Arranz, E.. Familia, desarrollo psicológico humano y cultura

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FAMILIA, DESARROLLO PSICOLÓGICO HUMANO Y CULTURA
Introducción
En este trabajo se van a analizar las relaciones entre los procesos de
interacción intrafamiliar y el desarrollo psicológico humano. Este análisis alcanza su
sentido en la medida en que, de forma recurrente, la influencia de la familia es
invocada para explicar diversos comportamientos de las personas; sobre todo
aquellos comportamientos considerados perjudiciales para el propio sujeto y para
su entorno social. Se entiende que un niño que no se relaciona socialmente, que
fracasa en su rendimiento escolar, o que es agresivo con sus compañeros, está
siendo mal educado en su entorno familiar; por ello, la familia es considerada como
un ámbito de intervención para la prevención de diversos problemas.
La idea de la influencia de la familia puede ser considerada como parte del
conjunto de creencias que se denomina psicología popular (Bruner 1991), que
forma parte del patrimonio de muchas culturas. En este contexto, se puede
entender como los problemas de disciplina que plantean los adolescentes en la
educación secundaria, son interpretados como consecuencia lógica de una
educación familiar deficitaria que ha fracasado en su misión de que los adolescentes
sean capaces de autoimponerse límites. Sin embargo, el modelo de la influencia de
la familia en el desarrollo psicológico está siendo revisado y sometido a debate en
los ámbitos científico y académico; en este trabajo se analizarán las principales
claves de ese debate.
1. Los presupuestos antropológicos
E. Freijo (1976) definía al sapiens-sapiens como una criatura inmadura que
exige el contacto social para su pleno desarrollo, el ser humano es el ser de la
familiarización, entendida como la relación constante y significativa con un grupo
estable de congéneres que facilitan la supervivencia
y la
adaptación. La
incorporación estable del padre al grupo familiar -rasgo peculiar de nuestra
especie- está justificada por la especiales exigencias de nurtura de unas crías
altriciales; la antropóloga H. Fisher (1994) considera este hecho como un rasgo
producto de la evolución cultural.
Si bien se puede afirmar la transculturalidad o universalidad de la existencia
del grupo familiar en la organización social del ser humano (Harris 1990), no se
puede hacer lo mismo en lo que se refiere a su estructura y función en los distintos
contextos culturales: la existencia de la monogamia, la poligamia, así como las
nuevas estructuras familiares –monoparentales, reconstruidas, adoptivas, etc.– son
muestra de la variabilidad del grupo familiar, que es extraordinariamente sensible a
las variables de su contexto sociocultural y ecológico.
Desde el punto de vista antropológico, el hecho básico que provee el sustrato
para entender la influencia del contexto familiar en el desarrollo psicológico, viene
constituido por la interacción
entre una
criatura
biológicamente inmadura,
susceptible de ser educada (Bruner 1972) y un medio físico y social que estimula el
proceso de desarrollo. El debate se encuentra en la manera de analizar las formas
de esa influencia, en las vías a través de las cuales se produce y en la manera de
investigar sobre ellas.
2. Modelos de influencia de la familia
La especial influencia del contexto familiar en el proceso del desarrollo
psicológico humano se debe a que la interacción que se produce dentro del sistema
familiar es, habitualmente, continua a lo largo del tiempo, continuidad contextual, y
significativa
emocionalmente
para
la
persona
en
desarrollo,
significatividad
afectivo-personal (Arranz y Olabarrieta 1998). Un sólido grupo de investigaciones
apoya el hecho del impacto significativo de la interacción familiar en el proceso de
desarrollo psicológico; desde la problemática evolutiva descrita por S. Freud (1973)
a través del mito de Edipo, pasando por las implicaciones evolutivas de las
vinculaciones afectivas precoces evidenciadas por la teoría del apego (Bowlby
1969) y por los estudios sobre los estilos interactivos familiares que arrancan de los
trabajos pioneros de Baumrind (1965, 1967, 1971). Una actualización reciente de
este campo de conocimiento se puede encontrar en el texto Familia y desarrollo
humano, editado por Rodrigo y Palacios (1998).
Tradicionalmente, la influencia del contexto familiar se conceptuaba siguiendo
un modelo unidireccional de padres a hijos; se entendía que determinados valores,
rasgos de personalidad, actitudes, etc. de los padres influirían de manera directa
sobre los valores, personalidad y actitudes de los hijos e hijas. En la actualidad, el
modelo unidireccional ha sido sustituido por un modelo más complejo que se puede
definir como interactivo, sistémico, ecológico, dialéctico y educativo (Arranz,
Olabarrieta, Yenes y Martín, 2002). En este marco, las interacciones intrafamiliares
son bidireccionales y circulares y están influidas por variables externas al grupo
familiar.
