Textos críticos sobre Don Álvaro o la fuerza del sino

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Prof. José Antonio García Fernández
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DPTO. LENGUA Y LITERATURA- IES Avempace
C/ Islas Canarias, 5 - 50015 ZARAGOZA - Telf.: 976 5186 66 - Fax: 976 73 01 69
TEXTOS CRÍTICOS SOBRE DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO,
DEL DUQUE DE RIVAS
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[Tomados de Duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino. Ed. Rafael Balbín. Madrid, Castalia
Didáctica, 2010, 2ª reimp. (2012)]
 Prefacio de Víctor Hugo para Cronwell (1827), considerado el
manifiesto teórico del Romanticismo teatral europeo.
“Digámoslo, pues, sin temor. Ha llegado la hora, y sería extraño que en esta época la libertad, al igual que la
luz, llegara a todas partes, excepto a lo más ingenuamente libre que hay en el mundo: las cosas del
pensamiento. Apliquemos el martillo a las teorías, a las poéticas, a los sistemas. ¡Hagamos caer este viejo
enyesado que enmarca la fachada del arte! No hay ni reglas ni modelos; o, más bien, no hay otras reglas que
las leyes generales de la Naturaleza, que domina toda la extensión del arte, y las leyes especiales que, para
cada composición, resultan de las condiciones de existencia propias a cada tema. Las primeras son eternas,
interiores, y persisten; las segundas, variables, exteriores, y no sirven más que una vez. Las primeras son el
maderamen que sostiene la casa; las segundas, el andamio necesario a su construcción, que hay que levantar
para cada edificio. Unas, en fin, son el armazón; las otras, el ropaje del drama. Por lo demás, estas reglas no
se escriben en las poéticas. Richelet1 no tiene la menor idea de esto. El genio, que más que aprender adivina,
extrae, para cada obra, las primeras reglas del orden general de las cosas, las segundas del conjunto aislado
del tema tratado; y no a la manera del químico que enciende el horno, aviva su fuego, calienta su crisol,
analiza y destruye, sino a la manera de la abeja, que vuela llevada por sus alas de oro, se posa en cada flor y
extrae su miel sin que el cáliz pierda un ápice de su esplendor, ni la corola un ápice de su perfume.
El poeta, insistamos en ello, sólo debe tomar consejo de la Naturaleza, de la verdad y de la
inspiración, que es también una verdad y una naturaleza. Dice Lope de Vega:
Cuando he de escribir una comedia,
encierro los preceptos con seis llaves.2
Para encerrar los preceptos, en efecto, seis llaves no resultan excesivas.”
(Víctor Hugo: Manifiesto romántico, Barcelona, Península, 1971. Tomado de Duque de Rivas,
Don Álvaro o la fuerza del sino. Ed. Rafael Balbín. Madrid, Castalia Didáctica, 2010, 2ª reimp. (2012), pp.
193-194)
Cuestiones para el alumno:
1. Explica por qué se considera este prefacio de Víctor Hugo el texto fundador del Romanticismo, en qué
se observan las características del nuevo movimiento.
2. Explica la diferencia que establece Hugo entre leyes generales y leyes especiales, qué dice de cada
una.
3. ¿Qué opinión te parece que podría tener Víctor Hugo sobre Lope de Vega y el teatro barroco español?
1
Filólogo francés (1631-1698) de gran prestigio aún en tiempos de Víctor Hugo.
2
Los versos pertenecen al Arte nuevo de hacer comedias.
1
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 Prólogo de Antonio Alcalá Galiano, amigo del duque, para El moro
expósito, drama de Ángel de Saavedra
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Antonio Alcalá Galiano fue toda su vida gran amigo del duque de Rivas (por cierto, el Don Álvaro… se lo
dedica el autor a él). Este prólogo lo escribió Galiano al modo del prefacio de Víctor Hugo en Cronwell, con
la pretensión de que se convirtiera en referencia teórica del Romanticismo español.
“En tanto, los españoles, aherrojados con los grillos del clasicismo francés, son casi los
únicos, entre los modernos europeos, que no osan traspasar los límites señalados por los críticos
extranjeros de los siglos XVII y XVIII, y por Luzán3 y sus secuaces. Asombroso es que así Moratín
como Martínez de la Rosa, cuando hablan de las unidades de tiempo y lugar, no solamente
recomienden su observancia, sino que las supongan indispensables; y ni siquiera anuncien o
insinúen que cabe duda, y que de hecho hay pendientes muy acaloradas disputas en todas las demás
naciones sobre éste y otros puntos doctrinales. Parece imposible semejante omisión en unos
escritores a quienes no se oculta que las cosas han llegado a tal extremo que en muchos teatros de
París, y hasta en el llamado por antonomasia francés, largo tiempo santuario del culto clásico, se
han representado dramas cuyo argumento ocupa algún tiempo más que un día, y en los cuales varia
la escena de Aquisgrán a Zaragoza.4 Ni se atina por qué en España, donde aún hoy día son
justamente venerados Lope, Calderón y Moreto, no haya de examinarse y discutirse si la clase del
drama que ellos concibieron es susceptible de cultivo y mejoras para dar de sí una producción
nacional, robusta y lozana, en vez de la planta raquítica que manifiesta a las claras su origen
extranjero y aclimatación imperfecta.”
