A. I. Vaganova y su contexto histórico Por Rosario María Moreno Fuentes Agripina Iakovlevna Vaganova, nació en 1879 en St. Petersburgo y vivió en un momento histórico de grandes cambios. Creció en el ambiente del Teatro Mariinsky, sede del entonces llamado Ballet Imperial, así como de la Opera Imperial, donde su padre era acomodador de butacas de los espectadores más selectos. A los diez años de edad fue admitida en la Escuela Imperial de Ballet donde vivió de manera muy humilde. Los estudiantes de dicha escuela, eran al principio mayormente hijos de familias al servicio de palacio. En la época en la que Vaganova estudiaba, la mayoría de sus compañeros y compañeras aun provenían de familias humildes relacionadas con el Teatro Imperial. Tras ocho años de formación, Vaganova ingresó en el cuerpo de baile del Ballet Imperial. Tanto el Teatro Mariinsky como sus bailarinas y bailarines pertenecían y dependían del Ministerio Imperial. La aristocracia se identificaba totalmente con dicha institución. Con frecuencia, se daban actuaciones en el Teatro Hermitage exclusivamente para los miembros de la familia imperial y su corte. A diferencia de la Opera de París, en aquel mismo tiempo el Teatro Mariinsky continuaba ofreciendo un arte vinculado a la realeza, visible en muchos aspectos también formales, como los emblemas Romanov de doble águila de las carrozas que se trasportaba a los bailarines a las actuaciones, o los dulces con los que la emperatriz les obsequiaba después de las actuaciones. Desde que ingresó en 1897 bailó en el cuerpo de baile, y ascendió lentamente en la jerarquía del Mariinsky. Vaganova no poseía gran belleza ni un gran atractivo. A partir de 1901, comenzó a ser seleccionada para roles importantes en ballets de Petipa como Herbe en El despertar de Flora, una de las hadas en La Bella Durmiente, el Clemencia en Raymonda, el papel principal en el ballet de un acto titulado La Perla, la Reina de las Driadas en Don Quijote, y muchas otras rolles en diferentes ballets, también de Nikolai Legat o Michel Fokin. Después de catorce años recibió el primer roll de ballerina, propiamente dicho, en el ballet La Source. A continuación debutó en el doble roll de Odette-Odile en el Lago de los Cisnes, así como en El Caballito Jorobado y en Giselle. Sin embargo, ninguna de sus interpretaciones en estos estrenos fue bien recibida. En 1915, a punto de retirarse, fue nombrada Ballerina. Había pasado la mayor parte de su carrera bailando roles demasiado insignificantes para ser mencionada en los Libros Anuales de los Teatros Imperiales. A pesar de que esta realidad era desilusionante para una bailarina de su ambición y entrega, fue una preparación magnífica para su futuro como pedagoga y directora de la compañía. A pesar de ser Vaganova duramente criticada por el propio Petipa por sus interpretaciones de los rolles principales en Raymonda o La Perla, ella se convierte en una defensora incondicional de los principios académicos que constituyen el fundamento esencial, y de la técnica que se encierran en cada una de las creaciones de Petipa y que ella conocía a la perfección. El objetivo de conquistar la técnica se convirtió en su máxima, llegando a recibir el sobrenombre de “la reina de las variaciones” de la mano del crítico A. Volynsky. Petipa muere en 1910 tras medio siglo a la cabeza de la compañía, dejando un vacío difícil de cubrir. El segundo Maestro de Baile, el joven y prometedor coreógrafo Nikolai Legat, asume la sucesión, después de su éxito en 1903 con el ballet El Hada Muñeca, cuya realización escénica llevó a cabo junto a su hermano Sergei. Sin embargo, ninguna de sus posteriores creaciones mostró una originalidad evidente. Legat y Vaganova trabajaban muy estrechamente, ya que este fue su partner, repetidor, e incluso coreografió para ella. Eran amigos también fuera del teatro, pero su trabajo pertenecía a una tradición ya casi moribunda. Legat estaba a la cabeza de la compañía cuando la dirección artística recayó en Michel Fokin, quien coreografiaba movido por el