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Humanidades médicas
Teoría de la medicina Enric J. Novella
Psiquiatra. Valencia.
Medicina, técnica
y bienestar
El proceso de medicalización no es sino la
expresión de una sociedad que ha acabado
tecnificando el bienestar mismo
Las tesis de Ortega han despertado una atención especial en los
últimos años, pero su vigencia se extiende también a la evolución
de la práctica médica contemporánea.
Referentes filosóficos
José Ortega y Gasset
(Madrid, 1883-ibídem, 1955)
En torno a Ortega, bajo la influencia
de su filosofía y personalidad, se
constituye la llamada “Escuela de
Madrid”. Manuel García Morente,
Xavier Zubiri y José Gaos son con
Ortega los titulares de las cátedras
de filosofía de la universidad
madrileña. Si a ellos se añaden los
nombres de Luis Recaséns, María
Zambrano, Joaquín Xirau y Julián
Marías, que por uno u otro motivo
están en relación con la Escuela, se
comprueba que el pensamiento de Ortega, considerado por todos
ellos como el maestro indiscutible, ocupa una posición privilegiada
en la filosofía española del siglo XX.
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i bien no se cuenta entre las obras de Ortega más conocidas por el gran público, la Meditación de la técnica constituye uno de los textos de mejor factura de la ensayística española contemporánea. Publicada originalmente como una serie de artículos aparecidos en el periódico bonaerense La
Nación durante 1935, esto es, poco antes de iniciarse el exilio
argentino del autor, su contenido se remonta a las lecciones
de un curso que Ortega impartió en 1933 en la entonces recién inaugurada Universidad de Verano de Santander.
El texto, que fue pronto traducido a numerosos idiomas y gozó de una amplia circulación, supone una brillante contribución
no sólo al esclarecimiento conceptual del fenómeno de la técnica, sino a la comprensión de su propio desarrollo histórico y
de los aspectos y consecuencias más sobresalientes del tecnicismo moderno. Como en buena parte de la obra de Ortega, se
trata de un ensayo en el que late con fuerza el pulso de la crítica cultural omnipresente en la producción intelectual de la primera mitad del siglo XX, pero sus ideas básicas resultan todavía
hoy de la mayor actualidad y revisten, por lo demás, un interés
especial para el observador contemporáneo de la medicina.
En su Meditación, Ortega sostiene, en primer lugar, que la
técnica no es sino reforma de la naturaleza, justamente “de
esa naturaleza que nos hace necesitados y menesterosos”. De
este modo, la técnica crea una nueva naturaleza, una “sobrenaturaleza” que ha de verse como la expresión suprema de la
relación siempre mediada del ser humano con respecto a su
S
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“La técnica moderna se ha convertido para los seres humanos
La imagen, de Tino Soriano
En la foto, una paciente con problemas
en una nueva naturaleza de la que dependen tan totalmente
nefrológicos reposa conectada a una máquina
que no sólo no pueden ya vivir sin ella, sino que tienden a to-
de hemodiálisis, a la espera de un trasplante.
marla por un hecho natural o evidente en sí mismo”
entorno: por un lado, la técnica se deriva de una serie de necesidades que contribuye a satisfacer; pero, en cuanto actividad específicamente humana, su mayor condición de posibilidad reside en el hecho de que el ser humano es el único ser vivo capaz de una renuncia temporal a la satisfacción inmediata
de sus necesidades.
Adaptación del medio al sujeto
La técnica, por consiguiente, no es un fenómeno inteligible en
términos estrictamente biológicos, puesto que no supone una
mera adaptación del sujeto al medio, sino, inversamente, la
adaptación del medio al sujeto. En ese sentido, Ortega subraya que las necesidades humanas van siempre mucho más allá
de los instintos biológicos, y abarcan tanto lo objetivamente
necesario como lo superfluo. La vida humana, de hecho, siempre aspira al bienestar, a la “vida buena”, que constituye así
“la necesidad de las necesidades”. El ser humano, la técnica y
el bienestar son, en última instancia, sinónimos.
Pero, dado que las ideas y expectativas con respecto a la vida buena varían histórica y socialmente, la orientación de la
técnica también muta con ellas. Desde el punto de vista de Ortega, no hay pues una técnica en sí, sino una pluralidad de
técnicas que se corresponden con diferentes concepciones del
bienestar. De ello se deduce, por un lado, que la idea de progreso es intrínsecamente errónea —puesto que parte del su-
puesto de que los seres humanos siempre han deseado lo mismo—, pero, también, que una determinación de la naturaleza
de la acción técnica sólo puede obtenerse desde una perspectiva externa a dicha acción.
