CAPITULO 6. Infracciones o intromisiones (ilegitimas y legitimas) en

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CAPITULO 6.
Infracciones o intromisiones (ilegitimas
y legitimas) en el derecho al Honor.
Las intromisiones ilegitimas en el honor de las personas pueden discurrir
en el plano estrictamente civil (veremos cuales son esas intromisiones al
dictado de lo señalado en la LO 1/1982), o, por el contrario, pueden desencadenar un ilícito penal. Seguidamente, y muy a grandes rasgos, voy a
hacer alusión a unas y otras, aunque, insisto, de una forma circunstancial
a fin de ser concisa sin ánimo de profundidad, y en el caso de las penales,
sin pretender tampoco hacer un estudio técnico penal exhaustivo.
1. INFRACCIONES PENALES.
En lo que respecta a las intromisiones que son constitutivas de delito, el
punto de referencia inicial hay que situarlo en el vigente CP, aprobado por
LO 10/1995, de 23 de noviembre, que tipifica los delitos contra el honor
en su Libro II, Titulo XI, estructurado todo ello en tres capítulos, que se
refieren respectivamente a la calumnia, la injuria y una serie de disposiciones generales. A través de los diversos preceptos que les dedica, el legis- 77 -
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lador penal pretende dispensar la tutela penal del concepto de honor tal y
como lo hemos definido, en sus dos grandes vertientes, la objetiva y la
subjetiva, y clasifica las infracciones, conjugando distintos criterios. Así,
en función del contenido de las imputaciones, distingue las más graves
que son las calumnias, consistentes en la imputación de hechos falsos
constitutivos de delito, y las restantes, consistentes en la afirmación de
hechos o juicios de valor, éstas últimas en el capitulo atinente a las injurias. Y este primer criterio se combina con un segundo que atiende a la
forma en que se verifican las imputaciones o las afirmaciones, distinguiendo entre las que se cometen con publicidad y las restantes.
La calumnia, desde el punto de vista penologico y también en esencia, es
en verdad el más grave de los ataques al honor que transcurren en la
dimensión penal. Consiste, tal y como la define el CP en el Art. 205, en
la imputación de un delito hecho con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad. En un análisis del tipo, que en ningún caso
pretende ser pormenorizado, pueden extraerse algunas ideas importantes.
Para empezar, conviene precisar que lo que el sujeto activo imputa al pasivo es la comisión de un delito y no de una falta, al margen de la calificación jurídica que el sujeto dé a esos hechos. Tal imputación ha de ser falsa
porque si no lo es y el acusado prueba la veracidad de su imputación, quedará exento de pena. Precisamente, sobre esto último y la relevancia de la
llamada exceptio veritatis, se pronuncia el Art. 207 del mismo texto legal
al apuntar que el acusado de calumnia quedará exento de toda pena probando el hecho criminal que hubiere imputado.
Asimismo, lo que el sujeto activo atribuye o imputa son hechos concretos
y lo hace a persona determinada o determinable con indiferencia, eso sí,
de si le asigna una intervención en los hechos a titulo de autor o simplemente de cómplice.
En la realización de la conducta nuclear es necesario el dolo entendido
como el conocimiento y voluntad de estar realizando los elementos objetivos del tipo, y como quiera que estos delitos están presididos por la intención de deshonrar, se exige igualmente un especial elemento subjetivo cual
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es el ánimo de injuriar68 o en términos latinos, animus infamandi, y es que
lo determinante es que la imputación tiene lugar a sabiendas de su inexactitud o con desprecio absoluto hacia la verdad y hacia su búsqueda (STS
22 de octubre de 1991), lo que denota una especial intencionalidad por
parte del sujeto infractor que va más allá de proferir la imputación por
cuanto lo buscado básicamente es la deshonra del sujeto pasivo.
