Revolución y fracaso - Partido Político Venezolano UPP 89

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Revolución y fracaso
Reinaldo Quijada
Dice el filósofo español Ortega y Gasset: “En las revoluciones intenta la
abstracción sublevarse contra lo concreto; por eso es consustancial a las
revoluciones el fracaso”… Una afirmación tan contundente, de esta naturaleza,
no puede causarnos disgusto o desazón, en aquellos que estamos identificados
con el proceso revolucionario, sino, más bien, debería hacerse de ella, un buen
punto de partida para la reflexión. Oímos con frecuencia decir que “la revolución
debe mirarse a sí misma” pero le tenemos miedo, casi terror, a ello. Miedo
porque requiere ver la realidad, evaluar las decisiones que tomamos y observar
el impacto que ellas tienen sobre nuestra vida cotidiana. En una sola y sencilla
palabra requiere “aterrizar”. Agrega Ortega y Gasset: “Los problemas humanos
no son, como los astronómicos o los químicos, abstractos. Son problemas de
máxima concreción…”.
Mientras un conocido analista político, entrevistado por José Vicente Rangel,
señala: “Maduro está viviendo una fantasiosa épica revolucionaria y no aterriza
en los problemas de la gente”, el propio Presidente, entrevistado por Ernesto
Villegas, explica, frente al hecho concreto del triunfo electoral de la oposición:
“Es un triunfo circunstancial debido a un estado de conmoción” que caracteriza
por “la guerra sicológica, la guerra política, asociada al fenómeno de las colas, al
sabotaje económico” y a una situación real como lo es la caída de los precios
petroleros. No hay errores, ni tampoco contradicciones. Todo es externo a la
revolución, nada interno a ella. La elevada inflación y el alto tipo de cambio
paralelo, por ejemplo, no tienen nada que ver con la monetización del déficit
fiscal, con la expansión monetaria inorgánica, con la ley de oferta y demanda,
sino solamente con la guerra económica, la especulación y el “dólar today”…
Buscamos crear, por decreto o mediante leyes, el propio poder popular, la
conciencia ciudadana, la eficiencia en la gestión pública e, incluso, el socialismo.
No se requieren políticas coherentes, ni claridad ideológica, ni conocimiento, ni
trabajo constante y, menos aún, valores y principios firmes y sólidos.
La afirmación de Ortega y Gasset es dramática para nosotros pero no está
alejada de la realidad.
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