ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE DERECHO DEL TRABAJO Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL SOCIEDAD INTERNACIONAL DE DERECHO DEL TRABAJO Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL X CONGRESO EUROPEO DE DERECHO DEL TRABAJO Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL Sevilla, España 21 al 23 de septiembre de 2011 POLIGAMIA Y DERECHOS LABORALES: POSIBLES INTERACCIONES PONENCIA A LA QUE SE ADSCRIBE EL DERECHO DEL TRABAJO Y LAS RELACIONES LABORALES ANTE LOS CAMBIOS ECONÓMICOS Y SOCIALES Iván Antonio Rodríguez Cardo Profesor Titular (interino) Universidad de Oviedo España RESUMEN La poligamia está tipificada en España como delito, y se considera un acto contrario al orden público. Sin embargo, los tribunales han llegado a reconocer efectos a todos los matrimonios en materia de pensión de viudedad. En este contexto, deben clarificarse las consecuencias de esa situación en la esfera jurídico-laboral, pues determinados derechos, en particular los de conciliación, se vinculan al matrimonio, y es necesario determinar si todos los cónyuges en matrimonios poligámicos tienen tal condición a efectos legales, o si, en cambio, sólo se considera cónyuge al primero de todos ellos. SUMARIO 1. Introducción 2. La prohibición legal de la poligamia 3. ¿El orden público como límite infranqueable? 4. Repercusiones laborales de la poligamia a) Presunción de trabajo familiar b) Permisos c) Reducciones de jornada d) Traslados e) Excedencias f) Extinción del contrato 5. Conclusiones 1. Introducción La inmigración es sinónimo de diversidad. Si las tradiciones, los rasgos culturales o las creencias religiosas varían incluso entre regiones de un mismo país, las diferencias se acentúan cuando la persona proviene de otro Estado, y más si el lugar de origen se sitúa en un entorno cultural muy distinto. Como es sabido, el Corán, en el Sura 4, apartado 3, afirma lo siguiente: «si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces, casáos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras esclavas. Así, evitaréis mejor el obrar mal». Ese es el pasaje que justifica la aceptación de la poligamia por parte de los Estados de tradición islámica. La poligamia despliega sus efectos, principalmente, en el orden civil, pero también puede repercutir en la esfera laboral –y de Seguridad Social-, lo que obliga a interrogarse sobre la adecuación de la normativa española a esa realidad. El aumento de la inmigración hace cada vez más factible que se susciten situaciones potencialmente litigiosas, y en las que las reglas sobre conciliación o compatibilización de la vida laboral y familiar adquieren una nueva dimensión. El Derecho del Trabajo, por consiguiente, se ve obligado a dar respuesta a situaciones novedosas, que no tienen fácil encaje en los parámetros que han servido para diseñar las normas laborales. Pese a que la diversidad familiar es un factor que explica alguna de las reformas recientes en materia de jornada de trabajo (interrupciones, suspensiones, adaptaciones de jornada), resulta evidente que la poligamia no se encontraba en la mente del legislador. Las razones podrían ser múltiples, pero entre ellas, destaca, a buen seguro, que esa es una práctica ilícita en España, que se tipifica como delito. No será objeto del presente estudio la posible repercusión de la poligamia en materia de Seguridad Social, en particular respecto de la pensión de viudedad, pues en presencia de varios cónyuges aparentemente legítimos la atribución de la condición de beneficiario suscita problemas específicos1. 1 Vid. SSTSJ de Galicia de 2-4-2002 (recurso de suplicación 4795/1998), de Cataluña de 30-7-2003 (recurso 2864/2002), de Madrid de 29-7-2002, 26-12-2003 y 31-5-2005 (recursos de suplicación 3180/2002, 5943/2003 y 2344/2005) y de Valencia de 6-6-2005 (recurso de suplicación 1558/2005). 2. La prohibición legal de la poligamia La poligamia, en sus dos vertientes de poliandria (mujer casada con dos o más hombres) y, la más frecuente, poliginia (varón unido a dos o más esposas), es una práctica prohibida por el ordenamiento español. En efecto, el art. 217 CP tipifica como delito la celebración «de segundo o ulterior matrimonio, a sabiendas de que subsiste legalmente el anterior», y establece como sanción una «pena de prisión de seis meses a un año». Aunque la aplicación de la Ley Penal está supeditada a un riguroso criterio territorial (art. 8.1 CC), el art. 23 LOPJ aclara que el orden penal de la jurisdicción puede extenderse más allá del territorio español, pero