GRUPO TERAPÉUTICO

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DIENOGEST/ETINILESTRADIOL
CLIMODIEN  (Schering)
GRUPO TERAPÉUTICO
- Grupo anatómico: (G) TERAPIA GENITOURINARIA(INCL. HORMONAS SEXUALES).
- Grupo específico: G03FA. HORMONAS SEXUALES Y MODULADORES GENITALES.
Combinaciones fijas de estrógenos con progestágenos.
INDICACIÓN AUTORIZADA
Terapia hormonal sustitutiva (THS) para los síntomas de la deficiencia de estrógenos en
mujeres postmenopáusicas durante un año como mínimo y que aún tienen útero.
ANTECEDENTES
Los óvulos, células reproductoras de la mujer, proceden de los oocitos, cuyo número se
encuentra limitado ya en el momento del nacimiento, disponiendo de unos dos millones. Este
número disminuye hasta unos 200.000-400.000 en el momento la menarquía. Este número
tan elevado de oocitos asegura la fertilidad femenina, permitiendo el desarrollo de 300 a 400
ciclos ovulatorios a lo la rgo de la vida fértil de la mujer.
Tras la menopausia, ya no hay oocitos disponibles y sin oocitos, no hay folículos y sin estos
no hay óvulos. Cuando esto ocurre, se produce una reducción de la producción ovárica de
estradiol y de inhibina, hormonas esenciales en el retrocontrol inhibitorio sobre el
hipotálamo. Con ello, la liberación de hormona folículo-estimulante (FSH) a partir de la
hipófisis deja de estar frenada, aumento sus niveles (junto con los de hormona luteinizante o
LH).
En términos estrictos, la menopausia significa el último ciclo menstrual (de la misma forma
que la menarquía significa el primero). No obstante, es habitual utilizar esta palabra para
agrupar a los años previos y posteriores a este evento fisiológico concreto. Globalmente, a
estas fases de la vida de la mujer se la denomina climaterio o, simplemente, “cambio” (de
vida) en lo que supone la pérdida de la capacidad para concebir hijos.
Las fases típicas del climaterio son:
- Premenopausia. Comienza entre cinco y diez años antes del último periodo menstrual,
período de tiempo durante el cual la producción hormonal de los ovarios va declinando
de forma paulatina, hasta el punto de que los propios ovarios se tornan más pequeños y
ligeros, mientras que los vasos sanguíneos que los irrigan van atrofiándose. Cada vez van
quedando menos folículos y en ocasiones no llegan a madurar en cada ciclo, de tal
manera que hay ciclos anovulatorios alternando irregularmente con otros normales, y
con una duración variable de los períodos menstruales. Precisamente, la aparición de
este tipo de irregularidades menstruales suele ser el primer indicativo de que la mujer
entra en la fase premenopáusica.
- Perimenopausia. Supone la fase en la que se produce la transición real de la mujer al
estado de esterilidad fisiológica. Suele comenzar una año antes (o menos) de la última
menstruación, generalmente acompañado por algunos de los síntomas característicos
climatéricos, finalizando alrededor de un año después de la última menstruación.
- Postmenopausia. Comienza con el final de la perimenopausia y se suele dar por
acabada en torno a los 65 años de edad de la mujer.
El último período menstrual se suele producir entre los 50 y los 54 años, aunque no son
raras otras edades desde los 47 hasta los 57 años. Esto depende de múltiples factores
(hereditarios, historial patológico, embarazos, actividad laboral, entorno de vida, etc),
aunque los hereditarios parecen prevalecer sobre otros (las hijas de madres con
menopausias tardías también suelen tenerlas así).
Es difícil saber cuál es la última menstruación, ya que durante la perimenoapusia las
irregularidades menstruales son especialmente notables. No obstante, se estima que existe
un alto grado de certidumbre si la última menstruación se produjo hace un año.
