MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL

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MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL:
UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
M. Begoña LASA ÁLVAREZ
Universidade da Coruña
Desde que se publicara Moll Flanders por primera vez en 1722
hasta que pudo ser leída en español pasaron más de dos siglos, ya que
la novela de Daniel Defoe (1660-1731) no fue traducida a nuestra
lengua hasta 1933, y así se hace constar en la propia obra objeto de
este estudio, donde se afirma que es “la primera traducción del
original inglés”.
Consideramos que es comprensible que la obra por su temática
no fuera traducida antes, pero sin embargo, en un momento de gran
efervescencia cultural y de aumento de las libertades como fue el de la
Segunda República española, resulta lógico que una novela como Moll
Flanders fuera traducida y ofrecida a los lectores de la época.
No obstante, un estudio de esta primera traducción de la obra de
Defoe ofrece considerables variaciones con respecto al original inglés,
casi en su totalidad debidas a un intento de ajustar el texto a los
imperativos derivados del tipo de colección en que se publicó que,
como se dice claramente en la portada del libro, se trata de la
“colección popular” de la editorial Zeus. Estos imperativos nos dan
una relevante información sobre las normas vigentes en ese momento
respecto a la traducción y, como señala Toury (1995: 53), estas
normas se reflejan en todo el proceso de la misma. En este caso, el
condicionante esencial es el tipo de lector al que iba dirigida dicha
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colección, un lector popular. Por consiguiente, esto se refleja, por un
lado, en el límite de número de páginas para que el libro pudiese tener
un precio asequible, y por otro, en una simplificación y modernización
de algunos aspectos de la obra.
Este tipo de hechos no constituyen una novedad en la existencia
impresa de Moll Flanders, no hay más que ir al año siguiente de su
publicación en Londres para encontrarnos con el primer texto
modificado de la novela, y que encabeza una larguísima serie de
versiones “pirata” más o menos abreviadas de la obra.
Si hemos calificado el momento de aparición de la primera
versión española de Moll Flanders como de efervescencia cultural y, a
su vez, editorial, lo mismo podemos decir de la Inglaterra del primer
cuarto del siglo XVIII, y uno de los mejores exponentes de este auge
editorial fue el propio Defoe, un hombre de su tiempo, polifacético,
que participó activamente en casi todas las esferas de la vida de la
época con gran intensidad: en el comercio y los negocios, en la
política, religión y también en el mundo editorial, no sólo como
escritor sino también creando dos publicaciones periódicas: The
Review (1704-1713) y The Commentator (1720).
Efectivamente, se le conoce una gran obra literaria, sin embargo,
hay textos cuya autoría no es clara, sobre todo, la de aquellos de
carácter panfletario que se publicaron anónimamente o simplemente
con unas iniciales. Destacó, como acabamos de mencionar, como
autor periodístico, género en el que plasmó los intereses que más le
preocupaban, tales como la política, la religión, la familia, etc. y
también le sirvió para adquirir y desarrollar grandes dotes como
narrador que posteriormente mostraría en sus novelas. Asimismo, no
debemos olvidar toda su obra ensayística con numerosos tratados
sobre diferentes temas en los que podemos ver al Defoe arbitrista, y
donde despliega todas sus estrategias como polemista.
Pero si Defoe ha pasado a la historia de la literatura es por sus
novelas, un conjunto de obras que empezó a publicar de forma tardía
cuando ya tenía casi sesenta años. En efecto, entre 1719 y 1724, es
decir, en el corto período de tiempo de cinco años publicó siete
novelas, siendo la primera de ellas, Robinson Crusoe, la que mayor
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MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL: UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
fama le ha reportado, y además, desde un punto de vista estrictamente
literario, se la considera como la primera novela moderna en lengua
inglesa.
La obra de Defoe alcanzó gran popularidad ya en su tiempo, por
ejemplo, de su obra Robinson Crusoe, se vendieron nada menos que
80.000 ejemplares en pocos meses. Debido a su experiencia como
escritor, ya llevaba escribiendo treinta años, conocía los gustos del
lector medio y no dudó en basarse para sus novelas en los géneros que
gozaban de mayor popularidad, como los relatos de viajes, las
biografías de delincuentes o las crónicas escandalosas. Es por ello que
sus obras más famosas fueron objeto de innumerables versiones, como
ya hemos señalado con anterioridad. Ante esto, Defoe no dudó en
defender los derechos de autor de sus obras, y en pedir castigo para
aquellos que las pirateaban. Así lo manifiesta en el prefacio a la
segunda parte de Robinson Crusoe (1719):
The injury which those men do to the proprietors of works,
is a practice all honest man abhor: and they believe they may
challenge them to show the difference between that, and robbing
on the highway, or breaking open a house. If they cannot show
any difference in the crime, they will find it hard to show, why
there should be any difference in the punishment (cit. en Day,
1987: 52).
