d Aristóteles

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ARISTÓTELES
EL CONTENIDO DE LA POLÍTICA
Aristóteles considera que el fin que busca el hombre es la felicidad, que consiste en la vida
contemplativa. La ética desemboca en la política. El organismo social de Aristóteles considera al
Estado como una especie de ser natural que no surge como fruto de un pacto o acuerdo. El hombre
es un animal social («zoon politikon») que desarrolla sus fines en el seno de una comunidad. La
política del hombre se explica por su capacidad del lenguaje, único instrumento capaz de crear una
memoria colectiva y un conjunto de leyes que diferencia lo permitido de lo prohibido.
Aristóteles expuso en la Política la teoría clásica de las formas de gobierno, la misma que sin
grandes cambios fue retomada por diversos autores en los siglos siguientes.
La célebre teoría de las seis formas de gobierno se basa en el fin del régimen político (bien
común o bien particular). Los regímenes políticos que buscan el bien común (puros) son:
• Si gobierna una sola persona: monarquía
• Si gobiernan pocas personas: aristocracia
• Si gobiernan muchas personas: república
Y las degradaciones de estos regímenes políticos se traducen en:
• La degradación de la monarquía es la tiranía
• La degradación de la aristocracia es la oligarquía
• La corrupción de la democracia es la demagogia
Aristóteles define la monarquía como el gobierno de una sola persona, la más virtuosa y noble
de la polis; la aristocracia como el gobierno de unos pocos (los más virtuosos) y la república como la
mezcla entre una oligarquía (gobierno de los ricos) y una democracia (gobierno de los pobres).
Existe para Aristóteles una gradación entre las formas de gobierno. El más "divino" por lo justo
pero también por la dificultad de su realización, es la monarquía. Le siguen la aristocracia y la
república. La desviación del primer régimen es la peor forma de gobierno: la tiranía, seguido de la
oligarquía. La desviación más moderada en cuanto a su corrupción es la democracia.
Cada una de las seis formas de gobierno es analizada en un contexto histórico particular, por
lo que presenta muchas variantes reales de cada una.
Como es obvio, en política es posible encontrar muchas formas de asociación humana.
Decidir cuál es la más idónea dependerá de las circunstancias, como, por ejemplo, los recursos
naturales, la industria, las tradiciones culturales y el grado de alfabetización de cada comunidad.
Para Aristóteles, la política no era un estudio de los estados ideales en forma abstracta, sino más
bien un examen del modo en que los ideales, las leyes, las costumbres y las propiedades se
interrelacionan en los casos reales. Así, aunque aprobaba la institución de la esclavitud, moderaba
su aceptación aduciendo que los amos no debían abusar de su autoridad, ya que los intereses de
amo y esclavo son los mismos. La biblioteca del Liceo contenía una colección de 158 constituciones,
tanto de estados griegos como extranjeros. El propio Aristóteles escribió la Constitución de Atenas
como parte de la colección, obra que estuvo perdida hasta 1890, año en que fue recuperada. Los
historiadores han encontrado en este texto muy valiosos datos para reconstruir algunas fases de la
historia ateniense.
Aristóteles no preparó la edición de la Política y, probablemente, nunca se propuso escribir
una obra científica con tal título, así la obra que nos ha llegado bajo tal denominación en realidad
representa la adición de varios tratados menores de tema y objetivos más concretos . El proceso de
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redacción de la obra se extendió por largos años, aunque lo fundamental parece proceder de los
últimos años del filósofo, de la década entre 333 y el 323-2, año de su muerte.
Aunque la Política es ante todo una adición de estudios menores de tema político, no obstante
la obra ofrece, en la ordenación tradicional de sus libros, una cierta secuencia lógica y una unidad
interna. A pesar de la diversidad de temas y enfoques, de datos y de ideas y críticas, la estructura de
la totalidad posee un sentido unitario, arraigado en la perspectiva filosófica de Aristóteles, con sus
apoyos en su concepción metafísica y ética.
