juzgado de primera instancia nº 18 valencia

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NOTIFICACION 19/ 1/ 2015
JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA Nº 18
VALENCIA
Avda. Saler nº 14 planta 4ª zona azul.
TELÉFONO: 96.1929027
N.I.G.: 46250-42-2-2013-0054526
Procedimiento: Asunto Civil 001610/2013
S E N T E N C I A Nº 13/2015
En Valencia, a 14 de enero de 2015.
Vistos por D. Francisco Sanchis Osuna, Magistrado-Juez en funciones de apoyo del
Juzgado de Primera Instancia número 18 de Valencia, los autos de Juicio Ordinario
nº 1610/2013, promovidos a instancia de Dª María Amparo Villalonga Torres,
representada por la Procuradora Dª. Isabel Caudet Valero, asistido por la Letrada
Dª. Amparo Barrachina Coscollá, contra la mercantil “Catalunya Caixa” (hoy
Catalunya Banc, SA), representada la Procuradora Dª Eva Badias Bastida y
asistida por el Letrado D. Carlos García de la Calle.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- Por turno de reparto correspondió a este Juzgado demanda de juicio
ordinario interpuesta por la Procuradora Dª. Isabel Caudet Valero, en nombre y
representación de Dª María Amparo Villalonga Torres contra la mercantil
“Catalunya Caixa” (hoy Catalunya Banc, SA), basándose en los hechos que
constan en la misma y que se dan por reproducidos y después de alegar los
fundamentos que estimó de aplicación, terminó solicitando que previos los trámites
legales, se dictase sentencia en el sentido establecido en el suplico de su
demanda.
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SEGUNDO.- Admitida a tramite la demanda se emplazó a la demandada para que
en el término de veinte días, se personase y la contestase, lo cual verificó la
Procuradora Dª. Eva Badias Bastida, en nombre y representación de la
demandada, oponiéndose a la demanda, en base a los hechos que constan en su
escrito de contestación y que se dan por reproducidos, y después de alegar los
fundamentos que se estimó de aplicación, se terminó solicitando que previos los
trámites legales se dictase sentencia desestimando íntegramente la demanda, se
absuelva a sus representada de los pedimentos contra ella formulados de contrario,
con expresa imposición de costas a la parte actora.
TERCERO.- Se convocó a las partes a la audiencia previa, comparecidas las partes
se comprobó que el litigio subsiste entre ellas, resolviendo las cuestiones
procesales alegadas, por lo que cada parte se pronunció sobre los documentos
aportados de contrario, en virtud del articulo 427 de la LEC, tras lo cual se procedió
a la fijación de los hechos no existiendo conformidad de las partes por lo que se
abrió el periodo de proposición de prueba en base al artículo 429 de la LEC. Una
vez admitidas las pruebas pertinentes y útiles se convocó a las partes a juicio.
CUARTO.- Practicada la prueba se decretó su unión a los autos por lo que
formuladas las conclusiones por las partes, quedo el juicio concluso para dictar
sentencia. En la tramitación de la presente causa se han observado las
prescripciones legales.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- La parte actora presentó demanda contra “Catalunya Caixa” (hoy
Catalunya Banc, SA) para que se declare nulo de pleno derecho el contrato de
suscripción de participaciones preferentes Serie A de fecha 10 de septiembre de
1999 por importe de 6.000.- euros, del contrato de adquisición de participaciones
preferentes Serie B de fecha 14 de enero de 2005 por importe de 9.000.- euros y
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del contrato de adquisición de deuda subordinada de Catalunya Caixa de fecha 14
de enero de 2005 por importe de 9.000.- euros, por nulidad por inexistencia de
consentimiento derivada de vicio del consentimiento determinante de error esencial
y no imputable al demandante, o subsidiariamente anulabilidad y subsidiariamente
resuelto el contrato de suscripción de obligaciones subordinadas, condenando a la
demandada a la restitución del capital invertido inicial de 24.000.- euros, comisiones
y los intereses legales desde la fecha de cargo minoradas por las rentas recibidas,
menos el importe obtenido como consecuencia de las acciones derivadad del canje
al FROB, por importe de 11.975,77.- euros. Dicha acción principal se fundamenta
en la normativa de protección del inversión de la Ley de Mercado de Valores y en
los artículos 1261, 1265 y 1266 del código civil alegando que la demandada
incumplió la exigencia legal de transparencia diligencia y deber de información
sobre las características y riesgo del producto pese a su perfil minorista y
conservador, dado su nivel de estudios básicos y sin conocimientos financieros.
