ELEMENTOS PARA LA REFLEXION EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN MODELO PEDAGÓGICO PARA LA FUNDES *Esp. Álvaro Díaz Al adoptar un modelo pedagógico para la FUNDES se debe tener en cuenta los fines y propósitos de la educación emancipadora. Realizar este proceso con rigor técnico debería consistir en extender una fuerte reflexión al interior de la FUNDES, que dé cuenta de sus intencionalidades, propuestas formativas y alcances curriculares, en el contexto en el que se articula la Universidad. Es claro que un modelo pedagógico no es la Universidad ni la reemplaza. No obstante, los modelos permiten dar cuenta de cómo articulamos en este escenario las teorías y las prácticas que animan los espacios de relacionamiento entre docentes y estudiantes, las concepciones respecto de la profesión docente, la planeación de la enseñanza, los procesos del aprendizaje, así como la comprensión y actuación de los diferentes actores de la gestión universitaria. Por ello se hace necesario definir acuerdos pedagógicos básicos que permitan darle coherencia a los procesos que se adelantan en la FUNDES, pertinencia a las actuaciones orientadas a concretar la misión institucional y apropiación de los saberes y aprendizajes que se espera sean aprehendidos por los estudiantes. Esta tarea no tiene por qué ser caótica. Por ello, más allá de los clichés y de la moda educativa, quisiera proponer algunos criterios que pueden fortalecer la decisión de adoptar un modelo para las particularidades de la FUNDES en el servicio educativo [1]. Muchas de éstas ideas ya fueron consignadas en el modelo pedagógico dejado por Monseñor Abraham Escudero , la cual comparto, en la que nos hemos preguntado por cuáles prácticas y bajo qué ideas y conceptos orientar la labor docente FUNDESINA para la gestación de aprendizajes; así como qué elementos pertenecientes a los diferentes modelos pedagógicos se privilegian de manera cotidiana en el espacio educativo y cuáles entre estos apuntan a la consolidación de una propuesta pedagógica pertinente al proceso educativo que articulamos. 1. Optar por las referencias pedagógicas centradas en el aprendizaje Es posible adoptar una propuesta pedagógica centrada en la enseñanza. A ello obedecen modelos tradicionales para los que el docente es el eje vertebral de lo que acontece en el aula, que condene a la universidad a un espacio en el que las clases, los códigos y el control se expresan con arbitrariedad, celo y desdén por las posibilidades de innovación. Sin embargo, la FUNDES consciente del proyecto social y político al que la educación contribuye a configurar deberá hacer suyo el reconocimiento del aprendizaje como razón fundante del espacio educativo, al que la enseñanza aporta. Nada más lejos de las políticas educativas de consenso que las aventuras curriculares en las que el maestro es un todero, que se las sabe todas y al que ninguna pregunta escapan de su anticipación. Afortunadamente las maestras y maestros sabemos hoy que enseñar, en buena medida, consiste en seguir aprendiendo sobre técnicas, estrategias y habilidades que contribuyan a profesionalizar el oficio y a democratizar el saber. Los trabajos ampliamente difundidos, aunque no siempre reconocidos de Jean Piaget, Jerome Bruner, David Ausubel, Celestine Feinet o Lev Vigotsky[2] se convierten en una rica fuente para hacerse a la idea de que en la escuela importa más disponer la enseñanza para la ocurrencia de los aprendizajes que olvidarse del aprendiz para ufanarse del enseñante. 2. Vincular la formación en competencias al desarrollo de la criticidad y la problematización No deja de suscitar suspicacias cierto discurso que ve en las competencias la pócima salvífica de la escuela, perdida en las prisiones de su esterilidad. Por ello, un perfil pedagógico que advierta un rumbo en la formación por competencias deberá evitar el discurso vacío que ve en ellas una moda tanto como un peligro y concentrarse en su implementación como herramientas para el desarrollo de la criticidad y la transformación de los problemas que se presentan en la vida de los aprendices. Las competencias, más allá de su origen o de su rápida adopción desde el mundo productivo, sitúan las actuaciones escolares en contextos significativos de aprendizaje. ¿Qué significa esto? ¡Casi nada! Diría un cínico: enterarnos de que el proceso de enseñanza – aprendizaje sólo es real si quien enseña dispone los recursos necesarios (en el aula o fuera de ella ) para que quien aprende se apropie de los saberes que le son necesarios para sentir, pensar, amar, trabajar, desear, vivir (en la escuela y fuera de ella). 