DOCUMENTO DEL GRUPO DE BIOGERONTOLOGÍA CONGRESO ENVEJECIMIENTO. LA INVESTIGACIÓN EN ESPAÑA Y EUROPA (9-11 MARZO 2011) LEOCADIO RODRIGUEZ MAÑAS El impacto que la investigación biomédica en diferentes campos de las Ciencias de la Salud ha tenido sobre el aumento de la esperanza de vida y la mejoría de la calidad de vida producidos en las últimas décadas, permite aspirar a logros de igual o mayor repercusión en el terreno del envejecimiento. Una mejor comprensión de sus mecanismos básicos (moleculares, bioquímicos, celulares y genéticos), de las enfermedades crónicas denominadas edaddependientes y de los problemas de salud que se manifiestan de forma prevalente en la vejez, junto a un mejor conocimiento de las características epidemiológicas de los mismos y de su repercusión sobre los sistemas de salud, ofrecen nuevas posibilidades para la comprensión del proceso de envejecimiento y algunas de sus consecuencias. Abriendo el camino a intervenciones que conduzcan a una real “compresión de la morbilidad”, logrando que las generaciones futuras alcancen y vivan su vejez desde la salud y la autonomía funcional. Esta aspiración ha dejado de ser una utopía. Los numerosos hallazgos derivados de la investigación sobre envejecimiento han contribuido a la prolongación de la expectativa de vida y han modificado estereotipos sobre la inevitabilidad del declinar funcional de la vejez tanto fuera como dentro de España (Manton y cols., 1997; Sagarduy-Villamor y cols., 2005; García y cols., 2011). Más aún, han ofrecido interesantes hallazgos sobre la vejez y la longevidad cuyas consecuencias alcanzan con sus beneficios a todas las generaciones (Singer y Manton, 1998; Christensen et al., 2009; Vaupel, 2010). Hasta muy recientemente, ni los paradigmas teóricos de los que se partía ni los instrumentos de los que se disponía para hacer investigación en envejecimiento permitían avanzar significativamente en su conocimiento (Takahashi y cols., 2000; Fried 2000). El desarrollo de la biología molecular y celular, la emergencia del concepto de la importancia de preservar la función y la calidad de vida más allá del único objetivo de prolongar la cantidad de vida (Hayflick, 2000), la progresiva preeminencia de lo preventivo sobre lo protésico (Rowe, 1997; Rowe, 1999), la caracterización del envejecimiento como un proceso claramente distinto a la enfermedad en general y a las enfermedades edad-dependientes en particular (Hayflick, 2007), el mejor conocimiento de las bases fisiológicas que subyacen bajo el mantenimiento de la autonomía funcional (Taddei y cols., 2000; Eskurza y cols., 2005; Fedarko 2011), así como el impulso de la investigación sobre poblaciones y sobre la propia práctica asistencial han contribuido también a ese cambio de tendencia. A lo largo del siglo XX hemos conseguido no solo vivir más años (prolongar la longevidad) sino vivirlos mejor, con menores tasas de dependencia y discapacidad, aumentando lenta pero progresivamente el porcentaje de personas que viven su ancianidad desde la autonomía personal. Tanto en los procesos que condicionan la longevidad como en los que actúan sobre la generación de discapacidad existe un factor común: la vulnerabilidad (Hayflick, 2007; Bergman et al., 2007; Xue, 2011). Pero tanto su origen como sus consecuencias son distintas y, aunque compartan algunos mecanismos, es muy probable que gran parte de sus causas sean distintas. Así pues, los programas de investigación sobre envejecimiento desde el punto de vista biosanitario habrán de considerar estas dos vertientes de interés: 1) la longevidad y 2) la autonomía funcional. El objetivo final, el fin último a conseguir, es un envejecimiento libre de incapacidad, una vejez autónoma e independiente (Walston y cols., 2006). Que es diferente del concepto de envejecimiento libre de enfermedad. Más del 90% de las personas mayores con dos ó mas enfermedades crónicas no tenían fragilidad ni deterioro funcional (Fried et al., 2001) y variables diferentes de la enfermedad (por ejemplo, la velocidad de la marcha) son capaces de predecir la expectativa de vida en ancianos con mayor precisión que la existencia de enfermedades crónicas o que la comorbilidad (meta-análisis de JAMA, 2011). En consecuencia, el concepto de “Healthy Ageing” no debe entenderse primordialmente como envejecimiento libre de enfermedad sino libre de discapacidad. Y por tanto, el tema de investigación no es solo, ni preferentemente, la