ANALES DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA FRANCISCO CORREA SCHNAKE UNA PROPUESTA ESTRUCTURAL DE LECTURA DE LA TRILOGÍA TEOLOGAL DE XAVIER ZUBIRI SUPLEMENTO A TEOLOGÍA Y VIDA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE SANTIAGO 2011 2 A Paulina, Francisco y Alfonso, vivas y maravillosas presencias de Dios en mi vida. A mis padres y hermanos. 3 PRESENTACIÓN El libro que presento está escrito por un teólogo, pero en él se estudia a un filósofo. Que el teólogo se ocupe de la filosofía no es ninguna novedad, es más bien una necesidad. Uno de los grandes teólogos católicos de la segunda mitad del siglo XX, Karl Rahner, en una entrevista al final de su vida lo decía con estas palabras: “No se puede cultivar una teología científica, si no se lleva en el cuerpo una filosofía (…); la teología implica necesariamente una filosofía, siendo en principio indiferente de qué filosofía se trata. Lo importante es que la filosofía dé cuenta de sus propias reflexiones y pase así su fruto a la teología. Esto, al menos, habría que aprender de santo Tomás”.1 Durante algún tiempo, en la teología católica el diálogo con la filosofía se redujo al aprendizaje del llamado “sistema tomista”, fijado para colmo en 24 tesis.2 Eso, a mi entender, es la muerte del pensamiento, que nunca se deja encerrar definitivamente en un conjunto de proposiciones. Sucede con la filosofía algo análogo a lo que ocurre con el acto de la fe: el acto del que piensa filosóficamente no termina en lo enunciable en proposiciones sino en la “cosa”, es decir, en la realidad a la que el pensamiento refiere y que nunca se logra decir plenamente.3 De ahí que la filosofía – al igual que la teología, que reflexiona sobre la fe – sea un proceso histórico que no acabará nunca, que habrá que estar siempre retomando. Inevitablemente, cada filósofo intentará decir lo que logre captar de la realidad, y dará así origen a un sistema de pensamiento. Pero él mismo será normalmente consciente de que su sistema se queda corto. Sus discípulos, cuando son verdaderamente tales, no se contentarán con repetir el sistema del maestro, sino que intentarán hacer lo que él hizo: pensar la realidad, desde la situación que les toca vivir, siempre nueva. Esta diferencia entre el pensamiento vivo y el sistema que produce es importante para el diálogo del teólogo con la filosofía. Porque lo que le debe interesar ante todo es el pensamiento, aunque, en ocasiones, también puedan serle útiles algunas categorías del sistema. Pienso que a esto alude Juan Pablo II, cuando dice en Fides et ratio: “En realidad, todo sistema filosófico, aun con respeto siempre de su integridad sin instrumentalizaciones, debe reconocer la prioridad del pensar filosófico, en el cual tiene su origen y al cual debe servir de forma coherente” (FR 4). Un ejemplo puede ayudar a entender lo que intento decir. Tomás de Aquino conoció muy a fondo el pensamiento de Aristóteles y comentó muchos de sus escritos en los que el filósofo dejó objetivado su sistema.4 Al reflexionar sobre “los artículos de la fe” – es decir, al hacer teología –, Tomás se dejó influir profundamente por el pensamiento de Aristóteles pero, a la vez, empleó algunas de las categorías básicas de su 1 IMHOF, P. — BIALLOWONS, H. (eds.), La fe en tiempos de invierno. Descleé de Brouwer, Bilbao 1989, 55-56. (Traducción del original alemán: Glaube in winterlicher Zeit. Gespräche mit Karl Rahner aus den letzen Lebensjahren. Patmos Verlag, Düsseldorf, 1986). 2 Por ejemplo, Eduardo Hugon, Principios de Filosofía. Las 24 tesis tomistas. Traducción castellana: Buenos Aires, Poblet, 1946. 3 Aludo a la afirmación de Tomás: actus credentis non terminatur ad enuntiabile sed ad rem, S.Th., 2ª-2ae, q. 1, a. 2, ad 2. 4 Entre ellos, los tratados sobre la Interpretación, sobre el Alma, los Analíticos Posteriores, la Ética a Nicómaco, la Física, la Metafísica, la Política, etc. 4 sistema, como las de potencia y acto, materia y forma, etc. Cuando hizo su teología sacramental, por ejemplo, Tomás usó de manera analógica las categorías de materia y forma, que nos han llegado hasta hoy, vehiculadas por los catecismos de preparación a la primera comunión y a otros sacramentos. Francisco Correa se ha abocado en esta obra a un núcleo fundamental del pensamiento de Xavier Zubiri, uno de los grandes filósofos del siglo XX que piensa y escribe en nuestra lengua castellana. Ese núcleo fundamental es la comprensión de la inteligencia humana, una inteligencia, como él dice, sentiente. Es un núcleo fundamental, porque trae consigo una comprensión del ser humano que intelige y una comprensión de lo real que es inteligido. Zubiri alcanzó a sistematizar en vida su pensamiento sobre la inteligencia en una obra de madurez que fue publicada en tres tomos. Correa estudia ese sistema y descubre la estructura de fondo del pensamiento que se expresa en él. Y con esa estructura acomete una tarea más aventurada. Va a leer los textos en que Zubiri fue expresando, en distintas etapas de su vida, su comprensión filosófica del fenómeno de la religión, pero que él mismo no alcanzó a sistematizar totalmente en vida; y quiere probar si responden también a la estructura de pensamiento que ha descubierto en la obra plenamente sistematizada. Y le parece que así es. Del acierto de esta prueba juzgarán los expertos en el pensamiento de Zubiri. Hasta ahí, Correa hace labor de filósofo. Pero luego se pone en actitud de teólogo y se pregunta en qué y cómo esa estructura que ha descubierto en el pensamiento vivo de Zubiri puede fecundar a la teología; y lo hace como teólogo situado no sólo en Chile, que es parte de América Latina, sino en una zona particular de Chile, como es el Norte Chico; y como teólogo que es consciente de esta su situación particular intransferible y que quiere hacer deliberadamente su teología desde ella y para ella. Porque el teólogo, aunque quiera o lo pretenda, no puede salirse de su situación histórica y cultural en la que se encuentra – sería como intentar saltar sobre su propia sombra – y porque, además, se debe a la gente con la que comparte esa situación: su teología no es para él solo sino para profundizar la comunicación viva del Evangelio a ellos. Francisco Correa nos entrega un trabajo valioso y sugerente. Ha logrado penetrar y exponer con claridad un pensamiento complejo y que Zubiri ha expresado creando un nutrido vocabulario propio, que para muchos lectores funciona como una barrera intransitable. Y a partir de ese pensamiento ha hecho interesantes sugerencias teológicas, que nos invitan a seguir acometiendo incansablemente la tarea de pensar la fe tal como la vivimos en nuestra situación histórica y cultural. Sergio Silva G., ss.cc., 5 AGRADECIMIENTOS La presente investigación fue aprobada como tesis doctoral en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile en noviembre de 2008. Para su publicación sólo se han realizado correcciones estilísticas. La bibliografía utilizada se extiende hasta ese año. Un trabajo de estas características no se realiza sin la colaboración y la ayuda de muchas personas. A todas las quiero recordar aquí con un sentimiento de agradecimiento. Citando sólo a algunas quisiera recordar al Padre Sergio Silva G. quien, con su constante y paciente apoyo, dedicación y consejo, supo acompañarme en los buenos y malos momentos de este proceso intelectual y humano, que llegó a su fin en una primera etapa. Quiero expresar también mis agradecimientos a mi hermano Marcelo que debió leer insistentemente los borradores, al Sr. Arzobispo de La Serena Manuel Donoso, a Carlos Abrigo, a Juan Noemi, Carlos Casale, Carolina Zuleta, Ana Vásquez, Claudio Pastén y a mis colegas del Departamento de Teología de la Universidad Católica del Norte en Coquimbo, quienes con generosidad permitieron mi dedicación exclusiva a este estudio. Muchas gracias a todos los que me ayudaron a llevar a cabo la investigación y posterior publicación. Agradezco también las becas de la Universidad Católica del Norte, de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de ICALA, que hicieron posible la dedicación necesaria al estudio y la estadía en San Salvador y Madrid para tomar contacto directo con los archivos de Ignacio Ellacuría y Xavier Zubiri respectivamente. Un reconocimiento especial merece mi familia que supo acompañarme con paciencia, respaldando sin condiciones mis renovados esfuerzos de investigación. 6 CONTENIDO INTRODUCCIÓN GENERAL 7 Primera parte ESTRUCTURA BINARIA FUNDAMENTAL DE LA IDEA DE INTELIGENCIA SENTIENTE DE X.ZUBIRI: ACTUALIZACIÓN– REACTUALIZACIONES 12 Capítulo I CONTEXTUALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE X. ZUBIRI 13 Capítulo II COMPRENSIÓN UNITARIA DE LA INTELIGENCIA: EL ACTO DE APREHENSIÓN 26 Capítulo III ESTRUCTURA BINARIA DE LA INTELIGENCIA SENTIENTE: ACTUALIZACIÓN – REACTUALIZACIONES 51 Capítulo IV ACTUALIZACIÓN DE LA REALIDAD: APREHENSIÓN PRIMORDIAL, MODO PRIMARIO DE INTELECCIÓN 57 Capítulo V REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD: MODOS ULTERIORES DE INTELECCIÓN 70 Segunda Parte ESTRUCTURA BINARIA: ACTUALIZACIÓN Y REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD DIVINA. CLAVE DE LECTURA DE LA TRILOGÍA TEOLOGAL DE XAVIER ZUBIRI 93 Capítulo VI PRESENTACIÓN DE SU OBRA TEOLOGAL 94 Capítulo VII ESTRUCTURA BINARIA, UNA CLAVE HERMENÉUTICA DE LECTURA DE LA TRILOGÍA TEOLOGAL 113 Capítulo VIII ACTUALIZACIÓN DE LA REALIDAD DIVINA 117 7 Capítulo IX REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD DIVINA: RELIGIÓN – RELIGIONES Y DEIFORMACIÓN – CRISTIANISMO 143 Tercera parte SÍNTESIS CONCLUSIVA Y PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS 163 Capítulo X SÍNTESIS DEL CAMINO RECORRIDO 164 Capítulo XI ALGUNAS PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS 168 BIBLIOGRAFÍA GENERAL 188 8 Siglas de la obra zubiriana5 IRE IL IRA NHD PE SE CLF TDSH SPFOE SSV PFHR EDR PFMO SH HD PTHC HRI HV 5 : Inteligencia sentiente. Inteligencia y realidad. : Inteligencia y logos. : Inteligencia y razón. : Naturaleza, historia, Dios. : Primeros escritos (1921-1926). : Sobre la esencia. : Cinco lecciones de filosofía. : Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica. : Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944). : Sobre el sentimiento y la volición. : El problema filosófico de la historia de las religiones. : Estructura dinámica de la realidad. : Los problemas filosóficos de la metafísica occidental. : Sobre el hombre. : El hombre y Dios. : El problema teologal del hombre: cristianismo. : El hombre: lo real y lo irreal. : El hombre y la verdad. Solamente se indican las siglas de las obras que se utilizan directamente en el trabajo. En la bibliografía final se da cuenta de todos los textos del autor. 9 INTRODUCCIÓN GENERAL Esta investigación es el resultado de varios años de trabajo sobre el pensamiento intelectivo y teologal del filósofo español Xavier Zubiri6. Su contenido debe entenderse en el contexto del esfuerzo humano por encontrarse con Dios, voluntad que se expresa o concretiza en la pregunta por la vía que nos conduce a Él y la posibilidad efectiva del hombre de llegar a relacionarse con la divinidad. En este proceso, Zubiri nos recuerda que el previo y constitutivo “estar” de Dios mismo “en” la realidad del hombre y del mundo, como momento anterior y “fundamento-fundamentante” de toda modalidad intelectiva ulterior, es el punto de partida ineludible al que es preciso atender como base para todo encuentro y conocimiento de la divinidad. Para entender adecuadamente la propuesta teologal7 zubiriana es preciso conocer su planteamiento filosófico sobre la realidad y la inteligencia humana que denomina “inteligencia sentiente”8. El desarrollo de su idea de la inteligencia debe comprenderse desde su intento por recuperar la realidad como el sustento de todo y como aquello con lo que todo hombre tiene necesariamente que relacionarse. Para Zubiri, el hombre requiere saber lo que son las cosas y las situaciones con las que se encuentra y, en este proceso, llama inteligencia a la actividad humana que busca este saber imprescindible. Pero también entiende que para acceder a la realidad es preciso que ésta se le dé primariamente al hombre de algún modo y que éste tenga, efectivamente, la capacidad de encontrase “con” la realidad y “en” ella con su fundamento. En este sentido, atendiendo a la formalidad de la realidad, Zubiri elabora una idea de inteligencia entendida como “mera actualización de lo 6 Mi acercamiento inicial a la obra zubiriana se remonta al año 2000 con la lectura de la trilogía sobre la inteligencia y la trilogía teologal o religiosa. El año 2005, durante el estudio del Doctorado en Teología en la PUC, y gracias a una beca de ICALA, pude asistir al “II Congreso Internacional de Filosofía Xavier Zubiri” en la UCA de San Salvador y realizar una estadía de investigación de un mes en los archivos de Ignacio Ellacuría, en la misma universidad. Ese mismo año, también gracias a ICALA, realicé una estadía de investigación de dos meses en la Fundación Xavier Zubiri de Madrid, tiempo en el cual pude trabajar el material inédito sobre el tema investigado existente en el archivo zubiriano. Fruto de este tiempo de estudio he publicado los siguientes textos: “Zubiri: la experiencia como vía de acceso del hombre a Dios. Una aproximación inicial a su trilogía religiosa”, en Teología y Vida, 45 (2004), 477-493; “Síntesis del II Congreso Internacional de Filosofía Xavier Zubiri”, en Teología y Vida, 47 (2006), 129-135; “El inicial planteamiento zubiriano de la cuestión de Dios en su artículo ‘En torno al problema de Dios’. Influencia heideggeriana y camino propio”, en Teología y Vida, 49 (2008), 353-370; La Estructura binaria fundamental de la idea de inteligencia sentiente de Xavier Zubiri, una clave de lectura de su trilogía teologal (Tesis Doctoral presentada a la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago 2008). 7 Con este término nos referiremos al pensamiento de Xavier Zubiri recogido en lo que hoy se conoce como su trilogía teologal, obra póstuma compuesta por los siguientes textos: El hombre y Dios (Alianza, Madrid 1998); El problema filosófico de la historia de las religiones (Alianza, Madrid 1994); El problema teologal del hombre: cristianismo (Alianza, Madrid 1997) 8 Término con que se indicará la trilogía de Xavier Zubiri que da cuenta de su estudio sobre la intelección humana constituido por los volúmenes: Inteligencia sentiente. Inteligencia y realidad (Alianza, Madrid 1980); Inteligencia y logos (Alianza, Madrid 1982); Inteligencia y razón (Alianza, Madrid 1983). 10 real” que se despliega ulteriormente en “reactualizaciones”, a través de un verdadero proceso de “maduración inclusiva”. A partir del análisis de la realidad y la intelección humana, Zubiri logra reconocer el previo “estar” de Dios en la constitutiva realidad del hombre y del mundo, y comprende que dicho momento es lo primario y el sustento de todo desarrollo posterior. Su noología o análisis de la intelección humana, sustento de cualquier epistemología o teoría de la ciencia, tiene, sin lugar a dudas, importantes consecuencias para el desarrollo de una teología que pretenda acercarse al problema de Dios dialogando con los hombres y sus culturas, para dar cuenta de una relación estructuralmente constitutiva entre Dios y el hombre “en” el mundo. 1. Justificación y delimitación del tema 1.1. El autor y el tema La elección de Xavier Zubiri responde al interés por estudiar a un autor que realizó un aporte filosófico consistente, considerando que ésta es una disciplina imprescindible para el quehacer teológico que requiere la Iglesia si pretende dialogar y aportar significativamente a las búsquedas del hombre y las culturas actuales; que hace un aporte significativo en el ámbito religioso, es decir, que cuenta con una obra religiosa extensa, sólida e importante; que es hispano parlante y que, por tanto, permite acceder a un pensamiento filosófico y religioso con esta particularidad idiomática y su rica comprensión y expresión del mundo; y porque no ha sido muy estudiado teológicamente en Chile, que es el lugar en y desde donde se está pensando. Todas estas condiciones permiten, en mi opinión, un aporte más novedoso y significativo. Una buena comprensión del aporte teologal del autor requiere, indudablemente, de más tiempo, mayor discernimiento y necesaria distancia. En este sentido, la clave de comprensión o perspectiva de acercamiento al pensamiento teologal zubiriano que propongo en estas páginas, debe entenderse como un paso importante pero no definitivo en un proceso que aun es preciso seguir profundizando. Una vez explicitadas las razones de la elección del autor, es conveniente indicar brevemente que el tema estudiado responde al interés por abordar una cuestión transversal que permita entrar respectivamente, como teólogo, al estudio de la filosofía madura del autor sobre la intelección humana, presente en Inteligencia sentiente, obra que consta de tres volúmenes, y desde ésta a su pensamiento teologal, recogido en lo que hoy se conoce como su trilogía teologal, obra póstuma que también consta de tres volúmenes. En esta búsqueda comprendo la importancia de la estructura de su pensamiento filosófico sobre la inteligencia como expresión de su filosofía más desarrollada y madura, y propongo dicha estructura como un criterio fundamental para abordar coherentemente su pensamiento teologal inconcluso. 1.2. Objeto del estudio Para entender el propósito de esta investigación es importante señalar algunos elementos que permiten su contextualización: en primer lugar, es clave comprender que 11 Zubiri alcanza la mayor madurez filosófica de su pensamiento en los años ochenta9, lo que queda plasmado precisamente en su trilogía sobre la intelección humana; y, en segundo lugar, también es importante entender que Zubiri demostró un permanente interés por la dimensión religiosa del ser humano. Una temática que se encuentra presente tanto en sus escritos, como en los cursos universitarios, cursos extra universitarios, en su propia confesión ante los amigos y discípulos, y en su intento por retomar el tema al final de su vida10. Si Inteligencia sentiente es la mayor expresión de madurez filosófica del autor, me parece válido y legítimo proponer esta obra como clave de lectura de su trilogía teologal, que es una obra póstuma e inconclusa, que lamentablemente no cuenta con una edición crítica y que, tal como hoy la conocemos, efectivamente da cuenta del pensamiento teologal zubiriano pero sin distinguir y asumir el problema de los diversos estadios reflexivos y redaccionales que en ella están presentes. La trilogía teologal, es una obra que está compuesta por un material no homogéneo, cuyas diferencias más significativas corresponden a aspectos tan importantes como las fuentes de procedencia de los documentos utilizados, los niveles redaccionales, los diferentes contextos para los que fueron originalmente preparados, el público para el que se escribieron y la época de desarrollo del pensamiento del autor a la que pertenecen. También es importante atender al hecho de que Zubiri, siendo doctor en teología y en filosofía, insista permanentemente, incluso en sus escritos teologales, en que su intención es mantenerse siempre en el contexto de una reflexión filosófica previa y fundamental para cualquier desarrollo teológico posterior, que es tarea de teólogos y no de filósofos. Esta situación refuerza la necesaria contextualización filosófica del pensamiento teologal del autor como criterio para acercarse al extenso y dispar material que constituye su trilogía sobre el tema. La necesidad de releer la obra teologal a partir de su planteamiento filosófico maduro, se debe a que Zubiri, habiendo producido un importante material sobre “el problema de Dios”, no alcanzó a escribir una obra definitiva y madura equiparable, en extensión y precisión, a la que sí dedicó a los temas de la “realidad”11 e “inteligencia”12. Situación que, lejos de expresar una despreocupación por el tema religioso, apunta fundamentalmente a la madurez intelectual que el propio autor entiende se requiere 9 Los especialistas consideran que el pensamiento maduro del autor se extiende desde fines de los años cuarenta hasta 1983, y como hitos de esta etapa se comprenden las siguientes obras: X. ZUBIRI, Sobre la esencia (Alianza, Madrid 1985) y la trilogía sobre la intelección humana o Inteligencia sentiente (cuando me refiera a esta trilogía en su conjunto la señalaré como Inteligencia sentiente). 10 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 9; J. RIVERA, Heidegger y Zubiri (Editorial Universitaria, Santiago 2001), 138. “Junto con la filosofía, la otra gran pasión de Zubiri fue la teología. Muchas veces me dijo que hubiera querido, por encima de todo, ser teólogo. Y en alguna forma lo fue”; C. CASTRO, Xavier Zubiri: breve recorrido de una vida (Amigos de la Cultura Científica, Santander 1986), 119. En que se indica que para Zubiri la teología era una de las fibras más íntimas de su vida personal; I. ELLACURÍA, Escritos teológicos, Vol. I (UCA Editores, San Salvador 2000), 37-38; D. GRACIA, “El tema de Dios en la filosofía de Zubiri”, en Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 61-78, principalmente las páginas 63-68, en que aborda el tema “Zubiri y la Teología”. En este texto hace las siguientes afirmaciones: “En buena medida, ésta ha sido la secreta vocación de su vida intelectual” 63. “Zubiri ha tratado muchos de los problemas más importantes de la teología positiva: Dios, la Trinidad, la Creación, la Encarnación, el Bautismo, la Eucaristía, la Iglesia, la Vida Gloriosa, etcétera” 67. 11 Cf. X. ZUBIRI, Sobre la esencia. 12 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia sentiente. 12 para asumir una tarea de esta envergadura y complejidad. Una empresa que, a su juicio y sin lugar a dudas, necesitaba del desarrollo previo de los problemas de la realidad y la inteligencia humana como presupuestos fundamentales, congéneres entre sí, para abordar el problema de Dios13. En este sentido, el problema de Dios no sólo es importante para el autor sino que me atrevería a indicar que es un tema clave para la comprensión de su pensamiento general, en cuanto es punto de partida y llegada del mismo. Lo indicado hasta aquí, no sólo legitima el propósito de la investigación, en orden a proponer como criterio estructural de comprensión de su trilogía teologal la estructura que articula Inteligencia sentiente, como una clave de lectura apropiada que permita una comprensión coherente del pensamiento teologal zubiriano en el conjunto de su filosofía, sino que obliga a este esfuerzo si pretendemos acceder, lo más cerca posible, a lo que habría sido el planteamiento teologal maduro del autor14. Por eso propongo estudiar Inteligencia sentiente y buscar la estructura fundamental que la sustenta y articula, para utilizar dicha estructura como una clave de lectura posible y apropiada de la trilogía teologal zubiriana, que permita comprender este planteamiento en el contexto de su pensamiento maduro. En las páginas que siguen, pretendo mostrar que la “estructura binaria” fundamental de Inteligencia sentiente, constituida por la “aprehensión primordiad” de la realidad o “actualización de lo real”15 y las “reactualizaciones ulteriores o Logos y Razón”16, es una clave de lectura adecuada de su trilogía teologal, porque permite ordenar estructuralmente, en coherencia con su planteamiento filosófico más desarrollado, el pensamiento teologal zubiriano que se articula en torno a la “religación” como “fundamento-fundamentante” de la experiencia humana de encuentro con Dios o experiencia teologal, que es siempre individual, social e histórica17, con sus “plasmaciones ulteriores” entendidas como “religión-religiones” y “cristianismo-deiformación”18, como expresión de plenitud que se da en un proceso de madurez desde la religación. 2. Procedimiento metodológico y estructura de la investigación La metodología utilizada en esta investigación consiste en examinar la estructura fundamental que sostiene la idea de inteligencia desarrollada por el autor en Inteligencia sentiente, para utilizar dicha estructura como criterio imprescindible de lectura y comprensión de su trilogía religiosa, obra anterior y póstuma, como una clave concreta de 13 Cf. P. LAÍN ENTRALGO, “Zubiri hacia el futuro”, en I. TELLECHEA – J. IGNACIO (eds.), Zubiri (1898-1983) (Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, Vitoria 1984), 165. 14 Un criterio aceptado por los estudiosos más relevantes de Zubiri. A propósito ver J. CABRIA, “La cuestión hermenéutica de la obra de Xavier Zubiri (1898-1983). Reflexiones en el centenario de su nacimiento”, en Lumen, 47 (1998), 545-570; A. GONZÁLEZ, “La novedad teológica de la filosofía de Zubiri” (en línea), (Fecha de consulta: 11/01/2008). Disponible en http://www.geocities.com/praxeologia/novteo.html; I. ELLACURÍA, Escritos Teológicos, Vol. I, 39-105; y D. GRACIA, Voluntad de Verdad (Labor Universitaria, Barcelona 1986), 211-236. 15 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad. 16 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos; X. ZUBIRI, Inteligencia y razón. 17 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios. 18 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo; X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religiones. 13 comprensión del pensamiento teologal zubiriano en y desde el contexto de su pensamiento filosófico más desarrollado y maduro. En este entendido, el análisis realizado de ambas obras no atiende al desarrollo o evolución histórica del pensamiento zubiriano sobre la inteligencia o lo teologal, lo que vendría a ser una lectura diacrónica, sino más bien da cuenta de una investigación sincrónica de su pensamiento que asume ambas obras como expresiones auténticas del autor, considerando obviamente los distintos niveles de madurez de cada una de ellas en la evolución de su pensamiento, que reconoce en Inteligencia sentiente una clave de lectura estructural y criterio adecuado de comprensión de su pensamiento teologal. Para alcanzar este propósito, sigo un procedimiento metodológico articulado en dos fases sucesivas que se suponen y requieren mutuamente. En un primer momento, se presenta la idea de inteligencia sentiente mostrando la estructura binaria que la sostiene y articula, de carácter esencialmente unitario en la diversidad, que afirma un momento primario de “aprehensión primordial” de realidad desde el que se despliegan modos ulteriores. En el segundo momento, se utiliza esta clave de lectura como criterio de comprensión y articulación de su planteamiento teologal. En función de esto, el trabajo se estructura en tres partes de desigual longitud y profundidad. Las dos primeras constituyen, sin lugar a dudas, el elemento fundamental del trabajo porque dan cuenta de la hipótesis propuesta, y la tercera sólo contiene una síntesis del camino recorrido e intenta explicitar algunas perspectivas teológicas que se desprenden de un planteamiento como el zubiriano. Perspectivas que obviamente requieren de un futuro trabajo de profundización y discernimiento. En la primera parte del texto, articulada en cinco capítulos, se realiza el estudio de la trilogía que Zubiri dedicó al tema de la inteligencia y se da cuenta de la estructura binaria que sustenta este planteamiento, entendido básicamente como “actualización intelectiva” o “aprehensión primordial” de realidad y “reactualizaciones” o maduraciones de la primaria y fundamental actualización. En el primer capítulo, de índole introductorio, se indican algunos datos biográficos fundamentales del autor; se señalan las principales influencias filosóficas de su pensamiento; y se le sitúa en el horizonte filosófico en el que es preciso comprenderlo. Desde el segundo capítulo en adelante se entra en materia abordando sucesivamente los temas de: la comprensión unitaria de su propuesta sobre la inteligencia; la estructura binaria que articula dicho planteamiento; la “actualización” de la realidad como “aprehensión primordial”; y las “reactualizaciones” ulteriores de la misma. En la segunda parte del texto, articulada en cuatro capítulos, se realiza la aplicación de la estructura binaria de Inteligencia sentiente como clave de lectura estructural de su obra teologal. En el primer capítulo se da cuenta del complejo problema de crítica textual que representa la obra teologal póstuma de Zubiri, tal como hoy se encuentra publicada. En el segundo capítulo, se expresa la hipótesis de lectura que se utilizará para comprender esta obra. Y en el tercer y cuarto capítulos se ofrece una exposición de la comprensión del pensamiento teologal del autor a partir de la estructura binaria propuesta en la primera parte. Finalmente, en la tercera parte, que consta de dos capítulos, en el primero presento una síntesis conclusiva de la investigación que confirma la validez de la hipótesis planteada y la viabilidad de una lectura estructural binaria de su obra teologal. En el capítulo final indico sólo algunas perspectivas teológicas que se desprenden desde un planteamiento como este, sin entrar en mayores explicitaciones teológicas. 14 Primera parte ESTRUCTURA BINARIA19 FUNDAMENTAL DE LA IDEA DE INTELIGENCIA SENTIENTE DE X. ZUBIRI20: ACTUALIZACIÓN – REACTUALIZACIONES En esta primera parte, mostraré la “estructura binaria fundamental” que, a mi juicio, articula la idea de inteligencia sentiente de Xavier Zubiri contenida en su trilogía sobre el tema. A partir de una concepción eminentemente “unitaria en la diversidad”, que comprende la intelección como “mera actualización de lo real”, Zubiri estructura fundamentalmente su idea de la inteligencia humana como “aprehensión primordial de realidad” que, en un proceso de maduración, se despliega en reactualizaciones ulteriores. Como la primera parte de este trabajo es mostrar la estructura binaria fundamental que articula esta obra, centraré la exposición en su contenido sin desarrollar su evolución histórica, ni profundizar mayormente en sus detalles. 19 Cf. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, “Binario”, en Diccionario de la Lengua Española (Real Academia de la Lengua Española, Madrid21 1999), 292. La RAE define “binaria” como un “adj. Compuesto de dos elementos, unidades o guarismos”. Este concepto expresa mejor el carácter unitario en la diversidad que sostiene la estructura fundamental de la idea de “inteligencia sentiente” de X. Zubiri presente en su trilogía sobre el tema. Por ello, lo prefiero a “bipartito” que, según la RAE, es un “adj. Que consta de dos partes” que también es utilizado por algunos autores para referirse a este tema. 20 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia sentiente. Obra en la que el propio filosofo da cuenta de su idea madura de la intelección humana como una “inteligencia sentiente”. 15 Capítulo I CONTEXTUALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE X. ZUBIRI La magnitud de la obra zubiriana21, su atención a los problemas fundamentales de la filosofía y la rigurosidad con que asume cada tema, obliga a reconocer que Xavier Zubiri es uno de los grandes filósofos del siglo XX22. El hecho de que su filosofía, con fama de difícil comprensión, sea poco conocida fuera de España e Iberoamérica y su influencia muy limitada en el campo teológico obedece, entre otras razones, a la parquedad de sus propios escritos, a su permanente esfuerzo por un lenguaje técnico para hacer filosofía, aspecto que lo lleva a formular una serie de conceptos nuevos, y al hecho incuestionable de no haber respondido a ninguna moda filosófica23. A esto es preciso agregar, el que Zubiri desarrolla su filosofía en medio del anuncio de una constante crisis del pensamiento filosófico y de la muerte o superación de la metafísica. Esta situación, además de su lejanía de las aulas universitarias y de los centros irradiadores del pensamiento filosófico de la época, ha contribuido inevitablemente a la lenta recepción de su pensamiento. Para comprender adecuadamente la investigación que me propongo realizar en los capítulos que siguen, reconociendo la continuidad y originalidad que potencialmente aporta el pensamiento zubiriano, es preciso contextualizar brevemente su filosofía en la tradición que lo antecede, lo acoge, lo forma y también le demanda un aporte significativo ante las dificultades que su época le presenta. Reconociendo que la base para estudiar cualquier filosofía o teología son los mismos textos de los autores que se quiere trabajar, es preciso atender al contexto que los ha posibilitado, nutrido y desafiado porque es éste el que explica, en buena medida, toda nueva formulación. En este sentido, es preciso recordar que toda filosofía es una postura, explícita o implícita, ante un pasado filosófico que, a través del diálogo con quienes ya reflexionaron los mismos problemas, busca responder más adecuadamente a los desafíos que históricamente la pregunta filosófica ha planteado. El mismo Zubiri es consciente de la necesaria contextualización filosófica para entender correctamente la obra de un autor. Por eso, no basta con el texto que llega a nuestras manos sino que es preciso conocer la mentalidad dentro de la que nace dicho texto, 21 Cf. Lista de las Obras de Xavier Zubiri – Libros de la Fundación Xavier Zubiri de Madrid (en línea), (Fecha de consulta: 11/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.net/portada2/mod/resource/view.php?id=5. Zubiri publicó seis libros en vida y a la fecha ya se han publicado 20 textos póstumos. 22 Opinión que, entre otros, comparten autores como J. RIVERA, Heidegger y Zubiri, 11; A. PINTORRAMOS, Realidad y verdad. Las bases de la filosofía de Zubiri (Universidad Pontificia Salamanca, Salamanca 1994), 15; J. CABRIA, Relación Teología-Filosofía en el pensamiento de Xavier Zubiri (Editrice Pontificia Universita Gregoriana, Roma 1997), 9. 23 A. PINTOR-RAMOS, “El lenguaje en Zubiri”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 14 (1987), 93-134. 16 lo que explícitamente afirma o niega y los pensamientos a los que, directa o indirectamente, apunta dicho planteamiento24. En atención a esta necesidad, realizaré una breve contextualización general del pensamiento zubiriano para establecer el marco en el que es preciso comprender este estudio y conocer las influencias más importantes que permitieron darle forma a su planteamiento y le ayudaron a alcanzar la madurez intelectual. 1. Datos biográficos25 En el caso específico de Zubiri es muy importante atender a su biografía ya que ésta, sin lugar a dudas, explica muchas de sus preocupaciones filosóficas y muchos de sus silencios, especialmente de aquellos que tienen que ver con el desarrollo de su pensamiento religioso o teologal26 que, a mi juicio, está fuertemente condicionado por sus graves problemas con la autoridad eclesial española de la época27. Zubiri nació en 1898, proviene de una familia católica y desde pequeño muestra interés por lo religioso. Ingresa al seminario Conciliar de Madrid y es ordenado sacerdote en 1921. Al poco tiempo comienza a vivir una situación traumática, de desgarro humano y eclesial, que es fruto de una experiencia vocacional sacerdotal tensionada por su vital inquietud intelectual. En 1920, obtiene el doctorado en Teología por el Collegium Theologicum Romanae Studiorum Universitatis. Realiza estudios de pregrado en filosofía en la Universidad Central de Madrid, tiempo en que toma contacto con profesores como J. Ortega y Gasset, M. García Morente, J. Besteiro. Amplía estos estudios en el Instituto Superior de Filosofía de Lovaina y obtiene su Licenciatura en 1921 con la memoria de grado titulada El problema de la objetividad según Husserl. I. La lógica pura28, dirigida por el profesor L. Noël29. El mismo año obtiene el doctorado con la tesis Ensayo de una 24 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios (Alianza, Madrid 2004), 195-196; J. ORTEGA Y GASSET, Origen y epílogo de la filosofía, Obras Completas, Tomo IX (Alianza, Madrid 1960-1962), 394-395; A. PINTOR- RAMOS, Realidad y verdad. Las bases de la filosofía de Zubiri, 31. Para una contextualización del planteamiento zubiriano ver A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad. Las bases de la filosofía de Zubiri, 31-56; A. PINTOR-RAMOS, Génesis y la formación de la filosofía de Zubiri (Universidad Pontificia Salamanca, Salamanca 1996); A. PINTOR-RAMOS, Xavier Zubiri (1898-1983) (Ediciones del Orto, Madrid 1996); D. GRACIA, Voluntad de verdad. 25 Cf. J. COROMINAS y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora (Taurus, Madrid 2006). Este texto presenta una importante contextualización de la vida y obra de Zubiri en la historia social, política, religiosa e intelectual de España y Europa. Ello permite comprender mejor su desarrollo religioso intelectual que, indudablemente, está condicionado por su experiencia vital; C. CASTRO, Xavier Zubiri: breve recorrido de una vida. 26 Utilizaré la expresión “teologal” para referirme a los aportes zubirianos sobre el tema religioso ya que este concepto expresa mejor la intención del autor de mantenerse siempre, independientemente de si lo logra o no, en un plano filosófico que reconoce como pre-teológico y fundamento de cualquier desarrollo teológico posterior. 27 Cf. J.COROMINAS Y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 35-78, 111-155, 297-363, 445-483. En este sentido, creo que Zubiri es uno de esos pensadores que por motivos biográficos no desarrolló en el ámbito teologal todo el potencial que el camino filosófico emprendido le permitía. Esta situación reafirma la importancia del contexto vital en el desarrollo de las potencialidades intelectuales del hombre. 28 Cf. X. ZUBIRI, Primeros Escritos (1921-1926) (Alianza, Madrid 1999), 1-65. 29 Cf. G. MARQUÍNEZ, Sobre filosofía española y latinoamericana (Biblioteca Colombiana de Filosofía, Bogotá 1987), 243-301. 17 teoría fenomenológica del juicio30, estudio que posteriormente recibirá el “premio extraordinario” publicándose dos años más tarde. La continuidad de ambos trabajos da cuenta de dos partes de un único proyecto y constituyen sus primeros estudios filosóficos importantes31. Es académico de la Universidad Central de Madrid entre 1926-1939. Realiza estudios de perfeccionamiento por Europa entre 1928 y 1931 32, tiempo en que asiste en Friburgo a las últimas clases de Husserl y a las primeras de su sucesor el profesor Heidegger, con quien logra una gran sintonía de pensamiento33. En 1930 se traslada a Berlín donde toma contacto con los creadores de la nueva física: Heisenberg, Schrödinger, Einstein, Planck, etc. En 1935 Zubiri viaja a Roma para conseguir la secularización y aprovecha su estadía para estudiar lenguas orientales con Antón Deirriel. En 1936, habiendo obtenido las dispensas sacerdotales, contrae matrimonio con Carmen Castro. Pero debido a esta situación, el Arzobispo de Madrid lo obliga a renunciar a su cátedra en la Universidad de Madrid forzando su traslado a la Universidad de Barcelona en donde ejerce como académico entre 1939 y 1942. En 1943 Zubiri renuncia definitivamente a la labor universitaria por considerar que en las universidades españolas de la época no existen las condiciones necesarias para una verdadera tarea intelectual. En 1944 publica su primer libro Naturaleza, Historia, Dios34 que entusiasma a los lectores españoles que reconocen en este texto un pensamiento filosófico renovado y a la altura de los grandes filósofos europeos. En 1947 se funda la “Sociedad de Estudios y Publicaciones” (SEP), financiada por el Banco Urquijo, que lo acogerá y le permitirá dictar cursos extra universitarios que le obligan, por las características de los asistentes que en su mayoría provienen de las especialidades científicas, a desarrollar una aproximación filosófica con una importante cantidad de material descriptivo que posteriormente le ayudará a formular su “filosofía primera”. Al interior de esta misma Sociedad se crea, en 1971, el “Seminario Xavier Zubiri” que le permite profundizar y discutir sus ideas con otros especialistas, entre quienes destacan Ignacio Ellacuría, Jorge Eduardo Rivera y Pedro Laín Entralgo entre otros. En 1962 publica su segunda obra, Sobre la esencia35, en la que aborda el problema de la realidad estableciendo las bases de lo que se conoce como su filosofía madura. En 1963 publica Cinco lecciones de filosofía36, texto con el que da cuenta de la concepción de filosofía de Aristóteles, Kant, Comte, Bergson, Husserl y, muy brevemente, la de Heidegger. 30 Cf. X. ZUBIRI, Primeros Escritos (1921-1926), 68-333. Cf. X. ZUBIRI, Primeros Escritos (1921-1926), VII-XVIII. 32 Cf. J.COROMINAS Y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 195-242. 33 Cf. J. RIVERA, Heidegger y Zubiri, 139-159. 34 Se trata de una recopilación que da cuenta de algunos artículos del autor pero que deja fuera textos muy importantes para conocer el desarrollo de su pensamiento en el tiempo. Actualmente la Fundación Xavier Zubiri de Madrid hace un significativo esfuerzo por publicar todos los textos del autor. 35 Cf. X. ZUBIRI, Sobre la esencia. 36 Cf. X. ZUBIRI, Cinco lecciones de filosofía (Alianza, Madrid 1992) 31 18 Entre los años 1980 y 1983 publica Inteligencia sentiente, trilogía en que aborda el problema de la intelección humana, considerada su obra más importante y la mayor expresión de su madurez intelectual. En 1980 recibe el título de Doctor Honoris causa en Teología por la Universidad de Deusto, y en 1982 recibe el Premio Nacional Santiago Ramón y Cajal por su aporte a las ciencias humanas. Finalmente, muere el 21 de septiembre de 1983 en Madrid mientras se encontraba trabajando en la elaboración de lo que sería su obra teologal37. 1. Principales influencias38 Zubiri es un filósofo sistemático que se propone desarrollar una “filosofía primera” desde un nuevo y distinto horizonte de comprensión, es decir, una filosofía que busca atender primaria y fundamentalmente al “hecho” como base de cualquier posible comprensión y teorización posterior. En este esfuerzo mantiene necesariamente una relación ambivalente con el pasado filosófico porque reconoce la insuficiencia de los planteamientos anteriores y, al mismo tiempo, valora positivamente dicho pasado porque entiende que sólo a partir de un profundo conocimiento del mismo es posible una nueva formulación filosófica. Para Zubiri, la historia es básicamente una “transmisión tradente”, es decir, es transmisión de formas de “estar” en la “realidad” que, con un momento continuante, hace de la propia historia un verdadero proceso de capacitación39. El planteamiento zubiriano debe comprenderse en “continuidad” respecto del horizonte abierto por la fenomenología de Husserl, que posibilita un espacio de libertad para el quehacer filosófico frente a la gran influencia de la filosofía idealista, positivista, psicologista y neokantiana. Es decir, básicamente en continuidad con los proyectos fenomenológicos de tres grandes filósofos: Husserl, Ortega y Heidegger. Reconociendo esta continuidad, es preciso distinguir la propuesta zubiriana de los concretos proyectos fenomenológicos de estos autores, ya que es el propio Zubiri quien indica, en el prólogo a la edición inglesa de Naturaleza, Historia, Dios de 198040, que su filosofía madura no es “fenomenología” ni “ontología” sino filosofía de lo real en cuanto tal y, por ello, es “metafísica”41. En este mismo texto, indica que el desarrollo de su actividad filosófica está marcado fundamentalmente por tres etapas: la primera, que llega aproximadamente hasta 1930, puede ser entendida como “fenomenológica”42 y, en gran medida, está influenciada por Husserl y Ortega, su maestro en España; la segunda, dominada por la influencia del pensamiento de Heidegger, puede ser caracterizada como “ontológica” y se prolonga aproximadamente hasta 1944. Pero desde esta fecha, 37 J.COROMINAS Y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 695-708. Por el carácter estrictamente introductorio de este punto y la función que cumple en el contexto de esta investigación, es importante indicar explícitamente que no se analizará o verificará si es correcta o no la comprensión zubiriana de los autores indicados. Para esta profundización recomiendo ver E. SOLARI, La raíz de lo sagrado. Contribuciones de Zubiri a la filosofía de la religión (Tesis doctoral presentada a Hochschule für Philosophie/Philosophische Fakultät S.J., München 2007), 76-98. 39 X. ZUBIRI, Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica (Alianza, Madrid 2006), 113141. 40 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 9-16. 41 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 16. 42 A pesar de lo indicado por el propio Zubiri en este prólogo, creo que finalmente nunca abandona el ideal del método fenomenológico. A propósito ver X. Zubiri, Sobre la esencia y su trilogía sobre la inteligencia. 38 19 comenzaría una nueva etapa de maduración que denomina explícitamente como “metafísica”, que corresponde al desarrollo más original de su pensamiento y gira en torno a las ideas de “realidad” e “inteligencia sentiente”43. Indudablemente Zubiri recibe en su juventud una formación marcada por la influencia del neokantismo y la neoescolástica. Pero las grandes influencias filosóficas que marcaron definitivamente el desarrollo de su pensamiento y lo encaminaron hacia la madurez de su propuesta son las de Husserl, Ortega y Heidegger. 1.1. Ortega44 La influencia de Ortega es muy significativa en el pensamiento zubiriano durante los años 2045, pero tiende a desaparecer con el paso del tiempo debido a su encuentro con el pensamiento heideggeriano y a la admiración que éste despierta en el joven filósofo español. Zubiri reconoce en Ortega a un pensador que desarrolla efectivamente una filosofía primariamente analítica y libre de supuestos, que sigue el ideal fenomenológico propuesto por Husserl de partir desde las cosas mismas. Por eso, valora el magisterio filosófico de Ortega, el rol decisivo que jugó en la introducción del pensamiento de Husserl en España y, con él, de lo mejor de la filosofía europea46, y el hecho de haber inaugurado un campo propio y distinto para hacer libremente filosofía en una España marcada por la neoescolástica. En este sentido, para nuestro autor, Ortega no fue un simple repetidor sino un pensador original y un verdadero maestro de filosofía47. Pero Zubiri también fue capaz de discutir con Ortega la orientación “raciovitalista” de su fenomenología, tal como lo hizo con filosofías como las de Nietzsche, Bergson y Dilthey. Zubiri no acepta que la vida sea el punto neurálgico de la filosofía48 y señala que lo que primariamente lleva a inteligir no es la vida, como piensa Ortega, sino la realidad misma sobre la que ésta se apoya49. Al respecto indica: “Es la intelección, la aprehensión sentiente de lo real, lo que determina el carácter pensante que tiene la vida. Sería falso decir que es la vida lo que nos fuerza a pensar. No es la vida lo que nos fuerza a pensar, sino que es la intelección lo que nos fuerza a vivir pensando”50. 1.2. Husserl 43 Zubiri expone respectivamente sus ideas de la realidad e inteligencia en: Sobre la Esencia e Inteligencia sentiente. Para conocer más detalles de estas periodificaciones ver A. PINTOR-RAMOS, Génesis y la formación de la filosofía de Zubiri, 31-56; D. GRACIA, Voluntad de verdad, 19-30. Para profundizar en la continuidad y originalidad del pensamiento maduro de Zubiri ver J.RIVERA, Heidegger y Zubiri. 44 Esta secuencia corresponde al orden en que Zubiri conoció las respectivas filosofías. 45 D. GRACIA, Voluntad de verdad, 66. 46 X. ZUBIRI, Primeros escritos (1921-1926), 71; X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944) (Alianza, Madrid 2002), 265-266. 47 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 265-268. 48 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 424-425. 49 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 37. 50 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 285. 20 Zubiri accede a la fenomenología de Husserl mediado por Ortega en 1918 51 y, desde entonces, la influencia del filósofo alemán es realmente significativa y permanente a lo largo de su obra52, hasta el punto de convertirse en un referente obligado para comprender el desarrollo de la misma. De hecho, los dos primeros textos filosóficos zubirianos, es decir, su tesis de licenciatura y de doctorado en filosofía, dan cuenta de la discusión que sostiene con la fenomenología de Husserl presente en las Investigaciones lógicas, la Filosofía como ciencia estricta, y el primer volumen de Ideas. La relación de Zubiri con el filósofo alemán es ambivalente porque se debate entre la admiración y la crítica. Zubiri logra distinguir con claridad entre la idea filosófica o forma de filosofar de Husserl y la concretización específica que esta idea o forma adquiere finalmente en su obra53. Por eso, valora decididamente el aporte de Husserl en la medida en que abrió un espacio propio y distinto para el quehacer filosófico, posibilitando el ejercicio libre del pensamiento. Su propuesta fenomenológica, de partir desde las cosas mismas, fue capaz de resituar el pensamiento en la raíz originaria desde la que debe y puede nutrirse efectivamente toda búsqueda intelectual. Esto, a juicio de Zubiri, resulta fundamental porque establece la dirección correcta en que debe darse el movimiento del pensamiento filosófico que, partiendo desde las cosas mismas, llega a la reflexión como fruto de la pregunta filosófica que brota de las mismas cosas54. Pero esta importante valoración, no impide a Zubiri pensar que la concretización histórica de dicha filosofía asume en Husserl un marcado carácter idealista, que termina confundiendo las cosas con los correlatos objetivos e ideales de la consciencia55. A pesar de esto, Zubiri hará suyas varias de las intuiciones de la filosofía de Husserl: asumirá, desde un comienzo, la primacía de las cosas e incorporará el análisis fenomenológico como el método primordial de toda su actividad filosófica56, reconociendo que antes de cualquier tipo de explicación teórica de los fenómenos es preciso realizar una descripción de los mismos, tal como estos se dan57. Esta opción, lo lleva a desarrollar en su obra final una filosofía primera de la inteligencia y de la realidad que es anterior y distinta a cualquier metafísica de las mismas. Asume también la idea del “horizonte” y reconoce la falta de radicalidad filosófica del horizonte cristiano de la nihilidad. Zubiri no sólo asume elementos de la fenomenología de Husserl sino que rechaza muchos de sus planteamientos. En sus obras de madurez discute las ideas de la consciencia58, la esencia59 y la verdad60 y realiza un análisis fenomenológico más detallado 51 D. GRACIA, Voluntad de verdad, 33-34. A. PINTOR-RAMOS, “Zubiri y la fenomenología”, en VV.AA., Realitas, III-IV (Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid 1979), 397-551; Génesis y la formación en la filosofía de Zubiri, 45-121; X. ZUBIRI, Primeros escrito (1921-1926), 391. Es importante señalar también la indirecta influencia en Zubiri de F. Brentano, maestro de Husserl. 53 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 187. 54 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 13-14; X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 179-188, 213-214. 55 X. ZUBIRI, Primeros escrito (1921-1926), 90,110-111, 335-358, 371-381; A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 320-335. 56 X. ZUBIRI, Primeros escrito (1921-1926), 64. 57 X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 11-13; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 15-17. 58 X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 23-32. 59 X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 104-105. 60 X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 113. 52 21 del componente intelectivo de todo acto humano. Desde esta perspectiva, sostiene que en Husserl se llega a una radical sustantivación de la consciencia61, refuta la primacía de la misma y propone la prioridad de la intelección como actualidad de la realidad que se impone físicamente62. El gran error de Husserl consistió, a juicio de Zubiri, en no haber permanecido fiel al principio fundamental de su propio llamado que indica la necesidad de partir siempre desde las cosas mismas, es decir, desde la realidad63 y no desde la conciencia. Por eso, su crítica final comienza por la prioridad idealista que el fundador de la fenomenología dio finalmente a la subjetividad transcendental y a la consciencia constituyente. 1.3. Heidegger Heidegger es, sin lugar a dudas, otro gran referente para entender la filosofía zubiriana. Zubiri ha leído entre otros textos heideggerianos Ser y tiempo, Qué es metafísica, texto que además traduce, El origen de la obra de arte y la Carta sobre el Humanismo, dando cuenta de esto en sus exposiciones y obras64. Pero también tuvo acceso a los apuntes de los cursos que el filósofo alemán impartió entre 1920-1930 y asistió a los que dictó en Friburgo, entre los años 1928 y 1929. Su relación con este pensador también posee un carácter ambivalente ya que se mueve entre la admiración y la discusión de muchos de sus planteamientos por considerar que tampoco alcanzan una verdadera radicalidad filosófica. El pensamiento heideggeriano realmente impresionó a Zubiri debido a su profundidad y novedad, pero especialmente porque vio reflejado en él muchas de sus ideas filosóficas y búsquedas personales. De esta gran sintonía inicial da cuenta una reciente biografía del autor: “La publicación de abril de 1927 del libro de Heidegger Ser y tiempo, una obra que va a ser decisiva en el panorama filosófico del siglo XX, convierte este interés en algo acuciante. Zubiri se da cuenta inmediatamente del papel crucial que va a desempeñar este trabajo en su propio destino filosófico y se dedica todo el año a leerlo y releerlo: ‘Sin saber por qué, el espíritu del libro y muchos de sus pensamientos me parecieron extraordinariamente naturales. Quedé sorprendido. Comprendí entonces que cuando uno se sorprende de una naturalidad empieza a comprender’. Le parece que alguien ha conseguido por fin poner por escrito ideas que a él hace tiempo que le bullen en la mente”65. Zubiri reconoce los aportes de la filosofía heideggeriana y su influencia es notoria en los trabajos que realiza entre los años 1930-1944, algunos de los cuales fueron reunidos 61 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 20-22; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 15-16. Texto en que se realiza una contextualización general del tema de la conciencia. 62 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 220-221, 250. 63 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 236-238. 64 X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 438-453; X. Zubiri, Cinco lecciones de filosofía, 261-271; X. ZUBIRI, Sobre el sentimiento y la volición (Alianza, Madrid 1992), 325; y X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 24-27. 65 J. COROMINAS y J. VICENS, Xavier Zubiri. La realidad sonora, 190. La cita es de una carta de Zubiri a Heidegger fechada el 19- II-1930. 22 y publicados en Naturaleza, Historia, Dios66. Como ejemplo de esta influencia puede indicarse: la analítica de la existencia67; la necesaria diferenciación entre ente y ser68; la idea de descubrimiento o verdad69; la idea de la temporalidad70; la afirmación de que el hombre está inmerso, implantado inquieta y transcendentalmente en el ser71; la comprensión de la idea del ser y el llamado de atención ante su aparente carencia de supuestos72, etc. Además, comparte la óptica histórica, el anhelo fenomenológico de una filosofía pura y libre de los presupuestos teológicos que la condicionan históricamente en occidente y el recuento histórico de la filosofía europea a la luz de su carácter metafísico y onto-teo-lógico73. Pero también es capaz de discutir algunos planteamientos heideggerianos que, a su juicio, no logran la radicalidad que se requiere. Con el tiempo, y a pesar de su gran admiración por esta filosofía, será inevitable el conflicto con la ontología mundana e histórica de Heidegger74. Un conflicto que se profundizará a partir de 1944. Zubiri discute fundamentalmente las tesis centrales de la época de Ser y tiempo, afirmando que la existencia no es una apertura que reposa sobre sí misma ni es un puro evento histórico75; que la idea del ser no debe sustantivarse76; que el ser se funda en el tiempo y no al contrario77; y, también, llama la atención sobre una lectura arbitraria de Heidegger sobre la historia de la filosofía78. Estas discrepancias dan cuenta de algunas de las ideas que irán madurando con el tiempo en Zubiri. Un ejemplo de ello lo constituyen su afirmación de que en la proclamación del ser heideggeriano existe un olvido de la realidad primaria de las cosas 79 y de que la verdad como desvelación se funda en una verdad real que es anterior80. Pero las discrepancias definitivas aparecerán finalmente en sus obras de madurez, es decir, en Sobre la esencia e Inteligencia sentiente en que discute las ideas heideggerianas de sentido, comprensión, desvelación, ser e historicidad desde su comprensión de la primacía de la realidad y de la intelección como actualización de la misma. 2. La filosofía como problema: los horizontes de la filosofía 66 Las últimas publicaciones póstumas han incluido los documentos de este período que no fueron incorporados por Zubiri en Naturaleza, historia, Dios. 67 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 423-426. 68 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 13-19. 69 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 23-24, n. 4. 70 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), XII-XIII. El editor da cuenta de la intención de Zubiri de escribir un libro “Sobre el problema de la filosofía”, en que el tema de la temporalidad jugaría un rol central como nuevo horizonte de la filosofía. Obviamente en esto Zubiri está fuertemente influenciado por las ideas de Ser y tiempo. 71 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 299. 72 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 387-388. 73 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 17-125. 74 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 14-15. 75 X. ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad (Alianza, Madrid 1989), 102; X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 4-5. 76 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 16. 77 X. ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad, 296, 306. 78 X. ZUBIRI, Los problemas filosóficos de la metafísica occidental (Alianza, Madrid 1994), 39-40, 90-91. 79 X. ZUBIRI, Sobre el hombre (Alianza, Madrid 1986), 676. 80 X. ZUBIRI, Los problemas filosóficos de la metafísica occidental, 339. 23 Zubiri sostiene que la raíz del problema filosófico es la propia filosofía81 y esto porque ella no comienza por una definición de lo que es en sí misma, como ocurre normalmente con el resto de las disciplinas, sino por una interrogación con pretensiones de radicalidad que tiene como punto de partida el sentido de la propia interrogación82. “La filosofía no consiste sino en la constitución activa de su propio objeto, en la puesta en marcha de la reflexión”83. Pero este particular punto de partida es efectivamente el punto de llegada de la filosofía, al que sólo se puede acceder filosofando. Por eso la filosofía es siempre un conocimiento que es preciso perseguir, retener y conquistar. Esta es simultáneamente la riqueza y el drama de la experiencia filosófica que no permite saber con antelación el destino final del camino que se pretende recorrer. Toda filosofía se pone en marcha por factores concretos que, respondiendo a una lógica interna, se alimentan de un particular horizonte intelectual. Este horizonte, que posibilita distintas filosofías y determina las cosas, tiene que ver con una actitud general ante la realidad que permite la reflexión filosófica y, al mismo tiempo, la limita84. En este sentido, es preciso comprender que el hombre siempre está primariamente instalado “en” la realidad, con una cosmovisión determinada u horizonte que le permite orientarse en el mundo. Este es para Zubiri el problema primario y radical al que el filósofo debe dedicarse como “el” problema de la filosofía que hace posible toda reflexión posterior, incluida la contemporánea85. Así debe leerse el siguiente texto del autor: “La filosofía no es su historia; pero la historia de la filosofía es filosofía, porque la entrada de la inteligencia en sí misma, en la situación concreta y radical en que se encuentra instalada, es el origen y la puesta en marcha de la filosofía”86. A partir de esta conciencia histórica, es posible valorar el actual esfuerzo filosófico y comprender que muchas de las ideas que se han forjado en el pasado no pueden ser sostenidas en nuestro tiempo, bien porque están agotadas o porque el horizonte en que se formularon ya no se sostiene o está en crisis. A partir de esta segunda alternativa, Zubiri afirma que la filosofía occidental se ha desarrollado en dos grandes horizontes, el de la filosofía helénica o griega, del “movimiento” 87, y el de la filosofía poshelénica o cristiana de la “creación de la nada”, de la nihilidad radical88. La crisis definitiva de ambos horizontes es la que demanda y fuerza el surgimiento de un nuevo y distinto horizonte89 que legitime la filosofía contemporánea. 81 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 144. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 154-155. 83 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 150. 84 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 27. La idea zubiriana de que toda cosa es determinable en un horizonte proviene de Husserl. 85 En esta línea es preciso entender casi la totalidad de los estudios históricos de Zubiri, incluido Cinco lecciones de filosofía del año 1963. 86 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 143. 87 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 42-49. 88 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 49-57. 89 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 120-124. 82 24 “En lo que va de la historia europea ha despertado el hombre a la filosofía por dos modos radicalmente distintos de extrañeza, de thaumazéin, y ha entendido de dos modos diferentes la totalidad y el ser de las cosas. No se distinguen ambas épocas en las cosas que manejan, sino que las cosas mismas son distintas para el griego y el europeo de nuestra Era”90. La primera actitud, la que corresponde al mundo helénico, plantea la pregunta filosófica desde el horizonte del “movimiento” que lleva al hombre a sentirse extraño ante el mundo debido al constante cambio o variabilidad del mismo. Por eso el griego se pregunta por el ser de las cosas, que debido al movimiento podrían dejar de ser, y orienta su búsqueda a salvar la consistencia de las cosas que está amenazada por la posibilidad de diluirse por la mutabilidad. En este camino, Aristóteles es quien logra formular la pregunta filosófica básica por el ser que lleva a una contemplación gratuita de la realidad. Este horizonte griego entra en crisis y se derrumba debido a la irrupción de un nuevo horizonte, el judeo-cristiano, que introduce la creación de la nada o la nihilidad radical como el problema fundamental de la filosofía y desplaza la variabilidad del cosmos como su eje articulador. El hombre cristiano también se pregunta por el ser pero ya no lo entiende como constatación del “estar ahí” griego sino como la constatación de que se “es” pudiendo “no ser”. A partir del horizonte de la creación, la cuestión de la metafísica es entonces la cuestión de ¿por qué el ser y no la nada?, pregunta que fue retomada por filósofos como Leibniz y Heidegger con quien alcanza su máximo peso ontológico91. “El griego se siente extraño al mundo por la variabilidad de éste. El europeo de la Era cristiana, por su nulidad o, mejor, nihilidad. De aquí arranca la diferencia radical entre nuestro modo de filosofar y el modo de filosofar del hombre griego. Para el griego, el mundo es algo que varía; para el hombre de nuestra Era, es una nada que pretende ser. Para el griego era cuestión el ser de las cosas, precisamente por la dificultad de que, si son, dejen de ser, se muevan. Para el hombre poshelénico es cuestión el ser de las cosas justamente por lo contrario: por la dificultad de que lleguen a ser. Y la antítesis entre ambos modos de penetrar en el mundo y en la filosofía no es simplemente gradual o relativa; no es simplemente que al griego le sea cuestión el que las cosas dejen de ser y al cristiano que comiencen a ser; sino que, en este cambio de horizonte, ser va a significar algo toto coelo diferente de lo que significó para Grecia: para un griego, ser es estar ahí; para el europeo occidental, ser es, por lo pronto, no ser una nada. Cuando el griego se pregunta qué es el mundo, parte del supuesto de que el mundo está ahí, y de que de lo que se trata es justamente de averiguar qué es. Cuando un hombre de nuestra Era, en cambio, se pregunta qué es el mundo, en lo primero en que piensa es en que, efectivamente, sea él lo que fuere, pudo no haber sido, ni ser lo que es ni cómo es. En cierto sentido, pues, el griego filosofa ya desde el ser, y el europeo occidental 90 91 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 42. A. PINTOR-RAMOS, Génesis y la formación de la filosofía de Zubiri, 30. 25 desde la nada. En lugar de la ‘totalidad que es’, nos encontramos aquí con la ‘totalidad que no es’”92. Para Zubiri existe una real diferencia e incompatibilidad entre ambos horizontes filosóficos que se expresa en la idea de “mundo”. No es lo mismo ver el mundo desde un movimiento intrínseco del ser que “está ahí”, que desde la “creación de la nada” que hace que todo adquiera una nueva y distinta ratio entis93. Afirmar que Dios es el Creador, la causa primera y el fundamento último del mundo, significa reconocer que, respecto de él, el mundo es intrínsecamente contingente, es una posibilidad realizada por el Creador pero que pudo no haber sido. “Puede decirse que originariamente toda la radical innovación que el cristianismo introduce en la filosofía es una nueva idea del mundo. Mientras los metafísicos cristianos, salvo en puntos concretos, absorben, depuran y elevan la metafísica griega, en cambio rompen con ésta por su idea del mundo. Y ante todo por la raíz de éste: el mundo está ‘creado’. Éste es su carácter último, y para muchos pensadores un carácter formal e intrínseco del mundo en cuanto tal. Mundo es entonces la totalidad del ente creado qua creado. Con ello, la metafísica se convierte en ‘teoría de la creación’”94. Pero al plantear la radical diferencia existente entre ambos horizontes, Zubiri no afirma que esta incompatibilidad se traspase necesariamente a las filosofías gestadas en ellos. Por el contrario, la historia da testimonio del gran esfuerzo de la filosofía cristiana que desde su horizonte asume elementos de la filosofía griega e intenta decir desde estas categorías su verdad sobre Dios, el mundo y el hombre. La filosofía cristiana no sólo asumió algunas categorías del pensamiento griego sino también del hebreo95, del árabe y del iranio-islámico96. Pero esta filosofía tampoco se limita a lo realizado por los grandes Padres latinos y griegos o por la Edad Media, con autores como Orígenes, los Capadocios, el Pseudo Dionisio, Agustín, Anselmo, Bernardo, Ricardo de San Víctor, Buenaventura, Tomás, Eckhart, Escoto, Ockham e incluso Suárez97. A ella también pertenece la modernidad que, desde Descartes hasta Hegel, participa intrínsecamente del mismo horizonte teológico de la creación98. Zubiri afirma que, desde un punto de vista estrictamente conceptual, el cristianismo aportó el novedoso concepto de “espíritu” con el que cambió radicalmente la forma de 92 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 49-50; X. ZUBIRI, Los problemas filosóficos de la metafísica occidental, 33-36, 64-68, 71-78; X. ZUBIRI, Cinco lecciones de filosofía, II-III; A. PINTOR-RAMOS, Realidad y sentido. Desde una inspiración zubiriana (Pontificia Universidad de Salamanca, Salamanca 1993), 286-300. 93 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 443. 94 X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 200. 95 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 52-57; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 403. Un ejemplo de este aporte lo constituye una idea de verdad que incluye la confianza, la historia y la profecía. 96 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 104-115; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 402-403, 405-406. 97 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 57-70; Naturaleza, historia, Dios, 273-274, 455-542. 98 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 274-285. 26 pensar griega99. Este concepto pasó de significar la “esencia de Dios”, que crea de la nada, a significar con Descartes la “esencia del hombre”, para llegar finalmente a su plena madurez con Hegel quien unifica todo en el espíritu absoluto100. Desde la constatación de que el horizonte filosófico cristiano alcanzó su plenitud en el sistema hegeliano, Zubiri plantea que toda filosofía posterior debe comenzar por un diálogo con este filósofo para conocer las limitaciones de su propuesta y descubrir las nuevas posibilidades que desde ella se abren. La clara conciencia de la imposibilidad del camino hegeliano es, a juicio de Zubiri, la verdadera condición de posibilidad de la filosofía zubiriana ya que es la crisis terminal del horizonte cristiano. Estos han sido los dos grandes horizontes de la filosofía occidental y cada uno carga con sus propios problemas. El horizonte griego, aunque es un horizonte de pura filosofía, es ya el de una filosofía profundamente marcada por el privilegio del logos y de los conceptos, además de ser una visión entitativa de las cosas. Mientras que el horizonte cristiano, prolonga esta tendencia “logicista” y “entificadora”, pero sin ser una filosofía pura porque está esencialmente montado sobre una serie de presupuestos de carácter estrictamente teológico. Por este motivo, Zubiri sostendrá que la modernidad es sólo parcialmente filosofía. Es pura filosofía porque no es una mera consecuencia de la ciencia moderna y en ella sí es posible reconocer parcialmente la libertad radical de todo filosofar. Pero no es en rigor filosofía pura porque nace y se desenvuelve en el mismo horizonte teológico de la creación. En este sentido, hay un único horizonte que va desde los primeros padres greco-latinos hasta la última gran filosofía idealista de Hegel que llevó a su máxima expresión este modo de hacer filosofía101. “(…): la filosofía europea desde San Agustín a Hegel es, en última instancia, una filosofía que no ha nacido ni ha vivido de sí misma. Con todas sus limitaciones, la filosofía griega nació, por lo menos, desde sí misma, frente a las cosas en inmediato contacto con ellas. Pero el hombre de la era cristiana no se encontró consigo nunca de una manera inmediata, sino mediante Dios, es decir, con la mirada fija en el ente infinito. La filosofía desde Descartes a Hegel es una dialéctica del espíritu finito que quiere conquistar intelectualmente su infinitud, puesta en crisis al distanciarse de Dios. Esa distancia de Dios ha llevado inexorablemente a una divinización del hombre. Por esto podía decir aún Hegel que la filosofía no es sino la exposición del espíritu de Dios antes de la creación. ¿Es esto posible?, o si se quiere, ¿es que no es posible la existencia de una filosofía pura que no sea más que pura filosofía?”102. El hecho de que la filosofía del horizonte cristiano no haya nacido ni vivido desde sí misma es lo que la lleva finalmente a una verdadera falta de radicalidad, no sólo en el planteamiento de algunos problemas sino en el modo mismo de hacer la pregunta filosófica. Esto es lo que explica, a juicio de Zubiri, que la filosofía haya buscado su raíz 99 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 273. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 269-287. Especialmente la página 270. 101 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 70. 102 X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 123-124. 100 27 en otras ciencias, como la teología y la física, ocultando también con esto una cierta pereza intelectual. Así las cosas, la situación de la filosofía del horizonte cristiano no es igual a la del griego porque ésta, a pesar de todas sus limitaciones, nació y vivió desde sí misma y en contacto directo con las cosas. Una actitud que la filosofía del horizonte cristiano perdió, al introducir mediaciones entre ella y la realidad, creando un problema en su propio punto de partida que sólo puede superarse si se recupera la genuina admiración filosófica103 propia del horizonte griego. Sólo esta radicalidad es capaz de derribar los prejuicios que limitan su quehacer y encaminar la reflexión al encuentro de las cosas mismas, en la senda abierta por Husserl y la fenomenología104. Por lo tanto, el horizonte desde el que Zubiri quiere filosofar ya no es el cristiano: el de la creación y la nihilidad,105 sino el nuevo horizonte abierto por la fenomenología que permitió que en el siglo XX existiera un espacio de libertad para el quehacer filosófico puro. Un espacio novedoso y diametralmente opuesto a lo propuesto por la filosofía idealista alemana, de fines del siglo XVIII y comienzo del XIX, del dogmatismo científico de las filosofías positivistas, psicologistas y neokantianas de la segunda mitad del XIX y comienzos del XX106. Pero la ubicación de este esfuerzo zubiriano en el horizonte de la fenomenología no implica que su filosofía deba identificarse con alguna de las grandes propuestas filosóficas que han surgido en su interior. Más bien, da la impresión de que se trata de un camino propio y distinto que intenta retomar la búsqueda de una filosofía primera para llegar a la raíz del problema filosófico, es decir, a la realidad. 103 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 362. Cf. M. GARCÍA-BARÓ, “La fenomenología de Husserl como condición de posibilidad de la noología de Zubiri”, en D. GRACIA (ed.), Desde Zubiri (Comares, Granada 2004), 73-102; A. PINTOR-RAMOS, “Zubiri y la fenomenología”, 389-565. 105 A pesar de que existen algunos textos que cuestionan esta afirmación al acentuar la caducidad de todo. Al respecto ver X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 462-473; X, ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad, 327. 106 Zubiri propone que la historia de la filosofía puede ser leída desde un nuevo horizonte, el de la “inteligencia sentiente”. 104 28 Capítulo II COMPRENSIÓN UNITARIA DE LA INTELIGENCIA: EL ACTO DE APREHENSIÓN Para entender el pensamiento teologal de Zubiri es preciso conocer adecuadamente su planteamiento filosófico, especialmente aquel en que aborda la realidad y la inteligencia. Por esta razón, es necesario atender a su idea de inteligencia sentiente que incorpora en sí misma su concepción de la realidad. De esta manera, se facilitará la comprensión de la segunda parte de este trabajo, en el que presento expresamente su propuesta teologal desde la perspectiva de la estructura binaria fundamental que articula su trilogía sobre la intelección humana. Zubiri se sitúa en la senda abierta por Husserl y Heidegger pero desembocando en la “aprehensión primordial” de realidad, empresa que lo obligó a precisar conceptualmente su comprensión de la realidad107 y la inteligencia108. Desde este último concepto, desde su análisis de la inteligencia sentiente109, abordó los grandes temas que cruzan la filosofía clásica. Es el propio filósofo quien expresa la importancia que posee en su pensamiento el tema de la inteligencia y su esfuerzo por liberarla de los prejuicios con que, a su entender, se le ha encasillando a través del tiempo: “Mi vida intelectual ha transcurrido como una corriente bordeada y encauzada por dos riberas. Una, la idea de liberar el concepto de realidad de su adscripción a la sustancia. Las cosas reales no son sustancias sino sustantividades. No son sujetos sustanciales sino sistemas sustantivos. De ello me ocupé en mi libro Sobre la esencia. La otra ribera es la de liberar la intelección, la inteligencia, de la adscripción a la función de juzgar. (...) El acto formal de la intelección no es el juicio sino que es la aprehensión de la cosa real misma. Y esa cosa misma se nos da primaria y radicalmente en impresión sensible, esto es, en impresión de realidad. (...) A mi 107 Para una comprensión de lo que Zubiri entiende por “realidad” ver Sobre la esencia; J. RIVERA, Heidegger y Zubiri, 139-159, especialmente las páginas 151-159. Se trata de un artículo titulado “La crítica de Zubiri a Heidegger” que data de 1964. En él Rivera analiza la comprensión zubiriana de realidad presente en Sobre la Esencia y la crítica que esta concepción implica a la visión heideggeriana; I. ELLACURÍA, Escritos filosóficos, Vol. III (UCA Editores, San Salvador 2001), 133-134. El autor destaca el tema de la realidad como eje fundamental de la filosofía de Zubiri. 108 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad; A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad. 109 La expresión “inteligencia sentiente” remonta a los años 40. En las lecciones del curso de 1948-1949 sobre “El problema de Dios” ya se encuentran varias alusiones a ella. 29 modo de ver, esa liberación del juicio era crucial para poder, por lo menos para mí personalmente, ponerme en marcha en materia filosófica”110. El desarrollo de la idea de inteligencia sentiente se comprende a partir de su intento por recuperar la realidad como el sustento de todo y como aquello con lo que todos tenemos necesariamente que relacionarnos111. El hombre requiere saber lo que son las cosas y las situaciones con las que se encuentra y, en este proceso, se le llama inteligencia a la actividad humana que busca este saber imprescindible para todo hombre. Zubiri tiene clara consciencia de que para acceder a la realidad es primariamente necesario que ésta se le dé al hombre de algún modo y que, a su vez, éste tenga la capacidad de encontrarse “con” ella y “en” ella. En este sentido, comparte con otros autores que el hombre accede a la realidad, o por lo menos intenta hacerlo, a través del ejercicio de la inteligencia. Pero Zubiri desarrolla una idea de inteligencia que atendiendo a la formalidad, es decir, al modo de actualización112, va más allá de lo que la filosofía occidental, en su visión clásica y moderna, ha propuesto. En este contexto, y desde la perspectiva de una formalidad constitutivamente unitaria, planteará la idea de la “inteligencia sentiente” entendida como “mera actualización de la realidad” que se despliega en ulteriores “reactualizaciones”. Zubiri indica, en el prólogo del primer volumen de Inteligencia sentiente, que la idea de inteligencia que propone es la de una intelección humana entendida formalmente como mera “actualización” de lo real113, la misma idea con la que sintetiza conclusivamente la obra, en su tercer volumen: “La inteligencia humana siente la realidad. No es una inteligencia que comienza por concebir y juzgar lo sentido. La filosofía ha contrapuesto sentir y inteligir114 fijándose solamente en el contenido de ciertos actos. Pero ha resbalado sobre la formalidad. Y aquí es donde inteligir y sentir no sólo no se oponen sino que, pese a su esencial irreductibilidad, constituyen una sola estructura, una misma estructura que según por donde se mire debe llamarse inteligencia sentiente o sentir intelectivo. Gracias a ello, el hombre queda inamisiblemente retenido en y por la realidad: queda en ella sabiendo de ella. Sabiendo ¿qué? Algo, muy poco, de lo que 110 X. ZUBIRI, “Presentación de Inteligencia y logos e Inteligencia y razón” (Madrid 31/1/1983) (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.net/portada2/mod/resource/view.php?id=4. El destacado del párrafo es mío. 111 Cf. X. ZUBIRI, “Notas sobre la inteligencia humana”, en ASCLEPIO, Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, 18-19 (1966-67), 341-353. 112 Zubiri denomina “formalidad” al modo de la actualización. Entiende que unos mismos contenidos pueden actualizarse como formalidades distintas, distinguiendo básicamente dos modos de actualización o formalidades: el de estimulidad, propio de los animales, y el de realidad, propio del hombre. De ello daremos cuenta más adelante. 113 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 9-15. 114 En orden a la rigurosidad del trabajo, conviene aclarar que en las citas de la obra de Zubiri se mantiene su estilo de escritura a pesar de que en ocasiones, como en este caso en que dice “sentir y inteligir”, no parecen correctas en español moderno porque debiera decir sentir e inteligir. Al respecto cabe indicar que en Zubiri la “y” que utiliza tiene un claro sentido e intencionalidad ilativa para mostrar precisamente la unidad estructural que existe entre el sentir e inteligir. 