Lo que más recuerdo de mi infancia… Lea los blogs a continuación y conteste las preguntas al final. Mientras lee, marque o subraye palabras de vocabulario desconocidas. Cada persona es un mundo distinto, de eso no hay duda. Si bien es cierto que la frase suena un poco “cliché”, todos hemos sido niños alguna vez, de eso nadie “se salva”. Lo más probable es que nuestra infancia haya marcado en algún punto lo que somos hoy en día, dejando huellas que continúan vigentes. Recordar lo que fue mi infancia me ha llenado de emoción. No es que no lo haya hecho nunca, sin embargo no es algo que haga todos los días, por lo menos no tan en profundidad. Para mí fue un momento increíble, en donde pasé muchas horas jugando con amigos en la calle, sintiendo que los permisos para ir a la plaza, (la que quedaba a no más de 1 cuadra de mi casa), era como ir de viaje a un lugar realmente lejano, para el cual no podía olvidar mi cantimplora y mi linterna. Fueron los primeros momentos en los que sentí el rigor de un castigo por haber hecho algo malo. Los primeros momentos en los que comprendí que todo lo que hacemos genera un efecto (en nosotros o en otras personas) y que muchas de estas cosas que hacemos son perdonadas sola y únicamente porque somos niños. Sentí por primera vez la atracción hacia una persona y probablemente nunca olvidaré el momento en que en su cumpleaños, alguien me dijo “dile que quieres ser su novio” y no me atreví, (tenía más o menos 7 años). En fin, creo haber sido tremendamente afortunado con una infancia plagada de momentos alegres, con muchas reuniones familiares y mucho amor, sin embargo no estuvieron ausentes las lágrimas y angustias también. Pero, hoy, reconozco que las lágrimas y las risas, la alegría y la angustia, lo bueno y lo malo, forman juntos los recuerdos de mi niñez, mi memoria, y sirven para crear la persona quien soy. Lo bueno y lo malo. La nostalgia Cuando en algún momento he retrocedido en el tiempo, no he podido evitar sentir cierto aire de nostalgia, al recordar a las personas que ya no están aquí, aunque tengo que reconocer que una de las etapas más felices de mi vida ha sido la de mi infancia, porque no existían responsabilidades, ni preocupaciones, ni agobios, ni prisas, y el tiempo parecía ir más despacio que ahora. La etapa de mi niñez fue muy entrañable, cálida, rodeada del cariño y protección de mi familia, y el juego reinaba en mi mundo infantil, recuerdo que me encantaba hacer realidad los cuentos que me contaban los mayores o los que yo leía, y sacaba de allí a las princesas para darlas vida en mí, disfrazándome con camisones largos que mi madre me dejaba, y me veía reflejada de princesa, de esta forma, hacía realidad mis cuentos preferidos. Mis hermanos y yo solíamos jugar mucho a los juegos de mesa como el parchís, la oca, las damas, o el ajedrez, y aunque casi siempre perdía, nunca me enfadaba porque reconocía que perder entraba dentro del juego. Me gustaba mucho jugar con las muñecas, a quiénes cuidaba, mimaba, protegía, bañaba y las daba el biberón como si fueran bebés de carne y hueso. Recuerdo con especial cariño aquellos veranos de mi infancia disfrutando en el pueblo de mi abuelo y cuando nos contaba sus batallitas mientras se preparaba un cigarrillo, y siempre con la boina en su calva cabeza y el bastón cerca de él. Y aquellas calles pobladas de vecinas sentadas en las puertas de sus casas charlando de sus cosas, y esa sintonía de la radio que se escuchaba desde la calle porque las puertas de sus casas las dejaban abiertas sin ningún peligro. Me lleno de oxígeno puro al recordar esa naturaleza que brotaba de campos verdes cubiertos de espigas y amapolas, esos ríos donde nos bañábamos en aguas limpias y cristalinas que parecían mares con sus arenas de playa; o esos triciclos que pedaleábamos por la calle sin ningún peligro, o esas bicicletas que circulaban cerca de escasos coches donde no había cinturones ni semáforos, ni nadie llevaba de la mano móviles porque no existían. Los niños pasábamos mucho tiempo en la calle jugando con la pandilla de amigos, a juegos imaginarios, inventados, o los que en aquellos tiempos se jugaban, como al escondite, al corre corre, ladrón y policía, al yoyó, a la comba, a la goma, a las tabas, a los alfileres, a la gallinita ciega, al corro de las patatas. Pero sobre todo, recuerdo mi infancia como aquella etapa en la que los días estaban envueltos de paz, armonía, paciencia, donde no había lugar para las prisas, ni los agobios, ni el estrés, porque el tiempo parecía que transcurría muy despacio. 1. ¿Cómo describirían los autores su niñez? 2. ¿Cuáles son unas semejanzas que comparten los autores entre los recuerdos de su niñez? 3. ¿Por qué cree que el autor no se atrevió decirle a la niña que quería ser su novio? ¿Cree que sería diferente ahora si le gustara a una persona? 4. ¿Qué quiere decir el primer autor cuando dice “que muchas de estas cosas que hacemos son perdonadas sola y únicamente porque somos niños”? 5. ¿Cómo cree que la segunda autora describiría su vida ahora, sobre todo comparada a su vida en ese entonces? 6. Describa la vida que cree que tiene la autora ahora.