EL HOMBRE Y SU FUTURO INEVITABLE: La

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EL HOMBRE Y SU FUTURO INEVITABLE: La Muerte1
MDP. Miguel Gonzalo Espinosa Lagunes
Julio 31, 2013.
La muerte se erige como un factor y tema cultural en las diferentes civilizaciones. Desde
tiempos remotos la muerte ha sido motivo de rituales, personalizaciones y ceremonias. Y
cómo no; morir significa cesar la vida en forma completa y definitiva, poniendo al hombre
frente a una realidad inevitable, y por qué no decirlo frente a escenarios trágicos y
catastróficos.
Sin temor al equívoco, se puede afirmar que la muerte es parte de la cultura de los
pueblos, tanto o más que la propia vida. La muerte está presente, en tanto significa el polo
opuesto de la vida2; de hecho, es una expresión coloquial decir que para morir solamente
hace falta estar vivo. La cesación de vida y lo que ella implica, lo que le rodea [o
acompaña], ha sido objeto de múltiples estudios disciplinarios y científicos, no solamente
desde la óptica de la medicina, y resultaría aventurado decir que haya algún campo del
conocimiento que no se ligue, de una u otra manera con la muerte.
Desde el llamado génesis científico, el siglo de ‘las luces’ o de la ‘la ilustración’
[XVIII], encontramos que ciencias como la medicina, psicología, filosofía, química,
biología, ecología, derecho, sociología, antropología, y otras tantas, impulsadas por el
positivismo moderno y atendiendo los diversos campos disciplinares o ramas de estudio,
llevan de una u otra forma, la carga de estudio [directa o indirecta] de la vida, como
construcción, inicio u origen. En consecuencia, se ha rechazado [al menos en sus
orígenes] la destrucción, el ocaso, la muerte3.
Edgar Morin aborda un binomio de no poca trascendencia, la relación inevitable
del ser humano con su último desenlace biológico, su punto de encuentro final como ente
1
Se toma de referencia principal y eje central de este ensayo, la obra de Edgar Morin: El hombre y la muerte.
4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974.
2
Recuérdese que tan emblemática ha sido la vida como la muerte en los estudios de las civilizaciones
modernas. Cfr. OPARIN. A. El origen de la vida. 9ª ed., Editores Mexicanos Unidos, México.1983
3
Tómese en cuenta que el positivismo, promovido e impulsado por Augusto Comte [padre de la sociología],
es un sistema de filosofía basado en la experiencia y en el conocimiento empírico de los fenómenos naturales.
Lo metafísico y lo teológico representan sistemas de conocimiento imperfecto e inadecuado. SANTIAGO
HERNÁNDEZ, Ana Rosa. Sociología. Para comprender a la sociedad. Esfinge, México, 2009. P. 48. La
filosofía positiva comprendía conocimientos universales y científicos. Solamente se consideraban válidas las
respuestas fundadas en los hechos que son susceptibles de demostración o comprobación por la experiencia.
SANTIAGO HERNÁNDEZ, Ana Rosa. Sociología. El rostro del desarrollo social. Esfinge, México, 2008.
P. 68.
1
de vida por excelencia que representa el ser humano, ante su desenlace fatal, o no, de
acuerdo con la cultura y el contexto, la muerte4.
Con magistralidad, se llega a la muerte desde la perspectiva biológica,
encontrándose en el camino con sendos rincones antropológicos. Morin refiere las
concepciones del hombre primitivo sobre la mortalidad, sus cristalizaciones históricas y
hasta una situación de catarsis o crisis explosiva relacionada con la crisis de la
individualidad. Medularmente, Morin desarrolla el hombre y la muerte en cinco escenarios
básicos entretejidos paulatinamente.
Preliminarmente plantea aspectos generales sobre la muerte, factor elemental
de ritos, ceremonias, cultos, costumbres y tradiciones en los pueblos, nos traslada hacia
el hombre de Neanderthal, quien ya daba sepultura a sus muertos y los reunía en un
mismo lugar; enfatiza que prácticamente no ha existido ningún grupo, por antiguo o
primitivo que parezca, que abandone a sus muerto o que los abandone sin algún tipo de
rito.
Existe entre los seres humanos un ejercicio inmemorial [quizá sea difícil establecer
actos de esta índole con exactitud] que ha dado lugar a toda una variedad de resultados
en torno a la cultura de la muerte, su proceso y efectos en los pueblos. En diversos
campos como la literatura, la pintura, la arquitectura y por supuesto la medicina, se han
exaltado las consecuencias de la pérdida de la vida: planteamiento de la inmortalidad, la
posibilidad ideal de perpetuar la existencia sobre la tierra y el desarrollo de medios que
permitan la consecución de esta idea.
En el este siberiano, los ‘koriaks’ arrojan sus muertos al mar, quedando confiados
[más no desamparados] al océano, mostrando clara muestra de una idea de
supervivencia a través del mundo del espectro corporal, de la sombra, espíritu o
fantasma5.
4
El hombre ha estado ocupado con el método científico y ha investigado, en el sentido moderno del término,
sólo durante los últimos siglos, mientras se ha estado familiarizando con la idea de vida después de la muerte
desde tiempos inmemoriales. Véase el artículo “La vida después de la muerte”, en la siguiente dirección:
http://d1.islamhouse.com/data/es/ih_books/single/es_La_Vida_despues_de_Muerte.pdf
[2 de agosto de
2013]. También puede revisarse el artículo del mismo nombre: “La vida después de la muerte”, de Yogi
Ramacharaka.