30 es real. Pero, sin embargo, retenido constitutivamente en la realidad. ¿Cómo? Es el gran problema humano: saber estar en la realidad”115. Cuando Zubiri habla de inteligencia lo hace utilizando el sentido originario del adjetivo “noético” que deriva del sustantivo “nóesis”, manifestando con ello, desde un comienzo, que su intención es analizar y describir la intelección misma en cuanto actos intelectivos o noéticos y no en cuanto facultad. Por esta razón, en su obra nos encontramos con una verdadera “noología”116, es decir, con un análisis de la inteligencia que es anterior a toda epistemología, en el sentido de teoría de la ciencia117, y no con el desarrollo de una teoría del conocimiento que, en cuanto tal, es siempre un momento posterior. En función de esta orientación la experiencia asume un rol fundamental en el desarrollo de su filosofía y necesariamente en su comprensión de la inteligencia. Su intento por resituar el análisis de la inteligencia humana, desde una clara perspectiva fenomenológica118, en un estadio previo al teórico y como fundamento de éste, lo llevará al diálogo y discusión con las ideas filosóficas más influyentes en la cultura occidental de su tiempo. Ideas que, a su juicio, se han constituido en presupuestos fundamentales de las concepciones más difundidas sobre la inteligencia que, al no ser repensadas críticamente, dificultan su comprensión en un paradigma filosófico distinto del que las produjo119. Ello lo obligará a revisar críticamente los planteamientos filosóficos para referirse a la inteligencia, precisando el sentido de algunos conceptos y, en los casos que estime necesarios, creando nuevos términos que permitan expresar cabalmente el resultado de su análisis del inteligir humano. Esta tarea explica en parte la difícil y lenta recepción que ha tenido su pensamiento en el propio ambiente filosófico. Zubiri sabe que la filosofía occidental ha tratado históricamente el tema de la inteligencia partiendo de la contraposición entre lo que se entiende por “inteligir” y “sentir”. Con ello, ha desarrollado una comprensión dualista de la inteligencia humana, que entiende el inteligir y el sentir en una clara y fundamental oposición, sin reconocer la previa necesidad de precisar ambos conceptos para aclarar y fundamentar la base de dicho planteamiento. Es por esto que el propósito inicial de su esfuerzo filosófico, expresado con claridad al comienzo de su trilogía sobre la inteligencia, es el de analizar el inteligir mismo evitando los dos grandes errores que, a su juicio, se han cometido reiteradamente en la historia de la filosofía occidental: 115 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 351-352. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 11. El término noología es utilizado por Zubiri en la introducción de su obra en su sentido estrictamente etimológico, es decir, como estudio de la inteligencia. Un estudio que no pretende ser explicativo sino descriptivo. En este sentido, la noología zubiriana vendría a ser la Aufhebung de la fenomenología que se mueve en un plano no explicativo de lo que las cosas serían más allá de la aprehensión, sino meramente descriptivo de lo que las cosas son en tanto actualizadas en la aprehensión. A pesar de ser un concepto no muy recurrente en la historia de la filosofía, tiene su historia. Sobre el tema ver D. GRACIA, Voluntad de verdad, 109-111. 117 Cf. A. GONZÁLEZ, “El problema de la teología en Zubiri” (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/ 2008). Disponible en http://www.praxeologia.org/teozubi.html (Introducción) 118 Conviene indicar que concuerdo con Solari respecto de que Zubiri nunca abandona el ideal del método fenomenológico. Sobre este interesante punto ver E. SOLARI, La raíz de lo sagrado, 76-98; D. GRACIA, Voluntad de verdad, 23-66, 101-117; A. TORRES, Filosofía de la religión en Xavier Zubiri (Tirant lo Blanch, Valencia 2005), 18. 119 Cf. X. ZUBIRI, Los problemas filosóficos de la metafísica occidental. 116 31 En primer lugar, el que se hace presente con mayor claridad en la filosofía griega y medieval, que consiste en comprender la inteligencia y el sentir como actos de facultades esencialmente distintas. Dando a entender con ello que la contraposición entre uno y otro acto es finalmente contraposición de facultades, aunque se reconoce que ambas están determinadas finalmente por la acción de las cosas120. Más allá de la veracidad o falsedad de esto, Zubiri entiende que esta comprensión del sentir y de la inteligencia como facultades distintas, base de una comprensión dualista sobre el tema, no le sirve para la búsqueda que pretende realizar, dado que al centrar la mirada en las facultades no se logra llegar al fundamento del problema, porque son los actos los que determinan a las facultades y no éstas a sí mismas. Ello demanda, por tanto, que la atención y el análisis se centren rigurosamente en los actos mismos y no en las facultades121. Por esto insistirá, reiteradamente, que su análisis recaerá sobre los actos de inteligir y sentir en tanto que actos, en y por sí mismos (kath’ enérgeian), y no en tanto que facultades (kata dýnamin). “En todo este libro me referiré, pues, a la ‘intelección’ misma, y no a la facultad de inteligir, esto es, a la inteligencia. Si a veces hablo de ‘inteligencia’, la expresión no significa una facultad sino el carácter abstracto de la intelección misma”. 122 Zubiri se esfuerza reiteradamente en indicar que su trabajo no es la elaboración de una metafísica de la inteligencia sino el análisis de la estructura interna de los mismos actos de inteligir. E insiste, con algún grado de ingenuidad, en que su análisis trata simplemente de “hechos” constatables que no responden a una elaboración teórica123. Un aspecto en el 120 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 19. Zubiri aclara que utiliza en este lugar “cosa” como simple sinónimo de algo, como aquello que es lo inteligido y sentido. 121 La prioridad de los actos y la atención del autor a los mismos es un elemento fundamental de la filosofía de Zubiri y de su intento por desarrollar una filosofía primera. De ello da buena cuenta Antonio González quien, en un análisis crítico del planteamiento zubiriano, intenta desarrollar una filosofía primera desde su praxeología. Cf. A. GONZÁLEZ, Estructuras de la praxis. Ensayo de una filosofía primera (Trotta, Madrid 1997); A. GONZÁLEZ, Teología de la praxis evangélica. Ensayo de una teología fundamental (Sal Terrae, Santander 1999), 75-84; A. GONZÁLEZ, “El principio de todos los principios: acto en Husserl y en Zubiri”, en Miscelánea Comillas, 59 (2001), 639-684; C. PASTÉN, Aproximación a la concepción fenomenológica del acto en Edmund Husserl y Xavier Zubiri (Tesis doctoral presentada a la Facultad de Filosofía y Educación de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, La Serena 2006), 149-151. Este autor, en las páginas 237-244, crítica a Zubiri por cuanto habría puesto su atención más en la actualidad que en el acto mismo. 122 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 20. 123 A pesar de que para Zubiri se trata de algo absolutamente claro, para autores como Diego Gracia no lo es tanto. Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 140. Texto en que se señala, al finalizar una breve síntesis del primer volumen de la obra de Zubiri sobre la inteligencia, que: “En él se hace el análisis del modo primario y radical de la intelección humana, la aprehensión primordial de realidad. Para Zubiri se trata de ‘mero análisis’. En términos generales no es difícil concederle esto, si bien sospecho, como ya insinué en un principio, que a veces se han deslizado conceptos de singular importancia que difícilmente pueden ser resultado del mero análisis. Pienso, concretamente, en los de ‘sentir’ e ‘inteligir’. Soy consciente de que en buena medida vienen impuestos por una tradición secular. Acepto también con facilidad que resulta complicado, por no decir imposible, reducir la capacidad humana de aprehender las cosas como realidades al puro sentir animal. Pero aún así pienso que el problema de si en el hombre hay una nota espiritual que le distinga radicalmente de los animales es típicamente ‘metafísico’, en el sentido que a lo largo del libro he venido dando a este término. Creo, por tanto, que se trata de una teoría, una construcción racional, todo lo sensata que se quiera, 32 que, como veremos en la segunda parte de este trabajo, también insiste cuando trata del problema teologal del hombre. En segundo lugar, Zubiri intenta evitar lo que entiende es el error de la filosofía moderna sobre el tema. Si la filosofía griega y medieval erró al abordar el tema de la inteligencia al desplazarse desde el acto mismo a la facultad, la filosofía moderna, desde Descartes en adelante, comete, a su juicio, un error diferente pero no menos significativo y radical, al desplazarse dentro del acto mismo de intelección comprendiendo el inteligir y sentir como dos modos de darse cuenta o conciencia. Desde esta perspectiva, la intelección es comprendida como acto de conciencia. Esta idea recorre la filosofía moderna culminando en el desarrollo de la fenomenología de Husserl, quien justamente realiza un análisis de la conciencia y de sus actos, sosteniendo una primacía de la intencionalidad y de la conciencia. Cuestión que Zubiri critica afirmando que la intencionalidad se funda en una previa “actualidad” del “estar” presente de la cosa, es decir, en una “actualidad común” de la intelección y la realidad124. A juicio de Zubiri ambas concepciones, tanto la griega y medieval, como la moderna, aunque por razones y en grados distintos, impiden un adecuado enfoque del problema de la intelección humana, porque persisten en un planteamiento estructuralmente dualista. A pesar de valorar el esfuerzo de la filosofía moderna por superar el dualismo presente en su antecesora, al rechazar la idea de la inteligencia como acto de una facultad, es preciso reconocer que su planteamiento sigue siendo insuficiente en la medida en que sustantiva el darse cuenta. Con esto se hace de la intelección un acto de la conciencia y se introduce una doble afirmación: por un lado, la de una conciencia que ejecuta actos y, por otro, la comprensión de que la constitución formal de estos actos es precisamente el “darse cuenta”. Esto implica finalmente la introducción de un nuevo y sutil dualismo en el planteamiento del tema de la inteligencia. La inexactitud básica de las afirmaciones de la filosofía moderna está, a juicio de nuestro autor, en que no responden a “hechos” porque, en primer lugar, la conciencia no tiene ninguna sustantividad y, por lo tanto, no puede ejecutar actos. “So pretexto de no apelar a una ‘facultad’, se sustantivó el carácter de algunos actos nuestros, y se convirtieron estos actos en actos de una especie de ‘súper-facultad’ que sería la conciencia. Y esto no es un hecho, es tan sólo una ingente teoría”125. Y, en segundo lugar, porque no es verdad que lo que constituye la intelección sea el “darse cuenta”, ya que el hacerlo es siempre un darse cuenta de algo que “está” presente a la conciencia pero que no está determinado por el mismo darse cuenta. probablemente cierta, pero teoría racional al fin y al cabo, y no algo que se deduce directamente del mero análisis del hecho de la aprehensión humana. Sólo con este matiz, que no deja de ser grave, me parece aceptable el excelente análisis de Zubiri de la estructura de la aprehensión primordial de realidad”. Ver pág. 135 del mismo texto; A. PINTOR- RAMOS, Realidad y verdad, 311-320. Texto en que el autor también indica que en el planteamiento zubiriano hay varias teorizaciones que exceden el mero análisis del acto de inteligir. 124 Cf. E. SOLARI, La raíz de lo sagrado, 83-91. A pesar de la distancia que el propio Zubiri establece entre su filosofía y la de Husserl, es notable el reconocimiento de su pensamiento porque devuelve a la filosofía un espacio de libertad real para su desarrollo y por su invitación a volver a las cosas mismas. 125 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 21. 33 “La cosa no está presente porque me doy cuenta, sino que me doy cuenta porque está ya presente. Se trata ciertamente de un estar presente en la intelección, en la que me doy cuenta de lo presente, pero el estar presente de la cosa no es un momento formalmente idéntico al darse cuenta mismo ni está fundado en éste”126. A fin de cuentas, el esfuerzo realizado por la filosofía moderna es valioso pero insuficiente porque permaneciendo dentro del mismo acto de intelección no considera lo fundamental de este acto, que es el “estar” presente mismo, dirigiendo exclusivamente su mirada al “darse cuenta” del estar presente. No se trata de rechazar la importancia del momento del “darse cuenta” o de la conciencia sino de advertir que al centrar la mirada con exclusividad en “el darse cuenta” se terminó desconociendo el momento del acto, es decir, el momento del “estar” presente en sí mismo, que es necesariamente previo al darse cuenta. El acto de inteligir es ciertamente un darse cuenta, pero siempre de algo que ya está presente. Es en la unidad de estos dos momentos en lo que consiste el acto mismo de la intelección. Por ello, resulta absolutamente necesario comprender la intelección en la unidad intrínseca de sus dos momentos, entendidos ambos como determinaciones suyas y no de las cosas o de la conciencia. “La unidad indivisa de estos dos momentos consiste, pues, en el ‘estar’. El ‘estar’ es un carácter ‘físico’ y no solamente intencional de la intelección. Físico es el vocablo originario y antiguo para designar algo que no es meramente conceptivo sino real”127. Este carácter físico128 del “estar” es lo que lleva a Zubiri a rechazar una comprensión en términos solamente de un “darse cuenta”. El estar físico al que se refiere es un “estar” en que yo estoy “con” la cosa y “en” la cosa, pero al mismo tiempo se trata de un “estar” en que la cosa está quedando en la intelección que se da cuenta del estar. Pero en ningún caso se trata de un estar “de” la cosa. Con ello no se niega que la intelección es formalmente un acto intencional pero sí se insiste en que se trata de un físico “estar”. Es la unidad de este acto de “estar” lo que constituye fundamentalmente la intelección como acto de aprehensión, rechazando una deficiente comprensión de la intelección como mero acto de una facultad o de conciencia. En función de esta mirada unitaria, el filósofo insistirá en que su análisis se remite exclusivamente a los “hechos” y, por tanto, a la aprehensión del “estar mismo”. Apuntando, con esto, a que la aprehensión no es una teoría sino el hecho de que me estoy dando cuenta de algo que me está ya presente, y en cuanto tal, es el hecho previo y fundamento de toda posterior teorización sobre la intelección humana. “La aprehensión es, por lo que hace al momento del ‘estar presente’, un acto de captación de lo presente, una captación en la que me estoy dando cuenta de lo 126 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 21-22. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 22. 128 Cf. X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 11-13. Zubiri utiliza el término “físico” en el sentido originario griego, haciendo hincapié en el carácter real de la cosa frente a una concepción meramente conceptiva de ésta. Con “físico” no designa una región concreta de cosas, como sucede en el pensamiento moderno, sino su carácter real. 127 34 que está captado. Es un acto en que se ha aprehendido lo que me está presente precisa y formalmente porque me está presente. La aprehensión es el acto presentante y consciente. Esta ‘y’ es justo la esencia misma unitaria y física de la aprehensión. Inteligir algo es aprehender intelectivamente este algo”129. A partir de esta comprensión del acto de intelección como aprehensión, Zubiri entiende que es preciso centrar su análisis en el acto mismo de intelección. Por ello pondrá todas sus energías en el análisis de la índole constitutiva de la intelección, en y por sí misma, intentando hallar el modo primario de la aprehensión intelectiva y determinar los llamados tipos de intelección en que se despliega, como modalizaciones ulteriores de esta aprehensión primaria fundamental, o como reactualizaciones ulteriores de la única actualización de lo real. Con este planteamiento ya estamos en presencia de lo que entendemos es la estructura binaria que articula el planteamiento zubiriano de Inteligencia sentiente y que proponemos, en la segunda parte del trabajo, como clave de lectura de su trilogía teologal. Conviene recordar que el interés del autor no es explicitar un concepto general de intelección sino la índole física, es decir, real y no conceptiva, y por tanto constitutiva de los diversos modos de aprehensión intelectiva. Por eso el problema fundamental que aborda no es otro que el de la determinación del modo primario de la intelección, del que necesariamente surge todo posible desarrollo ulterior. En este camino, su análisis del hecho de la aprehensión lo llevará a reconocer la unidad estructural de la aprehensión sensible e intelectiva en el acto de aprehender una cosa. Pero como el acto de aprehensión pertenece tanto al sentir como al inteligir, es en la aprehensión misma en la que se debe reconocer lo común y diferente de ambas dimensiones130. Es, por tanto, en el análisis de la aprehensión misma donde se juega la posibilidad de una adecuada comprensión de la inteligencia humana. En el planteamiento inicial de Inteligencia sentiente, ya se puede reconocer, bajo una mirada esencialmente unitaria, una estructura binaria fundamental que articula su comprensión de la inteligencia humana, constituida por una aprehensión primaria, base y posibilidad de cualquier desarrollo posterior, que se despliega o explicita en ulteriores y diversas modalizaciones intelectivas que finalmente deben ser comprendidas unitariamente. En este proceso Zubiri realiza una opción metodológica, en orden a la claridad de su exposición, que implica partir del análisis de la aprehensión sensible, común tanto al hombre como al animal, como paso previo al desarrollo de la intelección humana. Ello no supone que para hablar de la aprehensión intelectiva sea estrictamente necesario hacerlo en contraposición con el sentir animal, como forma de resaltar lo específico del aprehender intelectivo. Se trata solamente de un camino expositivo o de un método pedagógico que le permite explicar adecuadamente la aprehensión humana que es lo que realmente le interesa en este texto131. Para velar por la claridad de la presentación seguiré el mismo camino que el autor. 129 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 23. X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 506-507. Para Zubiri cuando se trata del hombre, intelección y sentir se distinguen analíticamente como dos momentos que constituyen de hecho una sola y única estructura aprehensiva. 131 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 26; D. GRACIA, Voluntad de verdad, 130. Es fundamental comprender que Zubiri no quiere dar cuenta de la aprehensión animal en sí misma sino simplemente en 130 35 1. Aprehensión sensible y sus modos 1.1. Aprehensión sensible Para Zubiri, el sentir es un proceso estrictamente unitario, un verdadero proceso sentiente que consiste en la unidad intrínseca, radical e indisoluble de sus tres momentos constitutivos: la “suscitación”132, la “modificación tónica” y la “respuesta”. Esta unidad es lo que constituye lo específico de la animalidad. Por suscitación entiende el inicio de un proceso accional animal en cualquiera de sus modos de acontecer. Por modificación tónica, determinada por la suscitación, se refiere a la modificación del tono vital que poseía previamente el animal133, y por respuesta, que depende de la modificación tónica, entiende el momento accional en cualquiera de sus posibilidades. La unidad de este proceso sentiente está determinada por la estructura formal del primero de sus momentos constitutivos, la estructura formal de la suscitación, que es en rigor “aprehensión sensible”, y que determina el proceso sentiente en sus dos momentos constitutivos siguientes, es decir, en el momento de modificación tónica y respuesta, desencadenando el proceso del sentir. En función de ello, es preciso centrar el análisis en la estructura formal propia de la suscitación en cuanto aprehensión sensible, pues se entiende que es esta estructura la que determina la totalidad procesual del sentir en cuanto tal. Zubiri comprende, desde esta perspectiva, que lo que constituye formalmente el sentir es la impresión, e indica que ni la filosofía antigua, ni la medieval, ni la moderna han reparado adecuadamente en esta situación ni en la estructura formal de la “impresividad”134. Por esta razón, se esfuerza en conceptuar rigurosamente lo que es la impresión, afirmando que su estructura tiene tres momentos constitutivos: es ante todo “afección” del sentiente por lo sentido, no en el sentido del afecto sino del padecimiento que nos hace presente aquello que nos impresiona; pero también es “alteridad”, en cuanto es algo otro en afección, es decir, alteridad en afección; y finalmente es “fuerza de imposición” al sentiente de aquello que es pura y simplemente lo presente en mi impresión, es decir, de la “nota”135. Fuerza de imposición que no se refiere a la intensidad de la afección y que es muy variable. La unidad intrínseca de estos tres momentos estructurales es decisiva porque constituyen la impresión misma. Por esto Zubiri llama la atención sobre el hecho de que la filosofía haya atendido casi exclusivamente al primer momento de la impresión, el de la comparación con ella clarificar algo lo que es la aprehensión humana. En el mismo sentido, ver A. PINTORRAMOS, Realidad y verdad, 65. 132 Zubiri aclara que el primer momento es el de la suscitación, entendiendo por éste una acción de la totalidad del animal, que es muy distinto de la excitación que es el momento de una función, por decirlo de alguna manera, que indica una función de una parte del todo. 133 No hay que entender este segundo momento en un sentido temporal ya que ello sería confundir la suscitación con la excitación. 134 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 31-32. 135 Zubiri entiende por nota algo ‘noto’, es decir, algo que es pura y simplemente lo presente en mi impresión. Para una mejor comprensión del concepto sugiero leer el artículo de C. POSE, “El problema de la unidad psico-orgánica de la realidad humana en X. Zubiri”, en Revista Agustiniana, 42 (2001), 947-1024. 36 afección, descuidando de alguna manera el tratamiento de los otros dos momentos, el de la alteridad y de la fuerza de imposición. Ante esta carencia se esforzará en el análisis y desarrollo del momento de la alteridad136, centrando su mirada sobre su estructura y unidad. Respecto de la estructura, afirma que la alteridad nos hace presente lo otro pero en tanto que otro, es decir, con un contenido y una forma o “formalidad”137 propia de quedar que es autónoma respecto del sentiente. Este otro, o nota, tiene ante todo un contenido propio que se hace presente como otro. El contenido es algo que queda ante el sentiente como algo otro, en el sentido de un verdadero momento físico esencial de la alteridad. Efectivamente, la alteridad nos hace presente una nota pero indicándonos, al mismo tiempo, una forma específica de quedar ésta. Es a este quedar particular de la nota, que depende del modo de habérselas el sentiente en su sentir y que está directamente relacionado con el grado de “formalización” del animal, a lo que Zubiri denomina “habitud”138. Respecto de su unidad, Zubiri afirma que la alteridad posee una unidad estructural esencial. En ella, el contenido y la formalidad no son dos momentos ajenos el uno al otro, sino momentos estructuralmente unitarios: la formalización concierne al contenido mismo y, a la vez, el contenido concierne al modo de estar formalizado139. Los dos momentos tienen una unidad intrínseca y radical que es la modalización de la alteridad. “En definitiva, la impresión sensible es una impresión que afecta al sentiente haciéndole presente lo que impresiona, esto es, una nota, en formalidad de independencia con un contenido propio tanto elemental (una sola nota) como complejo (una constelación de notas). En su alteridad misma, estas notas independientes se imponen con fuerza variable al sentiente. Y así impuesta, la impresión determina el proceso del sentir: la suscitación, la modificación tónica y la respuesta”140. La formalización concierne, por tanto, al sentir completo como suscitación, modificación del tono vital y respuesta. Y es ella la que especifica los distintos modos de aprehensión sensible. 1.2. Modos de la aprehensión sensible: impresión Los modos de aprehensión sensible se distinguen por las distintas maneras en que unas mismas notas pueden ser aprehendidas, lo que se denomina modos de formalización. Según esto, Zubiri reconoce dos modos de aprehensión sensible: el primero es el sentir la estimulidad, que es propio de los animales y, el segundo, es el sentir la realidad, que es propio del hombre. 136 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 34-39. Con formalidad no se refiere a un concepto metafísico, como ocurre en la Edad Media, sino a un momento sentiente de carácter descriptivo. 138 Para Zubiri habitud no es costumbre ni hábito sino modo de habérselas y el término de una habitud es la formalidad. Sobre este punto nuevamente reclama la falta de atención que ha demostrado la filosofía sobre la habitud o formalidad conque queda el contenido. 139 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 43-46. Zubiri desarrolla el tema de la formalización en el primer apéndice del texto. 140 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 39. 137 37 En función del objetivo propuesto para este estudio, me centraré exclusivamente en el desarrollo del segundo de los modos de aprehensión sensible, es decir, en el sentir humano de la realidad. Respecto del sentir la estimulidad141, basta con indicar que consiste en aprehender algo como mero objetivo del proceso sentiente, como mera impresión de estimulidad y, por lo tanto, como signo objetivo de respuesta. Ya indicábamos previamente que se trata del sentir propio de los animales, que es compartido por el hombre en cuanto animal. Pero en el caso del hombre nos encontramos con algo absolutamente distinto, peculiar y exclusivo. El hombre aprehende las mismas notas aprehendidas estimúlicamente por el animal pero con una formalidad distinta, con una impresión que es la aprehensión de realidad. Se trata de una distinción estrictamente modal y como tal afecta los tres momentos de la impresión. El hombre aprehende con una formalidad distinta la realidad o “reidad”142, neologismo que según Zubiri se ve obligado a introducir para describir con precisión la formalidad de la aprehensión humana. “Inmediatamente voy a dar razón de este neologismo ‘reidad’, que me he visto obligado a introducir en la descripción de la formalidad de la aprehensión humana. Dado el carácter completamente distinto que el término realidad puede tener en el lenguaje vulgar y aun en el filosófico, a saber realidad allende toda aprehensión, el término reidad puede servir para evitar confusiones. Pero hecha esta aclaración, emplearé los dos términos indiscernidamente: reidad significa aquí simple realidad, simple ser ‘de suyo’”143. El hombre aprehende las notas como caracteres que pertenecen a las notas mismas, lo que denomina “en propio”144, mientras que en la aprehensión de estimulidad las notas son aprehendidas por los animales como signos objetivos de respuesta. Analizando para este caso el tema de la aprehensión sensible del calor, afirma: “A diferencia del puro sentir animal que aprehende las notas estimúlicamente, y sólo estimúlicamente, en el sentir humano se aprehenden esos mismos caracteres, pero siendo caracteres del calor ‘de suyo’: se aprehende el calor realmente. La independencia signitiva se ha tornado en independencia de realidad. Realidad es formalmente el ‘de suyo’ de lo sentido: es la formalidad de realidad, o si se quiere, la realidad como formalidad”145. 141 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 48-53. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 57-58, 173; X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 28. Este neologismo tiene a juicio de Pintor-Ramos un valor instrumental y pedagógico que logra llamar la atención sobre el tema de la realidad, aunque reconoce que el propio Zubiri utiliza muy poco este concepto. Al respecto ver A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 60. Para otros autores no es un neologismo feliz, ver J. BAÑON, “La estructura sentiente de la trilogía de Zubiri”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 18 (1991), 65-80; A. GONZÁLEZ, Estructuras de la praxis. Ensayo de una filosofía primera, 36-43. González indica que el realismo de Zubiri tiene un sentido muy distinto del habitual en la historia de la filosofía, por eso prefiere hablar de reísmo. 143 X. Zubiri, Inteligencia y realidad, 57. 144 Con la expresión “en propio” Zubiri se refiere a propiedad en su sentido altísimo de pertenencia a algo. 145 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 57; Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 18. Texto en que el autor afirma: “Entiendo por realidad de algo el que estas notas pertenezcan a la cosa ‘de suyo’, es decir, que no sean 142 38 Una adecuada comprensión del planteamiento del autor en este punto, demanda una breve aclaración del concepto de realidad para distinguirlo de lo que afirman tanto el realismo crítico como el ingenuo146. Para Zubiri la realidad no puede ser pensada como algo que es real en sí, en el sentido de una cosa real en el mundo que es independiente de mi percepción, porque no se trata de ir allende lo aprehendido en la aprehensión sino del modo como lo aprehendido queda “en” la aprehensión misma. Como acabamos de ver, Zubiri crea el neologismo reidad con la intención de referirse a la realidad como de suyo de lo que está presente en la aprehensión. Es el modo de presentarse la cosa misma en una presentación real y física, de lo que se desprende que la realidad no es algo inferido sino una formalidad de lo inmediatamente presente, es decir, el modo mismo de quedar presente la nota. Realidad es primordialmente formalidad que compete a la cosa aprehendida por sí misma, que es precisamente lo que se quiere expresar con el de suyo. La formalidad de reidad o realidad, es formalidad del de suyo como modo de quedar en la aprehensión. “(...): la formalidad de realidad es algo en virtud de lo cual el contenido es lo que es anteriormente a su propia aprehensión. Es la cosa la que por ser real está presente como real. Realidad es el ‘de suyo’”147. Ello implica que la formalidad es, por un lado, el modo de quedar en la aprehensión y, por otro, es el modo de quedar en propio, siendo de suyo. Esta estructura es lo que nos fuerza a hablar no sólo de mi aprehensión de lo real, sino de la realidad misma de lo aprehendido en mi aprehensión. No es un salto de lo percibido a lo real, sino de la realidad misma en su doble cara de aprehendida y de propia en sí misma, como dos momentos formalmente unidos. Esta formalidad de realidad es lo que lleva de la realidad aprehendida a la realidad allende la aprehensión. Un llevar que no se refiere a un movimiento que lleva de lo no real, de lo puramente inmanente, a lo real allende la percepción. Sino un llevar de la realidad aprehendida a la realidad no aprehendida, como movimiento que se mantiene siempre dentro de la aprehensión misma de lo real. La cosa real aprehendida como algo “de suyo” no es cosa sentido sino cosa realidad148, es decir, cosa que actúa sobre las demás o sobre sí tan sólo signos de respuesta. (…) Realidad no significa aquí existencia, y mucho menos algo allende mi aprehensión, sino que es la formalidad según la cual eso que llamamos calor está aprehendido como algo ‘de suyo’, es decir, según la formalidad de realidad”. 146 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 420-421; X: ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 216-218. En ambos textos, Zubiri habla del realismo crítico e ingenuo afirmando que, si bien el idealismo negó la existencia de cosas reales externas al sujeto e independientes de éste, las filosofías realistas, por el contrario, admitieron la existencia de un mundo exterior que se conoce en virtud de un razonamiento, realismo crítico, o por ser un hecho incuestionable, realismo ingenuo. En este sentido, es importante comprender que el planteamiento zubiriano no encaja del todo con lo sostenido por el realismo tradicional. Sobre este punto existen comprensiones erradas de la propuesta de Zubiri que lo enmarcan en un realismo tradicional e incluso en un idealismo. Sobre el tema ver L. RUBIO, “Reflexiones sobre la filosofía de Zubiri”, en Revista Agustiniana, 34 (1993), 195-232; L. WESSELL, El realismo radical de Xavier Zubiri. Valoración crítica (Universidad de Salamanca, Salamanca 1992); I. AÍSA, “Royce y otros contra Xavier Zubiri, de la mano de L. P. WESSELL, Jr. Seguimiento crítico de este combate filosófico”, en Thémata, 11 (1993), 257-276. 147 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 58. 148 Cf. X. ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad, 228-229. El autor desarrolla el tema de la condición como capacidad de lo real para ser constituido en sentido; A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 143-188. 39 misma formalmente en virtud de las notas que posee “de suyo” 149. En este punto, Zubiri se separa de la comprensión de Husserl y Heidegger quienes piensan que formalmente aprehendemos en la percepción paredes y mesas. Para él esto es radicalmente falso y en este sentido afirma: “En una aprehensión impresiva yo no intelijo jamás, no aprehendo sentientemente jamás, una mesa. Lo que aprehendo es una constelación de notas que en mi vida funciona como mesa. Lo que aprehendo no es mesa sino una constelación de tal dimensión, forma, peso, color, etc., que tiene en mi vida función o sentido de mesa. Al aprehender lo que llamamos ‘mesa’, lo aprehendido como ‘de suyo’ o ‘en propio’ no es, pues, la mesa como mesa. La mesa no es ‘de suyo’ mesa. La mesa es mesa tan sólo en cuanto la cosa real así llamada forma parte de la vida humana. Las cosas como momentos o partes de mi vida son lo que yo he llamado ‘cosa-sentido’. Pero nada es ‘de suyo’ cosa-sentido. La cosa real aprehendida como algo ‘de suyo’ no es una ‘cosa-sentido’, sino lo que he llamado ‘cosa-realidad’”150. La formalidad de realidad que corresponde a la aprehensión de realidad, propia del ser humano, modela de manera particular los tres momentos de la impresión: El hombre siente que está afectado en realidad, afectado realmente. No sólo siente frío como el animal, sino que ‘se’ siente frío. Este ‘se’ expresa el carácter de realidad de la afección. En el hombre se trata de una afección real151. En esta afección nos está presente algo otro, la “alteridad”. Lo específicamente humano de esta presencia de algo otro es que el contenido de lo presente no sólo queda como signante, como es en el caso de los animales, sino que queda como algo en propio152, siendo real en sí mismo y, por tanto, con una anterioridad de formalidad, que es el momento del “prius” 153, que posibilita que el hombre quede ante la realidad en y por sí misma: “(…), según este carácter, lo sentido en impresión me ha instalado en la realidad misma de lo aprehendido. Con lo cual queda abierto ante el hombre el camino de la realidad en y por sí misma. Estamos en lo aprehendido mismo en 149 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 59-60; X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 104. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 59-60; Cf. A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 185-239. 151 Respecto de la afección es necesario recordar que en el animal ésta es meramente estimúlica, el animal siente el estímulo como mero estímulo suyo, mientras que en el hombre la afección desencadena un proceso sentiente de carácter muy distinto. 152 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 61-62. “En la aprehensión animal el signo es ciertamente objetivo, pero lo es tan sólo como signo; es decir, respecto del animal mismo. El animal jamás aprehende el signo como algo que ‘es’ signitivo, sino que el signo está presente signando y nada más. (...) En cambio al hombre le es presente la nota como real, lo presente mismo es algo que es aprehendido como siendo anterior a su presentarse. No es una anterioridad respecto de la respuesta, sino una anterioridad respecto de la aprehensión misma. En el signo objetivo, esta su objetividad no lo es sino respecto de la respuesta que determina. En cambio, la nota es real en sí misma, y en esto es en lo que consiste ser formalmente anterior a su propio presentarse. Es una anterioridad no temporal, sino de mera formalidad”. 153 En opinión de importantes estudiosos del pensamiento de Zubiri el sentido del ‘prius’ sería uno de los puntos más problemáticos de la filosofía del autor. A propósito ver el foro sobre “El problema del ‘prius’ en Zubiri” (en línea), (Fecha de consulta: 21/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.net/portada2/mod/resource/view.php?id=6 150 40 formalidad de realidad. Formalización es autonomización. Y en el hombre asistimos a lo que llamo hiperformalización: la nota autonomizada es tan autónoma, que es más que signo, es realidad autónoma. No es autonomía de signitividad sino autonomía de realidad, es alteridad de realidad, es altera realitas”154. En el caso del hombre esta alteridad tiene una “fuerza de imposición propia”, que ya no es mera independencia objetiva como ocurre con el animal, sino la fuerza de la realidad. Estos momentos de la impresión sensible: afección, alteridad y fuerza de imposición, nos indican que, en el caso del hombre, la impresión sensible es precisa y formalmente impresión de realidad y no solamente de estimulidad. En este sentido, Zubiri reconoce la existencia de un problema, proveniente de un déficit histórico de la filosofía, que ha dificultado la comprensión de la impresión sensible en su unidad y diversidad, posibilitando con ello una errada comprensión que termina separando el contenido y la formalidad. Con esto irrumpe una visión dualista de la impresión sensible que reconoce en ésta sólo el contenido, siendo necesario añadir una nueva y distinta impresión que dé cuenta de su formalidad. Esta insuficiencia ha dado pie a un dualismo que termina por separar el contenido y la formalidad de la impresión de realidad. En oposición a esta mirada dualista, Zubiri insiste en que la impresión de realidad es una sola impresión, que cuenta con contenido y formalidad de realidad, y niega tajantemente la existencia de dos impresiones, una de contenido y otra de realidad sentida o realidad en impresión. La unidad intrínseca de la afección, alteridad y fuerza de realidad es lo que constituye la unidad de aprehensión de realidad. Es la unidad primaria y radical de aprehensión, es decir, de un “estar”. Se trata de una aprehensión directa y unitaria de la formalidad de realidad. “En esta aprehensión aprehendemos, pues, impresivamente la realidad de lo real. Por esto la llamo aprehensión primordial de realidad. En ella la formalidad de realidad está aprehendida directamente, no a través de representaciones o cosas semejantes. Está aprehendida inmediatamente, no en virtud de otros actos aprehensivos o de razonamientos del orden que fuere. Está aprehendida unitariamente; esto es, lo real, pudiendo tener y teniendo, como generalmente ocurre, una gran riqueza e incluso variabilidad de contenido, este contenido es, sin embargo, aprehendido unitariamente como formalidad de realidad pro indiviso, por así decirlo. (...) En la unidad de estos tres aspectos (directamente, inmediatamente, unitariamente) es en lo que consiste el que la formalidad de lo real esté aprehendida en y por sí misma”155. La afirmación de estos tres momentos de la aprehensión: directamente, inmediatamente y unitariamente, es fundamental para aprehender lo real. En la aprehensión 154 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 62-63. Para profundizar en el tema de la hiperfomalización del hombre ver páginas 69-74. 155 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 64-65. 41 primordial de realidad, lo real está aprehendido en y por sí mismo. Por ser una aprehensión se está en la realidad y esta aprehensión es primordial porque toda otra aprehensión de realidad se funda constitutivamente en esta aprehensión primordial y la envuelve formalmente. Es la impresión que primaria y constitutivamente nos instala definitivamente en lo real y posibilita cualquier despliegue ulterior. En el planteamiento zubiriano la aprehensión primordial de realidad constituye un momento fundamental y primario de la estructura binaria que articula su planteamiento de la inteligencia sentiente156. Nuevamente Zubiri indica que la falta de atención de la filosofía a esta unidad de los momentos de la aprehensión ha dificultado en gran medida el desarrollo de un lenguaje más apropiado para expresarse sobre el tema. 1.3. Idea de realidad de lo sentientemente inteligido En las páginas que van de este capítulo ya se ha indicado implícitamente lo que Zubiri entiende por realidad y la centralidad de la misma en su filosofía 157. Pero, a pesar de ello, conviene detenernos brevemente sobre este punto porque en él se da el mayor equivoco en torno a la filosofía zubiriana. En el planteamiento zubiriano todo problema filosófico llega finalmente a la realidad como su carácter esencial y elemento constitutivo fundamental. Por ello, no es extraño que al tratar de la inteligencia sentiente remita a ella directa y explícitamente como un problema “congénere”. La idea de intelección sentiente, como mera actualización impresiva de lo real, obliga a un replanteamiento radical de lo que se ha entendido tradicionalmente por realidad. Con este concepto ya no se hace referencia a las cosas del mundo como si estas existieran allende la aprehensión e independientemente de ésta, sino que se indica la formalidad como las cosas se actualizan “en” la aprehensión “en propio y de suyo”. Para Zubiri, realidad es la formalidad como las cosas se caracterizan en la aprehensión humana, más allá de lo que éstas sean o no allende la aprehensión158. “‘Realidad’ no significa algo así como una región de las cosas contrapuestas a las entidades ideales o ficticias; no significa que allende la aprehensión las cosas actualizadas como reales sean tal como se aprehenden, conforme a la postura del llamado realismo ingenuo. Lo actualizado es sólo la realidad en tanto que formalidad de alteridad. Si las cosas actualizadas como reales en la intelección son reales fuera de esa actualización, de qué modo lo sea y cuál sea su verdadera realidad es problema ulterior que habrá que estudiar y que muchas veces no llegaremos a decidir definitivamente”159. El cambio de paradigma que supone un planteamiento como el de la inteligencia sentiente, desafía a asumir el análisis de la realidad desde dos perspectivas esencialmente unitarias pero, a la vez, distintas: en primer lugar, como formalidad de alteridad de lo 156 Cf. A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 88-105, especialmente la página 98. Cf. X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 115, 408-412; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 108-126. En que Zubiri realiza algunas precisiones al desarrollo histórico del concepto realidad. La filosofía zubiriana puede calificarse como “filosofía de la realidad”; A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 57-70. 158 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 152. 159 A. PINTOR-RAMOS, Génesis y formación de la filosofía de Zubiri, 133. 157 42 aprehendido sentientemente, es decir, como aquello que queda en la impresión como algo “de suyo”, es decir, como momento según el cual lo aprehendido es “ya” lo que está aprehendido. Como la anterioridad formal de lo aprehendido respecto de su estar aprehendido, aquello que precisamente Zubiri denominará el “prius”. Y en segundo lugar, analizar la realidad “en” y “por sí misma”, comprendiendo que el “de suyo” también debe ser entendido como aquello que constituye la radicalidad de la cosa misma en cuanto real y no solamente como alteridad. Ya que esto es lo que permite sostener la anterioridad de un orden de fundamentación formal de lo real por sobre la existencia y las notas de la cosa. Asunto relevante si se considera que en la historia de la filosofía, pero especialmente en la escolástica, se pensó desde una inteligencia “concipiente”160 que al desconocer el sentido del “de suyo” terminó por elaborar una metafísica de la realidad como existencia161. El “de suyo” es un momento radical y formal de la realidad de algo. Es un momento común a la intelección sentiente y a la cosa real. Como momento de la intelección, es formalidad de alteridad y, como momento de la cosa real, es su “de suyo” propio. La articulación de estos dos aspectos de la actualidad común es lo que justamente Zubiri denomina “prius”. En Inteligencia sentiente la realidad es algo intelectivamente sentido “en” la “cosa”, entendiendo que lo sentido “en” ella es un “en prius”, por lo que esta prioridad intrínseca es el momento radical de la cosa misma que, en cuanto determinada en formalidad de realidad, es constitutivamente cosa real, es lo real. Lo real es “sustantividad”, no “sustancialidad” y objetividad como es para una inteligencia concipiente. Y las notas no son accidentes “inherentes” a un sujeto sustancial, ni predicados de un objeto, sino que son momentos constitucionalmente “co – herentes” en un sistema constructo sustantivo. Sustantividad, en el planteamiento zubiriano, es lo real como constitucionalmente suficiente para ser “de suyo”. Esta comprensión difiere radicalmente de lo sostenido por la filosofía clásica162, tanto antigua como moderna, que al afrontar el problema desde una inteligencia concipiente, terminó pensando que lo real tiene un carácter muy preciso. “Parménides pensó que lo inteligido está dado como un jectum (keímenon); fue el origen de la idea del ‘átomo’ (Demócrito). Aristóteles dio un paso más: lo inteligido no es jectum, sino sub-jectum (hypo-keímenon), sustancia. Sus notas son ‘accidentes’, algo que sobreviene al sujeto y que no se puede concebir sino como siendo inherente a él. La filosofía moderna dio todavía un paso más en esta línea. Lo inteligido es jectum, pero no es sub-jectum, sino que es ob-jectum. Sus notas serían predicados objetivos. Jectum, subjectum, objectum, son para una inteligencia concipiente los tres caracteres de lo real inteligido. Pero para una inteligencia sentiente, la realidad no es jectum (ni subjectum ni objectum), sino que lo real es lo que tiene la formalidad del ‘de suyo’, sea una nota 160 Zubiri llama concipiente a toda concepción de la inteligencia humana que, en un dualismo constitutivo, separa la inteligencia del sentir. Asunto que veremos más adelante. 161 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 191-194. 162 Utilizo este concepto para simplificar el texto indicando con ello las líneas gruesas de la filosofía tanto griega, medieval como moderna. Comprendo perfectamente que esta afirmación no representa fielmente la riqueza y diversidad de matices que se pueden encontrar en las diferentes filosofías que son incluidas bajo esta denominación. 43 sea un sistema de notas sentidas en su realidad. Lo real no es ‘cosa’ sino algo ‘en propio’, sea o no cosa”163. Pero desde la perspectiva de la inteligencia sentiente y su particular comprensión de la realidad, se entiende el ser como la actualidad ulterior de lo real, en un sentido inverso a su comprensión clásica que lo entiende como unitario punto de partida. El ser es algo fundado en la realidad, en la “actuidad” de lo real164. Todo lo real inexorablemente “es”, pero “es” por ser ya real165. Ser es esencialmente algo sentido y no entendido como es en el caso de una inteligencia concipiente. Por ello se comprende que la realidad está sentida en modo recto, directo y sin mediación alguna, mientras que la ulterioridad está sentida en modo oblicuo: en un co-sentir. Al sentir lo real en y por sí mismo en modo recto, estoy cosintiendo de un modo oblicuo su física y real ulterioridad, es decir, su ser. Actualidad, ulterioridad y oblicuidad son los tres momentos estructurales del ser166. Aquí, nuevamente es posible constatar la presencia de una estructura binaria que, bajo una mirada esencialmente unitaria, se constituye por el sentir la realidad de “modo recto”, es decir, directamente y sin ninguna mediación más que la propia realidad siendo “de suyo”, y el co-sentir la realidad de “modo oblicuo” o ulterior, el ser de la realidad que de alguna manera ya estaría presente en el sentir primordial. 2. Aprehensión intelectiva y su estructura Ya indicamos que el sentir humano es esencial y formalmente impresión de realidad y que ésta es siempre y sólo propia de un acto de aprehensión que, en cuanto aprehensión impresiva, es un acto de sentir. 2.1. Impresión de realidad El momento de impresión califica el acto de sentir y el momento de realidad califica de modo especial dicho acto aprehensor como aprehensión de realidad, es decir, como intelección. Este acto unitariamente comprendido es formalmente lo que zubirianamente se denomina inteligir. Para Zubiri, la falta de una clara definición de lo que es el inteligir en sí mismo ha sido un gran déficit de la filosofía clásica. Un déficit que ha impedido centrar la mirada sobre el acto elemental que es el momento de aprehensión de la cosa como realidad. Zubiri intenta superar este problema y define expresamente el inteligir como aquello que consiste formalmente en aprehender algo como real. Aprehender algo como real es un acto exclusivo, elemental, radical y primario del inteligir del hombre que le viene por su hiperformalización. La aprehensión de realidad es lo que formalmente constituye lo propio del inteligir. Todo otro acto intelectivo, como puede ser el idear, el concebir, el juzgar y 163 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 206-207. Para comprender la distinción que establece Zubiri entre actualidad y actuidad ver el capítulo IV, nº 1 de este trabajo. 165 Este sería el elemento central de la crítica realizada por Zubiri a Heidegger en Sobre la esencia. A juicio de nuestro autor, Heidegger se habría quedado en el “Ser” sin llegar nunca a la “Realidad”. A propósito ver J. RIVERA, Heidegger y Zubiri, 139-159. 166 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 224-228. 164 44 cualquier otra manera de aprehender la realidad, está constitutiva y formalmente fundado en el acto primordial de aprehensión de lo real en cuanto real. Esta primaria y fundamental aprehensión de realidad es lo que sostiene la unidad esencial de todo acto aprehensor. “(…), la impresión de realidad es la formalidad de un acto aprehensor ‘uno’. Esta impresión en cuanto impresión es un acto de sentir. Pero en cuanto es de realidad, es entonces un acto de inteligir. Lo cual significa que sentir e inteligir son justo los dos momentos de algo uno y unitario: dos momentos de la impresión de realidad”167. 2.2. Unidad formal de la impresión de realidad La descripción de esta unidad de la impresión de realidad nos dará una idea de lo que Zubiri entiende por inteligencia sentiente y nos permitirá clarificar la unitaria estructura binaria que sostiene todo su planteamiento. Zubiri reconoce que sentir no es lo mismo que inteligir pero se pregunta si esta distinción es necesariamente una oposición, tal como comúnmente ha sido planteado por una línea predominante de la filosofía clásica. Planteándose el problema de la unidad de sentir e inteligir, el autor constata un importante déficit en el tratamiento histórico-filosófico del tema, que primariamente consiste en la carencia de una expresa definición de cada uno de estos aspectos. Junto con criticar esta histórica falta de conceptualización pero reconociendo el esfuerzo kantiano que intenta unificar el sentir y el inteligir, que a su juicio es incapaz de una verdadera unidad, reconoce la persistencia del problema hasta nuestros días y apuesta a que su superación pasa necesariamente por una clara y expresa definición de lo que entendemos por sentir e inteligir. En adelante me referiré solamente al sentir debido a que en las páginas anteriores ya abordé el tema del inteligir. Sentir consiste en aprehender algo impresivamente. Es fundamental considerar en este punto la distinción que establece el autor entre lo que denomina “puro sentir”, el del animal, y el “sentir” en cuanto tal. Indicando que el “puro sentir” es un modo del “sentir” que no lo agota. Para Zubiri, este sería otro elemento que no consideró adecuadamente la filosofía occidental, dando lugar a graves y distintas consecuencias entre las que resalta la supuesta oposición de principio entre inteligir y sentir. En razón de esta distinción la oposición entre “sentir” e “inteligir” no es tal. Lo que realmente se opone es el “puro sentir”, que siente lo aprehendido en formalidad de estimulidad, y el “inteligir”, que aprehende lo inteligido en formalidad de realidad. De ello se desprende que el “puro sentir” y el “inteligir” son tan sólo “modos de aprehensión sensible” y, en consecuencia, se inscriben ambos dentro de un único sentir. Al puro sentir corresponde otro modo de sentir que es un sentir intelectivo. Esta es la estricta oposición: puro sentir y sentir intelectivo, siendo ambos solamente modos de sentir. “La prueba está en que hay impresión de realidad. Impresión de realidad en cuanto impresión es sentir. Pero por ser de realidad es inteligir. Impresión de 167 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 78. 45 realidad es formalmente sentir y inteligir. En la impresión de realidad sentir y inteligir no son sino dos momentos suyos. Es una superación radical y esencial del dualismo entre sentir y inteligir. Desde Parménides hasta Platón y Aristóteles, la filosofía se ha constituido desde el dualismo según el cual la cosa es algo ‘sentido’, y a la vez algo que ‘es’. En medio de todas las discusiones sobre el dualismo o no dualismo de las cosas, se ha dejado intacta la dualidad de los dos actos: el acto de sentir y el acto de inteligir. Pues bien, pienso que en el hombre sentir y inteligir no son dos actos, cada uno completo en su orden, sino que son dos momentos de un solo acto, de una impresión una y única, de la impresión de realidad”168. En la impresión de realidad se trata de un único acto completo y unitario. Inteligir y sentir son solamente dos momentos de un único acto: el de la aprehensión de realidad. Si bien es cierto que estos momentos pueden separarse filogenéticamente, ello no implica que se separen de hecho. “No hay, pues, dos actos, sino dos momentos de un acto único. El momento sentiente es ‘impresión’, el momento intelectivo es ‘de realidad’. La unidad de ambos momentos es la impresión de realidad”169. La unidad de este único acto es comprendida como una unidad formalmente estructural y no como una simple síntesis objetiva, como parece haberlo resuelto Kant. Es el sentir el que siente la realidad y es el inteligir el que intelige lo real impresivamente. La impresión de realidad en su unidad estructural es un hecho que implica definitivamente la superación del dualismo clásico entre sentir e inteligir. Superación de la dualidad que se logra atendiendo al hecho mismo de la impresión de realidad. La concepción de la intelección y el sentir como actos distintos se inscribe en una comprensión de la inteligencia que Zubiri denomina concipiente, que ha gozado de gran presencia en la filosofía de occidente. En esta concepción de la inteligencia se entiende que lo aprehendido por el sentir está dado (es dado) “a” la inteligencia para que ésta lo intelija, por tanto, el inteligir sería aprehender nuevamente lo dado por los sentidos “a” la inteligencia. Esto supone el presupuesto de que el objeto primario de la inteligencia sería lo sensible, es decir, la información que los sentidos le transmiten “a” la inteligencia para que ésta lo intelija en un momento posterior y distinto al de los sentidos. Zubiri se aleja radicalmente de esta comprensión cuando afirma que la impresión de realidad es “un sólo y único acto” en el que participa tanto el sentir como el inteligir: el acto de aprehensión primordial de realidad. Un acto que puede ser entendido de las dos maneras en que se puede describir la impresión de realidad: partiendo de la impresión misma y reconociendo “en” ella el “estar” del momento de realidad. “Como impresión es lo que formalmente constituye el sentir, y realidad es lo que formalmente constituye el inteligir, resulta que decir que el momento de 168 169 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 80-81. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 81. 46 realidad está ‘en’ la impresión es lo mismo que decir que la intelección está estructuralmente ‘en’ el sentir: la impresión de realidad es sentir intelectivo”170. partiendo del momento de realidad. Esto implica que es el momento de impresión el que está estructuralmente “en” el momento de realidad. Es el sentir el que está así en el inteligir. Esto es lo que denomina una intelección sentiente. La impresión de realidad es así sentir intelectivo o intelección sentiente. Ambas fórmulas son idénticas pero Zubiri prefiere hablar de inteligencia sentiente. El “en” de ambas posibilidades de comprensión expresa la unidad estructural de la aprehensión de realidad. Es esencial la diferencia entre el “a” de la filosofía clásica, propia de una inteligencia concipiente, y el “en” de la inteligencia sentiente, ya que esta diferencia expresa la oposición entre dos concepciones de inteligencia. Decir que los sentidos dan “a” la inteligencia lo que ésta va a inteligir, es suponer que la inteligencia tiene como objeto primario y adecuado lo que los sentidos le presentan. Con esto estaríamos en presencia de lo que se llamaría “inteligencia sensible o inteligencia de lo sensible”. Pero por el contrario, decir que los sentidos sienten lo sentido “en” la inteligencia significa que el modo mismo de inteligir es sentir realidad, es decir, es un sentir que es intelectivo en cuanto sentir, es inteligencia sentiente. “Inteligencia sentiente consiste en que el inteligir mismo no es sino un momento de la impresión: el momento de la formalidad de su alteridad. Sentir algo real es formalmente estar sintiendo intelectivamente. La intelección no es intelección ‘de’ lo sensible, sino que es intelección ‘en’ el sentir mismo. Entonces, claro está, el sentir es inteligir: es sentir intelectivo. Inteligir no es, pues, sino otro modo de sentir (diferente del puro sentir). Este ‘otro modo’ concierne a la formalidad de lo sentido. La unidad de inteligencia y de sentir es la unidad misma de contenido y formalidad de realidad. Intelección sentiente es aprehensión impresiva de un contenido en formalidad de realidad: es justo la impresión de realidad”171. El acto formal de la intelección sentiente es la aprehensión impresiva de realidad. Los sentidos están sintiendo intelectivamente, no es que estos den “a” la inteligencia un objeto para su intelección sino que el objeto está dado “en” la inteligencia misma. Los sentidos están sintiendo intelectivamente. El sentir es en sí mismo un modo de inteligir y viceversa. El inteligir y el sentir son dos momentos del único acto de aprehender sentientemente lo real, del acto de impresión de realidad. “Como no puede haber contenido sin formalidad ni formalidad sin contenido, así tampoco hay sino un solo acto, el acto del sentir intelectivo o de intelección sentiente: la aprehensión sentiente de lo real. Es pues, un acto intrínseca y estructuralmente ‘uno’: es, insisto, impresión de realidad”172. 170 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 82. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 84. 172 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 84. 171 47 La intelección sentiente no es otra cosa que pura y simplemente impresión de realidad, en la que inteligir es un modo mismo de sentir. “La impresión de realidad es un hecho que es menester destacar contra el dualismo clásico. La intelección sentiente es un hecho. En cambio, el dualismo entre inteligir y sentir es una conceptuación metafísica que además deforma los hechos”173. A modo de síntesis, y para una mejor comprensión de los elementos fundamentales de la idea de inteligencia sentiente, creo pertinente volver sintéticamente sobre algunos puntos recién tratados y esquematizar de la siguiente manera la diferencia entre una concepción de la inteligencia sentiente y una concipiente: a. La inteligencia sentiente es aquella que: Tiene por objeto primario, adecuado y formal propio la realidad. Cuyo objeto no está dado por los sentidos “a” la inteligencia, sino que está dado por los sentidos “en” la inteligencia. Su acto formal propio no es concebir y juzgar sino aprehender la realidad. Una realidad que es aprehendida en el único acto de la aprehensión sentiente de lo real como real. b. La inteligencia concipiente174 es aquella que: Comprende el inteligir como aprehender nuevamente lo dado por los sentidos “a” la inteligencia. Tiene como objeto adecuado y primario lo sensible. Se trata, por tanto, de una inteligencia sensible que no define en sí mismo lo que es el inteligir y que sólo se limita a indicar que en éste hay un concebir y juzgar, en una clara identificación de la intelección con el logos predicativo. Comprensión que Zubiri denomina como “logificación de la inteligencia”. La invitación de Zubiri a renunciar a este tipo de inteligencia concipiente no debe entenderse como una renuncia a la conceptualización de la realidad, sino básicamente como un llamado a reconocer como lo primario y radical de la intelección, la aprehensión sentiente de lo real como real. La necesidad permanente de los conceptos no está en discusión, lo que se plantea es la necesidad de que sean conceptos de inteligencia sentiente175. 2.3. Estructura de la impresión de realidad Cuando Zubiri se refiere a la estructura de la impresión o de la inteligencia sentiente se refiere a la formalidad de realidad, es decir, a la unidad intrínseca de sus dos momentos: 173 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 85. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 87. 175 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 20. Zubiri afirma expresamente que su filosofía no excluye “en ningún caso” la dimensión intelectiva ni siquiera ante el problema de Dios. 174 48 tanto a la estructura modal de la impresión de realidad, a los distintos modos de estar impresivamente dada la realidad, como a la estructura trascendental de la misma. 2.3.1. Estructura modal176 Cuando Zubiri habla de “estructura modal” de impresión de realidad se refiere al hecho de que la impresión de realidad nos viene dada por distintos sentidos que, en su diversidad, constituyen una misma y única intelección sentiente de la realidad. Respecto de esta diversidad de sentidos, y sin ánimo de mayor exhaustividad, Zubiri enumera once órganos de los sentidos: visión, audición, olfato, gusto, sensibilidad laberíntica y vestibular, contacto – presión, calor, frío, dolor, kinestesia y la cenestesia o sensibilidad visceral. Además indica que en el caso del hombre estos órganos de los sentidos tienen una particularidad exclusiva, ya que sólo en él, sienten con un sentir en que lo sentido es aprehendido como realidad. Cada uno de estos órganos de los sentidos presenta la realidad en forma distinta y de ello resulta que hay diversos modos de impresión de la realidad. Zubiri se detiene también sobre el análisis de la diferencia radical de los sentires e insiste en que ésta no está en las cualidades que cada sentir ofrece, ni en el contenido de la impresión, como comúnmente se ha pensado, sino más bien en la forma en que presentan la realidad. En este aspecto, nuevamente se deja traslucir un déficit de la filosofía que repercutirá gravemente en la teología y que consiste en insistir desproporcionadamente en que la cosa sentida es algo que está siempre delante de la persona, desconociendo que ésta es una manera entre otras muchas en que se presenta la cosa real. En consecuencia, si la aprehensión de realidad es lo que formalmente constituye la intelección, se concluirá que los modos en que se presenta la realidad en los sentires humanos indica diversos modos de intelección, todos válidos y necesarios para acceder a la realidad. Profundizando en este punto Zubiri realiza un análisis de los modos de presentación de lo real en el sentir desde una doble perspectiva; desde el sentir intelectivo y desde la intelección sentiente. Desde la perspectiva del sentir intelectivo sostiene que todos los sentidos nos presentan la realidad de manera inmediata, con una modalidad propia y específica que obedece a la particularidad del sentido que nos presenta la realidad. “La vista aprehende la cosa real como algo que está ‘delante’, digamos que está ‘ante mí’. La cosa misma está ante mí según su propia configuración, según su eidos. No acontece esto en el oído. Ciertamente el sonido está tan inmediatamente aprehendido en el oído como pueda estarlo un color en la vista. Pero en el sonido, la cosa sonora no está incluida en la audición, sino que el sonido nos remite a ella. Esta ‘remisión’ es lo que según la significación etimológica del vocablo llamaré ‘noticia’. Lo real del sonido es un modo de presentación propia: presentación notificante”177. 176 177 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 99-113. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 101. 49 Esta comprensión niega tajantemente un presupuesto muy difundido en el ambiente filosófico, asumido muy acríticamente en el teológico, que ha sobrevalorado el rol de la visión como “el” modo de presentación de la realidad178. Frente a este presupuesto es preciso insistir en que todos los modos, sin ser equivalentes entre sí, son, en y por sí mismos, modos propios de presentación de la realidad. En todos y cada uno de ellos se trata siempre de un sentir intelectivo necesario para acceder a la realidad. Desde la perspectiva de la presentación de la realidad, en Inteligencia sentiente, se sostiene que la intelección está en el sentir como momento determinante de la formalidad aprehendida en éste. Es decir, que la inteligencia no sólo aprehende lo sentido, sino que está en el sentir mismo como momento estructural suyo. Afirmación con la que, por un lado, se niega la creencia de que no hay nada en la inteligencia que antes no haya estado en el sentir, a excepción de la inteligencia misma. Y, por otro lado, se afirman y valoran los distintos modos de intelección y sus modos específicos de inteligibilidad, negando de paso, la valoración absoluta de la visión como “el” modo de presentación de la realidad que sobreentendió siempre que lo que no es visto es ininteligible. Lo importante es que, en Inteligencia sentiente, todos los sentires en cuanto intelectivos y todas las intelecciones en cuanto sentientes son modos estructurales de la impresión de realidad y, en cuanto tales, aspectos fundamentales de una unidad estructural. En esta unidad estructural los diversos sentidos se recubren total o parcialmente, adquiriendo un rol fundamental la cenestesia, “realidad en hacia”, en la medida en que recubriendo todo lo aprehendido en todas sus demás formas, la intelección en “hacia” nos lanza a lo real allende lo aprehendido. Todas estas formas de recubrimiento son auténtico recubrimiento, es decir, cada modo está intrínseco y formalmente en los demás como momento estructural de todos ellos. Esta diversidad de modos recubiertos es la gran riqueza de la aprehensión de realidad. Cada uno de estos modos tomado por sí mismo no es sino un modo reducido y deficiente de la primaria impresión de realidad, cuya plenitud sólo se encuentra en la unidad primaria de todos ellos. La unidad de los sentidos está constituida por el hecho de ser sentires de la realidad. Es una unidad que no debe ser comprendida como una simple síntesis sino como una unidad primaria, como una física unidad de ser aprehensores de realidad: lo primario es siempre la unidad de realidad. Y en función de esta afirmación, se comprende que la inteligencia sentiente es la estructuración de la diversidad de sentires en la unidad intelectiva de realidad. Todos estos modos son siempre modos de presentación de lo real y solo en su unidad primaria y radical constituyen los momentos modales de una sola estructura y, por tanto, de un solo acto: el de impresión de realidad. A esta unidad primaria es a lo que Zubiri denomina inteligencia sentiente. 178 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 104-105. Aquí el autor amplía la comprensión de la intelección como oír, tocar, gustar y oler. A favor de una importante valoración de la vista ver ARISTÓTELES, Metafísica, traducido por T. CALVO (Gredos, Madrid 2000), 57-58; T. DE AQUINO, Suma Teológica, III, q.55, a, 2. Un cambio respecto de la prioridad de la visión puede apreciarse, entre otros, en M. HEIDEGGER, Ser y Tiempo, traducido por J. RIVERA (Universitaria, Santiago 2005), 170-171; E. SILVA, Poética del relato y poética teológica, en Anales de la Facultad de Teología, 51 (2000), 17-20. 50 2.3.2. Estructura transcendental Para Zubiri la impresión de realidad es siempre constitutivamente “inespecífica”, a diferencia de lo que pasa con los contenidos cualitativos que son siempre muy específicos: este color, este peso, etc., debido a que la formalidad no es una cualidad más. La impresión de realidad es “inespecífica” en un sentido positivo, es decir, en cuanto “transcendente y abierta”, porque transciende de todos los contenidos concretos particulares de cada momento modal de impresión. La impresión de realidad tiene una estructura transcendental, la estructura del “de suyo”, que concierne a la realidad en cuanto tal pero impresivamente aprehendida. Esta comprensión de la “transcendentalidad”179, en la perspectiva de una inteligencia sentiente, plantea una concepción radicalmente diferente de lo que por transcendentalidad se ha entendido desde una clásica inteligencia concipiente. Para la inteligencia sentiente, la transcendentalidad es el “momento estructural” según el cual la realidad, aprehendida en impresión y que constituye el término formal de la inteligencia, transciende de sí misma. Esto supone entender el “trans” de la transcendentalidad como un carácter de la formalidad de alteridad y no como un carácter de su contenido. Se trata de un carácter que es interno a lo aprehendido y que no nos saca de lo aprehendido, sino que nos sumerge intensamente en su realidad misma. Es el carácter del “en propio” y del “de suyo”, como realidad que rebasa el contenido sin salir en ningún momento de la formalidad misma de alteridad. Es, por tanto, un rebasar intra-aprehensivo que es finalmente la misma transcendentalidad. Resulta esencial comprender la impresión de realidad como impresión transcendental y no como impresión de lo transcendente. El “trans” no significa estar fuera o allende la aprehensión sino estar en la aprehensión misma pero “rebasando” su determinado contenido concreto. Con ello se sostiene que lo aprehendido en impresión de realidad es, por ser real y en tanto que realidad, “más” que lo que es por sus contenidos sean estos cuales fueran (sonoro, caliente, etc.). “Trans no significa aquí ‘estar allende’ la aprehensión misma. Si así fuera, la impresión de realidad sería impresión de lo transcendente. Esto significaría que la aprehensión sentiente de lo real sería formalmente, es decir, en cuanto aprehensión, aprehensión de algo que en y por sí mismo fuera real allende la aprehensión, sería pensar que el momento de alteridad significa que el contenido de la impresión de realidad es transcendente. (...) Pero es falso que formalmente la alteridad de realidad sea transcendente. Esto significaría que en el mero hecho de aprehender algo 179 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 114-123. En estas páginas, Zubiri desarrolla brevemente su concepción de transcendentalidad desde la inteligencia sentiente. Por tratarse de un concepto fundamental tanto para la filosofía como para la teología contemporánea me parece importante indicarlo aunque sea en una cita. Obviamente en el caso de una idea distinta de inteligencia como es el caso que nos ocupa, la comprensión de la transcendencia difiere profundamente, no sólo en la forma sino también en el fondo, de lo que se entiende por ella en inteligencia concipiente. Estamos en presencia de un elemento fundamental que tiene importantes consecuencias para la vivencia de la fe cristiana en el mundo, principalmente por el carácter dinámico de su concepción de la unidad en la diversidad. Para conocer un ejemplo de la importancia de la transcendencia zubiriana para la teología ver M. CORREA, Sentido e importancia del concepto de trascendencia en la obra teológica de Ignacio Ellacuría (Tesis de Licenciatura presentada a la Facultad de Teología de la PUC, Santiago 2000). 51 estamos aprehendiendo una cosa real que es y continúa siendo real aunque no la aprehendamos. Y esto, repito, es formalmente falso”180. En Inteligencia sentiente lo transcendental es la realidad y no el ser, como se pensó en la filosofía greco-medieval desde Parménides en adelante,181 en cuanto la realidad constituye el término formal de la intelección, que es transcendental por razón de su formalidad propia como “de suyo”182. Siendo carácter de una formalidad, la transcendentalidad no significa ser transcendental “a” la realidad, sino ser transcendental “en” las realidades, ya que es la formalidad misma de la realidad lo que es transcendental en sí misma. Este transcendental no debe conceptuarse en función de aquello “hacia” lo cual se transciende, como lo ha hecho la filosofía griega, medieval y moderna, al entender lo transcendental como comunidad de participación en el ser o como presentación objetual a la inteligencia, sino en función de aquello “desde” lo cual se transciende. Por ello, la comprensión zubiriana de fondo afirma la transcendentalidad no como comunidad sino como comunicación, en la medida en que la formalidad misma de realidad es constitutiva y formalmente “ex-tensión”, es decir, extensión “desde” y no “hacia”, como sería si fuera una comunidad. Esta índole formal de la transcendentalidad tiene para Zubiri cuatro momentos constitutivos: el de “apertura”, “respectividad”183, contenido “de suyo o suidad” y “mundificación”. Momentos en los que intrínsecamente se reconoce presente el esquema binario que articula todo el planteamiento zubiriano sobre la inteligencia sentiente, entendida fundamentalmente como actualidad de la realidad, que consiste en la aprehensión primordial de realidad, como momento primario y fundamental “desde” el cual se extienden o expanden las modalizaciones ulteriores del logos y la razón. El momento de la “apertura” da cuenta del carácter inconcluso de la realidad en cuanto “formalidad abierta”. En este entendido, la realidad en cuanto formalidad es siempre algo inconcluso, es siempre apertura, lo que le permite ser la misma en distintas cosas reales184; El momento de la “respectividad” nos indica que la realidad lo es sólo respectivamente a lo que está abierta. Ser real es tan sólo serlo respectivamente a esto o lo otro y no sólo ser esto o lo otro; El momento del “contenido de suyo”, es decir, de la suidad, nos indica que la realidad es abierta en respectividad al contenido que es “de suyo”. No se trata del contenido en abstracto sino del contenido que es “de suyo” o “en propio”, indicando con ello que se refiere al contenido que es realmente de la cosa real. Zubiri indica con “talidad” el contenido aprehendido como algo “de suyo”, lo que no sería mero contenido sino tal realidad y, por lo mismo, una determinación transcendental; Y el momento “mundificante”, es decir, el del contenido real en “la” realidad. Que nos indica que el contenido real, por ser real, no es sólo realidad “suya” sino 180 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 114-115. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 116-117. 182 Realidad es formalidad. 183 Cf. X. ZUBIRI, “Respectividad de lo real”, en VV.AA, Realitas, III-IV (Madrid 1979), 13-43. Texto que resulta de capital importancia para comprender el tema de la respectividad de lo real y su gran importancia en el pensamiento filosófico y teologal del autor. Sobre el tema conviene ver X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 287296. 184 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 120. 181 52 que es pura y simplemente real en “la” realidad. Es el momento en que “su” realidad o la realidad “de suyo”, es comprendida como momento de “la” realidad, es decir, del mundo. Conviene aquí indicar que Zubiri no entiende el mundo como el conjunto de las cosas reales sino como aquello que le es propio a la realidad en cuanto tal. Mundo es la formalidad de la realidad en cuanto es abierta y, por lo mismo, transciende de la cosa real constituyéndola en momento de la realidad. Por lo que cada cosa es en sí misma mundanal185. Zubiri sintetiza este punto de la siguiente manera: “Hay así en toda cosa real aprehendida en impresión de realidad una estructura transcendental. La formalidad de realidad es apertura respectiva, y por esto es reificante. Esta respectividad tiene dos momentos: es suificante y mundificante. Es decir, cada cosa es ‘esta’ cosa real; en un aspecto ulterior es ‘su’ realidad (suificante); en un aspecto todavía ulterior es pura y simple realidad mundanal (mundificante). No se trata de una ‘contracción’ de la idea de realidad a cada cosa real, sino al revés: se trata de una ‘ex-pansión’, de una ‘ex-tensión’ física de la formalidad de realidad desde cada cosa real. Es la estructura transcendental del ‘ex’: el ser ‘de suyo’ se extiende a ser ‘suyo’, y por serlo se extiende a ser ‘mundanal’”186. 2.3.3. Unidad estructural de la impresión de realidad. Esta unidad estructural está dada porque los dos momentos, tanto los modos estructurales como la estructura transcendental, son momentos de una misma y única estructura que se determinan mutuamente y que constituyen la unidad de la impresión de realidad. Al respecto Zubiri indica que tanto la función talificante187 como la transcendente son los dos momentos de la única impresión de realidad, que conciernen tanto al contenido como a la formalidad. “En definitiva, la inteligencia sentiente intelige la realidad en todos sus modos, y los transciende en la unidad de todos ellos. La inteligencia sentiente es aprehensión impresiva de lo real. Y esta impresión de lo real es constitutivamente modal y transcendental. Esto es, es justamente impresión de ‘realidad’”188. 185 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 122. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 122. 187 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 124. 188 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 126. 186 53 Capítulo III ESTRUCTURA BINARIA DE LA INTELIGENCIA SENTIENTE: ACTUALIZACIÓN - REACTUALIZACIONES189 Analizar Inteligencia sentiente desde la comprensión zubiriana de la intelección como mera “actualización” de la realidad, permite reconocer una esencial estructura “binaria” que sustenta, ordena y articula el pensamiento maduro del autor en esta obra. Sin negar la posibilidad de estructuraciones distintas a la aquí propuesta, mostraré brevemente cómo esta estructura binaria surge del mismo texto zubiriano, da cuenta adecuada de la “fundamentalidad” de la aprehensión primordial de la realidad y permite una comprensión estructuralmente unitaria de su planteamiento. 1. Primer acercamiento a la estructura de la obra Una primera lectura de esta trilogía parece indicar que estamos ante una estructura tripartita de la misma y no binaria, como es nuestra hipótesis. Esta primera impresión se ve respaldada por la estructura física de la obra, publicada en tres volúmenes, que da cuenta respectivamente de la “aprehensión primordial”, el “logos” y la “razón”. Esto sugeriría que es el propio autor quien ha querido plantear su idea de inteligencia equiparando lo que serían los momentos o modos que unitariamente constituirían la inteligencia sentiente. A mi juicio, esta lectura tripartita no es una alternativa hermenéutica adecuada para leer esta trilogía porque, además de presuponer una concepción de la unidad en la línea de la uniformidad, afirmación claramente contradictoria con el planteamiento del autor que es de carácter dinámico, que supone y mantiene la diversidad real, confunde su presentación física y externa con el planteamiento estructural de la obra, sin dar cuenta de la permanente insistencia zubiriana respecto de la primacía del momento primordial de la aprehensión de realidad, ni de la necesaria articulación unitaria de las distintas modalidades en que ésta se despliega. Esta estructura enfrenta además la dificultad que surge de la conclusión del tercer volumen de la obra, en donde Zubiri introduce una variación significativa que modifica esta triple consideración, y que consiste en la introducción de un elemento intelectivo nuevo que reafirma una “comprensión unitaria de la intelección”190. Si bien es cierto, la introducción de este nuevo elemento no niega necesariamente la posibilidad de esta clave estructural de lectura tripartita, sí obliga a abrirse a un segundo esquema, distinto al anterior, en el que se distingue la “aprehensión primordial” de realidad, lo que la cosa es “realmente” en la que se incluyen el “logos y la razón”, y la “aprehensión comprensiva”191. El problema que se origina con esta segunda estructuración tripartita 189 Cf. A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 93-95; J. CABRIA, Relación Teología – Filosofía en el pensamiento de Xavier Zubiri, 407-413. En ambos autores, y a pesar de las diferencias de sus planteamientos encontramos una clara opción por una estructura binaria de la trilogía sobre la inteligencia. 190 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 321-352. 191 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 337-338; A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri (Fundación Pedro Barrie de La Maza, Pontevedra 1990), 162. 