espíritu de la Revolución de 1905. Esto supuso retar tanto el formato como el lenguaje propio de los grandes ballets a la manera de Marius Petipa. Inspirándose en el Romanticismo creó Chopiniana o Les Sylphides en 1907-8. Entusiasmado por la naturalidad y belleza de la simplicidad de los movimientos que Isadora Duncan realizaba en sus actuaciones, Fokin escogía música de concierto, vestía a sus bailarinas con túnicas y coreografiaba movimientos del torso más libres. Se distanció de artificios, del trabajo sobre la punta e incluso del en dehors. Por encima de todo, enfatizó la expresividad e identificaba los brazos como las ventanas del alma. Esta nueva tendencia coreográfica estaba lejos del modo de bailar en el que se había especializado Vaganova, quien en cuestiones de técnica no tenía rival, pero carecía de la cualidad poética, lirismo, expresividad y dramatismo que Petipa y Fokin habían valorado tanto en bailarinas como Anna Pavlova, contemporánea de Vaganova, o en la algo más joven Tamara Karsavina. Ambas sobresalían de entre el círculo que se formó alrededor de Fokin y que presionaba para conseguir un cambio hacia la creatividad, apareciendo en las actuaciones benéficas en las que la mayor parte de las creaciones de Fokin fueron estrenadas. En su trabajo, la estructura se alejaba de la ortodoxia y hacía un uso sesgado del vocabulario clásico, lo que provocó una división en la compañía. Dicha ruptura se agravó con el triunfal recibimiento que obtuvo en Paris, donde sus ballets conformaron el corazón de la Temporada Rusa de Serguei Diaghilev en 1909. Por tanto, se formaron dos bandos: aquellos que se identificaban con el trabajo de Diaghilev y Fokin, y aquellos que se consideraban imperialistas y seguían a Legat. Estos últimos consideraban a Fokin como su principal enemigo. Gracias al éxito que alcanzaron sus creaciones en París, se consolidó la fama de Fokin como coreógrafo innovador. En 1910 fue nombrado Maestro de Baile del Mariinsky, una posición que ocupaba a su vez Legat. Previamente a esta nueva etapa, Fokin había creado lo que posteriormente se conocería como los primeros ballets de temática rusa del siglo veinte: El Pájaro de Fuego (1910) y Petroushka (1911), con música de Igor Stravinsky; Las Sílfides y Carnaval (1910); Polovtsian Dances (1909) y Schéhérezade (1910). En las siguientes temporadas, entraron a formar parte del repertorio del Mariinsky muchos trabajos nuevos y renovados de Fokin. En ellas causaba expectación Nijinska, y no Vaganova, que andaba desaparecida en dichas creaciones, ya que ella no vio la necesidad de adaptar su danza a la nueva plasticidad y expresividad que exigía el estilo de Fokin. Jamás bailó para Diaghilev, escuchó la música que Stravinsky produjo para sus ballets o apreció la influencia modernista que llegó justo antes de la Primera Guerra Mundial de la mano de Vaslav Nijinsky en sus creaciones La Siesta del Fauno (1912) y La Consagración de la Primavera (1913). El horizonte artístico de Vaganova estaba conformado casi únicamente por el repertorio clásico en el que ella era brillante. Sin embargo, los acontecimientos históricos que tuvieron lugar con la Revolución, la caída de la monarquía y el triunfo Bolchevique, supusieron un reto para la perspectiva artística de Vaganova. Y la situación se agravó aún más cuando su esposo se suicidó dejándola viuda a cargo del hijo fruto de su matrimonio y de sus dos sobrinos por parte de su hermana. Esta situación la obligó en 1918 a volver al escenario después de haberse retirado. Actuaba en espectáculos de variedades, lo que suponía un descenso en su rango de ballerina del Mariinsky, pero era la única opción para salir adelante durante aquellos años de guerra civil. Los que los rojos y los blancos se disputaban el control del destino de Rusia y miles de personas atravesaban clandestinamente las fronteras cerradas para emigrar. A pesar de la situación, la vida del teatro florecía. El hasta entonces Teatro Imperial se convierte en un tesoro nacional financiado por el nuevo gobierno de