JOSEPH FUCHS LA FE CRISTIANA Y LA DISPOSICIÓN DE LA VIDA HUMANA Siempre ha preocupado a la ética, a la filosofía y a la teología el problema de si los seres humanos somos dueños y señores para poder disponer de la vida humana. El presente artículo no pretende ser una aportación más a dicha problemática, ni quiere caer en la casuística sobre el tema. A partir del ejemplo concreto del cómo disponer de la vida humana y de la existencia de la humanidad sobre la tierra, el autor pretende responder a la cuestión básica de la fuerza de la fe cristiana para resolver problemas normativos al nivel de la rectitud o no del comportamiento moral. Christian faith and the disposing of human life, Theological Studies, 46 (1985) 664-684 El tema de este ensayo no es el problema de cómo disponer de la vida humana, considerando el punto de vista filosófico, ni lo es la ética fundamental o los problemas concretos de casuística. Más bien, la cuestión básica de la fuerza de la fe cristiana para resolver problemas normativos al nivel de comportamiento moral recto. Pero esta cuestión sólo puede resolverse mediante un ejemplo no teórico: cómo disponer de la vida humana. No pensamos sólo en la vida humana, sino en la existencia humana terrenal. Me interesa sobre todo el problema de la vida- muerte, existenciano existencia, y del control humano sobre estas cuestiones. Ello supone el problema de la muerte de otras personas, reflexiones sobre el valor y la dignidad de la vida humana y del derecho de Dios como señor de la vida, así como sobre el derecho de la persona a la vida en la sociedad. Asimismo la cuestión del aborto y de la muerte del recién nacido. Ni la filosofía ni la teología consideran la prohibición de tomar la vida de otro como algo sin excepción. En el caso de arrebatar la propia, no se suscita la cuestión del derecho a la vida, sino la justificación moral de matar, visto el valor y la dignidad de la vida humana y el soberano derecho de Dios sobre la vida. Me limitaré al problema del suicidio, de la muerte en sacrificio y de la eutanasia. Antes de abordar el problema en su actualidad, haremos una breve reflexión sobre dos puntos: cómo han visto los cristianos en el pasado y en el presente el problema de disponer de la vida humana; y las perspectivas humana o filosófica del problema. El hecho de que los cristianos desde su comienzo optaran por la vida, a diferencia de los estoicos, está probablemente relacionado con su conocimiento del quinto mandamiento, así como es claro que influyó la enseñanza del "sermón de la montaña" sobre la no violencia y el respeto al prójimo enseñado por Jesús. A pesar de la inclinación creciente a ir tomando posiciones menos absolutas, la posición de los cristianos respecto a la vida del prójimo está influida por la palabra de Dios en el Sinaí y por las palabras de Jesús, es decir, por la fe. Independientemente de este respeto a la vida del prójimo, se da el respeto por la vida humana como tal. La vida humana es aceptada como "santa", como don de Dios. Esto se refleja en la primitiva cristiandad en el tajante rechazo del aborto, en la prohibición de la contracepción y de la conducta homosexual, y, desde el s. VI, de la masturbación. Se sigue la tradicional condena del suicidio y de la eutanasia. Siendo verdad que el respeto de los cristianos por la vida humana tiene su raíz en la fe, la reciente afirmación de que el rechazo del suicidio y de la eutanasia presupone una fe teísta o cristiana, es coherente. JOSEPH FUCHS Una reflexión sobre la disposición de la vida humana menos dependiente de la fe y más simplemente filosófica o simplemente humana se extiende cada vez más. Hay humanistas que sin fe en Dios no encuentran ninguna razón para rechazar el suicidio y la eutanasia. En este caso puede ocurrir que un derecho para determinar la propia vida se dice que pertenece a la dignidad de la persona humana; o que la prohibición contra la disposición de la propia vida no es absoluta especialmente en situaciones conflictivas; o que se duda del valor de las razones dadas para la prohibición. Es importante la distinción entre punto de vista humano y punto de vista filosófico, pues es