La región más transparente de Carlos Fuentes como mandala del

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Mito y fantasía: Una vuelta al origen. (Aproximaciones a la obra de Carlos Fuentes)
La región más transparente de Carlos Fuentes como mandala del
tiempo y del espacio
ALFREDO ROSAS MARTÍNEZ
De los diversos aspectos que constituyen una novela, el espacio y el tiempo son
fundamentales; sobre todo cuando resultan mitificados. En cuanto al espacio de la
novela, “Lejos de ser algo indiferente […], se expresa […] con ciertas formas y se
reviste de múltiples sentidos hasta constituirse en ocasiones en la razón de ser de
la obra” (Bourneuf La novela 116). En relación con el tiempo, “Desde los primeros
años de este siglo sobre todo, con obras como las de Proust, Thomas Mann,
Virginia Woolf y Michel Butor […], el tiempo ya no es tan sólo un tema o la
condición de una realización, sino también el tema mismo de la novela” (Bourneuf
La novela 147).
La relación del mito con el espacio y el tiempo ha dado lugar a una tradición
de la novela moderna. En cuanto al espacio, hay algunas variantes. Por una
parte, la que se refiere a las novelas que privilegian un lugar rural pequeño, real o
inventado: Combray (Illiers), en la novela de Marcel Proust;
el Condado de
Yoknapatawpha, en las novelas de William Faulkner; Comala y la Media Luna, en
Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Macondo, en Cien años de soledad, de Gabriel
García Márquez.
Otra variante tiene que ver con las novelas que se desarrollan en ciudades
inventadas: Santa María, en la obra de Juan Carlos Onetti;
Mogador, en las
novelas de Alberto Ruy Sánchez. En este último caso, aunque en Marruecos
existe una ciudad con el nombre de Mogador, en realidad poco o nada tiene que
ver con la que aparece en la obra del escritor mexicano.
Las novelas que privilegian a las grandes ciudades reales, o un sector
importante de ellas, constituyen la tercera variante: Dublín, en el Ulyses de Joyce;
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Cuerpo Académico: Diálogos Intertextuales en la Literatura Hispanoamericana. CA-115,
Universidad Autónoma del Estado de México.
ISBN: 978-607-9348-18-2
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Alejandría, en El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell; Chimbote, en El
zorro de arriba y el zorro de abajo, de José María Arguedas; un espacio citadino
alemán en Berlinalexanderplaz, de Alfred Döblin; New York, en Manhattan
Transfer, de John Dos Passos; un sector de París, en Rayuela, de Julio Cortázar.
La región más transparente de Carlos Fuentes pertenece a esta tercera
variante. El personaje principal de la obra es la ciudad de México. Ella determina la
situación, el carácter, el lenguaje y el destino de los demás personajes. Los
recorridos que éstos realizan por sus calles y colonias a lo largo, a lo ancho y
alrededor de su superficie son bastante significativos. No basta con indicar que
determinados personajes deambulan por diversas partes de la ciudad de México,
sino que es necesario nombrar sus calles para imaginar el decorado espacial del
recorrido a lo largo y ancho de la gran ciudad de México: La prostituta Gladys
camina por la colonia Guerrero y por la calle de Bucareli, toma un taxi y llega a la
colonia de los Doctores; Gabriel arriba a la Plaza Nezahualcóyotl, pasa por la
colonia Tránsito, la colonia Obrera, y se dirige a Balbuena; Federico Robles se
desplaza de la zona centro a la colonia Narvarte; Ixca Cienfuegos y Rodrigo Pola
conversan mientras realizan un inmenso recorrido: calle de Rosales, Reforma,
Sevilla, Florencia, glorieta Cuauhtémoc, Dinamarca, Roma, Insurgentes y Ramón
Guzmán, pasan frente al cine Roble, otra vez Rosales, Colón, Alameda, portales
del Carmen y llegan hasta la helada imagen de Carlos IV; Ixca Cienfuegos se dirige
a la calle de Abraham González para visitar a Librado Ibarra; la prostituta Gladys
camina por San Juan de Letrán, pasa por las Vizcaínas y llega a Niño Perdido;
Gabriel y sus amigos salen de Balbuena, pasan por Boturini, Jamaica, hasta Santa
María la Redonda, Garibaldi, el Tenampa, Bellas Artes, San Juan de Letrán, hasta
la calle de Meave; Rosa Morales va de Balbuena a las Lomas de Chapultepec, lo
mismo que Teódula Moctezuma. Al final de la novela, Ixca Cienfuegos y Rodrigo
Pola viajan por Insurgentes, desde el Centro hasta el convento del Carmen, en San
Ángel. En fin, la ciudad de México es caminada, viajada, nombrada por calles y
colonias en forma más que obsesiva.
