el otro rucci. el verdadero

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EL OTRO RUCCI. EL VERDADERO
Equipo de Prensa Madres
www.reportedelasmadres.org.ar
EL OTRO RUCCI. EL VERDADERO
Octubre de 2008
PRESENTACIÓN
En el marco de la campaña mediática que, a través de la investigación sobre el asesinato de Rucci, pretende reinstalar la Teoría de los Dos Demonios y que se considere de lesa humanidad un crimen no
cometido por el Estado, es necesario recordar quién fue, verdaderamente, José Ignacio Rucci.
¿Por qué reaparece la figura de Rucci en la actual escena política? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué
tristes pernos atan la operación mediática Rucci? ¿Qué hay detrás de la repentina pasión por la historia
argentina que le ha crecido como sarpullido a la derecha de los medios? ¿No es que “no se debe mirar
hacia atrás”, que “basta de enfrentamientos entre argentinos”, que “lo que pasó, pasó”? ¿Cómo es que
Hugo Moyano se ha convertido, de la noche a la mañana, en el ídolo de los comentaristas?
Los que reivindican ahora, en las actuales circunstancias, a José Ignacio Rucci lo hacen con evidente
oportunismo. Mentira, entonces, que esos oportunistas por derecha quieran investigar para que se sepa
qué pasó. No les basta que haya sido la propia familia de Rucci la que haya cobrado la reparación
económica que el Estado paga por el Terrorismo estatal, aceptando que fue la Triple A la responsable
del crimen del metalúrgico. Su argumento es miserable: para cobrar la guita, fue el Estado el terrorista;
pero si de politizar la cosa se trata, los terroristas fueron los subversivos de izquierda…
La “memoria completa” que reclama Cecilia Pando, los “dos demonios” que inventaron Sábato y Alfonsín, eso quieren. Detener la avanzada judicial y política sobre la responsabilidad empresarial, eclesiástica y del Estado en la masacre de Trelew, en los asesinatos de la Triple A y en el genocidio sistemático que sobrevino después. Buscan la reivindicación histórica de las burocracias sindicales que frenaron
la creciente radicalidad de la clase obrera durante aquellos años, y en contraposición, la condena a los
“foquistas” que pretendieron imponer otro sistema para los argentinos y no vacilaron en aplicar la violencia para lograrlo.
Mal que les pese, Rucci fue cabal expresión de aquellas burocracias. Y muchos dirigentes de esas burocracias, que Rucci sintetizaba, sí colaboraron abiertamente con la represión genocida, denunciando ante
las patronales y el Estado dictatorial los nombres y apellidos de las comisiones internas combativas, de
los delegados más comprometidos, de los activistas obreros más solidarios, lúcidos y arriesgados en la
defensa de los trabajadores.
Esa derecha rancia, activa pero agazapada, no quiere memoria, verdad y justicia, sino apenas una investigación jurídico-policial, manipulable fácilmente y a medida de objetivos políticos mezquinos y coyunturales.
¿Quiénes son, entonces, los que temen a la historia, a su abordaje serio y comprometido, a la memoria y
la verdad históricas, a la justicia legal y también política? No son, precisamente, las Madres de Plaza de
Mayo. Ellas están, desde hace 32 años, reconstruyendo en la calle, con el cuerpo y la reflexión, la historia que el genocidio y sus juglares quisieron fragmentar y contar distorsionada, para que sea puntualmente olvidada y no sirva como fuente sobre la que consultar y aprender. Las Madres, con su memoria
fértil, quieren recuperar la historia para el acervo de las luchas populares, porque a su pueblo le pertenece. Saben que sólo así será posible no repetir sus errores y tragedias, y conducirla a la victoria de los
humillados de la tierra. Eso que Rucci no quería.
INTRODUCCIÓN
"Me consta que mis actitudes pueden ofrecer conceptos contrarios a la honestidad y lealtad de los trabajadores”, dice Rucci en pleno debate televisivo con Agustín Tosco, su antítesis como dirigente sindical,
en febrero de 1973.
Una de las características que lo definen, como ya veremos, es la traición a la clase trabajadora que
debía representar. A punto tal que el mismo Rucci resalta su propio coraje para firmar acuerdos opuestos a los que sus representados, reclaman.
En su libro “Operación Traviata”, Ceferino Reato menciona un diálogo con un ex integrante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, quien destaca que “compañeros de la Juventud Trabajadora Peronista
hablaban de todos los delegados que Rucci había entregado por el solo hecho de haber hablado en las
asambleas en contra de la burocracia sindical”. Pese a insistir a lo largo del libro con que anhela una
“verdad completa” (¿?), el dato no le despierta mayor interés para profundizarlo.
El ejemplo resulta evidente para señalar una práctica constante en ese trabajo: la omisión de todo dato
sobre las huelgas aparateadas, los sindicatos intervenidos y la burocracia que definía y englobaba a José
Ignacio Rucci.
Al igual que Lorenzo Miguel, el mandamás de los metalúrgicos, Rucci tenía excelentes relaciones con
grupos de derecha y ultraderecha, como la Concentración Nacional Universitaria, contrarias a las luchas
obreras que, en teoría, Rucci debiera encabezar.
INICIOS
José Ignacio Rucci nace en Alcorta, provincia de Santa Fe, el 15 de mayo de 1924. Trabajador metalúrgico, se forma en el sindicalismo dirigido por Augusto Timoteo Vandor, fiel exponente de la burocracia
sindical y durante años Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).
Su primer trabajo fue de lavacopas en la confitería La Cosechera de Rivadavia y Pedernera. Rápidamente
asciende a mozo de mostrador y luego a ayudante de cajero en la sucursal de Cabildo y Juramento, en el
barrio de Belgrano. Entre 1947 y 1954 trabajó en tres fábricas metalúrgicas que ya no existen: la Hispano Argentina, donde se producía la pistola Ballester Molina; Ubertini y Catita.
Cuando se produce el golpe de 1955 era delegado en Catita, y estuvo preso unos meses en la cárcel de
Santa Rosa. Durante esa autodenominada Revolución Libertadora que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón, fue parte de Resistencia Peronista. Tras el surgimiento de las 62 Organizaciones, rama
política de la CGT, Rucci comenzó a escalar posiciones, rápidamente, dentro del movimiento sindical, de
la mano de Vandor y Lorenzo Miguel, con quienes se sentía a gusto para expresar su nacionalismo de
derecha.
LA UOM
La Unión Obrera Metalúrgica es creada el 20 de abril de 1943, impulsada por Ángel Perelman y Nicolás
Giuliani. Aparece como gremio paralelo al Sindicato Obrero de Industrias Metalúrgicas (S.O.I.M.) dirigido
por el comunista Muzio Girardi, creado en la década del 30. En poco tiempo, la UOM pasó de tener
6.000 afiliados a 200.000.
A partir de 1960, la UOM es dirigida por Vandor. La estrategia de Perón desde el exilio ya no era la resistencia sino la construcción de estructuras sindicales que, llegado el momento, confluyeran en la lucha
por su regreso. Había sectores, como aquellos a los que pertenecían Domingo Blajakis y Raymundo Villaflor, que advertían en la institucionalización del vandorismo la traición a la clase obrera. Otros, como
Rucci, que no acordaban con el clasismo, acompañaban esta política desde la Secretaría de Prensa del
sindicato. Una denuncia por desvío de fondos, sumado a las distintas concepciones sobre el papel que
debía tener Perón, terminaron con la decisión de Vandor de alejar a Rucci del gremio, aunque tiempo
después Vandor lo volverá a convocar para intervenir la seccional de Comodoro Rivadavia.