posible que, a pesar de profundas perspectivas humanas, no podamos acertar a formular razones filosóficas convincentes. La formulación de que el problema sería más religioso que ético es paralela a la afirmación de que todo está permitido si no hay fe en Dios. En otras palabras, uno puede suponer una autocomprensión humana auténtica que conoce en principio algo de la dignidad de la existencia humana en nuestro tiempo y por consiguiente una limitación en la disposición de la propia existencia. Aun si esta perspectiva no se admite, se ofrecen razones filosóficas para ello. Pero teísmo y ateísmo no forman la base humana o filosófica para la solución de este problema, sino la autocomprensión humana en cuanto a humana. Sin embargo, la reflexión explícita estará influida por una opción, teística, atea, agnóstica, o "fe". La dignidad de la persona humana, fundamentalmente accesible a la propia experiencia, presupone la vida biológica. Pero hay todavía otra cuestión. A qué nivel de detalle podemos hallar razones convincentes o suficientes, a qué nivel aparecerán razonables a los otros. Aunque creamos que tenemos certeza moral, no metafísica, de ciertas soluciones, las convicciones humanas o filosóficas están influenciadas inconscientemente por opciones globales. Cuáles son aquellas opciones o creencias que afirman que disponer de la propia vida, o una "racional" autorrealización en términos de libertad, pertenece a la dignidad esencial de la persona humana. O finalmente, si la muerte no ha de ser considerada el mayor mal para la persona. Contra esto hay varias consideraciones que pueden ser influidas por otro conjunto de creencias. Se dice que la autodestrucción es en principio una autoafirmación. Se dice que tomar la propia vida hace a la persona dueña de sí. Se dice que tomar la propia vida contradice la tendencia natural a la propia conservación. Se dice que quien toma su propia vida escapa al pleno desarrollo de sí mismo como persona y a su papel esencial en la sociedad. Se afirma que sería contradictorio decir que al precipitar la muerte se privaría uno de la vida que es necesaria condición de la existencia de la libertad. Se ve que detrás de tales argumentos yace la tesis filosófica de que tomando la propia vida una persona asume lo que pertenece sólo al Creador. Sto. Tomás y Pío XII entienden estas cuestiones como filosóficas. Pero ¿no se esconden en realidad cuestiones teológicas? Schillebeeck y Thielicke sostienen que las soluciones descubiertas en el área de la fe respecto al derecho de disponer de la vida no han de perderse en una sociedad secularizada, que estas cuestiones son fundamentalmente problemas éticos, aunque esto no excluye que puedan implicarse en ellas también cuestiones de fe. Así pues, no ha de subestimarse la importancia que la fe cristiana tiene en su relación con la cuestión ética de la disposición de la vida humana. Tanto más cuanto que JOSEPH FUCHS actualmente no sólo ateos sino teólogos protestantes y católicos quieren reducir el problema a la teología. Los teólogos que piensan así creen que las soluciones filosóficas carecen de perspicacia y son inciertas. Surgen varias cuestiones: ¿puede la fe suplir las intuiciones y las soluciones de cualquier otra "cosmovisión"?; la fe cristiana ¿hace más profundas las intuiciones humanas, abre el camino a una comprensión humanamente posible?; ¿puede la fe decir algo más preciso acerca de lo absoluto de las soluciones aceptadas?; ¿puede la fe dar una certeza mayor si las intuiciones humanas permanecen abiertas a discusión?; ¿debe ser la fe una ayuda primaria contra las posiciones ateas o contra la debilidad de las soluciones meramente humanas? Problema fundamental: la fe cristiana ¿"hace" la decisión normativa? 