La Codicia

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Capítulo 63
La Codicia
Vi que Satanás ordenaba a sus ángeles que
dispusieran sus asechanzas especialmente para los
que están esperando la segunda aparición de Cristo
y guardando todos los mandamientos de Dios. Dijo
Satanás a sus ángeles que las iglesias estaban
durmiendo. El iba a aumentar su propio poder y sus
prodigios mentirosos, a fin de retenerlas. "Pero dijo -odiamos a la secta de los observadores del
sábado; están trabajando de continuo contra
nosotros, y quitándonos súbditos, para que
observen la odiada ley de Dios. Id, emborrachad de
cuidados a los poseedores de tierras y dinero. Si
lográis que pongan sus afectos en estas cosas, serán
nuestros todavía. Pueden profesar lo que quieran,
con tal que consigáis que se interesen más en el
dinero que en el éxito del reino de Cristo o la
difusión de las verdades que aborrecemos.
Presentadles el mundo de la manera más atrayente,
para que lo amen y lo idolatren. Debemos
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conservar en nuestras filas todos los recursos cuyo
control podamos, obtener. Cuanto más sean los
recursos que los seguidores de Cristo dediquen a su
servicio, tanto más perjudicarán a nuestro reino
quitándonos súbditos. Cuando ellos convocan
reuniones en diferentes lugares, estamos en peligro.
Sed vigilantes, por lo tanto. Si os es posible,
provocad disturbios y confusión. Destruid el amor
que los miembros tengan el uno por el otro.
Desalentad a sus ministros; porque los
aborrecemos. Presentad toda excusa plausible a los
que tienen recursos, no sea que ellos los entreguen.
Ejerced, si podéis, el control de los asuntos
monetarios, y procurad que sus ministros sean
angustiados por la escasez. Esto debilitará su valor
y celo. Pelead por toda pulgada de terreno. Haced
que la codicia y el amor de los tesoros terrenales
sean los rasgos sobresalientes de su carácter.
Cuando estos rasgos los dominan, la salvación y la
gracia pierden importancia. Rodeadlos de toda
clase de atracciones, y serán nuestros. Y no sólo
nos los aseguraremos, sino que su odiosa influencia
no será ejercida para conducir a otros al cielo.
Cuando algunos intenten dar, poned en ellos una
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disposición mezquina, para que lo que den sea
poco."
Vi que Satanás ejecuta bien sus planes. Cuando
los siervos de Dios convocan reuniones, Satanás
está en el terreno con sus ángeles para impedir la
obra. Está constantemente implantando sugestiones
en la mente de los hijos de Dios. Conduce a
algunos de una manera y a otros de otra, valiéndose
siempre de los malos rasgos que hay en el carácter
de los hermanos y las hermanas, y excitando sus
tendencias naturales al mal. Si están dispuestos a
ser egoístas y codiciosos, Satanás se sitúa a su lado,
y con todo su poder procura inducirles a ceder a los
pecados que los tientan de costumbre. La gracia de
Dios y la luz de la verdad pueden disipar por un
corto tiempo sus sentimientos de codicia y
egoísmo, pero si no obtienen una victoria completa,
Satanás entra cuando no están bajo una influencia
salvadora y marchita todo principio noble y
generoso, y ellos piensan que se exige demasiado
de ellos. Se cansan de hacer el bien Y olvidan el
gran sacrificio que Jesús hizo para redimirlos del
poder de Satanás y de la miseria desesperada.
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Satanás se valió de la disposición codiciosa y
egoísta de Judas y le indujo a murmurar cuando
María derramó el costoso ungüento sobre Jesús.
Judas consideró esto como un gran desperdicio, y
declaró que se podría haber vendido el ungüento y
dado a los pobres el producto de la venta. No le
interesaban los pobres, pero consideraba excesiva
la ofrenda liberal otorgada a Jesús. Judas apreció a
su Señor tan sólo lo suficiente para venderlo por
unas pocas monedas de plata. Y vi que había
algunos como Judas entre los que profesan esperar
a su Señor. Satanás los domina, pero no lo saben.
Dios no puede aprobar el menor grado de codicia o
egoísmo, y aborrece las oraciones y exhortaciones
de aquellos que cultivan estos malos rasgos. Al ver
Satanás que su tiempo es corto, induce a los
hombres a ser cada vez más egoístas y codiciosos,
y luego se regocija cuando los ve dedicados a sí
mismos, mezquinos y egoístas. Si los ojos de los
tales pudiesen abrirse, verían a Satanás en triunfo
infernal, regocijándose acerca de ellos y riéndose
de la locura de aquellos que aceptan sus
sugestiones y caen en sus lazos.
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Satanás y sus ángeles toman nota de todos los
actos mezquinos y codiciosos de aquellas personas
y los presentan a Jesús y a sus santos ángeles,
diciendo en tono oprobioso: "¡Estos son seguidores
de Cristo! ¡Se están preparando para ser
trasladados!" Satanás compara la conducta de ellos
con pasajes de la Escritura en los cuales se
reprende tal conducta, y luego desafía así a los
ángeles celestiales: "¡Estos están siguiendo a Cristo
y su Palabra! ¡Estos son los frutos del sacrificio de
Cristo y de la redención!" Los ángeles se desvían
con desagrado de la escena. Dios requiere de los
suyos que obren constantemente; y cuando se
cansan de hacer el bien, él se cansa de ellos. Vi que
le desagrada mucho la menor manifestación de
egoísmo de parte de quienes profesan ser su
pueblo, de aquellos por quienes Jesús no escatimó
o su preciosa vida. Toda persona egoísta y
codiciosa caerá al lado del camino. Como Judas,
que vendió a su Señor, traicionarán los buenos
principios y una buena disposición noble y
generosa por una pequeña porción de las ganancias
terrenales. Todos los tales serán eliminados del
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pueblo de Dios. Los que quieran entrar en el cielo,
deberán, con toda la energía que posean, alentar los
principios del cielo. En vez de marchitarse en el
egoísmo, sus almas se expanderán en la
benevolencia. Es necesario aprovechar toda
oportunidad de hacer bien unos a otros y cultivar
así los principios del cielo. Jesús me fue presentado
como el dechado perfecto. Su vida fue sin intereses
egoístas, y siempre hubo en él manifestaciones de
benevolencia desinteresada.
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