Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra

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"Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra", de Domenico Losurdo (Ed. El Viejo Topo)
Extraído de Viento Sur
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Reseñas
"Stalin. Historia y crítica de
una leyenda negra", de
Domenico Losurdo (Ed. El
Viejo Topo)
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Jueves 5 de mayo de 2011
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"Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra", de Domenico Losurdo (Ed. El Viejo Topo)
La publicación de este libro ha suscitado fortísimas polémicas al interior de la izquierda italiana, a tal punto que
causaron una crisis al interior de la redacción de Liberazione, el periódico del Partito della Rifondazione Comunista.
Obviamente no se puede considerar que las causas de estas polémicas estén en libro en sí, ni en su autor, porque
Losurdo es un estudioso de gran rigor y disciplina científica y el libro, en efecto, es sin duda interesante y merecedor
de atención. Lo que divide a la izquierda italiana es el argumento del libro, es decir la figura del gran dictador ruso.
Detrás de la polémica sobre Stalin y el estalinismo existe una cuestión fundamental y ético-política: la cuestión de la
democracia. En efecto, la figura de Stalin es sólo una excusa para afrontar la cuestión ética del marxismo: ¿qué
tiene que ver un personaje como Stalin con un movimiento político emancipador como el comunismo?
Losurdo afronta la cuestión correctamente, ubicando a Stalin en el seno de su época y su realidad histórica, la Rusia
de la primera mitad del siglo XX, sin esconder ninguno de los crímenes del estalinismo, aunque no los enfatiza
porque en el fondo el objeto del libro no es Stalin, sino la leyenda negativa que se ha formado sobre su obra. En el
origen de esta leyenda negativa hay dos personajes que conocían muy bien al dictador soviético: Kruschev y
Trotsky. Se trata de dos personajes inscritos en la historia del movimiento comunista, mientras que Losurdo
menciona un largo elenco de simpatizantes de Stalin ubicados, en cambio, en las filas de los políticos e intelectuales
del sistema capitalista o burgués. Y esto dice mucho sobre el personaje Stalin, que en el fondo no hace más que
repetir y reproponer sistemas y métodos de la política capitalista, burguesa e imperialista.
Losurdo afronta también esta cuestión del el paralelismo entre el sistema totalitario estalinista y hitleriano, tesis
justificatoria de todos los revisionismos actuales. En realidad, Losurdo sostiene que Stalin fue superior a su
antagonista Hitler, a pesar de las infamias que Kruschev lanzó sobre su predecesor: la victoria militar en la Segunda
Guerra Mundial lo demostraría. Losurdo registra una gran cantidad de testimonios, incluso nazis, demostrativos de la
gran pericia con la cual Stalin enfrentó y venció la tremenda guerra con la Alemania nazi. Pero aquí la cuestión
fundamental es que: Stalin, no obstante su pericia militar y la buena organización del Ejército Rojo (aunque obtenida
con un costo humano tremendo) corrió el riesgo de perder la guerra y sin el sacrificio enorme del pueblo ruso nunca
habría derrotado a la Alemania nazi. Y pese a la victoria, no se puede decir que la URSS se transformara en un país
atractivo para las grandes masas de explotados del mundo o fuera un sostén a sus luchas de emancipación, sino
que exportó con la fuerza militar el modelo socioeconómico del comunismo al estilo estalinista. En el fondo, la URSS
de Stalin tuvo el gran mérito de ganar la guerra y de afirmarse como potencia militar, porque el ejército fue la
institución que mejor funcionó en el interior del Estado comunista. Un Estado que hubo de ser salvado por todo
aquello que siempre había afirmado que necesario extinguir. ¡Es la máxima contradicción de la URSS estalinista!
Los contrastes que producidos en el desarrollo histórico de Rusia a lo largo de todo el siglo XX fueron enormes y
sangrientos: la Primera Guerra Mundial, la Revolución de Octubre y la posterior guerra civil y la guerra contra las
potencias de la Entente, luego la NEP y la oposición que encontró, el combate en la cumbre del grupo dirigente
bolchevique para heredar a Lenin, la Segunda Guerra Mundial y la ulterior Guerra Fría. Stalin está en el centro de
esta serie de contrastes que han condicionado el desarrollo social, económico, político y cultural de ese país, a los
que agrega también su sistema de terror y aniquilamiento físico de millones de rusos, sobre todo entre los
comunistas. Sin embargo, parece evidente que el fallecimiento de Lenin pudo haber sido, más que cualquier otro, el
acontecimiento que ha condicionado el desarrollo de la URSS. La muerte se produjo en el medio de la Nueva
Política Económica (NEP), que Roy Medvedev ha definido como una de las más grandes revoluciones de la
humanidad. Esta muerte empequeñeció a las diversas personalidades, incluso las más innovadoras y previsoras,
que componían la cúpula del Partido Bolchevique. Su sucesor Stalin cocinó sus propias recetas, pero ninguno de los
líderes del Partido Bolchevique estaba a la altura de Lenin.