El perjuicio que estos hombres ocasionan a los propietarios
de las obras es una práctica que todo hombre honrado detesta, y
creen que se les puede desafiar a que muestren la diferencia
entre esto y saltear en los caminos o saquear una casa. Si no
pueden mostrar ninguna diferencia en el delito, les será muy
difícil mostrar por qué debería haber alguna diferencia en el
castigo [en adelante y salvo indicación en contrario las
traducciones son propias].
Pat Rogers (1979: 11) dice que hasta 1900 se habían realizado
200 ediciones inglesas de Robinson Crusoe, incluyendo las reducidas
y unas 277 imitaciones. Y aún hoy en día se siguen haciendo
versiones de esta obra, cuyo personaje ha alcanzado el estatus de mito
universal, entre estas cabe citar Vendredi (1967/1977) de Michel
Tournier y Foe (1986) de J. M. Coetzee.
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En cuanto a Moll Flanders, nunca alcanzó las cotas de éxito de
Robinson Crusoe, sin embargo, también fue objeto de varias ediciones
pirata, tal y como lo menciona el mismo Pat Rogers (1985: 183 y ss.)
en su libro sobre la cultura popular del siglo XVIII en Inglaterra. Estas
versiones van desde la que ha sufrido algunos cortes, hasta aquellas en
las que se da una rápida enumeración de algunos eventos de la historia
de la protagonista en tan sólo ocho o diez páginas, conocidas como
“chapbooks”, equivalentes a los pliegos sueltos españoles1.
El público al que se dirigía Daniel Defoe era, como decíamos,
de las clases medias, estrato social al que él pertenecía –era hijo de un
carnicero y él mismo se dedicó al comercio–; y fue precisamente en
este momento cuando se produce un auge de la clase media, la
burguesía, con un mayor poder económico y político, que influirá
también en la cultura, ya que se dejarán a un lado los clásicos
mostrando preferencia por obras que tratan sobre temas más cercanos
a ellos.
Se produjo así una popularización de la cultura, siendo una
muestra de ello la obra de la que nos ocupamos, como lo ejemplifica
el siguiente pareado aparecido en un periódico de la época, The Flying
Post; or Weekly Medley (1 de marzo de 1729):
Down in the kitchen, honest Dick and Doll
Are studying Colonel Jack and Flanders Moll
(cit. en Kelly, 1973: 325).
1
Además de las versiones literarias, las obras de Daniel Defoe también han sido
objeto de versiones cinematográficas. Los críticos se han mostrado unánimes al
señalar el gran potencial cinematográfico de las obras de Defoe (Mayer, 2002: 35), y
lo han considerado como el autor del siglo XVIII inglés que mejor se presta para
adaptaciones a la gran pantalla (Parke, 2002: 52). Basándose en sus dos obras más
populares se han realizado películas como Las aventuras de Robinsón Crusoe
(1952), una coproducción hispano-mejicana dirigida por Luis Buñuel, o la reciente y
oscarizada versión de Robert Zemeckis, Náufrago (2000), protagonizada por Tom
Hanks; en cuanto a la obra que nos ocupa, podemos citar Las aventuras de Moll
Flanders (1965) de Terence Young, con Kim Novak en el papel de Moll; y Moll
Flanders. El coraje de una mujer (1995) de Pen Densham, protagonizada por Robin
Wright y Morgan Freeman.
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(Abajo, en la cocina, los honrados Dick y Doll
están estudiando Coronel Jack y Flanders Moll).
Los especialistas en Defoe lo suelen citar para poner de
manifiesto que los lectores de las obras de este autor eran de clases
más bajas, sin embargo, como señala Maximillian E. Novak, a no ser
que estos personajes, Dick y Doll, hubieran tomado prestada la obra
en cuestión de sus señores o señoras, lo más probable es que
estuvieran leyendo algo que ellos pudieran haber comprado, es decir,
algo muy diferente a lo que Defoe escribió, probablemente un
“chapbook” de los que antes hablábamos (Kelly, 1973: 325).
Del mismo modo, más avanzado el siglo, en 1747, el pintor más
renombrado de la época, Hogarth, describió en una de sus series de
grabados, Industry and Idleness, al aprendiz holgazán dormido en su
telar con un romance de Moll Flanders colgado en su máquina.
Fig. 1. Hogarth: Industry and Idleness (Laboriosidad y pereza). Grabado nº 1: “Los
dos aprendices en sus telares” (1747). 265 x 349 mm. Aguafuerte y buril (Zozaya et
al., 2000: 105).
