Historia, funcionamiento y crisis del sistema capitalista. Critica a la

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Historia, funcionamiento y crisis del sistema capitalista. Critica
a la contribución de Immanuel Wallerstein sobre la
comprensión de “un mundo”.
Leonardo Bracamonte
¿Hay una verdad objetiva ahí fuera que pueda (al final) ser conocida, si usáramos los métodos
apropiados e hiciéramos el esfuerzo necesario (acumulativo)? ¿O es la dicha verdad solo una
máscara para alguna posición ideológica que de antemano ha definido lo que va a permitir
que llamemos verdad? Y en este caso, ¿no es cada uno el autor de su propia verdad, igual de
válida que la definida por cualquier otro? Si esto es así ¿hay algo que podamos llamar ciencia,
o ciencia social, o incluso saber académico?1 (Wallerstein, 1999, 99)
Introducción.
El actual proyecto doctoral ofrece una propuesta de abordaje crítico del Análisis de
sistemas-mundo trabajado fundamentalmente por el propio fundador de la tradición,
Immanuel Wallerstein.2 El planteo wallersteniana es complejo, entre otras cosas porque es
capaz de abrirse a diferentes zonas de la realidad organizada bajo las pautas de la
economía-mundo capitalista. Esto significa que la tradición a la que someteremos a examen
trata de dar cuenta de zonas del ámbito de lo real que las estructuras modernas del
conocimiento (específicamente las ciencias sociales) las estudian convencionalmente de
forma separada, o se entienden como esferas sin conexiones entre sí. En una primera
definición básica, Wallerstein sostiene que el análisis de sistemas-mundo es una “protesta”
1
La sociología y el conocimiento útil. Carta de Immanuel Wallerstein como Presidente de la Asociación
Internacional de Sociología. Febrero 1998. En: El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social.
Caracas, Nueva Sociedad. 1999. p. 99.
2
Wallerstein es un conocido intelectual norteamericano propulsor fundamental del análisis de sistemasmundo, nacido en Nueva York en 1930. Su amplia trayectoria en el campo científico comenzó como
africanista. En ese instante se gestó su preocupación por poner en práctica una sociología histórica
comparada. El primer tomo del clásico para las ciencias sociales El Moderno Sistema Mundial se publicó en
1974. Luego de décadas en las que ha ampliado sus estudios sobre la evolución del capitalismo histórico (en
2011 publicó el IV tomo del Moderno Sistema Mundial, llamado: el triunfo del liberalismo centrista),
mantiene una permanente relación con distintos movimientos sociales en varias zonas del mundo. Con
frecuencia interviene como articulista analizando los más variados conflictos mundiales siempre desde su
ángulo de visión.
2
en contra del estado de las ciencias sociales creadas fundamentalmente durante el siglo
XIX, pero plenamente institucionalizadas como campos específicos del saber con cierto
prestigio social durante las primeras décadas del siglo XX, al menos en los países donde su
institucionalización fue más pronta. Wallerstein advierte: El “análisis de los sistemasmundo” no es una mera teoría sobre el mundo social o sobre una parte de éste, sino más
bien una protesta contra la forma en que quedó estructurada la investigación social desde
su concepción a mediados del siglo XIX, a partir de una sería de suposiciones a “priori”
normalmente incuestionadas” (Wallerstein, 2004, 134)
La estructuración de este campo del saber llamado ciencia social, y sus tensas relaciones
entre sí, y entre las otras formas de conocer que provienen de las ciencias de la naturaleza y
las humanidades, es una parte de la propia historia del moderno sistema mundial, y la
perspectiva wallersteniana lo trabaja de esa forma. Esto significa que los esfuerzos
comprensivos del autor se centran en la búsqueda de ofrecer una historia del capitalismo
histórico visto aquí como un sistema social, donde las diversas interrelaciones
históricamente fraguadas han creado un mundo específico, una totalidad cuyas estructuras
como un todo se pueden explicar a través de una perspectiva de larga duración.
El sentido que tendría la “protesta” mencionada arriba se encuentra en que la trayectoria de
ese saber social institucionalizado no ha contribuido a una efectiva comprensión del
mundo. En el entendido según el cual esas estructuras del saber han clausurado un conjunto
de interrogantes que impiden el conocimiento de los fenómenos y procesos sociales con el
objeto de intervenir nuestra realidad, tal como se les requiere a los científicos sociales. Lo
que sigue es una presentación sucinta de los análisis de sistemas-mundo, con el objeto de
ofrecer una primera idea general del modelo con el cual pretendemos trabajar.
3
Objetivo de la investigación. Planteamiento del problema.
El título de la investigación Historia, funcionamiento y crisis del sistema capitalista.
Critica a la contribución de Immanuel Wallerstein sobre la comprensión de “un mundo”,
contiene supuestos que me gustaría poner de relieve a lo largo de esta sección para ofrecer
una idea más acabada del conjunto de la obra que se va a examinar. En primer lugar, la
tradición wallersteniana es una proposición para entender las especificidades de “un
mundo”: el capitalismo histórico, como se mencionó arriba. El autor ha comentado que el
análisis de sistemas-mundo no es una teoría. La aclaratoria la introduce porque definirla de
esa forma le proporciona un efecto de cierre definitivo a una modalidad que prefiere
concebirla como “impensar la ciencia social”. (Wallerstein, 2002, 218)
En ese sentido el autor de Estados Unidos confronta al mundo hace énfasis en que vivimos
exactamente en un “sistema social”, lo que implica teóricamente que nuestras vidas se
insertan y en consecuencia están determinadas o sumergidas en un todo relacional y
estructural que Wallerstein llamó también civilización capitalista. (Wallerstein, 1999) Esto
último no debe entenderse como una especie de clausura referida a los agentes para
transitar sus propias opciones históricas, (condenados a reproducir sus propias condiciones
de existencia), en todo caso más adelante se profundizará este asuntos.
A lo largo de la historia han existido según la tradición wallersteniana tres formas de
sistemas históricos. Los minisistemas, llamados de esta forma puesto que su extensión
espacial no es tan considerable y su existencia ha sido relativamente breve. Sus estructuras
culturales y de gobierno son homogéneas. En segundo lugar, los imperios mundiales,
enormes configuraciones políticas cuya lógica es la extracción de tributos a productores
directos con autonomía administrativa local. Y las economías mundiales, formidables y
4
desiguales
cadenas
de
estructuras
de
producción
diseccionadas
por
múltiples
configuraciones políticas cuya lógica básica es que la plusvalía acumulada se distribuye
desigualmente en favor de quienes pueden lograr diversos tipos de monopolios temporales
en las redes de mercado. Wallerstein describe de esta forma un sistema mundial:
“Un sistema mundial es un sistema social, un sistema que posee limites, estructuras,
grupos, miembros, reglas de legitimación, y coherencia. Su vida resulta de las fuerzas
conflictivas que lo mantienen unido por tensión y lo desgarran en la medida en que cada
uno de los grupos busca eternamente remodelarlo para su beneficio. Tiene las
características de un organismo, en cuanto a que tiene un tiempo de vida durante el cual
sus características cambian en algunos aspectos y permanecen estables en otros. Se puede
definir sus estructuras como fuertes o débiles en momentos diferentes en términos de la
lógica interna de su funcionamiento”. (Wallerstein, 2007, 489)
El paradigma estructural que subyace en el proyecto intelectual wallersteniano parte de una
tradición afianzada por Marx seguida por Braudel, y significativamente ampliada por
Wallerstein. Para efectos de una presentación sucinta que será tratada detenidamente en el
desarrollo de la investigación, me permito mencionar brevemente la idea de estructura que
manejan Fernand Braudel e Immanuel Wallerstein. Para el historiador de Annales, la
perspectiva remite a la idea de una ampliación apreciable del horizonte de visibilidad
acotado para el caso de los tratamientos sobre todo historicistas, al examen sobre los
acontecimientos 3 . El historiador propuso entonces un aumento del marco temporal de
observación del científico social distante del mero registro de los acontecimientos, a modo
3
Para un estudio sobre la renovación de la producción histórica a partir de las proposiciones de la Escuela de
los Annales, ver: Peter Burke. La revolución historiográfica francesa. La Escuela de los Annales: 1929-1989.
Barcelona-España, Gedisa, 1999.