En el conjunto de libros titulado Política (el término griego Politiká es un plural, que sólo indica
“libros de tema político” y no supone una concepción unitaria) pueden distinguirse varias secciones
menores de enfoque y temática diversa. Así por ejemplo:
El libro I sirve de introducción al conjunto de la obra. Suele pensarse que su elaboración es
posterior al resto. Por un lado enlaza con el final de la Ética a Nicómaco, obra que anuncia los temas
de la Política y a la que éste remite en varias ocasiones. Por otro lado por su planteamiento inicial
conecta con el libro I de dicha Ética y el I de la Metafísica. El libro I es muy complejo y general y
plantea las cuestiones sobre una base histórico-crítica, evocando aportaciones de filósofos
anteriores. Trata de la formación de la polis, de las distintas relaciones de dependencia, de la
esclavitud, y finalmente de la economía. Existe una cierta continuidad entre el libro I y el libro III,
mientras que el II, con sus diversas críticas, y con su unidad más notoria, se nos aparece como un
segundo prólogo, de tipo distinto y más concreto, sobre las formas de gobierno.
El Libro II viene a ser una segunda introducción. Consiste en una serie de críticas, dirigidas en
primer término a las formas políticas propuestas por Platón, por Faleas, y por Hipódamo, es decir, a
planteamientos de corte utópico, y luego a varios regímenes políticos afamados por su estabilidad
(Lacedemonia, Creta y Cartago) seguidas de algunas reservas frente a la democracia ateniense en
su desarrollo histórico.
El libro III es, en cierto modo, el central en la obra, con su estudio teórico sobre el ciudadano y
los diferentes regímenes políticos, y destaca en él el carácter inquisitivo y aporético, sin soluciones
simples y con planteamientos abiertos.
Los libros IV, V y VI colocados en el centro de la composición, en la transmisión tradicional del
texto, se caracterizan por un enfoque “empírico” decidido, con su atención a los hechos y detalles de
un panorama histórico bien definido. Constituyen una buena muestra del interés de Aristóteles por
los hechos concretos, por una “biología de la política”. Este bloque debe estar en relación con la
investigación histórica del filósofo, que reunió en una extensa compilación los datos sobre las
constituciones de los diferentes estados helénicos, hasta un número de 158 constituciones.
Los libros VII y VIII forman claramente una unidad temática: el estudio del estado ideal y su
relación con la finalidad del individuo y con la educación, como fin y medio de tal construcción. Pese
a que suele subrayarse en estos libros el carácter idealizante, la aproximación a la utopía platónica
(del libro VII) es sólo gradual, ya que no se pierde de vista el horizonte de las posibilidades
históricas.
INDICE DE LA OBRA:
1. LIBRO PRIMERO: La comunidad política y la comunidad familiar
2. LIBRO SEGUNDO: Análisis de las Constituciones más perfectas
3. LIBRO TERCERO: Teoría del ciudadano y regímenes políticos.
4. LIBRO CUARTO: Los diversos regímenes político.
5. LIBRO QUINTO: Inestabilidad de los regímenes políticos.
6. LIBRO SEXTO: Organización y conservación de la democracia y la oligarquía
7. LIBRO SEPTIMO: El régimen ideal
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8. LIBRO OCTAVO: La educación de los jóvenes
SÍNTESIS DE SU PENSAMIENTO.
Toda la filosofía de Aristóteles está traspasada por un claro sentido finalista - teleológico - por
cuanto la realización del fin propio de cada ser constituye su propio bien. Conocer la verdad es el fin
– propio de los hombres, pero no es su fin último -. El hombre, además de conocer, vive y el
conocimiento le proporciona una buena vida (o una vida buena), que le hace feliz y es el fin más
específicamente humano. Conocer la verdad es la tarea del filósofo, que será, por tanto, el más feliz
de los hombres.
El filósofo se ocupa de conocer los principios y las causas más universales e inmutables y, por
ello, su investigación debe referirse tanto al Ser - al Ser en cuanto ser- como al Movimiento - el
cambio, la transformación.
La investigación aristotélica de los principios acerca del Ser le descubre una doble relación: en
un sentido, el Ser aparece como sustancia –como lo que es en sí mismo, como sujeto individual – o
como accidente - como lo accesorio y lo prescindible, como lo adjetivo -; pero en otro sentido se
muestra como acto - como ser actual, como lo que es- o como potencia –como ser potencial, como
posibilidad de ser algo que aún no es -. Este doble entramado conduce inevitablemente a la
investigación del movimiento, que se explica como el paso de la potencia al acto.
Cuatro son las causas que dan razón de ese movimiento: las causas material y formal
(intrínsecas, propias del sujeto, “interiores”) que son el componente básico de toda sustancia, dos
co-principios, uno material y pasivo, activo y estructural el otro, que inseparablemente forman un solo
todo individual (la sustancia); y las causas eficiente y final (extrínsecas, ajenas al sujeto, “exteriores”)
que informan sobre los cambios externos y la finalidad de los cambios, respectivamente.
