La revolución francesa. Contexto social de la Francia prerrevolucionaria según Peter Mc Phee. Peter Mc Phee describe a la sociedad francesa del siglo XVlll como una sociedad esencialmente rural, más del 80 % de la población eran miembros de dicho ámbito y su economía era básicamente de subsistencia (alimento y vestido). A su ves, la totalidad de los habitantes (tanto del ámbito rural como del urbano) eran considerados súbditos del rey. El 97 % pertenecía al culto católico. Se trataba de una sociedad con prácticas feudales donde los distintos estamentos comunitarios convivían bajo el influjo de fuertes conflictos y tensiones clasistas explicadas en la existencia de sectores de privilegio: la nobleza, la Iglesia involucrados por razones de conveniencia mutua con el régimen absolutista -, que conservaban para sí distintas formas de poder en desmedro de una población abrumadoramente mayoritaria (el 99 % incluyendo desde mendigos hasta ricos financistas) que vivía regularmente acosada por el hambre en un país donde la pobreza era la norma. En este marco el “avance burgués1 debía ser considerado como un nuevo frente de problemas para la clase dominante considerando la enérgica crítica que el mismo profería contra los “órdenes privilegiados.” La Francia rural de 1780 estaba en crisis, el tratado de libre comercio con Inglaterra perjudicó a la industria textil y la iglesia triplicó el costo de arriendo a los productores rurales que también fueron duramente perjudicados por las malas cosechas de 1788. Las relaciones señoriales se cuestionaban incorporando conceptos como razón, utilidad social y ciudadanía. Así, el señorío, en tanto no brindara seguridad, ayuda o protección, emergía como una verdadera afrenta 1 Según Mc Phee, más allá de la discusión sobre si la burguesía tenía conciencia de clase o no, sería correcto considerar a la elite de la burguesía como “ un grupo que intentaba ingresar en el mundo de la aristocracia trastornándolo al mismo tiempo sin darse cuenta”. dando lugar, en el seno de las comunidades rurales a un alto grado de resentimiento que era canalizado en verdaderas uniones del campesinado. Así, la gran cantidad de conflictos en el campo reconoció al hambre, a las exacciones señoriales, al diezmo, los tributos, los derechos de caza y ciertas prácticas de la Iglesia como el centro de sus reclamos2, (soslayando, en principio, cuestiones de carácter simbólico que ostentaba el poder señorial). En orden a Mc Phee, “Las exigencias de los campesinos sobre como debía ser el mundo, se convertirían más tarde en el foco de una acción organizada” En tanto, el clero, la nobleza y la monarquía eran mantenidas por la población rural, ésta era esquilmada impositivamente por los sectores aludidos mediante la aplicación de impuestos como la talla y la gabela, amén del mencionado diezmo y los tributos de señorío. También deben considerarse otros cambios, sociales, económicos y culturales que, en la Francia de la segunda mitad del siglo XVlll degradaban la autoridad política real: la burguesía, una cultura del consumo incipiente, la tibia expansión de empresas con elementales rasgos capitalistas y fundamentalmente el comercio vinculado al negocio colonial, proyectaban valores contrarios a las bases institucionales del absolutismo. La Ilustración en tanto, emergió como un verdadero reto a las formas establecidas ya sean éstas religiosas, políticas o intelectuales. Si bien a cada sector mencionado le cabe un rol específico dentro de la Francia prerrevolucionaria, se podría colegir que la exacerbación al límite de la relación hambre – pobreza por un lado y la ostentación de privilegios, exenciones y riquezas por otro potenciarían un caldo de cultivo de consecuencias previsibles. No 2 Los cuadernos de Queja de la época recogen también un particular interés del campesinado por el cuidado de los recursos naturales. obstante, las protestas, permanentes y constantes, según el autor, y funcionales al régimen, según mi opinión, se llevaban a cabo siempre dentro “dentro de los límites del sistema”. Es a partir de la década del 80 que el poder corporativo comienza lentamente a desmoronarse. No será, si embargo, sino a través de la crisis entre el Estado Absolutista y la nobleza, motivado en el avance de aquel sobre los privilegios y prerrogativas de ésta, que se dispararán los primeros hechos desencadenantes de la revolución. En el marco de una crisis generalizada, hambre, inestabilidad política y desobediencia fiscal en aumento, previo a la convocatoria a los Estados Generales, en la primavera de 1789, el mecanismo de consulta para efectuar propuestas tendientes a modificar “la vida pública” (no para llevar a cabo una revolución) denominado Cuadernos de Queja, reflejaba en parte la situación social, política y económica de la Francia pre-revolucionaria. Este es un momento clave en lo que Mc Phee describe como “politización de las masas” es un momento de mucha efervescencia comunitaria. Puede decirse que, aunque superficialmente, en estos verdaderos libros de reclamos, se encontraban elementos de coincidencia entre los tres estamentos, a saber: a) Un grado de reconocimiento general hacia la figura real, y gran descontento hacia los ministros del rey por el mal manejo de la cosa pública, especialmente respecto de la economía, las finanzas y los impuestos; b) La iglesia debía reformarse rápidamente, y por último; c) nobles, sacerdotes y burgueses eran conscientes que el tiempo de la igualdad fiscal comenzaba. Las exenciones y privilegios en tal sentido debían esperar mejores épocas. También pueden reconocerse acuerdos entre artesanos, campesinos y burguesía respecto de cuestiones fiscales, judiciales y políticas.3 A pesar de lo antedicho en torno a las coincidencias, subyacían diferencias estructurales entre los tres estamentos vinculadas a cuestiones gravitantes: poder político, sistema señorial y privilegios (tenían distintas concepciones del mundo, sin más) que le impondrían un freno a la posibilidad de acordar cambios ordenados: la 3 Cabe acotar que estas coincidencias no eran extensivas a temas como regulación económica, proteccionismo y regulación del comercio cerealero. Burguesía hablaba de una nueva sociedad basada en los talentos, el esfuerzo, la igualdad contributiva, las libertades liberales y el fin de los privilegios; la Nobleza, en tanto, reforzó su particular visión de una sociedad señorial, con jerarquías, estamental y que conservara su trato privilegiado; la Iglesia bregaba por un nuevo orden social donde “la religión católica apostólica y romana fuera la única verdadera” reservándose para sí un monopolio católico de credo y moral; la Monarquía mostró una total ineptitud para modificar un sistema que lo identificaba como máximo responsable y el Tercer Estado, entre tanto, al decir de Sièyes4, era Todo, hasta el momento no había sido Nada y pretendía Ser algo. Las condiciones estaban madurando para que la agudización de las contradicciones sociales, económicas y políticas fueran indetenibles e insuperables al momento de comenzar a sesionar en Versalles. Facundo Arnaudo 4 Sacerdote de origen burgués, escritor del famosos panfleto: “Que es el tercer estado”.