54 proviene de la aparente contradicción en que caería Zubiri, si recordamos que a lo largo de la obra ha reclamado reiteradamente la esencial distinción e irreductibilidad del logos y la razón192. Esto sería cuestionado por el propio autor al plantear, al término del tercer volumen o conclusión de la obra, la posibilidad de incluir ambos momentos bajo el mismo término “razón”193. Pero la solución a este problema depende finalmente de la atención prestada al planteamiento fundamentalmente unitario que hace Zubiri de la intelección, en el que los modos intelectivos del logos y la razón, siendo verdaderamente plurales, son comprendidos como distintos “momentos” del único despliegue intelectivo y en la unidad fundamental de dicho despliegue. Y por esto es lícito reagruparlos bajo un solo concepto, que en este caso es el de “razón”, reforzando así su esencial unidad después de haber analizado y fijado sus reales diferencias. Pero a pesar de esta solución, el planteamiento tripartito y la complejidad de su estructura, en los términos recién indicados, no daría cuenta adecuada de la centralidad e importancia que el propio autor asigna al momento de la “aprehensión primordial”, no sólo como el primer momento de la intelección sino como aquel que realmente constituye la intelección misma y posibilita cualquier ulterior “modelización” o despliegue. En este sentido, el planteamiento zubiriano no se refiere a una idea de intelección constituida por tres momentos independientes entre sí y en igualdad de condiciones, sino de un solo acto de aprehensión que, en una unidad fundamentalmente estructural, se realiza a partir de la aprehensión primordial de realidad, es decir, desde el “estar” mismo de la realidad en el “darse cuenta” de dicho estar. Y, en este sentido, pienso que ninguna de estas estructuras tripartitas da cuenta coherentemente del planteamiento zubiriano de Inteligencia sentiente y de su simplicidad estructural. Junto a estos planteamientos de carácter tripartito es posible reconocer una estructura binaria de la obra194, que se articularía entorno a un movimiento intra aprehensivo, constituido por la aprehensión primordial de realidad y por el logos, y un movimiento extra aprehensivo, que iría más allá de la aprehensión misma y que sería la marcha de la razón. Reconociendo la factibilidad de esta lectura y su fundamentación en el mismo texto zubiriano, pienso que esta estructuración binaria no da cuenta de la prioridad de la aprehensión primordial respecto de las ulteriores modalizaciones de la realidad. Lo que constituye el desconocimiento de un aspecto que Zubiri permanentemente se esfuerza por recalcar. Una comprensión del planteamiento zubiriano respecto de la estructura de Inteligencia sentiente basada en una distinción de movimientos intra y extra aprehensivos, realmente es posible y tiene su fundamento en el propio planteamiento del autor. Pero no hay que olvidar que un esfuerzo de este tipo requiere necesariamente de su contextualización en el esencial planteamiento zubiriano de la relación congénere de la realidad y la inteligencia. Y en función de este aspecto central de su planteamiento es necesario precisar cómo se entiende este movimiento, que partiendo en la aprehensión va allende la aprehensión misma, para evitar caer en un realismo ingenuo o crítico que el propio Zubiri intenta superar. A este respecto, conviene recordar que en el planteamiento inicial de la obra, es el propio autor quien indica que su estudio sobre la inteligencia es 192 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 113. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 341, 343. 194 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 217-222. 193 55 descriptivo y no explicativo, y que su propuesta debe ser entendida siempre como un análisis de “hechos” actualizados “en” la aprehensión y sólo en tanto que “actualizados en ella”. Esta idea será repetida insistentemente a lo largo de su obra195. No obstante reconocer la posibilidad de esta lectura, opto por una estructura binaria distinta que, a mi juicio, responde mejor a la estructura fundamental y general del pensamiento del autor en esta trilogía que, atendiendo a la actualización, está constituida por la aprehensión primordial y las modalizaciones ulteriores de la misma. 2. Estructura binaria de Inteligencia sentiente: actualización - reactualizaciones Efectivamente, es posible realizar otra lectura de Inteligencia sentiente si se asume la importancia que paulatinamente va adquiriendo la “actualidad” como descripción fundamental de la intelección humana196 en la obra del autor. Esta perspectiva permite reconocer una estructura fundamentalmente binaria, distinta de la anterior y de las tripartitas, en cualquiera de sus variantes, como sustento y articulación del discurso zubiriano sobre la inteligencia. La razón más importante que sustenta este esquema binario es que esta estructura mantiene el carácter sentiente, es decir, impresivo, de todos y cada uno de los modos intelectivos, y salvaguarda, al mismo tiempo, la unidad de la intelección como intelección sentiente. Unidad en la diversidad que sólo es viable si los modos ulteriores de intelección, es decir, tanto el logos como la razón, son entendidos como “re-actualizaciones” de la aprehensión primordial o actualización, en la que se aprehende la realidad, y no como nuevas y distintas actualizaciones. En este caso el “re”, de las modalizaciones ulteriores, indica que en las sucesivas “re-actualizaciones” lo único que se hace es determinar otro modo de actualización de la misma cosa real, de la misma realidad 197 aprehendida en aprehensión primordial, en un permanente proceso de maduración, en el que cada modo no solamente despliega el anterior y es “incoativamente” el siguiente, sino que se incluye formalmente en el siguiente198. Así se comprende la insistencia con que Zubiri afirma el carácter sentiente de todo el acto intelectivo, asumiendo la distinción y unidad estructural, entre el primer momento, el de la aprehensión primordial o actualización, y los modos ulteriores de reactualización de esta misma aprehensión y actualidad199. 195 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 13-14, 25. Cf. X. ZUBIRI, Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica, IX-X. “En el forcejeo filosófico zubiriano el término ‘actualidad’ va cobrando una progresiva importancia hasta convertirse en la clave de bóveda. Justamente en este curso adquiere un peso decisivo. La realidad antes que posición (Kant), intención (Husserl), aparecer (Heidegger) o vida (Ortega) es actualidad y X. Zubiri se preocupa mucho de distinguirla de la idea aristotélica de acto como plenitud de una potencia. La actualidad designa una propiedad de las cosas: su estar presente desde sí mismas en radical alteridad respecto a nuestros actos. No se trata de una relación noético-noemática, ni del estado comprensible de algo, ni de una imbricación elemental entre yo y circunstancia, sino de una unidad primaria de las cosas y los actos, de lo actualizado y de la actualización. Todas las cosas en su sentido más elemental y primigenio empiezan por ser actuales en los actos y todos los actos son, en su definición más elemental posible, actualizaciones de cosas. Actualidad y actualización son el anverso y el reverso de una unidad radical anterior a toda relación: no hay acto sin actualización de la cosa, y no hay cosa actual sin su actualización en el acto”. 197 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 328-329; X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 278-279. 198 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 323. 199 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 315. 196 56 “Todo ello no es posible sino porque la intelección es sentiente. Por tanto, ni el logos ni la razón tienen que alcanzar la realidad sino que por el contrario la realidad está actualizada en la intelección sentiente. Por esto, y sólo por esto, es por lo que surgen el logos y la razón, y por lo que ambas intelecciones acontecen dentro ya de la realidad. Es, repito, porque el logos es sentiente y la razón es también sentiente”200. En función de esta afirmación, sostengo que en Inteligencia sentiente nos encontramos ante un esquema fundamental que es estructuralmente binario, constituido por el momento de la aprehensión primordial y las modulaciones ulteriores de lo aprehendido primordialmente. En este esquema, el logos y la razón no son sino modalizaciones ulteriores con estructura dual y distanciada, calificadas a veces por el propio Zubiri como “sucedáneos”, de la primera y radical aprehensión primordial de realidad que es de carácter simple y compacto201. Por tanto, el logos y la razón son re-actualizaciones de la primera actualización de la realidad, ya dada en la previa aprehensión primordial, reactualizaciones que poseen un esquema particular y propio en cada caso, lo que impide reducir el logos a razón o viceversa. Así cobra sentido el que al finalizar la obra Zubiri añada a estas dos modalizaciones ulteriores, la reactualización unitaria de la comprensión. En el análisis de la intelección que ha llevado a cabo el autor, queda establecida, entonces, una estructura constituida por dos ámbitos: el de la aprehensión primordial o actualización y el de los modos ulteriores o reactualizaciones. Sin importar mayormente para el propósito de este estudio, si el segundo ámbito de la estructura se subdivide en tres o dos modos202: “en realidad” o logos, “en la realidad” o razón y “comprensiva” o entendimiento; o: “realmente”203, logos y razón, y “comprensivamente” o entendimiento. No está de más insistir en que para una adecuada comprensión de esta estructura binaria, que articula la obra zubiriana sobre la intelección humana, se requiere la reafirmación del carácter unitario, o pretensión de unidad esencial e inicial, que preside todo el quehacer filosófico del autor. Pues sólo desde este horizonte de comprensión se puede encontrar solución razonable a los problemas que el propio esquema plantea204. Al respecto es muy clarificadora la siguiente afirmación de A. Ferraz Fayos: “(…) lo que Zubiri quiere decir metafísicamente, siguiendo una ‘inspiración’ que parece guiar todo su pensamiento: que la unidad tiene siempre prioridad con respecto a la diversidad. Esta es dilatación y expansión de aquélla. Por esto la unidad no es entendida por Zubiri en ningún caso como algo monótono, indiferenciado (sic) y cerrado en sí mismo; y el principio y el fundamento de algo, 200 X.ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 279. X.ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 256, 263, 266-267, 278-279; X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 15, 246247; Inteligencia y razón, 87, 317, 324, 332, 337. 202 Aunque de hecho opto por desarrollar tres reactualizaciones, tal como consta en el capítulo V, por considerar que esta subestructura da cuenta adecuada del planteamiento zubiriano. Sí es importante indicar que este planteamiento debe entenderse desde un horizonte dinámico de la unidad en la diversidad y no como etapas temporales y sucesivas. 203 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 328, 332, 341, 349. 204 Cf. A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 161, nota 97. En que indica que en una conversación sostenida con Pintor-Ramos le habría confirmado la gran dificultad que tuvo Zubiri para redactar estos últimos capítulos del tercer volumen. 201 57 en cualquier nivel explicativo, los concibe siempre presentes en lo principiado y en lo fundado principiando y fundando. Es el esquema comunicacional que late en toda la filosofía zubiriana y que recoge, matizándola e integrándola en un contexto propio, una línea tradicional de pensamiento con indudable origen en Platón”205. En el caso de la estructura binaria, la unidad está dada por la inteligencia sentiente, que a su vez es la unión intrínseca en el hombre de sentir e inteligir. En este sentido, es el propio carácter sentiente de la intelección el que nos lleva a sostener que el esquema general primario con que Zubiri articula esta obra es binario y estructurado en torno a la actualización y reactualizaciones, y no en torno a un movimiento intra y extra aprehensivo, ni tripartito. A partir de la aprehensión de realidad del sentir humano, en el que la cosa aprehendida queda como formalidad de realidad, se fundamenta toda actividad intelectiva. Este primer momento, denominado “aprehensión primordial de realidad”, es el que presenta la realidad “en” y “por sí misma” de un modo directo, inmediato, unitario y compacto, por lo que los restantes actos intelectivos deben apoyarse necesariamente en él. Por ello, los modos ulteriores son concebidos como modulaciones ulteriores, como reactualizaciones de la primera actualización, dejando con ello a salvo, tanto el carácter unitario de la intelección sentiente, que encierra diversas modulaciones en una unidad de maduración, como cada una de las modulaciones que, en cuanto tales, son y tienen que ser a su vez sentientes porque son una modalización de la impresión de realidad. Es decir, una “re” - actualización, de la misma y única actualidad primera o primordial. Estas modulaciones, diferentes e irreductibles entre sí, suponen un enriquecimiento que va en la línea del contenido y no de la formalidad o realidad206. Sí debe quedar claro que se trata de una estructura unitaria en que lo “primordial” se limita a indicar el lugar estructural de la aprehensión primordial en relación con las restantes modalidades que, por lo tanto, serán siempre ulteriores. Esto implica que el alcance preciso de la primordialidad de la aprehensión se apreciará sólo en la medida en que se desarrolle el significado concreto de las modalizaciones ulteriores. No se trata de una estructura de temporalidad sino de maduración. Asumir esta estructura como la más adecuada no implica desconocer la existencia de algunos textos de la propia trilogía que, por el cambio de significado de algunos términos, producen una cierta ambigüedad. A este respecto, uno de los términos más significativos es la propia expresión “aprehensión primordial”207, que en ocasiones aparece con un significado modal, como si fuera un modo más junto al logos y a la razón en el proceso de modalizaciones de la intelección, y en otras oportunidades se identifica prácticamente con el inteligir sentiente mismo, es decir, con la impresión de realidad en cuanto tal208. Pero es necesario reconocer que a pesar de las aparentes ambigüedades y polivalencias de la expresión, Zubiri sí consigue delimitar y mostrar que la aprehensión primordial es el punto preciso de arranque de todo inteligir humano y es base imprescindible de los modos posteriores de intelección. Por eso es la clave de comprensión 205 A. FERRAZ, Zubiri: El realismo radical (Ediciones Pedagógicas, Madrid 1995), 218-219. Cf. A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 92-95. Este autor también insiste en que el planteamiento zubiriano de la intelección es de carácter binario constituido por la aprehensión primordial y las modalizaciones ulteriores. Realiza un interesante análisis de esta estructura y su presencia en la obra general del autor. 207 Cf. A. TORRES, “Una ambigüedad no resuelta en Zubiri: El estatuto de la inteligencia primordial”, en Revista Agustiniana, 34 (1993), 121-164. 208 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 14, 64-67, 168, 247, 257-259, 266-267. 206 58 del esquema que subyace en esta obra sobre la intelección humana, en cuanto logra determinar adecuadamente la aprehensión primordial de realidad como el ineludible punto de partida y sustento del ulterior análisis campal del logos, mundanal de la razón y comprensivo del entendimiento. El concepto de aprehensión primordial es, sin duda, una de las novedades más importantes que aporta la trilogía sobre la inteligencia al desarrollo histórico del tema. 59 Capítulo IV ACTUALIZACIÓN DE LA REALIDAD: APREHENSIÓN PRIMORDIAL, MODO PRIMARIO DE INTELECCIÓN 1. Inteligencia sentiente, mera actualización de lo real Zubiri permanentemente reafirma su convicción de que no es posible una comprensión dualista y autónoma de la inteligencia respecto de la realidad, porque ambos son aspectos esencialmente congéneres y no radicalmente diferentes209. Ya indicamos anteriormente que la intención de Zubiri no es la de formular una nueva y más convincente teoría sobre la inteligencia, sino el intento de asumir el “acto” mismo de la intelección humana por considerar que es una deuda pendiente de la filosofía. En función de este objetivo, se comprende que su trabajo no busque “explicar” lo que es la intelección sino sólo “describir” y “analizar” el hecho mismo de la intelección que posteriormente corresponde explicar y teorizar210. En este contexto debe entenderse su reiterada insistencia, en orden a describir formalmente la intelección humana como mera “actualización”211 de lo real en inteligencia sentiente212. Una descripción que claramente indica el valor medular y fundamentalmente articulador que asigna a la idea de “actualización” en su planteamiento sobre la inteligencia213. Por ello resulta conveniente insistir en que no estamos frente a una definición en sentido propio, porque si así fuera chocaría con las más elementales normas de la lógica214, sino frente a una descripción de la intelección, en la que el término “actualidad” ocupa un lugar articulador central. La “actualidad”215 es un término clave y esencial en el análisis zubiriano y, por ello, será necesario precisar su significación para distinguirla del uso que comúnmente se le ha 209 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 10. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 20. 211 El tema de la actualización o actualidad de lo aprehendido en la inteligencia es muy sugerente y de gran riqueza. Al respecto tan sólo quisiera hacer notar que existe un cierto desplazamiento de vocabulario en la obra zubiriana en la elaboración de este tema: en Sobre la esencia, 29, 57, 113-114, 117-118, habla mayormente de “actualización”; y en Inteligencia y realidad habla generalmente de “actualidad”. A propósito de este punto ver J. GARRIDO, Fundamentos noéticos de la metafísica de Zubiri (Pontificia Universitas Gregoriana, Valencia 1984), 51-74. Quien indica en la página 52: “... diferencia que a nuestro entender tiene una clara finalidad de poner todavía más en relieve el carácter realista de su concepción de la inteligencia”. Ver también D. GRACIA, Voluntad de verdad, 106-109; X. ZUBIRI, Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica, IX-X. En cuya presentación, escrita por J. Corominas, se indica la importancia fundamental que el término “actualidad” asume con el tiempo en la filosofía madura del autor. 212 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 13. 213 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 14. Siendo la actualización uno de los temas más sugerentes de Zubiri es lamentable que no realizara un detallado análisis ni una explícita justificación de la misma. Esta falta de precisión permite pensar erróneamente que basta con repetir lo indicado por Zubiri sin realizar el necesario análisis de lo que el autor quiso afirmar concretamente con esta distinción. Una pista para este análisis puede buscarse en X. ZUBIRI, Cinco lecciones de filosofía, 225-246. 214 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 128. 215 X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 408-411. En este texto se encuentra una síntesis del tema de la actualidad aplicado a la Eucaristía. Un texto que corresponde a la lección pronunciada por Zubiri en la Universidad de Deusto, el 1 de octubre de 1980, con ocasión de recibir su doctorado Honoris Causa en Teología. Publicado inicialmente como X. ZUBIRI, “Reflexiones teológicas sobre la Eucaristía”, en 210 60 dado en la filosofía clásica y moderna. Para Zubiri, “actualidad” se refiere a una especie de presencia física de lo real216, a un “estar” y no a una presencia plena en el sentido del acto aristotélico. En este punto nos encontramos con uno de los elementos más prometedores y novedosos del pensamiento zubiriano. Algo de lo que el propio filósofo parece ser consciente, al sugerir la imperiosa necesidad de elaborar una filosofía de la actualidad que llene el vacío filosófico que históricamente existe sobre el tema217. En este sentido, es importante constatar que una vez concluido el análisis desde la perspectiva de la unidad estructural de la inteligencia sentiente, Zubiri realiza una nueva mirada sobre ésta pero ahora en función de la esencia formal del acto mismo de la inteligencia. Este análisis comienza pasando revista a las distintas comprensiones que sobre el tema se encuentran en la historia de la filosofía, e incluye a autores tan destacados como Platón, Aristóteles, Leibniz, Kant, Husserl y Heidegger218. Al estudiar sus planteamientos indica la insuficiencia de los mismos debido a que ninguno se centra expresamente en el “estar” presente mismo. Atendiendo especialmente a los principales planteamientos de los filósofos modernos, Zubiri demuestra que ni la “posición”, que es la idea de Kant en cuanto a que “estar presente” sería “estar puesto”, en el sentido de que lo inteligido en cuanto tal necesita estar propuesto a la inteligencia, en el entendido de que es la misma inteligencia la que hace la propuesta; ni la “intención”, que es la idea de Husserl, en cuanto comprende el “estar presente” en el sentido de ser el término intencional de la conciencia, como presencia intencional; ni la “desvelación”, que es la propuesta de Heidegger, logran analizar el acto de “estar” en sí mismo. Sobre el conjunto de estos esfuerzos, Zubiri afirma que en el mejor de los casos se trata de respuestas que se limitan a indicar “maneras de estar presente” pero sin asumir la fundamentalidad del previo “estar” en cuanto tal. En esta medida, serían intentos que, siendo muy notables e importantes, se mantienen siempre en la comprensión del “estar” solamente como término de un acto intelectivo pero no en sí mismo, es decir, en cuanto “estar”. En la inteligencia sentiente, el análisis del “acto” de “estar” en sí mismo lleva a reconocer que se trata de un momento de la cosa misma, en la medida en que es ella la que “está” presente. Por eso Zubiri afirma que la esencia formal de la intelección consiste en la esencia de este “estar”. A su juicio, el planteamiento adecuado de la cuestión pasa ineludiblemente por comprender que la intelección sentiente es aprehensión impresiva de algo como real y, en función de ello, entender que lo propio de lo real inteligido es, en primer lugar, el “estar” presente en la impresión de realidad. Un estar presente que consiste formalmente en un “estar” como mera “actualidad” en la inteligencia sentiente219, que es la esencia formal de la intelección sentiente. Este reconocimiento de la “actualidad” como la esencia formal de la intelección, obliga al autor a atender a la complejidad del concepto y a su acrítica recepción por parte de Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 41-59. Reproducido en X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 397-421. 216 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 137. 217 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 140. 218 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 134-135. 219 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 137-141. 61 la tradición filosófica occidental. Tradición que ha relacionado permanentemente la actualidad con el carácter de lo real entendido como “acto”, es decir, como plenitud de la realidad de algo y en clara alusión al sentido aristotélico del concepto: acto - potencia. Zubiri precisa el concepto de “actualidad”, indicando que lo que la filosofía ha entendido por él, en la línea del acto, en cuanto plenitud de la realidad de algo, debe llamarse con mayor propiedad “actuidad”, reservando el concepto de “actualidad” para indicar el carácter de actual y no el de acto. Conviene precisar que el hecho de que actuidad y actualidad sean conceptos distintos no significa, en el pensamiento del autor, que sean absolutamente independientes entre sí. “Actualidad no es el carácter de acto, sino el carácter de actual. Hablamos así de que algo tiene mucha o poca actualidad o de que adquiere y pierde actualidad; en estas locuciones no nos estamos refiriendo a acto en el sentido de Aristóteles, sino que aludimos a una especie de presencia física de lo real. La filosofía clásica no ha distinguido ambos caracteres, no ha distinguido actuidad y actualidad”220. Actualidad indica el “estar” presente de algo en algo, en un movimiento intrínseco, es decir, en un estar presente de lo real desde sí mismo precisamente por ser real y no al modo de una relación extrínseca. Para Zubiri este “estar” presente es un hecho absolutamente claro, es actualidad, y no una mera teoría. Ve con claridad que lo inteligido “está” presente “en” la intelección y que ese “estar” presente “en” la intelección “es”, precisamente, actualidad. Por ello, sostiene que la intelección es en primer lugar “actualidad” de lo real, “de suyo” y “en propio”, y sólo posteriormente “actuación” de las cosas en la intelección. Actuación que se funda siempre y sólo en la previa actualidad. Afirmar la inteligencia como actualidad, implica reconocer que en toda intelección humana hay tres momentos estructurales que Zubiri denomina: “actualidad”, “presentidad” y “realidad”. Por “actualidad” entiende “respectividad” y no una simple relación o correlación. Con ello se indica que nada es intelectivamente actual si no lo es respectivamente a una intelección. La actualidad intelectiva se funda en la apertura de la formalidad misma de realidad que es formalmente abierta y, por ello, la actualidad es respectividad de algo formalmente abierto, entendiendo que toda formalidad es un modo de actualidad, es decir, un modo de “quedar”. Por “presentidad” debe entenderse el “estar” presente, enfatizando el “estar” por sobre el “presente”. Sin salirnos de la percepción misma, es fundamental comprender que el momento de presentidad se halla fundado en el modo de actualidad: pues sólo estando actual se es percibido. En relación con esto, Zubiri advierte de una mala comprensión de la realidad que acentúa exclusivamente la presentidad, tal como a su juicio lo hace Berkeley, quien afirma que “ser es ser percibido”. Confundir la actualidad con la presentidad y reducirla a ésta, es lo que constituye el gran error inicial de este autor, que termina desconociendo que lo presente es presente por ser actual en la percepción y no por ser percibido. Y el momento de la “realidad”, en el que entendemos que toda aprehensión intelectiva es, siempre y sólo, actualidad “de” la realidad. 220 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 137. 62 Estos tres momentos intrínsecos de toda intelección humana están estructuralmente unidos entre sí, pero sin que ello implique que posean un mismo rango. La realidad no está fundada en la actualidad sino que es la actualidad la que es siempre actualidad de la realidad, pues la formalidad de realidad es siempre un “prius” de la cosa aprehendida respecto de su aprehensión. Zubiri sintetiza lo anterior de la siguiente manera: “En resumen: en toda intelección tenemos realidad que es actual, y que en su actualidad nos está presente. Tal es la estructura de la intelección como actualidad”221. En la actualidad intelectiva la realidad sólo se actualiza, es un carácter de lo real siempre en la aprehensión misma y sin salir nunca de ella. Con esta afirmación Zubiri no se refiere a que las cosas reales del mundo se hagan presentes a la inteligencia en su misma realidad mundanal, como lo entendió el realismo ingenuo de la filosofía griega y medieval, sino al contenido formal de lo intelectivamente aprehendido. En este entendido, lo único que hace la intelección es hacer actual lo real en su propia formalidad de realidad pero nada más que eso. Por esta formalidad de realidad es que el contenido aprehendido queda como algo “en propio”, poniendo el acento en el “quedar mismo”, no como término de una aprehensión sino como un quedar siendo este contenido presente pero tal como se presenta, es decir, con su contenido y su formalidad. La realidad en cuanto queda, reposa sobre sí misma siendo realidad y nada más que realidad de sí misma. En síntesis Zubiri indica: “En definitiva, lo formalmente propio de la actualidad intelectiva en cuanto intelectiva es ser mera actualidad, esto es tener por término la formalidad de realidad tal como queda reposando sobre sí misma. En la intelección, pues: 1.° Lo inteligido ‘está’ presente como real, es algo aprehendido como real. 2.° Lo inteligido ‘sólo está’ presente; no es algo elaborado o interpretado, o cosa semejante. 3.° Lo inteligido sólo está presente ‘en y por sí mismo’, por tanto, lo real es un momento intrínseco y formal de lo presente en cuanto tal, no es algo allende lo aprehendido; es su ‘quedar en propio’. En la unidad de estos tres momentos es en lo que consiste el que la intelección sea mera actualidad de lo real como real”222. Como la intelección sentiente intelige lo real impresivamente, es decir, en impresión de realidad, a ella compete tanto la formalidad de realidad como su contenido sentido que, en cuanto tal, es realidad actualizada. La aprehensión de las llamadas cualidades sensibles como el color, el sonido, el sabor, etc., es aprehensión de una cualidad real. Esto indica que las cualidades sensibles son reales por cuanto son impresiones nuestras, son algo “de suyo”, y no por acción de alguna estructura propia de mis receptores, como lo plantea el subjetivismo, y, a la vez, son sensibles por cuanto su realidad está presente impresivamente. Es importante considerar 221 222 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 146. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 149. 63 que esta realidad del “de suyo” es mera actualidad, es decir, mera formalidad, lo que implica que posiblemente lo real “en” la impresión no sea real más que en ella, afirmación que en ningún caso niega su realidad en la impresión223. “Lo real ‘allende’ no es real por ser ‘allende’, sino que es real por ser ‘de suyo’ algo ‘allende’. Allende no es sino un modo de realidad. Realidad, repito, es formalidad del ‘de suyo’ sea ‘en’ la impresión, sea ‘allende’ la impresión. Lo impresivamente real y lo real allende coinciden, pues, en ser formalidad del ‘de suyo’; esto es, coinciden en ser reales”224. Zubiri no está planteando una mera coincidencia de ambos modos de realidad, lo impresivamente real y lo real allende, sino una verdadera unidad física de ambos modos, insistiendo en que: “En definitiva, la intelección sentiente en lo que tiene de sentiente es mera actualización de realidad”225. Tanto por lo que tiene de intelectiva como de sentiente, la intelección sentiente es formalmente mera actualidad de lo aprehendido como real. Actualidad que constituye la unidad formal del acto de intelección debido a que en la intelección sentiente está presente, en la misma actualidad, la realidad de lo inteligido y la intelección misma. Se trata, por tanto, de una actualidad “común” de lo inteligido y de la intelección, que es numéricamente la misma actualidad o comunidad de actualidad. Comunidad en la que quedan actualizadas ambas realidades, a través de una precisa estructura en que la intelección queda “coactualizada” en la misma actualidad de la cosa. Una estructura que Zubiri describe a través de la articulación de las preposiciones “con”, “en” y “de”, como tres aspectos, cada uno fundado en el anterior, de una misma actualidad común que constituye la comunidad misma de actualización: “con” indica lo común de la única actualidad, como una estructura esencialmente de coactualidad. “en” indica que esta “actualidad común”, que es estructuralmente dual, es actualidad cuando la cosa queda actualizada “en” la intelección sentiente y la intelección sentiente “en” la cosa. y “de” indica que la actualidad común es “de” la cosa y de la intelección misma. Revisando brevemente esta estructura unitaria de la actualidad común encontramos aspectos importantes a considerar para la posterior fundamentación de la estructura binaria que articula, tal como ya indicamos, la comprensión zubiriana de la inteligencia sentiente: En ella se indica que la actualidad común es co-actualidad. Ello implica que toda intelección sin ser conciencia es necesariamente consciente. Conciencia no es intelección pero compete esencialmente a la intelección sentiente. Es preciso recordar que 223 En este punto es preciso recordar que Zubiri no entra en la discusión entre el realismo y el subjetivismo sino que se sitúa en un estadio previo, en el análisis del acto de aprehensión. 224 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 152. 225 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 153. 64 Zubiri se opone tajantemente a la sustantivación de la conciencia, debido a que no existen actos de conciencia sino sólo actos conscientes. Pero al mismo tiempo reconoce que, en el caso de la intelección, todos los actos son conscientes sin que esto implique que son intelectivos por ser conscientes sino que son conscientes precisamente en cuanto son intelectivos. También se indica que la actualidad común no es, utilizando conceptos de la tradición filosófica de occidente, ni objeto ni sujeto, sino la unidad previa y común que los funda a ambos y que, por decirlo de alguna manera, se desintegra ulteriormente en sujeto y objeto. Con ello, se afirma estructuralmente la unidad esencial e inicial de la actualidad común que ulteriormente se distingue pero no puede separarse. “La intelección sentiente no se da en la subjetividad, sino que por el contrario la intelección sentiente como mera actualización de lo real es la constitución misma de la subjetividad, es la apertura del ámbito de ‘mí’. Por tanto, ambos términos, sujeto y objeto, no se ‘integran’ en la intelección sentiente, sino que en cierto modo es ésta la que se ‘desintegra’ en sujeto y objeto”226. Y, finalmente, la afirmación de que la actualidad común, determinada por la apertura misma de lo real, tiene un especial carácter de apertura, de respectividad y transcendentalidad227, que es actualidad transcendental y, por tanto, apertura que concierne al modo mismo de la actualidad común. Una apertura de lo real en sí mismo, que le permite adoptar diversos modos de actualización, cada uno de los cuales está abierto a los demás, y que constituye formalmente el fundamento transcendental de todas las intelecciones que estudia la lógica. Este reconocimiento de Zubiri no implica que acepte la logificación de la inteligencia que, a su juicio, es un gran error en la historia de la filosofía, sino que lo lleva a formular una nueva propuesta en orden a inteligizar el logos. De esta estructura es clarificador el siguiente texto de un importante estudioso de la filosofía de Zubiri: “En una lectura precipitada podríamos pensar que la estructura es primariamente el carácter de ‘con’, de ‘en’ y de ‘de’ de la actualidad que seguidamente explicitará Zubiri. Pero la actualidad no es estructura por tener estos tres caracteres sino más radicalmente por poseer una interna dualidad, por el hecho de que siendo una única actualidad envuelva intrínsecamente una dualidad de realidades actualizadas (IRE 159). La estructura de esta interna dualidad tiene tres caracteres o aspectos distintos, cada uno fundado en el anterior. La estructura dual 226 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 165. El planteamiento de Zubiri en este punto, según mi opinión, nos da una nueva posibilidad de abordar y analizar una serie de temas medulares de la reflexión filosófica y teológica contemporánea que, tradicionalmente, han adscrito su mirada a un planteamiento inspirado, en mayor o menor medida, por el objetivismo o el subjetivismo. Esta nueva mirada permite replantearse temas tales como: la realidad, la verdad, el hombre, etc., abordando lo medular de la crítica del llamado “postmodernismo o modernismo tardío”, es decir, la crisis de la racionalidad moderna. Al respecto ver J. CONILL, El poder de la mentira: Nietzsche y la política de la transvaloración (Tecnos, Madrid 2001). 227 Utilizaré la palabra transcendentalidad, transcendental, transcendencia tal como la escribe Zubiri. Es decir, con “n” intercalada. 65 de la actualidad no tiene necesariamente estos tres aspectos. Sólo el primero, el carácter de ‘con’, es crónico. La actualidad única es esencialmente coactualidad y el ‘con’ expresa precisamente lo común de la actualidad. El segundo aspecto lo adquiere la estructura dual cuando la cosa queda actualizada ‘en’ la intelección sentiente y la intelección sentiente queda ‘en’ la cosa. Se puede estar en la cosa porque previa y fundamentalmente se está ‘con’ la cosa. Y el tercer aspecto lo cobra cuando la actualidad común es además actualidad ‘de’ la cosa y actualidad ‘de’ la intelección misma”228. En síntesis, Zubiri afirma respecto de la esencia formal del acto de inteligir que éste: “(...): es ser mera actualidad de lo inteligido en la intelección sentiente. Es un simple ‘quedar’ de lo aprehendido en impresión de realidad, y un ‘quedar’ de la intelección sentiente en lo impresivamente inteligido. Es una mera actualidad común y transcendental en la que se nos hacen actuales dos términos: lo impresivamente inteligido y la intelección sentiente misma. Esta actualidad tiene carácter de conciencia y es la constitución misma del ámbito de la subjetividad. Y precisamente por ser actualidad común, la intelección sentiente está transcendentalmente abierta a otros modos de actualización, y con ello a otras intelecciones”229. La intelección sería entonces el acto en el cual la realidad, con las notas físicas que la constituyen, queda actualizada y está presente de una manera específica que es la que llamamos intelectiva. Conviene recordar someramente que para Zubiri cualquier acto intelectivo es analizable en tres momentos que lo configuran: el momento de “afección”, por medio del cual la cosa está presente en el acto intelectivo, en que toda nota es sentida y su actualidad es sentiente. Este es justamente el momento que ha llevado a Zubiri a hablar de “impresión de realidad”, a pesar del reconocimiento de lo inadecuado de la expresión230 en la medida en que se fija de modo directo sólo en un momento parcial. Es el momento en el que se sienten como reales unos contenidos y una formalidad determinada que configura su carácter intelectivo. Tratándose, por tanto, de una unidad originaria propia que es anterior y ajena a cualquier separación entre sentir e inteligir, en cuanto lo analizado por Zubiri es el acto intelectivo que es anterior e indiferente a cualquier dualismo ulterior presente masivamente en la tradición filosófica occidental. el momento de “alteridad”, en que las notas quedan actualizadas como siendo “otras” distintas que el acto mismo en que se tornan actuales. y el momento de “fuerza de impresión”, en que la cosa queda siendo actual con una fuerza de imposición propia o “prius”, que expresa una prioridad de la realidad 228 J. COROMINAS, Ética Primera. Aportación de X. Zubiri al debate ético contemporáneo (Desclee de Brower, Bilbao 2000), 239. 229 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 168-169. 230 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 34. 66 misma en el hecho de su intelección. Este tercer momento jugará un importante papel en la filosofía zubiriana y en la formulación de su pensamiento teologal. Estos son los momentos que configuran unitariamente la intelección como actualidad de lo real. En este sentido, comparto con Pintor-Ramos la opinión de que es muy probable que la mayor complejidad para entender adecuadamente el análisis de la intelección realizado por Zubiri, radique fundamentalmente en la simplicidad de la formalidad de lo real231. Porque lo que se afirma es que lo específico de la intelección es la actualidad de lo real, yendo más allá todavía, al indicar que es “sólo” actualidad de lo real, es decir, un mero actualizar la cosa232. Lo anterior significa, por tanto, que la intelección no consiste, en primer lugar, en ningún tipo de actuación de la inteligencia sobre lo real, plenificándola, informándola o constituyéndola como real a partir de algo dado extrínsecamente a ella, pues siempre se supone la realidad en la cual se va a actuar. Es en el mismo acto de actualización de la cosa real en el que se actualiza la inteligencia bajo la formalidad de algo real. Exigiendo como hecho para ello solamente que la realidad en cuanto tal desborde los contenidos concretos en que se presenta y los actos intelectivos concretos en que se actualiza. Este hecho de desbordamiento o excedencia resulta fundamental para la comprensión del pensamiento zubiriano, ya que en este contexto se define la realidad como “inespecífica”, en cuanto transcendentalidad y constitutiva apertura de la realidad misma. A partir de esto, Zubiri diferencia tres modalidades básicas de la intelección, bajo el entendido permanente de que se trata de un análisis estructural que se da siempre dentro del mismo acto intelectivo: “aprehensión primordial”, “logos” y “razón”. Su propósito esencial no es otro que el diferenciar analíticamente, en la unidad radical del único acto, los momentos internos del acto intelectivo para buscar su fundamento y explicar su configuración. Esto es lo que impide comprender la propuesta zubiriana como si se tratase de tres actos intelectivos distintos, cada uno completo en sí mismo, entre los cuales se establezca una sucesión temporal de fundamentalidad. Dando pie a una unitaria y esencial estructura binaria. 2. Modos de aprehensión de realidad Si se entiende el inteligir como actualizar lo real como real, es preciso reconocer la existencia de distintos modos de actualización en la intelección sentiente, determinados, a su vez, por los modos de la realidad. El que lo real sea respectivo, indica que cada cosa real es “de suyo” algo respectivo no sólo a su propia realidad sino también a otras cosas reales, y ello como fruto de su formalidad transcendentalmente abierta233. La respectividad es la que, en un solo acto de aprehensión de lo real, nos actualiza la realidad “por sí misma” y lo que ella es “en” realidad. Se trata de dos dimensiones formalmente distintas, de dos modos de una misma actualización que en ningún caso quiebran la unidad de la intelección ni niegan su diferencia. Son dos diferentes modos de intelección de lo que algo es en realidad: 231 Cf. A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 86. X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 113. 233 Apertura de cada cosa real a su propio contenido y a la realidad de otras cosas. 232 67 “Inteligir lo que una cosa es en realidad es otro modo de inteligir lo ya inteligido en y por sí mismo como realidad. Esta es, pues, la estructura formal básica: la aprehensión de algo ‘como realidad’. El ‘en realidad’ es una modalización del ‘como realidad’”234. Para hablar de la cosa real presente “en realidad” se requiere que ésta ya esté aprehendida “como real” en y por sí misma. Ello significa que la aprehensión de la cosa real como algo, que constituye su modo propio y primario de intelección, es decir, la aprehensión primordial de realidad, es previa a su modalización ulterior que hace referencia a un modo distinto pero de la misma intelección. “Respecto de esta aprehensión primordial, los otros modos de intelección son por esto no primordiales sino ulteriores. Ulterior procede de un vocablo latino sumamente arcaico uls que significa trans. Sólo sobrevive en el positivo ultra, en el comparativo ulterior, y en el superlativo ultimus. No se trata, pues, de ‘otra’ intelección sino de un modo distinto de la misma intelección. Es la primera intelección misma, pero ulteriorizada por así decirlo”235. Esta ulterioridad consiste en inteligir qué es “en realidad” lo que ya ha sido aprehendido “como real” en la aprehensión primordial de realidad. La aprehensión primordial de realidad es más rica que las ulteriores respecto de la formalidad de realidad, pero en cuanto al contenido posee una insuficiencia de aprehensión de lo real. En función de esta insuficiencia, que afecta a las notas del contenido de lo real, es necesaria una aprehensión ulterior que intelija lo que eso real es en realidad. En este sentido, en cuanto al contenido y no en cuanto a la formalidad, la aprehensión ulterior es siempre más rica que la primordial. La aprehensión primordial de realidad es la intelección por excelencia, pues es en ella en la que tenemos actualizado en y por sí mismo lo real en su realidad. Solamente referidos a la aprehensión primordial de realidad es como los modos ulteriores de intelección son intelecciones de lo real y, en algún sentido, sucedáneos de la aprehensión primordial. Precisamente porque la actualidad ulterior consiste en respectividad, resulta que su intelección tiene un contenido más amplio que el de la aprehensión primordial. No es que haya más realidad, sino que la que ya hay, queda actualizada más ricamente. La actualización de lo real, fundamentada en el “hacia” como apertura transcendental, está intrínseca y formalmente modalizada en cuanto actualización en dos líneas distintas: en una apertura de la cosa previamente aprehendida a otras cosas reales también aprehendidas, lo que llamamos el “campo de realidad”; y en una apertura de la cosa real ya aprehendida como real transcendentalmente abierta a ser momento de “la” realidad, es decir, como momento del mundo. Estas dos líneas indican dos modos diferentes de intelección porque inteligen distintos modos de actualización ulterior de lo real. Respectividad campal y mundanal no son dos respectividades, sino dos dimensiones distintas de la respectividad de lo real en 234 235 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 255. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 256. 68 cuanto tal. En este punto es importante recordar que tanto el campo como el mundo no son un orden extrínseco a la realidad de las cosas aprehendidas. En definitiva, cada cosa es real en y por sí misma y, por tanto, realidad campal y mundanal. El momento campal y mundanal son dos dimensiones diferentes de la transcendentalidad pero sin ser independientes entre sí. Actualidad campal y mundanal son distintas modalidades de la actualización respectiva de lo real, y cada una de ellas determina un modo propio de intelección denominados respectivamente por Zubiri como logos y razón. Para una adecuada comprensión del tema, conviene recordar que se está hablando de una estructura y no de un proceso. Por esta razón, se descartan al menos dos comprensiones erróneas de la aprehensión de realidad: comprender la ulterioridad como un después temporal en el sentido de una intelección distinta de la aprehensión primordial; y creer que se trata de un acto de intelección que parte de mí, ignorando que efectivamente se trata de un modo de actualización de lo real que parte, por tanto, de la realidad misma en cuanto es formalmente realidad sentida. 3. Aprehensión primordial de realidad: modo primario de intelección Como ya hemos dicho, para Zubiri la intelección como aprehensión de la realidad, en y por sí misma, es formalmente aprehensión de lo real: “directa”, sin la mediación de representaciones ni imágenes; “inmediata”, no fundada en inferencias o razonamientos; y “unitaria”, no uniforme. Es la unidad de estos tres momentos lo que constituye que lo aprehendido lo sea en y por sí mismo. Toda intelección está fundada en una u otra forma sobre esta intelección de lo real en y por sí mismo, pero modalizada. En este sentido, la aprehensión de algo en y por sí mismo es modalmente aprehensión primordial de realidad, lo que no implica una mirada parcializada de ella. “(...), toda intelección está basada en aprehensión de lo real en y por sí mismo. Pero puedo tener esta aprehensión de dos maneras. Puedo tomarla como base de otras intelecciones, por ejemplo, como base para juzgar de lo aprehendido. Pero puedo tener la aprehensión de algo en y por sí mismo ‘solamente’ como algo en y por sí mismo. Entonces este momento del solamente constituye un carácter modal de la aprehensión: la intelección de algo ‘solamente’ como real en y por sí mismo está modalizada por el ‘solamente’ en aprehensión primordial de realidad. Es el modo primario de intelección”236. El acto constitutivo, o modo del acto de intelección, de la aprehensión primordial de realidad es “fijación”. Esta fijación es atención, o más precisamente, “intelección atentiva”. En cuanto fijación la atención tiene dos momentos: uno de “centración”, por el cual se centra en lo aprehendido; y otro de “precisión”, en el que lo aprehendido que no lo está como centro queda al margen de la aprehensión, no queda atentivamente fijado, sino más bien marginado pero no escindido. Es un quedar co–aprehendido pero imprecisamente237. 236 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 258. Imprecisión cobra aquí su sentido etimológico de no tener que ver con lo que precisamente se está haciendo, con lo que se intelige. Por ello no significa, en este caso, confusión ni cosa semejante. 237 69 Lo centrado está aprehendido en y por sí mismo, y sólo de este modo. La aprehensión de algo en este modo es lo que Zubiri denomina aprehensión primordial de realidad. A la intelección de algo real como real solamente en y por sí mismo, compete un modo de actualización en la intelección atentiva que es formalmente “retención”, retinencia de su propia realidad. En la aprehensión primordial de realidad se queda atentivamente retenido por lo real en su realidad propia. Ahora bien, este retenimiento en que se queda, por parte de lo real, admite grados diferentes: “indiferencia”, “detenimiento” y “absorción”. Cada uno de los cuales es un grado en la línea modal de la intelección atentiva. “En definitiva, inteligir es aprehender algo formalmente real, es mera actualidad impresiva de lo real en y por sí mismo. Cuando aprehendemos así lo real ‘solamente’ como real en y por sí mismo, entonces la aprehensión intelectiva tiene el carácter modal de intelección atentiva y retinente de lo real. Esta es la esencia de la aprehensión primordial de realidad: es el modo primario de intelección. Los otros modos son modalización de este modo primario, son modalizaciones ulteriores de él”238. 4. La realidad en la intelección sentiente: la verdad real239 En Zubiri la idea de verdad está íntimamente relacionada con las ideas de realidad e intelección. Contrariamente al pensamiento tradicional, que postula que la verdad es una cualidad de la afirmación, Zubiri sostendrá que la afirmación siendo un modo de intelección entre otros no es el primero ni el fundamental. Por esta razón la verdad debe ser entendida como una cualidad de la intelección en sí misma, de toda la intelección, y no sólo de uno de sus modos, como es el caso de la afirmación. La verdad es la realidad “en” la intelección y, como tal, se modaliza igual que ésta. La única verdad se modaliza en una verdad real, que corresponde al modo de aprehensión primordial, y en dos modos de verdad dual, correspondientes a los modos de aprehensión del logos y la razón. Verdad real es la intelección en cuanto aprehende lo real presente como real, es decir, lo que la cosa realmente es, y lo único que ésta añadiría a la realidad es su mera actualización intelectiva. Realidad y verdad no se identifican en Inteligencia sentiente. La realidad es formalidad de la cosa y la verdad es cualidad de la intelección en cuanto en ella está presente lo real por ratificación. Como ratificación la verdad real es siempre simple, no dual. Este “simple” indica la manera unitaria en que se aprehende algo y no se refiere, en ningún caso, a una simplicidad entendida como simpleza constitucional de notas de la realidad aprehendida en intelección primaria. La ratificación indica además que la intelección primaria de lo real no admite la posibilidad del error, es siempre verdadera. Tanto la intelección como la verdad son sólo aspectos de actualización de la realidad, ya 238 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 263. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 229-246; X. ZUBIRI, Sobre la esencia 112-134; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 37-49. La verdad es un tema filosófico y teológico de primer orden. De su posibilidad y alcance depende, en gran medida, el sentido de la actividad teórica, la actitud existencial y la orientación de la conducta humana. En orden a mantenernos en el trabajo originalmente propuesto sólo abordaré este tema tangencialmente y en función de una adecuada comprensión de la idea de inteligencia sentiente. 239 70 que es la realidad la que funda la verdad, es ella la que da verdad a la intelección, lo que “verdadea” en ella. El nexo entre realidad y verdad no debe entenderse como una correlación, en que la verdad es entendida como algo correlativo a la realidad, como si se tratara de una simple relación. El nexo es respectividad, es decir, momento de la pura actualización, momento de la real presencia intelectiva de la realidad. Se trata de la verdad en cuanto tal, de su índole primaria y radical, en que lo aprehendido es aprehendido en y por sí mismo y, por ello, está directa, inmediata y unitariamente aprehendido. “(…), la verdad primaria y radical de la intelección sentiente no se identifica con la realidad, pero no añade a lo real nada distinto a su propia realidad. Lo que le añade es esa especie de ratificación según la cual lo aprehendido como real está presente en su aprehensión misma: es justo ratificación del ‘de suyo’, ratificación de la realidad propia. Ratificación es la forma primaria y radical de la verdad de la intelección sentiente. Es lo que yo llamo verdad real”240. Zubiri denomina a esta verdad como “verdad real”: verdad, por cuanto entiende que es verdadera ratificación intelectiva de la realidad y, real, debido a que es la realidad misma la que está en esta, lo que “verdadea” en ella. “He aquí la índole esencial de la verdad real: lo real está ‘en’ la intelección, y este ‘en’ es ratificación. En la intelección sentiente la verdad se halla en esa primaria forma que es la impresión de realidad. La verdad de esta actualidad impresiva de lo real en y por sí misma es justo la verdad real”241. La realidad tiene tres dimensiones: “totalidad”, “coherencia” y “duratividad”, que son ratificadas en la verdad real y constituyen las tres dimensiones de ésta: la “totalidad” se ratifica en “riqueza”, la “coherencia” en “qué” y la “duratividad” en “estabilidad”. Esto, según tres modos propios respectivos de ratificación: “manifestación”, “firmeza” y “constatación”. La unidad intrínseca de estas tres dimensiones de ratificación y de sus modos propios constituye lo radical de la verdad real, lo radical de la ratificación de la realidad en intelección. Toda aprehensión primordial posee verdad real y no puede darse en ella el error porque es siempre “simple”. Esta simplicidad debe entenderse en la línea del modo de aprehensión y no en relación con las notas de la cosa real aprehendida primordialmente, ya que esta puede tener más de una nota. Es una verdad simple porque es ratificación y, como tal, es fundamento de toda otra verdad posible para los modos ulteriores y duales: el logos y la razón. Es fundamental comprender que, en inteligencia sentiente, la verdad radical y fundamental es siempre la verdad real. Y sólo de ella surge la verdad de los modos ulteriores de la intelección. Esta comprensión de la verdad cuestiona dos concepciones que, de tanto ser repetidas, han terminado por ser aceptadas sin mayor análisis ni cuestionamiento por parte importante de la filosofía: la comprensión de la verdad como conciencia objetiva, en que se 240 241 X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 233. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 234. 71 apoya toda la filosofía de Kant, aunque proviene de mucho antes, y la concepción de la verdad que apela al hecho del error, para indicar que existen intelecciones no verdaderas, creyendo demostrar con esto que la intelección es neutra frente al tema de la verdad. 72 Capítulo V REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD: MODOS ULTERIORES DE INTELECCIÓN Zubiri afirma que a partir de la aprehensión primordial de realidad, es decir, de la aprehensión del “estar” mismo en cuanto “estar”, e impuesta por esta aprehensión primordial, se dan distintos modos de reactualizaciones de la realidad ya previamente aprehendida. Las reactualizaciones del logos y la razón, es decir, de la cosa real “en realidad” y “en la realidad”, son los modos ulteriores que surgen y son impuestos por la misma aprehensión primordial de realidad. El desarrollo de la idea zubiriana de la inteligencia sentiente se plasma en una estructura binaria que siendo fundamentalmente unitaria se despliega, en un movimiento de maduración, en una diversidad modal que no rompe dicha unidad primaria, sino que justamente surge y es posibilitada por la aprehensión primordial de realidad como momento principiante de la intelección humana. 1. Intelección como logos242 El logos actualiza la realidad en la aprehensión pero como una reactualización de la previa actualización de la realidad en la aprehensión primordial. El logos es una reactualización posibilitada e impuesta por la propia impresión de realidad. Se trata de una impresión que lleva sentientemente al logos243, en un movimiento que se da en la propia aprehensión y sin salir de ella, que va desde la pura actualización de la cosa real, propia de la aprehensión primordial, a la afirmación de lo que ella es “en realidad”, en una aprehensión dual. Existen dos maneras de aprehender las cosas en el campo de realidad: como cosas que están incluidas en el campo de realidad, es decir, como campales, propio de la aprehensión primordial, y en función del campo en el que están incluidas, es decir, inteligirlas campalmente. Esta segunda manera, es decir, la que intelige las cosas reales campalmente, es lo propio del modo ulterior que Zubiri denomina como logos. 1.1. Intelección de las cosas en el campo de realidad El campo es, en primer lugar, un momento de la formalidad de realidad de cada cosa real, un momento no exclusivo sino consecutivo del logos que deriva de la aprehensión primordial de realidad244. El campo no es un momento de las cosas reales en cuanto allende la aprehensión, sino que es un momento que concierne a las cosas en su formalidad de alteridad al ser inteligidas. 242 Es importante constatar que el Logos no aparece en escritos antiguos de Zubiri sobre la inteligencia. A propósito ver X. ZUBIRI, Problema filosófico de la historia de las religiones, 279-293. Texto que corresponde a 1965. 243 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 52-53. 244 Todo lo que se diga del campo es algo ya dado en la aprehensión primordial de realidad de toda cosa real. 73 El campo posee una estructura245 general, interna y dinámica, que es preciso reconocer y que está constituida por las dimensiones o estructuras de “primer plano”, “fondo” y “periferia”. Además, la totalidad del campo está determinada por la “línea del horizonte” que indica tanto lo que éste abarca en una comprensión panorámica en sinopsis como lo que queda fuera de él. Por eso, la variabilidad del campo está dada tanto por la posibilidad del desplazamiento del horizonte como por la reorganización interna de sus dimensiones. Pero si cambia el primer plano necesariamente se produce el cambio en las dimensiones siguientes. Con el concepto de “campo” de realidad, a diferencia de lo que se entiende como campo perceptivo en cuanto cosa contenida en el campo, se indica algo intrínseco a las cosas que está dado en la impresión misma de realidad. La comprensión de la realidad en cuanto formal y constitutivamente abierta, en su modo de “hacia”, muestra la respectividad formal de cada cosa real según la cual está en un campo que es determinado por sí mismo, es decir, como intrínseca y formalmente campal. Cada cosa real tiene los dos momentos de realidad, el individual y el campal, pero el momento campal es un momento de excedencia de cada cosa real por su transcendentalidad246. Zubiri indica esta situación en el siguiente texto: “El campo, decimos, es ‘algo más’ que cada cosa real y por tanto algo más que la simple adición de ellas. Es una unidad propia de cosas reales, una unidad que excede de lo que cada cosa es individualmente, por así decirlo. Como cosa y campo tienen, según vimos en la Parte Primera, carácter cíclico, esto es, cada cosa es ‘cosacampo’, aquella excedencia puede verse desde dos puntos de vista: el campo como determinado desde las cosas reales, y las cosas reales en cuanto incluidas en el campo”247. Ahora bien, es preciso insistir en que la excedencia del campo respecto de las cosas reales se da “en” las mismas cosas reales y no fuera o aparte de ellas. El ámbito transcendental es el carácter general de lo que se denomina como campo de realidad. “Anticipando ideas diré que según el momento que he llamado individual, la intelección de la cosa real consiste en inteligirla como real: ‘esta cosa es real’. Según el momento que he llamado campal, la intelección de la cosa real intelige la realidad como siendo esta cosa así en realidad: ‘la realidad es esta cosa’. No son dos aprehensiones distintas sino dos momentos de una sola y misma aprehensión. Pero como momentos son distintos”248. El campo de realidad puede contener muchas cosas reales pero no de cualquier forma, no se trata de una simple multitud sino de una “estructura” muy precisa que ya está dada en la aprehensión primordial de realidad. 245 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 141-145. Exposición sintética de Inteligencia y logos en que se da cuenta de su estructura y distintas fases. 246 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 28-31. 247 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 28. 248 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 31. 74 Esta estructura está determinada por los momentos del “entre” y del “por” (funcionalidad), en cuanto cada cosa es real en el campo entre otras cosas reales y en función de estas. Se trata sin duda de dos momentos distintos que son independientes entre sí pero respectivos. Inteligir algo campalmente es inteligir la cosa real en cuanto incluida en el campo que ella misma ha determinado previamente por sus notas. Para referirse a esta modalidad de intelección ulterior o reactualización, Zubiri utiliza el vocablo logos249, indicando que por él comprende el decir declarativamente algo acerca de algo. Contextualiza el tema de la intelección campal indicando que, en primer lugar, es preciso reconocer que el logos, como modo de intelección, es mera actualización de lo real, es decir, re-actualización campal de lo ya actualizado en aprehensión primordial de realidad. Actualización que está impuesta por la impresión misma de realidad que nos lleva desde lo ya real, en aprehensión primordial, a lo que es “en” realidad. Con ello se indica que el logos es modo campal de sentir la realidad, pero es la impresión de realidad la que nos lleva sentientemente al logos, y lo hace en un movimiento que, en sí mismo, es en lo que se reactualiza lo real. En función de esto, el logos o intelección campal debe ser entendido como un dinamismo, formalmente constitutivo, que es movimiento intelectivo distanciado en el campo sentido de la realidad. Es decir, es una reactualización de lo real campalmente en movimiento. Su estructura básica está constituida por la “dualidad”, el “dinamismo” y la “medialidad”. La “dualidad” consiste en un modo de actualización de lo real desde otra cosa real y no desde sí misma, como ocurre en la aprehensión primordial. Es una auténtica diferencia estructural la que distingue a la aprehensión dual de la primordial. A la luz de la realidad campal de una cosa anteriormente aprehendida se aprehende lo que una cosa real es en realidad, sea ésta igual, parecida o completamente distinta de la anterior. Descartándose con ello una comprensión de la aprehensión del logos como una segunda aprehensión primordial250. Por su parte, el “dinamismo” nos indica que estamos retenidos por lo real en su momento campal, en el hacia de la realidad, cuyo término es distanciado de la cosa real que queremos inteligir. A ese término se va impelido por lo real y, al mismo tiempo, retenido por ello siendo revertido. El logos, por tanto, no es solamente una intelección dual sino dualidad que es inteligida en un transcurso, en un movimiento. Su intelección no es sólo dual sino que recorre esta distancia de lo dual, siendo movimiento entre un término y otro, que consiste en decir lo que una cosa es “en realidad desde otra cosa”. La estructura radical básica del decir es movimiento que indica que lo real sentientemente actualizado está actualizado en dualidad dinámica. Finalmente, la “medialidad” en que consiste el logos indica que su decir es declarativo, es un movimiento en que se intelige algo desde otro algo declarando lo que el primer algo es en realidad. El campo de realidad como medio de actualización es el fundamento medial de la declaración. Al respecto Zubiri señala: “En definitiva, el logos en cuanto tal tiene una estructura básica primaria: el logos es una intelección campal de carácter dual, dinámico y medial. El logos es una intelección sentiente en que se declara dinámicamente en el medio de la realidad 249 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 47-54. Páginas en que Zubiri analiza la comprensión que hizo la filosofía griega del logos y sus limitaciones. 250 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 55-78. 75 campal, lo que una cosa real es desde otra, en realidad. Esta es su estructura básica. El logos es logos sentiente precisamente porque es campal”251. 1.2. Estructura Formal del logos sentiente: estructura dual Detengámonos brevemente en estos aspectos de la estructura dual del logos. 1.2.1. Estructura dinámica El logos intelige en una actualización diferencial la unidad de los momentos formales de la realidad, individual y campal, en la medida en que intelige una cosa distanciada entre otras. Este es un caso muy distinto al de la aprehensión primordial que intelige los momentos formales de lo individual y campal en una unidad compacta e inmediata. El campo de la realidad es el de la distancia del “en realidad” 252, es la intelección misma de lo que algo es en realidad en un movimiento intelectivo en dos fases: movimiento de impelencia o toma de distancia, e intelección intelectiva o “intentum”. Por “impelencia” se entiende la distancia de lo que la cosa es en realidad, el pararse a considerar la cosa en una especie de suspensión intelectiva de la misma, sin que ello implique dejar de estar en la realidad, ni abandonar la(s) cosa(s) real(es). Es el movimiento en que inteligimos por simple aprehensión lo que la cosa sería. Por “intelección intelectiva” se comprende el que en esta misma distancia la cosa real retenga tensos a la cosa en sí misma y revierta a ella en un “intentum” por la tensión misma de la distancia. Es un intento por inteligir desde el campo lo que la cosa es en realidad, un referir desde el campo a la cosa. Conviene recordar que toda cosa real tiene un momento individual y otro campal. La unidad de ambos momentos es compacta en la aprehensión primordial y dual 253 que es la intelección ulterior del logos254. En el caso del logos, la unidad en desdoblamiento que formalmente constituye la distancia255, no debe ser entendida como un salir fuera de la realidad ni como un momento extrínseco de la cosa real misma, sino como un tomar distancia256 o estar llevado por la cosa misma, en su formalidad de realidad individual, a su momento campal diferencialmente autónomo. Sobre el tema Zubiri afirma: “En esta distanciación queda instalada la cosa real individual en el campo de realidad. Por tanto, repito, no salimos ni fuera de la cosa real misma ni fuera del campo de realidad, sino que nos quedamos en su momento campal para inteligir desde él lo que es en realidad su momento individual mismo. Vamos entonces en la cosa real desde su momento campal hacia su momento individual, la inteligimos 251 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 77-78. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 79-80. 253 Aprehensión de una cosa real entre otras. 254 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 82. 255 Distancia no se refiere a espacialidad en la comprensión zubiriana. Desdoblamiento no es distancia de la realidad ya que es un momento intrínseco de la cosa real misma. 256 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 84-88. Sobre este tema entiende Zubiri que ha existido una falencia de la filosofía moderna presente en el idealismo desde Descartes hasta Schelling, abarcando también a Husserl y Heidegger. 252 76 campalmente. Esto es, recorremos la distancia como momento interno de la cosa, recorremos la dualidad como unidad en desdoblamiento”257. La estructura interna de esta intelección en desdoblamiento está determinada por un movimiento de retracción, en el que tomamos distancia de lo que es en realidad la cosa aprehendida en aprehensión primordial, en una simple aprehensión de lo que la cosa “sería”, que Zubiri explica como aprehensión de realidad en irrealidad 258. Momento en el que se actualizan tres dimensiones de toda cosa real; “esto”, “cómo” y “qué”, y sus consiguientes formas de simple aprehensión o actualización impelente de la intelección diferencial de lo real: “precepto”, “ficto” y “concepto”, es decir, lo que la cosa sería en realidad. En esta distancia y con esta estructura tridimensional la inteligencia desde su libre creación y a través del “intentum” o movimiento reversivo, vuelve a las cosas reales de las que ha tomado distancia e intenta inteligirlas, ya no como mero término aprehendido de lo que sería sino como lo que es en realidad. Ya no se trata entonces de una simple aprehensión sino de una intelección afirmativa. 1.2.2. Intelección distanciada de lo que la cosa real es “en” realidad Zubiri indica que afirmar es un momento del movimiento intelectivo que intelige lo que la cosa, que ya ha sido aprehendida como real, es en realidad. Afirmar es fundamentalmente un movimiento en el campo de la realidad y, por ello, es una intelección en reversión distanciada de lo que la cosa real es en realidad pero siempre dentro de lo real mismo. Es un inteligir en movimiento de reversión y, por lo tanto, es una intelección formalmente dinámica, que sólo se da en una inteligencia sentiente. Por ello el logos en cuanto afirmación es constitutiva y esencialmente sentiente259. Con esta definición, Zubiri se opone a dos concepciones comunes en su época de lo que sería afirmar: en primer lugar, el sostener que afirmar algo es creer que lo afirmado es así, atribuible a Descartes, y en segundo lugar, aquella que indicaba que afirmar es decir A es B, que provendría desde el mismo Aristóteles. Hecha esta aclaración conceptual conviene indicar que Zubiri se referirá a la afirmación como logos sentiente prescindiendo de la simple aprehensión que a éste le pertenece. Por ello hablará del logos como juicio. Pero esto lo hace sólo en función de simplificar la formulación del texto y no porque entienda el logos exclusivamente como afirmación. La afirmación en cuanto movimiento, que consiste en el modo mismo de estar inteligiendo cada una de las cosas, es ir de una cosa a otra entre las demás, es esencialmente campal. Es llegar a inteligir lo que una cosa es en realidad pero desde otras y, por lo tanto, es un llegar y no solamente un estar. Es un “afirmar llegando o llegar afirmando”, es decir, es un movimiento que constituye la intelección en el llegar mismo y, en este sentido, un 257 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 83. Se trata de la afirmación del “sería”, momento de irrealidad según el autor, como realidad que todavía no es y que para ser requiere del momento de la afirmación o vuelta desde el campo a la cosa real. A propósito ver X. ZUBIRI, El hombre: lo real y lo irreal (Alianza, Madrid 2005) 259 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 114. 258 77 momento intencional intelectivo del “intentum” mismo. La afirmación misma es esencialmente movimiento dinámico. El no haber considerado formalmente este carácter dinámico estructural del mismo juicio, de la afirmación, es lo que, según Zubiri, constituiría uno de los errores más importantes que ha cometido la filosofía de la inteligencia humana desde Aristóteles, pasando por Hegel, hasta al mismo Kant. Un error que consiste en no haber fundamentado el movimiento dialéctico del razonamiento en la estructura distante de la afirmación260. El logos que es el movimiento intelectivo de afirmación, refiriéndose con ello a la función de afirmar en cuanto tal, no es ni un añadido a la aprehensión de las cosas, ni un arrebato intelectivo que decida qué es lo real. Afirmar es un modo de estar intelectivamente en lo real, es actualización intelectiva en que se intelige algo que es real en distancia reversiva ya presente en la aprehensión primordial de realidad. Por tanto, la afirmación no añade algo a la aprehensión primordial sino que se mueve distendidamente en lo que ya intelectivamente está. Afirmar es estar en lo real inteligiendo en distancia lo que ya está presente en la aprehensión primordial pero de forma reducida. La afirmación está formalmente en la realidad pero no porque afirmar sea el modo primario y radical de estar intelectivamente en ella, sino porque afirmar es un modo reducido y distendido dentro de un previo estar intelectivo en la realidad, inteligiendo si ésta es así en realidad. Es un movimiento impuesto a la inteligencia por el distanciamiento de lo real en actualización diferencial, siendo la realidad la que lleva a afirmar. “En cuanto tal, lo que la afirmación tiene de afirmación, esto es, el afirmar en cuanto tal, ha de entenderse desde la actualidad de lo real, y no al revés la actualidad de lo real desde la afirmación. No es tanto ‘yo afirmo’ sino más bien lo contrario: ‘se afirma lo real’ en mi intelección”261. “Por tanto, la estructura primaria y radical del juicio es ser una afirmación de una cosa aprehendida ya como real (en aprehensión primordial) pero según su momento formalmente campal. En su virtud, un juicio no es una intelección inmediata del algo real, sino que es una intelección modalizada de aquella aprehensión, de aquella intelección directa e inmediata: es intelección en reversión distanciada”262. El movimiento afirmativo, que Zubiri denomina tanteo, es discernimiento entendido como una manera de moverse en la realidad en la que ya se está intelectivamente. Se desprende entonces que la afirmación tiene cuatro momentos constitutivos: El momento del estar intelectivamente en lo real inteligiéndolo formal y precisamente como real. El momento de intelección en distancia reversiva, volviendo desde el campo a la cosa. Es propiamente la afirmación en que se intelige la realidad en distancia en un movimiento de reversión hacia lo real, en intelección intencional. 260 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 116-118. Zubiri entiende las diferencias en los planteamientos de Aristóteles, Hegel y Kant. Pero comprende que de una u otra manera han cometido el mismo error. 261 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 121. En este punto conviene indicar que Zubiri distingue el aseverar del afirmar, siendo la primera posibilitada por la segunda. 262 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 132. 78 El momento de actualización diferencial de la realidad dentro de la misma realidad, es decir, el ir de lo real a lo que es en realidad por el rodeo de la irrealidad: por el “sería”. Y, finalmente, el momento de discernimiento de lo afirmado, es decir, el discernimiento de los “muchos” sería de aquello que es, como constitutivo formal de la afirmación. Queda claro entonces que la realidad es siempre anterior a la afirmación y que el afirmar, en cuanto tal, es la intelección “distensa” y “reversiva” de lo real desde el campo de realidad a la cosa real. Para referirse correctamente a la afirmación es preciso reconocer la existencia de distintas formas de juicios que dependen, en último término, de la función que en ellos desempeña aquello de que se juzga, es decir, las diversas formas según las cuales la cosa ya aprehendida es término de la intelección afirmativa. Zubiri no comparte las formas del juicio que siguen la división canonizada por Kant y que los dividen en función de su cualidad, cantidad, modalidad o división, debido fundamentalmente a que entiende que todos estos tipos solo son expresión de un tipo puntual de juicio que es el de predicación. Nuevamente nos encontramos con una insuficiencia filosófica, respecto del tema de la inteligencia humana, que atendiendo casi exclusivamente al juicio predicativo desatendió tipos previos que lo sustentan. Reconociendo que la función predicativa es muy importante es preciso comprender que no es la única ni mucho menos la primera. En el análisis realizado por Zubiri se reconocen tres tipos de juicios: los “posicionales”, en que la cosa simplemente está puesta ante el juicio; los “proposicionales”, en que la cosa juzgada está propuesta a la afirmación pero no como su sujeto; y los juicios “predicativos”. Cada uno de los cuales se apoya en el anterior. Por juicio “posicional”263 se entiende la afirmación denominativa de lo real aprehendido en su totalidad. Un ejemplo de ello es la exclamación ¡fuego!, ya que al decirlo se tiene evidentemente una simple aprehensión que es la del fuego. Se trata, por tanto, de una identificación entre la aprehensión primordial de realidad sin denominación y la denominación. Es decir, se afirma lo que se ve. Efectivamente se trata de una afirmación y no de una aprehensión primordial de realidad en la medida en que la cosa real es inteligida como ya aprehendida en simple aprehensión, en el ejemplo utilizado, como realización del fuego.264 Por juicio “proposicional o complexito” se entiende que lo real ya aprehendido no lo está sólo como real, como es en el posicional, sino que está ya aprehendido como algo que por su parte “ya está calificado” desde una simple aprehensión. Por ejemplo, aquello de lo que se juzga es A, lo que indica que A no es sólo algo que se aprehende como real, sino como algo que es ya A. En este sentido, al ser término de una afirmación esta A ya no está simplemente puesta en el juicio sino que es propuesta al juicio como realidad para una posición ulterior de lo que es ser en realidad. En este juicio se pone la realidad de B como momento de la índole de la realidad de A. Su mejor expresión son las frases nominales que se caracterizan porque carecen de verbo y sólo tienen nombres, como se aprecia en los siguientes ejemplos: “Los hombres, todos iguales; la mujer, siempre voluble; genio y figura hasta la sepultura; Tú, el único santo, el único Señor; Ha rey muerto, rey puesto, etc.”. 263 264 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 152-154. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 152-154. 79 Y, finalmente, por el juicio “predicativo o conectivo”265 se entiende que A y B tienen su entidad propia que se mantiene en la unidad, ya que ésta consiste en que B está meramente realizado en A. Se trata de una unidad en que se mantiene la distinción y en este sentido, no es una simple complexión sino una conexión. Junto con reconocer la existencia de estas formas de juicio es fundamental para Zubiri, reconocer la existencia de distintos modos266 de afirmación que conciernen a la intención afirmativa en cuanto tal y ya no a la función que en ella desempeña la cosa de que se juzga, como es en las formas de la afirmación. Para entender qué son los modos de la afirmación es necesario recordar que todo logos es sentiente según dos momentos: porque intelige lo que algo es en realidad como fuerza de realización y porque intelige sentientemente con distinta firmeza. Esta firmeza es el modo mismo de la afirmación y sus diferencias son los distintos modos de afirmación y, en este sentido, se entiende que poseen una clara estructura. La intención afirmativa es una actualidad intelectiva de lo real que tiene distintos modos que, a su vez, determinan los distintos modos de afirmación. Cada modo de afirmación depende esencial y constitutivamente del modo según el cual la actualización de lo real determina o resuelve la expectación intencional. Zubiri indica los siguientes modos de actualización: actualización indeterminada, indicial (clarescencia, borrosidad, indicación), ambigua, preponderante (clinamen, gravedad, vencimiento) obvia y efectiva. Pero inmediatamente indica también cuales son sus respectivos modos de afirmación: ignorancia267, barrunto268 (vislumbre, confusión, sospecha), duda, opinión (inclinación, probabilidad, convicción) plausibidad y certeza. 1.2.3. Estructura medial del logos: la evidencia269 Como vimos recientemente, en el movimiento de reversión desde la realidad campal a la cosa real ya no se intelige lo que ésta sería, sino lo que ésta es: la afirmación. “Ahora bien, el paso del ‘sería’ al ‘es’ está determinado en el campo de realidad mismo. El campo, dijimos, no es algo que se ve sino algo que hace ver: es medio de intelección. Aquí la dualidad no constituye un momento estructural del 265 Cf. X.ZUBIRI, Inteligencia y logos, 158-168. Existe una importante diferencia entre lo que se expresa como unidad complexiva, que se refiere a una unidad de carácter necesario constituyente, y una conectiva que indica una unidad que es tanto unión como distinción. 266 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 172-207. 267 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 187. “Precisamente porque la ignorancia es un modo de intelección afirmativa, el hombre tiene que ir aprehendiendo no sólo lo que las cosas son en realidad, sino que tiene que aprender a ignorar. Sólo así puede crear nuevas simples aprehensiones que en su hora pueden conducir desde la ignorancia a otros modos de intelección afirmativa. El acceso a la ignorancia, al margen y por encima de la nesciencia, es un duro movimiento intelectivo”. Se trata de una ignorancia que es entendida como privación de intelección, porque sabemos lo que una piedra es, en aprehensión primordial de realidad, pero no sabemos qué es en realidad. Ignorar, por tanto, es un modo positivo de afirmar provisionalmente el “en” realidad. 268 El barrunto apunta a la determinación que es inmediatamente derogada, es un modo de afirmación que corresponde a la actualización como indicio. 269 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 209-252. 