Clase 4. EN EL PRINCIPIO Cómo comenzó todo. La causa de los

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IGLESIA CRISTIANA CASA JOSUE
“El poder liberador de la Gracia”
David A. Seamands
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Clase 4. EN EL PRINCIPIO
Cómo comenzó todo.
La causa de los obstáculos a la gracia que contribuyen al cristianismo de estilo de autorrealización,
tiene como centro del problema, el pecado. Este es la raíz de lo que se describe como enfermedad
maligna y la razón por la cual la conducta perfecta nunca puede curarlo. El corazón del problema, es el
problema del corazón: caído, enfermo e incapaz de cambiarse a sí mismo.
A todos nos gustaría que las cosas fueran perfectas, pero el engaño fundamental de tal deseo es que
no tenemos tal opción. La perdimos y ya no podemos decir que algo sea perfecto en este mundo
imperfecto. ¿Algo fue perfecto alguna vez? Sí, pero ha caído de la posición que tenía, algo pasó que
destruyó su perfección, lo que significa que la vida no nunca puede ser perfecta de nuevo, al menos en
este planeta y en el sentido que lo fue en su origen. Algún día lo será, pero se necesitarán “un cielo
nuevo y una tierra nueva” (Apocalipsis. 21:1). Aquí y ahora, la vida puede ser perfecta sólo en un
sentido nuevo y diferente, por medio de la gracia de Dios dada gratuitamente.
Para entender esto debemos volver al principio como lo hizo Jesús cuando le preguntaron sobre la
diferencia obvia entre el plan de Dios y el modo de este mundo caído en lo referente al matrimonio:
“Más en el principio no fue así” (Mateo 19:8). Siguiendo el ejemplo de Jesús volvamos a la creación.
La creación perfecta
Los creyentes sabemos que la idea de lo perfecto viene del Dios perfecto que creó el mundo perfecto
con seres humanos perfectos hechos a su imagen perfecta. En cada paso del proceso de la creación
Dios declaró que era bueno (Génesis 1:1, 18, 21 y 24) y al final del proceso cuando creó a la humanidad
a su propia imagen, varón y hembra los creó y vio Dios que lo que había hecho era bueno en gran
manera (Génesis 1:31). Solo al crear Dios a los seres a su propia imagen, fue que consideró la creación
“buena en gran manera”.
Santiago 1:17 añade la importante palabra “perfecto” para describir los dones creados por Dios.
Pensemos en la perfección completa de la creación buena de Dios, según lo narra los capítulos 1 y 2 de
Génesis:
a) Perfección universal, Dios hizo un universo perfecto gobernado por leyes perfectas, Génesis
1:1-9, 14-18, describe la creación del cielo y de la tierra: la luz, el firmamento, la tierra; los
mares, la vegetación; el sol, la luna y los planetas; todas las criaturas vivas con provisión para
su sustento.
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b) Perfección ecológica, Dios hizo un mundo perfecto de plantas y animales con un equilibrio
perfecto entre ellos, Génesis 1:11-13, 20-25 y 30, describe el modo en que Dios proporcionó
alimento y sustento para toda la creación.
c) Perfección psicofísica, Dios hizo un hombre y una mujer perfectos con identidad de género y
orientación sexual perfectas, Génesis 1:27.
d) Perfección mental, emocional y organizativa, Dios les dio personalidades perfectas, modeladas
según la suya, mentes con una capacidad de aprendizaje increíble, y emociones con un fuerte
sentido de identidad y amor propio. Todo esto para que el hombre y la mujer tuvieran dominio
sobre la creación, Génesis 1:28.
e) Perfección de relación, Dios les dio compañerismo perfecto entre ellos, según el modelo de la
armonía de su propia naturaleza social en la cual el Padre, el Hijo el Espíritu Santo viven en
unidad y amor perfectos. Significa unidad y apertura perfectas, sin defensas, ni culpa,
vergüenza ni inhibiciones. Adán y Eva tenían la capacidad perfecta de la unión espiritual,
emocional y física (sexual) Génesis 2:18-25. En Génesis 24 y 25 implica mucho más que lo
puramente físico; se infiere que no había barreras de ninguna clase, ni mentales, ni espirituales,
ni emocionales ni físicas.
f) Perfección espiritual, Dios les dio un compañerismo perfecto consigo mismo, Génesis 3:8
describe lo que se proponía ser una relación de amistad natural y hermosa entre Dios y los
seres humanos. Es el cuadro increíble del Padre Creador que camina y habla con sus hijos.