La paulatina reducción de la producción de hormonas sexuales por los ovarios, hasta su
definitivo cese es responsable de la aparición no sólo de la mayoría de los síntomas propios
del climaterio, sino también de la aparición o incremento de ciertos riesgos patológicos. No
sólo se reducen los niveles de estrógenos y de progestágenos, sino que los pequeños niveles
de andrógenos circulantes en la mujer sean dejan de estar “neutralizados” por las hormonas
femeninas, provocando algunos efectos típicamente masculinizantes, propios también de la
menopausia.
Se estima que más del 85% de las mujeres de los países desarrollados desarrollan un
abanico de síntomas, de carácter agudo y transitorio, asociados a la menospausia. La
mayoría de ellos desaparecerán algunos años después del último ciclo menstrual.
Sin duda alguna, los sofocos constituyen el síntoma menopáusico más frecuente. Consisten
básicamente en la sensación de intenso calor, de carácter repentino y desagradable,
experimentada normalmente en la piel de la zona superior del cuerpo. Normalmente la cara
enrojece y se rompe a sudar intensamente. Los sofocos suelen ir acompañados por una
marcada taquicardia. Este proceso parece estar provocado por una desregulación del sistema
nervioso autónomo de origen hormonal.
La duración de los sofocos varía desde unos pocos segundos hasta más de media hora,
pudiendo ocurrir varias veces por hora, aunque también hay mujeres que apenas
experimentan sofocos unas pocas veces al mes. En los casos de sofocos frecuentes, estos
pueden determinar alteraciones del sueño en la mujer, al inducir el despertar durante la
noche. Estos frecuentes despertares nocturnos pueden facilitar la aparición de hipertensión y
de cefaleas, debilitando la capacidad de respuesta del sistema inmunológico, provocando
cansancio muscular y afectando al estado de ánimo y de alerta mental y durante el día.
Existen varios factores susceptibles de facilitar o “disparar” los sofocos, que varían de una
mujer a otra. Los más comunes son el estrés, la elevada temperatura ambiental, bebidas
calientes (en especial, el café) o alcohólicas, y los alimentos muy condimentados.
Una de las consecuencias de la fluctuación hormonal que se produce durante la
premenopausia es que la evolución cíclica del endometrio se hace irregular, lo que conduce
a su vez a menstruaciones irregulares, generalmente más frecuentes que antes, y con
una duración e intensidad de la hemorragia menstrual variable.
Al margen de los efectos de la menopausia sobre el sueño, la reducción de los niveles de
estrógenos frecuentemente se asocian a importantes cambios en el estado de ánimo (el
humor), generalmente con tendencia hacia la depresión.
Aunque cada vez son más las mujeres que perciben la menopausia como una fase más en su
vida, experimentándola con el orgullo de su evolución personal, es cierto que todavía hay un
amplio porcentaje que mujeres que asocian menopausia con una cierta sensación de haber
perdido algo más que la capacidad de reproducción. Esta fase, que para las madres suele
coincidir en el tiempo con la salida de sus hijos del ámbito familiar más estrecho, puede
provocar auténticas crisis personales, a veces agudizadas por maridos o parejas poco
comprensivos.
A estos problemas es preciso añadir la sequedad vaginal, que en ocasiones puede
dificultar o incluso impedir la práctica de relaciones sexuales. El motivo de ello también se
relaciona con el déficit estrogénico, dado que son precisamente los estrógenos los
responsables de asegurar el crecimiento e irrigación sanguínea de la mayoría de las
membranas mucosas, entre ellas la que recubre las paredes internas de la vagina.
Con la menopausia las paredes de la vagina se vuelven más delgadas y secas, lo que
provoca su fácil irritación y laceración, con manifestaciones de picor y molestias dolorosas,
agravadas por el coito. Por si esto no fuera suficiente, el déficit estrogénico provoca un
incremento del pH vaginal, lo que se traduce en un cambio en la flora local, facilitando el
desarrollo de bacterias potencialmente patógenas y ello se manifiesta como un incremento
de la frecuencia de infecciones de la vagina y de la vejiga urinaria.