80 dinamismo sino un momento de la medialidad. El medio es lo que hace discernir entre los muchos ‘serías’ de la cosa aquel ‘sería’ que es más que ‘sería’: el ‘es’”270. Ya vimos que toda cosa real tiene, en y por sí misma, dos momentos intrínsecos y formalmente constitutivos de su actualidad intelectiva: el momento individual y el momento campal. Vimos también que en la aprehensión primordial se dan compactamente ambos y que en la intelección distanciada el momento campal se autonomiza, abriendo una disociación entre ambos momentos, entre lo que es como realidad y lo que es en realidad. Ahora bien, esta disociación entre el momento individual y el campal, que se da en la intelección distanciada, es transitoria y como tal es actualizada como exigencia de no quedar definitivamente en el estado del sería. Esta exigencia de colmar la oquedad es la que lleva a las distintas simples aprehensiones y de estas a la cosa para determinar lo que la cosa real es en realidad. Es así como se aprehende diferencial y mediadamente, ya que el campo, que es medio, es lo que permite ver lo que la cosa es en realidad. La cosa aprehendida entre otras fuerza a salir desde ella para encontrar entre las simples aprehensiones cuál o cuáles se realizan en ella. Esto es lo que Zubiri llama evidencia271 y lo expresa claramente cuando indica que una cosa real, A, no es evidente, sino que lo evidente es que sea B y no C, y que esa evidencia está exigida por la visión misma de A en el medio de la realidad, es decir, en el campo. Por tanto, el logos, modo determinado de actualización, es en su misma estructura medial “evidencial”272 y, por este motivo, la evidencia compete al juicio, a la afirmación y nunca a lo aprehendido en aprehensión primordial ya que ésta es pura actualización273. La evidencia es un momento de todo juicio. La evidencia es, en primer lugar, “exigencia evidencial”, una línea de exigencia y determinación en la que caben los opuestos con sus grados intermedios. La línea “exigencial” es necesaria pero se da en un ámbito de libertad, ya que la determinación de una cosa desde otras no está necesariamente fijada y el campo de simples aprehensiones es creación libre. 1.3. Verdad del logos sentiente274 Ya indicamos que la actualización propia del logos no es la actualización de algo real, en y por sí misma, propia de la aprehensión primordial, sino la actualización de lo que la cosa real es “en realidad”, es decir, actualización en un campo, entre otras cosas reales y en referencia a ellas. La intelección afirmativa, en cuanto modo ulterior y dual de aprehensión, tiene su verdad correspondiente: su verdad es también ulterior y dual. “Lo real está intelectivamente actualizado de modos distintos, y en su virtud hay distintos modos de verdad. Hay ante todo una actualización simple. Su verdad es también simple. Pero lo real puede estar actualizado campalmente ‘entre’ otras realidades. Es una intelección que he llamado dual. Su verdad es también dual. Son dos tipos de verdad muy distintos”275. 270 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 210. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 219. 272 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 221. 273 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 222. 274 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 253-392. 275 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 257. 271 81 La intelección afirmativa es intelección en distancia y, por lo tanto, en movimiento, en que el logos va desde el campo a lo aprehendido primordialmente para determinar lo que la cosa real es “en realidad”. Con ello se da una segunda actualidad de la cosa real que Zubiri denominará actualidad “coincidencial”, que consiste en que lo real previamente aprehendido cobra el carácter de “parecer”, que es verdad dual. Con coincidencial se indica que en una misma actualidad se da lo que algo es según su aprehensión primordial y lo que parece ser con respecto a otras cosas campales. “En esta intelección no dejamos de lado la actualidad inteligida en aprehensión primordial, sino que por el contrario esa intelección en distancia acontece formalmente dentro de esta aprehensión, pero con un carácter propio: el movimiento. En este movimiento, la cosa real aprehendida en aprehensión primordial, cobra una segunda actualidad: actualidad coincidencial. Es una actualidad, pues, que acontece en un movimiento. En esta actualidad coincidencial lo real cobra el carácter de parecer. (...) La actualidad coincidencial como coincidencia del parecer fundado en el ser real, es la verdad dual. Por tanto la verdad dual es algo que no ‘está’ en un enunciado sino que ‘acontece’ en un movimiento coincidencial afirmativo, porque es en él donde acontece la actualización coincidencial de lo real. De ahí que la verdad dual ‘acontece’”276. La verdad dual es dinámica, y en esa medida acontece en una “conformación” dinámica de la intelección de algo campalmente, “entre” y “desde” otras cosas reales. Por conformación se entiende la coincidencia del parecer con el ser real de algo. La conformación tiene dos fases, la que concierne al predicado de la afirmación y la que corresponde a la realización de este predicado en el sujeto: La primera fase consiste en que el conjunto o sistema de notas aprehendidas primordialmente sea conforme con la simple aprehensión de la cosa. Si la coincidencia es de conformidad se da la “autenticidad”, es decir, la conformidad entre el parecer y el ser de algo, pero si no hubiera conformidad se da “lo falso”, es decir, la no conformidad entre el ser y el parecer o, mejor dicho, la “apariencia” de algo. Zubiri explicita lo que estamos diciendo utilizando el ejemplo del vino: “En esta coincidencia del parecer y del ser real, fundada en la realidad actual, es en lo que consiste la ‘conformidad’ del vino con su simple aprehensión. En esto es en lo que consiste la autenticidad”277. La segunda fase indica que la realización del predicado en el sujeto es medida por lo real y no por la intelección, en que se afirma la realización del predicado en la cosa que se juzga. Es la conformidad de la intelección afirmativa con la cosa real, en que se intelige que lo predicado y la intelección de este predicado es la intelección correcta. La intelección afirmativa busca la conformidad con lo real mismo, pues sólo en la coincidencia que se da en la actualidad intelectiva puede haber verdad278. Es una 276 277 X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 317. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 303. 82 conformidad que tiene que ver con la realidad actualizada, con lo real en actualidad intelectiva y no fuera de ella. Realidad actualizada en actualidad intelectiva que es plenamente real pero siempre inscrita en el ámbito de la intelección. En la afirmación, la conformidad se da entre lo que se actualiza como simple aprehensión y lo que está aprehendido en la concreta intelección campal, no entre notas físicas de lo real actualizado y la inteligencia. Como una buena síntesis de cuanto se ha dicho sobre la verdad del logos Zubiri indica lo siguiente: “Toda verdad dual es esencialmente una verdad coincidencial, una coincidencia entre la verdad real de la cosa y la intelección de esta cosa ‘desde otras’”279. 2. Intelección como razón La impresión de realidad no sólo está transcendentalmente abierta a cada cosa real y a otras cosas reales sentidas en el campo, sino que lo está también a cualquier otra realidad. A modo de ejemplo Zubiri indica lo siguiente: “En la impresión de realidad, en efecto, aprehendemos no sólo que este color es real, que este color es su realidad (Primera Parte), y no sólo lo que es en realidad este color respecto por ejemplo de otros colores, o otras cualidades, a saber que en realidad este color es rojo (Segunda Parte), sino que aprehendemos también que este color rojo es real respecto de la pura y simple realidad, por ejemplo que es fotón o onda electromagnética”280. No sólo aprehendemos que la cosa es real y que esa cosa es en realidad, sino que también aprehendemos que esta cosa es pura y simplemente real en “la” realidad. Esta aprehensión de “lo que algo es en la realidad” es el tercer modo de intelección: es la razón. Si bien este modo de intelección está apoyado en la aprehensión primordial y en las afirmaciones del logos, no es correcto concebirlo como una combinación de afirmaciones o razonamientos. La razón no es razonamiento y su diferencia con el logos es esencial. Si bien ambos son movimientos desde la cosa real, su diferencia está en que el logos es un movimiento desde la cosa real hacia otra, mientras que en la razón se trata de un movimiento desde una cosa real hacia la pura y simple realidad. Es un movimiento, denominado por Zubiri como “marcha”, un momento estructural del inteligir fundado en los otros momentos estructurales del inteligir, es decir, en la aprehensión primordial y el logos. Es una modalización de la intelección, una modalización de carácter estructural determinada en la inteligencia por la impresión misma de realidad. 278 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 305-306. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 260. 280 X. ZUBIRI, Inteligencia y Razón, 12. 279 83 2.1. Marcha del inteligir Comprender la formalidad de realidad281 como transcendentalmente abierta, nos lleva necesariamente al campo de realidad y a la realidad pura y simple de lo real, es decir al mundo. Por mundo Zubiri no entiende el conjunto de todas las cosas, ya que esto sería el cosmos, ni el espacio personal en que cada uno vive, sino el carácter de realidad pura y simple. “Las cosas reales inteligidas en aprehensión primordial y en intelección campal, no solamente son tales o cuales cosas reales. Al inteligirlas no intelijo tan sólo que son tales o cuales, sino que al inteligir que son tales o cuales intelijo también ‘a una’ que son meras realidades, que son pura y simple realidad”282. Es la misma cosa real, en unión con el campo que ella determina, la que puede lanzarnos allende esta realidad campal hacia la realidad como realidad allende el campo, hacia lo que ya indicábamos que es el mundo. Aquí allende indica un movimiento desde una cosa real y su campo hacia la realidad misma como realidad, es decir, un allende del campo hacia el mundo que incluye la posibilidad de distintas direcciones: hacia adentro de las cosas, hacia otras cosas extra campales, etc. Sin que esto implique necesariamente un movimiento intracampal ni una salida del sujeto, aseveraciones que ya han sido criticadas y desechadas por Zubiri al tratar de la intelección campal. Con el allende se indica siempre un ir hacia el mundo, hacia la pura y simple realidad, como fundamento de lo que es la cosa real campal. Ya no se considera una cosa respecto de otras cosas del campo, sino que se trata de considerar cada cosa como modo de realidad fundamentada. Se trata de un movimiento intelectivo que busca inteligir abiertamente la cosa real, un movimiento que nos lleva a comprender que esta intelección de la cosa, en cuanto mundanal, es una verdadera marcha hacia lo desconocido que pasa necesariamente por la ignorancia de lo que esta cosa puede ser en realidad. Es, por tanto, una verdadera marcha no sólo un movimiento, ya que es búsqueda de realidad, es decir, verdadero intellectus quaerens, un abrirse a la insondable riqueza y problematismo de la realidad en sus notas propias y en sus formas y modos de realidad. Es marcha y no movimiento en cuanto búsqueda intelectiva de realidad en que se intelige buscando y en el buscar mismo. “En definitiva, marcha no es mero movimiento. Pero sin embargo marcha y movimiento tienen una intrínseca unidad: esta unidad está formalmente en el ‘hacia’ de la impresión de realidad. Esta diferencia entre movimiento y marcha tiene un carácter muy preciso. El movimiento intelectivo del logos es un movimiento muy definido: es movimiento de retracción y reversión afirmativa dentro de las cosas del campo. Pero la marcha es otro tipo de movimiento. Es movimiento no dentro de lo real campal sino hacia lo real allende todo lo campal. Por tanto marcha es búsqueda de realidad. Es 281 Formalidad de realidad que consiste en captar el ser real de cada cosa tanto en su estar ahí como en su formal y positiva apertura a algo formalmente distinto de la cosa misma. A esto es a lo que Zubiri denomina campo de realidad y realidad pura y simple. 282 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 19. 84 intellectus quaerens. Por esto es por lo que aunque toda marcha sea movimiento, no todo movimiento es marcha, porque no todo movimiento intelectivo es búsqueda de realidad”283. La marcha es ante todo una actividad de inteligir, que en cuanto tal es el pensar, y un modo de inteligir, que en cuanto tal es razón. Pensar y razón son dos aspectos de un mismo acto de inteligir en búsqueda, en el que la razón es el carácter intelectivo del pensar. Por su carácter formalmente intelectivo el pensar constituye la razón. La razón es el carácter intelectivo del pensar y es la intelección pensante de lo real. Pensar y razón son tan sólo dos aspectos formalmente distintos de una sola actividad de marcha intelectiva: se piensa según razón y se intelige en la razón pensante. Pensar, en cuanto actividad del inteligir, es un modo de actualización de la realidad ya que no se piensa sobre la realidad sino que se piensa siempre “en” y “dentro” de ella misma, apoyado en lo que positiva y previamente ya se había inteligido de ella. En este sentido, el pensar es una actividad que según el carácter constitutivamente abierto de la misma realidad, es un estar en acción inteligiendo aquello a lo que lo real previamente inteligido nos abre dándonos que pensar. “Lo real está dando que pensar porque es realmente abierto y porque el pensar está constitutivamente abierto a la realidad. El pensar envuelve pues intrínseca y formalmente el momento de realidad no sólo intencionalmente sino físicamente y expresamente. Esta realidad es siempre y sólo la realidad en que realmente se estaba ya. La estructura interna y formal del acto mismo de esta intelección es lo que llamamos carácter intelectivo. El momento propiamente intelectivo de la actividad pensante, es decir el momento intelectivo y estructural de la acción de la actividad pensante es justamente la razón”284. La razón está siempre apoyada en lo real previamente inteligido, en la realidad de lo campal inteligido en su carácter de hacia, y es por ello un modo de intelección determinado por lo real mismo. Ya indicábamos con anterioridad que lo real previamente inteligido nos lanza a inteligir de otro modo, a inteligir pensando. Lo real no es solamente un mero punto de partida sino que es el apoyo mismo de nuestra marcha en búsqueda. La intelección pensante, en su carácter intelectivo, es la razón, que es esencial y constitutivamente una marcha, en que ya hemos inteligido lo real. En su marcha intelectiva la razón tiene que ir actualizando nuevamente lo real cautamente, sopesando cada uno de sus pasos. Por ello, pensar tiene el carácter intelectivo de un sopesar lo real en la realidad misma para ir hacia lo real dentro de ella. Se pesa, se sopesa la realidad y este peso intelectivo son las razones. La realidad que la razón tiene que alcanzar no es la nuda realidad, ni la aprehensión primordial, ni las afirmaciones campales, sino la realidad sopesada. Desde esta comprensión zubiriana de la razón285 se rechazarán tres ideas que se han formulado a lo largo de la historia de la filosofía occidental y que serían fruto de lo que se 283 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 23. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 135-136. 285 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 65-70. Zubiri advierte que la descripción que hace de la razón no debe tomarse como una definición en sentido usual. Lo que él hace es realizar un interesante análisis de las 284 85 denomina como logificación de la intelección: En primer lugar, la razón entendida como órgano de evidencias absolutas o rigor lógico, proveniente desde Parménides y que ha sido recogida por filósofos tan importantes como Platón, Aristóteles y culminando en Leibniz; en segundo lugar, la razón entendida como necesidad dialéctica, procedente de Hegel; y, finalmente, la razón como organización de la experiencia que fue la idea de Kant. Ninguna de estas ideas sería aceptable debido fundamentalmente a que están viciadas desde su misma raíz, en el entendido de que inteligir no es juzgar sino actualizar sentientemente lo real y, por lo tanto, la razón no reposa sobre sí misma sino que es siempre un modo de intelección de la realidad. Con esto no se niega la verdad de las distintas formulaciones sino su pretensión de ser punto de partida y apoyo fundamental. La razón es un modo de intelección que tiene tres momentos esenciales: es intelección en “profundidad”, intelección “mensurante”, es decir, intelección de lo real principial y canónica, e intelección en “búsqueda o inquiriente”. La unidad intrínseca de estos tres momentos esenciales constituye la razón como modo de intelección. Ello determina la razón como la intelección en la que la realidad profunda está actualizada en un modo problemático que lanza a inquirir, “principial” y canónicamente, lo real en profundidad. Y como modo de inteligir286 inquiriente y en búsqueda, que se apoya en lo previamente inteligido, es el momento intelectivo de la actividad pensante. La razón no es una simple actividad de inteligir sino que es actividad intelectiva y como tal es un estar en acción según el modo de estar accionando. Es una búsqueda en profundidad que va más allá de lo inteligido en el campo de lo real, sin que ello implique una negación de la realidad campal. En esta intelección de la realidad profunda, la realidad no es simple medio sino medida y canon de la realidad campal. La realidad profunda es realidad – fundamento287 o realidad fundamental y en esa medida, la razón es intelección principial de lo real en profundidad, es modo fundamental de intelección, es decir, es la realidad misma en su físico carácter de realidad. Si consideramos que la realidad es constitutivamente abierta entendemos que la razón misma, lanzada por el propio carácter de la realidad, es abierta en cuanto tal y ese es el modo en el que intelige la realidad profunda en forma dimensional, direccional y provisional. Para referirse adecuadamente a la razón, en la línea de la actualidad que constituye su unidad, deben considerarse dos aspectos que permiten su adecuado tratamiento: la razón como mía y como razón de las cosas288. Con el primer aspecto no se indica una afirmación de mera subjetividad sino más bien algo que concierne modalmente a la intelección, mientras que con el segundo aspecto se recuerda que son las cosas las que dan o quitan la razón. De esta manera, la razón se constituye en un momento estructural de la inteligencia por medio de la índole de la intelección de lo real mismo, y como la intelección es formalmente sentiente la razón misma también lo es. La intelección de lo real mismo, que trata de una realidad que ya ha sido inteligida previamente en aprehensión primordial y concepciones con que la filosofía se refiere a la razón y polemiza con estas desde su idea de inteligencia sentiente. 286 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 39-76. 287 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 161. “Fundamento es todo aquello que determina desde sí mismo, pero en y por sí mismo, a lo fundado, de suerte que éste es una realización del fundamento en lo fundado mismo. El estar fundamentado hace de la realidad profunda el principio mismo de este modo de intelección”. 288 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 40-81. 86 campal, indica que el problema de la razón no es el de la búsqueda de realidad, puesto que ya está en ella, sino el propio estar en la realidad como principio y fundamento de toda marcha intelectiva de la razón. La realidad se impone coercitivamente a la razón. Lo realmente problemático de la realidad no es su formalidad sino su contenido, por ello la razón debe mensurar el contenido mismo de la realidad actualizándola en las intelecciones previas, a través de un modo de actualización que las considera como fundamento de lo real. Ahora bien, como las intelecciones previas son personales, resulta que la intelección racional en cuanto racional es una libre creación y es en estas intelecciones previas, a través de las libres creaciones, que lo real cobra su contenido fundamental. Contenido que queda realizado a través de diversas formas: como contenido en experiencia libre, estructura básica e hipótesis en construcción libre. Que son tres formas de fundamentalidad. 2.2. Estructura de la intelección racional: el conocer289 Inteligir algo en su realidad profunda, es decir, en intelección racional, es lo que formalmente constituye el conocimiento. “Conocimiento es intelección en razón. Conocer lo que una cosa es, es inteligir su realidad profunda, es inteligir cómo está actualizada en su fundamento propio, cómo está constituida ‘en la realidad’ como principio mensurante. Conocer el verde no consiste sólo en verlo, ni en inteligir que es en realidad un color muy bien determinado entre otros, sino que es inteligir el fundamento mismo del verdor en la realidad, inteligir, por ejemplo, que es una ondulación electromagnética o un fotón de determinada frecuencia. Sólo al haberlo inteligido así conocemos realmente lo que es el verde real: tenemos intelección del verdor, pero en razón. La razón del verde es su fundamento real”290. El conocimiento siempre está inscrito en la intelección y sin ella no se daría, es siempre un modo especial de intelección. Si bien la intelección es siempre una actualización de lo real sólo hay intelección racional, es decir conocimiento, cuando la actualización de lo real es fundamental. De ello se desprenden tres características esenciales del conocimiento: en primer lugar, hay una dependencia del conocimiento respecto de la intelección; en segundo lugar, la intelección y el conocimiento no son lo mismo pero tampoco son independientes; y, en tercer lugar, el conocimiento lleva a una mejor intelección, es decir, a una actualización de lo conocido. En función de esto es preciso comprender que el conocimiento no reposa sobre sí mismo sino sobre la intelección de la que procede y a la que nos conduce. “El término ulterior de todo conocimiento es un actualizar la misma realidad previamente inteligida, es actualizarla ahora en su realidad profunda. Si no fuera por esto, el conocimiento no sería sino un juego mental. De ahí que todo conocimiento sea la transición de una intelección a otra intelección. Es una actualización en marcha. El conocimiento es la intelección buscándose a sí misma. 289 290 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 157-320. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 161-162. 87 Como anclado en la intelección, como expansión de la intelección, y como transición a una intelección, el conocimiento es un modo intelectivo que formalmente se inscribe en la mera intelección”291. Para Zubiri, conocer no es un fenómeno intelectivo primario. La esencia del conocimiento es el inteligir y no al revés, como algunos filósofos han sostenido292. Conocer tampoco es la simple elaboración de un contenido previamente inteligido, sino que es inteligir que ese contenido que ha sido previamente inteligido es real, es actualizar este contenido en lo real. Conocer es intelección en razón, es decir, intelección de lo real pero en su realidad profunda293. 2.3. Estructura formal de la intelección racional de la realidad294 La estructura formal del conocer está constituida por la unidad de “objetualidad, método y encuentro verdadero”. Lo que en primer término se quiere conocer es la realidad profunda de lo campalmente inteligido, y para ello, apoyándose en los principios canónicos, se sitúa lo campal sobre el fondo de la realidad profunda, que indica justamente el momento de objetualidad. Para Zubiri objeto no es la realidad profunda, ya que ésta es siempre fundamento, sino la realidad campal. De realidad campal la cosa queda convertida en objeto real. “Pues bien, lo primero que hacemos para conocer una cosa real ya dada, es situarla sobre ese ámbito como fondo. Lo ‘profundo’ es por lo pronto ‘fondo’. Y ante este fondo la cosa real que estaba entre otras en un campo resalta como fundamentada en su profunda realidad. La cosa sufre por tanto una especie de transformación: de estar en el campo a estar sobre el fondo, a estar fundamentada. En esta nueva condición, la cosa real en cuanto queda así resaltada es lo que llamamos objeto. La cosa real ha quedado transformada en objeto real. Es el primer momento de la intelección racional: la objetualidad”295. Aquí es fundamental no confundir “objetividad”, que es algo que concierne a una afirmación, con “objetualidad”, que es un modo de actualización de la cosa. Como modo de actualización de la cosa, objeto es la cosa real sólo cuando está actualizada sobre el fondo de la realidad fundamental. Objeto es un concepto con diversos sentidos y, por ello, es necesario precisar el sentido con que aquí se le está utilizando296: en primer lugar, Zubiri indica que, ser objeto no consiste en ser algo que vamos a inteligir, ya que no se trata de un mero término de 291 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 164. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 164. En esto se sostendría la afirmación de Zubiri en orden a comprender que toda teoría del conocimiento debe fundarse en una previa conceptuación de la intelección y no viceversa. 293 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 165-168. 294 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 171-173. Es preciso evitar el error de confundir conocimiento con intelección o con ciencia, ya que ésta es sólo un modo de conocimiento entre otros. 295 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 174. 296 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 174-186. 292 88 intelección; y, en segundo lugar, que el objeto envuelve formalmente el que la cosa real esté actualizada en forma de “ob”, asumiendo con ello los dos caracteres del “ob”: categorial y de positividad297. En palabras de Zubiri: “Pues bien, ser objeto, es decir, objetualidad es ante todo una categoría de actualización: es el modo según el cual la realidad está actualizada como ‘ob’, sea cualquiera su contenido real. Es el carácter esencialmente categorial del ob”298. Para una mayor claridad conviene indicar las características en que se da la transformación de la cosa real en objeto real299. Una transformación que se da en el modo de “presentación” y no en el de “representación” como comúnmente se ha pensado, en un movimiento de transformación en la línea de “hacia”, que va desde lo campal a lo profundo, determinado por lo real mismo, porque el “hacia” es un modo de realidad. Una vez apoyado en los principios canónicos, que han sido campalmente sugeridos, se debe fijar el modo de posible acceso a lo profundo de lo real campal. Es esencial fijar el modo de acceder a este fundamento, que va a ser fundamento de la cosa campal determinada, ya que con ello se está en presencia de la vía de acceso o método300. El método301 es ante todo un abrirse paso en el mundo hacia el fundamento y, por tanto, es una vía del conocer en cuanto tal, vía que va desde el objeto real a su fundamento y que, en cuanto tal, es el verdadero problema a resolver. El método, siendo una verdadera necesidad humana, es ante todo un momento esencial de la propia realidad, en la apertura constitutiva de lo real en su respectividad. En esta apertura, se inscribe la pregunta por el “cómo” de la búsqueda del fundamento y se transforma el movimiento campal en una marcha en lo real. En cuanto vía, el método es la vía de acceso de una actualización de lo real campal a otra actualización de lo real pero mundanal. Es, por tanto, una actualización inquiriente de la realidad, es una vía en la realidad y, como tal, la realidad es un momento decisivo del método. El método es un abrirse paso inquirientemente en la realidad misma hacia su más profunda realidad. Con esta comprensión Zubiri descarta entender el método como una vía que conduce de una verdad a otra, entendiendo por verdad un juicio verdadero, es decir, un movimiento entre juicios. Esto es radicalmente falso porque desconoce que el método como vía es un momento intrínseco y formal de la intelección racional y, en cuanto tal, es siempre y sólo una vía en la realidad. La estructura del método, en inteligencia sentiente, está constituida por tres pasos: “el sistema de referencia”, “su término formal” y la “experiencia”. 297 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 185. “En definitiva, el positum es la actualización de algo en su estar presente, en su estar sólo presente, y en estarlo así en su presentarse mismo. No es un carácter de la realidad aprehendida ni como jectum, ni como hecho, ni como hecho científico”. 298 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 180. 299 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 198-201. 300 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 202-222. 301 Es preciso recordar que cuanto aquí se dice del método no se refiere al método científico ya que éste es sólo una modalización del método. 89 El primer paso de la estructura del método, es decir el sistema de referencia302, indica que para que exista un conocimiento es absolutamente necesario que la intelección se lleve a cabo inteligiendo el objeto real en función de otras cosas reales previamente inteligidas en el campo. El principio canónico, del que hablábamos anteriormente, es justamente este sistema de referencia desde el que se busca inteligir lo que el objeto es en la realidad. Con este primer paso queda claro que para que exista un conocimiento no basta con un objeto real que se vaya a conocer y con un cognoscente, pues ningún conocimiento existe sin una previa intelección de un sistema de referencia, que en último término es el campo mismo en su totalidad campal. El segundo paso de la estructura del método, es decir el término formal 303 de la actividad cognoscente, indica el fundamento de lo real como posibilidad. Con ello se recuerda que se está en presencia de un esfuerzo de esbozo de un sistema de posibilidades, que se realiza desde un sistema previamente elegido como referencia. Situación que obliga a aceptar que todo conocimiento en cuanto esbozo, es decir, en cuanto “podría ser”, y en la medida en que es un sistema de posibilidades libremente construido desde la adopción de un sistema previo de referencia, es intrínsecamente abierto en cuanto tal, y es momento formalmente constitutivo de la intelección racional. Finalmente, el tercer paso de la estructura: el método como experiencia304, plantea que sólo cuando se logra inteligir el fundamento la actividad cognoscente llega a término. En este sentido, para Zubiri el método no sirve de nada si no es capaz de conducir a un acceso real y efectivo, es decir, formalmente a la experiencia. Sintetizando esta estructura Zubiri escribe: “El conocer comienza con un sistema de referencia desde el cual se esboza un sistema de posibilidades que permite experienciar lo que la cosa es como realidad mundanal”305. Cuando Zubiri se refiere a la experiencia lo hace entendiendo por esta la “probación física de realidad”. Con experiencia no se refiere a un mero sentir lo real sino a un sentir lo real hacia lo profundo. En inteligencia sentiente la experiencia no es ni simple empeiría, ni fijación retentiva de mismidad, sino que es fijación esbozante y física de realidad profunda. La experiencia como probación es la inserción de un esbozo en la realidad profunda y la esencia del encuentro metódico con lo real. “Inteligir lo sentido como momento del mundo a través del ‘podría ser’ esbozado: he aquí la esencia de la experiencia”306. 302 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 210-217. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 217-222. 304 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 222-257. El valor de la experiencia en la inteligencia sentiente resulta fundamental como vía de acceso a la realidad. 305 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 222. 306 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 228. 303 90 2.4. Verdad de la razón sentiente307 En la verdad racional lo campal está actualizado en una actividad de búsqueda mundanal, en que la coincidencia es “encuentro” en lo real campal de su fundamento. Esta verdad, que es esencialmente encuentro, siendo un modo irreductible de verdad que corresponde a la intelección como razón, incluye, sin identificarse con ellas, tanto la verdad del logos como la fundamental verdad real. La verdad racional es un modo esencial de la verdad porque es la que da valor al conocimiento en general, a la ciencia y, particularmente, a la filosofía. Si respecto de la verdad del logos indicamos que afirmaba algo sobre lo que está en el campo, aclarando que es la misma cosa campal la que, en sí misma y por constatación, da la verdad a la intelección, es preciso entender que en la verdad de la razón se encuentra lo que eso que está en el campo es mundanalmente. En ambas verdades son las cosas campalmente aprehendidas las que dan la verdad pero de modo distinto, ya que mientras en el logos la verdad se da en el campo, en la razón ésta se da fuera del campo. La marcha racional es una búsqueda del fundamento de lo real campal como momento del mundo, fundamento que es inteligido en un esbozo de posibilidades de lo que lo real “podría ser” mundanalmente, sin el cual no hay ni intelección, ni verdad de la razón. Encuentro o verificación que se da aconteciendo en lo real sometido a la experiencia que es probación física de realidad. El encuentro es precisamente cumplimiento de lo esbozado, el paso de lo libremente esbozado, del “podría ser” a lo que “es”. La verdad racional es confirmación como esbozo de verdad, no ratificación de una afirmación verdadera. “La palabra confirmación puede tener dos sentidos. Puede significar una especie de ratificación de una afirmación verdadera: se tenía ya una verdad firme y se ratificaría esta verdad por otros caminos. Confirmación sería entonces ratificación de una verdad ya afirmada como verdad. Pero el encuentro no es confirmación en este sentido, por un motivo muy sencillo: es que antes del encuentro, lo afirmado no es afirmado como verdad, sino como simple esbozo de verdad. Entonces confirmación significa algo más radical que ratificación: significa dar carácter de verdad firme a lo esbozado como verdad. Lo esbozado es firme ‘con’ lo real encontrado. Este es el ‘con’ de la confirmación. No es la ratificación de una verdad sino la constitución misma de la verdad. (...) Pues bien, lo real queda ahora actualizado en confirmación. La simple ‘afirmación’ se torna en ‘con-firmación’. He aquí la verdad racional como encuentro. La veridictancia ‘constata’ en conformidad; la verificación ‘confirma’ en encuentro. La razón no sólo afirma sino que confirma en encuentro”308. La verdad racional es también cumplimiento de lo esbozado, es decir, el cumplimiento de lo que lo real podría ser en el mundo. Conocer no es aprehender determinaciones de las cosas en sí mismas, como se ha tendido a pensar desde una perspectiva tradicional, sino explorar lo real en su unidad dimensional, es hacer posible que lo real se actualice en su unitaria riqueza, más allá de sus datos inmediatos. La verdad 307 308 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 258-320. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 295. 91 racional es cumplimiento de esa expansión intelectiva actualizadora, aunque se trate de un cumplimiento siempre provisional, debido a que las verificaciones son una marcha inconclusa que se va adecuando permanentemente a lo real, en una dialéctica de adecuación que es la riqueza y el límite del dinamismo racional. En este contexto, Zubiri advierte sobre la necesidad de considerar que no todo esbozo es verificable sin que ello suponga una negación de la intelección: “El esbozo nace de mera sugerencia; no se identifica con la mera sugerencia pero está siempre positiva o negativamente articulado en una sugerencia. De ahí que la experiencia suspensiva de un esbozo significa una reducción del esbozo a lo que lo ha sugerido: reducción del esbozo a sugerencia. Pero entonces es claro que la experiencia suspensiva puede consistir no en no-esbozar lo sugerido, sino en tomar la sugerencia misma como fuente de nuevo esbozo. Entonces lo inverificable no nos cierra a la intelección sino que lo que hace es abrirnos a otros posibles tipos de verificación, a una intelección, a una marcha de nuevo tipo. Es la forma más radical de la dialéctica de la razón: la dialéctica de la verificación en cuanto tal”309. 3. Comprensión unitaria de la intelección310 Hasta aquí hemos presentado la idea de inteligencia sentiente de Zubiri, insistiendo en la unitaria novedad de su planteamiento y en su fundamental estructura binaria: es decir, en la aprehensión primordial de la cosa real, primera forma modal, en que se actualiza la cosa real “en” y “por sí misma” como real; y en las modalizaciones ulteriores en que ésta se despliega: la intelección campal de la cosa real, segunda forma modal, en que se realiza el movimiento hacia una actualización en el logos de lo que la cosa ya real es en realidad y la intelección, también dual, de la cosa real ya aprehendida campalmente pero actualizada como momento de la realidad mundanal, tercera modalización, en que la cosa real que es en realidad se actualiza como momento del mundo. Pero la mirada final de lo que Zubiri plantea requiere de la comprensión de que en inteligencia sentiente toda cosa real que es aprehendida en y por sí misma, en realidad y en la realidad, lo es en una “peculiar unidad” de estos modos de la intelección, en que cada uno está apoyado en el anterior y lo incluye formalmente pero sin identificarse con él. “Porque esta unidad confiere a la intelección misma una cualidad unitaria, (...) No tenemos de un lado la intelección y de otro sus diversas modalidades, sino que en cada caso tenemos la intelección entera, porque sus diversas modalizaciones están impuestas por lo real mismo desde su primordial aprehensión”311. Respecto de la unidad de la intelección, Zubiri indica que no se trata de una unidad de estratificación sino de una unidad de los modos de intelección en que cada uno no sólo presupone al anterior como apoyo, sino que lo “incluye intrínsecamente”. Es una unidad 309 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 276-277. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 319-352. El tema de la unidad de la inteligencia sentiente ha estado presente a lo largo de los tres volúmenes de la trilogía. No obstante ello, Zubiri explicita este tema en la conclusión que nos ofrece en el tercer volumen. 311 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 320. 310 92 modal en que cada uno de los modos que la constituyen posee y conserva su estructura propia e irreductible, como modalidades de una misma función intelectiva que confieren a esta unidad una precisa estructura. No es una unidad de modos intelectivos sucesivos, en que primero se aprehende algo como real para luego, y conservando esta primera aprehensión, inteligir lo que esto real es en realidad y en la realidad sucesivamente. Y ello porque la aprehensión primordial no sólo es anterior a las intelecciones campal y mundanal, sino porque las determina en dos aspectos fundamentales: en “incoación” y “despliegue”. Lo que indica que no se trata solamente de una unidad de modos sucesivos sino de una unidad mucho más radical todavía. Tampoco se trata de una unidad lineal, en el sentido de una trayectoria del inteligir aunque no se niega la existencia de esta trayectoria. Cada modo no solamente despliega el anterior y es “incoativamente” el que sigue, sino que cada uno de estos modos se “incluye en el siguiente” y, en virtud de ello, el modo anterior queda también de alguna manera cualificado por el que lo sigue, si bien cada modo tiene una intrínseca estructura propia y, por el hecho de estar formalmente incluido en el modo siguiente, se ve afectado por éste. No es por tanto una unidad de trayectoria sino de maduración. Es una unidad intrínseca del único acto de intelección. En inteligencia sentiente, la unidad radical de los modos es “unidad de maduración” y, como tal, es unidad estructural que enriquece la impresión de realidad, la aprehensión primordial, no en tanto que realidad sino en su término respectivo. Sin salir de la impresión de la realidad se la determina como logos y razón. Ambos modos son una plenificación incremental, es decir maduración, de una inamisible y fontanalmente presente impresión de formalidad de realidad. A partir de esta comprensión de la unidad estructural de los modos de inteligir, Zubiri expondrá un análisis de la unidad modal del acto, de la unidad modal del inteligir y de la unidad del inteligir como estado intelectivo. “La intelección sentiente es formalmente una mera actualización de lo real según lo que éste es ‘de suyo’. Esta estructura formal determina la actualización de lo que la cosa real es en realidad, y de lo que ella es en la realidad. Estas dos actualizaciones modalizan lo formal de la intelección. En esta modalización resulta modalizado el acto de intelección, resulta también modalizado el inteligir mismo, y resulta modalizado el estado intelectivo en que quedamos”312. 3.1. Unidad modal del acto de inteligir313 Zubiri afirma que la unidad modal de la intelección como acto, es el acto mismo de la comprensión. En la explicación de esta afirmación de la unidad del acto mismo de la comprensión, indica que si la estructura formal del inteligir consiste en la actualización de la cosa como real en intelección sentiente, la unidad del acto intelectivo, que se modaliza en la aprehensión primordial de realidad y la ulterior intelección del logos y la razón, es actualización de la misma cosa real. La unidad se da en una actualización de la misma cosa 312 313 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 327. Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 328-340. 93 real en que la segunda actualización no es una actualización absolutamente distinta, sino que es “re-actualización” de la primera, existiendo una determinación recíproca entre actualización y re-actualización. Y esto es lo esencial y decisivo del asunto. Es lo que, a nuestro juicio, confirma la existencia de una dinámica estructura binaria fundamental que articula todo el planteamiento de Zubiri sobre la inteligencia sentiente. “La intelección primordial de lo real es entonces por un lado determinante de la re-actualización. Pero a su vez esta re-actualización determina de alguna manera la actualización primera. Esta es la esencia misma del ‘re’. Es un ‘re’ en el que se expresa la estructura formal de la unidad de las dos intelecciones”314. Si inteligir es siempre presentar, hacer presente lo inteligido en cuanto estar, la segunda intelección, que es re-actualización de la cosa real, determina un modo distinto de presentación de la misma cosa inteligida anteriormente. Toda re-actualización es un volver a la primera actualización desde la segunda, en una reversión que es la unidad estructural del “re” de la segunda intelección, cuyo acto unitario de intelección es la comprensión. Esta comprensión no es ni ciencia comprensora, como lo entendió la filosofía medieval, ni comprensión nocional, ni la interpretación de sentido, como pensó Dilthey en su filosofía. Comprender es un modo especial de inteligir en el que se vuelve a aprehender una cosa, ya aprehendida previamente como real en aprehensión primordial, pero a partir de lo que se ha aprehendido que ella realmente es, en la intelección del logos y la razón. Por esto comprender es una nueva actualización, tercera en el proceso descrito por Zubiri, en que se aprehende lo real desde lo que realmente es, inteligiendo que la estructura de la cosa aprehendida está determinada desde lo que realmente ésta es, es decir, desde la re-actualización, en un acto de intelección estructuralmente unitario y modal. Zubiri se referirá a este punto indicando que se dan tres actualizaciones intelectivas de una misma realidad: “En primer lugar, la actualización intelectiva de la cosa como real: la aprehensión primordial de realidad. En segundo lugar, la actualización intelectiva de lo que la cosa real es realmente, La (sic) intelección modal en logos y razón. Finalmente en tercer lugar, la actualización intelectiva de la misma cosa real (que se había aprehendido ya en aprehensión primordial), pero incorporando modalmente a ella lo que se ha actualizado en la intelección (logos y razón) de lo que realmente es. Esta tercera actualización es la comprensión”315. Comprender es determinar la estructura real de la cosa e inteligirla como una posesión intrínseca de ella misma, es decir, como modo de realidad de la misma cosa aprehendida. La comprensión es, por tanto, mejor actualización de lo que ya se aprehendió en la aprehensión primordial y es una verdadera necesidad para la inteligencia sentiente en la medida en que es el único modo de acceder a la realidad. “La intelección es aprehensión de lo real, y por tanto toda intelección, incluso la comprensiva (sic) es una maduración de la aprehensión primordial. Y lo 314 315 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 328. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 332. 94 que en esta maduración madura es finalmente la comprensión. Por esto la intelección plenaria es aprehensión comprensiva. Esta es la estructura unitaria de la intelección modal como acto: es la actualización que va de la ‘impresión de realidad’, por la intelección de lo que es ‘realmente’, a la intelección de la recuperación de lo real desde lo que realmente es”316. El hombre comprende sentientemente, es decir, impresivamente. Esto se manifiesta en algunos caracteres de la comprensión misma como: su intrínseca y constitutiva limitación, por razón, tanto de las distintas direcciones, como amplitudes que puede tener cada intelección; las diferencias de nivel en que se puede dar la intelección; y los diferentes tipos de comprensión. Todas diferencias radicalmente constitutivas en el entendido que radican en el carácter formalmente sentiente de nuestra intelección. “La necesidad de comprender lo real está determinada por la intelección sentiente. Comprender es siempre y sólo recuperar en la intelección de una cosa real su estructuración como realidad sentida. He aquí la unidad de la intelección modal como acto: es el acto de comprensión”.317 Con unidad modal del inteligir Zubiri se refiere a la unidad del inteligir mismo en cuanto tal y no a la unidad como acto de intelección. Para él, la única intelección tiene dos fuentes: la nuda inteligencia sentiente, primera y suprema, y el entendimiento, que es la facultad de comprender, o inteligencia sentiente modalizada. La unidad de ambas dimensiones es la respectividad de lo real. No son dos facultades ya que el entendimiento es la modalización suprema de la inteligencia, es la inteligencia sentiente modalizada desde el campo y el mundo, es decir, desde el logos y la razón. 3.2. Unidad del inteligir como estado intelectivo Todo acto de intelección nos deja en un estado intelectivo o en un estado de la inteligencia misma. Este estado intelectivo indica un quedar de lo real según lo real, cuya unidad se da porque lo real queda en la intelección y la intelección misma queda prendida en lo real. El estado intelectivo es un quedar retenidos intelectivamente por lo real y en lo real en cuanto tal, y es lo que formalmente se llama saber. El objeto del saber es siempre la realidad. Saber es quedar intelectivamente retenido en lo inteligido, es un estado de intelección, es un quedar retenido en lo real actualizado que admite diversos tipos: ante todo el saber primordial y radical, saber estar en la realidad, propio de la aprehensión primordial de realidad y del que dependen todas las demás intelecciones; el saber estar en lo que lo real es realmente, propio de los modos ulteriores de intelección, cuya diversidad depende de lo que realmente es la cosa; y el saber estar comprensivamente en la realidad. 316 317 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 337-338. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 339. 95 Segunda Parte ESTRUCTURA BINARIA: ACTUALIZACIÓN Y REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD DIVINA. CLAVE DE LECTURA DE LA TRILOGÍA TEOLOGAL DE XAVIER ZUBIRI Zubiri se esfuerza por indicar que su aporte religioso debe comprenderse en el contexto filosófico de lo teologal, es decir, en un ámbito previo y base para lo estrictamente teológico318. En esta segunda parte, mostraré que la estructura binaria fundamental que articula la Inteligencia sentiente es una clave hermenéutica de lectura adecuada de la trilogía teologal zubiriana, porque ordena y da cuenta coherentemente del planteamiento fundamental de la religación, entendida como actualización de la realidad divina que, en un movimiento de maduración, se plasma, despliega y concretiza en los modos ulteriores de la “religiónreligiones” y del “cristianismo-deiformación”. Dicha comprensión de lo teologal da cuenta de un movimiento fundamentalmente unitario en la diversidad que entiende las reactualizaciones ulteriores como frutos de la constitutiva, primordial y fundamental religación del hombre a Dios y, en él, de todo lo real. 318 La trilogía teologal de Zubiri está compuesta por El hombre y Dios, El problema filosófico de la historia de las religiones, El problema teologal del hombre: cristianismo. Cabe indicar que no pretendo participar en la discusión que existe respecto de si Zubiri fue capaz de mantenerse en el horizonte de lo teologal que él mismo declara o, traspasando sus límites, desarrolla una auténtica reflexión teológica. Para el tema que nos ocupa esta discusión no me parece importante. 96 Capítulo VI PRESENTACIÓN DE SU OBRA TEOLOGAL 1. Contextualización La contextualización filosófica del pensamiento teologal de Zubiri resulta fundamental para acercarse al extenso y dispar material que constituye su obra sobre el tema. El propio autor es quien insistentemente expresa que en todo momento “es y quiere ser” un filósofo y no un teólogo319, incluso cuando elabora lo que denomina el “problema teologal” del hombre. A pesar de ser doctor en teología320 y contar con una sólida formación en la que es posible reconocer la influencia de la escolástica, del positivismo religioso previo al concilio Vaticano II y de la propia teología posconciliar321, Zubiri no pretende desarrollar explícitamente una especulación teológica sino mantenerse siempre en el contexto de una reflexión filosófica, previa y fundamental para un posterior desarrollo teológico que reconoce como tarea de los teólogos. Pero esta opción filosófica del autor no significa, en ningún caso, una falta de interés y valoración de lo religioso322. Por el contrario, a mi juicio, hoy es incuestionable el hecho de que, tanto teórica como vitalmente, el problema de Dios constituye una clave de lectura y comprensión privilegiada de todo el quehacer intelectual zubiriano323. Es tal la importancia que Zubiri reconoce al “problema de Dios” o “problema teologal del hombre” que hace de él uno de los tres pilares que articulan todo su esfuerzo y empeño reflexivo324. Al respecto Laín Entralgo expresa muy bien la trascendencia de esta centralidad: 319 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 9; J. RIVERA, Heidegger y Zubiri, 138. “Junto con la filosofía, la otra gran pasión de Zubiri fue la teología. Muchas veces me dijo que hubiera querido, por encima de todo, ser teólogo. Y en alguna forma lo fue”. 320 Cursa los estudios de teología entre los años 1915 y 1920, año en que obtiene el doctorado. 321 Cf. A. TORRES, Filosofía de la religión en Xavier Zubiri, 14-16. En Zubiri es posible reconocer un triple influjo teológico: El de sus primeros años de formación sacerdotal teológica, marcado por la escolástica, fundamentalmente mediada por Suárez; el influjo correspondiente a sus estudios positivos de lo religioso, con un fuerte énfasis en lo lingüístico e histórico y el de la teología posconciliar que, de alguna manera, se ve eclipsado por el peso de la influencia anterior. 322 Interés que está presente a lo largo de toda su vida, tal como lo testimonia la reciente y muy bien documentada bibliografía escrita por J. COROMINAS y J. A. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora. A propósito ver también I. ELLACURÍA, Escritos teológicos, Vol. I, 37-38. 323 Cf. J. RIVERA, Heidegger y Zubiri, 135-138. En la página 136, expresamente se indica que Zubiri era un apasionado de la verdad, lo que explicaría su permanente búsqueda de conocimiento y la variada gama de su interés, agregando que Zubiri le habría indicado al autor de este libro que “Cuando estamos en la verdad, estamos en el Verbo de Dios, vivimos en Dios”; R. ESPINOZA, “‘En torno al problema de Dios’…desde la Biografía del joven Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 155 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/xzreview.hml “Creemos que la religación es, si se quiere, la primera idea filosófica de Zubiri en su madurez (cuando publica el artículo en el año 1935, Zubiri tiene 36 años); una idea que atraviesa toda su vida, ya que de allí se pensará la realidad como formalidad y la inteligencia como actualidad más adelante”. 324 Cf. C. CASTRO, Xavier Zubiri: breve recorrido de una vida, 119. En que se indica que para Zubiri la teología era una de las fibras más íntimas de su vida personal. 97 “Elaborar un concepto de la filosofía que permita el adecuado planteamiento del problema de Dios, y un concepto de Dios que, rebasando, desde luego, el límite de la pura filosofía, permita entender filosóficamente la realidad de Dios y la relación del hombre con ella; desde que la mente de Zubiri se disparó hacia la especulación filosófica, tal era la última y, bien miradas las cosas, la más central de sus metas”325. Esta valoración resulta lógica desde su particular biografía326, la que es atestiguada explícitamente por algunos de sus más cercanos discípulos327 y confirmada por las palabras de Ignacio Ellacuría, gran colaborador del filósofo, al presentar el primer volumen póstumo de la trilogía teologal. Oportunidad en que recuerda que, según lo reconocido por el propio Zubiri, el problema de Dios y su necesaria reflexión filosófica fue una de las preocupaciones permanentes a la que se dedicó desde sus años de pregrado328. Así se entiende que desde su primer escrito programático, “En torno al problema de Dios” de 1935, se encuentre una afirmación que mantendrá a lo largo de toda su obra, aunque con algunos matices conceptuales: “El problema de Dios no es una cuestión que el hombre se plantea como pueda plantearse un problema científico o vital, es decir, como algo que, en definitiva, podría o no ser planteado, según las urgencias de la vida o la agudeza del entendimiento, sino que es un problema planteado ya en el hombre, por el mero hecho de hallarse implantado en la existencia”329. Ya en sus primeros escritos encontramos presente el tema de “Dios”330 junto a los otros dos temas fundamentales de la búsqueda filosófica que le ha desvelado y desafiado 325 P. LAÍN, “Zubiri hacia el futuro”, 165; Cf. A. PINTOR-RAMOS, “Dios y el problema de la realidad en Zubiri”, en Cuadernos de Pensamiento, 1 (1987), 108. Texto en que el autor indica: “(…) no es descartable que haya sido una de las fuerzas actuantes en el desarrollo, aún no bien aclarado en todos los puntos, del pensamiento zubiriano”. 326 Cf. J. COROMINAS y J. A. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora. Tal como indiqué en la cita 8, se trata de una muy buena contextualización de la vida y obra de Zubiri en la historia social, política, religiosa e intelectual de Europa, que permite comprender el desarrollo religioso e intelectual del autor condicionado por su experiencia vital. 327 Cf. D. GRACIA, “El tema de Dios en la filosofía de Zubiri”, 61-78, principalmente las páginas 63-68, en que aborda el tema “Zubiri y la Teología”. En este texto hace las siguientes afirmaciones: “En buena medida, ésta ha sido la secreta vocación de su vida intelectual” (pp. 63). “Zubiri ha tratado muchos de los problemas más importantes de la teología positiva: Dios, la Trinidad, la Creación, la Encarnación, el Bautismo, la Eucaristía, la Iglesia, la Vida gloriosa, etcétera” (pp.67) 328 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, i-x; D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 59-61 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/xzreview.hml Especialmente en la última página afirma: “Él no se cansó de repetir que los tres grandes objetivos de su vida intelectual fueron la deslogificación de la inteligencia, la desentificación de la realidad y la desobjetivación de Dios”; J. CABRIA, “Futuro de la obra teológica de Zubiri”, en J. NICOLÁS y O. BARROSO (eds.), Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri (Comares, Granada 2004), 717-720. 329 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 433. 330 Cf. A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 81-83; D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, 60. Texto en que se sitúa su primer artículo “En torno al problema de Dios” del años 1935, contextualizado y, de alguna manera, posibilitado por la elaboración de escritos sobre otros temas como “Sobre el problema de la filosofía”, “Hegel 98 intelectualmente a lo largo de toda la vida: la “realidad” y la “inteligencia”. Si bien es cierto, estos temas fundamentales ya se encuentran planteados en el período que va desde el año 1934 hasta 1944, requieren todavía de un mayor desarrollo y reflexión por parte del autor. Respecto de los dos últimos problemas, el de la realidad y la inteligencia, Zubiri alcanza su mejor formulación con la publicación en 1962 de Sobre la esencia, texto en que aborda el problema metafísico de la realidad, y en 1980 – 1983 con Inteligencia sentiente, trilogía en que expone su idea de la intelección humana. Estas obras pertenecen a la llamada “etapa de madurez” de su pensamiento331. Habiendo producido Zubiri un importante material sobre el problema de Dios, no alcanza a escribir una obra definitiva y madura332 equiparable, en extensión y precisión, a las que dedicó a los temas anteriores. Esta situación, lejos de expresar una despreocupación por el tema religioso apunta fundamentalmente a la madurez intelectual que requiere para asumir una tarea de esta envergadura y complejidad. Una empresa que, sin lugar a dudas, necesitaba del desarrollo previo de los problemas de la realidad y la inteligencia humana, como presupuestos fundamentales, congéneres entre sí333 y en relación con el tema de Dios. Zubiri alcanza esta madurez en los años ochenta con la publicación de la trilogía sobre la Inteligencia sentiente, que lo deja en buen pie para retomar el problema de Dios y dedicarse a la preparación de su obra sobre el tema. Las siguientes palabras de Ellacuría apuntan en esta misma dirección: “Empezó, Zubiri, con el problema de Dios, pero arrancando metafísicamente desde el hombre: es el tema de la religación. Después, vio la necesidad de tratar antes los problemas más hondos de la realidad y de la inteligencia humana. Sólo entonces pudo regresar a tratar con solvencia el problema de Dios”334. A mi juicio, el problema de Dios no sólo es importante para Zubiri sino que es posible afirmar que es un tema clave para la comprensión de su pensamiento filosófico en general, en cuanto es punto de partida y llegada del mismo335, lo que no significa que el y el problema metafísico”, que trabajó entre los años 1930 y 1933, “Filosofía y metafísica”, trabajado entre los años 1933 y 1935 y “La idea de naturaleza: la nueva física”, que trabajó durante el año 1934; X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 9-15. Bastante clarificador sobre este punto resulta el texto de I. ELLACURÍA, Escritos filosóficos, Vol. III, 387-390. 331 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 19-118, especialmente la página 73; J. COROMINAS y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 523-708. Existe un acuerdo tácito entre sus principales discípulos en cuanto a considerar Inteligencia sentiente como la expresión más elaborada del pensamiento zubiriano, y criterio de comprensión de sus escritos previos, incluido Sobre la esencia, y de los póstumos. 332 Zubiri es escrupuloso para fijar por escrito su pensamiento. Si bien esta situación está condicionada por su personalidad también se debe a lo dinámico e inacabado de su propio planteamiento filosófico. 333 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 9-15. En que el autor expresa su convicción de que ambos temas son congéneres. 334 I. ELLACURÍA, “Dios, el gran tema de Zubiri”, en Ya (23/09/1983), 3. 335 Cf. D. GRACIA, “El tema de Dios en la filosofía de Zubiri”, 61-78. Sobre el tema específico consultar páginas 63-68. Me parece interesante indicar al respecto que hasta el momento se ha leído a Zubiri en tres niveles distintos, cada uno correspondiente al horizonte abierto por sus obras más significativas: Naturaleza, historia, Dios, Sobre la esencia e Inteligencia sentiente. Pero creo que hace falta releerlo desde lo que es su pensamiento teologal para complementar la comprensión del sentido y profundidad de su vital búsqueda intelectual. 99 tema de Dios haya sido el primero cronológicamente en ser trabajado por el autor336. Zubiri ha entendido que el problema de Dios es motor que demanda y requiere del desarrollo previo de los otros dos problemas que también han sido pilares de su pensamiento337. De hecho, una vez alcanzada esta madurez intelectual, retoma el trabajo que esperaba sería su obra definitiva sobre el problema de Dios, llegando a revisar, aunque en dispares niveles, lo que hoy conocemos como el primer volumen de la trilogía teologal titulada El hombre y Dios. Este trabajo queda inconcluso debido a que se produjo su deceso el 21 de septiembre de 1983. Por esto, pienso que su esfuerzo por abordar expresamente el problema de Dios debe entenderse como el aporte que hace un filósofo338 a los presupuestos ineludibles para la elaboración de una posterior teología fundamental. Su obra teologal no puede considerarse como una elaboración teológica explícita e inacabada, pues para el propio autor esta es tarea de teólogos y no de filósofos como él. No obstante esto, no creo posible sostener que en sus escritos no se encuentren efectivamente tratamientos de carácter teológico sobre lo que denomina el problema de Dios339. Para facilitar la comprensión de cuanto he indicado, mostrando la extensión y magnitud de su obra, ordeno en cuatro grupos el material disponible340 bajo los conceptos de publicaciones, cursos universitarios, cursos extrauniversitarios y otros materiales. 1.1. Publicaciones “En torno al problema de Dios”, Revista de Occidente 149(1935) 129 – 159. Reproducido en X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos, 215-242 y que corresponde a la redacción hecha por el autor en Madrid durante el año 1935. En este artículo, Zubiri expone por primera vez el concepto de “religación” que, con el tiempo, irá desarrollando y enriqueciendo hasta sus últimos escritos. Se trata de un concepto fundamental y llave de bóveda para abrir y comprender su pensamiento sobre el problema de Dios. La novedad de su primer planteamiento pronto se verá cuestionada por la sospecha de su ortodoxia341. “Note sur la philosophie de la religion”, Bulletin de l’Institut Catholique de París, 2° Série, 28/10 (1937) 333-341. Reproducido en X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos, 271-285. El texto en francés se encuentra en las páginas 317330. “A la mémoire du P. Lagrange, O.P., Docteur de la tradition biblique”, Chroniques du Foye des Étudiants Catholiques, 9(1938), 3-7. Reproducido en X. ZUBIRI, 336 Cf. D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, 60. “El tema de la religación no es el único que ocupa y preocupa a Zubiri durante estos años. De hecho, se inicia algo tardíamente respecto a otros proyectos intelectuales. Antes, tras su vuelta de Alemania, trabaja en otros tres que hacen de contexto de esta preocupación y este propósito”. 337 Cf. P. LAÍN, “Zubiri hacia el futuro”, 165. 338 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 9-10. 339 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo. Volumen en que se encuentran textos con un mayor carácter teológico. 340 De esta lista he excluido las traducciones de libros sobre temas religiosos para evitar alargar innecesariamente este punto específico. 341 Sobre el tema ver A. PINTOR-RAMOS, “Zubiri y su filosofía en la posguerra”, en Religión y Cultura, 32 (1986), 5-55, especialmente las páginas 28-45; A. TORRES, Filosofía de la religión en Xavier Zubiri, 49-61. 100 Sobre el problema de la filosofía y otros escritos, 285-290, cuyo texto en francés se encuentra en las páginas 331-336 del mismo libro. “Au Foyer international des étudiants. Le cercle d’Études religieuses: La vie surnaturelle d’après Saint Paul”, Nouvelle Revue apologétique (1939) 146-150. “En torno al problema de Dios”, en X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 417 – 454. Se trata de una nueva publicación del artículo que apareció por primera vez en 1935, que da cuenta de una corrección del mismo, realizada durante su estadía en Roma el año 1936, momento en que introduce precisiones en su contenido y aumenta significativamente su extensión. En el año 1936 Zubiri autorizó su traducción al francés, renegando finalmente de este trabajo por considerar que posee importantes errores que son atribuibles al traductor. A esto debe agregarse que el texto francés y el español, publicado en X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, difieren en aspectos importantes como en el caso del tema de la Deidad.342 “El Ser sobrenatural: Dios y la deificación en la teología Paulina”, en X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 455-542. Este artículo, que es de 1944, da cuenta de algunos elementos expuestos tanto en el curso titulado Helenismo y Cristianismo, dictado en la Universidad de Madrid entre los años 1934 - 1935, como en las reuniones que dirigió en el Círculo de Estudios del Foyer international des étudiants catholiques, de la Ciudad Universitaria de París, entre los años 1937 - 1939. Zubiri insiste expresamente que este material da cuenta de simples datos históricos, afirmación que no corresponde a la realidad del trabajo en sí mismo. Esta se explicaría más bien por las dificultades que tuvo para obtener el Nihil obstat de la Censura Eclesiástica para su publicación. “Introducción al problema de Dios”, en X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 393 – 416. Artículo introducido en 1963 en la quinta edición de este libro. Con él Zubiri busca contextualizar su escrito de 1935 “En torno al problema de Dios” y acabar con lo que a su juicio eran críticas injustificadas343. “Transcendencia y Física”, artículo publicado en la Gran Enciclopedia del mundo, vol. 19 (1964), col. 419 – 424. En este texto, desarrolla un planteamiento distinto al de la religación, menos conocido y estudiado pero, de grandes proyecciones. Es un trabajo que puede ser considerado un excelente modelo de cómo se puede abrir paso a la explicitación de la trascendencia partiendo de la experiencia científica del mundo. Comprendiendo el mundo o universo como un sistema evolutivo en expansión, Zubiri muestra que es posible abrirse a la ultimidad, en la medida en que se trata de un sistema que no reposa en sí mismo sino que remite a algo que por su propia índole no puede carecer de realidad y, por lo tanto, de trascendencia344. 342 Cf. A. TORRES, Filosofía de la religión en Xavier Zubiri, 55-56. De ello dan cuenta las propias palabras de Zubiri en la introducción a la 5° edición de Naturaleza, historia, Dios, 23. 344 Cf. C. MARTÍNEZ, El hombre y Dios en Xavier Zubiri (Universidad de Salamanca, Salamanca 1981), 1519, 31-32. El autor entiende este texto como el desarrollo de una prueba cosmológica. Diferente es el caso de Diego Gracia quien lo presenta como un aspecto del mismo movimiento de la religación y no como una prueba cosmológica. A propósito ver D. GRACIA, Voluntad de verdad, 223-229; A. GONZÁLEZ, “La vía cósmica hacia Dios según Xavier Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 7 (2005), 91-107 (en línea), (Fecha de consulta: 11/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2005/pdf/gonzalez_2005.pdf 343 101 “Zurvanismo”, artículo escrito para la Gran Enciclopedia del Mundo, vol. 19 (1964), col. 485 - 486. “Prólogo” a: O. González De Cardedal, Misterio Trinitario y existencia humana (Rialp, Madrid 1965). “A modo de salutación”, en O. González De Cardedal, Teología y Antropología (Moneda y Crédito, Madrid 1967) “El problema teologal del hombre”, en V. MACHUCA (ed.), Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner (Cristiandad, Madrid 1975). Reproducido en X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 369 – 384. Texto que corresponde a la introducción del curso dictado en la Facultad de Teología de la Universidad Gregoriana de Roma en 1973. “Intervención aclaratoria de Zubiri”, en III Convengo di Studi di Filosofia della Religione, Etica e Filosofia (Perugia 1978), 299 – 354345. “Reflexiones teológicas sobre la Eucaristía”, en Estudios eclesiásticos, 56 (1981), 41-59. Reproducido en X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 397 – 421. 1.2. Cursos universitarios346 Es importante considerar que el tiempo en que Zubiri realiza docencia universitaria es muy breve e interrumpido por sus estudios de profundización fuera de España. Entre 1932 – 1933: “Historia de la filosofía, lecciones sobre Leibniz y sobre Dios”, impartido en la Universidad Central de Madrid. Se trata de un texto inédito que se encuentra en los archivos de la Fundación Xavier Zubiri de Madrid347 y que corresponde a apuntes del alumno Luis Felipe Vivanco. “Las confesiones de San Agustín”, impartido en la Universidad Central de Madrid. Se trata de un texto inédito que se encuentra en los archivos de la FXZ y que corresponde a apuntes del alumno Luis Felipe Vivanco. Entre 1934 – 1935: “Helenismo y cristianismo”, constituida de 39 lecciones impartidas en la Universidad Central de Madrid. Se trata de apuntes inéditos de Xavier Zubiri que se encuentran en los archivos de la FXZ. Entre 1937 y 1938: “La Philosophie de la religion dans le Pensée Contemporaine”, Institut Catholique de Paris. El programa y el texto mecanografiado se encuentra en los archivos de la FXZ. 345 Cf. J. COROMINAS y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 854. Cf. J. COROMINAS y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 183-194, 485-506. Zubiri comienza a impartir clases universitarias en 1927, después de haber aprobado con éxito las oposiciones, y solicita voluntariamente su excedencia de la cátedra en 1943, con la clara conciencia de que se trata de una decisión definitiva. 347 En adelante FXZ. 346 102 En 1938: “Misterio de Cristo, Foyer des Étudiants catholiques”, París. Manuscrito inédito en la FXZ. En 1939: “Problèmes de philosophie et d’histoire de la religion”, Institut Catholique de Paris. Documento inédito presente en los archivos de la FXZ. “Teodicea: el problema de Dios”, Universidad de Barcelona, apuntes inéditos de J. M. Vélez que se encuentran en los archivos de la FXZ. 1.3. Cursos extrauniversitarios348 Parte importante de la obra inédita de Zubiri corresponde a estos cursos orales que se inauguraron en 1945, luego de su renuncia a la cátedra universitaria en 1943, y que se prolongan hasta el año 1976 con breves interrupciones349. La extensión de estos cursos tiende a reducirse con el paso de los años, siendo significativo que el último curso prolongado, de 26 lecciones, corresponda al impartido durante los años 1971-1972, en que trató el tema de Dios desde la dimensión teologal del hombre. La importancia de estos cursos350, tanto por los temas que desarrollan como por los años de trabajo invertidos por Zubiri en ellos, los convierte en un material ineludible para conocer de primera fuente la génesis y evolución de muchos aspectos de su búsqueda intelectual. Ellos nos permiten apreciar el proceso de construcción del pensamiento del autor en una doble dirección: en la pretensión de radicalidad de su filosofía y en la ausencia de dogmatismo filosófico en la misma. Este proceso de creación intelectual nos permite valorar a Zubiri como un filósofo tradicional, en cuanto pertenece y continúa con la tradición heredada, que a partir de un buen conocimiento de lo recibido es capaz de realizar el esfuerzo de superación de la propia tradición. En el contexto general de estos cursos extrauniversitarios, adquieren una especial valoración aquellos en que Zubiri analiza y desarrolla el problema teologal porque en ellos se encuentra lo más significativo de su pensamiento. Por este motivo, un acercamiento a su planteamiento religioso no puede reducirse sólo al análisis de los textos publicados en vida del filósofo, porque el material de estos cursos supera en cantidad y madurez muchas de las cosas publicadas por el filósofo en vida. Si bien es cierto, es preciso reconocer que este material no goza de la misma autoridad que aquellos textos que el propio autor estimó adecuados para su publicación, esto no justifica ignorar este material si se busca acceder al auténtico y elaborado pensamiento zubiriano sobre el problema de Dios. Al respecto son clarificadoras las siguientes palabras de Zubiri: “(…) he desarrollado la idea de la religación en otra dirección, en la dirección de la religación como momento estructural del hombre. Es lo que he llamado dimensión teologal. Ha sido el tema de varios cursos míos, aún inéditos; sobre todo dos. En 348 Cf. J. COROMINAS y J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 523-539. Durante estos años Zubiri sólo faltó a su cita entre los años 1955-1958 y en 1962. Situación que fue compensada porque entre 1965 – 1970 y en 1973 realizó dos cursos por año. 350 El propio Zubiri alude a sus cursos extrauniversitarios en sus obras. Sobre el tema ver X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 29, 66, 139, 162, 181, 197, 199, 203, 278, 335, 363, etc. 349 103 primer lugar, el curso sobre ‘El problema teologal del hombre: Dios, religión, cristianismo’ (Madrid, 1972). Y después el curso sobre ‘El hombre y Dios’, profesado en la Facultad de Teología de la Universidad Gregoriana (Roma, 1973). Un esbozo de este punto de vista está publicado en el volumen Homenaje a Karl Rahner (Madrid, 1975). No estará de más recordar que el estudio ‘El ser sobrenatural: Dios y la deificación en la teología paulina’ es un estudio esencialmente histórico. Su contenido propiamente teológico ha sido después más precisamente desarrollado en mis cursos profesados en la Sociedad de Estudios y Publicaciones”351. Entre 1948-1949: “El problema de Dios”, curso extrauniversitario inédito de 33 lecciones, dado en Madrid, en la SEP. Este material es recogido parcialmente en “Introducción al problema de Dios”, en X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 393-416 y en X. ZUBIRI, “El origen del hombre”, en Revista de Occidente, 17 (1964), 146-173. Es interesante constatar que en este curso Zubiri ya posee la idea de inteligencia sentiente y que la utiliza en variadas ocasiones e incluso ya se la caracteriza como actualización, aunque todavía está pendiente el desarrollo de la idea fundamental de realidad. En 1965: “El problema filosófico de la historia de las religiones”, curso de 6 lecciones impartido en la SEP de Madrid. Reproducido parcialmente en X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones. “El problema de Dios en la historia de las religiones”, curso de 2 lecciones impartido en la SEP de Barcelona. Reproducido parcialmente en X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones. En 1967: “Reflexiones filosóficas sobre algunos problemas de Teología”, curso de 10 lecciones, impartido en la SEP de Madrid. Reproducido en X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 487-617. En 1968: “El hombre y el problema de Dios”, curso de 6 lecciones, impartido en la SEP de Madrid. Reproducido parcialmente en X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 68-77 y X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 41-86. En 1971: “El problema teologal del hombre: Dios, religión, cristianismo”, curso de 26 lecciones, en la SEP de Madrid. Reproducido parcialmente en X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones y en X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo. 351 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 10. 104 En 1973: “El problema teologal del hombre: El hombre y Dios”, curso de 12 lecciones impartido en la Universidad Gregoriana de Roma. Reproducido parcialmente en X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 113- 368. 1.4. Otros materiales En 1947: “Filosofía de la religión”, 30 páginas mecanografiadas que contienen una introducción y el primer capítulo de un proyecto de libro. El texto se encuentra en el archivo Ignacio Ellacuría de la UCA de San Salvador. 2. Trilogía teologal, obra póstuma352 Indicábamos en el capítulo anterior que Zubiri funda el conocimiento en una experiencia primaria, que denomina impresión de realidad, que es previa a todo concepto y distinción entre sujeto y objeto353. También indicábamos que al momento de su muerte, Zubiri se encontraba trabajando en una obra sobre el problema de Dios que diera cuenta de un planteamiento abarcador sobre el tema. Un esfuerzo inconcluso que da origen a la publicación póstuma de lo que hoy conocemos como su trilogía teologal, a partir fundamentalmente de los cursos extrauniversitarios que el filósofo dictó sobre el tema entre la segunda mitad de la década del sesenta y la primera del setenta354. El material sobre el que Zubiri se encontraba trabajando para la elaboración de esta obra corresponde a los cursos de 1971-1972, “El problema teologal del hombre: Dios, religión, Cristianismo”, que contempla claramente las tres partes en que pretende estructurar su futura obra: “el hombre y Dios”, “la historia de las religiones” y “el cristianismo”. Una estructura que es mantenida por el editor para la publicación de su obra póstuma; y el curso de 1973, “El problema teologal del hombre: el hombre y Dios”, en que amplía la primera parte de lo que ya había tratado en el curso de Madrid del año anterior. Para facilitar la comprensión del material recogido en esta trilogía, expondré brevemente cada volumen indicando el tema que trata, los textos que lo sustentan y su proceso de elaboración. 352 Cf. J. CABRIA, Relación Teología – Filosofía en el pensamiento de Xavier Zubiri, 249-290. En estas páginas el autor presenta el problema de los inéditos. Es conveniente advertir que este trabajo es previo a la publicación del tercer volumen de la trilogía teologal de Zubiri. 353 Cf. L. MARTÍNEZ, “Un siglo de filosofía católica: de la ancilaridad a la libertad”, en Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 515-544, especialmente 538. Este artículo contextualiza la intuición zubiriana y da cuenta del espíritu creativo del tiempo, fundamentalmente motivado por la fenomenología y los intentos por reasumir la tradición escolástica, pensando una cierta presencia preconceptual del ser en la mente del hombre, prius o apriori, como condición de posibilidad de su actividad conceptual judicativa. En esto habría coincidencia con posiciones como las de Rahner y Maréchal. 354 Cf. J. CABRIA, Relación Teología – Filosofía en el pensamiento de Xavier Zubiri, 127-140. Concuerdo con este autor en orden a considerar que en los primeros años de los setenta nos encontramos con la madurez del pensamiento teologal del autor. Opinión que se ve reforzada tanto por la cantidad y calidad de los cursos que ofrece, como por el hecho de que al proponerse elaborar su obra final sobre el tema recurra precisamente a este material. 105 2.1. El hombre y Dios El primer volumen, El hombre y Dios, tiene por editor a Ignacio Ellacuría y fue publicado en 1984. En él, Zubiri se enfrenta al problema de la realidad de Dios y del acceso humano a éste, intentando superar dos visiones históricas erróneas e insuficientes pero de gran presencia en el desarrollo de las investigaciones filosóficas sobre el tema: el conceptismo y el idealismo. En un análisis de la historia de la teodicea, el filósofo constata que la teología natural se ha aproximado históricamente a Dios por una vía “conceptiva”, que termina por cosificarlo y convertirlo en una “realidad-objeto”, que apuesta por la demostración de la existencia de esta realidad como la vía adecuada por la que el hombre accede a ella. Ante dicha comprensión, Zubiri sostendrá que Dios no es “realidad-objeto” sino “realidad-fundamento” al que, se sepa o no, todo hombre esta religado. Con la misma fuerza rechaza las vías demostrativas idealistas, proponiendo nuevamente la religación como la única vía verdaderamente real, e insistiendo en que todo hombre está religado a la realidad que se le “impone” como “última”, “posibilitante” e “impelente”. Tal imposición de la realidad no es otra cosa que la experiencia del propio fundamento que, independientemente de la respuesta que se dé, es vía de encuentro con el Dios transcendente “en” la cosas reales y “la” realidad. La auténtica vía para llegar a Dios, en quien ya se está al estar con las cosas reales en la realidad, es penetrando radicalmente en el mundo hasta su mismo fondo o fundamento real que, para Zubiri, es Dios mismo. El hecho de que este primer volumen tenga como base los manuscritos que el propio autor preparaba para su próxima publicación, obliga a reconocer que, en un importante porcentaje, nos encontramos con una obra que corresponde a la época de su madurez intelectual. Un aspecto que remarca Ellacuría al afirmar que estamos en presencia de un texto que cumplía satisfactoriamente, en su esquema general y primera redacción, con lo que Zubiri pensaba debía ser su obra definitiva sobre el tema355. Pero por el hecho de tratarse de un texto inconcluso y de edición póstuma, es preciso realizar una mirada más atenta sobre su contenido para comprender su verdadero valor y proximidad con el pensamiento final del autor. En este sentido, lo primero que me parece necesario indicar, tal como lo hace el propio editor, es la existencia de distintos niveles redaccionales que es preciso reconocer para valorar en su justa medida las diferentes secciones del texto. El libro, tal como lo conocemos hoy, posee claramente tres niveles redaccionales que se explican por la etapa biográfica a la que corresponden y por el grado de intervención final del autor en los mismos. La diversidad de estos niveles es lo que obliga a Ellacuría a decidir entre dos alternativas posibles para su publicación: hacer una edición crítica que reprodujese el texto tal cual quedó, limitándose a informar en notas todas las diferencias y correcciones que se estimen necesarias; o introducir en el cuerpo del texto un mínimo de correcciones obvias que le permitan una línea de continuidad a esta publicación respecto de las realizadas por el autor en vida. Ellacuría opta por el segundo criterio indicando que ello no excluye que, cuando la necesidad lo indique, se realice una edición crítica de la obra sobre los manuscritos originales que se conservan en la FXZ356. 