En
http://www.consciouslivingfoundation.org/ebooks/Span14/Ramacharaka%20%20Vida%20despues%20de%20la%20muerte.pdf [2 de agosto de 213].
5
Haciendo alusión a Frazer, se define la inmortalidad como una prolongación de la vida por un periodo
indefinido, si no es que eterno. De esta guisa, se desprende la eternidad como un concepto abstracto y tardío;
las prácticas relativas a los cadáveres y la creencia de la vida propia de los muertos es uno de los primeros
fenómenos de la humanidad. en MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. Pp.
23-24.
2
La muerte se asume como una especie de vida que prolonga la vida individual; es
un mito, es una metáfora, estar aquí y después transitar a otra latitud. El traslado hacia
esta continuidad de vida [incierta, o más bien, cierta pero desconocida] y la muerte, no
existe con claridad conceptual, mucho menos definida en los lenguajes arcaicos, aunque
se refiere a ella como un sueño, un viaje, nacimiento, enfermedad, accidente, maleficio,
una entrada a la residencia de los antepasados. Esto no quiere decir que existiera
ignorancia sobre la muerte; en todo caso, se reconoce y se acepta una inevitabilidad o
irremediabilidad.
Se puede decir que hay una conciencia realista de la muerte en la noticia
prehistórica y etnológica de la inmortalidad, más no la conciencia de la esencia de la
muerte. Ésta resulta desconocida y no hay forma de conocerla, ya que no tiene ser, es
real y ocurre, se confirma como algo seguro, se ratifica como ley ineluctable; el hombre se
reduce como mortal aunque se pretende inmortal6.
También resultan importantes las expresiones funerarias, las emociones
contenidas en los rituales desbordan, rebasan superan las emociones reales provocadas
por la muerte. “La ostentación del dolor, propia de ciertos funerales, están destinada a
mostrar al muerto la aflicción de los vivos con el propósito de asegurarse su benevolencia,
en algunos pueblos, éstas son ocasiones de alegre manifestación, con ello se pretende
demostrar tanto a los vivos como al muerto que este último ha entrado en la felicidad” 7.
Una buena cantidad de emociones en torno a los procesos funerarios van
envueltos por el horror a la descomposición del cadáver. Esto ha ocasionado diferentes
reacciones desde la prehistoria, ya sea para apresurar tal descomposición, como la
6
En términos de conciencia, ésta la niega [como paso a la nada] y la reconoce [como acontecimiento];
empieza a generarse una interminable y profunda contradicción entre el descubrimiento de la muerte y la
creencia en la inmortalidad. Los funerales constituyen un conjunto de prácticas que consagran y determinan el
cambio de estado del muerto, reuniendo un entramado de emociones, desde perturbaciones profundas en el
mundo de los vivos, hasta el aterrorizarse más que la muerte misma, por el temor a la muerte y no a cusa de
los brujos o de los sacerdotes. Las tumbas de mayor antigüedad [hombre de Neanderthal], demuestran que el
acto de sepultar a los muertos no indica un mero procedimiento que consiste en cubrir el cadáver para
proteger al grupo de su descomposición, sino que señala una actitud ritual: en ocasiones el muerto es colocado
en posición fetal, a veces es acostado sobre un lecho de flores, en otros casos se encuentran cubiertos por una
capa de ocre; también se han encontrado los restos mortales señalados y protegidos por un cúmulo de piedras,
e incluso suelen estar acompañados por ofrendas en forma de alimentos o armas. Estos ofrecimientos
funerarios aparecen en algunos casos agregados a ajuares que visten y adornan al difunto. Las sepulturas y
rituales mortuorios testimonian la irrupción de la conciencia de la muerte en la comunidad humana, así como
también una serie de transformaciones antropológicas que permitieron y provocaron dicha irrupción. MORIN,
E. El paradigma perdido. Ensayo de bioantropología. Ed. Kairós, Barcelona, España. 1992. P. 114.
7
Estas emociones corresponden a diversos aspectos, como gestos de dolor por la pérdida o de alegría por la
reflexión del por qué llorar y ahora el muerto es más feliz que el resto que se queda. MORIN, Edgar. El
hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 26.
3
cremación y el endo-canibalismo, para alejarla, transportándola a un lugar apartado, o
para evitarla, a través del embalsamamiento. En otros casos el proceso de muerte es
motivo de daño económico, toda vez que en algunas culturas, se va la economía familiar
en construirle casa al muerto, como en el caso de China 8.
Igualmente la angustia de la muerte ocasiona reacciones mágicas, como en el
caso del niño que decide no afeitarse nunca puesto que los viejos, que van a morir, tienen
barba, y él decide no afeitarse nunca para nunca tenerla y así no morir. Otros no tocan las
flores que se han de marchitar y más adelante aparecerán las aves de mal agüero o los
números maléficos, así como las promesas de los padres del ‘tú no morirás’9.
El dolor, el terror a la muerte y a la descomposición, la obsesión inclusive, tienen
un denominador común que es la pérdida de la individualidad. El horror no lo produce sino
la carroña del semejante, que además resulta contagiosa.
Hay un afán del hombre por salvar su individualidad más allá de la propia muerte,
el horror a la muerte es la emoción, el sentimiento o la conciencia de la pérdida de la
propia individualidad. Emoción, sacudida de dolor, de terror o de horror. Sentimiento por
una ruptura, un mal, un desastre, un sentimiento traumático. En todos los casos, hay un
vacío de una nada. La conciencia de la muerte es una conciencia traumática asociada con
el hecho de la muerte. El complejo de la pérdida de individualidad es un complejo
traumático que determina las perturbaciones que provoca la muerte 10.
