Ver Voces: Título: La Constitución y el valor de la moneda Autor: Egües, Alberto J. Publicado en: Supo Esp. Tutela Const. de los Dep. Bane. 2003(abril), 35 - LA LEY 2003-C, 967 ¿Frente a quiénes opera la Constitución Nacional? ¿Cuáles son los órganos o las personas se encuentran obligadas a respetar los derechos individuales que ella contempla? que En efecto, si bien parece indudable que la Constitución obliga, en primer término, al Estado nacional a respetar los derechos de los individuos contenidos en su estatuto fundacional, no lo es tanto que esa obligación de respetar los derechos individuales también pese, sobre los restantes individuos y, ni tan siquiera, que ello sea una obligación para los estados provinciales que integran la federación. Ello es así porque, al ser la Constitución el estatuto fundacional del Estado federal, los órganos que representan a ese Estado carecen de unas atribuciones mayores de aquellas que les otorga ese mismo estatuto fundacional que, al propio tiempo, obliga a tales órganos a respetar los derechos de los individuos contenidos en el mismo. Sin embargo, no ocurre necesariamente lo mismo respecto de los Estados provinciales que integran la federación que, en principio, sólo se encuentran obligados a respetar a los individuos el conjunto mínimo de los derechos mencionados en el arto 5° de la Constitución Nacional y aquellos otros que se interprete, integran el lote de aquellos incluidos en sus "principios, declaraciones y garantías" (1). Esa tarea interpretativa a través de la cual un número cada vez mayor de los derechos individuales contenidos en la Constitución, fue considerado de respeto igualmente obligatorio para los estados provinciales, fue llevada a cabo por la Corte Suprema norteamericana recién a partir del siglo pasado en lo que se conoce como el "proceso de incorporación" que, aún al presente (22, no se encuentra concluido. Por caso, así ocurre en ese país, con el opinable e histórico "derecho del pueblo de poseer y portar armas" contenido en la II Enmienda de la Constitución de Estados Unidos de Norteamérica (3) que, razonablemente, la Corte Suprema de ese país entiende que no comprende a las armas de puño, ni obliga a los estados provinciales a respetarlo como un derecho individual de sus habitantes (4). Por su parte y también respondiendo a los interrogantes del inicio, el actual derecho constitucional europeo centraliza sus análisis en la llamada "teoría de los derechos (S) que, en líneas generales, sostiene la existencia de cierta jerarquía en los fundamentales" derechos contemplados por la Constitución que se catalogan como "fundamentales" o "individuales", según la distinción que formulan los títulos de las secciones primera y segunda del capítulo II de la Constitución Española (6). Según dicha "teoría de los derechos fundamentales" estos tendrían el carácter de principios que conformarían mandatos de optimización "que pueden ser cumplidos en diferente medida y en los cuales la medida de cumplimiento ordenada depende no sólo de las posibilidades fácticas sino también de las jurídicas. Estas normas tienen una tendencia normativa hacia la eZ). Por su parte, los optimización, sin estar por ello sujetas a un contenido determinado" derechos individuales se definirían como clásicas reglas de prohibición respecto de la actividad estatal. Por su parte! "la cuestión de si los derechos fundamentales ejercen su influencia en las relaciones jurídicas entre los particulares" tiene por resultado, determinar la medida de la vinculación a los derechos fundamentales entre los particulares por medio de una legislación de derecho privado que sea conforme a los derechos fundamentales o por medio de sentencias de la jurisdicción civil que sean igualmente conforme a estos derechos. En tal sentido se afirma que "el Estado tiene que respetar los derechos fundamentales, a través de la regulación jurídica, de las sentencias judiciales y de la ejecución forzosa cuando se mueva en el campo del derecho privado: es decir, eficacia hacia terceros sobre la legislación estatal y sobre la jurisdicción en el ámbito civil ... el principio de igualdad se escapa de la doctrina de la eficacia inmediata hacia terceros de los derechos fundamentales, en la medida en que el principio general de igualdad constitucional, normalmente no tiene vigencia en el derecho privado donde la autonomía privada se coloca por encima del principio de igualdad" ($). Tales cuestiones de operatividad de la normas constitucionales que, desde distintos ángulos, preocupan a la jurisprudencia norteamericana y europea, resulta forzoso considerarlas en Argentina en relación a la índole exuberante de ciertas normas que sancionan los órganos legislativo o ejecutivo encargados de esa tarea que, cada vez