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Por este motivo, Defoe ya en su tiempo no tuvo muy buena
prensa entre el resto de autores de su profesión y se le relegó a
engrosar la nómina de escritores de Grub Street, que hace referencia a
la calle londinense que frecuentaban los autores de poca monta y que
aún hoy se utiliza con el mismo significado. Sin embargo, a pesar de
su estilo y la temática que desarrolla, alejada de la tradición y de los
clásicos, Defoe era un hombre cultivado que poseía una importante
biblioteca, con libros incluso en español como La pícara Justina o La
Garduña de Sevilla, obras que probablemente lo influyeron en la
composición de Moll Flanders, ya que presenta numerosas
semejanzas con la tradición picaresca española (Sánchez Díez, 1999).
La popularidad de la obra de Defoe traspasó las fronteras y llegó
al continente, y en los dos años posteriores a su publicación Robinson
Crusoe fue traducido al francés (1720-1), alemán (1720) y holandés
(1721). Moll Flanders no se tradujo con tanta rapidez, pero para
mediados de siglo aproximadamente ya existían también versiones
alemana (1723-45), holandesa (1752) y francesa (1761) (Deacon,
1998: 130).
Por lo que se refiere a su difusión en España, la Inquisición
rechazó la traducción francesa de Robinson Crusoe en 1756 por
“proposiciones heréticas, contra la redención y los misterios”
(Deacon, 1998: 132); no obstante, se conoció esta obra en España,
aunque de forma indirecta a través de imitaciones como la del alemán
Campe, El nuevo Robinsón, que tradujo Tomás de Iriarte (Álvarez
Barrientos, 1991: 15). Para la primera edición castellana del original
hubo que esperar hasta 1835 en que se publicó en París, una vez
desaparecida la Inquisición (Montesinos, 1980: 19).
Si Robinson Crusoe tuvo problemas, no es de extrañar que por
lo que se refiere a Moll Flanders ni se intentara su traducción. No hay
más que acudir al título de la obra, que en su versión amplia dice así:
The Fortunes and Misfortunes of the Famous Moll Flanders,
etc. Who was Born in Newgate and during a Life of continu’d
Variety for Threescore Years, besides her Childhood, was
Twelve Year a Whore, five times a Wife (whereof once to her
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MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL: UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
own Brother), Twelve Year a Thief, Eight Year a Transported
Felon in Virginia, at last grew Rich, liv’d Honest, and died a
Penitent, Written from her own Memorandums (Defoe, 1998:
iii).
(Fortunas y adversidades de la famosa Moll Flanders,
etc. que nació en Newgate y que durante una azarosa vida
de tres veintenas, además de su niñez, fue durante doce
años prostituta, se casó cinco veces (de las cuales una con
su propio hermano), fue doce años ladrona, ocho años una
convicta deportada en Virginia, hasta que al fin se hizo
rica, vivió honradamente y murió arrepentida, escrita según
sus propias memorias).
Es así que llegamos a 1933, año en que se publica por primera
vez la versión española de Moll Flanders, obra que posteriormente ha
sido editada en numerosas ocasiones, figurando en la Biblioteca
Nacional más de treinta ediciones y reediciones de la misma, lo cual
demuestra el interés que el público español ha sentido por la obra.
Como ya se ha indicado, la fecha de publicación de la obra que
comentamos coincide con los años en que está vigente la Segunda
República. Esta forma de gobierno adoptó en España el sistema de la
reforma y no el de la revolución, y ya desde el principio se trató de un
reformismo burgués, pero de una burguesía liberal, democrática y
progresista. Se caracterizó sobre todo por su constante afán educador,
tanto mediante la instrucción pública directa como a través de la
extensión cultural, pues se trataba de que el pueblo alcanzara un nivel
cultural suficiente para que colaborase junto a sus gobernantes en el
asentamiento del régimen republicano. Como consecuencia, el libro
fue considerado como el vehículo más adecuado de culturización
popular, y se tomaron medidas como la creación de bibliotecas o la
organización de Ferias del Libro y, por supuesto, la edición de más
libros (Huertas, 1988: 159).
A este fenómeno editorial Martínez Martín (2001a: 170) lo
denomina “la edición multiplicada”, lo que implica no sólo un
aumento cuantitativo de las editoriales, sino una diversificación de las
mismas para atender a la heterogeneidad de lectores de la época, ya
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que se incorporaron nuevos grupos sociales a la lectura. Estos lectores
se concentraban mayoritariamente en las ciudades, donde el
analfabetismo pasó de un 72% en 1877 a un 63,8% en 1900, para
llegar a un 44% en 1930 (Martínez Martín, 2001b: 473).
Los autores de prestigio literario e intelectual no gozaron de
tanto éxito como los que se dedicaban a temáticas más populares
como por ejemplo Felipe Trigo que se especializó en el género
erótico. Normalmente, los escritores que se dedicaban a la publicación
de sus obras en colecciones eran los únicos que obtenían beneficios.