Hay una triple constante antropológica que se refiere en la obra ‘El hombre y la
muerte’: la conciencia de la ruptura que entraña la muerte, el traumatismo que esta
conciencia inflige, y la aspiración a la inmortalidad. Todo ello nos permite apreciar una
inadaptación fundamental del individuo humano a la realidad de la muerte.
Las concepciones de la muerte, que tratan de negarla imaginariamente, responden
a una exigencia dialéctica de la individualidad, girando en torno a dos polos. El polo del
cosmomorfismo se inspira en el recurrente renacimiento de la vida en la naturaleza, y
piensa al individuo identificado con el cosmos, en un proceso de muerte-resurrección, o
de muerte-descanso eterno. El polo alternativo, el antropomorfismo, postula la
8
La descomposición y la sensación de horror que ésta genera es tan sentida como contagiosa. Una buena
parte de las prácticas funerarias se debe a la creencia del estado mórbido que se propaga hacia los vivos.
Dependiendo de la cultura, el período de duelo corresponde al período de descomposición del cadáver.
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. Pp. 27-28.
9
Ibídem, P. 29.
10
Edgar Morin se refiere a esto como el ‘traumatismo de la muerte’. MORIN, Edgar. El hombre y la muerte.
4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 32.
4
inmortalidad, preserva la individualidad hasta más allá de la muerte, imaginando la
supervivencia del doble o del alma.
Cuando se relaciona el individualismo con la sociedad, en términos de muerte, se
matizan relaciones particulares como las del militar con la muerte 11. De la relación del
hombre con la muerte se desprende la aseveración de que la muerte es una idea civil; la
paz y la vida tranquila, cuando los lazos de sociales se relajan, reaparece el miedo
individual, la idea de la muerte atormenta al individuo que ha recobrado su entorno
propio12.
El ciudadano es originalmente libre; no lo es quien depende de otro hombre, pero
sí aquél que depende de una ley universal. “El traumatismo de la muerte queda
dominado, así como la ilusión de la inmortalidad; poco importa mi muerte, en tanto que
servirá para fundar otras individualidades virtuosas...”13. Las sociedades occidentales
amalgamaron los elementos ambivalentes de la moral cívica, a través de preceptos
ulteriores epicúreos y estoicos14, para formar una especie de ‘vulgata’15 laica, cuya
sabiduría se esgrimirá contra la muerte.
11
El estado de guerra provoca una degradación general de la conciencia de la muerte. Predomina la sociedad
sobre la individualidad. Después de uh tiempo más o menos prolongado, las estructura liberales de paz se
transforman en estructuras de guerra. Edgar Morin se refiere a esto como el ‘traumatismo de la muerte’.
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 41.
12
Ibídem. 43.
13
Ibídem. 48.
14
Epicuro [341-270] nació en Samos siete años después de la muerte de Platón y fundó una escuela que
perduraría hasta los últimos años del imperio Romano. Aborda la teoría del conocimiento, desarrolla una
física y concluye con una filosofía moral. El estoicismo nace como escuela en la Atenas del siglo III, a partir
de Zenón, originario de Citio, Chipre y destaca por sus aportaciones en la metafísica. XIRAU, Ramón.
Introducción a la Historia de la Filosofía. 13ª ed., UNAM, México, 2005.
15
El término vulgata viene del vocablo que significa difundido o divulgado. La versión latina de la Biblia
realizada por San Jerónimo por encargo del papa Dámaso a finales del s. IV recibe el nombre de Vulgata (Vg)
[divulgada, difundida] entre el pueblo. Los libros protocanónicos del Antiguo Testamento fueron traducidos
por San Jerónimo utilizando por primera vez directamente el texto hebreo; las traducciones anteriores se
basaban en el texto griego de los ‘Setenta’. Con el correr de los años la Vulgata se vio sujeta a alteraciones
(sustituciones de vocablos difíciles por vocablos fáciles, interpolaciones y correcciones, etc.); por eso, en
Concilio de Trento había una gran variedad de recensiones de la Vulgata, las cuales tenían la pretensión de ser
el texto genuino de la Vulgata. Para 1546 el Concilio de Trento declaró la Vulgata ‘auténtica’, que podía
usarse como texto normativo de referencia con preferencia a otras versiones latinas, sin excluir el recurso a
los textos originales, y promovió una edición oficial de la misma para el uso común. Varios papas nombraron
comisiones para la revisión de la Vulgata, hasta llegar a la edición de 1590 de Sixto V que volvió a revisarse
en el pontificado de Clemente VIII. La edición sixto-clementina del 1592 fue el texto oficial de la Biblia en la
Iglesia católica. No era, sin embargo, el texto de la Vulgata que presentó en sus tiempos Jerónimo; en
consecuencia, por diversos motivos, no llega a realizarse plenamente el deseo del concilio de Trento, que
quería una edición totalmente correcta. Sólo en el Génesis se encontraron unas mil diferencias, relativas casi
todas ellas al vocabulario y al estilo; otras afectaban más o menos al sentido. Pío X, en 1907 confió a los
benedictinos la tarea de preparar una edición crítica de la Vulgata, en la abadía de san Jerónimo de Roma. En
los años 1965-1978 una comisión pontificia realizó la revisión del texto de la Vulgata, para ponerlo de
acuerdo con el sentido de los textos bíblicos originales, donde las investigaciones críticas modernas habían
5
En torno a la muerte también se evidencia la ruptura en la relación individuoespecie, dicho de otro modo, se presenta una promoción de la individualidad sobre la
especie, o la decadencia de la especie respecto de la individualidad. De esta premisa se
desprende la reflexión de que la vida animal no implica tanto la ignorancia de la muerte
como una adaptación a la misma [a la especie]. El animal, aunque ignorante de la muerte,
conoce la muerte que
puede identificarse como ‘agresión’, ‘peligro’ o ‘enemigo’. El
animal, también identifica y rechaza el camino de la muerte, cuando pierde interés en
atacar tras olfatear el falso cadáver16.