En 1964 Rucci es designado Interventor en la seccional San Nicolás de la Unión Obrera Metalúrgica.
Terminada la intervención, pasaría a convertirse en el Secretario General de la seccional. En 1970, en un
Congreso de espaldas a los trabajadores, Rucci logra el cargo de Secretario General de la CGT.
SAN NICOLÁS
En 1948 la ciudad de San Nicolás tenía 10.000 operarios, tras un crecimiento vertiginoso de las fuentes
laborales. La creación de SOMISA, dependiente de Fabricaciones Militares, había sido firmada por
Perón, el 23 de junio de 1946, pero el gobierno de Frondizi no avanzó en la edificación de la fábrica. En
1956 se construye el primer horno que comienza a funcionar en 1960.
Rucci llega a San Nicolás a intervenir el sindicato cuando el teniente general retirado Pedro Castiñeiras
estaba al mando de SOMISA.
La UOM y la UOCRA se disputaban a los trabajadores de la fábrica para su sindicalización.
Rucci iba a actuar para ganar esas afiliaciones y para desarticular a la comisión interna que calificaba de
“zurdos” e “inmundos comunistas”, según Denis Stagnaro, uno de los integrantes. Además operó para el
despido de la fábrica de nueve miembros de la comisión interna y algunos delegados combativos.
En el reclutamiento de jóvenes para armar una lista vandorista, Rucci se refirió ante las dudas de Rodolfo Cecchi, futuro Secretario General de la seccional, en los siguientes términos: “mirá pendejo, vos tenés
que agarrar, yo soy el que copa acá adentro.”
La lista le ganó a la izquierda por una infíma diferencia, en el contexto de aprietes y amenazas de matones metalúrgicos.
Poco tiempo después el gobierno de Onganía rompe su idilio con Augusto Timoteo Vandor, Secretario
Nacional de la UOM y es despedida toda la comisión interna de SOMISA, junto a más de 600 trabajadores. Meses más tarde, por consejo de su Ministro de Trabajo, Onganía levantan las sanciones, y las relaciones del gobierno y el sindicato vuelven a ser armoniosas.
CGT Y CGT DE LOS ARGENTINOS. DOS POLOS OPUESTOS
La represión que siguió al paro del 1 de marzo de 1967, durante el gobierno militar de Onganía, y la
desastrosa conducción de la CGT nacional produjeron un notorio vacío que estuvo signado fundamentalmente por la oposición cada vez más abierta entre las bases sindicales y dirigentes vinculados a ellas y
el participacionismo entreguista anidado en la sede de Azopardo en la Capital Federal.
Las bases demandaban un nuevo Plan de Acción. En octubre de 1967 la delegación de Córdoba en el
Congreso de la Federación de Luz y Fuerza reclamaba ese Plan de Acción, inspirada en las propias demandas vigentes en esa ciudad y denunciaba los hechos más alarmantes que estaban sucediendo.
Por el contrario, la preocupación de los dirigentes nacionales se centraba exclusivamente en normalizar
la CGT en ese entonces en manos de la Comisión Delegada.
La Comisión Delegada de la CGT nacional intentó por todos los medios la construcción de un congreso
adicto a las teorías del participacionismo, que era hacerse eco de toda la política del gobierno y lograr la
participación en el proceso. Una renuncia clara a las reivindicaciones obreras y populares que merecía
una repulsa general.
El “dirigentismo” de los jerarcas de las organizaciones nacionales, luego de prolijos cortejos de delegados, al estilo de los viejos comités de la política criolla de la Década Infame, resolvió la convocatoria a un
Congreso Nacional para la normalización de la Confederación General del Trabajo.
Llegó a tanto la podredumbre de los dirigentes participacionistas, que sostenían que en ese congreso no
podían participar las organizaciones que estaban intervenidas, entre ellas la de más caudal de afiliados o
sea la Unión Ferroviaria, además de los trabajadores portuarios, de prensa, químicos, del azúcar, etcétera.
Querían hacer un congreso con los que habían tolerado la dictadura y sancionar a su vez con tal exclusión a los que habían luchado, habían sido intervenidos y eran perseguidos por los violadores de todos
los derechos sindicales.
Todos quienes continuaban fíeles a los principios sindicales, incluso los sindicatos intervenidos, designaron delegados a tal congreso, comprometiendo a quienes estaban con la dictadura a que en el propio
Congreso los inhibieran de actuar. El 28, 29 y 30 de marzo comenzó el congreso. Los dirigentes que coincidían con Onganía, no tuvieron el valor de acudir y concretar la impugnación. El congreso se realizó con
todas las organizaciones combativas, incluidas las intervenidas, y con poco más de la mitad de los dele-
gados suficientes para el quórum, se proclamó la lucha contra la dictadura y el desconocimiento a todos
lo jerarcas del participacionismo. De allí nació la que fue denominada CGT de los Argentinos, encabezada por Raimundo Ongaro.
Las bases sindicales repudiaban toda la política de conciliación vergonzosa y una ola de manifestaciones,
de actos, todos organizados por los sindicatos de la CGT de los Argentinos, cubrió una verdadera celebración del 1° de Mayo de 1968.
RUCCI EN LA CGT
El 30 de junio de 1969 un grupo comando asesinó a Augusto Timoteo Vandor, Secretario General de la
CGT y figura exponencial de la burocracia sindical. Apenas había pasado un mes del Cordobazo.
Rucci vio en esas circunstancias la oportunidad para su ascenso. Se empleó en la Protto Hermanos de
San Nicolás y se presentó a elecciones sindicales en marzo de 1970 con una lista única. Contaba con el
apoyo de Lorenzo Miguel, sucesor de Vandor al frente de la UOM, quien lo había ungido a dedo.
Lorenzo Miguel y Rucci acordaron en continuar la tarea emprendida por Vandor: unificar la CGT, a través
de las 62 organizaciones, para ponerla al servicio de la vuelta de Perón.
El 1º de junio de 1970 en la Federación de Sociedades Gallegas se inaugura el Congreso Normalizador de
la CGT “Augusto T. Vandor”. El funcionamiento burocrático de esta estructura hizo que se entrara en un
cuarto intermedio mientras las negociaciones por una lista única continuaban en bares y confiterías de
la zona.
La sesión se retomó el 2 de julio. La UOM llevaba como candidato a Secretario General de la CGT a José
Ignacio Rucci. La lista azul, tras arduas transacciones, ungió al metalúrgico en Secretario General de la
CGT.
Desde su cargo recorrió el país y en cada acto en que hacía uso del micrófono se encargaba de desacreditar a la izquierda como “antipatria, movida por oscuros intereses internacionales”, haciendo gala de
un maccartismo sin ninguna argumentación para el debate político. Siempre rodeado de una custodia
de matones que reforzaban sus palabras con golpes a los “antinacionales”. Todo un antecedente para lo
que serían las A.A.A.
Segunda Parte
En el marco de la campaña mediática que, a través de la investigación sobre el asesinato de Rucci, pretende reinstalar la Teoría de los Dos Demonios y que se considere de lesa humanidad un crimen no
cometido por el Estado, es necesario recordar quién fue, verdaderamente, José Ignacio Rucci.
Aquí presentamos la segunda parte del informe elaborado por el Equipo de Prensa Madres
UN HOMBRE DE (RE)ACCIÓN
Cuando la dictadura de Alejandro Lanusse convoca a Rubens San Sebastián, un aliado de los caciques
sindicales, como ministro de Trabajo, Rucci aprovechó para impedir que se extendiera la influencia de
los sindicalistas de izquierda, los “bichos colorados”. Rucci, se observa, usaba calificativos profundos
para definir a los sectores de la izquierda: “los inmundos bolches”, solía decir para referirse a ellos. “Hay
que matar a los zurdos infiltrados”, añadía frecuentemente el líder de la CGT.
