** www.infanciaenred.org.ar/antesdeayer ** Historias encontradas de la docencia en la Argentina Entrevista a Andrea Alliaud1 La docencia y la formación son aquí enfocadas desde la idea de un proceso histórico en dos sentidos: a la vez que configuradas por una historia social y política y enfocada en los orígenes de la profesión en nuestro país, se retoma la historia biográfica de los docentes abordando así desde una doble mirada los núcleos duros de este campo de conocimiento. Tus trabajos se centran en la formación docente desde una perspectiva histórica ¿cómo abordás estos objetos de conocimiento? En realidad el enfoque es histórico en más de un sentido. Mi trabajo de investigación sobre la formación docente parte del reconocimiento de dos dimensiones que es interesante distinguir para pensar problemas dentro de este campo. Por un lado está la dimensión de la historia colectiva de la profesión, sus orígenes, los núcleos más duros vinculados con el surgimiento de la profesión docente en nuestro país; y por otro lado una segunda dimensión que tiene más que ver con las trayectorias biográficas de los sujetos que hoy son docentes, es decir que remite más a los procesos subjetivos, a la historia personal. Los docentes, al momento de llegar a los institutos donde se formarán para insertarse en la escuela como maestros, ya han pasado por instancias de escolaridad protagonizando distintas experiencias que duraron muchos y muy importantes años de sus vidas, y eso puede ser (y vale la pena que sea) recuperado. Hay, entonces, una historia colectiva, social, y una historia personal, biográfica. ¿Una especie de filogénesis y ontogénesis de la docencia? Claro, algo así. Yo lo pienso desde Bourdieu2. Hay una dimensión histórica colectiva, que remite a los tiempos largos del desarrollo de la profesión en la sociedad. Pero hay también una dimensión subjetiva y personal que si bien remite a lo biográfico tiene relación con la otra historia, pues también tiene componentes sociales. La historia colectiva de la profesión, de hecho, se transmite, se produce y reproduce, en las instancias escolares por las cuales los que son docentes han transitado desde la posición de alumnos. Ambas dimensiones están enlazadas. Son dos canales que no están disociados… Muchos filósofos han coqueteado con la idea de que la historia de la humanidad podría reproducirse en la historia de un hombre. Estas dimensiones sugieren algo por el estilo para el caso de la profesión docente… Puede pensarse así, en parte. Trabajando con las trayectorias de docentes uno efectivamente se encuentra con núcleos comunes que se pueden explicar a partir 1 La entrevista fue realizada en agosto de 2005. Entrevistador: Daniel Brailovsky. Se trata de Bourdieu, P. y Wacquant, L. 1995. Respuestas por una antropología reflexiva. México. Grijalbo. 2 de la historia social de la profesión. Pero también hay diferencias en esas trayectorias, vinculadas con los distintos caminos que distintos sujetos recorrieron para “llegar de nuevo a la escuela”, como yo siempre digo. Cuando uno habla de los docentes como colectivo profesional en realidad omite que ese colectivo es cada vez menos homogéneo. Por eso esa relación filo-onto no puede ser lineal. A diferencia de un momento originario donde era factible hablar en general de un colectivo docente, hoy se ve que llegan a las instancias de formación, como aspirantes a ser docentes, sujetos que han recorrido diferentes trayectorias educativas y formativas, sociales. Algo que es llamativo es que esas trayectorias recorridas por los docentes como alumnos, guardan relación con sus recorridos laborales posteriores como docentes. Esto es algo que encontré en la investigación sobre la biografía escolar de docentes noveles que fue mi tesis de doctorado3. Utilizo allí un término que sirve para explicar este proceso, que es el concepto de elección. Veamos de qué se trata. Cuando uno analiza las trayectorias formativas de distintos maestros, encuentra que existen algunos docentes que han recorrido escuelas “elegidas”, por sus padres, por la comunidad, por ellos mismos. Han tenido ocasión de asistir como alumnos y como estudiantes, especialmente a partir de la escuela media, a instituciones que pudieron de algún modo elegir. También