355 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, i. A mi juicio, la necesidad de una edición crítica de su pensamiento teologal se hace cada vez más urgente. La existencia de una obra de este tipo permitiría conocer y empaparse directamente, sin más mediadores que el texto escrito, del pensamiento de Zubiri y desde él buscar nuevos derroteros y perspectivas para un desarrollo filosófico y teológico que, siendo fiel al espíritu de Zubiri, busque la superación de la tradición que lo acoge y potencia. 356 106 Para clarificar el asunto presentaré los distintos niveles redaccionales del texto: La primera parte, titulada “La realidad humana”357, revisada y concluida absolutamente por Zubiri en sus últimos meses de vida358, es decir, a comienzos de la década del ochenta, sólo deja sin sanción definitiva el enlace con la segunda parte del texto. El material que está a la base de este escrito corresponde al curso de 1973, “El problema teologal del hombre: el hombre y Dios”, el que es transcrito por Carmen Castro y corregido por el propio Zubiri, quien lo consideraba, según Ellacuría, como la superación de todo lo dicho sobre el tema a la fecha359. Este texto, ofrece una excelente exposición y síntesis de su comprensión antropológica pero desde una perspectiva religiosa360. La segunda parte, titulada “La realidad divina”361, presenta una situación redaccional distinta de la anterior. Si bien es cierto también se trata de un texto redactado por Zubiri, estamos en presencia de un material que requería de una posterior revisión que, con seguridad, habría enriquecido el texto en su contenido y forma. El propio editor indica que Zubiri se dedicó a la redacción de lo que constituirá actualmente esta segunda parte, entre los años 1973 y 1974, dejándola inconclusa debido a que cuando llega a su último apartado, en el que trata de la concreción de la fe, ve necesario realizar una precisión sobre la concreción de la persona humana. Finalmente esta tarea adquiere un tamaño tan grande que es concebida como un texto independiente, publicado posteriormente en Sobre el hombre362. El nivel redaccional de esta segunda parte es claramente distinto al de la primera, pues corresponde a un período histórico que es diez años más antiguo y, por lo mismo, desconoce necesariamente una serie de cambios terminológicos y conceptuales que el propio Zubiri ha desarrollado en el transcurso del tiempo363. La opción metodológica que asume el editor frente a este segundo nivel redaccional, consiste básicamente en conservar el texto escrito por Zubiri entre los años 1973 y 1974, cambiando sólo las expresiones que el propio autor modifica en escritos posteriores, eliminando lo que ha sido incluido como apéndice en la primera parte e introduciendo los cambios que aparecen apuntados, de su puño y letra, al margen del texto original, y que corresponden en un importante porcentaje al fruto de conversaciones e intercambios sostenidos con el propio Ellacuría entre los años 1974 y 1975. La consideración de todos estos elementos indica que, de todas maneras, estamos frente a un texto que realmente es de Zubiri, pero que carece de una revisión final que lo enriquezca desde su etapa de madurez. En la tercera parte, titulada “El hombre, experiencia de Dios”364, nos encontramos con un nivel redaccional absolutamente diferente a los dos anteriores. Se trata de un texto que corresponde claramente a un estadio más primitivo de redacción, porque obedece a una transcripción de tres lecciones orales impartidas en Roma, durante el otoño de 1973. La corrección, realizada por el propio Zubiri, se limitó a un trabajo de traspaso 357 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 15-112. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, v. Según Ellacuría este trabajo habría sido realizado entre la primavera y el verano de 1983. 359 Cf. X.ZUBIRI, El hombre y Dios, iv. 360 Para conocer el planteamiento antropológico de nuestro autor, ver X. ZUBIRI, Sobre el Hombre. 361 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 115-304. 362 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, v. 363 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, vi. 364 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 305-365. 358 107 desde el lenguaje oral al escrito careciendo, por tanto, de una mayor elaboración y reflexión. No obstante esto, es un texto que da cuenta de la conclusión lógica del libro. La intervención del editor en esta tercera parte se limitaría, según sus propias palabras, a mejorar el lenguaje escrito de la transcripción realizada por Zubiri, eliminando, tal como el propio autor lo hizo en las dos secciones anteriores, los ejemplos específicamente cristiano-católicos que se encuentran en el original y que se explican atendiendo al lugar en que fueron impartidas originalmente estas lecciones365. 2.2. El problema filosófico de la historia de las religiones366 El segundo volumen de la trilogía religiosa, El problema filosófico de la historia de las religiones, tiene por editor a Antonio González367 y fue publicado en 1993. En él Zubiri estudia el despliegue del problema de Dios en la experiencia religiosa de la humanidad, aportando un criterio distinto al común en la época. El punto de partida de su comprensión filosófica asume la historia de las religiones como la “gran experiencia de la humanidad” ordenada en dirección a la verdad última del poder de lo real, y entiende que dicha experiencia abarca, unitaria y constitutivamente, las dimensiones individual, social e histórica del hombre. Dando con ello origen a una comprensión diferente del tema que rechaza la visión imperante que postulaba la historia de las religiones como un simple catálogo de formas sucesivas de religiones. La preocupación y el valor intelectual que Zubiri asigna a las religiones y a su despliegue histórico, queda de manifiesto en su esfuerzo por adquirir la experticia necesaria para acceder personalmente al problema sin depender finalmente de la mediación de terceros, sean estos estudiosos de las religiones, historiadores, sociólogos, etc. De ello dan buena cuenta sus artículos y los cursos en los que trabaja esta temática368. Los supuestos filosóficos de su tesis fundamental sobre este tema, se encuentran desarrollados tanto en su trilogía sobre la intelección humana como en el primer volumen de su trilogía teologal, es decir, en El hombre y Dios. En ambas obras es posible apreciar cómo Zubiri cuestiona radicalmente el conceptismo y el idealismo que, a su juicio, han condicionado fuerte y negativamente tanto la Teoría del Conocimiento como la Teodicea clásica. En el caso del tema religioso y partiendo de las categorías centrales de su pensamiento, Zubiri esboza un original y penetrante análisis del hecho religioso y de su historia. En continuidad natural con El hombre y Dios insiste, en este segundo volumen, en la primaria “aprehensión primordial de realidad”, ante la tradicional primacía del sujeto, del logos y del ser, señalando que es ésta la que posibilita la vía de la “religación” que, necesaria y ulteriormente, adopta una forma concreta plasmándose en “religión-religiones” 365 Cf. C. CASTRO, Biografía de Xavier Zubiri (Edinford, Málaga 1992), 121-127. Cf. V. TIRADO, “La Historia de las Religiones: senda inquiriente hacia el enigma”, en Communio, 6 (1993), 557-560. 367 El que Antonio González sea el editor del segundo y tercer volumen de esta obra es importante porque pertenece a una generación diferente a la de Ellacuría. Una generación que no compartió tanto con Zubiri y que accedió a su pensamiento por Inteligencia sentiente, no por Sobre la esencia, como es el caso de la generación de Ellacuría. Esto necesariamente marca una diferencia en el horizonte de comprensión general del pensamiento del autor. Me atrevería a decir que incluso el vínculo afectivo con Zubiri es diferente y ello es importante a la hora de tomar distancia de sus planteamientos y perspectivas. 368 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, i-v. 366 108 y “cristianismo-deiformidad”, a través de un auténtico e intrínseco proceso de maduración estructural. El material que está a la base de la publicación de este segundo volumen, como nos lo indica el editor, lo constituyen dos cursos impartidos en Madrid el año 1965, “El problema filosófico de la historia de las religiones” y “El problema de Dios en la historia de las religiones”, el curso de Barcelona de 1968, “El hombre y el problema de Dios”, en el que junto con tratar el tema de la religación se refiere a la historia de las religiones como problema filosófico y teológico, y la segunda parte del curso de 1971, “El problema teologal del hombre: Dios, religión, Cristianismo”, que como indicábamos anteriormente ya presenta una división tripartita en la que Zubiri sitúa el problema de las religiones, que se titula “Religión y religiones”. Los cursos de 1965 y la segunda parte del curso de 1971 poseen una estructura semejante elaborada por el propio Zubiri y plasmada en un índice realizado para el curso de 1965. A ello, se suma el hecho de que las diferencias de contenido de estos cursos son menores, reduciéndose básicamente a la extensión dedicada a los puntos en que presenta su análisis y a la progresiva precisión de algunos conceptos. En función de estos antecedentes, parece que la opción más lógica habría sido la de construir el volumen utilizando como texto base el correspondiente al año 1971, completándolo con el material de los cursos anteriores. Decisión que se justificaría en el entendido de que el último curso en que aborda esta temática representa un pensamiento más maduro y elaborado. Sin embargo, esta opción es desechada por el editor debido fundamentalmente a tres razones: en primer lugar, porque por tratarse de la segunda parte de un solo curso estructurado originalmente en forma unitaria y en base a una división tripartita, el material que corresponde a este tema específico prescinde de algunos elementos esenciales que dificultan y empobrecen su comprensión si se le separa de su contexto original. Ejemplo de ello, sería el caso de la religación que obviamente es necesario para una comprensión del contenido de la religión y de su historia; en segundo lugar, por el hecho de que los dos cursos de 1965 fueron corregidos posteriormente por Zubiri, quien insertó textos que enriquecieron su trabajo original, revisión que no se realizó a la segunda parte del curso de 1971; y, finalmente, por el hecho de que algunos problemas concretos reciben un tratamiento más completo y acabado en los cursos de 1965 y 1968 que en la segunda parte del curso de 1971. En función de estos argumentos, el editor asume la opción de estructurar el texto por el índice del curso de Madrid 1965, que fue corregido por Zubiri, prescindiendo de un texto base, único y optando en cada momento por el material que juzga más adecuado sobre el punto a tratar, pero indicando siempre el curso al que corresponde. Esta opción del editor es complementada incorporando notas y apéndices en que se da cuenta de los aportes al tema que no se encuentran en el texto escogido pero sí en otros. Nuevamente, pero en un nivel diferente a lo que sucedía en el primer volumen de la trilogía, se requiere de una edición crítica que permita un estudio más acabado sobre el pensamiento del autor y sobre la evolución de su planteamiento en el tiempo, en un contacto más cercano con el trabajo de Zubiri para apreciar su proceso de maduración histórica. No obstante lo anterior, me parece que es claro que nos encontramos ante un texto que efectivamente es de Zubiri, a pesar de que posee distintos niveles redaccionales que requieren de una revisión y actualización final. 109 2.3. El problema teologal del hombre: cristianismo El tercer volumen de la trilogía religiosa, El problema teologal del hombre: cristianismo, cuyo editor también es Antonio González, fue publicado en 1997. Con él concluye el gran esfuerzo desplegado, uno de los más importantes de nuestra época, por abordar lo que el autor denomina “el problema teologal del hombre”. En este último volumen Zubiri profundiza en la experiencia religiosa específicamente cristiana que postula la encarnación, es decir, el misterio en el que Dios se hace hombre y el hombre se hace Dios, como la vía a través de la cual el cristianismo se constituye en la máxima experiencia teologal posible y en la máxima manifestación posible de Dios, es decir, en una auténtica vía de deiformidad369. El esquema del volumen corresponde a la transcripción mecanografiada de las lecciones del año 1971, “El problema teologal del hombre: Dios, religión, cristianismo”, que es semejante al planteamiento del curso del año 1967, “Reflexiones filosóficas sobre algunos problemas de teología”. A este material se antepone la última parte del curso de 1968, “El hombre y el problema de Dios”. La introducción sobre “el logos teologal”, el apéndice sobre “la evolución del dogma” y la “conclusión general” corresponden a textos mecanografiados por el propio Zubiri, mientras que el apéndice sobre la “Eucaristía” corresponde al artículo publicado, con este mismo nombre, en 1981. Es conveniente indicar que respecto de algunos temas fundamentales del cristianismo existen significativas diferencias, tanto en la manera de abordarlos como en los conceptos utilizados para su tratamiento, entre el material correspondiente a los cursos de 1967 y 1971, y de este último con respecto al artículo sobre la “Eucaristía” que data de 1981. El grado de intervención del editor, según su propio testimonio370, se limita a algunas correcciones de erratas de Zubiri, a la inserción de algunas notas bibliográficas aclaratorias, al cambio del estilo oral por uno escrito, lo que en el caso de Zubiri no es tan complicado debido a su particular estilo de formular los apuntes de sus cursos, y a la decisión de incluir textos complementarios que se justifican por su adecuada incorporación a la estructura general del planteamiento del autor. Esto nos lleva a reconocer que en este tercer volumen también nos encontramos con una estructura y con un material que son de Zubiri. 3. La religación en el contexto filosófico Debido a la importancia que progresivamente adquiere el tema de la religación en el planteamiento del autor y, por tanto, en la estructura fundamental de su trilogía teologal, creo necesario contextualizarlo brevemente en el ambiente filosófico de su tiempo. Zubiri afirma que la religación en sí misma, como actitud humana, es la actualización de la fundamentalidad del mismo ser humano, es la actualización de la 369 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 313. En que el autor especifica que se trata de una deiformidad y no de una deificación “La encarnación aparece dentro de un proceso en el cual, como decía, la Trinidad se proyecta ad extra en su propia vida. Ahora bien, esto quiere decir que la creación y los entes creados tienen una condición que llamo deiformidad. No deificación, porque eso envuelve la idea de hacer dioses. No es esto, sino que en sí mismos, en tanto que hechos y creados, son deiformes. (…) Porque hay que añadir a continuación que este proceso de deiformidad, que culmina en la incorporación personal de Cristo a la realidad del mundo y de la historia, acontece precisamente por y para la deiformidad humana”. 370 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 11. 110 “poderosidad” de lo real en cuanto fuerza de lo real 371. Con esta afirmación logra situar el problema de Dios en el más alto nivel filosófico de su tiempo372, y aportar una comprensión alternativa del problema de Dios que, junto con evitar su silenciamiento en el contexto filosófico de la época, ayudó a reinsertarlo en la existencia humana373. Esta intención se expresa en el siguiente texto: “La cuestión acerca de Dios se retrotrae así a una cuestión acerca del hombre. Y la posibilidad filosófica del problema de Dios consistirá en descubrir la dimensión humana dentro de la cual esa cuestión ha de plantearse, mejor dicho, está ya planteada”374. El planteamiento zubiriano, estructurado en torno a la religación, se debe entender como una intuición que hunde sus raíces en la gran influencia del planteamiento filosófico heideggeriano, notorio en Zubiri especialmente entre los años 1935 y 1944375, y en la necesidad de superación global de dichos planteamientos. En este sentido, la religación zubiriana no debe ser entendida como un intento por proporcionar a la filosofía de Heidegger su complemento teológico376, sino como un camino propio y distinto. Y ello porque en el nivel de desarrollo filosófico del planteamiento heideggeriano no parece posible un complemento sino la necesidad de una refutación, que niegue completamente sus líneas fundamentales o las asuma en un nuevo y superior horizonte de comprensión, que permita rehacer de raíz su planteamiento. “No soy sospechoso de falta de entusiasmo por la filosofía actual. Estas mismas líneas son el testimonio más elocuente de ello; algunos de los supuestos que implican pertenecen formalmente a aquélla: quien conozca la filosofía de nuestro tiempo podrá identificarlos a primera vista. Pero creo sinceramente que en la 371 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 52-53; G. MARQUÍNEZ , “Paul Tillich y Xavier Zubiri: Planteamiento del problema de Dios”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 107 (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2006/pdf/argote06.pdf 372 Sobre este tema es interesante el texto de J. MARÍAS, “Sobre la cuestión de Dios”, en Obras Completas, Tomo IV (Revista de Occidente, Madrid 1969), 72. En el párrafo titulado significativamente “La existencia religada” indica que el único intento que conoce de abordar el problema de Dios con este nivel de radicalidad es el de Zubiri y que en cuanto tal es un aporte significativo en la filosofía. 373 Cf. A. TORRES, El problema de Dios en la modernidad (Verbo Divino, Navarra 1998), 201. El autor introduce una reflexión sobre la propuesta zubiriana afirmando sintéticamente que: “Con Heidegger, el problema de Dios llega a los límites extremos de su cuestionamiento: casi no queda más que la espera de su posible anuncio a través de esas estaciones abiertas e inaprehensibles que son el ser, lo santo, la divinidad (...) Tal actitud obedece, como queda visto, a un rasgo profundo de la situación de nuestro ‘tiempo de penuria’. Pero, por lo mismo, no es él el único en vivir esa penuria ni su respuesta aparece, por tanto, como la única posible”. 374 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 423. 375 Cf. D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, 60. 376 En este sentido es importante constatar que la apuesta de Zubiri se asemeja más a la de Jaspers que a la de Heidegger, por cuanto Zubiri parte de la certeza de la trascendencia y del poder enraizador y potenciador de la existencia. Pero va más lejos que Jaspers al acentuar la posibilidad de un acceso positivo a lo divino. Ver K. JASPERS, Von der Wahrheit (München 1991), 110. 111 filosofía actual se ha cometido un lamentable olvido, altamente sintomático: el pasar por alto esta religación”377. La religación es, sin lugar a dudas, uno de los temas más conocidos y difundidos del pensamiento teologal de Zubiri. Sin ser criterio hermenéutico exclusivo para comprender su planteamiento teologal es importante reconocer que desde un comienzo la religación se constituye en un referente esencial del mismo378. Y ello, en gran parte, porque es el propio Zubiri quien lo posicionó como clave hermenéutica de lectura de su obra al dedicarle una sostenida atención que fue enriqueciendo en el tiempo con nuevos matices y perspectivas379. La publicación en 1935 del artículo “En torno al problema de Dios”, en que Zubiri desarrolla por primera vez el tema de la religación, provoca una reacción diferente en los ambientes filosóficos y teológicos de Europa y España. En el contexto europeo, en que es conocida y valorada la corriente fenomenológica y su comprensión unitaria de lo real ante el idealismo, esta publicación causa extrañeza por lo novedoso de un planteamiento de este tipo sobre el tema de Dios. Mientras que en España, donde predomina la escolástica, lo que causa gran impresión no es el tema específico de Dios sino lo novedoso e inesperado del planteamiento filosófico en sí mismo. Por ello, no es extraño que el autor deba comenzar rápidamente a explicar y defender su planteamiento filosófico380 frente a los distintos tipos de acusaciones que le formula la ortodoxia católica oficial española que desconfía de lo nuevo y ve en este artículo desde ecos de un modernismo heterodoxo hasta intuicionismo ontologista381. Enfrentarse con el tema de la religación zubiriana desde un contexto filosóficocultural abierto a las nuevas corrientes de pensamiento, permitía valorar lo novedoso de su esfuerzo por asumir el tema de Dios utilizando el instrumental fenomenológico. Con este 377 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 453, nota 1. Cf. A. PINTOR-RAMOS, “Zubiri y su filosofía en la posguerra”, 5-55; R. ESPINOZA, “‘En torno al problema de Dios’…desde la Biografía del joven Zubiri”, 152-159. Este último autor junto con indicar la influencia heideggeriana en Zubiri plantea que la religación sería la primera idea de madurez filosófica de Zubiri que se mantendría y profundizaría en el tiempo. 379 Cf. A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 185. “Acaso resulte algo esaxerada a sospeita, avanzada anteriormente, dun certo ‘imperialismo hermenéutico’ desta categoría no conxunto do problema. Pero é moi probable que un certo distanciamento, unido a unha busca de contextualización poida axudar a restablece-las medidas xustas e, en definitiva, a lograr unha mellor comprensión”. 380 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 23. Nota a la quinta edición en que Zubiri explica el hecho de agregar este artículo al libro para contextualizar adecuadamente sus artículos sobre el tema religioso presentes en la obra. 381 Cf. A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 185-195. El autor realiza una interesante contextualización de la religación; A. PINTOR-RAMOS, “Zubiri y su filosofía en la posguerra”, 28-45; J. COROMINAS, “Xavier Zubiri y la crisis modernista”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 17-57 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2006/pdf/corominas06.pdf El autor nos recuerda que la reciente biografía sobre el autor nos informa que Zubiri vivió como ningún otro español la crisis modernista y que fue el único sacerdote español excomulgado y reducido al silencio por esto; J. COROMINAS J. VICENS, Xavier Zubiri. La soledad sonora, 133-155, especialmente 142; I. ELLACURÍA, “Zubiri sigue vivo”, en Vida Nueva (21/09/1983), 55. En que el autor indica: “Zubiri sintió toda la involución que supuso la lucha antimodernista. Temía que el fenómeno se volviese a repetir y temía por el futuro innovador del Vaticano II”. Este problema del modernismo marcó definitivamente la vida y obra de Zubiri, condicionó la libre expresión de su fe y le llevó a privarse de formular algunas de sus ideas o tesis sobre el tema religioso. 378 112 intento Zubiri pretende responder a la disociación existente entre fe y razón, sumándose al esfuerzo de otros pensadores que, desde la crisis modernista, intentaban pensar unitariamente la salvación cristiana en el mundo y en la historia humana concreta, superando el radical dualismo natural-sobrenatural382. A pesar de la vigencia de la restauración escolástica en Europa, no es posible desconocer el gran impacto que producen los nuevos movimientos filosóficos, que se esfuerzan por superar este dualismo radical desarrollando una comprensión unitaria. Entre estos movimientos cabe destacar, sobre todo en Francia y Alemania, el desarrollo de la “apologética de la inmanencia”, con la importante figura de Maurice Blondel, el intento de Joseph Maréchal de mediar, vía Kant, entre la modernidad y la escolástica con el desarrollo del método trascendental383, y la gran influencia que ejerce la fenomenología con su intento por volver a implantar al hombre en la realidad. Tarea en que destaca el llamado de Husserl de “volver a las cosas mismas”, liberándose de toda teoría previa sobre ellas, y el de Heidegger a “ser en el mundo”384. Un contexto global que da cuenta de un clima filosófico que busca la superación tanto del realismo como del idealismo, contexto en que es preciso situar y comprender el aporte de Zubiri385. En el ambiente específicamente religioso es fundamental el aporte que realiza Max Scheler386, quien se opone decididamente a una comprensión externa de la causalidad de Dios respecto del mundo porque impide apreciar la unidad original. Scheler remite a la fenomenología y recuerda la presencia de una conciencia unitaria en la propia tradición teológica de la que dan buena cuenta los padres griegos, Agustín y Newman, entre otros. A esto debe sumarse el ambiente existencial y personalista que tiene gran vigencia en Francia y Alemania y que influye sobre una parte importante de la reflexión filosófica de su época, con pensadores como Karl Jaspers387, Martín Buber, Theodor Haecker y Gabriel Marcel, y otros. 382 Cf. H. DE LUBAC, Surnaturel (Aubier, Paris 1946); J. ALFARO, “El problema teológico de la trascendencia y la inmanencia de la gracia”, en Cristología y antropología (Cristiandad, Madrid 1973), 227343; A. TORRES, La revelación de Dios en la realización del hombre (Cristiandad, Madrid 1987), 243-308. 383 Cf. J. GÓMEZ, Metafísica fundamental (Cristiandad, Madrid 1983); J. MANZANA, “Una metafísica del sentido (Reflexiones sobre la obra metafísica de José Gómez Caffarena)”, en Pensamiento, 32 (1976), 181204; D. GRACIA, Voluntad de verdad, 29. 384 Cf. X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 179-214; J. FERRATER, La filosofía actual (Alianza, Madrid 1969), 29. El autor indica que abundan en la filosofía de entonces una serie de ensayos que pretenden superar tanto el idealismo como el realismo, insistiendo en el carácter correlativo de las nociones de sujeto cognoscente y objeto a conocer y otras ideas sobre la existencia en el mundo; C. LAMBERT, Mundo y existencia. Consideraciones fenomenológicas desde la perspectiva de Heidegger y Welte (Bricklediciones, Santiago 2006), 13-33. En este texto se encuentra una sintética presentación de la noción de fenomenología según Husserl y Heidegger. 385 Cf. A. PINTOR-RAMOS, Génesis y la formación de la filosofía de Zubiri, 81-101. 386 Cf. X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 179-214. Que corresponde al texto “Filosofía y Metafísica” con el que Zubiri pretendía introducir las traducciones de sólo tres fenomenólogos: Husserl (La filosofía como ciencia estricta), Scheler (Ordo amoris) y Heidegger (Qué es metafísica). Igual como ocurre con Husserl y Heidegger, junto con reconocer el valor de su aporte es preciso comprender la crítica de Zubiri al planteamiento de Scheler. Sobre el influjo de Scheler en Zubiri ver E. SOLARI, La raíz de lo sagrado. Contribuciones de Zubiri a la filosofía de la religión, 91-94. 387 Jaspers realiza una propuesta que se mantiene tensa entre la imposibilidad de conocer a Dios y la necesidad de tener que pensarlo. Da la impresión de que todavía no sabe cómo hablar de la trascendencia, igual que Heidegger, pero a diferencia de éste está seguro de su realidad. A propósito ver K. JASPERS, La fe filosófica ante la revelación (Gredos, Madrid 1968), 412-426. 113 Zubiri asume, en el tratamiento del problema de Dios, la orientación fundamental de la corriente fenomenológica con su pretensión de “volver a las cosas mismas”, y analiza el tema desde este nuevo horizonte de comprensión intentando superar esta gran disociación388 que, como expresión de un dualismo esencial, hace muy difícil la posibilidad de una vivencia contextualizada e intelectualmente responsable de la fe cristiana. El interés teológico de Zubiri y su esfuerzo por superar el dualismo filosófico inicial, son compartidos en la época por importantes teólogos que trabajan honestamente en la formulación de un horizonte unitario de comprensión de la fe cristiana389. En este rico y vital contexto filosófico es preciso considerar el análisis de Zubiri para comprender su verdadero aporte y la originalidad del concepto de la religación, en torno al cual estructura su planteamiento sobre el problema de Dios. La concepción zubiriana de la religación no nace de la nada y es preciso contextualizarla, pero esto no implica que se trate de una simple repetición de lo expresado por el ambiente en que se encuentra y del que se nutre filosóficamente390. En este sentido, la religación zubiriana representa ciertamente un paso más en el planteamiento del problema de Dios, bajo la convicción de que es posible ir más allá de los límites que vislumbran los planteamientos presentes en su tiempo. Desde el artículo de 1935 ya es posible apreciar con claridad la intención de Zubiri de radicalizar el tratamiento del problema de Dios, en un intento de fundamentación última de carácter estrictamente metafísico. Esta búsqueda se sitúa en el seno del movimiento fenomenológico y ante todo en Heidegger, cuya presencia explícita e implícita en el texto 388 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 455-542. Texto de la llamada primera etapa, que en la página 478, y en un contexto de religación afirma que “Por ser persona, todo ser personal se halla referido a alguien de quien recibió su naturaleza, y además a alguien que pueda compartirla. La persona está esencial, constitutiva y formalmente referida a Dios y a los demás hombres”. Respecto de la producción filosófica y teológica que se ocupa de Dios en esta época ver M. CABADACASTRO, “La vivencia previa del absoluto como presupuesto del acceso teorético de Dios”, en V. MACHUCA (ed.), Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a Karl Rahner (Cristiandad, Madrid 1975), 65-88. 389 Cf. H. BOUILLARD, Blondel y el cristianismo (Peninsula, Madrid 1966), 29-33; J. ALEU, De Kant a Maréchal (Herder, Barcelona 1966), 29-30, 33. Respecto de la influencia de Lovaina sobre la primera etapa de Zubiri ver G. MARQUÍNEZ, “Xavier Zubiri y la Escuela de Lovaina”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 12 (1985), 363-382. 390 En este mismo sentido se expresa A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 81-82; A. TORRES, El problema de Dios en la modernidad, 207. Texto en que el autor expresa puntualmente: “Es importante subrayar esto, sobre todo como índice de una cuestión más general. Pues no se trata de mermar la originalidad de Zubiri, sino de situarla en su preciso significado. Un robinsonismo filosófico, aparte de ser imposible, haría en definitiva irrelevante e incomunicable su aportación. Esta se valida, justo, como diferencia en la continuidad. Y esto sí permite comprender algo fundamental. Todo el esfuerzo zubiriano puede ser caracterizado por dos intenciones decisivas: la primera, configurar desde una perspectiva y un vocabulario propios las preocupaciones que flotaban en el ambiente; y segunda, hacerlo mediante una dialéctica que repiensa los valores tradicionales para ponerlos a la altura histórica de nuestro tiempo. De ahí que, como he dicho, Ortega al principio, y sobre todo Heidegger después, sean las figuras/contrafiguras que movilizan su propuesta; la cual, de todos modos, va cobrando hacia el final mayor autonomía y creciente independencia”. Comprensión que, a mi juicio, debe complementarse con la consideración del pensamiento de Zubiri en sí mismo. Con este segundo enfoque desarrollan el trabajo D. GRACIA, Voluntad de verdad, 222-236 y J. SÁEZ, “La marcha hacia Dios en X. Zubiri: la vía de la religación”, en Revista Agustiniana, 34 (1993), 55119. 114 zubiriano resulta manifiesta para autores como A. Torres Queiruga, Diego Gracia391, Antonio González392, Enzo Solari393 y muchos otros, que se esfuerzan por clarificar y contextualizar las fuentes desde las que Zubiri plantea el tema de la religación 394 para conocer y valorar los alcances de sus aportes. Al respecto resulta significativa la influencia heideggeriana que se aprecia en el vocabulario zubiriano correspondiente sobre todo al período comprendido entre 1935 y 1944, en que sobresalen los conceptos de: “arrojado”, “nihilidad ontológica”, “existencia”, “encontrarse con”, y el mismo uso de “trascendencia” que remiten a Ser y tiempo395. El uso de este vocabulario, lejos de ser casual, obedece al mismo tipo de planteamiento de Heidegger en orden a descubrir el ser en el análisis radical de la propia existencia humana, que en Zubiri es finalmente descubrir a Dios396. Sobre el tema Torres Queiruga señala que: “El gran tema de la ‘religación’ tiene ahí una de sus más íntimas y enérgicas raíces. Desde el comienzo fue claro en Zubiri el empeño de mostrar que de ese modo la autenticidad humana, lejos de quedar amenazada, resultaba máximamente asegurada y potenciada: pues ‘esta implantación que le constituye en el ser le constituye en ser libre’, y de ese modo para el hombre ‘con la religación y con Dios, su libertad es su máxima potencia’”397. 391 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 66-74; D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (19341944”, 59-92. 392 Cf. A. GONZÁLEZ, “Ereignis y actualidad”, en D. GRACIA (ed.), Desde Zubiri (Comares, Granada 2004), 102-193; M. LÓPEZ y J. SANTOS (eds.), La fenomenología y sus herejías (Universidad Alberto Hurtado, Santiago 2005), 287-380. 393 Cf. E. SOLARI, La raíz de lo sagrado. Contribuciones de Zubiri a la filosofía de la religión, 94-98. 394 Cf. A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 192-195; A. TORRES, El problema de Dios en la modernidad, 203. En el que sostiene: “(...), tengo la convicción de que, después de una etapa en la que su referente filosófico - al mismo tiempo figura a imitar y contrafigura a superar - era Ortega, fue Heidegger quien ocupó de manera definitiva ese lugar. Frente al ‘estar arrojado’ heideggeriano, él insistirá en la ‘implantación’ que, lejos del finitismo del primer Heidegger y de la típica derelicción del existencialismo, permite al hombre sentirse arropado en la realidad”. También desarrolla este tema D. GRACIA, “Zubiri y la experiencia Teologal. La difícil tarea de pensar a Dios y la religión a la altura del siglo XX”, en P. BRICKLE (ed.), La filosofía como pasión, (Trotta, Madrid 2003), 249-263; D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, 65-89; J. COROMINAS, “Xavier Zubiri y la crisis modernista”, 34, 37. 395 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 423-424. “La existencia humana, se nos dice hoy, es una realidad que consiste en encontrarse entre las cosas y hacerse a sí misma, cuidándose de ellas y arrastrada por ellas. (...) La existencia humana está arrojada entre las cosas, (...)”. 396 Ya en Sobre la esencia es posible apreciar una importante crítica a algunos planteamientos heideggerianos de la época de Ser y tiempo. Cuestión que se acentúa a partir de 1944 y que se ve reflejada en sus cursos. A propósito ver X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 4-5, 438-453; X. ZUBIRI, Cinco lecciones de filosofía, 261-271; X. ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad, 102; X. ZUBIRI, Sobre el hombre, 676. Aunque es preciso indicar que las discrepancias definitivas con la filosofía de Heidegger sobre las ideas de sentido, comprensión, desvelación, ser e historicidad están presentes en las dos grandes obras de su madurez; en Sobre la esencia e Inteligencia sentiente. A propósito ver J. RIVERA, Heidegger y Zubiri, 139-160. 397 A. TORRES, El problema de Dios en la modernidad, 203. Texto en que el autor cita en 2 oportunidades Naturaleza, historia, Dios, 387, 388. 115 Capítulo VII ESTRUCTURA BINARIA, UNA CLAVE HERMENÉUTICA DE LECTURA DE LA TRILOGÍA TEOLOGAL Con la publicación del libro El hombre y Dios, primer escrito póstumo del autor, se plantea la cuestión de cómo han de ser entendidos e interpretados estos textos en el conjunto armónico y sistemático del pensamiento zubiriano. Al respecto, hoy existe un acuerdo generalizado entre los autores sobre la necesaria manera de aproximarse a este tipo de material desde la clave hermenéutica398 que constituye su Inteligencia sentiente399. Una opción que, a mi juicio, debe complementarse con la necesidad de trabajar los textos del autor en sus respectivos contextos y estadios evolutivos para reconocer y valorar sus intuiciones originales, la creatividad y la riqueza del proceso de composición de su pensamiento sobre el tema. Sólo de esta manera es posible recuperar la vitalidad y la genialidad intuitiva de sus primeros planteamientos a la luz de su posterior precisión y conceptualización. Por tanto, lo lógico sería acceder a esta obra con esta doble valoración: es decir, realizando en un primer momento una lectura histórico-evolutiva o analítica que permita acceder a los diversos textos en su contexto y estadio evolutivo; y, en un segundo momento, una lectura hermenéutico-sistemática o sintética que permita una comprensión unitaria desde lo que efectivamente ha sido su planteamiento final, es decir, desde su trilogía sobre la inteligencia. Ello permitiría saber qué y cómo ha evolucionado un tema en cada período o etapa y acercarnos, con algún grado de certeza, a lo que podría sostenerse como la comprensión final de Zubiri sobre un tema. Prescindir de la contextualización histórica de los escritos podría conducir fácilmente a un uso indiscriminado de textos, cuya fecha y nivel de desarrollo es variado, olvidando el proceso de gestación de las ideas. Pero quedarse sólo ahí sería renunciar a una sistematización necesaria y pretendida, aunque no acabada por el propio filósofo, sin poder afirmar nunca cuál habría sido su pensamiento final. Este planteamiento se ve reforzado al constatar que el material que conforma esta trilogía teologal está muy lejos de ser homogéneo. Sus diferencias más significativas corresponden a aspectos tan importantes como las fuentes de procedencia de los documentos utilizados, los niveles redaccionales, los diferentes contextos para los que fueron originalmente preparados, el público para el que se escribieron y la época de desarrollo del pensamiento del autor a la que pertenecen. Pero también conviene recordar que la opción hermenéutica guarda siempre relación con el objetivo final del trabajo propuesto. Un objetivo que en el caso específico de esta investigación, intenta simplemente “mostrar” que la “estructura binaria fundamental” que articula el planteamiento unitario de Inteligencia sentiente, como actualizaciónreactualizaciones, es una clave hermenéutica fundamental de lectura de la trilogía teologal 398 Cf. J. CABRIA, “La cuestión hermenéutica de la obra de Xavier Zubiri (1898-1983). Reflexiones en el centenario de su nacimiento”, 545-570; A. GONZÁLEZ, “La novedad teológica de la filosofía de Zubiri”. 399 Que es precisamente el criterio que utiliza Ignacio Ellacuría al desarrollar el tema de la religación en un importante artículo aparecido por primera vez en el año 1966. Ver I. ELLACURÍA, Escritos teológicos, Vol. I, 39-105. De igual forma procede D. GRACIA, Voluntad de verdad, 211-236. 116 de Zubiri porque permite una comprensión de su planteamiento estructuralmente coherente en el contexto general de su filosofía madura. Es decir, pretendo mostrar que esta estructura binaria permite efectivamente comprender estructuralmente el problema teologal del hombre “en” y “desde” la intrínseca religación de todo hombre, o actualización fundamental-fundamentante de la realidad divina, que ulteriormente se plasma o despliega en modalizaciones o reactualizaciones, de la misma y única religación o actualización fundamental, como religión-religiones y cristianismo-deiformación. Debido a la lamentable carencia de una edición crítica de esta trilogía póstuma, asumo y utilizo expresamente el material publicado como “trilogía teologal” de Xavier Zubiri, como la obra que contiene sintética y estructuralmente lo que hasta hoy se considera como el pensamiento del autor sobre el problema teologal del hombre. Expresamente evito entrar en la discusión, pendiente y cada vez más urgente, respecto de si esta trilogía da cuenta real del pensamiento teologal final de Zubiri. Esta urgencia no resta mérito alguno al importante trabajo realizado por los editores de la obra, tal cual está hoy publicada, porque su trabajo nos ha permitido acceder, de todas maneras, a un novedoso y riguroso pensamiento filosófico de habla hispana. Esto no es un dato menor, si aceptamos que el lenguaje condiciona de un modo importante la visión del mundo y de la vida humana, y propone senderos específicos para un, necesario y permanente, trabajo de repensamiento y replanteamiento de los presupuestos que han inspirado y sostenido las grandes síntesis teológicas de nuestro tiempo. Pero es necesario reconocer claramente que para avanzar en la senda abierta por Zubiri es urgente la publicación de una edición crítica de su trilogía teologal o, al menos, de todos y de cada uno de los textos que expresan su pensamiento de manera independiente y contextualizada. Esta trilogía teologal, tal como se encuentra actualmente publicada, permite el análisis propuesto como hipótesis para esta investigación porque no existen variaciones estructurales significativas en los escritos del autor en el tiempo. Por eso, a pesar de reconocer los serios problemas de crítica textual de la obra, asumo la opción de leerla tal como hoy se encuentra publicada, ya que reconozco que los textos que la componen pertenecen ciertamente a Zubiri, y propongo esta relectura estructural porque considero que razonablemente da cuenta de lo que sería su planteamiento maduro sobre el problema de Dios o el problema teologal del hombre. Esta opción es respaldada por el resultado de un ejercicio comparativo que, desde una perspectiva histórico-analítica, indica la existencia de una orientación estructural fundamental sin cambios significativos y una identidad temática general sin variaciones importantes. Más bien se constata la existencia de grandes similitudes respecto de planteamientos y perspectivas con que se abordan los temas en los diferentes textos y etapas evolutivas. Se aprecia, en algunas oportunidades, verdaderas repeticiones que se explican fácilmente al considerar la costumbre del autor de utilizar el material previamente elaborado como base para sus nuevas presentaciones400. Si bien es posible constatar la existencia de diferencias en el tratamiento de algunos temas, estas se refieren más bien a matizaciones y reformulaciones de contenidos o conceptos que responden mayormente a un proceso de profundización y maduración permanente del pensamiento del autor y no a variaciones temáticas fundamentales que afecten significativamente su desarrollo estructural final. 400 Aspecto que es posible apreciar accediendo a los manuscritos originales del autor que se encuentran en los archivos de la FXZ. 117 Como prueba de lo anterior indico los siguientes ejemplos: Existe un progresivo avance en la concepción sistemática del autor respecto de la realidad humana y del hecho de la religación en la redacción definitiva de la primera parte de El hombre y Dios de 1983, en relación con lo que son sus textos anteriores401. Pero en lo sustancial y en lo estructural no existen grandes problemas. Desde 1971 la evolución terminológica de algunos de los conceptos zubirianos es bastante importante. Indicaré algunos ejemplos: el cambio “poder de deidad” a “poder de lo real” 402; la precisión lograda por el autor respecto de los tres momentos del poder de lo real que de denominarse en 1965 como “ultimidad, posibilidad e imposición” pasaron a “ultimidad, posibilidad e impelencia”403; la religión que es conceptuada en un principio como “florescencia” de la religación, se precisa posteriormente como “plasmación” de la religación404; la realidad de Dios que se indica en un comienzo como “realidad radicalmente existente”, se precisa como “realidad absolutamente absoluta”405; la conceptuación que proviene de los años setenta que habla de la “presencia personal e interpersonal” de Dios en el fondo del hombre, es posteriormente concebida como “tensión personal o interpersonal” o como “tensión teologal”406; y, para finalizar, el término “teologal” utilizado en muy contadas ocasiones antes del año 1971 es profusamente utilizado a partir de esta fecha, cobrando una fuerza e independencia muy significativa en su obra407. Esta evolución es fruto, en gran medida, de la costumbre de Zubiri de volver permanentemente sobre las cosas ya trabajadas, para explicitar mejor su verdad y lograr una mayor precisión conceptual. Desde esta perspectiva se ve respaldada la viabilidad de la hipótesis propuesta, por cuanto los temas claves que en ella están en juego, no presentan variaciones significativas ni en su contenido ni en su estructura fundamental. Y respecto de la efectiva existencia de diferencias en la precisión conceptual de algunos términos importantes, es conveniente indicar que en el propio cuerpo de la trilogía teologal se encuentran las precisiones correspondientes al período de mayor madurez de su pensamiento. 401 Pueden compararse las exposiciones sobre la religación que se encuentra en X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 29-77 y en X. ZUBIRI, El hombre y Dios 75-112. 402 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 43, 45, 52, 61, 64-65, 155, 293. Estas citas proceden de textos anteriores a 1971 y muestran la precisión conceptual que se va logrando al compararlas con el siguiente material de la misma obra: 81, 85-86, 129-133, 165, 170, 191, 257. El concepto “poder de lo real” aparece reiteradamente en X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 28-29, 89-92, etc.; A. PINTORRAMOS, “Zubiri: una filosofía de la religión cristiana”, en Salmanticensís, 42 (1995), 386ss. 403 Cf. X.ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 39-43, 52, 55-57 que corresponden a textos más antiguos, con el contenido del mismo libro que está en 100, 125, 243, 255, y de todos los anteriores con su utilización en El hombre y Dios 83-84, 108-109, etc.; sobre el tema resulta importante J. SÁEZ, “La verdad de la historia de las religiones según X. Zubiri”, en Cuadernos salmantinos de filosofía, 22 (1995), 348, específicamente la nota 7. 404 Cf. X.ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 57, nota 2. Con los siguientes textos de la misma obra: 86-94, 111-113, etc. 405 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 69 con los siguientes textos de la misma obra: 81, 85, 129, 143, etc. Expresión muy recurrente en El hombre y Dios, 151, 157, 162, etc. 406 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 71, 73; X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 161-162, 177, 183, 188-190, 354-364. 407 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 83, 100, 177, 229, 231, 238, 241, etc.; X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 12-13, 108, 131, etc. 118 Quisiera finalizar este punto, insistiendo en que la hipótesis propuesta sólo tiene la pretensión de “mostrar” una clave hermenéutica de lectura razonable, entre otras, que da cuenta, adecuada y coherentemente, de la estructura fundamental del pensamiento teologal de Zubiri en directa relación con el planteamiento hecho en Inteligencia sentiente, que corresponde efectivamente a su etapa de madurez. 119 Capítulo VIII ACTUALIZACIÓN DE LA REALIDAD DIVINA Para Zubiri la pregunta por Dios nace de una experiencia humana previa o “experiencia teologal” a la que da el nombre de “religación”. En este contexto, entiende por actualización de la realidad divina la aprehensión primordial del “estar” intrínseco de Dios en el hombre, como experiencia fundamental - fundamentante de carácter preconceptual, que posibilita cualquier explicitación ulterior. 1. El problema teologal del hombre En la introducción al primer volumen de su trilogía teologal Zubiri plantea el horizonte en que debe comprenderse la obra completa. Desde un comienzo aclara que tratará de Dios en el sentido de “realidad divina” y no de una experiencia concreta y particular de éste. Bajo este concepto, Dios es un verdadero problema para el hombre y para todos los hombres, sin exclusión posible408. Dios, en cuanto “realidad divina”, no es un “objeto” externo más con el que podemos relacionarnos en la vida, como lo hacemos con los demás objetos con que nos encontramos a diario. “(…) No se trata de un problema que el hombre podría o no plantearse, como si fuera un problema de ciencia, un problema en el fondo arbitrario; Dios sería entonces un objeto más, tal vez el más importante, con el que el hombre tiene que habérselas; es decir se trataría de ver si además del hombre y de las cosas hay la realidad de Dios”409. El problema de Dios tiene características radicalmente diferentes porque le está planteado al hombre por el sólo hecho de ser hombre. En este sentido, es una dimensión de la propia realidad humana en cuanto tal y, por tanto, una dimensión absolutamente ineludible para el hombre, independientemente de la respuesta que ante este problema se dé. “Se trata por el contrario de un problema que el hombre tiene que plantearse, mejor dicho, que nos está ya planteado por el mero hecho de ser hombres. Es una dimensión de la realidad humana en cuanto tal”410. Esta característica particular de la realidad divina respecto de la humana, hace de Dios un elemento fundamentalmente constitutivo del hombre. Así es como debe plantearse 408 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 369-371. En la página 370 indica respecto del punto de partida de su planteamiento lo que entiende es la actitud radical del hombre actual: “El hombre actual, pues, sea ateo o teísta, pretende que no tiene en su realidad vivida un problema de Dios. No piensa que su ateísmo o su teísmo sean respuestas a una cuestión previa, justamente a un problema que a sus creencias subyace. (…) El hecho de este problema y no una teoría es lo que ha de constituir nuestro punto de partida”. 409 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 12. 410 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 12. 120 y comprenderse el tema de Dios en cuanto es un verdadero problema “teologal”411. Zubiri distingue expresamente lo que significa “teologal” de lo “teológico”, indicando que con lo primero se refiere a una “experiencia humana fundamental” vertida a lo divino, mientras que lo segundo “envuelve a Dios mismo”412. Lo teologal es para Zubiri más amplio que lo teológico. Lo teológico se engarza y tiene su raíz fundamental en lo teologal413 “No se trata, en efecto, de hacer de la realidad humana objeto de consideración teológica, entre otras razones más hondas porque esto sería ya dar por supuesta la realidad de Dios. Toda consideración teológica es en este punto pura y simplemente una teoría, todo lo importante e incluso verdadera que se quiera, pero pura teoría. En cambio, lo que aquí buscamos es un análisis de hechos, un análisis de la realidad humana en cuanto tal, tomada en y por sí misma. Si en esta realidad descubrimos alguna dimensión que de hecho envuelva constitutiva y formalmente un enfrentamiento inexorable con la ultimidad de lo real, esto es, con lo que de una manera meramente nominal y provisional podemos llamar Dios, esta dimensión será lo que llamamos dimensión teologal del hombre”414. Con esta afirmación Zubiri expresa la experiencia de una dimensión que, siendo estrictamente humana, envuelve formal y constitutivamente el problema de Dios en cuanto realidad divina415. Esto apunta a una estricta estructura humana, a un hecho que, siendo accesible a un análisis inmediato, nos muestra efectivamente el problema de Dios como problemática constitutiva de la propia realidad humana y nunca ajena o externa a ésta. Planteado el tema de Dios en este horizonte, se está obligado a reconocer y abordar el problema de Dios como algo realmente constitutivo del hombre en cuanto tal. Como un problema que se debe enfrentar y al que se debe responder en la construcción de la propia realidad humana, sabiendo dar razón de la respuesta con independencia de la orientación final de la misma416. Por ello es que la realización de la propia realidad humana es para Zubiri esencialmente lo que denomina una “experiencia teologal”417. “Entonces resulta que el título ‘El hombre y Dios’ no es la adición de dos ‘objetos’, hombre ‘y’ Dios, sino que es el análisis de la realidad humana en cuanto constitutivamente envuelve la versión (digámoslo así) a la realidad divina. La ‘y’ 411 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 12. Cf. A. TORRES, Filosofía de la religión en Xavier Zubiri, 132-133. Autor que sostiene que lo teologal responde a una fusión de perspectivas; A. GONZÁLEZ, “El problema de la teología en Zubiri”. Autor que realiza una detallada presentación de la evolución de la comprensión zubiriana de lo que entiende por teologal y teológico; J. CABRIA, Relación Teología-Filosofía en el pensamiento de Xavier Zubiri, 144, 146-147. 413 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 63. 414 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 371; Cf. El problema teologal del hombre: cristianismo, 37. Texto en que el autor reafirma, a propósito de logos teologal, la integralidad de la dimensión teologal del hombre. 415 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 12. 416 A partir de este planteamiento de Dios como problema de todo hombre Zubiri indica la necesidad de saber dar razón de la respuesta dada ante tal problema. Sea ésta la teísta, la atea, la agnóstica o la que sea. Al respecto ver X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 11-12, 342-345. Atendiendo al desarrollo cronológico de los textos del autor es posible reconocer un importante avance en el planteamiento de este punto hasta llegar a esta valoración positiva y razonable respecto de las respuestas no teístas ante este problema. 417 Desde un comienzo emerge el valor asignado por Zubiri a la experiencia humana. Sobre este problema volveré más adelante ya que es preciso indicar lo que el autor está entendiendo precisamente por experiencia. 412 121 del hombre y Dios es una versión constitutiva experiencial. Y ello lo mismo en el ateo, que en el agnóstico, que en el teísta. Es propio de todo hombre”418. Este enfoque es el que explica el que Zubiri aborde el problema de Dios volcándose al análisis de la realidad humana419. Ello no supone un planteamiento que responda a lo que se ha conocido como la vía antropológica para acceder a Dios ya que, al respecto, el autor insiste en que la vía que desarrolla no es ni cosmológica420 ni antropológica421 sino eminentemente teocéntrica, es la vía de la religación422. 2. Aprehensión primordial: la realidad humana, acceso primario a la realidad divina 2.1. El hombre: realidad humana personal423 Para Zubiri, el hombre es una realidad humana424 que, como toda otra realidad, es un sistema de notas425 que determinan una forma y modo peculiares de realidad. Comprendido desde sus notas el hombre es un sistema que es vida426, animación e inteligencia. Por “vida” entiende el momento radical y formalmente exclusivo en que se vive “por” y “para” ser sí mismo, es el momento de radical autoposesión, y por lo tanto, es anterior a toda posible reflexión y fundamento de ella. “Esto es lo formalmente constitutivo de un viviente: ser autós, ser sí mismo. La vida no es decurso. El decurso es la manera de autoposeerse. (…) Vivir es autoposeerse, y todo el decurso vital es el modo de autoposeerse”427. Por “animación” entiende el momento por el cual el hombre es un viviente que tiene un carácter especial, un viviente animal, cuya formalidad esencial es el sentir y tener impresión de las cosas. Impresión que en una unidad intrínseca posee dos momentos: el de la afección al viviente, o contenido, y el de la remisión formal a otro, o alteridad. Y, finalmente, entiende por “inteligencia” el momento que consiste formalmente en aprehender las cosas como reales, es decir, como siendo “de suyo”, en formalidad de realidad428. 418 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 13. Con el concepto “versión” Zubiri afirma que la condición humana está constitutivamente “vuelta” hacia Dios. 419 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 372-380. 420 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 118-123. 421 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 123- 127. 422 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 127-133, 382. 423 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 30-112. Para un acercamiento más detallado al planteamiento zubiriano sobre el hombre ver X. ZUBIRI, Sobre el hombre. 424 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 18-29. Se trata de una buena síntesis de lo que en Sobre la esencia ha dicho sobre la realidad. 425 Es importante recordar que Zubiri indica como “nota” aquello que pertenece a la cosa y nos notifica lo que la cosa es según esta nota. 426 Para Zubiri la vida no es lo más radical ni lo primero. A propósito ver J. GARRIDO, Fundamentos noéticos de la metafísica de Zubiri, 77-83. texto en que se indica que Zubiri se niega a identificar hombre y vida. 427 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 31. 428 A propósito de este punto es conveniente recordar lo que vimos en la primera parte del trabajo, en la que dimos cuenta de la complejidad de la “impresión de realidad” debido a que cada sentido siente la formalidad 122 La unidad intrínseca de estas notas constituye lo que Zubiri denomina como el sistema de la sustantividad humana, un sistema único que posee suficiencia constitucional y abarca dos subsistemas parciales que denomina como “cuerpo” y “psique” 429. Zubiri entiende por subsistema un cuasi-sistema que como tal no posee suficiencia constitucional. Por cuerpo indica un subsistema de notas físico-químicas que tiene los momentos de organismo, solidaridad y actualidad pero en una unidad intrínseca que es cuerpo, cuya radicalidad está en ser principio de actualidad del hombre en la realidad. Y por psique, un subsistema que tiene algunos caracteres irreductibles al subsistema corpóreo, admitiendo que, en algunas circunstancias, estos caracteres tienen cierta dominancia sobre lo corpóreo. Esta comprensión, le permite a Zubiri afirmar al hombre como una realidad que no “tiene” cuerpo y psique sino que “es” psico-corpórea, porque sólo la unidad intrínseca de ambos subsistemas es la que posee la sustantividad que es estructuralmente el hombre. “El hombre no es psique ‘y’ organismo, sino que su psique es formal y constitutivamente ‘psique-de’ este organismo, y este organismo es formal y constitutivamente ‘organismo-de’ esta psique. La psique es por esto desde sí misma orgánica, y el organismo es desde sí mismo psíquico. Este momento del ‘de’ es numéricamente idéntico en la psique y en el organismo, y posee carácter ‘físico’. Esta identidad numérica y física del ‘de’ es lo que constituye formalmente la unidad sistemática de la sustantividad humana. Es una unidad estructural”430. Esta unidad sistemática psico-orgánica se da en la co-determinación, como momentos reales en acto, que indica que cada momento lo es “de” todos los demás. Es una unidad que se expresa con claridad en la actividad humana que es siempre unitariamente psico-orgánica en todos sus actos. “De aquí resulta que lo humano en cuanto tal es en sí mismo formal y constitutivamente animal. Por tanto el hombre es un animal que se enfrenta con la realidad animalmente: es animal de realidades. He aquí la esencia de la realidad humana, la esencia de la sustantividad humana”431. El hombre en cuanto animal de realidades tiene, junto con sus notas, una forma y un modo propio de realidad432. Por ello es necesario examinar el problema de la realidad humana no sólo según sus notas sino también según su forma y modo específico. de realidad de un modo distinto. Esta diversidad no debe entenderse como distintas impresiones de realidad que se reúnen sintéticamente sino como distintos momentos de la única impresión de realidad. Momentos que se recubren parcialmente entre sí y en el que adquiere un rol especial el momento del “hacia”, que es la presencia direccional de la realidad, que recubre a todos los sentidos. La impresión de realidad es un único acto, es un sentir intelectivo o intelección sentiente que en cuanto sentir es la forma primaria y radical de inteligir. A propósito ver X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 36. “(…) realidad es siempre el ‘de suyo’, y la forma primaria y radical de sentir el ‘de suyo’ es el sentir intelectivo”. 429 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 39. 430 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 41. 431 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 46. 432 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 46-74, 372-375. En este texto Zubiri presenta una clara síntesis sobre el tema. 123 En esta segunda perspectiva, el hombre es una realidad que no solamente es “de suyo”, como las demás realidades, sino que es una realidad que formalmente es “suya”, es “suidad”433. “El hombre es una realidad no hecha de una vez para todas, sino una realidad que tiene que ir realizándose en un sentido muy preciso. Es, en efecto, una realidad constituida no sólo por sus notas propias (en esto coincide con cualquier otra realidad), sino también por un peculiar carácter de su realidad. Es que el hombre no sólo tiene realidad, sino que es una realidad formalmente ‘suya’, en tanto que realidad. Su carácter de realidad es ‘suidad’. Es lo que, a mi modo de ver, constituye la razón formal de persona. El hombre no sólo es real, sino que es ‘su’ realidad. Por tanto, es real ‘frente a’ toda otra realidad que no sea la suya. En este sentido, cada persona, por así decirlo, está ‘suelta’ de toda otra realidad: es ‘absoluta’”434. Y esta “suidad” es la que constituye la razón formal de la “personeidad” que no debe confundirse con “personalidad”. La “personeidad” indica la persona como forma de realidad y, en este sentido, es inexorablemente el carácter de una realidad subsistente en la medida en que esta realidad es suya. Las modulaciones concretas que esta “personeidad” va adquiriendo es algo que se llama personalidad. “La personeidad es la forma de realidad; la personalidad es la figura según la cual la forma de realidad se va modelando en sus actos y en cuanto se va modelando en ellos”435. Según el sentido de personeidad, el hombre es persona por el mero hecho de ser realidad humana, de tener inteligencia. Personeidad y personalidad no son dos estratos del hombre sino momentos de una única realidad que es la concreta persona humana. Por ello, desde el punto de vista de su forma de realidad el hombre es persona, es animal personal. Desde el punto de vista de su modo de implantación en la realidad, el hombre no forma parte de la realidad sino que está implantado en ella siendo “suyo” frente a toda otra realidad, es decir, frente a todo lo demás y frente a todos los demás. El hombre es un modo de realidad “ab-soluto”, por cuanto es suyo frente a toda otra realidad posible pero, al mismo tiempo, es un “absoluto-relativo” en la medida en que su modo de estar en la realidad es un carácter cobrado. Un modo en que cada acto humano se va definiendo, de manera precisa y concreta, como realidad que es relativamente absoluta, en una inquietud permanente que consiste en no saber bien el modo concreto de serlo. La importancia y trascendencia de cada acto humano radica justamente en que la cosa aprehendida como tal nos obliga a determinar frente a ella una manera concreta y específica de ser absolutos436. 433 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 372-373. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 372-373. 435 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 49-50. 436 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 51-52. 434 124 “El hombre es una realidad personal, es una realidad formalmente ‘suya’, es una realidad cuyo carácter formal es suidad. Es una realidad relativamente absoluta frente a todo lo demás, y frente a todos los demás. Y lo es, repito, formalmente”437. 2.2. El hombre: realidad personal religada En “El problema teologal del hombre”438 Zubiri afirma que el hombre sólo puede realizarse apoderado por el poder de lo real, hecho que, en definitiva es lo que denomina como religación en cuanto dimensión constitutiva del ser persona humana. El hombre en cuanto suidad, que es realidad relativamente absoluta, se va haciendo en la vida a través de la posesión de sí mismo como realidad que se va realizando o viviendo, en la misma medida en que va tomando posesión de la realidad que es. Se es hombre haciéndose en las acciones que ejecuta como agente, actor y autor. Acciones a través de las cuales está “con” las cosas reales pero, con ellas, donde está es “en” la realidad, pues sólo en ella es como se hace realidad personal 439 y, por tanto, realidad relativamente absoluta. Conviene recordar aquí que para Zubiri “las” cosas reales no son “la” realidad sino “vectores intrínsecos” del poder de esta, por el sólo hecho de ser reales. El hombre sólo puede realizarse con y por las cosas pero en una forma de realidad que no es impuesta por las cosas sino que depende de su opción. Las cosas abren posibilidades al hombre que es quien debe optar, es decir, adoptar una forma de realidad, entre las posibilidades propuestas. Desde este punto de vista, la realidad es el fundamento “último”, “posibilitante” e “impelente” de la realidad personal que es el hombre. Tal fundamento constituye una extraordinaria paradoja, en la medida en que por un lado es lo más otro que la persona, pues la fundamenta, y por el otro, es lo más propio de ella pues la hace ser su realidad, es decir, su yo, siendo real distinto de la realidad. “La unidad intrínseca y formal entre estos tres caracteres de ultimidad (en), posibilitación (desde), y impelencia (por) es lo que yo llamo la fundamentalidad de lo real. La realidad tiene este carácter fundamental, donde fundamental no quiere decir solamente que sea más importante que otros, sino que es fundante. Es decir, la realidad funda mi ser personal según estos tres caracteres que posee como ultimidad, como posibilitación y como impelencia”440. Una fundamentalidad de la realidad que, respecto de la realidad personal, es determinación física que da cuenta de la situación en que la persona se encuentra, en cuanto está estando en la realidad de tal manera que es esta realidad lo que en cierto modo le determina a estar “frente a” ella. Se trata, por tanto, de una determinación física que es dominación, es decir, ejercicio de dominio como carácter real y físico del dominante. Así es como la realidad que nos hace ser realidades personales es dominante en cuanto ejerce dominio sobre nuestro relativo absoluto. La realidad es “más” que las cosas reales pero lo es siempre “en” las cosas reales. Este ser “más”, “en” las cosas reales, es el dominar como poder en el sentido de tener poder. Razón por la cual, se entiende que para Zubiri el 437 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 75. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 373-374. 439 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 75-112. 440 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 83-84. 438 125 momento de realidad domine sobre la talidad y tenga poder441 sobre ella siendo “más”, pero como aspecto de la respectividad constitutiva de la realidad en cuanto tal442. “La realidad como realidad es lo que funda, es el fundamento de mi realidad personal. Lo cual significa que la realidad como fundante de mi realidad personal ejerce sobre mí un poder. La realidad es el poder de lo real. Y esto no es idéntico a causalidad. (…) Causalidad, en efecto, es la funcionalidad de lo real como real. Poder es la dominancia de lo real como real”443. Sintetizando se puede afirmar que la fundamentalidad de lo real constituye el poder de lo real444, es decir, la dominancia de lo real en tanto que real. Una dominancia sobre la realidad personal del hombre por apoderamiento y no, como se ha pensado tradicionalmente, por causalidad445. Un apoderamiento que es para Zubiri la “religación”. “La religación, por tanto, no es una función entre mil otras de la vida humana sino que es la raíz de que cada cual llegue a ser física y realmente no sólo un Yo sino mi Yo. La religación no es obligación, porque por el contrario, la obligación presupone la religación. Estamos obligados a algo porque previamente estamos religados al poder que nos hace ser. Para estar obligados tenemos que ser ya realidad personal, y sólo somos realidad personal por estar religados. (…) En la obligación, pues, ‘vamos a’ algo; en la religación por el contrario ‘venimos de’. Por tanto, en tanto ‘vamos’ en cuanto ‘hemos venido’. En la religación, más que la obligación de hacer, hay el doblegarse del reconocer a lo que hace que haya”446. “Soy realidad personal gracias a este apoderamiento, de suerte que este poder de lo real es una especie de apoyo a tergo no para poder actuar viviendo, sino para ser real. El hombre no sólo no es nada sin cosas sino que necesita que le hagan hacerse a sí mismo. No le basta con poder y tener que hacerse, sino que necesita el impulso para estar haciéndose. Y este impulso es intrínseca y formal versión al poder de lo real”447. La religación es precisamente “la” realidad apoderándose de “esta” realidad personal que es el hombre. Es la dominancia de apoderamiento de un poder de lo real que es actualizado en la intelección sentiente y no un mero vínculo material. La religación actualiza en la mente del hombre el perfil del poder de lo real que se ha apoderado de él primariamente como algo físico-experiencial, que es manifestativo del poder de lo real y de 441 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 195-200. Sobre este punto fundamental es recomendable X. Zubiri, “Respectividad de lo real”, 13-43. 443 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 88. 444 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 84 -91. Aquí Zubiri introduce un apéndice sobre el poder de lo real, en el que distingue el poder en la línea de las cosas reales como “poderosidades” reales, en que unas cosas dominan sobre otras, del poder de lo real en cuanto real, que corresponde al momento de realidad en cuanto real; X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 195-200. 445 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 84-88. 446 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 93-94. 447 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 92. 442 126 su fundamentalidad enigmática. Un enigma que da cuenta de la falta de claridad respecto de la diferencia-unidad entre la realidad de la cosa y “la” realidad. En este sentido, el hacerse persona religadamente no es otra cosa que la experiencia manifestativa de un poder enigmático. Lo real del poder está actualizado como algo enigmático, que en cuanto fundamento de la realidad personal del hombre, determina que su hacerse persona en sus acciones sea algo problemático. Este problematismo se muestra como inquietud, como voz de la conciencia y como volición de verdad real448, que obliga al hombre a ir buscando. Hacerse persona es en definitiva “búsqueda”, una búsqueda del fundamento del relativo ser absoluto que el hombre es, una búsqueda problemática en la medida en que lo buscado es en sí mismo enigmático. “El hombre sólo puede realizarse apoderado por el poder de lo real. Y a este apoderamiento es a lo que he llamado religación. El hombre se realiza como persona gracias a su religación al poder de lo real. La religación es una dimensión constitutiva de la persona humana. La religación no es una teoría, sino un hecho inconcuso. En cuanto persona, pues, el hombre está constitutivamente enfrentado con el poder de lo real, esto es, con la ultimidad de lo real”449. Por tanto, la religación es un momento de fundamentalidad porque lo que se busca y a lo que se está religado no es a “una realidad”, entendida como una más entre otras, sino “una realidad fundamento”450, la única capaz de dar solución al enigma de “la” realidad y de la “propia” realidad personal que es el hombre. Zubiri entiende que el problematismo de la realidad - fundamento no debe ser entendido como algo que lleva al problema de Dios sino formalmente como el problema de Dios mismo. En este sentido, la religación manifiesta experiencial y enigmáticamente a Dios como problema intrínseco y estructural del hombre. Y lo hace porque Dios pertenece formal y constitutivamente a la propia realidad personal, la que tiene que hacerse inexorablemente su propia realidad, su figura de ser absoluto “con” las cosas pero estando siempre “en” la realidad. Dios es una dimensión que pertenece, intrínseca y formalmente, a la persona religada al poder de lo real, Dios es el poder de lo real que acontece en su vida como experiencia de “la” realidad en cuanto “manifestada”, “fiel” y “efectiva”. En la medida en que Zubiri comprende que el problema de Dios concierne precisamente a la realidad misma de este mundo y a la realidad personal del propio hombre, es entendible que afirme que no se trata ni de algo arbitrario ni de un problema del más allá. “‘La’ realidad está en ‘esta’ realidad pero enigmáticamente. Y este enigma nos es manifiesto en la experiencia misma de la religación. ‘La’ realidad no es ‘esta’ cosa real, pero no es nada fuera de ella. Realidad es un ‘más’ pero no es ‘más’ por encima de la cosa, sino un ‘más’ en ella misma. Por esto, es por lo que al estar con ‘esta’ realidad, donde estoy es en ‘la’ realidad. Por esto mismo es por lo que ‘esta’ cosa real puede imponerme que adopte una forma en ‘la’ realidad. No se trata de una cuestión de conceptos sino de un carácter físico del poder de lo real. 448 Verdad que tiene los momentos de obtención, fidelidad y efectividad X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 373-374. 450 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 375. Zubiri indica que la no identificación entre las cosas reales y el poder de lo real manifiesta una estructura interna que es lo que denomina fundamento. 449 127 He aquí la religación, esto es, el estar apoderado por el poder de lo real. No es algo meramente intencional, sino que estamos físicamente lanzados ‘hacia’ ‘la’ realidad por el poder mismo de lo real. Y lo estamos, constituyendo física y realmente la realidad personal, el relativo absoluto en que cada persona consiste. Estamos lanzados físicamente a algo indeciblemente enigmático. Por la religación estamos físicamente lanzados hacia la realidad que se ha apoderado de nosotros no de un modo ciego, sino por el contrario de un modo ostensivo y experiencial. Como el poder de lo real es enigmático, este enigma imprime su carácter a la realización de nuestra realidad personal: es el problematismo de la fundamentalidad. Nos hacemos problemáticamente porque estamos fundados en un enigma, el enigma del poder de lo real”451. El hombre se ve siempre lanzado “en” la realidad y “por” la realidad “hacia su fundamento”, en un “hacia” que es modo de presencia de la propia realidad, es “realidad en hacia” y no “realidad ante mí”. Se trata, efectivamente, de un lanzamiento que es marcha y movimiento real que debe ser esclarecida por la intelección para que sea una marcha real intelectiva452. 3. La religación: vía de acceso a Dios453 En orden al objetivo de este trabajo me limitaré a indicar la estructura de la vía de la religación sin entrar en una exposición pormenorizada de la misma454. Zubiri afirma que el hombre en su fundamental apertura a la realidad se experimenta como un ser religado al poder de lo real: como fundamento último de su ser personal, como inagotable fuente de posibilidades para su propia realización y como instancia que le impone la obligación y le impele a realizarse como persona, tal como acabamos de verlo en el punto anterior. Este poder de lo real, último, posibilitante e impelente, al que el hombre está religado, se constituye en la misma vía que nos puede conducir a Dios. En este contexto, resulta coherente la afirmación zubiriana de que la religación, que es vía de acceso del hombre a Dios, es la actualización del poder de lo real intrínsecamente presente en todo acto personal por cuanto es la experiencia de ser hombre libre “en” la realidad, como manera finita y concreta de ser Dios455. Esta experiencia de libertad en la realidad es 451 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 98-99. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 375-376. 453 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 127-134. 454 Para una comprensión general del tema de la religación ver X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 417454; El hombre y Dios, 15-112; X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 29-60; D. GRACIA, Voluntad y verdad, 211-236; D. GRACIA, “Religación y religión en Zubiri”, en M. FRAIJÓ (ed.) Filosofía de la religión. Estudios y Textos (Tecnos, Madrid 1994), 491-512; D. GRACIA, “Zubiri y la experiencia Teologal. La difícil tarea de pensar a Dios y la religión a la altura del siglo XX”, 249-263; I. ELLACURÍA “La religación, actitud radical del hombre”, en Escritos teológicos, Vol. I, 39-106; A. PINTOR-RAMOS, “Religación y ‘prueba’ de Dios en Zubiri”, en Razón y Fe, 218 (1988), 319-336; A. TORRES, El problema, 201-232; Filosofía, 49-84; S. YÁÑEZ, “Vida y religación”, en Teología y Vida, 46 (2005), 570-581; J. SÁEZ. “La marcha hacia Dios en X. Zubiri: la vía de la religación”, 55-119; C. ANIZ, “Punto de partida en el acceso a Dios. Vía de la religación, de Zubiri”, en Estudios Filosóficos, 35 (1986), 237-268. 455 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 53. 452 128 justamente la experiencia de Dios456, pues solamente un ser que es libre “en” la realidad y en “su” realidad es capaz de asumir la difícil y maravillosa tarea de hacerse persona457. La riqueza de esta vía se entiende mejor en el trasfondo de la crítica de Zubiri a las llamadas pruebas de la existencia de Dios. No obstante esto, es preciso reconocer que su aporte es siempre más rico al desarrollar sus propios planteamientos que al criticar el de los demás. Esto debido fundamentalmente a las generalizaciones en que incurre respecto de los planteamientos criticados, a su particular comprensión de la propuesta de los autores con quienes polemiza y a su interés por desplegar lo que realmente le interesa458. En el desarrollo de su crítica, Zubiri distingue dos tipos de pruebas: las de la filosofía clásica, de tipo cosmológico, cuya expresión más significativa se encuentra en las cinco vías de Santo Tomás de Aquino y las dos partes de Duns Escoto459, y la vía antropológica que esta presente desde San Agustín y que alcanza su mayor expresión en la filosofía moderna de Kant y Schleiermacher460. Lo fundamental del planteamiento zubiriano es que ambas vías son insuficientes tanto en su punto de partida como de llegada y, por tanto, cuestionadas a la luz de su comprensión y propuesta sobre la religación. Zubiri sostendrá la radical insuficiencia del punto de partida de estas vías, distinto en cada caso, porque no partirían de hechos o datos inconcusos. En un breve análisis de cada una de las cinco vías cosmológicas indica que su punto de partida no es ni firme ni suficiente, porque es sólo una interpretación de la experiencia que en sí misma es incapaz de darnos lo contingente. A lo que debe sumarse el que la idea de grado es sólo una teoría y no un hecho incuestionable. Y al referirse a la vía antropológica indica tres grandes limitaciones respecto de su punto de partida, subrayando que este es radicalmente parcial en la medida en que absolutiza una dimensión del hombre, lo que ya es discutible, que está atravesada por un dualismo esencial y que, por tanto, considera al hombre de un modo radicalmente limitado contraponiéndolo a las cosas naturales461. Es importante comprender que el rechazo de Zubiri a las llamadas pruebas de la existencia de Dios apunta, por oposición a la idea que tiene de la religación como un “hecho” incuestionable. Entendiendo que Zubiri conoce la hermenéutica, aunque ésta no es su sensibilidad filosófica más fuerte, conviene preguntarse por los motivos de una afirmación tan tajante y aplicada exclusivamente a la religación462. Es muy probable que la explicación de esta afirmación se encuentre en el decisivo impacto que tiene en él la fenomenología y su comprensión de la labor filosófica como explicitación ulterior descriptiva463 de lo que se nos da previamente. Un aspecto que en Inteligencia sentiente es tematizado como el modo de “presencia” que tienen las cosas únicamente en la aprehensión 456 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 330. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 344. 458 Cf. X. ZUBIRI, Cinco lecciones de filosofía. Texto escrito en 1963 en que analizando lo que cinco filósofos entienden por filosofía nos entrega su comprensión personal de cada uno. 459 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 118-123. 460 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 123-127. 461 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 119-121, 124-126. 462 Pregunta que se hace C. ANIZ, “Punto de partida en el acceso a Dios. Vía de la religación, de Zubiri”, 243, 267-268. 463 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 50. El autor sostiene, refiriéndose a Husserl y al horizonte fenomenológico inaugurado por su intuición, que: “Antes de preguntarnos por cómo son las cosas convendría analizar el modo como nos están dadas; antes de lanzarnos a explicar las cosas parecería razonable describir el modo como nos están presentes”. Puede verse una buena síntesis en las páginas 34-51 del mismo libro. 457 129 primordial y en el logos464. Desde esta perspectiva, la religación es entendida como un hecho, al menos en su punto de partida, al que posteriormente corresponde una interpretación. Respecto del punto de llegada de las vías, Zubiri es igualmente tajante al afirmar que ninguna conduce realmente a Dios. La primera sólo puede llegar al primer motor inmóvil, a la primera causa eficiente, al primer ente necesario, a un ente en la plenitud de la entidad y a una inteligencia suprema, en el caso de Tomás; y a un primum effectivum, finitivum y perfectivum, en el caso de Escoto, pero en ningún caso conducen formalmente a Dios465. “Pero lo que todos entendemos por Dios, cuando lo buscamos, no es una esencia metafísica, sino algo más sencillo: es una realidad última, fuente de todas las posibilidades que el hombre tiene, y de quien recibe, suplicándole, ayuda y fuerza para ser”466. Respecto de la segunda vía, la antropológica, que se apoya en la contraposición establecida entre hombre y cosmos, que termina por segregar al hombre del mundo real, indica que sólo puede llegar a un Dios también segregado del mundo, y, por tanto, tampoco conduce a Dios. En esta crítica queda de manifiesto que Zubiri está utilizando su propia teoría, la vía de la religación, como el criterio final de análisis para establecer el punto de llegada. “Ahora bien, el Dios a que todos nos referimos no es sólo posibilitante y impelente (sea de un modo intelectual, volente o sentimental), sino que es también formalmente y a una la ultimidad de lo real, de esta realidad que es cosmos y con el que todos hacemos nuestro ser de lo sustantivo. Si la vía cósmica no llega a un Dios posibilitante y impelente, esta vía antropológica no llega a un Dios como ultimidad de lo real. En ambos casos, el punto de llegada no es Dios en tanto que Dios”467. Por eso ambas vías son insuficientes tanto en su punto de partida como de llegada. Ninguna de las dos posibilita realmente que el hombre acceda a Dios. Con esta crítica demoledora se abre la puerta para la formulación de una vía alternativa y de un camino distinto a los que históricamente se han recorrido para mostrar el acceso del hombre a Dios. 464 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 180-186; D. GRACIA, Voluntad de verdad, 205. El autor sostiene que “Ni las ondas electromagnéticas ni los fotones son ‘hechos puros’ (...). El ‘hecho puro’ es mi aprehensión de la luz. Este hecho es primario a toda actividad racional y científica; y si no pudiera ser afirmado en su pura facticidad, ni la razón ni la ciencia serían posibles”. De ese modo queda delimitado el ámbito estricto de la facticidad. No hay auténticos hechos ‘allende’ la aprehensión, sino sólo ‘en’ la aprehensión; es decir, sólo hay hechos a nivel de aprehensión primordial y de logos, nunca de razón. Esto es importante tenerlo en cuenta, porque cuando Zubiri dice una y otra vez que quiere atenerse a los hechos, lo que está afirmando es que los conceptos que establece surgen del ‘mero análisis’ desde el logos de lo dado en la aprehensión primordial de realidad”. 465 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 121-122. 466 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 123. 467 X.ZUBIRI, El hombre y Dios, 127. Respecto de los modos intelectual, volente y sentimental ver pags. 124127. En estas páginas Zubiri afirma que la vía antropológica parte de aspectos parciales del hombre absolutizándolos, e indica que Agustín absolutiza la inteligencia, Kant la voluntad y Schleiermacher el sentimiento. 130 Si su gran cuestionamiento a las pruebas de la existencia de Dios consistía en la afirmación de que no partían de un hecho indiscutible sino de interpretaciones parciales, no es extraño que al plantear la religación insista reiteradamente que estamos en presencia de un verdadero “hecho” inconcuso. Pero no de un hecho de cualquier tipo, sino de uno que es “hecho total” por cuanto concierne a la realidad del hombre, a su ser personal íntegro y no tan sólo a una de sus dimensiones. “La religación no es mera vinculación ni es un sentimiento de dependencia sino la versión constitutiva y formal al poder de lo real como fundamento de mi vida personal. a) Por esto la religación es ante todo un hecho, el hecho mismo en que consiste mi vivir. b) No sólo esto, sino que la religación es algo que afecta precisa y formalmente al todo de mi realidad humana, desde mis más modestos caracteres físicos hasta los más elevados rasgos ‘espirituales’. Lo que está religado al poder de lo real no es uno o otro aspecto de mi realidad, sino mi propia realidad personal en todas sus dimensiones, puesto que según todas ellas es como construyo mi Yo. La religación es pues un hecho, pero además un hecho total, integral, porque es un hecho que concierne a mi realidad y ser personal”468. Un “hecho total” que a pesar de su carácter eminentemente personal no es vía cosmológica ni antropológica, sino ambas a la vez, por ser anterior a la dicotomía excluyente entre lo cósmico y lo antropológico. En cuanto hecho básico y radical se apoya en el poder de lo real, es decir, en la realidad que es común y fundamento de ambos aspectos a la vez. Insistiendo en lo personal de este hecho total Zubiri logra incluir en él lo cosmológico que, en cuanto articulado por la respectividad, indica que la religación no es una simple relación entre el hombre y las cosas, sino la estructura respectiva misma en que acontece el poder de lo real469. “De ahí que la religación no es algo humano como contradistinto de lo cósmico, sino que es el acontecer mismo de toda la realidad en el hombre y del hombre en la realidad. La religación es a una y radicalmente algo humano y cósmico”470. Prestando atención al punto de partida de la religación es claro que se anticipa, de algún modo, su punto de llegada, porque en la experienciación de la religación, que es punto de partida, ya se va dibujando el perfil de lo que se busca471. Un perfil que posee los 468 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 128. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 142. Aquí el autor indica implícitamente que la respectividad supone un momento de justificación cuando afirma que: “(...) no hay una contracción de ‘la’ realidad a esta cosa real, sino que por el contrario hay una como ‘expansión’ del carácter real de cada cosa sobre lo que ella concretamente es”. 470 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 129. 471 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 130-133. Incluso llegará a decir, en la página 133, que se llega a una idea de Dios perfectamente determinada. 469 131 rasgos esenciales de ser fundamento del poder de lo real472 y fundamento de la realidad suprema473 que es absolutamente absoluta, indicando con esto el punto de llegada de la religación que no sería sólo Dios, sino Dios en tanto que Dios474. Entre este punto de partida, y su precontenido punto de llegada, surge la necesaria exigencia de la justificación intelectual, que es obligada por el constitutivo carácter enigmático de la discusión, respecto de la existencia de una realidad que sea absolutamente absoluta475. La vía de la religación, igual que los planteamientos anteriores, está obligada a justificar intelectualmente la realidad de Dios, tarea realizada por Zubiri insistiendo en el carácter físico y real de dicho proceso, pero fundamentalmente siendo coherente con lo que ha sido su planteamiento gnoseológico, presente en Inteligencia sentiente, y con las características de la religación. “Justificar la realidad de Dios no es montar razonamientos especulativos sobre razonamientos especulativos, sino que es la explanación intelectiva de la marcha efectiva de la religación”476. Proceso que argumenta en cuatro pasos fundamentales, con sus correspondientes subdivisiones477, y que nos plantea el propio autor en una síntesis muy bien lograda: “Recogiendo los pasos anteriores, diremos entonces en forma sencilla: la vida personal del hombre consiste en poseerse haciendo religadamente su Yo, su ser, que es un ser absoluto cobrado, por tanto, relativamente absoluto (primer paso). Este ser absoluto es cobrado por la determinación física del poder de lo real como algo último, posibilitante y impelente (segundo paso). Como momento de las cosas y determinante del Yo, el poder de lo real es ‘más’ que la realidad y, por tanto, que el poder de cada cosa real concreta (tercer paso). Pero el poder de lo real se funda esencialmente en la índole misma de la realidad. Luego este poder está fundado en una realidad absolutamente absoluta, distinta de las cosas reales, pero en las cuales, por serlo, está formalmente constituyéndolas como reales. Esta realidad es, pues, Dios (cuarto paso)”478. De la correcta interpretación del cuarto paso depende la comprensión de la vía de la religación. Pero su preparación fundamental e inmediata se encuentra en el “más”, del tercer paso, que afirma que cada cosa aparece siendo ella misma y, al mismo tiempo, más que ella misma. Es idéntica a sí misma pero sobrepasándose a la vez, por lo que en cada cosa, por modesta que sea, el hombre se está determinando ante la realidad como 472 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 130-131. Acentuando las consecuencias personales de la vía de la religación, a través de la tríada: último, posibilitante e impelente, para atacar el planteamiento abstracto de Dios al que se dirigen las vías ya criticadas. 473 No del ente supremo. 474 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 132. 475 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 133. 476 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 134. 477 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 135-150. 478 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 149; Cf. 137, 140, 144 y 149. Páginas en las que ha ido diciendo lo que sintetiza en el párrafo citado. 132 realidad479. Y es precisamente sobre este “más” que se apoya la inteligencia para llegar a Dios como realidad independiente y absolutamente absoluta. “La realidad en que se funda este poder no son las cosas reales concretas. En otros términos: todas las cosas son reales, pero ninguna es ‘la’ realidad. Pero ‘la’ realidad es real porque me determina físicamente haciéndome ser relativamente absoluto. Luego existe otra realidad en que se funda ‘la’ realidad. Y esta realidad no es una cosa concreta más, porque no es ‘una’ realidad sino el fundamento de ‘la’ realidad. Y como fundamento de un poder determinante de mi ser relativamente absoluto, será una realidad absolutamente absoluta. Es justo la realidad de Dios. Sólo porque esta realidad existe puede haber un poder de lo real que me determina en mi relativo ser absoluto”480. La fortaleza de la vía propuesta por Zubiri consiste justamente en ofrecer una nueva perspectiva al trascendental y difícil camino que puede llevar intelectivamente a Dios. Y en hacerlo siendo coherente, desde el comienzo hasta el fin, con la percepción de la realidad como fondo absoluto e irrenunciable que emerge en la religación. En su intento el filósofo es consciente de que en último término el valor de su prueba pende de la inteligencia misma481. Y por eso ha dedicado grandes esfuerzos y trabajosos años de su vida a enriquecerla con nuevos matices, desconfiando de la pura teorización e introduciéndose en el momento mismo de la realidad que nos lanza hacia el fundamento. Un camino que se expresa como la vía de la religación482 que: partiendo de la religación personal483 se dirige al poder de lo real484 para constituirse en la vía de la realidad485. En este contexto es preciso entender las palabras finales de Zubiri sobre el valor de su prueba: “Por ello esta ‘prueba’ no es una demostración matemática. Tiene siempre la resonancia de la marcha de la vida personal. Y por tanto sólo resulta completa en el desarrollo entero del libro. El libro entero es lo que da a esta prueba el carácter probatorio de una experienciación física”486. Palabras que se deben ampliar a toda la trilogía teologal ya que sólo en su conjunto la vía de la religación adquiere su plenitud y su fuerza probatoria. Obviamente esta propuesta no tiene pretensiones de irrefutabilidad, ya que el propio Zubiri es consciente del carácter limitado de todo esfuerzo humano en el tema y del carácter de interpretación que tiene todo intento, incluido el propio. No obstante esto, y asumiendo la posibilidad del error 479 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 140-144. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 148. 481 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 268. 482 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 128. 483 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 129. Al respecto cabe señalar que para Zubiri la persona es estructuralmente individual, social e histórica. No es posible separar estos aspectos en su planteamiento. Ello impide una comprensión de la religación como una experiencia sólo individual. Es una experiencia de la persona en cuanto es individuo, social e histórico. Sobre este tema ver X. ZUBIRI, Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica. 484 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 132. 485 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 151. 486 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 150. 480 133 en su planteamiento, Zubiri sostendrá razonablemente su convicción respecto de la prueba dada. 4. Conocimiento experiencial de Dios: el hombre, experiencia de Dios487 Para Zubiri, como lo acabamos de ver, el acceso del hombre a Dios parte de un verdadero hecho, a su juicio inconcuso, “experienciado” estructural y constitutivamente por el hombre como religación al poder de lo real. Este punto de partida, resalta el tema de la “experiencia” como un elemento central al que es preciso atender con mayor detalle. La centralidad y valoración que adquiere la experiencia en la tercera parte del primer volumen de su trilogía teologal, titulada: “El hombre, experiencia de Dios” 488, cuyo texto base data del año 1973, resulta extraña si se le compara con los primeros planteamientos zubirianos sobre el tema en que existe una nula valoración de la experiencia como vía de acceso a Dios. Efectivamente, en “En torno al problema de Dios”, del año 1935, Zubiri manifiesta explícitamente el rechazo de este término para plantearse el problema de Dios. E indica que en realidad respecto de Dios no sólo no hay experiencia sino que tampoco su conocimiento es fruto de una reflexión que se fundamente en una experiencia religiosa 489. Con ello niega la posibilidad de la experiencia para referirse a Dios pero, al mismo tiempo, insinúa un “algo más” que posteriormente se manifestará como experiencia de Dios en la trilogía teologal. El reconocimiento de esta negación inicial del valor de la experiencia de Dios, exige un esfuerzo de contextualización de la afirmación zubiriana de 1935 que arroja pistas importantes sobre la misma. Esto permite reconocer que se trata de un primer texto publicado en una España marcada por una ortodoxia católica oficial, que desconfía de la palabra experiencia por considerarla un principio fundamental del modernismo. Esta situación, entendida a la luz de la particular biografía de Zubiri y de sus graves problemas con la Iglesia oficial española, explican en parte su cuidado y reticencia inicial ante este concepto y su significación. De ello dan cuenta las matizaciones del mismo rechazo inicial en las publicaciones posteriores al texto de 1935490. 487 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 267-268. Sobre el tema de la experiencia y su relación con la gracia ver El hombre y Dios, 319-334. Sobre la experiencia como probación física de la realidad ver X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 222-257. Una buena síntesis de su planteamiento se encuentra en X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 377-379. 488 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 305-365. 489 Cf. X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 228; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios. 435-436. En el apartado III, refiriéndose al hombre en cuanto está viniendo y siendo en Dios, afirma: “No se trata tampoco de una experiencia de Dios. En realidad no hay experiencia de Dios por razones más hondas, por aquella por las que tampoco puede hablarse propiamente de una experiencia de la realidad. Hay experiencia de las cosas reales; pero la realidad misma no es objeto de una o de muchas experiencias. Es algo más: la realidad, en cierto modo, se es; se es, en la medida en que ser es estar abierto a las cosas. Tampoco hay propiamente experiencia de Dios, como si fuera una cosa, un hecho o algo semejante. Es algo más. La existencia humana es una existencia religada y fundamentada. La posesión de la existencia no es experiencia en ningún sentido, y, por tanto, tampoco lo es Dios. (…); pero esto no quiere decir ni que el modo primario de patentizar a Dios sea un acto de conocimiento o de cualquier otra facultad, ni tampoco que el conocimiento sea una postrera reflexión sobre una quimérica experiencia religiosa”. Los subrayados son míos. 490 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 411-412. Corresponde a “Introducción al problema de Dios”, un texto de 1963, en que existe una clara matización respecto del tema de la experiencia: “El descubrimiento 134 Ante esta situación, surge la pregunta por la viabilidad de hablar de experiencia para referirse a la religación zubiriana. Tema que exige prestar atención tanto a la polisemia del término como al significado con que es utilizado para referirse puntualmente a la religación. 4.1. La experiencia en Zubiri491 La expresión “experiencia teologal” sintetiza todo cuanto llevamos dicho hasta el momento respecto de la vía de la religación zubiriana, pero corre el riesgo de ser erróneamente comprendida si no se atiende adecuadamente a las distintas significaciones con que el concepto aparece y es utilizado en su obra, prestando exclusivamente atención al sentido que recibe en Inteligencia sentiente. De esta opción de lectura da cuenta Diego Gracia al afirmar que: “El pensamiento de Zubiri es claro y directo, de modo que no permite excesivas interpretaciones. Y sin embargo, las cosas distan de estar claras. Léase, por ejemplo, el siguiente párrafo: En la ‘religación al poder de lo real el hombre tiene experiencia de lo que es el poder de lo real, y por consiguiente una experiencia de lo que es la realidad misma como poder. La religación tiene, pues, carácter experiencial’ (HD 95). ¿Qué quiere decir esto? Como sabemos, la experiencia no es un momento de la aprehensión, ni primordial ni dual, sino del método de la razón. Parece, pues, que el sentido del párrafo no puede ser otro que el de afirmar que la religación no está dada en la aprehensión sino que es un hallazgo de la razón. ¿Cómo cohonestar dos afirmaciones tan contradictorias? ¿Está o no dada la religación en la aprehensión primordial de realidad? Por más que Zubiri no se enfrente directamente con esta antinomia, la respuesta es clara: la religación está primaria y formalmente dada en la aprehensión; ahora bien, por ello mismo lanza al hombre desde la aprehensión allende ella, planteándole en toda su crudeza el ‘problema’ de Dios. La religación ‘da que pensar’, y obliga al hombre a poner en marcha el ‘método racional’. Éste, como también sabemos, parte de un ‘sistema de referencia’, que es siempre la cosa en tanto que actualizada en la aprehensión, y que en el tema de Dios es precisamente la religación. A partir de ese sistema de referencia, se construye un ‘esbozo’ de lo que podría ser la cosa -en este caso Diosen la realidad. Y luego se retorna a la realidad, para verificar si en ella aprueba o reprueba el esbozo: es el tercer momento del método racional, la ‘experiencia’, entendida como probación física de realidad. En el caso concreto de Dios, el sistema de referencia es la religación, y el esbozo la postulación de Dios como realidad absolutamente absoluta. El tercer paso, la experiencia del esbozo, es la experiencia del hecho de la religación desde Dios, y de Dios desde la religación. Naturalmente, de la deidad no es el resultado de una experiencia determinada del hombre, sea histórica, social o psicológica, sino que es el principio mismo de toda esa posible experiencia”. 491 Cf. J. L. CABRIA, Relación Teología-Filosofía en el pensamiento de Xavier Zubiri, 433-436, 458-464; A. TORRES, El problema de Dios en la modernidad, 201-232; A. TORRES Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 368-370, 206-210; F. LLENIN, La realidad divina. El problema de Dios en Xavier Zubiri (Publicaciones Studium Ovetense, Oviedo 1990), 133-137; J. SÁEZ, La accesibilidad de Dios: su mundanidad y transcendencia en X. Zubiri (Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 1995), 219-224, 262- 265. 135 a este momento de experiencia se le puede denominar, como Zubiri hace en el párrafo citado, experiencia de la religación; pero sin que ello pueda significar que la religación consiste en experiencia. La religación es anterior a toda experiencia”492. Desde la perspectiva de la experiencia como parte del método de la razón, la conclusión a la que llega Gracia parece clara y contundente. La religación no sería experiencia sino algo previo que debe ser probado por la experiencia como parte del método de la razón. Pero conviene advertir que es el propio Gracia, en el párrafo que continúa a esta cita, quien advierte de la dificultad de esta lectura y de las necesarias matizaciones, ajenas al material de El hombre y Dios, que exige un esfuerzo de armonización de este tipo. Ante esta legítima e interesante opción hermenéutica493, es preciso indicar que atendiendo a la pluralidad de significaciones del término “experiencia” que se reconocen en la obra teologal zubiriana, y que dependen en último término del contexto temático en que se utilizan, no parece necesario postular una especie de protoexperiencia, como parece indicar Gracia, para releer el planteamiento del autor en El hombre y Dios desde Inteligencia sentiente. Más bien, creo que atendiendo a la polisemia del término es posible hablar de la religación como “experienciación” en el sentido de una experiencia originaria, preconceptual y prerracional, de carácter eminentemente metafísico, que lejos de excluir las restantes significaciones las incluye y ordena adecuadamente. En este mismo sentido se pronuncia A. Torres 494 y el propio D. Gracia, en un texto de reciente publicación, al sostener que la religación pertenece a la experiencia primigenia de todo ser humano495. Hegemonizar una sola significación de la experiencia llevaría a una pérdida y empobrecimiento de la vitalidad de los diversos planteamientos zubirianos y obliga a un esfuerzo de armonización, que va más allá del sentido de los mismos textos del autor, dificultad que el propio Gracia reconoce. En los escritos zubirianos, el término experiencia posee una pluralidad de sentidos o significaciones que se manifiesta en la orientación que el propio filósofo le da a su reflexión. No atender a esta riqueza implica correr el riesgo de empobrecer el pensamiento del autor sobre un aspecto tan importante de su filosofía. Una breve mirada a algunos de sus textos nos permite distinguir al menos cuatro significaciones: En algunos pasajes aparece como el tercer momento del “método racional” por el que se prueba y verifica el esbozo postulado. Según esto, hablar de experiencia teologal o experiencia de Dios indica que la prueba de la realidad divina se lleva a cabo en el hombre, a través del método racional496. Esta es la perspectiva de D. Gracia según su planteamiento en Voluntad de verdad. En otros momentos se da otro sentido del término con el significado de “tentativa o ensayo” usado en alguna ocasión en Inteligencia sentiente497 y aplicado a Dios con el significado de tanteo. Entonces la experiencia teologal significaría probar por tanteo 492 D. GRACIA, Voluntad de verdad, 216. En la página 217 el autor reconoce y alerta sobre las matizaciones que una lectura como esta, desde su trilogía sobre la inteligencia, introduce en la comprensión de HD. 493 Cf. D. GRACIA, Voluntad de verdad, 17-18, 229-234; J. MILLÁS, La realidad de Dios, su justificación y sentido en Xavier Zubiri y Javier Monserrat (Pontificia Universita Gregoriana, Madrid 2004), 60-66. 494 Cf. A. TORRES, El problema de Dios en la modernidad, 201-232. 495 Cf. D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, 89. 496 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 222-257. 497 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 119-120. 136 el fundamento del poder de lo real hasta llegar a Dios que quedaría “experienciado” como fundamento, es decir, se alcanzaría una experiencia fundamental498. Como el fundamento es Dios, se obtendría una experiencia de Dios por tanteo. El concepto experiencia tiene, además, otro sentido con diverso carácter noológico. En efecto, utilizando el mismo significado de probación física de realidad, Zubiri lo emplea como “momento de la aprehensión primordial” y no de la razón. No para verificar o probar un esbozo postulado por la razón sino como constatación de un hecho dado, que además se está probando y del que se tiene experiencia. Este uso es el que aparece en muchos textos relacionados con el tema de Dios. Así, hablar de la experiencia teologal en este sentido, equivale a decir que el hombre se descubre religado a la realidad como poder que le fundamenta y esta religación prueba, o “experiencia”, la realidad como poder fundamentante. Dicho con otras palabras, la experiencia teologal es la experiencia del problema del fundamento o del problema de lo que provisionalmente y de modo nominal se llama Dios. Es una experiencia previa a todo el despliegue racional de búsqueda, por eso su estatuto noológico es diverso: se da en la aprehensión primordial y se analiza por el logos, pero no es fruto logrado por la razón inquiriente499. Pero este modo de experiencia de la religación o la religación experiencial puede entenderse todavía en otro sentido, desde una intelección unitaria y comprensiva del hombre en la que se busca entender tanto al hombre como a Dios, para adquirir un saber comprensivo que será, en este caso, un saber teologal según el cual quedamos retenidos en la realidad como realidad divina e instalados experiencialmente en ella, por conformación y comprobación. En este último sentido se trata de la experiencia teologal del hombre500. Vistas estas distinciones, no conviene perder de vista la pluralidad de significaciones del concepto. Su significado concreto y el estatuto noológico en que se inscribe cada vez que se utiliza deben ser determinados por su contexto inmediato. Sólo teniendo en cuenta este aspecto se podrá evitar, en la medida de lo posible, empobrecimientos en la interpretación del planteamiento zubiriano501 y, con ello, restringir sus ricas proyecciones502. 4.2. Experiencia de Dios La comprensión madura de Zubiri respecto del problema teologal del hombre da cuenta de una verdadera valoración de la “experiencia”, entendida como experiencia del fundamento fundamentante del hombre, como momento en que acontece la concreta intelección de Dios y presupuesto fundamental desde el que se alimenta todo posible desarrollo ulterior del mismo. Con esta afirmación alcanza, describe y valora una 498 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 369-383. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 155-157, 318-324, 326. Estos últimos son textos en los que habla de Dios como sujeto de experiencia. 500 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 347-365. 501 Cf. J. CONILL, “Hacia una antropología de la experiencia”, en Estudios filosóficos, 37 (1988), 481-493; V. TIRADO, “La experiencia religiosa según Zubiri”, en Communio, 2 (1996), 383-396; D. GRACIA, Voluntad de verdad, 229-236. 502 Cf. E. SOLARI, La raíz de lo sagrado. Contribuciones de Zubiri a la filosofía de la religión, 189-386. En que realiza una interesante y bien documentada presentación de la fenomenología de la religión desde la perspectiva noológica zubiriana. 499 137 dimensión transversal a las diferentes opciones existentes ante el problema teologal: ateísmo, teísmo y agnosis503. “Religación al poder de lo real, entrega intelectiva a Dios en la voluntad de verdad, experiencia tensiva de Dios: he aquí los tres conceptos que expresan tres momentos de un sólo fenómeno (...)”504. Cuando Zubiri habla en El hombre y Dios de experiencia, lo hace en un sentido mucho más amplio que el que utiliza en Inteligencia y Razón. Aunque en ambas obras define la experiencia como probación física de la realidad, en Inteligencia y Razón es comprendida como el último paso del método racional a partir de un esbozo o sistema de referencia básico. Mientras que en El hombre y Dios, tiene una referencia metafísica que sin excluir la experiencia racional la incluye pero rebasándola505. Se trata, por tanto, de una experiencia real, que como tal es probación física de la realidad. Una comprensión que responde adecuadamente al planteamiento contenido en su trilogía teologal en la que afirma que Dios, sin que de él se tenga propiamente un conocimiento racional, es experiencia para el hombre, y nos recuerda que la mayoría de los creyentes realizan una experiencia de Dios en sus vidas, sin necesidad de realizar el camino de una demostración o justificación racional de su existencia. Y en este sentido preconceptual, es en el que Zubiri habla tanto de una experiencia por parte de Dios como por parte del hombre. De una experiencia fundamental del hombre que es siempre, y al mismo tiempo, individual, social e histórica506, como el mismo hombre. Con esta comprensión metafísica de la experiencia, Zubiri está aludiendo al carácter primario, intuitivo y no derivado ni conceptivo del término. Es decir, está aludiendo a la realidad misma de la experiencia y no a sus interpretaciones. De esta manera, logra situar el problema de Dios en su nivel primario y responder, al mismo tiempo, al desafío heideggeriano que busca un nivel más vivencial de la relación del hombre con Dios. “La cuestión acerca de Dios se retrotrae así a una cuestión acerca del hombre. Y la posibilidad filosófica del problema de Dios consistirá en descubrir la dimensión humana dentro de la cual esa cuestión ha de plantearse, mejor dicho, está ya planteada” 507. En este mismo sentido, se debe comprender la afirmación zubiriana que ve en el planteamiento de Blondel, o mejor dicho, en lo que hasta entonces conocía de este autor, 503 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 378-379; G. MARQUÍNEZ, “Paul Tillich y Xavier Zubiri: Planteamiento del problema de Dios”, 108-109. 504 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 365. 505 Atendiendo al planteamiento de Zubiri en el primer volumen de la trilogía religiosa no parece legítimo entender el término experiencia en un sentido exclusivo desde la perspectiva de la razón. D. GRACIA reconoce este sentido al finalizar su estudio de la religación. A propósito ver D. GRACIA, Voluntad de verdad, 234-236. 506 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 378. “En su virtud la experiencia del fundamento del poder de lo real es un tanteo individual, pero es también y ‘a una’ un tanteo social y histórico”. 507 X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 423; Cf. J. MARÍAS, “Sobre la cuestión de Dios”, 72. “Hasta aquí ha llegado la filosofía actual en su análisis de la vida humana. Pero todavía no aparece tratado, ni en Ortega ni en Heidegger, el tema de Dios”. Indicando posteriormente que el esfuerzo de Zubiri sería el único en que se abordaría el problema de Dios. 138 una falta de profundidad ontológica que limitaba seriamente las posibilidades de dicho planteamiento508. La religación zubiriana plantea esencialmente el problema de Dios como algo que afecta y constituye el núcleo más íntimo del hombre, es decir, como un aspecto fundamentalmente estructural del mismo hombre, y no como si se tratara de algo externo y absolutamente distinto a lo que se debe llegar. “Dios no incluye al hombre, pero el hombre incluye a Dios. ¿Cuál es el modo concreto de esta inclusión? Es justo ‘experiencia’: ser persona humana es realizarse experiencialmente como algo absoluto. El hombre es formal y constitutivamente experiencia de Dios. Y esta experiencia de Dios es la experiencia radical y formal de la propia realidad humana. La marcha real y física hacia Dios no es sólo una intelección verdadera, sino que es una realización experiencial de la propia realidad humana en Dios”509. Por ello, Zubiri insiste en la “implantación y cobijo” del hombre “en” Dios y “en” lo real, situando a Dios en un radical contacto con el hombre y en un ámbito clara y fundamentalmente experiencial, que incluso es proyectado sobre su comprensión de la historia como el despliegue de la experiencia de Dios510. Ubica a Dios en la existencia misma del hombre, indicando con ello que el ser sujeto consiste formalmente en estar siendo y viviendo “en” y “desde” Dios, y no sólo en estar abierto “a” Dios. Si el hombre puede preguntarse por Dios y conocerlo se debe justamente a que su propia existencia es un intento de conocimiento de las cosas y de Dios511. Una comprensión que permite y fundamenta la posibilidad de tratar la religación como el primer momento, el de la impresión de realidad, en el proceso de la inteligencia sentiente aplicada a Dios. Zubiri habla con originalidad de la experiencia que el hombre hace de Dios básicamente desde dos ángulos: desde su gnoseología de la sensación y desde la causalidad personal. Pero para no dilatar más de lo necesario este tema, atenderé solamente al concepto de experiencia como genitivo objetivo: es decir, como la experiencia que el hombre hace de Dios. Desde su comprensión de los modos de la sensación, conviene recordar que la sensación no sólo nos da distintos contenidos o cualidades sino también diferentes modulaciones en la captación de lo real en cuanto real512. Zubiri enriquece el tratamiento del problema teologal al cuestionar radicalmente la tradicional y, en ocasiones, excluyente 508 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 434. Respecto del planteamiento de BLONDEL Zubiri afirma: “(...), no logrará toda su maravillosa eficacia intelectual más que llevando el problema al terreno claro de una ontología”. Esta crítica debe entenderse en el contexto de los planteamientos sobre Dios propios de la época en que fue escrito el texto que, por lo general, carecían de profundidad ontológica. Respecto de BLONDEL, Zubiri reconoce un progreso en su planteamiento pragmático pero afirma que el recurso a la práctica no conduce necesariamente a la ontología. Sobre el tema ver D. GRACIA, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, 76. 509 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 379. 510 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 423-427, 429-432; El hombre y Dios, 341 en que afirma: “(...), la historia no es el despliegue de una razón, de un logos, sino que es realmente el despliegue de una experiencia de Dios”. 511 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 434-436. Para profundizar en el contexto desde el que Zubiri se nutre y busca superar, ver A. TORRES, El problema de Dios en la modernidad, 215-219. 512 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 99-113. 139 tiranía de la vista para referirse a Dios. En su gnoseología de la sensación no sólo da cuenta de la existencia de distintos modos de impresión de la realidad, sino que insiste radicalmente en la necesaria participación de todos ellos para que el hombre pueda acceder realmente a la realidad y al fundamento fundamentante de ésta. En el tema concreto de la experiencia de Dios, da gran importancia al oído, que se aplica preferentemente a las cosas, y al tacto, que se aplica preferentemente a las personas, entre los otros modos pero sin excluir ninguno. “Si en la vista la desvelación consiste en ‘presentación formal’ de la cosa, en el oído la desvelación consiste en ‘remisión’. En su virtud, el sonido es lo que hace que la cosa sea un notum; en este sentido etimológico, el sonido no nos da la cosa pero es ‘noticia’ de la cosa. El sonido desvela o manifiesta la cosa en forma de ‘remisión notificante’”513. En la medida en que lo real remite dinámicamente a Dios resulta evidente que las cosas reales, en cuanto reales, son noticia de la realidad personal de Dios. Y la manera propia en que se manifiesta en ellas lo trascendente, es mediante remisión notificante, es decir, mediante una manifestación de tipo auditivo. En este contexto, debe comprenderse el interesante tratamiento que Zubiri hace de la “voz de la conciencia” que concibe como el clamor de la realidad en dirección del absoluto514. Desde la causalidad personal, que es el segundo ángulo desde el que se refiere a la experiencia que el hombre hace de Dios, Zubiri sostendrá que junto a la trascendencia de Dios en las cosas está su peculiar trascendencia en las personas. Una transcendencia particular que denomina “tensión interpersonal”, en la que acentúa la nuda presencia de Dios que se da por el tacto. “En el tacto tenemos más que noticia, pero menos que la presentación formal de la cosa: es una ‘nuda presencia’ en que se aprehende en ‘tanteo’ la realidad misma sin ser vista. Es la aprehensión de la nuda presencia en tanteo. Es como si Dios en su tensión dinámica estuviera no dejándose ver, pero sí haciendo sentir inmediatamente su nuda presencia en una especie de llamadas con los nudillos en la puerta del hombre”515. Entonces, la religación como experiencia manifestativa del poder de lo real, lanza experiencialmente al hombre hacia su fundamento-fundamentante o Dios en las cosas mismas pero como noticia y nuda presencia, en una verdadera marcha real y física que se da en tanteo. “La marcha, en efecto, es real y física. De ahí que el problematismo sea un estricto ‘tanteo’. La marcha es una marcha en tanteo. La religación, por tanto, reviste la forma concreta de un tanteo. Pero es un tanteo que se refiere al poder de lo real en cuanto tal. Es, en cada paso suyo, un intento de ‘probación’. Pues bien, ‘probación física de realidad’ es justo lo que a mi modo de ver constituye la esencia 513 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 189; También ver las páginas 225-226. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 101-104; C. MARTÍNEZ, El hombre y Dios en Xavier Zubiri, 95-98. 515 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 189-190. 514 140 misma de lo que llamamos ‘experiencia’. Por tanto, la marcha problemática hacia el fundamento del poder de lo real en la religación es experiencia de aquel fundamento, una experiencia real y física, pero intelectiva. El apoderamiento por el poder de lo real acontece en forma experiencial. La religación es, pues, una marcha experiencial hacia el fundamento del poder de lo real. Es experiencia fundamental”516. Con la causalidad interpersonal entre el hombre y Dios, Zubiri subraya el carácter intrínseco y metafísico de esta particular experiencia que es la religación. Tomando en serio el valor trascendente de la causalidad como funcionalidad de lo real en cuanto tal517, se abre a muchos tipos de estricta causación, en los que incluye la causación de las personas entre sí como un tipo específico y diferente a lo que ocurre en la naturaleza. Y profundiza definitivamente la idea de acceso pleno del hombre a Dios, en su unidad de “donación – entrega”518, como unidad de causalidad personal con característica más de comunión que de simple unión. Una comunión por la que Dios en cuanto persona está intrínsecamente presente en cada realidad personal humana, descartando de raíz cualquier comprensión dualista y “extrinsecista” de la relación interpersonal de Dios y el hombre519. “La causalidad interpersonal de la tensión teologal no es una causalidad de dos personas ajenas, en principio, entre sí. Dios y el hombre son ciertamente distintos pero no son ajenos”520. Lo fundamental de este planteamiento es que confirma que Zubiri habla efectivamente de una auténtica e intrínseca experiencia humana de Dios en la religación. No es la experiencia de un Dios lejano y distinto del mismo hombre, sino de una auténtica relación interpersonal entre Dios y el hombre que se da en el propio acontecer humano. “(…), pedir, por ejemplo, ayuda a Dios no es pedir auxilio a alguien que está fuera y a quien se pide que acuda, sino pedir una como intensificación de quien está ya personalmente en nosotros, y en quien somos ya radicalmente dinámicos; es pedir a un Dios que es trascendente en mí. Acudir a Dios es acudir a mi propio fondo trascendente. Al entregarse a Dios, el hombre se entrega a lo más radicalmente suyo. (...). Como toda causalidad personal, esta causalidad interpersonal es rigurosamente metafísica. Pues bien, esto adquiere su máxima realidad tratándose de la causalidad interpersonal de Dios y de cada hombre. La tensión dinámica entre Dios y el hombre está formalmente constituida por esos fenómenos que nosotros propenderíamos a considerar como pueriles sentimentalismos. No. Son los modos mismos de la causalidad de Dios en la vida de la persona humana. Recíprocamente, toda forma de funcionalidad humana respecto de la persona divina acontece 516 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 377-378. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 205-208. 518 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 194-204. En que expone el acceso del hombre a Dios. También ver las páginas 209-222, en que aborda la fe como el acceso formal del hombre a Dios. 519 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 201-202. 520 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 202. 517 141 inexorablemente según esos modos. Y como esta causalidad es, según acabamos de ver, radicalmente intrínseca a la persona humana, resulta que esas funciones son momentos del dinamismo intrínseco y formal en que se despliega desde sí misma la vida de la persona humana. (…) Por esto, sépalo o no lo sepa, todo hombre tiene experiencia de Dios. No es la experiencia empírica de un objeto, sino una experiencia metafísica de la fundamentalidad de su ser personal. Esta experiencia es en sí misma la experiencia de Dios. Dios es algo experienciado”521. Pero a pesar de que Zubiri habla de una auténtica experiencia de Dios, es preciso reconocer que en algunas ocasiones no queda claro si se trata de un experimentar a Dios mismo o de sólo experimentar el estar dirigido a él. Ciertamente el énfasis de la intención zubiriana está puesto en experimentar a Dios mismo, pero lo peculiar de la experiencia de Dios lo lleva a acentuar el carácter direccional de la misma experiencia, sosteniendo que en las cosas no encontramos a Dios directamente y sin mediación alguna, sino que nos encontramos remitidos a él522. Una ambigüedad que, a mi juicio, Zubiri logra salvar adecuadamente al sostener que Dios es accesible en las cosas, sólo en ellas y en el mundo, pero por sí mismo523, poniendo el énfasis en una presencia direccional o en “hacia” que, en la unión dialéctica de los polos, logra una interesante síntesis que elimina la disyuntiva de lo que se experimenta: “Dios mismo” o “hacia Dios”, pero manteniendo la tensión. Esta experiencia que es, para Zubiri, “experienciación” del fundamento, es la raíz última y radical de lo que se alcanzará en la razón, como modo ulterior de la intelección. “Dios está presente en lo real sólo direccionalmente; direccionalmente sí está realmente presente en lo real”524. Zubiri es consciente de la dualidad constitutiva de toda experiencia de Dios y de que los modos de la sensación son sólo analogías ilustrativas en este caso. Según la modalidad sensitiva o causalidad personal lo que veo, escucho o toco es siempre primaria y necesariamente algo mundano y sólo en un momento ulterior del mismo acto es percibir a Dios. Lo básico es la experiencia mundana, ya que es la única posible para el hombre, y sólo en esa experiencia en cuanto “interpretada” determinadamente puede darse también la experiencia de Dios. En el necesario reconocimiento de la experiencia mundana y su apertura a la versión religiosa se juega la síntesis propuesta por Zubiri. De ello da cuenta al afirmar la existencia de distintas posibilidades de interpretación del “hacia” en el camino experiencial de su fundamento y la valoración positiva de todas ellas, sean estas la teísta525, la atea o la agnóstica en sus diversas expresiones. 521 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 203-204. Palabras en las que resuenan ideas contemporáneas a Zubiri como Guardini con su comprensión de la sensación y Scheler con su comprensión de la causalidad personal. Ver R. GUARDINI, Los sentidos y el conocimiento religioso (Cristiandad, Madrid 1965), 36-39; M. SCHELER, Esencia y formas de la simpatía (Losada, Buenos Aires 1953), 280-342. 522 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 184. 523 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 193, 374-375. En este último texto indica claramente que las cosas son ‘vectores intrínsecos’ de ‘la’ realidad. Reafirmando que se trata de una estructura intrínseca de las cosas. 524 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 230. 525 Teísmo significa simplemente la postura que admite la existencia de alguna forma de divinidad, sea monoteísta, panteísta (panenteísta) o politeísta. El ateísmo por el contrario es la postura que niega la existencia de toda forma de divinidad. 142 “Y el término de un ‘hacia’ es siempre un dificultoso problema. El ‘hacia’, en efecto, lanza a un término que no está determinado en el ‘hacia’ mismo. Más aun, es un término que no es sin más unívocamente determinable. El ‘hacia’ es una intelección no sólo indeterminada sino una intelección de un ámbito abierto a distintas posibilidades. Y el hombre no determina el término del ‘hacia’ arbitrariamente sino fundadamente. (…) Tratándose del enigma de la realidad, la presencia inmediata de este enigma nos tiene lanzados hacia su fundamento ‘en’ las cosas mismas. Esta fundamentación es, pues, una ‘prueba’ del término del ‘hacia’ como raíz del enigma, y por tanto, en cierto modo, de su ‘solución’: es Dios”526. Zubiri insiste en que la realización del hombre en su dimensión teologal es lo que ha de llamarse la experiencia teologal527. 5. Justificación intelectual de la realidad de Dios a la que se está religado528 Ya hemos indicado que para Zubiri el conocimiento de Dios no es un problema teorético529 sino fundamentalmente experiencial. En su planteamiento existe un tránsito expedito entre el acceso primario a Dios, actualización primordial y conocimiento espontáneo del mismo, y todo su despliegue ulterior o reactualizaciones. Un tránsito que resulta verdaderamente posible sólo si se parte de la premisa de que Dios no es “algo” externo al hombre a lo que es preciso llegar, sino en quien ya se está, al modo de una “presencia”, de un “estar” desde el que se parte. Por ello todo esfuerzo por alcanzar a Dios se apoya en su previo “estar”, que es presupuesto fundamental, sobre el que se apoya todo el proceso reflexivo ulterior que consiste en la explicitación, mostración o maduración de este primer contacto, que es esencialmente algo dado y pre-reflexivo530. Esto es precisamente lo que Zubiri entiende como un “hecho” inconcuso. 526 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 229-230. Contexto en el que debe entenderse la afirmación zubiriana de las distintas respuestas al problema de Dios. A propósito ver X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 342-345; A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 202206, 264-266. 527 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 379. 528 Cf. X- ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 403-416. En estas páginas, correspondientes a “Introducción al problema de Dios” de 1963, Zubiri indica claramente que la especulación nunca ha sido la primera vía de acceso intelectivo a Dios. El hombre se encuentra primeramente vertido a Dios y sólo entonces la razón especulativa se propone pensarlo. A propósito del tema de las pruebas de la existencia de Dios y su progresivo tratamiento en Zubiri ver A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 249-266. 529 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 115. 530 Cf. X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 198-200; X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 224-232, 235-239, 258-260, 268-272, 376-377. El tema de este modo de ‘presencia’ está presente en la teología de pensadores tan significativos como T. DE AQUINO y K. RAHNER, quien probablemente ha sido el teólogo que más ha desarrollado este tema desde la teología. El aquinate, hablaba de un cierto conocimiento de Dios naturalmente inserto en el hombre, al modo de una presencia confusa de Dios en la inteligencia humana. RAHNER lo plantea como una experiencia trascendental, señalando que ese conocimiento atemático, innombrado es una verdadera experiencia trascendental de Dios, por la cual el hombre se constituye como persona en el Misterio Absoluto. Experiencia básica en la que se fundaría toda ulterior conceptuación. Cf. K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo (Herder, Barcelona 1989), 32-34. 143 El conocimiento de Dios se da únicamente mediante la marcha intelectiva que parte de la religación y que plantea estructuralmente la implicación de lo divino en lo humano531. Zubiri desarrolla una conceptuación metafísica que le permita llegar, a través de un riguroso proceso intelectual, al conocimiento concreto de Dios532. Habla de una presencia concreta de Dios desde el mismo momento inicial, como la idea misma de Dios en cuanto idea, en el sentido de que con ella tenemos el perímetro que perfila un área de la fundamentalidad de la realidad533. “El hombre, en efecto, puede alojar por así decirlo más o menos espontáneamente, en el ámbito de lo real a que nos estamos refiriendo, la realidad absolutamente absoluta de Dios. (…) Es, en definitiva, el caso de la casi totalidad de los hombres que creen en Dios: no se hacen cuestión de justificar racionalmente su realidad. Descubrir a Dios no significa demostrar su existencia. Recíprocamente, demostrar la existencia de Dios no significa que el racionamiento sea ‘el’ camino para descubrir a Dios. La demostración de la existencia de Dios no es primariamente una exigencia lógica que se esgrime frente a quienes no creen en Dios, sino una exigencia lógica que se dirige exactamente igual al creyente, una exigencia que reclama de éste una estricta justificación de aquello en que cree”534. El desarrollo histórico de este problema en los escritos zubirianos, permite apreciar un importante aumento de la sensibilidad hermenéutica que lo llevará finalmente a acentuar el aspecto concreto del pensamiento. Sin renunciar a una abstracción consciente, Zubiri se centra cada vez más en una concepción metafísica de la “experiencia inicial”. Proceso en el que se reconoce una evolución positiva respecto de sus primeros planteamientos, de carácter más bien abstracto, respecto de las propuestas que corresponden a la etapa de su madurez intelectual535 y que derivan en reflexiones que acentúan un conocimiento experiencial de Dios, que lo lleva a prestar atención creciente a la historia de las religiones536. Es en este proceso en el que debe entenderse su esfuerzo por explicitar clara y reiteradamente que sus afirmaciones son análisis de hechos y no simples conceptuaciones teóricas. Análisis de hechos que, comprendidos desde su propia unidad intrínseca, nos plantean la experiencia primordial y la justificación racional como modos distintos de un único conocimiento. 531 Zubiri está utilizando la pauta de tratamiento con que la fenomenología abordó el problema del mundo externo para asumir y superar el planteamiento dualista y extrinsecista del problema de Dios: “En este punto, la situación tiene una íntima analogía con la que se produjo en torno a la célebre cuestión de la existencia de un mundo ‘exterior’”. Naturaleza, historia, Dios, 420. E indica que ése es el lugar histórico de la cuestión: “La filosofía actual ha logrado, por lo menos, plantearse en estos términos el problema de la realidad de las cosas. No son ni ‘hechos’ ni ‘añadidos’, sino un constitutivum formale y, por tanto, un necessarium del ser humano en cuanto tal”. Naturaleza, Historia, Dios, 422. Esto es expresamente lo que indicará posteriormente de la religación. A propósito ver X. ZUBIRI, Naturaleza, Historia, Dios, 422-424. 532 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 265-296. 533 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 270-271. 534 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 271-272. 535 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 267-296. Páginas en que nos encontramos con un juicio maduro respecto del ateísmo. 536 Sensibilidad hermenéutica que plantea J. GÓMEZ, Razón y Dios (SM, Madrid 1985), 22-24. 144 En este punto es interesante la afirmación de Torres respecto de los alcances que abre esta sensibilidad hermenéutica zubiriana: “Se a humanidade accede desde sempre de modo espontáneo ó coñecemento de Deus, iso indica que na vida, nos símbolos, nos mitos e nos ritos das relixións foi sedimentándose toda unha riqueza significativa, que aínda hoxe ‘dá qué pensar’. Podemos, logo, acudir a ela e ampliar, mediante unha apropiación crítica, o horizonte e as dimensións da nosa experiencia, que doutro xeito correría o risco de quedar presa nun ‘etnocentrismo’ tanto xeográfico coma cultural”537. En esta misma dirección apunta el proyecto que pretende realizar Zubiri con su trilogía teologal, marcada por una comprensión de la “historia” como el despliegue de la experiencia de Dios o como la experiencia teologal de la humanidad, en sus niveles individual, social e histórico538. Un proyecto que traza con antelación el itinerario de su trabajo futuro al destacar los elementos que lo articularán estructuralmente: “El hombre y Dios”, “El hombre y Dios en las religiones” y “El hombre, Dios y la religión cristiana”539. Un proyecto cuya estructura se apoya finalmente en el presupuesto fundamental de que todo intento por alcanzar a Dios, solo es posible debido al previo “estar” de Dios, o previa presencia, que es realmente la que posibilita toda explicitación reflexiva ulterior. En este contexto es preciso entender su planteamiento sobre las llamadas pruebas de la existencia de Dios, porque éstas son entendidas como esfuerzos por explicitar o expresar de alguna manera esa presencia previa de Dios en que el hombre se encuentra experiencialmente540. Para Zubiri estas pruebas no tienen un valor teórico en sí mismas como momentos primeros y fundantes, sino sólo en cuanto son esfuerzos por explicitar la experiencia fundamentante de Dios a la que el hombre se sabe religado. “Toda demostración de la realidad de Dios presupone en la persona humana una previa intelección de su realidad”541. 537 A. TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri, 224. Quien resalta la importancia de la reflexión realizada por autores como P. RICOEUR a propósito de la culpa y el mal. 538 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 341, 380. 539 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 383. 540 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 266. 541 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 293. 145 Capítulo IX REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD DIVINA: RELIGIÓN-RELIGIONES Y DEIFORMACIÓN-CRISTIANISMO Zubiri trata el problema de Dios desde el análisis de la realidad de la persona humana, mostrando cómo desde el hombre se desemboca en la realidad inexorable de Dios, en una entrega que es temática y formalmente la fe542. El hombre, constitutivamente religado al poder de lo real, es llevado religada y experiencialmente a la intelección de la realidad absolutamente absoluta543, a la que se entrega totalmente, en un verdadero proceso de maduración que se despliega y concretiza en la religión-religiones y en el cristianismodeiformación, o reactualizaciones ulteriores de la primaria y constitutiva religación o actualización de la realidad de Dios. La fe es la dimensión radical de la entrega del hombre que, en cuanto afecta a la totalidad de la persona, hace que lo que comenzó como religación desde el poder de lo real, culmine en un acceso formal a Dios que ya no es simplemente religación sino religión 544. Por ello la religación se plasma constitutiva y formalmente en religión, es el fundamento de ésta en el sentido de que sin ella no habría religión y en el sentido de que es la propia religación la que lleva a la religión545. Desde esta perspectiva, la religión es un desarrollo ulterior y posibilitado por el momento primordial y fundamental de la religación de la persona humana al poder de lo real o su fundamento que es Dios, en cuanto realidad última, posibilitante e impelente. Con este planteamiento Zubiri niega cualquier comprensión de la religión entendida como una actitud humana que básicamente se sustente sobre un recurso a la razón, los sentimientos o la voluntad546. La religión, como plasmación de la religación, es fundamentalmente una opción ante el problema del fundamento y raíz de la persona humana y no primariamente una cuestión de significado y sentido. En el despliegue histórico547 del poder de lo real es necesario atender diferenciadamente a dos dimensiones que, a juicio de Zubiri, se han mezclado sin mayor discernimiento: a la historia del problema de Dios como enriquecimiento del poder de lo real o deidad y a la historia de Dios en tanto su descubrimiento. Atendiendo a la primera, Zubiri hablará de la historia de las religiones como el lento y progresivo camino por el que 542 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 209-304. Realidad personal, una y transcendente. Realidad que aparece en el fondo de la persona humana. 544 Es interesante constatar en esta época la dinamicidad de un pensamiento en construcción como el de Zubiri. De ello dan cuenta las correcciones introducidas por el autor a la versión de “En torno al problema de Dios” de 1936, publicadas en Naturaleza, historia, Dios, 417-454, sobre el texto de 1935, publicado en Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 215-241, que indican claramente una precisión conceptual respecto de religación y religión. A propósito ver también X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 227, 230, notas 5 y 7. En la versión de 1936, Zubiri agrega una nota sobre la religación en la que indica que parece más probable que ‘religio’ derive de ‘religare’. 545 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 87-88. 546 Cf. X.ZUBIRI, El hombre y Dios, 125-126. 547 Cf. J. CASTRO, Salvar la historia. Historia, religión y religiones en Xavier Zubiri (Monte Casino, Las Palmas 2004), 117-166. En que el autor presenta el pensamiento de Zubiri respecto de la historia. 543 146 el hombre ha ido reactualizando las complejas dimensiones que posee este poder de lo real o deidad al que está religado primordialmente548. 1. Religión: plasmación de la religación Cuando Zubiri habla del problema teologal del hombre como auténtica experiencia teologal, en la que participan todas las dimensiones de la persona humana: individual, social e histórica549, afirma la “plasmación”550 de la religación en religión. Con este término indica la forma concreta en que el poder de lo real o la divinidad se apodera del hombre en todas sus dimensiones. “Plasmación es, pues, forma de apoderamiento. Esta plasmación es religión en el sentido más amplio y estricto del vocablo: religión es plasmación de la religación, forma concreta del apoderamiento del poder de lo real en la religación”551. La religión, como forma concreta de apoderamiento del poder de lo real en la religación, es en primer término una actitud ante lo religioso y no ante lo sagrado 552. Como plasmación de la religación, la religión posee siempre una visión concreta pero múltiple de Dios, del hombre y del mundo. Esto da paso a lo que se conoce como historia de las religiones o experiencia teologal de la humanidad en tanteo, respecto de la verdad última de Dios. Zubiri llega a afirmar formalmente que la religación es la religión en un sentido primario553, horizonte en el que sostiene que el problema teologal del hombre se despliega en tres partes que, a su vez, se constituyen en tres problemas: “religación-Dios”554, “religión” y “deiformación-cristianismo”555, siendo estos dos últimos reactualizaciones ulteriores de la primera y fundamental religación de la persona humana a Dios. En este sentido, Zubiri afirmará la religación como el primordium de toda religión positiva, a pesar de que en sí misma la religación no sea religión. El poder de lo real es el primordium de toda religión positiva si se le considera siempre y en todos sus momentos 548 Cabe indicar que Zubiri no desarrolla la segunda de estas dimensiones en el segundo volumen de Inteligencia sentiente. 549 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 334-342. 550 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 57, nota 2; plasmación de la religación: 86-94, 111-113, 191, 194, 361; plasmación y cuerpo religioso: 98; plasmación y nacimiento de religiones: 168; plasmación y cristianismo: 259; X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, religión como plasmación: 87, 145, 315, 423, 431-433, 615. 551 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 380. 552 En este punto Zubiri polemiza con autores como R. OTTO y M. ELIADE quienes, a su juicio, afirman una preeminencia de lo sagrado respecto de lo religioso. Cf. R. OTTO, Das Heilige. Über das Irrationale in der Idee des Göttlichen und sein Verhältnis zum Rationalen (Breslau 1917); M. ELIADE, Tratado de historia de las religiones (Cristiandad, Madrid 1954). Es importante reconocer que Zubiri conoce tanto las fenomenologías positivas que afirman la centralidad de lo sagrado para comprender el mundo de las religiones, como las de SÖDERBLOM y DURKHEIM, como las fenomenologías filosóficas de la religión, que junto con el valor de lo sagrado apelan a la idea de Dios como clave de comprensión de la religión, como las de HUSSERL, SCHELER, ORTEGA y HEIDEGGER. 553 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 40, nota 1. 554 Aspecto del que hemos tratado en las páginas anteriores. 555 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 382-383. 147 unitariamente como ultimidad, posibilitación e impelencia. Primordium que sin ser religión positiva contiene ya todos los momentos esenciales de la religión. “(…), como la religación no nos lleva todavía directamente a ningún dios, sino simplemente a la poderosidad de la deidad, al poder de la realidad como deidad, ilumina el campo de aquello con que el hombre tiene que hacer su vida a la luz de la fundamentalidad religante. (…) Teo-cosmología, eclesiología y escatología son momentos de toda religión, no por azar ni por reflexión humana, sino porque son una florescencia primordial de la unidad radical en que la religación consiste”556. La religacion es primordium, en cuanto momento formalmente constitutivo del “ser personal” del hombre en cuanto tal, y no en el sentido de lo que se ha llamado “religión natural”, que pone el acento en una tendencia que brotaría de la naturaleza humana y no de la dimensión personal del hombre, como afirma Zubiri. 1.1. Plasmación Por ser la religación una dimensión constitutiva y formal de la persona humana en sí misma, la plasmación constituye un acto personal del hombre que, en cuanto tal, no es arbitrario sino un acto al que la persona está llevada por su propia religación. En este sentido, Zubiri indicará que la plasmación de la religación es efectivamente “algo natural”557 pero en el entendido de la religión como continuación “natural” y prolongación de la religación. “En este sentido, la religión es natural sin que haya religión natural, cuyo concepto, de existir, sería radicalmente falso. Porque la religación, y por consiguiente también la religión en que la religación se plasma, no es ni remotamente una dimensión constitutiva de la naturaleza humana, sino que es una dimensión constitutiva de la persona humana. No hay religión natural sino solamente religión personal, de la misma manera que no hay religación natural sino que no hay más que religación personal”558. La plasmación indica un acto personal que prolonga de una manera más o menos inexorable lo que se denomina como religación. Pero a pesar de esta aclaración es preciso reconocer la vaguedad del término plasmación y la necesidad de no confundirla con una mera socialización, tal como a juicio de Zubiri, lo ha planteado Durkheim559. 556 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 56-57. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 87-88. Zubiri no está planteando la existencia de una “religión natural”. Considera que esta afirmación es uno de los inventos más nefastos del siglo XVII que da cuenta de una construcción mental sin asidero en la realidad. 558 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 88. Zubiri no está cuestionando el tema de los no creyentes, quienes obviamente están incluidos en este planteamiento reconociendo en ellos opciones válidas y diferentes a la creyente. 559 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 90-94. Texto en que Zubiri analiza la postura de Durkheim y la critica desde la perspectiva de la religación personal del hombre. 557 148 “He señalado que la religión, por lo menos de una manera radical y primaria, es la entrega del ser entero del hombre, dentro del cauce de una fe, a la realidad de Dios. En esta entrega la fe tiene una función preponderante. Sin ella no habría posibilidad ninguna de una entrega total del hombre a Dios. Pero tampoco se identifica la totalidad de esa entrega con su dimensión de fe. De ahí que podamos decir, por un lado, que la plasmación es la configuración de la entrega del ser entero del hombre por la fe. Pero como a su vez la fe emerge y es un acto de entrega del ser del hombre, se puede decir que esa entrega está plasmando a su vez la fe. Tomadas unitariamente ambas dimensiones, puede decirse en definitiva que la plasmación es la configuración de la fe en el ser entero del hombre. Son dos fórmulas equivalentes”560. La plasmación es la entrega del ser entero del hombre a Dios en una fe, es la vía del paso del yo relativamente absoluto a la realidad absolutamente absoluta que es Dios. 1.2. Religión561 Zubiri distingue en la religión dos dimensiones que no pueden separarse: la “institución religiosa”562 y la “vida religiosa personal”. Desde la primera perspectiva, entiende la religión como un cuerpo y, desde la segunda, como lo que propia y rigurosamente constituye su espíritu. Con la primera se refiere a la estructura en que cada persona está inmersa, en la que cada individuo se encuentra afectado por los demás y que, a su vez, afecta su modo de habérselas con las cosas. En este sentido, es preciso reconocer que si la religación religa al hombre entero, también lo hace a la dimensión objetiva de su espíritu, constituyendo la plasmación un cuerpo, en la medida en que define y circunscribe el ámbito de la vida religiosa del hombre. “La religión en su primera dimensión, como institución, pertenece a un cuerpo social. Al fin y al cabo, desde el punto de vista vital y no estructural, el σŵμα circunscribe y define las posibilidades de toda vida humana”563. En el contexto de la religación, toda religión en cuanto cuerpo objetivo ve el mundo desde una teología o ideas sobre la divinidad. Toda religión posee una teología y una mundología que responde a la comprensión de una divinidad que es fundamento último, posibilitante e impelente de la vida humana. Una mundología que implica una cosmogonía u origen radical y fundamental de todo564, una eclesiología565 o visión de la unidad 560 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 94. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 95-113; J. Castro, Salvar la historia. Historia, religión y religiones en Xavier Zubiri, 167-334. El autor trata respectivamente de la religión y religiones en el planteamiento Zubiriano. 562 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 16-17. Zubiri no utiliza la expresión institución ni en un sentido meramente sociológico, como lo hace Durkheim, ni en un sentido hegeliano de “espíritu objetivo”. Sobre la discusión con el planteamiento de Hegel ver X. ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad, 271. Con el tiempo Zubiri rechazará el término objetivación. 563 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 98. 564 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 100-102. 561 149 participativa de los demás en la fe y una escatología566 o visión del futuro desarrollo vital de cada cual, como momentos que unitariamente constituyen lo que es el cuerpo de la religión que se transmite por tradición567. “(…), la religión, personalmente vivida por cada uno de los miembros en un cuerpo social, tiene una teología y está esencialmente incluida en una mundología en su triple dimensión de cosmogonía, de eclesiología y de escatología. Ciertamente, en ese cuerpo social, esta religión así vivida presenta un curioso carácter: es una plasmación inexorable y necesaria de la religación. La religión en este sentido es una plasmación que por su propia índole es término de la religación. Pero la religión reviste muchas, innumerables formas, y todas ellas de carácter histórico”568. Una transmisión que se realiza, como acabo de indicar, por la tradición en sus tres momentos, el constitutivo, el continuante y el progrediente, que confiere estabilidad al cuerpo objetivo de la religión. “El hombre que nace se encuentra con una cosa estatuida: esa es la religión en que ha nacido. Y ese estatuto es precisamente lo que expresa el vocablo y el concepto de tradición”569. Con la segunda dimensión, la vida religiosa personal570, se indica la vida que cada cual lleva dentro de ese cuerpo o institución. El espíritu personal con que se vive ese cuerpo religioso es lo verdaderamente fundamental de la religión. La actitud religiosa es la más radical y fundamental con que se puede vivir todos y cada uno de los hechos y procesos de la vida. Desde esta perspectiva, se puede afirmar que toda religación se plasma en religión, precisamente porque la actitud religiosa consiste en vivir todos los actos de la vida dentro de la dimensión de la entrega a la divinidad en una fe. Por eso, la religión es siempre, en cuanto plasmación de la religación, la vía del paso de mi yo, que es relativamente absoluto, a la realidad de Dios, que es absolutamente absoluta. 1.3. Religiones571 El carácter experiencial de la religión, en cuanto plasmación de la religación, lleva forzosamente a múltiples formas de religiones, a una verdadera diversidad. Por eso Zubiri trata el tema de las religiones atendiendo expresamente a su diversidad e historicidad. 565 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 102-106, 361. Zubiri es consciente de que utiliza el concepto eclesiología de manera impropia. 566 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 106-108. 567 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 108-111. 568 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 113. 569 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 100. 570 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 111-113. 571 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 115-150. 150 1.3.1. Diversidad de religiones Una vez constatando el hecho de la diversidad concreta de las religiones, Zubiri se pregunta por la estructura formal de dicha diversidad. Desde ella comprende que lo esencial de la diversidad de las religiones está dado por el sentido de pertenencia de la religión, por ser religión “de alguien”, es decir, por ser religión “de un grupo” y no por el cuerpo social al que se pertenece, o el tipo de vida que se lleva. “La religión de un pueblo y de alguien. Esto es esencial. La religión como de una cosa colgada del cielo no tiene existencia alguna. La religión es siempre nuestra religión:(…) Por ‘nuestra’ se entiende ante todo y sobre todo que pertenece a ese pueblo. Esto es lo que constituye su diferencia, su estructura formal”572. La diversidad esencial de las religiones pende esencialmente y va siempre asociada a la idea que se tiene de los dioses. Y esto porque la religación se plasma en una divinidad que, en último término, es lo que hace verdadera o no una religión. El elemento fundamental que hace verdadera una religión es precisamente su divinidad, más allá de si esta es monoteísta o politeísta, haciendo que la diversidad de religiones se apoye finalmente en una diversa concepción de los dioses. La verdad religiosa es la verdad de una fe, de una entrega. No es primeramente una verdad de conformidad de pensamiento con las cosas o verdad lógica. La verdad radical y primaria es lo que ha llamado verdad real con sus tres dimensiones: verdad patente, segura y efectiva, que a una constituyen la realidad-verdad. El sentido de esta verdad religiosa no es el de una conformidad, ni adecuación sino el de una vía para acceder a Dios. “Lo que hace verdadera a una religión es justamente el dios. Nuestra religión se caracteriza precisamente por tener su dios. Este dios no es solamente una realidad absoluta, sino también un dios esencialmente religioso; es decir, un dios en el cual está fundada la vida de cada uno de los individuos como fundamento último, posibilitante, impelente y, además, como religador de todo el cuerpo social al que pertenece la civilización en cuestión. Es un dios esencial y formalmente religioso”573. Un dios que es concebido por el “pensar religioso”574, siempre condicionado por la civilización, el cuerpo social y el tipo de vida, como pensamiento “religacional” que consiste en pensar “yendo” desde el poder de lo real, que es parte y término formal de la religación, a la realidad absolutamente absoluta sobre la que se funda este poder. En este tránsito aparecen las distintas divinidades en la historia575 que muestra cómo el pensar religioso ha ascendido, por la línea de la supremacía y no de la exclusión, del poder de lo 572 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 121. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 125. 574 Pensamiento religioso que en razón de su objeto y de su propia estructura es trascendente a cualquier esquema puntual en que se haya expresado o pudiera expresarse en el futuro. El pensamiento religioso en cuanto pensamiento no está adscrito a ninguna estructura o forma concreta de pensamiento y por ello puede adoptar diversas formas sin detenerse con exclusividad en ninguna de ellas. 575 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 129-134. En estas páginas Zubiri presenta una lista con las distintas divinidades que se pueden encontrar en la historia de las religiones. 573 151 real a los dioses y divinidades. Esta supremacía está dada por la experiencia vivida y no por una cuestión de dialéctica o abstracción teórica. Esto significa que la diversidad está siempre situada en el “hacia” en que se inscribe formalmente el pensar religioso, en una dirección determinada y no en un lugar físico o en la ignorancia de ciertas cosas. En este “hacia” del pensar religioso es en donde se da la diversidad, que es ante todo el progresivo enriquecimiento de la “idea” del poder de lo real o de la divinidad. Se trata de un enriquecimiento que es verdadero crecimiento en la medida en que cada nueva dimensión enriquece la o las anteriores pero incluyéndolas y transcendiéndolas. Por tanto, no es extraño que el hombre emprenda el camino “hacia” la divinidad por distintas y verdaderas rutas, que históricamente se han reducido a tres grupos que se caracterizan por la idea politeísta, panteísta y monoteísta576. El politeísmo sería la vía del “hacia” en el sentido de la dispersión, porque proyecta distintos aspectos del poder de lo real sobre distintas entidades reales577. El panteísmo sería la vía del “hacia” como ruta de la inmanencia, porque consiste en pensar que el poder de lo real reside de alguna manera en el todo de la realidad. Mientras que el monoteísmo sería la vía del “hacia” como transcendencia, ya que sin negar ninguna de las dimensiones del poder de lo real, ni el que cada una de ellas pueda ser término de una divinidad, sí afirma radicalmente que la divinidad es siempre la misma, en un permanente enriquecimiento de la idea de Dios que admite grados y formas578. Estas vías muestran una verdadera diversidad que se supedita esencialmente a la línea en que se ha colocado el camino “hacia” la supremacía. Este camino va siempre desde la realidad relativamente absoluta que es el hombre, hacia la realidad absolutamente absoluta que es Dios, pero siempre a través de una experiencia teologal primordial, la religación, que se explicita ulteriormente a partir de dicha experiencia o “en”, “desde” y “por” dicha experiencia primordial. En este proceso, la realidad divina se comprende como “una, personal y transcendente” y, por tanto, como monoteísmo religioso, en el que se descartan las vías del politeísmo y panteísmo579 pero no por ser falsas como vías de acceso, sino por ser un imposibles en cuanto son concepciones incompletas y, por tanto, en algún sentido excluyentes de la divinidad580. La diversidad de las ideas de la divinidad es en última instancia la diversidad de un “hacia” respecto de Dios. Un hacia al que el hombre está lanzado por la propia presencia de la divinidad en el fondo de su ser personal religado. Es la palpitación de un Dios personal, único y trascendente en el seno de todo hombre, en una presencia “auditivo-táctil” por la 576 Zubiri es consciente de la variedad de modos que se agrupan bajo cada uno de estos términos. Zubiri no está desconociendo una cierta unidad sistémica del planteamiento politeísta pero acentúa la diversidad en razón del propósito de la presentación que realiza. De ello da cuenta al sostener, en El problema filosófico de la historia de las religiones, 138, que: “Plasmado este poder por el pensar religioso en distintas divinidades, es evidente que éstas no pueden estar sueltas a voleo, sino que constituyen el sistema sustantivo que hace posible el poder de lo real, esto es, constituyen un panteón”. 578 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 165-166. En que aparece un buena síntesis de estas tres ideas fundamentales sobre Dios. 579 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 143-144. 580 Para Zubiri es preciso afirmar desde un punto de vista religioso que: en primer lugar, como realidad absolutamente absoluta no puede haber más que un solo Dios; realidad absoluta que, en tanto que fundante, tiene una conexión esencial con este mundo, pertenece a la creación en el sentido de que en el fondo de esa creación Dios está haciendo ser lo que es; y de que esta verdad de Dios es una verdad religiosa, es un monoteísmo religioso. 577 152 que se tiene “noticia-tanteo” de Dios y por la que se está lanzado hacia la propia divinidad. Y es en este “hacia” en que está inscrita, intrínseca y esencialmente, la posibilidad real de múltiples vías. Esta posibilidad esencial a todo pluralismo religioso o teológico, consiste formalmente en la posibilidad que tiene el pensar religioso y el espíritu humano de llegar al Dios uno, personal y transcendente por distintas rutas. “La pluralidad de conceptos de Dios a los que accede por estos distintos caminos el espíritu humano no es una mera proyección del hombre sobre Dios. Es muy fácil y hasta legítimo hablar de antropomorfismo. Pero no se trata de una proyección, sino justamente de lo inverso: más o menos torpemente, con un pensar más o menos fantástico o conceptual, se determina progresivamente, en experiencia vivida, la línea en que ha de colocarse la supremacía en la que es menester lanzarse para encontrar a Dios”581. Con esto Zubiri no se refiere a la existencia de una idea primaria que se habría complicado con el tiempo, ni a una religión primitiva582 de la que se desprenderían posteriormente las otras, sino a una “única realidad personal presente en distintas ideas”583. Una presencia que Zubiri explica como “difracción”, como fenómeno físico, de la misma realidad personal de Dios en el espíritu humano. “El espíritu humano y el Espíritu divino, en su diversidad radical, coinciden en un mismo orden de cualidad: en que son absolutos. Dios es absolutamente absoluto, y el espíritu humano relativamente absoluto. En este punto del absoluto es donde acontece formal y explícitamente la difracción. No es la difracción de una idea de Dios, sino la difracción de la realidad misma de Dios”584. Con esto insiste en que se trata de una sola realidad divina a la que el hombre, todo hombre, está religado y accedido de hecho, pero en experiencias distintas que se expresan en ideas distintas. Por eso no puede afirmarse la falsedad absoluta de ninguna de estas vías de acceso a la divinidad, pues su contenido estricto y formal está siempre anclado en la única realidad del Dios monoteísta. En este sentido, Zubiri advierte del valor e importancia del politeísmo y del panteísmo, en cuanto enriquecen la idea de Dios y lo introducen en la creación respectivamente. Pero esto no quiere decir que se trate de ideas equivalentes, ya que la diversidad depende finalmente de la línea en que se ha colocado el camino hacia lo supremo que marca una clara distinción. Por eso Zubiri afirmará que todas estas ideas de Dios son verdaderas en lo que afirman, pero sólo el monoteísmo es verdadero585. 