Oficio 220-071074 del 5 de mayo de 2009

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Oficio 220-071074 del 5 de mayo de 2009
Ref. La sociedad una vez constituida forma una persona jurídica independiente de los socios
individualmente considerados.
Me refiero a su escrito radicado en este Despacho con el número 2009-01-105113, por medio del cual eleva
la siguiente pregunta:
“ Cómo debe realizarse la enajenación de un bien inmueble en una sociedad en la cual uno de los socios es
un menor de edad, debe esta enajenación realizarse por medio de autorización judicial o la autorización judicial
solo corresponde cuando el menor de edad realiza un aporte societario de esta clase de bienes.
Siguiendo este orden de ideas qué sucede con aquellas sociedades que fueron constituidas antes de la.
sentencia de constitucionalidad C-716 de 2006 y por ende la autorización judicial no era necesaria para que
un menor de edad diera un bien inmueble como un aporte en sociedad. Cómo se debe realizar la enajenación
de estos bienes en este tipo de sociedades.”
Previamente a responder su inquietud resulta oportuno precisar, que si el representante de un incapaz
pretende aportar en su nombre derechos reales en una sociedad, la ley exige en su protección, que su
participación en la misma de ninguna manera podrá hacerse en contravención a sus intereses, como tampoco
comprometiendo su responsabilidad por encima de su participación porcentual en el capital del ente societario.
Es así que el artículo 103 del Código de Comercio, modificado por el artículo 2º de la Ley 222 de 1995, prevé:
"Los incapaces no podrán ser socios de sociedades colectivas ni gestores de sociedades en comandita.
En los demás casos, podrán ser socios, siempre que actúen por conducto de sus representantes o con su
autorización, según el caso. Para el aporte de derechos reales sobre inmuebles, bastará el cumplimiento de
los requisitos previstos en el artículo 111."
Ahora remitiéndonos a la constitución de una sociedad propiamente dicha, resulta oportuno precisar, que a la
luz del artículo 98 del Código de Comercio, “ Por el contrato de sociedad dos o más personas se obligan a
hacer aporte en dinero, en trabajo o en otros bienes apreciables en dinero, con el fin de repartirse entre sí
las utilidades obtenidas en la empresa o actividad social. – La sociedad, una vez constituida legalmente,
forma una persona jurídica distinta de los socios individualmente considerados.” (Resaltado fuera
del texto).
Ahora bien, de acuerdo con el artículo 633 del Código de Civil, la persona jurídica es “ … una persona ficticia
capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles y de ser representada judicial y extrajudicialmente,
por lo que para tal fin requiere de un representante a efecto de que ejerza los derechos y contraiga las
obligaciones tendientes a la ejecución de la empresa social, cuyas actuaciones repercuten directamente en el
patrimonio del ente societario.
El numeral 12 del artículo 110 del Código mercantil, prevé que la escritura pública de constitución se deberá
expresar, entre otros,
“ … El nombre y domicilio de la persona o personas que han de representar legalmente a la sociedad,
precisando sus facultades y obligaciones, cuando esta función no corresponda, por la ley o por el contrato, a
todos o algunos de los asociados".
El artículo 196, por su parte, señala que: "La representación de la sociedad y la administración de sus bienes
y negocios se ajustarán a las estipulaciones del contrato social, conforme al régimen de cada tipo de sociedad.
A falta de estipulaciones, se entenderá que las personas que representan a la sociedad podrán celebrar o
ejecutar todos los actos y contratos comprendidos dentro del objeto social o que se relacionen directamente
con la existencia y el funcionamiento de la sociedad.
Las limitaciones o restricciones de las facultades anteriores que no consten expresamente en el contrato social
inscrito en el registro mercantil no serán oponibles a terceros".
Expuesto lo anterior, es dable inferir que la sociedad es autónoma, que su patrimonio es independiente al de
los socios, y que su representante legal es el único con autonomía para comprometer a la sociedad, y por lo
mismo, está ampliamente facultado para ejecutar los actos necesarios tendientes a la ejecución del objeto
social.
Cuando los asociados realizan un aporte a la sociedad, éstos dejan de ser de su propiedad, para entrar a
formar parte, a partir del momento en que se legalizan dichos aportes, del patrimonio de la compañía
respectiva, quienes como contraprestación reciben a su favor un número determinado de cuotas, acciones o
partes de interés, dependiendo el tipo societario de que se trate, que conforme nuestra legislación comercial,
bien puede ser una sociedad de responsabilidad limitada, anónima, en comandita o colectiva; así las cosas,
las cuotas, acciones o partes de interés que adquieren los aportantes son bienes de exclusiva propiedad de
cada uno de sus respectivos titulares y por consiguiente, no le pertenecen a la compañía, para lo cual el valor
correspondiente representa un pasivo interno.
Expuesto lo anterior es dable inferir, que un inmueble aportado a una sociedad por uno de sus asociados, ya
no es suyo, sino de la sociedad, y si la venta de éste es necesaria para el desarrollo de los negocios sociales,
el representante legal podrá hacerlo, siempre y cuando su capacidad de contratación se lo permita1; en caso
contrario, deberá contar con la autorización del órgano social correspondiente para tal fin.
De todas maneras no sobra advertir que la ley comercial es clara al expresar cuáles son los deberes que le
asisten a los administradores, y cuáles las responsabilidades frente a sus desaciertos, descuido o negligencia
en el desarrollo de su gestión (Artículos 22 al 25 de la Ley 222 de 1995).
“ ART. 200.Modificado. L. 222/95, artículo 24. Los administradores responderán solidaria e
ilimitadamente de los perjuicios que por dolo o culpa ocasionen a la sociedad, a los socios o a terceros.
(… )
En los casos de incumplimiento o extralimitación de sus funciones, violación de la ley o de los estatutos, se
presumirá culpa del administrador.
(… )”
En consecuencia, el administrador deberá responder solidaria e ilimitadamente por todos los perjuicios que
por dolo o culpa ocasione tanto a la sociedad, a los socios y terceros. Por ninguna razón podrán ser absueltos
los administradores de las responsabilidades descritas en este artículo.
ART. 23 Ley 222 de 1995.- Deberes de los administradores.- Los administradores deben obrar de buena fe,
con lealtad y con la diligencia de un buen hombre de negocios. Sus actuaciones se cumplirán en interés de la
sociedad, teniendo en cuenta los intereses de sus asociados.
Así mismo resulta oportuno precisar, que el artículo 24 de la mencionada ley, puntualiza que la responsabilidad
de los administradores es solidaria e ilimitada, lo cual dimensiona los efectos que a nivel de sus patrimonios
individuales pueden tener sus desaciertos, descuido o negligencia en su gestión.
Para concluir, la enajenación de un bien aportado a una sociedad por un incapaz, independientemente de la
fecha en que se hubiere hecho, no requerirá de ninguna autorización especial, pues como ya se expresó, la
sociedad una vez constituida forma una persona jurídica independiente y diferente de los socios
individualmente considerados, donde los aportes de éstos pasan a ser patrimonio de la sociedad.
Para mayor información e ilustración sobre los temas societarios, se sugiere consultar la página de Internet
de la Entidad (www.supersociedades.gov.co) o los libros de Doctrinas y Conceptos Jurídicos publicados por la
Entidad.
En los anteriores términos se ha dado respuesta a su consulta, no sin antes manifestarle que los efectos del
presente pronunciamiento son los contemplados en el artículo 25 del Código Contencioso Administrativo.
1
Artículo 196 del Código de Comercio,
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