Estas colecciones fueron la consecuencia de los cambios que se
produjeron en las primeras décadas del siglo XX en cuanto a los
hábitos de ocio, incorporándose a la lectura un público que hasta
entonces se había mantenido al margen, como es el caso del
proletariado, las mujeres o los niños. Así, a partir de 1907 en que
aparece la colección de “El Cuento Semanal” con gran éxito, le
seguirán infinidad de publicaciones seriadas de todo tipo, para abarcar
a todos estos nuevos lectores como “La Novela Corta”, “La Novela
Teatral”, “La Novela de Noche”, “La Novela Mundial”, etc., incluso
había colecciones que se centraban en una profesión con títulos como
“La Novela de la Modistilla” o “del Chófer”. Entre las de más éxito,
como ya hemos mencionado anteriormente, estaban las de temática
erótica, entre las que cabe citar “La Novela Sugestiva”, “La Novela
Pasional”, “El Cuento Galante”, etc. (Cfr. Sánchez Álvarez-Insúa,
2001).
Se produce una auténtica revolución cultural en España en la
que la demanda de literatura supera la oferta, por ello, el número de
obras y autores crece de forma espectacular, e incluso se traducen gran
número de obras extranjeras, sobre todo de escritores rusos, pero
también de ingleses, norteamericanos, alemanes e italianos, tanto de
entretenimiento como de tipo político y revolucionario, muy en
consonancia con las convulsiones políticas que tienen lugar en estos
años (Escolar Sobrino, 1998: 292).
Ya en los últimos tiempos de la dictadura, un grupo de jóvenes
con espíritu revolucionario había creado varias editoriales de
orientación claramente izquierdista. Su pretensión no era económica
sino simplemente difundir los libros que consideraban imprescindibles
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MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL: UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
para el porvenir de la humanidad. Entre estas editoriales, se encuentra
la editorial Zeus, la encargada de la publicación del libro que
comentamos. Debe su fundación a Graco Marsá, que se había
separado anteriormente de la editorial Cenit, su labor se extendió entre
los años 1930-1933, y en tan corto período de tiempo publicó
numerosas obras sobre la actualidad política, así como de carácter
literario (Escolar Sobrino, 1998: 296-7; Esteban, 1996: 288).
Tal y como señalan los editores en una de las primeras obras que
publicaron, entre sus postulados estaban “cumplir una misión:
contribuir a elevar la cultura patria y favorecer nuestra literatura.
Sabemos muy bien que una editorial tiene siempre, o debe tener un fin
pedagógico, que en ningún momento debe olvidar por fines
secundarios” (Swansea, 1930: s.n.).
También manifiestan en este prólogo cuál es su intención al
publicar, como ocurre en el presente caso, una obra de un autor
extranjero: “Publicaremos las obras de más intensidad humana y
emoción social aparecidas en el extranjero, y de este modo
contribuiremos a que España conozca la obra literaria de Europa y a
que se sienta país europeo, no sólo por su situación geográfica, sino
también por su cultura” (Swansea, 1930: s.n.).
Por otra parte, la filosofía de este tipo de editoriales queda
definida de una manera más explícita, especialmente en cuanto a su
faceta económica como negocio, si a lo anterior unimos la declaración
de intenciones manifestada en el prospecto que aparecía en la
contraportada de una de las colecciones de la editorial Fénix, muy
similar a la editorial Zeus:
Si en la actualidad, por causas harto conocidas, no abundan los
lectores que puedan gastar mucho dinero en libros, resulta
incontrovertible que se hace preciso, para facilitar su compra y
venta, proporcionarles esos mismos libros por poco dinero [...].
Con tales normas editoriales, se ganará muy poco por ejemplar,
pero se venderán muchos más ejemplares, y la utilidad del
negocio será casi la misma. Y en su aspecto moral, mayor la
satisfacción, por la mayor difusión de la obra cultural (cit. en
Sánchez García, 2001: 265).
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M. BEGOÑA LASA ÁLVAREZ
La única manera que tenían dichas editoriales de conseguir
precios bajos y llegar incluso hasta los lectores más humildes era a
costa de la calidad formal. Para ello no tenemos más que tomar como
ejemplo este libro, vemos que el texto aparece impreso en dos
columnas utilizando un tipo de letra de tamaño muy pequeño.
Además, las tapas solían ser de cartoncillo de modo que resultaban
muy frágiles, el papel también solía ser de mala calidad, y se
encuadernaban al estilo conocido como americano, sólo con cola, por
lo que las hojas se solían desprender con facilidad.