Precisamente, la vejiga urinaria representa otro de los órganos afectados en el climaterio, al
ser la incontinencia urinaria uno de los problemas más comunes en las mujeres durante
este período. Una vez más, es el déficit estrogénico lo que parece ser clave en el
debilitamiento de la musculatura de la base de la pelvis y de la atrofia de la mucosa interior
de la uretra.
Las dos formas más comunes de incontinencia urinaria durante la menopausia son la vejiga
irritable o incontinencia de urgencia (sensación errónea de tener la vejiga llena, lo que
obliga a la paciente a acudir con frecuencia muy elevada al baño) y la incontinencia de
estrés (que provoca pequeñas pero repetidas pérdidas no controladas de orina, ante el más
leve esfuerzo en la musculatura abdominal, como toser o estornudar). Aparte de las
molestias que la incontinencia supone (entre ellas, las de tipo social), el cierre incompleto del
esfínter de la vejiga puede facilitar también las infecciones de esta última (cistitis), lo que, a
su vez, agrava la incontinencia, formando así un círculo vicioso de difícil solución.
Si importantes son los efectos agudos, aunque temporales, asociados al climaterio, la
privación estrogénica produce importantes efectos a largo plazo en la mujer, especialmente
cuando no se toman medidas preventivas adecuadas. Una de las más conocidas es la
osteoporosis, que implica una reducción del contenido mineral de los huesos, haciéndoles
más frágiles y, por tanto, más susceptibles de fracturarse ante pequeños golpes o incluso
movimientos bruscos.
Asimismo, la patología cardiovascular incrementa notablemente su prevalencia en las
mujeres durante y después del climaterio. Durante la fase de vida fértil, los estrógenos
producen un intenso efecto protector en la mujer frente a la patología cardiovascular, siendo
hasta cinco veces menos frecuentes los infartos de miocardio y los accidentes
cerebrovasculares que los varones de igual edad.
Sin embargo, el incremento del riesgo cardiovascular no sólo es debido a la deficiencia de
estrógenos, sino a algunos otros factores como el sobrepeso, frecuente también en la
menopausia.
A largo plazo, la capacidad funcional del cerebro experimenta una reducción, especialmente
en lo que se refiere a la memoria reciente y a la capacidad para captar nueva información.
Posiblemente, esto puede estar relacionado con un menor suministro sanguíneo al cerebro,
asociado al descenso de los niveles de estrógenos, que facilita la reducción de
interconectiv idad e, incluso, la muerte neuronal.
La deficiencia estrogénica también se relaciona con una reducción de la producción de
colágeno y de elastina, responsables principales de la elasticidad y firmeza de la piel, así
como de la actividad de las glándulas sebáceas y sudoríparas. Todo ello determina que la
piel se vuelva más seca y fláccida.
Igualmente, el pelo se vuelve más fino y la caída del mismo se intensifica, adoptando un
patrón típicamente masculino (tendencia a la calvicie, aunque menos acusada, e hirsutismo).
Este efecto parece deberse al efecto de los andrógenos no compensados por los estrógenos,
más que a un efecto directo de la falta de estos últimos. Esto, además, favorece una
redistribución de la grasa corporal, con patrón masculino.
Dado que la mayoría, si no todos, los problemas relacionados con el climaterio son debidos
al déficit creciente de estrógenos que se produce en la mujer, el tratamiento está dirigido a
suministrar estas hormonas de forma exógena, para compensar la deficiente producción
endógena. A esto se le conoce como TERAPIA DE RESTAURACIÓN HORMONAL (TRH) o
TERAPIA HORMONAL SUSTITUTIVA (THS), de la que existen dos formas típicas:
A) Monoterapia estrogénica. Se utilizan sólo estrógenos. Esta terapia sólo se emplea en
mujeres en las que se ha extirpado el útero, dado que los estrógenos en solitario
podrían provocaar una hiperactivación del endometrio uterino.