En el modelo propuesto por Cole (1999) se afirma que la interacción familiar
ocurre dentro de los nichos evolutivos (Super y Harkness 1986), definidos por
Rodrigo y Palacios (1998) como el conjunto de escenarios, prácticas y creencias
que en cada cultura existen en torno a los niños, su crianza y educación. El
concepto de prolepsis, acuñado por Cole (1999),ahonda en la idea de la proyección
de valores y expectativas de futuro que los niños reciben, en función de sus
características físicas o temperamentales, como reflejo de su entorno cultural; por
ej., cuando se afirma de un niño con apariencia de fortaleza: “este niño será un
gran deportista”, o “será un gran cazador” ,dependiendo de la importancia que en
cada cultura se dé a esas actividades.
Pero la interacción intrafamiliar no es sólo construida por los padres, con sus
valores, creencias, actitudes, etc.; sino que, como afirma Palacios (1999), es coconstruida por padres e hijos. Entre ellos generan unas interacciones peculiares que
están afectadas por los diversos bagajes individuales que cada uno aporta a la
interacción, como la personalidad, el temperamento, etc.. Estas interacciones
microsistémicas (en la familia, en la escuela, con los iguales) se hallan igualmente
influidas por variables macrosistémicas (valores culturales), exosistémicas (familia
extensa, mundo laboral, vecinal) y mesosistémicas (relaciones entre microsistemas,
ej.: el familiar y el de los iguales) (Bronfrenbrenner 1979).
La
interiorización
de
las
interacciones
continuas
y
significativas,
que
conforman la historia biográfica interactiva intrafamiliar, constituye la clave para
entender la influencia del contexto familiar en el desarrollo psicológico y, también,
para entender las diferencias individuales, las cuales se consideran producto de los
microambientes interactivos familiares peculiares de cada miembro de un grupo
familiar. El trasfondo teórico de este modelo lo constituye la teoría HistóricoCultural del psicólogo ruso Lev Seminovitch Vigotsky (1879-1934); la aplicación de
los principios del materialismo dialéctico a la psicología permite a Vigotsky formular
la ley de doble origen de los procesos psicológicos superiores, según la cual el
sujeto humano se individualiza a través de la interiorización de las interacciones
sociales que acontecen a lo largo de su vida.
Como complemento de este trasfondo teórico se debe mencionar el concepto
de ambientes no compartidos, formulado por la orientación de la genética de la
conducta (Plomin, Manke y Pike, 1996). Según este enfoque dentro de la
interacción familiar se deben considerar aspectos del ambiente compartidos por
todos los miembros de un grupo familiar, los cuales pueden ser genéticos e
interactivos, y aspectos no compartidos, también genéticos e interactivos, que no
son compartidos y que son específicos de cada miembro; estos últimos explicarían
las diferencias que se encuentran entre los hermanos de una misma familia
(Hetherrington, Reiss y Plomin 1994). Alfred Adler (1927) ya apuntó que vivir en la
misma familia no significaba necesariamente vivir las mismas experiencias ni recibir
las mismas influencias; sus aportaciones sobre las diferencias entre los hermanos ,
basadas en el orden de nacimiento, son una muestra de esos microambientes que
marcan el desarrollo de cada persona en el grupo familiar.
El último marco teórico que permite integrar todos los conceptos expuestos
anteriormente es la Teoría General de Sistemas (Bertalanffy, 1968 ), aplicada al
sistema familiar (Minuchin, 1976; Cusinato, 1994). Desde esta óptica, la familia es
un sistema, constituido por subsistemas –parental y fraterno-, y en relación con los
otros sistemas cultural, económico y social. Las relaciones dentro de cada
subsistema (intrasubsistema), entre los subsistemas (intersubsistema) y entre el
sistema familiar y otros sistemas (intersistemas), son de carácter bidireccional y se
rigen por un principio de autorregulación en función del intercambio de información.
3. Implicaciones metodológicas
La adopción de este nuevo modelo para la comprensión de la influencia del
contexto familiar en el desarrollo psicológico, tiene implicaciones metodológicas
debido a que es un modelo de múltiples influencias e interinfluencias entre sistemas
interactivos; este hecho no es compatible con la utilización de diseños de
investigación de tipo causal, que no aprehendan la complejidad bidireccional de las
interacciones familiares y su relación con otros sistemas interactivos. Además, el
enfoque ecológico y sistémico supone que entre las variables de investigación, sean
incluidas
variables
extrafamiliares,
como
el
nivel
socio-económico,
valores
culturales dominantes, etc.
En lo que se refiere al modo en el que acontece la influencia del contexto
familiar, parece claro que -frente a los planteamientos unidireccionales, que
identificaban a la imitación, a la identificación afectiva y al refuerzo de conductas
como ejecutores de la influencia– se debe conceptuar esa influencia como un
proceso de interiorización de interacciones continuas, significativas y co-construidas
entre padres e hijos; lo cual no significa que los procesos anteriormente
mencionados no formen parte del proceso de interiorización.