longevidad o el aumento de la esperanza de vida, objetivo por otra parte cada vez más difícil de conseguir al habernos acercado mucho a la máxima longevidad media de la especie humana, sino mejorar la salud de la población anciana en términos de independencia y autonomía funcional, tal y como reconocían hace ya más de una década un grupo de expertos en biología celular y molecular reunidos bajo el paraguas de la European Molecular Biology Organization (EMBO) (Brack y cols., 2000). En este mismo sentido, Leonard Hayflick afirmaba en un número monográfico que Nature dedicó al envejecimiento que, “los biogerontólogos tienen la obligación de enfatizar que el objetivo de la investigación sobre envejecimiento no es aumentar la longevidad independientemente de sus consecuencias, sino aumentar la longevidad activa libre de discapacidad y dependencia funcional” (Hayflick, 2000). Pero habrá de hacerlo diferenciando claramente lo que es envejecimiento (y por tanto fisiología) de lo que es enfermedad (y por tanto patología), sin que ello suponga renunciar a entender el proceso de envejecimiento como un proceso caracterizado por la pérdida progresiva de la capacidad de reserva funcional y de determinados mecanismos de respuesta a los agentes estresantes, facilitando así la aparición de las enfermedades edad-dependientes a la vez que modifica los modos de interactuar con ellas, diferentes a los que se observan en el adulto no anciano. Por tanto, los programas habrán de contemplar también las causas que, en el envejecimiento, favorecen la aparición de dichas enfermedades edad-dependientes, las interacciones entre ellas organismo/sistema/célula/aparato y las subcelular interacciones envejecido. de cada Permitiendo una con el así entender las alteraciones o modificaciones que condicionan la pérdida de longevidad y el desarrollo de fragilidad funcional y dependencia (Song et al., 2010). Bajo este marco conceptual, ¿cuáles son a grandes rasgos las peculiaridades a respetar en la investigación biológica/biosanitaria sobre el envejecimiento? Desde el punto de vista del terreno en el que se produce el fenómeno a observar, una característica principal es la heterogeneidad. Esta heterogeneidad afecta a múltiples variables relevantes en la investigación gerontológica y geriátrica, obligando a un proceso cuidadoso de estratificación (“targeting”). Que ha de afectar a las noxas, a los mecanismos, a las consecuencias y a los remedios. Y que empieza por la propia edad. Pocas cosas tan diferentes a un anciano de 70 años que uno de 92. Pero que continúa con la función, porque también podemos afirmar que pocas cosas hay tan diferentes a un anciano de 80 años autónomo funcionalmente como un anciano de 80 años con dependencia funcional. Especialmente si no se pierde de vista el objetivo final: el mantenimiento de la máxima autonomía funcional, que también varía para cada sujeto o grupo de sujetos, e incluso para el mismo a lo largo del tiempo. Habrá por tanto que estudiar los procesos que condicionan una pérdida en la capacidad de adaptación y aquellos que aceleran o modifican en cualquier sentido este proceso, partiendo de un terreno cambiante y con unas metas variables. Como ya se comentó previamente, otra característica fundamental es la pérdida de la reserva funcional. Pérdida de reserva funcional que condiciona una mayor susceptibilidad a la agresión externa, al disminuir los mecanismos de respuesta y su eficacia para conservar el medio interno. Disminución de respuesta que inicialmente solo se manifiesta bajo circunstancias de intenso estrés para luego pasar a manifestarse ante mínimas agresiones. Esta mayor susceptibilidad a la agresión se produce de manera progresiva, aumentado la posibilidad de que cualquier noxa causal desencadene perdida de función, discapacidad y dependencia según se va perdiendo reserva funcional (Bortz, 2002; Lunney y cols., 2003). El concepto que permite abarcar estas peculiaridades del proceso del envejecimiento y del ser ya envejecido es el de fragilidad (“frailty”), entendido como sinónimo de inestabilidad, de pérdida de reserva funcional, de mayor probabilidad o riesgo de cambiar de “status” funcional, de caer en la dependencia o de incrementar la preexistente (Campbell y Buchner, 1997; Hamerman, 1999, Fried y cols., 2001; Walston y cols, 2006; Bergman et al., 2007; Xue, 2011). Es también este concepto el que permite abordar de manera global una