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Tratamiento de la inmovilidad en el anciano
Estela Rodrigo Barredaa y Fernando Laborda Martínezb
Médico de familia.Centro de Salud Puerto Chico. Santander. Cantabria.
Médico de familia. Centro de Salud Cazoña. Santander. Cantabria. España.
a
b
La inmovilidad es uno de los problemas de salud más importante porque conlleva
complicaciones graves y ejerce una influencia negativa en la evolución de determinadas
enfermedades crónicas. Su incidencia se estima en un 30% de la población anciana.
La inmovilidad se define como la limitación total o parcial de
movimiento con dificultades en la deambulación y en los movimientos adaptativos al medio y las causas que la pueden producir son diversas (tabla I).
Valoración de la inmovilidad
La inmovilización puede significar para la persona mayor numerosos y graves trastornos como incontinencia, pérdida progresiva de
fuerza y equilibrio, rigideces, músculos flácidos, falta de movilidad
articular, problemas para mantener la posición erecta, úlceras por
presión, problemas metabólicos, respiratorios y digestivos como
estreñimiento, impactación fecal, anorexia, dispepsia, etc. Aumenta el deterioro cognitivo, el aislamiento, la depresión, la pérdida de
autoestima y la deprivación sensorial. Y, en conjunto, una pérdida
de autonomía para el autocuidado. Un tercio de los ancianos mueren pasados 3 meses y más de la mitad después de un año.
Dado que las circunstancias que originan la inmovilidad pueden
confluir en un mismo individuo, la valoración de este problema ha de
hacerse identificando y tratando diversos factores relacionados entre
sí. El abordaje, por lo tanto, ha de ser multidisciplinario e incluir a
médicos, enfermeras, fisioterapeutas, asistentes sociales, etc.
En primer lugar debe hacerse una anamnesis:
– Conocer la situación basal del paciente en el momento anterior a su inmovilización.
– Conocer de qué manera se presentaron los síntomas que
la antecedieron y qué capacidad de movimiento le ha restado. El paciente, además, debe expresar cómo se siente
en estas circunstancias y qué actividades se han visto más
afectadas.
– Detectar causas médicas y factores sociales que le hayan
conducido a esta situación.
En segundo lugar hay que realizar una exploración física:
– Detectar problemas vasculares: flebitis, varices, edemas, etc.
– Observar problemas neuromusculares: atrofia, hipotonía,
temblor, etc.
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Tabla I.
Diferentes causas que pueden producir
la inmovilidad
Causas musculosqueléticas
Fracturas de extremidades inferiores
Artritis
Osteoporosis
Polimialgia reumática
Poliartrosis
Pérdida de masa muscular
Causas neurológicas
Demencia
Déficit de vitamina B12
Ictus
Enfermedad de Parkinson
Estenosis espinal
Causas cardiovasculares
Vasculopatía periférica
Miocardiopatías
Insuficiencia cardíaca
Cardiopatía isquémica
Causas pulmonares
Enfermedad pulmonar obstructiva crónica
Deterioro sensorial
Pérdida de agudeza visual y auditiva
Disminución de reflejos
Vértigo posicional benigno
Causas metabólicas
Anemias
Hipo/hipertiroidismo
Alteraciones hidroelectrolíticas
Malnutrición
Causas podológicas
Juanetes
Verrugas plantares
Causas psicosociales
Soledad
Apatía
Miedo a las lesiones
Barreras arquitectónicas
Falta de apoyo sociofamiliar
Efectos colaterales de algunos fármacos
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–E
xplorar movilidad articular, rigidez, inflamación y desvicaciones de columna.
–E
studio de los pies. Alteraciones dérmicas, deformidades
de las plantas de los pies, callosidades.
–E
studio piel: pigmentación, hidratación, úlceras, etc.
–O
bservación de vista y oído.
Tratamiento de la inmovilidad
Medidas preventivas ante la inmovilización
La principal medida preventiva consiste en activar todo lo posible las capacidades de movilización de los ancianos.
– Debe practicarse la movilidad del paciente en la cama y
sentado.
– Ejercitar el movimiento de las extremidades y de todas las
articulaciones para evitar el entumecimiento y anquilosis
progresiva.
– Realizar cambios posturales periódicamente.
– Practicar ejercicios respiratorios: respiración forzada, tos,
respiración diafragmática etc.
– Hacer ejercicios en posición sedente evitan la pérdida aeróbica.
