Lázaro Cárdenas • Ernesto Che Guevara • Manuel ligarte Juan

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Lázaro Cárdenas • Ernesto Che Guevara • Manuel ligarte
Juan Marinello • Raúl Roa • Rodolfo Puiggros • Ramiro Prialé
Lolita Lebrón • Omar Torrijos • Genaro Carnero Checa
Domingo H. Turner • Rigoberta Menchú • Diana Morán
Chuchu Martínez • Juan Pablo Chang • Julio Yao
Jaime Bateman • Rogelio Sinan • Efraín Huerta • Jorge Artel
Manuel Blanco • Evaristo Vásquez • Fedro Guillén
Rolando Alberto Pérez Palomino • Leopoldo Aragón
Gustavo Valcárcel • Mario Salazar Valiente • Gregorio Selser
Armando Rodríguez • Sergio Bagú • Salvador Allende
La Jornada Ediciones
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
/ UNAM
Los duendes custodios de
Rogelio Sinán
Gustoso he aceptado el encargo editorial de escribir unas breves líneas introductorias (especie de comentario critico) a esta nueva
edición de Plenilunio.
Digo gustoso porque se trata de un libro nacido bajo los mejores
auspicios. Obtuvo primero la sanción aprobatoria de un premio nacional de literatura en Panamá, para después merecer los honores
de ser aclamado por el Pen-Club de Santiago de Chile, durante el
mes de diciembre de 1947 y en un concurso internacional, como
la mejor obra de autor extranjero". Por si ello fuera poco, lo más
grande de la crítica continental (entre otros los mexicanos José
Mancisidor y Manuel Maples Arce, el chileno Ricardo Latcham y el
peruano Luis Alberto Sánchez) ya se ha ocupado ampliamente de
la novela.
De virtudes más precisas, considero que Plenilunio marca un jalón en la mañana de la novelística del Istmo y es que con esta obra,
por primera vez, un escritor panameño estrena, en el campo de la
novela, los escenarios de la capital de esta etapa canalera.
Ensayos existieron de novela histórica en que la trama se montó
en la ciudad capital, pero siempre fueron anteriores a la época de la
construcción de ese Canal que mutiló las entrañas del país no en
beneficio del mundo, como se ha pretendido, sino en favor de ciertos intereses muy conocidos. De este tipo de obras puedo citar, por
ejemplo, Tu sola en mi vida, de Julio B . Sosa, cuya prematura
muerte nunca se lamentará lo suficiente.
Me parece que esta extraña ausencia de obras citadinas se debió
a una reacción lógica de los escritores panameños que, urgidos por
la necesidad de encontrar las notas distintivas (el color) de la patria, sentaron sus reales en el campo, a donde no llega sensiblemente la labor deformadora de costumbres del Canal de Panamá.
Esa actitud era reforzada por toda una tradición de novelística lati-
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noamericana, elaborando casi siempre su temática a base de las
mayorías campesinas, cada vez más depauperadas y escarnecidas.
Pero loable como era esa conducta, no podía ser prudente seguir la inercia . Si importante es la vida del campesino del Istmo, no
por eso debe hacerse a un lado la novela de la capital sin grave riesgo de resultar confeso de indiferencia hacia la mejor savia para que
se nutran de temas los escritores panameños.
El color que se busca se puede encontrar en el panorama incoloro de esa vida rápida, de torbellino, que se lleva en las ciudades y
en cuyo vórtice se encuentra siempre presente el Canal, así como
en las consecuencias de los impactos étnicos que constantemente
manda de todas partes del mundo ese mismo Canal, y que hace
que las ciudades, singularizándose de las del resto del orbe, presenten una rica gama de los caracteres psicológicos más variados.
El aliento vital lo localizará el escritor en el drama que vive la República entera, sintetizado en las ciudades, en donde por cierto,
frente a la concupiscencia que se cuela por los filtros de la importación y que hace presa en muchos, se yergue como una antorcha la
juventud más limpiamente defensora de los intereses y las tradiciones culturales de la patria.
Es por eso que creo que la eclosión de la novela de la capital,
que produce Plenilunio, es uno de sus principales méritos. Después de Sinán han seguido otros . Ya está a la vista Joaquín Beleño,
figura promisoria de las letras istmeñas, quien a pesar de los defectos técnicos de su Luna verde, ha hecho obra de calidad intrínseca
indudable.
En cuanto a la trama principal de Plenilunio, que gira alrededor
de Elena Cunha, cuyas facultades mentales trastabillean cuando se
asoma en todo su esplendor la luna, hay mucho de picaresco entendido en su recto sentido, pero sin caer nunca en la obscenidad . Logrado está también el telón de fondo en que se presenta la ciudad
doblegada por las necesidades de una segunda Guerra Mundial
que le impuso la obligación de aceptar en su seno a una soldadesca
rubia, la vida del cabaret panameño, la quiebra de los valores morales, la pseudo prosperidad que llega al Istmo con motivo de impulsarse en gran escala los trabajos para la defensa del Canal, la
avaricia sin freno de los políticos criollos, la odiosa discriminación
racial, y, a todo esto, los campos yermos, abandonados por unos
campesinos ingenuos que han corrido a la capital tras la añagaza
del dólar.
El trazado de la novela está acrisolado en la madurez del talento.
Hecho con precisos golpes de buril, trasmina belleza poética en
ROGELIO SINÁN
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muchas partes y "con un estilo cortado como el hipo de un histérico", que dice el crítico hispano Agustín del Saz . Los personajes están perfectamente redondeados. No hay en la obra "explicables
vejeces técnicas" ni "procedimiento monologal", como afirmara con
ligereza, después de hacer el elogio de la obra, el ilustre crítico
Luis Alberto Sánchez . Hay, por el contrario, un derroche de técnica
de quien conoce bien el arte difícil de novelar.
Mediante un sistema pirandelliano, los protagonistas se introducen a la novela a través de una conversación con el autor. Durante
ella se interpelan, se rectifican, calla uno para dejar entrar al otro,
todo con una agilidad que hace que el libro tenga un ritmo veloz y
que la acción nunca decaiga.
Hay emotividad en los personajes a pesar de la ficción que se utiliza para presentarlos . Ello se debe a que están arrancados de la
realidad, o, por lo menos, pueden tener existencia en ese mundo
anormal, cuyos reflejos se sienten también en Panamá . Y es que el
escritor nunca crea de la nada . La realidad debe pasar por el tamiz
de la experiencia creadora para luego proyectarse en forma artística, pero eso ya es otra cosa.
Rogelio tiene talento porque unos duendecillos custodios que rebullen en su interior le alimentan la imaginación y le resuelven el
estilo . Yo lo admiro cuando lo veo concentrado y tímido, esperando
que se agiten sus espíritus creativos . En nuestro caso se trata de
quien, por buen poeta y magnífico prosista, hoy empuña airoso el
gobernalle de abanderado de la literatura panameña . Para mi gusto
si se fundiera definitivamente como escritor a los destinos de la sufrida patria, su voz llegaría a resonar con mayor vigor en las más altas cumbres de la literatura continental.
(Prólogo a la edición mexicana de la novela Plenilunio, Editorial Constancia, 1953) .
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