Esta necesidad de abaratar costes no sólo afectó al aspecto
externo del libro, sino también a su contenido. Tal y como podemos
observar en las últimas hojas de nuestro libro, en las que la editorial
enumera sus colecciones y los últimos títulos publicados, la colección
a la que pertenece Moll Flanders aparece descrita como sigue: “Libros
Zeus. Serie Popular. Cuadernos en 4º mayor, de 100 páginas de
abundante texto”, de modo que las obras se tenían que ajustar a un
número de páginas determinado. Como ya se ha mencionado con
anterioridad, este hecho creemos que influyó en la traducción, de
manera que la traductora trató de resumir y acortar bastantes párrafos
y frases de la obra. Pero no sólo ocurría con obras traducidas, también
afectaba a obras de autores españoles cuando sobrepasaban las
páginas previstas.
Un análisis de las obras que con fines publicitarios se citan en
estas páginas finales nos da una idea de los gustos e intereses de los
lectores y de las editoriales de la época.
-
La “Colección Cultura”, con obras divulgativas de carácter
científico y también sexual, se vendía a un precio más
elevado ya que tenía ilustraciones. Estaría destinada a un
público más selecto y pensada sobre todo para las
bibliotecas, instituciones que recibieron un gran impulso
durante los años de la Segunda República española, no hay
más que observar las siguientes cifras: en 1930, bajo la
monarquía, se gastaron 40.000 ptas. en la adquisición de
libros para bibliotecas, mientras que en 1933, 1.690.000
(Pedraza y Rodríguez, 2002: 312).
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MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL: UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
-
La “Serie Popular” en la que se publica Moll Flanders, que
incluye obras de temática variada, ya que junto a obras de
ficción se editan obras de carácter político o religioso –más
bien antirreligioso-, hace honor a su nombre también en el
precio, ya que es la colección con las obras más baratas.
-
La colección “Escritores del Pueblo” se centra en obras de
autores de temática social y revolucionaria. En un formato
similar a las obras de 5 y 6 pesetas, pero la editorial las
vende a 2 pesetas.
-
La colección “Aventuras y Misterio” con obras de ficción
en un formato afín a la “Serie Popular”, pero con mejor
encuadernación; no podemos saber cuánto encarecía el
libro esta presentación de mejor calidad ya que en este caso
no se hace referencia al precio.
Al pasar a estudiar la traducción española en sí nos centraremos
fundamentalmente en las variaciones más llamativas que realizó la
traductora con respecto al original inglés, y que consideramos son
consecuencia de la “popularización” del texto en el doble sentido que
hemos mencionado anteriormente. Esta “popularización” se realiza
fundamentalmente atendiendo al encargo de traducción, tal y como lo
entiende Christiane Nord (2002: 113), es decir, el traductor, para
cumplir con ese encargo, elige aquellos elementos informativos del
texto base que considera más idóneos para la finalidad y el lector de la
obra previstos.
Sin embargo, aparte de la traducción del texto en sí,
encontramos en la edición española otros factores que también nos
aportan información, los que constituyen el paratexto, según lo
entiende Genette (1987), es decir, todos aquellos elementos verbales o
gráficos que acompañan al texto, formando parte del discurso literario
que constituye la obra. Ya se ha mencionado que la editorial y la
colección van a ser factores determinantes en la traducción en sí,
como más adelante veremos; pero conviene que, en primer lugar, nos
detengamos en el título. Como hemos visto con anterioridad, la novela
comúnmente conocida como Moll Flanders tiene un título más amplio
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M. BEGOÑA LASA ÁLVAREZ
al que se suele referir como “titlepage”, y que en el siglo XVIII
realizaba una función publicitaria, constituyendo una especie de
resumen de la obra para hacerla apetecible al comprador/lector, sería
algo semejante a lo que hoy encontramos en las contraportadas o
solapas de los libros. Pero en realidad el título de la novela sería más
corto: The Fortunes and Misfortunes of the Famous Moll Flanders.
No obstante, la novela de Defoe se conoce por el nombre de la
protagonista, y así figura en las ediciones consultadas 2, aunque
normalmente ya en el interior se incluye el título más amplio.
En el caso que nos ocupa, el título es el que hemos citado: Moll
Flanders, pero en la cubierta y entre paréntesis se subtitula la obra
como “(una aventurera del siglo XVII)”, bastante diferente del
original. Se da algo más de información, ya que el lector puede saber
que la acción transcurre en una época pasada, y a la vez que la
protagonista es de género femenino, cosa que no resulta del todo clara
para un lector español, y así, se sustituyen los sustantivos “fortunes
and misfortunes” por el adjetivo en femenino “aventurera”; por otra
parte, también se añadiría la connotación de “aventurera” relacionado
con “aventura amorosa” que en el título inglés no existe.