5
de una historia molecular a través de la cual el historiador se encargaría de analizar los
procesos históricos destacando las especificidades de la historia así como el carácter
irrepetible e inagotable de la vida. Braudel sostenía que bajo tales presupuestos lo que
podríamos traer a la contemplación sería la constatación de una realidad epidérmica incapaz
de dar cuenta de las determinaciones histórico-estructurales que explican en buena medida
lo real, es decir, detrás de la presencia fulgurante de determinado suceso otras realidades
menos sujetas al cambio garantizan la continuidad de una colectividad. Esta noción de
estructura se constituye como soporte físico, geográfico y cultural de la sociedad.4 Superar
aquella idea del tiempo episódico según el cual el trabajo de un historiador se reducía a
estudiar el pasado recuperando sobre todo de fuentes oficiales lo que había sucedido en
realidad, para colocar el énfasis en la larga conformación arquitectónica de lo social,
implicaba zafarse de las limitaciones disciplinarias propias de la historia de los
acontecimientos, para buscar en tradiciones nomotéticas una parte de las respuestas. El
propio Braudel avanza en una definición de lo que desde esa perspectiva concibe como
estructura:
Para nosotros, los historiadores, una estructura es indudablemente un ensamblaje, una
arquitectura; pero más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y
en transportar. Ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se convierten en
elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, la entorpecen
y, por tanto, determinan su transcurrir. (Tomado de: Osorio, 2005, 58)
6
La imagen determinista expuesta arriba sobre la estructura concebida como aquella que
obstruye la historia fue matizada por Wallerstein. En realidad Braudel desestima el tiempo
corto y los análisis cercanos a la coyuntura, para implantar una narración detenida de los
procesos sociales cercados por un escenario casi imperturbable, donde los agentes sociales
se limitan a experimentar su destino. Es decir, el historiador francés sitúa su análisis a una
escala temporalmente amplia, pero no es capaz de trasladar la observación a un plano desde
el cual se considere cómo los sujetos hacen su historia con arreglo a la disposición de
determinados recursos estructurales. Con Braudel las diferentes estrategias a través de las
cuales los agentes tratan de inmiscuirse políticamente en la historia para transformarla a su
favor, pierde interés científico. La consecuencia lógica es un análisis despolitizado que
privilegia los elementos de continuidad en menoscabo del conflicto y de las rupturas
inmanentes al despliegue de los procesos sociohistóricos. Wallerstein en el primer tomo del
Moderno Sistema Mundial pone ciertos límites a esa determinación que venimos
comentando.
El cambio es eterno. Nada cambia jamás. Los dos tópicos son ciertos. Las estructuras son
los arrecifes de coral de las relaciones humanas, que tienen una existencia estable durante
un periodo relativamente largo del tiempo. Pero las estructuras también nacen, se
desarrollan y mueren. (Wallerstein, 1979, 7)
En efecto, la primera afirmación del fragmento escogido es claramente ambigua pero
quiere dar cuenta de una situación presentada como dilemática en los debates de las
ciencias sociales. Si bien un sistema histórico está sujeto a incesantes transformaciones,
(particularmente cierto en el capitalismo histórico), también la afirmación nada cambia
jamás sugiere que tales cambios han estado inscritos y han sucedido dentro del sistema
7
histórico. Es decir, por ejemplo, las múltiples rupturas, revoluciones y reformas que registra
el desarrollo de la historia moderna (los ciclos de Kondratieff que suceden cada 50 0 60
años) son fenómenos que han ocurrido, (a la luz de una evaluación posterior), incluso para
dotar de una estabilidad mayor al sistema. Si se quiere afirmar la existencia de un
quebrantamiento drástico Wallerstein remite a la revolución neolítica o agrícola. El otro
acontecimiento verdaderamente ruptural es la creación del mundo moderno. No es que el
presente sistema sea eterno, el autor ha trabajado el escenario de una crisis terminal, como
el momento que anunciará el declive definitivo de la civilización capitalista.
Anthony Giddens aporta un concepto sobre estructura útil para el enfoque que pretendemos
trabajar. Giddens concede a la estructura una forma compuesta y relacionada a partir de
varios conceptos puestos en juego: propiedades articulatorias, espacio-tiempo, sistemas
sociales, forma “sistémica”. Tal concepción trata de hacer énfasis además la capacidad de
reproducción social perdurable que conserva la estructura en enfoques más genéricos. Este
concepto incorporado a la investigación permite ampliar nuestra dimensión sobre el
moderno sistema mundial, como un espacio-tiempo específico. De seguidas entonces el
aporte de Giddens.
Estructura denota entonces, en análisis social, las propiedades articulatorias que
consienten la “ligazón” de un espacio-tiempo en sistemas sociales: las propiedades por las
que se vuelve posible que prácticas sociales discerniblemente similares existan a lo largo
de segmentos variables de tiempo y de espacio, y que presten a estos una forma
“sistémica”. (Giddens, 1995, 53-54)
El trabajo de Giddens es particularmente fructífero relacionado con el giro wallersteniano.
En particular, el concepto de dualidad de la estructura ha sido igualmente propuesto por
8
Giddens para contribuir a superar algunas antinomias que han signado los debates de las
ciencias sociales. La introducción en nuestro análisis de tales premisas podría
redimensionar nuestro enfoque al tiempo en que se pretende colocar el debate en otras
instancias del mismo desarrollo de las ciencias sociales. Las perspectivas más
funcionalistas conciben a los agentes y a las estructuras como dos conjuntos de fenómenos
dados interdependientemente, a la manera de retener la concepción entre sujeto y objeto.
Por otra parte, aquí se problematiza una noción de estructura que constriñe los procesos y
los agentes. El planteo que recuperamos conserva esta premisa, pero al mismo tiempo la
existencia de estructuras supone para el agente un adiestramiento específico para la vida. La
adquisición de ciertas destrezas fundamentales para transitar el mundo, pero también
fundamentales para transformarlo continuamente. En consecuencia, el concepto de
dualidad de la estructura inserta (si bien en una escala más acotada de la realidad al que los
análisis de sistemas-mundo acostumbran), el énfasis por la reproducción de las
regularidades desde las propias praxis de los agentes. Acá introducimos la idea de Giddens.
La constitución de agentes y la de estructuras no son dos conjuntos de fenómenos dados
independientemente, no forman un dualismo sino que representan una dualidad. Con
arreglo a la dualidad de estructura, las propiedades estructurales de sistemas sociales son
tanto un medio como un resultado de las prácticas que ellas organizan de manera
recursiva. Estructura no es “externa” a los individuos: en tanto huellas mnémicas, y en
tanto ejemplificada en prácticas sociales, es en cierto aspecto más “interna” que exterior,
en un sentido durkheimiano, a las actividades de ellos. Estructura no se debe asimilar a
constreñimiento sino que es a la vez constrictiva y habilitante. (Giddens, 1995, 61)
9
Las implicaciones de pensar la civilización capitalista en rigor como un sistema mundial
son variadas y serán tratadas en el desarrollo de la investigación. Acá solo nos limitamos a
establecer las premisas de un debate que ha recorrido al menos todo el campo de las
ciencias sociales. Entre otras cosas porque en primer lugar interpela la misma significación
de cambio social y sus posibles alcances. Y en segundo lugar, porque obliga a replantear
radicalmente la interpretación histórico-historiográfica de la evolución del moderno sistema
mundial hasta el momento. En palabras de Aguirre Rojas: Y si “todo” fenómeno, proceso,
sector social, país, o área incluido en esta historia del sistema-mundo de los últimos cinco
siglos, es siempre y en todo lugar “capitalista”, entonces tampoco ha habido nunca
“socialismo en un solo país”, o socialismo en la URSS, China, Cuba, Vietnam, Corea o
Europa oriental, sino solo movimientos antisistémicos triunfantes que, más tarde o más
temprano, y a pesar de su heroísmo y de la radicalidad de sus intenciones o de sus
proyectos originales, han terminado siempre reintegrándose a esa dinámica abarcativa y
omnipresente del sistema-mundo capitalista del que forman parte. (Aguirre, 2004, 41)
La razón wallersteniana despliega un esfuerzo por comprender no solamente la travesía de
“un mundo”, sino de dar cuenta de sus pautas de funcionamiento. Su empresa histórica e
historiográfica, teórica y empírica a un tiempo problematiza la convención científica según
la cual la precisión constituiría el procedimiento universal para fundamentar un argumento
“correctamente”. El examen sobre las realidades complejas con frecuencia se resiste a ser
abordada desde la lógica de las simplificaciones. Admito que no puedo cuantificar.
(Wallerstein, 1997, 490) Tampoco se puede subsumir la complejidad a partir de los cánones
de una determinada disciplina. Efectivamente, el imperativo es saber “un mundo” desde
escalas espacio temporales muy amplias y a través del examen de estructuras cuyo
10
desplazamiento es sólo susceptible de captar en la larga duración, en la certeza, sin
embargo, de que nada cambia jamás.