se exigen una serie de requisitos que, en conclusión, no permiten perseguir el matrimonio bígamo o polígamo entre extranjeros celebrado de acuerdo a su legislación específica en otro país, pero sí el de un español contraído fuera de España2. En ese contexto, cuando uno de los contrayentes es español únicamente se tomará en consideración el primer enlace, pues es nulo el matrimonio celebrado por personas ya ligadas por un anterior vínculo matrimonial (art. 73.2 CC, en relación con el art. 46.2 del mismo texto legal). Sin embargo, la capacidad matrimonial se rige por la ley personal, que viene determinada por la nacionalidad (art. 9 CC); en consecuencia, aunque el ordenamiento español haya optado por la monogamia3, no puede impedir que en otros se reconozcan como válidos varios vínculos matrimoniales simultáneos; de este modo, si su ley personal lo admite un extranjero podría contraer dos o más matrimonios al mismo tiempo sin que por ello incurra en el delito tipificado por el art. 217 CP. La conclusión resulta obvia si el matrimonio se celebra fuera de España, aunque pudiera resultar más dudosa la calificación del enlace celebrado en España por extranjeros conforme a su ley personal. El bien jurídico protegido por el precepto penal «es el matrimonio, como institución nuclear de la estructura jurídica de la familia, y cuyo carácter monogámico y estatuto jurídico se ven lesionados» ante la celebración de segundo o ulterior matrimonio4, por cuanto «lo que se protege, en definitiva, es la institución matrimonial monogámica como única institución lícita para modificar el estado civil a través del matrimonio»5; lógicamente, cuando un ordenamiento jurídico 2 Vid. STS (Penal) de 3-7-1989 (Recurso de casación 3015/1986). Vid. STS (Penal) de 31-1-1986 (Id. Cendoj: 28079120011986100530). 4 Cfr. J.J. GONZÁLEZ RUS, “Delitos contra las relaciones familiares”, en M. COBO DEL ROSAL (Dir.), Compendio de Derecho Penal español (Parte Especial), Marcial Pons, Madrid, 2000, pág. 350. 5 Cfr. F. MUÑOZ CONDE, Derecho Penal (Parte Especial), Decimocuarta Edición, Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, pág. 290. 3 configura el matrimonio a partir de valores diferentes, y a ese ordenamiento remite la ley personal de los contrayentes, tales consideraciones decaen, porque el ordenamiento español presupone que el segundo matrimonio implica adulterio, atenta «contra la dignidad»6 y lesiona derechos subjetivos del primer cónyuge. Desde esa perspectiva, el matrimonio polígamo celebrado por extranjeros conforme a su ley personal no parece encajar en el tipo penal, pero aun así podría reputarse nulo7, por contrario al orden público, como se desarrollará en el epígrafe siguiente. Conviene asimismo traer a colación el art. 16 CE, que consagra la libertad religiosa; el matrimonio poligámico celebrado por personas legitimadas para ello por su ley personal no atenta contra las libertades públicas y derechos fundamentales, ni contra la seguridad y salud de los demás, y ni siquiera contra la moralidad pública justamente entendida, únicos límites a ese derecho fundamental a tenor del art. 3 LO 7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa. 3. ¿El orden público como límite infranqueable? El matrimonio poligámico es muestra, probablemente, de un conflicto de civilizaciones que plantea interesantes cuestiones desde la perspectiva de los derechos sociales8. La normativa laboral española no prevé reglas específicas sobre la poligamia, porque las limitaciones al derecho de reagrupación familiar tienen otra significación (art. 17 LOE). En esa situación de cierto vacío normativo es necesario acudir al concepto de orden público, para determinar si la poligamia entre extranjeros resultaría admisible en el ordenamiento español. El art. 12.3 CC es taxativo al disponer que «en ningún caso tendrá aplicación la ley extranjera cuando resulte contraria al orden público». Por su parte, el Reglamento de la UE 44/2001 considera que las obligaciones de reconocer decisiones y dotar de fuerza ejecutiva no resultan de aplicación a los documentos públicos de otro país cuando sean manifiestamente contrarios al orden público del Estado requerido (arts. 34.1 y 57.1). 6 Vid. Resolución de la DGRN de 10-12-2004. En contra, vid. STEDH Refah Partisi v. Turquía, de 13-2-2003. 8 «Conflicts of civilisation are a fascinating topic of research. However, in practice, these conflicts are probably among the most difficult to settle»; cfr. M.C. FOBLETS, “Conflicts of Law in Cross-Cultural Family Disputes in Europe Today. Who will reorient conflicts law?”, en F. STRIJBOSCH y M.C. FOBLETS, Relations familiales interculturelles, Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati, Oñati, 1999, pág. 8. 