Mente y cerebro - Investigación y Ciencia

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Función neuroprotectora
de los factores insulínicos
El factor neuroprotector IGF-I ayuda a sobrevivir a las neuronas
y constituye una de las señales más potentes y versátiles que se conocen
© FOTOLIA / KTSDESIGN (fondo)
SILVIA FERNANDEZ, JOSE LUIS TREJO, ANA M.A FERNANDEZ E IGNACIO TORRES ALEMAN
H
ace millones de años, el gusano Caenorhabditis elegans y otros organismos pluricelulares de su sencillez poseían
ya un sistema complejo de regulación de
la función corporal. Contaban para ello
con un protocerebro, constituido por grupos de neuronas dispersas. Una de tales
funciones, crítica para la supervivencia,
consistía en acoplar el gasto energético a
la disponibilidad de comida.
Ciertas neuronas sensoriales cercanas
a la boca del gusano envían señales al
intestino y otros tejidos relativas a la co-
80
mida detectada en el entorno, para que el
metabolismo del animal se adapte. En intervalos de escasez prolongada, el animal
entra en una fase de latencia. Para regular el proceso, las neuronas en cuestión
utilizan mensajeros químicos cuya notable eficacia justifica su persistencia en la
escala evolutiva hasta el hombre. Uno de
estos mensajeros son los “factores insulínicos” (IGF). De ellos se conocen más de
una treintena en C. elegans y alrededor
de 10 en mamíferos (véase el recuadro “El
sistema IGF en mamíferos”).
Han recibido particular atención tres
factores: la insulina, el IGF-I y el IGF-II.
La insulina, que está implicada en la
diabetes, fue la primera proteína de la
que se conoció su secuencia entera. El
IGF-I y IGF-II, parecidos a la insulina, intervienen en el control del crecimiento.
Muchas operaciones de estos factores
tróficos vienen mediadas por el receptor
IGF-I, razón por la cual los estudios se
han centrado en éste. La acción citoprotectora del IGF-I se extiende a todos los
tejidos del cuerpo.
MENTE Y CEREBRO 38 / 2009
Se sabe que este péptido trófico interviene en el desarrollo cerebral. Por manipulación genética se demostró, en ratones
de laboratorio, que la falta de IGF-I producía microcefalia y su exceso, cerebros
gigantes. El IGF-I constituye también un
factor neuroactivo en el cerebro adulto.
Los factores tróficos operan in situ. Durante el desarrollo embrionario, el cerebro
produce IGF-I en cuantía suficiente para
controlar la organización de sus poblaciones celulares. Sin embargo, alcanzada
la fase adulta, el cerebro deja de fabricar
IGF-I, salvo en ciertas áreas restringidas y
en cantidad limitada. Al parecer, para satisfacer su demanda el cerebro adulto toma
IGF-I de la periferia. Con ese fin ha desarrollado un sistema específico de captación
de IGF-I sanguíneo, donde abunda dicho
factor trófico. Pese al coste energético que
ello supone, el IGF-I presente en la circulación reviste un interés primordial para el
correcto funcionamiento del cerebro.
En el nemátodo C. elegans es el tejido
nervioso el que contiene neuronas sensibles a los IGF para controlar funciones
somáticas; esos factores se sintetizan en
neuronas y en tejidos periféricos.
En vertebrados, los factores insulínicos se sintetizan en muchos tejidos, pero
las principales fuentes suministradoras
comparten un mismo origen embrionario (intestino, hígado y páncreas). Recuérdese, además, que el metabolismo de la
glucosa en los vertebrados se controla
mediante neuronas sensibles a insulina
procedente de la sangre. El cerebro detecta, pues, cambios sistémicos de IGF-I para
regular funciones corporales. En nuestro
laboratorio nos hemos centrado en analizar ese aspecto de las acciones cerebrales
del IGF-I sérico.
Otros ejemplos de factores tróficos neuroactivos que provienen de la periferia,
aun siendo producidos localmente por el
propio cerebro, son las hormonas gonadales; las sintetizadas por células nerviosas
reciben el nombre de neuroesteroides.
Hormonas gonadales y neuroesteroides
cumplen importantes papeles en la fisiología nerviosa. Los factores BDNF o
VEGF, críticos en la fisiología cerebral, se
sintetizan también en la periferia y son
captados por el cerebro (véase el recuadro
MENTE Y CEREBRO 38 / 2009
“Las señales tróficas que llegan al cerebro
pueden tener orígenes diversos”).
Hasta la fecha no ha sido fácil delimitar las funciones de cada factor según
provenga del interior del cerebro o de
otro órgano. Para el caso del IGF-I, conocemos mejor el significado funcional del
periférico que el del cerebral. De hecho,
apenas si sabemos algo sobre la misión
del IGF-I producido localmente: cuando
lo eliminamos por manipulación genética, los animales sin IGF-I neuronal no
muestran problemas evidentes, mientras
que los ratones que tienen niveles bajos
de IGF-I sérico presentan déficits cerebrales de muy diverso tipo (véase el recuadro
“Alteraciones cerebrales en ratones con
déficits selectivos de IGF-I”).
Se había observado que el IGF-I producido en la periferia alcanzaba el cerebro,
lo que no acaba de encajar en lo que se
sabía sobre la barrera hematoencefálica
(véase el recuadro “Organización de las
barreras sangre-cerebro”). Hasta que una
segunda observación nos hizo prestar
más atención al asunto. Se advirtió en
enfermedades del sistema nervioso de
diferente origen (demencias, accidentes
vasculares, depresión o degeneraciones
de origen genético) que los niveles circulantes de IGF-I y varias de sus proteínas reguladoras (denominadas proteínas
unidoras de IGF o IGFBP) se encontraban
alterados de forma dispar.
Resultaba claro que el sistema IGF-I
circulante era sensible a disfunciones
cerebrales, una percepción bastante sorprendente si tenemos en cuenta que hasta
entonces el IGF-I circulante se consideraba
una hormona encargada del crecimiento
de los órganos del cuerpo y un promotor
de supervivencia celular muy potente.