El aparente caos de la ciudad de México y la redundancia en la designación
de sus calles exigen un orden y un sentido; y esto es el principio de su mitificación.
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La región más transparente no se limita a un mero alegato contra la situación del
país y los resultados de la revolución, sino que se trata de una obra cuya estructura
está determinada por ciertos temas pertenecientes a la mitología prehispánica. Ixca
Cienfuegos, por ejemplo, pareciera emprender un viaje por la Ciudad de México,
asumiendo el papel de “sacerdote” de Huitzilopochtli, con la intención de encontrar
una víctima propiciatoria para llevar a cabo un sacrificio en un lugar sagrado (Ordiz
El mito… 73).
En la novela de Carlos Fuentes, el espacio sagrado posee un diseño
especial en relación con los puntos cardinales y con los cuatro rumbos del universo
del pensamiento prehispánico. En efecto, “Una de las ideas fundamentales de la
religión azteca consiste en agrupar a todos los seres según los puntos cardinales y
la dirección central” (Caso El pueblo… 21-22). El centro constituye un quinto punto
equidistante y central que marca el eje vertical, la dirección arriba-bajo, cielo-tierra.
Asimismo, a propósito de la fundación de Tenochtitlán, Huitzilopochtli “Les hizo
saber –a sus sacerdotes– cómo su destino suponía que se extendieran por los
cuatro cuadrantes del mundo, precisamente a partir del corazón de la futura ciudad,
desde allí donde habían levantado su templo, espacio sagrado por excelencia”
(León-Portilla México… 75).
Esta disposición espacial con orden y sentido prevalece en La región más
transparente, y remite al símbolo del mandala, el cual está compuesto,
principalmente, por las figuras geométricas del círculo y el cuadrado:
Its basic components are geometric figures, counterbalanced and
concentric. Hence it has been said that the mandala is always a squaring
of the circle (…) Coinciding in essence with the mandala are such figures
as the Wheel of the Universe, the Mexican ´Great Calendar Stone‟, the
lotus flower, the mythic flower of gold, the rose, and so on (…) Mircea
Eliade (…) sees the mandala chiefly as an objective symbol, an imago
Mundi. (Cirlot Dictionary… 200-201)
En la novela de Fuentes, el círculo remite al tiempo; y el cuadrado, al espacio.
Volveré sobre el tiempo.