son docentes que asistieron a otras instancias terciarias o universitarias. Y esta fracción minoritaria de maestros que recorrieron trayectorias “elegidas” son a su vez quienes tienden a ser “elegidos” por ciertas escuelas para trabajar. Las escuelas que eligen a estos maestros son además elegidas por ellos, pues ofrecen condiciones laborales, o de desarrollo profesional, comparativamente mejores. Es decir que estos maestros que han atravesado una trayectoria “privilegiada”, son luego captados por ciertas escuelas “privilegiadas”. Todo esto sirve además para ayudar a explicar la heterogeneidad, y la fragmentación creciente del “colectivo” docente y del sistema educativo en general. Esto es interesante para pensar tanto la formación docente como el sistema educativo en términos de equidad. Pues mientras que algunos maestros eligen y son elegidos (muy pocos cuantitativamente), otros (la mayoría) transitan por las instituciones que pueden, por las que tienen a mano, o por donde los dejan entrar, y luego se insertan en escuelas donde la elección no es el criterio predominante. Son además quienes menos resto tienen (en términos de formación) para obtener por su cuenta los elementos que la preparación profesional no les brindó. ¿Puede pensarse la formación docente de otra manera, que supere esta “inevitable” fragmentación? Puede pensarse de otra manera, y partiendo de una premisa que es absolutamente fundamental: la formación docente no empieza ni termina en el profesorado. Decimos que no empieza, porque hay toda una biografía previa sobre la que es importante trabajar en las instancias de formación profesional. Esta biografía debe ser recuperada, problematizada, y debe poder teorizarse acerca de ella. Y a la vez decimos que la formación continúa luego del profesorado, mediante los procesos de inserción profesional, sobre todo en los primeros años de ejercicio. Pero de hecho estas instancias previas y posteriores se dan en condiciones de enorme desigualdad, lo cual debe considerarse en las instancias formativas, teniendo en cuenta niveles institucionales y políticas que lo hagan posible. 3 Se trata de Alliaud, Andrea: La biografía escolar en el desempeño profesional de docentes noveles. Tesis de doctorado en Educación. Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Julio de 2004. Retomando la idea de biografía escolar: ¿Por qué “la vida” es parte de la formación de un docente y sin embargo es menos habitual pensar que las experiencias vitales de otros actores sociales, pongamos el ejemplo de un médico, los formen del mismo modo para el ejercicio de su profesión? Este tema es muy interesante y tiene antecedentes ya desde los años 70. Uno de los autores que toman esta idea es Lortie4. Pensemos en principio que el tiempo que una persona pasa en la escuela a lo largo de su vida es incomparable con el tiempo que destina a las consultas médicas o a los hospitales. La escuela está todos los días en la vida de los sujetos, y adquiere una fortaleza que reside en principio en su constancia y permanencia, y también en el hecho de que la escolaridad atraviesa etapas decisivas de la vida: la infancia, la adolescencia, etapas de gran influencia que los individuos transitan sumergidos en el ámbito escolar. La escuela, así, no enseña tanto por sus contenidos “curriculares”, formalizados, sino mediante la inculcación de una lógica, la exposición prolongada a modelos de docentes, a formas de ser, de habitar y de actuar en el espacio escolar. No es algo que se relata o se conceptualiza, sino algo que se vive, y también se sufre, se padece o por qué no se disfruta. De allí la fuerza de esta experiencia como instancia previa y definitivamente formativa. Son aprendizajes que se producen a partir de lo que les pasa a los sujetos, lo que vivencian cotidianamente y en lo que muchas veces se juegan cuestiones personales importantes, pues sabemos que la escuela hace mucho más que transmitir saberes formalizados. Estas experiencias, entonces, se ponen en juego a la hora de asumir el lugar de docente. Uno puede aprender distintas corrientes pedagógicas, asumir incluso posturas dentro de las discusiones que existan en el campo del pensamiento didáctico, pero a la hora de enfrentar situaciones prácticas, concretas