Papel del IGF-I en procesos
neurodegenerativos
Ignoramos por qué el IGF-I de la sangre
se modifica en enfermedades neurodegenerativas, lo que no impide que aventuremos una hipótesis y nos aprestemos
a determinar por vía experimental su
validez. En nuestra opinión, el IGF-I sérico constituye una señal homeostásica
esencial para el correcto funcionamiento
del cerebro y forma parte del sistema de
neuroprotección, encargado de vigilar
Las señales tróficas que
llegan al cerebro pueden
tener orígenes diversos
Periféricas
Esteroides
gonadales;
BDNF; VEGF; IGF-I
Locales
Neuroesteroides;
BDNF; VEGF;
IGF-I
Las moléculas tróficas pueden fabricarse
por células cerebrales o por tejidos de
la periferia. Se indican algunos ejemplos
bien documentados. Se ignora la razón
de tal pluralidad de fuentes de factores
tróficos para el cerebro, un fenómeno
en apariencia redundante.
el correcto funcionamiento del sistema
nervioso. Si andamos en lo cierto, se
operarían cambios en los niveles de esta
hormona neuroprotectora en procesos
neurodegenerativos, cambios que podrían anteceder a la enfermedad o ser un
reflejo de la misma. Según cuál de ambas
situaciones se dé, será diferente el significado patogénico del IGF-I circulante.
Si los cambios en los niveles de IGF-I
en sangre anteceden a la aparición de la
enfermedad, podrían considerarse origen
del problema; se trataría de cambios etiopatogénicos. Y habría que conocer qué
alteraciones provocan cambios en los niveles en sangre de IGF-I para corregirlos
y evitar la neurodegeneración.
Si los cambios son secundarios a los
primeros síntomas de un proceso neuro-
El sistema IGF
en mamíferos
Ligandos
Insulina
IGF-I, II y III
Relaxinas 3 y 5
INSL 4-6
Receptores
Insulina
IGF-I
IGF-II
Receptores relaxina
(LGRs)
Proteínas
transportadoras
IGF-binding proteins
(IGFBPs) 1-6
IGFBPLPs7-10
81
IGNACIO TORRES, JOSE LUIS TREJO, CONCEPCION PEREZ-MEDEL
El IGF-I en el cerebro adulto
RESUMEN
Nuevas claves
de la salud cerebral
1
Los factores insulínicos constituyen reguladores esenciales de
la salud cerebral.
2
Su origen fundamentalmente periférico (fuera del cerebro) revela
una organización fisiológica novedosa y de momento mal entendida.
3
Constituyen un nexo de unión
entre el cuerpo y el cerebro. De
esta manera el cerebro se informa
de las alteraciones corporales producidas por cambios ambientales
de muy diverso origen.
4
Se encuentran alterados en la
mayoría de las enfermedades
que afectan al cerebro, lo que sugiere un potencial terapéutico que
se está explorando activamente.
degenerativo, podrían reflejar respuestas
compensatorias de la enfermedad. En las
neuronas dañadas, su demanda de factor
neuroprotector aumentará y, por tanto,
los niveles en sangre podrían verse modificados.
En ambos casos, es probable que la administración de IGF-I ejerza efectos terapéuticos. Pensamos que las dos posibilida-
Alteraciones cerebrales
en ratones con déficits
selectivos de IGF-I
LID
TID
Neurogénesis
=
Transmisión
glutamatérgica
Sd
Aprendizaje espacial
=
Respuestas a ejercicio
Sd
Aclaramiento
de amiloide
Sd
Comportamiento
depresivo
=
LID: mutantes deficitarios en IGF-I circulante
TID: mutantes deficitarios en IGF-I cerebral
Sd: sin determinar
82
des pueden darse: que haya enfermedades
neurodegenerativas desencadenadas por
un mal funcionamiento de señales tróficas (el propio IGF-I) y que, como consecuencia de problemas degenerativos, los
niveles de IGF-I en suero se alteren en un
intento de paliar el problema. Incluso ambas situaciones podrían coexistir.
La mayoría de los datos apuntan a que
los cambios patológicos en el sistema de
neuroprotección por IGF-I anteceden a los
procesos neurodegenerativos. Por tanto,
la prevención de estas enfermedades será
posible cuando entendamos qué procesos
desencadenan los defectos en la función
del IGF-I. Si los cambios en IGF-I ocurren
en respuesta a la enfermedad, la administración del péptido puede tener efecto
terapéutico, igual que si se administra en
procesos degenerativos causados inicialmente por problemas con el IGF-I.
El IGF-I y los trastornos
mitocondriales
La mitocondria genera energía a partir
del O2 que respiramos, en un proceso que
transforma las calorías que ingerimos en
energía química, agua y dióxido de carbono. La energía producida se almacena
en forma de ATP, la fuente de energía que
utilizamos para vivir. Con el corazón y
el músculo, el cerebro es el órgano que
consume la mayor parte de esa energía,
un 20 % respecto a un 2 % del total de la
masa de nuestro cuerpo.
Para producir esa energía, las neuronas, células cardiacas y de músculo esquelético cuentan con una alta densidad
de mitocondrias. A pesar de que la mayoría del O2 que consume la mitocondria
se reduce a agua, a través de una serie
de reacciones enzimáticas en la cadena
respiratoria, si el O2 se reduce de forma
incompleta se produce el anión superóxido (O2 –). A esa pérdida de electrones se
la llama oxidación; los productos que se
generan se denominan radicales libres o
ROS (especies reactivas de oxígeno).
En condiciones normales, los radicales
libres pueden ser eliminados o transformados en productos inocuos a través de
oxidasas, enzimas mitocondriales. En
condiciones patológicas, el anión O2–, por
acción de las mismas enzimas antioxidantes, puede aumentar el número de
radicales libres y generar moléculas de
H2O2 y de radical hidroxilo (OH—), entre
otras. La acumulación de estas moléculas
provoca estrés oxidativo, que causa daños
irreparables en la célula, pues modifica la
estructura y función de macromóleculas
vitales (ADN, lípidos y proteínas), llevando a la célula a una muerte prematura. Si
el aumento de estrés oxidativo afecta a
las neuronas, se instará una enfermedad
neurodegenerativa.
El ADN mitocondrial (ADNmt), que sintetiza la mayoría de las oxidasas necesarias
en la cadena respiratoria, carece de histonas y presenta una alta tasa de mutaciones. Además, se muestra sensible al daño
por estrés oxidativo, debido a su cercanía
con la cadena transportadora de electrones (productora de ROS). Se supone que el
aumento de mutaciones somáticas en el
ADNmt contribuiría a una degradación fisiológica relacionada con el envejecimiento
y con el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas asociadas a la edad.