En 1971, el Gobierno llama a paritarias y la conducción nacional de la CGT unifica criterios para discutir
los convenios laborales. La regional Córdoba no acordaba con Rucci. Los metalmecánicos de SITRAC,
Sindicato de Trabajadores de Concord y SITRAM, Sindicato de Trabajadores de Materfer, ambos conducidos por corrientes clasistas, habían ocupado la FIAT en reclamo por unos despidos hechos por la patronal. Por mediación del entonces Ministro de Economía Aldo Ferrer, se logra la reincorporación de los
despedidos sin que la CGT de Rucci interviniera en lo más mínimo en toda la cuestión.
La CGT, en diálogo permanente con el gobierno de Lanusse a través de su Ministro de Trabajo San Sebastián, logra el cierre definitivo de los sindicatos clasistas SITRAC y SITRAM. Se agudiza, en efecto, el
enfrentamiento con la juventud peronista a través de solicitadas en las que la CGT acusa a los jóvenes
de: “Querer infiltrar a nuestro movimiento con ideologías que ofenden la condición de ser argentinos”.
El 17 de noviembre de 1972, Perón finalmente regresaría a la Argentina. Es de ese día la foto que muestra a Rucci sosteniendo un paraguas para protegerlo de la lluvia, en una actitud por demás obsecuente,
que encerraba un mensaje político: “Yo soy el paraguas de Perón”.
Rucci fue, además, el primer sindicalista “mediático”, habitual concurrente a “Tiempo Nuevo”, el programa de Bernardo Neustadt.
“En un Congreso fraudulento”, como explica Tosco, Rucci es reelecto Secretario General de la CGT. Ya
ocurrida la masacre de Trelew, en la que fueron fusilados 16 militantes, en una reunión con Lanusse,
Rucci le manifestó: “Creemos en las Fuerzas Armadas”.
CRUCES RUCCI-TOSCO
Son parte de la época las fuertes polémicas de Rucci con Agustín Tosco, dirigente sindical de extracción
marxista, Secretario General del combativo sindicato Luz y Fuerza de Córdoba, líder del Cordobazo y uno
de los representantes de la CGT de los Argentinos, que luchaba por una patria socialista.
Mediante solicitadas en los diarios, Rucci y Tosco animaban una discusión político-sindical-ideológica
donde quedaron registradas las formas en que cada uno ejercía la representación gremial. El metalúrgico hacía gala de los peores artilugios descalificadores, llegando a relacionar al honesto dirigente cordobés con el asesino Guillermo Patricio Kelly.
Agustín Tosco consideraba que nada ni nadie podía sustituir a las asambleas, ellas eran superiores a los
cuerpos directivos, y que la lucha no debía darse únicamente por las condiciones salariales. Podría calificarse a su ideología como antiimperialista, antipatronal y antiburócrata. Su lucha contra la llamada burocracia sindical era constante. Por esta razón, uno de sus enemigos más notorios fue José Ignacio Rucci.
Tosco declararía sobre éste: "Rucci y sus discípulos son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una cárcel de la que
jamás podrán salir: la de la claudicación, indignidad y participacionismo".
En el artículo “El Gringo Tosco”, publicado en Página /12, Osvaldo Bayer explica porqué Tosco dedicaría
tanto tiempo a combatir al líder de la CGT: “Tosco no era antiperonista, era antiburócrata. Un enemigo
acérrimo de la burocracia sindical. Porque justamente allí, para él, estaba el cáncer del movimiento
obrero: la falta de democracia de base, el caudillismo, la prebenda, el acomodo, en fin, la corrupción”.
Rucci era fiel exponente de esta categorización que Tosco hace sobre la burocracia sindical.
-El papel de los Sindicatos en la lucha por la Liberación Nacional
(Texto de la conferencia pronunciada por Agustín Tosco en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de
la Universidad Nacional del Litoral a invitación del Centro de Estudiantes de Derecho, el 19 de septiembre de 1970).
“Si analizarnos el proceso que se inicia el 28 de junio de 1966 con la usurpación del poder por parte de
la dictadura militar de Onganía designada por los monopolios yankis, veremos que hay una gran lucha
en el mundo sindical y que los sindicatos usados por los sindicalistas participacionistas se ponen al servicio de Onganía y de la dictadura, pero los sindicatos cuyas direcciones representaban los auténticos
intereses del movimiento obrero, fueron puestos en la lucha contra la dictadura, por la justicia social y la
liberación nacional. Cuando en Córdoba asume el Dr. Ferrer Deheza, delegado de Onganía y de Martínez
Paz, y cuando cae en la lucha obrero estudiantil Santiago Pampillón en el mes de iembre de 1966, el
movimiento obrero cordobés, la CGT de Córdoba, declara un paro, ya en esa fecha, contra la política
reaccionaria. No es que Onganía, ni Ferrer Deheza, ni Martínez Paz quisieran dejar actuar a los sindicatos, pero es que los sindicatos que luchan no se mantienen porque el sistema se lo permite, sino porque
tienen una fuerza propia y de apoyo general que les da una vigencia que no depende del sistema, porque tontos serían, o ingenuos al menos, los usurpadores de poder si permitieran por su buena voluntad
la existencia de todos los sindicatos de Córdoba, y de distintos sindicatos en el orden nacional que organizaran la lucha contra la dictadura.
Claro que la cuestión es de hombres y de relación de fuerzas porque el proceso de domesticaci6n no
parte de la dictadura en sí, sino de la predisposición de los tránsfugas del sindicalismo que habitualmente se alían y hacen componendas con los detentadores del poder para obtener status, nivel muy particular en el cual creen haber realizado su destino como hombres. Todo lo cual significa grandes sillones,
mujeres, etcétera, o sea la corrupción en la lucha política y en la lucha sindical que aliados al poder y a
las patronales determinan que esas instituciones no cumplan el papel fundamental que deben cumplir.
Pero si recordamos la heroica lucha que libraron los trabajadores y los estudiantes a través de sus agrupaciones -pero principalmente y ajustándonos al tema que aquí nos toca, al de los trabajadores- diremos que la lucha de Tucumán, del norte de Santa Fe, los actos que se realizaron en Córdoba en el segundo aniversario de la dictadura el 28 de junio de 1968, significaron una acumulación de rebeldía del
pueblo contra el participacionismo y contra la dictadura. Rebeldía que no fue espontánea, que no surgió
en un momento como una válvula de escape, sino que maduró permanentemente, desenmascarando a
la política participacionista, luchando contra la congelación de los salarios, luchando contra la intervención a los sindicatos, luchando como lo hicieron los compañeros portuarios, como lucharon los compañeros ferroviarios.
Recién viniendo de Córdoba, escuché que un neoparticipacionista, el compañero Rucci, titular de la CGT
oficial, dijo en Salta que no debía considerarse probable la ejecución de un paro de 24 o 48 horas porque eso iba a contribuir a dividimos. Rucci, evidentemente estaba señalando públicamente la presión de
que es objeto por parte de los dirigentes participacionistas, como Coria, que ahora va a salir a hacer una
gira para propagar esa ideología falsa y burda cual es el participacionismo.
Por eso decíamos que es necesario combatir en todos los frentes esta idea claudicante que en lugar de
hacerse eco de las reivindicaciones que plantean los trabajadores, se hacen eco de las presiones de los
tránsfugas participacionistas que nos quieren mantener en la pasividad. Y desde todos los ángulos, desde las agrupaciones de base, desde los cuerpos de delegados, desde los sindicatos que están en lucha,
desde el propio seno del Comité Central Confederal si es posible, hay que lanzar la respuesta a la dictadura con un paro activo de 14 o de 36 horas, para enfrentar a esos tres grandes enemigos que son el
imperialismo, la dictadura y el participacionismo.