Hablamos de una totalidad sistémica puesto que sus principales componentes se han
desarrollado y toman su identidad específica bajo principios relacionales. ¿Qué quiere decir
esto? Que esos componentes o partes de nuestro sistema social no deberían entenderse
como realidades positivas o con alguna “sustancia propia y autogenerada”. Más bien su
contenido es producto de una relación con el todo sistémico. Este punto de partida no
remite a la noción de un todo simplificador que podría terminar por explicar muy poco. La
racionalidad wallersteniana parte del principio según el cual la totalidad sistémica es una
unidad jerarquizada y diferenciada, en consecuencia la explicación debe superar la simple
suma de sus partes. Pensar la conformación histórica del capitalismo supone problematizar
el pluralismo empírico que procura el examen de una totalidad pero sin establecer las
interconexiones y las jerarquizaciones que dan funcionalidad a los procesos. Si no se
procediera de esa forma se corre el riesgo de caer en el error al que llamaba la atención
Marc Bloch cuando recordaba el comentario hecho por Fustel de Coulanges en la Sorbona:
Suponed cien especialistas repartiéndose, en lotes, el pasado de Francia. ¿Creéis que al fin
hubieran hecho la historia de Francia? Lo dudo mucho. Les faltaría, por lo menos, la
vinculación entre los hechos, y esta vinculación es también una verdad histórica. (Marc
Bloch, 1987, 20) El otro problema que registra esta perspectiva es aquella según la cual
reducir la explicación a una totalidad inmutable podría traer como consecuencia la
disolución de los problemas específicos en el entendido de que la comprensión de todo
fenómeno social queda disuelto en un discurso excesivamente general. La dificultad podría
superarse asumiendo al objeto de estudio como una unidad compleja. (Osorio, 2005, 31)
11
¿De cuáles componentes nos estamos refiriendo, aquellos que conformarían el moderno
sistema mundial? Wallerstein en algún momento también las llama instituciones: ciencias
sociales históricas, ideologías, ciencias naturales, movimientos antisistémicos, también
incluye a las clases sociales, corporaciones transnacionales, grupos étnicos, grupos de
estatus, Estados o sistema interestatal, mercado, naciones modernas. Esta concepción de
conjunto no tiene por qué significar que algunos de los componentes mencionados no
hayan tenido una existencia anterior a la civilización capitalista, implica sí que al hacer
parte del moderno sistema mundial, su circunstancias se corresponden con el marco de esta
especifica dinámica estructural. En este sentido, los análisis de sistemas-mundo conciben al
capitalismo como una totalidad social que al mismo tiempo, (y esto es muy importante),
también es histórica. Ha evolucionado desde el siglo XVI en la región paneuropea, y se ha
extendido prácticamente hacia el resto del mundo. Por lo que ahora envuelve todo el
planeta. Por consiguiente cuando se alude a “un mundo” en el título del presente proyecto,
se quiere hacer notar su carácter de sistema social. Es decir, no se está entonces señalando
un asunto puramente geográfico. Además del moderno sistema mundial también existieron
por un período otros sistemas sociales, como el imperio azteca, el imperio maya, las
civilizaciones orientales, etc.
Kurt Hubner destaca la existencia de sistemas tanto en el ámbito de la naturaleza como en
las sociedades humanas. (Hubner, 1981) Aunque Hubner prefiere referirse a sistemas
históricos, es decir, no apunta su reflexión únicamente al capitalismo histórico como la
unidad de análisis relevante en las ciencias sociales, a la hora de definir el concepto intenta
abarcar el complejo ámbito de las realizaciones humanas actuantes en un espacio-tiempo.
Realizaciones humanas de las cuales el trabajo científico es solo una de ellas.
12
Por un conjunto de sistemas históricos […] entiendo un conjunto estructurado de sistemas,
en parte actuales y en parte transmitidos, que se encuentran en una variada relación
recíproca y en cuyo círculo se mueve una comunidad humana en algún momento
determinado. Por lo tanto, los sistemas científicos, es decir, las teorías y las jerarquías de
teorías, al igual que las reglas del trabajo científico, son también partes de ese conjunto
total, que representa el mundo de las reglas en el que vivimos y actuamos. (Hubner, 1981,
131)
El capitalismo histórico al contrario de otros sistemas sociales, es una economía- mundo.
Esto quiere decir que su unidad no está establecida a partir de la existencia de un poder
político que encarne el conjunto de todas sus instituciones, como ocurre en el caso de los
imperios-mundo. La civilización capitalista se despliega animada por la existencia de una
división internacional del trabajo, en el que si bien existen y han existido hegemonías
mundiales que han sido determinantes por un tiempo, el poder político diseminado a través
de una red interestatal da cuenta de un movimiento fragmentado responsable de buena parte
de las tensiones que han marcado históricamente al sistema. Lo que le aporta cierta unidad
de funcionamiento es la constitución de una división axial del trabajo a escala mundial. La
trayectoria de este sistema social se entiende mejor si partimos del imperativo capaz de
movilizar todas las estructuras sistémicas. Se trata de la lógica de la acumulación incesante
de capital.
Lo que distingue al sistema social histórico que llamamos capitalismo es que en este el
capital pasó a ser usado (invertido) de una forma muy especial. Pasó a ser usado con el
objetivo o intento primordial de su autoexpansión. (Wallerstein, 2012, 9-10)
13
El título de la investigación contiene además la palabra moderno. En este caso el autor nos
remite una realidad histórica que es crucial para entender su empresa intelectual. Nuestro
sistema social es un producto de la modernidad. Acá el contenido ideológico moderno
remite, en el contexto cultural-hegemónico de la aceptación de la naturalidad del cambio
político-social, a la existencia de tres instituciones (ya mencionadas arriba) que para
Wallerstein son específicas de la modernidad capitalista 5 : las ideologías, las ciencias
sociales y los movimientos. Estas tres instituciones […] comprenden la gran síntesis
intelectual/cultural del “largo” siglo XIX, los fundamentos institucionales de lo que a
veces se denomina en forma inadecuada “modernidad.”. (Wallerstein, 2012, 18) ¿En
forma inadecuada? En otro lugar se refiere al concepto de modernidad desdoblada en dos
connotaciones: la primera consigna la idea de progreso tecnológico, asociada a una
innovación constante. Más adelante comenta la otra connotación. La llama modernidad de
la liberación. Considérese al autor cuando describe aquí sus características más propias en
tiempo pasado, puesto que el proyecto moderno tal como lo entiende se ha agotado: La
modernidad era en suma, el presunto triunfo de la libertad humana contra las fuerzas del
mal y la ignorancia. […] Esa modernidad no era la modernidad de la tecnología, de
Prometeo desencadenado, de la riqueza sin límites, sino más bien la modernidad de la
liberación, de la democracia sustantiva (el gobierno del pueblo, contrapuesto al de la
aristocracia, o al gobierno de los mejores), de la realización humana y, sí, de la
moderación. Esa modernidad de la liberación no era una modernidad pasajera, sino una
modernidad eterna. Una vez alcanzada, no la entregaríamos jamás. (Wallerstein, 2001,
130)
5
Son específicas para el autor no porque no hayan existido en otros sistemas sociales anteriores, sino porque a
lo interno del Moderno Sistema Mundial cumplen funciones determinadas por el mismo sistema.
14
¿Pero por qué el autor de Impensar las ciencias sociales ubica este planteo en el despliegue
del siglo XIX y no siglos antes, cuando apareció la economía-mundo europea? Es decir, en
el siglo XVI El acontecimiento “mundial” de la revolución francesa de 1789, y sus
consecuencias ideológicas plenamente desarrolladas a la luz de la larga duración en el siglo
XIX, explica esta característica. Es decir, se puede mantener entonces que el marco cultural
específicamente moderno de nuestro sistema social es un producto históricamente tardío.
El aspecto más curioso de este período primitivo [siglo XVI] es que los capitalistas no
exhibían sus colores ante el mundo. La ideología reinante no era la de la libre empresa, ni
siquiera el individualismo, la ciencia, el naturalismo o el nacionalismo. Hasta el siglo
XVIII o XIX estos puntos de vista no madurarán para convertirse en mundiales.
(Wallerstein, 1979, 93) Entonces para la racionalidad wallersteniana, la modernidad
planteada en estos últimos términos se configuró solo luego del acontecimiento francés de
1789, como una suerte de superestructura cultural del capitalismo histórico.
Esta economía-mundo con sus grandes corporaciones trasnacionales en alianzas diversas y
al mismo tiempo protagonizando contradicciones entre sí, con y contra el poder político
nacional estatal; está además jerárquicamente organizada a través de sus zonas periféricas y
semiperiféricas dependientes y secularmente explotadas, y su centro de poder económicopolítico y cultural. Por otra parte, su fuente de certezas que en algún momento llegó a ser la
ciencia, impidió a las religiones seguir ocupando el lugar de la verdad universal. Sus ciclos
de abundancia y de desaceleración económicas (con sus enormes costes humanos y
naturales), se asemejan sin embargo a los ritmos marcados por la respiración de un
organismo vivo. Una economía-mundo donde la naturaleza es entendida de forma separada
y en tensión en contra de este otro mundo artificial producto del trabajo y de las relaciones
15
humanas; la sociedad. Este mundo social capitalista cuya comprensión a cabalidad estaría
encomendada a las ciencias sociales históricas, en el que sus procesos “naturalizados”
apuntan hacia la mercantilización de todas las cosas, pero también con un alcance hasta
ahora ilimitado para mercantilizar gradualmente a la propia naturaleza. La alusión en el
titulo sobre “un mundo”, el sistema-mundo capitalista, remite entonces a este mundo
específico.