En cuanto al espacio, la figura simbólica del mandala se revela en La región
más transparente en tres momentos. El primero sucede al día siguiente de la fiesta
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en el departamento de Bobó: a las once de la mañana, Bobó despierta por el rumbo
de Insurgentes y Niza; Rodrigo Pola, en la calle de Rosales; por la calle de Madero,
Pimpinela de Ovando se dirige hacia el despacho de Roberto Régules (los tres en
la zona Centro de la ciudad); Norma Larragoiti despierta en las Lomas de
Chapultepec (el Poniente); Hortensia Chacón, en la calle de Tonalá; Rosenda Pola,
en la Avenida Mixcoac (ambas en el Sur); Gladys García amanece por Buenavista,
más allá del puente de la Villa (en la zona Norte); Gabriel, Beto, Tuno, Fifo y Rosa
Morales, por el rumbo de Balbuena (en la zona Oriente). A esta primera visión de
la cuaternidad le corresponde un centro todavía un poco dislocado: desde el
noveno piso de un edificio en el Paseo de la Reforma y Avenida Juárez, Federico
Robles contempla con desprecio a la ciudad de México; irónicamente, su posición
constituye el centro, el eje vertical (arriba, nubes; abajo, estiércol):
A la vista de Robles, México iba abriéndose como naipes de distintas
barajas –el rey de bastos en Santo Domingo, el tres colorado en
Polanco-, del túnel oscuro de Mina, Canal del Norte y Argentina, con la
boca abierta, en busca de aire y luz, tragando billetes de lotería y
volantes de gonorrea, hasta encontrar la línea recta de la conducta en la
Reforma, indiferente a los vicios menores, apretujados, de Roma y
Cuauhtémoc, con sus caras quebradizas, sus cimientos fláccidos.
(Fuentes La región… 77)
A las seis de la tarde del día en que muere Rosenda Pola aparece el
segundo atisbo del Mandala. En el Zócalo, Ixca Cienfuegos y Teódula Moctezuma
se encuentran en el atrio de Catedral. Ixca Cienfuegos toma de la mano y trata de
ayudar al hijo de Rosa Morales, pero el niño se resiste; le muerde la mano a
Cienfuegos y huye corriendo. Como si fuera un ritual de sangre, Cienfuegos camina
hasta el centro del Zócalo: sorbe con los labios la sangre de la herida y bebe con la
carne los cuatro costados de la gran plaza. Por medio de una visión, Ixca
Cienfuegos vislumbra el orden del espacio (cuatro puntos cardinales o cuatro
puntos del universo y la noción de Centro):
La sangre le corría con la rapidez cambiante del azogue. Cienfuegos se
detuvo, la cara bien abierta hacia ese último rayo [del sol]. Palacio
[Poniente], Catedral [Norte], el edificio del Ayuntamiento [S] y el lado
desigual [P], de piernas arqueadas, dejaban que la penumbra
construyera una región de luz pasajera, opaca, entre la sombra natural
de sus piedras rojizas y de marfil gastado. (Fuentes La región… 297)
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Pero la visión es doble. En forma simultánea, Ixca Cienfuegos vislumbra de otro
modo lo mismo: los cuatro puntos cardinales como cuatro rumbos del universo:
Por los ojos violentos y en fuga de Ixca corría otra imagen: en el sur, el
flujo de un canal oscuro, poblado de túnicas blancas; en el norte una
esquina en la cual la piedra se rompía en signos de bastones ardientes,
cráneos rojos y mariposas rígidas: murallas de serpientes bajo los
techos gemelos de la lluvia y el fuego; en el Oeste, el palacio secreto de
albinos y jorobados, colas de pavorreal y cabezas de águila disecada.
Las dos imágenes, dinámicas en los ojos de Cienfuegos, se disolvían la
una en la otra, cada una espejo sin fondo de la anterior o de la nueva.
(Fuentes La región… 297)
En la misma visión, y de manera simultánea, Ixca Cienfuegos contempla la
ciudad de México en el siglo XX y la ciudad de Tenochtitlán en la época
prehispánica. En las buenas ediciones del Ulysses (Joyce, 2005) se incluye un
mapa de la ciudad de Dublín; en ¡Absalón, Absalón! (Faulkner, 1971) aparece el
mapa del Condado de Yopakatawpha; en Rayuela (Cortázar, 1986), un mapa
relativo a una parte de la ciudad de París. Sería bastante interesante una edición
crítica de La región más transparente que incluyera un mapa de la ciudad de
México de los años cincuenta, y otro de la época prehispánica a propósito de la
ciudad de Tenochtitlán; por ejemplo, un detalle del Códice Mendoza en el cual se
muestra la cuadratura del Valle de México con el águila sobre un nopal, justo en la
intersección de los canales como Centro del Universo (Soustelle La vida
cotidiana… 23).