El resultado de estas investigaciones se ha sintetizado bajo los nombres de “teoría
hilemórfica” o “hilemorfismo”: explicación a partir de la unión de estas dos causas (“hyle”, materia, y
“morfé”, forma).
Y una parte de la realidad es el hombre, la sustancia hombre, ese animal curioso, social,
dotado de razón y de palabra, compuesto de cuerpo y alma –de materia y de forma -, que quiere
conocer y tiene que vivir. De manera que el hilemorfismo que se ocupaba del Ser es igualmente
aplicable a esa realidad que es el hombre.
El hombre conoce tanto lo necesario e inmutable como lo contingente, y es por ello que
Aristóteles distingue entre saber teórico, que tiene por objeto lo inmutable, y es el saber de las tres
ciencias teóricas: la Matemática, la Ciencia Natural o Física y la Teología o Metafísica; y saber
práctico, que conoce lo contingente y lo es de las llamadas ciencias prácticas: la Ética y la Política.
(Habla de un tercer saber, el productivo, ligado a lo contingente y propio de la técnica.)
Ambos tipos de saber proporcionan los conocimientos pertinentes para alcanzar esa felicidad
que se propone como meta. Difieren, sin embargo, tanto en sus objetos como en sus métodos: el
saber teórico es siempre un saber demostrar, mientras que el práctico es un saber vivir; aquél es
preciso, riguroso y enseñable porque tiene por objeto lo universal; éste, que conoce lo particular, no
puede ser ni tan preciso ni tan riguroso y, por mucho que nos empeñemos, no es enseñable; el
primero está emparentado con la reflexión, el segundo a la acción (no productiva).
Pero ambos saberes tienen un punto de relación. El saber práctico de los hombres consiste en
realizar la “areté”, la excelencia en la vida individual (y ese es el objeto de la Ética) o social (que lo
es de la Política).
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BAIGORRI, CIFUENTES, ORTEGA, PICHEL y TRAPIELLO (1996): Historia de la Filosofía.
Ediciones Laberinto, Madrid, página 52
CONCEPTOS FUNDAMENTALES.
Felicidad
O eudaimonía. Es el Bien Supremo del hombre.
Puesto que la felicidad (o placer) es aquello que acompaña a la realización del fin propio de
cada ser vivo, la felicidad que le corresponde al hombre es la que le sobreviene cuando realiza la
actividad que le es más propia y cuando la realiza de un modo perfecto; es más propio del hombre el
alma que el cuerpo por lo que la felicidad humana tendrá que ver más con la actividad del alma que
con la del cuerpo; y de las actividades del alma con aquella que corresponde a la parte más
típicamente humana, el alma intelectiva o racional. Como en el alma intelectiva encontramos el
entendimiento o intelecto y la voluntad, y llamamos virtud a la perfección de una disposición natural,
la felicidad más humana es la que corresponde a la vida teorética o de conocimiento (por ello el
hombre más feliz es el filósofo, y lo es cuando su razón se dirige al conocimiento de la realidad más
perfecta, Dios), y a la vida virtuosa. Finalmente, y desde un punto de vista más realista, Aristóteles
también acepta que para ser feliz es necesaria una cantidad moderada de bienes exteriores y
afectos humanos.
En resumen, Aristóteles hace consistir la felicidad en la adquisición de la excelencia (virtud)
del carácter y de las facultades intelectivas.
Naturaleza
Principio intrínseco de movimiento y reposo de los seres naturales.
Del vocablo latino natura, traducción del griego physis. Esta noción es importante en todos los
filósofos griegos pero Aristóteles fue el que con más detalle la estudió; toda su filosofía gira alrededor
de este concepto, del mismo modo que la platónica lo hace alrededor del tema de las Ideas.
Hay dos sentidos básicos de “naturaleza”, aunque es más importante el segundo que el
primero:
a) la naturaleza entendida como la totalidad de seres naturales;
b) la naturaleza como el ser propio de las cosas.