Por la parte demandada se alega en cuanto al fondo del asunto refiere que la
calificación de minorista del demandante no le convierte en persona no apta para la
adquisición del producto financiero de autos, que no existe vicio del consentimiento,
que el error padecido era excusable, debiendo desplegar una mayor diligencia el
adquirente del producto financiero, que no existió infracción de normas
administrativas de información y que no existió dolo por su parte
SEGUNDO.- En cuanto a la alegación de caducidad efectuada por la demandada,
procede desestimarla, a la vista del contenido de la Sentencia 308/2013 de la
Sección 9ª de la Audiencia Provincial de Valencia, de 30 de diciembre de 2013, que
reitera los argumentos de la Sentencia de 11 de julio de 2011 de la misma Sala,
recogiendo la doctrina jurisprudencial al respecto, de tal forma que en supuestos
como el presente en que el contrato tiene vocación de permanencia y no esta
sometido a plazo, practicándose liquidaciones periódicas, no debe confundirse en el
momento de perfección del contrato es decir el momento de adquisición del
producto financiero, con el de la consumación, circunstancia que se produce
cuando están completamente cumplidas las prestaciones de ambas partes. En el
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caso de autos producida la venta de acciones en el año 2013, dicho momento
pondría considerarse la consumación del contrato, iniciándose el computo del plazo
de cuatro años a que se refiere el artículo 1301 del Código Civil.
TERCERO.- En cuanto al tipo de producto objeto de litigio, debemos estar a lo
manifestado por la Audiencia Provincial de Valencia, Secc 9ª, Sentencia de 2 de
diciembre de 2013 (R.A 556/13; Pte. Sr. Caruana),
de tal forma que las
participaciones preferentes “son valores emitidos por una entidad mercantil
reguladas en la Ley 13/1985 de 25 de Mayo de Coeficientes de Inversión, Recursos
Propios y Obligaciones de Información de los Intermediarios Financieros cuyo
artículo 7 fija constituyen recursos propios de las entidades de crédito y su
Disposición Adicional Segunda, en la redacción vigente a Diciembre de 2006 viene
a fijar las notas singulares de esta clase de producto de inversión. Así debe
señalarse que el valor nominal de la participación preferente no es una deuda del
emisor razón por la que el preferentista no tiene un derecho de crédito frente a la
entidad y no puede exigir el pago del importe de la participación; no otorgan al
suscriptor participación en el capital (no se ostenta por su adquisición la cualidad de
accionista), tampoco se tienen derechos políticos (derecho de voto), ni otorgan
derechos de suscripción preferentes;
presentan carácter perpetuo y su
rentabilidad no está garantizada al depender de los beneficios que obtenga aquella
entidad pero sí que participa o cubre las pérdidas del emisor, hasta el punto de
poder perder el monetario invertido por lo que el mismo tampoco está garantizado y
por último, son productos propios o que cotizan en un mercado secundario. En caso
de liquidación de la entidad emisora la posición del preferentista en la prelación
crediticia está inmediatamente después de todos los acreedores, subordinados o
no, y por delante de los accionistas ordinarios.
Las participaciones preferentes están expresamente mencionadas en el apartado h)
del artículo 2-1 de la Ley de Mercado de Valores (en redacción dada por la Ley
47/2007) como producto comprendido en la aplicación de dicho texto legal, pero
con perfecto encuadre en el mismo artículo en su precedente redacción y de hecho
no es objeto de discusión tal aplicación. La Comisión Nacional de Mercado de
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Valores describe a las Participaciones Preferentes como valores emitidos por una
sociedad que no confieren participación en su capital ni derecho a voto, con
vocación de perpetuidad y cuya rentabilidad no está garantizada. Además, advierte,
son un instrumento complejo y de riesgo elevado, que puede generar rentabilidad,
pero también pérdidas en el capital invertido; es decir, que son un producto de
inversión al que se asocia un riesgo elevado de pérdidas.