El estrés, la exposición a determinados compuestos químicos, la inflamación
crónica, el exceso de glucosa, algunos
medicamentos, el alcohol, el tabaco o
la radiación solar generan un aumento
de estrés oxidativo en nuestras células,
lo que repercute en la aceleración de los
procesos de senescencia celular. Una alimentación correcta y el ejercicio, entre
otras estrategias antioxidantes, contribuirían a ralentizar estos procesos (véase el recuadro “Especies reactivas de
oxígeno (ROS) y enfermedades neurodegenerativas”).
Los síntomas asociados a una disfunción mitocondrial patológica dependen
del tipo de células del cuerpo afectadas
y pueden incluir retardo de crecimiento, pérdida de coordinación muscular
(ataxia), problemas visuales y de audición, enfermedades cardiovasculares, hepáticas, gastrointestinales, disfunción del
sistema inmunitario y diabetes, problemas neurológicos, retardo de aprendizaje
y memoria e incluso demencia.
También en ciertos trastornos neurológicos se han descubierto mutaciones en
el ADN nuclear, que modifican la síntesis
o función de proteínas mitocondriales
esenciales en la cadena respiratoria (frataxina en la ataxia de Friedreich o PINK1,
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Organización de las barreras sangre-cerebro
MENTE Y CEREBRO 38 / 2009
Organización de las barreras hematoencefálicas
Barrera sangre-cerebro
Podocitos
gliales
Endotelio
sellado
Receptor IGF-I
Desmosoma
Parénquima
cerebral
q
Torrente circulatorio
No hay difusión
de moléculas
Barrera sangre-LCR
Líquido cefalorraquídeo
Epitelio
Endotelio
fenestrado
Torrente circulatorio
Libre circulación
de moléculas
IGNACIO TORRES, JOSE LUIS TREJO, CONCEPCION PEREZ-MEDEL
DJ1 en parkinson) y, por ende, agravan el
estrés oxidativo.
Lo mismo el envejecimiento que numerosas enfermedades neurodegenerativas están asociados a un aumento de estrés oxidativo en el cerebro. Se sabe que,
en la enfermedad de Alzheimer (EA), en la
de Huntington (HD), en la ataxia de Friedreich (FRDA), el parkinson o la esclerosis
lateral amiotrófica (ALS), concurren una
disfunción mitocondrial y un aumento de
estrés oxidativo en etapas tempranas
de la patología (véase el recuadro “IGF-I
como terapia en enfermedades neurodegenerativas allí donde el estrés oxidativo
pueda constituir un riesgo importante”).
En pacientes con EA hay síntomas de
daño por estrés oxidativo antes de manifestarse la acumulación de placas. El
estrés oxidativo podría ser un agente
causal de la enfermedad que induciría el
depósito de péptido -amiloide. A su vez,
la acumulación de péptido -amiloide genera estrés oxidativo y oxidación de proteínas antioxidantes, como tiorredoxina-1
(Trx1) y glutarredoxina-1 (GRX1), con la
consiguiente apoptosis neuronal.
En la enfermedad de Parkinson existe también disfunción mitocondrial. Las
proteínas alfa-sinucleína, parkina o PINK
desempeñan funciones esenciales en la
mitocondria. Su pérdida insta la muerte
selectiva de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia nigra del cerebro.
La esclerosis lateral amiotrófica es otra
enfermedad neurodegenerativa con un
componente mitocondrial y de estrés
oxidativo. El 20 % de pacientes con ALS
familiar poseen mutaciones en el gen
Cu/Zn SOD que origina deficiencias en
respiración mitocondrial, transferencia
de electrones, síntesis de ATP, así como
daño oxidativo en proteínas y lípidos mitocondriales. Esto se observa ya en etapas
previas al desarrollo de la enfermedad.
La enfermedad de Huntington es un
trastorno neurodegenerativo causado por
una mutación autosómica en la proteína
huntingtina (Htt). Esta proteína mutada
presenta el aminoácido glutamina repetida reiteradamente, es decir, un polyQ.
La Htt se expresa mayoritariamente en
neuronas, la presencia de polyQ produce
la acumulación de huntingtina mutada en
núcleo y dendritas neuronales llevando
En la parte superior se muestra el esquema organizativo de la barrera entre
los vasos cerebrales y el parénquima cerebral, que separa la circulación sanguínea del tejido. Las células endoteliales de los capilares sanguíneos están
unidas por uniones estrechas que impiden el paso libre de moléculas. En la
parte inferior se muestra la estructura del plexo coroideo, constituida por
una monocapa de células epiteliales unidas por uniones estrechas. Esta capa
constituye la barrera físico-funcional entre la sangre y el líquido cefalorraquídeo. El plexo, regado abundantemente por un denso entramado vascular,
contiene vasos fenestrados normales; entre las células endoteliales de la pared
del vaso existe paso libre de moléculas.
a una pérdida selectiva de neuronas en
estriado y la corteza cerebral. En ratones
modelo de la enfermedad se registra una
disminución de la síntesis de ATP y de la
respiración mitocondrial, mucho antes del
desarrollo de anomalías neurológicas.
Por último, en el caso de la FRDA la disminución de la expresión de la proteína
mitocondrial frataxina genera estrés oxidativo, acumulación de hierro en la mitocondria y muerte celular. La frataxina
se expresa en tejidos con alta actividad
metabólica (corazón y neuronas espinales); encontramos niveles intermedios de
la misma en cerebelo, hígado, músculo
esquelético y páncreas, y niveles bajos, en
corteza cerebral. La ausencia de esta proteína en la ataxia cerebelosa comporta
la pérdida de neuronas sensoriales en la
raíz de los ganglios dorsales y en la médula espinal, así como cambios neurodegenerativos subsiguientes en cerebelo,
medula y pons. Los enfermos de ataxia
de Friedreich tienen una corta esperanza
de vida y padecen una alta incidencia de
diabetes y cardiopatías.
Estrés oxidativo y muerte neuronal
Pero seguimos sin conocer el mecanismo
exacto en cuya virtud el estrés oxidativo
determina la muerte de las neuronas. Se
ignora si es causa o consecuencia de un
trastorno neurodegenerativo. Los datos
experimentales muestran que es un
componente en ambos casos. El análisis
post-mortem de tejidos de pacientes nos
revela el estado final de la enfermedad,
aunque no la causa ni su desarrollo. Si
consideramos además que en la mayoría
de las enfermedades neurodegenerativas
la latencia y desarrollo del proceso hasta que se manifiesta la sintomatología
puede tardar años e incluso décadas, el
análisis de la historia natural de tales enfermedades se complica bastante.