Es la individualidad humana, lúcida ante su muerte, la que le afecta
traumáticamente, contra la que elabora el mito de la inmortalidad; la lucidez no consiste
en la toma de conciencia de un saber específico, sino un saber totalmente individual: una
apropiación de la conciencia17. La conciencia humana de la muerte supone una
promoción de la individualidad con respecto a la especie, una decadencia de la especie
con respecto a la individualidad. Lo cual dará lugar a lo que él llama paradoja de la
muerte.
De hecho, existe una serie de paradojas o contradicciones, que incluyen al
canibalismo, o endo-canibalismo [funerario] o exo-canibalismo [devoración de los
enemigos]; en ambos casos, predomina lo mágico que constituye apoderarse de las
virtudes del muerto. El riesgo de muerte es la paradoja suprema del hombre ante la
muerte, ya que contradice total y radicalmente el horror a aquélla; el homicidio, ya sea en
una lucha a muerte o en una batalla, igualmente implica el riesgo de muerte. “La
extensión del círculo del riesgo de muerte es la misma medida que la extensión del círculo
de las participaciones, es decir, ilimitada”18.
En el riesgo a morir participa el individuo, quien puede dominar el horror a la
muerte; así se presenta la paradoja del riesgo de muerte al horror a la muerte. La especie
pierde su eficacia clarividente, cesa de envolver y proteger la vida individual. Sobre esta
decadencia de la especie el hombre se afirma como irreductible, de ahí el horror a la
muerte; se abre sobre el infinito de las participaciones, de ahí el riesgo de muerte. La
triple constante antropológica de la conciencia de la muerte [ruptura, traumatismo,
demostrado su disconformidad. El fruto de este trabajo de la comisión ha sido la publicación de la NeoVulgata. http://mercaba.org/VocTEO/V/vulgata.htm [3 de agosto de 2013]
16
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 58.
17
La conciencia de la muerte no es innata, sino producto de una conciencia que aprehende la realidad. Como
decía Voltaire: no es por medio de la experiencia como el hombre llega a saber que ha de morir, la muerte
humana es una adquisición del individuo. MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona,
1974. P. 62.
18
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 76.
6
inmortalidad] revela una inadaptación fundamental. El traumatismo de la muerte y la
creencia en la inmortalidad con su presencia continua y violenta en el transcurso de la
prehistoria e historia humanas, confirman lo categórico de tal inadaptación.
En un segundo momento, el autor hace una referencia sobre las algunas
percepciones o conceptualizaciones de la muerte, revisa los tiempos antiguos y las
primeras conceptualizaciones generales de lo que la muerte ha representado en la
humanidad.
Los hombres de las sociedades arcaicas fueron impresionados antes que nada, en
el plano imaginario, por lo contagioso de la muerte; concibieron entonces una multiplicidad
de ritos para detener este contagio sugerido por la descomposición del cadáver y también
para favorecer el pasaje del difunto al mundo de los espectros. Para ellos resultaba
repulsivo la idea de una muerte definitiva, la muerte sólo podía ser para ellos una muerterenacimiento.
De ahí surge la idea de que los desaparecidos viven en otra parte su vida como
vivientes. Los muertos para ellos, no tienen nada de humanos desencarnados, de
espíritus, como erróneamente se ha pretendido a menudo. Se trata más bien de dobles, o
si se prefiere, de espectros que toman formas de fantasmas, que acostumbran
acompañar al vivo durante toda su existencia, en sus sueños, en su sombra o en su
aliento: El ka egipcio, el genius romano, el Bephaim hebreo, el Frevoli o Fravashi de las
personas, son de hecho vivientes invisibles que aman y odian, protegen o se vengan; son
siempre muy exigentes y hay que contar con ellos en forma permanente 19.
El renacimiento de los muertos se extiende por todos los pueblos arcaicos;
Malasia, Polinesia,
la Amerindia, etc., es la base de una buena parte del ocultismo
contemporáneo. Los vestigios de la reencarnación subsisten en numerosos mitos,
fábulas, folklore, literatura, filosofía, y se pone en evidencia que el hombre renace
constantemente20.
Por otro lado, toda muerte provoca un nacimiento y todo nacimiento es a causa de
una muerte; el efecto se hace en dos sentidos: muerte-nacimiento, nacimiento-muerte. Así
lo demuestran los ritos de iniciación, que constituyen el paso hacia la vida nueva en tres
etapas: separación [jóvenes aislados en un lugar retirado], torturas y operaciones
traumáticas rituales [circuncisión, subincisión, dientes arrancados] y purificación.
19
20
THOMAS, Louis Vincent., Antropología de la muerte, Ed. FCE, México, 1993, p. 182.