la misma manera que lo había estado hasta entonces por el gobierno anterior, aunque en lugar de pertenecer a la Corte, ahora pertenecía al Pueblo. A partir de entonces, El Mariinsky se llamó Teatro Estatal Académico de la Opera y Ballet. Los trabajadores, artistas, escritores, estudiantes e incluso militares, sustituían a la antigua audiencia imperial bien avenida. Después de la primera actuación popular, uno de los nuevos periódicos aseguraba que se había dado el primer paso hacia la democratización del teatro. Esta renovación fue valorada como un enriquecimiento de la atmósfera del ballet. Además, dentro del teatro, la Revolución significó un cambio generacional. Sergeyev, fue un odiado director escénico jefe, que abandonó Rusia en 1913, llevándose a Occidente las notaciones de Stepanov para la puesta en escena del Lago de los Cisnes, Giselle, La Bella Durmiente y otros ballets imperiales. Legat también abandonó la compañía. Los simpatizantes de Fokin tomaron fuerza, a pesar de que este emigró en 1918, convirtiéndose algunos en el comité de repertorio y otros en responsables de la compañía. Fedor Lopukhov se convierte entonces en director artístico gracias a sus méritos como amante de la tradición y coreógrafo innovador. Siempre mantuvo los ojos abiertos hacia occidente y es considerado incluso precursor de los ballets sinfónicos, que creó diez años antes que Léonide Massine. Creó el primer ballet soviético, El huracán Rojo (1924), con el incondicional apoyo de Alexandre Benois, diseñador de Las Sílfides y Petroushka, y Boris Asafiev, compositor, crítico y amante de la música de Stravinsky. Preservó como ningún otro la herencia de Petipa transformando lo antiguo en un legado genuino. En su gestión como director artístico colocó las creaciones más brillantes de Petipa como base del repertorio de la compañía. Vaganova se dedicaba al cuidado de los bailarines de la compañía a través de sus clases de perfeccionamiento, a la vez que comenzó a impartir docencia a las alumnas de primer curso de la Escuela de Ballet Imperial. Anteriormente ya había impartido docencia en la escuela del Barón Miklos y en la Escuela de Ballet Ruso, fundada por Volynsky y donde también impartió docencia Legat. Cada vez más pedagogos de la Escuela Imperial de Ballet emigraban a occidente o se retiraban, como por ejemplo Olga Preobrajenska, cuya escuela en París se convirtió en referente para muchos bailarines europeos. Vaganova iba asumiendo más cursos hasta llegar a impartir los cursos más avanzados. Lo que comenzó como una necesidad se fue convirtiendo en su vocación, ya que amaba la enseñanza y estaba fascinada por el proceso de enseñanza aprendizaje, y por la posibilidad de moldear cuerpos, mentes y movimientos, despertar las nuevas personalidades artísticas e investigar cómo la técnica de la danse d’école podía ser mejorada, redondeada, perfeccionada y hacerse más heroica. De sus clases empiezan a surgir las primeras bailarinas soviéticas: Semenova (1925), Iordan (1926), Ulanova (1928), Vecheslova y Dudinskaia, que posteriormente asumirán la dirección coreográfica de los teatros de Moscú y Leningrado. Según Sollertinsky, todas las grandes bailarinas rusas de la época salieron del aula de Vaganova. En 1927 fue nombrada vice directora de la compañía a la vez que se dedicaba a la escuela, y su influencia fue creciendo. La aportación de Vaganova fue no solo enseñar sino también profundizar la técnica, como fue el caso de Balanchine en Estados Unidos en los años cincuenta y sesenta, aunque con una perspectiva distinta. Siempre conservadora y demandando la necesidad de preservar al pureza de la danza clásica, Vaganova se fue posicionando contra Lopukhov. Era una época difícil en la que todo lo que recordaba a Occidente o al Modernismo era rechazado. El proceder de Vaganova, seria y prudente, era el más seguro. También para la música eran tiempos difíciles. En 1928 el propio Serge Prokofiev ve pospuesta su ópera The Gambler indefinidamente, y muchas de sus creaciones fueron depuestas de la