– La posición de semisentado en la cama facilita el trabajo
cardiorrespiratorio, mejora la tensión arterial y reduce las
atelectasias.
– Dar al enfermo máxima independencia para realizar algunas actividades cotidianas.
– Cancelar dentro de lo posible todas aquellas medidas terapéuticas culpables de su restricción física, sondas, tranquilizantes, etc.
– Proporcionar medidas de soporte como andador o bastón
que permitan al anciano desplazarse con mayor autonomía.
Éstas se han de retirar lo antes posible si apareciese una
mejora en la deambulación.
– Erradicar barreras arquitectónicas y cualquiler obstáculo
que intimide al paciente.
– Revisar la medicación.
– Erradicar barreras arquitectónicas.
– Estimular un conocimiento adecuado del medio.
Abordaje de complicaciones específicas
Problemas musculosqueléticos
– Realizar ejercicios pasivos y activos.
– Vigilar postura y alineación corporal del paciente.
– Prestar atención a los posibles signos de hipertonía, atrofia,
rigidez, contraturas, etc.
– Masajear zonas afectadas favoreciendo la relajación de los
miembros y aumentando el riego sanguíneo.
Problemas cutáneos
– Cada 1-2 h conviene hacer cambios posturales para evitar
las úlceras por presión.
– Evita fuerzas de cizallamiento y fricción.
– Cuidar las lesiones por presión en prominencias óseas.
– Cuidar la higiene. Utilizar sábanas suaves y almohadillas
protectoras de úlceras en zonas más proclives a lesiones.
– Conviene realizar masajes regularmente para mejorar la
circulación, la sensibilidad, etc.
– Dieta rica en proteínas, vitamina C y ingesta de 1,5 l de
agua diarios.
Problemas cardiovasculares
– Incrementar el tiempo de sedestacion para controlar la presión arterial, ritmo cardíaco, previene embolismos pulmonares y las flebitis.
– Vigilar atentamente la aparición de trombosis venosa profunda.
Problemas respiratorios
– Realizar fisioterapia (tos, inspiración espiración).
– Abundante liquido y aerosoles
– Drenaje postural y clapping.
Problemas genitourinarios
– En caso de incontinencia y vaciado incompleto, disponer
de retretes apropiados donde pueda expulsar la orina.
– Intentar que el paciente tenga máxima autonomía.
– Reeducación del horario de diuresis.
– Restringir líquidos a ingerir a partir de las 18.00 h, evitando
la incontinencia nocturna y con ello el riesgo de caídas.
– Tener en cuenta fármacos que favorecen la incontinencia
como sedantes, diuréticos hipnoticos, etc.
Problemas gastrointestinales
– Dieta equilibrada, rica en fibra y proteínas.
– Alimentos de fácil absorción y digestión.
– Procurar que el enfermo coma en compañía y en la postura
adecuada.
– Vigilar el estado de la boca y dientes.
Problemas metabólicos
– Atender a señales de desnutrición o deshidratación.
– Controles de glucosa capilar, sobre todo en diabéticos.
Problemas psicológicos
– Acompañar y facilitar la conversación del paciente, alentándole, motivándole y evitando su derrumbe psicológico.
– Evitar que la inmovilización le arrastre hacia la apatía y la
monotonía.
– Proporcionar actividades que le mantengan ocupado y motivado, dándole máxima independencia.
Rehabilitación tras un período de inmovilización
A los ancianos aquejados por una época de inmovilización
puede favorecerles una fisioterapia dirigida a recuperar el
tono muscular y adoptar un patrón en la marcha adecuado.
Implicarlos en una terapia ocupacional centrada en retomar las tareas básicas de la vida cotidiana, así como una readaptación a las exigencias de su medio habitual, son unas
medidas imprescindibles para la recuperación de la persona mayor. Con esto, además de reaprender a valerse por sí
mismo, dentro de unos condicionamientos, le devolverá la
autoestima imprescindible para recuperar seguridad en sí
mismo y bienestar físico y mental otorgándole calidad de
vida.
Se debe tratar de estimular al anciano para disminuirle la ansiedad ante la expectativa de volver a valerse por sí mismo.
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Tratamiento de la inmovilidad en el anciano
E. Rodrigo Barreda y F. Laborda Martínez
Ayudas en la deambulación tras un período
de inmovilidad
La deambulación debe comenzarse en cuanto las circunstancias lo permitan con unas mínimas garantías. Las ayudas para
la deambulacion y sistemas de apoyo de los cuidadores componen ingredientes imprescindibles para tratar al paciente con inmovilismo, pues en muchas ocasiones las carencias no pueden
recuperarse totalmente.