El otro término relevante tiene implicaciones atinentes tanto a la tradición wallersteniana
como al destino del propio capitalismo histórico. En realidad lo que describe el concepto de
crisis, y más exactamente crisis estructural, no es a tratar de dar cuenta de una situación
difícil en la que la humanidad o una porción de ella estuvieran de alguna manera inmersa.
Situaciones riesgosas pero lamentablemente bastante regulares como los conflictos sociales,
el desencanto generalizado en torno a determinado proyecto político, o incluso las
periódicas dificultades producidas por episodios de hambruna en determinado territorio,
son consecuencia del propio desarrollo contradictorio y polarizado del moderno sistema
mundial. En consecuencia, son hasta cierto punto previsibles las formas “extremas” que
adoptan estos fenómenos. Por el contrario, la palabra crisis remite aquí al
disfuncionamiento de un sistema social. El concepto de caos propuesto por Edgar Morin
como un término asociado a algún tipo de transición critica le da al enfoque una dimensión
más completa: “El caos es una idea de antes de la distinción, la separación y la oposición,
una idea, pues, de indistinción, de confusión entre potencia destructora y potencia
creadora, entre orden y desorden, entre desintegración y organización”. (Morin, 2009, 76)
Situación de caos sistemico acontecida en el marco de su propio proceso de desarrollo
incluyen los ciclos de expansión y decrecimiento económico (ciclos de Kondratieff) que se
16
suceden aproximadamente cada 60 años. En este escenario único de crisis estructural los
agentes sociales son llamados a tomar decisiones fundamentales que sería determinantes
para el futuro. Estaríamos en presencia del agotamiento del capitalismo histórico, de sus
instituciones fundamentales y de las ideas-fuerza que en el algún momento pudieron
brindarle legitimidad política. En el marco de esta situación incierta, en consecuencia, las
estrategias que pongan en práctica los agentes sociales tendrán amplias repercusiones.
Una de las rupturas más interesantes del planteo con respecto a la crisis sistémica, es que
esta situación límite se detecta a la luz de una evolución del desarrollo temporal amplio de
la vida del sistema, y no como consecuencia de un acontecimiento determinado que sirva
para explicar la mencionada crisis. Es decir, el problema no es tanto examinar la
constatación al menos en este sentido concreto, de un acontecimiento que logre encender
las alarmas de los observadores. Prefiere hacer énfasis en una evaluación de las grandes
estructuras específicas del capitalismo histórico, y su precipitación cada vez más
disfuncional. Esto quiere decir que llega un momento en el que los problemas creados no es
posible resolverlos en el contexto de la actual economía-mundo, por lo que se impone una
transición incierta que producirá las condiciones para el surgimiento de otro sistema social.
El autor de Utopística o las opciones históricas del siglo XXI entiende esta situación
dilemática como una bifurcación. Las implicaciones teórico-políticas, ideológicas y
científicas son considerables, por ello serán objeto de debate en el desarrollo de nuestra
investigación:
Puesto que el sistema existente ya no puede funcionar adecuadamente dentro de los
parámetros definidos, el tomar una decisión sobre cómo abandonar el sistema, sobre el
sistema (o sistemas) futuros que han de construirse, es inevitable. Pero cuál de las
17
opciones elegirán colectivamente los participantes es inherentemente imprevisible. El
proceso de bifurcación es caótico, lo que significa que cada pequeña acción llevada a cabo
en este período es posible de conllevar importantes consecuencias. Observamos que en
tales condiciones, el sistema tiende a oscilar bruscamente. Pero eventualmente termina
inclinándose en una dirección. Suele llevar bastante tiempo hasta que se arriba a la
elección definitiva. Podemos llamar a este período de transición, uno cuyo resultado es
incierto. (Wallerstein, 2005, 105-106)
La última palabra que consideramos explica los propósitos que recoge el presente proyecto
es crítica. Vale la pena poner en contexto entonces la oración completa: Critica a la
contribución de Immanuel Wallerstein sobre la comprensión de “un mundo”. Lo que
planteo en el desarrollo del examen sobre la tradición de sistemas-mundo es establecer en
rigor la competencia científica del giro wallersteniano como herramienta plausible para dar
cuenta de la complejidad del capitalismo histórico, de su funcionamiento y especialmente
de su crisis. En otras palabras, el objetivo se traduce en emprender un asedio desde distintas
perspectivas al conjunto de su obra con el objeto de calibrar el alcance de la empresa
wallersteniana tanto en lo conducente a presentar una perspectiva útil capaz de brindar
algunas respuestas a las interrogantes asociadas a la crisis de las ciencias sociales, como,
situado en otra escala, medir las posibilidades comprensivas de los análisis de sistemasmundo en la presente transición mundial. Lo que sigue es la estrategia a través de la cual se
propone realizar este recorrido sistemático.
18
Objetivos específicos y metodología.
El ámbito problemas que se propone desarrollar la investigación tiene que ver con revisitar
varios de los desafíos teóricos, epistemológicos e históricos que desde la década de los
setenta se le han realizado al proyecto wallersteniano. Buscamos por tanto poner de
presente las limitaciones del enfoque así como tratamos de demostrar sus potencialidades
cognitivas para la comprensión de los fenómenos sociales. Del estudio del corpus se han
detectado lo que llamaremos foco de tensiones; nos referimos acá a los énfasis a través de
los cuales pondremos de relieve algunos problemas cruciales de la obra de Wallerstein.
Cabe la advertencia relativa a que (como se sostuvo más arriba) el sistema wallersteniano
ha sido edificado bajo principios relacionales, por lo que sus conceptos centrales no podrán
concebirse separadamente o aislados de la propia construcción teórica. En tal sentido, la
organización que le hemos dado al proyecto de investigación solo se debe entender en la
medida en que queremos acentuar algunos problemas, para eventualmente “oscurecer”
otros o postergar su abordaje en otra parte de la misma investigación.
El examen sobre la validez o la plausibilidad de determinado problema requiere de una
consideración especial por parte del investigador, para posteriormente ser comprendida
inmersa en el complejo wallersteniano. Quiero llamar la atención sobre lo siguiente. Los
autores y las obras que se sugieren de seguidas harán parte del conjunto de argumentos y
puntos de vista con los cuales pretendemos confrontar algunas tesis del análisis de
sistemas-mundo, pero obviamente el mayor esfuerzo de comprensión estará en el examen
sobre el grueso de la obra wallersteniana. Por último, tales obras y autores enunciadas a
continuación obviamente no serán las únicas consultadas, constituyen apenas los referentes
básicos pero fundamentales con los cuales se emprenderán las discusiones.
19
Algunos focos de tensiones.
I. El primer foco de tensiones remite fundamentalmente a un problema teórico, pero
descansa igualmente en basamentos históricos, es decir, se torna al mismo tiempo en una
discusión historiográfica. Se trata del debate en torno al carácter del capitalismo periférico
concretamente en América Latina. A su alrededor se han estudiado problemas recurrentes
(feudalismo, dependencia, especificidad del régimen colonial, relaciones de producción
etc.) pero de fondo destacamos como idea central la conveniencia de la unidad de análisis
en las ciencias sociales. Uno de los supuestos más relevantes que fundamenta la discusión
alrededor de la unidad de análisis es la imposibilidad de estudiar el capitalismo como un
fenómeno reducible a su funcionamiento dentro del marco de las fronteras nacionalestatales. Es decir, que el fenómeno obliga a considerarlo en su extensión espacio-temporal
para poder descifrar
el enigma de sus movimientos así como sus contradicciones
inmanentes. La especificidad del paradigma wallersteniano es su intensión por historizar el
capitalismo, mientras la mayoría de las perspectivas hacen sus esfuerzos enmarcados en
lógicas funcionalistas.
Para llegar a operativizar este primer foco de problemas se considerarán las posiciones
Steve J. Stern en su Feudalismo, capitalismo y el sistema mundial en la perspectiva de
América Latina y el Caribe; (Stern, 1987, 3-58). Estos primeros planteamientos tuvieron
una réplica del propio Wallerstein: Comentarios sobre las pruebas críticas de Stern,
(Wallerstein, 1989, 329-346); que por consiguiente provocaron una última respuesta de
Stern Todavía más solitarios (Stern, 1989, 347-361)
Otros dos textos clásicos de este debate, que tienen como referente el giro wallersteniano:
Ernesto Laclau Feudalismo y capitalismo en América Latina (Laclau, 1978), y Capitalismo
20
y Subdesarrollo en América Latina de Gunder Frank (Frank, 1978) La posición que acaso
sea una síntesis de las dos perspectivas: Theotonio Dos Santos Imperialismo y dependencia.