En general, la disfunción mitocondrial
y la producción excesiva de ROS acontece
antes de la detección de la enfermedad. Un
tratamiento preventivo o en el momento
en que aparecen los primeros síntomas
y enfocado a la eliminación del estrés
oxidativo podría evitar la muerte neuronal. En el mejor de los casos, ni siquiera
83
Especies reactivas de oxígeno (ROS)
y enfermedades neurodegenerativas
Exposición
factores
compuestos
medioambientales
Infecciones
S
YIngesta
S
Yglucosa
Radiación
solar
Aumento
edad
Generación
Gener
ra
de especies reactivas
de oxígeno (ROS)
S
Yestrés oxidativo
O–2 ,H202 ,NO,HO–,ROO–,ONOO–
Enzzima
Enzimas
i s antioxidantes
antioxidante
d
e
catala
catalasa,SOD,GPX,PRX
asa SOD GPX PRX
GSH
Sistema redox
GSH/GR
TRX/TR
AK2
CEREBRO
Alzheimer
Cáncer
Ataxias
Parkinson
Neuropatías
Envejecimiento
en músculo demoró la progresión de la
enfermedad. El IGF-I protege el músculo
del daño mitocondrial por radicales libres en ratones mutantes en superóxido
dismutasa SOD1 (modelo de la enfermedad genética en humanos).
Se admite, además, que el IGF-I constituye un factor importante en la enfermedad de Parkinson. El receptor de IGF-I
se expresa en neuronas dopaminérgicas
de la sustancia nigra. Ese factor insulínico ejerce un efecto neuroprotector de
las neuronas en cuestión frente a neurotoxicidad inducida por compuestos que
imitan la enfermedad. En neuronas de
cerebelo de rata directamente sometidas
a H2O2, el IGF-I las protegió ante la apoptosis y promovió su supervivencia.
En resumen, el IGF-I previene y protege
frente a estrés oxidativo en situaciones
neurodegenerativas de distinto origen y
podría convertirse en terapia universal
para el tratamiento de las enfermedades
mencionadas.
Neurogénesis,
neurodegeneración e IGF-I
La exposición a agentes externos, una dieta desequilibrada o el envejecimiento producen una disfunción en la actividad mitocondrial que da lugar a
SILVIA FERNANDEZ, JOSE LUIS TREJO
un aumento de ROS. Las enzimas antioxidantes mitocondriales y el sistema
redox eliminan la toxicidad de dichas moléculas y las transforma en otras
inocuas para la célula. Si el aumento de estrés oxidativo persiste, el sistema
de detoxificación se satura y provoca la muerte neuronal; a largo plazo, se
presentan patologías neurológicas, que se agravan por una retroalimentación
positiva que mantiene o incrementa los niveles de ROS.
aparecerían los síntomas; pensemos, por
ejemplo, en la ataxia de Friedreich, corea
de Huntington o esclerosis lateral amiotrófica. Del tratamiento paliativo ante los
primeros síntomas se beneficiarían la demencia de Alzheimer y el parkinson.
Resumiendo, uno de los factores comunes en todas las enfermedades neurodegenerativas es la producción de
ROS y aumento de estrés oxidativo. En
la búsqueda de un tratamiento, el IGF-I
se nos ofrece como un candidato idóneo.
Este péptido protege a las neuronas de
manera directa, a través de la glía o por
ambas vías. Rebaja la inflamación y el
estrés oxidativo.
La concentración de IGF-I en suero
disminuye con la edad y en algunas
84
enfermedades neurodegenerativas. En
un modelo de envejecimiento en ratas, se observó un gran aumento de
daño oxidativo en el cerebro e hígado
asociado a alteraciones en enzimas
antioxidantes, que se pudo revertir
administrando dosis bajas de IGF-I,
con la normalización de la actividad
antioxidante y de la función mitocondrial consiguiente. En el caso de la enfermedad de Alzheimer, el tratamiento
con IGF-I aumenta la concentración de
Trx1 y Grx1, previniendo así la muerte
neuronal. Se ha informado también que
el IGF-I desempeña una función en el
músculo dañado.
En cierto modelo de esclerosis lateral
amiotrófica, la sobreexpresión de IGF-I
La formación de nuevas neuronas en
el cerebro adulto representa un proceso complejo, en el que los precursores
neurales que residen en la región subventricular de los ventrículos laterales
y el giro dentado hipocampal se dividen,
mientras su progenie migra y finalmente
se diferencia y madura hasta integrarse
en circuitos preexistentes.
La neurogénesis importa para conocer
las enfermedades neurodegenerativas.
Los descubrimientos han desmentido el
axioma recibido sobre la “nula capacidad
regenerativa” del cerebro adulto. Y se ha
abierto la esperanza sobre la capacidad
de reponer neuronas perdidas en procesos normales o patológicos. Añádase que
asistimos a una revisión del concepto de
neurodegeneración, para incluir en el
mismo la “falta de plasticidad neural”.
Así, una disminución progresiva de la
capacidad del cerebro para responder
plásticamente al desgaste asociado al
envejecimiento o a la constante demanda de procesamiento de la información,
acarrearía la cascada de acontecimientos que conforman la neurodegeneración
molecular, celular y cognitiva. Con ese
MENTE Y CEREBRO 38 / 2009
Htt
Ht
H
ttt polyQ
SO
SOD
OD1 mut.
OD
-si
-ss nucleína
P
Par
Pa
a kin
kina
a
FFra
rratax
taxxina
ta
ina
in
a
-am
a ilo
ami
il ide
I
IGF-
Neurodegeneración primaria
y neurodegeneración secundaria
Por lo que respecta a enfermedades de
neurodegeneración primaria, la enfermedad de Alzheimer se asocia con alteraciones en la proliferación celular y el control
del ciclo celular de los precursores neurales, cambios detectados post-mortem. Los
ratones transgénicos que expresan el gen
mutado de la presenilina-1 tienen afectada la neurogénesis como consecuencia
de atrofia neuronal, apoptosis y astrogliosis. Otro modelo animal, los ratones
que sobreexpresan formas mutadas del
precursor del -amiloide, presentan un
incremento anómalo de proliferación
celular que no ha sido vinculado a un
incremento en la neurogénesis adulta.