Si hiciéramos un análisis más profundo del proceso que vivimos, y tuviéramos que tomar nuevas referencias veríamos que los usurpadores del poder están empeñados en domesticar al movimiento obrero.
Ellos tienen sus razones para tratar de disputar en ese terreno. Pero nosotros también tenemos nuestras razones para disputárselo. Y conste que hago todas estas afirmaciones y fijo esta posición desde un
sindicato que está intervenido, ya que cualquiera podría pensar que cuidamos con estos conceptos un
sillón o una titularidad de secretario general.
Pero nosotros hemos sido atacados por bandas armadas en nuestro sindicato; ha sido clausurado nuestro local por el gobierno de Huerta, ha sido intervenido por Onganía, Imaz y San Sebastián. Pero a pesar
de todo hemos constituido una verdadera agrupación de base que hemos denominado Dirección Sindical en la Resistencia que no deja de reinvindicar que ese Sindicato de Luz y Fuerza es la construcción de
los trabajadores y es de su propiedad en el sentido ideológico y que debemos rescatarlo para seguir con
la misma línea de conducción que en su momento determinó la intervención. ¿Por qué vamos a dejar a
esos usufructuarios del sistema que están en nuestro local que prestan los servicios de turismo, de asistencia médica, de vivienda, etcétera, trabajar tranquilos y decir que esos servicios, que ese edificio quede en manos del capitán de fragata Manuel Palacio y nosotros desaparecemos y hacemos otro tipo de
lucha?”
-El Participacionismo
Sigue Tosco: “El compañero Rucci, reconocido por Levingston, luego de la primera entrevista con éste,
señaló que su respuesta no satisfacía al pueblo y que de inmediato iba a convocar al Comité Central
Confederal para adoptar medidas por un aumento de salario, por la solución de los problemas de los
jubilados y pensionados y por otra serie de problemas más. Claro que Rucci se rebajó no pidiendo el
reemplazo del Ministro de Economía, bajando a la patronal la reivindicación del aumento del cuarenta
por ciento en los salarios, que tenía planteada el movimiento obrero, a sólo un 26 por ciento.
Esto definió de entrada a estos “representantes” que mediante declaraciones rimbombantes como las
que dieron hace unos días pretenden disfrazar su neo participacionismo, su política al servicio de la
conciliaci6n y de la dictadura. No fue necesario que Moyano Llerena se preocupara de mostrar estadísticas diciendo que no era el cuarenta por ciento, ellos mismos claudicaron con un 26 por ciento. Posteriormente y en forma inmediata iban a reunir al Comité Central, pero éste no se ha reunido hasta el
presente. También dieron a conocer una solicitada, publicada en La Razón del 20 de agosto, en la cual
declaraban su esperanza en la dictadura y en el sistema.
Nosotros no los juzgamos tanto por estos puntos que han dado a conocer en esta declaración, sino por
conceptos, por actitudes y conductas de toda una vida”.
La declaración firmada por Barrionuevo y Rucci decía lo siguiente:
“Frente a este panorama cierto y admitido de las dificultades que tiene el movimiento obrero, cuando la
CGT llegó al Sr. Presidente, tenía la esperanza de que conocidos los grandes problemas planteados y la
justicia con que se reclamaba, la política salarial de activos o pasivos que debería fijar el gobierno constituiría el punto de partida para la revisión de una política económica liberal y de recesión que permitiera
dinamizar la expansión y el desarrollo nacional, haciendo justicia a las necesidades reales e impostergables de los trabajadores. Promoviendo la plena ocupación, elevando el nivel de todos los sectores de
nuestra sociedad y asegurando la paz social imprescindible que posibilite el reencuentro de todos los
argentinos en torno a nuestras mejores tradiciones”.
O sea que Rucci creía que la dictadura quería respetar los derechos de los trabajadores y del pueblo, así
como adoptar una política salarial de recuperación del poder adquisitivo perdido por los salarios de los
compañeros y que quería la paz social para que se reencontrasen todos los argentinos en un reencuentro de felicidad: los Otto Bemberg, los explotadores, los dueños de los grandes capitales, y los trabajadores, los desocupados, los perseguidos, los estudiantes, los compañeros que no tienen ni siquiera para su
salud, ni para su vivienda: a todos iba a juntar Levingston en la creencia de Rucci, en un reencuentro
feliz de todos los argentinos.
“Esto es lo que combatimos por todos los medios, y planteamos que no es posible la conciliación, que
esto es el comunitarismo, que esto es pretender estratifícar la sociedad entre explotadores y explota-
dos, entre patrones y asalariados, entre opulentos y hambrientos, que el movimiento obrero y el pueblo
rechazan, y que saben concientemente que mientras esos opulentos, esos reaccionarios, esos usurpadores tengan el poder, no será posible corregir todas estas lacras, estas dificultades, estos padecimientos
que sufre el pueblo argentino en sus distintos sectores. De ahí que no podamos confiar en esa declaración que han hecho, que también tiene sus conceptos ultrarreaccionarios, porque esto que se dijo en el
punto tres de la CGT, en el que se habla que en el panorama político nacional debemos eliminar la influencia de los monopolios y decirles que vayan a desarrollar en nuestro país las zonas en que hay postergación, en que hay deformación estructural, es producto de una declaración demagógica de esos
seudorrepresentantes de los trabajadores”, sostiene Tosco en esa exposición.
-Rucci y la Burocracia
“Los únicos que no toman medidas, los únicos que plantean que nos vamos a dividir si hacemos un paro
ya que somos los más castigados, son los que nos “representan” a nosotros que hemos padecido una
devaluación del 14,3 por ciento que incide en los precios de los artículos de uso y de consumo, y que
han querido compensar con un siete por ciento de aumento y un futuro seis por ciento de aumento
selectivo que regirá a partir del 1º de enero de 1971”, es la conclusión de Tosco que pone de relieve el
accionar de Rucci..
Luego, el líder del Cordobazo hace una excelente caracterización sobre la política interna que Rucci
expresaba en la CGT: “En la CGT hubo 400 o 500 delegados los cuales estuvieron esperando durante dos
días en la calle Chacabuco, en el local de la Sociedad Gallega, a que Coria, a que Peralta, a que Rucci,
etcétera, resolvieran cuál iba a ser la dirección de la CGT, cuál iba a ser el programa de la CGT. Pero no
se habló de paro, ni se habló de plan de lucha. Pero no se habló de programa. Se dijo tanto para los
participacionistas, tanto para los 62 disidentes, tanto para los 62 leales, tanto para los 62 autónomos. Se
iban y se peleaban y volvían al congreso. Coria amenazó con retirarse si no se resolvían estos problemas.
Y esto casi todos ustedes lo han leído (pero es necesario refrescarlo, para no confundirse)”.
“Hay que comprobar si es que en realidad los programas que se lanzan, las cosas que se dicen, realmente tienen una base de convicción, una base de identificación con la lucha del pueblo, o son declaraciones
oportunistas, son declaraciones denominadas válvulas de escape a los efectos de tratar que por todos
los medios los compañeros digan: ‘Bueno, ahí Rucci dijo algo más o menos como la gente,...’ Lo importante es lograr la institución que canalice en verdad la lucha del movimiento obrero. Por eso decimos
que tampoco debemos dejar a esta dirección de la CGT tranquila para que se mueva en este esquema
participacionista y nos trate de asustar con que nos vamos a dividir si hacemos un paro. El pueblo y el
movimiento obrero, luchando en alianza con los demás sectores populares, tienen que lograr que la CGT
sea realmente la representación auténtica del movimiento obrero, realmente la representación de la
voluntad soberana del pueblo, realmente la representación de las reivindicaciones que nosotros planteamos permanentemente”.