En cuanto a los grados de ejecución del delito, es discutible si son posibles
formas imperfectas. Si se considera que la calumnia es necesario que llegue a conocimiento del calumniado se deberá admitir que es posible la
tentativa, sobre todo en las que se hacen por escrito, Si, por el contrario,
se considera que no hace falta, el delito se consuma con la mera exteriorización de la calumnia, siendo suficiente con que haya llegado a oídos de
los demás. Bien, a la hora de adoptar una solución en este punto la
JURISPRUDENCIA parte del modo en que se hubieren producido. De
esta forma ha manifestado que las realizadas cara a cara, se consuman en
el momento; las cometidas por escrito cuando se recibe o abre la misiva o
llega al poder del destinatario en impresos, en la fecha de publicación y no
de impresión; si se vierten ante un tercero, en el momento de ser vertida
y no del conocimiento de la víctima y si es ante un notario no se considera en cambio la fecha del acta, a no ser que se trate de un requerimiento.
En definitiva, podría concluirse que todo depende de cuando se ha visto
afectado el honor, en su aspecto interno o externo, de manera que en el
instante en que se produce esa afectación, el delito ya está consumado.
Finalmente, señalar que no debe confundirse la calumnia con el delito previsto en el Art. 456 del CP, delito de acusación o denuncia falsas porque
68. Dice la STC 232/2002 que el reconocimiento constitucional de las libertades de expresión y de información ha modificado profundamente la problemática de los delitos contra el honor en aquellos supuestos en que la conducta que incide en este derecho haya
sido realizada en ejercicio de dichas libertades, pues la dimensión constitucional del
conflicto convierte en insuficiente el criterio subjetivo del “animus iniuriandi”, tradicionalmente utilizado por la jurisprudencia penal para el enjuiciamiento de este tipo de
delitos. Confirman esta argumentación las SSTC 107/1988, de 25 de junio y
320/1994, de 28 de diciembre, entre otras.
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a pesar de que éste sustancialmente también consiste en la imputación de
hechos falsos, la intención en este último no es tanto la de deshonrar
como la de poner indebidamente en marcha el funcionamiento de la
Administración de Justicia.
En lo que concierne a las injurias, decir, que se encuentran definidas en el
Art. 208. Según este precepto es injuria la acción o expresión que lesionan la
dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia
estimación. Solamente serán constitutivas de delito las injurias que, por su naturaleza, efectos y circunstancias, sean tenidas en el concepto público por graves.
Las injurias que consisten en la imputación de hecho no se consideran graves,
salvo cuando se hayan llevado a cabo con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad.
De lo apuntado por el texto punitivo se desprende con meridiana claridad que la conducta no consiste aquí en “imputar un delito”, sino en
proferir una expresión o en ejecutar una acción que objetivamente signifique menoscabo de la fama o atentado contra la autoestimación de
otra persona, que ha de ser determinada y cierta. Nos encontramos
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ante uno de los delitos más circunstanciales de todo el Código pues,
a pesar de que la acción objetivamente hablando ha de ser ofensiva,
esto depende de las circunstancias sociales y culturales concurrentes.
La conducta, en cualquier caso, está presidida por el ánimo de injuriar.
No obstante, la concurrencia de éste con otras intencionalidades puede
determinar la exclusión de este elemento subjetivo, y con él del tipo.
Veamos lo que sigue: si aparece un “animus retorquendi” (retorsión o
devolución de injuria por injuria), no desaparece por sí solo el ánimo
de injuriar pues la respuesta a una injuria solo puede ser acudir a los
Tribunales. El “ánimo de denunciar”, probado como único veta el de
injuriar. El “animus narrandi” solo excluye la concurrencia del de injuriar si existe deber o necesidad de contar tales hechos objetivamente
injuriosos, como en los casos de informes confidenciales y reservados
69. Se ha de atender a la constelación de datos y circunstancias coexistentes, dado el relativismo del delito de injurias. STS 28 de febrero de 1995.
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sobre la conducta profesional de un individuo. El “animus iocandi” es
compatible con el injurioso, existiendo delito a pesar del tono festivo
de un escrito.
El acusado de injurias quedará exento de responsabilidad probando la verdad de las imputaciones cuando éstas se dirijan contra funcionarios públicos sobre hechos concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos a la
comisión de faltas penales o de infracciones administrativas.