con mayor frecuencia y amplitud, comportan ignorar el respeto que esos mismos órganos deben a la Constitución Nacional y de la cual se deriva su atribución de fijar aquellas reglas que sancionan o ignoran, llegado el caso. Esta lamentable evolución que trasluce la actitud de los órganos encargados de sancionar las normas, no sólo se evidencia en la "deficiente técnica legislativa" que utilizan y destacara el fallo de la Corte Suprema de Justicia (9) sino que, en la práctica, significa efectivizar una transferencia implícita de las responsabilidades propias del legislador hacia los jueces quienes, por la índole de sus funciones, ni pueden permanecer indiferentes ante tales arrebatos legislativos, ni pueden proveer a las soluciones de índole general propias de los órganos políticos Estado. Esta severa dificultad a la que actualmente se encuentran expuestos los órganos jurisdiccionales de nuestro país, igualmente conduce a acentuar la impropia tendencia a judicializar la acción política por la cual se recurre a los órganos jurisdiccionales como un medio propagandístico, frente a decisiones de índole legislativa que se perciben contrarias al propio interés o criterio político partidario y cuya reclamación, se exhibe efectuada en hipotética defensa de los intereses generales de la sociedad. Ambas tendencias de transferir la responsabilidad de las decisiones legislativas a los órganos jurisdiccionales, ora de ocurrir a los órganos jurisdiccionales como un medio propagandístico respecto de las supuestas ventajas del propio criterio político, producen una sustancial pérdida de confianza en la tarea de los jueces que resultan abrumados ante la necesidad de resolver los reclamos que se formulan revestidos de una hipotética inconstitucionalidad de las normas, al par que desconsiderados por la opinión pública que los responsabiliza ora de las decisiones mismas, ora de la demora en ponerles fin. Tales circunstancias no parecen haber sido omitidas por la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que, tras hacer hincapié en que la controversia que subyacía en el proceso se encontraba "reiterada en más de cien mil causas que tramitan por ante los tribunales de todo el país" (10), evitó incurrir en un pronunciamiento de alcances más amplios de aquellos estrictamente necesarios al caso que debía resolver invocando, "que es al Congreso a quien corresponde mantener el equilibrio que armonice las garantías individuales con las conveniencias generales". Este criterio restringido al caso concreto que adoptara la sentencia de la Corte Suprema, aparece directamente relacionado con la propia voluntad del legislador que al establecer el "nuevo sistema legal vigente" (11) a partir del 6 de enero de 2002 en que se promulgaron las leyes 25.557 (Adla, LXII-A, 41) Y 25.561 (Adla, LXII-A, 44), lo hizo sobre la más que opinable base de una "notoria asimetría" en el tratamiento de las distintas situaciones que reglamentó ( 12). Si bien es cierto que esa "notoria asimetría" en el tratamiento de las distintas situaciones resultantes del cambio de la política económica, no resulta del texto de dichas normas ni de sus precedentes (13) sino de aquellas sancionadas a partir del 4 de Febrero de 2002 con sustento aparente en el nuevo sistema legal vigente a partir del 6 de enero de 2002, la realidad indica que es en tal condición de "notoria asimetría" o desigualdad de trato, más saliente" (14) y cuestionable del nuevo régimen monetario. donde reside "el rasgo En efecto y conforme acertadamente lo señaló la sentencia de la Corte Suprema, no fue la llamada "pesificación" de los depósitos bancarios resultante de la modificación del tipo de cambio fijo establecido por la ley 23.928 (Adla, U-B, 1752), aquello que singulariza al nuevo en que sistema monetario vigente a partir del 6 de enero de 2002, sino la índole "asimétrica" los órganos políticos del Estado decidieron efectuar tal modificación a partir del 4 de Febrero de ese año con el dictado del dec. 214/02 (Adla, LXII-A, 117). Tal "asimetría" en la modificación del tipo de cambio fijo establecido por la ley 23928 a razón de 1 peso = 1 dólar estadounidense significó, nada mas, ni nada menos que, decidir como se distribuiría a partir de allí la riqueza de los argentinos, según la mera discreción de un acto de autoridad dictado con invocación de una situación de emergencia I Dicho de otro modo: que un acto del príncipe más ricos y quienes serían más pobres! adoptado por sí y ante sí, decidiera quiénes serían Semejante desigualdad de trato respecto de los distintos integrantes de la sociedad, se evidencia a poco que se advierta que las fuertes "asimetrías" en la modificación del tipo de cambio fijo decidida por el dec. 214/02, tanto podrían haber sido las allí dispuestas como