Tercera Parte
En el marco de la campaña mediática que, a través de la investigación sobre el asesinato de Rucci, pretende reinstalar la Teoría de los Dos Demonios y que se considere de lesa humanidad un crimen no
cometido por el Estado, es necesario recordar quién fue, verdaderamente, José Ignacio Rucci.
Aquí presentamos la tercera y anteúltima parte del informe elaborado por el Equipo de Prensa Madres
BIEN GRÁFICO
En diciembre de 1971, la Federación Gráfica Bonaerense, uno de los gremios centrales de la CGT de los
Argentinos comandado por Raimundo Ongaro, publica un artículo, “¿Quiénes son los que están en convivencia con el Gobierno?”, en el que hace referencia a Rucci.
Allí, bajo el subtítulo “Burócratas colaboracionistas”, se sostiene: “NADIE IGNORA que ese dirigencismo
encabezado por José Rucci y Rogelio Coria, que ocupa edificios y direcciones gremiales por el favoritismo de un régimen explotador, fue uno de los artífices de la dictadura inaugurada el 28 de junio de
1966”.
(…) “NADIE IGNORA que ese dirigentismo que en el escenario de la publicidad venal lucen escuditos
declamando banderas que jamás honraron, fueron recompensados con palcos en el Colón, entrada
diurna a la Casa Rosada y de madrugada en Olivos, nuevas sedes de quienes abandonaron sus (sic) deber de representantes de los obreros frente al poder para convertirse en colaboracionistas del poder
contra los trabajadores”
(…) “NADIE IGNORA la cobardía y delaciones de esos dirigentes ricos que nunca arriesgan sus sillones ni
sus fortunas para defender trabajadores pobres. Esa flor y nata del colaboracionismo que cambia de
nombre pero siempre entrega atado de pies y manos”.
(…) “¿Es posible que se llamen dirigentes individuos como José Rucci, que califica las muertes, atentados
y penurias de los seres más queridos como de “connivencia” de un preso con el gobierno?...”
“No vamos a perder tiempo respondiendo a esa campaña de infamias en la que José Rucci actúa como el
más consumado agente de la reacción. Pues no ha de ser por casualidad que el régimen facilita amplia
difusión a sus andanadas maccartistas recurso éste con el que pretende entregar al país e impedir la
victoria del movimiento obrero nacional.”
“En la conciencia y el corazón de los trabajadores nadie duda que Coria-Rucci son colaboracionistas de
los gobiernos que no eligió el pueblo aparte de que nada los separa de los patrones como nada los une a
los obreros”.
DESDE LA CÁRCEL
En 1971, Agustín Tosco y Raimundo Ongaro fueron encarcelados en Villa Devoto por la dictadura de
Lanusse. Ambos dirigentes compartieron celda y desde allí siguieron reclamando los derechos de los
trabajadores.
José Rucci y sus acompañantes le observaron al Dr. Mor Roig, ministro del Interior del gobierno de facto,
con quien se reunieron, que las detenciones de Agustín Tosco y Raimundo Ongaro eran producto de una
especie de maniobra destinada a deteriorar la CGT o crear factores irritativos para dividir al movimiento
obrero y que ambos dirigentes la aprovechaban para “promocionarse”.
Cuatro meses después, Rucci esgrimió que no se los liberaba porque no contaban con la suficiente movilización para forzar su liberación. El 26 de julio de 1971, en efecto, se registró una manifestación frente a
la CGT, de trabajadores indignados que acusaban justamente de “traidores” a los miembros de la central
obrera, que no reclamaba la libertad de Tosco y Ongaro.
Aquel 26 de julio, “inmediatamente actuó la policía con varios carros de asalto, un hidrante y unos treinta hombres de la brigada antiguerrillera, que en pocos minutos despejaron las cercanías de la CGT”,
según consignó La Prensa, al día siguiente.
“Rucci y sus discípulos también en alguna medida están presos del régimen, presos de su amparo, de su
protección, como sucedió en el Luna Park y ahora en la CGT central.
Están presos de sus compromisos con los detentadores del poder, presos de su custodia del aparato
policial, presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, indignidad y participacionismo”, sostuvieron ambos dirigentes mediante un comunicado.
El particionismo postulaba una organización política basada en la alianza de clases de sindicatos, fuerzas
armadas, empresarios e iglesia católica. Una política para que la clase obrera tuviera una participación
limitada en la administración de las empresas y no avanzara en la supresión de la propiedad privada.
Rucci era el máximo exponente, aunque no el único, de esa tendencia conciliadora.
“Parece increíble, pero estos denominados dirigentes sindicales, utilizan el mismo revanchismo, tortuosos medios de los sectores más reaccionarios, justificando en la práctica la persecución con que permanentemente los compañeros son golpeados por el régimen.
Si esa delegación, encabezada por José Rucci, recordara nada más que los allanamientos diurnos y nocturnos, coaccionando a mujeres y criaturas, las intimidaciones que no respetan ni a los familiares, la
cárcel de ayer y hoy con todas sus consecuencias tendrían, siquiera por un resto de vergüenza, que
responsabilizar de frente y públicamente al Dr. Mor Roig y al General Lanusse por todos estos atropellos
y encarcelamientos. Y ya que tienen vocación para enredarse en el mal llamado juego limpio de un gobierno donde las promesas pasan y los hechos no se cumplen, deberían por los menos dejar de seguir
buscando causantes anónimos entre quienes, con un todo perteneciente al régimen, exhiben idénticas
culpas”, puede leerse en el comunicado que Tosco y Ongaro firman en conjunto el 21 de mayo de 1971
frente a la acusación inicial del Secretario General de la CGT.
También allí se consigna: “José Rucci está totalmente equivocado sobre las razones que tiene el régimen
para nuestra detención y la de los demás presos gremiales, estudiantiles y políticos. No nos persiguen y
encarcelan para promocionar a nadie. Porque si así fuera lo mandarían preso al mismo José Rucci que
todos saben, es el primer destinatario de la promoción oficial en el cuerpo sindical”
“Nosotros estamos entre las rejas de Villa Devoto mientras José Rucci y sus acompañantes visitan asiduamente la Casa Rosada”, acusaron con gran precisión los dirigentes de la CGT de los Argentinos.
El 3 de Julio de 1971, antes de la movilización de los compañeros a la CGT, que demostró cuán lejos
estaba de exigir la libertad de los presos políticos, Tosco y Ongaro firmaron otro comunicado desde la
prisión:
“Despojados de nuestros derechos y desde la prisión que hemos vuelto a compartir junto a centenares
de Argentinos, condenados por ese régimen usurpador que desde el 28 de junio de 1966 decretó cárcel
para miles de compatriotas y cuyos cambios de presidentes no sólo no eliminaron la explotación sino
que han aumentado la represión, nos dirigimos a los compañeros para no dejar en silencio las escandalosas maniobras que encabezan José Rucci y los agentes de la conciliación y el oportunismo impuesto
por el fraude y otros favores oficiales en la dirección de la CGT Azopartista.
Combatiendo con hechos a las minorías entreguistas y siempre enfrentados al dirigentismo corrompido,
nos sentimos unidos por iguales fines para liquidar un régimen y cuestionar un sistema, acompañando la
marcha del pueblo cuya organización se intensifica alrededor del programa y las banderas de Liberación
y Nacional y Social, por las cuales tantos mártires cayeron.