Los experimentos in vitro sugieren que
el péptido -amiloide es tóxico para los
precursores neurales.
En cuanto a la enfermedad de Parkinson, con una progresiva pérdida de neuronas dopaminérgicas, los pacientes sufren
hiposmia (pérdida de olfato) en las etapas
iniciales, lo que ha sido relacionado con
una alteración en la neurogénesis adulta,
que produce interneuronas dopaminérgicas en estructuras cerebrales olfativas.
Los estudios post-mortem demuestran
una caída de precursores neurales en
el hipocampo. En experimentos sobre
ratones se ha comprobado que la falta
de dopamina restringe la neurogénesis
olfativa e hipocampal.
En cuanto a patologías originadas por
neurodegeneración secundaria, como la
isquemia, se ha demostrado en los diferentes tipos estudiados (isquemia global
local, derivada de daño traumático u
otras lesiones) que existe un aumento de
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RO
ROS
OS
OS
Es
Est
E
sttrés
rés o
ré
ox
oxida
xid
dativo
vo
A
AT
ATP
TP
T
P
IGF-I
IGF I
Daño celular
arr
Ap
Apo
pop
pttosis
pto
osis
sis / Nec
Ne ros
ro is
is
Neurodegeneración
SILVIA FERNANDEZ, JOSE LUIS TREJO, CONCEPCION PEREZ-MEDEL
nuevo enfoque, han engrosado la lista de
enfermedades relacionadas con la neurodegeneración la depresión y otras.
De ahí que la neurogénesis en el cerebro adulto ocupe ahora el centro en la
etiología de las enfermedades neurodegenerativas (véase el recuadro “Enfermedades neurodegenerativas y neurogénesis”). Se ha observado que cursan éstas
con una alteración de la capacidad neurogénica de la formación hipocampal, íntimamente relacionada con el aprendizaje
y la memoria.
IGF-I como terapia en enfermedades neurodegenerativas
allí donde el estrés oxidativo pueda constituir
un riesgo importante
Se han encontrado modificaciones en la expresión, en la función o en ambas
de proteínas que son la causa o el efecto de diversas patologías neurodegenerativas. Las modificaciones observadas guardan relación directa con una
deficiente actividad mitocondrial, un aumento de estrés oxidativo de ROS y
una disminución en la producción de energía en forma de ATP. El daño celular
que se produce puede llevar a la muerte neuronal por apoptosis y, por tanto,
a un proceso de neurodegeneración. El IGF-I relajaría el estrés oxidativo, evitaría la muerte neuronal y, por ende, el desarrollo o agravamiento de ciertas
enfermedades neurodegenerativas.
proliferación neurogénica en respuesta a
la muerte celular en áreas adyacentes a
los focos de la lesión. Las células migran
hacia las áreas afectadas. El proceso tiene lugar desde unos días después de la
lesión hasta semanas tras el suceso. No
es de extrañar, pues, que numerosos factores de crecimiento y otras moléculas
que promueven la proliferación, la supervivencia o ambas, de los precursores
neurales en el cerebro adulto se hayan
encontrado en las áreas adyacentes a una
lesión isquémica. Entre los factores aludidos, citaremos IGF-I, BDNF, EGF, FGFb,
VEGF, NO y hormonas.
Si la depresión se considera una incapacidad para enfrentarse a la novedad o la
complejidad, la neurogénesis hipocampal
adulta se toma por una de las formas conspicuas de plasticidad adaptativa del cerebro adulto. Sobre modelos animales, se ha
demostrado que los procesos de estrés,
ansiedad o ambos, que pueden conducir a
una manifestación similar a la depresión,
ocasionan alteraciones en la neurogénesis
hipocampal adulta. El trabajo realizado en
nuestro laboratorio ha permitido mostrar,
además, que los ratones que carecen de
IGF-I, clave para la neurogénesis adulta, se
revelan más depresivos y con mayor nivel
de ansiedad que sus congéneres normales,
cuando sufren una drástica reducción del
número de neuronas recién nacidas en el
hipocampo.
Se da una estrecha relación entre ciertos factores de crecimiento, neurogénesis
adulta y enfermedades neurodegenerativas. La falta o disminución de los niveles
de algunos factores de crecimiento podrían estar detrás de tales patologías o de
la aparición de alguno de sus síntomas, al
tiempo que serían responsables de una
merma de la capacidad neurogénica del
cerebro adulto. Recordemos la vinculación directa entre el IGF-I y la enfermedad de Alzheimer y con la neurogénesis
hipocampal. Pruebas del mismo tenor
se han cosechado para otros factores (el
85
Enfermedades neurodegenerativas y neurogénesis
Enfermedad de Alzheimer
Apoptosis
Placas de -amiloide
Deplección
de precursores
Enfermedad de Parkinson
Precursores activos
Sustancia
nigra
Estriado
Muerte y
degeneración
neuronal en
ncia nigra
sustancia
Sustancia
nigra
normal
Isquemia
Isqu
ue
emia
Vasculatura
Vascu
ulatura
del
del cerebro
de
c
b
Factores
tróficos
Barrera
Barrer
rre
erra
a
hematoencefálica
hem
matoencefálica
e
Zona de penumbra
A
Astrocito
Células
precursoras
oras
La enfermedad de Alzheimer genera multitud de déficits relacionados con
el número de neuronas activas. No sólo las neuronas maduras sufren procesos de muerte, también los precursores neurales del cerebro adulto pueden
disminuir en su número como consecuencia del desarrollo de las placas de
-amiloide y los ovillos neurofibrilares. En la enfermedad de Parkinson la
degeneración neuronal y muerte de las neuronas de la sustancia nigra conJOSE LUIS TREJO, CONCEPCION PEREZ-MEDEL
duce a la deaferentación progresiva del estriado, con la consiguiente pérdida
de suministro de dopamina. Aunque en esta patología se ha detectado una
activación de precursores neurales en el estriado. De modo similar, tras un
suceso de isquemia, la zona adyacente al foco isquémico, o zona de penumbra, es inundada con factores tróficos que podrían activar el reclutamiento
de nuevos precursores celulares —residentes en la propia área o procedentes
del torrente sanguíneo— que atravesarían la barrera hematoencefálica para
repoblar el parénquima nervioso afectado.
86
BDNF) o en otras patologías (isquemia
y el VEGF).