1. Consideraciones teológicas contra una demanda excesiva a la fe Al comienzo de mi reflexión, querría recordar una advertencia general hecha por el teólogo protestante G. Ebeling. Dice que es urgente poner atención contra el usar la teología frente a la filosofía. Sigue la línea de Tillich, al afirmar éste que hay teólo gos que al explicar conceptos del nuevo y antiguo testamento emplean expresiones filosóficas que luego condenan con tajantes objeciones; ningún teólogo debería ser tenido en cuenta si no se toma en serio la filosofía. Ahora bien, nadie niega que la fe es significativa en la cuestión ética que nos ocupa. Pero la cosa está en "qué" peso tiene la fe en un sistema moral normativo. ¿Es que la fe determinará la solución de la cuestión ética estableciendo una solución que no hallaría de facto la ética?, ¿encontrará la fe un modelo de cómo un cristiano en cuanto tal ha de mirar el mundo?, ¿están la fe cristiana y el amor teológico concretizados en las aportaciones a la solución humanamente posibles? Es decir, una solución ética humana, ¿encuentra en la fe una dimens ión que se trasciende a sí misma? Puesto que cuando yo reflexiono sobre la cuestión ética de la disposición de la vida humana lo hago como creyente, este acto personal de reflexión es a la vez religioso y humano. Por tanto, nunca llego a soluciones que son abstracciones hipostasiadas, sea de fe o de razón. La reflexión religiosa sobre la cuestión ética que nos ocupa no puede dejar de lado ni la perspectiva humana ni la fe cristiana. Esta última produce como una condición de su posibilidad una comprensión humana y una experiencia moral humana. La autocomprensión humana y moral no es sino el don de la verdad sobre uno mismo en cuanto éste es la base de múltiples valores y normas de la realidad humana. Esta autocomprensión no es posible sin una referencia ulterior, la cual ya no es reductible a cuestiones más allá de ella. Schillebeeckx llama a esto una experiencia básica, una confidencia fundamental, para la cual es posible aducir razones que quizás son buenas filosóficamente aunque no prueben. La fe cristiana en la creación apunta en esta dirección. Dios es capaz de crear en el hombre un "otro" libre frente a Él mismo y orientado hacia Él mismo, según Rahner. De modo que, independencia y autonomía son realidades que están en iguales proporciones. La persona humana experimenta la tarea moral que pertenece a su ser más profundo y busca la comprensión de los valores asequibles a él, su jerarquía y su capacidad de exigirle. Entre los valores tenidos como buenos por el hombre está la vida. Pero él se da cuenta de que la vida no es el supremo bien. Sólo puede decir que lo es cuando la vida es llevada con libre responsabilidad. JOSEPH FUCHS La abertura a la trascendencia que experimenta la persona posibilita la aceptación del don de fe libremente ofrecido. Toda la libertad humana y el esfuerzo ético se integran en los dones de la libertad que lo hacen "otro", creado por Dios. Pero en cuanto todo esto es sólo una luz, hay lugar para un genuino humanismo, específicamente ateo o no, pero no para una ética de fe añadida de fuera. Desde Aristóteles al tratar del derecho a la vida y a tomarla, se ha hecho referencia siempre a la dignidad de la persona humana que vive en libertad. Kant vio al hombre como "un fin en sí mismo". Para la teología de la creación el hombre es el "otro" enviado en libertad por la omnipotencia de Dios. La cuestión que nos ocupa no puede resolverse aceptando simplemente una "instrucción" venida de Dios. Puesto que la existencia terrestre no es un bien absoluto, ha de entenderse por qué este nuestro problema no hallará nunca una solución aceptada por todos en sus detalles. Desde Bonhoeffer y Barth ha habido una fuerte tendencia a colocar la reflexión humana y filosófica presentada aquí, en completa dependencia de la teología. Actualmente hay una actitud semejante de parte de los católicos. La tesis central dice que la persona humana, pecadora, tiene todo su valor fuera de ella misma, en el amor puesto por Dios. En consecuencia, la prohibición contra la disposición de la vida humana se basaría sólo en la voluntad de Dios. No puedo abrazar esta tesis. No veo cómo es posible, sin la dignidad de la persona humana, llegar al encuentro del amor de Dios, que es la base de una tal dignidad. Ni comprendo cómo puede haber una dignidad de la llamada de Dios que no sea una dignidad perteneciente a nosotros. Si esta tesis afirma la posibilidad ocasional de disponer de la vida humana como permisión o mandato divino, no veo cómo estas intervenciones divinas pueden ser reconocidas por nosotros si no es por la autorreflexión de la persona humana sobre la dignidad que ella es. Creo que ni la dignidad de la persona humana ni la promesa de una vida futura entendida en un sentido cristiano pueden dar a nuestro problema una solución concreta. 