B) Terapia combinada. Se basa en la combinación de un estrógeno y un progestágeno.
Tiene como finalidad evitar la hiperestimulación endometrial estrogénica, mediante la
utilización de un progestágeno en dosis adecuadas. Esta formulación es la de los
anticonceptivos hormonales clásicos y, de hecho, se utilizan frecuentemente para
este fin. En aquellas mujeres donde hay predominio de efectos androgénicos
(hirsutismo, vello facial, voz más grave, redistribución androgénica de la grasa
corporal, etc) se emplean progestágenos con actividad antiandrogénica, tales como la
ciproterona o el nomegestrol. Existen dos modalidades de terapia combinada:
a. Terapia secuencial. El componente estrogénico se administra sin
progestágeno asociado durante la primera fase del ciclo, añadiéndose esta
último durante la segunda fase. Tras completar el ciclo, se realiza un
descanso de unos días, sin ningún tipo de hormonas, durante el cual suele
producirse la hemorragia menstrual. Este tipo de tratamiento suele emplearse
más frecuentemente durante la pre- y perimenopausia, facilitando la
regularización de la menstruación.
b. Terapia continua. Se utiliza de forma permanente la combinación de
estrógeno y progestágeno, sin ningún periodo de descanso. Este tipo de
terapia es típicamente empleado en la postmenopausia, así como en casos de
metrorragia (hemorragia menstrual excesiva) o, en general, cuando se quiere
evitar la hemorragia menstrual propia de la terapia secuencial.
La duración de la terapia hormonal sustitutiva es variable y depende de las características
fisiopatológicas de cada mujer. Tradicionalmente, este tratamiento dura lo que los síntomas
climatéricos. En el caso de emplearse con finalidad preventiva, la duración mínima
considerada eficaz es del orden de cinco años, aunque no es infrecuente que se emplee
desde los primeros síntomas menopáusicos hasta los 65 años, en que se estima finalizada
definitivamente todo el proceso de transición ginecológica de la mujer.
En general, los efectos adversos potencialmente graves de las combinaciones de
estrógenos y progestágenos son extremadamente infrecuentes, en especial con las
preparaciones con menor dosis ("mini-píldoras"). Los efectos más leves suelen ser
consecuencia de una mayor susceptibilidad a uno de los dos componentes hormonales y, por
consiguiente, pueden corregirse reduciéndolo o incrementando el otro componente.
– Exceso estrogénico: Menorragia/dismenorrea, náuseas y vómitos, retención de fluidos,
tensión mamaria (puede deberse también a exceso de actividad progestagénica).
– Exceso progestagénico: Amenorrea, acné, seborrea, aumento de peso, depresión y/o
irritabilidad, reducción de la libido.
Entre los problemas potencialmente más graves, cabe citar a:
- Hipertensión. El origen del efecto hipertensivo parece estar en el componente
estrogénico. En algunas mujeres se pueden alcanzar valores tensionales claramente
identificables como hipertensión, aunque raramente se manifiestan de forma rápida.
- Tromboembolismo venoso. También directamente relacionado con la dosis de
estrógeno. Se trata de un fenómeno muy infrecuente, ya que se registra una media de 5
casos por 100.000 mujeres-año no usuarias de anticonceptivos. Esto quiere decir que un
0,005% de estas mujeres padecen procesos tromboembólicos venosos profundos. El uso
de anticonceptivos con noretisterona o levonorgestrel (progestágenos de "segunda
generación") incrementa en tres veces este riesgo (incidencia del 0,015%), e incluso
desogestrel o gestodeno (progestágenos de "tercera generación") incrementan el
riesgo doblemente que los anteriores (riesgo relativo de 6, con una incidencia del
0,03%). Asimismo, la existencia previa de trombosis venosa profunda (TVP), obesidad,
insuficiencia venosa y cirugía mayor, incrementan este riesgo. Con todo, hay que tener
en cuenta que el riesgo relativo de tromboembolismo venoso en una mujer embarazada
es de 12 (incidencia del 0,06%).
