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Cumple once años de existencia el Fondo de Desastres
Naturales
Luis Pruneda
Miércoles, 14 de noviembre de 2007
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En los últimos siete años y medio, el Fonden ha ejercido 22 mil 167 mdp para solventar daños.
Sin duda, la magnitud del desastre en el estado de Tabasco irá mucho más allá de lo que el propio Fondo de
Desastres Naturales (Fonden) por sí solo pueda apoyar; sin embargo, también es una realidad que gracias a este
programa hoy día el gobierno federal puede reaccionar de una manera más pronta y eficiente ante una emergencia
de este tipo.
En los últimos siete años y medio, el Fonden ha ejercido 22 mil 167 millones de pesos para solventar los daños
ocasionados por diversos tipos de desastres naturales que se han registrado en la República Mexicana, así como
para equipamiento preventivo, lo que implica una tasa promedio anual respecto del gasto público programable
equivalente al 0.29 por ciento y del 0.05 por ciento en términos del Producto Interno Bruto (PIB) para dicho periodo.
De este monto, un 60.7 por ciento se canalizó a reparar la infraestructura física dañada, un 28.2 por ciento a la
atención de damnificados, 9.4 puntos a la compra de equipo especializado para la prevención y atención de
desastres naturales a favor de la Semarnat, Comisión Nacional del Agua, Gobernación y la Comisión Nacional
Forestal, y el restante 1.7 por ciento a la atención y reconstitución de los recursos naturales afectados.
Sin duda una de las funciones primordiales del Estado es garantizar la seguridad de la población e impulsar todas
las acciones necesarias en materia de prevención de desastres y coordinar el apoyo a damnificados.
Hasta antes de 1996, cuando se creó el Fonden, los tres niveles de gobierno respondían ante la presencia de un
desastre natural reorientando diversas partidas del gasto público, particularmente de aquellas que estaban referidas
a los programas de obras públicas con el fin de reconstruir la infraestructura dañada o destruida por algún
fenómeno natural -terremotos, huracanes, inundaciones, incendios, entre otros- provocando con ello que la
inversión programada en la infraestructura presentara fuertes rezagos o, en el peor de los casos, no se cumpliera
con su construcción, afectando con ello el desarrollo del país.
Por ello, el Fonden viene a ocupar un vacío significativo que se presentaba a nivel del Estado, con la misión
fundamental de atender los efectos de desastres naturales imprevisibles, cuya magnitud supera la capacidad
financiera de respuesta de las dependencias y entidades federales. En otras palabras, este fondo tiene como
finalidad restablecer los bienes que resultaron dañados ante la eventualidad de un desastre natural, conforme las
finanzas públicas lo permitan, por lo que debe tenerse presente que su ejecución sobreviene después de ocurrido
el siniestro: no es preventivo.
Así, entre su creación en 1996 y la publicación de sus reglas de operación, este fondo alcanza su madurez
operativa hasta finales de 1999 cuando se aprueba el contrato constitutivo del Fideicomiso Fonden para administrar
los recursos remanentes que pudiesen generarse al término de cada ejercicio fiscal, esto es, contar con recursos
adicionales y acumulables a los presupuestados asignados en cada año.
En este sentido y dado que el fondo es un programa federal que otorga recursos en forma complementaria y
subsidiaria, resulta necesario que las entidades federativas y las instancias federales justifiquen que el desastre
natural rebasa su capacidad financiera para atender los daños ocasionados por el siniestro, para lo cual se pueden
utilizar tres mecanismos distintos:
a) El Programa Fonden que se ejerce por medio de las dependencias federales para ser ejecutado por ellas
mismas o a través de fideicomisos públicos estatales. Para su constitución, el presupuesto originalmente aprobado
dentro del Ramo 23 Provisiones Salariales y Económicas fue de 135.7 millones de pesos.
b) El segundo mecanismo es el Fideicomiso Fonden, el cual actúa cuando la magnitud de los desastres supera
previsiones presupuestarias corrientes del programa. Incluso este agente puede adquirir equipo especializado que
facilite las acciones de atención y restablecimiento a la normalidad de las áreas y personas afectadas.
Los recursos de este fideicomiso, constituido en Banobras, provienen de los fondos no dispuestos existentes en el
Programa Fonden al finalizar cada ejercicio presupuestal; de las economías registradas por las dependencias y
entidades a las que se autorizaron recursos; los saldos de recursos federales transferidos a los fideicomisos
estatales de este tipo, así como las recuperaciones que se obtienen de las aseguradoras de infraestructura pública
atendida con recursos del Fonden y de sus rendimientos.
c) El tercer mecanismo es un Fondo Revolvente que administra la Secretaría de Gobernación con el objeto de
proporcionar recursos para la adquisición de insumos necesarios para atender las necesidades más apremiantes
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de la población y que están relacionados con la vida, salud, alimentación, vestido, albergues temporales, así como
el rescate de personas en zonas de riesgo.