(Prólogo de Alcalá Galiano, publicado en Duque de Rivas: Obras completas, Madrid,
Aguilar, 1956.)
Cuestiones para el alumno:
4. ¿Cuál es la principalmente diferencia, según Alcalá Galiano, entre el teatro español al uso y el teatro
europeo?
 Valoración de Don Álvaro o la fuerza del sino por Francisco Ruiz Ramón
Francisco Ruiz Ramón es uno de los mejores historiadores y críticos del teatro español. En su obra cumbre,
en dos vols., Historia del teatro español, t. 1, deja una crítica rotunda contra el drama romántico del
duque de Rivas.
“Ni en la ciudad ni en el campo de batalla ni en el convento, ni como civil, ni como soldado,
ni como religioso, ni en la paz ni en la guerra, ni en la oración, ni en el mundo ni fuera del mundo ha
encontrado la felicidad que buscaba. La fuerza del sino ha ido a buscarle adondequiera que se
encontrara. ¿Qué crimen ha cometido? ¿Cuál es su culpa? No hay crimen ni culpa. A no ser que su
crimen y su culpa sea haber nacido... Aunque no haber nacido sin más, sino haber nacido «en signo
terrible». Pero ¿quién, entonces, le ha hecho nacer en signo terrible? La respuesta que, lógicamente,
acude es: Dios. Sólo que Dios no tiene papel en el drama. El Dios trágico es siempre un Dios
3
Ignacio de Luzán, aragonés, fue un famoso preceptista neoclásico, partidario del arte imitativo y de las reglas del arte.
4
Se refiere al Hernani de Hugo.
2
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presente y ausente a la vez, un Dios terrible, exigente, pero nunca un dios arbitrario, ni caprichoso,
ni empedernido en su crueldad. La deidad que aquí actúa no tiene sentido, es más, no es nadie. La
fuerza del sino es la fuerza de nadie. El sino no es aquí, en este drama, un quién. Todo lo más es un
qué, un algo oscuro, irracional, cuya función es destruir. El sino es el azar puramente mecánico, ni
humano ni divino, porque no es nadie, no es persona. Don Álvaro es la víctima, sin culpa alguna, de
un azar sin sentido. Terminado el drama nos parece salir de una pesadilla, pero una pesadilla sin
conexión con la realidad, sin entronque alguno con la existencia, una pesadilla provocada, artificial,
que nos deja vacíos, sin que nada profundo en nosotros haya sido removido ni, menos,
transfigurado. Una pesadilla provocada por una droga, no por la contemplación de la esencia trágica
de la condición humana. No hay en esta tragedia nada que desencadene en nosotros horror ni
conmiseración, terror ni piedad, de nada nos purga, porque sólo la verdad es capaz de auténtica
catarsis5. El mundo en que se mueve don Álvaro nada tiene que ver con la realidad del mundo. Es
una pura abstracción, en la que la mecánica teatral hace el papel de destino, un flatus voci6 rellenado
de acontecimientos en donde unos personajes realizan los grandes gestos del amor, del dolor y de la
muerte, del bien y del mal, sin entidad suficiente para ser verdaderamente humanos. En este sentido
el mundo de don Álvaro sí es arquetípico del mundo del drama romántico español: todo en él es
actitud. Detrás de las actitudes no hay realidades, sino huecos. O si se quiere, la única gran realidad
es la oquedad absoluta. Nuestros dramaturgos, en términos generales, son grandes maestros en el
arte de teatralizar la oquedad. Debajo de cada grito no hay dolor, sino viento. Parafraseando a
Antonio Machado, podríamos decir que cada voz no es una voz, sino un eco. Si nos limitamos a
creer en la belleza de los ecos, creeremos en la belleza del drama romántico. Si debajo o detrás del
eco buscamos la voz, nos quedaremos con las manos vacías.
(Francisco Ruiz Ramón: Historia del teatro español (I), Madrid, Alianza, 1971, pp. 378379.)
Cuestiones para el alumno:
5. Resume los argumentos denigratorios de Ruiz Ramón contra el Don Álvaro…, de Rivas.
6. Explica qué dice Ruiz Ramón en cuanto a la catarsis. ¿Cree que el Don Álvaro… es una verdadera
tragedia?