Desde ya, desconociendo los acuerdos que los participacionistas pactan con los opresores, repudiando
los beneficios y prebendas con que el régimen alimenta los vicios de los tránsfugas, exhortando a la
unidad de acción de los dignos y combativos, denunciamos ante los trabajadores los siguientes hechos:
1.-) Con la ilegal resolución del gobierno de facto dispuso por intermedio del funcionario San Sebastián,
sin consulta a las bases y sin la autorización que sólo las asambleas obreras pueden determinar, se decretó un impuesto farsesco para regalo y abuso de los jerarcas azopardista.
Casi inmediatamente con el despojo de más de mil millones de pesos y otras retenciones por el estilo,
esa porción del esfuerzo de los asalariados se dilapida para financiar estos regimentados, turismo pago
con el sudor ajeno y otras apetencias de los títeres enrolados en todo gran acuerdo contra los trabajadores.
2.-) Con el dinero de los compañeros volaron y se alojaron en las capitales y hoteles más renombrados,
sin siquiera presentar alguna demanda efectiva en las reuniones de los delegados obreros que concurren a la Organización Internacional del Trabajo.
Las 48 horas de Ginebra donde leyeron discursos para fingir principios que por costumbre traicionan,
fueron la cortina de humo para tapar esas andanzas que no hacen figurar en los avisos y solicitadas que
pagan en noticieros y otros medios de publicidad.
Ayer con Onganía y Levingston, hoy con Lanusse y mañana con alternadas variantes de opresión, estos
traficantes juran lealtades negociando las esperanzas del pueblo y los más puros sentimientos y reclamos de la mayoría de los argentinos.
3.-) Mientras Rucci y compañía gozaban con el dinero de los trabajadores, pasando alegres vacaciones
en el exterior, el régimen desnudaba su violencia, cosa que no aparece en los retazos con que se ilusionan los acuerdistas.
Y fueron sancionadas las leyes persecutorias más feroces contra el movimiento obrero y popular: se
crearon fueros especiales, se militarizó la justicia civil, se lanzó un bando contra los maestros y empleados públicos y judiciales, se reprimieron justas huelgas sindicales y estudiantiles y se denunciaron tremebundas conspiraciones internacionales, pretendiendo aislar la lucha de quienes no consienten el
coloniaje imperialista.
Fácil es advertir que si por un lado se vuelca el apoyo guber ntal a los actos participacionistas, en Córdoba el intervencionismo militar sacaba la represión a la calle, aliado con ACIEL y los hilos movidos por
Rucci para imponer el levantamiento de un paro resuelto por los gremios confederados.
4.-) Para afrontar los agobiantes problemas que se venían cargando sobre las espaldas de los trabajadores, podría haberse esperado que Rucci retornase urgentemente a la Argentina, pero se fue a París y
ganó tiempo prolongando estadía en la distancia, confiando las medidas de lucha a un intrascendente
exhibicionismo televisado y facilitando en la práctica amplia piedra libre para la tarea represiva del
régimen.
5.-) Al arribar a Buenos Aires la delegación que en cada ida y vuelta sólo trae de regreso sus repetidas
promesas, se trabó en rencillas con los ideólogos del participacionismo vergonzante que revivió Onganía. Su artificial conflicto les muestra a unos, invocando el apoliticismo de ocasión y a otros, con el más
cavernario sectarismo Macartista, ambos profundamente destructivos para el movimiento obrero. Pero
en lo que todos seguirán juntos es en pretender congelar aún más las acciones combativas que reclaman los trabajadores. Ahora proseguirán dedicándose a reyertas telefónicas, a la inauguración de insólitos monumentos, a realizar viajes a San Nicolás y a los despachos oficiales y patronales, a repartir cam-
peras y corbatas, a envilecerse en las componendas donde “las nuevas corrientes de opinión” a los “8
expulsados”, o los inocuos no alineados, se disputan gerencias para servir a la política del gobierno y los
monopolios internacionales.
6.-) Mientras Rucci y sus cómplices continúan con el pleito donde una de las principales rivalidades consiste en el reparto de los mil millones y demás prebendas con que los intereses reaccionarios manipulan
a los obsecuentes, dejan pasar días, semanas y meses mientras la suba de precios destruye el presupuesto hogareño, pues, si el 22 % de aumento del costo de la vida en 1970 se le suma el 40 % que va
marchando para 1971, esta cifra duplica la carga de carestía con relación al ficticio 30 % otorgado a las
remuneraciones que aún centenares de miles de compañeros no han cobrado.
7.-) Con la finalización de la prorroga de la ley de alquileres, síntesis del liberalismo más retrogrado, ello
se ha traducido en la iniciación de centenares de juicios de desalojo para los hogares más humildes,
cuyo destino será engrosar las villas miserias que Manrique publicita serán erradicadas, mientras Lanusse recorre muy ufano la fastuosa y perfumada “nueva” calle Florida.
Pero Rucci y los participacionistas ni ven ni oyen nada; es la hora del dialogo entre millonarios, y unos
desde Florida, otros por Azopardo, sacan cuentas de las ganancias que entre descuentos y desalojos
obtendrán, achicando cada vez más el derecho a comer y tener techo para la mayoría de los que viven
de su salario.
8.-) El Congreso Nacional de Jubilados a cuyas resoluciones adherimos, denunció todas las estafas que
son objeto los trabajadores en pasividad y reclama urgente adecuaciones salariales con mínimo de cincuenta mil pesos para poder subsistir.
Los periódicos denuncian que la canasta familiar, según las dudosas estadísticas oficiales señalan que el
salario mínimo debería ser ya de $ 66.700- (Clarín 1 de julio 1971 – pag. 22).
9.-) Se aplican los arbitrajes obligatorios, se cercenan beneficios en las convenciones colectivas de trabajo, se suspende o se despiden masivamente a los trabajadores, se aprueba el respaldo a las inversiones
extranjeras de los capitales expoliadores, se allana y se encarcela a los argentinos que luchan por la
justicia social y la liberación nacional, se coloca a disposición de Poder Ejecutivo a los sobreseidos por la
justicia.
Nosotros, desde la cárcel proseguimos la lucha, como tantos otros compañeros la continúan desde afuera. Ante toda esta desvergüenza amarilla de Rucci y campañas azopardistas y títeres del participacionismo vergonzante, exhortamos a la clase trabajadora, a los estudiantes, a las agrupaciones y militantes
populares, a repudiar y enfrentar con unidad de acción, con unidad en la lucha, a toda esta ignominia, a
todo este desconocimiento de los mínimos derechos laborales, a todo este avasallamiento de las más
elementales atribuciones humanas para que Argentina se detenga y se derrote el objetivo en que están
empeñado el régimen, sus personeros de turno y los tránsfugas del entreguismo de José Rucci y del
participacionismo de Rogelio Coria”.
El documento, claro está, no necesita agregados de ningún tipo salvo el siguiente dato: si un solo ejemplo fuera útil para demostrar la inoperancia de estos agentes de la pasividad cómplice, bastaría recordar
que en el transcurso del año declararon un solo paro general, mientras en Córdoba se realizaron doce y
en el resto del país infinidad de medidas, movilizaciones, manifestaciones y protestas de todo carácter.
El 12 de noviembre de 1971, La Federación Gráfica Bonaerense y el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, dan a conocer al movimiento obrero y a la opinión publica, la siguiente comunicación transmitida a
sus abogados defensores por los compañeros RAIMUNDO J. ONGARO y AGUSTIN J. TOSCO alojados en la
penal de Villa Devoto.