En la acepción b) el concepto se aproxima mucho al concepto de esencia, y así hablamos de la
naturaleza o esencia del hombre, del cáncer, o de las revoluciones, o de una teoría matemática. Por
ello convienen distinguir estos dos términos tan próximos: con el término esencia nos referimos a lo
que tiene de propia o de característica una actividad (sea una realidad física, espiritual o una realidad
del tipo de las objetividades matemáticas como los números); pero la esencia designa lo propio de
un objeto con independencia de su capacidad para cambiar o convertirse en otra cosa –incluso nos
sirve para designar los rasgos fundamentales de entidades que no cambian como son los objetos
matemáticos-. Por el contrario con el término “naturaleza” o “physis” nos referimos a lo que tiene de
propio o peculiar un objeto en la medida en que dicho rasgo o rasgos determinan el ámbito de
posibles cambios que le pueden sobrevenir.
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Aristóteles define la naturaleza como “la esencia de los seres que poseen en sí mismos y en
cuanto tales el principio de su movimiento” y también como “el principio y causa del movimiento y
de reposo en la cosa en que ella se halla, inmediatamente, por sí misma y no por accidente”. Con
estas afirmaciones quiere indicar, al menos, lo siguiente:
! la naturaleza se identifica con el ser propio de las cosas, con su esencia;
! pero de las cosas capaces de cambiar a partir de sí mismas;
! la naturaleza no sólo determina el tipo posible de movimientos de un objeto sino también el tipo
de reposo que le conviene (por ejemplo, a la piedra le corresponde estar quieta en el suelo y ello
en virtud de su naturaleza).
Aristóteles distingue tres tipos de causas o principios en la existencia, movimiento y posesión de
uno u otro rasgo, propiedad o característica de los seres:
a) por azar, algo puede existir y ocurrir como consecuencia del azar: los llamados seres
deformes o “monstruos de la naturaleza”, la piedra que cae y que accidentalmente rompe una
rama,...;
b) por arte o técnica, como ocurre en cualquiera de nuestras máquinas y las cosas que ellas
hacen;
c) por naturaleza, como los cuatro elementos, las plantas, los animales –el hombre incluido- y
sus partes.
Alma
Es aquello por lo que primaria y radicalmente vivimos, sentimos y razonamos.
Es el principio de vida; esto es, aquello que diferencia los seres vivos de la materia inanimada.
En la distinción materia-forma, el alma se identifica con la forma. El cuerpo y el alma son
inseparables, siendo esta última mortal: muere conjuntamente con el cuerpo. No obstante,
Aristóteles también abre la puerta a la inmortalidad del alma al sostener que la especie
(entendimiento agente) permanece más allá de la vida individual. Distingue tres funciones en el alma:
la vegetativa, que posibilita la reproducción, el crecimiento y la nutrición; la sensitiva, que posibilita la
percepción y los apetitos, y la intelectiva, que posibilita el razonamiento y las facultades intelectuales.
Substancia
O sustancia. El ser independiente del cual se predican los atributos.
Del latín substantia, traducción del griego ousía. Etimológicamente, “lo que está debajo”, pero
tiene un significado complejo pues designa:
• El sujeto en el que descansan las propiedades: el ser Sócrates, por ejemplo, del cual
predicamos ciertos rasgos como ser ateniense, ser maestro de Platón, …
• Lo que permanece en el cambio accidental: el ser el mismo individuo, Sócrates, aunque
modifique su aspecto a lo largo del tiempo.
• El ser independiente, lo que tiene su ser no en otro sino en sí: debemos distinguir el nivel de
los atributos (ser blanco, pequeño e inteligente, por ejemplo, que son seres puesto que tienen
realidad, pero que no pueden darse por sí mismos sino que siempre descansan en otra cosa
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de la cual decimos que son sus propiedades) y el nivel de la substancia (el que tiene una
existencia propia e independiente, como el ser Sócrates o ser una piedra, o un tigre…).
Aristóteles distingue entre sustancia primera y sustancia segunda. Por sustancia primera
entiende los sujetos individuales, los sujetos compuestos de materia y forma. Sócrates, esta mesa,
Dios… son sustancias porque son entidades individuales, dotadas de existencia independiente. Son
sustancias primeras porque en ellas descansan las otras determinaciones genéricas que les pueden
sobrevenir.
Las sustancias segundas son los géneros y las especies. Cuando preguntamos “¿qué es
esto?” queremos saber la naturaleza de algo, queremos que se nos aclare qué tipo de sustancia es.
