TEXTOS SOBRE EL TRABAJO Alberto Hurtado S.J. -Hacer comprender la dignidad del trabajo humano es tarea fundamental de la educación social. Durante siglos se despreció el trabajo, sobre todo el trabajo manual. -Descubrir el sentido social de cada trabajo debería ser una aspiración fundamental de quien aspira a dar educación social, y luego inculcar ese sentido, creando una mística del trabajo escolar, manual, profesional. -La palabra “trabajo” debería sugerirnos a todos no sólo un medio para ganar la vida, sino una colaboración social. Según esta concepción del trabajo podría ser definido: “El esfuerzo que se pone al servicio de la humanidad; esfuerzo personal en su origen, fraternal en sus fines, santificador en sus efectos”. -La dignidad del hombre es atacada cada vez que un hombre, sin que sea responsable, es reducido a cesación del trabajo. La dignidad del hombre es atacada cada vez que tiene que vender su trabajo por un salario menor de lo justo. -Por el trabajo el hombre da lo mejor que tiene: su actividad personal, algo suyo, lo más suyo; no su dinero, sus bienes, sino su esfuerzo, su vida misma. Con razón los trabajadores se ofenden ante la benévola condescendencia de quienes consideran su tarea como algo sin valor. Trabajar en condiciones humanas es bello y produce alegría, pero esta alegría es echada a perder por los que altaneramente desprecian el esfuerzo del obrero, no obstante que se aprovechan de sus resultados. -Otros hay que ofenden al obrero haciéndole sentir que él vive porque la sociedad bondadosamente le procura empleo. Más cierto sería decir que la sociedad vive por el trabajo de sus ciudadanos: sin trabajo no habría riqueza ni sociedad. Esta idea podría ser mejor comprendida en una asociación vocacional en la que el trabajador, dejando de ser un simple asalariado, participará de la propiedad y aún de la dirección de la obra en que trabaja para bien y servicio de la sociedad. -Así como hay condecoraciones para los que realizan hazañas bélicas o llevan adelante con éxito gestiones diplomáticas debería haber condecoraciones para los “héroes del trabajo”, héroes ocultos sin los cuales no progresa la humanidad... Un nuevo humanismo debe reemplazar a esta concepción decadente de la historia, un humanismo del trabajo, que encuentra la mayor grandeza en el Dios obrero. -La sociedad debería vivir en un acto continuo de acción de gracias a todos los que laboran su grandeza espiritual, intelectual, manual y consiguientemente de respeto a todo trabajador, de gratitud por sus esfuerzos que no se pagan con dinero. Siempre el que recibe el esfuerzo de un hombre recibe más que lo que le da al entregarle en cambio billetes de banco o monedas, aunque fuesen de oro legítimo. Es misión del educador hacer caer en la cuenta a sus alumnos de los beneficios inmensos que nos proporciona cada día el trabajo de los demás. -Nada más desalentador que un esfuerzo cuya finalidad no aparece... Cuando el obrero, en cambio, descubre que su trabajo tiene valor para la comunidad, que es una contribución fraternal en bien de todos, su espíritu se ilumina con nueva luz, y sus músculos cobran nuevas energías. Esfuerzo sin sentido conocido, es esfuerzo perdido. -Estos grupos de luchadores obreros han logrado comprender que no puede haber escisión entre su vida religiosa y su vida profesional. El trabajo no es una tarea que han de soportar durante algunas penosas horas del día, las menos posibles, para escapar luego a su vida espiritual y cultural. No; el trabajo es para ellos su grandeza, su vida. En su trabajo cotidiano se santifican y tienen conciencia que mediante él están construyendo la ciudad terrestre, y colaborando con Dios el plan de redención sobrenatural. -El trabajo es un esfuerzo personal pues por él que el hombre da lo mejor que tiene: su propia actividad, que vale más que su dinero. Con razón los trabajadores se ofenden ante quienes consideran su tarea como algo sin valor, desprecian su esfuerzo no obstante que se aprovechan de sus resultados. Igualmente sienten cuan injusto es que pretendan hacerlos sentir que ellos viven porque la sociedad bondadosamente les procura un empleo. Más cierto es decir que la sociedad vive por el trabajo de sus ciudadanos. -El trabajo es un esfuerzo fraternal, es la mejor manera de probar el amor por los hermanos, responde a las exigencias de la justicia social y de la caridad. Una parte importante de la educación debería consistir en descubrir el sentido social de cada trabajo, pues el conocimiento de la finalidad del esfuerzo hará más interesante el trabajo mismo. -El trabajo es santificador en sus resultados, pues, por el trabajo el