programación del Mariinsky. Incluso Petroushka, de Stravinsky despareció de dicha programación. En 1929, la Asociación Rusa de Músicos Proletarios animaba en sus publicaciones a evitar que la música burguesa influenciase a los jóvenes músicos soviéticos a la vez que apuntaba la necesidad de asimilar los elementos ideológicos más sanos y aceptables del legado del pasado. Entra en vigor en 1928, y aspiraba a transformar Rusia de la noche a la mañana en un país industrial moderno mediante un programa de construcción frenético. Se establecen cuotas para los trabajadores, que eran animados a superarlas. A los que se declaraban en contra de este sistema de trabajo se les perseguía y castigaba. La represión política en la vida soviética se había convertido en un hecho desde la guerra civil y en los años veinte, la Cheka, policía secreta pre revolucionaria, arrestó a muchos oficiales zaristas y a todo el que no demostraba lealtad al régimen. Aunque muchos miembros de la élite pre revolucionaria había emigrado, los que permanecieron en Rusia encontraron en el nuevo orden un lugar gracias a sus conocimientos y especialización. Lopukhov dirigió la compañía durante una década, y como otros muchos modernistas fue cuestionado y atacado. El caso Shankhty, que acabó con el arresto de cincuenta y cinco ingenieros y técnicos acusados de sabotaje, fue un asalto contra los llamados “especialistas burgueses” que condujo a una campaña ideológica contra los enemigos de clases. La línea cultural moderada encabezada por Lunacharsky, que tanto benefició al ballet, dio paso a grandes tensiones en el sistema educativo. En 1932, tras su marcha, el apoyo a las instituciones educativas menguó, y la mayoría de alumnado de origen aburguesado había sido expulsado. Muchos de los profesores de la escuela de ballet, como la misma Vaganova, provenían del proletariado. El repertorio de la compañía y de la escuela se vio claramente afectado por los ataques, que lo denunciaban de exclusivo o clasista. A parte de las nuevas estrategias de acceso a la escuela que facilitaron a grandes talentos (como por ejemplo, a Vakhtang Chabukiani, el virtuoso solista de los años treinta) acceder a la misma después de la edad permitida, muchos bailarines seguían proviniendo de familias relacionadas con el teatro a lo largo de varias generaciones, incluida Ulanova. En 1931, Vaganova fue nombrada directora artística de la Compañía de Ballet de Leningrado, un momento muy desafortunado, pues aunque la revolución cultural había comenzado a remitir, la política se entrometía cada vez más en las cuestiones de la elección del repertorio, en las relaciones colaborativas y en los procesos creativos. Ella se esfuerza por complacer las exigencias del nuevo régimen. Tras la cesión de Viktor Semenov como director de la entonces llamada Escuela Coreográfica de Leningrado en 1929, fue requerida para ayudar en la actuación de graduación de 1931 a programar danzas de carácter, libres y acrobáticas junto al ballet de un solo acto de Petipa titulado Las Estaciones. Vaganova se daba por satisfecha participando en la creación dramas de ballet, que eran obras con un guión narrativo basadas en la literatura clásica, con un contenido claramente ideológico, un toque etnográfico, y que le exigían involucrarse como guionista. Estaba rodeada por los profesores que componían el comité de repertorio, que habían sido en los años veinte modernistas. Radlov trabajó estrechamente con Vaganova en los años posteriores en el desarrollo de un nuevo repertorio de ballet. La primera pieza que vio la luz fue Flames de París (1932), coreografiada por Vaionen. Dos años después se estrenó entre otros ballets, La Fuente de Bakhchinsarai, inspirado en una historia de Pushkin y coreografiado por Zakharov. Con el objetivo de reservar el legado clásico, en 1934 Vaganova, como cabeza de la compañía, manifestó su opinión acerca de tres necesidades fundamentales para dicho periodo histórico: la de preservar y reavivar el legado de ballets clásicos, así como la de formar jóvenes