El tercero y definitivo atisbo del Mandala en La región más transparente se
da por medio de otra visión: una vez que Rodrigo Pola e Ixca Cienfuegos recorren
la ciudad, por Insurgentes, desde el Centro hasta San Ángel, Ixca Cienfuegos,
frente al convento del Carmen, es arrastrado por el viento frío de diciembre, con
pies veloces:
[…] por la avenida, por la ciudad, y sus ojos –el único punto altivo y
brillante de ese cuerpo sin luz- absorbían casas y pavimentos y hombres
sueltos de la hora, ascendían hasta el centro de la noche y Cienfuegos
era, en sus ojos de águila pétrea [el Arriba] y serpiente de aire [el
Abajo], la ciudad, sus voces, recuerdos, rumores, presentimientos la
ciudad vasta y anónima con los brazos cruzados de Copilco [el Sur] a los
Indios Verdes [el Norte], con las piernas abiertas del Peñón de los Baños
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Mito y fantasía: Una vuelta al origen. (Aproximaciones a la obra de Carlos Fuentes)
[el Oriente] a cuatro Caminos [el Poniente] con el ombligo retorcido y
dorado del Zócalo [el Centro]. (Fuentes La región… 535)
Cuatro puntos cardinales, cuatro rumbos del universo, el Centro que los equilibra
(el Zócalo) y el eje vertical arriba-abajo (águila y serpiente), la ciudad de México se
revela como el espacio sagrado por excelencia. El cuadrado de la disposición
espacial, el eje vertical y la figura humana de Ixca Cienfuegos fundida con la
ciudad con los brazos cruzados de Copilco a Indios Verdes y con las piernas
abiertas del Peñón de los Baños a Cuatro Caminos parecieran remitir a la figura
arquetípica y arcaica del Anthropos; en este caso, el diseño espacial de la ciudad
de México en relación con la figura humana. El cuerpo humano es la ciudad; y el
centro, es el corazón. Recuérdese que en la revelación al final de la novela es
importante el estribillo: “y en el centro vacío mi corazón que delira”, “no son mis
palabras, es mi hambre de corazón”.
Por pertenecer a la misma tradición, esta escena recuerda algo parecido, y
que merece citarse, en El cuarteto de Alejandría, cuando un personaje de
Lawrence Durrell recorre Alejandría sintiendo su cuerpo fundido con la ciudad,
como el Adán de las leyendas medievales, al mismo tiempo que contempla el
Lago Mariotis como Centro del Universo:
Caminando una vez más entre las calles de la ciudad estival,
paseándome a la luz de aquel sol de primavera, y un deslumbrante mar
azul sin una nube, semidormido, semidespierto, me sentía como el Adán
de las leyendas medievales: el cuerpo de un hombre cuya carne era
escoria, cuyos huesos eran piedras, su sangre agua, su cabello hierba,
su mirada sol, su respiración el viento y sus pensamientos nubes. Sin
peso, como después de una larga y agotadora enfermedad, me
encontraba bogando otra vez a la deriva para flotar las aguas poco
profundas del Mareotis con sus antguas huellas de la marea de los
apetitos y deseos revueltos a la historia del lugar: una ciudad viejísima
con toda su crueldad intacta, crecida sobre un desierto y un lago.