Podemos decir que eso por lo que preguntamos es el libro concreto que me acabo de comprar –y
responderemos en tal caso indicando una sustancia primera- pero también podemos responder
indicando que es un libro, y con ello nos referimos a la sustancia segunda. La noción de “sustancia
segunda” se utiliza para designar las naturalezas de las cosas entendidas como especies y géneros.
En tal caso de Sócrates, Sócrates mismo es una sustancia primera y su ser hombre es una sustancia
segunda.
Causa
Factor o principio del que depende una cosa.
La noción aristotélica de causa es más amplia que la actual; nosotros entendemos por causa
sólo lo que Aristóteles llamaba causa eficiente y causa final. Para este filósofo causa es todo
principio del ser, aquello de lo que de algún modo depende la existencia de un ente; o de otro modo:
todo factor al que nos tenemos que referir para explicar un proceso cualquiera.
Para entender cualquier ente debemos fijarnos en cuatro aspectos fundamentales (cuatro causas):
• la causa material o aquello de lo que está hecho algo;
• la causa formal o aquello que un objeto es;
• la causa eficiente o aquello que ha producido ese algo;
• y la causa final o aquello para lo que existe ese algo, a lo cual tiende o puede llegar a ser.
Aristóteles pone el ejemplo de una escultura: si se trata de una escultura del dios Zeus hecha
de bronce por un escultor con la finalidad de embellecer la ciudad, la causa material es el bronce, la
causa formal el ser el dios Zeus, la causa eficiente el escultor, y la causa final el motivo de su
existencia: embellecer la ciudad.
Podemos dividir las causas en:
• intrínsecas como la causa material y la formal, pues estos principios descansan en el propio
ente;
• y extrínsecas como la causa eficiente y la final, pues se trata de principios exteriores al ente.
Sin embargo, en los seres naturales aquello a lo que apuntan o hacia lo que tienden de forma
natural es causa final pero en este caso intrínseca (hay que recordar el principio básico de la física
aristotélica según la cual todos los seres naturales se caracterizan por poseer una finalidad
intrínseca). También se habla de la idea, imagen o boceto que el escultor tiene en mente cuando
realiza la escultura como causa formal; en este caso dicha causa formal es extrínseca.
Potencia y acto
Potencia: Poder para ejercer una transformación en un objeto o disposición para poder llegar
a ser algo.
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Se divide en activa y pasiva:
• la potencia activa es la capacidad o poder o facultad para ejercer una transformación sobre
algo, o de producir algo; en nuestra forma de hablar se encuentra presente este modelo de
entender la potencia, como cuando decimos que tenemos un coche muy potente, o que
tenemos una amiga con una imaginación muy poderosa. Aristóteles también utiliza esta
noción en psicología, por ejemplo definiendo las facultades como potencias activas del alma;
• la potencia pasiva es la capacidad o aptitud para llegar a ser otra cosa, para adquirir una
determinación o forma; de nuevo, en nuestro lenguaje se encuentran ejemplos de esta forma
de entender el concepto, como cuando decimos que el hijo de nuestro vecino tiene futuro
como futbolista y en potencia es un bien jugador. En este segundo sentido la potencia se
contrapone al acto y así , dice Aristóteles, la semilla en potencia es árbol y en acto semilla, el
niño en potencia es hombre y en acto niño.
Acto: El ser actual. La realidad del ser.
Aristóteles establece dos formas de ser atendiendo al tiempo: si nos fijamos en las
características, propiedades o determinaciones que una cosa u objeto tiene en el presente, estamos
pensando en el ser en acto; ésta es la más importante forma de ser, y, a veces, la define como la
realidad del ser. Por el contrario, si nos fijamos en el futuro, en aquello que aún no es pero a lo que
apunta un ser en virtud de lo que ya es, estamos pensando en el ser en potencia. El ser en potencia
no es una pura nada, un futuro meramente imaginado, es una forma de ser inscrita en el sujeto o
cosa del cual decimos que está en potencia precisamente en función de lo que es en acto; así, una
semilla en acto es semilla y en potencia árbol, un niño en acto es niño y en potencia hombre; y la
semilla en potencia es árbol y no hombre porque en acto es semilla y no niño. Aristóteles defenderá
la primacía del acto respecto de la potencia pues:
• algo es potencia (por ejemplo ser hombre respecto del niño) porque es acto en relación a
algún conjunto de propiedades (por ejemplo las que le definen como niño);
• la potencia es potencia respecto de un futuro acto.
