La Sevilla Mudéjar

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Ruta cultural “La Sevilla mudéjar”
Descubrimos los secretos ocultos de la ciudad recorriendo alguno de los lugares donde se conserva la
huella islámica.
En Sevilla, relacionado con la arquitectura mudéjar en primer lugar tenemos el “Palacio de Pedro I” en
los Reales Alcázares, cuyo “Salón de Embajadores” es un elemento emblemático. O las interesantes
decoraciones de las casas palaciegas de Pilatos y las Dueñas; así como muchas construcciones religiosas
que, aún con importantes elementos góticos (portadas o bóvedas nervadas en ábsides), valgan como
ejemplo las torres de Santa Marina o Santa Catalina.
Mudéjar, que significa «domesticado» en árabe (tributario, sometido, vasallo o aquél a quien se le
permite quedarse), en relación a la población musulmana en los reinos cristianos de la península ibérica
que, tras la reconquista de un lugar, quedaba viviendo en territorio cristiano.
También tenemos el "Arte Mudéjar", el estilo arquitectónico con influencias árabes que se desarrolló en
esa época, y se caracteriza por el empleo de elementos de construcción como el ladrillo y el yeso,
materiales de estilo hispano-musulmán. Es la confluencia de dos tradiciones artísticas distintas, la
islámica y la cristiana, que se mezclaron en una amalgama diferente, gracias a las especiales
circunstancias de la sociedad sevillana bajomedieval, donde convivieron, mal que bien, cristianos, judíos
y musulmanes en un mismo espacio y tiempo.
En nuestra ciudad se combina el mudéjar con el gótico, el barroco, el plateresco o, más recientemente,
con el regionalismo, cuna de culturas.
En Sevilla, pasear por sus calles, entrar en sus templos, es retrotraerse a aquellos tiempos en los que los
edificios dialogaban con el entorno. Muy acertada es la organización de COPITISE que nos ofrece esas
rutas culturales por la ciudad oculta.
En una mañana soleada y con buena temperatura, que invita a recorrer las calles de esta ciudad llena de
encanto y arte mudéjar que es lo que nos enseña Sergio de Perfiles de Sevilla, nos encontramos en la
plaza Calderón de la barca con Fernando Ramos que con su buen hacer, tiene la visita preparada y
entramos en el Centro del Arte Mudéjar, en la Casa Palacio del Marqués de la Algaba.
El Palacio de los Marqueses de La Algaba está considerado uno de los mejores ejemplos del arte
mudéjar civil en Sevilla. Su arquitectura sigue muy de cerca el modelo del Alcázar, que desde su
construcción en el siglo XIV sirvió de fuente de inspiración a los grandes palacios que se levantaron
posteriormente en la ciudad.
La ubicación de este palacio se encuentra dentro de la Plaza de Calderón de la Barca, enmarcada, por la
parte trasera de la Parroquia de Omnium Sanctorum y del mercado de la calle Feria.
Fue mandado construir por el primer señor de la Algaba , Juan de Guzmán, y por su hijo Luis. Construido
hacia 1474 sigue los modelos puestos en práctica en el palacio de Pedro I del Alcázar.
Pasan varias generaciones, hasta que el rey Felipe II en 1568, crea el título nobiliario español
Marquesado de la Algaba a favor de Francisco de Guzmán, hijo del IV Señor de la Algaba Luis de Guzmán
que estaba casado con doña Leonor de Acuña.
En el XVI, se decidió construir un gran palacio en el terreno en el que entonces se alzaban un palacio
mudéjar del XV, de proporciones más modestas que el actual, y la unión de once casas. De esa
construcción se conservan hoy la portada principal y la torre.
Estos muros presenciaron revueltas populares como el motín del Pendón Verde en 1521 y otro posterior
en 1652 .
Se conoce como motín del pendón verde al levantamiento popular que tuvo lugar en la ciudad de
Sevilla el 8 de mayo de 1521 con motivo del hambre que padecían los habitantes del barrio de la Feria.
Recibe este nombre porque los amotinados enarbolaron contra las autoridades, una enseña verde que
había sido tomada a los almohades y que se guardaba en la capilla bautismal de la parroquia de
Omnium Sanctorum.
El pendón verde está considerado por algunas fuentes como uno de los antecedentes de la actual
bandera de Andalucía.
La epidemia de peste de 1649 fue la mayor crisis epidémica que ha padecido Sevilla, que supuso una
gran quiebra de su población, en la que murieron al menos 60.000 personas, lo que representaba el
46 % de la población de la ciudad.
Los jardines tuvieron que ser habilitados como cementerio.