7 En esa línea, la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo español defiende –con el fin de denegar la adquisición de la nacionalidad española por residencia- que «la poligamia no es simplemente algo contrario a la legislación española, sino algo que repugna al orden público español, que constituye siempre un límite infranqueable a la eficacia del Derecho extranjero (art. 12.3 CC). Entendido el orden público como el conjunto de aquellos valores fundamentales e irrenunciables sobre los que se apoya nuestro entero ordenamiento jurídico, resulta incuestionable la incompatibilidad con el mismo de la poligamia; y ello sencillamente porque la poligamia presupone la desigualdad entre mujeres y hombres, así como la sumisión de aquéllas a éstos. Tan opuesta al orden público español es la poligamia, que el acto de contraer matrimonio mientras subsiste otro matrimonio anterior es delito en España (art. 217 CP). Es perfectamente ajustado a derecho, por ello, que la Administración española considere que alguien cuyo estado civil es atentatorio contra el orden público español no ha acreditado un “suficiente grado de integración en la sociedad española”»9. Sin embargo, cabe otra interpretación, pues no se produce en este supuesto la remisión, vía norma de conflicto, a una ley foránea que contraríe el orden público español, sino que debe determinarse si una institución expresamente proscrita en España puede desplegar efectos cuando el correspondiente negocio jurídico se celebra válidamente conforme a la ley aplicable. La cuestión se desplaza al terreno del reconocimiento de efectos; y en ese contexto el orden público no debe actuar con tanto rigor, por un elemental respeto a manifestaciones culturales que han de coexistir –y con mayor intensidad en un futuro cercano- con tradiciones patrias. El orden público no ha de servir como «instrumento de tutela de la integridad moral de la sociedad nacional»10, sino como garantía de un nivel mínimo de seguridad y autonomía individual, puesto que el orden público como límite a la norma de conflicto constituye una excepción, que, como tal, debe interpretarse restrictivamente. El reconocimiento de efectos, por lo demás, permite mantener la prohibición, como lesión al orden público, de determinadas prácticas amparadas en la costumbre de un determinado pueblo, y más aquellas que vulneran derechos fundamentales como la integridad física, tradicionales en algunas culturas. 9 Vid. STS (Cont-Adv.) de 26-2-2010 (Recurso de casación 5507/2006). Cfr. A. MOTILLA DE LA CALLE (Coord.), El matrimonio islámico y su eficacia en el Derecho Español, Universidad de Córdoba, Córdoba, 2003, pp. 148-149. 10 No se está en presencia de la aplicación de una ley extranjera contraria al orden público, ni del reconocimiento de una sentencia o documento público con fuerza ejecutiva, sino únicamente de la admisión de los efectos que son propios a un matrimonio válidamente celebrado conforme a la ley aplicable. De lo contrario, los matrimonios poligámicos ni siquiera merecerían la consideración de convivencia de hecho, al menos si se atiende al sector doctrinal que califica la monogamia como requisito para el nacimiento de una unión de hecho, aunque el argumento presupone que se está cometiendo adulterio11. La excepción de orden público, en su acepción más restrictiva, justifica la negativa al reconocimiento de efectos en España de actos válidamente celebrados en el extranjero12. Pero si se lleva esta interpretación al extremo, podría conducir a resultados desproporcionados13. Como ha puesto de manifiesto la jurisprudencia francesa14, debe adoptarse un concepto de orden público «atenuado» en estos supuestos15, que reconozca los pertinentes efectos a los matrimonios celebrados válidamente conforme a la ley personal de los contrayentes. Seguramente, la misma conclusión debiera haberse adoptado, aunque ahora ya carece de relevancia, respecto de los matrimonios homosexuales celebrados válidamente en otro Estado; el matrimonio póstumo, que excepcionalmente se reconoce en otros países a las parejas de los fallecidos en combate, podría constituir un ejemplo más de aplicación de la doctrina del orden público atenuado. 4. Repercusiones laborales de la poligamia 11 Vid. E. ESTRADA ALONSO, Las uniones extramatrimoniales en el Derecho Civil español, Segunda Edición, Civitas, Madrid, 1986, pp. 69-70. 