581 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 147. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 181-184. Se trata de un interesante apéndice sobre la religión primitiva. 583 La viabilidad de las vías requiere del supuesto de que efectivamente hay un Dios único, personal y transcendente que está en la realidad y que en ella está efectivamente accedido por el hombre. 584 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 148-149. 585 Se puede reconocer una evolución en el pensamiento de Zubiri respecto de la valoración de las distintas vías que conducen a Dios. En Naturaleza, Historia, Dios, 414-415, texto que corresponde a “Introducción al problema de Dios” de 1963, indica que algunas vías conducen a Dios y otras no. En este último sentido utilizaría, en esa época, la expresión ‘vía aberrante o muerta’. Un aspecto que, como veremos, cambia radicalmente en los planteamientos recogidos en el segundo tomo de su trilogía teologal. 582 153 “El hecho de que haya una multitud de ideas religiosas es la dimensión negativa de aquello que positivamente constituye lo que yo he llamado la difracción. Es la difracción de la única realidad divina, personal y transcendente, en el fondo del espíritu humano y del universo entero. Ella aparece entonces de una forma múltiple; y esta multiplicidad es esencial como posibilidad de la marcha del pensamiento religioso”586. 1.3.2. Historicidad de las religiones587 Para Zubiri, esta diversidad de religiones tiene un carácter intrínseca y esencialmente histórico588 que se reconoce tanto en su devenir o acontecer histórico como en su intrínseca historicidad. Por devenir histórico se entiende el que toda religión nace, se desarrolla y muere. Del nacimiento de las religiones en su diversidad es muy poco lo que se puede saber, lo único constatable sobre este punto es que ninguna religión nace de cero sino que básicamente se trata de reformas a experiencias previas. Ello indica que su constitución es esencialmente algo histórico y progresivo que consiste de hecho en la corrección de aspectos que se consideran errados en el estadio anterior. Las religiones se desarrollan gracias a diversos factores entre los que se cuentan el contacto con otras religiones en la dimensión formal del poder de lo real589 y el desarrollo interno - positivo de una religión en sí misma, que consiste en un enriquecimiento o modificación de las posibilidades internas que ofrece un dios o dioses590. Pero las religiones no solo nacen y se desarrollan sino que algunas mueren por diversos factores: por desaparición del cuerpo social, opresión, extenuación interna o disociación entre la religión como cuerpo social y religión personal. Por intrínseca historicidad, aspecto más fundamental que el simple devenir histórico, Zubiri entiende las religiones como realización de posibilidades591, las posibilidades internas de cada religión de inteligir la divinidad a la que inexorablemente accede. Aspecto que siempre debe comprenderse en el contexto de la historicidad radical y formal de la religión, entendida como plasmación de la religación. “La plasmación es, como dije, la información de la entrega del hombre a la realidad divina por la fe, o el carácter concreto de la fe por la entrega del hombre a la realidad divina. Es la plasmación de una religación que constitutiva y formalmente tiene la persona humana, por el poder de lo real, en punto a constituirse su Yo sustantivo, su relativo ser absoluto. Ahora bien, esto no es sino la realización de unas posibilidades. El poder de lo real aparece como posibilidad última, y posibilitante. Por consiguiente, su cumplimiento es esencial, intrínseca y formalmente algo histórico. Es historicidad. He dicho en otro lugar que no es que el 586 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 150. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 165-203. 588 Para Zubiri la historia de la religión es la religión en acto y no simplemente el hecho de que tenga historia. 589 Zubiri es conciente de la variedad de caracteres que puede tener este contacto, pero lo que interesa aquí son los factores que producen un desarrollo interno de la religión. 590 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 174-177. Modificación que puede darse por distintas vías: especialización, ampliación, apropiación, extensión social y atracción. 591 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 185-190. 587 154 hombre tenga un problema de Dios, sino que el hombre consiste formalmente en el problema mismo de Dios: se trata precisamente de la marcha hacia la fundamentalidad de su ser sustantivo. El ser Yo es justamente la historicidad radical”592. La religión es historicidad formal por el hecho de que la vida personal está siempre ejercitada en un cuerpo social. Este cuerpo constituye un sistema de posibilidades determinadas que circunscriben la vida religiosa de todos y cada uno de sus integrantes, y que, en cuanto sistema de posibilidades, está formalmente incorporado en la historicidad. En esta medida, la religión es histórica por cuanto es el acontecer mismo del ser absoluto del hombre en tanto algo hecho por él, y por eso es posible afirmar que la religión es formalmente historicidad radical y, en cuanto tal, superior a cualquier otro suceso humano. “(…), la religión, como todo hecho histórico, se hace apropiando unas posibilidades y desechando otras. Por apropiación de posibilidades se constituyen vías. Y esta es la cuestión central. Vía es la apropiación de unas posibilidades en orden a la intelección y al encuentro con una realidad. Vía, en este caso, es la apropiación de las posibilidades que del poder de lo real conducen a Dios para ser lo que Yo soy. Estas vías son la vía de la dispersión, la vía de la inmanencia y la vía de la transcendencia”593. Si la vía es la apropiación de una posibilidad, en orden a la comprensión de una realidad, que en este caso es el paso del poder inmediato de la realidad a la supremacía en que consiste la divinidad, significa que las cosas reales envuelven de alguna manera el enigma del fundamento último del poder de lo real. La vía consiste, por tanto, en la apropiación de una posibilidad ofrecida por el mismo enigma en la operación de la entrega a Dios. Y, en este sentido, las vías del politeísmo o dispersión, del panteísmo o inmanencia y del monoteísmo o transcendencia, son congéneres594 por cuanto en la entrega a la divinidad plasman la religación en religión. “La verdad es que ni el politeísmo procede del monoteísmo ni el monoteísmo procede del politeísmo: en realidad son dos dimensiones, dos posibilidades incoativamente congéneres en el acto radical inicial de plasmar la religación en entrega a una divinidad. Esto mismo debe decirse de la tercera vía, de la vía de la inmanencia. (…). Estas tres vías son, pues, congéneres”595. Por su intrínseca historicidad las religiones son la actualización incoativa, apropiada por el hombre en forma de vía, de alguna de las tres posibilidades que se abren a la religación en su ascensión hacia la divinidad. La vía es la apropiación de una de estas 592 X.ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 191. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 192. 594 Zubiri no plantea una comprensión evolutiva lineal de la historia que iría desde el politeísmo, por el panteísmo, hasta el monoteísmo, cuya coronación sería el cristianismo. 595 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 194. 593 155 posibilidades que el hombre descubre experiencialmente para entender e inteligir la realidad de la religión y de Dios596. Las vías deben su historicidad primordialmente a que se dan congénere y coetáneamente en toda situación de manera incoativa, a la elección de una de ellas por parte del hombre y a que esta “elección”, que es efectiva apropiación, cambia el cuadro de posibilidades con que se cuenta en una situación determinada y así se va trazando el curso de la historia como sistema de posibilidades597. Es en este contexto en el que Zubiri afirma que las dos primeras vías se articulan en la tercera. Efectivamente, las tres vías acceden realmente a un Dios uno, personal y transcendente598, pero de ellas sólo la de la transcendencia es verdadera. La historicidad de las otras dos vías consiste en que llegan realmente a Dios pero de una manera “aberrante”599, es decir, por un rodeo, mientras que la vía de la transcendencia conduce efectivamente a Dios con “altibajos”, ya que es históricamente constatable que no se trata de un camino rectilíneo y libre de penurias, pero sin los rodeos de las otras dos vías. La vía de la transcendencia no es el desarrollo de una idea abstracta, sino una posibilidad que conduce efectivamente a Dios en un encuentro real y positivo con la realidad divina en tanto fundamento de una religión. “(…) esa historicidad tiene dos aspectos, según se trate de las religiones no monoteístas o de las religiones monoteístas. En las primeras, la historicidad se revela en la ‘ab-erracion’ (en el sentido antedicho) y en el rodeo con que el hombre llega a Dios. Las religiones monoteístas tienen una historicidad distinta, que es lo que llamo los altibajos: son las dificultades que con grandes esfuerzos se atraviesan para llegar a Dios por una vía perfectamente clara, y la única verdadera”600. De esta manera, las religiones monoteístas601 se constituyen, por su particular historicidad, en una vía perfectamente clara y verdadera para llegar al Dios uno, personal y transcendente602. Para Zubiri el monoteísmo tiene una historia viable, es decir, una historia que real y efectivamente ha podido establecerse de una manera permanente y fecunda en la historia de la humanidad. Una compleja viabilidad histórica603 que depende tanto de la vía en cuanto tal como de su capacidad de dar de sí concretamente en la historia. En el contexto histórico del monoteísmo es preciso reconocer una primitiva y real multiplicidad de monoteísmos, entre los que destaca un tronco que sí ha tenido fecundidad y viabilidad histórica. 596 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 293-305. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 205-206. 598 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 143. 599 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 200-202, 235, 239, 350-351. Zubiri utiliza el concepto aberrante en el sentido que tiene en la física. 600 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 235. 601 Es claro que para Zubiri el monoteísmo no es patrimonio de una sola religión. 602 Cf. X.ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 363-365. Zubiri distingue entre vías y viabilidad, destacando la viabilidad histórica del monoteísmo de Israel frente a las otras vías históricamente existentes. 603 Cf. X.ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 206-210. Zubiri es consciente de la complejidad de la viabilidad de los hechos históricos. Por eso al comenzar a tratar el monoteísmo afirma la existencia de múltiples monoteísmos y la viabilidad histórica sólo de algunos. 597 156 “En ese caso, no solamente hay una conformidad de la idea con la realidad que pretende aprehender, sino que además hay una cosa distinta, el encuentro real y efectivo: el hombre por esa vía va a ir penosa y lentamente encontrando, al menos de una manera presuntiva y con fe, a la divinidad. Es el camino de los altibajos. Este tronco es el que aquí importa. Es el único que con fecundidad histórica ha determinado y ha constituido el monoteísmo religioso en la historia”604. Este “tronco” viable es el monoteísmo semita y el despliegue histórico de sus distintas etapas605: la del Dios solitario, celoso, excluyente, único y nacional. En el contexto específico de la viabilidad histórica del monoteísmo semita y de su intrínseca historicidad, es preciso situar y comprender tanto el cristianismo como el Islam, como vías reales y efectivas que han hecho viable el monoteísmo a lo largo de la historia. En la historicidad del Dios único surge el cristianismo. A partir de la comprensión semita de la divinidad, que tiene en sus manos la historia y es creador del mundo desde la nada, surgen para el hombre nuevas posibilidades de relación con Dios. Por un lado, una comprensión de la transcendencia como “absoluta lejanía” que lleva necesariamente a una concepción de Dios como alguien lejano e inalcanzable para el hombre en la historia. Esto sería precisamente lo que, a juicio de Zubiri, acontece respecto de la vía monoteísta del Islam606. Y, por otro lado, una comprensión de la transcendencia como máxima “proximidad” que posibilita una relación de cercanía y accesibilidad absoluta entre Dios y el hombre. Esta última posibilidad es la que asume Cristo, quien aparece en un momento determinado de la experiencia histórica monoteísta semita, quien proclama a Dios como su “Padre” y el de toda la humanidad. Con esta segunda opción se da paso a una nueva etapa que es precisamente la vía cristiana de la deiformación607. “De esta suerte se han constituido tres monoteísmos en la historia: el monoteísmo de Israel, el monoteísmo cristiano y el monoteísmo islámico. Respecto del monoteísmo de Israel, el monoteísmo cristiano no hace sino aceptarlo, evidentemente. El monoteísmo de Israel no acepta el punto de vista del cristianismo. Y el monoteísmo del Islam, en lo que tiene de monoteísmo, tampoco tiene nada adverso al Cristianismo. (…) Lo que sucede es que el monoteísmo del Islam, desde el punto de vista religioso, es una regresión. Desaparece la figura de un Dios incorporado a la historia para limitarse nuevamente a un Dios que simplemente ha hablado en la historia a los hombres, y cuyas últimas palabras están justamente en el Alcorán”608. 604 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 207. Ver también página 235. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 211-226. 606 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 226-231. Zubiri analiza el despliegue histórico del monoteísmo semita que desemboca en el cristianismo y el Islam. Cuando trata sobre el Islam indica que se trata de una ‘regresión’ respecto de la vía cristiana porque desconociendo el carácter divino de Cristo vuelve a presentar un Dios lejano para el hombre. No se refiere al Islam como si se tratara de una religión inferior a la cristiana sino como una vía distinta, que responde a otra de las posibilidades abiertas por el monoteísmo semita: la de la transcendencia entendida como radical lejanía. 607 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 239-240. 608 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 230. 605 157 2. Deiformación-cristianismo609 Para Zubiri, el cristianismo se sitúa y debe ser siempre entendido en el contexto de la experiencia de la humanidad, porque como religión, es siempre, y en primer término, una plasmación de la religación o apoderamiento de un Dios que se apodera experiencialmente del hombre, deiformándolo en todas sus dimensiones610. En este sentido, el cristianismo es una concretización ulterior o reactualización de la primaria y fundamental religación que, en el proceso de maduración, se constituye en “la” vía divina a Dios. 2.1. Vía monoteísta cristiana El cristianismo presenta como término de su opción al Dios de Jesucristo, es decir, al Dios “Padre”. Jesucristo anuncia un Dios que esencialmente es Padre, es su Padre y, en él, el de todos los hombres. Esta paternidad universal del Dios de Jesucristo es el aspecto más novedoso de su anuncio porque permite trascender definitiva y radicalmente la idea que se tenía de Dios hasta el momento. Efectivamente, Jesucristo presenta un Dios real, próximo y accesible para el hombre. Su anuncio es el de un “Dios Padre” que quiere establecer entre los hombres su “Reino de los Cielos”, que tiene por única condición la praxis de las Bienaventuranzas que ponen al hombre en la vía de la paternidad y la filiación, en cuanto “experienciación” de la religación, en que la divinidad se muestra como el Dios de toda la humanidad. Con el Dios de Jesucristo irrumpe el monoteísmo universal. Pero cuando Zubiri habla de la relación cristiana de Dios con el hombre, en términos de paternidad-filiación, no se refiere a simples sentimientos sino a una relación que da cuenta de una realidad concreta y fundamental. En este sentido, la paternidad de Dios no es un simple sentimiento sino la primaria, real y concreta experiencia humana de religación que reconoce a Dios como el fundamento “fundamentante” de su ser persona en cuanto absoluto relativo. Una constatación a la que el hombre sólo puede responder en la entrega filial, real y concreta, y no sólo sentimental, que se expresa en el acatamiento, la súplica y la solicitud de fortaleza para llegar a ser lo que se es realmente. “Y esta paternidad no significa algo meramente sentimental, sino que ante todo y sobre todo es un concepto teologal. Es padre aquel que da algo de lo que es a otra realidad, que es la del hijo. De ahí que el correlato inexorable de esta paternidad de Dios sea el carácter radical de la relación del hombre con Dios, que es la filiación. Y la filiación, como la paternidad, tampoco es un sentimentalismo. Al revés: es el carácter de una entrega personal en religación. Y una entrega personal que se mueve en una opción dirigida a una realidad que se acata, a una realidad a la que se implora, y a una realidad a la que se le pide fortaleza para ser radicalmente lo que se es. Es una entrega confiada, y en la medida en que es confiada constituye una filiación por parte del hombre, homóloga a la paternidad de Dios”611. 609 Obviamente no pretendo dar cuenta de todo el desarrollo que hace Zubiri respecto del cristianismo, sino apuntar al cristianismo como vía que conduce a Dios, como una vía que surge de la primordial religación del hombre a Dios. Para un estudio de la comprensión zubiriana sobre el cristianismo remitirse a X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo. 610 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 380-381. 611 X.ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 244. 158 Pero lo esencial de este anuncio es que Jesucristo se presenta no sólo como quien predica en nombre de Dios, como lo hace un profeta, sino como quien tiene una particular identidad con ese Dios612. Jesucristo no solamente transmite la palabra de Dios sino que es, en su propia y concreta realidad histórica, la misma palabra de Dios 613. Anuncia el Reino siendo él la propia verdad divina, siendo real y físicamente Dios mismo. Esta particularidad es lo que constituye a Jesucristo en el mismo acceso y vía a Dios614, a quien es preciso adherir personalmente para acceder a la Divinidad. Ya no se trata, por tanto, de la simple aceptación de unas verdades por la vía de la transcendencia, sino de reconocer en Jesucristo mismo la realización de la vía de la transcendencia. “El punto de transcendencia es esa interna, teologal y metafísica identidad, que solamente acontece en la persona de Cristo. Y a esa persona Cristo pedía una adhesión personal, la adhesión a su persona”615. Esta adhesión a la persona de Jesucristo lleva al creyente a acceder a Dios o, en términos zubirianos, a reconocer que en ella Dios ya está accedido. Una comprensión adecuada de esta adhesión a Jesucristo, en cuanto acceso a Dios, supone atender a dos aspectos fundamentales: en primer lugar, a su carácter de “filiación” de Dios y, en segundo lugar, al hecho de que dicha filiación consiste en cierta forma en “ser como Dios” pero al modo de Cristo. La filiación debe entenderse desde el planteamiento zubiriano que reconoce al hombre como una esencia abierta y, por tanto, constitutivamente religada, en la que la inteligencia abre a Dios, a una entrega real y radical a él, pero desde lo que el hombre es en sí mismo. Llegar a Jesucristo, a quien se proclama Dios, significa fundamentalmente que en la entrega a su persona el hombre llega a conformarse como es Cristo. Así la deiformidad616 del hombre es el término positivo que justifica teologal y metafísicamente tanto la paternidad de Dios como la filiación del hombre. La filiación del hombre, siendo distinta a la de Cristo, es verdadera por cuanto es real y efectivamente la deiformidad de su Yo, en Dios y por Cristo. En virtud de su adhesión y entrega personal a Cristo, el hombre adquiere su “corporeidad” y queda incorporado a Dios. La incorporación al Hijo de Dios, en el sentido de una presencia y consistencia, es lo que hace que el hombre quede en Dios con la corporeidad misma de Dios. 612 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 229-230, 245-246. Cf. X. XUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 249-250; X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 355-365. 614 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 245-253. 615 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 250. 616 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 381; X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 251-252, 257; X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 19, 37, 205, 216, 222, 226, 229, 231, 313-319, 426, 446, 486, 617. Conviene indicar que Zubiri distingue claramente entre lo que se quiere significar con deiformidad y deificación. Por lo primero entiende que tanto la creación como los entes creados, como hechos y creados por Dios, son deiformes, mientras que la deificación envuelve la idea de hacer dioses. A propósito de este tema ver G. DÍAZ, ‘El misterio deificante’: Contexto y fuentes del pensamiento teológico en el primer Zubiri: La Mysterientheologie (Tesis doctoral presentada a la Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2006). 613 159 “(…) no se trata de una metáfora sino de un aspecto muy real. Ciertamente, yo no formo cuerpo con Cristo ni por el estómago, ni por mi cerebro, ni por las cualidades de mi alma, ni puramente por mi psiquismo. Yo formo parte y cuerpo con Cristo por aquello que Yo soy, por el Yo que fabrico con mi opción y mi decisión. La corporeidad con Cristo, la consistencia en su presencia real, es la corporeidad y la consistencia real de mi ser sustantivo. Mi persona relativa adquiere su interna consistencia precisamente en esta incorporación a la persona absolutamente absoluta, que es Dios”617. El hombre, Cristo y Dios son personas y en cuanto tales esencias abiertas. Pero mientras en Dios esta esencial apertura es donación, en el hombre es religación, es aceptación y entrega, o fe, en una estructura de paternidad-filiación618. Esta estructural apertura es siempre un salir de sí hacia otro, es una opción libre de amor que no sólo pone algo en el otro sino que lo hace movido por el otro. En el amor el hombre se abre real y efectivamente en su relatividad al amor absoluto, que es Dios, en un ágape en el que real y efectivamente constituye su propio ser sustantivo. La forma interna en que el hombre forma cuerpo con Cristo es precisamente esta forma del amor, en la que se da a Cristo como fundamento de su ser: en una experiencia “última”, en el sentido del conocimiento íntimo, experiencial y radical; a la que se entrega como realidad “posibilitante”, en la que adquiere su propia consistencia de posibilitación en Cristo; como realidad “impelente”, que le urge al mandamiento del amor. Esta índole metafísica del amor, en su triple dimensión, es lo que hace que la unión con Cristo constituya el perfil radical y la consistencia del ser sustantivo de la persona humana. Que consiste finalmente en vivir y ser como él y como él hace que el hombre viva. “Cristo no solamente es el predicador de Dios, sino que es Dios mismo conduciendo a los hombres a la realidad más profunda de Dios”619. El acceso en Jesucristo del hombre a Dios es individual e histórico y, por esto, la historia entera de la humanidad constituye de alguna manera una experiencia de acceso a Dios a través de Jesucristo (Hb 1,1-2). Por eso Zubiri afirma que la humanidad en su historia se ha ido unificando y constituyendo en una experiencia acerca de Dios. La acción histórica de Jesucristo debe entenderse simultáneamente como un acontecimiento histórico que acontece históricamente. Si la historia es la revelación en acto por parte de Dios, y Cristo, como acceso a él, es Dios hecho historia, es evidente que la propia historia adquiere su consistencia por incorporación a Jesucristo. Por eso la historia de cada hombre y la de toda la humanidad, que constituyen una sola cosa, es finalmente el acontecer de la incorporación histórica de la humanidad a Jesucristo, mediante la cual la humanidad se sumerge en la realidad misma de Dios, quien en propiedad es el Padre universal y, por tanto, todo hombre su hijo. La entrega del hombre a Dios, que es una opción de fe, sólo es razonable si da cuenta coherente y cohesionadamente de las realidades del hombre, realidad relativamente 617 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 253. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 315-324. 619 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 330. 618 160 absoluta, y de Dios, realidad absolutamente absoluta, en Jesucristo que, como vía divina de acceso a Dios, es la entrega a un Dios hominizado para un hombre deiformado. “Y en esto consiste para el cristianismo, de una manera concreta y precisa, el carácter de la unidad tensa y de la distinción radical entre el hombre -cada uno de los hombres- y Dios. Dios es accesible y accedido precisamente en un acto de amor, en un éxtasis que constituye la apertura de la persona relativamente absoluta a la persona absolutamente absoluta que es Dios. Y en esta apertura acontece la incorporación del individuo y de la historia a Dios”620. Para Zubiri este acto revelante que es la obra de Cristo se expande en cinco etapas que alumbran ulteriores posibilidades intrínsecamente presentes en Cristo. A partir de la expresa aprehensión de estas posibilidades se constituye el despliegue de las etapas posteriores que denomina como: de los apóstoles y el judaísmo621, los apóstoles y el imperio622, el cristianismo y la razón griega623, el cristianismo y la razón moderna624 y el cristianismo y las religiones625. 2.2. Cristianismo y religiones Desde la perspectiva de la deiformación el cristianismo como religión es la “divinización de la vía de la transcendencia”. “La religión cristiana, por consiguiente, no solamente es una religión en la que el cristiano se siente arrastrado por Dios, sino que es Dios mismo haciéndose un momento histórico de la religión, un momento intrínseco de la historia humana. Es Dios mismo el que nos lleva a Dios”626. En este sentido, el cristianismo es la religión verdadera y definitiva porque es precisamente la única vía que, en sí misma, es acceso divino a Dios. Pero esto, como ya lo indiqué, no implica en el planteamiento zubiriano que las demás religiones sean falsas, ya que todas las vías y religiones envuelven intrínseca y formalmente un verdadero acceso al Dios cristiano, en cuanto realidad última, posibilitante e impelente. Para Zubiri toda religión y actitud religiosa tiene una dimensión de universalidad y de verdad según la cual son un cristianismo deforme. Se trata, por tanto, de vías distintas que, aunque aberrantes, llegan finalmente al Dios del cristianismo. “Toda religión que no sea cristiana es intrínseca y formalmente un Cristianismo ‘de-forme’. La deformidad del cuerpo objetivo de la religión es 620 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 257. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 260-262. 622 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 263-268. 623 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 268-277. 624 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 278-322. 625 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 322-325. 626 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 330, nota 1. Texto que pertenece al curso de Madrid de 1965. 621 161 justamente la consecuencia inexorable del carácter ‘ab-errante’ de la vía emprendida. Y a esto no hace excepción ninguna la irreligión. En absoluto”627. El cristianismo es la vía divina a Dios y, por tanto, todas las demás vías, incluidas las no religiosas, son intrínseca y formalmente un cristianismo deforme o ignorado628 porque todas las demás religiones suponen también una entrega humana del hombre a Dios, es decir, una entrega con las mentalidades y vías históricas con que se cuenta. Como vía divina de acceso a Dios, el cristianismo es la verdad definitiva, es el trazado mismo de la verdad de toda religión y su historia. Las demás religiones llevan en sí mismas un cristianismo intrínseco, un cristianismo deforme629 en el sentido de ser vía aberrante, que realiza un rodeo que conduce a Dios, y un cristianismo ignorado. Y esto no es fruto de una comparación entre la religión cristiana y las demás, ni fruto de una especie de sincretismo religioso, sino de la transcendencia histórica del propio cristianismo. La verdad cristiana es signo de una transcendencia, de algo que está en y sobre todas las religiones en una especie de fragmentación. “La verdad cristiana es el trazado mismo de la verdad de todas las demás religiones. Es por tanto el trazado mismo de la historia de las religiones”630. Es en este sentido que Zubiri afirma que las demás religiones llevan como constitutivo formal e intrínseco de su verdad un “cristianismo, deforme e ignorado”. Deforme en tanto las demás religiones llevan una “formidad” intrínsecamente cristiana, pero que sólo es “formidad” formal y plenaria en el propio cristianismo. E ignorado, desde el punto de partida teologal e histórico, porque da cuenta de la verdad del cristianismo como el trazado de la verdad intrínseca de todas las religiones, como la verdad incorporada a las demás religiones. Esto no significa que entre el cristianismo y las demás religiones no exista una verdadera y real distinción. Esta distinción es marcada por Zubiri explicando el significado de la “y”, e insistiendo en que ella no indica una mera coexistencia sino una presencialidad estricta y formalmente histórica del cristianismo en todas y en cada una de las religiones. En una mirada esencialmente unitaria en la diversidad, como es la de Zubiri, esta presencia no impide una verdadera diferencia sino que indica más bien que la actitud propia y esencial del cristianismo frente a las demás religiones no puede ser la de una afirmación excluyente, a pesar de que esto se haya dado históricamente, sino la de una “versión” positiva hacia las mismas. Esta actitud es la que constituye la propia misión de la iglesia en cuanto testimonio de la verdad cristiana y de su intrínseca transcendencia, no sólo frente a las demás religiones sino para sí misma631. Esta misión esencial debe realizarse por el camino de la conversión por elevación y como expresión de la actitud salvífica de Jesucristo. Esta actitud envuelve una presencialidad que es a la vez: “histórica”, expresada en lo que se dice y se es; una “libertad de opción”; y una “dinámica”, que es el poder de la 627 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 332-333. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 337-339. 629 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 337-338. Aquí deforme no se refiere a deformado sino a formalidad. Deforme es simplemente el resultado de una vía que es aberrante. 630 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 336-337. 631 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 339-347. 628 162 verdad cristiana frente a las demás religiones, cuyo poder se manifiesta como santificante, perenne y expectación de algo que apunta a un momento transhistórico. Con esta triple presencialidad y su actitud santificante, perenne y expectante, la historia de las religiones toma un carácter sumamente concreto, es esencialmente la actualización incoativa, que luego es apropiada, de una de las tres vías que se abren a la religión en su camino de ascensión hacia la divinidad. En este planteamiento resulta evidente una verdadera presencia del cristianismo en el fondo de toda religión que es, a fin de cuentas, lo que Zubiri entiende como la transcendencia histórica del cristianismo. “(…) la historia de las religiones es la palpitación real y efectiva de la divinidad en el seno del espíritu humano. Es una presencia soterrada de la divinidad, pero una presencia dinámica, real y efectiva en el seno del espíritu humano. Ella es la raíz, la estructura y el destino de la historia de las religiones. Entender que esta historia es la palpitación pura y formal de la divinidad en el seno del espíritu humano, independientemente de lo que esta palpitación sea para el Cristianismo -a saber, una revelación- es en lo que, a mi modo de ver, consiste el problema filosófico de la historia de las religiones”632. 2.3. Deiformación: la verdad esencial del cristianismo Para Zubiri, el cristianismo no sólo se inscribe en la experiencia monoteísta633 sino que se presenta como su máxima realización y la suprema experiencia teologal del hombre. “(…), en esta plasmación, el Cristianismo ofrece una particularidad, a saber: que la plasmación y el plasmante son un momento intrínseco y formal de la propia divinidad, a la cual la religión va a hacer acceder al hombre. De suerte que entonces el hombre no solamente se encuentra en el cristianismo con un acceso a Dios, sino con que Dios mismo es el acceso a Dios. Es la divinización de la vía de la transcendencia”634. Como toda otra religión, el cristianismo es plasmación de la religación en cuanto forma concreta en que el poder de lo real y su fundamento que es Dios se apodera experiencialmente del hombre en todas sus dimensiones: individual, social e histórica, dando cuenta de un Dios real y concretamente accesible al hombre635. Este apoderamiento hace al hombre real “en” Dios y en ello consiste primaria y formalmente el ser “deiformes”. Con esta expresión Zubiri indica la plenitud humana en la que Dios y el hombre se encuentran, y en la que el hombre es más hombre en la medida en que lo es “en” y “con” Dios. 632 X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 347. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 237-325. Páginas en que Zubiri desarrolla el cristianismo como religión intrínsecamente histórica, resaltando no sólo la presencia histórica de Cristo sino la misma historicidad del Dios accesible. 634 X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 87. 635 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 241-259. 633 163 “El Cristianismo, a mi modo de ver, dirá al hombre actual que su vida es lo que es precisamente porque el ser del hombre es deiforme; y lo es no en sus fracasos sino primaria y principalmente en sus propios logros. (…) El punto de coincidencia entre el hombre actual y el Cristianismo no es la indigencia de la vida sino su plenitud. Cuando la vida se asienta más sobre sí misma, es entonces cuando formalmente está siendo más en Dios y con Dios. La deiformación cristiana es el fundamento positivo de una vida plenariamente asentada sobre sí misma. Y esta convergencia, entre la situación del hombre actual como plenitud de vida y el Cristianismo como deiformación, es, a mi modo de ver, lo que mueve el diálogo”636. Esta deiformación, tal como la plantea el cristianismo, es el fundamento de una vida humana plenamente asentada sobre sí misma y no sobre algo extrínseco y externo al mismo hombre. La deiformación atañe a todos los hombres y a todo el hombre en cuanto éste es la proyección ad-extra de la misma vida de Dios. Por eso, para Zubiri, lo fundamental del cristianismo no es ni la “revelación” ni la “salvación” sino la “deiformación” que las fundamenta. “El cristianismo es formalmente, en expresión paulina, una μóρφωσις (cf. Rm 2,20), una conformación divina del hombre entero; en mi interpretación, una deiformidad. El cristianismo es salvación sólo porque es deiformación”637. Esta deiformación lejos de ser un problema más del hombre es justamente el problema teologal mismo, en cuanto es el problema de lo que es ser constitutivamente hombre. Por tanto, no se trata de una cuestión que afecte por un lado al hombre y por otro a Dios, sino de la intelección del hombre como manifestación intrínseca de Dios mismo. Ahora bien, si las cosas creadas son Dios ad extra638, tal como lo afirma Zubiri, ello significa que el hombre ha sido creado para “ser como Dios”, a través de una deiformidad que, en modos y grados distintos, señala la forma humana de ser Dios. Por esta razón, es posible afirmar que el apoderamiento en que consiste la propia religación es siempre y concretamente deiformidad. El hombre es una proyección formal finita de la propia realidad divina, es una manera finita de ser Dios, en una finitud que constituye lo propio de su “naturaleza humana”. Dios es transcendente pero “en” la persona humana, y lo es en la medida en que ésta es deiformemente Dios. Realizarse como persona humana es realizarse por el apoderamiento deiformante de lo real, que en sí mismo es el acontecer de la deiformación. “El hombre no encuentra a Dios primariamente en la dialéctica de las necesidades y de las indigencias. El hombre encuentra a Dios precisamente en la plenitud de su ser y de su vida. Lo demás es tener un triste concepto de Dios. Es 636 X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 19. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 18. Ver también las páginas 18-19. Zubiri, sin negar el valor fundamental de la salvación para el cristianismo afirma una estructura primaria y formal de deiformación desde la que se posibilitaría la salvación. 638 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 87- 147, en que trata de la Trinidad. Ver también las páginas 149-231 en que trata de la Creación, especialmente en las páginas 150-151 y 230-231. 637 164 cierto (…) que apelamos a Dios cuando truena. (…) Pero no es la forma primaria como el hombre va a Dios, y ‘está’ efectivamente en Dios. No va por la vía de la indigencia sino de la plenitud, de la plenitud de su ser, en la plenitud de su vida y de su muerte. El hombre no va a Dios en la experiencia individual, social y histórica de su indigencia; esto interviene secundariamente. Va a Dios y debe ir sobre todo en lo que es más plenario, en la plenitud misma de la vida, a saber: en hacerse persona. En el ser personal, en el ser relativamente absoluto de la persona, es donde encuentra a Dios, dándose al hombre en la experiencia suya”639. Y esta es precisamente la esencia del cristianismo, ya que para ser una religión salvífica se requiere primeramente ser una religión de deiformidad. Pues sólo así su carácter experiencial deiformante puede ser la suprema experiencia teologal, por cuanto no es posible una forma mayor de ser real en Dios. “El cristianismo se dirige primariamente al ser entero del hombre y no a su caída en pecado y menos aun a las fallas de su vida. El cristianismo no es la argamasa que remienda las fisuras de la vida”640. Con este planteamiento Zubiri se atreve a afirmar que el cristianismo no sólo es religión verdadera en sí misma, sino que es la verdad radical y formal de toda otra religión. A la que se llega sólo si se parte de la primordial experiencia de religación que se plenifica en Jesucristo, quien es la propia verdad divina. La experiencia teologal de la humanidad es la experiencia de la deiformidad en su triple dimensión individual, social e histórica, y es, por tanto, un verdadero cristianismo en “tanteo”. Lo que significa que la transcendencia del cristianismo no es sólo histórica sino fundamentalmente teologal. 639 640 X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 344. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 18-19. 165 Tercera parte SÍNTESIS CONCLUSIVA Y PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS Para finalizar, presentaré una breve síntesis conclusiva del camino recorrido, mostrando la validez de la clave hermenéutica utilizada para leer la trilogía teologal desde la estructura binaria fundamental de Inteligencia sentiente, e indicaré germinalmente algunas perspectivas teológicas que surgen desde dicho planteamiento. 166 Capítulo X SÍNTESIS DEL CAMINO RECORRIDO La propuesta zubiriana de la “inteligencia sentiente”, desde una perspectiva fundamentalmente “unitaria en la diversidad”, rescata del olvido el tema de la “realidad” y resalta su “formal” y “congénere” relación con la inteligencia. Zubiri sostiene que desde la perspectiva de la formalidad, la inteligencia es en primer término la facultad de la realidad y no de lo objetivo ni del ser. La inteligencia es la facultad de una realidad que impresiona los sentidos, a todos ellos, y esta realidad es verdaderamente una alteridad, un “de suyo”, cuya formalidad es algo impresivamente sentido, es impresión de realidad en la inteligencia humana. Con esta concepción, cuestiona radicalmente un presupuesto filosófico que entiende el “sentir e inteligir” en una contraposición radical, y prácticamente insalvable, cuyo origen está en una atención parcial a los “actos” que atiende exclusivamente a su contenido y olvida su formalidad. Un desconocimiento que, desde la perspectiva de la formalidad de los actos, olvida que el sentir e inteligir constituyen una sola y única estructura: la “inteligencia sentiente”. Una estructura que actualizando lo real “remite” y “retiene” al hombre “en” y “por” la realidad, su gran desafío. “La filosofía ha contrapuesto sentir y inteligir fijándose solamente en el contenido de ciertos actos. Pero ha resbalado sobre la formalidad. Y aquí es donde inteligir y sentir no sólo no se oponen sino que, pese a su esencial irreductibilidad, constituyen una sola estructura, una misma estructura que según por donde se mire debe llamarse inteligencia sentiente o sentir intelectivo. Gracias a ello, el hombre queda inamisiblemente retenido en y por la realidad: queda en ella sabiendo de ella. Sabiendo ¿qué? Algo, muy poco, de lo que es real. Pero, sin embargo, retenido constitutivamente en la realidad. ¿Cómo? Es el gran problema humano: saber estar en la realidad”641. La inteligencia humana es inteligencia sentiente porque es estructuralmente una con el sentir. El acto formal de esta inteligencia consiste precisamente en sentir intelectivamente la realidad y no en un mero concebir y juzgar lo sentido. Zubiri entiende esta intelección sentiente como mera actualización de la realidad. Una actualización que junto con sus reactualizaciones, que son las coactualizaciones, de la primera y única actualización o aprehensión primordial de realidad, dan estructuralmente cuenta de lo que hemos llamado el esquema binario fundamental que articula el planteamiento zubiriano sobre la intelección. Esta estructura de la intelección humana implica que toda cosa real es aprehendida en una peculiar unidad, en la que cada modo está apoyado en el anterior y lo incluye formalmente pero sin identificarse con él, en una verdadera unidad de maduración en que cada modo incluye el anterior intrínseca y estructuralmente, y no como una unidad de modos sucesivos o lineales. Por tanto, se trata de la unidad del acto mismo de la comprensión, que implica que si la estructura formal del inteligir consiste en la 641 X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 351-352. 167 actualización de la cosa como real en intelección sentiente, la unidad del acto intelectivo, que se modaliza en la aprehensión primordial de realidad y la ulterior intelección del logos y la razón, es actualización de la misma cosa real. Es decir, la unidad se da en una actualización de la misma cosa real en que la ulterior actualización no es una actualización absolutamente distinta, sino que es “re-actualización” de la primera, existiendo una determinación recíproca entre actualización y re-actualización. Y esto es lo esencial y decisivo del asunto. Es lo que, a mi juicio, confirma la existencia de una estructura binaria fundamental y dinámica que, en una concepción unitaria en y desde la diversidad, articula todo el planteamiento zubiriano sobre la inteligencia sentiente. Esta misma estructura, utilizada como clave hermenéutica de lectura de la trilogía teologal zubiriana, permite efectivamente una comprensión coherente del problema teologal del hombre, estructurado sobre el “hecho” de la “religación”, como la dimensión estructuralmente primaria y fundamental de la actualización, o aprehensión primordial de la realidad divina y encuentro del hombre con Dios, que se concretiza y plasma históricamente en religiones o reactualizaciones de la única y primaria actualización de Dios que es la propia religación. Para Zubiri el problema de Dios es una dimensión de la propia realidad humana en cuanto tal y, por tanto, es un problema ineludible para todo hombre. Por esto se centra en el análisis de esta realidad y constata en ella lo que denomina como “religación”. La religación da cuenta de un hombre que, en su fundamental respectividad o apertura a la realidad, se experimenta como un ser constitutivamente religado -es decir, retenido y lanzado- “en” y “por” el poder de lo real como el fundamento último de su ser personal, como una inagotable fuente de posibilidades para su propia realización y como una instancia que le impele y obliga a realizarse como persona. De esta manera, la religación se constituye en la misma vía que conduce al hombre “a” Dios desde su previo estar “en” y “desde” Él. Por eso es la actualización de la realidad divina en el hombre, es decir, es la aprehensión primordial del “estar” primario e intrínseco de Dios en lo humano, como la experiencia fundamental-fundamentante de carácter preconceptual, que es base posibilitante y motor de cualquier explicitación o concretización ulterior de esta misma presencia. Zubiri entiende esta actualización como un hecho “real”, “experiencial” e “inconcuso” al que sólo posteriormente corresponde una interpretación. En este planteamiento, la religación no es un mero vínculo ni un mero sentimiento de dependencia, sino la “versión” constitutiva y formal del hombre al poder de lo real como fundamento de su vida personal. De esta manera, Dios se ubica en la existencia misma del hombre, cuyo ser consiste formalmente en estar siendo y viviendo “en” y “desde” Dios, y no sólo en estar abierto “a” Él. Por eso, la religación puede ser comprendida como el momento primordial o momento de la impresión de la realidad de Dios, sobre el que se fundamenta y estructura toda concretización o desarrollo ulterior de la misma, que no es otra cosa que una reactualización de la primaria y fundamental religación estructural y constitutiva de todo hombre a Dios. Aquí lo fundamental está en comprender que el conocimiento de Dios como realidad última, posibilitante e impelente no es un problema teorético sino real y primariamente experiencial. En este planteamiento existe un tránsito expedito entre el acceso primario a Dios, o actualización primordial y conocimiento espontáneo del mismo, es decir, entre la religación y toda concretización ulterior de la misma o reactualizaciones. Un tránsito que sólo resulta posible si se parte de la premisa de que Dios no es “algo”, un 168 objeto, externo al hombre a lo que es preciso llegar, sino “alguien” en quien ya se está, se sepa o no, al modo de un “estar” o “presencia” desde la que siempre se parte. Todo el esfuerzo zubiriano por alcanzar a Dios se apoya en este previo “estar” de Dios, como presupuesto fundamental sobre el que se apoya el proceso o desarrollo histórico-reflexivo ulterior, que no es otra cosa que la explicitación, desarrollo o maduración de este primer contacto, como algo ya dado y pre-reflexivo. A esto se refiere Zubiri cuando afirma que la religación es un verdadero “hecho” inconcuso. Por tanto, el conocimiento de Dios sólo se da mediante la marcha intelectiva que parte de la religación y que plantea estructuralmente la implicación de lo divino en lo humano. El hombre, como absoluto-relativo constitutivamente religado al poder de lo real, es llevado religada y experiencialmente a la intelección de la realidad absolutamenteabsoluta que es Dios, a la que se entrega totalmente en un verdadero proceso de maduración que se despliega y concretiza en reactualizaciones ulteriores de esta primaria y única religación constitutiva, o actualización de la realidad de Dios, a través de la experiencia religiosa en sus distintas vías. Efectivamente, la fe, como dimensión radical de la entrega del hombre a Dios que afecta a la totalidad de su persona, hace que lo que comenzó como religación al poder de lo real, culmine en un acceso formal a Dios que ya no es simplemente religación sino “religión”. Toda religión es estructuralmente un desarrollo o concretización ulterior posibilitado por el momento primordial de la religación de la persona humana al poder de lo real o a su fundamento-fundamentante que es Dios, en cuanto realidad última, posibilitante e impelente. En esta perspectiva, la religación es la religión en un sentido primario y es el horizonte fundamental en el que el problema teologal del hombre debe comprenderse en su despliegue y concretizaciones históricas. Estas reactualizaciones son fruto de un proceso histórico de maduración que, en una comprensión esencialmente unitaria en la diversidad y por la línea de la supremacía incluyente, se despliega en y desde la primera y fundamental religación de la persona humana a Dios. Una supremacía que está dada por la propia experiencia vivida y no por una cuestión dialéctica o de abstracción teórica. La religación es el primordium de toda religión positiva, como ultimidad, posibilitación e impelencia, a pesar de que en sí misma no sea una religión positiva. Este carácter experiencial de la religión, en cuanto plasmación de la religación, es lo que lleva a múltiples formas de religiones, es decir, a una verdadera diversidad religiosa que se sitúa siempre en el “hacia” en que se inscribe formalmente todo pensar religioso. Un “hacia” que da cuenta del progresivo enriquecimiento de la “idea” del poder de lo real o de la divinidad, en un crecimiento en que cada nueva dimensión incluye la o las anteriores pero necesariamente transcendiéndolas. Por tanto, no es extraño que el hombre emprenda el camino “hacia” la divinidad por distintas y verdaderas rutas, históricamente agrupadas y caracterizadas bajo las ideas: “politeísta” o la vía del “hacia” en el sentido de la dispersión, la idea “panteísta” o la vía del “hacia” como ruta de la inmanencia, y la idea del “monoteísmo” o vía del “hacia” como transcendencia, la que sin negar ninguna de las dimensiones del poder de lo real, ni el que cada una de ellas pueda ser término de una divinidad, afirma radicalmente que la divinidad es siempre la misma, en un permanente enriquecimiento de la idea de Dios que admite grados y formas. El cristianismo, como religión, se sitúa en el contexto de la experiencia religiosa monoteísta semita de la transcendencia, y es siempre, en primer término, una plasmación de la religación o apoderamiento de un Dios que se apodera experiencialmente del hombre, 169 “deiformándolo” en todas sus dimensiones. Es, por tanto, una concretización ulterior o reactualización de la primaria y fundamental religación que en el proceso de maduración transcendente, a través de la encarnación o máxima cercanía posible, se constituye en “la” vía divina a Dios. Jesucristo se presenta con una particular identidad con el Padre, como la propia Verdad divina, como Dios mismo real y físicamente, constituyéndose en “el” acceso y “la” vía a Dios. Por tanto, ya no se trata de una simple aceptación de verdades por la vía de la transcendencia, sino de reconocer en Jesucristo mismo la realización de la vía misma de la transcendencia. Por eso, el cristianismo no sólo se inscribe en la experiencia monoteísta sino que se presenta como su máxima realización y la suprema experiencia teologal del hombre. Pero como toda otra religión, es una plasmación de la religación en cuanto forma ulterior concreta en que el poder de lo real y su fundamento que es Dios, se apodera experiencialmente del hombre en todas sus dimensiones, y da cuenta de un Dios real y completamente accesible para el hombre, en un apoderamiento que hace al hombre real “en” Dios deiformemente. Con esta expresión Zubiri indica la plenitud humana en la que Dios y el hombre se encuentran, y en la que el hombre es más hombre en la misma medida en que lo es “en” y “con” Dios. La deiformación cristiana es, por tanto, el fundamento de una vida humana plenamente asentada sobre sí misma y no sobre algo extrínseco y externo al mismo hombre. La deiformación atañe a todos los hombres y a todo el hombre en cuanto éste es la proyección ad-extra de la misma vida de Dios. Por eso lo fundamental del cristianismo, a juicio de Zubiri, no sería ni la “revelación” ni la “salvación”, sin negar el valor e importancia de ambas dimensiones, sino la “deiformación” que estructuralmente las fundamenta. En este planteamiento, la deiformación es el problema teologal mismo porque es el problema de lo que es ser constitutivamente hombre. No se trata de una cuestión que afecte por un lado al hombre y por otro a Dios, sino de la intelección del hombre como manifestación intrínseca de Dios mismo, de un Dios que es transcendente “en” la persona humana en la medida en que ésta es deiformemente Dios. Por eso, Zubiri afirma que el cristianismo no sólo es religión verdadera en sí misma, sino que es la verdad radical y formal de toda otra religión, es una verdadera experiencia a la que sólo se llega partiendo desde la primordial religación que se plenifica en Jesucristo, la verdad divina misma. Sin ser absolutamente novedoso este planteamiento zubiriano abre importantes perspectivas para el ámbito teológico y de esto quisiera dar cuenta brevemente en el capítulo que sigue. 170 Capítulo XI ALGUNAS PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS642 Al concluir esta investigación quisiera señalar, sin profundizar mayormente por el momento643, algunas pistas y perspectivas teológicas que se desprenden del planteamiento zubiriano que hemos revisado y que da cuenta de una estructura binaria fundamental de Inteligencia sentiente como clave de lectura del Problema teologal del hombre, desde una perspectiva metafísica con un planteamiento esencialmente unitario en la diversidad, dinámico y estructuralmente respectivo. Aun asumiendo que Zubiri no pretendió realizar una elaboración teológica explícita ni una sistematización acabada del mensaje cristiano, es posible encontrar en sus escritos teologales un material significativo que aporta nuevas posibilidades para el necesario y permanente enriquecimiento de la reflexión teológica contemporánea. En este capítulo final sugiero algunos temas en los que es posible reconocer aportes zubirianos al desarrollo de una teología con pretensiones de pertinencia y significación para los hombres de hoy. 1. La propuesta de un nuevo paradigma La contribución del planteamiento zubiriano al desarrollo teológico actual puede darse en distintos niveles: Un primer nivel, que podríamos llamar conceptual, consiste en la valoración y aplicación de algunos conceptos fundamentales de su filosofía para enriquecer la reflexión de algunos problemas teológicos específicos. Un ejemplo de esta aplicación conceptual lo constituiría la utilización de conceptos tales como el de “realidad”, entendido zubirianamente como “radical alteridad”; “respectividad”, como apertura estructural de lo real o realidad; “transcendencia”, como esfuerzo de superación del dualismo inmanencia trascendencia; “religación o poder de lo real”, como hecho radical e inicial del encuentro con Dios; etc. Reconociendo lo positivo de este tipo de aportes, es preciso considerar el riesgo de recurrir a conceptos zubirianos aislados y descontextualizados de la visión sistemática en 642 En el desarrollo de este capítulo se han considerado los aportes de los siguientes textos y autores: X. ZUBIRI, “Prólogo”, en: O. GONZÁLEZ, Misterio trinitario y existencia humana. Estudio histórico teológico en torno a San Buenaventura (Rialp, Madrid 1965), XI-XIV; J. COROMINAS, “Filosofía de la religión y teología de raigambre zubiriana” (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/2008). Disponible en http://www.geocities.com/praxeologia/religion.html; J. CABRIA, “Futuro de la obra teológica de Zubiri”, 717-733; A. GONZÁLEZ, “La novedad teológica de la filosofía de Zubiri”; A. GONZÁLEZ, “El punto de partida de la filosofía” (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/2008). Disponible en http://www.geocities.com/praxeologia; A. GONZÁLEZ, “Aproximación a la filosofía de la religión de Xavier Zubiri” (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.geocities.com/praxeologia/religa.html; A. GONZÁLEZ, “Presentación”, en X. ZUBIRI, Problema teologal del hombre: cristianismo, 9-13; A. GONZÁLEZ, Teología de la praxis evangélica. Ensayo de una teología fundamental, 71-111; A. GONZÁLEZ, Trinidad y liberación (UCA Editores, El Salvador 1994), 16-19, 49-82. 643 Este último capítulo sólo busca insinuar algunos aportes significativos del pensamiento zubiriano al pensamiento teológico. Un desarrollo mayor sobre los mismos requiere de más tiempo y distancia, tarea que pretendo continuar con el tiempo. 171 que han nacido, se nutren y adquieren su pleno sentido y coherencia. Con una utilización de este tipo no es difícil terminar en caminos distintos y, en algunas oportunidades, hasta contradictorios respecto del propósito zubiriano. Un segundo nivel, que supone un mayor grado de complejidad, consiste en la reinterpretación de algunos temas o contenidos teológicos del cristianismo desde las categorías o intuiciones fundamentales de la filosofía zubiriana. Este es el caso de su comprensión antropológica que entiende al hombre como un “absoluto-relativo” y a Dios como un “absoluto-absoluto” y “fundamento-fundamentante”; o el tratamiento que hace de la creación, la eucaristía644 y otros temas teológicos del cristianismo. Nuevamente, a pesar de reconocer el aporte que esta comprensión temática puede hacer a la reflexión teológica en ciertos temas de importancia, es preciso reconocer que existe el riesgo de no comprender adecuadamente la propuesta fundamental del autor en orden a propiciar un nuevo horizonte de reflexión, aspecto que se da solamente en un tercer nivel de profundización. Este tercer nivel, de indudable mayor complejidad que los anteriores, se da en la contextualización de todo aporte del autor en el esfuerzo fundamental por liberar la reflexión filosófica y, por tanto, también la teológica de lo que entiende es el horizonte de la “nihilidad” o de la “creación ex nihilo”645, que la propia teología ayudó a crear y que condiciona decididamente la posibilidad del encuentro humano con Dios en el mundo. En este sentido, es fundamental comprender que Zubiri intenta la superación de los dos horizontes de pensamiento que, a su juicio, han condicionado el desarrollo histórico del pensamiento occidental: el horizonte griego (del movimiento y la posibilidad del cambio permanente) y el cristiano (de la creación de la nada y el paso del no ser al ser), proponiendo el paradigma fenomenológico de la “realidad” o “alteridad”. Todo aporte zubiriano a la reflexión teológica contemporánea, sea este conceptual o temático debe entenderse en el contexto de su crítica a la función filosófica que una determinada teología ha ejercido en occidente durante siglos y a la limitación que esto ha producido en el desarrollo de ambas disciplinas. Una intromisión que ha llevado a abordar el problema de Dios o del infinito como si se tratara de algo externo y distante del mismo hombre y del mundo, estableciendo una relación de carácter dualista y radicalmente extrínseca. Esta comprensión explica el hecho de que históricamente el problema Dios se ha trabajado en un claro desequilibrio que, acentuando su absoluta alteridad y lejanía, olvida su “constitutiva” presencia y cercanía “en” el mismo hombre y, a través de él, en las cosas reales y el mundo646. En este sentido, este nuevo horizonte demanda de toda teología una permanente atención a la realidad, no sólo para recuperar los significativos aportes de algunas teologías 644 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 397-421. Texto que procede de la lección que Zubiri pronunció en la Universidad de Deusto el 1 de octubre de 1980, con motivo de su investidura como doctor honoris causa en teología. 645 Cf. X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 115-124; X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 153; X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 101, 224, 226, 241, 272. 646 Cf. X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944), 115-124. Especialmente 123-124. En que indica: “Con todas sus limitaciones, la filosofía griega nació, por lo menos, desde sí misma, frente a las cosas en inmediato contacto con ellas. Pero el hombre de la era cristiana no se encontró consigo nunca de una manera inmediata, sino mediante Dios, es decir, con la mirada fija en el ente infinito”; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 274. 172 latinoamericanas y europeas, como las teologías de la liberación, indigenistas, de género, de la interculturalidad o política, que se han esforzado por atender a la realidad desde distintas perspectivas que, de alguna manera, ya forman parte de la viva tradición teológica, sino para atender, al mismo tiempo, a la “formalidad” de la realidad que entiende lo real como el “de suyo” que, sin caer en un objetivismo ni en un subjetivismo, se muestra simultáneamente como la mayor alteridad y cercanía posibles. Con esta perspectiva es viable recuperar la unidad formal de la teología, como disciplina, que partiendo desde y en el necesario reconocimiento de lo diverso, es decir, el “de suyo” de toda cosa real, no renuncia a la primaria, estructural e intrínseca unidad comprensiva que busca dar cuenta de la verdad cristiana como un todo inclusivo, dinámico y en permanente maduración. Esta comprensión establece la realidad como el principio fundamental fundamentante “en”, “desde” y “por” el que se debe pensar todo. La valoración de lo real llega a tal punto en Zubiri, que se constituye en aquello que determina incluso la comprensión de Dios mismo como soporte de todo lo real, incluido el hombre, a quien denomina como un ser de realidades. A tal llega su insistencia sobre la realidad que no resulta extraño escuchar que se le catalogue, a mi juicio erróneamente, como un realista u objetivista. Este planteamiento permite abordar el problema de Dios y del acceso a Él desde una perspectiva inclusiva y estructuralmente constitutiva de la propia realidad humana y mundana, estableciendo una relación entre lo divino, humano y mundano en la línea de la inclusión y no de la exclusión o separación. Con esto Dios ya no es “algo” externo y extraño para el hombre y el mundo, ya no es algo que le venga de fuera como un añadido sino su “fundamento-fundamentante”, es decir, aquel que le hace ser específicamente lo que es al mismo tiempo que se establece como un Otro cercano. En este sentido, esta idea zubiriana permite comprender que Dios es básicamente el problema del mismo hombre y del mundo, sin que esto implique la afirmación de un panteísmo o de una inmanencia sin trascendencia. Un aporte realmente fundamental si consideramos que en muchas ocasiones el temor al panteísmo ha dificultado la elaboración de una teología más radical y libre, capaz dar cuenta de un Dios más encarnado y significativo para el hombre de nuestro tiempo. El propio Zubiri fue víctima de esta descalificación y posiblemente este temor ha limitado su valioso aporte teologal. El temor al panteísmo, asumido sin un mayor análisis crítico, es el que ha condicionado muchos discursos teológicos y ha dificultado enormemente la posibilidad de decir al Dios de Jesucristo significativamente, porque se le ha encerrado en categorías humanas previas, que lo cosifican y lo convierten en un objeto manipulable al antojo humano, negándole incluso la posibilidad de ser verdaderamente Dios647. El esfuerzo de Zubiri busca establecer un nuevo y distinto horizonte o paradigma desde el cual pensar filosófica y teológicamente, abriéndose a una comprensión distinta de Dios, el hombre y el mundo. Se atreve a pensar desde un paradigma estructurado fundamentalmente en torno a su comprensión de la “realidad”, la “inteligencia sentiente” y la “religación”, como categorías radicalmente congéneres y constitutivamente respectivas. Atender a este horizonte, pasando por alto esta crítica de la función filosófica de la teología en occidente, no sólo dificulta la comprensión del problema teologal del hombre sino que 647 Para una profundización de este tema y sus repercusiones teológicas ver J. NOEMI, El mundo. Creación y promesa de Dios (Paulinas, Santiago 1996), 204-226. 173 también impide el reconocimiento de los distintos aportes zubirianos al desarrollo de una reflexión teológica significativa. 2. Un intento de superación de comprensiones parciales del quehacer teológico648 Para Zubiri la teología enfrenta fundamentalmente dos grandes riesgos que es preciso conocer y superar si se busca mantener la identidad propia del pensamiento teológico cristiano, como logos de un Dios que se ha revelado al hombre. La primera tentación a superar consiste en entender el término de la revelación, es decir, a Dios mismo, únicamente como un “ente” sobrenatural y trascendente. Con esta comprensión de la revelación se corre el riesgo de olvidar que la razón fundamental de la revelación del Dios cristiano consiste precisamente en constituir al hombre en Dios y dirigir su vida hacia él. Desatender este aspecto fundamental del cristianismo lleva necesariamente a la elaboración de un pensamiento teológico especulativo sin mayor relación con la vida cotidiana del hombre y, por lo tanto, a una teología no cristiana. La segunda tentación, de carácter opuesto a la anterior, tiene que ver con atender exclusivamente a la vida humana dejando de lado a Dios mismo. Por esta vía, la teología se convierte finalmente en una pragmática religiosa, que olvida que tanto la vida como el hombre religioso no se fundamentan en sí mismos sino en Dios. Este camino también concluye en una teología no cristiana. Entre ambos peligros, el de la pura especulación y la pragmática religiosa, la teología se debe desarrollar como el logos de un Dios revelado al hombre en y para su vida. Es preciso recordar que la revelación no es solamente o en primer lugar una doctrina, sino la incorporación de Dios mismo a la realidad humana que alcanza su culmen en la encarnación. Jesucristo como verbo de Dios hecho hombre, es quien nos revela a Dios mismo “en” y “con” su vida, a través de todas las dimensiones que la constituyen y que podríamos agrupar bajo los conceptos de su anuncio, su praxis y la coherencia vital entre estos aspectos649. El Dios cristiano revelado en la encarnación de Jesucristo es una realidad o, en términos zubirianos, una alteridad que es fundamento-fundamentante de toda realidad que forma parte de la historia en la que adquiere su sentido, su valor y su realidad toda la vida del hombre religioso. En este sentido, es preciso recordar que la teología es el logos de esta realidad revelante y revelada. Un logos que debe buscar toda teología, en cuanto es el movimiento de la inteligencia humana hacia un Dios revelador que, previamente, está presente en el propio hombre arrastrándolo hacia sí en la fe. Por esto, es posible comprender la teología en la línea de San Buenaventura como itinerarium mentis in Deum, siempre y cuando se tenga conciencia de que “itinerario” no indica un camino “hacia” algo que todavía no se tiene y que se debe alcanzar, sino como acceso a algo con lo que “ya se cuenta”. Por tanto, la teología no sería un camino del hombre hacia un Dios al que es preciso llegar sino el trazado de la penetración de Dios en la propia inteligencia humana, que supone estructuralmente el esfuerzo activo del hombre que busca iluminar y comprender a ese Dios que se encuentra previamente abierto a su inteligencia en sí mismo, en las cosas reales y en la realidad. En este sentido, Zubiri nos 648 649 X. ZUBIRI, “Prólogo”, XI-XIV. Cf. P. HÜNERMANN, Cristología (Herder, Barcelona 1997), 93-115. 174 recuerda que el logos teológico es humano y, por tanto, distinto de aquel que constituye la revelación misma, es decir, distinto de Dios pero no separado u opuesto a Él. Desde esta comprensión, la inteligencia debe poner en marcha todas sus potencialidades y posibilidades para dejarse iluminar por el Dios que la penetra desde dentro y acceder a su encuentro lo más plenamente posible. Este es un llamado a asumir el desafío que actualmente enfrenta el quehacer teológico en orden a dialogar auténticamente con una serie de saberes filosóficos y de otras disciplinas o ciencias, pero no como un saber externo y añadido a lo propio de la inteligencia humana, como es un planteamiento fideísta, sino precisamente como una dimensión intrínseca de la propia inteligencia que, en cuanto tal, demanda la apertura y superación de todo intento por limitar y excluir aspectos o dimensiones fundamentales y constitutivas del conocimiento humano. La propuesta zubiriana demanda una mirada teológica unitaria que atendiendo, valorando y manteniendo la real diversidad de teologías y disciplinas que en ella confluyen, sea capaz de articular un discurso intrínseca y estructuralmente unitario, no uniforme, que dé cuenta de la complejidad y amplitud de la experiencia religiosa del Dios cristiano que le habla históricamente a cada hombre y lo invita a ser parte de su único pueblo. En este sentido, la propuesta estructural analizada puede ayudar a replantear la necesidad de no renunciar a priori a una comprensión teológica sistemático-unitaria que, a partir de la positiva diversidad de discursos teológicos, intente responder articuladamente a la compleja realidad de la experiencia humana de encuentro con Dios. 3. Una visión unitaria de la relación conocimiento-fe En el tema de Dios, que atraviesa transversalmente toda la obra zubiriana, la religación adquirió con el tiempo una importancia medular para reintroducir el problema de Dios en el debate filosófico y posibilitar el diálogo con distintas visiones del hombre. Pero esta centralidad de la religación también ha eclipsado el reconocimiento de otras perspectivas que efectivamente ofrece un planteamiento como este. Ya hemos indicado que el autor dedicó gran parte de su esfuerzo intelectual y vital a replantear la relación entre Dios y el hombre “en” el mundo, acentuado el aspecto “experiencial” de dicho encuentro650. Sin desconocer la centralidad de la religación y las interesantes perspectivas que desde ésta se abren para un diálogo teológico con otras disciplinas, en el contexto de este tema es preciso atender al planteamiento zubiriano sobre la relación entre la fe y el conocimiento, es decir, a la posibilidad del conocimiento de Dios que desde la idea de inteligencia sentiente alcanza un marcado acento unitario en la diversidad. A mi juicio, y en esto comparto con A. Torres651, en la relación “conocimientofe” se encuentra un aporte significativo y original del pensamiento zubiriano que intenta superar la permanente tentación de dualismo que se expresa en comprensiones con marcadas tendencias fideístas o racionalistas. 650 Cf. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 379-386. Cf. A. TORRES, “Inteligencia y fe. El conocimiento de Dios en la filosofía de Zubiri”, en Estudios Eclesiásticos, 64 (1989), 141-171. Sigo de cerca el planteamiento del autor. 651 175 3.1. Presupuestos La realidad como criterio fundamental La realidad, entendida como primaria y máxima radicalidad, es el criterio fundamental de todo el pensamiento zubiriano, una centralidad que obviamente se mantiene al abordar el problema del acceso del hombre a Dios. En este punto, el planteamiento del autor pretende ir más allá de un conocimiento indirecto y accidental de Dios a través de las cosas y, para ello, pone todo su esfuerzo en alcanzar un conocimiento directo de Dios a partir del encuentro “con”, “en” y “desde” las cosas reales, en las que Dios está formalmente presente pero siempre trascendiéndolas. En el contacto con las cosas el hombre esta remitido y lanzado hacia Dios mismo, en un acceso conciente y formal652. Esta posibilidad se sustenta en la apertura estructural y esencialmente respectiva de ambos actores “en” la realidad y “a” lo real en cuanto tal. En este sentido, Dios es accesible como fundamento último abierto en las cosas reales por él sustentadas y sólo en ellas es accesible para el hombre. Zubiri insistirá en la centralidad de la realidad o de las cosas reales como vía exclusiva de acceso a Dios, indicando que ni siquiera la experiencia mística es posible sin las cosas o fuera de estas653. El hombre accede a Dios, “en” y “por” las cosas reales, debido a que como esencia abierta constitutiva y estructuralmente, siempre es respectivo a su propia realidad, a la realidad de las cosas y, en ambas, a la realidad en cuanto tal654. De esta manera, el encuentro o comunión de Dios y el hombre se da radicalmente a partir de la apertura personal de ambos actores a la realidad. Sólo desde esta apertura estructural y constitutiva es posible todo acceso directo, conciente y efectivo a Dios. Una idea inclusiva de inteligencia Zubiri analiza el tema del acceso a Dios desde su filosofía de la inteligencia y logra una propuesta importante y novedosa que, sin el sustento metafísico del pensamiento zubiriano, tiene similitud con la propuesta de R. Guardini sobre los sentidos y el conocimiento religioso655. En este esfuerzo Zubiri señala que es preciso ampliar la comprensión de la inteligencia para abordar el conocimiento de Dios. Es necesario superar la tentación de centrar el encuentro o conocimiento de Dios fundamentalmente en lo visual. Esta exclusividad, que de hecho desatiende el importante aporte de la mística656, se ha convertido en una verdadera tiranía que lleva, vía el desconocimiento de las restantes dimensiones de la inteligencia, al empobrecimiento del conocimiento de la realidad de Dios y a un dualismo radical que desconoce las posibilidades del hombre para acceder a la divinidad. Ante esta situación, es necesario reconocer los distintos modos y dimensiones intelectivas que facilitan al hombre un mejor y más acabado conocimiento de la realidad y en ésta de Dios. La apertura a las distintas dimensiones o modos de la inteligencia humana 652 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 183-184. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 186. 654 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 182. 655 Cf. R. GUARDINI, Los sentidos y el conocimiento religioso. 656 Cf. K. RAHNER, “Elemente der Spiritualität in der Kirche der Zukunft”, en Schriften zur Theologie, Vol. XIV (Benziger Verlag, Einsiedeln 1980), 375. Texto en que reafirma el valor de la mística para el cristianismo del futuro. Sobre el resurgimiento de la mística ver J. GONZÁLEZ, El factor cristiano (Verbo Divino, Navarra 1994), 139- 154. 653 176 permite acceder a la realidad de Dios por distintos caminos o posibilidades que, indudablemente, enriquecen el conocimiento de su realidad y abren la posibilidad de un diálogo fecundo y sin exclusiones sobre ella. Al mismo tiempo que ponen un freno a la permanente pretensión de establecer la propia experiencia o camino como el único posible. La idea de inteligencia sentiente intenta justamente acoger cognitivamente un mayor número de posibilidades de acceder a Dios, desde el reconocimiento de la riqueza de su realidad y las distintas modalidades para acercarse a esta. Por eso Zubiri nos recuerda que en este tema específico, Dios se nos manifiesta según su propia realidad trascendente, es decir, como una realidad que está remitiendo al hombre desde las cosas hacia su “fundamento-fundamentante”, que es Dios mismo. Para este caso específico, la ‘audición’ nos permite acceder a Dios como “remisión notificante”657 y como “voz de la conciencia”, entendida como el clamor de la realidad en el camino hacia el absoluto, haciéndose presente como una verdadera forma de intelección sentiente658. Pero además de la trascendencia de Dios en las cosas reales, existe una peculiar trascendencia de Dios en las personas o en la tensión interpersonal, en la que la presencia de Dios se da a través del tacto659 en una especie de tanteo dinámico. En este sentido, Zubiri sostiene que la religación es una auténtica experiencia manifestativa del poder de lo real que lanza al hombre experiencialmente hacia Dios como su fundamento en las cosas mismas660. Finalmente, Zubiri también habla de la accesibilidad de Dios a través del concepto de la “verdad real”, indicando que Dios es verdadero, en cuanto es manifiesto como patencia, firmeza y efectividad661. De esta manera, Dios es la verdad real que desde las cosas y la relación interpersonal con y en el hombre se constituye en donación que religa, es decir, sostiene y lanza al hombre hacia la perfección, la seguridad y la efectividad. Atención a la causalidad personal El acceso efectivo del hombre a Dios no se da ni consiste en una relación extrínseca sino en un momento intrínseco y constitutivo del propio hombre. La presencia o previo estar interpersonal de Dios en el hombre implica que éste esté desde siempre accediendo efectivamente a Dios662. Una situación en la que Zubiri distingue dos tipos de accesos: uno incoado y otro pleno. Con el primero, se indica la accesibilidad de Dios que se está realizando en el hombre previamente a su aceptación expresa. Dicha accesibilidad tiene relación con la presencia permanente y dinámica de Dios en el hombre, que se manifiesta como relación interpersonal que es “pretensión”, que se traduce en un “arrastre” y que hace “trascender” al hombre desde las cosas reales hacia su fundamento. Sólo cuando el hombre responde a este arrastre divino se produce el acceso pleno a Dios que es la “entrega” o la fe. De esta manera, a la donación de Dios, acceso incoado, corresponde la entrega humana, acceso pleno, que completa el despliegue total del acceso como fruto de una actitud activa y conciente del hombre que responde a la donación de Dios que habita en las cosas reales como llamado interpersonal663. El hombre responde a esta entrega divina, que se manifiesta 657 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 188-189; 225-226. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 101-104. 659 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 189-190. 660 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 190. 661 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 191-193; 199-200; etc. 662 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 194. 663 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 198. 658 177 como realidad última, posibilitante e impelente, con el acatamiento, súplica y refugio, respectivamente. En este tema Zubiri es capaz de mantener un rigor metafísico que entiende los momentos en que se despliega la religación como distintos e inseparables y es, en este contexto, en el que introduce lo que denomina “causalidad personal”, indicando que este tema no ha sido suficientemente trabajado por la filosofía clásica. Por eso es preciso atender seriamente al carácter trascendente de la causalidad como funcionalidad de lo real en cuanto real y abrir dicha causalidad a otros tipos de estricta causación, entre los que cuenta la causación de las personas entre sí como un tipo irreductible y específico que no se da en otras cosas reales. La causalidad personal le sirve al autor para profundizar definitivamente la idea de acceso pleno, explicando la unidad de “donación-entrega” entre Dios y el hombre como una unidad de causalidad personal. Como una verdadera y estricta causalidad que, en términos precisos, es comunión más que unión. El que Dios en cuanto persona sea intrínseco a cada realidad personal humana, tanto en su obrar como en su ser, implica la negación de toda comprensión de tipo extrínseca y dualista de la relación entre ambos actores. En este contexto, pedir ayuda a Dios no implica apelar a alguien que está fuera del hombre y que, por lo tanto, debe acudir a él sino la intensificación de la ayuda de aquel que ya es trascendente en el propio hombre. Es decir, de aquel que está en el hombre, sin ser el hombre, pero que hace posible que el hombre sea libre y concientemente lo que es. Por eso Zubiri afirma que cuando el hombre se entrega (cree) a Dios se está entregando en el fondo a lo más radicalmente suyo664. Con esta visión es posible superar la reiterada tentación de una explicación de carácter dualista que aborda el problema del acceso a la divinidad como si se tratara de una relación estructuralmente extrínseca. Pero también permite superar la permanente tensión entre explicaciones teológicas de carácter autónomo o heterónomo. Este, a mi juicio, es un importante aporte de Zubiri a la elaboración de una teología cristiana que, sin renunciar a la comprensión metafísica, logra intuiciones que la teología busca en el diálogo con otras disciplinas sin lograr siempre una síntesis inclusiva como la que nos propone el autor. A este respecto es interesante mencionar la similitud que existe entre la propuesta zubiriana y la de P. Tillich, quien habla de una teonomía como camino de superación de la tensión entre posturas autónomas y heterónomas665. 