hombre colabora al, plan de Dios, humaniza la tierra, la penetra de pensamiento, de amor, la espiritualiza y diviniza. Por el trabajo el hombre contribuye al bien común temporal y espiritual de las familias, de la nación, de la humanidad entera. Por el trabajo descubre el hombre los vínculos que lo unen a todos los demás hombres, siente la alegría de darles algo y de recibir mucho en cambio. -Durante siglos se despreció el trabajo, sobre todo el trabajo manual, propio de los esclavos. Los filósofos llegaron a alabar el trabajo del espíritu, pero no así el corporal. El cristianismo dio al mundo la gran lección del valor del trabajo: Cristo, el Hijo de Dios, se hizo obrero manual, escogió para sus colaboradores a simples pescadores, Pablo se gloría de no abandonar el trabajo de sus manos para nos ser gravoso a nadie, los monjes han hecho del trabajo intelectual y aun del manual una razón de ser de su existencia religiosa. Todo trabajo, tanto el intelectual como el manual aparece reivindicado en el cristianismo. El trabajo intelectual y el manual valen más o menos no por ser tales, sino por la intención más o menos pura con que cada uno cumple con su deber. -La doctrina católica es esencialmente anti-individualista: ella considera a los hombres, no como individuos aislados, sino como seres viviendo en sociedad y, por lo tanto, constituyendo un cuerpo, en el que un estrecho lazo de solidaridad une a todos sus miembros, de tal manera que no hay fenómeno humano que no tenga su repercusión en la sociedad. -De ahí que el salario no deba reputarse tan sólo como una manifestación circunscrita al contrato de trabajo entre empleador y trabajador, sino que ha de ser considerado también en sus más amplias proyecciones sociales. -El sentido de responsabilidad y conciencia profesional elevarán al trabajador y lo harán digno de mayor respeto. La conciencia profesional excluye el trabajo hecho con negligencia, las ausencias injustificables, las falsas enfermedades y falsos accidentes, el trabajo lento, el honorario abusivo, el fraude de materiales, etc. Excluye también la “coima”, el favoritismo injusto, las sustracciones aunque sean pequeñas de los bienes de la empresa, y el cerrar los ojos sobre las injusticias de los que uno tiene a su cargo. -El trabajo de la mujer: No puede erigirse en principio que una mujer no puede trabajar como obrera... El salario que se debe a una mujer por un trabajo debe ser igual al que se pagaría a un hombre por igual tarea: “a trabajo igual, salario igual”. Todos los principios establecidos al determinar el salario mínimo valen también para la mujer, y deberían ser los obreros los primeros en protestar por esta competencia inhumana que se les hace ocupando mujeres que son pagadas en forma miserable. No podemos, pues, en nuestros días repetir simplemente el slogan: la mujer en el hogar. Muchas necesitan trabajar, y muchas desean por que desean cubrir sus propias necesidades ayudar a sus familias, o bien por el ambiente de acción social apostólica, cívica que desearían realizar. Testimonios concordantes de obreras demuestran que han encontrado un trabajo que les satisface. -El trabajo de los menores: Al comienzo del maquinismo el trabajo de los niños fue una de las lacras más vergonzosas del régimen. Niños aun menores de doce años sometidos a trabajos pesados y a prolongadas faenas agotaban su salud y comprometían definitivamente su porvenir. Las legislaciones de muchos países han reglamentado el trabajo de los menores para prevenir estos inconvenientes. Sin embargo todavía, debido a la escasez de los salarios, los padres se ven obligados a servirse del trabajo de sus hijos, lo que debe ser combatido poniendo ante todo remedio a la causa del mal. Todo niño debe recibir su educación primaria completa, y luego debería seguirse una educación preprofesional, que completara los estudios generales y preparará técnicamente al niño para una profesión. Sin ella no alcanzará nunca un nivel de vida verdaderamente humano. El obrero no especializado está condenado a salarios que estará por debajo del nivel vital. -La mejor manera de levantar a un pueblo reside en la educación apropiada de los menores. Con las personas de cierta edad es difícil actuar para hacerlas adquirir nuevos hábitos de pensar, de trabajo, de vida, pero todas las posibilidades están abiertas en la niñez... -...Si la empresa no llega a pagar el salario vital familiar, tienen derecho los obreros a pedir que el empresario capitalista sacrifique previamente los intereses del capital y los beneficios de empresario. Si esta situación perdura llegará el momento de deliberar acerca del cierro de la empresa.