"
El concepto ser social está sacado de: La filosofía griega, materiales para la prueba de
acceso a la universidad de CAIRÓS, DIAZ y PARADINAS (1999), Editorial Benchomo,
La Laguna; pp. 86 -89
"
El resto de los conceptos de: ECHEGOYEN OLLETA, Javier (1995): Historia de la
Filosofía, vocabulario y ejercicios. Editorial Edinumen, Madrid, pp. 85 -106
POLÍTICA, LIBRO I, CAPÍTULO 1,2 y 3.
CAPÍTULO I
Ya que vemos que cualquier ciudad es una cierta comunidad, también que toda comunidad está
constituida con miras a algún bien (por algo, pues, que les parece bueno obran todos en todos los
actos) es evidente. Así que todas las comunidades pretenden como fin algún bien; pero sobre todo
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pretende el bien superior la que es superior y comprende a las demás. Esta es la que llamamos ciudad
y comunidad cívica.
Cuantos opinan que es lo mismo regir una ciudad, un reino, una familia y un patrimonio con siervos no
dicen bien. Creen, pues, que cada una de estas realidades se diferencia de las demás por su mayor o
menor dimensión, pero no por su propia especie. Como si uno, por gobernar a unos pocos, fuera amo
de una casa; si a más, administrador de un dominio; si a más aún, rey o magistrado; en la idea de que
en nada difiere una casa grande y una ciudad pequeña ni un rey y un gobernante político, sino que
cuando uno ejerce el mando a título personal resulta un rey, y cuando lo hace según las normas de un
arte peculiar, siendo en parte gobernante y gobernado, es un político. Pero eso no es verdad. Y lo que
afirmo será evidente al examinar la cuestión con el método que proponemos. De la misma manera
como en los demás objetos es necesario dividir el compuesto hasta sus ingredientes simples (puesto
que éstos son las partes mínimas del conjunto), así también vamos a ver, al examinar la ciudad, de qué
elementos se compone. Y luego, al analizarlos, en qué difieren unos de otros, y si cabe recoger alguna
precisión científica sobre cada uno de los temas tratados.
CAPITULO II
Si uno presta atención desde un comienzo al desarrollo natural de los seres, podrá observar también
este problema, como los otros, del mejor modo.
En primer lugar es necesario que se emparejen los seres que no pueden subsistir uno sin otro; por
ejemplo, la hembra y el macho, con vistas a la generación. (Y esto no en virtud de una previa elección,
sino que, como en el resto de animales y plantas, es natural el impulso a dejar tras de sí a otro individuo
semejante a uno mismo). O, por ejemplo, lo que por naturaleza domina y lo dominado, para su
supervivencia. Porque el que es capaz de previsión con su inteligencia es gobernante por naturaleza y
un jefe natural. En cambio, el que es capaz de realizar las cosas con su cuerpo es súbdito y esclavo,
también por naturaleza. Por tal razón amo y esclavo tienen una conveniencia común.
De tal modo, por naturaleza, están definidos la mujer y el esclavo. (La naturaleza no hace nada
precariamente, como hicieran los forjadores el cuchillo de Delfos, sino cada cosa con una única
finalidad. Así como cada órgano puede cumplir su función de la mejor manera cuando no se le somete
a varias actividades, sino a una sola). Entre los bárbaros la mujer y el esclavo ocupan el mismo rango.
La causa de esto es que carecen del elemento gobernante por naturaleza. Así que su comunidad
resulta de esclavo y esclava. Por eso dicen los poetas:
"Justo es que los griegos manden a los bárbaros", como si por naturaleza fuera lo mismo bárbaro y
esclavo.
De las dos comunidades, la originaria es la casa familiar, y bien lo dijo Hesíodo en su poema:
"Ante todo, casa, mujer y buey de labranza".
Porque el buey hace las veces de criado para los pobres. La familia es la comunidad, constituida por
naturaleza, para satisfacción de lo cotidiano, por lo que Carondas llama "compañeros de panera", y
Epiménides de Creta, "los del mismo comedero".
La ciudad es la comunidad, procedente de varias aldeas, perfecta, ya que posee, para decirlo de una
vez, la conclusión de la autosuficiencia total, y que tiene su origen en la urgencia del vivir, pero subsiste
para el vivir bien. Así que toda ciudad existe por naturaleza, del mismo modo que las comunidades
originarias. Ella es la finalidad de aquéllas, y la naturaleza es finalidad. Lo que cada ser es, después de
cumplirse el desarrollo, eso decimos que es su naturaleza, así de un hombre, de un caballo o de una
casa. Además, la causa final y la perfección es lo mejor. Y la autosuficiencia es la perfección, y óptima.
