La energía nuclear en la política internacional: pasado y presente

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La energía nuclear en la política
internacional: pasado y presente
Lic. María Cecilia Magaquián
Energía y Geopolítica
AI 020/2010
10 de julio de 2010
RESUMEN
En el año 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin, fueron
lanzadas por primera vez en la historia dos bombas nucleares en las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki. A partir de este fatal acontecimiento, el mundo
fue testigo de que la energía nuclear comenzaría a cumplir un rol relevante en el
desarrollo económico y también en la seguridad internacional, y muchos países
comenzaron a considerar esta fuente energética dual como política de Estado. En este
documento, se resumen los principales acontecimientos del desarrollo nuclear, que
influyeron en la política internacional desde 1945 hasta la actualidad y cuales son los
desafíos que presenta esta energía en un mundo en el que confluyen dos fenómenos
simultáneos: por un lado, una crisis energética generalizada, dado que no se han
conseguido avances en el campo de los hidrocarburos y, por otra parte un escenario
en el que se plasman amenazas ligadas al terrorismo internacional.
La energía nuclear en la política internacional: pasado
y presente
María Cecilia Magaquián1
Antes de comenzar a repasar los hechos más relevantes del marco institucional
y político del desarrollo nuclear, es importante conocer aquellos aspectos técnicos que
hacen que la esencia de esta fuente energética sea tan controversial.
La secuencia de operaciones encaminadas a la producción de armas nucleares
o combustible para el funcionamiento de reactores nucleares para generar energía
atómica se denomina ciclo del combustible nuclear.2 El primer paso del ciclo, es la
actividad de minería que incluye la exploración y la explotación. En muy pocos lugares
del mundo hay uranio suficientemente concentrado como para que su extracción
resulte económicamente rentable y en estos lugares hay que remover grandes
cantidades de tierra para conseguir cantidades apreciables de mineral útil. Luego de
1
La autora es Licenciada en Relaciones Internacionales (UES21).
GREENPEACE, “El ciclo nuclear”. [Documento en línea] [Fecha de consulta: 04/2009]. Disponible en:
http://www.greenpeace.org/espana/campaigns/energ-a-nuclear/el-ciclo-nuclear
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que el uranio es extraído de la superficie terrestre a través de la minería, se realiza un
proceso de conversión que deriva en la denominada “torta amarilla”. Más del 99% del
mineral extraído se convierte en residuo radiactivo (estériles). Para conseguir una sola
tonelada de torta amarilla se generan varios centenares de toneladas de estériles. Para
concentrar el uranio de manera suficiente para su uso, la torta amarilla debe ser
primero convertida en un gas llamado hexafluoruro de uranio y posteriormente
envasada y enviada a una planta de enriquecimiento. El enriquecimiento es un
complejo y costosísimo proceso por el que se incrementa artificialmente el porcentaje
del isótopo U-235, que es capaz de fisionarse. El mismo, genera el cuádruple de
residuos radiactivos que el uranio útil. Una vez que el uranio ha sido enriquecido, se
envía a una planta de fabricación de combustible donde se convierte en óxido de
uranio, pasando a tener forma de polvo negro. Este polvo es comprimido en pequeñas
pastillas que se introducen en largos tubos de metal llamados barras de combustible,
que son cerradas herméticamente e insertadas en unos cartuchos, denominados
elementos combustibles, y así el uranio ya está listo para ser utilizado en un reactor
nuclear, ya sea de agua liviana o de agua pesada.
Dentro de un reactor tienen lugar una serie de reacciones nucleares que
provocan que parte del combustible de uranio original se transforme en elementos
radiactivos, lo que convierte al combustible gastado en material sumamente peligroso,
que emitirá una gran cantidad de radiactividad a lo largo de decenas de miles de años.
En algunos casos, el combustible gastado no sufre más transformaciones y se
considera residuo de alta actividad. En otros casos, los elementos gastados se mandan
a una planta de reprocesamiento de combustible nuclear.3 Es, por ende, en este último
proceso en el cual culmina el ciclo nuclear donde radica la peligrosidad de esta energía.