Para terminar con esta referencia penal puntual recordar que el Código
mantiene una serie de disposiciones generales en la materia que afectan
a aspectos diversos tales como cuando se entienden hechas con publicidad en el Art. 211, sentando en estos casos, la responsabilidad civil solidaria de la persona física o jurídica propietaria del medio informativo a
través del cual se hubiere propagado la calumnia o la injuria; fija, además un tipo agravado en el Art. 213 consistente en que hubiere mediado precio, recompensa o promesa en la realización del injusto; el tipo
privilegiado se fija en el Art. 214 cuando existiese retractación; el carácter privado de estos delitos se confirma en el Art. 215 cuando exige
como requisito de perseguibilidad la querella de la persona ofendida o
de su representante legal; asimismo, exige previa licencia del juez que
estuviere conociendo cuando se hubiese vertido en juicio y valora el
efecto del perdón del ofendido como eximidor de responsabilidad criminal, sin perjuicio de lo dispuesto en el Art. 130. Por ultimo, matiza
el Art. 216 que la reparación del daño en estos casos comprenderá también la publicación o divulgación de la sentencia condenatoria, a costa
del condenado, en el tiempo y forma que el juez considere más adecuado a tal fin, oídas las dos partes.
No obviar, la existencia de la falta de injuria tipificada en el Art. 620 del
CP y el delito de injurias a España (ultraje) previsto en el Art. 543 y las
calumnias o injurias contra el rey o cualquiera de sus ascendientes, descendientes, a la Reina consorte o al consorte de la Reina, al regente o a
algún miembro de la regencia o al Príncipe heredero de la Corona, previstas en el Art. 491.
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2. INFRACCIONES CIVILES. ART. 7 DE LA LODH.
El Art. 7 de la LODH recoge en una enumeración que no debe merecer
el calificativo de cerrada, una serie de conductas que suponen intromisiones ilegitimas, no solo en el derecho al honor, sino también en la intimidad y en la propia imagen. Lo primero que conviene clarificar al hilo de
lo estipulado en este precepto es, efectivamente, si la enumeración es
abierta o cerrada. Lo digo porque en este punto no hay unanimidad en el
seno de la doctrina, si bien, la mayor parte de los autores resalta su carácter de enumeración puramente ejemplificativa. No obstante, como existen
opiniones divergentes, citar tan solo alguna de ellas. En este último foro
se sitúa HERREDOR TEJEDOR70 que dice textualmente que el elenco de
intromisiones del Art. 7, es una enumeración cerrada, con lo que puede llegarse a hablar de un ilícito civil tipificado. En la misma línea argumentativa,
pero suavizándola claramente, COSSIO71 que, tomando también un
verbo estrictamente penal como es el de “tipificar”, considera que la LO
1/1982, ha intentando tipificar las intromisiones aunque de una forma
amplia. En el extremo opuesto se sitúan DIEZ PICAZO Y GULLON72,
que entienden que la enumeración es puramente abierta y ejemplar huyendo del numerus clausus. De no ser, estiman los citados autores, los avances
tecnológicos en estos campos y la aparición constante de nuevas formas de agresión a estos derechos harían necesaria continuas leyes sobre la materia. En cualquier caso, la discusión es algo superflua y hasta absurda pues la
Exposición de Motivos de la propia ley avala la concepción amplia de la
enumeración cuando dice recoger en términos de razonable amplitud diversos supuestos que pueden darse en la vida real.
En lo que afecta exclusivamente al honor, en dos puntos se citan las posibles
intromisiones, Art. 7.3 y Art. 7.7. Estipula el primero de ellos, que es intromisión ilegitima la divulgación de hechos relativos a la vida privada de una
persona o familia que afecten a su reputación y buen nombre. Dados los
70. Honor, intimidad y propia imagen, Ed. Colex, Madrid, 1990, Pág. 17.
71. Derecho al honor. Técnicas de protección y limites, Ed Tirant lo Blanch, Valencia, 193, Pág. 52.
72. Op, cit, Págs. 363 y 364.
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términos en que se expresa el legislador en este punto, puede aventurarse
que aquí la intromisión es mixta porque afecta a la intimidad (“vida privada
de una persona o familia”) y al honor (“reputación y buen nombre”) . Esta
situación se explica en la medida que ambos son derechos de la personalidad y la personalidad es única e indivisible, y aunque a lo largo del presente trabajo se ha insistido en la diferenciación conceptual de los tres derechos
que establece el Art. 18.1 de la CE, lo cierto es que en muchísimas ocasiones un mismo hecho puede afectar a dos derechos o incluso a los tres.
