JOSEPH STALIN EN EL MAUSOLEO DE LENIN Moscu, Rusia (1947).

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Siglo nuevo
Llama la atención que la
más acabada expresión del
culto a la personalidad se haya dado en un sistema de gobierno donde tal concepto es
contradictorio a la ‘dictadura
del proletariado’ y a la visión
materialista de la Historia.
Concentrar la interpretación
de una doctrina y la ejecución
de gobierno en la figura de una sola persona, como lo hizo
Stalin, es contrario al marxismo; pero curiosamente es también una de las peores enfermedades de los marxistas. De
allí tantos ‘ismos’ antecedidos
por el nombre de un prócer y
la insoportable imagen de los
padres de dicho movimiento
esculpidos como imitación de
mandatarios estadounidenses
en el monte Rushmore.
Para el famoso vigésimo
congreso del Partido Soviético, donde Nikita Kruschev condenó los crímenes de Stalin y
lo acusó con ese concepto de
culto a la personalidad, había
un registro de casi un millar
de estatuas dedicadas al man-
JOSEPH STALIN EN EL MAUSOLEO DE LENIN
38 • Sn
N
MAUSOLEO DE LENI
datario, emplazadas dentro y
fuera de Rusia. La mayoría rebasaban los 10 metros sumando el pedestal y la pieza. Las figuras se distribuían entre posturas marciales y poses del líder señalando hacia el horizonte o hacia el cielo, como signo de la avanzada de la revolución proletaria mundial.
Según Cabrera otra de las
variantes del culto a la personalidad, la más obvia quizá,
tiene que ver con la inseguri-
Moscu, Rusia (1947).
Plaza Roja. Moscu,
Rusia (1960).
dad: “Quieres un poder enorme pero te contraría la idea de
cómo va a caer en tus manos”.
La figura de Stalin entra en esa categoría, diferente a la de
Napoleón, porque apoya la
construcción de su imaginario
en dos fuentes: primero, sus esculturas monumentales que
no han sido igualadas en tamaño por otros dictadores. Segundo, en que también mandó
edificar numerosas efigies de
Lenin y de Marx como un respaldo y como una figura a la
cual culpar en caso de que las
acciones no tuvieran los resultados esperados. Así, a través
de su exposición escultórica
(sus acciones y la aniquilación
de sus contrarios ocupan otro
capítulo en la historia de la Psicología), por un lado se refuerza y por otro se exime. El procedimiento es ingenioso pero
exhibe una siniestra lucha interna, la misma que disocia la
realidad de la representación
en las estatuas.
Este tipo de culto, con mayor radicalidad de otros, no sólo nace de fuera de quien concentra el poder, sino que allí
se refuerza e intensifica la inseguridad. Indica Morante:
“Por ese primer motivo, Stalin
primero erradicó a sus opositores; luego la emprendió contra quienes lo celebraban porque ya nada era suficiente como para provocar efectos adversos: escarnio, crítica”.
El anecdotario es amplio.
En sus atribuidas memorias
el propio Kruschev narra episodios en los que Stalin asistía a verificar edificaciones de
sus estatuas y un milímetro
de más en los bigotes, una insinuación de ojeras, un rictus
débil o demasiado rígido, provocaban llamadas aterrorizan-
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