Para construir una bomba nuclear pueden suceder dos cosas, o que el uranio se
enriquezca a un nivel de 95% durante aquella etapa del proceso; o bien que se realice
el reprocesamiento de los desperdicios del combustible gastado, extrayendo el plutonio
para construir armas. En países como Irán por ejemplo, no hay indicios que se realice
el reprocesamiento y el grado de enriquecimiento del uranio realizado es de un 4%. Si
bien este porcentaje no es suficiente para fabricar armas nucleares, el proceso para
llegar a enriquecer en un 95% es relativamente corto. En otras palabras, aquellas
3
El reprocesamiento consiste en separar los elementos utilizables del combustible gastado en los
reactores, tales como el uranio o plutonio entre otros. Generalmente el objetivo es reintroducir el uranio al
ciclo de obtención de combustible, pero también puede ser realizado para obtener el plutonio que requiere
la fabricación de armas nucleares. El reprocesamiento es el último eslabón de la cadena nuclear.
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naciones que han logrado enriquecer el uranio en un bajo porcentaje pueden alcanzar
los porcentajes requeridos para usos militares, en tiempos relativamente cortos.
Energía nuclear y política internacional
En el mes de agosto del año 1945, mientras la Segunda Guerra Mundial llegaba
a su fin, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki. Fueron las únicas bombas atómicas lanzadas con un objetivo
militar no experimental en la historia universal. En pocos minutos, dichas ciudades
quedaron completamente devastadas.
A partir de entonces el uso de energía nuclear ha adquirido una dimensión
política de enorme magnitud. Luego de los ataques a Japón, la adquisición de
tecnología nuclear comenzó a ser considerada como una herramienta indispensable
para la seguridad nacional. De esta forma, la etapa que va desde la primera explosión
en Hiroshima hasta 1952, año en que el Reino Unido realiza su primera explosión
nuclear, se caracteriza por la negativa tecnológica y el secreto en la materia.
En el año 1953, ante la imposibilidad de impedir el acceso a otros Estados a los
secretos de la tecnología nuclear, se implementaron acciones para mantener el
liderazgo en el campo atómico. En aquel momento, el programa Átomos para la Paz,
sería la herramienta para conseguir tal propósito. Según el presidente Eisenhower, el
programa consistía en la creación de un organismo internacional que operaría de
banco de materiales fisionables y radioisótopos que estarían destinados a aplicaciones
en agricultura, medicina, industria, entre otros campos. El material sería suministrado
al ente por las potencias nucleares capaces de producirlos en cantidades necesarias, lo
que en aquellos años sólo podían hacer los estadounidenses y soviéticos.
Las razones que impulsaron esta propuesta giraban alrededor de la necesidad
de llegar a una solución aceptable en la carrera armamentística con la URSS y asegurar
la participación norteamericana en la comercialización de materiales nucleares. A
través del programa Átomos para la Paz, Estados Unidos se estaba asegurando un
control sobre el movimiento de materiales nucleares, tanto para usos pacíficos como
para posibles usos militares y de esta manera mantendría la hegemonía en este sector.
(Martin 2008: 51)
En el año 1957 se establece mediante resolución unánime de Naciones Unidas,
el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), vigente en la actualidad. El
objetivo de esta organización es ayudar a los Estados a desarrollar la energía atómica
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con fines pacíficos y también administrar el sistema de salvaguardias. Además, se
encarga de velar porque los países cumplan con los acuerdos firmados y que los
materiales nucleares no sean desviados para un uso que no sea esencialmente
pacífico. El OIEA lleva adelante inspecciones en las instalaciones nucleares civiles para
verificar la documentación entregada. La agencia controla inventarios y toma muestras
del material para analizarlo. Asimismo, controla todo aquello que haya sido declarado
por un Estado, a menos que se firme un protocolo adicional para las instalaciones que
no estén declaradas.
Este documento consiste en lo siguiente: como ya se mencionó anteriormente,
las salvaguardias se aplican solamente a lo que un Estado declara, es decir a los
espacios a los cuales quiere someter a las inspecciones; en general, los Estados
permiten inspecciones en instalaciones declaradas de carácter civil. El protocolo
adicional implica que no sólo serán supervisados los espacios y los bienes declarados
por un Estado, sino también aquellos que no lo sean. En consecuencia, muchas
empresas, para poder vender material nuclear exigen que sus clientes hayan firmado el
protocolo adicional, de otra manera no realizan la transacción. El sometimiento de un
Estado al protocolo adicional, implica que incluso los domicilios particulares de los
empleados de las plantas pueden llegar a ser inspeccionados. Algunos países prefieren
no adherir al protocolo adicional porque quieren proteger el secreto industrial de su
tecnología, lo cual es sumamente válido y no necesariamente implica que aquel Estado
que proteja su tecnología esté realizando actividades ilícitas.