Por su parte, el nº 7 del articulo, confirma también como intromisión ilegitima la imputación de hechos o la manifestación de juicios de valor a través
de acciones o expresiones que de cualquier modo lesionen la dignidad de otra
persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación.
De todo lo anterior puede deducirse que la protección civil se ocupa, por
supuesto, de los dos grandes aspectos del concepto de honor, objetivo y
subjetivo, definiéndolo tan solo de una forma indirecta al contemplar
estos dos aspectos, ambos dignos de protección. Por lo demás, la ley habla
de personas identificadas o perfectamente identificables y todas ellas, al
margen de consideraciones varias pueden recabar la tutela que dispensa el
legislador. Precisamente, en este punto, la cuestión a dilucidar consiste en
determinar si las conductas pasadas de un individuo pueden afectarle en la
esfera de su derecho al honor en el presente. En este sentido, como no
podría ser de otra forma debido a la democratización del derecho al
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honor, PLAZA PENADES advierte que lo que la persona hizo en el
pasado o realiza en otro campo del que se le difama, no debe prejuzgar
nunca la solución del caso. Es decir, la mala actuación de una persona en
el pasado no debe conllevar una desprotección de por vida. Y si le quitamos el honor por una mala acción pasada estaríamos negando el carácter
de la esencialidad de este derecho como derecho de la personalidad que es.
Ahora bien, qué ocurre en los supuestos tan habituales últimamente en
que el individuo con su proceder y su forma de desenvolverse debilita la
esfera que le corresponde a su derecho al honor, y se humilla él mismo
73. Op, cit, págs 71 y 72.
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ante los demás, a través de los medios de comunicación ¿sigue mereciendo la protección que dispensa la LO 1/1982? Bien, en este punto cabria
concluir, especialmente, con respecto a aquellos individuos que acceden
voluntariamente al status del “socialmente famoso” en la mayor parte de
los casos por airear su vida privada y sus relaciones sentimentales, sin preocuparle la repercusión de sus propios actos, que la protección jurídica se
debilita y aunque al final habría que examinar las circunstancias concurrentes en cada caso, lo cierto es que hay de antemano un debilitamiento
evidente del honor. Debe ser así además, sin llegar a prejuzgar el caso,
insisto, en virtud de la teoría de los propios actos.
3. INTROMISIONES LEGÍTIMAS.
EXCEPCIONES A LA PROTECCIÓN DEL DERECHO AL HONOR.
Vaya por delante que el Art. 8 de la LODH menciona una serie de ejemplos en los que con carácter general, no se reputará ilegitima la intromisión efectuada. Por consiguiente, se reconoce la existencia de la misma
aunque en un momento dado esté justificada. La redacción de este precepto es ciertamente confusa y defectuosa hasta el punto de que está pensando más en la intimidad y en la propia imagen, que en el honor, único
en el que nos estamos centrando. Dicho esto, precisar que de lo dispuesto en el artículo comentado y del resto de lo señalado en nuestro ordenamiento, como posibles causas de justificación o, al menos, justificadoras
de una intromisión en el honor, tenemos:
3.1. Supuestos del Art. 8 de la LODH (Actuaciones acordadas
por la autoridad competente e interés histórico, científico o cultural relevante.)
El primer caso mencionado parece más enfocado hacia el derecho a la intimidad y en cuanto al interés histórico, científico o cultural relevante parece que el legislador lo conecta con un interés general. En este último sentido puede tener alguna conexión con el derecho al honor y su posible
“vulneración justificada”, por ejemplo, cuando se ofrecen noticias o
hechos susceptibles de representar un interés de esa índole (reportajes tele- 84 -
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visivos, pongamos por caso) en los que se descifran datos o acontecimientos que puedan ofender el honor de los implicados. Este supuesto es
ciertamente típico cuando se realizan documentales sobre guerras civiles o
épocas históricas determinadas con una convulsión social y política predominante, vistas, siempre con perspectiva y lejanía, no siempre coincidente con la visión directa de los afectados.
