DAÑOS POR VULNERACIÓN DEL DERECHO A LA INTIMIDAD

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DAÑOS POR VULNERACIÓN DEL DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL
ANTE LOS ESCRACHES
Por
JOSÉ Mª QUÍLEZ MORENO
Abogado del Ilustre Colegio de Cádiz, miembro del Grupo de Investigación número SEJ
287 "Proceso y Empresa" de la Universidad de Cádiz
Profesor adjunto de la Universidad Europea de Valencia
[email protected]
Revista General de Derecho Constitucional 20 (2015)
RESUMEN: El presente artículo pretende poner de manifiesto los posibles excesos del ejercicio
del derecho de manifestación, cuando se producen los llamados “escraches” ante los domicilios de
políticos y representantes públicos.
El nuevo escenario de la crisis económica está ocasionando un deterioro en el sentir ciudadano
respecto de la clase política. Una falta de confianza y sentimiento de abandono, que le hace
canalizar muchas de las frustraciones y situaciones difíciles a las que se enfrenta hacia la clase
política, considerándola culpable en muchos casos de sus males.
El rechazo se muestra a través de actos como los denominados “escraches”, que además de
tratar de poner en evidencia al político, intentan molestarlo y conseguir notoriedad para sus fines
reivindicativos.
Pero estas actuaciones no tienen en cuenta que los políticos también gozan de una protección
constitucional: del derecho a la intimidad reconocido en el artículo 18 de nuestra Constitución. Y si
bien los derechos que confiere este artículo se encuentran limitados en el caso de los
representantes públicos, no quiere ello decir que se les haya privado de este derecho.
Tienen así los políticos cauces procesales para luchar contra esas posibles intromisiones
ilegítimas, si bien la vía civil parece una mejor solución que la penal.
PALABRAS CLAVE: “Escrache”; derecho a la intimidad; derecho de manifestación; derecho al
honor; daños y perjuicios; proceso civil.
SUMARIO: 1.- Derecho de manifestación, libertad de expresión y escraches: Un momento de
reflexión. 2.- ¿Dañan los escraches el derecho a la intimidad personal y familiar?. 3.- En
conclusión.
ABSTRACT: This article aims to highlight the possible excesses of exercising the right of
demonstration when produced the called "escraches" just in front of the homes of politicians and
public representatives.
The new stage of the economic crisis is leading to a deterioration in the citizens feelings about
the political class. Lack of trust and feelings of abandonment, which makes them to channel many
of the frustrations and difficult situations toward the political class, considering culprit in many cases
of their ills.
The rejection is shown through acts as so-called "escraches" which besides trying to embarrass
the politician, it tries to bother and get notoriety for their protest purposes.
But these actions are not considering that politicians also enjoy constitutional protection: the
right to privacy recognized by Article 18 of our Constitution. And even though their rights under this
article are limited in case of public representatives, does not that mean that they have been
deprived of this right.
RGDC
ISSN: 1886-6212, núm. 20, Enero (2015)
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So politicians have legal remedies to combat those possible illegal interferences, although civil
proceeding seems a better solution than the criminal.
KEYWORDS: “Escrache”; right to privacy; right of demonstration; right to honor; punitive
damages; civil process.
SUMARY: 1. Right to demonstrate, freedom of expression and escraches: A moment of
reflection. 2. Do the "escraches" damage the right to personal and family privacy?. 3. To sum it up.
1.- DERECHO DE MANIFESTACIÓN, LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y ESCRACHES: UN
MOMENTO DE REFLEXIÓN
Hemos vivido recientemente, y aún se sienten sus coletazos, determinadas
situaciones de tensión social al hilo del derecho de manifestación, cuando determinados
colectivos de manifestantes, considerando que ejercían su legítimo derecho, realizaban
conductas que han sido cuestionadas desde el punto de vista doctrinal y jurisprudencial,
las cuales podían estar excediendo los límites del propio derecho bajo el cual se
amparaban, y que han propiciado actuaciones y denuncias en los juzgados por parte de
las personas que las sufrían, actuaciones que ha pasado a denominarse, comúnmente,
“escraches”.
Lo cierto es que resulta complicado delimitar tanto los conceptos como las líneas
rojas que suponen el quebrantamiento de los derechos que se pretenden ejercitar en
todos estos casos, máxime cuando las reivindicaciones de los manifestantes tienen un
hondo calado social y una repercusión mediática que hace mella en la población. Las
miradas se dirigen buscando un culpable, ignorando quizá la propia responsabilidad que
uno de forma individual pueda tener, si es el caso; pero el descontento social es
demasiado grande. La política se deteriora, los abusos se suceden, y el descontento
aumenta. Las presiones de grupos mediáticos, el juego subterráneo de la política, las
influencias exteriores, el desencanto, la desesperación…, todo juega para que finalmente
se destape un sentimiento reivindicativo contra el poder, contra el fuerte. Lo malo es
cuando dicho sentimiento excede determinados límites y puede ser confundido con una
amenaza o una coacción, o cuando la individualización de la protesta puede suponer una
intromisión en el derecho al honor de las personas. No, no es fácil clarificar todos los
elementos de la cuestión, por lo que será mejor comenzar por el principio.
Estamos acostumbrados a contemplar una manifestación lícita como una reunión
pública al aire libre, donde las personas que concurren manifiestan sus deseos y
2
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
1
sentimientos durante su asistencia . La ley lo permite, pero también impone límites. Se
precisa de una autorización por parte de la Autoridad gubernativa, que puede prohibir,
modificar fechas, lugares, itinerarios o duración de las manifestaciones, a través de
resolución motivada que comunicará a los promotores en el plazo máximo de 72 horas
desde que se hubiese producido la comunicación. Este tipo de resoluciones estará
basado en razones de alteración del orden público con peligro para personas y bienes,
como prevé el artículo 10 de la Ley Orgánica de 15 de julio de 1983, reguladora del
Derecho de Reunión, pudiendo los afectados recurrir en vía contencioso-administrativa
en otras 48 horas, a través del procedimiento especial previsto en la Ley 29/1998, de 13
de julio, reguladora de la Jurisdicción contencioso-administrativa, para la protección de
2
los derechos fundamentales de la persona .
Incluso puede llegar a ocurrir que una manifestación inicialmente lícita y autorizada
devenga en ilícita, cuando se constate la existencia de peligro para personas y bienes, el
uso de armas o uniformes paramilitares, etc., procediendo la Autoridad Gubernativa a
suspenderla o disolverla previa comunicación a los concurrentes de tal decisión.
Otro tipo de problemas surge, cada vez tristemente con más frecuencia, cuando al
término de una manifestación lícita, suspendida o disuelta, determinadas personas
continúan manifestándose generando disturbios, impidiendo el tránsito de personas y, en
extremos más graves, atentando contra bienes y fuerzas de seguridad, aprovechando el
amparo de la masa, e incluso con la vileza de esgrimir, como justificación de sus
violentas acciones, las emotivas y lícitas razones que se justificaban en la manifestación
inicial.