A fines de la década del 60 había quedado claro que la mera existencia del
OIEA no era garantía suficiente para limitar la proliferación de armas nucleares, ya que
su control se limitaba a las transferencias de materiales nucleares y sus retransferencias posteriores. Esta realidad quedó claramente comprobada con las
explosiones nucleares llevadas a cabo por Francia en 1960 y por China en 1964. Cabe
recordar al respecto, que el ser parte del OIEA no exigía renunciamiento alguno por
parte de los Estados a los posibles programas con fines militares que desearan llevar
adelante y, por lo tanto, se presentaba una situación con varios candidatos dispuestos
a hacerlo.
A razón de lo anterior, en el seno del Comité de desarme de Naciones Unidas,
se planteó la posibilidad de elaborar un tratado que comprometiera a los Estados no
poseedores
de
armas
nucleares
(ENPAN)
en
aquel
momento,
a
renunciar
voluntariamente a la adquisición de tal capacidad en el futuro. A cambio, se les
ofrecería la posibilidad de recibir sin restricciones la Tecnología Nuclear para usos
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pacíficos que pudieran requerir. Este instrumento legal, conocido como el “Tratado
sobre la No Proliferación de Armamentos Nucleares” (TNP) entró en vigencia a
principios de 1970 por un período de 25 años, con revisiones periódicas. “La obligación
básica del TNP consistía en que todos los Estados que al 1* de Enero de 1967, no
hubieran fabricado ni hecho explotar un arma nuclear o un dispositivo nuclear
explosivo
(excepto
por
consiguiente
los
Estados
poseedores
de
armas
nucleares(EPAN): EEUU, URSS, Reino Unido, Francia y China), serían considerados
Estados no poseedores de armas nucleares y debían renunciar a las mismas, como así
también a los dispositivos nucleares explosivos que, si bien no son armas nucleares
resultan asimilados a las mismas por el tratado” (Martin 2008: 61).
De esta manera, la etapa que va desde 1953 hasta 1980, se caracterizó por una
gradual apertura tecnológica. La creación del OIEA y la firma del TNP fueron dos
factores clave en este sentido, lo cuales permitieron que poco a poco se fuera
gestando en el mundo, una época de transferencia de tecnología regulada.
Con la caída del Muro de Berlín y la culminación de la guerra fría, se produce un
cambio sensible en las Relaciones Internacionales, definido básicamente por una
atenuación sustancial de las tensiones entre las potencias en el plano militar. De esta
forma, las probabilidades de una confrontación armada a escala mundial entre las dos
potencias se tornan ínfimas. Finalmente, el triunfo de la potencia capitalista, trajo
aparejado numerosos cambios en la política internacional. Sin embargo, esta situación
no hizo al mundo más previsible. Luego de la caída de la Unión Soviética aparecieron
decenas de nuevos Estados que tuvieron numerosas dificultades para delimitar sus
fronteras de manera adecuada. Además, se aceleró la propagación de amenazas, tales
como el terrorismo internacional, que utilizando los beneficios de la globalización, como
el acceso a internet, han perpetrado numerosos atentados.
En esta década, el mundo estaba cada vez mas inmerso en un proceso de
globalización que tendía a fortalecerse. Asimismo, los procesos de integración
económica a nivel regional encontraban su momento de auge, y Sudamérica también
se adaptaría a este nuevo orden. La época post guerra fría hasta la actualidad, se
caracterizó por la indefinición de la prórroga del TNP y la creación de acuerdos a nivel
regional para mejorar el sistema de control del movimiento y la contabilidad de
material nuclear.