12 Vid. SAP de Barcelona de 10-5-2004 (JUR 181213). 13 A modo de ejemplo, esa interpretación obligaría a denegar la totalización de períodos de cotización en otros países –incluso de la UE- cuando esos períodos se correspondan con el trabajo de un menor de dieciséis años en actividades no artísticas, por más que conforme a la ley personal del menor y en el país de ejecución del trabajo tal prestación de servicios estuviera admitida. 14 «La réaction à l´encontre d´une disposition contraire à l´ordre public n´est pas la même suivant qu´elle met obstacle à l´acquisition d´un droit en France ou suivant qu´il s´agit de laissez se produire en France les effets d´un droit acquis sans fraude à l´étranger et en conformité avec la loi ayant compétence en vertu du droit internacional privé français»; cfr. sentencias de la Cour de Cassation Chemouni vs. Chemouni de 28-1-1958 y 19-2-1963; pueden consultarse en B. ANCEL e Y. LEQUETTE, Grands arrêts de la jurisprudence française de droit international privé, Tercera Edición, Dalloz, 1998, pp. 235 y ss. 15 En Francia, la doctrina del «orden público atenuado» tiene efectos en el ámbito del Derecho Privado (liquidación del régimen económico matrimonial, alimentos, sucesiones) y no vincula al Sistema de Seguridad Social, porque una de las causas del rechazo a los matrimonios poligámicos en los Estados occidentales, o al menos así lo ha apuntado un sector doctrinal, es el coste económico que ello supondría para los poderes públicos; vid. J. ZAMORA, El Derecho Internacional Privado ante el matrimonio poligámico: experiencias francesa y británica y su eventual repercusión en España, Revista de Derecho Privado, 1982, pp. 112 y ss.; A.P. ABARCA JUNCO (Dir.), Derecho Internacional Privado, Volumen II, Segunda Edición, UNED, Madrid, 2004, pp. 100-102. Los derechos de conciliación de la vida laboral y familiar tienen como propósito que la condición de trabajador no interfiera desmedidamente en la esfera familiar, y viceversa. La evolución del concepto de familia no permite centrar exclusivamente la atención en las familias tradicionales. Ese reduccionismo perjudicaría la efectividad de las normas, e incluso podría incurrir en discriminación [arts. 4.2.c) y 17 ET]. La poligamia es una forma matrimonial admitida por la ley personal de los contrayentes, y, si se reconocen sus efectos en España a partir de la doctrina del orden público atenuado, el trato desigual con distintas formas de convivencia no parece justificarse. No obstante, el ejercicio de derechos vinculados al matrimonio cuando un mismo trabajador tiene varios cónyuges simultáneamente es una situación desconocida en nuestro derecho, y por ello difícil de articular. a) Presunción de trabajo familiar La poligamia puede generar dificultades interpretativas en el terreno de la presunción de trabajo familiar. Esa actividad, como se sabe, no se considera relación laboral salvo prueba en contrario [art. 1.3.e) ET]. A estos efectos, es familiar el cónyuge, pero no el mero conviviente, de modo que la prestación de servicios para una pareja de hecho hace entrar en juego otra presunción, la de laboralidad (art. 8.1 ET). De este modo, si no se reconocen efectos a los matrimonios poligámicos la presunción de trabajo familiar sólo sería de aplicación, en el mejor de los casos, al considerado como cónyuge legítimo –el primero-, mientras que el resto habría de atenerse a la presunción de laboralidad. En cambio, el reconocimiento de efectos a todos los matrimonios a partir de la doctrina del orden público atenuado ha de repercutir en aquellas situaciones en las que el ordenamiento laboral toma como referencia al cónyuge. En consecuencia, se ve afectada la presunción de trabajo familiar, que se extendería a cualquiera de los cónyuges, incluso a todos ellos a la vez si prestasen servicios para la persona con quien han contraído matrimonio, con las repercusiones –positivas o negativas- que ello puede ocasionar. Ahora bien, cuando la prestación de servicios no se produce entre cónyuges, sino entre personas que «comparten» un mismo cónyuge, la presunción de laboralidad operaría en toda su intensidad, porque no hay grado de parentesco alguno, ni por consanguinidad ni por afinidad, salvo redefinición de este último, que daría lugar a una «asimilación a la afinidad». b) Permisos Como es sabido, el art. 37.3.a) ET concede al trabajador quince días naturales retribuidos en caso de matrimonio. Es un permiso clásico, concebido para un modelo de familia tradicional; por eso, su disfrute parecía estar limitado a una única