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 119.
7
El renacimiento del muerto se efectúa a través de una maternidad nueva
[maternidad de la madre-mujer, madre-tierra, madre-mar. Madre-naturaleza, etc., que
reciben en su seno al muerto niño. Las analogías maternales se extendieron y se fueron
consolidando en el solar de una madre patria o en las proximidades del mari infinito 21.
La muerte introduce la ruptura más radical y definitiva entre el hombre y el animal.
Se puede decir que el hombre es el animal desde que entierra a sus muertos, siendo en
ese momento cuando comienzan las creencias religiosas: el otro mundo. La magia, la
brujería, el espiritismo, los chamanes, las creencias en la otra vida, en la resurrección, en
la inmortalidad, nacen del intento humano de resolver el problema de la muerte.
Las ciencias del hombre han soslayado sistemáticamente la cuestión. Con una
agilidad sorprendente Morin aborda, partiendo de la biología, la problemática
antropológica de la muerte, las concepciones que de ella tuvo el hombre primitivo, sus
fusiones o cristalizaciones [realizaciones históricas] y esta contemporánea crisis de la
muerte, que relaciona con la crisis de la individualidad; es decir, mediante un sistema
abierto, interdisciplinario, se ocupa de las cuestiones antropológicas, históricas,
sociológicas, psicológicas, filosóficas y políticas22.
Dentro de las conceptualizaciones primitivas de la muerte, se debe incluir al
ocultismo, ese conjunto de tradiciones escritas y orales que han venido desde los
santuarios egipcios y caldeos23 hasta nuestros días a través de Moisés, Daniel y los
judíos, los esenianos.24
21
Ibídem, P. 126.
http://www.editorialkairos.com/catalogo/el-hombre-y-la-muerte [1º de agosto de 2013]
23
Originarios de Caldea, antiguo espacio entre la parte baja del Éufrates y el Tigris. El primer pueblo
civilizado que ocupó esta región llevaba los nombres del país de Sumer y Akkad, lo que significa ‘dos
pueblos distintos’, o ‘dos partes de una población’; se considera como una misma raza. Los Caldeos vivían en
el sur-oeste de Babilonia. Del siglo IX al VI, los caldeos desempeñaron un papel importante en la historia de
Asia; contribuyeron a la destrucción del imperio asirio. En un corto período llegaron a Babilonia, que fue
llamada gradualmente como Caldea. Fueron un poder dominante en Mesopotamia. Véase el siguiente artículo:
http://www.historialuniversal.com/2009/05/neobabilonico-segundo-imperio.html [2 de agosto de 2013]
24
Los esenios fueron una secta de los tiempos antiguos que indudablemente guarda gran analogía con la
Sociedad Masónica. Los también llamados esenianos por algunos autores, vivían reunidos en congregaciones
separadas, pero unidas todas por un lazo común; se entregaban a profesiones mecánicas y sus bienes eran
comunes. Se dividían en cuatro clases y cuando viajaban se albergaban en los diferentes asilos de la Sociedad,
y tenían ciertos signos y palabras para poderse conocer entre sí. Si un profano pedía la iniciación, no era
admitido sino después de tres años de pruebas; y si salía de ellas triunfante, juraba servir a Dios fielmente, ser
justo con sus semejantes, buscar la verdad, amarla y defenderla y perder antes la vida que revelar a ningún
profano los secretos de la Sociedad; después de esto se entregaba al neófito un martillo y un mandil blanco y
era,
desde
entonces,
considerado
como
un
miembro
de
la
Asociación.
En
http://cehma.blogspot.mx/2008/07/los-esenios.html [4 de agosto de 2013]
22
8
Y qué decir de los discípulos de Cristo, los neoplatónicos, los alquimistas, los
iluminados de la Rosa-Cruz25, etc. El ocultismo se ha transmitido a través de sectas para
sociales, y recubrió con fuerza la filosofía, en el siglo IV con el Neoplatonismo, en siglo
XVI con Giordano Bruno26 y en el siglo XVIII cion Leibniz y la Francmasonería. Por su
parte, el espiritismo es el centro de todas las creencias relativas a los espectros y
fantasmas; “no es más que la teoría y la práctica experimental de las relaciones con el
doble, con o sin la intervención de los médiums [nigrománticos aptos para la
comunicación hipnótica con el más allá]27.
A diferencia del espiritismo28, la tradición ocultista se distingue por los siguientes
caracteres29:
1. Enseña que el hombre se compone de tres principios: cuerpo físico; cuerpo
astral; y espíritu inmortal.
25
La Orden de la Rosacruz es una sociedad secreta de místicos que se supone fundada en la Edad Media por
Christian Rosenkreutz. Algunas organizaciones esotéricas [órdenes], que usan rituales relacionados con la
francmasonería, reivindican ser las herederas de la legendaria Orden Rosacruz, dada a conocer públicamente
en el siglo XVII. Los Rosacruces son hombres y mujeres que, a través de sus estudios, descubren la íntima
armonía que existe en todo el Universo, del cual son parte, y manifiestan el poder que les confiere dicha
armonía. Descubren que el Universo existe por un propósito bien definido y que cada uno de nosotros tiene un
papel particular que desempeñar en el vasto escenario universal. Los símbolos asociados a la Orden de la
Rosacruz son combinaciones de una o más rosas decorando una cruz. Junto al símbolo puede aparecer un
triángulo doble o una estrella. La rosa o la cruz pueden estar adornadas con símbolos cabalísticos o
alquímicos, e incluso por símbolos egipcios. Esta cruz con una rosa representa al ser humano completamente
evolucionado, al Maestro de la Existencia. Ver el artículo publicado en el siguiente blog:
http://www.tarotistas.com/secciones/esoterismo/Rosacruz [4 de agosto de 2013].