“No ha de registrase en la memoria de la clase trabajadora Argentina, en la historia de las miserias
humanas un hecho de las siguientes características:
Con otros compañeros, José Rucci entrevistó al ministro del interior y allí planteó su queja de que la
prisión de los suscriptos sería producto de una ‘maniobra’ o ‘convivencia’ de los mismos con el gobierno,
que sirve para promocionarlos y atacar la C.G.T. Con aire despectivo hacia trabajadores presos, más
propios de un oligarca y reaccionario, habló de insignificancia provinciana, la caducidad de proyección y
de falta de representatividad. Cuando salió de la audiencia declaró que Tosco y Ongaro querían quedarse adentro porque estaban de acuerdo con el gobierno.
Ante esas infames declaraciones, reproducidas por la prensa en general, RESPONDEMOS:
1º) Somos y nos sentimos trabajadores y sindicalistas de base, desprovistos de artificiales jerarquías, con
un profundo respeto hacia la dignidad del hombre y con un compromiso militante para contribuir a la
construcción de una sociedad mas justa, donde sea eliminada la opresión, junto a nuestros compañeros.
Por manifestar nuestra protesta activa en asambleas, en las calles y en las plazas de muchos lugares del
país. Por denunciar atropellos y arbitrariedades. Por defender los derechos económicos, sociales y políticos de la clase trabajadora y del pueblo. Por levantar las banderas de la liberación nacional y social
argentina.
2º) El régimen dictatorial instaurado para servir a la oligarquía y al imperialismo, nos encarceló varias
veces, reiteradamente allanó nuestros domicilios, intervino en las organizaciones a las que pertenecemos, nos suspendió de nuestro trabajo. Y desde hace seis meses nos tiene nuevamente en la prisión en
celda de aislamiento y bajo normas carcelarias más severas que las de los detenidos comunes.
Cada uno, ya totalizamos bastante mas de un año de cautiverio. No negamos ni exaltamos el rigor de la
emergencia. La asumimos como parte de la lucha, sin mendigar la libertad a la que tenemos derecho.
Sabemos que todos los que estamos prisioneros, tarde o temprano seremos liberados como consecuencia de la infatigable acción sindical y popular. Lo que nuestros compañeros han recuperado, lo fue por el
camino de la dignidad, sin condiciones ni claudicaciones.
¿No era que, antes de la audiencia con Mor Roig y para consumo externo, se iba a solicitar la libertad de
los presos sociales y políticos, en especial de Tosco y Ongaro?
¿O es que la denuncia, de que eso significaba una burda caricatura de reivindicación de las libertades
públicas y personales, le ha hecho caer la máscara a todos?
¿Es que ya no le sirve el participacionismo y colaboracionismo que use para lograr los compulsivos descuentos a los trabajadores sin asambleas previas, para instrumentar el “acto” del Luna Park, para ir y
venir varias veces de turismo, a distintos países de Europa, para lograr lo que “positivos” aumentos de
salarios, para congelar el ultimo paro general, para pactar la tregua social con las patronales, para boicotear las luchas de Córdoba y de otros lugares del país?
Evidentemente parece que no, porque los presos políticos y sociales no se prestan a ser negociados por
Rucci o por el régimen.
4º) Ante todo ello Rucci ha usado una de las más vergonzosas maniobras para tapar su estrepitoso fracaso, su importancia y complicidad: cargarle la culpa a los presos, particularmente a nosotros.
Los funcionarios de la dictadura nos acusan de agitadores, de desarrollar actividades consideradas subversivas ¡Rucci como respuesta de “solidaridad obrera” nos imputa estar de acuerdo con el gobierno!.
Por eso proclamamos que si a la traición de los más elementales principios del sindicalismo hoy tuviéramos que ponerle un nombre ese seria el de José Rucci.
5º) No queremos dejar pasar este indignante episodio que merece el mas enérgico repudio, sin insistir
en nuestro profundo reconocimiento a todo aquello que lo compensa sobradamente.
La inestimable solidaridad espiritual y material de los compañeros y ciudadanos, de las Organizaciones
sindicales y populares, que con toda firmeza y combatividad prosiguen su acción en demanda de que
sea degradada la legislación represiva, por la libertad de los presos políticos y sociales y por la plena
vigencia de los derechos humanos en la Argentina.
CARTAS CERRADAS Y CARTAS ABIERTAS
A dos meses de ser liberado, Agustín Tosco respondió con una “Carta Abierta a Rucci” las impugnaciones
que el metalúrgico le había endilgado el día mismo en que Tosco recuperó la libertad, el 28 de septiembre de 1972. Allí caracterizó la actitud de Rucci: “En abierto antagonismo con la Solidaridad Popular, un
fiel sirviente de los más oscuros y reaccionarios intereses antiobreros” que “(…) pretende convalidar
como lícita y ejemplar toda una línea de claudicaciones, sectarismos y entrega, que tiene en él, y en sus
cómplices burócratas y amarillos, a sus más típicos y vergonzosos exponentes”.
Después, Tosco presentó “Diez puntos para sobresalir en el ‘arte’ de la infamia, la claudicación y la entrega del Movimiento Obrero”, documento votado por la Asamblea de Bases y la reunión Conjunta del
Consejo Directivo y Cuerpo General de Delegados del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba en respuesta
a la carta inicial de Rucci.
En ella Rucci había recriminado a Tosco que usara los métodos “(…) de los resentidos, los bolches y los
dirigentes amarillos sin base”. La carta escrita por el sindicalista de la UOM cuando Tosco recupera su
libertad, está dirigida personalmente al líder cordobés. “Yo soy peronista, he sido peronista; y seré eter
nte peronista. Peronista es la inmensa mayoría del Pueblo Argentino. Se trata de una filosofía política
que se ampara y reconoce únicamente nuestra enseña patria, la bandera azul y blanca. (…) Lo grave es
que usted es antiperonista; siempre lo fue y esgrimió para llevar a cabo permanentes tensiones metiéndose en nuestras filas para dividir al movimiento obrero de tal manera que éste sea fácil presa de los
intereses de la reacción que usted dice combatir, cuando en realidad usted es el instrumento de esa
reacción y juega como factor pernicioso a la unidad orgánica de los trabajadores”.
En el documento con diez puntos firmados por los delegados de Luz y Fuerza de Córdoba se sostuvo que
Tosco participó de la lucha callejera en el barrio de Mataderos durante la huelga del Frigorífico Nacional
mientras Rucci estaba formando parte de la conducción vacilante del movimiento y que sugestivamente
todo concluyó con la desorganización de la huelga y la entrega de ese importante es cimiento del patrimonio estatal.
Además refirió a Rucci como una toda una serie ininterrumpida de claudicaciones, de comprobendas
con las patronales y de conciliación con el régimen, poniendo como ejemplos sus visitas a Fiat de Italia,
prólogo a la disolución de los sindicatos SITRAC y SITRAM, al despido de centenares de militantes y al
encarcelamiento de varios de sus dirigentes”, “la humillación de negociar la suspensión de la personería
gremial de la CGT Central avasallada arbitrariamente por el régimen, a cambio de la comodidad de sus
sillones y de un mejor amparo a su condición de dirigente dócil y sumiso ante las advertencias y amenazas del oficialismo”. “La unidad que cacarea Rucci es la unidad para el sometimiento”, dice ese documento histórico.
Cuarta Parte
En el marco de la campaña mediática que, a través de la investigación sobre el asesinato de Rucci, pretende reinstalar la Teoría de los Dos Demonios y que se considere de lesa humanidad un crimen no
cometido por el Estado, es necesario recordar quién fue, verdaderamente, José Ignacio Rucci.