-
Infarto de miocardio y accidente cerebrovascular agudo. Incrementan el riesgo
pero en asociación con otros factores, como tabaquismo, hiperlipidemia, hipertensión,
historial familiar, diabetes y edad superior a 35 años.
- Cáncer de mama. Existen dudas acerca del posible efecto de los anticonceptivos
hormonales sobre el desarrollo de cáncer de mama, especialmente en mujeres que los
utilizan durante largos períodos y que comenzaron a usarlos en edad temprana No se ha
establecido una relación causa-efecto definida. No parece que exista un exceso de riesgo
en el resto de las mujeres.
- Cáncer de cérvix. Se ha observado un ligero incremento del riesgo, tanto de las formas
superficiales ("in situ") como invasivas. Se ignora si este exceso de riesgo puede estar
relacionado con los efectos hormonales o determinados hábitos sexuales.
- Trastornos hepáticos. Aunque sí se ha apreciado un sustancial incremento del riesgo
de adenocarcinomas hepáticos, no se ha podido establecer una relación causal con los
carcinomas hepatocelulares. En cualquier caso el riesgo es, en términos absolutos,
excepcionalmente bajo. Al margen de los potenciales efectos cancerígenos, el
componente estrogénico de los anticonceptivos puede dar lugar a otras alteraciones
hepáticas, manifestadas esencialmente como elevaciones de los valores séricos de
transaminasas. No parece que sea preciso adoptar medidas preventivas especiales en
este sentido, salvo en pacientes con ictericia o colestasis.
- Interacciones farmacológicas. Existe un buen número de medicamentos capaces de
interaccionar con los anticonceptivos hormonales en el sentido de reducir el efecto de
estos últimos, pudiendo conducir a embarazos no deseados en las mujeres en edad fértil.
Entre estos medicamentos pueden citarse a los antibióticos de medio o amplio espectro
administrados por vía oral (ampicilinas, macrólidos, tetraciclinas, etc), antiepilépticos,
antifúngicos (ketoconazol y otros azólicos, griseofulvina), antipsoriásicos (acitretina),
antituberculosos (rifampicina y rifabutina), antirretrovirales (ritonavir) e incluso altas
dosis de ácido ascórbico (vitamina C).
Recientemente1 la Agencia Española del Medicamento, de forma coordinada con el resto de
Agencias Europeas, revisó la evidencia científic a derivada del ensayo clínico Iniciativa por la
Salud de las Mujeres (Women Health Initiative, WHI), publicando una serie de
consideraciones al respecto:
“El pasado nueve de julio de 2002, y a través de la versión electrónica de la revista JAMA, se
han dado a conocer los primeros resultados de un ensayo clínico llevado a cabo en el marco
de un proyecto de investigación norteamericano conocido como Iniciativa por la Salud de las
Mujeres (Women Health Initiative, (WHI). El objetivo del ensayo- randomizado y controladoera examinar el beneficio y riesgos del tratamiento hormonal substitutivo en una población
de aproximadamente 17.0000 mujeres postmenopausicas sanas en Estados Unidos.
El ensayo tuvo que ser suspendido de forma prematura, tras un tiempo de seguimiento
medio de 5,2 años, al constatarse que el grupo de pacientes tratadas con un preparado
conteniendo estrógenos conjugados (0,625 mg) y acetato de medroxiprogesterona (2,5 mg),
presentaba un riesgo global incrementado de experimentar efectos adversos y en particular
de cáncer de mama invasivo, en comparación con el grupo tratado con placebo.
Las dos principales variables de medida en el ensayo fueron la enfermedad coronaria y el
cáncer de mama invasivo. El riesgo de enfermedad coronaria se incrementaba durante el
primer año de uso en las mujeres tratadas con tratamiento hormonal sustitutorio, frente a
las mujeres tratadas con placebo. De igual forma, el riesgo de cáncer de mama se
incrementaba a lo largo de los años de uso.