26
Recuérdese que Giordano Bruno fue compañero de celda de Galileo Galilei cuando fue perseguido por la
Santa Inquisición. Bruno fue más que otro filósofo interesado en una serie de ideas, desarrolló su actividad en
pleno corazón de la vida intelectual del Renacimiento y ocupaó un lugar destacado en una auténtica
encrucijada de la evolución del pensamiento humano. Siempre estuvo impulsado por el fervor de conocer y
explorar. Para él no existían las fronteras, y no aceptaba limitaciones. Era extraordinariamente inteligente y
erudito, pero no fue ningún especialista o genio de una sola disciplina. La de Bruno era aquella clase de
inteligencia que siempre va en busca de los retos y las ideas peligrosas y encuentra nuevas conexiones entre
ellas; pero, por encima de todo, también tuvo el valor y la determinación de dar a conocer sus conclusiones en
una era manchada por las persecuciones y la fe corrompida. Bruno, conocido como ‘el Nolano’, por provenir
de Nola, un pueblo del sur de Italia, cerca de Nápoles, empezó su vida adulta como sacerdote, pero dejó su
orden y fue excomulgado por considerársele sospechoso de herejía. Pasó el resto de su existencia recorriendo
Europa, enseñando y escribiendo. Nunca permaneció más de dos años en el mismo lugar, aun así escribió
docenas de libros y opúsculos y gozó del favor de figuras poderosas de su época [Enrique III e Isabel I de
Inglaterra]. Durante un breve período actuó como espía dentro de la corte inglesa y conoció personalmente a
muchos de los más célebres [y notorios] alquimistas, cabalistas y místicos de su tiempo. Era un hombre de
trato difícil, apasionado y siempre dispuesto a discutir; ciertamente valeroso, pero también abrasivo. Después
de casi un cuarto de siglo de vida errante, regresó a Italia y en cuestión de meses fue arrestado por la
Inquisición y juzgado como hereje. Después de padecer casi ocho años de encarcelamiento y repetidas
torturas a manos de los cardenales, fue quemado vivo en Roma. Cfr. WHITE, Michael. Giordano Bruno, el
hereje impenitente. Javier Vergara. Buenos Aires, 2003.
27
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 172.
28
KARDEC, Allan. El libro de los espíritus. Editorial Tomo. México, 2004.
29
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 171.
9
2. Afirma la correspondencia analógica entre los tres mundos [entre el visible y el
invisible] en los planos, físico, astral y divino.
3. Es esencialmente espiritualista, enseña y prueba que es una realidad universal
que la mente mueve materia.
En un tercer escenario, Edgar Morin nos muestra, como él lo dice, las
cristalizaciones históricas de la muerte. En los pueblos más rústicos, precarios o
rudimentarios, los muertos se confunden unos con otros y con los vivos. Por otro lado,
muertos y dioses están indiferenciados, esto es, se confunden mutuamente.
El mundo de los muertos cada vez se leja más del mundo de los vivos, y entre
mayor sea la distancia, se confirmaran las diferencias y se precisarán los poderes divinos
de los muertos-antepasados30.
Entre la relación de los muertos con los vivos o la de los dioses con los vivos, se
encuentra el alma, tal vez radicada [germinada] primitivamente en la concepción de la
muerte-renacimiento. Cuando el individuo renace, cambia de cuerpo tomando forma de
animal o de otro ser humano; quizá, haya una parte de su esencia en el nuevo ser, que
permanece a través de la metamorfosis.
El alma se desarrolla al momento en que el doble se debilita; se precisa y define
mientras el doble se confunde. El doble termina siendo un mortal mustio y desechado por
la muerte, que en lugar de disipar el temor a la muerte, lo inspira. El hombre ha creado al
doble para defenderse de la muerte, pero llega el momento en el que, dentro del doble,
está obligado a reconocer la muerte que primitivamente negó.
Ante la desvalorización del doble, la aparición del alma y la salvación. Alma y
salvación surgen en el culto tracio a Dionisos31; el alma, arrebatada, desfallecida, se
revela de la naturaleza divina y asegura al hombre una resurrección, una vida nueva,
dotada de un cuerpo nievo e imperecedero32.
De acuerdo con la religión judeocristiana, la muerte se relaciona con las acciones
morales de los seres humanos, la existencia de la salvación del alma por medio de las
buenas acciones y la búsqueda del perdón de los pecados por medio del rezo. Desde la
30
Ibídem. P. 189
Dioniso es el dios tracio del vino, representando no sólo su poder tóxico sino también sus influencias
sociales y beneficiosas. Es considerado promotor de la civilización, legislador y amante de la paz, así como
dios protector de la agricultura y el teatro. Dioniso era también conocido como Baco (en griego
Βακχος Bakkhos), nombre con el que fue asimilado en la mitología romana, anulando y confundiéndose con
el antiguo dios itálico Liber Pater. Los griegos incorporaron a Dioniso a la tradición olímpica como hijo
de Zeusy Sémele, hija de Cadmo, rey de Tebas, aunque otras versiones afirman que era hijo de Zeus
y Perséfone. http://www.poesiadelmomento.com/luminarias/mitos/19.html [1º de agosto de 2013].