Se desconoce la causa primaria de tales
enfermedades neurodegenerativas y la de
sus sintomatologías propias. Ignoramos
la función real de la formación de nuevas
neuronas en el hipocampo adulto.
La idea de una relación directa entre neurogénesis y neurodegeneración
se apoya en los tratamientos efectivos
para aliviar la sintomatología cognitiva
o comportamental de las enfermedades
neurodegenerativas, que producen también una recuperación de la capacidad
neurogénica deteriorada. El deterioro
cognitivo de la enfermedad de Alzheimer
ha sido tratado, por ejemplo, mediante
la exposición a ambientes enriquecidos,
enriquecimiento que es un conocido estímulo de la neurogénesis hipocampal
adulta. Dicha mejoría cognitiva no depende de la eliminación de placas seniles
en el cerebro de los animales tratados,
que presentan, en cambio, un considerable aumento de factores de crecimiento,
entre ellos IGF-I, y de la neurogénesis en
el hipocampo.
En cuanto a los modelos animales de
la enfermedad de Parkinson, se ha descubierto que existe cierta capacidad de reparación endógena en las áreas cerebrales
afectadas, en forma de neurogénesis regenerativa de nuevas neuronas dopaminérgicas que exhiben marcadores propios
de las neuronas perdidas. El tratamiento
paliativo con BDNF o PDGF en ratones
con lesiones simulando los síntomas del
Parkinson genera nuevas neuronas en el
estriado, pero no en la sustancia nigra. El
enriquecimiento ambiental, por su parte,
incrementa la generación de precursores
sin contribuir de modo neto a la neurogénesis en la sustancia nigra.
El ejercicio físico y el enriquecimiento ambiental se han mostrado también
útiles en la prevención de isquemia inducida. Tratando modelos murinos de
isquemia de diferentes tipos con diversos
factores de crecimiento, no sólo se recupera la función de las áreas lesionadas,
sino que se incrementa también la formación y migración de nuevas neuronas
en la zona adyacente al foco isquémico.
En relación a la esclerosis lateral amiotrófica, se ha demostrado cierta repoblaMENTE Y CEREBRO 38 / 2009
Neuroinflamación e IGF-I
La inflamación constituye un mecanismo de defensa del organismo en respuesta a agresiones tisulares. Se caracteriza
por la invasión de células inmunitarias
circulantes (linfocitos y macrófagos) y
la inducción o activación de mediadores
(citoquinas).
La fase aguda de la inflamación limita
la proliferación de patógenos y se caracteriza por la producción de proteínas en
el hígado, activación del sistema nervioso simpático, cambios en la función
cardiovascular, alteración del sistema
neuroendocrino (principalmente activación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal
MENTE Y CEREBRO 38 / 2009
TNF
IGF-I
Calcineurina
Calcineurina
Microglía
TNF
Inflamación
Astrocitos
reactivos
IGF-I
Neuroprotección
Neurona
Endotelio
Un daño cerebral provoca la secreción de citoquinas proinflamatorias, como el
ANA FERNANDEZ, JOSE LUIS TREJO
ción con nuevas neuronas motoras en las
regiones degeneradas. Puesto que el tratamiento con IGF-I en casos de ELA causa
un notable incremento de la supervivencia celular, al tiempo que es un potente
promotor de la neurogénesis adulta, la
investigación de las terapias se ha iniciado en la neurogénesis de médula espinal
adulta.
Por su parte, los tratamientos antidepresivos y ansiolíticos han sido vinculados con un incremento en la neurogénesis hipocampal adulta. Los datos
avalan la consideración de la deficiencia
en neurogénesis como una probable causa de la depresión. Los antidepresivos
incrementan la tasa de proliferación de
los progenitores neurales, sin modificar
la capacidad de supervivencia de su progenie. Y se ha sugerido que la acción de
los antidepresivos podría depender de
factores de crecimiento como BDNF e
IGF-I, así como del eje hipotálamo-hipofiso-adrenal y los glucocorticoides, todos
ellos factores que directamente influyen
en la neurogénesis.
Merece especial atención la acción antidepresiva y ansiolítica del ejercicio físico.
Nuestro grupo ha puesto de relieve que
ambas acciones del ejercicio son mediadas por IGF-I a través de un mecanismo
que implica neurogénesis hipocampal.
En dicho estudio, los animales con mayor
grado de ansiedad y menor neurogénesis
se sometieron a sesiones de ejercicio físico, obteniéndose una acción ansiolítica
sólo en los grupos en los que se recuperó
la neurogénesis hipocampal.
Posible secuencia de la activación temporal
de la calcineurina y de la acción neuroprotectora
del IGF-I en un proceso inflamatorio
TNF por la microglía reactiva. El TNF, a su vez, estimularía (flecha roja) a la calcineurina de astrocitos y desencadenaría la cascada inflamatoria. La secreción de
IGF-I local por astrocitos, microglía y fuentes periféricas incrementaría la actividad
de la calcineurina (flecha azul) que pondría en marcha las rutas neuroprotectoras.
El resultado sería la protección de las neuronas en las zonas de lesión.
que lleva a la producción de esteroides
antiinflamatorios), cambios en la conducta dirigidos a conservar la energía
como aumento de sueño, sopor, apetito
reducido y fiebre. Estas respuestas inflamatorias tienen claros beneficios en los
estados infecciosos cuando se activan
de una manera regulada y durante un
tiempo definido. Sin embargo, una inflamación sostenida y excesiva es causa de
numerosas enfermedades.
Durante años se consideró al sistema
nervioso central (SNC) exento de inmunidad, es decir, no susceptible de inflamación sistémica ni de respuestas inmunitarias. Pero la investigación ha demostrado
que en respuesta al daño, infección o enfermedad, las células del SNC producen
mediadores inflamatorios: citoquinas
proinflamatorias, prostaglandinas, radicales libres y moléculas del sistema del
complemento. Estas, a su vez, inducen la
síntesis de quimoquinas y moléculas de
adhesión, reclutan células inmunitarias
y activan células gliales.
La diferencia fundamental entre la inflamación sistémica y cerebral estriba en
el reclutamiento de los leucocitos, mucho
más lento en el SNC. Para compensar, el
SNC activa la microglía y libera mediadores inflamatorios.