Un ejemplo puede concluir la descripción del modelo expuesto anteriormente;
la interacción familiar de una niña primogénita va a estar influida por la importancia
que en su entorno cultural se conceda a la primogenitura , a efectos de herencia
etc.
(macrosistema),
también
por
la
situación
económica
de
sus
padres
(exosistema) y por el interés que se tenga en su familia en la relación con su
escuela (mesosistema). En las interacciones dentro su entorno familiar directo
(microsistema) pueden influir factores como la diferencia de edad con el hermano
que le sigue, que en el caso de ser amplia facilitará la delegación, por parte de los
padres, de autoridad y de responsabilidad hacia su hermano. Una situación
económica precaria de la familia puede afectar negativamente a la calidad de la
interacción entre los padres (intrasubsistema) y, a su vez, a la calidad de la
interacción de aquellos con sus hijos (intersubsistemas), repercutiendo en la calidad
de la interacción
entre los hermanos (intrasubsistema), reiniciando así
la
circularidad y las autorregulaciones sistémicas.
4. El debate
La unanimidad en la comunidad científica sobre la decisiva influencia del
contexto familiar en el devenir psicológico de los seres humanos, ha sido puesta en
tela de juicio, por los trabajos de Harris (1995, 1999). Esta autora afirma que la
interacción con el grupo de iguales tiene mucho más impacto que la interacción
familiar; esta afirmación se apoya preferentemente en una revisión crítica de la
investigación actual sobre el tema, pero no ofrece datos empíricos de investigación
a favor de su hipótesis. Desde la orientación de la genética de la conducta (Howe,
1994) la influencia del contexto familiar ha sido igualmente criticada, en este caso
se concede una mayor influencia a los factores genéticos como determinantes del
desarrollo psicológico; Howe (1994) asevera que no existe un gen para aprender
solo de los padres y Scarr (1992) se felicita de que la evolución no ha dejado a la
especie a merced de las suaves variaciones de la crianza para asegurar así la
necesaria variabilidad genética necesaria para la supervivencia de la especie.
En el fondo, se vuelve a identificar el antiguo debate herencia–medio, que
reaparece de forma cíclica en la ciencia psicológica. El posicionamiento en este
debate tiene un doble interés. Por una parte, en su dimensión aplicada porque, es
obvio que, si se pudiera demostrar la no influencia significativa del contexto
familiar, resultaría absurdo elaborar políticas de intervención en ese contexto para
mejorar el desarrollo psicológico humano. Por otra parte, el contraste de opiniones
puede
matizar
algunas
afirmaciones
y
alumbrar
algunas
conclusiones
e
implicaciones de tipo teórico y metodológico. A partir de ahora, se analizarán más
detalladamente las posturas de Harris y de Howe.
En el marco de una psicología evolutiva contextual actualmente vigente, que
tiene
un
marcado
carácter
sistémico
(Hinde
y
Hinde
1979)
y
ecológico
(Brofrenbrenner 1979) y, por lo tanto, intersistémico, no parece claro pretender
sustituir la influencia de un contexto interactivo por la influencia de otro, tal y como
pretende Harris (1995, 1999) con su teoría de la socialización grupal. Resulta más
prudente pensar que ambos contextos, el familiar y el del grupo de iguales, influyan
en el desarrollo psicológico e, incluso, que existan relaciones bidireccionales de
influencia entre ellos. En este sentido Dunn (1992) apunta cómo unas relaciones
positivas con los iguales pueden compensar unas deficientes relaciones con el grupo
de hermanos.
Otros trabajos de orientación intersistémica han puesto de manifiesto la
relación existente entre los altos niveles de calidad de la interacción intrafamiliar
con la aceptación positiva del niño por su grupo de iguales y, también, con el
elevado desarrollo de competencias socio-emocionales mostradas en ese mismo
grupo (Hengeller, Edwards, Cohen y Summerville 1991, Denham, Cook y Zoller
1992). Diversos trabajos de investigación apoyan más la idea de la coherencia
entre el grupo familiar y el grupo de iguales en los que se refiere a la calidad de las
interacciones que se producen en los mismos (Seginer 1998, Oliva y Arranz 2002).
Como conclusión provisional, después del análisis de la teoría de la socialización
grupal, se puede adelantar la idea de que los datos de investigación disponibles no
permiten afirmar la existencia de una mayor influencia del grupo de iguales frente
al grupo familiar en el proceso de socialización humano sino, en todo caso, una
estrecha interdependencia intersistémica entre ambos.