(Durrell Clea 65)
En La región más transparente también es importante el tiempo en sus
diversas manifestaciones de linealidad y circularidad. En esta novela Ixca
Cienfuegos experimenta una visión del tiempo diferente a la visión cronológica y
progresiva. Desde la oficina de Federico Robles contempla, recuerda y hace un
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recorrido de adelante hacia atrás: “de la Revolución Mexicana (el ejército
constitucionalista, Ayala, Chinameca, Doroteo Arango, el Caballito, Chapultepec,
Churubusco, la Independencia, Hernán Cortés) hasta la Conquista” (Fuentes La
región… 317). “El movimiento de la Conquista –dice Fuentes–, que destruyó el
Quinto Sol de los aztecas, renació como movimiento revolucionario en 1910”
(Fuentes Los cinco soles… 24). Es el ciclo cumplido del destino y el origen.
La noción de circularidad del tiempo como ciclo tiene que ver con
Huitzilopochtli. Esta deidad indica a sus sacerdotes que el destino de su pueblo ha
de cumplirse en la totalidad del espacio y en la totalidad del tiempo; dicha totalidad
está basada en la noción de ciclos o eras. La noción de ciclo implica la linealidad y
la circularidad del tiempo, lo cual complementa la figura cuadrada del mandala en
relación con el espacio, para dar lugar a la cuadratura del círculo en relación con
el tiempo. Hay más de un tiempo en el mundo; los hay al lado, por encima o por
debajo del tiempo lineal de los calendarios de Occidente. México –dice Fuenteses un país mestizo e hispanoparlante, pero también sigue siendo un país indio; el
concepto de tiempo progresista “es la causa –dice Fuentes- de que hemos
olvidado y despreciado el mundo indígena: la intensidad ritual, la sabiduría atávica,
la imaginación mítica, la relación con la muerte, la manera de contar el tiempo –
narración y suma- no sólo como calendario solar sino como calendario del destino
(…) hasta integrar un verdadero mandala del tiempo más pleno, más abarcante,
más orientado que nuestras simples concepciones lineales” (Fuentes Los cinco
soles 23). Para Carlos Fuentes, la literatura es el gran laboratorio del tiempo:
coexistencia, simultaneidad contra sucesión del tiempo.
En la estructura de La región más trasparente, las diversas formas del
tiempo constituyen un aspecto fundamental. El cuadro cronológico, al principio de
la novela, indica que la acción central abarcará 52 años (de 1900 a 1952), lo cual
recuerda el tiempo que duró la inundación que destruyó a los habitantes del 4º Sol
o la duración de un siglo náhuatl (52 años divididos en 4 partes con su orientación
espacial hacia los cuatro rumbos del universo). Y al final de la novela, como
contrapunto, aparece el “Indice” que indica el tiempo de la época en que les toca
actuar a los personajes dentro de la trama. El “Índice” revela la complejidad del
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tiempo en relación con la complejidad de la estructura: adelantos y retrocesos de
las acciones. En cambio, el cuadro cronológico del principio posee un desarrollo
ordenado y lineal, como la historia. Tiempo de la historia y tiempo de la ficción
novelística: pasado, presente, futuro, simultaneidad y circularidad. San Agustín
habló del triple presente: el del pasado, el del presente y el del futuro, lo que ha
desembocado en el gran problema de la reflexión moderna: la problemática del
tiempo como coexistencia. “Yo creo –dice Carlos Fuentes- que la novela da la
historia como hecho vivo, en el presente en el que recordamos y deseamos.
Realmente en una novela el hecho histórico está siendo vivido como memoria y
como deseo, es decir que no hay otro pasado que el de la memoria en el presente,
y no hay más futuro que el del deseo también en el momento actual” (Fuentes, en
Hernández Carlos Fuentes: Territorios… 244).
En La región más transparente el tiempo se funde con el espacio. El cuerpo
de Ixca Cienfuegos, como la figura mandálica del Anthropos, recobra la Gran Voz
que le permitirá dar cuenta de la revelación final. El tiempo de la historia, el tiempo
de la novela y el espacio de la ciudad de México se relacionan, se corresponden y,
al final, se mitifican. Parafraseando a Baudelaire, la línea curva corteja a la línea
recta y danza alrededor de una muda oración; en este caso, en una revelación.