cualesquiera otra, sin que razón alguna se advierta por la cual ciertas obligaciones deberían honrarse a cierta paridad cambiaria, otras a una diferente, y un tercer grupo a otra paridad camblaria igualmente distinta de las restantes. Esta ausencia de fundamento en la específica forma de distribución de la riqueza que decidiera la norma (más allá de la voluntad discrecional del "príncipe" o autoridad pública que la sancionó) ciertamente, no sugiere ser distinta que una flagrante violación al principio de Nacional en tanto que, sin razón aparente y igualdad contenido en el arto 16 de la Constitución por esa sola voluntad de la autoridad que la sancionó, unos resultaron enriquecidos y otros empobrecidos. Ello es así porque al no existir una unidad de medida universal e intemporal del valor de los bienes, ni de las monedas que se utilizan como común denominador de los mismos, las modificaciones en el valor de tales bienes y de las monedas que los mensuran, es una contingencia propia de las distintas circunstancias que atraviesan las sociedades y, por principio, ajena a la voluntad discrecional de los gobernantes.En efecto, dada la señalada inexistencia de una unidad de medida universal e intemporal por la cual un óleo de Miguel Angel Buonarrotti "valga" o represente una determinada cantidad de unidades de medida, es evidente que su "valor" en términos de unidades monetarias, sólo puede ser entendido en relación a la cantidad de esas unidades monetarias que representan el "valor" de los otros bienes existentes en ese mismo tiempo y lugar. Dicha circunstancia fue advertida por el constituyente histórico de 1853 que en el arto 75, inc. 11 de la Constitución Nacional (J5), acertadamente estableció la facultad del Congreso de "hacer sellar moneda" y "fijar su valor" pues, en realidad, de ello se trata, en tanto se asimila a la fijación de cualquier sistema de pesos y medidas que bien puede ser el métrico decimal, como el inglés de pies, galones y grados farenheit o cualquier otro que se imagine. Contrariamente a lo que puede sugerir algún vendedor de créditos bancarios, la "moneda" no tiene un "valor" por sí misma considerada sino como una "unidad de medida" respecto del conjunto de los bienes de la sociedad, semejante a las que se utilizan para "pesar" o "medir" los objetos en un fractal de tiempo y espacio determinados. Esta facultad inherente al Congreso de "fijar el valor de la moneda" prevista en el inc. 11, del Nacional, no fue modificada por la reforma constitucional de 1994, arto 75 de la Constitución que con notable imprecisión técnica, incorporase el inc. 19 por el que se atribuyera al mismo Congreso Nacional, la facultad de "proveer lo conducente ... a la defensa del valor de la moneda". Sin embargo, es evidente que este inc. 19 del arto 75 de la Constitución Nacional no puede ser entendido en un sentido lato de aparente contradicción con el inc. 11 de idéntica norma por la que se que atribuye al Congreso Nacional la facultad de "fijar el valor" de la moneda, sino como un mandato de optimización en orden a la obligación en que se encuentra el órgano legislativo de evitar la adopción de medidas que signifiquen, una disminución encubierta del valor que le fije a la moneda, sea que esa disminución encubierta de su valor se realice a través de la impresión descontrolada del papel que la representa, sea por el endeudamiento exagerado del erario público, sea por la liquidación de los activos que la sustentan o cualquier otra circunstancia semejante. En suma, el mandato de optimización contenido en el inc. 19 del arto 75 de la Constitución Nacional no comporta, ni su contraposición con la facultad del Congreso Nacional de fijar el valor de la moneda, ni la imposibilidad de éste último de modificar el valor que hubiese fijado previamente sino y tan sólo, el mandato explícito del constituyente al órgano legislativo de no alterar de un modo encubierto el significado económico de la moneda en tanto que ello significa, un enriquecimiento injusto y desigual de un sector de la población respecto de otro que se empobrece. Tal enriquecimiento injusto y desigual que provoca la encubierta modificación del significado económico de la unidad monetaria, no es muy distinto de aquél que se produce a través del uso o adulteración de las unidades de peso y medidas, en tanto que tal enriquecimiento no proviene de una actividad lícita sino de la mera voluntad del príncipe que lo decide y distribuye. Esta "asimetría" o enriquecimiento desigual de un sector de la población respecto de otro, fue la exuberante decisión que concretó el dec. 214/02 del 4 febrero de 2002 contraviniendo frontalmente el sentido y espíritu del mandato constitucional del inc. 19 del arto 75 de la Constitución Nacional, máxime considerando