Los estudios que versan sobre el derecho de reunión y manifestación, acentúan su
carácter como auténtico derecho fundamental en un Estado Democrático. La garantía y
protección de estos derechos resulta fundamental para consolidar un sistema
democrático, lo cual ha venido siendo corroborado por varias resoluciones del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, el cual, a la vista del contenido del artículo 11 del
3
Convenio Europeo de Derechos Humanos , viene declarando desde hace tiempo que
1
Vid. artículo 21 Constitución Española. En el artículo 21 hay que distinguir dos apartados el
primero que genéricamente se refiere al derecho de reunión y el segundo que recoge unos
supuestos específicos del mismo: las reuniones en lugares de tránsito público. De esta forma la
afirmación general del párrafo primero se reduce a las reuniones que se celebren en lugares
cerrados o en lugares abiertos pero que no sean de tránsito público.
Más en: http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/sinopsis/sinopsis.jsp?art=21&tipo=2
2
Concretamente, el artículo 122 de la Ley 29/1998.
3
El mencionado artículo 11, referido a la libertad de reunión y de asociación, indica que: “1. Toda
persona tiene derecho a la libertad de reunión pacífica y a la libertad de asociación, incluido el
derecho de fundar con otras sindicatos y de afiliarse a los mismos para la defensa de sus
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este derecho “constituye uno de los fundamentos esenciales de una sociedad
democrática y una de las condiciones primordiales de su progreso y del desarrollo
individual» (STEDH de 20 de mayo de 1999). «Además, pluralismo, tolerancia y espíritu
de apertura, caracterizan a una “sociedad democrática”: aunque a veces haya que
subordinar los intereses de los individuos a los de un grupo, la democracia no consiste
en la supremacía constante de la opinión de una mayoría sino que obliga a un equilibrio
que garantice a las minorías un tratamiento justo y que evite todo abuso de una posición
dominante», (STEDH de 29 de abril de 1999).
Ahora bien… ¿qué está pasando recientemente con las reivindicaciones de
determinados colectivos que terminan concentrado sus protestas ante los domicilios o
lugares de trabajo de algunas personas, especialmente políticos, para dejarlos en
evidencia y cobrar así un protagonismo mediático que acentúe los motivos de sus
reclamaciones? ¿Acaso entran estas actuaciones dentro de la esfera del derecho de
manifestación, o se extralimitan? ¿Realmente se están produciendo figuras delictivas de
coacciones y amenazas? ¿En qué términos queda la libertad individual frente a esta
forma particular de ejercer el derecho de manifestación?
Las actuaciones que vienen siendo denominadas “escrache”, persiguen la puesta en
evidencia de alguien, y los procedimientos para hacer efectiva esa intención son muy
variados, bien sea con el uso de la palabra, bien con escritos, bien con actos que alteran
la estabilidad o tranquilidad de la persona a la que señala. Lo malo es que cuando dichas
fórmulas de puesta en evidencia traspasan determinados límites, es inevitable que el
derecho tenga que reaccionar frente tales conductas.
El auto del Juzgado de Instrucción nº 4 de Madrid, de 10 de mayo de 2013, decretaba
el sobreseimiento provisional y archivo de las actuaciones, al hilo de unos sucesos que
se produjeron como consecuencia de la concentración de unos manifestantes de la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) frente al domicilio de la Vicepresidenta
de Gobierno.
El Juzgado de Instrucción reconocía que tanto el ejercicio del derecho de la libertad
de expresión como el de manifestación, no supone el ejercicio de un derecho absoluto,
sino que tienen un límite cuando afecta a otros derechos y libertades fundamentales, en
cuyo caso habrá que ponderar el resultado. En tal sentido, consideraba el Juzgado de
Instrucción en su auto, al amparo de la doctrina del TC, que los límites de orden público
intereses. 2. El ejercicio de estos derechos no podrá ser objeto de otras restricciones que aquellas
que, previstas por la Ley, constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática, para la
seguridad nacional, la seguridad pública, la defensa del orden y la prevención del delito, la
protección de la salud o de la moral, o la protección de los derechos y libertades ajenos. El
presente artículo no prohíbe que se impongan restricciones legítimas al ejercicio de estos derechos
para los miembros de las Fuerzas Armadas, de la Policía o de la Administración del Estado”.
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Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
previsto en el artículo 21 de la Constitución Española
para restringir el derecho de
reunión y manifestación, deben ser cuidadosamente apreciados, de forma que se proteja
siempre que se pueda el ejercicio del derecho fundamental, para lo cual se emplearán
criterios de razonabilidad y proporcionalidad, tomando además como punto de referencia
el límite implícito del ejercicio del derecho, situándolo en el punto en el que se limitase el
ejercicio del derecho fundamental de otro de una forma irrazonable y desproporcionada.
En conclusión, el Auto del Juzgado de Instrucción, a pesar de la falta de
comunicación previa de los convocantes a la Autoridad Gubernativa de la celebración de
dicha manifestación, y de cómo se produjeron los actos (unos 20 minutos de
concentración frente al domicilio con frases reivindicativas pero sin mayor connotación
despectiva o amenazante), no observa conductas delictivas, pues en “los llamados
"escraches" ante los domicilios de determinados políticos en activo, este límite suele
encontrarse en el derecho a la libertad ideológica y al derecho a la intimidad, cuando las
manifestaciones se convocan con el único propósito de ofender y descalificar una
ideología o posición política concreta. También en el derecho al honor, a la intimidad y a
la propia imagen y en el derecho de libertad ambulatoria, en este último supuesto,
únicamente en casos flagrantes” (vid. razonamiento jurídico SEGUNDO), y ello, además,
tomando en consideración el hecho de que, como tiene declarado el TEDH, “los límites
de la crítica admisible son más amplios respecto a un político en ejercicio, contemplado
en este carácter, que los de un individuo particular pues a diferencia del segundo, el
primero se expone inevitable y conscientemente a un control permanente de sus hechos
y gestos tanto por los medios de comunicación como por el conjunto de los ciudadanos y
debe, por lo tanto, mostrar una mayor tolerancia. Tiene sin duda derecho el político a ver
protegida su intimidad, sobre todo en el marco de su vida privada, pero los imperativos
de esta protección deben ponderarse con los intereses del libre debate de las cuestiones
políticas. Las excepciones a la libertad de expresión y de reunión […] requieren una
interpretación restrictiva” (vid. razonamiento jurídico TERCERO)
A mi modo de ver, lo cierto es que el Auto analizado, desde la perspectiva
estrictamente penal, es plausible, pues a la vista de los hechos y testimonios recogidos,
no parece que surjan en puridad los diferentes tipos penales, amén de poder aplicar sin
mayores dificultades el principio de intervención mínimo del derecho penal. Pero
discrepo respecto a las posibles interpretaciones del contenido del derecho a la libertad
de manifestación en su variante de “escrache”, la inviolabilidad del domicilio, y los daños
en el honor de las personas que pueda producirse por tales actos; pero estas cuestiones
irán siendo analizadas más adelante en otros apartados y en las propias conclusiones de
este artículo.