32
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 195.
31
10
España medieval esto se puede ve a través de sus tradiciones y ceremonias ante el
fallecimiento de un ser humano. Al morir una persona se llevaban a cabo rezos en
búsqueda de la salvación de su alma, esperando con ello que la persona pudiera acceder
al paraíso; en algunas provincias se rezan rosarios en las casas de los deudos; como
ceremonia de respeto se vela al difunto, su cuerpo se extiende sobre una sábana en el
suelo, se le pone su mejor ropa y se le colocan velas que le permitieran estar iluminado
en el viaje que realizaría.
En este discurrir aparece la identificación de ciertos espíritus con la imagen de
héroes; se trata de espíritus de hombres difuntos que habitan el interior de la tierra, en la
que viven eternamente, como los dioses. Primero son muertos-ancestros, dioses
detenidos a medio camino, sin embargo su carácter propio de héroes les confiere
grandeza y fatalidad; el héroe toma partido por los hombres 33. El héroe es enemigo de la
muerte, su vida es una perpetua lucha contra ella. El héroe ha tomado conciencia del
horror de la muerte.
Por su parte, el espíritu no niega inmediatamente alma, sino que de la misma
forma en que el alma relegó al doble, el espíritu la desvaloriza; la filosofía del Espíritu
tiende a devolver al hombre, limitado y finito, a su insignificante muerte sin salida posible.
Edgar Morin refiere tres vías de progreso de la muerte34:
1. Salvación personal.- el dios salva de la muerte y concede la inmortalidad de
sus ser total;
2. Salvación cósmica.- el alma o el espíritu humano pueden encontrar
inmortalidad en la fusión de la divinidad cósmica, y
3. Escepticismo.- ateísmo.
La salvación dejó atrás a los ancestros para fijar la vista sólo en los dioses
creadores del universo, eternos, salvadores. El renovado sacrificio en la vida condujo la
redención del hombre ante el dios que accedió a salvarlo, una muerte que aceptó la
pérdida del cuerpo temporalmente sólo porque conservó el alma hasta el restablecimiento
del cuerpo ya incorruptible en el fin de los tiempos.
Sin embargo, las religiones salvítecas conciben la muerte como un acontecimiento
negativo del cual surgirá el hombre por la acción divina, donde dios y hombre se
identifican, surgen triunfantes de su lucha contra el mal, la muerte, y se reconcilian en la
33
Incluso siendo semidios, como Hércules, ganándose el derecho de vivir en el Olimpo, a fuerza de golpes,
será siempre amigo de los mortales. MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974.
P. 195.
34
Ibídem. P. 201.
11
inmortalidad. El hombre imita al dios que vence a la muerte y gracias a ello obtiene la
gracia de ser salvado, ya que por sí mismo, no puede alcanzar la inmortalidad,
devolviendo una identidad humanizada fundamental al dios, sólo por ella es que el
hombre se atreve a considerar su propia inmortalidad y renovar la comunicación a través
del ritual.
Así, como la salvación personal, la salvación cósmica tiende por una
desvalorización del cuerpo, esta vez como limitante del hombre en su fusión con la
divinidad, la fuente de vida de todo ser. El hombre debe renunciar a sus ataduras en la
vida terrenal, debe renunciar a su individualidad, a su memoria, a su conciencia, para
unirse al alma generalizada del universo como forma última de existencia.
Sin embargo, la inmortalidad bajo ambas salvaciones encontró oposición en la
racionalidad que negó la existencia de todo lo que no pudiera probarse por medio
empírico, en cuyo caso el cadáver fue el último reducto de la vida, descubriendo al
hombre frente a una muerte sin asideros. Los llamados ateos, se enfrentan con los
seguidores de la salvación que se amparan en la fe, sin que ninguno desaparezca.
Después de ser una secta perseguida durante los primeros siglos de su evolución
en la Roma antigua, el cristianismo junto a su promesa de salvación eterna, se convierte
en la religión oficial del imperio, en el reinado de Constantino el Grande. Factor de
reconocimiento que impulsó la hegemonía de esta religión durante toda la Edad Media a
todos los niveles, tanto sociales como espirituales.
En todo caso la muerte ha sido parte integrante de todas las culturas, de todas las
sociedades históricas. Ahora sigue la reacción última traducida en la muerte, la reacción
final, la destrucción, la catarsis.
En un cuarto tiempo, encontramos la actualidad de la muerte como parte de una
crisis humana. Los resultados que el ejercicio proyecta van desde el campo de lo
hipotético hasta lo realizable, añadiendo con creatividad todo aquello que haga falta para
llenar los agujeros conceptuales que puedan existir en la idea de la no-muerte o la vida
eterna, dada nuestra falta de comprensión de esos fenómenos. La pretensión de ostentar
un cuerpo humano de manera indeterminada se presenta en muchas facetas, algunas un
tanto más resignadas y terrenales que otras, pero usualmente conservando la idea de
prosperar más allá del momento en el que perdemos contacto con todo aquello que
conocemos y que, sumariamente, nos ha dado la idea de existencia y de vida 35.