3.2. La exceptio veritatis.
En el ámbito penal, queda regulada en los arts 207, para la calumnia y en el
210 para la injuria, del CP. No obstante queda reflejada en los mismos con
diferente alcance, mucho más restringido en las injurias que en las calumnias.
En lo que a la calumnia se refiere, el CP apunta que el acusado quedará exento de pena probando el hecho criminal que hubiere imputado. Desde ese
punto de vista, puede definirse como una causa de exclusión de la penalidad
de naturaleza objetiva, que encuentra su fundamento en el interés del
Estado en la persecución y castigos de los delitos. Ahora bien, podría parecer que el Art. 207 efectúa una inversión de la carga de la prueba imponiendo al acusado la carga de probar su inocencia. Esto no es así. Es obvio
que quien imputa a otro un delito debe probarlo. Pero esta regulación no
vulnera el derecho a la presunción de inocencia del sujeto calumniador porque éste no necesita acudir a la exceptio veritatis para mantener su inocencia y aunque carezca de pruebas para acreditar el hecho delictivo que hubiese imputado le basta con afirmar que desconocía la falsedad de la imputación y que no actúo con temerario desprecio a la verdad para que automáticamente le ampare la presunción de inocencia, siendo la acusación sobre la
que recae la carga de probar su culpabilidad (STS 14 d febrero de 2001).
En cuanto al papel que la exceptio veritatis (prueba de la verdad) está llamada a desempeñar en las injurias, al margen de si actúa como causa de
justificación o como causa de exclusión de la culpabilidad dado que el
efecto es el mismo, no imposición de pena, hay que concluir que éste
queda reducido al máximo, pues tan solo opera tratándose de imputaciones dirigidas contra funcionarios públicos por hechos cometidos en el
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ejercicio de sus cargos o referidos a la comisión de faltas penales o infracciones administrativas. Encuentra su fundamento en el interés del Estado
en clarificar la participación de uno de sus funcionarios en los hechos
imputados, y, por tanto, averiguar si la Administración pública está funcionando adecuadamente.
Mucho más queda reducida en el ámbito civil en el que no opera bajo ningún concepto, dado que su ineficacia es más severa que en el ámbito
penal.
3.3. Consentimiento del perjudicado.
Previsto en el Art. 2 de la LODH cuando se dice que no se apreciará la
existencia de intromisión ilegitima en el ámbito protegido cuando el titular del derecho hubiese otorgado al efecto su consentimiento expreso.
Dicho consentimiento es revocable en cualquier momento, pero habrán
de indemnizarse en su caso, los daños y perjuicios causados, incluyendo
en ellos las expectativas justificadas. Aun aceptando que esto es de perfecta aplicación también al derecho al honor, se plantean ciertos interrogantes. En el primero habremos de concluir que el consentimiento se reconduce no al honor como derecho, porque éste en cuanto tal es irrenunciable, sino a algún aspecto o manifestación parcial del mismo. Dicho esto,
tal consentimiento que debe ser expreso, puede ser anterior o posterior a
los concretos hechos, a titulo oneroso (son cada vez más frecuentes los
casos en que se comercializa y se airean datos afectantes al honor a cambio de sumas económicas) o gratuito (esperando obtener beneficios de
otra índole, como popularidad fácil y rápida) . Y, finalmente, el consentimiento dado determina también su propia extensión, por consiguiente,
todo lo que sobrepase el consentimiento dado queda al margen de la justificación, generando una intromisión ilegítima.
En cuanto a los menores e incapaces, prestaran ellos mismos el consentimiento si se encuentran con la suficiente madurez. En caso contrario, lo
otorgará su representante legal por escrito, con posibilidad, empero, de
oposición por parte del Fiscal, resolviendo el juez en este caso.
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