El pepino de hamburgo y otras majaderías anticientíficas. La diarrea

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El pepino de hamburgo y otras majaderías anticientíficas. La diarrea germana: Tu quoque Germania?
El pepino de hamburgo y otras majaderías anticientíficas. La diarrea
germana: Tu quoque Germania?
Por derecho. Las autoridades alemanas llevan una temporada completamente de espaldas a la tradicional buena
relación entre su pueblo y España. Nos han tachado sin matices de vagos, indolentes y perezosos, como si cientos
de miles de alemanes no hubiesen tenido la experiencia contraria cuando cientos de miles de españoles
trabajaban en la República Federal Alemana (RFA) (aunque Frau Merkel vivía en la DDR, la Alemania del Este,
y quizá no se enteró de eso ni de casi nada).
Y, para remate, esas autoridades germanas (al principio locales, pero después con respaldo federal) han llevado a cabo
un ejercicio de crasa torpeza y de genuina vesania: en cuanto una serie de ciudadanos alemanes sufrieron problemas
muy graves de salud y se les acumularon en los hospitales bastantes cadáveres, se apresuraron a señalar a los pepinos
españoles como responsables de esos males. Nos han causado así unos daños muy injustos, que los gobernantes
alemanes ni siquiera han estado dispuestos al menos a paliar, tan pronto como numerosos análisis suyos y nuestros
demostraron que a los pepinos españoles no les pasaba nada, excepto tener sabor a pepino, cosa que no se puede decir
de todos los pepinos europeos.
Después, los funcionarios germánicos apuntaron, como causa de la epidemia, a unos brotes de soja, pero llevamos ya
unos días con la soja también descartada. Y nada: las autoridades alemanas siguen sin admitir siquiera el daño que nos
han hecho a los españoles en muchos países. Y si están reconociendo que las más altas probabilidades (muy altas) de
situar el foco generador de la epidemia corresponden a la misma Alemania, lo están reconociendo para sus adentros, no
vaya a ser que, caso de reconocerlo abiertamente, la actual RFA sufra una depresión colectiva, de ésas que puedan dar
miedo al mundo.
A nada que uno pregunta a personas versadas y lee un poco, puede saber que la bacteria E-coli es uno de los
microorganismos más conocidos por el hombre (y la mujer, claro está) y más utilizados para estudios de genética y
biología. El ?bicho? es llamado Eschirichia coli, precisamente en honor de un científico alemán, Theodor von
Escherich, que describió la bacteria en 1885. Casi todos llevamos dentro esa bacteria, en su variante menos dañina y
más saludable: está en nuestro intestino desempeñando, entre otras importantes funciones, la de protección frente a otros
microorganismos dañinos, de modo que, a falta de suficientes E-coli, aparecerán y harán malas faenas los
microorganismos ?oportunistas?. No hace falta decir que la E-coli presenta desde hace tiempo variantes o cepas nocivas
y que, claro está, la actual epidemia alemana se debe a una variante prácticamente inédita, al parecer resistente a los
antibióticos más comunes.
Quiero suponer que las autoridades alemanas se están preocupando de las carnes y de su manipulación, porque las
anteriores historias con muertos por la E-coli (bastantes de ellas relacionadas con Alemania e incluso con las
hamburguesas) imponen investigar en esa línea. Por el momento, la única voz que se ha alzado en ese sentido ha sido la
de un español, el Dr. Grisolía, que ha instado a buscar en las carnes, puesto que el lugar de residencia preferido de la
E-coli, además de nuestros intestinos, es el de otros animales, el ganado. De ahí se pueden contaminar las aguas y por
las aguas y la tierra, los vegetales. ¿Sabemos en el mundo qué está haciendo al respecto el Bund y los Länder
concernidos? Pues, francamente, no: nos dicen casi nada.
En todo caso, pienso que el Dr. Escherich se removerá inquieto en su tumba al conocer cómo la política alemana
ha prevalecido con total desvergüenza sobre la ciencia. Estarán también estremecidos el Barón de Humboldt y Max
Planck, consagrados patronos de los muy encomiables esfuerzos alemanes (Fundación e Instituto, respectivamente) por
promover mundialmente la investigación y el conocimiento científicos. Como ferviente admirador que he sido, desde
hace mucho tiempo, de tantas excelentes cualidades históricas y actuales del pueblo alemán (de facetas oscuras
innegables no hace falta hablar), me encuentro estupefacto. Ya sabíamos que no es precisamente esplendorosa, como
antaño, la situación de las Universidades alemanas. Sabíamos qué extrema ansiedad por ser Doctores de cualquier modo
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ha acometido a varios políticos alemanes de primera fila, hasta el punto del ?copia y pega? más burdo. Pero,
francamente, lo de los pepinos y la soja es demasiado. Sería demasiada decadencia alemana ?muy mala para todos- si no
fuese desmentida rápidamente con hechos concluyentes.
