Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED El presente texto se reproduce con fines exclusivamente docentes, para su uso por parte de profesores y alumnos en el ámbito de la enseñanza de la Constitución Ignacio de Otto y Pardo, Derecho Constitucional. Sistema de fuentes, Barcelona: Ariel, 1987. Extracto tomado de los capítulos VI (págs. 102 a 127), VII (págs. 128 a 161), IX (págs. 182a 194), X (págs. 195 a 213) y XI (págs. 214 a 242). Los epígrafes, que no siempre figuran en el texto original, se han introducido con la intención de ordenar los materiales. 1. La ley a) Introducción Con arreglo al derecho constitucional español ley es la norma aprobada con ese nombre por las Cortes Generales por el procedimiento establecido en el Tít. III, Capítulo segundo de la Constitución Española, así como las aprobadas también con ese nombre por las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas (...). La atribución del nombre de ley a esas normas y sólo a ellas forma parte de la tradición del derecho público occidental, el español incluido. Desde la Revolución Francesa el término ley en su acepción técnica se reserva a las normas dictadas con arreglo a un determinado procedimiento por el órgano de representación popular (...). En el pensamiento jurídico occidental la palabra ley ha denotado siempre –aunque no exclusivamente, pues también remite a las ideas de justicia, generalidad, etc.--, una posición de superioridad, la procedencia de quien ostenta el poder supremo de la comunidad. En la teoría democrática que forma parte del fundamento ideológico de la Revolución Francesa esa posición superior corresponde a la “voluntad general” y por ello a la idea de superioridad que había llevado a definir la ley como lo mandado por la summa potestas lleva ahora a que el artículo 6 de la Declaración de 1789 proclame que la loi est l’expression de la volonté genérale (...). b) El procedimiento legislativo Si la ley ocupa en el ordenamiento jurídico el lugar central que le corresponde no se debe tan solo a que sea obra de las Cortes Generales, que “representan al pueblo español” (art. 66.1), sino también a que su elaboración se sujeta a un procedimiento basado en la discusión y en la publicidad y concebido originariamente como cauce para alcanzar la racionalidad y la verdad, de acuerdo con la confianza que el liberalismo pone en el debate. Ciertamente, una crítica ya antigua ha puesto de manifiesto que el procedimiento legislativo no está en condiciones de alcanzar tales objetivos (...) Pero 1 Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED (...) sigue cumpliendo una imprescindible función legitimadora de la ley precisamente por obra de los mecanismos de publicidad y discusión (...). El procedimiento legislativo comienza con la iniciativa o presentación de proyectos o proposiciones de ley ante cualquiera de las dos Cámaras, facultad que la Constitución atribuye al Gobierno, al Congreso de los Diputados, al Senado, a las Asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas y al propio electorado mediante la llamada iniciativa legislativa popular (...). La fase siguiente, llamada central o decisoria, es aquella en la que las Cámaras proceden a la elaboración de la Ley. En esa fase el Congreso se pronuncia siempre en primer lugar (...). Aprobado un proyecto de ley por el Congreso de los Diputados su Presidente dará inmediata cuenta al del Senado, que lo someterá a deliberación de éste (...) Si el Senado ha introducido enmiendas, o ha opuesto su veto, el proyecto se remitirá al Congreso para su nueva consideración (...). El Senado, como puede verse, ocupa una posición secundaria en el proceso legislativo, pues en definitiva la última palabra corresponde al Congreso (...). Según el art. 91 de la Constitución española, “el Rey sancionará en el plazo de 15 días las leyes aprobadas por las Cortes Generales y las promulgará y ordenará su inmediata publicación” (...). La publicación de la ley es un requisito esencial para su existencia como norma (...). c) La ley orgánica El art. 81 de la Constitución regula la ley orgánica con dos preceptos complementarios: 1.º) “Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y las libertades públicas, las que aprueban los Estatutos de Autonomía y el régimen electoral general y las demás previstas en la Constitución”, que contiene una larga lista de materias que han de ser reguladas con este tipo de ley; 2.º) “La aprobación, modificación o derogación de las leyes orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del proyecto”. La Ley orgánica, por tanto, se diferencia de la ley ordinaria por una doble circunstancia: la sustantiva o material de que se refiera a ciertas materias y la adjetiva o formal de que haya sido aprobada con la mayoría absoluta a que alude el art. 81.2 (...). d) La posición privilegiada de la ley La Constitución Española de 1978 dice en su Preámbulo que la “Nación española (...) proclama su voluntad de consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular” (...). Según el art. 66 las Cortes Españolas, que ejercen la potestad legislativa (...), representan al pueblo español (...), en el cual reside la soberanía nacional y del cual emanan todos los poderes del Estado, según el art. 1.2. Sin embargo, la supremacía de la Constitución sobre la Ley es suficiente para afirmar que cuando la Constitución dice que la ley es expresión de la voluntad popular no alude a la voluntad popular de la que la Constitución procede, sino que utiliza el concepto de voluntad popular para aludir al pueblo como (...) poder constituido (...). 