Respecto a las obligaciones subordinadas, debe señalarse que los bonos y
obligaciones son títulos que representan una parte de una deuda a favor de su
tenedor, y son emitidas por una entidad para la financiación de un proyecto.
Cuando dichos títulos son emitidos por empresas privadas se denominan "renta fija
privada". Su rentabilidad y riesgo previstos tienen que ver con la calificación
crediticia del emisor, así como con el plazo de reembolso y los tipos de interés. En
España, cuando estos títulos se emiten a menos de cinco años se denominan
bonos y cuando se emiten a plazo superior se denominan obligaciones. El plazo de
reembolso es la única diferencia entre un bono y una obligación. La emisión litigiosa
se adecua a la Ley 13/1985, de 25 de mayo, sobre coeficientes de inversión,
recursos propios y obligaciones de información de los intermediarios financieros, en
la redacción dada a la misma por la Ley 13/1992 de 1 de junio de Recursos Propios
y Supervisión en Bases Consolidadas de las entidades financieras que contempla
en su art. 7 que " los recursos propios de las entidades de crédito y de los grupos
consolidables de entidades de crédito comprenden (...) las financiaciones
subordinadas.".
Las obligaciones subordinadas son productos de renta fija a largo plazo, que
pueden clasificarse como un instrumento financiero complejo de riesgo alto. Es un
producto híbrido entre la deuda y las acciones. La deuda subordinada es pasivo
para el banco y su denominación apela a su carácter subordinado en el orden de
cobro en caso de una hipotética quiebra y, aunque tiene un vencimiento
determinado, esto es, posee una fecha de emisión y de cierre determinada, si se
quiere amortizarlas antes de vencimiento habrá que ponerlas a la venta como si de
una acción se tratara, en este caso en un mercado secundario, por lo que existe la
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posibilidad de perder parte o la totalidad del capital. No obstante, el principal
problema radica en que, a diferencia de otros productos bancarios, existe un riesgo
vinculado directamente a la solvencia de la entidad emisora, pudiendo perder no
solo los intereses pactados sino también el capital invertido. Las Obligaciones
Subordinadas son un producto complejo con riesgos superiores a los de una cuenta
o depósito tradicional, por lo que el perfil del inversor de este tipo de productos
debería ser un inversor especializado, y con conocimientos financieros, e invertir
siempre cantidades ahorradas que el cliente se pueda permitir perder.
El carácter de productos complejos (exige ciertos conocimientos técnicos para su
comprensión) y de alto riesgo como se ha expuesto, afecto a la normativa del
mercado de valores, obliga a la entidad de servicio de inversión que las
promociona, oferta o comercializa a prestar una detallada información.
Respecto al contenido y exhaustividad de dicho deber de información en
relación a la suscripción de participaciones preferentes, antes de la transposición
de la Directiva 2004/39/CE (conocida como MIFID) a nuestro derecho mediante la
Ley 47/2007, de 19 de diciembre, que reformó la LMV al efecto, y por el RD
217/2008, de 15 de febrero, ya existían normas que hacían hincapié en la
obligación del información -de mayor importancia, cierto es, en la fase
precontractual-que debía de mantenerse en todo momento de la vida del contrato.