Aquí presentamos la cuarta parte del informe elaborado por el Equipo de Prensa Madres
GOBIERNO DE CÁMPORA
El 8 de junio de 1973, durante el gobierno de Cámpora, Rucci firma, como dirigente máximo de la CGT,
el Pacto Social que es cía aumentos salariales y en los precios de artículos y servicios, a partir de los
cuales se acordaba un congelamiento de todos esos valores y la suspensión de las negociaciones colectivas durante tres años.
En ese momento de ascenso de las luchas y reivindicaciones obreras, firmar eso, como representante de
los trabajadores, era conformarse con poco y era traicionar lo que las bases pretendían.
Sin embargo, Rucci tuvo el “coraje” para estampar su firma: “Hay que tener coraje para no hacer si el
General dice que no, aunque vos oigas la crítica de abajo”.
El Pacto Social convirtió a Rucci en un hombre por demás poderoso debido a que todos los nombramientos en los puestos claves del Estado, lo que incluye a todas las empresas públicas, pasaron a necesitar su firma y la del entonces ministro de Economía José Ber Gelbard.
Luego de que entrara en vigencia ese Pacto muchos sindicatos comenzaron a birlarlo con aumentos
salariales encubiertos, como una forma de responder ante los reclamos de los trabajadores. “Si es necesario, intervengo algún sindicato”, prometió Rucci al ministro de Trabajo, Ricardo Otero, para frenar el
des o que la medida generaba. La frase, define a la perfección cómo era el accionar de Rucci como conductor de la central obrera.
No menor fue la sorpresa de miles de trabajadores al ver que su representante gremial visitaba asiduamente y salía de caza con Miguel de Anchorena, uno de los principales terratenientes de la provincia de
Buenos Aires, que, él sí, actuaba con conciencia de clase. El 10 de julio de 1973, tres días antes del final
del gobierno de Campora, cuando Perón ya le había soltado el brazo al “Tío” por lo que juzgaba era un
gobierno de izquierda, Rucci visitó la Casa Rosada. “Se acabó la joda”, sostuvo ante la prensa, como si
gobernar de acuerdo a ciertos mandatos populares fuera tal cosa. Para rematar sostuvo que la CGT que
él lideraba actuaba al margen de cualquier actitud clasista.
EZEIZA
En el libro Ezeiza, de Horacio Verbitsky, Rucci aparece claramente ligado a la matanza del 20 de junio de
1973 aunque haya viajado en el avión que trajo a Perón de Madrid a Buenos Aires.
En el libro se menciona al “Negro Correa”, jefe de la custodia de Rucci, como la persona que dirigió las
torturas en el Hotel Intercontinental de Ezeiza. Jorge Sampedro, “El negro Correa”, es célebre ya que
aparece vinculado en varios sucesos de categorías patoteril, siempre como jefe de la patota de Rucci.
Varios Congresos cegetistas y/o pejotistas fueron “protagonizados” por su interrupción a los tiros y por
agredir a los trabajadores de posturas más combativas.
Matones de la UOM y de SMATA fueron el aporte de la CGT de Rucci a la “seguridad” del operativo retorno de Perón organizado. Y varios de sus guardaespaldas fueron vistos disparando contra la multitud.
Luego de la masacre de Ezeiza, Rucci declara en televisión acerca de sus matones: “Estaban armados
para cumplir su trabajo, no podemos imputar a la gente que estaba en el palco ninguna responsabilidad
en los hechos.”
El 21 de junio, Tomás Cardozo, custodio de Rucci, asesina en San Nicolás al militante de la Juventud
Peronista Benito Spahn.
DEBATE TELEVISVO
En 1973 la burocracia sindical, encabezada, como se vio, por el metalúrgico José Ignacio Rucci, era jaqueada por los nucleamientos obreros de clara orientación revolucionaria como la CGT de Córdoba,
surgidos sobre la base de las entidades gremiales que rechazaban cualquier actitud claudicante o de
negociación con el régimen.
Los dos proyectos obreros, diametralmente antagónicos, generaron controversias y enfrentamientos en
todos los terrenos. No había semana que no aparecieran en los diarios solicitadas o comunicados de un
sector arremetiendo contra el otro.
En ese clima político se llevó a cabo, un caluroso martes 13 de febrero del 73, la polémica directa entre
el discípulo del vandorismo, José Ignacio Rucci y Agustín Tosco. La polémica tuvo lugar en el programa
“Las dos Campanas”, que se emitía por Canal 11 bajo la conducción de Jorge Conti, el mismo periodista
que luego aparecería vinculado a López Rega y a la Triple A y Gerardo Sofovich, todavía lejos de los negocios de la época menemista. Ambos conductores habían invitado, a su vez, a un grupo de periodistas
dispuestos a hacer las preguntas.
Rucci, por supuesto, concurrió acompañado por sus guardaespaldas. Tosco, por el contrario, llegó solo.
“Bueno la revolución es... Es decir, la revolución, mejor dicho una revolución, creo que no es ninguna
novedad saber lo que es una revolución...”. Ese es el concepto revolucionario de que Rucci esgrime
frente a las cámaras.
En el debate quedaron expuestos no sólo las concepciones políticas sino los métodos de representación.
Tosco, lo supo sintetizar: “Es que Rucci no es el dueño de la CGT. No hay máxima autoridad para nosotros. Sólo hay cuerpos orgánicos democráticamente constituidos y todas las resoluciones se dan en ese
carácter, que es lo único que respetamos. Córdoba jamás ha dejado de cumplir un paro, ha hecho muchos más paros que la CGT. Porque la CGT nacional se ha limitado a una serie de paros, y nosotros
creemos que se puede ir mucho más allá, como lo hemos probado.
ÚLTIMOS HECHOS
El 23 de septiembre de 1973 se realizan las elecciones en las que triunfa la fórmula Perón- Perón con el
62% de los votos.
En un mensaje que da al programa “La noche de los compañeros” para LR2 Radio Argentina, Rucci sostiene: “Resulta perniciosa la subsistencia de pretensiones liberales injustas, como al acción de los grupos
izquierdistas similares a los que en países hermanos contribuyeron a abortar las posibilidades de una
política popular”. Si se refería a la experiencia chilena de Allende, cuyo derrocamiento había ocurrido
apenas 12 días antes, olvidaba el detalle de las operaciones norteamericanas a través de la ITT, y el aval
del imperialismo al genocida Augusto Pinochet.
El 24 de septiembre por la mañana Rucci se reúne con Perón, quien le pide la renuncia de todo el Consejo Directivo de la CGT por el desprestigio de sus dirigentes, incluido él mismo. El 25 de septiembre, cerca
del mediodía, cuando sale de su casa en Flores, Rucci es asesinado.
CONCLUSIÓN
Del presente informe queda absolutamente claro que José Ignacio Rucci fue un eximio representante de
la burocracia sindical que traicionó incansablemente los intereses de los trabajadores, claudicó frente a
las luchas obreras y prefirió negociar siempre –sea cual fuere el gobierno de turno.
No son pocos los dirigentes gremiales, sindicales, los documentos y cartas de la época que lo señalan
como un traidor dispuesto a intervenir sindicatos y moderar cualquier reclamo sectorial.
Partidario del apriete, la patota y la amenaza pero también de los acuerdos a espaldas de sus representados, de los negociados y la corrupción, Rucci es el antecesor directo de la inmensa mayoría de los
dirigentes sindicales contemporáneos, al frente de cientos de gremios, que en el más absoluto silencio
ven cómo se avasallan los derechos de los trabajadores.
Pero frente a la figura de Agustín Tosco, las miserias de Rucci como dirigente sindical, son más notorias y
evidentes.
Edición digital: www.elortiba.org
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