Cabe precisar que este fondo no cuenta con un presupuesto predeterminado, sino que al inicio de cada año se
solicita en términos del artículo 86 del Reglamento de la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria un
monto que puede llegar a ser de hasta 50 millones de pesos.
Llegado el caso, cuando se requieran más recursos, se podrán solicitar de acuerdo con la normatividad establecida
con cargo a los excedentes en la Ley de Ingresos o de los excedentes de ingresos propios de las entidades.
Ahora bien, entre los años 2000 a junio de 2007, el 69 por ciento de los recursos ejercidos en la atención de los
desastres naturales tuvo su origen en los siniestros ocurridos en 11 entidades federativas.
Conviene señalar que en el periodo de 2001 a junio del presente año, el Fonden atendió 259 declaraciones de
emergencia, resultando ser 2003 el año con mayor número de contingencias con un total de 62 eventos, poco más
del 24 por ciento del importe total erogado, afectando a un total de 20 entidades federativas, eso es, el 65.5 por
ciento de total.
En 11 entidades federativas se registró el 59 por ciento de las declaratorias de emergencia, resultando ser el
Distrito Federal la única entidad que no reportó ninguna declaración de siniestro, mientras que otras 16 entidades
federativas recibieron menos de cuatro declaratorias en el periodo de estudio.
Sin embargo, en función al número de ocurrencias de un desastre y, por ende, de la declaratoria oficial
consecuente, Veracruz ocupó el primer sitio con 59 casos, Chihuahua con 26 y Quintana Roo con 14, entidades
que en conjunto concentran casi el 38 por ciento de todos los eventos apoyados en el periodo de análisis.
A manera de un estándar simple de ocurrencia, se podría decir que en promedio al año cada entidad federativa del
país solicita de la declaratoria de 1.1 eventos de desastre natural con un monto aproximado de 92.4 millones de
pesos.
De esta forma, cuando se observa que, por ejemplo, derivado de las lluvias extremas ocurridas los días 8 al 18 de
enero y mayo de 2007 en el estado de Tabasco tuvieron que ser canalizados recursos del orden de los 360
millones de pesos para la reparación de infraestructura hidráulica, carretera, educativa y vivienda de la población,
puede uno dimensionar la gravedad e impacto de los siniestros acontecidos, pues dicha entidad absorbió el 80 por
ciento de los recursos al primer semestre de este año. Ello con independencia de la situación que se presenta
ahora como consecuencia de las inundaciones y que con mucho, resultan ser tristemente devastadoras.
En el mismo sentido, pero en el año 2005 se registró el impacto del huracán Wilma en Quintana Roo, en donde
hubo afectaciones importantes para 90 hoteles establecidos en Cancún a lo largo de 25 kilómetros de costa, para
casi 11 mil viviendas y mil 700 comercios, además de infraestructura carretera, hidráulica, educacional y
hospitalaria.
De ahí que no sea casualidad que en dicho año se reporte para el Fonden el monto más importante que se ha
ejercido con 30 por ciento de participación respecto al total. Para las aseguradoras nacionales el evento implicó
pagos por casi 23 mil millones de pesos.
En la misma frecuencia, pero en otro periodo, se encuentran los impactos causados por los huracanes Emily y
Stan, que implicaron para las aseguradoras pagos de primas del orden de los tres mil 700 millones de pesos.
En suma, a la luz de la experiencia se podría pensar en hacer obligatorio el seguro de desastres en aquellas zonas
del país que son susceptibles a catástrofes, como terremotos, inundaciones o huracanes, a fin de proteger a
empresarios y particulares contra los daños que ocasionan estos fenómenos naturales, y evitar a su vez quebrantos
importantes a las finanzas públicas. De igual forma, se podría evaluar la conveniencia de establecer la
deducibilidad fiscal para el caso de personas físicas, como ya está establecido para las morales.
También se debe avanzar en la propuesta que tiempo atrás realizó México al FMI y el Banco Mundial para crear un
fondo de desastres con la participación de países con alto nivel de riesgo. Idea que no está todavía muy definida y
en la que se tendría que considerar varios aspectos, desde financieros, reservas y utilización de las mismas.
De hecho, es sabido que los seguros o bonos catastróficos son un instrumento financiero idóneo para mejorar la
operación del Fonden, ya que pueden potenciar sus recursos, pues no se requiere justificación de daños -sólo el
cumplimiento de ciertos parámetros-, a la vez que permite crear un marco de incentivos para facilitar su acceso a
recursos adicionales suficientes para enfrentas catástrofes de gran magnitud.
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