que el Congreso Nacional ni siquiera ejercitó la facultad que le otorga el inc. 11 de fijar un nuevo valor a la moneda con carácter uniforme para toda la población. Así lo resaltó la decisión de la Corte Suprema de Justicia al destacar UB, precisamente, que las normas en cuestión no constituyeron "la fijación de un tipo de cambio para determinada moneda extranjera" en tanto que "no se trató de una alteración de orden general" sino que decidió "una incidencia diferente para distintas relaciones jurídicas".Sin embargo, esa índole "uniforme", igual para toda el conjuntá de la población, es la característica central que debe revestir el ejercicio legítimo de la atribución del Congreso de fijar el valor de la moneda más allá, claro está, del grado de acierto o error con que la ejercite, sea por que lo haga fijando su valor en relación a otras monedas extranjeras, sea porque lo hiciera en relación al oro, al petróleo o porque la paridad que decida se evidencie alta o baja. Sin embargo, no fue esa la atribución regularmente ejercida por el Congreso de la Nación en ocasión de sancionarse el decreto presidencial 214/02 sino su opuesto más notorio, en tanto este último no sólo violentó la distribución de funciones prevista en la materia por la Constitución Nacional, sino que también arrasó con el contenido esencial a la atribución de fijar el valor de la moneda de un modo uniforme, optando por una solución asimétrica que empobreció o favoreció en forma arbitraria y desigual a los distintos sectores de la sociedad. Las gravíslmas consecuencias de semejante alzamiento contra los principios básicos de la Constitución Nacional que configuró el dictado de ése dec. 214/02 y el conjunto de normas que le sucedieran, no sugieren haber sido debidamente valorados al momento de su dictado, ni tampoco hasta el presente, en que el órgano legislativo no parece haber comprendido la magnitud de los alcances que comportó dicha decisión. Esa enorme amplitud de derivaciones resultantes del decreto presidencial 214/02, colocó a la Corte Suprema de Justicia ante una disyuntiva histórica de algún modo similar a las que debió afrontar frente a las rupturas de la legalidad institucional puesto que, más allá de los vicios existentes en la sanción de la norma y de su alzamiento frente a las disposiciones constitucionales, aquél significó el punto inicial de una serie de normas y de una nueva forma de distribución de la riqueza que en la práctica, resulta imposible retrotraer. Esta circunstancia fáctica, evidenciada en la efectiva vigencia de ese dec. 214/02 después de transcurrido un año desde su sanción, limitaban las posibilidades de solucionar jurisdiccionalmente la cuestión a poco menos que dos alternativas pues (a) ora se rescataba la índole uniforme que debe revestir todo régimen monetario, declarándose la inconstitucionalidad de la normas que se le oponían a través de expresiones que implicarían su aplicación en la totalidad de las obligaciones (b) ora se evitaba un pronunciamiento explícito respecto de la índole irregular de la asimetría adoptada por la norma y se restringía el pronunciamiento al número más limitado de circunstancias posible.objeto del En efecto, conforme lo señaló la propia Corte Lm, el conjunto normativo pronunciamiento significó una "reforma sustancial de la política monetaria [que] tuvo un fuerte impacto en el cumplimiento de varias especies de obligaciones pendientes [de incidencia] en los aspectos más trascendentes de la vida cotidiana de la población". En suma, se generó una situación fáctica generalizada en algún sentido semejante a la ruptura de la legalidad institucional y de imposible reversión a través de solo un pronunciamiento de los órganos jurisdiccionales. Por la fuerza de los hechos consumados más que por la razón del derecho, el pronunciamiento de la Corte Suprema se ciñó estrictamente a la cuestión que le había sido planteada dejando respuesta aparente una multitud de cuestiones acerca del modo de cumplimiento de varias especies de obligaciones. sin En tal sentido, no puede omitirse que¡ en el caso resuelto por la Corte Suprema, se trató del más típico de los contratos de depósito reglamentado no sólo por la legislación de fondo (art. 2185¡ inc. 4, Cód. Civil) sino también, objeto propio de las entidades financieras (18) cuya supervisión ejercita el Banco Central U91 y cuya "intangibilidad" estableció el legislador mediante la ley 25.466 aún vigente. Dichas circunstancias que tornaban insoslayable la condena al Banco receptor de los fondos a restituir la misma cantidad de dólares que le había sido entregados en depósito o su equivalente en moneda suficiente para adquirirlos, no debería entenderse necesariamente extensivo a las restantes especies de obligaciones pactadas en