En tal sentido es predicable: artículo 48.2 de la Ley 26/1988 sobre Disciplina e
Intervención de las Entidades de Crédito; la Ley 24/1988, de 28 de julio, del
Mercado de Valores en redacción dada por las leyes 37/98 y 44/2002, que imponía
la exigencia en sus arts. 78 y siguientes, a todas cuantas personas o entidades
ejerzan, de forma directa o indirecta, actividades relacionadas con los mercados de
valores (con mención, de forma expresa, a las entidades de crédito), de una serie
de normas de conducta tales como, entre otras, las de comportarse con diligencia y
transparencia en interés de sus clientes y en defensa de la integridad del mercado y
asegurarse de que disponen de toda la información necesaria sobre sus clientes y
mantenerlos siempre adecuadamente informados. Es, precisamente en desarrollo
de dicha ley, cuando el Real Decreto 629/1993, de 3 de mayo, sobre normas de
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actuación en los Mercados de Valores y Registros obligatorios -en la actualidad
derogado por el Real Decreto 217/2008, de 15 de febrero-vino a disciplinar un
código general de conducta de los mercados de valores, en el que, en el apartado
relativo a la información a los clientes, cabe resaltar como reglas de
comportamiento, que las entidades ofrecerán y suministrarán a sus clientes toda la
información de que dispongan cuando pueda ser relevante para la adopción por
ellos de decisiones de inversión y deberán dedicar a cada uno el tiempo y la
atención adecuados para encontrar los productos y servicios más apropiados a sus
objetivos. Y a ello se añadía que la información a la clientela debe ser clara,
correcta, precisa, suficiente y entregada a tiempo para evitar su incorrecta
interpretación haciendo hincapié en los riesgos que cada operación conlleva, muy
especialmente en los productos financieros de alto riesgo. Con ello se trata de
lograr que el cliente conozca con precisión los efectos de la operación que contrata,
debiendo cualquier previsión o predicción estar razonablemente justificada y
acompañada de las explicaciones necesarias para evitar malentendidos.
En cuanto a la carga de la prueba del correcto asesoramiento e información en
el mercado de productos financieros debe pesar sobre el profesional financiero, (ver
sentencia AP, Valencia sección 6ª del 12 de Julio del 2012; ROJ: SAP V 3458/2012
) respecto del cuál la diligencia exigible no es la genérica de un buen padre de
familia, sino la específica de un ordenado empresario y representante leal en
defensa de sus clientes ( Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de noviembre de
2005 ), lo cual es lógico por cuanto desde la perspectiva de éstos últimos (los
clientes) se trataría de probar un hecho negativo como es la ausencia de dicha
información (AP Valencia 26-04-2006). La SAP, Valencia sección 9 del 16 de Mayo
del 2013 ( ROJ: SAP V 2821/2013) reitera la doctrina jurisprudencial y así dice que:
la carga de la prueba de la información recae en la entidad bancaria (como hemos
declarado, entre otras en Sentencias de 19 de abril y 1 de julio de 2011 ) y la carga
de la prueba del error de consentimiento recae sobre la parte que lo alega, para lo
cual se hace necesario el examen de la prueba practicada en cada proceso.
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CUARTO.- A la vista de la prueba practicada debe concluirse que la información
que se aportó a la actora en relación a la subscripción de participaciones
preferentes tanto en el año 1999 como en el año 2005 y obligaciones subordinadas
en el año 2005 es claramente insuficiente, no consta que se informara al cliente de
forma proporcionada y correcta cuales son las características del producto, ni las
consecuencias respecto al capital invertido, ni que se entregara ningún otro
elemento que permita conocer el producto suscrito, tal como un folleto explicativo,
en especial el riesgo que afectaba a dicha operación.
No constando ni las ordenes de compra, teniendo conocimiento de la fecha de
adquisición de los productos únicamente en virtud del certificado incorporado a la
causa como documento 14 de la demanda.
Es decir no se indica en la información suministrada al actor los elementos básicos
del instrumento financiero y sus consecuencias económicas especialmente en caso
venta de los productos. Sino al contrario se describe el producto de una forma
alejada de su realidad, que tiende a favorecer el interés por el producto de una
serie de clientes a los que no va en principio destinado., tal y como resulta de la
declaración testifical de la Sr. Graullera Benlloch, exempleada de la entidad
demandada, quien afirma, que el producto se comercializaba sin riesgos porque era
así como se concebía, sin explicación alguna a la cliente en ese sentido.
De esta forma la parte demandada ante las manifestaciones de la parte actora de
no haber sido adecuadamente informada, debe sufrir las consecuencias de la carga
de la prueba de dicha circunstancia y así entenderse que no facilitó a la parte
actora la información que le era exigible a la entidad a la hora de comercializar el
producto financiero objeto de autos, información que tuvo que ser adecuada y
bastante a la vista de la concreta complejidad del contrato y de los rasgos
particulares del inversor del que no ha acreditado tener suficiente conocimiento
para adecuar la información que debía facilitar.