Corría el año 1652. En una Sevilla asolada por la Peste de África desde 1649 y con una hambruna en
ciernes, provocado por los graves problemas de abastecimiento del trigo y su consiguiente
encarecimiento, al Gobierno del Rey Carlos IV le da por subir el precio del trigo. En Sevilla, en la calle
Feria la gente, harta de las subidas de precios y muerta de hambre no aguantaron más y se sublevaron
bajo el grito de "Viva el Rey y muera el mal gobierno y el cornudo de don García de Porras". El fiscal de
la ciudad huye, pero al poco tiempo mandan a llamar a los Tercios, los Morados Viejos para que
pacifiquen la ciudad, encuentren a los cabecillas y los ajusticien.
Un atractivo del Palacio consistía en el arquillo que primitivamente unía el palacio con el coro de la
parroquia de Omnium Sanctorum y que se derribó en el siglo XIX, típica galería que unía palacios de la
nobleza con templos para acudir a misa sin pisar el suelo.
Hasta 1800 fue propiedad de los marqueses de la Algaba, emparentados con la casa de Alba. Fue la
propia casa de Alba la que vendió el palacio en 1822 y entonces comenzó su declive.
La invasión napoleónica y, más tarde, las desamortizaciones, supusieron para el enclave el deterioro y
expolio de mármoles, azulejos y demás enseres, derribándose incluso el pasaje volado, apoyado sobre
un arquillo, que comunicaba directamente el edificio con la iglesia de Omnium Sanctorum.
Pasa a propiedad particular y, coincidiendo con la apertura del mercado de la Feria, se transforma una
parte en casa de vecinos y otra en el teatro Hércules. Años más tarde, sus jardines cobijaron el cine de
verano Arrayán, que permaneció hasta principios de los sesenta del pasado siglo, saliendo de la casa los
últimos vecinos pocos años después. A partir de entonces quedó como refugio para gente de mala vida
y drogadictos, viéndose incluso el Ayuntamiento en la necesidad de apuntalar la portada gótico-mudéjar
para impedir que se viniera abajo.
El ayuntamiento de Sevilla restauró la Casa y creó "Un museo dentro de otro museo".
La portada principal es de gran interés y posee dos cuerpos: el inferior construido con sillares de piedra,
y el superior decorado con azulejos policromados. En la parte superior, mirando de frente hay una
ventana geminada polilobulada, con columna central de mármol blanco, enmarcada por alfiz de azulejos
y coronada por un tejaroz de madera.
El patio principal, típico renacentista, con cuatro galerías a su alrededor, delimitadas por dieciocho altas
pilastras (en el siglo XVI se colocaron columnas de mármol traídas de Génova por don Rodrigo de
Guzmán, que se perdieron en el XIX) que sostienen los correspondientes arcos de medio punto, todo
ello construido en ladrillo.
En el centro del patio se sitúa una fuente octogonal, realizada igualmente en ladrillo, revocada y
pintada. La rodean cuatro jardincillos, delimitados por setos de mirto, en los que se han plantado varios
naranjos.
Volvemos sobre nuestros pasos hasta situarnos en la galería del patio. En la siguiente esquina se abre el
Salón de doña Leonor, que alberga una sala con equipamiento audio visual, pero cuyo principal mérito
es el magnífico artesonado, decorado con dibujos formados por elementos vegetales y escudos de
armas de los Guzmán y los Buendía.
Doña Leonor de Acuña, a quien está dedicada la sala, vivió en el siglo XVI. Era hija de los condes de
Buendía y esposa de don Rodrigo de Guzmán, a quien le dio catorce hijos.
En esta sala nos explica Sergio la historia de esta casa Palacio de los marqueses de la Algaba, de los
orígenes y de los terrenos de cultivo en los que estaba en aquella época. Se crea el mercado de la calle
Feria para centralizar la distribución de los productos.
Don Juan de Guzmán y Torres canjeo al duque de Niebla la Algaba por Medina Sidonia. Este señorío
estuvo vinculado a los Guzmanes durante cinco generaciones hasta 1.565 que, Felipe II concede el
marquesado de la Algaba a don Francisco de Guzmán y Manrique, que amplía el palacio y lo dota de
jardines.
Aliado con la Casa de Niebla en sus luchas contra la de Arcos. En 1468 sostenía 200 hombres de armas
en servicio de los Guzmán. En 1473 en dichas guerras, Don Rodrigo Ponce de León intentó arrebatarle La
Algaba, fracasando en el intento. Casado con doña Elvira de Guzmán y Aponte, hija de Don Alonso de
Guzmán y de doña María de Aponte.
Su hijo Don Luis de Guzmán, II Señor de La Algaba. El 2-4-1481 obtiene facultad de la reina Dña. Isabel
para fundar mayorazgo, lo que realizó ese mismo año con La Algaba, Alaraz y El Vado de las Estacas, la
isla de Ardiles y el palacio familiar en la collación de Omnium Sanctorum en Sevilla. En 1488 añadió el
donadío de Albatán.
Todo este mayorazgo los estableció en su hijo primogénito Don Rodrigo. Casó contra la voluntad de su
padre, que lo expulsó de su casa, con Dña. Inés Ponce de León, hija de Don Juan Ponce de León, II Conde
de Buendía.