3. Enfocarse en las estrategias didácticas favorables a la indagación, la exploración creativa y el trabajo cooperativo Goéry Delacôte en un modesto libro nos comparte una de las ideas que más deberíamos meditar quienes construimos la escuela: “evidentemente, hace falta tiempo para aprender y para cambiar, ya se trate de un alumno ya se trate del profesor (…) pero cuando se le ha tomado gusto al cambio, es difícil volver atrás” [3]. Evidentemente, dice Delacôte. Aunque para mucho el cambio es indeseable y molesto, constituye una de las claves fundamentales para que la escuela pública aporte al desarrollo de aprendizajes. De manera específica, el cambio en los métodos, estrategias y técnicas que suelen aparecer en el diseño de las actuaciones en el aula, o planeación como la llaman otros. El cambio en este sentido nos llevaría a adoptar estrategias didácticas que favorezcan el que los procesos escolares vinculen los conocimientos con los saberes, el aprendizaje con la comprensión, la repetición con la indagación, la búsqueda con la cooperación; de modo que el estudiante (hombre o mujer, alumno o aprendiz, niño, joven o adulto) se vuelva intérprete y dinamizador del conocimiento existente y actor del conocimiento que puede crear. 4. Concertar acciones de enseñanza, evaluación y acompañamiento de aprendizajes con propósito significativo. Un modelo pedagógico crítico y consciente para la FUNDES, descrito en las líneas anteriores, deberá estar asociado necesariamente a la concepción de estrategias didácticas que privilegien la lectura autónoma del aprendizaje en las y los estudiantes. Por ello, en la definición del sistema institucional de evaluación FUNDESINO de los aprendizajes en los estudiantes (decisión que concreta los desarrollos de los nuevos paradigmas en evaluación, la Institución deberá interpretar su propia versión de la autoevaluación, la coevaluación, la heteroevaluación y la acreditación del aprendizaje; herramientas válidas para adelantar ejercicios evaluativos pertinentes. Asignarle un propósito significativo a la evaluación de los aprendizajes implica adoptar estrategias que permitan al estudiante plantear o solucionar problemas tanto como evidenciar el desarrollo de habilidades de pensamiento en contextos sociales de aprendizaje. Del mismo modo, los procesos evaluativos han de aportar al docente evidencias respecto de los alcances del proceso formativo escolar, mediante la implementación de técnicas y procedimientos que favorezcan la expresión autónoma, creativa y crítica para dar cuenta de la apropiación y socialización del conocimiento desarrollado por las y los estudiantes. Esta es la más difícil tarea de la FUNDES por lo que, en tan breve espacio, obviaré de momento este problema. Por lo pronto, apunto que los modelos conscientes (tanto el social como el desarrollista) parecen mucho más cercanos a esta caracterización. 5. Adoptar una ruta de formación para la vivencia de las ciudadanías. La FUNDES es un proyecto societal cultural y político, más allá de su sola vinculación al territorio. Se ha dicho por ello que con los modelos pedagógicos que transitan por la institución se define un proyecto de hombre y de sociedad que se aspira formar. De manera más modesta, la adopción de un perfil pedagógico en el servicio público educativo debería abocarse a la realización de la FUNDES como un espacio identificatorio y de articulación de formas de la ciudadanía que se prefiguran allí y alcanzan su estatus en el perfil del estudiante que acompaña la Institución. De ahí que la definición de perfiles, la justificación de los proyectos que adelante la Institución y la definición de las acciones de impacto comunitario que se considere necesarias para la realización de las tareas misionales deben corresponderse con el propósito de aportar a la concepción y alimentación de relaciones intersubjetivas, familiares, barriales y ciudadanas de manera consciente. Llegados a este punto, no todos los modelos pedagógicos satisfacen este criterio, por lo cual la labor de adopción deberá perfilarse hacia aquellos que favorezcan el desarrollo de la autonomía, las relaciones de cooperación, la concepción social del saber y la indagación con propósito transformador de la realidad vivida. Entre todos, el modelo crítico social parece responder de mejor manera a este perfil. Finalmente, viene bien recordar que construir una ruta propia para leer los diferentes modelos y optar entre ellos no debería ser tarea de una sola mano ni una sola voz. En tal sentido, la adopción de un modelo pedagógico deberá consultar todas las voces que se escuchan en la FUNDES y las que hablan para la FUNDES, de modo que se escuche en coro la alternativa que mejor convenga a las intenciones que se proponga la FUNDES en nuestro territorio. [1] Para quienes estamos en la tarea de adopción de modelo pedagógico FUNDESINO, sugiero el acercamiento a Lourdes Morán. “Criterios para análisis comparativo de modelos y diseños educativos”. En: Educación y Educadores, Volumen 11, Nº 2, 2008 [2] Aquí sigue siendo importante remitir al trabajo de Rafael Flórez. Hacia una pedagogía del conocimiento. McGraw Hill, 1996 [3] Goéry Delacôte. Enseñar y aprender con nuevos métodos. Gedisa, 1997, p. 161