En lo que se refiere a las críticas acerca de la influencia del contexto familiar
formuladas por la Genética de la conducta, representadas por la obra de Howe
(1994), se puede señalar que, en cierto modo, la idea de la especial influencia de la
familia ha sido esperpentizada para hacerla más vulnerable a las consiguientes
críticas. Como botón de muestra de esta perspectiva, se puede recordar la
afirmación de Howe (1994) que resume la postura de los científicos sociales como
si estos afirmaran la existencia de un gen para aprender solo de los padres, como
dominante en la especie humana sobre un gen para aprender de múltiples fuentes.
Howe (1994) considera que las típicas explicaciones ambientalistas de las
patologías sociales –como la clase social, estilos de crianza y otras– adquieren su
poder explicativo de la variación genética que subyace a
comportamentales
en
las
sociedades
industrializadas
las variaciones
modernas.
Igualmente
asevera que, si se quiere entender el mantenimiento de rasgos, se debe
profundizar en el conocimiento de las fuentes de la variabilidad genética. Desde
esta óptica, aquellos niños agresivos con sus compañeros, o extremadamente
ansiosos, estarían expresando la variabilidad genética y los intentos educativos
parentales para corregir esos comportamientos serían baldíos. Las críticas de la
genética de la conducta, se completan con la identificación de los sesgos en la
elección de variables de investigación y con las deficiencias metodológicas de los
diseños utilizados por los científicos sociales.
Una vez analizada las dos perspectivas críticas con la posición que defiende la
especial influencia del contexto familiar, cabe preguntarse qué veracidad tienen el
gran volumen de estudios que han evidenciado las ventajas del estilo democrático
(Palacios 1999) en la crianza infantil, igualmente los estudios que han mostrado los
efectos nocivos en el desarrollo infantil de la exposición de los niños al conflicto
marital y al divorcio (Shaeffer 1993, Varios, 1996 ). Se puede decir que el tópico
cultural y científico de la influencia de la crianza familiar en el desarrollo
psicológico, está siendo puesto en entredicho por las respectivas reivindicaciones de
primacía de quienes defienden la influencia del grupo de iguales y de las variables
genéticas.
5. Una propuesta
Se puede pensar que las discrepancias mencionadas en el apartado anterior,
sean una muestra de la extraordinaria complejidad del objeto de estudio de la
ciencia psicológica: el comportamiento humano. Existen tres cuestiones claves para
reflexionar acerca del problema planteado. La primera de ellas, se refiere al hecho
de plantear la influencia de cada fuente en términos cuantitativos y de primacía
excluyente;
¿por
qué
no
pueden
influir
conjuntamente
todas
las
fuentes
señaladas?. Asumir la complejidad del objeto de estudio de la psicología supondrá
desarrollar recursos teóricos y metodológicos para aprehender una posible
multiinfluencia y multicausalidad.
La influencia genética no puede ser menospreciada porque, de hecho, influye
en las mismas interacciones sociales y en las prolepsis culturales; por ejemplo el
sexo de un niño condiciona un buen número de sus interacciones sociales: en
nuestra sociedad es todavía improbable, aunque no imposible, que se diga de un
bebe “este niño será un gran bailarín” o “esta niña será una gran futbolista”. Los
estereotipos de género se van difuminando pero el género masculino o femenino
sigue
mediatizando
muchas
interacciones
socio-culturales.
Igualmente,
el
temperamento de un bebé –bien tranquilo, bien hiperactivo o irritable– mediatiza el
tipo de interacciones familiares y extrafamiliares que va a tener a lo largo de su
vida. El tipo de temperamento de la madre y del padre, los comportamientos de los
compañeros en la guardería también matizarán las interacciones sociales de cada
niño. Se podría llegar a la propuesta de que las interacciones sociales que el ser
humano interioriza a lo largo de su biografía, están influidas por factores familiares,
por factores genéticos y por factores sociales.
La segunda cuestión clave, mencionada anteriormente, se refiere a la manera
de evaluar la influencia de la familia o de otro contexto interactivo. Es un grave
error considerar, por ejemplo, que los padres sólo influyen en el desarrollo de
valores de sus hijos cuando estos reproducen los valores de aquellos. Se debe
pensar que, además de la influencia directa, los padres pueden influir de manera
reactiva, es decir, facilitando con sus comportamientos actitudes el desarrollo de
valores contrarios a los que proponen. A la hora de analizar el desarrollo psicológico
infantil, no se puede obviar la existencia de un principio de actividad en el propio
sujeto que hace que no sea simplemente un organismo que responde a las
influencias del medio, sino que sea un elemento activo en la construcción de su
personalidad. Por ejemplo, el exceso de ansiedad de los padres respecto al
consumo de drogas, puede inducir al adolescente, al menos, a probarlas por
primera vez.