(Dos Santos, 2011) Un trabajo central para refutar algunas de las tesis de Wallerstein con
respecto al origen del capitalismo, es el libro de Gunder Frank, Reorientar. La economía
global en la era del predominio asiático, (Frank, 2008). Así como las intervenciones que
suscitó el texto por parte de Giovanni Arrighi El mundo según André Gunder Frank
(http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v02/06/01.pdf) Y la respuesta también
adelantada por Samir Amín al texto de Gunder Frank: La historia comprendida como ciclo
eterno (http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v02/05/01.pdf) Aníbal Quijano e
Immanuel Wallerstein La americanidad como concepto o América en el moderno sistema
mundial
(http://www.edena.mindef.gov.ar/docs/modulo4_quijano-wallerstein.pdf)
Por
último, la importante contribución de José Guadalupe Gandarilla que retoma en clave
contemporánea el desarrollo de estos temas, en especial el estudio sobre los excedentes y la
vigencia de los conceptos relacionales centro-periferia: América Latina en la conformación
de la economía–mundo capitalista (Gandarilla, 2005)
II. El segundo foco de tensiones lo establece el momento crítico por el que atraviesa nuestro
sistema social. El tema lo viene trabajando el autor de Geopolítica y geocultura. Ensayos
sobre el moderno sistema mundial desde los años ochenta. Con todo, una revisión de sus
principales tesis con respecto a este asunto permiten concluir que sus nociones se han
transformado, en parte porque ha incorporado en trabajos sucesivos el tratamiento con otros
fenómenos que complicarían de forma creciente el funcionamiento óptimo del capitalismo,
como porque ha ampliado su corpus teórico incluyéndole perspectivas que sustentarían
mejor algunas de sus tesis centrales.
21
Por consiguiente, nuestro trabajo implicaría la evaluación sobre la coherencia interna del
análisis de sistemas-mundo. Concretamente, la contribución supondrá cartografiar en el
transcurso de los años su idea de crisis sistémica, al tiempo en que confrontaremos su
planteo con la perspectiva trabajada por otros estudiosos. Este es uno de los aportes
centrales de la investigación. Han sido numerosas las lecturas que se trabajan para tratar de
comprender la naturaleza, los alcances y las implicaciones de los malestares que viene
presentando el capitalismo, en lo que respecta por ejemplo a si estaríamos en presencia de
una transición hegemónica o hacia el fin de nuestro sistema moderno al menos tal cual lo
veníamos conociendo, etcétera. Algunas de estas posiciones que analizaremos provienen
lógicamente de la tradición de los análisis de sistemas mundiales, otras se distancian de ese
tronco en aspectos sensibles. En todo caso, es Wallerstein quien ha sido terminante cuando
mantiene que el moderno sistema mundial está viviendo sus últimas décadas (Wallerstein,
2005, 105-122) Otros autores que examinaremos para el debate: Giovanni Arrighi, Adam
Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI (Arrighi, 2007) y El Largo siglo XX.
Dinero y poder en los orígenes de nuestra época (Arrighi, 2009) David Harvey. El enigma
del capital y las crisis del capitalismo (Harvey, 2012) Del mismo autor El nuevo
imperialismo (Harvey, 2007). De Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver Caos y orden en el
sistema-mundo moderno (Arrighi, 2001) De Samir Amín El capitalismo contemporáneo
(Amín, 2012) y Mas allá del capitalismo senil (Amín, 2001)
III. El tercer foco de tensiones lo conforman los ámbitos del Estado nacional moderno y la
cultura. El giro wallersteniano estudia la trayectoria de los estados nacionales como un
proceso de articulación fundamentalmente ocurrido en la cara externa a los propios estados
modernos, e impuesta por la creciente dinámica capitalista hacia las diversas formaciones
22
sociales en curso de forjarse como un territorio o parte de una nación estatal. Por
consiguiente, historiar las dinámicas comerciales entre los diversos territorios y el centro
del capitalismo europeo es crucial. Es decir, la creación de los estados nacionales es
producto del desarrollo del capitalismo histórico, y este rasgo en la perspectiva que
venimos trabajando es central. Los territorios que progresivamente desde el siglo XVI han
sido agregados a una determinada posición en la división internacional del trabajo, fueron
ajustando sus estructuras sociales, políticas y culturales conforme iban haciendo parte del
moderno sistema mundial.
En este sentido la idea de la nación moderna no es producto únicamente de la
recurrentemente invocada voluntad general ni exclusivamente de determinado proyecto
nacional enarbolado por las elites de una nación en formación, o constituida por pueblos
virtuosos y dotados de soberanía, etcétera. Conviene pensar que estos procesos suponen la
participación de dinámicas estructurales que están más allá del ámbito estatal. En
consecuencia, los enfoques que explican los procesos, fenómenos y acontecimientos (o la
progresiva constitución de una nación), como un hecho en últimas autogenerado hacia
adentro de las fronteras nacionales revisten de claras limitaciones. Son las historias
naturales tejidas pacientemente por el discurso de las historias nacionales. Es en este
sentido específico que Wallerstein atribuye a las ciencias sociales ser en buena parte de su
producción convencionalmente estado-céntricas. Uno de los problemas que esta de fondo
en este debate mantiene la pertinencia de concebir lo estatal, lo político, la economía y lo
social como esferas que conservan cierta autonomía entre sí. La tradición de los análisis de
sistemas-mundo problematiza esta concepción ya naturalizada en las ciencias sociales. Lo
que de nuevo subyace para la empresa wallersteniana aquí es la búsqueda de una unidad de
23
análisis que permita pensar en una caracterización suficientemente amplia que dé cuenta
del carácter general y al mismo tiempo específico del mundo social.
En todo caso, esta sección involucra un tratamiento del problema por un lado histórico (lo
cual implicaría dar cuenta de la formación de los estados modernos en una red interestatal)
y por otra parte teórico. Theda Skocpol defiende por el contrario la escuela estatalautonomista, de modo que ha controvertido con el giro wallersteniano. Un texto que puede
servir a los fines de la ampliación de este problema: El estado regresa a primer plano:
Estrategias
de
análisis
en
la
investigación
actual
(http://www.bibliotecajb.org/Portals/0/docs/Maestrias/Alta_Direccion_Publica/19.%20El%
20Estado%20regresa%20al%20primer%20plano%20%28Skocpol%29.pdf)
También
su
clásico Los Estados y las revoluciones sociales. Un análisis comparativo de Francia, Rusia
y China (Skocpol, 1984) Otra perspectiva que se distancia en algunos aspectos de la postura
central es la de William I. Robinson Globalization and the sociology of Immanuel
Wallerstein:
A
critical
appraisal
(http://www.soc.ucsb.edu/faculty/robinson/Assets/pdf/Wallerstein.pdf) El trabajo Fernando
Coronil, El Estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela. (Coronil,
2013), especialmente el capítulo La naturaleza de la nación: fetichismo del Estado y
nacionalismo. Problematizar el Estado-nación como la unidad de análisis naturalizada en
los abordajes de las ciencias sociales tiene implicaciones igualmente políticas e ideológicas,
y al mismo tiempo culturales. Las estrategias de transformaciones social más radicales
coinciden recurrentemente en tomar las estancias estatales para desde ahí propiciar incluso
la revolución como el primer paso para trascender al sistema capitalista. En rigor, se trata
entonces en este contexto de legislar la revolución. Las limitaciones de este enfoque están
24
históricamente probadas. Una discusión sobre los estados-modernos debería comenzar por
entender su función dentro de los desempeños hasta ahora casi inalterables que esos estados
cumplen para la incesante acumulación de capital como parte de la división internacional
del trabajo. Desde esta perspectiva no es posible superar con un sistema verdaderamente
mundial tomando las instancias de determinado estado, incluso de determinado número de
estados.