propuesta de investigación sobre envejecimiento que vaya más allá del estudio de los mecanismos asociados a la longevidad (Rodríguez Mañas, 2001). Concepto que tiene sentido por sí mismo y que ha pasado a liderar los temas de investigación en el campo del envejecimiento, al permitir adelantarse al desarrollo de incapacidad, y de manera muy especial a la más prevalente en el anciano: la incapacidad no catastrófica, entendida como aquella que se desarrolla de manera subaguda o crónica, en contraste con la que sucede a un evento clínico aislado y directamente incapacitante (fractura de cadera, ictus…), denominada incapacidad catastrófica. Si además consideramos que 1) en los ancianos existe una fase de enfermedad o incapacidad preclínica, que puede permanecer latente durante años y que, por razones no conocidas aunque probablemente distintas a las que produjeron la fase preclínica, finalmente se manifiestan clínicamente (Fried, 2000) y producen incapacidad (Fried y cols., 2000); 2) el deterioro funcional es frecuentemente consecuencia de la acción conjunta de la interacción de múltiples causas, que individualmente no son capaces de producir tal deterioro; 3) una vez traspasado el umbral de la fragilidad hacia la incapacidad, la posibilidad de recuperación de la incapacidad una vez que esta se ha producido es muy improbable (Ferrucci y cols., 2002), especialmente cuanto mayor sea la edad del sujeto, y el grado y duración de la incapacidad (Fried y Guralnik, 1997), la prioridad de la investigación en envejecimiento debiera centrarse en: A) los aspectos relacionados con los mecanismos intrínsecos del envejecimiento que modulan la longevidad y la fragilidad biológica y, B) las enfermedades y condiciones que, incidiendo sobre los mecanismos implicados en la longevidad y la fragilidad biológica, contribuyen al desarrollo de una situación de fragilidad clínica y, finalmente, de incapacidad y muerte. Estos dos grandes apartados están además matizados por 1. la necesidad de investigar en cada uno de ellos el efecto de la asociación de los riesgos y de las enfermedades (comorbilidad) sobre la fragilidad, la función y la longevidad, y el correspondiente efecto de las intervenciones sobre las asociaciones de factores de riesgo y enfermedades, así como 2. la necesidad de considerar la heterogeneidad característica de los ancianos, que obliga a la estratificación sistemática de las variables predictoras (edad, factores de riesgo, status de enfermedad, situación funcional, tipo de intervención) y de las variables resultado (situación vital y funcional, calidad de vida, etc.). 3. la necesidad de estudiar de manera conjunta el impacto combinado de varios de los factores y sistemas implicados en el desarrollo de fragilidad, en la búsqueda de dinámicas y modelos no lineales que mejoren la comprensión de las bases biológicas de la fragilidad (Lipsitz, 2002; Walston y cols., 2006). Las dos prioridades generales pueden desglosarse en seis áreas temáticas que sucintamente se enumeran a continuación: 1) Mecanismos celulares y moleculares implicados en el proceso de envejecimiento y en la pérdida de reserva funcional. 2) Mecanismos celulares y moleculares implicados en la longevidad, la fragilidad y el deterioro funcional. 3) Mecanismos celulares y moleculares por los que las enfermedades generan fragilidad en el anciano. Interacción enfermedad-enfermedad y enfermedadenvejecimiento en el desarrollo de fragilidad y discapacidad. 4) Marcadores y predictores de fragilidad en el envejecimiento. Con especial interés en los sistemas más habitualmente implicados en la fragilidad: Sistema músculo-esquelético, Sistema Nervioso, Sistema Endocrino/Nutrición, Sistema cardiovascular (Fried y Walston, 2003). 5) Estudio del efecto diferencial de situaciones y enfermedades sobre la longevidad, la fragilidad y la función, en especial las más prevalentes y las que con más frecuencia condicionan dependencia y mortalidad o se asocian a ella: enfermedades cardiovasculares (incluyendo ACVA), depresión, diabetes, artrosis, osteoporosis, fracturas, deterioro cognitivo, demencia, polifarmacia, yatrogenia, caídas, malnutrición y cáncer (Murray y López, 1997; Hamerman, 1999; Marinella y cols., 2000). 