La tercera cuestión para el análisis, viene constituida por lo que Kagan (1998)
ha denominado pasión por la generalización. Según este autor la tendencia a la
generalización estará probablemente arraigada en la estructura biológica de nuestra
mente; parece ser, como ya señaló Einstein (1980), que el ser humano necesita
una representación de la realidad relativamente predecible para reducir su
incertidumbre ante el futuro. Kagan (1998) recoge en su análisis la existencia de lo
que los psicólogos sociales llaman una lógica asimétrica, que consiste en atribuir a
los otros una estabilidad de rasgos en distintos contextos -por ejemplo un
comportamiento agresivo- y justificar el propio comportamiento agresivo como
producto de especiales circunstancias contextuales.
La pasión por la generalización ha sido calificada por Kagan (1994), como una
idea seductora. Pero la psicología ha ido cambiando –superando un cierto complejo
positivista- y sabiendo que no debe tener problemas de estatus científico por no
cumplir estrictamente los requisitos de describir, explicar y predecir, sobre todo
este último. En el ámbito de la psicología del desarrollo, el modelo dominante hoy
en día es el modelo contextual dialéctico. Este modelo permite integrar las
influencias de muchas fuentes, relacionadas entre ellas, a la hora de explicar el
complejo proceso del desarrollo psicológico humano. Matizada la influencia de los
estadios en el desarrollo, se concibe el mismo como multidireccional y abierto a la
influencia de las interacciones sociales –condicionadas por factores genéticos,
familiares, sociales- que a cada persona le toca vivir.
¿Qué le queda entonces a la familia?. A la familia le queda proveer las
condiciones básicas para un sano desarrollo psicológico, le queda responder
intensamente a las necesidades bio-socio-psicológicas del la inmadura criatura
humana y le queda , sobre todo, aportar la seguridad necesaria para la exploración
del medio exterior por parte de sus miembros y actuar así como crisol aglutinador
de las múltiples influencias intersistémicas. La ciencia psicológica tiene ante sí el
reto de integrar los valiosos estudios que demuestran la influencia de los distintos
contextos interactivos y el reto de desarrollar recursos teóricos y metodológicos
para el progreso de la investigación.
6. Familia y Cultura
Partiendo de los planteamientos anteriores, la familia es considerada como un
sistema con vida propia que establece unas relaciones bidireccionales con otros
sistemas, como el económico, cultural, social y ecológico. Su función fundamental
consiste en proveer las condiciones idóneas para el despliegue evolutivo y personal
de cada uno de sus miembros, tanto jóvenes como adultos; para estos últimos la
experiencia de la maternidad y de la paternidad también es un acontecimiento
significativo desde el punto de vista de su desarrollo psicológico personal (Serra,
Gómez, Perez-Blasco y Zacarés 1998, Hidalgo 1998).
La perspectiva intersistémica permite analizar cómo la influencia de los
sistemas externos puede facilitar o dificultar el cumplimiento, por parte de la
familia, de su misión de apoyo primario para el desarrollo psicológico humano. Es
obvio que, por ejemplo, el paro se convierte en un factor estresante que acaba
influyendo, en muchos casos, en la calidad de las relaciones familiares. Las
relaciones entre el sistema socioeconómico y la estructura de la familia han sido
puestas de manifiesto por los antropólogos culturales; así, M. Harris (1990) analiza,
desde su materialismo cultural, las relaciones entre los hábitos de producción y de
reproducción en las sociedades preindustriales. En estas sociedades se regulan los
nacimientos en función de las necesidades de la familia como unidad productiva;
esta regulación se lleva a cabo por medio de procedimientos indirectos, tales como
la prolongación de la amenorrea por lactancia, el trato dispensado al feto y a la
madre embarazada, el infanticidio indirecto, etc. El caso extremo referido por Harris
(1990) es el de las madres que viven en las favelas brasileñas, que se ven en la
tesitura de elegir a cual de sus hijos van a dedicar los pocos recursos de los que
dispone para la supervivencia.
Pero el sistema socio-económico, no sólo afecta a las condiciones materiales
de vida en las que se desenvuelve una familia, sino que también afecta a los
propios estilos de crianza. Una muestra de ello se encuentra en le clásico trabajo de
los Whitting (1975), mencionado en el texto de Berns (1997); en las que ellos
definieron como sociedades simples (Kenya, Filipinas y México), que tenían
economías basadas en una agricultura de subsistencia, los roles de los hombres y
las mujeres estaban claramente definidos y el valor más enfatizado era la
cooperación, como medio para lograr la supervivencia. En las sociedades complejas
(Okinawa, India y Estados Unidos de América), que tenían economías basadas en la
especialización
ocupacional,
existía
un
sistema
de
clases
y
un
gobierno
centralizado; el valor más enfatizado era el de la competitividad. Por su parte,
Harkness y Super (1995), en su trabajo Cultura y Crianza, incluido en el Handbook
of Parenting de Bornstein (1995), confirman la influencia del sistema socioeconómico en las prácticas de crianza añadiendo un nuevo matiz; afirman que la
socialización favorecedora de la sumisión será típica de los grupos económicamente
pobres, donde existe una gran incertidumbre acerca de la capacidad de la familia
para acumular los bienes necesarios. Mientras que, en los grupos económicamente
privilegiados, se pondrá más énfasis en el desarrollo de la independencia y de la
asunción de riesgo.