Origen y Destino. Unidad y Multiplicidad. Cuadratura y Círculo con un Centro como
Axis Mundi: los espacios y el Espacio; los tiempos y el Gran Tiempo. Todo lo cual
refuerza el aspecto mítico de la obra. Como es propio de la novela moderna:
“mythological time has come to substitute historical or „objective‟ time, since action
and events […] are presented as manifestations of eternal prototypes. The
universal time oh history is thus metamorphosed into mythical ahistoric time and
comes to be expressed in spatial terms” (Meletinsky The poetics of Myth… 276 277).
Además, en la novela en cuestión de Carlos Fuentes el tiempo está
íntimamente relacionado con el Tonalpohualli de los aztecas: calendario solar y
calendario que determina el destino del individuo según el signo del día de su
nacimiento, y que lo dominará hasta su muerte. Los personajes de la novela
parecieran ser víctimas de esta predeterminación, la cual parece llevarlos a un
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pesimismo y a una resignación inevitable. Con base en esta actitud, la novela de
Fuentes se inscribe en la tradición de la novela moderna en América Latina en
relación con los conceptos de fracaso, derrota y degradación. A esta tradición
pertenecen las novelas Tierra de nadie y La vida breve, de Juan Carlos Onetti; El
túnel, de Ernesto Sábato; así como El zorro de arriba y el zorro de abajo, de José
María Arguedas. La realidad en que viven sus personajes requiere:
[…] nuevas formas de expresión, rasgos de escritura que muchas veces
la misma metrópoli ofrece, con sus contrastes, sus epifanías, su
opacidad, su velocidad, con habitantes que van saliendo de su anonimia
a medida que los conocemos. A diferencia de un narrador que asume la
voz de la colectividad, como sucede en muchos de los pueblos
imaginarios, aquí predomina el individuo, un ser narrante conflictuado en
contraste con ese medio que ama y desprecia al mismo tiempo. (Graña,
“La nueva narrativa…” 682-683)
“Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer”. Aceptan, sufren y soportan el lugar y el
tiempo en que les tocó nacer como si fuera una jubilosa maldición a menos que
algo viniera en su ayuda. Este algo es la ironía.
En La región más transparente es fundamental la ironía, no como figura
retórica sino como visión del mundo. Todo mito de creación –dice Carlos Fuentes–
lleva su propio indicio de destrucción. Y, podría agregarse, su indicio de
recreación. Así pues, en la “primavera de las resurrecciones” el ritual se lleva a
cabo en el espacio sagrado del Zócalo y en el tiempo mítico del 15 de septiembre;
los sacrificios: Norma Larragoiti de Robles devorada por el fuego; Manuel
Zamacona asesinado en forma absurda y vulgar; el hijo de Rosa Morales muerto
en plena niñez. Teódula Moctezuma al fin queda tranquila. Sólo Ixca Cienfuegos
es consciente de la gran ironía que suponen tales acontecimientos. La ironía es lo
único que ayuda a soportar la vida en el espacio irónicamente sagrado de la
ciudad de México.