Otra circunstancia que llama la atención es que el apellido del
autor aparezca escrito de dos maneras diferentes en la portada y en la
primera página. Actualmente, se conoce al autor como Daniel Defoe,
pero no hay que olvidar que su apellido familiar era Foe, de
ascendencia flamenca, y que fue el mismo autor quien empezó a
prefijar su apellido con la partícula nobiliaria francesa “de”,
convirtiéndolo en De Foe. La presencia de las dos grafías en la misma
obra hacen referencia a una confusión todavía existente ante el
auténtico nombre del autor en España, que todavía no se había fijado,
y donde también se podía encontrar el apellido de este autor
acentuado: “Defoé” (Palau y Dulcet, 1951: 339).
Por otra parte, también se mencionan detalles sobre la
traducción en sí, se dice que es la “Primera traducción del original
inglés al español por Carmen Abreu”, con ello se da cuenta de la
2
En español, la edición de Planeta (1981) y de Cátedra (1999), y en inglés, la
edición de Oxford (1981/1998).
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MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL: UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
novedad de la obra que presenta la editorial, es la primera vez que se
publica en español, y además conceden importancia y por ello
mencionan a la persona que ha llevado a cabo la traducción.
Resulta significativo que la presente traducción omita
completamente el prefacio que escribió el propio Defoe para su
novela. Desde un punto de vista de historiografía o de teoría literaria,
este tipo de prefacio, muy frecuente entre los autores del XVIII inglés,
resulta de gran importancia, ya que en ellos se referían al género en el
que escribían (Lorenzo Modia, 1998: 49). En esta época, los autores
son conscientes de que estaban escribiendo algo nuevo y diferente a lo
anterior, el mismo Defoe hace referencia a este hecho en algunos de
sus escritos, como cuando dice en The Family Instructor (Londres,
1715 y 1718): “Novelty, the modern Vice of the reading Palate” (cit.
en Novak, 1996: 45); sin embargo, lo que estaba claro para ellos es
que lo que escribían no era “novel” (novela), calificación que
precisamente se le da a la traducción española en la primera página.
Defoe nunca hubiera admitido esta denominación ya que en su tiempo
se asociaba con narraciones imaginarias de ficción, y se prefería el
término “history” o “story”, para insistir en que estaban narrando algo
verdadero (Lorenzo Modia, 1998: 26-7), que es precisamente lo que
Defoe postula en el prefacio de Moll Flanders. Resaltar el verismo de
la historia que contaban estaba íntimamente ligado con otro de los
aspectos recurrentes de estos prefacios, ya que si la historia era real
podía ser moral y proporcionar una utilidad a los lectores, mientras
que si era ficción falseaba la realidad y no enseñaba, y los autores del
XVIII, y Defoe entre ellos, creían en el fin utilitario de la literatura, y
justificaban sus narraciones a través de la máxima horaciana de
“docere et delectare”.
Sin embargo, todo esto que hemos expuesto sobre la
importancia de los prefacios, no tiene relevancia para un texto cuyo
fin primordial es entretener a los lectores. En estos momentos los
problemas que se trataban en ellos se discuten ya en otro tipo de obras,
de modo que el prefacio se suprime sin más, especialmente teniendo
en cuenta que el número de páginas es determinante para esta
traducción.
209
M. BEGOÑA LASA ÁLVAREZ
Continuando con los recortes u omisiones que la traductora
realiza del original, además de la omisión del prefacio, la más
significativa en cuanto al volumen de texto suprimido se refiere a las
aventuras de Moll como ladrona y sus andanzas en los bajos fondos de
Londres. En total son unas sesenta y ocho páginas de la edición
inglesa de Moll Flanders utilizada, y quedan resumidas en un corto
párrafo que actúa a modo de enlace entre lo anterior y lo que viene a
continuación: “No sé los años que para mí transcurrieron en este
horrible oficio, al que me aferraban cada vez más mis continuos
éxitos” (Defoe, 1933: 88), y se pasa a narrar la última aventura de
Moll como ladrona de la que sale mal parada y es encarcelada. En mi
opinión, este hecho podría estar relacionado con lo que hemos
mencionado a propósito del título en español y las connotaciones del
adjetivo “aventurera”, y que lo que se pretende resaltar en la versión
española es a la protagonista y sus aventuras amorosas. No obstante,
tenemos que volver a insistir en el número de páginas que no había
que superar y que ya estamos en la página ochenta y ocho y se
necesitaba acortar la versión.
En cuanto al resto de omisiones, la mayoría son de dos o tres
párrafos aunque alguna es más larga, y se trata de pasajes que no se
refieren directamente a la acción principal, por ejemplo, historias
sobre personajes secundarios, como el de la mujer del marino, o
pasajes más bien moralizantes, como el que narra las actividades de
los hombres en La Mint y la terrible situación en la que dejaban a sus
familias.