en el aula… …sale lo que el cuerpo aprendió… …aparece, emerge todo eso que implícitamente se instaló mediante ese cúmulo de experiencias. Lo que se vivió aparece de otro modo que lo que se leyó. Sin embargo, el contenido de esas experiencias puede tomarse en las instancias de formación, se puede (y es muy rico hacerlo) poner a dialogar la experiencia vivida esos saberes aprendidos, implícitos, esta biografía, con los conocimientos formalizados. Todos los aportes que tienen que ver con la formación pedagógica pueden, si no se establece ese diálogo, “lavarse” o “banalizarse”, como llaman algunos autores a ese proceso de “poca influencia” “bajo impacto” de la formación profesional. Tal es la fuerza que tiene lo vivido, lo experiencial..... ¿Qué especificidad puede pensarse en relación a estos procesos para el caso de las maestras jardineras, pensando que el Nivel Inicial se propone “romper” con algunos de los modos de enseñar que había instalado la escolaridad primaria? Si bien el jardín de infantes tiene sus particularidades hay que partir del hecho de que está inscripto dentro de lo que es, a grandes rasgos, la gramática de la escolaridad. Cuando hablo de biografía escolar no me refiero a la experiencia de los docentes en el mismo nivel de enseñanza en el que luego se desempeñarán, sino a toda su trayectoria escolar, en distintas instancias. Y en efecto, hay algo para pensar en la pregunta, pues hay cuestiones que hacen a la institución escolar, al lugar del docente, del alumno, que son cuestiones que se aprenden a lo largo de toda la escolaridad. Y las maestras jardineras, por más que se inserten en el nivel 4 Dan Lortie es una autor cuyo trabajo es pionero en algunos de los tópicos que aquí se abordan. Puede verse, de este autor: Lortie, D.: Schoolteacher: a sociological study. U.S.A.: Chicago U. Press, 1975 inicial, han configurado esos lugares en trayectorias que atravesaron a lo largo de toda su escolaridad, y esto no puede omitirse si se va a adoptar esta perspectiva. Incluso en un espacio que intenta definirse como “diferente” estas cuestiones se juegan, y mucho. Hay un espacio que es, en un sentido amplio, escolar. La gramática escolar es casi la misma, por más que en algunos puntos haya un propósito explícito de diferenciarse de la escuela primaria. Pensemos en los pilares básicos de esa gramática: los alumnos ordenados por edad, los espacios diferenciados, la posición de maestros y alumnos, la gradualidad, etc. Es la misma. Es por eso que lo que hay que ver es cómo a través de la biografía escolar estos núcleos duros de la gramática se van haciendo propios, se van encarando, y es desde allí que tal vez pueden repensarse estas cuestiones. Muchas veces estos núcleos duros no son sólo patrimonio de los sujetos y de las instituciones, sino que tienen un fuerte componente social. Como decíamos al comienzo, ambas historias se cruzan y se implican mutuamente. La sociedad espera determinadas cosas de una determinada escuela, es decir que no es sólo lo que los sujetos han aprehendido de sus experiencias personales sino también las expectativas sociales hacia lo que llamamos una escuela auténtica, que suma lo que la escuela produce a lo que se produce sobre y hacia la escuela. Tomando la historia larga, la historia social ¿qué puede decirse de este nivel de enseñanza, el inicial, que llega casi un siglo después de la primaria? En la historia de la docencia, si bien hay núcleos fuertes que se asocian con la expansión en un sentido general de la escolaridad moderna, hay especificidades en la formación de docentes para los distintos niveles. Veamos entonces qué circuitos de formación de docentes existían antes del crecimiento y legitimación del nivel inicial, para pensar así dónde se inserta, cómo se instala. Reconozcamos entonces primero una distinción importante que nos remite a dos circuitos diferenciados para la formación de docentes de educación primaria y media. Las escuelas normales, y el normalismo como movimiento que tiene su mayor esplendor en las últimas décadas del siglo XIX, hegemonizaban la formación de docentes de primaria, pero en el mismo momento histórico la formación para docentes de nivel medio transcurría en otro ámbito, que era la universidad. En el siglo XX, en cambio, se