2. Recurso teológico a la biblia y a su historia efectiva Algunos creen que hay una solución más allá de una reflexión teológica: mostrar que la respuesta está dada por Dios en el antiguo y en el nuevo testamento. Así se expresan los manuales de teología moral aún recientes, los documentos del magisterio de la iglesia y mucha literatura ético-religiosa. Las afirmaciones del AT en el sentido de que la vida y la muerte tiene su origen en Dios han sido interpretadas a veces en el sentido de que el soberano derecho sobre la vida y la muerte pertenecía sólo al Creador. Ahora bien, los israelitas las hicieron compatibles con las frecuentes muertes lícitas en el AT, lo cual demuestra que sólo pretendían afirmar la trascendente superioridad del Creador, al que la vida y muerte le son sujetas. Respecto a los "diez mandamientos" y a su origen en el AT la proclamación oficial de la iglesia y la predicación habrían de procurar hablar con mayor precisión teológica. La exégesis moderna acepta que las dos narraciones de los diez mandamientos no son idénticas. El "decálogo" es menos una revelación moral que un sumario de algunos principios socialmente significativos para Israel y por cuya observancia el pueblo JOSEPH FUCHS respondía al Dios de la alianza. El "quinto mandamiento" no habla simplemente de "matar" sino del asesinato arbitrario de un enemigo personal, especialmente, desarmado. El decálogo conoce más bien un matar que es visto como justificado. La historia efectiva del quinto mandamiento está trazada para un lector tardío del AT, y también para una más profunda comprensión y evaluación de la realidad de la vida humana como don del Dios vivo de la alianza. Es teológicamente significativo que el quinto mandamiento haya tenido tan enorme historia efectiva bajo la eficacia del Espíritu de Dios. Por ejemplo, en el sermón de la montaña. Pero no se puede simplemente deducir de esta historia efectiva soluciones para los muchos contemporáneos sobre la disposición de la vida humana, sobre todo cuando no está excluida toda disposición de la vida humana. 3. Recurso teológico a la fe cristiana en la creación La fe cristiana nos habla de un Dios a quien el ateo o el agnóstico no conoce, diferente en parte del Dios del islam, del budismo o del hinduismo, y algo diferente del judaísmo. Pero las imágenes de Dios que muchos cristianos se hacen, y aun las que una reclamación cristiana ocasional aun oficial nos tramite, no reflejan la fe bíblica en Dios. Y la cuestión de si pueden ser significativas para solucionar la cuestión ética de la disposición de la vida humana depende de la propia fe y de la propia imagen que uno tiene de Dios. Probablemente la imagen extendida de Dios es la de Creador y único Señor de la vida humana, lo que da a la persona humana el derecho a la disposición de todas las otras criaturas. Es la imagen del Dios que quiere que la vida humana sea un tiempo de prueba; que tiene su plan sobre la vida de cada individuo, plan que nosotros no podemos conocer; por tanto la imagen de un Dios al que hemos de ceder nuestra vida y nuestra muerte. Esa imagen no la captan los humanistas y los ateos. La cuestión es la siguiente: ¿es ésta la imagen cristiana de Dios sobre la cual hemos de resolver el problema ético de la disposición de la vida humana? Hay dificultades. El Dios de la fe cristiana ¿es realmente el dios que conoce el espacio de la vida del hombre primaria y fundamentalmente como un tiempo de prueba enfocado hacia el juicio?, ¿es verdaderamente el Dios que trabaja en cada acontecimiento mediante las causas segundas, excepto en la determinación de la duración y las circunstancias de la muerte cuando la persona humana obra como causa segunda? Ciertamente que hay otra imagen que corresponde mejor a la fe cristiana. Es un Dios que ha creado al hombre a su propia imagen como un "otro", para ser su