Para Ortega, tanto el hecho técnico como su relatividad se
explican por los imperativos de la razón vital y la particular
constitución antropológica del ser humano —en sus palabras,
“una especie de centauro ontológico”—; parte de la naturaleza
y de lo extranatural a un tiempo, el ser humano es biología y
biografía, animal y programa, esbozo, proyecto. Por ese motivo,
la naturaleza no es para él sino circunstancia, es decir, “el puro
sistema de facilidades y dificultades con que el hombre programático se encuentra”. Y, aliviándole del esfuerzo que supone la
satisfacción de sus necesidades, la técnica es justamente la encargada de ayudarle en el despliegue de ese proyecto vital. La
misión inicial de la técnica, en definitiva, no es sino la de “dar
franquía al hombre para poder vacar a ser sí mismo”.
Por su parte, el desarrollo de la civilización científico-técnica moderna es analizado por Ortega como el resultado de un
proceso histórico cuyo elemento nuclear consiste en la percepción creciente por parte del ser humano de su capacidad
técnica, esto es, en el desarrollo de una conciencia cada vez
mayor de la inagotable variedad de posibilidades ofrecidas
por la técnica. La técnica moderna, la “técnica del técnico”, se
distingue así de las técnicas premodernas —la “técnica del
azar” y la “técnica del artesano”— por la autoconfianza y diaJANO 20-26 DE ABRIL 2007. N.º 1.648
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fanidad con que el ser humano se desenvuelve en ella, hasta el
punto de que “está hoy, en su fondo, azorado precisamente
por la conciencia de su principal ilimitación”.
Pero dicha confianza tiene un fundamento, y éste ha de
buscarse en la estrecha vinculación —constitutiva del tecnicismo moderno y formulada ya precozmente en los célebres
aforismos del Novum Organon baconiano— que consolida la
nuova scienza postrenacentista entre la técnica y la ciencia,
vinculación que, a su vez, se deriva de su convergencia en los
métodos del análisis y la experimentación. El tecnicismo moderno ha permitido de este modo una extensión del dominio
y el control sobre la naturaleza que no tiene parangón en la
historia, pero, como enfáticamente señala Ortega, su desmedida hubris ha acabado generando una alteración en la relación del ser humano con la técnica de la que se derivan graves consecuencias para nuestra cultura.
Una nueva naturaleza
En primer lugar, la técnica moderna se ha convertido para los
seres humanos en una nueva naturaleza de la que dependen
tan totalmente que no sólo no pueden ya vivir sin ella, sino
que tienden a tomarla por un hecho natural o evidente en sí
mismo. Esta naturalización de la técnica ha conducido así a
una suerte de nuevo primitivismo en el que, como ya se advertía en La rebelión de las masas, el hombre moderno se encuentra a merced de la técnica del mismo modo que el hombre primitivo lo estaba con respecto a la naturaleza.
Pero además, y lo que es más importante, el tecnicismo
moderno ha forjado una emancipación de la técnica que ha
acabado entronizándola como un fin en sí mismo, con lo que
ésta ha dejado de ser sólo un medio para la realización de
una cierta idea del bienestar para convertirse en la idea y el
plan mismo. En consecuencia, el ser humano ha olvidado que
en un principio fueron justamente sus ideas con respecto a
una vida mejor las que alentaron los avances de la técnica. Y
este olvido ha de verse como una expresión más de la esclerosis de las ideas y de la atrofia de los fines y deseos humanos
características de la modernidad: “acaso la enfermedad básica
de nuestro tiempo sea una crisis de los deseos y por eso toda
la fabulosa potencialidad de la técnica parece como si no nos
sirviera de nada”, concluye Ortega con amargura.
Estas son, en una síntesis forzosamente breve, algunas de
las ideas centrales de La meditación de la técnica. Con el auge actual de los estudios históricos, sociológicos y filosóficos
sobre la tecnociencia, resulta comprensible que las tesis de Ortega hayan despertado una atención especial en los últimos
años, pero su plena vigencia puede avalarse también atendiendo al caso particular de la evolución de la práctica médica contemporánea. De hecho, la centralidad de las cuestiones relacionadas con la tecnificación y las retóricas del bienestar en el
marco de los grandes debates planteados por la medicina actual invita a reconsiderar la aportación de Ortega y puede tomarse como un excelente punto de partida para calibrar el alcance de su incisivo análisis del tecnicismo moderno.
