TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

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TIEMPO ADVIENTO
Miércoles 2º
LECTURA:
“Mateo 11, 28-30”
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi
carga ligera.»
MEDITACIÓN:
“Yo os aliviaré”
No sé si te hemos entendido bien o si nos miraste con ojos optimistas, pero a veces
creo que tenemos la sensación de que tu carga es pesada, difícil, dura, en medio de una
realidad en la que hay que enfrentarse con muchas oposiciones. Aunque, quién mejor que
tú nos puede hablar de oposiciones y persecuciones que acabaste en una cruz. Pero lo
cierto es que ese peso no lo pusiste tú. Ese peso lo pusieron los hombres, que somos
especialistas en poner pesos, en cargar, y en empujar hacia abajo hasta aplastar, sin
ningún tipo de miramientos. Sí, nos es más fácil empujarnos para caer que ayudarnos a
levantar.
De esa manera tenemos que cargar, cada vez más, nuestras existencias, de
normas que nos defiendan, que nos protejan. Incluso, creamos crisis con nuestros
comportamientos egoístas y, en lugar de facilitar, de reducir aspectos que ayuden,
creamos más impuestos, más cargas, que todavía hacen más difícil y cargan más el peso
de la vida de cada día y su sufrimiento. Superficializamos nuestras relaciones, y las
cargamos también de dolor. No, no somos expertos en aliviar y terminamos estresando,
cuando no desquiciando nuestra vida. ¿Es exagerar? Puede ser. Pero a veces es
necesario aumentar las cosas para verlas mejor, como podemos hacer con otras cosas.
En medio de toda esta realidad, que parece de todos los tiempos, porque ya así
encontró Jesús su ambiente y sus gentes, nos llega su palabra serenadora y su invitación.
“Venid a mí”. “Aprended de mí”. “Yo os aliviare”. Jesús ha venido a ayudarnos a encontrar
nuestra paz interior, fruto de su paz. Ha venido a ayudarnos a entrar en nuestro interior,
para encontrarnos con lo mejor de nosotros, con nuestro potencial de bien y con él. Ha
venido a descubrirnos nuestra fuerza, nuestra capacidad de apertura, el milagro del amor
inscrito en nuestras entrañas.
No sabemos el por qué, o no queremos darle nombre, de nuestro no querer, o
¿habrá que hablar de incapacidad?, para dotar nuestra vida, nuestras relaciones, de un
talante plenamente humano y humanizador. Pero lo cierto es que en medio de esta
realidad, de esta historia que hacemos, esta afirmación de Jesús, suena a brisa suave
que necesitamos sentir.
Él vuelve a venir, se nos ofrece, y en acogerlo o no, dejarle entrar más en nuestra
vida o no, nos va mucho. No viene a cargarnos fardos pesados. No viene a amargar
nuestra historia. No viene a atar ni a manipular, ni a engañar. Viene a traer aires de vida,
de libertad, de paz, de amor, de bien, de humanidad, para hacer de ella una familia, para
recordarnos que somos una familia. Que tenemos un Padre y que somos hermanos. Eso
volverá a ser el eco eterno de la Navidad.
ORACIÓN:
“El descanso de tu presencia”
Gracias, Señor, por venir. Gracias por hacerme sentir la frescura de tu presencia.
Por ayudarme a levantarme y ser más fuerte que ese lastre que, a veces, siento que me
aplasta, que me aprisiona, que me cierra cauces y horizontes. No, no se trata de hacer
cualquier cosa de nuestra vida, ni de mirarla siempre desde la miopía de nuestros
intereses cómodos, cerrados, egoístas. Estamos tan preocupados de nosotros, de nuestro
bienestar, que parece que los demás no existen, y así cerramos puertas, y aplastamos. Y
seguimos añadiendo peso, y yo también. Señor, ven, y en medio de toda esta realidad,
ayúdame a experimentar en ti la suavidad, la fuerza y el descanso de tu presencia, que
pueda ayudar a experimentar a quienes están cerca de mí. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Tu alivio”
Sí, estoy cansado,
estoy cansado de alejarme de ti,
de correr por caminos tortuosos,
de hacer oídos sordos a tu voz.
Estoy cansado
de cargar pesos injustos,
de corazones raquíticos
y mentes cerradas;
de ojos que no quien ver
o que ven lo que no existe,
y oídos que prefieren no oír
o sólo oyen lo que quieren.
Estoy cansado de lamentos,
sobre todo de los míos,
y de no poner manos a la obra,
anclado en mil razones cómodas
pero que no alivian.
Sí, estoy cansado,
y busco y ansío
tu alivio y tu descanso.
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