coreógrafos y promover jóvenes intérpretes. Vaganova acababa entonces de revisar Esmeralda, un ballet considerado el origen del repertorio clásico, coreografiado por Jules Perrot y revisado por Petipa, que milagrosamente había sobrevivido la revolución. Justificó dicha reconstrucción, alegando que se trataba de un drama social romántico, inspirado en la novela de Viktor Hugo, que revelaría ideas e imágenes a través de un elevado lenguaje artístico. La música de Pugni se completó con pasajes de Glière y Drigo. Los personajes y las escenas fueron adaptados para enfatizar su origen social. El culmen sin duda se produjo con el pas de deux que Vaganova coreografió para Ulanova y Chabukiani sobre el tema de Diana y Acteon, una de sus pocas creaciones que ha perdurado. Su revisión del Lago de los Cisnes fue menos profunda pero más controvertida. Se trataba, a diferencia de Esmeralda, de un ballet de larga tradición rusa y que se había mantenido en programa ininterrumpidamente. La nueva versión se inspiró en una novela de Maxim Gorky, que vio la luz en los años treinta. El segundo acto se mantuvo casi intacto. Ulanova interpretó Odette, Olga Iordan Odile y Konstantin Sergeyev, el papel principal masculino. Esta nueva versión coincidió con el llamado realismo socialista soviético, que entró en vigor oficialmente en 1934. La literatura popular abrazaba a autores como Shakespeare, Dikens, Stendhal y Twain, y descartaba a escritores experimentales como Joyce o Proust. Vaganova poseía un gusto conservador, pero en cuestiones musicales los cambios provocaron que hasta Ulanova se quejase de que en los nuevos ballets casi no había nada que bailar. Esto empujó a Vaganova a suspender sus experimentos con el género coreodramático, aunque estos se siguieron produciendo hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Por encima de cualquier otro, el objetivo de Vaganova fue siempre preservar el legado clásico. En 1934, Vaganova recibe el título de Artista Popular de la República Socialista Soviética Rusa y publica su libro Principios Básicos de la Danza Clásica, que rápidamente se convirtió en el instrumento pedagógico más influyente de las próximas décadas, transformando el modo de enseñar en toda la Unión Soviética, sistematizándolo y otorgándole un carácter propiamente nacional, lo que supuso un logro actualizador y soviético a la vez. Anatole Chujou tradujo el libro al inglés y la revista Dance, precursora de la actual Dance Magazin, comenzó en junio de 1937 a publicar extractos del mismo. La traducción de Chujou, complementada con nuevo material, se publicó en formato libro en 1946 y se convirtió en la base de las ediciones posteriores en lengua inglesa. Este libro era fruto del pensamiento de Vaganova hasta los años treinta, sin embargo, este se gestó en plena revolución cultural de los años veinte, en la que se atacaba al ballet, ya que era considerado como un arte extranjero. Remarcando los aspectos únicos de su sistema y distinguiéndolos de aquellos de origen francés e italiano, Vaganova consiguió realizar una defensa nacional del ballet, a la vez que explicaba las diferencias técnicas. 1934 fue importante también por el asesinato del cabeza de la organización del partido de Leningrado y figura popular de la ciudad, Sergei Kirov. Ordenada por el propio Stalin, este utilizó su muerte como excusa para provocar una gran ola de terror. Nadie estaba a salvo. En el entorno del teatro Mariinsky, el primero en morir fue Radlov, director artístico de la misma, tan solo un mes tras la muerte de Kirov. Actrices y bailarinas fueron arrestadas y deportadas simplemente por asistir a cenas invitadas por admiradores extranjeros. Maya Plisetskaya, que llegaría a convertirse en la estrella del Bolshoi, estudió en la Escuela de Ballet de Moscú. En 1937, durante su formación, sus padres fueron arrestados. En sus memorias afirma que no fue la única, ya que muchos de sus compañeros también perdieron a sus padres “a la manera estalinista”. Ekaterina Geidenreikh, solista del Maryinsky y docente