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ISSN: 1886-6212, núm. 20, Enero (2015)
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Desde la perspectiva de autores como ASENS y PISARELLO, el escrache puede ser
considerado como una variante de la libertad de expresión y de los derechos de reunión
y manifestación, los cuales constituyen libertades preferentes en estrecha conexión con
los principios democráticos y el pluralismo, lo que les confiere una especial protección y
limita la posibilidad de restricción por parte de los poderes públicos a supuestos
excepcionales y con razones fundadas, sin que la perturbación u ofensa sea, en sí
misma, una razón de restricción suficiente, pues en un sistema democrático “el derecho
a la protesta es, sobre todo, el derecho a molestar al poder”. Y si bien el escrache
podría afectar a otros derechos como la intimidad o la vida privada y familiar de los
parlamentarios, no deben éstos ampararse en el anonimato o la incomunicación para así
eludir “opiniones molestas en lugares incómodos”, pues los políticos deben soportar
un escrutinio público más severo que el resto de ciudadanos, respondiendo ante ellos,
diariamente, “en espacios que van más allá del recinto parlamentario”, pudiendo ser
4
los alrededores del domicilio o del lugar de trabajo, uno de ellos .
Por el contrario, desde el punto de vista de DE LA IGLESIA, en opinión con la que
coincido más que la anterior, dejando de lado las manifestaciones frente a lugares de
trabajo o sedes políticas, lo cierto es que surge más problemática si tales
manifestaciones se producen ante el domicilio particular o lugar de disfrute de la
“privacidad de un cargo público”, pues entonces la finalidad del escrache “diverge de
la propia del derecho de manifestación”, pues lo cierto es que nadie tiene derecho a
ejecutar al amparo de un grupo en reunión aquello que la ley prohíbe fuera de dicho
grupo, pues el grupo no legitima para traspasar los límites legales, ni la unión hace la
fuerza, sino, a lo sumo, ofrece en estos casos elementos de ocultación y pérdida de las
5
razones de lo que hubiese sido antes una legítima reivindicación .
Esta cara y cruz del “escrache” nos lleva a preguntarnos si dicha modalidad de
reclamación o manifestación es o no una forma adecuada de ejercitar derechos
constitucionales, pues si consideramos los “escraches” como una simple modalidad más
de la materialización de un derecho fundamental recogido en el artículo 21 de nuestra
Constitución, la autoridad sólo podrá prohibir tales “manifestaciones” cuando existan
razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes.
Como bien ha comentado algún autor, este concepto del “orden público” debe
extraerse de nuestra propia Constitución Española, dado que la L.O. de 15 de julio de
1983, reguladora del Derecho de Reunión, no facilita noción del mismo. De este modo,
4
Vid. ASENS, J. y PISARELLO, G., “Los escraches”, Rev. Actualidad Jurídica Aranzadi, núm.
865/2013, parte cara, Ed. Aranzadi, Pamplona, 2013. (Las negritas no constan así en el original)
5
Vid. DE LA IGLESIA CHAMORRO, A. “Los escraches”, Rev. Actualidad Jurídica Aranzadi, núm.
865/2013, parte cruz, Ed. Aranzadi, Pamplona, 2013. (Las negritas no constan así en el original)
6
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
atendiendo al artículo 10 de nuestra Carta Magna, la dignidad de la persona, los
derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el
respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la
6
paz social .
En consecuencia, debemos estar vigilantes a una cuestión fundamental sobre la que,
en mi opinión, debe girar el ejercicio de esta modalidad del derecho de manifestación: no
se puede alterar ni afectar a la dignidad de la persona ni a sus derechos inviolables. De
esta forma, si las fórmulas utilizadas traspasan tales límites, el derecho debe reaccionar.
Pero…, ¿qué es lo que está ocurriendo? En mi opinión, deberían surgir dos
momentos diferenciados de reacción del Derecho. Por un lado, el de la posible reacción
por parte de la Autoridad gubernativa para limitar el ejercicio del derecho de
manifestación, lo cual debe ser visto desde una perspectiva restrictiva y protectora del
propio derecho fundamental, en aplicación del principio “pro libertate” tan proclamado
desde la jurisprudencia constitucional. La posible intervención restrictiva del Derecho
operaría sobre el genérico derecho fundamental de manifestación contenido en el
artículo 21 de la Constitución.
Por otro lado, el Derecho debe poder reaccionar cuando, realizadas determinadas
actuaciones al amparo del propio derecho fundamental de manifestación, las mismas
resultan abusivas y traspasan determinados límites, bien por afectar a la dignidad y
desarrollo de la persona o a los derechos que le son inherentes, o porque simplemente
no respeten la ley y los derechos de los demás. Se producirán, pues, reacciones desde
7
la perspectiva penal , e incluso cabría, como sostengo y analizaré con más detalle a
continuación, reacciones desde la perspectiva civil por lesiones del derecho a la
intimidad personal y familiar.
Fácilmente podemos decir que un político es una persona que debe estar sujeta, por
su cargo público, a una especial exposición a la crítica y a la reclamación por parte del
ciudadano corriente, pero no deja de ser una persona que sigue gozando de
determinados derechos, también el de la intimidad personal y familiar; y puede que este
derecho tenga que estar más acentuado, además, si precisamente por su imagen
pública, sujeta a esa mayor crítica de índole personal por las actuaciones en el ejercicio
6
Cfr. MARTÍN PALLÍN, J.A., “El “escrache”: ¿un delito o una forma de ejercitar derechos
constitucionales?”, Diario La LEY, nº 8090, de 24 de mayo de 2013, Ed. LA LEY, Las Rozas
(Madrid), 2013.
7
Vid., v.gr., CARRETERO SÁNCHEZ, A., “El exceso y abuso del derecho de manifestación lícita
y su reproche penal: el delito de desórdenes públicos del artículo 557 del Código Penal”, Diario La
LEY, nº 8246, de 7 de febrero de 2014, Ed. LA LEY, Las Rozas (Madrid), 2014, o MUÑOZ
CUESTA, F.J., “Una nueva forma de comisión del delito de desórdenes públicos en la sociedad
actual”, Rev. Repertorio de Jurisprudencia núm. 10/2007, Ed. Aranzadi, Pamplona, 2007.
7
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de su cargo y lo que ello puede afectar, pretende escindir y separar totalmente esa figura
pública y sus connotaciones de lo que estrictamente es su vida personal y familiar. Tener
un cargo público, y salir diariamente, o no, en los medios de comunicación, no supone
perder la intimidad personal y familiar; quizá haya incluso que protegerla de manera más
efectiva, pues no parece apropiado que pueda invadirse el terreno personal con una
reivindicación contra actuaciones y/o decisiones acometidas desde la estricta función
pública, máxime cuando se pretende que ciertas parcelas de dicho terreno personal
queden ajenas del fenómeno público que puede conllevar el impacto o repercusión del
cargo político.
