más rápido posible y de acuerdo con la fecha propuesta y, desde modo, con el alto riesgo de una vuelta al conflicto, o, al revés, postergar hasta que las condiciones sean las más favorables pero con el riesgo de conducir a una pierda de la confianza de la populación en el proceso político (Bertram, 1995). 2. La competición electoral, en particular, la formación de los partidos políticos y el problema de la polarización violenta, e cuales, a su vez, pueden traducirse en la aceptación o no de los resultados y, consecuentemente, en un riesgo de reanudación del conflicto bélico. Todo esto proceso puede alimentar el dilema horizontal, o sea, de la inclusión o exclusión de partidos. Para Atwood (en Kumar, 1998), en sociedades fustigadas por la guerra, las elecciones pueden ser particularmente conflictivas, sobretodo, si los partidos políticos se organizan alredor de orientaciones étnicas, regionales o religiosas, siendo que las mismas pueden representar un coste demasiado alto y perjudicar la sostenibilidad de las nuevas instituciones y estructuras. 3. La presencia internacional, no solo en la conducción sino también la credibilidad de las propias elecciones. Esta presencia puede tener efectos contradictorios, es decir, si, por un lado, puede ayudar a poner término a una pugna y empujar el país hacia la transición democrática, por otro, puede retardar el proceso por lo cual las facciones por sí mismas buscan la paz. Partiendo del análisis de Walter (1999), tenemos también un importante aspecto con respecto a las primeras elecciones tras la guerra, pues si es fácil imaginar por qué los partidos están dispuestos por voluntad propia a someterse a las elecciones, o sea, en situaciones de las cuales puedan beneficiar con la victoria en el futuro o en las que no serán maltratados si salen perdedores, o donde es costoso subvertir el sistema, entonces qué pasa si las elecciones y las instituciones no garantizan nada de aquello?, y ¿sí los perdedores de la primera elección posguerra consideran no tener otra oportunidad para llegar al poder? o, muy importante, y ¿si la derrota en la primera elección es algo permanente? Con respecto a las elecciones en África, Sisk (1998) nos aclara sobre los dilemas y opciones críticas a ellas asociadas, nombradamente: dilema de la representación étnica: la gran cuestión es saber si ¿los partidos políticos que representan de modo explicito intereses de identidades como la etnicidad, religión, región o género, deben de ser desalentados e incluso proscritos? Para la comunidad internacional el dilema surge cuando se trata de decidir si trabajar con partidos étnicos en un esfuerzo de inducir a la moderación o si tales partidos deben de ser excluidos de los programas de asistencia internacional; equilibrar múltiplos objetivos en la selección del sistema electoral: optar por un sistema electoral tiene implicaciones importantes, o sea, del mismo traducir la voluntad legítima del pueblo. Hay, por lo tanto, una opción con respecto a la representación institucionalizada y, a su vez, en lo que concierne a cualidad de la representación (representatividad), responsabilidad (accountability), inclusión y accesibilidad, estabilidad del gobierno, desarrollo del sistema partidario y la capacidad de engendrar reconciliación. Dependiendo de uno de estos valores a maximizar, al parecer la maximización ocurrirá a expensas de otros valores. Inclusión para responsabilidad (accountability): si los partidos y la comunidad internacional debe defender la adopción de instituciones inclusivas especialmente mandatadas para compartir poder (power sharing). Compartir el poder puede reducir los recelos asociados a la exclusión e inducir la cooperación y la construcción de una coalición entre antagonistas. No obstante, la inclusión puede perjudicar el valor de la responsabilidad, lo que resulta en el dilema ¿deben los spoilers y potenciales spoilers de ser incluidos o no en el proceso electoral? Sobre los objetivos de las elecciones, López-Pintor (1997) distingue entre objetivos de elecciones en democracias consolidadas y de elecciones llamadas de transición, o sea, que marcan la transición de una guerra hacia una democracia. Estas últimas tienen el objetivo principal de incorporar en el sistema político democrático antagonistas políticos, cuya relación previa a la elección se caracterizó por el uso total de la fuerza, por lo que la aceptación de los resultados por todas las facciones es fundamental y una prueba necesaria para la fundación de un sistema de gobierno democrático. Reynolds y Sisk (1998) presentan dos tipologías separadas que reflecten las varias funciones que las elecciones pueden desempeñar: la primera trata de las múltiplas funciones de las elecciones en las democracias en general, ya la segunda corresponde específicamente a potenciales funciones de las elecciones en promover la gestión pacifica del conflicto. Dicha tipología puede ser resumida en la siguiente tabla 2.1: Tabla 2.1 Funciones las Elecciones DEMOCRACIA Legitimar el gobierno GESTIÓN DEL CONFLICTO Inaugurar un orden pos-conflicto La voluntad del pueblo (o por lo menos una pluralidad Las elecciones son percibidas como el mecanismo, por o mayoría del pueblo), ejercida a partir del acto lo cual una transición de un conflicto armado para un electoral, es ampliamente vista como el vehiculo a gobierno inclusivo es consumada. Son igualmente través del cual la capacidad