35
Los utensilios, las tumbas y los espacios designados para la conservación del cadáver son un primer
intento, si no es que el más prevalente para retener el cuerpo ideal y, a su vez, alejar la imagen del cuerpo
12
La tierra devora el cofre que retiene al muerto [‘sarcófago’: devorador de
cadáveres]. Esta desaparición del cadáver supone un nuevo nivel de realización de la
inmortalidad, ahora en materia de aquello que trasciende lo sensorial y terrenal, y por
ende aborda el difuso tema de la escatología; un término que vale la pena distinguir
momentáneamente de la escatología, que tiene como finalidad el estudio y empleo de los
excrementos.
No puede faltar el horror que para el nihilismo representa rechazo, animadversión.
El nihilista rechaza con un gesto convulsivo de asco incluso su propio ser, horrorizado
como un herido se horroriza de su destrozado cuerpo al verse recubierto por la lepra36.
También es relevante señalar la neurosis que provoca la muerte, en tanto que
viene acompañada, envuelta con regresiones intelectuales que están acompañadas de
angustia. Esta angustia es el gran detector, el sexto sentido con el cual el filósofo de la
existencia olfatea sus propios destino y muerte37.
La angustia es denominador común a las filosofías de Kierkegaard 38, quien la
desvía hacia la salvación; Heidegger39, quien la amarra a la muerte, y Sartre40, que la
orienta hacia la libertad.
Finalmente, la muerte desde la óptica de la asimilación, comprensión y
convivencia integra la quinta y última etapa de la obra. Después de asimilar lo que
representa la pérdida de la vida, la partida de un ser querido, la muerte es condensada en
términos de la ciencia. Encontramos a la Tanatología como una herramienta que ayuda a
comprender mejor el fenómeno de la muerte.
físico que entra en descomposición y horroriza a quienes sobreviven al difunto. Las tumbas primitivas
cumplían la misión de ocultar la muerte, no daban pie a la visión de la transformación del cadáver,
permitiendo así prolongar la idea de que continuar presente [sigue aquí]. Véase el artículo siguiente:
http://bizarromonks.wordpress.com/2011/11/20/introduccion-a-el-hombre-y-la-muerte-de-edgar-morin/
[1º
de agosto de 2013].
36
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974. P. 304.
37
Ibídem. P. 315.
38
Soren Kierkegaard, nació en Copenhague en 1813 y murió en 1855, fue un existencialista [quizá el creador]
cuya obra principal está en los ‘Diarios’. XIRAU, Op. Cit. Pp. 375-377.
39
Heidegger ni aprueba ni desaprueba la existencia de Dios, más bien es agnóstico. Nace en MeBkirch,
Baden, [sudoeste alemán], el 26 de septiembre de 1889, y fallece en el año de 1976. La dimensión temporal
del ser, en cuanto proyecto del ‘ser-ahí’ y enfrentamiento a la muerte [el ser-ahí es también ‘ser-para-lamuerte’], sería el otro gran olvido de la filosofía clásica. El esfuerzo de Heidegger por pensar el ser como
relación de los entes en el tiempo está en la base del posterior movimiento hermenéutico. En
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/heidegger.htm [4 de agosto de 2013]
40
Jean Paul Sartre [1905-1980], es el filósofo más relevante después de la 2ª Guerra Mundial. Quizá su libro
teórico principal se ‘El ser y la nada’, donde evidencia una postura atea de libertad. XIRAU, Op. Cit. Pp. 463464.
13
La ciencia de la muerte no es ajena a la concepción de la ciencia contra la muerte;
el carácter patológico y normal de la muerte, condiciona las perspectivas de la lucha
contra ella. La humanidad ha evidenciado en diversos episodios una lucha contra la vejez;
recuérdese los brebajes que se daban en las civilizaciones antiguas, sobre todo en las
sociedades agrarias de Asia menor para alcanzar la eterna juventud: elixir de Paracelso
[s. XV]; elixir del conde de Saint Germain [s. XVII]; y el yogourt de Metchnikoff [alimento
de los centenarios búlgaros]
FUENTES DE CONSULTA
Bibliografía
KARDEC, Allan. El libro de los espíritus. Editorial Tomo. México, 2004
MORIN, Edgar. El hombre y la muerte. 4ª ed., Kairós, Barcelona, 1974.
MORIN, E. El paradigma perdido. Ensayo de bioantropología. Ed. Kairós, Barcelona,
España. 1992. P. 114.
OPARIN. A. El origen de la vida. 9ª ed., Editores Mexicanos Unidos, México.1983.
SANTIAGO HERNÁNDEZ, Ana Rosa. Sociología. El rostro del desarrollo social. Esfinge,
México, 2008.
SANTIAGO HERNÁNDEZ, Ana Rosa. Sociología. Para comprender a la sociedad.
Esfinge, México, 2009.
THOMAS, Louis Vincent., Antropología de la muerte, Ed. FCE, México, 1993.
WHITE, Michael. Giordano Bruno, el hereje impenitente. Javier Vergara. Buenos Aires,
2003.
XIRAU, Ramón. Introducción a la Historia de la Filosofía. 13ª ed., UNAM, México, 2005.
Internet
http://cehma.blogspot.mx/2008/07/los-esenios.html
http://d1.islamhouse.com/data/es/ih_books/single/es_La_Vida_despues_de_Muerte.pdf
http://mercaba.org/VocTEO/V/vulgata.htm
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/heidegger.htm
http://www.consciouslivingfoundation.org/ebooks/Span14/Ramacharaka%20%20Vida%20despues%20de%20la%20muerte.pdf
http://www.historialuniversal.com/2009/05/neobabilonico-segundo-imperio.html
http://www.poesiadelmomento.com/luminarias/mitos/19.html
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