2.- ¿DAÑAN LOS ESCRACHES EL DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y
FAMILIAR?
La protección de estos derechos en el orden civil trae su causa del artículo 18 de
nuestra Constitución Española #(§000001) ar, 18#, donde se garantiza el derecho al
honor, a la intimidad personal y familiar, y a la propia imagen, y que se materializa en la
Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo.
Como sabemos y hemos visto recientemente en los medios de comunicación,
estamos en una cuestión fronteriza entre el derecho penal y el civil, pues estos derechos
de la personalidad (honor, intimidad y propia imagen), cuentan con la protección penal
que les brindan los artículos del código penal relativos a las injurias, las calumnias, las
coacciones o la revelación de secretos.
Doctrinalmente se critica que la LO 1/1982 no distinga ni haya dado un tratamiento
8
distinto a cada uno de los derechos que se pretende proteger, pues son distintos . Desde
el punto de vista constitucional tales derechos se configuran desde una doble
perspectiva: son derechos autónomos contemplados en el artículo 18.1 CE; pero a su
vez son límites de otros derechos como el de libertad de expresión (art. 20.4 CE),
reunión o manifestación (art. 21 CE).
Si analizamos este artículo 18 de la Constitución, y seguimos la sinopsis realizada
9
sobre el mismo por algunos autores , debemos entonces destacar que el derecho a la
intimidad está vinculado a la esfera más reservada de las personas, a ese ámbito que se
pretende preservar de las miradas ajenas o que se desea mantener oculto a los demás
por pertenecer a su esfera más privada (SSTC 151/1997, de 29 de septiembre ),
vinculada con la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad que proclama el artículo
8
Cfr. OSSORIO SERRANO, J.M.: “Lecciones de Derecho de Daños”, Ed. LA LEY, Las Rozas
(Madrid), 2011, pág. 121 (en edición digital)
9
Vid., ELVIRA PERALES, A. y GONZÁLEZ ESCUDERO, A., sinopsis del artículo 18 de la CE, en
http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/sinopsis/sinopsis.jsp?art=18&tipo=2
8
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
10.1 CE. Así, el derecho a un espacio inaccesible de intimidad se reconoce incluso a las
personas más expuestas al público (STC 134/1999, de 15 de julio #/(§103906)#), y
lógicamente la intimidad, de acuerdo con el propio precepto constitucional, se reconoce
no sólo al individuo aisladamente considerado, sino también al núcleo familiar (SSTC
197/1991, de 17 de octubre o 231/1988, de 2 de diciembre ).
Lógicamente, la extensión del derecho se ve condicionada por el carácter de la
persona o el aspecto concreto de su vida que se ve afectado, de acuerdo también con
las circunstancias particulares del caso.
Debemos tener muy presente que las injerencias a la intimidad no provienen sólo de
excesos en las libertades de expresión o información, al contrario, la protección del
derecho se muestra imprescindible también en ámbitos como la intimidad del domicilio, a
supuestos en los que se produce una agresión ambiental, ya provenga esta de ruidos u
olores (STC 16/2004 , sobre el ruido y la STS de 13 de octubre de 2008, sobre el ruido
producido por el aeropuerto de Barajas). Esta inviolabilidad del domicilio vinculada al
derecho a la intimidad de las personas, que protege el ámbito donde la persona
desarrolla su intimidad al amparo de miradas indiscretas, obligó en su momento a que el
Tribunal Constitucional haya dado al término domicilio un significado mucho más amplio
que el otorgado por el Código Civil, pues es ahí, en dicho espacio, donde el individuo
vive ejerciendo su libertad más íntima, al margen de convenciones sociales, sin que sea
necesaria la penetración física incluso, sino que basta la que se efectúe con aparatos
visuales o auditivos.
Con todo, para que se produzca un reproche legal, debe existir una intromisión
ilegítima. Es lo que recoge el propio artículo 1.1 de la LO 1/1982, es decir, proteger al
ciudadano frente a intromisiones ilegítimas en los derechos que le son reconocidos por el
artículo 18 CE. Pero claro, la propia ley reconoce que este concepto de intromisión
ilegítima es un tanto relativo, de forma que lo que en ocasiones puede ser considerado
como intromisión, no lo será en otras situaciones, pues la protección legal quedará
delimitada por la ley y los usos sociales, atendiendo al ámbito que, por sus propios actos,
10
mantenga cada persona reservado para sí misma o su familia .
Esto lo considero un punto crucial, pues así como estamos acostumbrados a que
determinados personajes públicos, especialmente del espectáculo, limiten su ámbito
reservado en beneficio de una mayor difusión de su imagen, lo cierto es que podemos
estar cometiendo el error de considerar que todo personaje público, y en este caso el
político, debe ceder también su ámbito privado por el simple hecho de ser sujeto y cargo
10
Cfr. Art. 2.1 de la Ley Orgánica 1/1982
9
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público y, en consecuencia, hacer prevalecer frente al mismo otros derechos como el de
expresión o manifestación.
Pero… si el político, cuya imagen pública es consustancial en muchos casos al cargo
que ocupa sin tan si quiera pretenderlo, procura mantener reservado para sí y su familia
al máximo posible su intimidad personal, ¿qué necesidad hay que violentar dicho espacio
para simplemente “ponerlo en evidencia” al estilo “escrache” a raíz de actuaciones de su
ámbito de actuación política o pertenencia a un determinado partido político contra cuyas
determinadas decisiones se protesta en legítimo ejercicio genérico de derecho de
manifestación? ¿Es realmente necesaria la publicidad mediática que, al amparo del
genérico derecho de manifestación, ofrece el “escrache” para protestar contra
determinadas actuaciones o corrientes políticas?
Desde luego, mediáticamente hablando, el efecto no es el mismo. No es igual una
manifestación de cualquier grupo con pancartas, gritos, cánticos, etc., recorriendo un
itinerario concreto, que otra exactamente igual pero que se concentra en un momento
determinado frente a la casa de un político para dirigir contra el mismo toda clase de
diatribas; señalándolo frente a todos por su corriente o actuación política en su labor
pública, sí, pero ¿cantando o gritando bajo su ventana, llamando al timbre de su casa,
pintando su fachada, rompiendo sus buzones, etc. para sorna y deleite de muchos o
pocos? Aquí hay algo que no está funcionando correctamente, y el malestar social no
puede servirnos de excusa, ni tan siquiera sirviéndonos del recurso de cubrirlo con la
manta del derecho de manifestación.
