1 Distribución de la renta, crecimiento económico e intervención del

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Distribución de la renta, crecimiento económico e intervención del Estado en
España (1998-2009)
Eduardo Garzón Espinosa
Universidad de Málaga, julio de 2011
[email protected]
Tutor: Salvador Pérez Moreno
Departamento de Economía Aplicada, Universidad de Málaga
RESUMEN
Una de las creencias más extendidas en el mundo de la economía es que la generación
de riqueza viene acompañada inevitablemente de una mejora de las condiciones de vida
de los individuos que intervienen en la sociedad. Tanto es así que el núcleo central de
las directrices económicas ha sido durante muchos años la potenciación del crecimiento
económico en el marco de la lógica del mercado con la convicción de que la misma
repercute favorablemente en el bienestar de la comunidad, aunque no ocurra de forma
igualitaria para todos sus integrantes. Este supuesto básico deja en un segundo plano la
posterior intervención gubernamental que busca paliar los efectos desigualitarios del
reparto de riqueza inicial. En este trabajo se pretende estudiar la relación entre
crecimiento económico y distribución de la renta con la intención de revisar esta
creencia así como verificar la envergadura del impacto que ejerce sobre la distribución
de la renta la intervención del Estado en España entre 1998 y 2009.
1
1.- INTRODUCCIÓN
El crecimiento económico es el objetivo principal de todos los gobiernos que están al
frente de países enmarcados en un sistema capitalista. Las tesis económicas más
extendidas e influyentes en los últimos tiempos defienden que la búsqueda del
crecimiento económico trae consigo un aumento importante de riqueza material que
finalmente redunda en un beneficio global para todos los integrantes de la comunidad.
Recogiendo esta idea existen diferentes enfoques que divergen a la hora de reconocer
mayor o menor igualdad en la distribución de la riqueza obtenida a través de los
mecanismos del mercado. Frente a los que sostienen que la dinámica del libre mercado
es garantía suficiente para asegurar un reparto medianamente equitativo de la riqueza,
los hay que abogan por la intervención del Estado para corregir ciertos desequilibrios
distributivos que se producen en la obtención de la renta. Actualmente es este último
enfoque el que goza de mayor vigencia en los países capitalistas, aunque no por ello está
exento de múltiples críticas (K. Foley y R. Michl, 1999).
En este trabajo se persigue un estudio amplio de la relación entre crecimiento
económico y distribución de la renta para obtener resultados que ayuden a verificar la
hipótesis planteada y comprobar hasta qué punto podría ser o no cierta. A su vez, se
revisan las consecuencias que tiene la actuación gubernamental en materia de
distribución de la renta con el objeto de comprobar si ésta es necesaria o no, cuál es su
evolución, y cuán importante puede ser su repercusión. Para ello se ha elegido el
período que comprende los años 1998 a 2009, que representa un espacio de tiempo
suficientemente amplio para observar la tendencia de las variables a analizar. El inicio
del período responde fundamentalmente a un problema metodológico relacionado con la
disponibilidad de datos homogéneos. El final del período responde al último año sobre
el que se disponen los datos de todas las variables tratadas en el trabajo.
2.- METODOLOGÍA
La medición del crecimiento económico se realizará a través de las tasas interanuales de
variación del Producto Interior Bruto de España extraídas de la base de datos de
Eurostat. Éste será el indicador por excelencia del crecimiento económico, y será
utilizado recurrentemente a lo largo de todo el trabajo. De forma aislada, a la hora de
utilizar un indicador que ponga de relieve la interrelación entre crecimiento económico
2
y distribución de la renta se acudirá al Producto Interior Bruto per cápita, cuyos datos se
extraen de la base de datos del Fondo Monetario Internacional.
Para evaluar la distribución personal de la renta existe un amplio abanico de indicadores
de muy diversa índole. Para este trabajo se emplearán tres de ellos que gozan de una
cierta popularidad en la literatura existente: el índice de Gini, el ratio S80/S20, y el
indicador de riesgo de pobreza; cuyos resultados vienen recogidos en la Encuesta de
Ingresos y Condiciones de Vida de la Unión Europea (EU-SILC). Los resultados
arrojados por estos indicadores pasarán generalmente a ser comparados con las tasas de
crecimiento del PIB, con la intención de estudiar la relación entre las variables en
cuestión.