compañero, y así la persona no puede disponer de su vida o de su muerte arbitrariamente. Pero Dios no ha informado al hombre si requiere de él el pleno desarrollo de su vida o las circunstancias bajo las que espera de él permanecer en la vida. La biblia nos lo presenta como el Dios de amor, presente en cada acontecimiento, y que carga al hombre, su compañero, con el deber de apropiarse, analizar y ejecutar estos acontecimientos. Si es también un Dios que obra por las causas segundas, entonces el juicio teológico responsable ha de considerar que la libertad sacrificada, en aras de otros valores no es, como se dice a veces, un valor moral sino más bien sólo un valor humano, es decir, la posibilidad de realizar valores morales; tal sería el caso de matar. JOSEPH FUCHS No juzgando en favor de cualquiera de las posibilidades nombradas, sólo quiero indicar que la solución del problema se confía a la persona en cuanto compañero de Dios y creado a su imagen. El cristiano creyente está en ello en ventaja con respecto a muchos otros. 4. Recurso al Dios de la alianza Como he dicho, entender la vida humana y su dignidad sólo en la comunión de Dios y el hombre otorgada por Dios desde fuera no me parece ser la solución teológica a nuestro problema. Sólo cuando esta relación interpersonal en la tierra es imposible, tendría sentido no hablar de vida humana, es decir, de la relación humano-divina y de la fidelidad humana a ella. Pero no puedo ver la razón de la no disponibilidad de la vida humana que se deriva sólo de la dignidad de la relación de gracia entre Dios y el hombre. Cualquier razón de la prohibición está en la misma persona humana creada. Ello no excluye que la dignidad de la vida humana es experimentada siempre como don divino. Este conocimiento o fe puede ayudarle a permanecer siempre consciente de la obligación que brota de la dignidad propia como fruto de la creación. 5. Recurso a la muerte de Cristo Lo que dijo Rahner, "que cada cristiano imita a Jesús en lo concreto de su vida muriendo con él", puede decirse sobre todo del final, de la muerte. Puesto que el logos eterno ha muerto nuestra muerte, la nuestra participa de la suya. Su muerte fue una violenta "anihilación", semejante a la muerte de un ataque al corazón o de un accidente de tráfico, etc. Algo parecido podría decirse de las situaciones conflictivas en las que muchos teólogos no se atreven a declarar absolutamente injustificado el disponer de la propia vida o la eutanasia. La muerte como imitación de la de Cristo es la aceptación de la experiencia de Dios que siempre tiene una pretensión sobre nosotros. Es el don final de uno mismo, que entra en la resurrección y en la incomprensibilidad de Dios. "Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, para el Señor morimos". "Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia". En resumen, la finalidad de la discusión precedente ha sido mostrar sólo esto: no hemos de pedir a la fe declaraciones que quizás no puede hacer. La aportación de la fe cristiana 1. Una convergencia sobre la base de la fe Pero a lo dicho, que puede parecer muy negativo, puede añadirse algo más. El argumento presentado apunta en una particular dirección. La historia efectiva de las palabras del AT muestran que la existencia humana, como don del Creador, exigen respeto. Dios que "crea" para sí un "otro" como su compañero amado nos da a comprender qué profundo respeto espera Dios por la vida del "otro" creado y escogido. JOSEPH FUCHS Una gran parte de la humanidad ¿no comprende básicamente la vida humana de un modo análogo al expresado más claramente en la fe cristiana? 