van creando distintas instituciones que se van a dedicar específicamente a la formación de docentes de educación media. Estos circuitos cambiantes no son un mero dato histórico: reconstruyen la lógica del campo y permiten entender las discusiones más actuales al interior del mismo. Las discusiones, por ejemplo, entre la relevancia relativa de la formación disciplinar y la formación pedagógica. Son disputas que surgen en el origen y que se reeditan con frecuencia, ante problemas tan vigentes como diseñar un currículum. En relación con el nivel primario, parece en general primar el papel igualador y homogeneizador antes que el papel liberador, emancipador. Hay una finalidad de neta homogeneización, destinada a formar a un ciudadano con ciertas características comunes, alfabetizado, iniciado en ciertos contenidos generales, y fundamentalmente sometido a un disciplinamiento traducido en ciertos hábitos, en ciertas formas de ser, de conducirse, de vestirse, y hasta en la higiene. ¿Esto se relaciona con el ejercicio de la ciudadanía? Esto se piensa en función de una ciudadanía en términos de diferenciación, tanto de los nativos como de los inmigrantes. Tiende a la formación de sujetos homogéneos, y se arraiga en un tipo de ciudadanía diferente de la que se pensaba con la escolaridad en los estados burgueses. La ciudadanía en Europa se asociaba a la formación de sujetos capaces de votar… y en nuestro país, por aquellos tiempos, no se votaba. Por eso decimos que el carácter homogeneizador e igualador del sistema educativo nacional primó por sobre el emancipador o liberador que otros estados en el mismo período sostenían. ¿Y aquello de “educar al soberano”? Sucede que “el soberano” no eran todos… El soberano tenía sus circuitos de formación diferenciados, muy claros desde el origen, y que pasaban por la universidad. La escuela primaria formaba en saberes básicos. Y la escuela normal no habilitaba para la universidad, de modo que los circuitos se cerraban en sí mismos. Se podía ir de la primaria a la normal y luego regresar a la primaria como maestro (primer circuito cerrado); o se podía – algunos podían – pasar de la escuela media a la universidad, y al egresar de las universidades regresar al nivel medio como profesores (segundo circuito cerrado). En el nivel inicial es preciso tener entonces en cuenta este escenario. Es un nivel de enseñanza muy asociado en términos discursivos a la corriente de la escuela nueva, y que se proclama como abanderado de esas ideas renovadoras, pero las escuelas que forman docentes de nivel inicial son, de hecho, escuelas normales, y poseen esa estructura, esa gramática, esa organización. En muchos institutos de formación docente, de hecho, conviven actualmente las dos carreras y muchos de los profesores que enseñan en una también los hacen en la otra, haciendo modificaciones a los contenidos que enseñan. Es decir que a pesar de que las ideas cientificistas del escolanovismo se proclaman “en contra” del espiritualismo/positivismo normalista, de los dos circuitos disponibles en la época es este último, el del normalismo, el que va a formar docentes de nivel inicial. Y por más que los contenidos de la carrera tengan su especificidad, hay que tener en cuenta, como muchos autores sostienen también, que parte importante de la formación reside en la estructura y dispositivo de la formación más que en los contenidos puntuales: ¿qué tiempos, qué relaciones, qué lógicas regulan la formación en los institutos? La lógica escolar, además, opera como refuerzo de esa gramática, que a su vez reconocía semejanzas con la biografía escolar de los docentes. Retornamos a lo que decíamos al comienzo: aunque la formación docente no empieza ni termina en el profesorado vemos que el profesorado, a nivel de la gramática, conforma una continuidad. Hay un aspecto sobre el que el jardín de infantes construye una reflexión que uno creería que le es bastante propia: la afectividad, los vínculos, las subjetividades que se encuentran en la relación pedagógica. Y en esa reflexión se apoya parte de lo que distingue el jardín de la escuela primaria. ¿Cómo puede pensarse esto desde la perspectiva que estás planteando? Voy a discutir que esta reflexión sea absolutamente específica del jardín de