Además, el ensayo evaluó varia s variables secundarias. Así, el riesgo de accidente
cerebrovascular y embolismo pulmonar eran mayores en el grupo tratado con tratamiento
hormonal sustitutorio. Por el contrario, este grupo presentó un riesgo menor de aparición de
1
Nota publicada en la página web oficial de la Agencia Española del Medicamento el día 11 de julio de 2002.
cáncer colorectal, cáncer de endometrio o de sufrir una fractura de cadera que el grupo
tratado con placebo, lo que indica un efecto protector del tratamiento hormonal.
Las estimaciones de riesgo relativo que proporciona el estudio, representan un cambio muy
pequeño cuando se expresan como riesgos absolutos. Así, de 10.000 mujeres tratadas con
estrógenos y progestágenos, el número adicional de mujeres por año que podrían desarrollar
las enfermedades en cuestión sería de 7 para enfermedad coronaria, 8 para embolismo
pulmonar, 8 para infarto cerebral y 8 para cáncer de mama. De igual forma, el numero de
mujeres en que se evitaría la aparición de enfermedad sería de 6 en el caso de cáncer
colorectal y de 5 para la fractura de cadera. Evaluando todos los desenlaces de forma global,
el grupo tratado con tratamiento hormonal sustitutorio presentó un exceso de riesgo de
sufrir 19 eventos adversos (de cualquier tipo) por 10.000 mujeres tratadas durante un año.
Estos resultados- que confirman los obtenidos de estudios epidemiológicos previos y
proporcionan nueva evidencia científica sobre el riesgo de aparición a corto plazo de
enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular- son los primeros que se obtienen
mediante la realiz ación de un ensayo clínico randomizado en mujeres sanas. Los resultados
sólo son aplicables al uso de estrógenos en combinación con un progestágeno administrado
de forma continua. Todavía no están disponibles los resultados del ensayo clínico en marcha
que evalúa la efic acia y riesgo de los estrógenos sólos en mujeres histerectomizadas. Es
posible que otros tipos de compuestos hormonales, otras dosis y otras pautas de
administración de los estrógenos combinados con progestágenos produzcan efectos distintos
de los observados en este estudio.”
De acuerdo con lo anterior, la Agencia Española del Medicamento procedió a realizar las
siguientes recomendaciones:
“Esta nueva información implica que el tratamiento a largo plazo con estrógenos y
progestágenos combinados no debe recomendarse para la prevención de enfermedad
cardiovascular.
Por el contrario, el tratamiento a corto plazo de los síntomas climatéricos conlleva un
beneficio probado para la mayoría de las mujeres que supera a los riesgos potenciales.
Las pacientes que estén preocupadas por la seguridad de su tratamiento hormonal
sustitutorio, deben consultar a su médico para que éste las aconseje y resuelva cualquier
duda que puedan tener al respecto. Los resultados del estudio no sugieren que exista
ninguna necesidad de que las pacientes interrumpan el tratamiento.”
ACCIÓN Y MECANISMO
Esta combinación de estradiol, un estrógeno, y de dienogest, un progestágeno, está
indicada en terapia hormonal sustitutiva (THS), en forma de tratamiento continuo, para
prevenir los síntomas asociados a la deficiencia de estrógenos en mujeres postmenopáusicas
durante un año como mínimo, y que aún tienen útero.
ASPECTOS MOLECULARES DEL NUEVO FÁRMACO
El dienogest es un agente progestágeno derivado de la 19-nortestosterona, con la
peculiaridad estructural de presentar un grupo cianometilo en C17, lo que le confiere
propiedades híbridas entre los derivados de la 19-nortestosterona y los de la 19norprogesterona.