Al mismo tiempo, el uso de la ironía en esta novela sirve para destacar e
inmortalizar la horrorosa belleza de la ciudad de México. Esta actitud ha sido
importante en el desarrollo de la novela moderna en América Latina. En los años
treinta, Juan Carlos Onetti se lamentaba al respecto:
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Entretanto, Montevideo no existe. Aunque tenga más doctores,
empleados públicos y almaceneros que todo el resto del país, la capital
no tendrá vida de veras hasta que nuestros literatos se resuelvan a
decirnos cómo y qué es Montevideo y la gente que la habita (…) Es
necesario que los literatos miren alrededor suyo y hablen de ellos y su
experiencia. Que acepten las tareas de contarnos cómo es el alma de su
ciudad. Es indudable que si lo hacen con talento, muy pronto
Montevideo y sus pobladores se parecerán de manera asombrosa a los
que ellos escriban. (Onetti Requiem… 28)
Por su parte, y suscribiendo esta afirmación de Onetti, Mario Vargas Llosa escribe
que, en efecto, “no son las novelas las que imitan las ciudades (sólo las malas
novelas tratan de hacerlo y por eso fracasan) sino las ciudades las que terminan
imitando a las grandes novelas que fingen imitarlas y en verdad las inventan”
(Vargas Llosa El viaje… 62). A su vez, Dylan Thomas afirmó que las grandes
ciudades no existen hasta que encuentran a su poeta que descubra y describa su
brillo, su luz o su aura (como Joyce lo hizo con Dublín y Durrell con Alejandría).
Carlos Fuentes ha recreado irónicamente el aura grotesca de la ciudad de México
al hacerla hablar a ella misma. “La ciudad de México –dice Carlos Fuentes– es
una
ciudad
enorme,
burguesa,
proletaria,
moderna
pero
con
sótanos
prehispánicos. Me interesaba el lenguaje, la ciudad como el lugar donde las cosas
pueden decirse de más de una manera, donde la poesía es un híbrido estratificado
por los lenguajes de clases e individuos…” (Fuentes en Hernández, Carlos
Fuentes: Territorios… 20). La ciudad de México, al parecer, encontró en Carlos
Fuentes, en ciertos momentos de intensidad lingüística, a su poeta. En La región
más transparente la ciudad de México se revela como un mandala del espacio y
del tiempo: Y habría que agregar, del lenguaje y de la imaginación poética.
En efecto, en la novela en cuestión también es fundamental la imaginación
poética. Carlos Fuentes se reconoce en William Gass cuando le hace comprender
“que el cuerpo y el alma de una novela son su lenguaje y su imaginación, no sus
buenas intenciones: la conciencia que la novela altera, no la conciencia que
conforta” (Fuentes En esto creo 180). A más de cincuenta años de publicación, las
mejores intenciones de La región más transparente tal vez han envejecido (crítica
social y política, búsqueda de identidad del mexicano, el surgimiento y
consolidación de la burguesía…). Por el contrario, como en La muerte de Virgilio
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Mito y fantasía: Una vuelta al origen. (Aproximaciones a la obra de Carlos Fuentes)
de Herman Broch, lo que prevalece es lo universal que altera la conciencia y la
imaginación de los lectores: la imaginación simbólica y poética. El manejo mítico
del tiempo y del espacio (circularidad de la estructura y del tiempo, cuadratura del
espacio), el destino irónico de los personajes, el manejo de la historia “la novela
dice lo que la historia no dijo, olvidó o dejó de imaginar” (Fuentes En esto creo
175) y el alarde lingüístico hacen de La región más transparente una novela actual
e inolvidable, además, por los arquetipos que le subyacen.
Uno de los arquetipos remite al Apocalipsis bíblico. Como San Juan el
Teólogo, Ixca Cienfuegos, como inspirado por Dios o por los dioses (o por Teódula
Moctezuma, cuyo nombre significa la esclava de los dioses), pareciera lograr al
final de la novela “La Voz”, la Gran Voz o el Verbo que es un apocalipsis o
revelación de los nombres, los personajes, los tiempos y los espacios de la historia
de México y de la Ciudad de México. Si la novela inicia con la plegaria
desarticulada de Ixca Cienfuegos, termina con una epifanía (una súbita
manifestación espiritual surgida en medio de los discursos y los gestos más
ordinarios) o una revelación, en el sentido mítico y bíblico, sobre los tiempos, los
espacios, la historia, los personajes que por fin se reconcilian: Origen y Destino,
Dispersión y retorno a la Unidad. Pareciera que los personajes pudieran conjurar
su destino como si por fin hubieran accedido –así sea como mera ilusión- a un
lugar diferente, a otra ciudad de México. La conciencia de la revelación a través de
la cual, en un momento fugaz, lo absoluto se realiza y al mismo tiempo se
destruye, no hay que olvidarlo, es propio de la ironía.