Por último, también se observa que la traductora omite en
numerosas ocasiones oraciones o parte de oraciones que pueden
resultar irrelevantes o redundantes para captar el sentido del pasaje,
por ejemplo:
And now he had me an Hour and a
Half again by myself, and we fell into
the same Arguments all over again, or
at least so near the same, as it would
be to no purpose to repeat them; […]
(Defoe, 1998: 41).
[…] London was an expensive and
Una vez solos, durante hora y media,
estuvimos dando vuelta a los mismos
argumentos; […] (Defoe, 1933: 19).
[…] en Londres era un gasto enorme,
210
MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL: UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
extravagant Place; that I found I
could not live here under a Hundred
Pound a Year, unless I kept no
Company, no Servant, made no
Appearance, and buried myself in
Privacy, as if I was oblig’d to it by
Necessity (Defoe, 1998: 129).
pues veía muy bien que era
imposible gastar menos de 100 libras
al año, de no vivir privada de toda
amistad y como encerrada (Defoe,
1933: 54).
[...] I went thro’ into Bartolomew
Close, and then turn’d round to
another Passage that goes into Longlane, so away into Charterhouse-Yard
and out into St. John’s-street, then
crossing into Smithfield, went down
Chick-lane and into Field-lane to
Holbourn-bridge, when mixing with
the Crowd of People usually passing
there, […] (Defoe, 1998: 194).
Yo eché a andar cruzando y pasando
calles hasta que me encontré entre el
gentío de Holtorn Bridge, [...]
(Defoe, 1933: 84).
Además de la omisión, se utilizan otros procedimientos de
traducción para conseguir la popularización del texto, hecho del que
venimos hablando a lo largo de este trabajo. Así, la traductora lleva a
cabo con bastantes años de antelación lo que Nida y Taber (1986: 16)
proponen, es decir que, en aras de que se produzca una mayor
inteligibilidad del texto por parte del lector, han de ser eliminadas de
la traducción las expresiones que puedan producir confusión o que por
su complicado vocabulario o gramática desanimen a los lectores.
Por ejemplo, podemos mencionar casos de equivalencia
funcional o cultural, en este caso se unen a la diferencia diacrónica
entre los dos textos, que ya se ha mencionado abarca dos siglos. En
este sentido, podemos señalar entre los aspectos más llamativos, la
utilización de las fórmulas de tratamiento del momento, es decir, “tú”
y “usted”, en vez de la utilización de “vos” y de la segunda persona
del plural; también utiliza los tratamientos españoles, como “señorita”,
“señora”, e incluso utiliza el de “señorito” para referirse al hijo de los
señores; y en cuanto a los nombres propios, aparecen pocos en el
texto, y por un lado “Betty” y “Robin” los mantiene, aunque a este
último le cambia el acento y pasa a ser “Robín”, pero el resto los
211
M. BEGOÑA LASA ÁLVAREZ
traduce: “Roberto” para “Robert” y “Jaime” para “James”. Por último,
no podemos dejar de mencionar, ya sea solamente a título anecdótico,
algunos casos llamativos de modernización como “turistas” para
“strangers”, “nene” para “little baby”, “hotelero” para “Landlord”, o
“policía” para “constable” y “chulos” para “rakes”.
En otras ocasiones la distancia cultural se salva a través de
adiciones (Newmark, 1988: 91), ya que se trata de información que
añade el traductor en su versión; ésta normalmente suele ser de índole
cultural y se considera necesaria para el lector. Tenemos un ejemplo
claro en las primeras líneas de la novela donde leemos en el original
inglés lo siguiente: “My True Name is so well known in the Records,
or registers at Newgate, and in the Old-Baily” (Defoe, 1998: 7), pero
la traductora de la versión española considera que sus lectores
precisan información adicional sobre los lugares mencionados en el
original y dice: “Mi verdadero nombre es tan conocido en los archivos
y registros de las prisiones de Newgate y Old Beyley” (Defoe, 1933:
5). Sin embargo, hay que hacer constar que en la versión inglesa
actual que se ha utilizado, la de Oxford Classics, el editor también
ofrece una nota explicativa al respecto, señalando los lugares a que se
refiere Defoe en su obra; en este caso la adición se debe a la distancia
diacrónica entre la versión del siglo XVIII, momento en que dichas
cárceles eran muy conocidas para los lectores, y la actual, debido a
que ya no existen.