Su afinidad por los receptores de la
progesterona es de un 10% de los
correspondie ntes a la hormona, aunque
desarrolla un potente efecto progestágeno
sobre el endometrio. Tiene un efecto
antiandrogénico débil, euivalente al 30% de
la ciproterona. Carece de efectos
estrogénicos, mineral y glucocorticoides (ver Tabla 1).
A dosis terapéuticas produce un efecto anovulatorio completo, suprimie ndo el pico de LH y
reduciendo los niveles de LH.
El valerato de estradiol es un precursor de estradiol, el estrógeno fisiológico por excelencia.
Tabla 1. Actividad hormonal de los progestágenos
Progestágeno
Progesterona
Dienogest
Nomegestrol
Ciproterona
Noretisterona
Levonorgestrel
Tibolona
Medroxiprogesterona
Estrogénica
(+)
(+)
-
Androgénica
+
+
(+)
Antiandrogénica
(+)
+
+
+
-
Glucocorticoide Antimineralcorticoide
(+)
+
(+)
+
-
EFICACIA CLÍNICA
La eficacia y seguridad clínicas de la asociación dienogest/estradiol ha sido adecuadamente
establecida en estudios clínicos controlados.
En un ensayo clínico realizado para comparar la eficacia y seguridad endometrial de dos
combinaciones de valerato de estradiol (2 mg) y dienogest (2 y 3 mg), frente a la
combinación de estradiol (2 mg), estriol (1 mg) y noretisterona (1 mg) en terapia hormonal
sustitutiva continua, se administró de forma aleatoria y doblemente ciega el tratamiento a un
conjunto de 581 mujeres postmenopáusicas con síntomas climatéricos, a lo largo de un año.
Los resultados indicaron la ausencia de diferencias significativas entre los tres tipos de
tratamie nto en cuanto a la severidad de los síntomas postmenopáusicos y la incidencia de
atrofia endometrial fue similar en todos los grupos. Sin embargo, la frecuencia de
hemorragia vaginal fue significativamente inferior con la combinación de 2/2 mg de
dienogest/estradiol (14,5% en el mes 12 del tratamiento), aunque la incidencia de tensión
mamaria fue superior con esta combinación.
Con el objetivo de evaluar la eficacia, seguridad y telerabilidad de la terapia continua con
estradiol/dienogest (2/2 mg) en mujeres postmenopáusicas con síntomas climatéricos, se
llevó a cabo a un estudio clínico abie rto, multicéntrico y no controlado sobre un total de 1501
mujeres con edades comprendidas entre 52 y 65 años con síntomas climatéricos. Las
pacientes recibieron tratamiento durante 48 semanas, al final del cual el índice de
Kupperman (que valora la incidencia y gravedad de los síntomas climatéricos) descendió de
forma significativa en la mayoría de las pacientes, con especial relevancia en aquellas que no
habían sido tratadas anteriormente con terapia hormonal sustitutiva. Los niveles sanguíneos
de LDL descendieron, mientras que aumentaron los de HDL. Asimismo, se registraron
descensos en los niveles de fosfatasa alcalina así como de otros indicadores de la resorción
ósea. Se observó hemorragia vaginal en el 14% de las pacientes.
En otros ensayo clínico doblemente ciego y controlado con placebo se realizó un estudio
psicométrico de los efectos de la combinación valerato de estradiol/dienogest (2/2 mg)
frente a al estrógeno solo (2 mg de valerato de estradiol) o placebo, durante un período de
dos meses, al que siguió otra fase abierta de otros dos meses, en la que todos las pacientes
recibieron la combinación.
Los resultados indicaron una significativa mejoría en la memoria visual y la verbal asociativa
en las tratadas con la combinación. Asimismo, se apreció una mejoría, también
estadístic amente significativa, en la incidencia de complicaciones climatéricas y en la
ansiedad y agresividad.