2. Situaciones de conflicto Sin embargo, una prohibición absoluta de la disposición de la vida humana no puede basarse en la fe. Por ello la ética habla de situaciones de conflicto, que no excluyen absolutamente la disposición de la vida ni abandonan la exigencia de reverencia por ella. Con fe o sin fe, la prohibición de matar y el derecho a la vida no son absolutos. Son ejemplos la pena de muerte, la autodefensa, la guerra justa. Hubo soldados de la segunda guerra mundial que creyeron que era su deber de cristianos dar a sus compañeros mortalmente heridos, que no podían llevarse consigo, una rápida muerte. La justificación por muchos teólogos del sacrificio testimonial de Jan Pallach, la de los budistas, la del autosacrificio como único modo de preservar un secreto de estado, etc., así como interve nciones justificadas o "no intervenciones" en situaciones prenatales y neonatales por doctores religiosos, son ejemplos de lo dicho. Sobre la eutanasia activa, practicada ya en el pasado y convertida en un problema de moda de nuestros días, digamos que muc hos teólogos han hablado de ella abiertamente. Consideran a las personas humana como un fin en sí, el "otro" creado como compañero del Creador en la alianza entre Dios y el hombre, el cual puede en ciertas circunstancias determinar responsablemente el tratamiento requerido en el resto de la vida. Sostienen que ello no es una escapatoria injustificada del sufrimiento ni una injustificada autonomía de los planes de Dios. Apuntemos ahora la justificación teológica del comportamiento en situaciones de conflicto, que no disminuye el respeto por la vida. Trataremos de tres intentos de justificación. El primero es típico de muchos teólogos protestantes. El disponer de la vida contradiría la soberanía del Creador, la llamada del Dios de la alianza que es el único que determina la duración y las circunstancias de la relación concreta entre Dios y el hombre. Puesto que el mundo en que vivimos está marcado por el pecado, sin embargo, es posible entrar en un conflicto cuya solución se juzga excesivamente exigente. Entonces el amor cristiano ha de pasar por encima de la "ley natural" y tomar sobre sí la culpa de desobedecer la prohibición de Dios. Sólo Dios podría justificar a la persona humana en tal situación, y así el agente o pecador sería justificado por Dios, no el acto. Sobre esta teoría, en primer lugar encuentro poco crítica la afirmación de que la prohibición divina es absoluta sin ninguna excepción. Segundo, si se entienden tales "mandatos" o "normas" de un modo crítico y no absoluto y universalmente válido, la difícil distinción entre justificación del acto y justificación del agente se hace superflua. Finalmente, hemos de llegar a una justificación o a un mandato divino del acto, apropiado a las necesidades del mundo actualmente existente, por un proceso de juicio humano en fe y en gracia no en coherencia con una prohibición absoluta. Entiendo que se trata sencillamente del descubrimiento humano del correcto comportamiento hecho a la luz de la fe y de la gracia del Espíritu. Una segunda teoría de teólogos católicos presume que en ciertos casos difíciles entran en conflicto una con otra, normas éticas absolutas de conducta. Por tanto, el cristiano JOSEPH FUCHS estaría condenado a hacer algo moralmente incorrecto para poder hacer algo moralmente correcto. En este punto de vista no se puede hablar, como en el caso anterior, de una ofensa contra la bondad moral de la persona sino de la prontitud a tomar una decisión libre de hacer algo moralmente incorrecto, prohibido por Dios. Estas consideraciones, que fueron aportadas a propósito de la Humanae vitae, se oyen ahora acerca de la eutanasia. Ya en la discusión sobre la Humanae vitae se apuntó que no debería hablarse de conflicto de normas éticas de conducta, sino de conflicto de valores humanos, no absolutos, o bienes. Tal conflicto se resolvería prefiriendo el bien mayor o más urgente y llevaría a descubrir en la situación concreta el acto moralmente correcto. Si se mantiene la formulación de "conflicto de normas" o "de obligaciones", diría que normas de comportamiento correcto se disciernen y formulan de un modo humano, de modo que un caso aparente de conflicto demostraría que nuestra formulación no ha sido correcta, es decir, que no hemos observado ciertas limitaciones inherentes a nuestra información sobre la norma. San Pablo muestra cómo han de resolverse tales casos en el ejemplo del privilegio paulino. La tercera opinión, la solución de situaciones de. conflicto que puede ser mantenida teológica y filosóficamente, ya ha sido indicada por la referencia a mis dificultades a la primera y segunda. Esta opinión no habla ni de asunción de culpa ni de conducta contra la corrección moral. No especifica en qué casos se justificaría de facto la disposición de la vida humana; pero esto es una cuestión que cae fuera de los límites de este ensayo. 