(Jasal y Anchuelo, en el transcurso de un viaje de Madrid a Rom a. Viudo y después de cursar la carrera sacerdotal, Casal Anchuelo falleció en Tolosa el 19 de marzo de 1897. Su nieto fue el recordado abogado tolosano D. Luis Cas­ tro Casal, G obernador Civil de Vizcaya en el año 1931, y m ás adelante, en dos ocasiones, Presidente de la Diputa­ ción de Guipúzcoa. Transcribam os, pues, el texto in­ teresado. «O b servam os desde m uy tem prano en este día, que en todas partes es ya com o preludio del alborotador Carna­ val que le sigue, cierta concurrencia extraordinaria de gente por las calles, lo que me hizo pensar si sería en Francia día festivo, aunque sabía que allí no hay más fies­ tas que los dom ingos. A poco, los acentos de una música de instrum entos de aire que se aproxim aban nos hizo acudir a los balcones, desde donde vim os un espectáculo nuevo para nosotros. Una porción de hom bres con boinas (que usan todos los vascos) cubiertas de vistosos lazos de cintas de colo­ res, o con som brerillos de paja cubiertos de flores, o v e s ­ tidos de blanco con adornos de cintas; finalm ente, de extrañas m aneras, pero lim pios y aseados hasta no más, venían precedidos de sus m úsicos, tam bién vestidos del m ism o modo, y llevaban en m edio dos o tres parejas de bueyes, los m ás herm osos y escogidos, los cuales iban no m enos adornados con raros y vistosos caprichos. U nos con los cuernos dorados y el cuerpo salpicado de estrellas de plata y oro. Otros con m antillas de grana de anchas cenefas doradas, de que pendían grandes borlas de los m ism os, llevando en sus cabezas bonitas coronas de flores de m ano; y todas las parejas unidas con ligeros yugos cubiertos tam bién de flores y verdes hojas. Toda esta com itiva se detenía por intervalos delante de al­ gunas casas, y allí tocaban un rato. No poco nos divirtió esta nunca vista función, pues si toda novedad agrada, m ucho m ás la que se disfruta en país extranjero. Era, pues, la fiesta de los abastecedores de carne, que en el día de Ju e v e s de Sexagésim a o J u e ­ ves Gordo, com o vulgarm ente se llama, tienen costum ­ bre de ir ostentando por toda la ciudad las m ejores reses y las engalanan de este m odo y entretienen a la población entera, pues circulan en todas direcciones y por toda la ciudad diferentes cuadrillas y a com petencia se esm eran para sobrepujar en adornos y m ás que nada en presentar m ejores reses. EN BAYONA, EL JUEVES GORDO DEL ANO 1851 Por Juan G arm endia Larrañaga Esta referencia acerca de la celebración del Ju e v e s G ordo de 1851 en Bayona, la conozco por deferencia de mi querido am igo D. Pedro Elosegui Irazusta. S e trata de unas nuevas interesantes recogidas por D. Jo s é Nicasio Nosotros vim os desde casa y donde quiera que fuim os aquel día, m uchas com parsas con sus m úsicas y sus bue­ yes ataviados con cintas, con lazos, con canastillas de flores, con coronas, todas poco m ás o m enos com o llevo dicho. — He aquí una función bien inocente y que divierte m ucho a esta gente. Dije yo a mi sobrino. — A mí tam bién m e divierte m ucho, me contestó; pero creo que aquí debe haber m ucha farsa, porque estas pro­ cesiones tienen m ucho de eso. — No tanto, no tanto, le repuse; es cierto que van todos con un día tal de im portancia, que parece están ejecu­ tando la cosa m ás form al del m undo; pero son costum ­ bres de pueblos que debem os ver y conocer sin criticar­ las; pues si escudriñam os las de todos los países por sensatos y juiciosos que sean, verem os cosas bien raras que nos chocarán y que acaso nos parezcan ridiculas. Esta fiesta al m enos es bien pacífica, bien sencilla y ¡ojalá! que todas las fiestas populares fueran com o ella. Tal fue el espectáculo que B ayo na nos ofreció el Ju e v e s Gordo.» 38