Sabemos ya que la neuroinflamación
en el SNC contribuye al progreso de
enfermedades degenerativas agudas o
crónicas y quizá de algunos trastornos
psiquiátricos. Pero no se conocen los
mecanismos que desencadenan allí las
respuestas inflamatorias. La mayoría de
los mediadores inflamatorios tienen pocos efectos en el SNC sano y se expresan a
muy bajo nivel. Sin embargo, se inducen
rápidamente en respuesta al daño o infección y ejercen diversas acciones.
Neuronas, astrocitos, microglía y
oligodendrocitos del cerebro producen
mediadores inflamatorios y expresan re-
87
Posible papel del IGF-I sérico en el desarrollo
de la enfermedad de Alzheimer
Las dietas hipercalóricas
alteran la entrada de IGF-I
al líquido cefalorraquídeo
IGF-I
Alteraciones
a nivel tisular
IGNACIO TORRES, JOSE LUIS TREJO, CONCEPCION PEREZ-MEDEL
Polimorfismos
del receptor IGF-I
se asocian a demencia
en mujeres
IGF-I
Plexo
coroideo
AB
Tauopatía
Pérdida
cognitiva
Demencia
de
Alzheimer
Edad
Dieta
Actividad física
Estrés
Enfermedades
Herencia
Vaso
cerebral
Angiogénesis
IGF-I/Insulina
Inflamación
Estrés oxidativo
Metabolismo
de AB alterado
Nutrientes
Alteraciones
a nivel celular
La demencia de Alzheimer está asociada a la edad, caracterizada, a su vez, por
una profunda bajada en los niveles de IGF-I y en la sensibilidad de las células
a este factor trófico. El hecho de que el cerebro de los enfermos de Alzheimer
reciba menos señal trófica IGF-I se debería a que presentan una pérdida aún más
pronunciada de lo que ocurre con la edad. Sabemos que los agentes ambientales
(infecciones o estrés), estilo de vida (sedentarismo y dietas inadecuadas) y factores
hereditarios pueden incidir en la cantidad de IGF-I que llegue al cerebro. La falta
de IGF-I afectaría primero a los lugares por donde entra al cerebro: los vasos y el
plexo. A partir de ahí se extendería el problema a las células gliales y neuronas
por un proceso en cascada que terminaría en muerte de las neuronas.
ceptores de citoquinas, aunque a niveles
muy bajos. En condiciones patológicas,
la microglía y macrófagos de la sangre
son activados por el daño o infección en
el SNC y son reclutados rápidamente en
el sitio de lesión. La presencia de células
dañadas insta la activación de la microglía residente. En este estado, la microglía
produce citoquinas (interleuquina 1, IL-1,
factor de necrosis tumoral, TNF, óxido
nítrico, NO) y factores de crecimiento
(IGF-I) que ejercen efectos nocivos o
protectores en las células vecinas. Las
citoquinas atraviesan la barrera hematoencefálica, que se encuentra alterada
en condiciones patológicas.
El SNC se ve afectado, pues, por mediadores producidos en el cerebro y por mediadores que se originan en la periferia.
Los astrocitos son el tipo celular más
abundante en el SNC. En condiciones fisiológicas, aportan energía en forma de
carbohidratos a las neuronas, regulan el
flujo sanguíneo cerebral y controlan la
homeostasis de iones y agua. Además,
88
los astrocitos desempeñan una función
importante en la modulación de la actividad neuronal a través de la recaptación y liberación de neurotransmisores,
como el glutamato y el adenosín trifosfato (ATP).
En varios tipos de enfermedades neurológicas, los astrocitos experimentan
una transición a un estado “reactivo”,
en el que se parecen a las células del
sistema inmunitario. De los astrocitos
residentes se distinguen por su hipertrofia, proliferación moderada (astrogliosis) y una expresión génica alterada. En el estado reactivo, los astrocitos
secretan factores tróficos (IGF-I), que
promueven la supervivencia neuronal,
factores proinflamatorios (TNF) y factores neurotóxicos (especies reactivas de
oxígeno y nitrógeno). También expresan
el complejo mayor de histocompatibilidad II (MHC II); se erigen así en células
presentadoras de antígeno, capacitadas
para dirigir los procesos inflamatorios
dentro del SNC.
A lo largo de los últimos diez años
hemos asistido a una explosión en la
investigación de enfermedades neurodegenerativas. Aparte de su origen primario, todas presentan neuroinflamación,
definida como la presencia de microglía
activada, astrocitos reactivos y mediadores inflamatorios. Se desconoce si la neuroinflamación es la causa o el efecto de
las enfermedades neurodegenerativas.
La enfermedad de Alzheimer, una de
las patologías neurodegenerativas mejor
caracterizadas, es la causa más común
de demencia en personas ancianas. Las
notas peculiares son las placas seniles,
depósitos extracelulares de la proteína
-amiloide y los ovillos neurofibrilares,
agregados de proteína tau hiperfosforilada.
Se ha observado que las placas seniles
tienen a su alrededor microglía y astrocitos activados y unos niveles elevados de
proteínas del sistema del complemento,
citoquinas y radicales libres. De ello se
desprende que la neuroinflamación podría dirigir un ciclo “autodestructivo”, en
el que varios factores (agregados de proteína, neuronas dañadas) activarían a la
microglía para que liberase mediadores
inflamatorios, que a su vez exacerbarían
el depósito de más -amiloide y el daño
neuronal.
Entre las citoquinas proinflamatorias
asociadas a las placas se encuentran la
IL-1 y el TNF. En la sangre de pacientes
de EA se ha visto un descenso en los niveles de IGF-I. Nosotros hemos observado,
además, que la deficiencia del factor, la
resistencia al mismo o ambas impide el
aclaramiento de la -amiloide en el cerebro de roedores, con el resultado de una
patología de tipo EA.
A tenor del curso de la inflamación, los
factores gliales pueden ser beneficiosos
o nocivos para las neuronas. Un equilibrio entre la señalización pro y antiinflamatoria de las células afectadas en el
cerebro determinará el resultado. Si la
cascada proinflamatoria generada por
microglía y astrocitos se acopla a las señales neuroprotectoras que emiten estos
dos tipos de células más las que envían
las células endoteliales y las neuronas, la
balanza se inclinará hacia la resolución
del proceso.