3. Actitudes de fe Aunque no se puede justificar adecuadamente la no disponibilidad de la vida humana en base a la fe cristiana, la fe no permanece sin significado para la conducta de un cristiano. Ya he hablado de un poder dinámico y convergente que hace tal comportamiento comprensible y congruente con la fe cristiana. La simple aceptación de la muerte no es la expresión de un fatalismo, sino una acción de gracias por el don de la vida. Ello hace menos gravoso el proceso de morir que se convierte en la expresión de la relación del cristiano con su Señor. En una tal muerte se expresa la fe y la esperanza en el paso que permitió que la muerte de Jesús llevara a la resurrección. En todo caso, las actitudes de fe del cristiano hacen posible afrontar la muerte como no puede el ateo o el agnóstico. También las imágenes de Dios de otras religiones determinan otro comportamiento distinto. El cristiano, que ve como justificada una intervención u omisión de un acto en una situación conflictiva, puede y debe actuar de tal modo que su necesaria muerte no renuncie a una actitud cristiana conforme a la muerte con Cristo. Es tanto su actitud como la de quien en el final rechaza conscientemente la aplicación de "medios desproporcionados" y así va a la muerte. El problema de una actitud cristiana es diferente en casos en que el dolor o la debilidad no permite la realización de tal comportamiento. Un caso extremo es el de coma irreversible. En tales circunstancias la cuestión se dirige a quienes cuidan del moribundo. Si en estas situaciones se da una respuesta positiva a la equivalencia moral entre el acto justificado de dejar morir a una persona y la eutanasia activa, hay que tener JOSEPH FUCHS en cuenta que el acto justificado de dejar morir a una persona está más cerca de una actitud que expresa respeto por la vida humana que una activa intervención. Una última observación. Para muchos cristianos la motivación será un sentido de obediencia, una voluntad de llevar hasta las últimas consecuencias lo que una proclamación cristiana ha subrayado como la voluntad de Dios: ¡no disponer de la vida humana! Lo absoluto de esta proclamación se pone en duda actualmente, y entonces se podría ir de nuevo a las actitudes de fe que se ha dicho, con su capacidad de determinar el comportamiento de los cristianos. 4. La fe, la experiencia fundamental, la filosofía La fe no dará al cristiano una ética no ambigua con respecto a la disposición de la vida humana, pero sí que le dará sugerencias mayéuticas y fuerza para tomar actitudes de fe y su correspondiente conducta. Las imágenes de Dios en otras religiones determinan en parte sus propias actitudes de fe y su correspondiente actitud ética. Lo mismo, si no más, hay que decir en el caso de los humanismos ateos o agnósticos. Esto no significa que cristianos y no cristianos al formular imágenes de Dios y del hombre, no puedan tener una experiencia de la dignidad de la vida humana y de su carácter de don, a la cual corresponde una experiencia ética fundamental. Tales experiencias pueden ser más ricas que convicciones formuladas y estar en contradicción con ellas en parte, en la medida en que las reflexiones filosóficas son marginales o falsas. Sin embargo, la fe cristiana hace brotar actitudes específicas sin determinar una ética concreta en nuestro tema. La conjunción de una reflexión cristiana de fe, de la filosofía, y de una experiencia moral original, ha desarrollado una ética particular en la iglesia católica. Uno tiende a tomarla de un modo absoluto mediante concretas y útiles orientaciones. Si se tienen particulares normas de conducta por convicción, se cree tener certeza moral de las razones que las justifican, pero no más. Pero hay diferencias de opinión sobre cuestiones individuales dentro de los hijos de la iglesia. Las afirmaciones del magisterio pueden ser muy útiles, aunque tampoco ellas son "dogma moral". Tradujo y condensó: TEODORO DE BALLE