Sorpresa es lo que se llevan al llegar a Peralvillo los que camino a Toledo desde Andalucía conocen La Mancha sólo de referencias o de la literatura. Gente hay que cree que La Mancha es como su nombre dicen que indica: seca como un páramo. Es más, los hay leídos, que saben que el Quijote es un libro en el que apenas llueve, y piensan que siendo el nuestro un reino de la literatura, en La Mancha ni hay agua, ni llueve. Así pues, no cejan de sorprenderse los que tras pasar Ciudad Real se asoman al brazo de mar con el que uno se topa cuando busca el Molino del Emperador y la vista se llena del Piélago maravilloso, Piélago que de modo natural viene dotado por el río Bañuelos y al que reprieta el Guadiana y todo ello se arremansa por la obra humana del embalse del Vicario. Todo es en estos años que tanto llueve como un documental de naturaleza de canal de pago. No se harta uno de tanta maravilla suelta que se disfruta sin costar un duro: garzas, garcillas y garcetas, puestas allí como por el Ayuntamiento para solaz de los paseantes; los patos –azulones y colaraos- se levantan por parejas al paso del caminante; Las garzas imperiales observan ceñudas y de reojo lo que circula a su alrededor. Hay un incesante tráfico de seres en dirección a todos los puntos cardinales. Que sensación más placentera, cortar el agua por la presilla desde la carretera hasta el otro lado. Pues sí, un paraje natural digno de figurar en los libros y en nuestras excursiones. En el mundo moderno, como lo vio ya Ortega y Gasset, cualquiera puede convertirse en un héroe mediante el deporte individual, quiero decir, el que se practica por el individuo mismo y no el que se observa en el televisor y, los más 1 esforzados, en el estadio qué frecuente es hoy estar disfrutando del equilibrio que sobre una sola pata hace la garza imperial a la vera de un cañizo cuando se apodera de nuestras sensaciones el zumbido de un esforzado grupo de ciclistas que con la cabeza entre los brazos y los bajos en las alturas, bien apretados unas y otras, traspasan nuestro alrededor envueltos en los vivos colores de los trajecillos que visten para tal fin. No zumban pero jadean, como produciendo música natural que no desmerece el ambiente, los grupos de corredores de a pie de los que por medio del campo y sin respetar ni propiedades, ni caminos privados, - que hace cientos de años dejaron de ser de uso público- , ni vallas, ni murallas, ni otras indicaciones más que las que inexorablemente designan los gloriosos caminos de Don Quijote. Debieron de estar los agrimensores de la Junta del año del Centenario poseídos por el Mago Merlín y se empeñaron que el Quijote pasó por tantos sitios, con tantas vueltas y revueltas como si no hubiera querido llegar a ninguna parte y no salir de la Mancha salvo a los peligros de Barcelona. El caso es que La Mancha y todo Peralvillo se han convertido en un solo espacio natural extraordinario, en red de caminos que surcan en un continuo ir y venir los grupos de andadores, corredores y ciclistas que son los héroes modernos de la Mancha, y Peralvillo es uno de sus campos de recreo más preciados. Mas Peralvillo no es sólo un espacio natural que debiera ser Patrimonio de la Humanidad junto con las Tablas de Daimiel, de las que es su natural continuación, y las Lagunas de Ruidera, que es la madre de toda esta saga de aguas, se pongan como se pongan algunos geólogos o biólogos de del Gabinete Botánico, quienes de tanto investigar bajo las aguas a la sombra de Tarayes y de Masiegas les ha dado por mantener que el Guadiana nace en los Ojos y no en Ruidera y que entrambos hay un farallón infranqueable por parte alguna, y que desde los Ojos son de aquí y , por arriba, como de Cartagena. Peralvillo es también lugar que por su historia y las huellas de la misma es monumento a la memoria y lección para el presente del terrible pasado de los seres humanos así como permanente legado de los bienes de la civilización. Y si el presente de Peralvilo es el espléndido paraje natural, el pasado merece recuerdo, sobre todo porque en lo acontecido podemos encontrar lecciones útiles para el presente, y el lugar ofrece en su historia al menos dos lecciones para la convivencia. La primera y principal es la que nos da el tiempo de su nacimiento y definitiva adscrición al Ayuntamiento de Miguel Turra y la correlativa de la Atalaya de Ciudad Real. Como es por todos bien sabido fue la batalla de Malastardes una pelea feroz, producto de la reacción de Villa Real a las provocaciones de los de Miguel Turra, lo cierto es que triunfadores los de la Villa del Rey se cegaron de pasión y cargaron contra Miguelturra como si aquello fuera Yugoslavia: hombres, mujeres y niños fueron objeto del robo y del homicidio en masa, lo que se denomina hoy crimen contra la humanidad. Y es que una vez más se 2 advierte en nuestra historia que en pocas ocasiones encontramos los hechos pasados como gestos de dignidad e independencia, sino como viles guerras –guerras civiles- de unos contra otros. Dice el gran hispanistas francés Jean Pierre de Dien que lo que forja las naciones son las guerras de independencia y lo malo en España es que de independencia solo tuvimos la primera de los últimos 200 años y después solo vinieron guerras civiles, hasta cuatro, sin contar las escaramuzas, y lo peor es que hoy sabemos que la que llamamos de independencia fue también una guerra civil y por si alguna duda hubiere Fernando VII se encargó de aseverarlo con las terribles represalias contra los liberales en 1814 y 1823, o sea, que los del centro de La Mancha tienen una razón más que el general de los paisanos para esforzarnos en convivir sin convertir en enemigos a los que no piensan lo mismo y en apreciar en los demás antes lo bueno que les adorne que lo que de ellos no separa. A eso hubo un tiempo en que se llamó consenso, que cada día se añora más en estos tiempos tan malos, tanto para el bienestar general como por las malas maneras. El caso es que algunos pueden pensar que el personal no tiene enmienda ni el progreso avanza, pero en Peralvillo tenemos la muestra más evidente de que por mucho que algunos se empeñen, el progreso existe y que el proceso de la civilización es inexorable. La muestra es que lo que parecía irrenunciable para las sociedades antiguas, una muestra imprescindible del vivir social como esa la pena de muerte, no solo ha dejado de existir entre nosotros y en la mayor parte de los países, sino que más aún se la advierte como una pena cruel e inhumana. Testigo de este horror es el “cerro de los palos” y el “´árca de los huesos” o “fosa de los ladrones”, que son además la más plástica representación de la pena capital. El promontorio que hoy corta la carretera de Ciudad Real a Toledo era el emplazamiento habitual para que la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Reala, ejecutara las penas de muerte a los que se condenaba inexorablemente a los más despiadados golfines, matadores y traidores, todo ello mediante flechas de ballesta, la cosa requiere liturgia y logística. Como se sabe, allí sujetos a palos o vigas clavadas en el suelo quedaban amarrados los cuerpos dolientes para ejemplo y advertencia de todos cuantos pasaban de viaje por tan asendereado camino. Muerte dolorosa, con vergüenza y escarnio público y, lo peros para las gentes de aquel tiempo, sin cristiana sepultura que auguraba toda otra vida en la lumbre. Un escarnio. Debió ser esta costumbre tan conocida que llegó hasta la literatura y Cervantes inmortalizó Peralvillo como espacio reservado a los diablos en el parlamento que pronunció Sancho Panza, sentado a la grupa del Clavileño y a la de su señor Don Quijote, animándole a desistir de la gran aventura de Malambruno y la Condesa Trifaldi, advertía Sancho no fuera que “anden por allí alguna región de diablos que den con nosotros en Peralvillo”. Así que si alguien de lengua castellana no supiera el nombre de Peralvillo, a partir de 1615 enterose el mundo entero, incluida la China, cuyo emperador llegó a ofrecer a Cervantes el puesto de Rector de una Universidad, tal y como narra en la dedicatoria de esta parte del libro inmortal. A lo que, por cierto, conviene aleccionar a quienes en su momento tengan que gobernar que la segunda parte del Quijote es cosa de celebrar en el mentado año 16, pues esta segunda parte –a diferencia de otras- si fue buena y, además, elevó a Peralvillo - y a Miguelturra también- en el cap. XLVII al cielo de la memoria, que daría 3 juego a muchos y entre ellos a Vélez de Guevara el del Diablo cojuelo y al propio Quevedo y otros de menor nombradía, asunto sobre el que conviene preguntar a un sabio profesor de músicas y literatura vecino del propio Miguelturra. Lugar del Arca de los huesos Así que Peralvillo se levanta orgulloso con su lugar en este mundo real como enclave de alto valor ecológico para dar testimonio del compromiso de dejar para las generaciones venideras el patrimonio natural que hemos heredado y se constituye en el espacio imaginario de la Historia y la Literatura para servir de lección de convivencia y de progreso en los modos y maneras de la organización de la sociedad, con respeto ciudadano y con coraje cívico, como muestran los que dedican su ocio y pasión a la composición del libro que el lector tiene entre sus manos. Luis Arroyo y Raúl Zaffaroni en Peralvillo 4