para gobernar está vistas como el acontecimiento crucial en el que la legitimada; sociedad pasa de una violencia abierta para una nueva Alternancia de coaliciones de gobierno y de elites era basada en la negociación y reciprocidad Las elecciones posibilitan el compromiso de las partes Evitar el conflicto inminente a las reglas del juego, institucionalizando, por otra Las elecciones pueden tener una función preventiva parte, la incertidumbre; con respecto al conflicto violento, cuando existe la Construcción de la confianza expectativa de que sin la reconstitución del orden Las elecciones, sí estructuradas de manera apropiada, político, la violencia política es inminente. dan incentivos a la minorías políticas para participar en Ampliar la base de representación la vida política, ejercer influencias y tener confianza en Cuando la fuente del conflicto violento se encuentra en las instrucciones; la exclusión permanente de un partido o grupo del Encorajar la estabilidad Cuanto más representativo, inclusivo, poder y justo político, las elecciones, sí estructuradas el adecuadamente, pueden servir para ampliar la base de sistema político menos la probabilidad de un grupo de la participación política y así permitir la expansión de la ciudadanos se movilizar para cambiarlo de modo representación. violento, siendo que el valor clave es la legitimidad del régimen; Educación del público Las elecciones tienen una función de educar el publico al definir las materias, ideologías y posiciones políticas públicas de los candidatos, pudiendo también servir de agente de comunicación social. Fuente: Elaborado a partir de Reynolds y Sisk (1998:16-18). Sobre los objetivos de las elecciones posguerra, Kumar (en López-Pintor, 2005) nos indica que los mismos son múltiplos y, muy importante, ni siempre mutuamente compatibles: a. Legitimidad: elegir un gobierno con apoyo popular domestico y legitimidad internacional. Transferir el poder a un gobierno instalado democráticamente que tenga legitimidad nacional e internacional y que sea capaz de dar inicio a la reconstrucción del país; b. Democratización: empezar con el proceso de democratización y consolidarlo, aunque una sola elección no haga democracia; c. Reconciliación: promover la reconciliación, envolviendo partidos opositores y grupos en el proceso político. Se espera que las mismas transformen un conflicto violento en uno no violento. El primer objetivo es de todo importante ya que la legitimidad tiene que ver con la estabilidad de cualquiera democracia (Lipset, 1987). Existen, según Suchman (1995), tres formas principales de legitimidad, una pragmática basada en el interés del público, una moral basada en una aprobación normativa y otra cognitiva basada en la comprensibilidad, o sea, la legitimidad presenta un carácter diverso, lo que implica que la misma opera de modo distinto en diferentes contextos y cómo la misma trabaja depende de la naturaleza de los problemas. El segundo objetivo es iniciar y consolidar el proceso de democratización en el país, pero una sola elección no hace democracia. La naturaleza, dirección y ritmo de la democratización están condicionados por varios factores y circunstancias ambas internos y externos. El tercero tiene que ver con promover la reconciliación entre las partes que antes estaban en guerra, o sea, se espera que las elecciones transformen el conflicto violento en uno no violento (sustituir balas por votos). Las elecciones contribuyen hacia la institucionalización de un mecanismo de resolución del conflicto en el cuerpo político. Ahora bien, surgen problemas ya que estos tres objetivos ni siempre son mutuamente compatibles. Como refiere Kumar (1998), el caso de Angola indica que elecciones prematuras pueden antes sufocar que facilitar la democracia. Para Lyons (2002), las elecciones pos-acuerdo son concebidas para avanzar con objetivos a veces contradictorios y relacionados con el cese de la guerra, la democratización, la intervención y la legitimidad. El mismo autor sostiene que estos múltiplos objetivos operan en diferentes líneas de tiempo y requieren distintas precondiciones. Es más, un número significativo de factores son necesarios para que una elección posguerra avance con los procesos de paz y de democratización, nombradamente la desmovilización, imperio de la ley, repatriación de refugiados, compromiso de las facciones a los acuerdos (Lyons, 2002). Dicho esto, son varios los problemas relacionados con las elecciones posguerra, desde el timing, la competición electoral, la presencia internacional, la credibilidad del proceso electoral y la aceptación de los resultados a la intensidad del conflicto. Son varios los objetivos asociados al objetivo doble de las elecciones posguerra, o sea, la paz, en el sentido de la gestión del conflicto, y la democracia, en el sentido de su instauración y consolidación. Los objetivos ni siempre son mutuamente compatibles y generan situaciones dilemáticas. Resulta de todo esto, un problema de compatibilidad con respecto a los objetivos de las elecciones posguerra y que se puede traducir en la siguiente cuestión: puede una simples elección servir múltiplos objetivos al mismo tiempo y de modo sincronizado? El problema de la compatibilidad consiste precisamente en saber cuándo, cómo y por qué surgen situaciones de contradicción entre objetivos de elecciones posguerra, o sea, situaciones en el que el avanzo de uno de ellos