3.2. La fe como entrega Zubiri considera la fe como la cima del acceso y conocimiento de Dios666. Se esfuerza en mostrar que este acceso no es un problema que se agote en el reconocimiento de las facultades o actos que lleven a Dios sino un auténtico fenómeno humano en toda su amplitud667. Por eso cuando elabora las condiciones de posibilidad del conocimiento religioso afirma que la fe comprendida en toda su densidad, iluminada por las categorías de la entrega y la causalidad personal, logra el conocimiento de Dios desde su raíz formal por 664 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 201-203. Cf. P. TILLICH, Teología sistemática, Vol. I (Sígueme, Barcelona 1972), 99-142; G. MARQUÍNEZ A., “Paul Tillich y Xavier Zubiri: Planteamiento del problema de Dios”, 103-110. 666 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 209. 667 Cf. F. CORREA, “El inicial planteamiento zubiriano de la cuestión de Dios en su artículo ‘En torno al problema de Dios’. Influencia heideggeriana y camino propio’”, 353-370. 665 178 la vía de la integración y no de la exclusión de las dimensiones del ser humano y de su inteligencia. Una comprensión que permite superar visiones parciales de la fe que tienen un marcado carácter intelectualista o voluntarista. La fe como entrega se opone necesariamente a visiones que la restringen y entienden como mero asentimiento a un juicio, que se funda en el testimonio de otro, porque con ello se le restringe a un contexto intelectual incapaz de dar cuenta de la compleja experiencia humana de la fe. Zubiri entiende la fe como entrega a una persona, afirmación que es aceptada y compartida por gran parte de la teología actual, pero indica críticamente que esto no justifica concebir la fe en términos de un irracionalismo emotivo o un sentimentalismo. Porque la fe como entrega a una persona es un movimiento que se sustenta primaria y fundamentalmente en la veracidad de esa persona. En este punto, conviene recordar que el planteamiento estudiado sostiene que la fe es un fenómeno radicalmente unitario, porque es un amar que se vuelve intrínseca y formalmente un creer y un creer que es momento intrínseco y constitutivo del amar. No hay espacio para una mirada dualista y extrínseca del binomio “amar-creer”, sino una unidad que se fundamenta en la veracidad de la realidad personal a la que el hombre se entrega, porque no se limita la verdad a lo que dice o hace la persona.668 En este sentido, la fe se ve condicionada por la “verdad real” (o verdad del estar como radical alteridad) que es Dios mismo y que se manifiesta en el hombre como adhesión personal, certeza y opción libre. En una concepción amplia de la verdad y bajo el modo metafísico de la causalidad interpersonal, el entregarse a Dios en la fe se constituye finalmente como una entrega al propio fondo trascendente de la persona que cree 669. En este sentido, cabe indicar que la fe como: “adhesión personal” es incorporación interpersonal de enriquecimiento mutuo y, por tanto, es una realidad que va más allá del conocimiento específico que puede alcanzarse; como “certeza firme”, es un estado que se recibió, en el que se está, es más que un acto y, como tal, tiene una dimensión comunitaria e histórica que la sitúa y le abre posibilidades; y como “opción libre”, es una entrega voluntaria, una construcción libre y fundamentada intelectivamente. 3.3. Comprensión unitaria Respecto de la relación inteligencia-fe, la propuesta zubiriana se esfuerza por llegar a una comprensión unitaria en el respeto y constatación de las diferencias. Zubiri afirma que el conocimiento de Dios es en sí mismo una fe posible y a partir de este hecho es viable reconocer la unidad y distinción de ambas dimensiones. La estrecha unión que esta afirmación implica no niega la distinción de las dimensiones, ni la distinción existente entre la apertura de un ámbito y su realización concreta. Pero sostiene que lo consustancial al conocimiento de Dios no es la fe en sí misma sino su posibilidad670. Con esta precisión, se superaría la tentación de una visión uniforme que por buscar la unidad elimine la real y necesaria diversidad. La afirmación de esta unidad primaria y radical del “conocimiento-fe”671, en la intelección de la “realidad-fundamento” que es Dios para el hombre, ayuda a precisar la 668 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 211-214. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 215-216. 670 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 237. 671 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 239. 669 179 fórmula tradicional credo ut intelligam o intelligo ut credam e impide una lectura extrínseca y dualista de la misma, que comprenda cada dimensión sólo como un camino para llegar a la otra. Para lograr una concepción más unitaria respecto de este tema, es importante asumir la distinción zubiriana entre las posibilidades radicales y los hechos actuales. Lo que acabamos de indicar da cuenta de la unidad entre el conocimiento y la fe como posibilidad radical que se da a partir de la causalidad interpersonal entre Dios y el hombre. Pero para completar la unidad es preciso ir más allá de la posibilidad y atender a la unión actual del conocimiento y la fe. En este proceso surge la categoría de la “apropiación”, como elemento mediador fundamental que da cuenta de una realidad “en hacia” que abre un ámbito y lanza hacia él, generando siempre nuevas posibilidades para que el hombre se realice a sí mismo mediante la apropiación libre. En este sentido, la unidad entre el conocimiento de Dios y la fe se manifiesta como voluntad de ser, del hombre que se realiza, precisamente, apropiándose de las posibilidades abiertas por la inteligencia. Que es lo que formalmente Zubiri llama voluntad de verdad real672. En el dinamismo propio de la realidad de Dios, que es en y por sí misma siempre para el hombre, Zubiri fundamenta la unión del conocimiento y la fe. En este sentido, en la religación la voluntad de verdad se manifiesta como voluntad de “fundamentalidad”, es decir, como actitud u opción libre del hombre previa a todo acto concreto y a toda posibilidad porque es constitutiva de la realización de su realidad. Esta es la raíz de la unidad entre conocimiento y fe673. Esta voluntad de “fundamentalidad”, que surge de la propia realidad de Dios y no por un añadido externo, pone en marcha simultánea e indisolublemente la inteligencia, que lleva a comprender a Dios como “fundamentofundamentante”, y la entrega, en cuanto voluntad de hacer propio lo que la razón muestra como realidad-fundamento674. Con esto, la unión real y actual entre conocimiento y fe alcanza su máxima expresión y excluye toda posibilidad de dualismo o unidad externa. 4. La novedad del método zubiriano675 Zubiri aborda metodológicamente “el problema teologal del hombre” de manera diferente a como lo hacen la fenomenología clásica, la hermenéutica, la filosofía analítica, los métodos crítico-explicativos o la llamada teología natural. La novedad de su planteamiento no consiste en una genialidad sin precedentes sino en lo simple y novedoso de su punto de partida y en la capacidad inclusiva e integradora del mismo. 4.1. Un punto de partida distinto El método zubiriano tiene su punto de partida en el análisis de un(os) “hecho(s)” que posteriormente “pueden” y “deben” ser explicitados y desarrollados, en clara contraposición a lo que se denomina como “conceptuaciones teóricas”. En este sentido, 672 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 240-248. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 258. 674 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 262-263. 675 Cf. A. GONZÁLEZ, “La novedad teológica de la filosofía de Zubiri”. Con quien concuerdo en el planteamiento fundamental y a quien sigo de cerca. 673 180 conviene recordar que para Zubiri, un hecho es todo lo que está actualizado en la aprehensión primordial y un “hecho positivo” es aquello que cualquier persona puede aprehender676. Este punto de partida incluye la participación activa de la realidad y la inteligencia sentiente, ideas que en una comprensión unitaria son congéneres y constitutivamente respectivas, como dimensiones que juegan un rol clave al descartar una interpretación subjetivista u objetivista de la propuesta e impiden la ingenuidad de postular la intelección como el camino primario para llegar a Dios677. En el ámbito específico del Problema teologal del hombre, Zubiri indica que el “hecho” primario a analizar es el apoderamiento del poder de lo real, es decir, el hecho mismo de la “religación”. Un hecho que se da en la aprehensión de “realidad” de toda cosa aprehendida con anterioridad e independencia de su sentido, significado, teoría explicativa o posibilidad de la razón sobre el mismo678. La “religación”, entendida como la “experienciación de la poderosidad” que religa a toda persona, se presenta como un hecho radicalmente previo y anterior a todo intento por decir, comprender o explicar lo religioso679. Esto, a mi juicio, es lo que hace que la propuesta zubiriana apunte a un aspecto más simple, pero más radical que el punto de partida de otras propuestas metodológicas, señalando interesantes perspectivas para el desarrollo teológico actual. Al fijar su punto de partida en un hecho primordial que, con las características metafísicas zubirianas, obliga a atender y valorar la “experiencia humana fundamental”680 de la radical dependencia humana de un Otro que, siendo distinto, hace ser a la persona en libertad, en términos de un encuentro entre Dios, el “absoluto-absoluto”, y el hombre, un “absoluto-relativo”. Este hecho primordial exige una comprensión teológica que, a través de una idea esencialmente unitaria en la diversidad, sea capaz de replantear el encuentro de Dios y el hombre en el mundo asumiendo el desafío de valorar toda experiencia humana, en su justa medida, considerando equilibradamente sus dimensiones individual, social e histórica. En este camino es preciso revisar los presupuestos filosóficos y teológicos que sostienen una permanente sospecha sobre toda experiencia personal o individual, especialmente la de aquellos menos instruidos, progresistas o no tradicionalistas, por considerar que se corre el riesgo de caer en un subjetivismo entendido generalmente como relativismo. Una valoración peyorativa de la experiencia particular que establece una relación de oposición con la experiencia comunitaria u oficial, entendida ésta siempre como objetiva, al no considerar el hecho de que para ser hegemónica y dominante debió excluir otras tan comunitarias y válidas como ella. Esta atención a la experiencia humana fundamental, como punto de partida, puede constituirse en una interesante oportunidad para replantear la relación entre lo particular y lo comunitario, en la medida en que se entienda que para un verdadero encuentro con Dios se requiere el crecimiento armónico, simétrico y complementario de ambas dimensiones. Por este camino sería posible, entre otras cosas, una mejor valoración teológica de la experiencia de la religiosidad popular, de la experiencia carismática y de tantas otras que permanentemente cuestionan la tentación humana de clarificar, controlar y ordenar todo en 676 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 180-186. Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 20. 678 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 196-200; X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 84-99. 679 Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 18-28. En que da cuenta de su visión crítica respecto de los planteamientos fenomenológicos. 680 De carácter metafísico. 677 181 una síntesis acabada que, con bastante probabilidad y buenas intenciones, sólo logra empobrecer y limitar la vitalidad del Dios de Jesucristo. Esta atención zubiriana al hecho primordial de la religación se da en el contexto de una comprensión unitaria de la experiencia fundamental que se despliega en la diversidad y que, en su mismo punto de partida, reconoce, respeta y mantiene la radical alteridad en una unidad estructuralmente respectiva, en una comprensión unitaria “en”, “desde” y “por” la diversidad que respeta a Dios, el hombre y el mundo como alteridades constitutiva y estructuralmente unidas que se relacionan. Este punto de partida tan universal, que no es ni antropocéntrico ni teocéntrico, puede indicar interesantes novedades en distintos ámbitos de la reflexión teológica como: la creación, la cristología, la eclesiología, los sacramentos, la moral, etc. 4.2. Carácter integrador Un aspecto fundamental del método zubiriano lo constituye la capacidad inclusiva de los aportes de otras propuestas metodológicas como la fenomenológica, la hermenéutica, la crítico-explicativa y la llamada teología natural. Estos aportes remitidos al análisis primario del “hecho de la religación” perfectamente pueden ser asumidos en los modos ulteriores de la intelección primordial. Un planteamiento como el zubiriano, si bien se constituye en una crítica fundamental del punto de partida de estos otros métodos utilizados en el quehacer teológico, no implica el rechazo a priori de sus principales aportes sino el intento por una comprensión y reordenamiento de sus intuiciones más significativas. En este sentido, los aportes del método fenomenológico y de la hermenéutica son recogidos en el momento del logos o campo y, en la medida en que buscan una comprensión y el sentido de las vivencias religiosas681, son comprendidos desde un concepto de lo religioso más amplio y anterior a toda decisión teorética sobre la verdad o falsedad del sentido de esta vivencia. Con esta característica se hace posible una comprensión de la verdad que, atendiendo a la aprehensión primordial de realidad o al hecho mismo de la religación, redescubre la verdad real como fundamento “en” y “desde” el que alcanzan su consistencia las ulteriores y diversas concepciones de la verdad 682. Esto permite una mayor valoración de la experiencia religiosa concreta y demanda de la reflexión teológica una mayor atención a la simplicidad y universalidad de la experiencia primordial y verdadera del previo “estar” de Dios en el hombre situado en el mundo. Ante el planteamiento de la filosofía analítica de la religión y su búsqueda del significado del lenguaje religioso, la propuesta zubiriana sostiene que la religión, como plasmación de la religación, se sitúa en un ámbito más radical que la cuestión del significado del lenguaje religioso pero sin negar la legitimidad de dicho análisis. Remitir el 681 Cf. J. VELASCO, “La fenomenología de la religión en el campo de los saberes sobre el hecho religioso. Status quaestionis”, en J. GÓMEZ y J. MARDONES (eds.), Cuestiones epistemológicas. Materiales para una filosofía de la religión, Vol. 1 (Antrhropos, Barcelona 1992), 13-58; A. FIERRO, “Comprensión y explicación del hecho religioso”, en J. GÓMEZ y J. MARDONES (eds.), Cuestiones epistemológicas. Materiales para una filosofía de la religión, Vol. 1 (Anthropos, Barcelona 1992), 59-84. 682 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 229-246; X. ZUBIRI, Inteligencia y logos, 253-392; X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 258-320; X. ZUBIRI, Sobre la esencia, 109-174; X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, 37-49; X. ZUBIRI, El hombre y la verdad (Alianza, Madrid 1999) 182 lenguaje religioso al hecho primario de la religación permite responder al problema del sentido concreto y a la necesidad de verificación del lenguaje683. Al respecto, es importante reconocer que en la propuesta zubiriana la verificación del lenguaje no se juega en primer término en la capacidad de explicar la realidad en su totalidad y unidad, sino en dar cuenta de la religión como plasmación de la religación y punto de partida ineludible de lo religioso. El hecho de la religación, experienciado concretamente y no como una mera teoría, es lo que permite la verificación final de todo lenguaje religioso. Esta perspectiva incentiva el desarrollo de una teología inteligente y razonable que se deja interpelar por la experiencia fundamental de la religación, que se constituye en el referente de verificación de los significados de las expresiones religiosas y en el criterio final de verificación de la propia experiencia humana, que se debe discernir y expresar con pretensiones de significatividad para el hombre de hoy. Frente a los métodos crítico-explicativos y sus teorías respecto del hecho religioso, que indudablemente van más allá de la simple aprehensión primordial, es importante señalar que la opción zubiriana permite integrar en el análisis del hecho religioso las diferentes teorías que buscan explicarlo desde distintos sistemas de referencia, como ocurre con las elaboraciones de Marx y Freud entre otros684. Para la razón sentiente es absolutamente legítimo el intento de explicación de lo que hay en el campo desde instancias distintas que trascienden el hecho mismo de la religación, ya que toda intelección se mueve siempre en la constitutiva y formal apertura de la realidad o respectividad, con la única salvedad de no dogmatizar la comprensión propia685. Por eso, este método que parte de una realidad que es fundamento-fundamentante y plantea una solución teísta, no sólo no puede excluir a priori ningún otro intento de explicación que busque enriquecer la comprensión del hecho de la religación o experiencia fundamental y sus ulteriores desarrollos o concretizaciones, sino que obliga a abrirse a distintos intentos de explicaciones en un diálogo interdisciplinar real. Ante la teología natural, que utiliza una filosofía teísta como lenguaje válido para el desarrollo de la reflexión teológica686, este método reafirma el valor insustituible de la filosofía para el trabajo teológico687 y alerta, al mismo tiempo, de la insuficiencia de 683 Cf. A. PINTOR-RAMOS, Realidad y verdad, 185-239; A. GONZÁLEZ, Un solo mundo. La relevancia de Zubiri para la teoría social (Tesis doctoral presentada a la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid 1994), 316-342; D. ANTISERI, El problema del lenguaje religioso: Dios en la filosofía analítica (Cristiandad, Madrid 1976); J. GÓMEZ y J.M. Mardones (eds.), La tradición analítica: Materiales para una filosofía de la religión, Vol. 2 (Anthropos, Madrid 1992). 684 Cf. A. FIERRO, “Comprensión y explicación del hecho religioso”, 77-79; J. NOEMI, El mundo, creación y promesa de Dios, 177-199. 685 Cf. X. ZUBIRI, Inteligencia y realidad, 273. 686 Idea que se apoya en una comprensión particular de la afirmación del concilio Vaticano I que sostiene la capacidad de la razón humana de llegar a Dios. 687 Cf. K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, 23-25. En que se rescata la importancia de la filosofía para la teología y la necesaria apertura de la filosofía a la trascendencia; Juan Pablo II, Fides et Ratio (Paulinas, Roma 1998), nº 80-85; S. SILVA, “Fides et Ratio: presentación, lectura y dialogo”, en Anales de la Sociedad Chilena de Teología, I (2001), 75-90. Un ejemplo de esta necesaria relación entre la filosofía y la teología se puede reconocer en las ponencias para el Seminario interno de profesores de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, correspondiente al año 2007, de los profesores S. SILVA y C. CASALE. La primera ponencia titulada “Lo absoluto y lo relativo. Aproximación hermenéutica” y, la segunda, titulada “¿Cómo hacer afirmaciones con pretensiones de universalidad a partir de acontecimientos contingentes? El ejemplo de Cristo en la filosofía”. Cf. Teología y Vida, 49 (2008), 203-220 y 39-79 respectivamente. 183 muchos de sus conceptos para expresar correctamente al Dios cristiano. Zubiri no cree a priori en una radical incompatibilidad entre el Dios de los filósofos y el de los cristianos, sino que cree que cumpliendo el requisito de no encerrarse en los presupuestos y nociones filosóficas previas, especialmente en las griegas688, es posible acceder por la religación al fundamento de todo lo real con independencia del nombre que se le dé y del tipo de vía de que se trate, sea esta teísta o ateísta. En este sentido, la participación activa y permanente de la inteligencia humana es reafirmada en el planteamiento zubiriano, señalando como tarea intransable el necesario y permanente proceso de liberación del pensamiento teológico a partir de la crítica de los presupuestos filosóficos de todo discurso sobre Dios. Con el particular planteamiento zubiriano de la “realidad”, como la formalidad constitutivamente abierta y respectiva en la que no caben cierres conceptuales, el autor propone pensar simultáneamente a Dios como la mayor alteridad e identidad posibles. Una alteridad que está referida a sí misma como un “de suyo” que es total alteridad, entendida por analogía como un movimiento descendente desde la realidad de Dios que plantea una relación de polaridades que indica que a mayor identidad-mayor diferencia. Zubiri ha invertido la dirección y el sentido con que generalmente se utiliza la analogía e insiste en que ya no se trata del modo en que el hombre accede a Dios sino como Éste llega a los hombres. Una formulación con la que intenta liberar a Dios de la manipulación humana que busca igualarlo al hombre o presentarlo como una simple proyección ideal de sí mismo. Una liberación que pasa necesariamente por una correcta comprensión de lo que sucede en la encarnación o vía cristiana de la deiformación689. 4.3. Perspectivas complementarias Estas dos características del método zubiriano, es decir, su singular punto de partida y su gran capacidad inclusiva, hacen posible una comprensión y valoración más universal de la experiencia religiosa del hombre. Al acentuar la religación como un “hecho universal”, el teólogo debe atender, siempre dentro de sus posibilidades, a un espectro más amplio de las experiencias religiosas humanas sin excluir a priori ninguna de sus manifestaciones particulares, comunitarias e históricas. En este sentido, la teología debe considerar y dar cuenta de la mayor gama posible de experiencias religiosas que desde la religación, con todas sus reales y concretas diferencias, deben ser valoradas y entendidas como plasmaciones y, por lo tanto, como verdaderas expresiones religiosas. Esto no sólo tiene relación con un discurso teológico ecuménico o interreligioso, sino que también apunta al diálogo que necesariamente debe darse al interior de las propias experiencias religiosas o iglesias, en las que también existen múltiples formas o maneras de concretizar la experiencia primordial común o religación, en una real valoración de la pluralidad como manifestación de la unidad cristiana. Con esto no se niega la necesaria oficialidad de la experiencia sino que se le equilibra con la, también necesaria, experiencia individual, su valor indiscutible y su estructural relación con la dimensión social e histórica de toda experiencia religiosa. 688 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 152; X. ZUBIRI, Inteligencia y razón, 258-263, 292-297. En este último texto Zubiri analiza la idea de la verdad como encuentro. 689 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 172. 184 Este mismo análisis de la religación, como un hecho positivo, explicita el valor de la acción humana. De este modo, la “praxis” aparece como el lugar, primario y concreto, en que se hace presente y transparenta sin mayor mediación la propia experiencia de religación. Esta valoración primaria y fundamental de la praxis humana es previa a toda elaboración teórica y sustento de esta, bien se trate del análisis del sentido, del significado, de cualquier teoría explicativa o utilización del instrumental filosófico por la teología. Una adecuada reflexión teológica no puede partir de teorías o momentos segundos sino que debe centrarse en aquello que justamente manifiesta primariamente la religación y, por tanto, debe atender decididamente a la praxis. El camino propuesto por Zubiri, facilita la valoración de las experiencias no teístas como auténticas vías de experiencias teologales y, por tanto, como decisiones razonables ante el fundamental problema de Dios o del “fundamento-fundamentante” de la persona, sin que ello signifique una minusvaloración de la experiencia teísta propiamente tal690. Ello obliga, sin lugar a dudas, a una reflexión teológica distinta que demanda una teología con características similares a las del método propuesto, es decir, una reflexión en permanente búsqueda de mayor radicalidad en su punto de partida y con una capacidad esencialmente inclusiva de las experiencias religiosas propias y ajenas. En el contexto del planteamiento zubiriano el desarrollo de una teología a priori excluyente de lo diferente está en abierta contradicción con la realidad y su constitutiva “respectividad”. Hoy es preciso que el teólogo no sólo se abra a distintos tipos de investigaciones académicas, formales e informales, y a un análisis de la religación sin exclusiones de principio, sino que reconozca la necesidad de integrarse a equipos interdisciplinarios que le ayuden a dialogar con otras disciplinas y examine otras realidades como un camino concreto de enriquecimiento de la propia elaboración teológica. Esto permitiría una mayor riqueza en el análisis del hecho religioso, valorando una mayor variedad de experiencias y rescatando aquellas que históricamente han carecido de justa atención. Un ejemplo específico de esta situación lo constituyen la religiosidad popular y la técnica, dos experiencias de gran presencia y significatividad en la vida cotidiana de nuestros pueblos pero muy ausentes de la reflexión teológica académica formal. 5. Lo teologal, un espacio para replantear las relaciones entre filosofía y teología Acabamos de indicar que el punto de partida del método zubiriano es el análisis del hecho de la religación. En este análisis se denomina dimensión teologal al momento constitutivo y formal de la realidad humana que da cuenta de un enfrentamiento ineludible con la ultimidad de lo real, que provisionalmente puede ser llamada Dios. Lo teologal es, por tanto, una estricta dimensión humana, accesible a un análisis inmediato, cuyo punto de partida es la existencia de la ultimidad del poder de lo real o “problema de Dios”691. En este sentido, lo teologal indica una dimensión constitutiva de todo hombre mientras que lo teológico remite al estudio de lo que es Dios, el hombre y el mundo en las religiones y especialmente en el cristianismo692. El estudio de lo teologal como una dimensión de la propia realidad humana, anterior a toda revelación o teología, es para Zubiri una tarea propia de la teología fundamental 693. 690 Cf. X.ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 85-113. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 371-372. 692 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 382-383. 691 185 Esta disciplina teológica, desde una perspectiva teologal, debe analizar la dimensión teologal del hombre tal como se actualiza en la aprehensión primordial con independencia de toda opción religiosa específica694. La distinción entre lo teologal y lo teológico no guarda una relación primaria con los contenidos tratados sino con la perspectiva fundamental con que se realiza la mirada y se tratan los contenidos. Atendiendo a la trilogía de Zubiri podemos comprender este asunto, al constatar que no se trata de una obra que dé cuenta de lo teologal en su primer volumen y de lo teológico en los dos restantes, en que se desarrollan contenidos directamente teológicos. Sino de una obra unitaria que da cuenta de una perspectiva teologal que partiendo de un “análisis del hecho” de la religación, actualizado en la “aprehensión primordial”, se despliega ulteriormente en una “teoría teologal” y en una “teología teologal”. A partir del análisis del poder de lo real o hecho de la religación, que lanza inevitablemente al hombre a la búsqueda de su fundamento allende la misma aprehensión, se da paso a la justificación de Dios o a una teoría teologal, en la que se plantea el problema del fundamento último del poder de lo real pero sin dar por supuesta su realidad sino justificándola. No se trata, por tanto, de una exposición del modo en que Dios aparece en las distintas religiones sino de un estudio estrictamente filosófico que rebasa el mero análisis de la religación, tal como aparece en la “aprehensión primordial”, en una clara reflexión teórica que sigue siendo teologal695. Una vez aceptada esta justificación de la realidad de un Dios único, personal y transcendente, que históricamente responde al monoteísmo de Abraham en sus tres religiones, Zubiri sostiene que es viable el estudio desde una perspectiva teologal de los contenidos del cristianismo. En este tercer paso ya no sólo se rebasa el mero análisis del hecho teologal sino también la teoría teologal porque se estudia a Dios, el mundo y el hombre tal como aparecen en el cristianismo. De esta manera, lo teologal se despliega en la trilogía zubiriana desde el análisis del hecho teologal, en una teoría teologal y una teología teologal. Tres modos que constituyen los momentos intelectivos en los que se despliega el problema de lo teologal, en que los dos primeros son estricta filosofía, es decir, un mero análisis de hechos y una búsqueda allende la aprehensión de un fundamento para esos hechos, y sólo el tercero presupone la opción de fe cristiana. Así entendido el desarrollo de lo teologal, la teología fundamental no puede limitarse a los praeambula fidei ni a un estudio introductorio general de la teología696, sino que debe incluir los tres momentos en que se despliega el problema teologal, es decir, debe partir de un análisis teologal del “hecho de la religación”, desarrollar una “teoría teologal”, que dé cuenta filosóficamente del fundamento de la religación, y una “teología teologal” que, desde esta perspectiva, dé cuenta del Dios de Jesucristo. Esto implica que la teología fundamental debe tener unos contenidos estrictamente filosóficos (análisis del hecho y teoría teologal) y también una opción por el cristianismo y sus contenidos fundamentales, aunque siempre desde la perspectiva de su origen en la dimensión teologal del hombre. Lo teologal plantea una relación distinta entre la filosofía y la teología que se resuelve en un planteamiento unitario de lo teologal, en el que se establece una relación de 693 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 383. Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 382. 695 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 305. 696 Cf. X. ZUBIRI. El hombre y Dios, 383. 694 186 fundamentación que puede entenderse en una doble dirección: desde la teología a lo teologal, como búsqueda y enraizamiento, o desde lo teologal a la teología, como despliegue y dinamismo. En el primer caso, la teología se encuentra con la necesidad de retrotraerse a la dimensión teologal en la que se encuentra toda posibilidad de acceso a Dios, incluido el religioso y la propia fe. En este sentido, Zubiri realiza un gran esfuerzo por mostrar esta relación fundante de la teología en lo teologal porque considera que sin el acceso racional a Dios, la teología corre el riesgo de convertirse en un verdadero fideísmo desencarnado, un peligro siempre latente. Y, en el segundo caso, en que lo teologal se despliega en teología, el punto de partida es lo teologal considerado como fundamento sobre el que se apoya la reflexión teológica. En este sentido, a partir de los presupuestos noológicos zubirianos, lo teologal es el punto de encuentro donde la filosofía y la teología entablan sus relaciones de manera distinta a como históricamente se ha hecho697. Ya no se trata de relaciones fundadas en la esclavitud, absorción, superación, contradicción ni en la simple utilización instrumental, sino en el reconocimiento del hecho de la religación constitutiva del hombre y, en él, del mundo en Dios como un punto de partida común. Lo teologal se establece como un espacio filosófico que permite, desde la religación, como un “hecho” primario y concreto, determinar un punto de partida común desde el que se puede establecer el encuentro y el diálogo de las disciplinas, en el respeto de sus justas autonomías. Esta propuesta abre nuevas perspectivas para la teología al insertarla en un problema teologal previo que reconoce el cristianismo como parte integrante de una gran experiencia teologal de la humanidad, en sus dimensiones individual, social e histórica, sobre la verdad última del poder de lo real698 como la experiencia en la que el cristianismo se juega su sentido y su verdad final. 6. La necesaria crítica de los presupuestos filosóficos de la Teología Zubiri afirma que si la filosofía, entendida como un saber primario y radical, quiere constituirse en una orientación significativa para la humanidad es preciso que someta a crítica todo supuesto injustificado que albergue en su seno y que atente contra su libertad y capacidad de liberar. La teología, que también es fruto de la razón humana, posee inevitablemente presupuestos filosóficos implícitos o explícitos en el seno de su discurso. Toda reflexión teológica contiene tesis que posibilitan, condicionan y limitan la verdad cristiana que se quiere transmitir y por eso se requiere un proceso permanente de depuración o, como indica P. Hünermann, una permanente conversión del pensamiento si se pretende dar cuenta efectivamente del Dios cristiano699. Un ejemplo de esta necesidad lo constituyen las variadas concepciones dualistas que están a la base de ciertas comprensiones de la fe cristiana y que muchas veces terminan por encerrar a Dios en un esquema filosófico previo 697 Cf. W. PANNENBERG, Una historia de la filosofía desde la idea de Dios (Sígueme, Salamanca 2001), 23-44. 698 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios, 380. 699 P. HÜNERMANN, Cristología, 33-43. 187 ajeno a la revelación700. En este sentido, la teología requiere del instrumental filosófico para explicitar los presupuestos con que se acerca a la Revelación cristiana e intenta decirla. La superación de este problema no pasa por el rechazo de la filosofía sino precisamente por el respeto de esta y su utilización consciente. Es decir, recurriendo a la filosofía para analizar con rigurosidad los conceptos filosóficos que se utilizan en el discurso teológico para usarlos legítimamente y dar cuenta, lo mejor posible, de la novedad del Dios cristiano que no admite ser limitado conceptualmente. En este sentido, la misma constatación de los presupuestos del discurso teológico demanda la necesaria y crítica labor filosófica. Reconocer y explicitar el sistema conceptual que se utiliza teológicamente, permite liberar la formulación teológica de la limitación inherente a los mismos conceptos filosóficos y posibilita, en el anuncio de la revelación cristiana, la utilización consciente de las categorías que teológicamente se consideren más adecuadas para su efectiva transmisión. Si bien no es posible un discurso teológico sin presupuestos, el recurso a la filosofía ayuda a transparentar y criticar dichos presupuestos impidiendo la permanente tentación de dogmatizar la propia comprensión e identificarla con la Verdad revelada. Esta necesaria crítica de los presupuestos filosóficos exige la utilización de conceptos racionales incluyentes que hagan posible acoger la novedad del Dios de Jesucristo sin encerrarlo en esquemas conceptuales previos. La utilización teológica del instrumental filosófico permite cuestionar las categorías con que la revelación ha sido conceptuada históricamente, pero ello no significa que la labor crítica de la filosofía deba ser comprendida sólo en su fase demoledora, sino que se requiere de una fase propositiva de nuevos conceptos que contribuyan a la comprensión de Dios sin caer en un racionalismo. En este sentido, y sin ánimo de exhaustividad, pienso que la propuesta zubiriana revisada en la primera y segunda parte de este trabajo abre importantes perspectivas al replantear la “realidad”, radical alteridad y cercanía, como el punto de partida de la reflexión teológica, que se revela en hechos, se expresa en palabras y se acepta en la fe. Con esta centralidad se obliga al teólogo a reconocer a Dios como “fundamentofundamentante”, no sólo de su propia realidad y de la del mundo sino como punto de partida de toda posible reflexión teológica. Esto obliga a preguntarse nuevamente por la realidad y por la manera en que se accede a ella, un aspecto que hoy resulta fundamental y que, en alguna medida, reposicionó la teología latinoamericana del siglo pasado y las actuales teologías contextuales, aunque con características muy distintas a las zubirianas. Desde la centralidad de la realidad que es Dios mismo, la verdad de su revelación ya no se establece como punto de partida radical sino como momento ulterior y despliegue del previo estar de Dios. Con esto no se indica que la teología no deba buscar la verdad, sino que se insiste en un orden adecuado que establece que la realidad es la que funda la verdad de la revelación y no al contrario. Dios mismo, es decir, su propia realidad es la que se nos entrega como el Misterio, en una primacía que afirma fundamentalmente su presencia constitutiva en el hombre, el mundo y en la historia de los hombres, pero sin negar su real y radical trascendencia “en” las cosas y no “a” las cosas. 700 Cf. J. NOEMI, El mundo. Creación y promesa de Dios, 142-165; S. SILVA, Teología de la creación (Seminario Pontificio Mayor de los Santos Ángeles Custodios, Santiago 1988), 109-120. Ambos autores muestran la dificultad teológica que supone una comprensión de la fe cristiana desde una perspectiva dualista. 188 En este contexto se debe entender el aporte teológico de Zubiri y su esfuerzo por liberar el pensamiento teológico contemporáneo de una serie de “supuestos” filosóficos que, consciente o inconscientemente, siguen fundamentando y condicionando de algún modo los actuales discursos teológicos701. Por eso la principal invitación y desafío es a repensar la “relación” entre una necesaria y libre filosofía y una necesaria y libre teología. Una relación que requiere del cuestionamiento radical y permanente de los presupuestos filosóficos que provienen de los horizontes que han sustentado hasta hoy las reflexiones teológicas. Esta situación es la que probablemente impide que muchas teologías se constituyan en referentes significativos para el hombre contemporáneo que vive y se mueve “en”, “para” y “desde” un horizonte diferente desde el que se está pensando teológicamente. Pero no basta con la simple constatación de la existencia de presupuestos en el discurso teológico, ni con comprender que éstos siempre han estado o estarán presentes. Aun aceptando que no van a desaparecer nunca esto no libera al teólogo de la imperiosa tarea de criticar los supuestos injustificados una vez que son reconocidos. La interminable tarea que esta crítica supone no es motivo suficiente para dudar de su sentido y urgencia en el quehacer teológico, porque el principio de la inmensidad de la tarea no excusa de su urgencia ni de su real importancia. De ello da buena cuenta el propio llamado a la salvación que hace el Dios cristiano a un hombre que parece no estar interesado en la invitación. En este sentido, la crítica zubiriana se constituye en un llamado a prestar más atención a la vitalidad de la “Tradición”702, liberándose de la tentación de entenderla como una simple repetición, incapaz de distinguir entre la “Verdad” y las “formas” en que se ha transmitido históricamente. Este reforzamiento de la atención a la “Tradición” permite un proceso de liberación que abre las puertas a una teología que se atreva a pensar desde el problema teologal del hombre, es decir, en un auténtico diálogo con la(s) filosofía(s), para alcanzar una reflexión contextualizada que renunciando críticamente a las seguridades de los horizontes clásicos del pensamiento europeo, pero sin dejar de asumir sus aportes, sea capaz de atender a todo contexto real y concreto, que en nuestro caso específico es el latinoamericano con todas sus reales e internas diferencias. En este sentido, Zubiri nos ayuda a comprender la necesidad de una teología contextualizada capaz de decir la verdad del Dios de Jesucristo al hombre en su experiencia concreta. Sin olvidar que esta misma propuesta teologal también señala la necesidad de complementar esta contextualización en una comprensión teologal primaria y fundamentalmente unitaria en y desde la diversidad. Una invitación que nos puede ayudar a superar la tentación de desarrollar un discurso teológico, tan específico que no sea capaz de decir nada a quien no pertenezca a dicho ambiente, convirtiéndose en un planteamiento teológico excluyente, pero también a superar la tentación de hacer una teología tan general, que no diga nada concreto al hombre de hoy703. 701 A. GONZÁLEZ, “La novedad teológica de la filosofía de Zubiri”, punto 1. Cf. X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, 108-111. En que el autor explicita lo que es la tradición aplicada al ámbito religioso. 703 Para el tema de las diversas teologías y su historia ver R. BERZOSA, Hacer teología hoy. Retos, perspectivas, paradigmas (San Pablo, Madrid 1994); R. BERZOSA, ¿Qué es teología? Una aproximación a su identidad y a su método (DDB, Bilbao 1999); J. BOSCH (ed.), Panorama de la teología española (Verbo Divino, Navarra 1999); O. GONZÁLEZ DE, El lugar de la teología (Madrid, 1986); W. KASPER, Teología e Iglesia (Herder, Barcelona 1989); H. KÜNG, Una teología para el nuevo milenio (Círculo de Lectores, 702 189 7. Algunas dificultades de la propuesta zubiriana Debido al carácter integral y unitario del pensamiento zubiriano surgen algunas importantes dificultades que es preciso considerar. La primera tiene que ver con el hecho de que cualquier desarrollo teológico en esta perspectiva sólo tiene sentido, como expresión o prolongación del pensamiento zubiriano, en el contexto de todo su planteamiento filosófico. Esto demanda del teólogo un conocimiento y aceptación de las claves metafísicas y epistemológicas que sostienen las afirmaciones teologales y sus eventuales proyecciones teológicas. En este sentido, si bien es cierto que la propuesta zubiriana permite pensar a Dios y el cristianismo en una unidad conceptiva704 y sistemática poco común en el panorama teológico del siglo pasado, que tiende más a la parcialización y especialización, la dificultad de una perspectiva como esta consiste en el conocimiento e identificación que se requiere con este modo de discurrir y razonar, asumiendo su complejidad y la probable pérdida de libertad y criticidad que esto puede suponer. Por eso creo que el principal aporte zubiriano en este punto radica más en el espíritu que propone para discernir las nuevas cuestiones, que en su producto concreto705. La segunda dificultad proviene del estilo especulativo, aparentemente intemporal y del refinado conceptismo de la propuesta zubiriana706. Estas características están en abierta contradicción con la orientación teológica que privilegia la elaboración de una reflexión abierta a los problemas concretos del hombre de hoy sabiendo dar razón de la esperanza cristiana al mundo (1Pe 3,15). En este sentido, el problema zubiriano estaría dado por su carácter metafísico-abstracto y por la dificultad de que dicho planteamiento sea considerado teológicamente, tomando en cuenta que el propio Concilio Vaticano II establece un giro a la perspectiva y método teológico con una clara orientación histórico-salvífica707. La tercera dificultad tiene que ver con la indefinición con que el autor dejó algunos conceptos claves de su planteamiento. Esta situación, en apariencia contradictoria con su esfuerzo por clarificarlo todo, plantea importantes desafíos para precisar aspectos centrales de su pensamiento. Ejemplo de esto son los conceptos de “realidad”, “aprehensión primordial” y “experiencia”708. Barcelona 1991); J. RATZINGER, Natura e compito della teologia (Laca Book, Milano 1992); E. VILANOVA, Historia de la teología cristiana, Vol. III (Herder, Barcelona 1992). 704 Cf. X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo, 120. 705 Cf. J. ESTRADA, “La influencia de Zubiri en la teología de la liberación”, en Proyecciones, 45 (1989), 285-296; J. MARTÍNEZ, “Xavier Zubiri: una nueva posibilidad para la teología”, en Scriptorium Victoríense, 40 (1993), 73-90; F. LLENÍN, “La teología en la filosofía de Xavier Zubiri”, en Revista Española de Teología, 52 (1992), 69-86. 706 Cf. X. ZUBIRI, “Prólogo”, XI. En que Zubiri advierte de un doble peligro en el quehacer teológico en el sentido de conceptualizar un Dios sin relación con el mundo o atender sólo a la vida humana dejando de lado a Dios. 707 Cf. IGLESIA CATÓLICA, “Constitución Pastoral Gaudium et spes”, en IGLESIA CATÓLICA, Concilio Ecuménico Vaticano II. Constituciones. Decretos. Declaraciones (BAC, Madrid 1970), Nº 3. 708 Para una mayor profundización de la propia debilidad de uno de los términos más relevantes del pensamiento zubiriano, ver A. GONZÁLEZ, Estructuras de la praxis. Ensayo de una filosofía primera, 3843. 190 Bibliografía 1. Obras de Zubiri Ordeno las obras del autor por su fecha de publicación. Los primeros doce texto corresponde a los escritos publicados por el propio autor en vida y el resto a las publicaciones póstumas realizadas por la FUNDACIÓN XAVIER ZUBIRI hasta el año 2008. X. ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios (Alianza, Madrid 2004) X. ZUBIRI, Sobre la esencia (Alianza, Madrid 1985) X. ZUBIRI, Cinco lecciones de filosofía (Alianza, Madrid 1992) X. ZUBIRI, “Prólogo”, en O. GONZÁLEZ DE, Misterio trinitario y existencia humana. Estudio histórico teológico en torno a San Buenaventura (Rialp, Madrid 1965), XI-XIV. X. ZUBIRI, “Notas sobre la inteligencia humana”, en ASCLEPIO, Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, 18-19 (1966-67), 341-353. X. ZUBIRI, “Respectividad de lo real”, en VV.AA, Realitas, III-IV (Madrid 1979), 13-43. X. ZUBIRI, “Reflexiones teológicas sobre la Eucaristía”, en Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 41-59. X. ZUBIRI, Inteligencia sentiente. Inteligencia y realidad (Alianza, Madrid 1980) X. ZUBIRI, Inteligencia y logos (Alianza, Madrid 1982) X. ZUBIRI, “Presentación de Inteligencia y Logos e Inteligencia y Razón” (Madrid 31/1/1983) (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.net/portada2/mod/resource/view.php?id=4. X. ZUBIRI, Inteligencia y razón (Alianza, Madrid 1983) X. ZUBIRI, El hombre y Dios (Alianza, Madrid 1998) X. ZUBIRI, Sobre el hombre (Alianza, Madrid 1986) X. ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad (Alianza, Madrid 1989) X. ZUBIRI, Sobre el sentimiento y la volición (Alianza, Madrid 1992) X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones (Alianza, Madrid 1994) X. ZUBIRI, Los problemas filosóficos de la metafísica occidental (Alianza, Madrid 1994) X. ZUBIRI, Espacio. Tiempo. Materia (Alianza, Madrid 1996) X. ZUBIRI, El problema teologal del hombre: cristianismo (Alianza, Madrid 1997) X. ZUBIRI, El hombre y la verdad (Alianza, Madrid 1999) X. ZUBIRI, Primeros escritos (1921-1926) (Alianza, Madrid 1999) X. ZUBIRI, Sobre la realidad (Alianza, Madrid 2001) X. ZUBIRI, Sobre el problema de la filosofía y otros escritos (1932-1944) (Alianza, Madrid 2002) X. ZUBIRI, El hombre: lo real y lo irreal (Alianza, Madrid 2005) X. ZUBIRI, Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica (Alianza, Madrid 2006) X. ZUBIRI, Escritos menores (1953-1983) (Alianza, Madrid 2007) X. ZUBIRI, Cursos universitarios, Vol. I (Alianza, Madrid 2007) X. ZUBIRI, Cursos universitarios, Vol. II (Alianza, Madrid 2010) 191 2. Bibliografía secundaria AÍSA, ISABEL, “Royce y otros contra Xavier Zubiri, de la mano de L. P. WESSELL, Jr. Seguimiento crítico de este combate filosófico”, en Thémata, 11 (1993), 257-276. ALEU, JOSÉ, De Kant a Maréchal (Herder, Barcelona 1966) ALFARO, JUAN, “El problema teológico de la trascendencia y la inmanencia de la gracia”, en Cristología y antropología (Cristiandad, Madrid 1973), 227-343. ANIZ, CANDIDO, “Punto de partida en el acceso a Dios. Vía de la religación, de Zubiri”, en Estudios Filosóficos, 35 (1986), 237-268. ANTISERI, DARIO, El problema del lenguaje religioso: Dios en la filosofía analítica (Cristiandad, Madrid 1976) ARISTÓTELES, Metafísica, traducido por T. CALVO (Gredos, Madrid 2000) AYALA, JOSÉ, “El monismo ‘integrable’ de Xavier Zubiri y Pedro Laín Entralgo”, en The Xavier Zubiri Review, 1 (1998), 49-56 (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/1998/monismointegrable.html BACIERO, CARLOS, “’Inteligencia sentiente’ y metafísica de la realidad”, en Revista de Filosofía 2° época, 5 (1982), 139-144. BACIERO, CARLOS, “Inteligencia y realidad”, en Cuadernos de Pensamiento, 1 (1987), 11-19. BAÑON, JUAN, “La estructura sentiente de la trilogía de Zubiri”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 18 (1991), 65-89. BARROSO, OSCAR, “La unidad radical de inteligencia, sentimiento y voluntad en Xavier Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 3 (2000/2001), 133-148 (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/ 2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2000/web/fernandez2000.htm BERZOSA, RAÚL, ¿Qué es teología? Una aproximación a su identidad y a su método (DDB, Bilbao 1999) BERZOSA, RAÚL, Hacer teología hoy. Retos, perspectivas, paradigmas (San Pablo, Madrid 1994) BOSCH, JUAN (ed.), Panorama de la teología española (Verbo Divino, Navarra 1999) BOUILLARD, HENRI, Blondel y el cristianismo (Península, Madrid 1966) CABADA-CASTRO, MANUEL, “La vivencia previa del absoluto como presupuesto del acceso teorético de Dios”, en V. MACHUCA (ed.), Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a Karl Rahner (Cristiandad, Madrid 1975), 65-88. CABRIA, JOSÉ, “Futuro de la obra teológica de Zubiri”, en J. NICOLÁS y O. BARROSO (eds.), Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri (Comares, Granada 2004), 377 – 399. CABRIA, JOSÉ, “La cuestión hermenéutica de la obra de Xavier Zubiri (1898-1983). Reflexiones en el centenario de su nacimiento”, en Lumen 47 (1998), 545-570. CABRIA, JOSÉ, Relación Teología-Filosofía en el pensamiento de Xavier Zubiri (Editrice Pontificia Universita Gregoriana, Roma 1997) CABRIA, JOSÉ y SÁNCHEZ – GERY (eds.), Dios en el pensamiento hispano del siglo XX (Sígueme, Salamanca 2002) CALLEJAS, MANUEL, “Realidad, esencia y estructura dinámica en Xavier Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 3 (2000/2001), 101-119 (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/ 2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2000/web/salado2000.htm 192 CASALE, CARLOS, “¿Cómo hacer afirmaciones con pretensiones de universalidad a partir de acontecimientos contingentes? El ejemplo de Cristo en la filosofía”, en Teología y Vida, 49 (2008), 39-79. CASTRO, CARMEN, Biografía de Xavier Zubiri (Edinford, Málaga 1992) CASTRO, CARMEN, Xavier Zubiri: breve recorrido de una vida (Amigos de la Cultura Científica, Santander 1986) CASTRO, JOSÉ, Salvar la historia. Historia, religión y religiones en Xavier Zubiri (Monte Casino, Las Palmas 2004) CONILL, JESÚS, “Hacia una antropología de la experiencia”, en Estudios filosóficos, 37 (1988), 459-493. CONILL, JESÚS, El poder de la mentira: Nietzsche y la política de la transvaloración (Tecnos, Madrid 2001) CONILL, JESÚS, “La filosofía de la inteligencia de X. Zubiri”, en Quaderns de Filosofía i Ciencia, 9/19 (1986), 127-138. CONILL, JESÚS, “De la religión de la vida a la religión personal en Ortega y Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 93-101 (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/ 2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2006/pdf/conill06.pdf COROMINAS, JORDI y VICENS, JOAN, Xavier Zubiri. La soledad sonora (Taurus, Madrid 2006) COROMINAS, JORDI, “Filosofía de la religión y teología de raigambre zubiriana” (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/2008). Disponible en http://www.geocities.com/praxeologia/religion.html COROMINAS, JORDI, “Xavier Zubiri y la crisis modernista”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 17-57 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2006/pdf/corominas06.pdf COROMINAS, Ética Primera. Aportación de X. Zubiri al debate ético contemporáneo (Desclee de Brower, Bilbao 2000) CORREA, MARCELO, Sentido e importancia del concepto de trascendencia en la obra teológica de Ignacio Ellacuría (Tesis de Licenciatura presentada a la Facultad de Teología de la PUC, Santiago 2000) CORREA, FRANCISCO, “El inicial planteamiento zubiriano de la cuestión de Dios en su artículo ‘En torno al problema de Dios’. Influencia heideggeriana y camino propio”, en Teología y Vida, 49 (2008), 353-370. CORREA, FRANCISCO, La Estructura binaria fundamental de la idea de inteligencia sentiente de Xavier Zubiri, una clave de lectura de su trilogía teologal (Tesis Doctoral presentada a la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago 2008) CORREA, FRANCISCO, “Síntesis del II Congreso Internacional de Filosofía Xavier Zubiri”, en Teología y Vida, 47 (2006), 129-135. CORREA, FRANCISCO, “Zubiri: la experiencia como vía de acceso del hombre a Dios. Una aproximación inicial a su trilogía religiosa”, en Teología y Vida, 45 (2004), 477-493. DE AQUINO, TOMÁS, Suma Teológica, III, q.55, a, 2. DE LUBAC, HENRI, Surnaturel (Aubier, Paris 1946) DÍAZ, GUILLERMINA, ‘El misterio deificante’: Contexto y fuentes del pensamiento teológico en el primer Zubiri: La Mysterientheologie (Tesis doctoral presentada a la Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2006) ELIADE, MIRCEA, Tratado de historia de las religiones (Cristiandad, Madrid 1954) 193 ELLACURÍA, IGNACIO, “La religación, actitud radical del hombre”, en Escritos Teológicos, Vol. I (UCA Editores, San Salvador 2000), 39-106. ELLACURÍA, IGNACIO, “Dios, el gran tema de Zubiri”, en Ya (23/09/983), 3. ELLACURÍA, IGNACIO, “Zubiri sigue vivo”, en Vida Nueva (21/09/1983), 55. ELLACURÍA, IGNACIO, Escritos Filosóficos, Vol. III (UCA Editores, San Salvador 2001) ELLACURÍA, IGNACIO, Escritos Teológicos, Vol. I (UCA Editores, San Salvador 2000) ESPINOZA, RICARDO, “‘En torno al problema de Dios’…desde la Biografía del joven Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 147-159 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/xzreview.hml ESTRADA, JUAN, “La influencia de Zubiri en la teología de la liberación”, en Proyecciones, 45 (1989), 285-296. FERNANDEZ, GONZALO, “La inteligencia según Zubiri”, en Razón Española, 1 (1983), 7-36. FERRATER, JOSÉ, La filosofía actual (Alianza, Madrid 1969) FERRAZ, ANTONIO, Zubiri: El realismo radical (Ediciones Pedagógicas, Madrid 1995) FERRAZ, ANTONIO, “Inteligencia sentiente: la realidad como comunicación”, en Arbor, 108 (1981), 209-214. FERRAZ, ANTONIO, “Inteligencia y razón en Zubiri”, en Anuario del Departamento de Historia de la Filosofía y de la Ciencia, 1 (1984/1985), 31-67. FIERRO, ALFREDO, “Comprensión y explicación del hecho religioso”, en J. GÓMEZ y J. MARDONES (eds.), Cuestiones epistemológicas. Materiales para una filosofía de la religión, Vol. 1 (Anthropos, Barcelona 1992), 59-84. FLOREZ, CIRILO, “Razón e Inteligencia en Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 1 (1998), 17-21 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/1998/razoneinteligencia.html GARCÍA, GABINO, La inteligencia sentiente y la dimensión histórica del ser humano, según Xavier Zubiri (Moderna, León 1978) GARCÍA-BARÓ, MIGUEL, “La fenomenología de Husserl como condición de posibilidad de la noología de Zubiri”, en D. GRACIA (ed.), Desde Zubiri (Comares, Granada 2004), 73-102. GARRIDO, JUAN, Fundamentos noéticos de la metafísica de Zubiri (Pontificia Universita Gregoriana, Valencia 1984) GÓMEZ, JOSÉ y MARDONES, JOSÉ (eds.), La tradición analítica: Materiales para una filosofía de la religión, Vol. 2 (Anthropos, Madrid 1992) GÓMEZ, JOSÉ, Metafísica fundamental (Cristiandad, Madrid 1983) GÓMEZ, JOSÉ, Razón y Dios (SM, Madrid 1985) GONZÁLEZ, OLEGARIO, El lugar de la teología (Madrid, 1986) GONZÁLEZ, OLEGARIO, Misterio trinitario y existencia humana. Estudio histórico teológico en torno a San Buenaventura (Rialp, Madrid 1965). GONZÁLEZ, ANTONIO, “Aproximación a la filosofía de la religión de Xavier Zubiri” (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.geocities.com/praxeologia/religa.html GONZÁLEZ, ANTONIO, “El principio de todos los principios: acto en Husserl y en Zubiri”, en Miscelánea Comillas, 59 (2001), 639-684. 194 GONZÁLEZ, ANTONIO, “El problema de la teología en Zubiri” (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/ 2008). Disponible en http://www.praxeologia.org/teozubi.html (Introducción) GONZÁLEZ, ANTONIO, “El punto de partida de la filosofía” (en línea), (Fecha de consulta: 14/01/2008). Disponible en www.geocities.com/praxeologia GONZÁLEZ, ANTONIO, “Ereignis y actualidad”, en: D. GRACIA (ed.), Desde Zubiri (Comares, Granada 2004), 102-193. GONZÁLEZ, ANTONIO, “La novedad teológica de la filosofía de Zubiri” (en línea), (Fecha de consulta: 11/01/2008). Disponible en http://www.geocities.com/praxeologia/novteo.html GONZÁLEZ, ANTONIO, “La vía cósmica hacia Dios según Xavier Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 7 (2005), 91-107 (en línea), (Fecha de consulta: 11/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2005/pdf/gonzalez_2005.pdf GONZÁLEZ, ANTONIO, “Presentación”, en X. ZUBIRI, Problema teologal del hombre: cristianismo (Alianza, Madrid 1997), 9-13. GONZÁLEZ, ANTONIO, Estructuras de la praxis. Ensayo de una filosofía primera (Trotta, Madrid 1997) GONZÁLEZ, Teología de la praxis evangélica. Ensayo de una teología fundamental (Sal Terrae, Santander 1999) GONZÁLEZ, ANTONIO, Trinidad y liberación (UCA Editores, El Salvador 1994) GONZÁLEZ, ANTONIO, Un solo mundo. La relevancia de Zubiri para la teoría social (Tesis doctoral presentada a la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid 1994) GONZÁLEZ FAUZ, JOSÉ, El factor cristiano (Verbo Divino, Navarra 1994) GRACIA, DIEGO, “El tema de Dios en la filosofía de Zubiri”, en Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 61-78. GRACIA, DIEGO, “Religación y religión en Zubiri”, en M. FRAIJÓ (ed.) Filosofía de la religión. Estudios y Textos (Tecnos, Madrid 1994), 491-512. GRACIA, DIEGO, “Zubiri y la experiencia Teologal. La difícil tarea de pensar a Dios y la religión a la altura del siglo XX”, en P. BRICKLE (ed.), La filosofía como pasión (Trotta, Madrid 2003) GRACIA, DIEGO, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 59-61 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http:// www.zubiri.org/general/xzreview/xzreview.hml GRACIA, DIEGO, Voluntad de verdad (Labor Universitaria, Barcelona 1986) GRACIA, DIEGO, “Biología e inteligencia”, en AA.VV., Zubiri: pensamiento y ciencia. In memoriam. Xavier Zubiri (1998-1983) (Fundación Marcelino Botín, Santander 1983), 99147. GRACIA, DIEGO, “La antropología de Zubiri”, en J. NICOLÁS y O. BARROSO (eds.), Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri (Comares, Granada 2004), 87-116. GRACIA, DIEGO, “Zubiri y la filosofía de la religión (1934-1944)”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 59-92 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2006/pdf/gracia06.pdf GUARDINI, ROMANO, Los sentidos y el conocimiento religioso (Cristiandad, Madrid 1965) HEIDEGGER, MARTÍN, Ser y Tiempo, traducido por J. RIVERA (Universitaria, Santiago 2005) 195 HERNÁEZ, ROBERTO, “Filosofía, actualidad e inteligencia en Xavier Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 2 (1999), 55-63 (en línea), (Fecha de consulta: 07/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/1999/hernaez1999.htm HÜNERMANN, PETER, Cristología (Herder, Barceloma 1997) IGLESIA CATÓLICA, “Constitución Pastoral Gaudium et spes”, en IGLESIA CATÓLICA, Concilio Ecuménico Vaticano II. Constituciones. Decretos. Declaraciones (BAC, Madrid 1970) JASPERS, KARL, Von der Wahrheit (München 1991) JASPERS, KARL, La fe filosófica ante la revelación (Gredos, Madrid 1968) JUAN PABLO II, Fides et Ratio (Paulinas, Roma 1998) KASPER, WALTER, Teología e Iglesia (Herder, Barcelona 1989) KÜNG, HANS, Una teología para el nuevo milenio (Círculo de Lectores, Barcelona 1991) LAÍN, PEDRO, “Zubiri hacia el futuro”, en I. TELLECHEA – J. IGNACIO (eds.), Zubiri (1898-1983) (Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, Vitoria 1984) LAÍN, PEDRO, “Xavier Zubiri en la historia del pensamiento hispánico”, en Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 29-40. LAÍN, PEDRO, “El estilo de Zubiri”, en El País (18/12/1985), 11-12. LAMBERT, Mundo y existencia. Consideraciones fenomenológicas desde la perspectiva de Heidegger y Welte (Bricklediciones, Santiago 2006) LÉVINAS, EMMANUEL, Ética e infinito (Visor, Madrid 1991) LLENÍN, FERNANDO, “La teología en la filosofía de Xavier Zubiri”, en Revista Española de Teología, 52 (1992), 69-86. LLENIN, FERNANDO, La realidad divina. El problema de Dios en Xavier Zubiri (Publicaciones Studium Ovetense, Oviedo 1990), 133-137. LÓPEZ, ALFONSO, Filosofía española contemporánea. Temas y autores (BAC, Madrid 1970) LÓPEZ, ALFONSO, “Realidad evolutiva e Inteligencia sentiente en la obra de Zubiri”, en AA.VV., Homenaje a Zubiri, Tomo II (Moneda y Crédito, Madrid 1970), 217-248. LÓPEZ, MARIA y SANTOS, JOSÉ (eds.), La fenomenología y sus herejías (Universidad Alberto Hurtado, Santiago 2005) MANZANA, JOSÉ, “Una metafísica del sentido (Reflexiones sobre la obra metafísica de José Gómez Caffarena)”, en Pensamiento, 32 (1976), 181-204. MARÍAS, JULIAN, “Sobre la cuestión de Dios”, en Obras Completas, Tomo IV (Revista de Occidente, Madrid 1969) MARQUÍNEZ, GERMÁN, “Paul Tillich y Xavier Zubiri: Planteamiento del problema de Dios”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 103-110 (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2006/pdf/argote06.pdf MARQUÍNEZ, GERMÁN, “Xavier Zubiri y la Escuela de Lovaina”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 12 (1985), 363-382. MARQUÍNEZ, GERMÁN, Sobre filosofía española y latinoamericana (Biblioteca Colombiana de Filosofía, Bogotá 1987) MARTÍNEZ, JUAN, “Xavier Zubiri: una nueva posibilidad para la teología”, en Scriptorium Victoríense, 40 (1993), 73-90. MARTÍNEZ, LUIS, “Un siglo de filosofía católica: de la ancilaridad a la libertad”, en Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 515-544. MARTÍNEZ, CEFERINO, El hombre y Dios en Xavier Zubiri (Universidad de Salamanca, Salamanca 1981) 196 MAZÓN, MANUEL, “La unidad de inteligencia y realidad en la metafísica de X. Zubiri”, en Realitas, 76 (2000), 467-501. MILLÁS, JOSÉ, La realidad de Dios, su justificación y sentido en Xavier Zubiri y Javier Monserrat (Pontificia Universita Gregoriana, Madrid 2004) MUÑOZ, ADOLFO, “Zubiri, o el filósofo de la inteligencia incoactiva”, en SCIACCA, M. (dir.), Las grandes corrientes del pensamiento contemporáneo, I. Panoramas Nacionales, (Guadarrama, Madrid 1959), 408-411. NOEMI, JUAN, El mundo. Creación y promesa de Dios (Paulinas, Santiago 1996) ORTEGA Y GASSET, JOSÉ, Origen y epílogo de la filosofía, Obras Completas, Tomo IX (Alianza, Madrid 1960-1962), 347-434. OTTO, RUDOLF, Das Heilige. Über das Irrationale in der Idee des Göttlichen und sein Verhältnis zum Rationalen (Breslau 1917) PANNENBERG, WOLFHART, Una historia de la filosofía desde la idea de Dios (Sígueme, Salamanca 2001) PASTÉN, CLAUDIO, Aproximación a la concepción fenomenológica del acto en Edmund Husserl y Xavier Zubiri (Tesis doctoral presentada a la Facultad de Filosofía y Educación de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, La Serena 2006) PINTOR-RAMOS, ANTONIO, “Dios y el problema de la realidad en Zubiri”, en Cuadernos de Pensamiento, 1 (1987) 107 - 121. PINTOR-RAMOS, ANTONIO, “El lenguaje en Zubiri”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 14 (1987), 93-134. PINTOR-RAMOS, ANTONIO, “Religación y ‘prueba’ de Dios en Zubiri”, en Razón y Fe, 218 (1988), 319-336. PINTOR-RAMOS, ANTONIO, “Zubiri y la fenomenología”, en VV.AA., Realitas, III-IV (Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid 1979), 389 - 565. PINTOR-RAMOS, ANTONIO, “Zubiri y su filosofía en la posguerra”, en Religión y Cultura, 32 (1986), 5 - 55. PINTOR-RAMOS, ANTONIO, “Zubiri: una filosofía de la religión cristiana”, en Salmanticensís, 42 (1995), 369 - 399. PINTOR-RAMOS, ANTONIO, Génesis y la formación de la filosofía de Zubiri (Universidad Pontificia Salamanca, Salamanca 1996) PINTOR-RAMOS, ANTONIO, Realidad y sentido. Desde una inspiración zubiriana (Pontificia Universidad de Salamanca, Salamanca 1993) PINTOR-RAMOS, ANTONIO, Realidad y verdad. Las bases de la filosofía de Zubiri (Universidad Pontificia Salamanca, Salamanca 1994) PINTOR-RAMOS, ANTONIO, Xavier Zubiri (1898-1983) (Ediciones del Orto, Madrid 1996) PINTOR-RAMOS, ANTONIO, “Ni intelectualismo ni sensismo: inteligencia sentiente”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 9 (1982), 201-218. PINTOR- RAMOS, ANTONIO, Nudos en la filosofía de Zubiri (Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2006) POSE, CARLOS, “El problema de la unidad psico-orgánica de la realidad humana en X. Zubiri”, en Revista Agustiniana, 42 (2001), 947-1024. RAHNER, KARL, “Elemente der Spiritualität in der Kirche der Zukunft”, en Schriften zur Theologie, Vol. XIV (Benziger Verlag, Einsiedeln 1980) RAHNER, KARL, Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo (Herder, Barcelona 1989) 197 RATZINGER, JOSEPH, Natura e compito della teologia (Laca Book, Milano 1992) RIVERA, JORGE, Heidegger y Zubiri (Editorial Universitaria, Santiago 2001) ROVALETTI, MARÍA, “Inteligencia y realidad”, en Revista Portuguesa de Filosofía, 49 (1985), 449-458. ROVALETTI, MARÍA, “Xavier Zubiri o la inteligencia militante”, en Sistema, 121 (1994), 123-134. RUBIO, LUCIANO, “Reflexiones sobre la filosofía de Zubiri”, en Revista Agustiniana, 34 (1993), 195-232. RUIZ, MARTÍN, “El Urfaktum de la intelección sentiente según Xavier Zubiri: el noema es alter qua realitas”, en The Xavier Zubiri Review, 2 (1999), 79-82 (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/1999/ruiz1999.htm SÁEZ, JESÚS, “La marcha hacia Dios en X. Zubiri: la vía de la religación”, en Revista Agustiniana, 34 (1993), 55-119. SÁEZ, JESÚS, “La verdad de la historia de las religiones según X. Zubiri”, en Cuadernos salmantinos de filosofía, 22 (1995), 343 – 364. SÁEZ, JESÚS, La accesibilidad de Dios: su mundanidad y transcendencia en X. Zubiri (Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 1995) SAVIGNANO, ARMANDO, “La dimensión teologal del hombre en Xavier Zubiri”, en The Xavier Zubiri Review, 8 (2006), 5-16 (en línea), (Fecha de consulta: 16/01/2008). Disponible en http://www.zubiri.org/general/xzreview/2006/pdf/savignano06.pdf SCHELER, MARX, Esencia y formas de la simpatía (Losada, Buenos Aires 1953) SILVA, SERGIO, “Fides et Ratio: presentación, lectura y dialogo”, en Anales de la Sociedad Chilena de Teología, I (2001), 75 - 90. SILVA, SERGIO, “Lo absoluto y lo relativo. Aproximación hermenéutica”, en Teología y Vida, 49 (2008), 203-220. SILVA, SERGIO, Teología de la creación (Seminario Pontificio Mayor de los Santos Ángeles Custodios, Santiago 1988) SILVA, EDUARDO, Poética del relato y poética teológica, en Anales de la Facultad de Teología, 51 (2000) SOLARI, ENZO, “La filosofía de la religión de Xavier Zubiri”, en Revista Agustiniana, 42 (2001), 517-635. SOLARI, ENZO, “La influencia de Zubiri en la filosofía de la religión en América latina”, en Miscelánea Comillas, 63 (2005), 175-206. SOLARI, ENZO, “Sobre la filosofía de la religión en América latina”, en Realidad, 103 (2005), 127-169. SOLARI, ENZO, La raíz de lo sagrado. Contribuciones de Zubiri a la filosofía de la religión (Tesis doctoral presentada a Hochschule für Philosophie/Philosophische Fakultät S.J., München 2007) TILLICH, PAUL, Teología sistemática, Vol. I (Sígueme, Barcelona 1972) TIRADO, VICTOR, “La experiencia religiosa según Zubiri”, en Communio, 2 (1996), 383396. TIRADO, VICTOR, “La Historia de las Religiones: senda inquiriente hacia el enigma”, en Communio, 6 (1993), 557-560. TORRES, ANDRÉS, “Inteligencia y fe. El conocimiento de Dios en la filosofía de Zubiri”, en Estudios Eclesiásticos, 64 (1989), 141-171. 198 TORRES, ANDRÉS, “Una ambigüedad no resuelta en Zubiri: El estatuto de la inteligencia primordial”, en Revista Agustiniana, 34 (1993), 121-164. TORRES, ANDRÉS, El problema de Dios en la modernidad (Verbo Divino, Navarra 1998) TORRES, ANDRÉS, Filosofía de la religión en Xavier Zubiri (Tirant lo Blanch, Valencia 2005) TORRES, ANDRÉS, La revelación de Dios en la realización del hombre (Cristiandad, Madrid 1987) TORRES, Noción, religación, trascendencia. O coñecemento de Deus en Amor Ruibal e Xavier Zubiri (Fundación Pedro Barrie de La Maza, Pontevedra 1990) VARGAS, ANTONIO (ed.), Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a Karl Rahner, (Cristiandad, Madrid 1975) VELASCO, JUAN, “La fenomenología de la religión en el campo de los saberes sobre el hecho religioso. Status quaestionis”, en J. GÓMEZ y J. MARDONES (eds.), Cuestiones epistemológicas. Materiales para una filosofía de la religión, Vol. 1 (Anthropos, Barcelona 1992), 13 – 58. VILANOVA, EVANGELISTA, Historia de la teología cristiana, Vol. III (Herder, Barcelona 1992) WESSELL, LEONARD, El realismo radical de Xavier Zubiri. Valoración crítica (Universidad de Salamanca, Salamanca 1992) YÁÑEZ, SAMUEL, “Vida y religación”, en Teología y Vida, 46 (2005), 570-581. YERRO, MARIO, “Xavier Zubiri y la situación de la inteligencia”, en Bolívar, 29 (1954), 647-663. 199 ÍNDICE DE TÉRMINOS Y AUTORES Absoluto: a. en Hegel, 23 a. relativo, 121, 122, 123, 125, 129, 130, 136, 146, 147, 150, 151, 152, 155, 162, 178, el hombre como absoluto con las cosas y en la realidad, 124 el hombre como absoluto - relativo, 166, 169, Dios como absoluto - absoluto, 137, 150, 157, 169, 174, 178, Acto: a. humano, 18, 121, 125, 145, 146, 147, a. de aprehensión, 26, 27, 31, 32, 41, 42, 44, 52, 55, 66, a. e intelección, 26, 27, 29, 30, 31, 32, 41, 53, 61, 63, 64, 82, 90, 91, 164, a. y facultad, 28, 29, 30, 43, 45, 57, 58, 64, 91, 92, 120, 139, 164, 165, 177, a. y conciencia, 30, 31, 62, a. como estar, 31, 58, Actualidad: a. e intelección, 19, 53, 57, 58, 59, 60, 63, 78 a. - estar - presentidad, 30, 58, 59, 67, a. común de la intelección y la realidad, 30, 40, 61, 80 a. primordial, 55, a. ulterior, 41, 65, a. campal y mundanal, 66, a. y realidad, 49, 59, 60, 61, 64, 75, a. - acto - actual, 59, a. y respectividad, 59, 79, a. - coactualidad, 61, 62-63, Actualización: a. de lo real, 7, 10, 12, 20, 32, 39, 54, 57, 61, 62, 67, 70, 72, 90 a. intelectiva, 11, 90 a. como aprehensión primordial, 11, 53, 54, 57, 70, a. - reactualizaciones, 12, 51, 53, 54, 55, 70, 72, 91-92, 93, 113, 155, 164, 165, a. - modos de actualización, 61-62, 64, 65, 66, a. y logos, 70, 72-73, 75-76, 78, a. y razón, 84, 86, 89, a. realidad divina, 93, 117, 125, 140, 143, 160, 164, 165, 166, a. y religación, 107, 114, 152, 165, 166, a. fundamental - fundamentante, 114, Agustín: 23, 24, 99, 110, 126, Allende: a. la aprehensión, 35, 36, 39, 48, 52, 60, 70, 81, 132, 183 a. - realidad, 47, 52, 60, 61, 81, 183, 200 Alteridad: a. - algo otro, 33, 34, 37, 38, 119, 169, 170, 171, 176, 179, 181, a. - formalidad, 34, 39, 40, 44, 48, 70, a. - realidad, 38, 40, 63, 164, 168, 169, 185, Apertura: a. de la existencia que no reposa sobre sí misma, 20, 125, 158, 173 a. y transcendentalidad, 49, 65, 139, 157, 173, a. respectividad - formalidad de realidad, 50, 59, 62, 64, 86, 165, 168, 180, Aprehensión: a. sentiente, 17, 26, 32, 41, 44, 45, 52, 53, 55, 58, 59, 60, 66, 91, a. de estimulidad, 33, 34, 35, a. de realidad, 35, 36, 37, 38, 39, 41, 42, 43, 44, 46, 47, 48, 51, 64, 65, 66, 178, a. primordial, 10, 11, 12, 26, 43, 49, 51, 52, 53, 55, 56, 57, 64, 65, 66, 67, 68, 70, 72, 73, 74, 75, 76, 78, 79, 80, 82, 89, 90, 105, 117, 119, 126-127, 134, 137, 164, 165, 178, 179, 183, 187, a. ulterior (campal – mundanal – comprensiva), 65, 67, 70, 71, 72, 73, 75, 78, 80, 90, 91, 126127, 132, 158, 165, Aristóteles: 15, 22, 40, 43, 58, 59, 74, 75, 83, Campo: c. y realidad, 65, 66, 70, 71, 72, 73, 75-76, 77, 78-79, 80, 81, 85, 145, c. e intelección, 70, 71, 73, 83, 87-88, 92, c. y estructura, 71, 72-73, c. y afirmación, 74, c. y actualización, 78, 179-180, Coactualidad: 61, 63, Conocimiento: c. y divinidad, 7, 131, 135, 136, 140, 141, 157, 165-166, 170, 172-173, 174-175, 176-177, c. y filosofía, 16, 21, 28, 58, 62, 63, 105, 187, c. e intelección de realidad, 52, 84, 87, 102, 164, Constitutivo: c. y divinidad, 7, 117-118, 129, 145, 159, 174, 176, 182, c. y realidad, 39, 49, 78 c. e intelección, 33, 66, 72, 75-76, 87, Contenido: c. y formalidad, 27, 34, 36, 37, 38, 44, 46, 48, 49-50, 55, 60, 63-64, 84, 86, 150, 164, c. y modos de aprehensión, 64, 84 85, 136, Cristianismo: c. - deiformación, 10, 93, 106, 107, 114, 143, 144, 155, 156, 160-162, c. y experiencia religiosa, 23, 154, 155, 159-160, 184, c. problema teologal del hombre, 107, De suyo - realidad: 35, 36, 37, 39, 40, 41, 48, 49, 50, 59, 60, 61, 68, 90, 119, 121, 164, 170, 181. 201 Deidad: 98, 115, 143, 144, 145. Demostración - divinidad: 103, 130, 135, 141, 142. Dios: Encuentro con Dios (el problema de Dios), 7, 9, 10, 93, 94, 95, 103-104, 107, 118, 124, 125131, 134-139, 148, 152, 153, 154, 155-162, 165-167, 169, 170, 171-172, D. y realidad, 7, 23, 117, 118, 124, 143, 147, 149, 152, 168, 170, Conocimiento de Dios, 96, 97, 111-112, 117, 119-122, 131-142, 149-150, 172-177, Divinidad: divinidad, 7, 146, 154-155, 166, 175, d. y apoderamiento, 144, 147, 149-150, 152, d. y religión, 148, 156, 160, Dualismo: 30, 38, 43, 45, 63, 110, 111, 126, 168, 172, 173, 177. Encarnación: 107, 167, 171, 181. Estar: e. Dios, 7, 103, 117, 121-125, 136, 139, 140, 142, 165, 174, 176, 179, 185. e. y tradición, 16, 22 e. humano, 27, 164. e. intelección y realidad, 30, 31, 34, 38, 40, 43, 44, 46, 48, 52, 58-59, 63, 70, 73, 74-75, 78, 8285, 90-92, 103. Estructura binaria: 10, 11, 12, 26, 32, 39, 41, 42, 51, 52, 53, 55, 61, 64, 70, 89, 91, 93, 113, 114, 163, 165. Experiencia: e. en Zubiri, 28, 83, 85-87, 88-89. e. encuentro con Dios, 10, 102, 103, 104, 105, 107, 117, 118, 119, 123, 125, 128, 130, 131, 132-140, 141, 142, 147, 149, 150, 151, 153, 154, 155, 157, 160, 162, 165, 166, 167, 172, 174, 176, 178, 179, 180, 181, 182, 184, 186, 187. Formalidad de realidad: 35-38, 40, 42, 44-45, 50, 55, 60, 65, 70, 73, 81, 90,110. Fuerza de imposición: 33, 38, 63. Hecho: 16, 29-32, 43, 45, 48, 53, 105, 118, 124, 126-128, 131-132, 134, 140-141, 165-166, 168, 177-184. Hegel: 23, 24, 75, 83. Heidegger: 15-17, 19-22, 26, 37, 58, 108, 110, 111-112, 135. Hiperformalización: 38, 41. 202 Husserl: 14-19, 25-26, 30, 37, 5, 110. Impresión de realidad: 26, 38, 41-48, 50, 55, 58, 60, 63, 68, 7, 72, 80-81, 90, 92, 102, 136, 164. Inteligencia concipiente: 40-41, 44-45, 48. Inteligencia sentiente (sólo la idea zubiriana): 7, 11-12, 16, 26-27, 39-40, 41-42, 44-45, 47-48, 49-51, 55, 57-58, 61, 68, 70, 74, 86, 89-92, 101, 164-165, 170, 172, 174, 178. Kant: 15-17, 25, 42-43, 58, 69, 75-76, 83, 110, 126. Leibniz: 22,58, 83, 99. Logos: 10, 24, 45, 49, 51-56, 62, 64, 66-68, 70, 72-75, 77-81, 88-92, 105, 107, 127, 134, 165, 171-172, 179. Manifestación: 68, 107, 137, 161, 168, 182. Modalización: 34, 55, 65, 80, 89, 92. Modos ulteriores: 11, 53-55, 65, 68, 70, 93, 179. Monoteísmo: 149-152, 154-155, 167, 183. Noología: 7-8, 27-28. Nota: 33-37. Objeto: 44-45, 62, 85-87, 93, 102, 117, 166. Panteísmo: 149-152, 170-171. Parménides: 40, 43, 49, 83. Percepción: 36-37, 59, 130. Plasmación: 143-146. Platón: 43, 55, 58, 83. Poder de lo real: 105, 122-126, 128-131, 134, 138, 143-145, 149, 151-152, 161, 165-167, 169, 174, 178, 183. Posibilitante: 103, 122, 125, 143, 147, 157, 159, 165-166, 175. Prius: 37, 40, 60, 63. Razón: 10, 49, 51-56, 60, 64, 66-68, 70, 80, 82-84, 88-92, 110, 132-134, 139, 143, 158, 165, 177-178, 180, 184. 203 Reactualizaciones: 7, 10-12, 27, 32, 51, 53-55, 70, 93, 113-114, 140, 143-144, 164-166. Realidad: r. definición, 33, 35-37, 39-41, 45, 48-53, 55, 59-61, 63. r. desbordante, 64-66. r. verdad, 67-68. r. abierta, 71, 74-76, 80. r. fundamento, 81-85. r. intelección, 87-90, 93. r. de Dios, 103, 114-118. r. humana, 118-124. r. religación, 124-126, 128-130, 134-137, 143, 146-149, 151-153, 156-159, 162, 164-166, 170, 172-178, 181, 186. Reidad: 35-36. Religión: 10, 93, 105-106, 114-115, 143-148, 150-153, 155, 158-160, 162, 166-167, 179-180. Respectividad: 49-50, 59, 62, 64-66, 68, 71, 86, 92, 123, 128, 165, 168, 180, 182. Santo Tomás: 23, 126-127. Sentidos: 43-47, 85, 88, 133, 164, 173. Ser: 20, 22-23, 41, 49, 59. Suidad: 49, 121-122. Sujeto: 26, 40, 62, 76, 79, 81, 102, 105, 136. Sustantividad: 26, 30, 40, 120. Transcendencia: 137, 149, 152-156, 158-160, 162, 166-168. Transcendental: 19, 48-49, 62, 71. Transcendentalidad: 48-49, 62, 64, 66, 71. Ulterior: 7, 10-12, 27, 32, 39, 41, 49-50, 52-56, 62, 65-68, 70, 72-73, 76, 78, 84, 89-90, 92-93, 105, 114, 117, 139-140, 142-144, 149, 155, 158, 165-167, 179-180, 185. Última: 103, 112, 139, 143-144, 150, 157, 159, 166, 175. Verdad - verdad real: 20, 23, 67-69, 78-80, 86, 88, 105, 124, 135, 144, 148, 156, 158-160, 162, 167, 170, 174, 176,-177, 180, 184. 204 ÍNDICE GENERAL CONTENIDO 4 SIGLAS OBRA ZUBIRIANA UTILIZADA 6 INTRODUCCIÓN GENERAL 7 Primera parte ESTRUCTURA BINARIA FUNDAMENTAL DE LA IDEA DE INTELIGENCIA SENTIENTE DE X.ZUBIRI: ACTUALIZACIÓN– REACTUALIZACIONES 12 Capítulo I CONTEXTUALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE X. ZUBIRI 1. Datos biográficos 2. Principales influencias filosóficas 2.1. Ortega 2.2. Husserl 2.3. Heidegger 3. La filosofía como problema: los horizontes de la filosofía 13 14 16 17 17 19 20 Capítulo II COMPRENSIÓN UNITARIA DE LA INTELIGENCIA: EL ACTO DE APREHENSIÓN 1. Aprehensión sensible y sus modos 1.1.Aprehensión sensible 1.2.Modos de la aprehensión sensible: impresión 1.3.Idea de realidad de lo sentientemente inteligido 2. Aprehensión intelectiva y su estructura 2.1.Impresión de realidad 2.2.Unidad formal de la impresión de realidad 2.3.Estructura de la impresión de realidad 2.3.1. Estructura modal 2.3.2. Estructura transcendental 2.3.3. Unidad estructural de la impresión de realidad 26 33 33 34 39 41 41 42 45 46 48 50 Capítulo III ESTRUCTURA BINARIA DE LA INTELIGENCIA SENTIENTE: ACTUALIZACIÓN – REACTUALIZACIONES 51 1. Primer acercamiento a la estructura de la obra 51 2. Estructura binaria de Inteligencia sentiente: actualización – reactualizaciones 53 Capítulo IV ACTUALIZACIÓN DE LA REALIDAD: APREHENSIÓN PRIMORDIAL, MODO PRIMARIO DE INTELECCIÓN 1. Inteligencia sentiente: mera actualización de lo real 57 57 205 2. Modos de aprehensión de realidad 3. Aprehensión primordial de realidad: modo primario de intelección 4. La realidad en la intelección sentiente: la verdad real 64 66 67 Capítulo V REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD: MODOS ULTERIORES DE INTELECCIÓN 1. Intelección como logos 1.1. Intelección de las cosas en el campo de realidad 1.2. Estructura Formal del logos sentiente: estructura dual 1.2.1. Estructura dinámica 1.2.2. Intelección distanciada de lo que la cosa real es en realidad 1.2.3. Estructura medial del logos: la evidencia 1.3. Verdad del logos sentiente 2. Intelección como razón 2.1. Marcha del inteligir 2.2. Estructura de la intelección racional: el conocer 2.3. Estructura formal de la intelección racional de la realidad 2.4. Verdad de la razón sentiente 3. Comprensión unitaria de la intelección 3.1. Unidad modal del acto de inteligir 3.2. Unidad del inteligir como estado intelectivo 70 70 70 73 73 74 77 78 80 81 84 85 88 89 90 92 Segunda Parte ESTRUCTURA BINARIA: ACTUALIZACIÓN Y REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD DIVINA. CLAVE DE LECTURA DE LA TRILOGÍA TEOLOGAL DE XAVIER ZUBIRI 93 Capítulo VI PRESENTACIÓN DE SU OBRA TEOLOGAL 3. Contextualización 1.1. Publicaciones 1.2. Cursos universitarios 1.3. Cursos extrauniversitarios 1.4. Otros materiales 2. Trilogía teologal, obra póstuma 2.1. El hombre y Dios 2.2. El problema filosófico de la historia de las religiones. 2.3. El problema teologal del hombre: cristianismo 3. La religación en el contexto filosófico 94 94 97 99 100 102 102 103 105 107 107 Capítulo VII ESTRUCTURA BINARIA, UNA CLAVE HERMENÉUTICA DE LECTURA DE LA TRILOGÍA TEOLOGAL 113 Capítulo VIII ACTUALIZACIÓN DE LA REALIDAD DIVINA 117 206 1. El problema teologal del hombre 2. Aprehensión primordial: la realidad humana, acceso primario a la realidad divina 2.1. El hombre, realidad humana personal 2.2. El hombre, realidad personal religada 3. La religación, vía de acceso a Dios 4. Conocimiento experiencial de Dios: el hombre, experiencia de Dios 4.1. La experiencia en Zubiri 4.2. Experiencia de Dios 5. Justificación intelectual de la realidad de Dios a la que se está religado 117 119 119 122 125 131 132 134 140 Capítulo IX REACTUALIZACIONES DE LA REALIDAD DIVINA: RELIGIÓN – RELIGIONES Y DEIFORMACIÓN – CRISTIANISMO 1. Religión: plasmación de la religación 1.1. Plasmación 1.2. Religión 1.3. Religiones 1.3.1. Diversidad de religiones 1.3.2. Historicidad de las religiones 2. Deiformación – cristianismo 2.1. Vía monoteísta cristiana 2.2. Cristianismo y religiones 2.3. Deiformación: la verdad esencial del cristianismo 143 144 145 146 147 148 151 155 155 158 160 Tercera parte SÍNTESIS CONCLUSIVA Y PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS 163 Capítulo X SÍNTESIS DEL CAMINO RECORRIDO 164 Capítulo XI ALGUNAS PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS 1. Propuesta de un nuevo paradigma 2. Un intento de superación de comprensiones parciales del quehacer teológico 3. Una visión unitaria de la relación conocimiento- fe 3.1. Presupuestos 3.2. La fe como entrega 3.3. Comprensión unitaria 4. la novedad del método zubiriano 4.1. Un punto de partida distinto 4.2. Carácter integrador 4.3. Perspectivas complementarias 5. Lo teologal, un espacio para replantear las relaciones entre filosofía y teología 6. La necesaria crítica de los presupuesto filosóficos de la teología 7. Algunas dificultades de la propuesta zubiriana 168 168 171 172 173 175 176 177 177 179 181 182 184 186 BIBLIOGRAFÍA GENERAL 188 207 1. Obras de Zubiri 2. Bibliografía secundaria 188 189 INDICE DE TÉRMINOS Y AUTORES 197