2 Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED El principio democrático (...) incide sobre el sistema de fuentes obligando a que a la ley se le asigne una posición de preferencia respecto de las restantes normas (...). La primera manifestación de este lugar privilegiado de la ley (...) se encuentra en el modo en que se configura el control de constitucionalidad (...). En todos los Estados europeos en que existe jurisdicción constitucional ésta viene atribuida en exclusiva a un órgano jurisdiccional especial, el Tribunal Constitucional (...). De que la ley sea expresión de la voluntad popular deriva la consecuencia de que opere en su favor una presunción de legitimidad constitucional, en virtud de la cual sólo procederá declarar su inconstitucionalidad cuando se haya producido una clara e inequívoca colisión con la norma constitucional (...). e) La reserva de ley Hay reserva de ley cuando un precepto constitucional exige que sea la ley la que regule una determinada materia. En tal caso la materia reservada queda sustraída por imperativo constitucional a todas las normas distintas de la ley, lo que significa también que el legislador ha de establecer por sí mismo la regulación y que no puede remitirla a otras normas distintas, en concreto al reglamento (...). Lo que se pretende es que la regulación de la materia quede vedada a quien no sea el legislador mismo, que sólo los representantes de los ciudadanos puedan dictar las normas correspondientes (...). Al obligar a que se las someta a la discusión pública parlamentaria presta a la normativa resultante un plus de legitimidad y garantiza para ella el pluralismo democrático, al dar a la oposición la posibilidad de exponer sus puntos de vista y movilizar a la opinión pública en un procedimiento legislativo que se asienta sobre la publicidad, la contradicción y el debate (...). La Constitución española contiene una elevadísima cantidad de reservas de ley sobre materias determinadas (...) en primer lugar para los derechos fundamentales, sea con carácter general para la regulación de su ejercicio (art. 53.1), sea de modo particular para aspectos concretos de la regulación de algunos de ellos (...). 2. El Decreto Legislativo “La Constitución establece en su artículo 82.1 que “las Cortes podrán delegar en el Gobierno la potestad de dictar normas con rango de ley”. Este fenómeno se conoce con el nombre de delegación legislativa y su producto se denomina legislación delegada. Mediante esta delegación las Cortes hacen parcial entrega de su poder a otro órgano para que dicte normas con el mismo valor que las emanadas por las propias Cortes (...). La delegación legislativa es un fenómeno del todo común, que no pone de manifiesto anormalidad alguna. Sin embargo, la delegación encierra también el peligro del abuso (...) que desarticula los mecanismos del Estado democrático. La manifestación más extrema de esta perversión del sistema la constituyen las delegaciones en blanco o leyes de plenos poderes, en las que el órgano legislativo hace dejación completa de su poder legislador en manos del Gobierno (...). 3 Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED Al regular el fenómeno de la delegación legislativa, la Constitución establece una serie de cautelas que se encaminan todas a evitar que el legislador haga dejación de sus funciones mediante una habilitación en blanco, un entrega de plenos poderes; y a evitar también que el Gobierno pueda utilizar la delegación para fines distintos de los previstos (...). La primera de ellas es que la delegación legislativa ha de hacerse de manera expresa, y en concreto mediante ley de Cortes (...). En segundo lugar la delegación ha de hacerse para materia concreta (...). Por último, la delegación está sujeta necesariamente a un límite de duración (...). Además, dentro de ese plazo sólo podrá ejercitarse una sola vez (...). Los decretos legislativos, en cuanto son normas con rango de ley, están sujetos al control del Tribunal Constitucional (...). En la práctica (...) el juez llamado a aplicar un decreto legislativo que a su juicio haya incurrido en ultra vires [supuesto de que la legislación delegada haya ido más allá de lo que le permitía la delegación rebasando de una forma u otra los límites que ésta le imponía] puede optar entre inaplicarlo por sí mismo o plantear la cuestión de inconstitucionalidad (...). 3. El Decreto- Ley “La Constitución Española de 1978 establece en su artículo 86.1 que “en caso de extraordinaria y urgente necesidad el Gobierno podrá dictar disposiciones legislativas que tomarán la forma de Decretos-Leyes”. Lo característico de esta potestad gubernamental (...) es que aquí el Gobierno ejerce un poder propio, sujeto sin duda a límites, pero no fruto de una delegación, ni siquiera sujeto a autorización previa (...). La existencia de esta potestad legislativa en manos del ejecutivo es tan justificable como necesitada de control. La idea de necesidad como fundamento excepcional es consustancial al constitucionalismo moderno: precisamente porque éste configura un poder público sujeto a un complejo entramado de límites materiales y procedimentales, es preciso también que prevea mecanismo capaces de dar respuesta a situaciones extraordinarias (...). El peligro está, obviamente, en que el poder excepcional se utilice de manera indebida, o porque se infrinjan los límites a que ha de sujetarse (...) o porque el poder se utilice también cuando falta la situación excepcional que lo justifica para escapar así a los controles que