Las teorías que los padres tienen acerca de la crianza y el desarrollo infantil,
reflejo de valores culturales, se están manifestando también como una fuente
importante de influencia sobre las pautas de crianza (Palacios, Hidalgo y Moreno
1998, Super Harkness (1996). Uno de los precedentes más ricos de la actual
perspectiva de las teorías implícitas, se encuentra en el texto de E. Eriksson (1980)
titulado Infancia y Sociedad; el psicoanalista americano describe en el mismo los
intentos de colonización y culturalización llevados a cabo por el gobierno americano
con los Sioux, cazadores de la pradera, y los Yurok, pescadores de salmón.
Eriksson (1961) interpreta que el choque de culturas supone una crisis de los
valores de los indios y que ello permite observar de manera explícita el sentido de
sus pautas de crianza; parafraseando a Freud, afirma que la estructura de un cristal
solo se ve cuando se rompe. En este marco se entiende que las madres Sioux se
negaran a alumbrar a sus hijos en los hospitales de los blancos, los cuales
garantizaban su seguridad y la del bebé si ocurría algún problema. Para ellos, el
bebé que no aguantaba un parto no era apto para ser un guerrero y cazador o una
madre y/o hermana de guerrero y/o cazador; la caza y la guerra constituían el
núcleo esencial de la estructura socio-económica de los Sioux y ello tenía una
repercusión directa en las pautas de crianza infantil. En contraste con la posición de
los Sioux, se constata el hecho del aumento creciente de demandas judiciales que
reciben hoy en día las clínicas de reproducción asistida. El ginecólogo francés B.
Fonty (1995) define, en una entrevista radiofónica, como el Mito del niño perfecto ,
la teoría implícita que atribuye a la nueva ingeniería genética la capacidad de
desarrollar productos a la carta; por ello el ciudadano de la sociedad de mercado
reclama sus derechos como consumidor.
7. Nuestra cultura
La referencia anterior a la ingeniería genética, permite abordar algunos de los
rasgos característicos del mundo que posee las nuevas tecnologías de la
información, que es el que se denomina primer mundo o mundo desarrollado. Tanto
la genética como la informática son ciencias de la información y ambas, pueden
afectar de manera significativa al origen estructura y función de la familia humana.
Martin Richards (2001a,b) afirma que la representación social de la nueva genética
es un tanto causal y determinista y que conviene educar a la población en el
conocimiento del alcance de las nuevas tecnologías genéticas. El mismo autor
insiste en señalar que el uso que se haga de la información derivada de los análisis
genéticos, puede tener un importante impacto en las propias relaciones de pareja;
en este sentido se plantean las siguientes cuestiones: ¿se debe conocer la
predisposición
de
la
pareja
a
contraer
determinadas
enfermedades
o
a
transmitírselas a sus hijos?, ¿quien decide cuando y por qué se transmite ese tipo
de información?, ¿en qué medida puede afectar a la interacción padres– hijos el
conocimiento de la predisposición del bebé a padecer una enfermedad concreta?,
¿estamos las personas obligadas a
someternos a
pruebas genéticas?, ¿la
acumulación y gestión de esa información, debe ser carácter público o privado?.
Todas estas preguntas requieren una respuesta profundamente reflexionada
desde una perspectiva interdisciplinar; se debe ser consciente que el ser humano
posee en sus manos el diseño de su propio futuro. Las decisiones que se tomen,
con sus legislaciones consiguientes, afectarán a las propias relaciones sociales y
familiares. Richards (2001a) recoge la sugerencia de Juegnst (1999), en la que se
afirma que la disponibilidad de los test genéticos –con su información sobre la
predisposición al desarrollo de enfermedades o al hecho de ser portador y
transmisor de la mismas, o como pruebas de la paternidad o maternidad– está
minando los valores de la familia , tales como la lealtad, la intimidad y la seguridad,
y amenazando el compromiso humano con la vida familiar. Como muestra de estas
nuevas situaciones, se puede mencionar el uso que se hace de las pruebas
genéticas de paternidad para imponer el pago de pensiones de manutención a los
hijos. En la misma línea se recuerda que la reciente sentencia, dictada en Suecia,
que obliga a un donante de semen a pagar una pensión de manutención, ha hecho
disminuir de forma espectacular las donaciones.