choca con el avanzo de otro. 3. Conclusiones generales: una propuesta de investigación futura La construcción y consolidación de la paz por medio de la democracia es compleja y multidimensional. En ella, la celebración de elecciones tras una guerra civil proporciona un campo fértil a nuevas investigaciones y con aportaciones a los temas transiciones democráticas y peacebuilding pos- conflicto. Transcurridos los capítulos anteriores, es posible afirmar que la paz liberal es el principio orientador de las acciones de peacebuilding pos-conflicto y de democratización y que su aplicación presenta limitaciones. Muchos de los procesos de democratización contemporáneos son desarrollados en sociedades devastadas por la guerra. La gran expectativa es que las transiciones posguerra resulten tanto en democracia como en paz. Sin embargo, la incertidumbre es un elemento omnipresente en este tipo de transición, cuyo riesgo es la reanudación de la violencia. Las elecciones posguerra son un ingrediente necesario de las operaciones de peacebuilding pos-conflicto y de promoción de la democracia. Existe un debate sobre su valor y papel crítico, lo cual se caracteriza por autores que abogan por el valor inherente de las elecciones, o sea, sin las cuales no es posible un progreso en dirección a la democracia, siendo que todos los problemas relacionados con la realización de las mismas requieren una evaluación sobre cómo mejor preparar, organizar y celebrar el proceso electoral, mientras que para otros autores son un simples indicador y no el único y suficiente para la democracia, por lo que defienden la evaluación y el diseño de formas alternativas de conducir la rehabilitación política de sociedades posguerra en dirección a la democracia. Los objetivos de las elecciones son múltiplos y su prosecución puede traducirse en situaciones de contradicción y, consecuentemente, resultar en varios dilemas. De hecho, el timing, la competición electoral, la presencia internacional, la credibilidad del proceso electoral, la aceptación de los resultados o a la intensidad del conflicto son problemas asociados a las elecciones posguerra. Es precisamente de la observación de que las elecciones son un elemento clave de las acciones de peacebuilding y de democratización, de que sus objetivos ni siempre se refuerzan y son compatibles, pudiendo generar dilemas y opciones críticas, que resulta el problema de la compatibilidad de sus objetivos. En términos generales, el problema consiste en saber cómo, cuándo y por qué razón(es) surgen situaciones de contradicción con el avanzo de los objetivos. A partir de la revisión de la literatura no es posible saber cuándo, cómo y por qué los objetivos múltiplos de las elecciones posguerra ni siempre se refuerzan, creando situaciones en las que el avanzo de un objetivo no es compatible con el avanzo de otro. Por otra parte, existen varios abordajes sobre en qué consisten los objetivos de las elecciones posguerra, por lo que hay que identificar claramente cuales son, así como la dinámica entre ellos. Otro punto importante es no existe una evidencia clara sobre si situaciones de compatibilidad/incompatibilidad pueden explicar el éxito o fracaso de las elecciones. Así, sobre el tema de la reanudación de la violencia existe un problema de asociar la misma al hecho de la realización de las elecciones. Una investigación de interés seria la de estudiar los incentivos electorales a la violencia en sociedades posguerra. Dicho esto, a) saber en qué consiste el problema de la compatibilidad, contestando a las cuestiones básicas: cómo, cuándo y por qué, b) saber si el problema de la compatibilidad permite evaluar el éxito y fracaso de las elecciones pos-conflicto, c) saber cuál el impacto de dicho éxito o fracaso en los procesos de peacebuilding pos-conflicto y de democratización son posibles objetivos de una investigación futura. Sin embargo, dicha investigación tendrá que manejar con un gran cuerpo de variables, lo cual puede constituir una limitación a la investigación y eso se puede desde ya ilustrar a partir de la cuestión: ¿son las elecciones de por sí un peligro o son las condiciones que las anteceden que determinan su éxito o fracaso? Significa, por consiguiente, que hay, en primer lugar, todo un proceso de identificación y delimitación de variables y, en segundo lugar, un proceso que identifique y establezca relaciones entre ellas. Desde pronto, es posible afirmar que tenemos variables de contexto asociadas al escenario posguerra y otras con respecto a los propios procesos de peacebuilding y de democratización, dado que hay otros elementos que integran los mismos, no se limitando solamente a las elecciones. Después las variables con respecto al propio proceso electoral desarrollado. Una investigación profundizada sobre cuándo, cómo y por qué los objetivos de las elecciones ni siempre se refuerzan, posibilitará el diseño de un proceso mejorado o de otras alternativas para que las elecciones posguerra puedan influenciar positivamente la construcción y manutención de la paz y democracia. Bibliografia Barnett, Michael et al., 2007. “Peacebuilding: What Is in a Name?”, Global Governance 13: 35-58. Bermeo, Nancy. 2003. “What the Democratization Literature Says-Or Doesn’t Say-About Postwar Democratization, The Global Governance 9 (2): 159-178. Bertram, Eva. 1995. “Reinventing Governments. 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