La Paradoja del Sobresueldo Rafael Mies M., Ph.D. Profesor Titular de la Cátedra de Capital Humano Embotelladora Andina ESE - Escuela de Negocios, Universidad de los Andes Lamentablemente estamos terminando el año con el viejo tema de los sobresueldos, lo que tiene molestos, y un tanto cansados, a moros y cristianos. Más aún al comprobarse que una parte importante de ellos fueron financiados haciendo uso de gastos reservados se ha hecho necesario intervenciones aclaratorias del más alto nivel, ello se ha traducido en un aumento de ese sabor amargo que dejan las explicaciones de lo inexplicable. Si bien es cierto que el uso de gastos reservados para efectos discrecionales no se trata de una ilegalidad, no es menos cierto que en todos los sectores se cuestiona su moralidad. Para los más suaves se trata sólo de un “subterfugio” que se debería evitar. Para los más duros, en cambio, se trata de una apropiación indebida de recursos públicos para fines políticos particulares. Lo paradójico de esta polémica es que el sobresueldo, en esencia, no es más que una compensación económica mayor a la convenida contractualmente. En el sector privado su asignación no presenta ninguna objeción ética o económica; por el contrario, se trata de un incentivo esperado normalmente por buenos empleados a todo nivel. Este “sobresueldo” entregado en forma de bono o premio es una manera en que la empresa reconoce y agradece un desempeño extraordinario de parte de sus colaboradores. Cabe entonces la pregunta de por qué tanto revuelo con el tema de los sobresueldos en el sector público. Una respuesta ampliamente usada es que se trataría de un derroche que se estaría haciendo con los impuestos pagados por todos los chilenos. Un camino para analizar la validez de este argumento es plantearse para el sector público la misma interrogante que la empresa privada realiza frente a la entrega de un bono, es decir: ¿es la contribución de los funcionarios que reciben sobresueldo mayor al costo de su renta total (incluido sobresueldo)? Si la respuesta es sí, entonces el mayor sueldo o “sobresueldo” debiera transparentarse y explicarse. No me cabe duda alguna que en estos casos la mayoría de los chilenos estaría a favor de asignar todos los incentivos que fuesen necesarios para contar con funcionarios de primer nivel. El problema es si la respuesta es no, es decir, que el aporte al país de determinados funcionarios no justifica ni siquiera su renta contratada, entonces entregarles además un sobresueldo aparece como algo francamente inaceptable. No hay que equivocarse pensando que este principio es sólo para el sector público, lo mismo ocurre en la empresa privada. Cuando un empleado o ejecutivo está sub-pagado, es decir, recibe una renta menor a la que merece, el mismo mercado se encarga de ofrecerle alternativas acordes a sus competencias. Pero cuando, por distintos motivos, a una persona se le paga por sobre su aporte real, inmediatamente se cuestiona la integridad moral del que entrega este beneficio. El sobresueldo no es un mal en si mismo sino que representa un síntoma más de problemas de gestión en el sector público. En todo caso para eliminar ese síntoma basta realizar un “test ácido” a la administración pública: este consiste en ver cuántos de sus funcionarios mantendrían, subirían o bajarían su renta en el sector privado y actuar en consecuencia. De realizarse algo así no se necesitarían subterfugios, pues los mismos ciudadanos estarían dispuestos a pagar lo necesario para retener a los mejores, aquellos con competencias para cuidar y mejoren la calidad de vida de todos los chilenos. Publicado en Diario Financiero. Diciembre 2006