Los grandes dilemas de la energía atómica en la actualidad
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Luego de los ataques terroristas del 11 de Septiembre, ha habido una tendencia
fuerte hacia el unilateralismo por parte de Estados Unidos, y la política exterior de
George W. Bush ha tendido a catalogar a los países según el nivel de hostilidad que
representaran a sus intereses. En este sentido, países con capacidades nucleares como
Irán y Corea del Norte han sido incluidos en el famoso eje del mal. La invasión a
Afganistán e Irak, ha generado temor en algunos países y, lejos de fomentar la
disuasión nuclear, muchos Estados han considerado esta opción energética por el
doble uso antes reseñado.
Hoy, a nivel internacional, el escenario político que se presenta es el de un
nuevo líder estadounidense que por ahora goza de mayor apoyo por ser una figura que
busca diferenciarse de George Bush, quien fue duramente criticado por su campaña en
Irak. Por el momento, la estrategia de Obama en los países de Medio Oriente tiende a
mejorar los niveles de desarrollo económico y erradicar las condiciones de miseria que
llevan a que la población se sume a las filas de grupos terroristas como Al-Qaeda. Una
de las mayores preocupaciones de la administración Obama es que armas de
destrucción masiva, entre ellas las nucleares, caigan en manos de estos grupos.
Durante el mes de mayo, tuvieron lugar en Washington, diferentes cumbres
sobre política nuclear lideradas por los 5 miembros permanentes del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas (CSNU), países que además son poseedores de armas
nucleares. En dichas cumbres los ausentes más llamativos han sido precisamente
aquellos países sobre los cuales se debatió; Corea del Norte y, en especial, Irán, país al
cual se impuso una nueva serie de sanciones por el programa nuclear que mantiene
hace décadas.
Dentro del conjunto de negociaciones sobre desarme y no proliferación, Rusia y
Estados Unidos han acordado reducir las cabezas nucleares que poseen ambos países
en el marco del tratado START I (Strategic Arms Reduction Treaty). Esta política de no
proliferación pretendió hacerse extensiva al resto de las potencias nucleares. Sin
embargo, estos acuerdos, ideales en apariencia, han demostrado que carecen de
realismo a nivel estructural, ya que a la hora de su aprobación, enfrentaron numerosas
restricciones internas en cada país (Tertrais 2010). Cabe recordar que en Estados
Unidos, el Senado, mayoritariamente republicano y conservador, no desea la reducción
de cabezas nucleares; presentándose una situación similar en la Rusia de Medvedev. Si
bien no hubo grandes avances en materia de proliferación nuclear, limitando el grueso
de los acuerdos a reducción de armas convencionales, el acercamiento entre ambos
países ha sido positivo. Un mayor compromiso entre los dos Estados, favorece al
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balance de poder a la hora de frenar los impulsos de proliferación nuclear de Irán y
Corea del Norte. La participación multilateral de países como Rusia, Brasil y Turquía es
vital para evitar un desenlace fatal del actual impasse de estos países. En este sentido,
fue llamativo el hecho de que Rusia, que había sido uno de los principales oponentes a
las sanciones a Irán, se haya manifestado a favor de las mismas este año.
A lo largo de las cumbres, Barak Obama hizo hincapié en el peligro que
representa la dualidad de la energía atómica. En la actualidad, existen dos escenarios
simultáneos que conllevan grandes desafíos al desarrollo de la tecnología nuclear: por
una parte, los recursos energéticos derivados del petróleo se están agotando y
aumenta la necesidad de encontrar energías alternativas, dado que la demanda
mundial de estos continúa creciendo. La energía nuclear es una de ellas, pero si se
sigue invirtiendo en la explotación de este recurso beneficioso para los seres humanos,
se incrementan los riesgos de que sus componentes sean desviados para ser utilizados
militarmente. Desde luego, la alternativa nuclear es viable ante la escasez de
combustibles fósiles, pero también tiene sus desventajas a nivel político. Tal cual ha
sido analizado, existe un riguroso sistema de salvaguardias al cual se someten la gran
mayoría de los Estados que producen y comercializan materiales nucleares. Sin
embargo, el problema no se encuentra sólo en los países poseedores de este material,
sino en que éstos lo comercialicen con grupos terroristas que deseen utilizarlos con
finalidades bélicas. Allí es donde se desarrolla el segundo escenario.