Sra. Merkel: nosotros, los latinos, podemos permitirnos dormir la siesta y vivir como si fuésemos bávaros,
muniqueses o incluso vieneses. Pero Vds., los hamburgueses y los prusianos, tienen un sacrosanto e indeclinable
deber de seriedad. Si Vds. se desmadran, ¿quién nos meterá en cintura a nosotros, razas inferiores y, en todo caso,
gente excesivamente alegre?Vds. pueden, de vez en cuando, padecer genuinas diarreas por Sauerkraut en deficientes
condiciones, pero la diarrea política y la verbodiarrea no les están permitidas. Cumplan Vds., Frau Merkel, con su
destino histórico ?ser faro de la razón y de la ciencia, atender diariamente al precio de la patata y vivir con equilibrio
presupuestario- y pónganse tan serios como suelen estar antes del sábado. Aquí les serviremos gustosamente buenas
birras, paellas de foto y pescaítos fritos. ¡Ála, venga, aclárense y arréglenlo cuanto antes! Y, Frau Merkel, por favor,
deje Vd. de pensar ya cuánto aportó la RFA a países como España mientras tenía otra Alemania (la Alemania donde
Vd. vivía) a la que no podía ayudar. Si no podía ayudar entonces a la DDR, reconozca Vd., Frau Merkel, que no era
culpa nuestra. Algunos comprendemos bastante bien lo que han pesado y siguen pesando en la Alemania reunificada
(por el noble impulso de Helmut Joseph Michael Kohl, un estadista) los cinco Neue Länder. Pero tampoco eso es una
razón,Frau Merkel, para su reiterado e injustificado desprecio a los países mediterráneos y, desde luego, a España.
LA OMS, ESPECIALISTA EN ALARMAS (FALSAS O INSENSATAS)
Uno de los asuntos mejor sustraídos a la opinión pública mundial es qué fue de las personas responsables en la
Organización Mundial de la Salud (OMS) de las alarmas sobre la gripe aviar (2005 y 2006: estimación de entre 5 y
150 millones de muertos; resultados: menos de 150 personas fallecidas en total de 2006 y 2007) y, después, sobre la
gripe A (2009). Todos recordarán la tremenda alarma desatada por la OMS a propósito de esta última gripe: se evocó
expresamente la espantosa (y muy mal llamada) ?gripe española? de 1908 (entre 55 y 100 millones de muertos) y se
llegó a declarar la alerta 6 por pandemia en curso en junio de 2009. Se gastaron miles de millones en vacunas y
antivirales, para que, poco más de un mes después, ya estuviese claro que la mortalidad a causa de la gripe normal -la
llamada ?gripe estacional?- era muy superior a la de la gripe A (o porcina, mexicana o méxico-estadounidense). Los
responsables de la producción y pago de millones de vacunas inútiles y de antivirales desaconsejables, ¿dónde están
hoy? ¿Estarán al menos, castigados, como si dijéramos, a puntear los resultados de experimentos con ratones?
Con estos antecedentes próximos, la última hazaña de la OMS ha sido declarar ?posiblemente cancerígeno? el uso de
teléfonos móviles. Así, sin más, sin anestesia y sin mayor explicación. Hay que acudir a un buen periódico para saber,
por de pronto, que se están refiriendo a cánceres cerebrales (no a cáncer de dedo gordo, a base de tanto ?sms?, ni de
oreja, por percusión, calentamiento y daño vascular) y que en la lista de ?posiblemente cancerígenos? (tercera categoría
de cinco, de mayor a menor riesgo) se encuentran otros 265 elementos, como el café, el humo de los coches y el
cloroformo. Sabremos también que son 508 los elementos que no han podido ser clasificados en la escala de riesgo
(cuarta categoría: ?no clasificables?) y sólo uno, uno solo, en la quinta categoría: ?probablemente no cancerígenos?.
Este glorioso elemento no es otro que ?copio- ?la caprolactama, una molécula clave en la síntesis del nylon?.
Todo eso, en grandísima medida, es fruto de puras estadísticas, no de certezas de relación causa-efecto ni de fundados
juicios de probabilidad por estudios de un conocimiento del cáncer según sus causas. Muchas veces habrá que hacer
estadísticas, sí, pero cuando se hacen estadísticas comparativas, siempre de un valor muy limitado ¿no habrá que señalar
lo que se ha comparado? Porque puede haber comparaciones muy insuficientes y, en todo caso, las hipótesis no son ni
deben presentarse como certezas. Y ni siquiera como probabilidades altas con sólido fundamento.
Pero lo de los pepinos españoles con E-coli letal ha sido aún menos serio que las barrabasadas de la OMS. Los
hamburgueses, encabezados por la Bundeskanzlerin, Frau Angela Merkel, nos deben unos cuantos millones de euros
y, sobre todo, nos deben una disculpa. De lo contrario, que no canten más el ?Que viva España?, que ellos inventaron.
¡Ah, qué tiempos aquellos: los 80, los 90!
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