Dios había provisto satisfacción perfecta mediante su diseño perfecto para todas las necesidades
fundamentales que El mismo había implantado en la personalidad humana. Su diseño no solo era
perfecto, sino perfectamente natural en el sentido de que funcionaba naturalmente. Todo funcionaba
perfectamente dentro del esquema que fluía de su naturaleza creada. Nadie tenía que trabajar en lo
más mínimo para lograrlo. Si ellos vivieran de acuerdo al plan y a los principios divinos perfectos, todo
funcionaría perfectamente, Salmo 8:4-6.
Los seres humanos estamos debajo de Dios y por encima de la naturaleza, pero arraigados en ella:
DIOS
debajo
LOS HUMANOS
arraigados en
LA NATURALEZA
pero por encima de ella
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Allí estaba la gran diferencia entre Adán y Eva y toda la creación que estaba por debajo de ellos. Las
cosas creadas cumplían su propósito sin tener que tomar decisiones, se les había fijado su destino,
pero los seres humanos podían cumplir su propósito sólo al decidir mantenerse en la relación correcta
con su Creador. La decisión significaba que siempre cabía la posibilidad de decidir no hacerlo.
La biblia describe las diversas palabras para “pecado”: “pasarse de la línea”, “errar el blanco” y “estar
destituido”.
LA CAÍDA
El libro de Génesis narra la decisión equivocada de la humanidad y las consecuencias terribles que
trajo. Se le llama la caída. Los humanos le pusieron atención a la voz del diablo, quien quizás mucho
tiempo antes había caído de las alturas de perfección por querer ser como Dios, Isaías 14:12-14 y Lucas
10:18.
Sembró la tentación en la mente de Adán y Eva y ellos pusieron en duda el carácter bondadoso de
Dios. Ya no consideraban el límite puesto por Dios, sino que les hizo percibir la limitación como una
prohibición cruel de un tirano malicioso. Decidieron no aceptar la palabra de Dios en este asunto y
hacer las cosas a su modo.
Adán y Eva solo tenían que vivir con fe de niños. Su única decisión era entre dos alternativas opuestas:
Confiar y obedecer la palabra de Dios o desconfiar de Él y decidir a su modo. O continuaban viviendo
en relación de recepción y confianza con Dios y gozando así de sus dones perfectos, o se negaban a
quedarse en esa posición de obediencia y generosidad, y encargándose de los asuntos tomarían sus
decisiones propias. Querían mantener su posición por encima de la naturaleza, sin estar por debajo de
Dios. Querían ser como Dios y cuando trataron de serlo, no solo no pudieron ser más de lo que eran,
sino que en realidad se hicieron menores. No pudieron lograr la gloria y perfección que pertenece sólo
a Dios. Al contrario, perdieron la única clase de perfección que tenían: un don concedido a ellos como
seres creados a semejanza de Dios.
Un mundo imperfecto
Debido a la caída la imperfección está presente en todo el universo. Las perfecciones originales e
innatas de los humanos se han perdido y nunca volveremos a recobrarlas por nuestros medios, no
importa cuánto nos esforcemos. Es por eso que los cristianos orientados a la perfección no pueden
aceptar eso y siguen esforzándose por vivir una fantasía de la perfección.
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Perdidas resultantes de la caída:
a) Perdimos la perfección ecológica y natural. Basta mirar la lista de destrucción de los males
naturales, como los terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, etc. para ver el desequilibrio
del mundo natural. Romanos 8:19-22, el caos ha entrado en el cosmos, aunque las leyes
naturales funcionan el sistema ya no es perfecto. La devastación, el sufrimiento y la muerte que
esos males naturales causan son indiscriminados.
b) Perdimos la perfección física. Hay millares de hechos cotidianos que nos recuerdan esa
dolorosa realidad: la aflicción y el sufrimiento, la enfermedad y las deformidades, la
deterioración y la muerte. Si nuestros primeros padres no hubieran caído, hubieran pasado a
sus hijos y las generaciones siguientes una herencia biofísica perfecta. Todos somos víctimas de
genes que son cada vez más imperfectos, al pasar los defectos hormonales, mentales y físicos
de una generación a otra. Muchos tienen un efecto directo en nuestro temperamento innato y
la clase de enfermedades que heredamos o desarrollamos. Aunque esos defectos no son
pecaminosos en sí, son puntos débiles que nos hacen más vulnerables a ciertas tentaciones y,
por lo tanto, más inclinados al pecado.
c) Perdimos la perfección mental. Solo podemos especular sobre los poderes mentales originales
de la humanidad. Adán tenía la capacidad de clasificar y nombrar por intuición y al instante a
los animales vivientes. Esta clase de conocimiento perfecto y directo ya no la poseemos. Lo
que parece que Adán adquirió de inmediato, nos llega a nosotros sólo por el estudio extenso y
laborioso. Vemos algunos indicios de la capacidad mental original de la humanidad en genios
como Mozart, Newton o Einstein. Se les llama genios porque reconocemos que lo que han
recibido es un don. Estas raras excepciones, aunque no fueran perfectos, nos recuerdan lo que
perdimos en la caída.
d) Perdimos la perfección emocional. Basta echar un vistazo sincero al espejo y ver el gran desfile
de nuestras emociones negativas: temor, preocupación, enojo, ira, celos y desprecio propio. O
recordar cuán inconstantes o incontrolables son los sentimientos que expresamos a menudo
aun a las personas amadas.
e) Perdimos la perfección de relación. En esta esfera nos afecta más nuestro desequilibrio
emocional. Se ha perdido la hermosa apertura y transparencia que caracterizaba a Adán y Eva,
Génesis 2:24-25. Ahora estamos equipados con mecanismos de defensa automáticos detrás de
los cuales escondemos nuestra genuina identidad. Con frecuencia hay quienes se avergüenzan
de su sexualidad, aún dentro del matrimonio. Una amistad importante, el compañerismo, la
comunión cristiana o la intimidad profunda de la unión sexual dentro del matrimonio no se
presentan con facilidad y naturalidad. Requieren mucho esfuerzo y hasta dolor muchas veces.
En el mejor de los casos no son perfectas; en el peor, pueden ser terriblemente destructivas.
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f) Perdimos la perfección espiritual. Esta es la pérdida fundamental de la cual proceden todas las
demás. Nuestro teocentrismo se ha convertido en egocentrismo. Lo que fue originalmente un
“yo” integrado y unificado a perfección ahora está dividido y en desequilibrio. La personalidad
humana antes en armonía perfecta con Dios, con la naturaleza, con los demás y consigo misma,
está ahora en conflicto con cada uno de ellos. Por causa del pecado se ha desfigurado la
creación de Dios. Lo que era perfecto ahora está caído, torcido y quebrado.
No hay camino de regreso
Lo peor de todo es que no hay camino de regreso. Génesis 3:23-24, no hay regreso a la clase de
perfección que representa el huerto del Edén. No solo hemos perdido lo perfecto, sino también
nuestra capacidad de ganar, desempeñar o recuperar lo perfecto. Sin embargo no hemos perdido el
recuerdo del paraíso, ni la necesidad o el deseo de él. Dios dejó el anhelo de lo perfecto dentro de
nosotros. Esa nostalgia por la perfección es parte integral del espacio con forma de Dios que hay
dentro de nosotros y solo Dios, el verdaderamente perfecto, puede llenarlo.
No hay nada de malo en ese deseo de perfección. El pecado entra cuando nosotros, criaturas caídas,
insistimos en definir y buscar la perfección a nuestro modo. El deseo de hacerlo está en el centro de la
pecaminosidad. Ese orgullo torcido y egoísta que es la base del cristianismo de orientación al
desempeño se indica en la Biblia como un intento de ser justificados “por la ley” Romanos 3:20
Opuestos que resumen el deseo de perfección:
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Una virtud se convierte en vicio.
Un ideal se vuelve un ídolo.
Una realidad llega a ser una falsificación.
Un don que se ha de recibir tratamos de conseguirlo.
La búsqueda de excelencia se vuelve una lucha por supremacía.
Una relación inmerecida se distorsiona en un ascenso merecido.
La mano vacía y abierta para recibir se convierte en un puño que arrebata.
La búsqueda pervertida de la actuación perfecta está arraigada en el pecado original y es una de sus
manifestaciones.
La cura final a la autorrealización es la gracia y la causa final de tal comportamiento es la falta de
entender, conocer y vivir la gracia en todos los aspectos de la vida. Esto quiere decir que tenemos que
aprender a abandonar todo intento inútil de lograr relaciones rectas por medios diferentes al plan de
gracia de Dios. Mientras no lo hagamos estaremos condenados a ser obreros orientados a la
realización personal y prisioneros de las obras.
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