Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía Opiniones sobre este artículo escribanos a: [email protected] www.viva.org.co La polarización no es mala El actual proceso de paz, el plebiscito, el No y el Sí, e incluso la contienda personal entre Santos y Uribe, han sido el detonante para que los colombianos empiecen a conversar sobre los grandes temas nacionales. Sin duda, las redes sociales han sido un amplificador clave aunque no el único. Álvaro González Uribe Abogado, columnista y escritor – @alvarogonzalezu Hemos leído y escuchado quejas sobre el daño que la polarización le está haciendo a Colombia, lo cual es cierto porque impide contemplar más opciones y lleva a excesos peligrosos para un país propenso a la violencia. Sin embargo, pese a ello hay que rescatar algo muy sano que le está sucediendo al país. La mayor parte de la ciudadanía colombiana desde hace varias décadas estaba sumida en un sedentarismo político preocupante para la salud de la democracia. Por varias razones los colombianos entregaron la política exclusivamente a los políticos, incluso a los grupos insurgentes violentos, y se dedicaron a ser ciudadanos pasivos en cierta zona de confort o de impotencia según la buena o mala situación de cada uno. Con algunas excepciones ocurridas en momentos críticos que levantaron olas pasajeras, la política no entraba a las residencias, a las reuniones familiares o de amigos, a las oficinas, a los centros educativos, al igual que poco se asomaba a los corrillos de las esquinas y a las bancas de los parques. Pero el actual proceso de paz, el plebiscito, el No y el Sí, e incluso la contienda personal entre Santos y Uribe, han sido el detonante para que los colombianos empiecen a conversar sobre los grandes temas nacionales. Sin duda, las redes sociales han sido un amplificador clave aunque no el único. Y no solo se habla de estar simplemente a favor o en contra de alguien o de un proceso o de un voto que también es muy positivo, no, son conversaciones y discusiones sobre temas y con términos antes desconocidos o poco tratados como abandono del campo, formación catastral, bloque de constitucionalidad, justicia transicional, delitos conexos y umbral por solo mencionar algunos, antes ausentes del lenguaje de los colombianos del común. Pese a las discusiones virulentas e incluso a los insultos, exageraciones, mentiras y otras exaltaciones de la pasión y deformaciones del diálogo, lo que está sucediendo significa una inmensa ganancia para Colombia que no hemos valorado: nos estamos metiendo al fin en las vísceras del país, nos estamos volviendo ciudadanos de verdad: activos, beligerantes, pensantes. Estamos sintiendo, comprendiendo y defendiendo esa cosa antes gaseosa y de tinte populista que han llamado ‘patria’. No saber discutir sin exasperarse ni romper amistades o relaciones familiares muestra precisamente la falta de costumbre del diálogo político cotidiano. Sin embargo, no hay que poner el grito en el cielo por los debates acalorados que de todas maneras iremos aprendiendo a manejar civilizadamente en cuanto a la forma y el fondo. Tenga éxito o no la paz con las Farc, ganen el Sí o el No, Colombia ya no volverá a ser la misma sencillamente porque sus ciudadanos han cambiado: se han apropiado de su país, han aprendido que esto no es asunto de pocos sino de todos. Yo quiero que gane el Sí y votaré por él. Creo que acelerará el proceso de desarrollo de Colombia y que nos ahorrará inmensos dolores, pero pase lo que pase en medio de todo este berenjenal, de este sano alboroto, incluso en medio de esta virulencia que a veces nos exacerba los ánimos, siento que Colombia está cambiando, porque un país es lo que son sus ciudadanos y cambia si estos cambian. La apatía, la indiferencia, la ‘neutralidad’, el escepticismo, la impotencia y la apoliticidad son inmovilizadoras y han sido la causa del país que tenemos. Por eso, si las dejamos atrás sin importar o hasta aprovechando las diferencias ideológicas, jamás los violentos ni los politiqueros se volverán a tomar el país. Si seguimos pendientes de los grandes temas -y también de los pequeños que no lo son tanto-, si seguimos pensando, expresando, vigilando, participando, protestando y construyendo, estaremos ejerciendo nuestra autoridad y soberanía y ya nadie nos podrá arrebatar el país. Un ciudadano de verdad es un político, porque hacer política no es solo conseguir votos o ser elegido. Recordemos que si la política no se hace se padece, y hay muchas formas de hacerla. ¿Sí o no? Aldaba: El Sí no puede ser solamente un voto sino un acto íntimo y público de Compromiso Ciudadano con la construcción de la paz. ¡Se puede! Edición 511 – Semana del 9 al 15 de Septiembre de 2016