Preparación del paciente
Procedimientos en el inicio de la deambulación
En los primeros intentos después de cirugía o enfermedades
debilitantes graves son necesarias 2 personas para el comienzo
de la deambulación.
También puede ser necesario poner un cinturón al paciente
para que el enfermero o cuidador lo guíe y apoye minimizando
el riesgo de caída. Es importante tomar un analgésico antes del
inicio de la deambulación, para evitar el rechazo consiguiente a
la asociación del ejercicio y dolor.
Para ajustar el equilibrio después de estar durante algún
tiempo encamado, se debe sentar al paciente en el borde de la
cama, esperar unos segundos para adquirir estabilidad superando sensación habitual de mareo y náusea. No debe mirar al
suelo ni durante ese momento ni durante la deambulación. El
apoyo de los pies en el suelo debe hacerse con dos ayudantes.
Cada uno de ellos a un lado del anciano, poniendo ambos brazos bajo la axila y otra en el antebrazo.
Si es con un ayudante, éste se situara detrás del paciente, que
le aguarda de pie junto a la cama. Se debe sujetar su cintura para
proporcionarle estabilidad y, si tiene un lado más debilitado, el ayudante se colocará ahí como sustento, para compensar la debilidad
e impedir las caídas. También se pueden utilizar bastones o muletas en caso de caminar casi de forma independiente. Las sillas de
ruedas pueden utilizarse cuando el paciente presenta graves problemas de inmovilización. En esta última circunstancia, debe mantenerse la independencia para la transferencia de la silla a la cama
o al sillón. Se debe estar atento a cualquier señal de cansancio en el
paciente y, en caso de apreciarlo, devolverlo a su cama.
Tras la deambulación deben de valorarse los drenajes, las
sondas de orina y se observarán los apósitos en busca de secreción más abundante.
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Es importante que la familia esté bien instruida en cuanto a
las técnicas y precauciones de seguridad adecuadas para la
deambulación y en la realización de actividades que exijan movimiento en general. Si pasado un tiempo el anciano no logra
los resultados esperados debe ser derivado a un fisioterapeuta
para revertir la situación. J
A tener en cuenta
En primer lugar se debe recuperar el tono muscular necesario
para poder andar. El fortalecimiento y recuperación del cuádriceps crural, encargado de la extensión de la pierna y la flexión
del muslo, resulta básico. Para ello, el paciente debe realizar
una tabla de ejercicios destinados a este músculo durante una
hora aproximadamente, durante varios días, hasta obtener resultados satisfactorios.
Cuando la persona esté preparada para deambular, se le
debe informar y dar las instrucciones precisas. Los ancianos,
marcadamente afectados por accidente cerebrovascular o por
enfermedad de Parkinson, pueden beneficiarse de ejercicios de
movilidad pasiva.
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Educación del paciente y la familia
.
• La persona inmovilizada se encuentra envuelta en
un círculo vicioso que comienza en el momento de
la inmovilización, originando una pérdida progresiva
de movilidad si no se realiza una rehabilitación
adecuada. Estas secuelas le conducirían a reanudar
la marcha en condiciones de riesgo de sufrir
caídas o desarrollando miedo a caminar, lo que
causa inmovilidad de evolución grave y ocasiona
complicaciones en la salud general del paciente.
• Es importante la prevención incluso antes de que
aparezca un problema físico en la deambulación,
realizando programas de ejercicios que aportaran
beneficios a nivel general. La mejora en el aparato
locomotor conlleva una mejora subjetiva que
aumenta la adherencia a las actividades de
mantenimiento.
• Las condiciones sociales de soledad, aislamiento
y marginación son de capital importancia en el
desarrollo de la inmovilidad.
Bibliografía recomendada
Artieda A, Apezteguia I, Medina P. Inmovilidad en el anciano. Revista
ROL de Enfermería. 1993;
Guillen F, Pérez del Molino J. Síndromes y cuidados en el paciente
geriátrico. Barcelona: Masson; 1994.
Labo S. La caída y sus consecuencias. Barcelona.
Overstall, Selby. Principios y práctica de la medicina geriátrica. Madrid-Barcelona: Ediciones CEA; 1989.
Salgado A, Guillen F. Manual de geriatría. Barcelona: Salvat; 1990.
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