Contexto histórico de los siglos XV_ XVI y XVI

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Algunas puntualizaciones sobre el contexto histórico de los
siglos XVI, XVI y XVII en Occidente
“A lo largo de los siglos XV y XVI se produce una serie de cambios en lo
económico, político, social, científico y cultural que van a cristalizar, en
materia filosófica, a partir del siglo XVII.
En el plano económico-social, el capitalismo va desplazando al feudalismo; el
comercio toma impulso, desde la baja Edad Media, especialmente en las
ciudades portuarias de Italia, Génova y Venecia y, posteriormente, en las del
mar del Norte; una nueva clase social, vinculada con el comercio y las
finanzas, marcadamente urbana, la burguesía, se va haciendo fuerte. El
mundo se ensancha con los grandes viajes de descubrimiento y conquista que
penetran en lo desconocido y que abren nuevas posibilidades al comercio. El
desarrollo del comercio lleva, progresivamente, a la constitución de un
incipiente mercado mundial potenciado por la plata americana. El predomino
económico y político se desplaza del Mediterráneo al Atlántico, a partir del
siglo XVI.
Políticamente, los estados nacionales, necesarios para encarar los enormes
gastos que exigen las empresas de la modernidad, se van consolidando frente
a la multitud de condados, ducados, etc. La autoridad de los reyes, apoyados
por la burguesía, se impone sobre los señores feudales y enfrenta
exitosamente al papado. Se desarrolla el mercantilismo, siglo XVII, que
propicia una economía nacional dirigida, con aduanas e impuestos nacionales
y monopolios estatales que procuran lograr una balanza comercial favorable.
En materia religiosa, en el siglo XVI se produce la Reforma Protestante. Ésta,
al defender la libre interpretación de la Biblia significa un espaldarazo en el
desarrollo del individuo. Con la Reforma, la religión se recluye en la
conciencia individual y se retira de los asuntos públicos. Por otra parte, la
Reforma cuestiona la supuesta dignidad de la pobreza y exalta el valor del
trabajo, con lo que propende al desarrollo del capitalismo. A la Reforma
siguen la Contrarreforma, la intolerancia y las guerras de religión, y la ruptura
política y religiosa de Europa occidental.” (Lógica y Filosofía, G. Obiols, Ed.
Kapelusz, 1994, págs. 174/5)
“Durante toda la edad media, a pesar de las divergencias y diversidades, no
hubo más que una sola imagen o, si se quiere, un solo esquema en el que se
encuadrasen naturalmente todas las imágenes posibles del universo; el que
hemos llamado geocentrismo: de Dios como principio a Dios como fin y
consumación, pasando por los seres finitos; una fórmula que puede convenir
tanto a la más ortodoxa de las Sumas como a la más heterodoxa de las
místicas, y tanto el orden de la naturaleza como el de la conducta humana se
situaban, con la especie de necesidad, entre ese principio y ese fin.
Esa síntesis sólo era posible gracias a una doctrina que concibiese todas las
cosas en relación con ese origen o ese fin: todos los seres finitos, como
criaturas o manifestaciones de Dios, todos los espíritus finitos, como en vías
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de aproximación o alejamiento de Dios. Y fue esa referencia la que poco a
poco llegó a ser imposible (…)
El drama cristiano, con sus momentos históricos: creación, pecado, redención,
no podía servir de marco a una naturaleza cuyas leyes le son totalmente
indiferentes, a una humanidad que en parte lo ignoraba por completo, a una
época en que los propios pueblos cristianos, proclamándose independientes
del poder espiritual, daban prioridad en su política a fines totalmente ajenos
a los fines sobrenaturales de la vida cristiana e incluso deliberadamente
contrarios a la idea de unidad de la cristiandad.” (Historia de la Filosofía, E.
Breiher, Ed. Tecnos, 1988, págs. 597/8)
“… desde el punto de vista de nuestra América, está caracterizado (este
período) por el choque de culturas y por la inserción de América en el modo
de producción capitalista mundial, caracterizado por la apropiación por parte
de un ‘centro’ del excedente económico de la ‘periferia’.
El descubrimiento del nuevo continente y “la invasión de América por parte
de los europeos obedece a la necesidad del capitalismo mercantil de buscar
fuera de Europa los elementos imprescindibles para su desarrollo: metales
preciosos, especias, mano de obra. Durante siglos nuestra América será
proveedora de metales preciosos vía España y Portugal. (…)
El despliegue en Europa del modo de producción capitalista irá afirmando y
consolidando a una nueva clase social, la burguesía, que, hacia el final de
este período alcanzará la hegemonía.
En el plano de las ideas, el siglo XVI europeo es de gran efervescencia. La
quiebra de la concepción del mundo medieval deriva de la crisis del modo de
producción feudal y de la destrucción de la estructura ideológica fundada en
la fe. El descubrimiento de un continente imprevisto por la cosmovisión
aristotélico-tomista, la ‘revolución científica’ que se opera desde la obra de
Copérnico (1543), y la Reforma religiosa propiciada por Lutero (1517)
destruyen la confianza en un mundo centrado en la fe, y llevan a privilegiar a
la razón y la experiencia. Por otra parte, el contacto con pueblos de valores y
culturas mus distintos propicia el relativismo ético. La crisis ideológica es
pues, a la vez, un momento de gran creatividad y de gran inseguridad o
confusión.
Con Descartes (1637) la burguesía alcanza una nueva seguridad basada, no ya
en la fe en Dios, sino en la confianza en la propia razón individual. Locke, y
con él los ingleses y luego los norteamericanos, preferirá confiar en los
sentidos, en la experiencia y en el trabajo.” (Introducción a la historia de las
ideas, M. Langon, Ed. Signos, 1988, págs. 64/5)
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