ocasión. Sin embargo, la posibilidad de romper el vínculo matrimonial y celebrar un nuevo enlace obliga a plantearse si el derecho a este permiso puede ejercitarse más de una vez. El art. 37 ET no se pronuncia, y de su tenor literal no se desprende ninguna limitación. En consecuencia, es posible que en caso de matrimonios sucesivos el trabajador disfrute de este derecho cada vez que se case. Desde la modificación operada por la Ley 15/2005, de 8 de julio, el juego combinado de los arts. 81 y 86 CC permite solicitar el divorcio una vez transcurridos tres meses de matrimonio, o incluso antes «cuando se acredite la existencia de un riesgo para la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o libertad e indemnidad sexual del cónyuge demandante o de los hijos de ambos o de cualquiera de los miembros del matrimonio». Por consiguiente, es posible que una misma persona contraiga matrimonios sucesivos en un breve espacio de tiempo, y no hay sustento legal claro para denegar el permiso; así lo dispone explícitamente algún convenio colectivo16. En ese contexto, y siempre que se acepte que el segundo o ulterior matrimonio es susceptible de producir efectos en España (difícilmente se podrán considerar válidos en tanto el concepto de orden público no cambie), no se aprecia obstáculo para que el trabajador polígamo pueda disfrutar de ese derecho después de cada enlace; es más, algunos convenios colectivos –desde luego no pensando en la poligamia- mejoran la duración del permiso para el segundo o ulterior matrimonio17. Como propuesta de lege ferenda, sería recomendable que el legislador estableciese algún límite al disfrute de estos permisos (una vez al año, o cada dos años), para compatibilizar los distintos intereses en juego, porque no parece razonable que el 16 Vid. art. 24.1 del Convenio colectivo para la Industria Siderometalúrgica de la Región de Murcia (BORM de 7 de noviembre de 2007) 17 El art. 20.a) del Convenio colectivo para confitería, pastelería, masas fritas y turrones de la Región de Murcia (BORM de 27 de enero de 2011), reconoce un permiso retribuido de quince días naturales en caso de matrimonio, pero aumenta la duración a veinte días naturales «si es en segundas o restantes nupcias». trabajador pueda disfrutar de varios meses de permiso retribuido en un mismo año por la misma causa. Como se apuntó, no es un problema limitado a la poligamia, pues la reducción de los plazos para el divorcio puede plantear problemas similares respecto de españoles, agudizados por el eventual reconocimiento convencional del permiso a las parejas de hecho. Asimismo, debería plantearse la licitud de una cláusula convencional –nunca de una decisión unilateral del empresario- que redujese –o eventualmente suprimiese- la duración del permiso para segundas y ulteriores nupcias. En este sentido, algún convenio colectivo ya impide volver a ejercitar este derecho si el permiso se ha disfrutado con anterioridad dentro de un determinado plazo18. Una interpretación literal del art. 37 ET conduciría a considerar la cláusula nula –el precepto legal no establece limitaciones-, pero esa primera aproximación habría de matizarse, por cuanto el contexto social ha cambiado sustancialmente desde la aprobación de la norma, y deben valorarse otros factores, principalmente la afectación al empresario, pues se trata de un permiso retribuido. En último término, aunque no parece admisible una cláusula convencional que proceda a una supresión total del permiso para segundas o ulteriores nupcias, sí parecen legítimas ciertas restricciones, en forma de plazos mínimos para solicitar nuevamente su disfrute. El coste económico en tales situaciones, por cierto, podría esgrimirse como un argumento empresarial para justificar el despido de un trabajador, o, en su caso, la no renovación del contrato. La extinción motivada por el disfrute de este permiso en varias ocasiones quizá merecería la calificación de despido improcedente, y no nulo, pues no se aprecia una causa discriminatoria, sino la reacción del empleador ante un perjuicio económico que puede resultar desmedido. Junto al permiso por matrimonio, la poligamia también puede repercutir en el permiso de dos días –o cuatro con necesidad de desplazamiento- «por el nacimiento de hijo y por el fallecimiento, accidente o enfermedad graves, hospitalización o intervención quirúrgica sin hospitalización que precise reposo domiciliario, de parientes hasta el segundo grado de consanguinidad o afinidad» [art. 37.3.b) ET]. Desde luego, ninguna dificultad se aprecia para reconocer el permiso por nacimiento de hijo en supuestos de poligamia, porque el vínculo que une a los progenitores resulta en tal caso indiferente. 18 Dos años, a tenor del art. 36 del IV Convenio Colectivo Sectorial de las Cadenas de Tiendas de Conveniencia. En relación con los permisos por infortunio familiar, es claro que pese a su omisión debe considerarse incluido al cónyuge, como en su momento advirtiera el TCT19. El art. 48 EBEP (Ley 7/2007, de 12 de abril) no alude a los «parientes», a diferencia del ET, sino a los «familiares», lo que sin duda facilita la interpretación favorable a la inclusión del cónyuge. En cambio, el conviviente de hecho se encuentra excluido, salvo que por convenio colectivo se disponga lo contrario20. En tal contexto, se genera la duda de si el permiso puede ser utilizado ante el infortunio de cualquiera de los cónyuges del trabajador polígamo. En ausencia de restricciones legales, la solución, nuevamente, depende del reconocimiento de los efectos de esa clase de uniones. En caso de considerar nulo el segundo o ulterior enlace, el trabajador no podría ejercitar el derecho al permiso ni siquiera valiéndose de la cláusula convencional de extensión a los convivientes de hecho, pues, como se dijo, las reglas sobre uniones de hecho siempre presuponen que ninguno de los convivientes está casado, como claramente se deduce, por ejemplo, del art. 174.3 LGSS, en relación con la pensión de viudedad («no hallándose impedidos para contraer matrimonio»). En cambio, el reconocimiento de los efectos de tales matrimonios permitiría al trabajador recurrir a ese permiso ante el infortunio de cualquiera de sus cónyuges, solución seguramente más respetuosa con la diversidad que puede predicarse en la actualidad del concepto de familia, aunque con efectos distorsionadores desde la perspectiva jurídica, económica y de la organización empresarial. c) Reducciones de jornada Las situaciones de reducción de jornada por motivos de conciliación de la vida laboral y familiar no se ven afectadas prima facie por el estado civil del trabajador. La reducción de jornada por lactancia (art. 37.4 ET), por nacimiento de hijos prematuros o necesitados de hospitalización (art. 37.4 bis ET), guarda legal y cuidado de un menor afectado por cáncer (art. 37.5 ET) se reconocen, aunque no en posición equiparable, al «padre» y a la «madre», de modo que la poligamia no juega ningún papel, porque la condición de progenitor no depende del estado civil. La misma respuesta procede en relación con los descansos de maternidad y de paternidad (arts. 48.4 y 48 bis ET), cuya problemática, a estos efectos, es idéntica. 19 20 Vid. STCT 18-10-1988 (Ar. 485). Vid. STSJ de Cataluña de 26-5-2006 (Recurso de suplicación 2811/2005). En cambio, y de modo análogo a lo expuesto en el apartado anterior, la reducción por guarda legal puede suscitar una problemática específica en situaciones de poligamia. Esa reducción de jornada no se reconoce exclusivamente para el cuidado de menores, sino también cuando el trabajador «precise encargarse del cuidado directo de un familiar, hasta el segundo grado de consanguinidad o afinidad, que por razones de edad, accidente o enfermedad no pueda valerse por si mismo, y que no desempeñe actividad retribuida». Pese a la omisión del cónyuge, una interpretación finalista del precepto obliga a considerarlo comprendido, máxime cuando sobre los miembros de la pareja recae la obligación legal de «socorrerse mutuamente» (art. 68 CC). En situaciones de poligamia se plantea la misma disyuntiva que en relación con los permisos, puesto que del reconocimiento de efectos a los distintos matrimonios dependerá que el trabajador pueda ejercitar lícitamente estos derechos cualquiera que sea el cónyuge que necesite cuidados. d) Traslados El estado civil también es determinante para acceder a ciertos derechos reconocidos a consecuencia de un traslado. En primer lugar, la compensación por gastos de traslado debe comprender «tanto los gastos propios como los de los familiares a su cargo, en los términos que se convengan entre las partes, que nunca será inferior a los límites mínimos establecidos en los convenios colectivos» (art. 40.2 ET). En segundo lugar, el art. 40.3 ET reconoce el derecho a la reagrupación familiar, puesto que «si por traslado uno de los cónyuges cambia de residencia, el otro, si fuera trabajador de la misma empresa, tendrá derecho al traslado a la misma localidad, si hubiera puesto de trabajo». No parece problemático que estas previsiones se apliquen en casos de poligamia, siempre