La intervención del Estado se va a analizar acudiendo, por un lado, al gasto en
protección social como porcentaje del PIB que realiza el Estado durante el período de
referencia; y por otro lado, a las tasas de riesgo de pobreza antes y después de impuestos
y transferencias sociales como proxy de los efectos producidos por la política fiscal
redistributiva. Los datos de ambas variables son recogidos de las estadísticas de
Eurostat.
Como factores indispensables para el análisis macroeconómico se dispondrá de las tasas
de desempleo que ofrecen las estadísticas de Eurostat, y de los datos de la participación
salarial en la renta disponibles por la Base de Datos Macroeconómica Anual de la
Comisión Europea (AMECO).
Por último, y para evaluar la situación de los trabajadores, se acudirá a la Contabilidad
Nacional para extraer datos referentes a la remuneración de asalariados y al excedente
bruto de explotación, así como al porcentaje de asalariados y no asalariados sobre el
total de ocupados.
3.- RELACIÓN ENTRE DISTRIBUCIÓN PERSONAL DE LA RENTA Y
CRECIMIENTO ECONÓMICO
Atendiendo a la evolución del crecimiento económico el período analizado puede
dividirse en dos sub-etapas claramente diferenciadas (ver gráfico 1). Desde 1998 hasta
2007 la economía española disfrutó de un apreciable ritmo de crecimiento de la
producción con valores situados entre el 2.7% y el 5%. Este crecimiento vino
acompañado de una inflación contenida por debajo del 4% y de una progresiva
3
disminución de la deuda pública y del gasto público -resultado de los ajustes acometidos
para asegurar que España formase parte de la Unión Económica Monetaria-, y se
caracterizó por el papel predominante de sectores productivos cuyo desarrollo creaba
una intensa demanda de mano de obra: construcción (especialmente residencial) y
servicios de escaso valor añadido (Campos, 2008).
A partir del año 2008 la economía española sufrió una caída de sus índices
macroeconómicos, dando paso a un período de recesión que alcanzó una tasa del -3.7%
en el año 2009. El origen de esta caída hay que encontrarlo en una combinación de
problemas estructurales propios de la economía española y también en la fuerte
influencia externa de la crisis mundial de confianza, que provocaba que las entidades
bancarias no se prestasen fondos unas a otros y tampoco prestasen a familias y a
empresas (Torres y Garzón, 2010).
Gráfico 1. Evolución del índice de Gini y del crecimiento del PIB
Fuente: EU-SILC
Por su parte, la evolución del índice de Gini presenta un comportamiento más irregular.
Partiendo en 1998 de un valor relativamente elevado de 34, inicia un descenso paulatino
hasta 2004 llegando a una cota del 30.7, existiendo una fugaz y notable subida en 2001.
A partir de 2004, la evolución comienza a ser ligeramente creciente, hasta alcanzar un
nivel del 32.3 en 2009.
4
Analizando el gráfico se comprueba que el crecimiento económico positivo coincide
con una disminución de la desigualdad desde el año 1998 hasta el año 2004, con la
excepción del año 2001. Desde 2004 hasta 2007, a pesar de mantenerse el mismo ritmo
de crecimiento, la desigualdad no disminuye sino que aumenta ligeramente. Y,
finalmente, a partir de 2008, con la acusada recesión económica, el índice de Gini
registra un repunte, especialmente en el último año analizado.
Los tres años en los que no se reduce la desigualdad a pesar del crecimiento positivo
actúan como excepción notable en la tesis de que el crecimiento económico reduce la
desigualdad. Habría que preguntarse, no obstante, si el nivel de desigualdad alcanzó un
mínimo en esos valores en torno a 31 del índice de Gini. Es decir, podría existir la
posibilidad de que tasas positivas de crecimiento económico pudieran reducir la
desigualdad pero sólo hasta un determinado nivel.