Como hemos visto, el rasgo fundamental del tecnicismo de
nuestro tiempo reside para Ortega en su emancipación con
respecto a cualquier tipo de noción o idea previa del bienestar
en tanto que vida buena o colectivamente deseada, con lo que,
con toda la sofisticación de sus logros, la técnica moderna se
ha vuelto peligrosamente autosuficiente, esto es, parece haber
abolido la misma relatividad del hecho técnico y su dependencia de cualquier proyecto antropológico. Y, en ese sentido, cabe decir que en casi ningún ámbito de la tecnociencia actual
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resulta este dictamen más acertado y fácil de confirmar que
en el de la medicina.
Los innegables y espectaculares avances preventivos, diagnósticos y terapéuticos del último siglo y medio se han dado
en gran parte como consecuencia de un imparable proceso de
tecnificación que ha modificado sustancialmente los patrones
de salud y enfermedad de la población y la propia estructura
del saber médico, pero que, al mismo tiempo, ha situado a clínicos e investigadores en una posición de extrema precariedad
a la hora de enfrentarse a los fabulosos dilemas axiológicos derivados de esos mismos avances de la medicina. Por citar sólo
algunos ejemplos, a nadie se le escapa que la extraordinaria inquietud que generan en la actualidad los debates en torno a la
prolongación artificial de la vida y la eutanasia, las posibilidades
de diagnóstico y manipulación genética o los problemas relacionados con la cronicidad y la dependencia se debe en gran medida a la propia naturaleza de un paradigma que sólo permite
consideraciones con respecto a los medios, pero en el que, a
pesar de los recientes esfuerzos de la bioética, la discusión sobre los fines siempre parece quedar suspendida en el vacío.
Tecnificando el bienestar mismo
En este contexto, no deja de ser curioso que, al menos desde
la formulación canónica de la OMS en 1946, la medicina de
nuestros días haya declarado la promoción integral del bienestar y no sólo la ausencia de enfermedad como el horizonte de
sus actuaciones, de manera que, si hay un programa que define de forma característica la retórica regulativa que la inspira,
éste es justamente el del bienestar. Interpretando a Ortega de
un modo superficial, podría parecer pues que el compromiso
con el bienestar ha implicado la subordinación de la tecnociencia médica actual a una serie de fines y metas previamente definidas, cuando, en realidad, lo que la aplicación del programa del bienestar ha conllevado ha sido mas bien una inusitada colonización de numerosas esferas del mundo de la
vida por la racionalidad médica y una enorme inflación de expectativas con respecto a la medicina que genera grandes dosis de frustración y continuos desajustes. Así pues, y tanto si
se entiende como el resultado de ciertas demandas del capitalismo avanzado o como la consecuencia de determinadas estrategias biopolíticas o de subjetivación requeridas por la modernidad, el proceso de medicalización al que venimos asistiendo en las últimas décadas no es sino la expresión de una
sociedad que ha acabado tecnificando el bienestar mismo.
Recientemente, Diego Gracia reflexionaba sobre el porvenir
de la medicina con unas palabras que suscribiríamos muchos y
que confirman la perentoria actualidad del diagnóstico orteguiano: “Hoy el problema principal no es cuánto vamos a vivir
sino cómo y para qué; cuáles son nuestros ideales, nuestras
expectativas y nuestros valores en la vida. De ellos dependerá,
en última instancia, el que seamos inmensamente felices o
profundamente desgraciados”.J
Bibliografía
Barona JL. Salud, tecnología y saber médico. Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces, 2004.
De Haro Honrubia A. Análisis evolutivo de la idea de progreso: proyección actual de Meditación de la técnica de José Ortega Y Gasset. Revista de Estudios
Orteguianos 2004; 8/9:185-217.
Gracia D. Como arqueros al blanco: Estudios de bioética. Madrid: Triacastela,
2004.
Ortega y Gasset J. Meditación de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía. Madrid: Revista de Occidente, 1982 (primera edición en Espasa-Calpe-Argentina, 1939).
Revista de Occidente 2000;228. Número monográfico: “Ortega y la sociedad tecnológica”.
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