infantes. La infancia suele ser concebida como una etapa idealizada, representada como aquél momento donde prima lo afectivo, lo interpersonal, y donde cabe además pensar en un tiempo “feliz”. Y muchas de estas representaciones acerca de la infancia inciden en las representaciones acerca de la escuela, aunque en la práctica no necesariamente coincidan con la experiencia de sujetos concretos. En mi investigación notaba cómo los maestros piensan la infancia y la escuela primaria como un lugar para ser felices, más allá de que en las propias infancias y en las escuelas hayan sido realmente felices. La escuela primaria, especialmente en los primeros años, también toma mucho de esto, remitiendo también a los vínculos primarios. Lo que más se recuerda de la escuela primaria, de hecho, es a la “maestra buena” o a la “maestra mala”, y muchas veces a ambas, en oposición o contrastante. De la secundaria, en cambio, se recupera al “buen profesor”, que no era el tierno, el bueno, el amable, el cariñoso, el que ayudaba… sino el que sabía, el que enseñaba. Y en el jardín yo creería que las referencias son a las maestras buenas y malas que no es lo mismo que las buenas y malas maestras. Nuevamente, aparecen en el jardín indicios de que la gramática abreva de la tradición normalista, pareciéndose en ese sentido a la escuela primaria. No es sólo el modo en que se recuerda a los docentes, se trata del hecho de que mediante estas representaciones se recuperan, se recrean, se reproducen modelos de enseñante que los nuevos docentes asumen como propios. De todos modos, es muy fuerte la influencia de la heterogeneidad de las trayectorias recorridas en las representaciones construidas. Hay que recordar aquello de lo que hablábamos antes de que las distintas trayectorias recorridas por distintos maestros conducen a diferentes inserciones laborales y también (agregamos ahora) a distintas representaciones. ¿Quiénes eran maestros en los comienzos de la escolaridad, cuando el “colectivo” era más homogéneo? Hay por un lado una cuestión de género, que se relaciona con las representaciones de la maestra como “segunda mamá”, pero hay además condiciones históricas relacionadas con la posición social de las mujeres que remiten al hecho de que la docencia era, para las mujeres de la época, una forma digna de salir del hogar, y la mujer cumplía (a la vez) los requisitos necesarios para ocupar esa “nueva” posición social. Los hombres que elegían la carrera docente normalmente usaban luego el título para otras cosas, y no trabajaban como maestros, sino que ocupaban cargos públicos u otras tareas en la administración. Eran otros trabajos “más honrosos y mejor pagos” para acceder a los cuales los títulos de las escuelas normales eran útiles. Pero quienes trabajaban de maestras eran primordialmente mujeres. Había además un imperativo de formar docentes, pues la formación de “un ejército de maestros patrioteros”, en pleno proceso de expansión del sistema educativo nacional, demandaba una producción de profesionales titulados en serie, no ya para que estuvieran frente a las aulas, que era mucho pretender en números, sino para que se desempeñaran como directoras y condujeran las instituciones. Esto sucedía tanto en el nivel primario como en el inicial. Está planteada como hipótesis provisoria la idea de que había a comienzos del siglo XX circuitos diferenciados de formación de docentes, y que para el nivel inicial se adopta el modelo normalista, que de algún modo convive, y habrá que ver cómo se desarrolla esa convivencia, con las proclamas escolanovistas y los impulsos de diferenciación… Sí, como hipótesis es válida. Podemos también incluir allí esta tensión, que está relacionada, entre la docencia como vocación, como apostolado, y la docencia como profesión. El discurso más positivista, sobre el saber específico, sobre los métodos, etc. aporta a la idea de la docencia como profesión, y sostiene un contraste con la idea de que para ejercer como maestra hay que portar ciertas características, ciertas cualidades personales, que trascienden la formación. Hay que ver cómo conviven ambas corrientes, el positivismo y el espiritualismo. A la vez hay circunstancias políticas que rodean estas discusiones, no son asépticas. La exaltación de este