La guerra del opio y los misioneros franceses

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Orígenes de las exploraciones
botánicas en China
La guerra del opio
y los misioneros
franceses
Antes de 1800, Occidente podía
ofrecer a China pocos productos que
ésta pudiera desear salvo la plata, pero en las primeras décadas del siglo
XIX, la situación cambió, en gran parte
porque los comerciantes británicos encontraron por fin un producto que los
chinos deseaban y que podían suministrar gracias a los cultivos que poseían
en la India: el opio.
Durante el siglo XVIII, el consumo
Carte general
de opio se había extendido tanto en de L´Empire chinois,
China que el gobierno tuvo que recu- Por L. Vivien. 1826.
rrir a la importación para poder atender a la demanda. Se calcula que en la época de 1850 había
en China entre 100 y 150 millones de fumadores de opio, de
los cuales un 10% se podían considerar adictos a este producto. El gobierno, preocupado por el aumento del tráfico ilegal,
se empeñó en la erradicación de este negocio, lo que le enfrentó directamente a los británicos que habían ostentado su
comercialización y monopolio desde 1799. Cuando los chinos
capturaron y destruyeron grandes cantidades de opio, el gobierno británico envió tropas para respaldar las demandas de
un tratado comercial, o la cesión de una isla para la protección de los ciudadanos ingleses. Este hecho desencadenó la
primera guerra del opio en 1839. Derrotada China, Hong Kong
fue cedida a los británicos por el tratado de Nanking y otras
potencias occidentales, incluida Estados Unidos, tuvieron acceso al territorio chino con especiales privilegios comerciales.
Sin embargo, aquel episodio terrible y complejo supuso,
en lo que a las exploraciones botánicas se refiere, el comienzo
de una época de esplendor.
La Iglesia católica, cuya presencia en aquel país había sido
limitada, aprovechó la oportunidad para un desembarco más numeroso y desde Francia, salieron rumbo a Oriente misioneros
franciscanos con el loable objetivo de cristianizar el país más
poblado del mundo. No obstante, los religiosos descubrieron
muy pronto que los nativos eran felices con sus propias creencias, lo cual les llevó a orientar su educación hacia otros ámbitos más terrenales como las ciencias y las matemáticas. Durante el tiempo que pasaban al aire libre, fuera de las aulas, los
misioneros solían recolectar nuevos especimenes de la flora y
fauna local, estableciendo así importantes colecciones que enviaban con regularidad al Museo de Historia Natural en París.
A partir de esos primeros años, los miembros seleccionados para esa misión eran escogidos por su reconocido interés
por las ciencias naturales, la exploración y
los descubrimientos. Su contribución al conocimiento de la historia natural es incalculable.
El Padre David (Jean Pierre
Armand David 1826-1900)
Uno de aquellos pioneros en la exploración botánica en China fue el Padre David (Jean Pierre Armand David 1826-1900),
misionero franciscano nacido en Espelette,
cerca de Bayona (Pirineos franceses).
El pequeño Pierre heredó de su padre,
doctor y magistrado, su pasión por la naturaleza y una mente inquisitiva. Como era habitual en aquella época, los vástagos más
jóvenes de las familias adineradas, recurrían
a la religión como forma de vida. La vida religiosa y las ciencias naturales eran entonces
actividades afines y complementarias, por
El Padre Delavay,
lo que el ya padre David pudo desarrollar
uno de los primeros a sus anchas su pasión por la naturaleza en
misioneros franceses
la nueva orden de San Vicente de Paula.
(1834-1895).
Mientras muchos de sus hermanos misioneros eran enviados lejos de Europa, él fue destinado al
Colegio Savona en la Riviera italiana, donde ejerció de profesor de ciencias durante diez años. Durante ese tiempo llegó a
ser uno de los profesores más populares, gracias al interés y al
entusiasmo que despertaba en sus alumnos. Su fama trascendió de tal modo entre la comunidad docente, que fue requerido por un grupo de eminentes científicos franceses para recolectar especimenes para el Museo de Historia Natural de Paris.
Así fue como, en 1862, vio por fin cumplidos su sueño.
El padre David fue un magnífico naturalista, con amplios
conocimientos en geología, mineralogía, zoología y botánica. Al
mismo tiempo, siempre mostró un gran respeto por los nativos y
su cultura lo que le permitió acceder a ciertas regiones donde
los extraños y menos aún los extranjeros, no eran bien recibidos.
Sus primeras colecciones cumplieron con creces las expectativas. La calidad y cantidad de especimenes recolectados fue
extraordinaria. Pero no fue sino la cuidada y exhaustiva documentación aportada, su más valiosa aportación al Museo. Su
primera expedición partió para Mongolia en 1866 y más tarde
recorrió las provincias del norte, centro y oeste de China donde obtuvo colecciones soberbias.
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