En cuanto al procedimiento de adaptación, se podrían citar los
ejemplos de frases hechas o refranes como “tis vain to mince the
Matter” (Defoe, 1998: 46), traducido por “no tengo por qué dorar la
píldora” (Defoe, 1933: 21); o el caso de “be that between his
Conscience and his Honour, and himself” (Defoe, 1998: 49), cuya
versión española es en el texto “allá él con su conciencia” (Defoe,
1933: 23), que resulta mucho más coloquial. Son frases que,
traducidas tal cual aparecen en el texto original, no tienen el mismo
significado en la lengua meta y necesitan traducirse por una situación
análoga (Torre, 1994: 130-1).
La transposición consiste en reemplazar una palabra o segmento
del texto origen por una palabra o segmento en el texto de llegada,
conservando su significado semántico pero modificando su categoría
212
MOLL FLANDERS POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑOL: UNA TRADUCCIÓN «POPULAR»
gramatical o función sintáctica, porque, como dice Vázquez-Ayora
(1977: 268), “el vehículo de las ideas no es el mismo ni es igual en las
lenguas. Es el caso de “he was at the last Extremity” (Defoe, 1998:
121), traducido por “estaba gravísimo” (Defoe, 1933: 50), en que un
sintagma preposicional se traduce por un adjetivo.
La modulación, por otra parte, introduce un cambio en el punto
de vista desde el que se observa la realidad. En este sentido, VázquezAyora (1977: 299) menciona varios tipos de modulación, entre los que
podemos citar el caso en que el original se traduce por lo contrario
negativado; y así, del inglés “But I was in the wrong Place for it”
(Defoe, 1998: 106) se pasa a “Pero para esto no era aquel el lugar
adecuado” (Defoe, 1933: 43).
Sin embargo, junto a estos casos hay en la traducción aspectos
contradictorios y, así, se mantienen palabras en inglés como
“schelling”, escrita entre comillas haciendo ver que se mantiene la
grafía inglesa aunque está mal transcrita, o “farthing”, e incluso
llegamos a encontrar un refrán en inglés, sin traducir. Este
procedimiento se conoce como préstamo, aunque aquí su finalidad no
obedece a los motivos que se suelen citar para su utilización: “llenar
una laguna para la que no se encuentra una solución en la lengua
receptora (en general de origen técnico o cultural, en relación con un
concepto desconocido por los hablantes)” (Sánchez Trigo, 2001: 208),
por cuanto dichos términos no ofrecen dificultades en cuanto a su
traducción. Hoy en día este hecho no resulta tan llamativo, ya que
como nos dice Salvador Peña (1997: 29) “la relación del castellano
con el inglés va poco a poco comenzando a parecerse a lo que se
podría calificar de diglosia incipiente”, y por ejemplo, nos ilustra este
hecho el gran número de títulos de películas que se conservan en
inglés; pero en la época en que se publicó esta traducción, en 1933,
creemos bastante improbable que un receptor de tipo popular al que se
dirige la misma, entendiese dichas palabras o expresiones en inglés.
No obstante, lo más llamativo de esta versión es que introduce
palabras en francés o galicismos, como “catín” (prostituta) para
“whore”, “faix” (carga) para “burthen”, o “debauche” (libertino)
también para “whore”. No podemos ofrecer una explicación definitiva
para este hecho, aunque podemos aventurar, por un lado, que existiese
213
M. BEGOÑA LASA ÁLVAREZ
una versión francesa intermedia o que la traductora utilizase dicha
versión francesa como guía 3; aunque también cabe la posibilidad de
que utilizase un diccionario inglés-francés, para posteriormente
traducir del francés al español, ya que en España, hasta relativamente
hace poco tiempo, se tendía al aprendizaje del francés como primera
lengua extranjera y era normal, entre los traductores, que se conociese
mejor la lengua francesa que la inglesa y, por tanto, se utilizase la
primera como puente para la segunda. Pero, por otro lado, también
podría tratarse de alguna moda de la época.
A modo de conclusión, y tras el breve análisis contrastivo aquí
expuesto, podemos decir que la primera traducción de Moll Flanders
al español se vio condicionada principalmente por motivos
paratextuales, como venimos diciendo desde el principio, es decir, por
el tipo de colección en que se incluyó y el público al que iba dirigida.
Sin embargo, la traducción española, no sólo es una versión reducida
de la inglesa, sino que al suprimir la parte de la vida de la protagonista
que se centra en sus aventuras como ladrona, lo que queda se refiere
fundamentalmente a sus aventuras amorosas. Parece como si esta
versión dejara de lado la acepción más general que da el diccionario
de la RAE (2001:173) de “aventura”, como “Acaecimiento, suceso o
lance extraño” y “Empresa de resultado incierto o que presenta
riesgos”, y se centrara exclusivamente en la de significado más
restringido, la de “Relación amorosa ocasional”.
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Por ejemplo, una de las versiones francesas más conocidas, la de Marcel Schwob
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