discurso del “apostolado” por parte de las propias voces oficiales tiende a crear toda una mística de la profesión destinada a que las personas que elegían esa carrera luego efectivamente ejercieran la profesión, y lo hicieran además en condiciones que eran muchas veces realmente difíciles y adversas. Este discurso, que tuvo sus efectos aglutinadores, que también construyó sentimientos de fuerte compromiso con la causa de la educación nacional, convive con el discurso más cientificista y ambos se articulan de distintas maneras a lo largo de la historia magisterial. Hay que ver entonces también cómo se apropia el nivel inicial de estas discursividades. Y puede verse allí cuánto de lo que el jardín proclama como “reforma” o “revolución” en sus métodos se apoya en parte en esa tensión. ¿Qué pasa con esa tensión en la actualidad? En entrevistas que yo hice a maestros en el contexto de mi investigación encontré testimonios que remiten a cambios y a recurrencias en relación con estos núcleos históricos. Estas cuestiones varían también según el sector social. Muchos maestros relatan que su elección profesional se basa en cuestiones laborales, y eso aun es bastante condenado en las instancias de formación profesional. Entre los maestros los discursos que evocan razones pragmáticas (es un trabajo estable, la carrera es corta, etc.) se acompañan con motivaciones vocacionales (pero siempre me gustaron los chicos….). En otros casos la vocación aparece después, en la felicidad que sienten durante el ejercicio profesional lo cual confirmaría que, además de los motivos pragmáticos que los llevaron a elegir la profesión, existiría una vocación “auténtica”. Es interesante esta idea (heredada del cristianismo) de la felicidad como confirmación de la vocación. Me gustaría cerrar retomando estas ideas de las dos dimensiones, la de la historia social y la de la historia biográfica. Vinculada una al origen de la profesión, al normalismo, y la otra relacionada con la experiencia escolar vivida por quienes, por los motivos que sea, deciden ser docentes. Creo que estas son líneas muy fértiles para pensar sobre las características de la docencia, tanto a un nivel interpretativo como en relación a la posibilidad de incorporar con más fuerza estas perspectivas en las instancias de formación profesional. Es algo que me preocupa, pues los hallazgos en ese sentido demandan que haya una resonancia en las prácticas formativas. Me interesa que no sea sólo una perspectiva metodológica, una línea académica, sino que sirva para el diseño de prácticas y dispositivos de formación. Es algo fundamental, son perspectivas que deben tomarse no ya como una materia, o una parte de la formación, sino que tendrían que ser pensadas en un sentido amplio, atravesando la preparación profesional. He trabajado ya en estas cuestiones, por ahora en forma muy puntual y concreta, tanto en instancias oficiales como en instituciones, y creo que es una línea de trabajo sobre la que se empieza a construir algo, que empieza a tenerse en cuenta. Andrea Alliaud es DOCTORA EN EDUCACIÓN (UBA), Docente-Investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA). Directora del Proyecto de Investigación: "El saber de la experiencia. Experiencias pedagógicas, narración y subjetividad en la trayectoria profesional de los docentes". UBACYT/Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, FFyL (UBA), Argentina. Para seguir conociendo el trabajo y los conceptos que trabaja la autora: Alliaud, A. 1993: Los maestros y su historia. Los orígenes del magisterio argentino. Buenos Aires, CEAL. Alliaud, A.: “ La escuela y los docentes ¿eterno retorno o constante permanencia?”, en Cuadernos de Pedagogía de Rosario, año 7, Nro. 12, 2004 “La experiencia escolar de maestros "inexpertos". Biografías, trayectorias y práctica profesional”, disponible en Internet: http://www.campus-oei.org/revista/profesion33.htm “La difícil tarea de aprender a enseñar”. Documento de IIPE que retoma conceptos de una investigación de la autora, disponible en Internet: http://www.iipebuenosaires.org.ar/difusion/prensa/informes/pdfs/informe22_aprenderaensenar.pdf Acerca del concepto de “gramática”. Tyack, D. y Cuban, L.: Tinkering toward utopia, Cambridge: Harvard University Press, 1995