Uno de los rasgos que los sociólogos (Flaquer 1998) señalan como
característicos
de
institucionalización
la
familia
de
las
de
las
funciones
sociedades
familiares
occidentales
tradicionales,
es
el
tales
de
la
como
la
producción de bienes y la educación; en este contexto, y abundando en las
implicaciones
de
la
nueva
genética,
se
constata
como
la
propia
función
reproductora ha sido también extraída del núcleo familiar tradicional. Como bien
señala Golombock (2000), en el inicio del siglo XXI la familia constituida por una
pareja heterosexual en un matrimonio estable y con hijos concebidos naturalmente,
es cada vez menos frecuente; hoy es posible que un niño tenga cinco padres: la
donante de óvulo, el donante de semen, la madre de alquiler y los padres que se
encarguen de la crianza. De hecho, estos servicios son ofrecidos por la empresa
americana Creating Families Inc. (Richards, 2001 b).
El hecho de que los niños convivan con padres y hermanos con los cuales no
les vincula ninguna relación genética, no es solo posibilitado por la ingeniería
genética sino también por las nuevas formas de vida familiar, como la adopción, el
acogimiento, las familias reconstruidas después de los divorcios, etc.. La ingeniería
genética y los nuevos usos sociales han generado unos nuevos tipos de familia que
no responden al modelo tradicional. Uno de los temas de investigación que más
interés está suscitando en los últimos años, es el del posible efecto de estas nuevas
familias en el proceso de desarrollo psicológico infantil. A la hora de identificar esos
posibles efectos, se encuentran posiciones basadas en opiniones, más o menos
fundamentadas, y posiciones basadas en datos de investigación sistemática. Hoy en
día, ambas posiciones no son coincidentes.
Con relación a las posiciones basadas en opiniones, se observa cómo, en
general, son críticas con los nuevos tipos de familia; se entiende que un niño criado
por una pareja que se divorcia, o criado en una familia monoparental, o por una
pareja de homosexuales, o en otra de las nuevas formas familiares va a ser
perjudicado en su proceso de desarrollo psicológico. Los datos de investigación
sistemática confirman los efectos negativos del divorcio en el desarrollo psicológico
infantil, debidos fundamentalmente a la exposición de los niños al conflicto marital.
Sin embargo, diversas investigaciones no encuentran datos que avalen la idea de
unos efectos negativos o positivos de las nuevas estructuras familiares en el
desarrollo psicológico. Únicamente algunos datos muestran la alta calidad de la
crianza practicada por aquellas parejas que han recurrido a las técnicas de
reproducción asistida; lo cual se explica por la alta motivación hacia la crianza
generada por la dificultad de concebir descendencia por medios naturales. El lector
interesado en estos temas puede consultar el exhaustivo trabajo de Golombock
(2000).
Dicha autora y Schaffer (1993), coinciden en señalar que la estructura de la
familia no tiene influencia per se en el desarrollo psicológico, sino solamente en la
medida que posibilite o no una crianza de calidad; por ejemplo en una familia
reconstruida después de un divorcio no tiene por qué haber ningún problema si se
practica una crianza de calidad, la cual no es dependiente de la estructura familiar
sino de otros factores como la personalidad de los padres, su formación como
educadores, sus ideas sobre el desarrollo psicológico, etc., etc.. En última instancia,
tanto las familias tradicionales como las nuevas familias, siguen planteando un reto
importante referente a la intervención preventiva; se trata de la importancia de que
las familias sean educadas para educar; el desarrollo de una cultura de crianza hará
que los padres y madres y la sociedad en general conciencien su responsabilidad e
influencia en el crecimiento y humanización de sus hijos e hijas.
La nueva sociedad de la información también puede estar influyendo de
alguna forma en las relaciones familiares; al menos se puede constatar como la
familia se sirve de las nuevas tecnologías, especialmente en el campo de la
comunicación donde la utilización de los rápidos medios de comunicación –como el
correo electrónico o los teléfonos móviles –permite mantener los vínculos familiares
a través de grandes distancias. No obstante la tele comunicación no es igual a la
comunicación directa que es sincrónica, frente a la posible asincronía de la tele
comunicación, y quizá más espontánea y rica desde el punto de vista de la
expresividad emocional, elemento determinante de las interacciones familiares.
En este contexto, se puede resaltar un fenómeno que se podría denominar
monitorización de los adolescentes. Los padres -preocupados por los problemas de
consumo de drogas, alcohol, embarazos no deseados, sida, etc.- pueden tener
localizados a sus hijos e hijas adolescentes en todo momento, a través de los
avisadores o los móviles, generando un vínculo de soporte electrónico y de carácter
permanente. Es de esperar que este hecho no sea incompatible con el necesario
depósito de confianza ineludible para el desarrollo de la responsabilidad y la
libertad. Por otra parte, la intensa necesidad de comunicación extrafamiliar de los
adolescentes se manifiesta en el altísimo número de mensajes de texto que
intercambian entre ellos; este ha sido uno de los mercados de expansión de las
compañías de teléfonos móviles.