Por otro lado, analizando la nube de puntos resultante entre las variables PIB per cápita
e índice de Gini (gráfico 2), se puede apreciar que existe una relación negativa entre
ambas, aunque dicha relación dista mucho de ser perfecta. De hecho, como se puede
observar, para dos años en los que el PIB per cápita se situó en torno a los 14600 euros
por persona el coeficiente de Gini registró dos valores notablemente distanciados: 32.3
y 30.7. No debe sorprender este hecho si tenemos en cuenta que la variable PIB per
cápita es sencillamente una media aritmética que nada nos dice de la efectiva
distribución de la renta.
Gráfico 2. Nube de puntos del PIB per cápita e índice de Gini
5
34.5
34.0
Índice de Gini
33.5
33.0
32.5
32.0
31.5
31.0
30.5
12000
13000
14000
15000
16000
PIB per cápita (precios constantes)
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de EU-SILC
Si en vez de utilizar el índice de Gini como indicador de la distribución de la renta se
emplea el ratio S80/S20 (definido como el ratio del total de ingresos recibidos por el
20% de la población con mayores ingresos entre el total de ingresos recibidos por el
20% de la población con menores ingresos), se observan unos resultados similares a los
antes expuestos (ver gráfico 3). La relación parece ser inversa a lo largo del período
analizado con la salvedad de los años 2001, 2004, 2005 y 2006, tal y como ocurría con
el índice de Gini. La diferencia más notable radica en la elasticidad de este nuevo
indicador, que responde de forma más intensa a cambios en las tasas de crecimiento
económico, como se observa especialmente en el año 2009 donde el ratio se dispara a
causa de la tasa negativa de crecimiento económico.
Gráfico 3. Evolución del ratio S80/S20 y del crecimiento del PIB
6
Fuente: EU-SILC
Finalmente tendremos en cuenta el indicador de riesgo de pobreza como medida del
nivel de pobreza relativa, indicando la proporción de hogares con ingresos inferiores al
umbral de la pobreza, esto es, el 60% de los ingresos medios por hogar. En esta ocasión
los resultados difieren notablemente a los obtenidos con los otros dos indicadores (ver
gráfico 4).
Gráfico 4. Evolución de la tasa de riesgo de pobraza y del crecimiento del PIB
Fuente: EU-SILC
7
La evolución de la tasa de riesgo de pobreza tiene una tendencia claramente positiva
desde el año 1998 hasta el año 2006, a pesar del buen ritmo de crecimiento económico
que se alcanza durante esos años. De forma similar, con el rápido descenso en las tasas
de crecimiento económico en los años 2007, 2008 y 2009 se produce una caída de la
proporción de hogares con ingresos inferior al umbral de la pobreza, aunque con una
intensidad muy reducida en contraposición con la del crecimiento económico. Este
efecto aparentemente contradictorio puede entenderse si se reflexiona sobre la
construcción del indicador: la tasa de pobreza relativa nos muestra la proporción de
hogares sobre el total que reciben unos ingresos por debajo de un determinado umbral
que se calcula como proporción del total de los ingresos obtenidos por todos los
hogares. Por lo tanto, ese umbral varía en función de la renta total; cuando la renta total
aumenta, también lo hace el umbral calculado, y a la inversa. Si el reparto de los
ingresos fuese equitativo, el aumento de la renta total y del umbral calculado a partir de
ella dejaría intacta la proporción de personas que permanecen a un extremo y a otro del
mismo. Pero si el reparto de ingresos tendiese a favorecer a las rentas más altas, un
aumento de la renta total y por lo tanto un aumento del umbral provocaría un
incremento en la proporción de hogares por debajo del umbral –tal y como ocurre hasta
el año 2006- pues en definitiva el umbral se eleva dejando por debajo a hogares que no
han cambiado sensiblemente su situación.