Sostiene el Tribunal Supremo que los famosos también son titulares de estos
derechos, pero que “su protección se reserva únicamente al ámbito que voluntariamente
11
han querido inequívocamente mantener en secreto” (STS 25-2-2009 ) . Si esto se
proclama de los famosos, ¡cuánto no más de aquellas personas cuya fama es atribuida
simplemente por su cargo público, y que de forma inequívoca desean mantener en lo
posible su anonimato desligando su faceta pública e institucional de lo que supone su
vida personal y familiar, a la que en muchas ocasiones han tenido que renunciar en
muchos aspectos por motivos de su cargo!
Como digo, no hace falta exagerar tampoco las conductas. Esas simples
concentraciones que, de forma aparentemente “espontáneas” se producen ante los
domicilios de determinados políticos, con gritos y consignas varias, bastan para romper
el ámbito de privacidad que han querido reservar dichas figuras públicas. El contexto, el
malestar, la situación dramática de los manifestantes, el número mayor o menor de ellos,
el eco mediático, el seguimiento en las redes sociales…, no son elementos
11
STS (Sala de lo Civil, Sección 1ª), Sentencia nº 124/2009, ponente, Excmo. Sr. Ignacio Sierra
Gil de la Cuesta.
10
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
suficientemente legitimadores de una quiebra del derecho a la intimidad personal y
familiar.
Lo que ocurre es que es difícil luchar contra corriente, y más en temas de hondo
impacto social y de reflejo en foros de internet y con amplia cobertura mediática. No se
trata, al decir esto, de estar en desacuerdo, ni con el derecho de manifestación, ni quizá
con el fondo de las reivindicaciones. Pero cada cuestión debe ser analizada de manera
objetiva, y en este caso, desde mi punto de vista, res ipso loquitur: nos hemos dejado
vencer por la subjetividad y el impacto del momento.
Porque debemos tener en cuenta, como dice la Sentencia del TS antes mencionada,
que la intimidad personal y familiar «tiene por objeto garantizar al individuo un ámbito
reservado de su vida vinculado con el respeto de su dignidad como persona (art. 10.1
CE), frente a la acción y el conocimiento de los demás, sean éstos poderes públicos o
simples particulares. De suerte que el derecho a la intimidad atribuye a su titular el poder
de resguardar ese ámbito reservado, no sólo personal sino también familiar (SSTC
231/1988, de 2 de diciembre y 197/1991, de 17 de octubre ), frente a la divulgación del
mismo por terceros y una publicidad no querida. No garantiza una intimidad
determinada sino el derecho a poseerla, disponiendo a este fin de un poder jurídico
sobre la publicidad de la información relativa al círculo reservado de su persona y su
familia, con independencia del contenido de aquello que se desea mantener al abrigo del
conocimiento público. Lo que el Art. 18.1 CE garantiza es, pues, el secreto sobre
nuestra propia esfera de vida personal y, por tanto, veda que sean los terceros
particulares o poderes públicos, quienes decidan cuáles son los contornos de
nuestra vida privada» -Sentencia de 6 de noviembre de 2003 , traída a colación por la
más reciente de 13 de noviembre de 2008 , con cita de la de 22 de abril de 2.002 y
también de las Sentencias del Tribunal Constitucional 231/1988, de 2 de diciembre ,
197/1991, de 17 de octubre y 115/2.000, de 10 de mayo SIC-. En esta misma línea, la
reciente Sentencia de 26 de septiembre de 2008, también citada por la de 13 de
noviembre de este mismo año, recuerda que el derecho a la intimidad «implica la
existencia de un ámbito propio y reservado de la vida frente a la acción y el
conocimiento de los demás referido preferentemente a la esfera estrictamente
personal de la vida o de lo íntimo, imponiendo a los terceros el deber de abstenerse
de toda intromisión en esa esfera y la prohibición de hacer uso de lo conocido,
salvo justificación legal o consentimiento del afectado», y que «aunque la intimidad se
reduce cuando hay un ámbito abierto al conocimiento de los demás, el derecho
constitucional no se ve minorado en el ámbito que el sujeto se ha reservado,
porque a nadie se le puede exigir que soporte pasivamente la revelación de datos,
reales o supuestos, relevantes de su vida privada o personal, los cuales no cabe
11
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12
desvelar de forma innecesaria» . ¿Por qué invadir ese espacio de vida personal y
familiar que se ha reservado, con reivindicaciones varias? ¿Por qué debe darse
publicidad a la invasión de ese espacio privado, incluida la ubicación del domicilio que
muchas personas quizá no conocían?
Como digo, debe existir una intromisión ilegítima, y muchas de las posibles
intromisiones, vienen recogidas en el artículo 7 de la L.O. 1/1982. Y digo muchas de las
posibles, porque como antes destaqué no se trata de un numerus clausus, ya que las
injerencias a la intimidad no provienen sólo de unos posibles excesos en las libertades
de expresión o información, pues se amplía la protección del derecho en ámbitos como
la intimidad del domicilio a supuestos en los que se produce, por ejemplo, una agresión
13
ambiental por ruidos u olores .
No obstante, si quisiéramos encontrar una posible tipificación de la posible intromisión
ilegítima dentro de este artículo 7, en el caso de los “escraches”, no creo que tuviésemos
excesivos problemas en identificar tales conductas con la redacción de su apartado 7:
“La imputación de hechos o la manifestación de juicios de valor a través de acciones o
expresiones que de cualquier modo lesionen la dignidad de otra persona, menoscabando
su fama o atentando contra su propia estimación”.
Estamos hablando, pues, de manifestaciones de juicios de valor a través de acciones
14
o expresiones, que de forma evidente en mi opinión , lesionan la dignidad de la
persona, pues invaden la esfera de privacidad que se ha pretendido reservar frente a la
acción y el conocimiento de los demás, pues recordemos que el derecho a la intimidad
está vinculado a la esfera más reservada de las personas, y ello está estrechamente
vinculado con la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad que proclama el artículo
10.1 CE, siendo este espacio inaccesible de intimidad reconocido incluso a las personas
más expuestas al público (STC 134/1999, de 15 de julio), y lógicamente también a su
núcleo familiar (SSTC 197/1991, de 17 de octubre o 231/1988, de 2 de diciembre ).
Nos gustará más o menos; consideraremos que el político de turno no merece el
reconocimiento de tal derecho por ser indigno a la vista de su actuación pública. Pero lo
cierto es que no podemos ignorar que no somos nosotros quienes supuestamente
estamos legitimados para tomarnos la justicia por nuestra propia mano y así delimitar a
12
Vid. STS (Sala de lo Civil, Sección 1ª), Sentencia nº 124/2009, ponente, Excmo. Sr. Ignacio
Sierra Gil de la Cuesta. (Cursivas y negritas no constan, sino que son elementos destacados por
este autor)
13
Vid, v.gr., además de las que se mencionaron anteriormente, la STS, Sala de lo Civil, de 29 de
abril de 2003, sentencia núm 431/2003, ponente Excmo. Sr. José Almagro Nosete.
14
Fíjese el lector que el texto del artículo 7.7 de la Ley Orgánica 1/1982 habla de acciones o
expresiones que “de cualquier modo” lesionen la dignidad.
