Existen muchas formas de medir el desarrollo de nuestro

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Fuego
cósmico
Existen muchas formas de medir el desarrollo de
nuestro conocimiento tangible sobre el universo.
El volumen de los documentos que existen en las
bibliotecas es una de ellas, así como el tamaño de
nuestras construcciones.
Las mejores medidas del progreso intelectual de la
humanidad son aquellas que nos permiten rastrear
ese desarrollo desde el inicio de nuestra condición
humana.
El fuego nos ha acompañado incluso desde antes de
la aparición de nuestra especie.
L
a evolución es un hecho
fácilmente constatable (por
ejemplo, en la rápida aparición
de variedades de bacterias
resistentes a nuestros
antibióticos más recientes y
sofisticados); la explicación
más completa que tenemos
de ese fenómeno, la teoría
moderna de la evolución,
entre otras cosas sugiere
que todas las características
City Life • Enero
POR: ENRIQUE GÁNEM
FOTÓGRAFO: ARMANDO HERRERA
notables de un organismo
siempre aparecen de
manera más o menos gradual
(el "gradual" puede significar
semanas para una bacteria... o
millones de años para un mamífero
como nosotros; todo depende, entre
otras cosas, del número de generaciones).
Hasta donde sabemos, el primer organismo
en usar el fuego para calentarse y cocinar
alimentos, fue el Homo erectus, un organismo
sin duda inteligente (en el sentido humano),
pues podía hacer herramientas —y usar fuego,
desde luego—. Estamos razonablemente
seguros que un Homo erectus no podría tener
descendencia fértil con un individuo humano
moderno, y por eso decimos que se trata de una
especie diferente. La inteligencia, medida
por el fuego, apareció lentamente.
Durante siglos, el fuego fue generado por
la combustión de alguna sustancia rica en
carbono (como la madera, el carbón mineral
o el aceite). La temperatura máxima que
podían alcanzar los mejores hornos de
estos materiales era apenas superior a los
1,000º o 1,500º C (la flama de una vela,
o la de una fogata común, tiene —en su
parte más caliente— una temperatura de
unos 800º C solamente). Estas flamas frías
alcanzaban a derretir algunas sustancias
contenidas en las rocas, y gracias a ellas
logramos fabricar productos maravillosos,
como las herramientas de cobre, estaño,
bronce, hierro y acero, o los delicados e
indispensables artículos de vidrio.
Durante casi toda la breve historia de
la humanidad, la temperatura máxima
alcanzada en los mejores hornos nunca superó
a los 3 o 4,000º C. Esto comenzó a cambiar
en el siglo XX.
Con el descubrimiento de la radioactividad,
se encontraron nuevas fuentes de energía,
que permitieron alcanzar temperaturas aún
mayores. Con el fuego común, lo que se
consigue es afectar la forma en la que los
átomos se unen para formar moléculas; al
quemar un poco de aceite, el carbono de
las moléculas del aceite se combina con el
oxígeno del aire; al ocurrir esto, la energía de
los enlaces químicos se libera y eso produce
el calor y la luz de la flama. En el caso de la
producir una cantidad controlada de
energía casi inagotable; los reactores
nucleares de nuevo diseño son mucho más
seguros y amigables con el ecosistema que casi
cualquier otra alternativa moderna. Por otra
parte, al estudiar el fuego nuclear, encontramos
radioactividad, lo que cambia de forma no es
la molécula, sino el núcleo del átomo. Como
la energía que une a las partículas nucleares
(los protones y los neutrones) es mucho mayor
que la que une a los átomos en cualquier
molécula, el calor de los procesos nucleares
es siempre muy superior al generado por
cualquier reacción química.
que es posible destruir átomos grandes (como
el del uranio) o construir átomos simples
(como el del helio). En este último proceso
se produce mucha más energía. Un reactor de
fusión nuclear podría generar suficiente energía
limpia como para alimentar a muchas ciudades
grandes, y utilizaría como combustible un poco
de agua de mar. Finalmente, al estudiar la
estructura del núcleo atómico, aprendimos a
editarlo; es perfectamente posible convertir el
plomo en oro, aunque no es económicamente
Los primeros juegos serios con energía
nuclear comenzaron a mediados del siglo
XX, y los resultados fueron espectaculares.