Tras la muerte de Lenin, la historia de Rusia no se diferencia de la de los Estados burgueses; prevalecen las
tendencias más imperialistas como la de Stalin, y se presta más atención a la Nación que al proletariado. Stalin era
más un experto en el problema de las nacionalidades que un conocedor de las condiciones del proletariado ruso, y
la consecuencia fue que la dictadura del proletariado se transforma en una dictadura del partido/Estado sobre el
proletariado. La eliminación física del adversario sustituyó a la dialéctica interna del partido; la obediencia a la línea
política se obtuvo mediante el terror; el carisma fue sustituido por el culto a la personalidad; el mejoramiento de las
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condiciones de vida -que sin duda existió- se subordinó a la industrialización forzada; la NEP fue liquidada como un
gravísimo error. Se trata de una subversión general de la línea política de Lenin e incluso de los mismos principios
políticos de Marx y Engels. Como sostenía el viejo Lukács, Stalin había invertido la relación entre táctica y
estrategia, sacrificando esta última siempre a sus jugadas tácticas. Así, se alió con Hitler para prepararse mejor para
la guerra con Alemania, después que la conferencia de Mónaco le mostró el aislamiento internacional de la URS,
pero la alianza con Hitler significó abandonar a suerte a los comunistas de Europa Occidental y a los judíos polacos.
Que la leyenda negativa sobre Stalin esté justificada o no, es una cuestión secundaria. Losurdo plantea
perplejidades justas: el personaje no se reduce a su leyenda. Stalin fue un gran hombre político, pero no fue un
comunista. En el fondo su único y gran mérito es la victoria contra Hitler, lo cual aumentó muchísimo el respeto hacia
él. Pero esa victoria maduró también gracias al enorme sacrificio del pueblo ruso, sometido a una prueba que pocas
comunidades sociales habrían estado en condiciones de sobrellevar. Y fue justamente porque los nazis pusieron en
cuestión la supervivencia misma de los rusos por lo que éstos lograron vencer: lo que estaba en juego no era la
libertad, sino la vida. Stalin tuvo fue hábil coordinando esta lucha por la supervivencia en nombre del comunismo, del
que fue el principal sepulturero.
En definitiva, el juicio sobre el personaje nunca será positivo, dado el enorme número de víctimas que su política
causó. Losurdo lo pone al mismo nivel de otros personajes negativos de la historia del siglo XX y también de
personajes considerados más allá de toda sospecha como Churchill o Roosevelt, pero esto no cambia la sustancia
de la cuestión: todos ellos eran imperialistas, no emancipadores del género humano; no lucharon por la liberación,
sino por el sometimiento de la humanidad. Las diferencias entre ellos son sólo cuestiones de matices. Este es un
juicio moral y no histórico. Para el juicio histórico Losurdo nos suministra una enorme cantidad de documentos y
testimonios, pero si confrontamos las concepciones del mundo del que parten, entonces el juicio sobre Stalin es
doblemente negativo: él se inspiraba en el comunismo, una ideología emancipadora y libertaria. Churchill y
Roosevelt concretaban sólo los intereses de sus Estados. Y detrás del enigma nunca esclarecido de Stalin se han
escondido otros muchos dictadores que se dicen "comunistas", como Pol Pot o Kim Il Sung. La cuestión es que los
comunistas, por una errada concepción filosófica, en la cual la moral está subordinada a la política, han aceptado el
mal para obtener un futuro e improbable bien. Pero de personajes como Stalin no era previsible que llegara el bien.
Antonino Infranca, filósofo italiano, autor de los estudios El Otro Occidente y Trabajo, individuo, historia. El concepto
del trabajo en Lukács, y de la novela Tecnécrates. Los tres libros fueron publicados por Ediciones Herramienta.
(Trapani, Italia, 1957). Graduado en Filosofía en la Universidad de Palermo (Italia), obtuvo el diploma de
perfeccionamiento en Filosofía en la Universidad de Pavia y el doctorado en Filosofía (Ph. D.) en la Academia
Húngara de Ciencias, con una tesis sobre el concepto de trabajo en Lukács. Realizó investigaciones en el Archivo
Lukács de Budapest. Sus investigaciones filosóficas le valieron el Premio Lukács en 1989. Es autor de Giovanni
Gentile e la cultura siciliana (Roma, L'Ed,1990) y de El Otro Occidente (Herramienta, 2000), así como numerosos
escritos sobre filosofía contemporánea (Lukács, Bloch, Gramsci, Kerényi, Croce, Gentile y Heidegger), historia de
Sicilia y la Filosofía de la Liberación. En colaboración con Miguel Vedda, compilador de la antología de textos de G.
Lukács Testamento político y otros escritos sobre política y filosofía (Herramienta, 2003) y G. Lukács, Ontología del
ser social: El Trabajo (Herramienta, 2004). Es traductor al italiano de los ensayos de Enrique Dussel sobre Marx.
Miembro del Consejo asesor de Revista Herramienta.
http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-4/stalin-storia-e-critica-di-una-leggenda-nera-de-domenico-losurdo
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