12
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
nuestro antojo cuáles son los contornos de la vida privada de los demás, salvo, claro
está, que dejemos llevarnos por el falso y fácil reclamo del vocerío y la propaganda; la
legitimación de la masa basada en veleidades que aprovecha la desesperación del débil.
Verdaderamente, esta difamación, esta imputación de hechos o manifestación de
juicios de valor a través de acciones o expresiones, no requiere siquiera de una
divulgación para ser considerada intromisión ilegítima. El propio precepto no lo requiere.
Pero es que la manera en cómo se produce la misma provoca precisamente la
divulgación, pues se produce en el contexto de una manifestación, que como hemos
señalado tiene un carácter público y no privado, con independencia del número de
posibles receptores del mensaje. Y peor aún resulta cuando a tales actos se les da una
cobertura mediática, pues se está ampliando la divulgación y poniéndola al alcance de
un público más numeroso.
El objetivo y legitimidad de la manifestación se ha desvirtuado; ha perdido su sentido;
se ha deteriorado; se ha envenenado…Se produce ya un carácter intimidatorio,
singularizando al destinatario, para conseguir la notoriedad pública de la protesta y la
influencia en la opinión pública frente a un grupo político, a costa de la quiebra del
derecho a la intimidad personal y familiar de una persona. Se trata de un “hacerse oír” a
costa de un derecho constitucionalmente protegido, disfrazando las actuaciones con el
vestido de otro hermoso derecho constitucional que queda tristemente ensuciado.
Dentro de este artículo 7.7 de la L.O 1/1982, debemos entender también que los
insultos son, en realidad, una manifestación de juicio de valor a través de expresiones
que lesionan la dignidad de la persona. No es necesario este tipo de actuaciones, pues
la Constitución no otorga un derecho al insulto bajo el manto protector de la libertad de
expresión y/o manifestación, sino al contrario; excluye las expresiones absolutamente
vejatorias que, al margen de su veracidad, sean ofensivas o ultrajantes y resulten
15
impertinentes para expresar opiniones o informaciones .
A nadie se le escapa que en un momento determinado pueden expresarse palabras
de mayor calibre en el curso de una manifestación, que fácilmente podrían ser
encuadrables entre los insultos habituales, y que pueden quedar amparados por la
libertad de expresión a resulta del contexto y situación en el que se producen, pero otros
no. Es decir, no resulta igual “insultar” de modo genérico a los miembros de un partido, o
hacerlo contra una persona concreta en un momento puntual del recorrido de una
manifestación, que plantarse frente a su domicilio particular, y peor junto a su familia y
con menores de edad, para proferir expresiones vejatorias, ofender, insultar o
15
Vid. v.gr. STC 77/2009 del 23 de marzo de 2009
13
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menospreciar. El contexto y la situación se han modificado. Se está aprovechando el
cobijo de la masa para simplemente ofender y, en cierto modo, amedrentar.
Imaginemos dos situaciones similares a modo de ejemplo: En un primer caso, nos
encontramos ante los seguidores de un equipo de fútbol que, en número de unos 150, se
han desplazado hasta el domicilio del árbitro que dirigió el pasado encuentro del equipo
para el ascenso a 2ª división B, partido que el equipo de dichos aficionados perdió y que,
como atestiguan las imágenes de televisión, se debió a un inexistente penalti pitado por
el árbitro en su contra. Frente a la casa se juntan y lanzan gritos con megáfonos
llamándole “chorizo” y “ladrón”, “pesetero” y “estafador”, amén de acordarse de varios
miembros de su familia de forma poco decorosa.
En un segundo caso, se ha plantado frente al domicilio de un político una plataforma
de vecinos que, ante la ejecución de diversos planes urbanísticos, no está conforme con
muchas de las actuaciones que pretenden llevarse a cabo, lanzando igualmente gritos
con megáfonos llamándole “chorizo” y “ladrón”.
Ambas situaciones son idénticas, realmente. Sin duda, nos parece poco apropiada la
primera de ellas; una exageración esa forma de protesta llevada al extremo de insultar y
vociferar en masa frente a la casa del árbitro. Pero es que la segunda situación es igual,
en realidad. ¿Pueden existir diferencias entre ambas situaciones? ¿Quizá sí? Veámoslas
para descubrir que no son tales.
La primera de ellas haría referencia al cargo público que ejerce el político, que lo deja
más expuesto a la crítica y al hecho de tener que soportarla dentro de unos
determinados límites que, como expondré a continuación, se han sobrepasado. La
segunda posible diferencia sería la aparente falta de comunicación y autorización previa
de la “manifestación” frente a la casa del árbitro, pero lo cierto es que muchas de las
reivindicaciones frente a los domicilios de los políticos se han realizado sin comunicación
ni autorización previa de la pretendida manifestación, que no es tal, en realidad, sino una
simple concentración ante la casa de un político con fines meramente de
propagandísticos y reivindicativos para la causa o sus intereses propios; para hacerse
oír, en definitiva, molestando y tomando protagonismo.
Como había apuntado antes, el ejercicio del cargo público del político lo deja más
expuesto a la crítica y al hecho de tener que soportarla. La pregunta que se nos plantea
es si ello comporta una excepción a la supuesta intromisión ilegítima del escrache. Es
decir: si el escrache es una manifestación crítica, una puesta en evidencia, ¿no está el
político obligado a soportarla?
El político se expone inevitable y conscientemente a un control atento de sus gestos y
ademanes tanto por los periodistas como por la masa de ciudadanos; debe, por
consiguiente, mostrar una mayor tolerancia. Las personas públicas y los políticos, debido
14
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
a las funciones que desempeñan, se exponen por vocación a la crítica y deben, en
consecuencia, mostrar una tolerancia mayor respecto a los discursos polémicos e incluso
16
los insultos dirigidos contra ellos .
Pero lo cierto es que toda esta exposición a la crítica viene sujeta a unas
circunstancias primordiales:
1º Su actuación pública concreta, que no su pertenencia a un determinado partido
político.
2º Los antecedentes de un posible discurso o posicionamiento más o menos extremo de
dicho político respecto a la defensa de posiciones contrapuestas. Evidentemente, a
mayor protagonismo y mayor vehemencia en el discurso de defensa de las posiciones
políticas, mayor exposición a la crítica y al tono de la misma.
El escrutinio público al que debe someterse la actividad política de los representantes
elegidos democráticamente ampara el ejercicio de un derecho de crítica de sus
concretas actuaciones y, por tanto, de abierta discrepancia político-ideológica. Sin
embargo, ello no supone que quien desempeña dichos cargos públicos o de
responsabilidad política quede despojado totalmente, en el contexto de un debate
público crítico, de la protección constitucional que deriva de su derecho al honor, sino
que simplemente la tolerancia a la crítica debe ser mayor que para el caso de simples
particulares.