operan en situación de normalidad (...). Según el art. 86.1 de la Constitución el Gobierno sólo podrá dictar decretos-leyes en caso de “extraordinaria y urgente necesidad”. Con ello se sienta bien claramente el principio de que el decreto-ley no puede ser un instrumento de uso común, que sirva para desarrollar una legislación paralela a la ordinaria, o para suplantarla, sino que requiere una situación anómala, un presupuesto habilitante sin cuya presencia el decreto-ley habrá de considerarse ilícito (...) extraordinaria, en el sentido de imprevisible, y urgente, en el de no encontrar remedio por los cauces ordinarios (...). Además de exigir que se dé la circunstancia de una extraordinaria y urgente necesidad, el artículo 86.1 de la Constitución establece que los decretos leyes “no podrán afectar al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado, a los derechos y deberes de los ciudadanos regulados en el Título I, al régimen de las Comunidades Autónomas ni al derecho electoral general”. El decreto-ley, que puede regular materias sujetas a 4 Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED regulación legal modificando ésta, tiene en cambio vedadas cuatro materias o bloques de asuntos que en ningún caso podrá regular, ni siquiera cuando hacerlo pudiera venir justificado por la extraordinaria y urgente necesidad (...). La competencia para aprobar un decreto-ley corresponde exclusivamente al Gobierno (..). La vigencia del decreto-ley aprobado por el Gobierno está, sin embargo, condicionada, pues dentro del plazo de 30 días habrá de sujetarse a examen del Congreso de los Diputados, que lo convalidará o lo derogará (...). Pasado ese plazo sin haberse producido la convalidación que requiere el art. 86.2, el decreto-ley quedará eliminado del ordenamiento. Por tratarse de normas con rango de ley el control jurisdiccional de los decretos-leyes corresponde exclusivamente al Tribunal Constitucional (...). Este control jurisdiccional de los decretos-leyes comprende todos los aspectos posibles (...). El Tribunal, por tanto, no sólo controla si se han invadido o no las materias que enumera el art. 86.1, sino que controla también si se da o no la circunstancia de la extraordinaria y urgente necesidad (...). 4. El Reglamento Con el término reglamento se alude a las normas jurídicas dictadas por la Administración o, más en general, por órganos del Estado o del poder público que no ostentan la potestad legislativa (...). El derecho positivo español no ha establecido una forma llamada reglamento (...) alude con ello a una pluralidad de formas distintas: decretos acordados en Consejo de Ministros, órdenes de las Comisiones Delegadas del Gobierno o de los Ministros, instrucciones, circulares, etc., provenientes de las autoridades jerárquicamente inferiores. Todas estas formas se engloban en el concepto de reglamento (...). Se llaman reglamentos ejecutivos a los que se dictan en ejecución de una ley preexistente, función muy amplia que comprende tanto los reglamentos que detallan, desarrollan o complementan los preceptos legales, cuanto aquellos que preparan la ejecución propiamente dicha disponiendo los instrumentos técnicos necesarios, por ejemplo regulando trámites u organizando un registro o un servicio de inspección (...). Reglamentos independientes son aquellos que se dictan praeter legem, es decir, sin una ley previa a cuya ejecución se atiende. No son, claro está, reglamentos contra legem, prohibidos por el principio de jerarquía normativa, sino reglamentos (...) que regulan materias de las que no se ha ocupado el legislador o de las que se ha ocupado de manera fragmentaria. La existencia de una potestad normadora distinta de la del legislativo tiene una fácil explicación desde el punto de vista práctico. Sin esfuerzo se comprende que el legislador no puede ocuparse de todas las materias que requieren una regulación por el poder público, o que no puede hacerlo con el rigor y detalle suficientes, de modo que muchas cuestiones deben ser reguladas por la Administración (...). 5 Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED Con arreglo a la Constitución española la potestad reglamentaria corresponde al Gobierno (...). La potestad reglamentaria que corresponde a las autoridades que no formen parte del Gobierno (...) viene conferida exclusivamente por las leyes (...). El reglamento ocupa en el Derecho español vigente una posición inequívocamente subordinada a la ley, norma jerárquicamente superior a él (...). Las normas con rango de ley derogan cualquier norma reglamentaria preexistente que se les oponga, y los reglamentos que contradigan las leyes incurrirán en la carencia de validez (...). El principio jerárquico opera también en el interior de los reglamentos, jerarquizando entre sí sus diversas modalidades según los órganos de que procedan (...). El juez (...) puede y, más exactamente, debe inaplicar el reglamento cuando lo estime ilegal y, por ello, nulo (...) El reglamento, además, puede ser impugnado ante la jurisdicción contencioso-administrativa para obtener una resolución en que se declare su nulidad (...). El reglamento (...) encuentra un límite cuando la Constitución ha establecido que ciertas materias quedan reservadas a la ley, atribuyendo así a ésta un monopolio que acota negativamente la regulación reglamentaria. La exclusión, sin embargo, no tiene un carácter absoluto y el Tribunal Constitucional ha afirmado (...) que cabe que la ley que regula una materia sujeta a reserva legal remita algún aspecto de la regulación al reglamento (...). 6