Las reacciones adversas descritas con la combinación valerato de estradiol/dienogest y más
frecuentemente documentadas en los ensayos clínicos, han sido la hemorragia por
disrupción (24%) y la sensibilidad o dolor mamario (13%), siendo también relativamente
frecuentes (1-10%) cefalea, mareo, ansiedad, estado de ánimo depresivo, hipertensión,
náuseas, dolor abdominal, diarrea, vulvovaginitis y cambios en el peso corporal.
ASPECTOS INNOVADORES
La combinación de valerato de estradiol y de dienogest es una formulación oral de un
estrógeno y un progestágeno indicada en el tratamiento de los síntomas climatéricos de la
mujer postmenopáusica. El dienogest es un nuevo agente progestágeno con propiedades
biológicas intermedias entre la progesterona y la 19-nortestosterona, con actividad
moderada sobre los receptores de progesterona, pero con significativas actividades
antiproliferativas y antiandrogénicas, capaz de producir de forma generalizada la
transformación secretora del endometrio.
Los síntomas climatéricos constituyen un amplio abanico de efectos que reducen la calidad
de vida de las mujeres durante la fase del cambio de estado fértil a infértil. En muchos
casos, estos síntomas provocan importantes problemas de orden fisiológico y sociológico a
las pacientes, de ahí que constituya un problema sanitario de primera importancia. Además,
la privación estrogénica asociada a la menopausia presenta una serie de riesgos a largo
plazo que aconsejan en buena parte de los casos la realización de un tratamiento preventivo.
Bien es cierto que la terapia hormonal sustitutiva no está ni mucho menos exenta de riesgos,
como lo demuestra el estudio epidemiológico realizado en Estados Unidos y que ha motivado
la aparición de una nota por parte de las Agencias de Medicamentos de los países de la
Unión Europea (amén de la FDA norteamericana).
Esto supone que “el tratamiento a largo plazo con estrógenos y progestágenos combinados
no debe recomendarse para la prevención de enfermedad cardiovascular. Por el contrario, el
tratamiento a corto plazo de los síntomas climatéricos conlleva un beneficio probado para la
mayoría de las mujeres que supera a los riesgos potenciales”.
El tratamiento de los síntomas climatéricos se ha estado realizando con estrógenos (en
pacientes sin útero) o con combinaciones de estrógeno/progestágeno. Esto no cambia en
absoluto con la introducción en el mercado de la asociación estradiol/dienogest, si bien las
peculiaridades del dienogest despiertan un cierto interés. Con todo, sería de gran valor la
disponilidad de ensayos clínicos comparativos con asociaciones conteniendo ciproterona, un
progestágeno con un perfil bioquímico relacionado con el dienogest.
COSTES DIRECTOS DEL TRATAMIENTO
Indicación: Terapia hormonal sustitutiva para los síntomas de la deficiencia de estrógenos
en mujeres postmenopáusicas durante un año como mínimo y que aún tienen útero.
Dosis y coste
Dosis diaria
Coste diario (€)
Coste anual (€)
Estradiol, valerato
Dienogest
2/2 mg/24 h
0,48
176,76
Estradiol
Noretisterona
1/0,5 mg/24 h
0,39
143,78
Estradiol, valerato
Noretisterona
2/0,7 mg/24 h
0,25
92,55
Estrógenos conjugados
Medroxiprogesterona
0,625/5 mg/24 h
0,41
151,21
VALORACIÓN
DIENOGEST/ESTRADIOL
CLIMODIEN (Schering)
Grupo Terapéutico (ATC): G03FA. HORMONAS SEXUALES Y MODULADORES GENITALES.
Combinaciones fijas de estrógenos con progestágenos.
Indicaciones autorizadas: Terapia hormonal sustitutiva (THS) para los síntomas de la
deficiencia de estrógenos en mujeres postmenopáusicas durante un año como mínimo y que
aún tienen útero.
VALORACIÓN GLOBAL: SIN INNOVACIÓN. No implica ninguna mejora
♣
farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autoriz adas.
BIBLIOGRAFÍA
-
-
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