dólares estadounidenses respecto de las que no se reiteren circunstancias tan típicas. Es que una vez reconocida la imposibilidad de revertir a través de un fallo jurisdiccional, la situación fáctica generalizada creada por el dictado de las normas irregulares, la cuestión remite a procurar una solución específica para cada una de las múltiples obligaciones pendientes en las que, estrictamente no se repiten las circunstancias propias del contrato de depósito bancario. Ello es así por que, más allá de la manifiesta impropiedad de la exuberante normativa sancionada¡ la imposibilidad de revertir íntegramente la situación fáctica generalizada, obligará a los órganos jurisdiccionales a ponderar la solución más equitativa a cada caso concreto de modo de limitar, en lo posible, la grosera desigualdad que ocasiona la normativa en cuestión. La unidad de cuenta del contrato¡ la elevación de los precios internos en moneda local¡ las tasas de interés, el valor actual de los bienes, la índole internacional del contrato, entre tantas otras, son pautas que la jurisprudencia ha aplicado con anterioridad y seguramente volverá a aplicar para arribar a la solución de cada caso concreto. Ello así y si bien es cierto que tal transferencia de responsabilidades a los jueces nunca debió ser tal¡ ni debería mantenerse en tanto que es común a todos los órganos de la Nación la tarea de "afianzar la justicia" que les confía la Constitución Nacional¡ no puede omitirse que, hasta el presente, sólo se ha escuchado el silencio complaciente del legislador que no se ha modificado pese a la explícita invitación que le efectuara el Superior Tribunal de la Nación. Esa invitación a pronunciarse no debería ser desatendida por el legislador en tanto, ello no sólo constituye el objeto propio de su función, sino que es quien se encuentra en mejores condiciones para proveer las soluciones más acordes a la diversidad de situaciones que suscita la desigual normativa. En todo caso, algo hay evidente: ninguna empeñan en arremeter contra su estatuto Constituci ón. Hasta donde ello le era posible, sepan cumplir con la propia.- la Justicia Especial para La Ley. Derechos reservados sociedad puede perdurar si todos sus miembros se fundacional, sea este un pacto, un contrato o una cumplió con su tarea. Ojalá los restantes órganos (ley 11.723) (1) Por caso, la garantía de inamovilidad de los jueces contenida en el arto 110 de la Constitución Nacional a la cual la Corte Suprema de Justicia recién en el año 1992 le asignó un "manifiesto contenido federal" (Fallos 310:804) "incorporándola" en tal sentido, al lote de los principios declaraciones y garantías que las provincias deben asegurar en sus respectivas constituciones locales. (2) Abril 2003. (3) El texto en su original dice: " ... the right of the people to keep and bear arms, shall not be infringed". La traducción es del Servicio Informativo de la Embajada de Estados Unidos. (4) "U.S vs Miller", 307 US 174 (1939). (5) ALEXY, R" "Teoría de los Derechos Fundamentales", Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1985. (6) El Capitulo II se denomina en forma genérica como "Derechos y Libertades" y tras enfatizar el principio de igualdad (art. 14), se divide en dos secciones sucesivamente tituladas la primera como "derechos fundamentales y libertades públicas" y la segunda como "derechos y deberes de los ciudadanos". (7) BOCKENFORDE, E,W" "Grundrechte als Grundsatznormen. Sur Gegemwátigen lage der Grundreschtdogmatik", p. 185, Staat, Verfsassung, Demokratie, Frankfurt, 1991. (8) STARK, c., "Derechos Fundamentales y Derecho Privado", p. 65, Revista Española de Derecho Constitucional, N° 66, Madrid, 2002, (9) "San Luis, Provincia de e. Estado Nacional s/Acción de Amparo", 5 marzo 2003, S.173.XXXVIII, Considerando 21, Supo Esp. 2003/03/06, p. 4. (10) "San Luis, Provincia de e. Estado Nacional s/Acción de Amparo", opus cit nota 9, Considerando 52. 11 "San Luis, Provincia de c. Estado Nacional sjAcción de Amparo", opus cit nota 9, Considerando (12) "San Luis, Provincia de c/Estado Nacional s/Acción de Amparo", opus cit nota (13) Decretos 1570/01 y 1606/01 (Adla, LXII-A, 65; LXII-A, 74) por los cuales se entidades financieras a la cantidad de U$S250 por semana. (14) "San Luis, Provincia de e. Estado Nacional s/Acción de Amparo", opus cit nota (15) Ex art. 67, me. 10 (16) "San Luis, Provincia de c. Estado Nacional s/Acción de Amparo", opus cit nota (17) "San Luis, ProvinCia de c. Estado Nacional s/Acción de Amparo", opus cit nota (18) Ley 21.526 (Adla, XXXVII-A, 121). (19) Leyes 24.144 y 24.485 (Adla, L11-D, 3892; LV-E, 6957). 9, Considerando 19. limitó el retiro de los fondos 9, Considerando 21. 9, Considerando 9, Considerando 38. (38), 20 en efectivo de las 2° párrafo L.A © La Ley S.A. 2007