IV. El ámbito de la cultura en un principio se concibió separadamente, pero obviamente
guarda relación con el problema estatal. En general se le acusa a los análisis de sistemas
mundiales de ser un gran relato, un discurso estructuralista inalterable, indiferente al
sentido que producen los agentes sociales para afrontar su propia existencia. Un esquema
petrificado al que sólo habría que alimentar completando el esqueleto con argumentos
susceptibles de ser eficaces a la gran idea previa. Una vida anticipadamente arreglada por
quien se tomó el tiempo de pensar a grandes trazos un universo inconmovible, con todo y la
vida de sus criaturas destinadas sencillamente a reproducirlo. El responsable de componer
este universo ya no sería Dios, sino el propio Wallerstein. Otros señalamientos apuntan a
que los procesos culturales en la obra wallersteniana procedieran de la superestructura,
como un reflejo de dinámicas específicamente económicas que devienen entonces en
formas culturales concretas. El punto de partida con el cual trabajará esta investigación se
origina en las observaciones hechas por Walter Mignolo al concepto wallersteniano de geocultura. Mignolo cuestiona la aplicación del concepto de geo-cultura entendido como un
componente básico para pensar las relaciones de poder en la formación jerárquica del
moderno sistema mundial. Según Mignolo la formación de esta hegemonía cultural la
diseña Wallerstein desde el episodio de la revolución francesa en 1789 hasta su crisis,
25
cuando ocurre la revolución cultural mundial de 1968; la estructura cultural que ata
geoculturalmente el sistema-mundo.
La polémica se desencadena porque este planteo no incorpora otros imaginarios en la
explicación de una formación socio-cultural dominante. La ausencia del siglo XVI, por
ejemplo, es considerable. La explicación así desplegada deja por fuera una vasta historia
que incluye tanto a una parte de Europa como a una parte del continente americano. Para
Mignolo esta tesis es eurocéntrica en el entendido de que traza el recorrido de una cultura
europea que en su despliegue mundial devino hegemónica, sin considerar el resultado de la
“confrontación” de esa cultura en expansión con otros territorios socio-culturales. El propio
Wallerstein ha introducido en sus estudios posteriores lo que podría considerarse como una
revalorización del siglo XVI. Inevitablemente esta discusión incluye finalmente la pregunta
por la modernidad. Trabajaré de Mignolo La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el
hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad (Mignolo, 2005)
Colonialidad global, capitalismo y hegemonía epistémica (Mignolo, 2005). Arturo
Escobar. La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo.
(Escobar, 2007) Ramón Grosfoguel. El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad
epistémica más allá del capitalismo global
(Grosfoguel, 2007). También La
descolonización de la economía política y los estudios postcoloniales: transmodernidad,
pensamiento fronterizo y colonialidad global. (Grosfoguel, 2007) De Enrique Dussel
Europa, modernidad y eurocentrismo. (Dussel, 2005) Aníbal Quijano e Immanuel
Wallerstein La americanidad como concepto o América en el moderno sistema mundial
(http://www.edena.mindef.gov.ar/docs/modulo4_quijano-wallerstein.pdf)
26
V. Por otro lado, la formación intelectual de Immanuel Wallerstein tuvo una confluencia de
autores como Braudel, Fanon, Polanyi, Marx y Freud. Una radiografía del sistema de
Wallerstein permite detectar la presencia de preocupaciones, conceptos, opiniones y
sensibilidades que a lo largo del tiempo nuestro autor fue reuniendo para su aplicación
explicita o para ser parte del conjunto de intuiciones que lo distinguen como científico. En
varios de sus trabajos el propio Wallerstein ha explicitado tales influencias. En la entrevista
que le concede al historiador Carlos Aguirre Rojas el autor de Universalismo europeo. El
discurso del poder refiere: siento que tengo una deuda intelectual muy importante con
cuatro personas Carlos Marx, Sigmund Freud, Joseph Schumpeter y Karl Polanyi.
(Aguirre, 2004, 153) Más adelante agrega a Frantz Fanon, Fernand Braudel e Ilya
Prigogine. El análisis sobre la producción wallersteniana en esta sección se abordará a
través de las siguientes preguntas: ¿dónde se inserta concretamente el aporte de cada uno de
estos autores al corpus wallersteniano? ¿Hasta dónde Wallerstein amplia, problematiza o
critica cada una de estas herencias? Tales son algunas de las interrogantes con las cuales
proponemos realizar una radiografía del pensamiento de Immanuel Wallerstein, como
cuarto foco de tensiones.
El siglo XX reconsiderado.
VI. La reconsideración critica del siglo XX es el punto de partida para comprender los
desarrollos fundamentales de un periodo especialmente mortífero y sumamente conflictivo.
Un estudio que intente registrar cada uno de los acontecimientos importantes del lapso en
consideración se puede extraviar en la procura inútil de cuantificar nuestro pasado más
inmediato, entre otras cosas porque la aglomeración de los hechos históricos desbordaría
cualquier intención comprensiva. Wallerstein procede de otra forma. Es decir, los análisis
27
que surcan el desarrollo del capitalismo histórico sobre este espacio-tiempo específico
permiten una valoración de conjunto mediante la cual es más clara la producción de saldos
cognitivos. La larga duración (Braudel) como estrategia central permite tener una idea del
conjunto de procesos extendidos durante la centuria considerada, detectar las grandes
continuidades estructurales, registrar con más distanciamiento las transformaciones
operadas, y posiblemente tener una idea más “objetiva” de las posibilidades de desarrollo
de determinado proceso a mediano y largo plazo. Más concretamente, a la luz del análisis
de sistemas-mundo se despliegan procesos que desde otras perspectivas no se perciben de
la misma manera.
Este enfoque desafía la historia cimentada persistentemente sobre estudio de los
acontecimientos, es decir en los esfuerzos por registrar los diversos emprendimientos de
determinados sectores y sus implicaciones, etcétera. En consecuencia, el planteo
wallersteniano ¿tiene un buen componente de especulación? ¿Se trata, en últimas, de un
notable esfuerzo de imaginación sin ninguna sustentación responsable sobre lo acontecido?
¿Una historia estructural que concentra sus esfuerzos en la larga duración no termina por
vaciar de contenidos distintivos a conceptos que son cruciales para el análisis históricopolítico? ¿Esto, en pocas palabras, no implica desarmar al analista en nombre de grandes
sistemas filosóficos? Por ejemplo: la sentencia wallersteniana según la cual el desarrollo de
las ideologías modernas y el consiguiente posicionamiento de la ideología liberal como la
verdaderamente hegemónica, coloca tanto a las ideologías conservadora y radical como
avatares del liberalismo. Como ideologías que en posición subordinada se ven impelidas a
reproducir las premisas del discurso liberal dominante. ¿No constituye esta formulación una
drástica reducción del análisis histórico? Fuera de los esfuerzos puestos en la comprensión
28
de sistemas históricos, ¿tiene cabida pensar la trayectoria de las ideologías de esta forma?
Por último, dentro de los grandes trazos que delinea Wallerstein para el siglo XX, ¿dónde
se inserta Venezuela? Cabe aquí un aporte a la luz de las consideraciones wallerstenianas
para pensar el siglo XX venezolano. Tales son algunas de las inquietudes que constituyen el
quinto foco de tensiones. Los autores primordiales que proponemos para este dialogo:
Bolívar Echeverría Vuelta de siglo (Bolívar, 2007) De Eric Hobsbawm Historia del siglo
XX, (Hobsbawm, 1995) Tony Judt y Tomothy Snyder Pensar el siglo XX, (Judt, 2013)
Alain Badiou El siglo, (Badiou, 2005) y El Largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes
de nuestra época de Arrighi (Arrighi, 2009)
29
Antecedentes teóricos.
El propio Wallerstein rastrea los debates que prepararon el surgimiento de los análisis de
sistemas-mundo escenificados durante el período 1945-1970 (Wallerstein, 2005, 25-32). Se
mencionan acá brevemente porque en el desarrollo de la investigación se ampliará la
explicación sobre estos temas. En primer lugar, el concepto de centro-periferia trabajado
por la Comisión Económica Para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL). El
punto de tensión del concepto tuvo implicaciones teóricas y políticas: suponía que el
comercio internacional no se desarrollaba en términos de una relación entre iguales.
Algunas zonas del mundo se habían constituido históricamente como más poderosas
(centro) que otras zonas (periferia). La situación así descrita implicaba que las zonas
centrales podían concentrar la plusvalía creada en las zonas mundialmente deprimidas para
beneficio propio. Esta lógica “relacional” precisamente fue llamada “intercambio desigual”.
El sistema capitalista estructuralmente polarizado desde su misma conformación histórica,
traía como consecuencia las dificultades que obstaculizaban el desarrollo en las zonas
periféricas, lo que implicaba sobre todo para los teóricos de la Dependencia, la necesidad
de ensayar políticas de ruptura por parte de los movimientos alternativos en funciones de
gobierno en las naciones dependientes, para así conquistar definitivamente el bienestar y el
desarrollo social.
Este asunto, por cierto, se amplió hacia otros temas que fueron objeto de debates teóricopolíticos. La discusión procedió a interpelar la noción de desarrollo paradigmática en las
ciencias sociales, y a uno de los actores político-ideológicos que defendía esa estrategia, los
partidos comunistas. La lectura que hacían los comunistas, especialmente en
Latinoamérica, tenía relación con estudiar la historia del sistema capitalista en la idea según
30
la cual este sistema debía pensarse naturalmente desde las unidades administrativas
llamadas naciones. Estas, según el grado de desarrollo que daban cuenta de estadios,
acumulación de fuerzas, estado del desarrollo de la conciencia de clase, grado de
independencia económica, etcétera, determinaban a su vez las estrategias para propiciar el
cambio social.