que se reconozcan los efectos al matrimonio válidamente celebrado conforme a la ley personal. En caso contrario, el primer matrimonio –que se consideraría el único legítimo- generaría el derecho a la reagrupación familiar, mientras que si esa situación tuviera lugar entre cónyuges unidos por segundo o ulterior matrimonio no cabría recurrir a ese precepto. El convenio colectivo podría reconocer a los convivientes more uxorio el derecho a esa reagrupación, y pese a que un matrimonio polígamo no es equiparable a la convivencia de hecho, impedir la reagrupación en tal situación es una opción claramente contraria al espíritu de las normas de conciliación de la vida laboral y familiar, máxime cuando el empleador únicamente dé ocupación a uno de los cónyuges, además de a quien ha sido objeto de traslado. e) Excedencias La excedencia por cuidado de hijos no suscita problemas particulares en situaciones de poligamia, pues lo determinante, de nuevo, es la condición de progenitor. En cambio, la excedencia por cuidado de otros familiares (art. 46.3 ET) plantea idénticas dificultades que los permisos por infortunio familiar y la reducción de jornada por guarda legal, ante la ausencia de mención expresa al cónyuge. En efecto, esa modalidad de excedencia se justifica «para atender al cuidado de un familiar hasta el segundo grado de consanguinidad o afinidad, que por razones de edad, accidente, enfermedad o discapacidad no pueda valerse por sí mismo, y no desempeñe actividad retribuida». Pese a la omisión, el cónyuge ha de considerarse comprendido en ese apartado, por razones similares a las que ya se expusieron en los apartados relativos a permisos y reducciones de jornadas. Además, no puede olvidarse que el cónyuge, aunque no es pariente, sí forma parte de la familia, y el art. 46.3 ET alude expresamente a familiares, y no a parientes, lo que sin lugar a dudas facilita una interpretación en ese sentido. En situaciones de poligamia, y siempre bajo la premisa de que se reconocen los efectos a todos los matrimonios válidamente celebrados conforme a la ley personal de los contrayentes, el trabajador podría solicitar una excedencia para cuidar de cualquiera de sus cónyuges. Como se sabe, la reserva de puesto de trabajo se extiende hasta un máximo de quince meses cuando se trate de una familia numerosa de categoría general, y hasta un máximo de dieciocho meses si se trata de una familia de categoría especial. A efectos del reconocimiento de la condición de familia numerosa la Ley 40/2003, de 18 de noviembre (art. 2), no permite computar a más de dos «ascendientes». Es decir, cualquiera que sea el número de matrimonios, sólo cabe computar al trabajador y a uno de sus cónyuges. Por supuesto, todos los hijos, siempre que cumplan las condiciones del art. 3 de esa norma, habrán de computarse con independencia de que uno de sus progenitores sea distinto. f) Extinción del contrato La poligamia del trabajador no parece justa causa para la extinción del contrato, pues no se aprecia que esa situación familiar pueda afectar a las obligaciones laborales. Por supuesto, pueden imaginarse situaciones, pero son más supuestos de laboratorio que circunstancias con visos de realizarse. A modo de ejemplo, cabría pensar en un trabajador extranjero que prestase servicios para una empresa de tendencia (v.gr., colegio religioso católico), y que posteriormente se convirtiera al Islam y practicase la poligamia. Seguramente en ese contexto podría considerarse que la situación familiar del trabajador es manifiestamente contraria al ideario del centro21, y por tanto justa causa de despido (objetivo por ineptitud sobrevenida, porque no se incurre en un incumplimiento grave y culpable merecedor de un despido disciplinario). Resulta más realista valorar si la poligamia puede tener alguna incidencia en la causa de despido disciplinario que contempla el art. 54.2.c) ET, que alude a «las ofensas verbales o físicas al empresario o a las personas que trabajan en la empresa o a los familiares que convivan con ellos». Todos los cónyuges son familiares si se admite que el matrimonio polígamo ha de tener efectos. Ahora bien, aun en caso contrario, y pese a que en sentido estrictamente técnico no se generaría esa relación familiar, la evidente analogía obliga a decantarse por la misma solución aunque se defienda que el segundo o ulterior matrimonio resultan nulos. Una ofensa verbal o física grave a una persona que convive con un trabajador tiene entidad suficiente por sí misma para justificar el despido, sin que parezca