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QUINTO.- En relación a la acción ejercitada debemos distinguir entre inexistencia
contractual, nulidad absoluta y anulabilidad o nulidad relativa. La inexistencia
produce los mismos efectos que la nulidad absoluta pero es un concepto que
implica la falta de un elemento esencial del negocio jurídico (declaración de
voluntad, objeto, causa y forma en el caso de ser solemne el negocio). La nulidad
absoluta implica la contravención de una norma imperativa o prohibitiva; siendo
esta apreciable de oficio, y subsanable y con efectos frente a todos. La anulabilidad
concurre cuando un negocio jurídico tiene algún vicio susceptible de invalidarlo,
como lo sería un vicio del consentimiento; siendo así que el negocio hasta que sea
anulado produce todos sus efectos.
Aun cuando la parte demandante habla de nulidad radical en relación tanto a la
inexistencia de algún elemento del contrato como a la existencia de vicio del
consentimiento por error, dicha valoración no puede ser acogida, no se acredita
precepto legal con carácter imperativo infringido, sino que se sustenta en un vicio
del consentimiento, siendo este una causa de anulabilidad de acuerdo con el
artículo 1300 del código civil establece: "los contratos en que concurran los
requisitos que expresa el artículo 1261 pueden ser anulados, aunque no haya
lesión para los contratantes, siempre que adolezcan alguno de los vicios que los
invalidan con arreglo a la ley"; y así la demandante sostienen un error que ha
viciado su consentimiento a la hora de contratar, con carácter principal.
Así de acuerdo con el contenido de la demanda la actora quería celebrar dicho
contrato, pero mantiene que expresó su voluntad viciado en su consentimiento al
creer que concertaba un contrato sobre productos sin riesgo alguno, de forma que
en ningún momento se produjera una posible pérdida en su patrimonio, siendo así
que manifiesta desconocía los riesgos elevados de concertar el producto en litigio,
viene a indicar que concertaban un depósito. En suma nos encontraríamos con una
nulidad relativa y no ante una inexistencia, ni ante una nulidad radical o absoluta de
la relación contractual.
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Por ello deberá examinarse si se cumplen los requisitos jurisprudenciales para la
adopción de la nulidad contractual instada con carácter principal, y por tanto la
doctrina aplicable para que el error sea susceptible de anular un contrato. Y al
respecto hay que recordar que, al amparo de lo dispuesto en los arts. 1261 y 1266
CC, es lugar común exigir la concurrencia de los siguientes requisitos.
En primer lugar se sostiene que el error ha de ser esencial. Requisito éste que
viene exigido por el propio art. 1266 CC al disponer que, para que el error invalide
el consentimiento, “deberá recaer sobre la sustancia de la cosa que fuere objeto del
contrato o sobre aquellas condiciones de la misma que principalmente hubiesen
dado motivo a celebrarlo”. Como no podía ser de otro modo, la jurisprudencia es
constante a la hora de exigir que, para decretar la nulidad del contrato, el error
padecido en la formación de la voluntad sea esencial. V. así, la STS 18-4-1978
[ponente: Pedro González Poveda] (Roj: STS 1978\336), según la que “para que el
error del consentimiento invalide el contrato (...) es indispensable que recaiga sobre
la sustancia de la cosa que constituye su objeto o sobre aquellas condiciones de la
misma que principalmente hubieren dado lugar a su celebración”.