En los últimos años ha habido un cambio en los intereses geopolíticos de los
Estados y el terrorismo se ha transformado en una nueva amenaza global. Los
denominados “Rogue States”, en algunos casos son considerados Estados terroristas y
en otros casos son acusados de ayudar a grupos violentos en la adquisición de armas
de destrucción masiva. Actualmente, existen alrededor de 300 asociaciones terroristas
en el mundo, de las cuales un 10% tiene los medios suficientes para comprar, de
manera ilícita, el material nuclear necesario para construir una bomba atómica. Una
manera de conseguirlo sería a través de los ejércitos de los Estados que tengan
instalaciones nucleares en su territorio, como se acusa a Irán por ejemplo.
El riesgo de que grupos terroristas tengan acceso al material nuclear, no
solamente pasa por los ataques con armas nucleares, sino que además tales grupos
fabriquen “bombas sucias” -artefactos que incluyen sustancias radioactivas- que no
tienen la capacidad destructiva de una bomba atómica, pero que cumplen con el
objetivo principal, generar terror en las sociedades que son atacadas. El departamento
encargado de controlar el tráfico ilegal de material radiactivo del OIEA, ha registrado
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que hacia diciembre de 2004 se confirmaron a la agencia cerca de 650 incidentes
relacionados con material nuclear. La mitad de ellos, involucraban actividades como el
robo, posesión ilegal, contrabando y venta del material. Desde 1993 hasta 2004 todas
las actividades mencionadas fueron realizadas con plutonio y uranio natural y
enriquecido.4
Anteriormente se explicó que el grado de enriquecimiento necesario para
construir una bomba nuclear es del 95%, para producir energía tan solo se requiere un
3%. Pero quien puede enriquecer uranio en un 3% puede también hacerlo en un 95%
dado que el paso entre un proceso y otro es relativamente corto. Países como Irán y
Corea del Norte, han declarado constantemente que sus programas de enriquecimiento
no superan el 4%. El problema, es que estos países, a pesar de declarar sus
intenciones pacificas, no son transparentes a la hora de reportar sus actividades al
OIEA.
Al presente, el mayor refugio de los terroristas se encuentra en la frontera
entre Afganistán y Pakistán, zona en la cual la población vive de la producción y el
tráfico de estupefacientes. A esto se suma el hecho agravante de que Pakistán es una
potencia nuclear inestable que pone en alerta al mundo sobre el peligro de que los
grupos terroristas de la región accedan a armas nucleares. Para lograr dicho fin,
existen dos métodos, el primero es a través del apoyo de gobernantes de países que
poseen capacidad nuclear que puedan facilitar este material, y el otro, por supuesto,
su hurto. Si bien hasta la fecha, no se han utilizado armas nucleares con finalidades
terroristas, no es imposible que el material radiactivo se desvíe y caiga en sus manos.
En este sentido, se hace necesario un compromiso de carácter multilateral, al
tiempo que adquiere relevancia el rol que deberán cumplir Naciones Unidas y su
organismo de control nuclear, puntualmente el OIEA, para evitar cualquier
acontecimiento fatal ligado al terrorismo nuclear. En los últimos meses, se ha intentado
extender una política de no proliferación y desarme, que ha enfrentado limitaciones
internas principalmente de sus mayores promotores.
Cuando los Estados obtienen capacidad nuclear es muy difícil que vuelvan hacia
atrás y renuncien al desarrollo de esta energía, más aún cuando su seguridad nacional
es la que está en juego; es por ello que los resultados de estas políticas idealistas
suelen ser magros. Lo mismo ha sucedido con las numerosas sanciones aplicadas a
Irán, que a pesar de ello, no ha detenido su programa de enriquecimiento.
4
OIEA.Fact sheet (1993-2004).Disponible en: www.iaea.org
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La clave para reducir los riesgos del avance nuclear, se encuentra en Naciones
Unidas y el fortalecimiento de los instrumentos que ya existen en el OIEA. Mientras
que dicha agencia funcione correctamente no hay necesidad de obligar a los países
miembros a que detengan por completo sus programas nucleares, siempre y cuando
se cumpla con las instancias de control del organismo. De no ser así, las sanciones
deben tener lugar en un contexto de amplia seriedad institucional donde el
multilateralismo sea la principal estrategia de los líderes mundiales.
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BIBLIOGRAFÍA
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