Para el caso concreto latinoamericano, la región presentaba en su mayor parte un desfase
con respecto al capitalismo “desarrollado”, producto del estado de sus fuerzas productivas,
que en no pocas ocasiones daban cuenta de la sobrevivencia de formas productivas
“feudales”. Lo que estaba en realidad en la base de la discusión, propiciada en su momento
por los teóricos de la dependencia, era la disputa por la posibilidad del desarrollo, o de
cómo debía superarse en definitiva el subdesarrollo. Los análisis de sistemas-mundo,
tomando la idea de los teóricos de la dependencia, parten de la consideración según la cual
el desarrollo para las amplias zonas pobres del planeta no es posible, mientras las
estrategias de cambio social se planteen en el marco de las unidades administrativas
llamadas naciones, constreñidas además por el escenario polarizante del capitalismo
histórico y su organización estructural, la división internacional del trabajo. Por
consiguiente, el subdesarrollo más que un estadio previo al desarrollo, era la condición
histórica para que pueda haber prosperidad en el centro industrializado. Esta conclusión
problematizaba la tradicional unidad de análisis con la cual trabajan los científicos sociales:
las sociedades nacionales-estatales.
El otro debate con amplias implicaciones que precedió el surgimiento de los análisis de
sistemas-mundo tenía alguna relación con el descrito arriba. Pero esta vez al interior de la
Unión Soviética y de los países europeos del campo socialista, me refiero al concepto del
31
Modo de Producción Asiático. A la hora de pensar el orden de estadios sociales, en
términos sobre todo de las formas de producción por el que habían atravesado las
sociedades humadas, Marx incorporó una categoría con la cual pretendía agregar “los
enormes y burocráticos imperios autocráticos que se desarrollaran a lo largo de la historia
en China e India al menos. Se trataba exactamente de las altas civilizaciones”.
(Wallerstein, 2005, 27)
La incómoda categoría desapareció en tiempos estalinistas, lo que produjo más dificultades
a intelectuales soviéticos a la hora de pensar la evolución de las sociedades según las
premisas producidas por la ortodoxia marxista. La muerte de Stalin causó la apertura del
debate, lo que supuso volver a situar al desarrollo (es decir, a la concepción de la historia
concebida a partir de una lógica etapista) en el centro de las discusiones. La problemática
llevó a relacionar a diversos intelectuales soviéticos con tradiciones presentes en las
ciencias sociales no marxistas del mundo. Paralelamente a este episodio, otros intelectuales,
(sobre todo los que trabajaban la historia económica) emprendían otra discusión, pero esta
vez relativa al origen del capitalismo mundial. Los autores protagonizaron así una disputa
teórica e historiográfica pero con desarrollos políticos, alrededor del libro de Maurice Dobb
aparecido en 1946, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. (Dobb, 1971) ¿Cuál era el
centro de la controversia? Otro economista, Paul Sweezy, escribió un artículo contrastando
la versión de Dobb con su lectura sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Lo que
se planteaba era la primacía de factores específicamente internos a la hora de describir el
origen del capitalismo, o si primaban mejor factores externos, como el comercio exterior,
sobre la creación de condiciones para la expansión del capitalismo moderno. En eso
consistía la controversia. Lo que subyace era un problema que posteriormente Wallerstein
32
lo traerá como tema fundamental para impensar las ciencias sociales, me refiero a la
unidad de análisis requerida para dar cuenta de los procesos sociales fundamentales.
La última polémica que alimentó la conformación de los análisis de sistemas-mundo fue la
ruptura epistemológica que trajo el grupo de Annales a los estudios de la historia. La
contribución que aportó Annales es importante entre otras cosas porque propugnaba una
historia total, en contra de los rigores disciplinares que concentraban sus explicaciones
frecuentemente es una epistemología idiográfica, donde el mandato a los historiadores se
limitaba a explicar lo que realmente sucedió a través de acontecimientos traducidos como
relevantes desde una óptica político-contemporánea pocas veces explicitada.
La proposición estructural problematizaba una historia política que concentraba sus
elaboraciones en las acciones de determinados hombres situados en muchos casos en la
dirección de algún estado. Quedaban fuera de las preocupaciones intelectuales amplias
zonas de la realidad acaso más fundamentales y permanentes que las acciones y las
decisiones de una porción de sectores socialmente integrados. Entonces la perspectiva
aportada por annales privilegiaba como forma de explicación la utilización de conceptos de
función más centrales que las elaboraciones fundadas en la emergencia por explicar
determinadas acciones de privilegiados actores. Ahora la acción de los sujetos sociales se
desarrollaría en un escenario estructural que aunque es históricamente transitorio resulta en
cualquier caso determinante.
Especialmente la figura que tomaron los intereses de Wallerstein para impensar el
capitalismo histórico fue Fernand Braudel, y su proposición de reestructurar el tratamiento
del tiempo (Braudel, 1970) Aquí nos detendremos porque la preocupación por el tiempo, en
conjunto con la discusión en torno a la unidad de análisis, es central para replantear las
33
estrategias institucionalizadas sobre las cuales se ha establecido la división del trabajo
intelectual en las ciencias sociales.
Pensar la realidad social desde la larga duración trabajada por Braudel tiene al menos tres
implicaciones que quisiera explicitar brevemente. La primera es acaso obvia pero
determinante. El análisis de larga duración contempla la incorporación en una reflexión
temporalmente muy amplia, capaz de involucrar la preocupación por el papel decisivo que
juegan las estructuras consideradas históricamente en el moldeamiento de la arquitectura
funcional de la vida social. Este punto de vista declara que son las zonas de una realidad
profunda, que sin embargo permanecen ocultas y aparentemente inmóviles a la mirada
corriente, las que escogeremos como ámbitos de reflexión para intentar conquistar el
objetivo de una comprensión cabal del conjunto de la experiencia humana.
Desde la racionalidad braudeliana, el análisis sobre una “masa de hechos menudos”
terminaría por agregar confusión en el proceso del conocimiento. Puestos a analizar el
mundo desde la naturaleza contingente de los acontecimientos, el científico social puede
extraviarse en un mar de eventos aparentemente azarosos. Si bien el modelo wallersteniano
apuesta con fuerza a una crítica en contra de una epistemología orientada al estudio de
particularidades que el científico encuentra relevantes, tampoco sus inclinaciones teóricas
lo fuerzan a optar por la otra alternativa de la antinomia: me refiero a las tradiciones
nomotéticas. La búsqueda de regularidades y leyes eternas, está reñido con la intensión por
comprender el funcionamiento si bien sistémico pero desde una perspectiva temporal que
ofrece la certeza de estar analizando un sistema que es histórico, es decir, definitivamente
transitorio.
34
La otra implicación viene relacionada con la primera. Si el análisis presente tiene el
cometido de pensar a través del tiempo la estructuración de un mundo específico como lo
es el capitalismo histórico, entonces estamos insertos en coordenadas de pensamiento más
globales. La contemplación crítica desde este enfoque se despliega más allá, no sólo de
puntuales consideraciones que se atienen al ámbito de los espacios estatales-nacionales,
sino de igual manera, y esta es la tercera implicación, desatienden las regiones del saber
organizadas específicamente como disciplinas de las ciencias sociales especializadas en un
campo previamente separado. La empresa wallersteniana es clara a este respecto, entre
otras cosas porque en conjunto con la historizacion del moderno sistema mundial,
igualmente ha examinado la evolución de las ciencias sociales, sobre todo en la división del
trabajo intelectual.