La tecnología de la información abre diversos mundos relacionados con la vida
familiar; por ejemplo la posibilidad de practicar lo que se podría definir como
crianza virtual, ya existen experiencias que demuestran los beneficios que tiene en
la evolución de los niños prematuros –que se encuentran hospitalizados en
incubadoras- la exposición a una serie de estímulos virtuales como las grabaciones
de la voz de su madre (equipo de neonatología del hospital de Basurto, Bilbao). Las
posibilidades de intervención en este campo y en el de la atención a diversos
trastornos del desarrollo en el ámbito familiar son muy amplias.
La sociedad de la información ofrece ventajas a la familia en nuestro entorno
cultural, pero también deposita en ella una nueva responsabilidad: se trata de
atender al posible desfase entre el gran volumen de información disponible –a
través de un
simple ordenador doméstico–
y las herramientas cognitivo–
emocionales de sus miembros más jóvenes. Este autor es de la opinión de que la
misión fundamental de la familia es la de actuar como base de seguridad para la
exploración, pero también como filtro protector y regulador ante determinadas
informaciones, contenidos y experiencias que pudieran producir algún tipo de
polarización emocional inhibidora de un sano desarrollo psicológico.
La necesidad de referentes éticos y de claves de autorregulación -para facilitar
el acceso de los niños a la información- emerge como una función fundamental de
la
familia
actual,
especialmente
en
el
contexto
ideológico
postmoderno
caracterizado por la conciencia de la relatividad de muchos valores tradicionales de
la familia. Esta posición no es producto de una posición ideológica conservadora,
sino de una concepción del desarrollo psicológico basada en el concepto de
frustración óptima (Pesic y Baucal 1996, Arranz 2002), que apoya la idea de la
necesidad de una frustración positiva en el entorno familiar para facilitar el
desarrollo de la identidad personal y la elaboración de la propia ética autónoma en
la adolescencia y juventud.
El lograr que la familia sea un ámbito en el que se transmitan unos referentes
éticos puede estar dificultado por el hecho de que las interacciones intrafamiliares
se producen, en muchos casos, en un ambiente de ocio y descanso; como señala
Flaquer (1998) parece una contradicción el ejercer la crianza en un ambiente de
holganza. Realmente, ha de resultar más difícil para unos padres que ven a sus
hijos solamente unas horas al día y durante el fin de semana, el practicar con ellos
el aprendizaje de la frustración, necesario para que desarrollen recursos autónomos
y sean fuertes psicológicamente.
Además de los aspectos mencionados, relativos a la ingeniería genética y a la
sociedad de la información, existen otras peculiaridades de la familia en la
actualidad; entre ellas cabe mencionar un hecho sociológicamente constatado; se
trata de lo que se podría llamar la prolongación cultural de la inmadurez. A
diferencia de otras sociedades, la compleja sociedad occidental exige un largo
período de formación especializada para la incorporación plena de los jóvenes al
mundo adulto; la familia se ve obligada a apoyar esta larga etapa de transición,
tanto en lo que se refiere a los medios económicos necesarios como al apoyo
emocional y a la orientación en los distintos campos de la vida.
Una de esas funciones de orientación se debe ejercer utilizando la familia
como una escuela de resolución de conflictos; en una sociedad en la que la
violencia aparece como una realidad casi institucionalizada en los ámbitos global y
local, la intervención educativa y preventiva en el ámbito familiar aparece como
una medida urgente. El poso que deja la interacción familiar en el desarrollo
psicológico humano, ha de ser utilizado para el aprendizaje de estrategias creativas
de afrontamiento y resolución de los conflictos. Sirva este trabajo para reivindicar
la necesidad de medidas políticas, que apoyen el desarrollo de la familia como un
entorno en el que se depositen las expectativas de cambio y de esperanza para
lograr una humanidad más solidaria y justa.
Finalmente, quiero dedicar este trabajo a mi tío Enrique Freijo Balsebre, cuya
presencia sigue muy viva dentro mí. Él amaba al ser humano y era un apasionado
de su estudio; él me introdujo en el campo de la investigación sobre la familia
cuando dirigió mi tesina de licenciatura sobre la psicología de las relaciones
fraternas en la obra de Alfred Adler, presentada en la Universidad Pontificia de
Salamanca en el año 1979, y posteriormente, cuando dirigió mi tesis doctoral en la
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, en el año 1986. Que este
trabajo sea un pequeño homenaje a un hombre de una sensibilidad exquisita, a un
gran humanista y a una excelente persona. Mila Esker Enrique.
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