En los últimos años del período analizado la renta total apenas crece e incluso
disminuye, reduciéndose también el umbral a partir del que se construye el indicador, y
apareciendo así menos hogares cuya renta está por debajo del umbral, teniendo lugar de
esta forma el efecto inverso al que se ha comentado.
La relación entre ambas variables es notoriamente inversa, contradiciendo notablemente
la tesis de que el crecimiento económico mejora la distribución de la renta. Más bien al
contrario, los resultados reflejan que el crecimiento económico beneficia a los hogares
de mayores rentas dejando en peor situación relativa a los de menores rentas.
En definitiva, la disparidad de resultados empleando diferentes indicadores de
distribución de la pobreza nos impide concluir acerca de la existencia de una
determinada relación más o menos constante entre el crecimiento y la equidad en la
distribución de la renta durante todo el período analizado.
8
4-. LA INCIDENCIA DE LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO
La distribución de la renta es la forma en que se reparten los recursos materiales
obtenidos a partir de la actividad económica. Existe una primera distribución que es
resultado de la remuneración de los factores de producción que intervienen en el
proceso económico. Y existe una segunda distribución de la renta cuya finalidad es
reducir las desigualdades que se producen en el primer reparto. Esta redistribución del
ingreso es llevada a cabo por el Estado a través de una determinada serie de impuestos y
transferencias. Por lo tanto, la distribución secundaria de la renta goza de mayor
equidad que la distribución primaria. Esta afirmación puede constatarse, por ejemplo,
comparando la tasa de riesgo de pobreza antes y después de llevar a cabo las
transferencias sociales. En el siguiente gráfico se reflejan ambas tasas correspondientes
al año 2009.
Gráfico 5. Tasa de pobreza antes y después de transferencias sociales.
Fuente: EU-SILC
Es decir, la política fiscal redistributiva supone aproximadamente 20 puntos
porcentuales menos en la tasa de pobreza.
Esta redistribución de la renta no puede ser entendida sin analizar la política económica
llevada a cabo por el gobierno español. Durante el periodo analizado, esta política
económica fue guiada por la convicción de que el crecimiento económico debía basarse
en la recuperación del excedente empresarial y en la mayor competitividad de las
9
empresas españolas (Taibo, 2008). Esto supuso un empuje en la contención salarial con
objeto de controlar los costes laborales.
Esta reducción de la participación salarial se pone de manifiesto en el siguiente gráfico:
Gráfico 6.
Fuente: EU-SILC y AMECO
En tan sólo once años la participación salarial disminuyó en más de cuatro puntos
porcentuales. Este descenso se produjo de forma ininterrumpida con la excepción del
año 2009, donde se advierte un pequeño repunte. Este hecho responde a la reducción de
los beneficios empresariales debido a la recesión económica y no a un aumento de los
salarios, puesto que éstos son más rígidos que los beneficios empresariales (Soto, 2003).
De este modo, el gobierno vinculaba la mejora de la distribución personal de la renta
con la creación de puestos de trabajo y no con el aumento de los salarios. Teniendo en
cuenta esto, parecería lógico pensar en la existencia de una cierta conexión entre la
evolución del mercado laboral en términos de creación de empleo y la distribución
personal de la renta.
10
Con vistas a comprobar esta afirmación, se analiza la relación entre la tasa de riesgo de
pobreza y la tasa de desempleo (gráfico 7).
Gráfico 7
Fuente: Eurostat
En el gráfico viene representada la evolución de ambas tasas para el período 1998-2009.
En consonancia con el ritmo de crecimiento económico, el progreso de la tasa de paro se
divide en dos etapas claramente diferenciadas: la primera, caracterizada por una
tendencia decreciente y que termina en el año 2007; y la segunda, iniciada a partir de
ese año, singularizada por una destrucción masiva del empleo que llega a registrar una
tasa del 18% en el año 2009. Por el contrario, la tasa de pobreza mantiene una
propensión alcista que culmina en el año 2004, y a partir de entonces tiende a disminuir
lentamente. Se aprecia por lo tanto una correspondencia prácticamente inversa, que
invita a pensar que la mejora en la tasa de paro no implica una mejora en la distribución
de la renta. Sin embargo, tal y como se ha comentado anteriormente, este efecto tiene
mucho que ver con el diseño de la tasa de pobreza, ya que el umbral a partir del cual se
calcula depende de la cantidad total del producto interior bruto del país.