Su hijo Don Rodrigo de Guzmán, III Señor de La Algaba, casado con doña Leonor de Acuña.
La puerta siguiente de la galería se trata del Salón de don Rodrigo de Guzmán, tercer Señor de
la Algaba, responsable de la demolición del edificio medieval, de la compra de once casas
aledañas al palacio y de la edificación del nuevo edificio, dando lugar a una mezcla de estilos,
mudéjar y renacentista, muy semejante al de la Casa de Pilatos, la Casa de los Pinelo o el
palacio de las Dueñas.
El recorrido de las galerías del patio principal finaliza ante la escalera, cuya restauración ha
sido espectacular. Ladrillos, azulejos, maderas y, sobre todo, el magnífico artesonado a cuatro
aguas que la cubre. Desemboca en la galería alta, tras pasar bajo dos arcos de medio punto de
desigual anchura, sostenidos por la única columna de mármol que se conserva de la obra del
siglo XVI.
La galería alta está cubierta en dos de sus cuatro brazos por cubiertas de colgadizo, que se apoyan en
arcos escarzanos sostenidos por columnas de mármol.
El Centro de Interpretación del Mudéjar está situado en dos salas del brazo izquierdo: la primera
corresponde al torreón del palacio y la segunda a la habitación adyacente.
La Exposición
Se reúnen diversos elementos de la cultura material mudéjar.
Al entrar en el torreón, nos llama la atención la vitrina en forma de estrella de ocho puntas que ocupa el
centro de la sala, como Fuente de los Recuerdos. Contiene ocho piezas que se van iluminando
alternativamente. La pared izquierda está ocupada por una fila de vitrinas que vemos con detalle y, de
nuevo, el artesonado del techo atrae nuestra atención por su espectacularidad. En este caso, además,
está embellecido por una cenefa de yesería de unos cincuenta centímetros de ancho que lo delimita y
que aumenta su lucimiento.
La armadura de la sala es magnífica.
Aquí vemos cómo el paño de yeserías cubre la unión paredes-techo.
La conquista de Andalucía se inicia tras la batalla de las Navas de Tolosa, 1.212. A partir de entonces, van
cayendo en manos cristianas numerosas poblaciones del valle del Guadalquivir hasta llegar al océano
Atlántico y poner cerco al reino de Granada. Tras las conquistas, van quedando diversas ciudades
habitadas por antiguos musulmanes que cambian a la religión cristiana. Son los mudéjares, palabra cuyo
significado no es otro que “aquellos a los que es permitido quedarse”.
La exposición continúa a través de las vitrinas y objetos que muestran ordenadamente los grandes
núcleos temáticos de la cultura mudéjar: la sociedad bajomedieval, el templo mudéjar, los palacios, el
propio palacio del Marqués de la Algaba, los alfares mudéjares, la carpintería de lo blanco y las técnicas
decorativas, junto a otros aspectos reseñables como la cerámica arquitectónica y la alfarería funcional
ligada a la extracción, transporte y conservación del agua sin olvidarnos de la riqueza de determinada
cerámica de lujo. Son extraordinarias las grandes tinajas almohades que se exponen en la vitrina central.
Can tallado del siglo XVI. En esta época, los canes adoptan formas rotundas,
semejando la quilla de un barco al mirarlos de frente. En los laterales luce
sendas flores de lis talladas y nudos de tradición almohade. Los canes son las
puntas de las vigas que soportan las armaduras mudéjares, que se solían
adornar con tallas y pinturas.
Conjunto de azulejos mudéjares de diversa procedencia.
Trozo de alfarje y taujeles. Siglo XVI. Los alfarjes (techumbres planas formadas por vigas y
alfangías o taujeles) de tradición mudéjar se policroman a partir del siglo XVI al estilo
renacentista (cadelieri).
En ocasiones, en vez de taujeles pintados se usaban azulejos pintados que hacen la función de tabla de
los taujeles.
Sobre el muro de la sala cuelgan tres fragmentos de un paño de arrocabe fechado en los siglos XIV-XV.
La tradición almohade de enriquecer las armaduras y alfarjes con decoración de tipo vegetal,
geométrica y epigráfica tallada tuvo su continuidad en el período mudéjar, potenciada con las
influencias que llegaban desde el reino nazarí de Granada. Este friso de armadura estaba destinado a
decorar y enmascarar los ensambles en la unión de entre la armadura y el muro. Con restos de
policromía, se modulan con un patrón principal de arco polilobulado que integra un refinado juego de
atauriques con roleos y, en el centro, una venera con flor de lis. Es un ejemplo de cómo la tipología
decorativa islámica ha pasado prácticamente sin cambios al lenguaje mudéjar.
Aquí termina nuestra visita al Centro Mudéjar dentro de la singular e interesante Casa Palacio de los
Marqueses de la Algaba.
Continuamos con el programa visitando lo que conocemos coloquialmente como Santa Marina y
finalizando ante la portada de San Juan de la Palma.
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