adecuado recurrir al principio pro operario para reducir la sanción, ante la notoria gravedad de la conducta del ofensor. Por supuesto, también cabría proceder al despido disciplinario cuando la poligamia sea la razón por la que se acosa al empresario o a las personas que trabajan en la empresa, puesto que esa configuración familiar encajaría en la referencia a la «religión» o a las «convicciones» [art. 54.2.g) ET]. Pero en otro caso, más allá de lo señalado para las empresas de tendencia, o en algún otro supuesto excepcional en el que pueda producirse un daño real a los intereses de la empresa, parece evidente que el despido decidido por el hecho de que el trabajador practique la poligamia es nulo, no sólo porque afecte al estado civil, sino porque en último término supone un ataque a la libertad religiosa. 5. Conclusiones 21 Vid. SSTC 5/1981, de 13 de febrero, STC 77/1985, de 27 de junio, y 47/1985, de 27 de marzo. La capacidad matrimonial se rige por la ley personal (art. 9.1 CC), y ello puede provocar una serie de distorsiones en la normativa laboral cuando la situación familiar del trabajador no se ajuste a los cánones clásicos, sino que responda a los parámetros de otra tradición cultural. Pese a que «desde la Constitución cabe postular la “neutralidad” de los sistemas de protección social respecto a las distintas opciones familiares»22, el Derecho del Trabajo sitúa en una posición de privilegio al cónyuge como sujeto que por irradiación puede disfrutar de ciertos beneficios. La concepción del matrimonio en España se asienta en una serie de valores muy ligados a la doctrina católica, y ello puede chocar con la tradición de otros países. Esa es, seguramente, una de las principales razones que explican la resistencia a reconocer efectos a los matrimonios poligámicos válidamente reconocidos conforme a una ley foránea. Es cierto que en el caso musulmán pueden traerse a colación argumentos basados en la discriminación por razón de sexo, pero en todos ellos se parte de la desigualdad de la mujer, y no resultarían extrapolables a los supuestos en los que una mujer pudiera contraer matrimonio con varios hombres. Parece más conveniente buscar un argumento con virtualidad en cualesquiera situaciones. En el contexto actual, caracterizado por el notable incremento de la inmigración, el respeto a las libertades ideológica y religiosa, por un lado, y el propósito de impulsar las medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, por otro, justifican el reconocimiento de efectos de los matrimonios poligámicos válidamente celebrados conforme a la ley personal de los contrayentes; cuestión distinta es la conveniencia de que el legislador introduzca ciertas cautelas, en orden a reducir el coste económico y organizativo que habrían de afrontar las empresas. Una solución de esa índole resulta más adecuada que la situación actual, marcada por una notable indefinición. Si se apuesta por que sólo es válido el primer matrimonio, y nulos los ulteriores, los problemas prácticos podrían multiplicarse, porque la acreditación del orden de celebración no siempre es sencilla, e incluso podrían haber tenido lugar matrimonios simultáneos. Resulta dudoso que el aplicador de la norma pueda priorizar entre varios cónyuges -todos ellos legítimos conforme a su ley personal- con base en criterios no definidos (el primero en el tiempo habitualmente, pero ese tiempo puede ser el de celebración del matrimonio, o el de la solicitud del derecho correspondiente, o el de la entrada en España o el de conocimiento y/o 22 Cfr. M. RODRÍGUEZ-PIÑERO Y BRAVO-FERRER, Seguridad Social, maternidad y familia, RL, nº 14, 2000, pág. 4. reconocimiento del enlace por el ordenamiento español); a la postre, hacer de mejor derecho a un cónyuge que a otro por un mero factor temporal podría resultar incoherente, e incluso discriminatorio por razón de sexo si se deja al arbitrio de uno solo de los contrayentes, normalmente el varón. La posibilidad de fraude existe, en la medida en que si el trabajador reside en España con uno sólo de sus cónyuges, difícilmente le será exigido que acredite si tiene otros cónyuges en su país de origen, y cuál es el orden de celebración de los matrimonios. Esa inseguridad jurídica aconseja que el legislador prevea explícitamente estas cuestiones, que, en verdad, servirán asimismo para resolver ciertas dificultades que se plantean con españoles, precisamente por la paulatina flexibilización en las reglas sobre extinción del vínculo matrimonial. 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