En segundo término, es común exigir a ese error sustancial que también sea
excusable o no imputable al contratante que lo ha sufrido. La exigencia de este
segundo requisito puede contrastarse en la STS 18-2-1994 [ponente: Luis
Martínez-Calcerrada Gómez] (Roj: STS 968/1994), considerada como la decisión
que contiene la formulación actual del requisito que ahora examinamos. Allí se dice
que, para ser invalidante, “el error padecido en la formación del contrato, además
de ser esencial, ha de ser excusable requisito que el Código no menciona
expresamente y que se deduce de los llamados principios de autorresponsabilidad
y de buena fe, este último consagrado hoy en el art. 7.C.c. Es inexcusable el error
(de la STS de 4 de enero de 1982), cuando pudo ser evitado empleando una
diligencia media o regular; de acuerdo con los postulados del principio de buena fe,
la diligencia ha de apreciarse valorando las circunstancias de toda índole que
concurran en el caso, incluso las personales, y no sólo las de quien ha padecido el
error, sino también las del otro contratante pues la función básica de requisito de la
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excusabilidad es impedir que el ordenamiento proteja a quien ha padecido el error,
cuando éste no merece esa protección por su conducta negligente, trasladando
entonces la protección a la otra parte contratante, que la merece por la confianza
infundida por la declaración; y el problema no estriba en la admisión del requisito,
que debe considerarse firmemente asentado, cuanto en elaborar los criterios que
deben utilizarse para apreciar la excusabilidad del error: en términos generales -se
continua- la jurisprudencia utiliza el criterio de la imputabilidad del error a quien lo
invoca y el de la diligencia que le era exigible, en la idea de que cada parte debe
informarse de las circunstancias y condiciones que son esenciales o relevantes
para ella en los casos en que tal información le es fácilmente accesible y que la
diligencia se aprecia además teniendo en cuenta las condiciones de las personas:
así es exigible mayor diligencia cuando se trata de un profesional o de un experto,
(por ej., anticuarios en la S.T.S. de 28 de febrero de 1974 o construcciones en la
S.T.S. de 18 de abril de 1978). La diligencia exigible es por el contrario, menor,
cuando se trata de persona inexperta que entre en negociaciones con un experto
(S.T.S. 4 de enero de 1982) y siendo preciso por último para apreciar esa diligencia
exigible apreciar si la otra parte coadyuvó con su conducta o no aunque no haya
incurrido en dolo o culpa se concluye”.
En tercer lugar, nuestra jurisprudencia también sostiene que debe existir un nexo
de causalidad entre el error sufrido y la finalidad perseguida por el contratante. Y,
en
este
sentido,
es
habitual
encontrar
sentencias
que
condicionan
el
reconocimiento del error a “que exista un nexo causal entre el mismo y la finalidad
que se pretendía en negocio jurídico concertado”, tal y como puede leerse en la
STS 6-2-1998 [ponente: Pedro González Poveda]. Idea que se sigue por nuestras
Audiencias tal y como muestra a modo de ejemplo, la SAP Madrid (secc. 20ª)
20-9-2011 [Roj: SAP M 12122/2011]; SAP Barcelona (secc. 13ª) 14-2-2012 [Roj:
SAP B 1219/2012]; o la SAP Oviedo (secc. 7ª) 12-3-2012 [Roj: SAP O 689/2012].
Y, finalmente, también es preciso que el error se haya producido o se proyecte en
el momento en que se forma y emite la voluntad; es decir, en el momento de la
celebración del contrato y no en épocas posteriores. Son diversas las decisiones
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que sostienen que los vicios del consentimiento han de ser simultáneos al momento
de formación del contrato y que, por tanto, son irrelevantes los acontecimientos
posteriores a la prestación del consentimiento que, en su caso, podrán dar lugar a
responsabilidad contractual pero no a la anulación del contrato. En particular,
refiriéndose al error, puede consultarse la STS 29-12-1978 [ponente: Pedro
González Poveda] (RJ 1978\4482), señalando que “no afectan al error los
acontecimientos posteriores a la prestación del consentimiento”; STS 29-3-1994
[ponente: Pedro González Poveda] (Roj: STS 2118/1994), indicando que “es
preciso que el error derive de hechos desconocidos por el obligado voluntariamente
a contratar”; STS 21-7-1997 [ponente: Pedro González Poveda] (RJ 1997\4235),
afirmando que “el error es un vicio de la voluntad que se da o no en el momento de
la perfección del contrato. No cabe alegar error en el contrato, respecto a un hecho
que se ha producido en la fase de consumación”; o, en fin, la STS 12-11-2004
[ponente: Pedro González Poveda] (Roj: 7324/2004), reconociendo que “no puede
fundarse el error vicio del consentimiento contractual en el desconocimiento de un
hecho acaecido con posterioridad a la prestación del consentimiento”.
SEXTO.- Respecto a las circunstancias de la actora en la prestación del
consentimiento contractual debe concluirse que el error producido es esencial ya
que recae en la naturaleza y objeto de lo contratado, por cuanto no tenia
conocimiento de las características del producto, suponiendo estar contratando un
plazo fijo o producto análogo desconociendo el contenido de lo que firmaba y sus
consecuencias, en especial en cuanto a su perpetuidad, rentabilidad variable y
negociación en mercado secundario. El error es igualmente excusable o lo que es
lo mismo no es imputable a la parte actora que lo ha sufrido sino a la parte
demandada que no facilitó la información que le era exigible a tal fin, ni pudo ser
evitado empleando una diligencia media o regular, que la parte actora no ha
trabajado en contextos relacionados con la inversión financiera, atendiendo a su
nivel de estudios y profesión ejercida, en el sector del turismo siendo propietaria de
una agencia de viajes. En modo alguno puede atribuirse a la actora la condición de
“profesional” referenciada en la normativa reguladora del mercado de valores
anteriormente expuesta sino la condición de “minorista”, dado el carácter de los
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productos bancarios de los que ha sido titular, tal y como resulta del informe pericial
aportado, señalándose que todos los productos de los que ha sido titular la actora
eran productos garantizados. No ha probado la parte demandada que tuviera
dichos conocimientos financieros indicados. Tampoco ha acreditado la parte
demandada la existencia de adecuado asesoramiento externo en el momento de la
celebración del contrato.
Del mismo existe un nexo de causalidad entre el error sufrido y la finalidad
perseguida por el contratante con el negocio jurídico celebrado habiéndose
producido el error en el momento de la celebración del contrato, por cuanto aquel
en ningún momento deseaba la contratación de unos valores sometidos a un
mercado secundario, si no la imposición a plazo fijo o producto similar.
A este respecto debe tenerse en cuenta, que diferentes pronunciamientos
jurisprudenciales restringen la concurrencia de la circunstancia de error en
supuestos en que se han efectuado varias ordenes de compra sucesivas en el
tiempo, al considerar que el cliente debería haber observado una mayor diligencia,
por cuanto se entiende que si ya había sido adquirente de dicho producto y reitera
la operación, el mismo debía tener un conocimiento de aquello que realizaba. No
obstante en el presente supuesto deben tenerse en cuenta las circunstancias del
cliente, por cuanto en el año 1999 cuando realiza la primera orden de compra no se
practica información alguna sobre la naturaleza del producto, entendiendo que se
había contratado un plazo fijo o producto similar siguiendo la misma mecánica
cuando celebró el segundo contrato, es la entidad la que ofrece al cliente el
producto para que proceda a la compra de los productos, la actora no tiene un
pasado financiero especulativo, no tienen conocimientos especial en la materia,
adquiere los productos en la misma oficina con la que trabajan durante años, de tal
forma que es perfectamente plausible que la cliente adquiriera los productos años
después de la primera operación, únicamente a recomendación de la entidad
bancaria y en base a la confianza depositada en la misma
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En base a lo anteriormente expuesto debe declararse la nulidad de los contratos de
suscripción de participaciones preferentes Serie A, Serie B y obligaciones
subordinadas, por vicio del consentimiento determinado por error esencial y no
imputable a la actora, por cuanto resulta probado que en el presente caso el
consentimiento del demandante para la compra de los productos fue prestado por
error, y ello básicamente por tres motivos: 1) las circunstancias personales de la
demandante, que le alejan del perfil del inversor que adquiere esta clase de
productos complejos; 2) las características de la operación financiera realizada
incompatible con la intención o voluntad del actor; 3) la falta de prueba sobre el
cumplimiento de los deberes de la entidad financiera en orden a la adecuada y
completa información a su cliente consumidor de los riesgos del producto que
suscribía, en particular con respecto a las previsibles dificultades de su posterior
transmisión y consiguiente recuperación de la suma invertida.
SEPTIMO.- En cuanto a los efectos jurídicos derivados de dicha declaración de
nulidad, deberán las partes restituirse recíprocamente las prestaciones que fueron
objeto de contrato, de conformidad con el artículo
1303 CC, que impone que
deben restituirse recíprocamente las cosas del contrato con sus frutos y el precio
con sus intereses, si bien teniendo en cuenta las ordenes de venta efetuadas por la
parte actora de parte de los productos adquiridos. De esta forma se produce la
"restitutio in integrum", con retroacción "ex tunc" de la situación, al procurar que las
partes afectadas vuelvan a tener la situación personal y patrimonial anterior al
evento invalidador. En este sentido citar la sentencia de 17 de septiembre del 2013
de la Sección 9ª de la Audiencia Provincial de Valencia que al respecto ha resuelto
que: "En relación con los efectos de la nulidad de los contratos suscritos, que se
declara, han de concretarse, como solicita el demandante, en la mutua restitución
de lo percibido por ambas partes, con sus intereses legales, desde las fechas de
las liquidaciones correspondientes", y que "dichas cantidades devengarán, desde
las fechas de las correspondientes liquidaciones parciales,
el interés legal
correspondiente".
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Es por ello obligación de la parte demandada la devolución de la suma reclamada
de 24.000.- euros más los intereses legales devengados desde la fecha de
suscripción de las ordenes de compra pero del mismo modo deberá el actor
reintegrar la totalidad de los importes abonados como intereses a determinar en
ejecución de sentencia debiendo la ejecutada presentar certificación de dichos
intereses, así como habrá que descontar a dicha cantidad el importe de 11.975,77.euros obtenido por la actora en la venta de las acciones obtenidas en el canje de
los productos al FROB.
OCTAVO.- De conformidad con lo dispuesto en el artículo 394 de la LEC se
imponen las costas a la parte demandada, sin que quepa apreciar dudas de hecho
ni de derecho.
Vistos los artículos citados, concordantes y los demás de general aplicación,
FALLO
Que estimando la demanda formulada a instancia de Dª María Amparo Villalonga
Torres, representada por la Procuradora Dª. Isabel Caudet Valero, asistido por la
Letrada Dª. Amparo Barrachina Coscollá, contra la mercantil “Catalunya Caixa” (hoy
Catalunya Banc, SA), representada la Procuradora Dª Eva Badias Bastida, debo
declarar y declaro la nulidad de los contratos de adquisición de participaciones
preferentes seria A de fecha 10 de septiembre de 1999, de participaciones
preferentes serie B de fecha 14 de enero de 2005 y de obligaciones subordinadas
de fecha 14 de enero de 2005, celebrados entre la demandante y demandada por
la existencia de error esencial relevante y excusable en el consentimiento
ordenándose la restitución recíproca de prestaciones que fueron objeto del contrato
por tanto condeno a la demandada “Catalunya Caixa” (hoy Catalunya Banc, SA), a
la devolución de la suma reclamada de 24.000.- euros en concepto del principal
más los intereses legales devengados desde las fechas de suscripción de la orden
de compra, descontando a dicha cantidad el importe de 11.975,77.- euros obtenido
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por la actora en la venta de las acciones obtenidas en el canje de los productos al
FROB, así como deduciendo de dichos importes las cantidades percibidas por la
actora como intereses abonados a determinar en ejecución de sentencia debiendo
la ejecutada presentar certificación de dichos intereses, si no se cumple
voluntariamente la sentencia, más el interés legal desde las fechas de las
correspondientes liquidaciones parciales; y con imposición de costas a la parte
demandada.
MODO DE IMPUGNACIÓN: recurso de apelación en el plazo de VEINTE días,
desde la notificación de esta resolución, ante este tribunal, mediante escrito en el
que deberá exponerse las alegaciones en que se base la impugnación, además de
citar la resolución apelada y los pronunciamientos que impugna y debiendo
acreditar la consignación
de 50euros en la cuenta judicial en Banesto
4370-0000-02-( número de procedimiento que debgerá contener cuatro dígitos)- (
dos últimos dígitos del año del expediente), conforme L.O. 1/2009 , 3 de noviembre,
con expresión de los pronunciamientos que impugna (artículo 457.2 LECn) y sin el
cual no se tendrá por interpuesto..
Así por esta sentencia, lo pronuncio, mando y firmo.
PUBLICACIÓN.- Dada, leída y publicada fue la anterior sentencia por el/la Sr/a.
Juez que la dictó, estando el/la mismo/a celebrando audiencia pública en el mismo
día de la fecha, de lo que yo, el/la Secretario Judicial doy fe, en VALENCIA , a
catorce de enero de dos mil quince .
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