 Valoración de Don Álvaro o la fuerza del sino por Navas Ruiz
El profesor Ricardo Navas Ruiz hace una valoración diferente a la de Ruiz Ramón, valorando
positivamente el drama romántico.
“Sin duda alguna, don Álvaro, confiado en la justicia de su causa, espera que se cumpla el
orden natural de las cosas, que Dios le ayude en sus intentos básicamente buenos. No es así: el
disparo casual de una pistola y la muerte del marqués lo frustran todo. El azar ha intervenido
inoportunamente. Esta intervención ha sido ridiculizada por la crítica: a los racionalistas les parecía
absurda porque buscaban causas; a los cristianos, inaceptable porque creían en la Providencia. Pero
frente a unos y otros, Rivas como romántico sabía que existen las fuerzas ciegas y que un día serían
aceptadas como hechos de la existencia. Curiosamente, con su combinación de azar y necesidad,
Don Álvaro se sitúa muy en la corriente de la ciencia moderna (...)
5
Aristóteles consideraba que la tragedia debía producir la catarsis o depuración del espectador, quien, a través del
sufrimiento junto a los personajes, sale renovado del espectáculo teatral.
6
Latinismo que significa “una voz vacía”, un sinsentido, mero verbalismo sin significado.
3
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Don Álvaro, tras ese episodio, queda sin apoyos para su acción: sus bien pensados planes se
han hundido y, con ellos, todas sus esperanzas. Es ya un hombre a la deriva; la existencia se le ha
convertido en una realidad sin sentido. En este contexto cobra todo su significado intrínseco y toda
su importancia estructural como eje del drama el célebre monólogo «Qué carga tan insufrible», que
el protagonista recita al comienzo del acto III. El monólogo marca el salto desde el orden social al
orden metafísico: don Álvaro comprende con absoluta claridad que la vida es un caos doloroso, que
no está regida por ningún designio consciente. En su mente enloquecida se empieza a dibujar la
muerte deliberada como única solución aceptable para tanto absurdo y tanto sufrimiento.
A partir de ahora, su trayectoria es la de un ser desesperado, cuyo pesimismo trascendental
se ve acrecido por la insensata némesis de que es víctima. Sus pasos son pasos sin norte vital,
encaminados solamente al encuentro con la gran libertadora. Cuanto hace es enteramente gratuito:
hacerse fraile como hacerse militar no significa nada para él; él no siente esas cosas. Es, por tanto,
inadecuado referirse a sus sentimientos religiosos porque entre en un convento. Tales sentimientos
no existen, como lo prueban la facilidad con que imagina liberarse de sus votos por dispensa papal,
al saber que Leonor vive, o su aceptación del desafío. Si Rivas, para mostrar el triste sino de su
criatura, lo lleva al Ejército y a la Iglesia, la razón estriba en el prestigio y popularidad de tales
instituciones dentro de la sociedad española, no en el corazón del héroe.
La prolongación de la existencia de don Álvaro no se debe, en consecuencia, a la necesidad
de desarrollar más extensamente el personaje; como tal, es ya un ser sin salida. Se debe más bien a
la necesidad de probar cabalmente el absurdo de vivir. Con fina percepción dramática, Rivas obliga
a su héroe a apurar hasta el fondo el amargo cáliz del existir con su terrible contenido de
malaventura, de desgracias acumuladas, de insensatez, de gratuidad, porque únicamente así su
muerte cobrará categoría total de testimonio, iluminando el mensaje último del drama.
Cuando al fin se produzca el inevitable suicidio, el espectador tiene su mente y su corazón
maduros para comprenderlo.
El suicidio de don Álvaro, piedra de escándalo de muchos críticos se yergue como la
respuesta de un hombre al negro espectro del absurdo, de la futilidad de la vida. Con todo lo que
encierra de negativo, supone una última y desesperada acción positiva: la afirmación de la libertad
individual. Aplastado por fuerzas superiores, encarnizadas en perseguirle, el héroe se aniquila para
derrotarlas definitivamente, renunciando a una vida que no pidió y que es la fuente de sus males. Al
identificarse con el diablo, el supremo rebelde, y al clamar por la destrucción del mundo, don
Álvaro se alza en el momento mismo de arrojarse al abismo a la categoría de símbolo: símbolo de
total rebeldía frente a una sociedad hostil e injusta que debe perecer, frente a un destino ciego,
inmisericorde, terrible.
(Ricardo Navas Ruiz: El romanticismo español, Madrid, Cátedra, 1990, pp. 182-184.)
Cuestiones para el alumno:
7. Explica qué detalle de la obra de Rivas ha causado la risa de la crítica.
8. Explica por qué el fatalismo de la obra, la intervención del azar o del destino, ha sido criticado tanto
por los racionalistas como por los cristianos.