Por lo tanto, está claro que la ciudad es una de las cosas naturales y que el hombre es, por
naturaleza, un animal cívico. Y el enemigo de la sociedad ciudadana es, por naturaleza, y no por
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casualidad, o bien un ser inferior o más que un hombre. Como aquel al que recrimina Homero: "sin
fratría, sin ley, sin hogar". Al mismo tiempo, semejante individuo es, por naturaleza, un apasionado de la
guerra, como una pieza suelta en un juego de damas.
La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro animal
gregario, es clara. La naturaleza, pues, como decimos, no hace nada en vano. Sólo el hombre, entre los
animales, posee la palabra. La voz es una indicación del dolor y del placer; por eso la tienen también los
otros animales. (Ya que por su naturaleza ha alcanzado hasta tener sensación del dolor y del placer e
indicarse estas sensaciones unos a otros). En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente
y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás
animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás
apreciaciones. La participación comunitaria en éstas funda la casa familiar y la ciudad.
Es decir, que, por naturaleza, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros. Ya que el
conjunto es necesariamente anterior a la parte. Pues si se destruye el conjunto ya no habrá ni pie ni
mano, a no ser con nombre equívoco, como se puede llamar mano a una piedra. Eso será como una
mano sin vida. Todas las cosas se definen por su actividad y su capacidad funcional, de modo que
cuando éstas dejan de existir no se puede decir que sean las mismas cosas, sino homónimas. Así que
está claro que la ciudad es por naturaleza y es anterior a cada uno. Porque si cada individuo, por
separado, no es autosuficiente, se encontrará, como las demás partes, en función a su conjunto. Y el
que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la
ciudad, sino como una bestia o un dios.
En todo existe, por naturaleza, el impulso hacia tal comunidad; pero el primero en establecerla fue el
causante de los mayores beneficios. Pues así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, así
también, apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos.
La injusticia es más feroz cuando posee armas, y el hombre se hace naturalmente con armas al
servicio de su sensatez y su virtud; pero puede utilizarlas precisamente para las cosas opuestas. Por
eso, sin virtud, es el animal más impío y más salvaje, y el peor en su sexualidad y su voracidad. La justicia, en cambio, es algo social, como que la justicia es el orden de la sociedad cívica, y la virtud de la
justicia consiste en la apreciación de lo justo.
CAPITULO III
Después de dejar claro de qué partes está constituida la ciudad hay que hablar en primer
término de la administración de la casa, porque toda ciudad está compuesta por casas. Las partes de la
administración son las correspondientes a las partes que constituyen la casa. Y la casa completa se
compone de libres y de esclavos. Puesto que hay que examinar cada cosa primeramente en sus componentes menores, y las partes primeras y mínimas de una casa son el señor y el esclavo, el marido y
la esposa, y el padre y los hijos, hay que investigar respecto de estas tres relaciones qué es cada una
de ellas y cómo deben ser. Son, pues, la relación heril, la matrimonial (el emparejamiento de hombre y
mujer carece de una denominación propia), y en tercer lugar, la procreadora (que tampoco se denomina
con un vocablo específico). Queden pues, las tres como las hemos llamado.
Hay otro componente, que para unos se identifica con la administración de la casa y para otros
es la parte más importante de la misma. Como sea, habrá que estudiarlo. Me refiero a la llamada
crematística.
En primer lugar hablemos del amo y del esclavo, para observar lo relativo a este servicio necesario,
por si podemos aprehender algo mejor que las nociones ahora corrientes. A algunos les parece que tal
dominación supone una cierta ciencia, y que la administración de una casa, y la potestad señorial, y la
política, y la monárquica son lo mismo, como dijimos al comienzo. Para otros tal dominación es un
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hecho contrario a la naturaleza, pues sólo por convención sería esclavo el uno y señor el otro, pero en
nada diferirían por su naturaleza. Por esta razón tampoco sería cosa justa, sino un hecho de violencia.
Aristóteles;”Política”, Libro I, Capítulos 1,2 y 3, Alianza Editorial, Madrid 2009, pp.45-50.
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