Ya el artículo 8.2 de la L.O. 1/1982 consideraba que no existía “intromisión ilegítima”
en los casos del derecho a la propia imagen, cuando la captación, reproducción o
publicación de la misma sea respecto de personas que ejerzan un cargo público y la
imagen se capte durante un acto público o en lugares abiertos al público.
Por lo tanto esa mayor tolerancia a la crítica no debe suponer la claudicación del
derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El político deberá asumir que su
derecho al honor es menor; deberá soportar expresiones hirientes; deberá ver expuesta
su imagen a la crítica, la sátira o la burla, incluso durante el curso de una manifestación.
Pero todo ello respetando siempre el límite del derecho a la intimidad y la privacidad. En
mi opinión, ése debe ser el límite que de ningún modo puede sobrepasarse, pues de lo
contrario ese mayor deber de tolerancia del político queda a los pies de los caballos, y
expuesto a un posible abuso del derecho de manifestación o de expresión.
Nada tiene que ver la intimidad del político con sus actuaciones públicas, por lo que la
crítica y su grado tolerancia deben jugar y medirse extramuros de ese derecho a la
16
Vid. STEDH (Gran Sala) de 22 de octubre de 2007, Caso Lindon, Otchakovsky-Laurens y July
contra Francia.
15
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intimidad; sobrepasar ese muro es vulnerar el derecho, pues recuérdese que el derecho
a la intimidad está vinculado a la esfera más reservada de las personas, a ese ámbito
que se pretende preservar de las miradas ajenas o que se desea mantener oculto a los
demás por pertenecer a su esfera más privada, lo cual se vincula con la dignidad y el
libre desarrollo de la personalidad que proclama el artículo 10.1 CE, teniendo en cuenta
que el derecho a un espacio inaccesible de intimidad se reconoce incluso a las personas
más expuestas al público, y lógicamente la intimidad, de acuerdo con el propio precepto
constitucional, se reconoce no sólo al individuo aisladamente considerado, sino también
17
al núcleo familiar .
Como acertadamente se ha comentado “el principio de legalidad del art. 18 de la
Constitución es muy claro: en su interpretación amplia, comprende el derecho a no
padecer inmisiones que, por su intensidad y gravedad, no solo perturban, sino que llegan
a imposibilitar la vida personal y familiar en el domicilio. Lo que se reconoce al ciudadano
es el derecho a vivir sin ser perturbado por la acción de otros, sin excepción alguna. Y
18
somos todos ciudadanos sin excepción” .
Desde luego, para que el mensaje que se pretende transmitir llegue a un
representante político, existen lugares alternativos distintos de su domicilio particular, y
donde se puede alcanzar la suficiente repercusión en la opinión pública y medios de
comunicación. Resulta injustificado el derecho de manifestación cuando se programa el
domicilio particular del político como lugar de concentración, con la finalidad de presionar
su voluntad política mediante la injerencia en su ámbito más íntimo y personal,
traspasando los límites de la tolerancia a la que está sujeto y, en consecuencia,
vulnerando su derecho a la intimidad personal y familiar que se vincula con la propia
personalidad y la dignidad de la persona.
Lo contrario supone abrir la veda, consentir y hacer creer que es este tipo de presión
social, cercana incluso a figuras penales de coacción y amenazas, son lícitas y en cierto
modo comprensibles, lo cual puede llevar finalmente a mayores estadios de presión y
alteraciones de orden público.
Parecen cobrar así mayor sentido las resoluciones de ciertos Tribunales Superiores
de Justicia, como el de Aragón o el del País Vasco que, en relación con los derechos de
reunión y manifestación del artículo 21 de la Constitución Española, y tras la denegación
por la autoridad administrativa y la alteración del lugar de reunión elegido por coincidir la
concentración con el domicilio de un representante político sobre el que van dirigidas las
17
Vid. SSTC 151/1997, de 29 de septiembre, 134/1999, de 15 de julio 197/1991, de 17 de
octubre o 231/1988, de 2 de diciembre.
18
SOLA PASCUAL, A., “Los escraches practicados ante domicilios particulares”, Rev. Actualidad
Jurídica Aranzadi, núm 868/2013, Ed. Aranzadi, Pamplona, 2013.
16
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
protestas, estiman dichos tribunales que se produce un ataque a la integridad moral y al
19
entorno familiar del político: una injerencia injustificada .
Así, frente a la pretendida manifestación para protestar contra la política educativa,
concentrándose ante la puerta del domicilio de la Consejera de Educación, y a pesar de
usar los manifestantes en su recurso los argumentos del famoso Auto del 10 de mayo de
2013 de J.I. núm. 4 de Madrid y considerar que se criminalizaba la manifestación, el TSJ
de Aragón es contundente al señalar que:
“La parte actora no ha sido todo lo explícita que hubiera sido deseable sobre la
intención o no de realizar actos de protesta frente al domicilio de la Consejera pero
sus propios actos anteriores y presentes denotan esa intención. Es claro que el
mantenimiento de este proceso, no obedece a otra causa, pues como se ha
reiterado en la vista, la manifestación no se prohíbe sino que se modifica su
recorrido. Se evita la calle donde vive la Consejera y se autoriza otro recorrido por
la Calle Don Jaime a unos 100 metros, con salida y llegada a los dos puntos
propuestos de salida y llegada.
En el expediente constan suficientes hechos precedentes para tener por
acreditado que esa es la intención del Sindicato. Sin entrar en otras cuestiones la
Sala valora que el Sindicato ya se manifestó y concentró frente al domicilio de la
Consejera el 9 de mayo de 2013 tal y como se aprecia en las fotografías donde se
ven banderas del Sindicato CGT. A parte de otros precedentes de la "marea
verde" increpando, insultando y amenazando a la Consejera el 1 de junio de 2012
(doc. 2), 14 de diciembre de 2012 (doc. 3) acompañándola por la calle, colgada de
carteles y tupperwares en la puerta de su domicilio, el 12 de enero de 2013 (doc.
5). Hechos que han determinado el informe del Jefe Superior de Policía de
Zaragoza de 4 de mayo de 2013 (doc. 13) en el que solicita que ante la escalada
de concentraciones y actuaciones de los manifestantes contra la política educativa
del Gobierno de Aragón que se personaliza en la figura de la Consejera y hasta
que no se reduzca la presión social y la creencia de que este tipo de coacciones
son lícitas y comprensibles es necesario para evitar un segundo estadio de
alteraciones del orden público (sentadas o acampadas, o incluso acceder al
interior del portal) no permitir manifestaciones o concentraciones que pasen por el
domicilio de la Consejera.
La conclusión de esta prueba no es otra que la de que la manifestación
19
STSJ de Aragón, núm 355/2013, de 20 de mayo, Sala de lo Contencioso-Administrativo,
ponente Ilmo. Sr. D. Juan Carlos Zapata Hijar; y STSJ del País Vasco, núm 219/2013, de 16 de
abril, Sala de lo Contencioso-administrativo, Secc. 2ª, ponente Ilma. Sra. Ana Rodrigo Landazábal.