En relación con el arquetipo mencionado la ironía también juega un papel
central. En el Apocalipsis de San Juan el Teólogo hace referencia a dos ciudades
opuestas: la ciudad santa de Jerusalén y la ciudad de la Prostituta Babilonia. En
La región más transparente, la ciudad de México reúne, por medio del recuerdo,
de la visión y de la epifanía, las dos situaciones al mismo tiempo. Por una parte,
la ciudad santa: Tenochtitlán y la Ciudad de los Palacios; por otra, la ciudad de
México a mediados del siglo XX de la prostituta Gladys. El novelista mexicano ha
declarado su creencia en las ciudades y se ha llamado a sí mismo bicho de
pavimento, pues la naturaleza lo inquieta demasiado. A su manera, Carlos
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Mito y fantasía: Una vuelta al origen. (Aproximaciones a la obra de Carlos Fuentes)
Fuentes ha escrito su correspondiente declaración de odio y su correspondiente
declaración de amor a esa infame y santa prostituta que es la ciudad de México.
A propósito de ella, Carlos Fuentes ha dicho, “es como un acto de masoquismo
amoroso, es mi ciudad más vivida. Es mi gente, es mi historia, es mi suplicio, es
mi asfixia, es mi prueba, es mi desafío: recuérdame bella, dueña chica de la
Nueva España, no me veas de rodillas, Virgen de Guadalupe accesible, no me
veas recostada, inaccesible puta de Orozco…” (Fuentes En esto creo 250). Al
parecer, a las grandes ciudades modernas no les queda más remedio que ser
putas y vírgenes al mismo tiempo y, por lo mismo, madres, cuando menos por
ironía. En El cuarteto de Alejandría, un personaje de Lawrence Durrell dice:
“Alejandría, princesa y ramera. Ciudad real y anus mundi” (Durrell Clea 66). En
La región más transparente de Carlos Fuentes, Gladys, la prostituta, enciende
una veladora, reza y se encomienda a la virgen y le pide que proteja con su
manto a sus hijos; lo hace en forma tal que pareciera estar dirigiendo su plegaria
a la ciudad de México. Uno de estos hijos, Ixca Cienfuegos, busca, anhela
fervientemente, tocar la mano de la prostituta Gladys, emblema de la Ciudad,
para lograr la gran voz, el
Verbo; y la busca como si fuera una forma de
reconciliación con su propia madre. Asimismo, para Hortensia Chacón la ciudad
de México ha sido una madre engendradora. La ciudad de México, en la novela
de Carlos Fuentes, adquiere o recobra su dimensión mítica y arquetípica: el
mandala del espacio y el mandala del tiempo se corresponden con la Virgen,
con la Gran Madre, con la Gran Puta que nos parió en la región más polvosa y
transparente del mundo. No es casual que cuando Carlos Fuentes habla de las
ciudades que lo han marcado en la vida escriba con letras mayúsculas: URBES,
UBRES (Fuentes En esto creo, 243), “Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la
región más transparente del aire” (Fuentes La región… 554).
Bibliografía
Bourneuf, Roland y Réal Ouellet, La novela. Trad. y notas
Barcelona: Ariel, 1975.
ISBN: 978-607-9348-18-2
de Enric Sulla,
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Alfonso, Caso. El pueblo del sol. México: Fondo de Cultura Económica, 1976.
Cirlot, J. C. Dictionary of symbols. London: Routledge, 2001.
Cortázar, Julio. Rayuela. Madrid: Cátedra, 1983.
Durrell, Lawrence. El cuarteto de Alejandría (Clea), Buenos Aires: Sudamericana,
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