6) Estudio de diferentes intervenciones (nutrición, ejercicio, fármacos) sobre la longevidad y el status funcional, incluyendo el efecto de las intervenciones sobre las enfermedades medidas por su impacto sobre la fragilidad y la discapacidad y la expectativa de vida. 7) Estudio del efecto de la fragilidad y la disca Estas cuatro grandes áreas habrán de articularse siguiendo un modelo de investigación que atienda a los factores biológicos, moleculares y celulares, el papel causal de sus alteraciones en los diferentes subsistema fisiológicos implicados en la longevidad y la funcionalidad para, finalmente, evaluar su impacto en términos de rendimiento sobre la función. (Fig. 1). Marcadores potenciales de longevidad y fragilidad Variabilidad genética, genoma Epigenética Mutaciones del DNA mitocondrial Citocinas y quemocinas Inmunidad celular Proteínas de fase aguda Especies reactivas de oxígeno Muerte celular Subsistemas fisiológicos: posibles “dianas” Huesos y articulaciones Rendimiento funcional (medidas de función) Movilidad Músculos Marcha Sistema Nervioso Central y periférico Balance Organos sensoriales Actividades de la Vida Diaria Producción y distribución de Destreza manual energía Hormonas, metaboloma Eficiencia metabólica Actividad física Proteínas modificadas, Capacidad aeróbica y sistema Resistencia proteoma cardiovascular Micro y macronutrientes Vitalidad emocional Comportamiento motor Fig. 1. Potenciales biomarcadores de longevidad y fragilidad, subsistemas fisiológicos implicados y manifestaciones (síntomas) útiles en la detección del síndrome de fragilidad. Modificado de Ferrucci y cols., 2002. Este tipo de investigación sobre el envejecimiento, en el que se combinan aspectos celulares y moleculares con aspectos poblacionales, ha sido considerada prioritaria en varios programas marco de la Unión Europea. Así el VI Programa Marco Europeo promovía el “estudio del desarrollo humano y del proceso de envejecimiento. El objetivo es comprender mejor el desarrollo humano, con especial énfasis en el proceso de envejecimiento, con el fin de desarrollar la base para mejorar las estrategias de salud pública que promuevan una vida y un envejecimiento sano. La investigación se centrará en la comprensión del desarrollo humano, explorando los determinantes celulares y moleculares del envejecimiento saludable, incluyendo sus interacciones con factores ambientales, de comportamiento y de género.”. En el VII programa marco, en el área de salud, se ha hecho énfasis en la intervención sobre condicionantes de discapacidad y en los mecanismos celulares y moleculares asociados al “Healthy Aging-Envejecimiento saludable”. En el VIII programa marco debiera darse el salto desde el “Envejecimiento Saludable”, término confuso que puede entenderse como “Envejecimiento libre de enfermedad (Disease-free Aging)”, al más inclusivo de “Envejecimiento libre de discapacidad (Disability-free Aging)”, a la vez que se debiera poner énfasis en la importancia de la prevención de la discapacidad tanto o más que en su tratamiento. Finalmente, deben hacerse algunas consideraciones generales sobre la manera en que deben afrontarse estos programas de investigación biosanitaria sobre el envejecimiento: 1) En el caso de la longevidad, ha de enfatizarse la importancia de investigación sobre el envejecimiento humano. La mayor parte de los datos experimentales de los que hoy disponemos provienen mayoritariamente de experimentación animal, que plantean graves problemas de extrapolación al envejecimiento humano (Fontana, 2010) 2) A tal fin, hay que incentivar la integración y cooperación de los grupos de investigación básica con los clínicos y epidemiológicos, facilitando así el acceso de los primeros a poblaciones humanas y a sus problemas de salud y favoreciendo en los segundos la aproximación al estudio de los mecanismos biológicos causales de sus observaciones 3) Por otra parte, en el caso del estudio de la fragilidad y el deterioro funcional, la situación es la contraria. Hay una carencia casi absoluta de modelos animales de interés, lo que dificulta gravemente el conocimiento exhaustivo de sus causas últimas y de sus mecanismos (Kirkland & Peterson, 2009), interfiriendo así con el hallazgo de potenciales dianas sobre las que se podría intervenir terapéuticamente. 4) También en el área de investigación sobre la fragilidad debe incentivarse la colaboración virtual y estructural entre investigadores básicos, clínicos y poblacionales, ya que si en algún terreno de investigación la multidisciplinariedad y la búsqueda de sinergias es una necesidad, ese terreno es la investigación sobre envejecimiento.