Para obtener una visión más amplia y completa se utiliza un indicador diferente de la
distribución de ingresos: el índice de Gini (gráfico 8).
Gráfico 8
11
Fuente: Eurostat
Tras observar la gráfica, parece existir cierta relación entre ambas variables, aunque no
pasan desapercibidas determinadas disparidades. Mientras que la tasa de desempleo
desciende suavemente durante el período 1998-2007, el coeficiente de Gini, por el
contrario, presenta una evolución parcialmente errática con fuertes subidas y bajadas.
Coinciden ciertos ascensos del índice de Gini con disminuciones en la tasa de paro, lo
que tiende a rechazar la interrelación entre las dos variables.
Si se analiza la nube de puntos resultante de ambas variables también se aprecia un
resultado similar: existe una relación directa entre el coeficiente de Gini y la tasa de
desempleo, pero la relación es muy débil y dista mucho de presentar la solidez necesaria
para extraer conclusiones firmes (ver gráfico 9).
Gráfico 9
12
20
Tasa de desempleo
18
16
14
12
10
8
30.5 31.0 31.5 32.0 32.5 33.0 33.5 34.0 34.5
Índice de Gini
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat
La lenta reacción del coeficiente de Gini a los cambios producidos en la tasa de paro en
los años de la recesión económica así como otras irregularidades asociadas a esta
relación (así como a la relación entre tasa de paro y tasa de pobreza anteriormente
analizada) puede entenderse aludiendo al hecho de que la distribución de la renta hace
referencia a los ingresos de los hogares y no a la situación de los individuos, como es el
caso de la tasa de paro. La pérdida del puesto de trabajo generalmente no supone una
inmediata caída de ingresos, al igual que obtener un puesto de trabajo no significa una
entrada inminente de ingresos.
Asimismo, existen otros factores que explicarían estas disimilitudes. Entre ellos destaca
el hecho de que la posesión de un puesto de trabajo no necesariamente ha de suponer la
entrada de unos ingresos dignos para el trabajador. Esto es así porque las sucesivas
reformas laborales acometidas por el gobierno español a lo largo de los últimos años
han provocado mayor precariedad en el empleo para un creciente segmento de la
población (Taibo, 2008). De hecho, de acuerdo con la Contabilidad Nacional, la masa
salarial en porcentaje del PIB disminuyó cerca de dos puntos porcentuales desde 1998
hasta 2007 –en plena época de bonanza económica– mientras que el porcentaje de
ocupados asalariados, por el contrario, incrementó su nivel más de dos puntos. Como
consecuencia, los trabajadores asalariados vieron disminuir sus ingresos monetarios en
13
términos medios en comparación con los ocupados no asalariados durante este período
(ver cuadro 1).
Por su parte, los trabajadores no asalariados incrementaron el peso del excedente bruto
de explotación respecto al PIB (rentas del capital y mixtas) pasando de un 41.09% en
1998 a un 43.71% en 2007, pese a reducir su proporción sobre el total de ocupados (de
un 15.97% a un 13.91%).
Cuadro 1
Remuneraciones
Excedente bruto
salariales en
de explotación en
porcentaje del PIB porcentaje del PIB
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008 (p)
2009 (a)
Porcentaje de
ocupados
asalariados
49.52%
41.09%
84.03%
49.56%
40.57%
84.75%
49.53%
40.54%
83.89%
49.17%
41.19%
84.11%
48.72%
41.59%
84.42%
48.35%
41.60%
84.89%
47.69%
41.87%
85.09%
47.41%
41.70%
85.45%
47.20%
41.69%
85.78%
47.67%
41.95%
86.09%
48.83%
42.57%
86.17%
49.05%
43.71%
86.37%
Fuente: Contabilidad Nacional; (p) estimación provisional; (a) estimación avance
Porcentaje de
ocupados no
asalariados
15,97%
15,25%
16,11%
15,89%
15,58%
15,11%
14,91%
14,55%
14,22%
13,91%
13,83%
13,63%
Esta determinada evolución implica que el excedente bruto de explotación por ocupado
no asalariado aumentó en mayor medida que la masa salarial por trabajador asalariado.