Sabemos de donde provienen todas estas divisiones de los objetos estudio. Derivan
intelectualmente de la ideología liberal dominante en el siglo XIX, la cual sostenía que
estado y mercado, política y economía eran dominios analíticamente delimitados y en gran
medida autónomos, dominios con sus reglas (lógicas) particulares. […] Conocemos los
orígenes históricos de los campos de estudio. Conocemos sus trayectorias intelectuales,
complejas y diversas, en especial desde 1945. Y sabemos por qué han tropezado con
dificultades de demarcación. Con la evolución del mundo real se desdibujó la línea de
contacto entre lo “primitivo” y lo “civilizado”, lo “político” y lo “económico”. La
invasión de dominios ajenos se convirtió en práctica habitual. […] La cuestión que ahora
se nos plantea es si existen criterios para afirmar de forma relativamente clara y sostenible
que hay límites entre esas cuatro supuestas disciplinas: antropología, economía, ciencia
35
política y sociología. El análisis de los sistemas mundo responde con un “no” inequívoco a
esta pregunta. (Wallerstein, 2010, 402)
El punto de partida de esta crítica se encuentra en los orígenes epistemológicos de las
ciencias sociales. Mientras una parte de las disciplinas adoptaron tradiciones idiográficas
cercanas a las estrategias propias de las humanidades para encarar la investigación y la
producción de conocimientos, otras se decantaron por reproducir pautas especificas
nomotéticas legadas por las ciencias de la naturaleza. Lo que involucró el establecimiento
de tensiones a lo interno de las ciencias sociales que han caracterizado su desarrollo
histórico. Lo que se impondría, según Wallerstein, es superar la antinomia fundamental así
como sus implicaciones teóricas bajo la convicción científica de que ha sido un falso debate
mantenido por mucho tiempo. Este principio de explicación ha sido para la racionalidad
wallersteniana consistente a lo largo del tiempo. En el volumen IV del Moderno Sistema
Mundial, publicado recientemente introduce la afirmación en el prefacio. Acá no se trata de
limitarse a denunciar el desvío, sino de proponer con seguridad un tránsito alternativo:
Todo el libro es, simultáneamente, histórico/diacrónico y estructural/analítico/teórico. Esto
está de acuerdo con mi premisa epistemológica de que la muy presumida distinción entre
las epistemologías idiográficas y nomotéticas esta pasada de moda, es espuria y nociva
para un análisis sólido. (Wallerstein, 2014, 11)
Otro acontecimiento antecedente no tanto en el campo teórico, pero que tuvo consecuencias
decisivas proyectadas hacia el saber sistemático fueron las revoluciones culturales ocurridas
en varias zonas del mundo a finales de los años sesenta y principios de los setentas.
Wallerstein se ha referido a estos acontecimientos en varias oportunidades (Wallerstein,
1991). Y seria parte de la investigación propiamente tal disertar sobre sus implicaciones
36
para las ciencias sociales y para el giro wallersteniano. Lo que agregaremos por el
momento es que aquellas jornadas en parte protagonizadas en los propios campos
universitarios, expresaban la inquietud sobre los fines del conocimiento científico, y
entrañaban una crítica cardinal hacia la Vieja Izquierda y su probada incapacidad para
cambiar el mundo. Lo que determinó para Wallerstein un replanteamiento crítico con
algunos de los supuestos teóricos e históricos sobre los cuales se sustenta la propuesta
marxista. Algunos de sus artículos los ha dedicado a disertar sobre este asunto. Uno de los
más acabados es Marx y el subdesarrollo (Wallerstein, 2003) El análisis de sistemasmundo ha dialogado con distintos autores que a través de la implementación de las bases
fundamentales del enfoque inaugurado por Wallerstein han hecho aportaciones importantes.
Tales aportaciones y las polémicas específicas que han mantenido con la empresa
wallersteniana se mencionan en la sección Objetivos específicos del presente proyecto.
37
Justificación y pertinencia social.
En uno de los ataques más incisivos el gran historiador español Josep Fontana hace varios
señalamientos arrojados en contra del análisis de sistemas-mundo. En primer lugar ubica el
planteo como parte de las tendencias estructuralistas que inició Althusser (una cobertura
marxista aparentemente respetable), caracterizada por una combinatoria de conceptos
abstractos [a partir de los cuales] se pueden resolver en el plano” teórico” todos los
problemas. (Fontana, 1999, 227). Más adelante agrega con alguna dosis de desdén, sin
pretender ocuparse demasiado del tema, que perspectivas como el estructuralismo
wallersteniano son útiles como guía bibliográfica (Fontana, 1999, 229). Esto último
seguramente por el amplio manejo de fuentes de segunda mano con las cuales el autor
sustenta sus afirmaciones, si bien sobre todo en los cuatro tomos del Moderno Sistema
Mundial. En un libro más reciente Tony Judt refiriéndose a la imposibilidad de la existencia
de una suerte de “intelectual global”, desdeña “los postulados enormemente generales” de
Wallerstein cuyos esquemas reciclados en la mayoría de las ocasiones se convierten en
meras banalidades (Judt, 2012, 286) ¿Porque tanta aspereza? Creo que el centro del
malestar se puede explicar. Los historiadores idiográficos y otros estudiosos sociales
colocan sus esfuerzos de comprensión en develar las infinitas formas a través de las cuales
la realidad se presenta al “observador”. Es decir, aquí lo verdaderamente importante serían
las variadas acciones que los agentes sociales hacen todos los días para realizar su propia
historia. En este sentido, la utilización de enfoques que construyan narrativas maestras para
tratar de comprender, por ejemplo, el funcionamiento del mundo a partir de explicaciones
estructurales, debe verse como una salida necesariamente en falso. Son muchas las
38
implicaciones teóricas y epistemológicas que tiene este debate a lo interno de las ciencias
sociales, en esta primera presentación no abundaremos más allá.
Solo diremos que este problema es transversal a los cinco focos de tensiones explicados
arriba. De alguna manera lo que trata de probar la aplicación de los análisis de sistemasmundo es que, en primer lugar, ciertamente la realidad es un producto histórico sujeto al
marco estructural de un funcionamiento que puede advertirse, a cierto orden oculto al
sentido común. El hallazgo de esta situación supone igualmente el hallazgo de un orden
específico en contra del cual los agentes sociales han tenido diversas formas de resistirse,
pero al mismo tiempo diversas formas de reproducirlo. Un orden concreto que llamamos
capitalismo histórico. Esta realidad cognoscible no es sin embargo enteramente translúcida
a los actores profanos. No se trata de la defensa de un orden natural de las cosas, cuyas
regularidades propias de la naturaleza se desplazan igualmente hacia las sociedades, en la
tradición de los enfoques positivistas a la hora de dar cuenta de un orden transhistorico de
uniformidades. Las estructuras que gobiernan los sistemas sociales son el resultado de la
relación humana entre sí y con la naturaleza en el transcurso de un tiempo-espacio. En
consecuencia, más que la agencia humana, en nuestro caso el análisis privilegia en un
primer momento las estructuras ligadas siempre a un sistema social específico. Este
escenario considera las acciones humanas, pero bajo la certeza de que esas acciones tienen
límites. Una segunda consideración que proviene del anterior comentario. Para mí lo
fundamental en la defensa provisional de la reflexión histórica propiciada por la empresa
wallersteniana, es que trata de responder a problemas relacionados con la preocupación por
el cambio social, planteamientos que fuera de este enfoque no es posible abordar en rigor.
El orden específico al que aludimos líneas arriba involucra en este caso la existencia de un
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sistema histórico, el moderno sistema mundial. Una de las implicaciones que conlleva el
presente enfoque es aquel según el cual dentro de la presente totalidad histórica debe
comprenderse el trabajo científico. Conviene aquí introducir las palabras de Bourdieu sobre
el campo científico como un ámbito inevitablemente contaminado de mundo: El universo
puro de la ciencia más pura es un dominio social como cualquier otro, con sus relaciones
de poder y sus monopolios, sus luchas y sus estrategias, sus intereses y ventajas, pero un
dominio en el que esas constantes adoptan formas bastante específicas. (Bourdieu, 2011,
75-76) Esto supone (entre otras implicaciones que podrían derivarse de la cita) que el
criterio de verdad que alcanzaría a establecerse, en conjunto con los enunciados teóricos y
empíricos que los respaldan, son de igual modo necesariamente históricos. Es decir, su
pertinencia es producto de unas teorías que han determinado qué es en definitiva lo
científicamente relevante, en los términos planteados por Hubner. (Hubner, 198, 128) Por
consiguiente, la justificación misma para que exista ciencia, y especialmente ciencias
sociales, es el estudio de la realidad social a partir de estas dos premisas. Aquí reside la
justificación general y la pertinencia de este trabajo.
Entiendo que algunas de las explicaciones con tendencia a identificarse con tradiciones
funcionalistas sirven con frecuencia a quienes están más interesados en preservar ese orden
que en imaginarse la arriesgada opción del cambio social. La diferencia crucial entre esas
tradiciones intelectuales que tienden a reificar lo social y la propuesta de Wallerstein es que
en últimas el análisis de sistemas-mundo no trata de dar cuenta del enigma de un presente
eterno. Es decir, en este caso el capitalismo histórico no solamente se puede historizar,
identificar la gestación de determinadas estructuras, actores e instituciones, comprender la
naturaleza de sus ciclos de expansión y decrecimiento, etcétera, sino que trata igualmente
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de ofrecer algunas principios para tratar de encarar científicamente una necesariamente
caótica transición sistémica. Del momento a partir del cual las estructuras comienzan a
disiparse, y en consecuencia se abre una diversidad antes desconocida de posibilidades
humanas que irán fraguando un específico tiempo-espacio, dentro del cual podrá advertirse
otro sistema mundial cuyas coordenadas fundamentales son inciertas.
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