17
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solicitada tiene también entre sus fines concentrarse ante el domicilio de la
Consejera.”
El TSJ de Aragón, en la sentencia mencionada, tras recoger diversas Sentencias del
TC relativas a la inviolabilidad del domicilio y a la intimidad personal y familiar, (SSTC,
66/1995; 150/2011; 171/1999; 22/1984; 186/2000; 202/1999), considera que “la
celebración de una concentración ante un domicilio particular, donde vive la persona a la
que se dirige el mensaje, constituye una perturbación en su derecho a la intimidad
personal y familiar. Y, en segundo lugar, en el caso concreto, se trata de una
perturbación desproporcionada del derecho a la intimidad personal y familiar, que no
tiene que ser soportada por el destinatario del mensaje que pretenden transmitir los
convocantes”. (F.J. SEGUNDO).
Añade la Sala que: “Ciertamente el lugar de la concentración no es indiferente. Pero
dada la colisión de derechos e intereses constitucionalmente relevantes que resultan
comprometidos en el hecho de que se programe por los organizadores la concentración
delante del domicilio particular de un representante político, estima la Sala que debe
prevalecer el derecho a la intimidad personal y familiar de la persona, cuando, como
sucede en este caso, la intromisión no se revela ni necesaria ni proporcionada para
alcanzar el fin legítimo de la concentración”.
Como corolario, indica la Sala de modo plausible que: “Se alegó, en el trámite de
audiencia, que la circunstancia de que el destinatario del mensaje fuera representante
político, y puesto que el representante político lo es durante los 365 días del año, las 24
horas del día, justificaba que debiera soportar un mayor margen de injerencia en su vida
privada o familiar. Pero, el hecho de ser representante político no conlleva una renuncia
a su ámbito de privacidad, o la de su familia o entorno más próximo. Y lo que, en el
criterio de la Sala, no puede considerarse proporcionado es la utilización de la injerencia
en la vida privada, mediante la utilización de una concentración ante el domicilio
particular, como medio de presión para mover la voluntad de un representante político en
un Estado democrático, donde existen cauces de participación pública y política, que
posibilitan la repercusión pública del mensaje reivindicativo, sin que se comprometan
desproporcionadamente otros derechos fundamentales”.
Siempre ha de existir un ámbito privado, como es el domicilio del servidor público,
que debe mantenerse ajeno a cualquier actividad pública, y que no debe ser vulnerado
por las personas que legítimamente pueden discrepar de su acción de gobierno. Ni
siquiera la trascendencia pública, ampliada por la curiosidad que ofrece este tipo de
acciones, justifica esa intromisión, pues en caso contrario se produce un perjuicio o
daño.
18
Quílez Moreno - Daños por vulneración del derecho a la intimidad personal ante los escraches
Ese daño se presumirá siempre que se acredite la intromisión ilegítima. La
indemnización se extenderá al daño moral, el cual se valorará atendiendo a las
circunstancias del caso y a la gravedad de la lesión producida, teniendo en cuenta
también, y ello es importante, la difusión o audiencia del medio y el beneficio que haya
obtenido el causante de la lesión.
Con independencia de las posibles sanciones administrativas que puedan concurrir,
lo cierto es que debemos considerar como responsables civiles de tales daños a los
organizadores o promotores de las reuniones en lugares de tránsito público o
manifestaciones, es decir, a las personas físicas o jurídicas que hayan suscrito la
preceptiva comunicación. Asimismo, aun no habiendo suscrito o presentado la
comunicación, también se considerarán organizadores o promotores quienes de hecho
las presidan, dirijan o ejerzan actos semejantes, o quienes por publicaciones o
declaraciones de convocatoria de las mismas, por las manifestaciones orales o escritas
que en ellas se difundan, por los lemas, banderas u otros signos que ostenten o por
cualesquiera otros hechos pueda determinarse razonablemente que son directores de
20
aquellas .
3.- EN CONCLUSIÓN
Baste con indicar la importancia que tiene el derecho de manifestación en nuestras
sociedades democrática. Más lo que lo hace fuerte y relevante, a la vista del contenido
del artículo 11 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, es precisamente la
aceptación del pluralismo y la tolerancia, respetando y garantizando a las minorías un
tratamiento justo y que evite todo abuso de una posición dominante, pero sin caer
precisamente en un giro de 180 grados que haga invertir la supuesta posición
dominante, donde la supuesta minoría se convierte en mayoría de presión, o al menos
en mayoría reivindicativa y mediática que disfruta del derecho de manifestación sin
ningún tipo de cortapisas.
La actividad política de los representantes elegidos democráticamente debe estar
sujeta al ejercicio de un derecho de crítica de sus concretas actuaciones y, por tanto, de
abierta discrepancia político-ideológica. Pero no podemos olvidar que quien desempeña
un cargo público o de responsabilidad política, no puede quedar despojado totalmente,
en ese contexto de un debate público crítico, de la protección constitucional que deriva
de su derecho al honor.
20
Vid. art. 23 de la LO 1/1992, de 21 de febrero, de Seguridad Ciudadana, o el art. 30 del
Proyecto de Ley 105-1 de Protección de la Seguridad Ciudadana (B.O.CC.GG - Congreso de los
Diputados, de 25 de julio de 2014)
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Así, aun debiendo existir una mayor tolerancia a la crítica, no debe suponer la
claudicación del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. Será menor la
protección, sin duda. Pero deberá ser respetado siempre el límite del derecho a la
intimidad y la privacidad, so pena de convertir el derecho de manifestación o de
expresión en un abuso, pues nada tiene que ver la intimidad del político con sus
actuaciones públicas, por lo que la crítica y su grado tolerancia deben jugar y medirse
extramuros de ese derecho a la intimidad, ya que sobrepasar ese muro supone vulnerar
el derecho, si tenemos en cuenta que tal derecho a la intimidad está vinculado a la
esfera más reservada de las personas que se conecta con la dignidad y el libre
desarrollo de la personalidad que proclama el artículo 10.1 CE, algo que se reconoce
incluso a las personas más expuestas al público, y lógicamente la intimidad, además de
ser reconocida de forma aislada, debe ser considerada también en relación al núcleo
familiar.
La protección ante la vulneración de esta intimidad en el caso de los “escraches”, se
canaliza con ciertas dificultades en el entorno del derecho penal, aunque no es
descartable, pues no siempre son fáciles de apreciar todos los elementos característicos
del ilícito penal ni concurren todos los elementos de la concreta figura delicitiva.
Parece más oportuna la vía civil de protección de estos derechos, especialmente
cuando la intromisión ilegítima excede esos límites de la crítica y se concentra en la
simple figura individual de la persona, con independencia del ejercicio público que
realice; cuando el objetivo no es otro que molestar y protestar, en un entorno que invade
el especio de privacidad que el político se ha reservado para sí y su familia.
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21
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