Por una parte, una esfera
de plutonio de unos 15
kilogramos de peso
podía producir, en
un instante, una
temperatura de más
de 400 millones de
grados centígrados;
la energía de este
destello, al dispersarse,
podía borrar a una ciudad
e n t e r a . Po r o t r a
parte, las mismas
técnicas permitieron
ELEXPLICADOR •
rentable (todavía). En el futuro, los secretos
del fuego nuclear, suponiendo que nuestra
sabiduría colectiva crece al mismo ritmo
que nuestro conocimiento, nos permitirán
generar energía casi inagotable y limpia, y
podremos construir todas las materias primas
fundamentales para nuestra civilización sin
tener que arruinar el delicado ecosistema
del que dependemos.
La temperatura máxima que puede alcanzar
una reacción termonuclear es de unos cuantos
miles de millones de grados centígrados.
Como puede usted imaginar, existen otras
clases
de fuego.
El universo
nació hace
unos 13,700
millones de
años (cifra
más exacta
que se
Ilustración: Carlos Rodríguez
Enero • City Life
• ELEXPLICADOR
tiene hasta el momento. Se estima que tiene
un error no mayor al 5%). Desde el primer
momento, toda la materia del universo se
ha expandido (así como el espacio mismo). Al
expandirse un gas caliente, se enfría. Al medir
la temperatura del espacio interestelar (unos
270º C bajo cero), y al conocer el ritmo de
la expansión del universo, es posible calcular
cuál fue la temperatura casi al instante mismo
de la creación del cosmos.
Sabemos que el universo recién nacido
era demasiado caliente para la materia
moderna; así como el hielo no puede
existir, en forma natural, en Acapulco, los
átomos, y hasta sus componentes (como
los protones) no podían existir en aquel
ambiente. Al enfriarse el cosmos, la nube
de materia original poco a poco se fue
congelando; así como el vapor de agua
forma gotas, y las gotas pueden formar
complicados copos de nieve, la materia
original se condensó primero en protones
y neutrones, y éstos formaron estructuras
cada vez más complejas y fantásticas
(moléculas, proteínas, lectores...).
Hasta hace poco tiempo, era imposible tratar
de reproducir estas condiciones (en el corazón
de una bomba de hidrógeno es posible generar
una temperatura de unos 500 millones de
grados centígrados por una pequeña fracción
de segundo... y el resultado es un agujero en el
suelo de 3 kilómetros de diámetro). Sin embargo
la física moderna cuenta ahora con aparatos que
reproducirán, en forma perfectamente segura y
controlable, la sustancia original del universo.
En varios centros de investigación en los
Estados Unidos, Alemania, Rusia y Suiza (por
mencionar algunos), los científicos hacen chocar
de frente pedazos de átomo (por ejemplo
protones) que se mueven casi a la velocidad
de la luz; en el punto de impacto se concentra
una cantidad fabulosa de energía (aunque la
energía total es muy inferior de la necesaria
para encender el foco de una linterna de mano
por una milésima de segundo, esta se concentra
en un volumen increíblemente pequeño).
Estos aceleradores de partículas han mejorado
mucho en los últimos años. El aparato científico
más grande de toda la historia (de hecho, la
máquina más grande de toda la historia humana)
es el acelerador que se encuentra en el Centro
Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN,
por sus siglas en francés). Este aparato es tan
grande que, si quiere revisarlo, necesita usted
su pasaporte, ya que la máquina (que tiene
un poco menos de 9 kilómetros de diámetro),
cruza la frontera franco-suiza en dos puntos
diferentes.
En este lugar, los mejores físicos del
mundo pretenden encender de nuevo, a
pequeña escala, el fuego cósmico en el que
se cocinó el universo. Una de las mejores
noticias para el nuevo 2006 es que hay un
grupo de investigadores mexicanos que tiene
un papel crucial en el desarrollo de una de
las partes más sensibles del nuevo aparato;
la ciencia mexicana está a la altura de la de
los mejores países del mundo (en calidad...
desgraciadamente no en cantidad).
Cuando aprendimos a controlar el fuego
químico inventamos la industria moderna;
cuando aprendimos a usar el fuego nuclear
aprendimos los secretos para editar átomos, y
para producir energía casi infinita. Nadie sabe
que aprenderemos cuando reconstruyamos en
el laboratorio al fuego cósmico que construyó
a un universo completo.•
Artículos sujetos a disponibilidad y existencia en nuestras sucursales.
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