9. Localiza el monólogo de Don Álvaro en la obra y transcríbelo. Busca también el monólogo de
Segismundo en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, en el que se inspira y di en qué puntos hay
parecido. Transcribe también el monólogo calderoniano.
10. Explica cómo entiende Navas Ruiz el suicidio de Don Álvaro.
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 Valoración de Rafael Balbín
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Rafael Balbín es el responsable de la edición de Don Álvaro.. en Castalia Didáctica. La calidad de su
documentación, así como las notas aclaratorias que introduce este estudioso, hacen muy recomendable su
consulta.
“Pero, indudablemente, el plano existencial de la obra (…) subordina los temas analizados
al motivo temático central. Por más que las dificultades interpretativas que genera el Don Álvaro
hayan tratado, en ocasiones, de buscar nuevos caminos reduciendo el alcance significativo de la
segunda parte de su título, ésta deja constancia inequívoca de cuál es realmente la esencia temática
del drama: el poder con que el sino actúa sobre el ser humano y determina su trayectoria vital. A
pesar de las connotaciones más bien antiliterarias del término elegido por Rivas, la identificación del
concepto con el del hado de la tragedia clásica no se hizo esperar, y las primeras interpretaciones
vieron ya en don Álvaro una especie de Edipo cristiano cuyo suicidio final, sin embargo, arrojaba
serias dudas sobre la oportunidad del adjetivo. Sí era, en cambio, válida —y continúa siéndolo— la
referencia al famoso personaje de Sófocles en lo que tiene de suprema encarnación del héroe trágico
injustamente perseguido por fuerzas destructoras cuyo oscuro significado punitivo escapa a la razón
de quien las sufre, haciendo de él un vivo testimonio del viaje prefijado y, como tal, absurdo que
emprende el hombre al nacer. No obstante, el drama de Rivas toma desde el principio otros
derroteros: mientras que Edipo ignora que su destino se ha cumplido ya —es precisamente en su
doloroso descubrimiento de la verdad donde se encuentra el eje argumental de la tragedia—, el sino de
don Álvaro se va manifestando ante él —y ante el espectador— en una sucesión de circunstancias que no
hacen previsible la siguiente, pero la motivan con una determinación lógica que ha sido tenazmente
negada por la crítica más reacia a admitir en la obra otra cosa que un amontonamiento débilmente
fundamentado de situaciones fortuitas. (…)
Afortunadamente, la línea seguida, en su conjunto, por la crítica de los últimos años ha
mostrado su empeño en reivindicar los valores más o menos ocultos de la obra de Rivas (…) Don
Álvaro (es) una viva encarnación simbólica de la profunda crisis espiritual que marcó el nacimiento
de la literatura romántica y que, a partir de entonces, ha seguido dejando su angustiada huella en
algunas de las manifestaciones más características del pensamiento y el arte occidentales.”
Cuestiones para el alumno
11. El profesor Balbín dice, en su introducción, que el hermano Melitón es, en cierta medida, heredero del
gracioso, del teatro clásico español del siglo XVII, el de Lope, Calderón y sus escuelas respectivas.
Copia algún fragmento de la obra donde se vea su papel cómico. El duque de Rivas aclara que el
hermano Melitón es lego, es decir, no ordenado con las órdenes mayores. ¿Crees que era necesaria
esa aclaración, en qué sentido?
12. Repasa todas las muertes que se producen en escena en Don Álvaro… ¿Sacas alguna conclusión
relativa al efectismo del teatro romántico? ¿Te parece un teatro hecho para impactar, dejar
indeferente, conmover, horrorizar…?
13. Los Calatrava, tanto el padre (el marqués) como los hijos (don Carlos y don Alfonso) defienden un
sentido aristocrático anticuado, basado en el honor y los prejuicios de clase. ¿En qué sentido
podríamos decir que son estas ideas rancias y clasistas las que causan la tragedia? ¿Don Carlos se
mueve más por un sentimiento íntimo de odio hacia don Álvaro o por un sentido externamente
impuesto del honor?
14. Desarrolla esta cuestión: “Los temas de la venganza y la fatalidad del destino en Don Álvaro o la fuerza
del sino, del duque de Rivas”.
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15. Juzga el desenlace de la obra: ¿Es convincente? ¿Conjuga bien el autor el efectismo dramático con la
lógica interna de la acción?
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16. Analiza la comparación realizada por Balbín entre la tragedia de Rivas, Don Álvaro…, y la de Sófocles,
Edipo Rey, sobre todo en lo relativo a la presencia del hado o destino trágico en la acción dramática.
¿Cuál te parece más relevante para la historia de la literatura?
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