Para analizar el aumento tanto de las remuneraciones salariales como del excedente
bruto de explotación en porcentaje del PIB en los años 2007, 2008 y 2009 hay que tener
en cuenta el descenso de los impuestos de producción e importaciones, que es el tercer y
último componente del Producto Interior Bruto. Esta disminución se debe al
enfriamiento de la actividad económica producida por la crisis. No obstante, durante
estos tres años el aumento de participación de los salarios y del excedente sobre el PIB
es muy similar, mientras que el número de asalariados gana terreno al de los no
asalariados, continuando de esta forma el empeoramiento de los ingresos monetarios de
los asalariados en relación a los ocupados no asalariados.
Debido a esta evolución desigualitaria en la distribución funcional de la renta se hace
necesario un aumento del gasto público de acuerdo con los principios de actuación del
14
llamado Estado del Bienestar, incrementando lentamente los recursos dedicados al gasto
en protección social (ver gráfico 10).
Gráfico 10
Fuente: Eurostat
La tendencia es claramente ascendente para el período 1998-2008, aun obviando el
vertiginoso aumento en el año 2008 producido por los efectos de la crisis. Esto supone
un esfuerzo creciente en las arcas del Estado que tienen que destinar cada vez más
recursos a paliar las desigualdades creadas por la distribución factorial de la renta.
El incremento de los gastos sociales ha de suponer que la situación final de los hogares
relativamente se mantiene en el tiempo. Para verificar este hecho se emplea la evolución
de la tasa de pobreza tanto antes como después de transferencias sociales (gráfico 11).
Si la situación final de las familias apenas sufre grandes cambios, la tasa de pobreza
después de transferencias presentará un comportamiento estable.
Gráfico 11. Evolución de la tasa de pobreza antes y después de transferencias
sociales y de la tasa de crecimiento del PIB
15
Fuente: Eurostat
Efectivamente, la tasa de riesgo de pobreza después de transferencias se mantiene en
torno al 19% durante todo el período 1998-2009. En cambio, la tasa antes de
transferencias refleja un comportamiento más variable, compaginando cotas del 41%
tanto en 2003 como en 2009 con niveles cercanos al 37% en los años 2006 y 2007. Esto
demuestra que la política fiscal redistributiva actúa de estabilizador social suavizando
los efectos de desigualdad que genera la remuneración de los factores de producción en
el mercado.
En el gráfico se ha puesto de manifiesto también la tasa de crecimiento económico para
estudiar cuál ha sido la tendencia de las dos distribuciones de la renta en consonancia
con el crecimiento del PIB. Se pretende ofrecer una visión del fenómeno tratado en el
epígrafe anterior conjuntamente con el de este epígrafe.
A pesar de que la tasa de crecimiento económico se sitúa entre el 3% y el 5% desde
1998 hasta 2007, la tasa de pobreza antes de transferencias no muestra signos notables
de disminución. Durante esos años el crecimiento económico expansivo no ayuda a
disminuir la desigualdad en ingresos. Y, sin embargo, como vimos en el gráfico 10, el
gasto en protección social como porcentaje del PIB no dejó de aumentar. Coinciden en
esta sub-etapa tasas de crecimiento positivas con un aumento del gasto destinado a
paliar las desigualdades intrínsecas a la distribución factorial de la renta, que en ningún
momento tienden a menguar.
16
En los años 2008 y 2009 la tasa de riesgo de pobreza antes de transferencias sociales
comienza a crecer en concordancia con la caída de las tasas de crecimiento económico,
aunque no ocurre lo mismo con la tasa de pobreza después de transferencias, que se
mantiene estable como resultado de la política de redistribución de la renta. Este hecho
invita a pensar que un reducido o negativo índice de crecimiento económico perjudica a
la distribución primaria de la renta. De ello se deduce que es necesario mantener tasas
positivas y relativamente altas para evitar que la distribución de ingresos empeore.
5-. CONCLUSIONES
En este trabajo se pone de manifiesto la débil relación existente entre crecimiento
económico y distribución de la renta durante todo el período analizado. La disparidad de
resultados empleando diferentes indicadores de distribución de la pobreza nos impide
concluir acerca de la existencia de una determinada relación relativamente firme entre el
crecimiento y la equidad en la distribución de la renta.
Por otro lado, al margen de la escasa relación existente entre la distribución de la renta y
la tasa de desempleo, cabe destacar el empeoramiento sufrido en la distribución
funcional de la renta en el período de referencia debido a, entre otras cosas, la política
de contención salarial adoptada por el gobierno y la precarización del mercado de
trabajo resultante de las reformas laborales.
A su vez, se ha demostrado cómo la política fiscal redistributiva llevada a cabo por el
Estado juega un papel muy importante en la mejora del reparto de renta. Midiendo la
desigualdad en tasas de riesgo de pobreza se aprecia que la política fiscal redistributiva
supone aproximadamente 20 puntos porcentuales menos. De este modo parece
imprescindible recurrir a la intervención estatal para mejorar la equidad de ingresos de
la población, actuando como parche a la desigual distribución de la renta ocasionada por
las reglas y principios del mercado.
No obstante, llama la atención el paulatino aumento del gasto público dedicado a
protección social durante todo el período a pesar de abarcar años de notable crecimiento
económico y a pesar del estancamiento en la renta de los hogares. Un resultado que no
parece muy elocuente con los supuestos teóricos, que invitan a pensar que a mayor
crecimiento económico mejor distribución de la renta y por lo tanto reducción (o al
menos, congelamiento) del gasto destinado a mantener unos ingresos dignos. Esta
17
irregularidad crea motivos para cuestionarse la verdadera eficacia de la distribución de
la renta a partir de los mecanismos del mercado, así como su evolución que no parece
mejorar la situación sino empeorarla.
Estos resultados arrojan la idea de que no parece ser éste el mejor modelo para
conseguir
resultados
convenientes
en
términos
de
crecimiento
y
equidad
simultáneamente. La lucha contra las desigualdades sociales debe empezar en los
propios mecanismos del mercado, y no llevarse a cabo exclusivamente una vez que las
rentas hayan sido desigualmente distribuidas. Por un lado, esta solución a posteriori
difícilmente podrá solventar eficazmente el problema de la distribución de la riqueza
precisamente por la dificultad de redistribuir la renta una vez ha sido repartida. Y por
otro lado, el uso desmesurado del gasto social puede proporcionar desequilibrios en el
marco macroeconómico y otros problemas de diversa índole relacionados con la moral y
motivación de los beneficiarios que en definitiva quedan en una situación inferior al
resto de los ciudadanos.
18
ANEXO
Cuadro 1
Distribución de la renta
Índice de Gini
Tasa de
pobreza
1998
34
0,180
1999
33
0,190
2000
32
0,180
2001
33
0,190
2002
31
0,190
2003
31
0,190
2004
30,7
0,199
2005
31,8
0,197
2006
31,2
0,199
2007
31,3
0,197
2008
31,3
0,196
2009
32,3
0,195
Fuente: Eurostat y FMI
Crecimiento económico
Tasa de
PIB per
crecimiento
cápita
0,045
12512,185
0,047
13038,58
0,05
13582,78
0,036
13919,78
0,027
14211,071
0,031
14405,319
0,033
14636,422
0,036
14921,508
0,04
15265,49
0,036
15556,024
0,009
15410,176
-0,037
14660,121
Empleo
Tasa de paro
0,15
0,125
0,111
0,103
0,111
0,111
0,106
0,092
0,085
0,083
0,113
0,18
19
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