MENTE Y CEREBRO 38 / 2009
Hemos observado que la inhibición de
la expresión de IGF-I en zonas inflamatorias del cerebro aumenta la reactividad
astroglial. Ese fenómeno se relaciona con
los efectos antagónicos del IGF-I sobre el
TNF en astrocitos en los cuales está implicada la proteína fosfatasa calcineurina
(véase el recuadro “Posible secuencia de
la activación temporal de la calcineurina
y de la acción neuroprotectora del IGF-I
en un proceso inflamatorio”). Las señales
que activan calcineurina incluyen factores neuroprotectores (IGF-I) y citoquinas
inflamatorias (TNF), aunque se encuentran presentes en distintos tiempos. El
TNF se eleva en pocas horas después
del daño cerebral y los niveles de IGF-I
aumentan varios días después.
Ese patrón de activación dependiente
de calcineurina podría permitir la terminación de la fase aguda inflamatoria
por la acción antiinflamatoria del IGF-I y
quizá de otras señales neuroprotectoras.
Así en estados iniciales del proceso de
inflamación, la calcineurina es activada
por TNF. Una vez que el IGF-I producido por la microglía activada y otras
células locales (astrocitos) y por fuentes
periféricas se acumulase en las zonas de
lesión, se potenciaría la estimulación de
la calcineurina. Esta activación por IGF-I
de una calcineurina ya activada resultaría probablemente en la cancelación de
la cascada inflamatoria y la potenciación
de las rutas neuroprotectoras.
Dada la gran importancia de los procesos inflamatorios en las enfermedades
neurodegenerativas, el conocimiento de
los mecanismos celulares y moleculares
por los que el IGF-I produce una acción
antiinflamatoria permitiría el desarrollo
de nuevos tratamientos para reducir el
daño neurológico asociado con la inflamación.
El IGF-I en la enfermedad
de Alzheimer
La estrecha relación que hemos establecido entre el IGF-I y la demencia de Alzheimer surgió a partir de un cúmulo de
coincidencias en el transcurso del estudio del IGF-I en el cerebro. Al analizar los
mecanismos del paso del IGF-I desde la
sangre hasta el cerebro, nos percatamos
de que lo que creíamos un sistema testigo
MENTE Y CEREBRO 38 / 2009
del efecto del IGF-I en la permeabilidad
de la barrera hematoencefálica estaba, en
realidad, modulado por el propio IGF-I.
Corresponde al sistema en cuestión
eliminar el péptido -amiloide del cerebro y transportarlo para su degradación
ulterior. Y pensamos en una posible relación entre el aclaramiento (o eliminación
fisiológica) del -amiloide y el IGF-I sérico. Siguiendo esa pista hemos llegado a
una propuesta específica sobre el origen
de esta demencia senil.
Consideramos que una deficiencia en
la entrada, la acción o ambas del IGF-I en
las barreras hematoencefálicas, debido
a una insuficiencia de IGF-I o a una resistencia al factor, bastaría para explicar
los cambios patológicos que se observan
en la enfermedad de Alzheimer (véase
el recuadro “Posible papel del IGF-I sérico en el desarrollo de la enfermedad de
Alzheimer”).
Hemos demostrado nuestra propuesta
en experimentos sobre roedores de laboratorio, donde el bloqueo selectivo de la
señalización del IGF-I a jóvenes adultos
sanos produce los cambios característicos
del alzheimer. Si se restauraba la señalización del IGF-I, se volvía a la normalidad. En particular, los fallos en la acción
del IGF-I en las barreras comportaron una
menor eliminación del -amiloide cerebral y, por lo tanto, una amiloidosis.
La amiloidosis puede producir sinaptoxicidad y activar cambios patológicos
que desemboquen en la muerte neuronal. Además, los recortes en la entrada
cerebral de IGF-I sérico, en la sensibilidad
cerebral al mismo o en ambas entrañan
una menor actividad neuroprotectora de
este factor trófico. Y esto último, a su vez,
acarrea consecuencias negativas: desde
un plano celular (pérdida de sensibilidad a la insulina, inflamación, estrés
oxidativo y otros) hasta el de sistema
(cognición).
El deterioro cognitivo ligado a la falta
de señal de IGF-I sérico resulta crítico.
Nuestro modelo es el único que reproduce todos los cambios vistos en la enfermedad humana de aparición tardía,
que además, a diferencia de las formas
familiares de alzheimer, se origina en
un fondo genético sin mutaciones conocidas. Por lo tanto, podemos explicar
la aparición y desarrollo de la demencia
de Alzheimer con un solo cambio; una
disminución de la actividad neuroprotectora del IGF-I iniciada a nivel de las
barreras hematoencefálicas.
El hecho de que el IGF-I sea una señal
homeostásica esencial para el tejido nervioso hace que aparezca unido a la patología neurodegenerativa, ya sea de forma
primaria o secundaria. Su carácter neuroprotector inespecífico le convierte en
un candidato terapéutico muy atractivo
para situaciones con cambios patológicos
de amplio espectro. Los estudios clínicos
bien controlados podrán decirnos si lo
que indican los tratamientos en modelos
animales puede trasladarse a la práctica
clínica.
Silvia Fernández es investigadora del Instituto
Cajal donde trabaja en el laboratorio de Neuroendocrinología. José Luis Trejo es científico
titular del CSIC en el Instituto Cajal y dirige
el grupo de Neurogénesis del Individuo Adulto. Ana M.ª Fernández es investigadora del
programa Ramón y Cajal en el Instituto Cajal,
trabajando en el laboratorio de Neuroendocrinología. Ignacio Torres Alemán es profesor
de Investigación del CSIC en el Instituto Cajal
donde dirige el laboratorio de Neuroendocrinología que se centra en el estudio del papel
neuroprotector del IGF-I en el cerebro adulto.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
INSULIN-LIKE GROWTH FACTOR-I, COGNITION AND BRAIN AGING. V. Sytze, A. Ale-
man en European Journal of Pharmacology, vol. 490, págs. 87-95; 2004.
THE INSULIN-LIKE GROWTH FACTOR SYSTEM
AND ITS PLEIOTROPIC FUNCTIONS IN BRAIN.
V. C. Russo, P. D. Gluckman, E. L. Feldman y G. A. Werther en Endocrine Reviews, vol. 26, págs. 916-943; 2005.
ASPECTS OF GROWTH HORMONE AND INSULIN-LIKE GROWTH FACTOR-I RELATED TO
NEUROPROTECTION, REGENERATION, AND
FUNCTIONAL PLASTICITY IN THE ADULT
BRAIN . N. D. Aberg, K. G. Brywe y
J. Isgaard en Scientific World Journal,
vol. 6, págs. 53-80; 2006.
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