de la escuela desde 1925, fue arrestada en 1942. Este acontecimiento afectó particularmente a Vaganova. Fue sentenciada a diez años de cautiverio y deportada a un campo de trabajo en la zona de Perm, solo por decir abiertamente que antes cualquier pobre vivía mejor que ellos ahora bajo el régimen de la Unión Soviética. A Perm fue también evacuado el Kirov. Se dice que fue liberada tan solo tras seis meses de cautiverio gracias a los esfuerzos realizados, una vez allí, por Vaganova, quien supuestamente convenció a los oficiales del partido de la conveniencia de que Geidenreikh impartiera docencia en la nueva reorganización del la Escuela de Ballet de Perm, que efectivamente, bajo su dirección rápidamente adquirió renombre nacional. En 1936, Vaganova manifestó su crítica contra The Bright Stream, creación de Lopukhov con música de Dmitry Shostakovich y estrenada en el Teatro Maly de Leningrado y posteriormente en el Bolshoi con gran éxito. Su opinión fue publicada en la Gaceta Roja, donde aseguró que todos sus trabajos se basaban en el principio de desarrollo paralelo de la dramaturgia escénica y música. El argumento, según Vaganova, se expresa en acción a través de la música y la danza, por lo que los temas musicales o leitmotifs y las melodías conducen ineludiblemente a los principales conceptos que trata el espectáculo. En su opinión, esta producción de Lopukhov no respondía al correcto patrón de conexión entre la dramaturgia musical y la acción, sino que se trataba más bien de una consecución de fragmentos carentes de conexión con el argumento. En 1937, Vaganova fue cesada como directora artística de la compañía y su influencia iba decayendo. Nadie entendía que estaba ocurriendo y el miedo era una constante. Nada era seguro políticamente en el entorno de la política cultural estalinista. Todos se preguntaban quien sería el próximo en ser cesado. Muchas piezas fueron depuestas del programa, como por ejemplo Romeo y Julieta, de Prokofiev, quien acababa de volver a la Unión Soviética. Aunque la música estaba acabada para 1936, el ballet no se estrenó hasta 1940. Vaganova ya no era directora artística del Kirov, aunque continuaba impartiendo las clases y los ensayos a los bailarines, pero toda su atención se centraba en la escuela, donde la práctica de la danza era libre y se alejaba de los peligros de la política. Allí era donde ella entregaba toda su energía y pasión, podía dar su opinión o simplemente mantenerse en silencio. Supo mantenerse al margen e intuir los cambios políticos, y por esto sobrevivió. No se debe disimular la evidente acomodación de Vaganova a la política cultural estalinista, ni su voluntad de simpatizar con el realismo social, su apoyo activo al coreodrama, así como sus logros por preservar la herencia de Petipa, Ivanov y Fokin, su probable implicación en la caída de Lobukhov, su valentía y prudencia política, ni el hecho de que se convirtiera en una superviviente. Todas estas cuestiones vistas a la luz de la actualidad no deben menguar los logros alcanzados por Vaganova, sino más bien contextualizarlos en su tiempo concreto. ¿Quién puede imaginar la presión bajo la cual realizó su labor, las decisiones que tuvo que asumir, los secretos que tuvo que guardar, las palabras que fue obligada a pronunciar? ¿Sintió la vigilancia a la que estaba expuesta cuando sin poder dormir escuchaba al ruido de las botas militares? Nunca lo sabremos. El milagro, sin duda, es que sobrevivió y se mantuvo fiel a aquello en lo que creía profundamente: la formación de bailarines y la belleza de los movimientos de la danza clásica. Bibliografía Brillarelli, L., Dr. Powell, K.T, Darby, S. y Floyd, R. M. (2014). History of Cecchetti. Extraido el 30 de diciembre desde https://www.cecchetti.org/about/history/ Krasovskaya, V. Vaganova. A dance journey from Petersburg to Leningrad. University Press of Florida Tarassow, N. I. (1977) Klassischer Tanz: die Schule des Tänzers. Berlin: Henschelverlag Vaganova, A.J. Henschelverlag (2002). Grundlagen des klassischen Tanzes. Berlin: