Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Luis Fernando Patiño Ideología ¿o ciencia del envejecimiento? Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 34, núm. 1-2, 2002, pp. 123-131, Fundación Universitaria Konrad Lorenz Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80534210 Revista Latinoamericana de Psicología, ISSN (Versión impresa): 0120-0534 [email protected] Fundación Universitaria Konrad Lorenz Colombia ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto REVISTA LATINOAMERICANA DE PSICOLOGÍA 2002 VOLUMEN 34 - Nos.I-2 123-/31 IDEOLOGíA ¿O CIENCIA DEL ENVEJECIMIENTO? LUIS FERNANDO Programa de Gerontología, PATIÑO Universidad del Quindio" ABSTRACT Based on sorne conceptualizations and interventions related to the aging processes, and to the old age, framed in euphemisms, the scientific and the ideological viewpoints are contrasted in the aging field. The social practices so founded are questionned, and also the society in which they are established. An invitation is presented for carrying out a trans-disciplinary and not unidimensional work in the gerontological field, a work that is humanist and not merely humanitarian. Key words: aging, old age, elderly people, euphemism, daily knowledge, social imaginary, ideology, closed uni verse of discourse. RESUMEN A partir de la consideración de algunas conceptualizaciones e intervenciones relacionadas con el envejecimiento y la vejez enmarcadas en eufemismos, se contraponen el quehacer científico y el ideológico en el campo del envejecimiento. Se cuestionan, entonces, las prácticas sociales así fundamentadas y también la sociedad en la cual se establecen. Se concluye con una invitación a hacer un trabajo gerontológico transdisciplinario, y no unidimensional; humanista, más que simplemente humanitario. Palabras clave: envejecimiento, vejez, personas mayores, eufemismo, saber cotidiano, imaginario social, ideología, cierre del universo del discurso. * Correspondencia: LUIS FERNANDO PATIÑO, Programa de Gerontología, Universidad Colombia. La correspondencia también puede dirigirse al E-mail: [email protected] del Quindío, Armenia, Quindío, 124 PATIÑO INTRODUCCIÓN No es fácil establecer las posibles relaciones y las fronteras entre envejecimiento, crecimiento, desarrollo y ciclo vital, aunque en esta tarea se hayan empeñado, desde hace varias décadas, reconocidos teóricos del desarrollo humano, de la psicología del desarrollo y de la medicina. En la actualidad el envejecimiento es un fenómeno que cada vez reviste mayor importancia, despierta un creciente interés y, parodiando a Clemenceau, constituye un asunto demasiado delicado para dejarlo en manos de los geriatras y los gerontólogos, máxime que a lo largo de la historia ha sido una temática que ha interesado a diferentes esferas de la actividad humana: los mitos, las leyendas, la literatura, la religión, la filosofía, la medicina, la biología, la psicología, la antropología, la sociología, la economía y el derecho. Laforest (1991) se refiere a esa empresa científica y multidisciplinaria que se inicia como reflexión humana existencial, continúa como reflexión colectiva, y empieza a desarrollarse como reflexión científica. Este proceso, sobre todo en su fase de reflexión colectiva, se ha constituido en punto de convergencia de mitos, leyendas, prácticas religiosas, aportes filosóficos, literarios y naturalmente, de prejuicios, estereotipos, actitudes, representaciones e imaginarios. Así, es posible recordar mitos como el del Rey Gilgamesh (aproximadamente 1.600 años a.C.), a quien una serpiente le arrebató laplantarejuvenecedora que había logrado arrancar del fondo de una laguna. También el mito de Títono, esposo de la diosa Aurora, a quien a instancias de ésta, Zeus le concedió la inmortalidad, pero no laeternajuventud; así, sin poder esperar a que la muerte lo liberara de su decrepitud, prefirió convertirse en cigarra para siempre. Más cerca de nuestro tiempo cabe recordar la narración de Borges en la cual unas personas peregrinan sin descanso buscando el río cuyas aguas sirvande antídoto a las que originaron una inmortalidad insoportable. Barash (1986) revisó las prácticas sexuales taoístas encaminadas a lograr longevidad, conside- rando aportes de la literatura provenientes de Chateaubriand, Swift, Goethe, Víctor Hugo, Proust y Dylan Thomas. A esta lista es posible añadir relatos que hacen referencia al anhelado elixir de la vida, como el que se encuentra en Las mil y una noches que, parece prefigurar, la búsqueda de la fuente de la eterna juventud atribuida a Ponce de León, el explorador y conquistador de La Florida. La enumeración anterior puede asociarse con épocas muy antiguas, o relegarse al mundo de la infancia. Pero ¿es posible que en nuestro mundo moderno, científico, tecnificado, desarrollado, cibernético, global, encontremos formas de pensamiento y de actuación similares a las de los mitos y relatos antiguos? ENVEJECIMIENTO, VEJEZ Y EUFEMISMOS Si se hace una breve revisión de las denominaciones utilizadas para aludir a la vejez, al envejecimiento, a las instituciones y programas relacionados con las personas viejas, se encuentra una sucesión de palabras maquilladas: "tercera edad", "años dorados", "años felices", "edad de la sabiduría" (como si la sabiduría fuera una adquisición determinada automáticamente por la edad), "segunda juventud", denominación esta última, que implicaría varios problemas: por una parte, privilegia la juventud como etapa por excelencia, y por otra, supone una concepción circular del ciclo vital según la cual la involución asociada con la vejez sigue indefectiblemente el proceso inverso al del crecimiento y el desarrollo durante la infancia y la niñez. Por eso, concluyen algunos de los que así piensan: los muy viejos (tal vez los denominen de otra forma porque los asusta la palabra viejos) terminan durmiendo en posición fetal como algunos recién nacidos. En esta perspectiva, de ocultación de lo incómodo es más fácil oír hablar de "tránsito por la vida", "avance en el ciclo vital", "ganar en madurez y experiencia", para no mencionar las palabras envejecimiento y vejez. Las instituciones y programas también reciben denominaciones sorprendentes: centros, clubes o IDEOLOGÍA ¿O CIENCIA DEL ENVEJECIMIENTO? programas de o para la "tercera edad", "años dorados", "años felices" (ya mencionados como "sinónimos" de vejez) "descanso otoñal", "el ocaso de la vida", "atardecer" (precedido de adjetivos como bello, hermoso, tranquilo, según el gusto del oferente o del presunto usuario). Llama la atención que instituciones destinadas a personas que se encuentran en el otro extremo, del ciclo vital: la infancia, llevan nombres igualmente peculiares ("pequeños genios", "mundo mágico", "bambi", "el redil", "primaveras del futuro", "los pequeños sabios" y otros por el estilo). En las denominaciones de ambos grupos de instituciones encontramos alusiones a primavera y otoño, en países que no tienen estaciones. Parece que tras estas expresiones subyacen vestigios de clasificaciones precientíficas del desarrollo y el envejecimiento como la atribuida a Plutarco (siglo I d.C.) quien, comparaba las estaciones del año con el ciclo vital así: primavera (niñez), verano (juventud), otoño (adultez) e invierno (vejez). Clasificaciones análogas hicieron William Shakespeare y Teodoro Agripa de Aubigné (siglo XVII), según lo refieren Simone De Beauvoir (1970) y Levinson (1978/1979). El eufemismo "tercera edad" hace referencia inicialmente a otra clasificación precientífica mencionada por Ricciardi (1981): la de Criptodemo (siglo V a.Ci), basada en la astrobiología y que se refiere a cambios orgánicos, supuestamente regulares, cada siete años. Así Criptodemo alude a primera, segunda, tercera edad (recientemente, añadirían la cuarta), porque consideraba que la vida humana, estaba dividida en peldaños o escalones (del gr. klimatker, escalón). Aunque Hipócrates también habló de tres edades, está claro que este tipo de asociaciones tiene más relación con el folclor, la mitología yen general, con el imaginario social que con criterios científicos. IMAGINARIOS E IDEOLOGÍA La primera aproximación para intentar describir y explicar los procesos que subyacen a los 125 fenómenos anteriormente reseñados lleva a conceptos que participan de la indefinición y contradicción señalada por Montero (1994a) cuando se refiere a actitud, creencia, pasión, valor, estereotipo, representación social, así como a la relación del afecto, la cognición y la conducta con el conocer y el actuar. Buscando superar las limitaciones de estos conceptos el autor del presente artículo exploró en otras disciplinas. Un primer hallazgo lo constituyó la historia de las mentalidades que surge, al decir de Rodríguez (1996), como un campo especializado de la Historia Social, posee un núcleo de convergencias y presupuestos comunes con la Historia de las Ideas y "sufre los impactos, en particular, de la aplicación de la (P)sicología social al campo de la historia, superando el análisis de las grandes individualidades para centrarse en la psicología de las masas" (p. 23). Sobre la historia de las mentalidades Rodríguez (1996) precisa: Su materia prima, ya no son propiamente las ideas, aún en sus relaciones sociales y culturales, sino las actitudes y los comportamientos colectivos que se viven de un modo acrítico en la vida cotidiana de la familia y en la vida social en conjunto: los rituales domésticos, las fiestas, los matrimonios, las creencias religiosas, la muerte. La historia de las mentalidades, de este modo, privilegia lo colectivo sobre lo individual, los procesos culturales, sociales y (p)sicológicos sobre lo intelectual (p. 24). Es posible relacionar comportamientos colectivos que se viven de un modo acrítico en la vida diaria con el saber cotidiano (Heller, 1994) y, en concreto, con el contenido del saber cotidiano entendido como "la suma de nuestros conocimientos sobre la realidad, que utilizamos de manera efectiva en la vida cotidiana, del modo más heterogéneo (como guía para las acciones, como tema de conversación, etcétera)" (Heller, 1994, p. 317). En la semiótica articulada con la investigación antropológica y sociológica se encuentra el concepto de imaginario, el cual se relaciona con formaciones simbólicas que pasan por el signo, la palabra, el mito y lo inconsciente; también con el trabajo 126 PATIÑO simbólico y el juego de sentidos. Una afortunada síntesis de la relación entre estos aspectos la ofrece Armando Silva (1992) en Imaginarios Urbanos. Los procesos explorados implican el encuentro entre lo individual y lo colectivo, lo personal y lo social. En efecto, para Heller (1994) el saber cotidiano es una categoría con una doble condición de objetivo, y normativa. Objetivo o individual, en cuanto patrimonio de un solo sujeto; y normativa o colectiva, en cuanto que "para que un estrato o integración cumpla su función, es la totalidad de tal estrato o integración lo que debe apropiarse de este saber cotidiano" (p. 317). Realidades como esta han motivado propuestas de aproximación conceptual que articulen la psicología y la sociología, como lo plantean Palacio (1982) y Montero (1994a). Esta última analiza la indefinición y las contradicciones de algunos conceptos básicos en psicología social y se refiere a la relación entre conocimientos, procesos internos, externos, individuales -aunque socialmente influidos e influyentes-, y conducta. Dicha autora reconoce dos niveles: ... Un primer nivel social, externo, el mundo de la vida de la persona, pleno de estímulos de diverso orden (...); está integrado además por la historia personal, grupal, comunal; por los mitos, tradiciones y costumbres que rigen la vida cotidiana y por las interacciones y dinámica que tipifican esa cotidianidad. Otro nivel interno, individual, psicológico, referente a los procesos mediante los cuales lo social deviene individual y lo individual halla su expresión social y se abre camino hacia 10 colectivo a través de la intersubjetividad (Montero, 1994a, p. 121). EUFEMISMOS, CIERRE DEL UNIVERSO DEL DISCURSO, E IDEOLOGÍA Los eufemismos asociados con el envejecimiento y la vejez, hacen parte del imaginario colectivo y cumplen una función de ocultamiento de la realidad, escamotean los aspectos desagradables o inconvenientes y los sustituyen por el producto maquillado de idealizaciones, por elaboraciones asépticas y con frecuencia inauténticas. almibaradas e Tal función es notoriamente ideológica, por lo menos en dos sentidos: el primero, en cuanto corresponde a un conjunto de representaciones que precedería a la aparición de "una ciencia del envejecimiento" y que está separada de ésta, cualquiera que ella sea, por un corte o ruptura; y el segundo, en cuanto corresponde a un conjunto de representaciones deformadas de la realidad que, los que detentan el poder, requieren para justificar y legitimar su dominación sobre el conjunto de la sociedad. En el primer caso estaríamos ante la "ideología" en el seno de un discurso epistemológico y, en el segundo, en el seno de un discurso político. Aquí se aplica al aspecto ideológico de la "ciencia del envejecimiento" la misma distinción que, también para el aspecto ideológico, aplicara Braunstein (1978) a la psicología. En las dos acepciones anteriores, los eufemismos inicialmente mencionados, y 10 que ellos implican, facilitan las funciones de la ideología que, como señala Eagleton (1988) consiste en "naturalizar" la realidad social. En efecto, la ideología busca convertir la cultura en naturaleza. En este sentido, anota el autor citado, la ideología es una especie de mitología contemporánea, un campo que se ha purificado de toda ambigüedad, de toda posible alternativa. Para decirlo en palabras de Marcuse (1969) se ha hecho "unidimensional". Esta unidimensionalidad hace parte de lo que el mismo Marcuse (1969) denomina "el cierre del universo del discurso", a propósito del cual habla del "lenguaje de la administración total" que exhibe y defiende el bienestar de unos pocos descansando sobre la base desgraciada de la sociedad. Los medios de comunicación, fieles, según Marcuse, a su papel de mediadores entre quienes detentan el poder y los consumidores de mensajes, absorben este lenguaje y con él abogan por la identificación y la unificación, por la promoción de la "conducta tecnológica" o los "hábitos de pensamientos sociales", y no por formas de pensamiento "bidimensionales" o dialécticas. IDEOLOGÍA ¿O CIENCIA DEL ENVEJECIMIENTO? Dentro del proceso descrito, el lenguaje tiende a identificar razón y hecho, verdad y verdad establecida, esencia y existencia, la cosa y su función. Las palabras entonces se hacen cliché y, como tal, gobiernan al lenguaje hablado o escrito. En esta forma "la comunicación impide el desarrollo genuino del significado" y como añade el mismo Marcuse (1969): En los puntos claves del mundo del lenguaje público, las proposiciones con valor propio, analíticas, funcionan como fórmulas mágico-rituales. Machacadas y remachacadas en la mente del receptor, producen el efecto de encerrarlo en el círculo de las condiciones prescritas por la fórmula (p. 118). Al analizar el discurso que aparece en los medios hablados o escritos, la persona avisada puede reconocer el concepto ritualizado con su característica inmunidad a la contradicción, pero surge una pregunta fundamental ¿y el discurso de los profesionales de la ciencia del envejecimiento [cualquiera que ella o ellos sean] difiere del discurso de los medios, es decir, del discurso que proviene del "conocimiento popular" (tomado aquí en oposición al "conocimiento científico")? Si no difiere significativamente ¿es porque participa de su condición de ideología y porque esa "ciencia del envejecimiento" no ha empezado a constituirse precisamente a partir de la crítica de la ideología, --como se constituye una ciencia según Althusser (1968, 1970)?-. Es frecuente encontrar en el discurso en boga sobre el envejecimiento, además de los inevitable eufemismos, expresiones como "calidad de vida", "bienestar", "satisfacción de necesidades", "envejecimiento competente", "autosuficiencia" y algunos otros, los cuales parecen tener todas las trazas de conceptos ritualizados, ensartados como cuentas para componer la filigrana del lenguaje unidimensional y continuar con el juego de la negación de lo molesto, lo inconveniente, lo no aceptado, lo no reconocido, lo no tolerado. La importancia del estudio de la ideología para comprender estos procesos había ya sido señalado por Montero (1994b) en su trabajo Una mirada dentro de la caja negra: la construcción psicológi- 127 ca de la ideología. Esta autora reconoce que el estudio de la ideología, y específicamente del nivel individual de la misma, como fenómeno psicológico, es bastante reciente y que aunque ya en psicología se hablaba de ideología, "se le mencionaba como un concepto dado, definido en otros ámbitos de las ciencias sociales y cuyo sentido y acción estaban más allá del campo de discusión y del interés del psicólogo. Montero (1994b) describe así la ideología: ...Un proceso ocultador, distorsionador de relaciones sociales en las cuales los intereses de un grupo se superponen o imponen a los de otro. Es decir, que la ideología es el proceso mediante el cual las razones de la asimetría y la desigualdad son ocultadas, de tal manera que la situación resultante de ellos es vista como natural (p. 128). Con base en Althusser (1968) la autora citada precisa que "la ideología no es únicamente un proceso que se da en el nivel macro social" , sino que "es un fenómeno en el cual los individuos participan activamente" (p. 128). Además observa Montero (1994b): La ideología es no sólo un fenómeno social, sino también un proceso de carácter cognoscitivo, una forma de pensamiento, ciertamente, pero no cualquier forma de pensamiento, sino una que oculta, que falsea, o para usar el símil que dieran Marx y Engels en La Ideología Alemana, invierte como en una cámara oscura las relaciones, que se dan en la realidad entre los seres humanos. Y es ese proceso mediante el cual lo injusto se vuelve adecuado, lo impuesto es visto como propio y lo negativo a la vida cotidiana como irremediable, el que puede permitir a los psicólogos comprender y explicar la existencia de ciertas actitudes, ciertos valores, ciertas representaciones, en general, de ciertas formas de aprehender el mundo y de actuar en él (p. 129). Es fácil concluir que los eufemismos que hacen parte del cierre del universo del discurso son principalmente manifestaciones de una ideología que trata de camuflarse en este caso, en versiones tales como ciencia del envejecimiento. 130 PATlÑü aportar mucho en este proceso de desideologización, no sólo de la ciencia del envejecimiento, sino también de la misma psicología. En forma coherente con los planteamientos de Martín-Baró, Montero (1994b) anota: Proponemos entonces que la psicología social, en tanto que psicología política, retome el concepto de ideología como proceso ocultador, distorsionador de una realidad, que permite explicar por qué una persona puede no sólo aceptar explicaciones descualificantes para sí como miembro de un grupo, sino aún reproducirlas y autoaplicárselas; reproduciendo los mecanismos de opresión o de marginación; o bien aceptar una norma cuyo contenido exalte la igualdad y permitir a la vez formas de acción social que mantienen la desigualdad, razonando, congruentemente, que esa desigualdad es merecida por cierta categoría de personas que carecen de ciertas cualidades o condiciones, o porque no tienen capacidad, o por ser ese el orden natural de las cosas y, por lo tanto, la manerajusta de vivir (p. 143). Max-Neef y cols. (1993) señalan algunos derroteros posibles: • La necesaria transdisciplinariedad que nos permite comprender no sólo que "ya no nos queda ningún hermoso problema particular" (según la parodia que Max-Neef hace del Marqués de Sade), sino que la política, la economía y la salud han convergido hacia una encrucijada. • El humanizar cada disciplina, lo que implica superar la tecnocracia y el reduccionismo propio, y exige voluntad de apertura intelectual como cimiento obligado para cualquier diálogo fecundo. También significaría, en términos de Freire, que en el "trabajo gerontológico" haya más humanismo y menos humanitarismo (patemalismo y asistencialismo). Sólo así comprenderemos que buena parte de lo que sufren las personas viejas no es el resultado de la vejez, sino la consecuencia de condiciones de injusticia, exclusión, marginación y frustración de su proyecto de vida, porque esos, actualmente viejos, ya desde niños y jóvenes hacían parte de lo que Fanon (1961/1973) llamaba "los condenados de la tierra". Terminemos con esta admonición de Max-Neef y cols. (1993): La humanización y la transdisciplinariedad responsables son nuestra respuesta a las problemáticas y son, quizás, nuestra única defensa. Si no asumimoseldesafío, nadie será inocente. Todos seremos cómplices de generar sociedades enfermas. Y no hay que olvidar aquello que América Latina ha aprendido a costa de mucho dolor; que ... si "en el país de los ciegos el tuerto es rey", en "las sociedades, enfermas son los necrófilos los que sustentan el poder (pp. 35 Y 36). REFERENCIAS Altarriba F.x. (1992). Gerontología. Aspectos biopsicosociales del proceso de envejecer. 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